7. Tres versículos como ejemplo de la manera de escribir en aquella época (Juan 1:35-37) .
65. En Sicar. Jairut acompaña al Señor. Ayuda de los ángeles. Escena con los mercenarios romanos.
95. Tomás y Judas. La naturaleza de Judas y la predicción de Tomás. Discurso insultante de Judas.
183. Ahab, el del Templo, con sus colegas. Su éxito: los fariseos van a casa de Baram.
184. El pueblo pone a los fariseos en aprietos (Mateo 12:24).
222. Los cinco fariseos de Belén lavan los Pies del Señor. Un Evangelio breve para la vida.
235. El juez supremo Fausto y el Señor. Gran alegría y recibimiento emocionante.
238. Continuación del juicio. Confesión de los treinta cómplices. Fausto conmuta la sentencia.
(Juan 1:1) Al principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y Dios era el Verbo.
1. Este versículo ha sido objeto ya de innumerables explicaciones e interpretaciones erróneas, hasta tal punto que inveterados ateos se han servido justamente de él para combatir mi Divinidad. No repetiremos tales absurdos que sólo aumentarían la confusión en vez de disminuirla; pero sí expondremos una explicación concisa. Siendo la Luz en la Luz de la Luz, combatirá y vencerá los errores por sí misma.
2. La causa principal de la incomprensión de tales textos es la traducción deficiente y falsa de la Escritura de la lengua original a las lenguas de la época actual. Pero esto debe ser así... Porque si el espíritu de tales textos no estuviese tan oculto como está, hace tiempo que el sentido tan sagrado que contienen habría quedado profundamente profanado, lo que sería un gran daño para la humanidad. Así sólo se llegó a roer la envoltura sin alcanzar la sagrada esencia vivificadora.
3. Sin embargo ahora ha llegado el momento de revelar el verdadero sentido interno de estos versículos, que es sumamente sagrado, a todos aquellos que merezcan esta Gracia; pero ¡ay del profanador!, porque sufrirá las consecuencias de cualquier interpretación malintencionada.
4. Después de esta advertencia necesaria, ahora os explico: Ante todo quiero señalar que aquí sólo será dilucidado el sentido psicoespiritual y no el más interno, puramente celestial. Éste es sumamente santo y sólo puede ser transmitido sin perjuicio a aquellos que lo buscan por medio de una conducta acorde con las palabras del Evangelio. El sentido puramente psicoespiritual es fácil de encontrar. A veces bastará con una traducción que tenga en cuenta ciertas costumbres a la hora de documentar las cosas de aquella época, como se verá en las explicaciones del primer versículo.
5. La expresión “al principio” es muy incorrecta y encubre el verdadero sentido, porque con ella se puede poner en duda la existencia eterna de Dios, lo que ya hicieron algunos sabios, de cuyas escuelas salieron los ateos de esta época.
6. La verdadera traducción es: En el Origen primario, en la Causa primaria de todo Ser ya estaba la Luz... El grandioso y sagrado Pensamiento de la Creación... La Idea substancial... Esta Luz no estaba solamente en Dios, sino también con Él, es decir, se proyectaba afuera de Él como sustancia perceptible, envolviendo al Ser divino primario. Ahí se manifiesta ya el primer vestigio de la encarnación venidera de Dios.
7. Entonces, ¿qué era esa Luz, ese Pensamiento grandioso, esa Idea santa y básica de toda existencia substancial futura, totalmente autónoma? Sólo podía ser Dios mismo, porque en Dios, por medio de Dios y surgiendo de Dios sólo podía ser Él mismo en su Ente eternamente perfecto. Por tanto, se puede formular el texto así:
8. En Dios estaba la Luz y la Luz penetraba y envolvía a Dios, y Dios mismo era la Luz.
(Juan 1:2) El Verbo estaba al principio con Dios.
9. Después de haber aclarado suficientemente el primer versículo de modo que cada uno con algo de luz propia lo pueda entender, el segundo versículo se expresa por sí mismo, confirmado, que la Luz o el Verbo arriba explicado, o sea, el inmenso Pensamiento creador, era eterno como Dios mismo, sin implicar ningún proceso de origen en sí. De modo que la explicación es ésta: Ya en el Origen primario de todo Ser y de toda posterior Creación, el Verbo estaba con Dios, en Dios y venía de Dios, por tanto, era Dios mismo.
(Juan 1:3) Todas las cosas fueron hechas por Él y sin Él nada se hizo de cuanto fue hecho.
10. En este versículo se confirma evidentemente lo que en el primero ya se había presentado como Verbo y Luz, enteramente presentes en el Origen de todo Ser y de toda Creación, la cual, sin embargo, aún no estaba realizada como tal.
11. Por eso, el tercer versículo retocado es así: Todo Ser provino de este Ente primario, que en sí mismo era y es su absoluto Origen eterno. La Luz, el Verbo y la Voluntad de este Ente proyectaron su Luz propia —su Idea eterna de la Creación— fuera de sí mismo hacia la existencia perceptible y sólida... Y en la entera infinitud eterna no existe nada que haya llegado a su existencia perceptible si no fuera por el mismo Origen primario y el mismo proceso.
12. Quien ha comprendido enteramente estos tres versículos, fácilmente asimilará el cuarto.
(Juan 1:4) En Él estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres.
13. Queda entendido que el Ser primario de todo lo que existe, la Idea primaria de todas las ideas, la Forma primaria de todas formas, por un lado no podía estar sin forma y por otro no podía implicar la muerte, porque esta constituye el polo absolutamente opuesto de todo lo que tiene existencia. Por lo tanto, en este Verbo, esta Luz o este Pensamiento divino estaba la Vida perfecta. Por consiguiente, Dios era la Vida básica eterna en sí y por sí mismo. Esta Luz o Vida hizo que salieran de sí misma todos los seres y los hombres, con luz y vida en ellos. Por tanto, estos seres y hombres eran la imagen perfecta de la Luz primaria que estaba dentro de ellos, de la Luz primaria que constituía su existencia, su luz y su vida totalmente parecida a la del Ser primario eterno.
14. Como la Vida primaria de Dios tiene que ser enteramente independiente y libre —de no ser así no sería Vida—, y como en los seres creados la vida tiene que ser absolutamente la misma, se podrá fácilmente comprender que a los hombres sólo les podía ser dada una vida absolutamente independiente y consciente de sí misma. Pero precisamente por esta consciencia, la vida tuvo que reconocer que no era de origen propio sino que procedía de Dios, a semejanza de la Vida de Él.
15. Esta noción tenía que existir en todos los seres creados, al igual que su vida y existencia tenía que estar enteramente en concordancia con la de Dios, de lo contrario no tendrían ni vida ni existencia.
16. Si analizamos esta situación de más cerca, sacaremos la conclusión de que en los seres creados tienen que confrontarse inevitablemente dos sentimientos: el sentimiento de la Perfección divina, o sea, de la Luz primaria divina dentro de ellos, y —por estar en esta misma Luz— el sentimiento de su evolución subsiguiente por la Voluntad del Creador.
