¿Cómo saber si una revelación es de Dios?

Hay varios pasajes de la Biblia que nos aclara sobre el Reino de Dios en el interior del hombre. Pero primero tenemos que diferenciar entre: el cuerpo, el alma y el espíritu. En Hebreos 4:12 Pablo explica que el alma y el espíritu son dos entidades diferenciables:

Dice Pablo: "Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta separar el alma del espíritu, incluso el tuétano (Mark, médula del hueso) del hueso (Bein, Gebein); y es un juez entre los pensamientos y las intenciones del corazón". Hebreos 4:12 (Versión Lutero 1912)

La Palabra de Dios (que es la semilla para el Reino de Dios en el interior del hombre) nos enseña pues a separar o diferenciar el alma del espíritu, la médula (Mark) del hueso (Bein), y a separar los pensamientos de las intensiones del corazón.

El espíritu del hombre es por decirlo así la "médula"( la parte del interior del hueso) y el alma es el "hueso" (la parte exterior que envuelve la médula). Es decir el espíritu es lo interior y el alma lo exterior; los pensamientos o el intelecto (que pertenece al alma) es lo exterior mientras que las intensiones del espíritu (como el Amor, la Voluntad, la Fe, la Esperanza y más) corresponden al verdadero interior del ser humano.

Ahora, a la pregunta, ¿cómo podemos saber si una revelación es de Dios o no? se puede responder: a través del Reino de Dios, que está en el verdadero interior del hombre, es decir, que está en el espíritu del hombre y no en el alma del hombre que es lo exterior.

Si observamos la parábola siguiente:

"Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado ante el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido." Lucas 18:10-14.

Vemos que el Señor explica a sus discípulos que el publicano fue justificado ante Dios mientras que el otro, el fariseo, no lo fue. El Reino de Dios se acercó al primero, mientras que al segundo se alejó ("porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.")

El primero, el fariseo, oraba con su intelecto, pero su corazón estaba frío pues en vez de sentir compasión por el publicano, lo miraba con desdén y soberbia ("... no soy aun como este publicano"), mientras que el segundo, el publicano, estaba con su intelecto derrumbado y recurrió a su corazón, se golpeaba el pecho donde está el corazón, como señal que entró a su interior.

El fariseo era un hombre cumplidor de la ley, pues desde niño su intelecto le sirvió para conocer bien la Palabra de Dios a través de la lectura de las Sagradas Escrituras. Era un hombre que afirmaba que era muy justo y cumplidor de la ley, pero lamentablemente fue víctima de su soberbia. EL uso excesivo de su intelecto no lo llevó a cultivar las "intensiones de su corazón". Sus supuestos amor y fe solo eran objetos exteriores, por lo tanto pertenecientes a su alma, pero no al espíritu o al Reino de Dios en el interior del alma.

Mientras que el segundo, reconociendo la maldad que había en su exterior, decidió entrar a su interior. No se golpeaba la cabeza, sino el pecho, como señal que intuía que allí adentro, en el corazón, hay algo más que solo el intelecto. Y clamó a Dios, llorando, con miedo, sin atreverse a mirar (con los ojos del alma) al cielo, pues puso su intelecto en bajo perfil, y dejó que su interior hablara, y dijo desde lo más profundo de su corazón: "Dios, sé propicio a mí, sé indulgente conmigo que soy un gran pecador".

Esta Palabra del Señor es un ejemplo de muchas más en la Biblia que nos muestra la importancia de pensar con el corazón, pues sólo nuestro espíritu en el interior es capaz de reconocer si una revelación es de Dios o no. Ojo, no estamos diciendo que hay que eliminar el intelecto del todo, no, solo que el intelecto tiene que estar al servicio del espíritu, y no al revés.

Y así pues Jesús dijo:

"Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de Él, viene a Mí". Juan 6:45

¿De qué manera seremos enseñados directamente por Dios? El Señor tiene infinidades de maneras, una de ellas es a través de revelaciones que las da periódicamente a través de los siglos. Por eso, quien las desprecia se aleja de la recomendación que hizo Pablo.

Si el Reino de Dios no está en nuestro interior, Dios no nos enseñará, solo nos queda el intelecto para aprender, pero este, en vez de acercarnos a Dios, nos aleja. Pero esto es otro tema. Lo importante es reconocer que solo el Reino de Dios en el verdadero interior es nuestra única forma de reconocer las Revelaciones de Dios.

Luis Martínez