17. La primera noción iguala a la criatura con el Creador, con lo cual también ella tiene el sentimiento de haber surgido de sí misma, absolutamente independiente del Origen primario, a pesar de llevarlo dentro. El segundo sentimiento, con la consciencia de tener vida, tiene que reconocer su procedencia del Origen primario y, por consecuencia, su dependencia de él. Y tiene que admitir que sólo al correr de los tiempos la vida podría manifestarse como libre por sí misma.
18. Esta humillante noción de dependencia hace que también el primer sentimiento de sublimidad se humille, lo que es un hecho indispensable como se verá en el texto siguiente.
19. El sentimiento de sublimidad lucha fuertemente contra tal humillación y la quiere eliminar.
20. De esta lucha surgen el rencor y el odio contra el Origen primario de todo Ser e inevitablemente también contra el sentimiento de humildad o dependencia. Por consiguiente, el sentimiento de sublimidad se cansa y oscurece en los seres creados y, en vez de la Luz primaria, quedan la noche y la oscuridad. En su oscuridad, esta noche no llega a reconocer la Luz primaria dentro de sí y, ciega pero independiente y libre, se aleja del Origen primario de su propio ser.
(Juan 1:5) Y la Luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la comprendieron.
21. Por más que resplandezca la Luz primaria en la noche, esta, aunque haya surgido de la Luz, ya no tiene visión eficaz para reconocerla, a pesar de que la Luz viene precisamente para volver a transformar la noche en su Luz original.
22. Así, pues, vine Yo al mundo de la oscuridad, como el eterno Ser primario de todo Ser y como la Luz primaria de toda Luz y Vida, pero aquellos que surgieron de Mí no me reconocieron en la noche de su sentimiento de sublimidad agotado.
23. Este quinto versículo quiere indicar cómo Yo —siendo absolutamente el mismo que era desde toda la eternidad— vine a este mundo creado por Mí y de Mí mismo. Pero el mundo no me reconoció como a su Ser primario.
24. Pero Yo, Origen primario de todo Ser, por mi eterna Luz tenía que ver que el sentimiento de sublimidad en el hombre —su Luz primaria— iba agotándose cada vez más por la lucha continua, y con él la luz de la vida en los hombres. Si Yo me hubiese acercado a los hombres con la misma Perfección divina, en la cual ellos tenían su origen, no me habrían reconocido. Y si hubiese surgido de improviso, con un cuerpo humano limitado, la culpa habría sido mía si no me hubiesen reconocido.
25. Esto Yo lo sabía y por eso, desde que les di su primera existencia fuera de Mí hasta la hora de mi venida a la Tierra, hice que miles de profetas —hombres que en esa lucha no habían perdido la Luz—, la anunciaran, indicándoles las circunstancias, el lugar y la época. Y cuando llegué di grandes señales. Desperté a un hombre, en quien se encarnó un alto espíritu para que anunciara mi venida a los ciegos y mi entera presencia en esta Tierra.
(Juan 1:6) Hubo un hombre enviado por Dios, de nombre Juan.
1. Este hombre, que se llamaba Juan, predicó la penitencia, y bautizó a los convertidos con agua. En él estaba el espíritu del profeta Elías, y era el mismo arcángel que en los comienzos de los tiempos venció a Lucifer y más tarde luchó contra él por el cuerpo de Moisés.
(Juan 1:7) Vino este para ser testigo, para dar testimonio de la Luz (a los hombres sin luz), para que todos creyeran gracias a él (es decir, que por la Luz de él reconocieran la Luz primaria, venida para ellos).
2. Juan vino de las Alturas como antiguo y nuevo testigo, es decir, vino de la Luz primaria como luz para dar testimonio de la Luz primaria, del Ser primario divino, cuyo Ser tomó carne, viniendo a sus hijos en la misma forma humana que ellos, los que surgieron por Él y de Él, para iluminarlos de nuevo en su noche, devolviéndoles de esta manera a su Luz primaria.
(Juan 1:8) No era él (por sí mismo) la Luz, sino que vino a dar testimonio de ella (es decir, dio testimonio al sentimiento de sublimidad agotado en los hombres, de que ahora iba a venir la Luz primaria misma de las Alturas eternas, con la humildad de un cordero y que voluntariamente iba a cargar con todas las debilidades de los hombres, para devolverles de esta manera la Luz primaria y para emanciparles e igualarles a ella).
3. Por supuesto que Juan en sí mismo no era la Luz primaria, sin embargo, como todas las criaturas era una partícula de esta Luz. A él, sin embargo, le estaba concedido permanecer en unión con ella por su humildad predominante.
4. Como él estaba en unión continua con la Luz primaria y como la distinguía de la suya, bien pudo dar testimonio irrecusable de ella, despertando tanta luz verdadera en los corazones de los hombres que ellos, poco a poco, pudieron llegar a reconocer que la Luz primaria, ahora encarnada, era la misma a la cual todos los seres y todos los hombres deben su existencia libre, pudiendo conservarla así, eternamente, de acuerdo con su propia voluntad.
(Juan 1:9) Ésta era la Luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.
5. No el testigo, sino Aquel de quien testimonió era la verdadera Luz primaria que desde el principio ilumina y vivifica a todos los hombres que vienen a este mundo. Por esto, el noveno versículo dice: Era exactamente Ésta la Luz verdadera que, desde el comienzo, creó a todos los hombres con una existencia enteramente libre, y que ahora vino para iluminarla en abundancia y para volver a igualar la existencia de los hombres con la divina.
(Juan 1:10) En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él, pero el mundo no le reconoció.
6. En el quinto versículo ya se ha explicado bien cómo los hombres en su oscuridad no me reconocieron a Mí o la Luz primaria de este mundo, a pesar de haberles enviado tantos precursores y profetas para anunciarles mi venida.
Es necesario mencionar que por “mundo” se debe entender los “hombres” y no la Tierra portadora de almas juzgadas, las cuales forman la materia. Aunque en parte la humanidad surgió de esta materia, una vez liberada de ella ya no son parte suya... Porque ¿cómo exigiría Yo de una piedra que me reconociese, si se halla en el juicio más profundo? Pero sí se le puede exigir esto a un alma liberada que lleva mi Espíritu dentro de sí.
(Juan 1:11) A lo suyo vino, y los suyos no le reconocieron.
7. Lo que era suyo no se refiere al mundo sino únicamente a los hombres según su ser psicoespiritual. Como ellos mismos, en el fondo, son Luz primaria como Yo, tienen que ser parte integrante de Mí y forman una unidad con mi Ser primario.
8. Pero como se estaba agotando este mismo Ser que en ellos se manifestaba como sentimiento de sublimidad —razón por la cual Yo vine a ellos y aún sigo viniendo—, no me reconocieron y menos todavía a sí mismos y al propio Origen primario de su existencia indestructible.
(Juan 1:12) Mas a cuantos le reconocieron, dioles potestad de venir a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
9. Es fácil comprender que, entre todos aquellos que ni me recibieron ni me reconocieron, el Orden primario quedó alterado y con este trastorno permanecieron en un estado de aflicción llamado “mal” o “pecado”. Pero entre muchos otros que me recibieron, es decir, que me reconocieron en sus corazones, era indispensable que este “mal” desapareciera por la unión restablecida con el Orden fundamental y el Poder primario de todo Ser. Se reconocieron a sí mismos en él, reconocieron dentro de ellos la Luz primaria dada por Mí y encontraron en ella la Vida eterna e indestructible.
10. En el marco de tal Vida comprendían que no sólo son criaturas mías —idea que surge únicamente de su pensamiento de vivir una vida de condición inferior—, sino que son mis propios hijos, porque son portadores de mi propio Ser proyectado hacia afuera de Mí mismo por mi Voluntad y Omnipotencia. Su luz —es decir, su fe— es igual a mi propia Luz primaria, con lo cual posee la misma omnipotencia y fuerza que hay en Mí. Por tanto, ellos tienen todo el derecho a ser mis hijos en toda plenitud...
11. Tal luz es la fe. Y mi nombre, hacia el cual están dirigidos los rayos poderosos de esta luz, es mi propio Ser primario, la Fuerza y la Omnipotencia con la que cada cual establece en sí mismo la legítima filiación de Dios. Por esto, el duodécimo versículo dice que todos los que me acepten y crean en mi nombre tendrán el poder y el derecho de volverse verdaderos hijos de Dios.
(Juan 1:13) Los cuales, no de sangre, ni de voluntad humana, ni de voluntad de varón, sino de Dios nacieron.
12. Este versículo no es sino una afirmación y aclaración del anterior y los dos versículos en conjunto dicen: A los que le aceptaban y creían en su nombre, les dio la facultad y el derecho de volverse hijos de Dios, los que no son nacidos de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad del hombre, pero sí de Dios.
13. Se entiende que aquí no se trata de un primer nacimiento de la carne por la carne, sino únicamente de un segundo nacimiento por el espíritu del amor a Dios y por la verdad de la fe intensa en el nombre de Dios vivo que es Jesús—Jehová—Sebaot. Otra definición acertada de este nacimiento es el “Renacimiento del espíritu por el bautismo de los Cielos ”.
14. El bautismo de los Cielos es la completa sumisión en el hombre del espíritu y del alma —junto con todos los deseos— al espíritu vivo del amor a Dios y al Amor en Dios mismo.
15. Una vez conseguida esta sumisión por voluntad propia del hombre, y cuando todo el amor del hombre ya está en Dios, entonces —por tal amor santificado— también el hombre todo está ya en Dios. Madurado apropiadamente, surge un nuevo ser fortificado, renacido de Dios. Unicamente con este segundo nacimiento que no es ocasionado por apetencias carnales ni tampoco por el instinto sexual del hombre, el ser humano llega a ser un verdadero hijo de Dios... Un hijo de Dios por la Gracia que es un poder del amor a Dios en el corazón del hombre, siempre a la libre disposición suya.
16. Esta Gracia es aquella poderosa atracción de Dios en el espíritu del hombre, por la cual este —atraído por el Padre hacia el Hijo— alcanza la verdadera y viva sabiduría.
(Juan 1:14) Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su Gloria, Gloria como unigénito Hijo del Padre, lleno de Gracia y de Verdad.
1. Cuando el hombre consigue así, por el renacimiento, la verdadera filiación divina —en la cual está innato por Dios o por el Amor de Dios— entonces llega a la Magnificencia de la Luz primaria de Dios, la cual, en sentido propio, es el divino Ser primario mismo. Este Ser, en el fondo, es el Hijo primogénito del Padre, análogo a la luz que permanece escondida en el calor del amor hasta que este la vivifique y la deje fluir. Esta sagrada Luz es, por tanto, la real Magnificencia del Hijo del Padre, la que cada renacido alcanza, igualándose con ella. Esta Magnificencia es la pura realidad o el Verbo encarnado, y está eternamente llena de Gracia y Verdad.
(Juan 1:15) Juan da testimonio de Él clamando: «Éste es Aquél de quien dije:
“El que vino detrás de mí, ha pasado delante de mí, porque Él era primero que yo”».
2. De esto Juan daba un testimonio verdadero a los hombres, avisándoles después del bautismo en el río Jordán, que Aquél a quien acababa de bautizar, era El mismo por cuya venida había predicado la penitencia para que el pueblo le recibiera dignamente, y de quien había dicho que Él, quien vendría después de él (Juan), era primero que él. En el sentido más profundo esto significa: Ésta es la Luz primaria y el Ser primario de toda Luz y de todo Ser, la que era antes de todo Ser, y todo Ser procedió de Él.
(Juan 1:16) Pues, de su Plenitud recibimos todos Gracia por Gracia.
3. Esta Luz primaria también es la eterna e inmensa Magnificencia de Dios, y Dios mismo es esta Magnificencia. Desde la eternidad esta Magnificencia era Dios mismo en Dios, y todos los seres recibieron su ser, su luz y su vida libre de la Plenitud de esta Magnificencia.
4. Por tanto, toda vida es una Gracia de Dios que llena por completo la forma portadora de vida. Así la Vida primaria, siendo en sí la Magnificencia de Dios, es una primera Gracia de Dios. Sin embargo, sufrió menoscabo por el mencionado agotamiento del sentimiento de sublimidad, en choque con el sentimiento de inferioridad por la evolución en dependencia de la Luz primaria y del Origen primario de todo Ser.
5. Y como esta primera Gracia en el hombre estaba a punto de perderse, vino la Luz primaria misma al mundo e incitó a los hombres a que devolvieran a la Luz primaria esta primera Gracia casi apagada y que ellos mismos se reintegraran por completo en ella para que, a cambio de la luz antigua, tomaran allí una vida nueva, intercambio que resulta de recibir Gracia por Gracia, es decir, la cesión de la vida antigua, débil e inútil, por una nueva indestructible en y por Dios, en toda plenitud.
6. La primera Gracia fue una necesidad en la cual no había independencia, y por esto tampoco tenía consistencia. La segunda Gracia, sin embargo, es una libertad completa, libre de cualquier obligación y así, por no ser forzada de ninguna forma, indestructible para toda la eternidad. Donde no hay enemigo, tampoco hay destrucción1..
(Juan 1:17) Porque la ley fue dada por Moisés; la Gracia y la Verdad vinieron por Jesucristo.
1. He aquí que la ley tenía que ser dada a la primera vida; ya en el principio al primer hombre, y en el curso de los acontecimientos por Moisés, quien en este versículo representa la ley. Pero por medio de la ley nadie podría jamás alcanzar la verdadera libertad de vida, porque la ley restringe su desarrollo libre.
2. Por un imperativo positivo de la Voluntad inmutable de la Omnipotencia, las primeras Ideas creadoras fueron proyectadas en una vida aislada, como si fuesen independientes. De modo que la formación de vidas —limitadas por espacio y tiempo— fue realizada por un imperativo inmutable.
3. Con esto había surgido el hombre —en cierto sentido la propia Divinidad—, separado de su Origen primario, pero consciente de él y al mismo tiempo consciente de su propio estado limitado por un imperativo inmutable. Este estado no le gustaba, y el sentimiento de sublimidad en el hombre entró en una lucha violenta contra la necesaria limitación y proyección.
4. Como la lucha se volvió cada vez más intensa en los primeros rangos de seres2., fue preciso agravar la ley y detener a estos seres en un juicio3. firme pero temporal. De esta manera surgieron los cuerpos cósmicos materiales con una mayor separación entre los seres primarios apóstatas.
En el segundo rango de seres apareció el hombre encarnado4., pisando el suelo de su primer juicio. A pesar de la separación de tercer grado de su Origen primario, pronto lo
1. Por enemigo se comprende todo lo que restringe la libertad, de la forma que sea.
2. Lucifer con su séquito.
3. El Angel de la Luz, como se había sublevado contra Dios, cayó en el juicio, convertido en Lucifer (Satanás). Para parar su malvada actividad, Dios comprimió su esencia espiritual de tal manera que esta se solidificó. El resultado fue el conjunto de toda la materia que existe en el infinito cosmos; por supuesto, también la de la tierra y todo lo que en ella existe. De modo que toda la materia —incluso la animada— en el fondo es esencia espiritual que está en el juicio.
4. Adán. descubrió dentro de sí y se volvió rebelde, altanero y desobediente ante una ley fácil que no exigía una obediencia categórica sino que simplemente enunciaba sugerencias.
6. Como no quería dar su consentimiento a esta ley fácil, había que imponerle otra más severa, sancionada con toda violencia y de puntual ejecución5..
7. Después de este castigo, el Ser divino vino al mundo en la persona de Melquisedec para guiar a los hombres. Pero como estos pronto volvieron a luchar, tuvieron que ser sujetados con nuevas leyes que les condujeran al orden; de modo que a los hombres no les quedó mucho más que el movimiento mecánico —en contra de todas sus propias tendencias, lo que les impidió casi toda manifestación propia.
8. Esta ley estableció un abismo inmenso, imposible de ser superado por espíritus y criaturas, con lo cual quedaba poca esperanza en la continuación eterna de una vida íntima tan restringida.
9. Como consecuencia de tal restricción surgió el Ser divino en la persona de Jesucristo, en toda su Plenitud.
10. Con Él aparece de nuevo la Gracia primaria que carga con todas las debilidades de la vida de los hombres y que, a cambio, les da una nueva Gracia... Les da una nueva vida —llena de Luz verdadera—, mostrándoles en esta Luz el verdadero camino y destino de su existencia.
(Juan 1:18) A Dios nadie le vio jamás; el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él nos lo ha dado a conocer.
11. Los que luego le reconocieron consiguieron, por primera vez, un verdadero conocimiento de Dios, a quien ningún ser podía ver hasta entonces en su Plenitud, y le podían ver y reconocer de cerca, viéndose también a sí mismos a través de Él y volviéndose conscientes de su libertad en la autodeterminación del camino de su vida.
12. Con esto, el abismo imposible de superar a causa de la ley, fue eliminado y cada hombre pudo y podrá siempre librarse del yugo, cambiando el viejo “yo” por el nuevo en Cristo. Por eso se lee: Quien ama su vida de antaño, la perderá, sin embargo, quien la abandona la recibirá6.... He aquí la anunciación desde el Seno del Padre y el Evangelio vivo de Dios...
13. “Aquel que está en el Seno del Padre” quiere decir: La Sabiduría primaria de Dios y su Ente más íntimo moran en el Amor... Al igual que la luz que mora en el calor y nace en el calor poderoso del amor, que por su existencia produce aún más calor y este, por su parte, cada vez más luz. Del mismo modo, del Amor surge la Luz de la Sabiduría divina, siendo el Amor idéntico al Padre o, en el fondo del fondo, el Padre mismo, y la Luz idéntica al Hijo o, en el fondo del fondo, el Hijo mismo. Aun así, el Hijo no está separado del Padre sino que es absolutamente Uno con Él, al igual que luz y calor son uno, ya que el calor produce continuamente la luz, y la luz produce continuamente el calor.
(Juan 1:19) Y éste es el testimonio de Juan cuando los judíos, enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para preguntarle: «Tú, ¿quién eres?».
1. Este versículo representa un hecho puramente exterior y, por tanto, no tiene sentido espiritual. Pero se deduce que el sentimiento de sublimidad de los judíos ya empezó a presentir entonces que la Luz primaria o el Ser primario divino se estaba aproximando a los hombres y que ya debía estar en la Tierra, tal vez en Juan y, que acaso, Juan fuese el Mesías prometido.
5. El diluvio.
6. La vida nueva.
2. Más por dicho presentimiento que por la fama de Juan el bautista, mandaban emisarios para preguntarle quién era él, si Cristo, Elías u otro profeta.
(Juan 1:20) Y confesó y no negó, y dijo: «Yo no soy Cristo, el Mesías prometido».
(Juan 1:21) Y le preguntaron: «¿Quién eres entonces, eres Elías?». Dijo: «No soy». «¿Eres tú el profeta?». Y contestó: «No».
3. El motivo por qué le preguntaron a Juan si era Elías u otro profeta se basaba en las escrituras proféticas, donde constaba que Elías vendría antes del Mesías prometido, preparando todo Israel para su grandiosa Venida. Igualmente debían surgir aún en aquella época otros profetas que también precederían al Mesías. Como conocían las Escrituras, los enviados de Jerusalén lo sabían muy bien y por tal motivo se lo preguntaron, pero Juan negó ser uno de aquellos.
(Juan 1:22) Dijéronle, «¿Pues quién eres?, para que podamos dar respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?».
De modo que tuvieron que insistirle, preguntándole quién era.
(Juan 1:23) Dijo Juan: «Yo soy la voz que clama en el desierto y enderezo el camino del Señor, según dijo el profeta Isaías».
Después de lo cual Juan confesó que sólo clamaba en el desierto, preparando el camino del Señor, de acuerdo con la profecía de Isaías.
6. Con mucha razón se puede preguntar por qué Juan predicaba penitencia en el desierto que casi no estaba habitado; pues hubiera sido más razonable predicar en lugares donde hubiese mucha gente. ¿Para qué clamar en el desierto muerto donde el sonido se pierde antes de que llegue al oído de alguien? Y si por casualidad llegara al oído de un hombre, ¿no podría ser insuficiente en un asunto de tanta importancia para toda la humanidad?
7. A esta pregunta hay que contestar que por “desierto” no se debe entender el pequeño desierto de Betania, situado allende el río Jordán, sino el espiritual en el corazón de los hombres. El desierto de Betania, en el que Juan realmente vivió, predicó y bautizó, fue elegido como analogía con el fin de demostrar a los hombres su estado actual, y cómo estaban sus corazones: igual de vacíos, desiertos, sin buenos frutos, llenos de zarzas espinosas, malas hierbas, culebras y sabandijas. En tal desierto espiritual de los hombres entraba Juan como una conciencia despierta —la que él, hablando espiritualmente, realmente representaba—, predicando penitencia para la redención de los pecados, y preparando de esta manera el camino del Señor para los corazones empedernidos de los hombres.
8. Aún queda la pregunta de por qué Juan no afirmó que era Elías u otro profeta; pues, por mi propio testimonio, dado oportunamente a los apóstoles y demás oyentes, afirmé que Juan era
Elías y que me debía preceder.
9. La razón de su negación es que Juan aquí sólo se identificó con su tarea actual y no con la de los tiempos en los que, en tanto que Elías, tuvo que castigar y destruir a Moloc... Juan, sin embargo, clamaba penitencia y perdonaba los pecados bautizando con agua, preparándome de esta manera mi camino. Con tal actividad se identificó con lo que realmente era su tarea.
(Juan 1:24) Los enviados eran fariseos.
(Juan 1:25) Y le preguntaron, diciendo: «Pues entonces, ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni ningún profeta?».
10. Como el bautismo sólo podía ser efectuado por sacerdotes o profetas destinados para este fin, los sacerdotes y levitas, mandados por los celosos fariseos, le preguntaron por qué bautizaba a los hombres si él no era ni lo uno ni lo otro.
(Juan 1:26) Juan les contestó, diciendo: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está Uno (el Cristo, por quien estáis preguntando), a quien no conocéis...
11. Juan dijo: «Yo bautizo sólo con agua y sólo lavo los corazones impuros para que reciban a Aquél, que hace mucho tiempo que está ya entre vosotros; pero en vuestra ceguera no le reconocéis».
12. Este versículo se aplica a todos los que me buscan exteriormente y andan por el mundo, preguntando a todos los sabios: «¿Dónde está Cristo?, ¿cuándo vendrá?».
Al verdadero Cristo que estableció su morada en medio de sus corazones, y que es donde únicamente se le encuentra, a aquél no le buscan, al menos donde únicamente se le puede buscar y encontrar.
(Juan 1:27) ... que ha de venir después de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de la sandalia».
(Juan 1:28) Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
13. Qué testimonio más humilde dio Juan ante los sacerdotes y levitas, sabiendo bien quién era el que había pisado la Tierra como Cristo. Pero esto no interesaba a los fariseos. Permanecieron indiferentes ante el testimonio más importante de Juan. No les agradaba un Mesías humilde, pobre y sin pompa. Querían uno que atemorizase a todos.
14. Se lo imaginaban nada menos que bajando del cielo con un resplandor grandioso —desde luego en Jerusalén— y acompañado por miles de millones de ángeles; el Mesías debería instalarse en el Templo y exterminar a todos los poderosos existentes. Debería hacer inmortales a todos los judíos, procurarles todo el dinero del mundo, arrojar centenares de montañas aparentemente inútiles al mar y exterminar a la plebe sucia e inmunda.
Cumplido todo esto, habrían creído en Él y le aclamarían: «Señor, Tú eres tremendamente poderoso, todos nos tenemos que humillar y arrastrarnos en el polvo ante Ti, y el sumo sacerdote no es digno de desatar las correas de tus sandalias».
15. Sin embargo, Cristo vino a este mundo muy pobre, pequeño y aparentemente débil. Durante treinta años —salvo a los doce— no dio pruebas de sí mismo ante los potentados, trabajaba duramente como carpintero con José y además se trataba con los pobres. ¿Cómo iba a ser éste el Mesías esperado hacía tanto tiempo por los sabios y orgullosos judíos?
Para ellos no había alternativa: «¡Fuera con este irreverente, un mago que ejecuta sus milagros sólo con ayuda del príncipe de los diablos! ¡Un ayudante de carpintero ordinario, rudo y bruto que anda descalzo, un amigo de la gentuza más infame que tolera hasta las prostitutas, que come y bebe con los más conocidos ladrones y actúa con un comportamiento evidentemente contrario a las leyes!
¿Éste iba a ser el Cristo, el Mesías prometido? ¡No, nunca una idea tan blasfema podría surgir entre nosotros!».
16. Tal era el juicio de los judíos sabios sobre mi presencia en la Tierra. Y esta opinión persiste, aún hoy, entre millones de hombres que no quieren saber nada de un Dios caritativo, humilde y cumplidor de su Palabra.
17. Su Dios debía morar por encima de todas las estrellas y por su infinita sublimidad casi no tener existencia, y, si quería ser un Dios digno, no debía crear cosas inferiores a Soles. Segundo, no debía presentarse de cualquier forma, menos aún en forma humana, sino como algo inconcebible.
18. Además, si Cristo realmente podía ser Dios en persona, sólo debía comunicarse por la voz interior con sabios y muy instruidos en todo lo que se refiere a las Escrituras, con ciertas sociedades y concilios extraordinariamente devotos, y con fanáticos provistos de aureola, transmitiendo al mismo tiempo a estos afortunados el poder de remover montañas. Si no, entonces ¡fuera con el Verbo divino y la Revelación del Cristo!
19. Ese Señor nunca debía tratar con legos o pecadores porque en este caso toda la Revelación ya sería sospechosa y no aprobada... — lo que me pasó a Mí, que no fui aceptado por los levitas, porque ante sus ojos ambiciosos no me presenté con suficiente grandiosidad...
20. El mundo será siempre el mismo y continuará siendo el desierto de Betania, donde Juan predicó y dio su testimonio.
Pero Yo también seré siempre el mismo y me presento entre los hombres para terminar con su orgullo y para vivificar la verdadera humildad y el amor. Felices los que me reconocen y me aceptan como lo hizo Juan, demostrándolo con su testimonio ante los orgullosos sacerdotes y levitas de Jerusalén.
(Juan 1:29) Al día siguiente Juan vio venir a Jesús y dijo: «¡He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo!».
21. Al día siguiente Juan volvió a dar testimonio de Mí, cuando los emisarios todavía se encontraban en Betania, preguntando a la gente, cuáles eran los actos de Juan y qué estaba predicando; justamente eso ocurrió cuando Yo vine del desierto, acercándome a él para pedirle que me bautizase con agua del Jordán.
22. Juan en seguida avisó al jefe de los emisarios —el cual había reflexionado mucho sobre todo lo que él había dicho el día anterior—, para que se fijara en Mí, y le dijo: «El que viene es el Cordero de Dios que carga con todas las debilidades de los hombres, para que los que le reciben puedan adquirir una nueva vida que les dará el derecho a volver a ser hijos de Dios; pues, Jehová no viene con tempestades ni con fuego, pero sí, con un susurro delicado».
(Juan 1:30) Éste es Aquél del que dije ayer: «El que viene detrás de mí es antes de mí, porque era primero que yo».
Aquí Juan repitió lo que el día anterior ya había declarado sobre Mí, y dio testimonio de que Yo venía para darles a los hombres un ejemplo de verdadera humildad, y que dentro de esta humildad venía a ellos para ayudarles en su debilidad, pero no para apoyar lo que imaginaban, pues nunca sería así. Por otro lado, también dio testimonio de que el “Cordero de Dios” —como él me nombró— era Aquel que estaba antes de todo ser. Juan —reconociendo por un momento su propio espíritu elevado dentro de sí mismo—, con la expresión “Era antes de mí” quería decir a los emisarios que también en Juan vivía el mismo Espíritu primario con las mismas facultades, pero que aun así no había surgido por su propio poder, sino por el del Espíritu primario original que le había proyectado a una existencia totalmente independiente. Juan les confirmó que tal poder moraba únicamente en ese Cordero de Dios... Y que con tal proyección —una obra real del Espíritu primario original— se había iniciado una primera época, antes de la cual no había existido nada más en toda la infinitud que el Espíritu de Jehová, el mismo que se presentaba visiblemente en ese Cordero de Dios y que deseaba ser bautizado por Juan.
(Juan 1:31) «Yo no le conocía; pero para que Él fuera manifestado a Israel, por eso vine yo a bautizar con agua a los que le están esperando».
1. Era muy natural que los emisarios preguntaran a Juan: «¿Desde cuándo conoces a este hombre extraño y de dónde tienes estas informaciones?».
Su respuesta fue que él como hombre no conocía al Señor, sin embargo, su Espíritu se lo había revelado, incitándole a que preparase a los hombres para su Venida, lavándoles las grandes manchas de pecado con el agua del Jordán.
(Juan 1:32) Y Juan dio testimonio, diciendo después del bautismo: «Vi al Espíritu (como testimonio para mí) que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre Él...
2. Juan declaró también que me había visto por primera vez en persona y que mi Espíritu que estaba en él se lo había comunicado. Al principio se negaba a bautizarme, con la observación muy acertada que convendría que Yo le bautizara a él en vez de él a Mí. Pero como Yo insistí que tenía que ser así, al fin cedió y me bautizó; y vio realizado lo que Yo mismo le había revelado a través de mi Espíritu en él, cuando le mandé a Betania. Pues vio como mi propio Espíritu descendía de los Cielos luminosos, en forma de una pequeña nube clara —a la manera como las palomas descienden cuidadosamente—, y permanecía encima de mi cabeza. Al mismo tiempo Juan escuchó las palabras:
3. «Éste es mi Hijo amado, mi propio Ser primario, en quien Yo, el eterno Amor, me complazco. ¡A Éste es al que debéis escuchar!».
(Juan 1:33) ... yo tampoco le conocía, pero El que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y posarse sobre Él, Ése es El que bautiza con el Espíritu santo”...
4. Por tal razón Juan dijo: «¡Si no hubiera tenido estas pruebas, tampoco le habría reconocido!».
(Juan 1:34) ... y yo le he visto y doy testimonio de que Éste es el Hijo de Dios».
5. Después del bautismo Juan contó a los emisarios lo que había visto y oído y dio testimonio por su vida o muerte que Aquél a quien había bautizado, realmente era el Mesías esperado por todo Israel, el verdadero Hijo de Dios, es decir, el eterno Ser primario de Dios.
6. Juan les dijo que vio con sus propios ojos descender y permanecer sobre Él al Espíritu divino, no como si con esto Él hubiese recibido tal Espíritu; esta aparición sólo era un testimonio para Juan, porque él hasta entonces tampoco le conocía.
7. Podría preguntarse por qué los enviados de Jerusalén no vieron ni oyeron nada. La respuesta será siempre la misma: Estas cosas están ocultas para todos los sabios del mundo, aunque son reveladas a los sencillos.
8. De modo que los enviados de Jerusalén no vieron más que la ceremonia del bautismo con agua y se enojaron bastante cuando Juan les habló de lo que él había visto y oído. Como ellos no habían percibido nada de todo esto, clamaron contra Juan y le acusaron de decir mentiras, aunque algunos discípulos de Juan le defendieron, afirmando que él decía la verdad.
9. Pero los emisarios no lo aceptaron y dijeron: «Vuestra defensa es dudosa porque sois discípulos de Juan. Nosotros somos sabios y muy instruidos en todo lo relativo a las Escrituras que fueron dadas por Dios a los profetas y estamos verificando que todos vosotros y vuestro maestro sois unos chiflados y con vuestras tonterías sólo conseguiréis volver loco al pueblo. Ya hace tiempo que este asunto disgusta a los sacerdotes del Templo. ¡Será mejor acabar con todo esto por la fuerza!».
10. Pero Juan se puso furioso y les dijo: «¡Raza de víboras! ¡No penséis que de esta os libraréis del juicio! Escuchad, ¡el hacha que habéis destinado para nosotros ya está llegando a vuestras propias raíces! Por eso, ¡haced penitencia y aceptad el bautismo, de lo contrario estaréis perdidos!
11. Pues El que viene detrás de mí ha pasado delante mía, porque era antes que yo, y de su Plenitud recibimos todos Gracia y más Gracia».
12. Después de esta advertencia de Juan algunos se quedaron y se dejaron bautizar, sin embargo, la mayor parte se puso furiosa y se fue.
13. Estos versículos relatan sólo unos hechos históricos sin un sentido más profundo. Pero hay que mencionar que tales versículos serán más fácilmente comprendidos si se toma en cuenta las circunstancias de entonces. En la época en la que se escribió este Evangelio, era costumbre omitir todas las circunstancias que se comprendían por sí mismas y que se podían deducir “leyendo entre líneas”, de modo que se escribían sólo las frases esenciales. Como ejemplo vamos a examinar los tres versículos siguientes un poco más de cerca y se podrá reconocer bien el estilo7. de entonces.
1. La versión original del versículo 35 es así: «Al día siguiente estaba Juan y dos de sus discípulos».
Aquí surge la pregunta: ¿Dónde estaba? ¿Estaban los dos discípulos con él o en cualquier otro sitio, aunque fuera al mismo tiempo? Es evidente que ni la posición y aún menos la acción de los dos discípulos fueron indicadas.
2. ¿Por qué el evangelista omitió estos detalles?
3. La razón ya ha sido dicha. Considerando cómo se escribía en aquella época, se deduce que Juan se encontraba al lado del río Jordán a la espera de los que deseaban bautizarse. Y como tenía varios discípulos que oían y anotaban su doctrina, siempre estaban dos o tres a su lado que a veces, cuando había mucho que hacer, le asistían en las ceremonias del bautismo e incluso había quien bautizaba en su nombre de él de la misma manera.
4. Como en aquella época todas estas circunstancias eran conocidas de todos los que estaban alrededor de Juan, tampoco se anotaba. Y como había escasez de materiales de escritura, sólo se escribían las frases esenciales. Por una “y” o un símbolo antepuesto a las frases aparentemente sueltas se indicaba si estas frases estaban en relación.
5. Esta explicación en sí no es evangélica, sin embargo, es muy necesaria porque sin ella no se puede comprender el sentido histórico, menos aún el sentido espiritual y mucho menos todavía el de los libros proféticos del Antiguo Testamento en los cuales sólo se habla en sentido figurado.
Vamos a analizar los versículos 36 y 37 de la misma manera para verificar lo indicado.
6. El texto original del versículo 36 es así: Y cuando vio a Jesús pasar, dijo: «Mirad, ¡éste es el Cordero de Dios!».
La “y” con la cual la frase empieza, indica que este texto está en relación con el anterior y que después del bautismo con agua Jesús aún permaneció algún rato alrededor de donde estaba Juan, de modo que Juan y sus dos discípulos le podían ver andando al lado del río Jordán.
7. Al verle, Juan el bautista exclamó con gran entusiasmo: «Mirad, ¡el Cordero de Dios!».
Hoy día Juan se hubiese expresado de la siguiente manera: «Mirad, ¡todavía camina el
Hombre—Dios supremo al lado del río, sin pretensiones y humilde como un cordero!».
8. Este versículo es la consecuencia de los dos precedentes y por dicha razón, en el original, comienza con “y”.
9. En el texto original se lee: «Y dos de sus discípulos le oyeron hablar y siguieron a Jesús». Hoy día este versículo podría sonar de la siguiente manera sin alterar su sentido: «Cuando los dos discípulos que acompañaban a Juan bautista le oyeron hablar así, le dejaron y se dirigieron a Jesús. Y, como Jesús ya se iba de aquel lugar, le siguieron».
10. Todo lo que acaba de ser mencionado en el texto complementario también tuvo que pasar, porque si no, los sucesos no hubiesen sido realizables. Pero como ya se ha dicho, de acuerdo con la manera de escribir, sólo se apuntaba los hechos más esenciales, omitiendo ligazones.
Comprendiéndose esto, tanto la parte histórica como el sentido intrínseco podrán ser asimilados más fácilmente.
(Juan 1:38) Volvióse Jesús a ellos, y viendo que le seguían les dijo: «¿Qué buscáis?». Dijéronle ellos: «Rabí8., ¿dónde moras?».
1. También este texto es más histórico que espiritual, tal como se inicia el conocido llamamiento de los apóstoles, en la misma zona donde Juan el bautista vivía: en Betania, un lugar paupérrimo y habitado por pobres pescadores. Por esta razón los dos discípulos me preguntaban dónde vivía Yo.
2. Como antes del bautismo Yo había permanecido unos cuarenta días en esta zona, preparando con ayunos y otros ejercicios mi naturaleza humana para mi Apostolado que iba a comenzar, era por tanto evidente que para tal fin necesitaba un albergue en la misma zona desértica e inhóspita que Yo consideraba la mejor para mi propósito.
3. Los discípulos sabían que desde hacía algún tiempo me encontraba allí; posiblemente ya me habían visto algunas veces sin saber quién era. Así que no me preguntaron por mi lugar de nacimiento, sino sólo por mi albergue en Betania, una aldea donde, por lo general, las chozas de los pescadores estaban construidas con barro y juncos, tan bajas que en muchas de ellas un hombre no podía permanecer de pie.
4. En una choza tal, obra de mis propias manos, habitaba Yo, muy adentrado en el desierto. De ahí procede la costumbre de los ermitaños que aún hoy día se encuentran en los países cristianos.
(Juan 1:39) Les dijo: «Venid y ved». Fueron, pues, y vieron dónde moraba y permanecieron con Él aquel día. Era como la hora décima.
5. Esta choza, por lo tanto, no estaba lejos del lugar donde Juan el bautista se encontraba. Por esto Yo dije a los discípulos: «Venid y lo veréis».
Acompañándome hasta allí, se sorprendieron de que el Enviado de Dios habitara en una choza tan humilde que, además, estaba en una zona paupérrima del desierto.
6. Esto no sucedió en la estación del año en la que las comunidades cristianas de hoy día se dedican al ayuno de cuaresma, sino dos meses más tarde. La hora de nuestra llegada al albergue era, más o menos, la décima, lo que hoy día son las tres de la tarde. Como entonces la salida del Sol determinaba la primera hora del día y como durante el año la salida es variable, no es posible convertir con exactitud la hora de entonces a la de nuestra época. Como aquel día los dos discípulos se quedaron conmigo hasta la puesta del Sol, puede plantearse la pregunta sobre lo que hicimos los tres entre las tres y las ocho de la tarde, pues no se encuentra nada escrito sobre esto. Se entiende por sí mismo que Yo les enseñé su futura misión y les indiqué cómo y por dónde iba a empezar mi Apostolado y cómo iría a convocar por la misma zona más discípulos, de buen espíritu y de buena voluntad como ellos. Al mismo tiempo les encargué que averiguaran si a algunos de sus compañeros les gustaría seguirme. Cuando vino la noche los despedí y ellos volvieron a sus hogares entre contentos y preocupados, pues tenían mujer e hijos y no sabían qué hacer con ellos.
(Juan 1:40) Era Andrés, el hermano de Simón Pedro, uno de los dos que habían oído a Juan (hablar de Jesús, al que más tarde siguieron).
7. Uno de los dos, llamado Andrés, se decidió de inmediato y me quiso seguir decididamente. Se fue a ver a su hermano Simón que andaba ocupado con sus redes.
(Juan 1:41) Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: «Hemos hallado al Mesías9.».
8. Cuando le encontró, le reveló con entusiasmo el haber encontrado al Mesías prometido y que otro discípulo, que estaba con él, aún no estaba firmemente decidido a seguirme.
(Juan 1:42) (Simón deseaba ver a Jesús). Y le trajo a Jesús, que, fijando la vista en él, le dijo: «¡Tú eres Simón, hijo de Juan, tú serás llamado Cefas!10. ».
9. Cuando Simón oyó hablar de Mí, deseó verme lo antes posible porque no estuvo presente en el bautismo. Sin embargo, Andrés le dijo: «Hoy ya no conviene; pero mañana, a la salida del Sol, estarás con Él».
10. Simón alimentaba en su imaginación hechos fantásticos sobre el Mesías prometido y esperaba que ayudara a los pobres y exterminara a los ricos egoístas.
«Hermano, no tenemos un segundo que perder», le respondió Simón a Andrés. «Abandonaré todo y, si fuese preciso y Él lo pidiera, le seguiría hasta el fin del mundo. Anda y llévame ahora mismo, me siento fuertemente atraído. Le tengo que ver y hablar hoy mismo. La noche es clara y su choza no está lejos, ¡vamos pues ahora mismo! ¿Quién sabe si mañana aún estará?».
11. Ante tanta insistencia Andrés le trajo a Mí.
Cuando ambos se acercaron a mi choza bien entrada la noche, Pedro se detuvo maravillado a treinta pasos de ella y le dijo a Andrés: «Estoy sintiendo una cosa extraña, tengo miedo de seguir adelante, pero al mismo tiempo siento dentro de mí el deseo ardiente de verle».
12. En este momento salí de mi choza y me acerqué a los dos hermanos, no físicamente sino que el mismo hecho de haberle visto (a Pedro) significaba haberme acercado a él. Si uno se acerca a Mí con su corazón tan lleno de amor como lo hizo Pedro, en seguida le reconozco, es decir, le admito y el nuevo nombre que le doy es para él una primera parte de mi Reino. De manera que Pedro recibió el nombre de “Cefas” que significa “Una roca de fe en Mí”, pues Yo veía hace mucho tiempo cuál era su mente.
13. Para Pedro esta salutación era testimonio suficiente de que Yo, sin duda, era el Mesías prometido. Desde este momento quedó convencido con todo su corazón y nunca me preguntó si Yo era el auténtico Mesías, porque su mismo corazón se lo garantizaba. Los dos se quedaron conmigo hasta la mañana siguiente y después ya no me abandonaron.
(Juan 1:43) Al otro día, queriendo Jesús salir hacia Galilea, encontró a Felipe, y le dijo: «Sígueme».
1. Por la mañana Yo dije a los dos: «Mi tiempo aquí en el desierto terminó, volveré a Galilea. ¿Queréis acompañarme? Podéis decidirlo libremente; Yo sé bien que tenéis mujer e hijos y os será difícil abandonarlos. Sin embargo, nadie que abandona algo por Mí, lo perderá, sino que le será restituido innumerables veces».
9. Mesías quiere decir el Cristo.
10. Cefas significa Pedro, piedra.
2. «Señor, por amor a Ti dejaría la vida, ¡cuánto más aún la familia!», respondió Pedro.
«Ella vivirá también sin mí, pues soy pobre y tengo dificultad para conseguir el alimento necesario. Nuestra pesca mantiene, cuando mucho, una boca; ¡que lo diga mi hermano Andrés! Nacimos en Betsaida, pero nuestro alimento lo encontramos solamente en las desiertas márgenes del Jordán que es rico en peces. Nuestro padre Juan, nuestras mujeres y nuestros hermanos son fuertes. Con la bendición de lo Alto fácilmente se mantendrán».
Yo alabé a los dos y nos fuimos.
(Juan 1:44) Y era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.
3. Durante el trayecto por las orillas del río Jordán encontramos a Felipe, también nacido en Betsaida. Con una red ya bastante estropeada, desde la mañana estaba buscando el desayuno en la corriente del Jordán.
Pedro me llamó la atención sobre él y dijo: «Señor, este hombre sufre mucho y es muy pobre, sin embargo, es el hombre más honesto y de buena fe de corazón. ¿Por qué no le permites que nos acompañe?».
4. A esta propuesta cariñosa de Pedro Yo no dije nada más que: «Felipe, ¡sígueme!».
Este no se hizo de rogar mucho, tiró su red y me siguió sin preguntar hacia dónde. En el camino Pedro se dirigió a él y le dijo: «¡Estamos siguiendo al Mesías!».
«Ya lo sentí en mi corazón cuando Él me llamó tan cariñosamente para que le siguiera», le respondió Felipe.
5. Felipe era soltero y maestro de los pobres pescadores, pues, tenía bastantes conocimientos de la Escritura. Era conocido de José de Nazaret y por eso también a Mí me conocía y sabía de los hechos ocurridos durante mi nacimiento y adolescencia. Era uno de los pocos que esperaban, íntimamente, que Yo fuese el Mesías. Pero como desde los doce años Yo ya no hice milagros, sino que vivía y trabajaba como cualquier otro hombre normal, la primera impresión de maravilla que les causó conocerme ya se les había olvidado. Hasta los más impresionados entonces decían que mi nacimiento sólo se había hecho tan famoso por una coincidencia de acontecimientos extraordinarios que no tenían nada que ver conmigo. Sin embargo Felipe y unos pocos más, guardaban una cierta esperanza en Mí; no ignoraban las profecías de Simeón y Ana en el Templo y las tenían en mucho aprecio.
(Juan 1:45) Encontró Felipe a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquél de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas: a Jesús, hijo de José de Nazaret».
6. Felipe, siguiéndome pero desviándose un poco del camino para buscar a Natanael, le encontró sentado debajo de una higuera, arreglando sus aparejos de pesca, y le dijo con entusiasmo: «Hermano, hace un buen rato que te estoy buscando y estoy contento con todo mi corazón de haberte encontrado. Hemos encontrado a aquél de quien Moisés en la Ley y los profetas escribieron: ¡Es Jesús, el hijo de José de Nazaret!».
(Juan 1:46) Replicole Natanael: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?». Díjole
Felipe: «Ven y verás».
7. Natanael casi se puso de mal humor: «¿Quién no conoce la guarida de Nazaret? ¿Qué cosa buena puede salir de allí? ¡Se diría que menos aún el Mesías!».
Pero Felipe le respondió: «Sé muy bien que cada vez que te lo dije, no quisiste creerme aunque te expliqué mis razones más de cien veces. Pero ahora ven y convéncete tú mismo. Luego ya me darás razón».
8. «Hermano, ¡sería el milagro de los milagros, porque la gentuza de Nazaret es seguramente la peor del mundo! ¿No es verdad que con una moneda romana se puede conseguir todo de un nazareno? En esa madriguera ya hace tiempo que no hay fe, ni en Moisés, ni en los profetas. Hay un dicho que afirma: “¡Éste es peor que un Nazareno!”. Y ¿tú me dices que de allí viene el Mesías y me quieres llevar hacia Él para que le vea? Bien, para Dios nada es imposible; ¡ya veremos!».
(Juan 1:47) Vio Jesús a Natanael, que venía hacia Él, y dijo de él en voz alta: «He aquí un verdadero israelita, en quien no hay falsedad».
9. Con estas palabras11. Natanael y Felipe se fueron hacia Jesús, quien, mientras tanto, había descansado un poco a unos cien pasos de la aldea. Cuando los dos ya estaban cerca, Jesús dijo en voz alta: «He aquí un verdadero israelita, en quien no hay malicia».
(Juan 1:48) Díjole Natanael: «¿De qué me conoces?». Contestó Jesús y le dijo: «Antes que Felipe te llamase, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
10. Natanael se sorprendió mucho de esta descripción real que Yo le hice en voz alta y preguntó: «¿Cómo es que me conoces y cómo sabes tal cosa de mí? Lo mío íntimo es conocido únicamente por Dios y por mí. Además, yo nunca he elogiado mis propias virtudes. ¿Cómo pues puedes conocer mi condición?».
Pero Yo fijé la vista en él y dije: «¡Antes de que te llamara Felipe y tú estuvieses sentado debajo de la higuera, Yo ya te vi!».
(Juan 1:49) Natanael le contestó: «Rabí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel».
11. Esta afirmación sorprendió a Natanael profundamente, y tomado por una gran excitación de su corazón exclamó: «Maestro, aunque seas de Nazaret, ¡verdaderamente eres el Hijo de Dios! Sí, ¡Tú eres inapelablemente el Rey de Israel, esperado con ansia, Quien salvará a su pueblo de sus enemigos! ¡Oh, Nazaret, ¡qué pequeña fuiste y cómo te vuelves grande ahora! ¡La última de las ciudades será la primera! Oh, Señor, ¡qué rápido me diste la fe! ¿Cómo es posible que todas mis dudas hayan desaparecido y que ahora crea con toda la fuerza de mi corazón que Tú eres el Mesías prometido?».
(Juan 1:50) Contestó Jesús y le dijo: «Crees porque te he dicho que te vi debajo de la higuera antes de que te llamara Felipe. Pero Yo te digo que cosas mayores verás».
12. A esta pregunta de Natanael contesté Yo como está indicado en el versículo 50 y le demostré que ahora verdaderamente creía, pero obligadamente, por haber descubierto mi Omnisciencia que sólo puede estar en Dios. Y añadí que en adelante iba a ver aún mayores hechos, con lo cual le quería decir lo siguiente: «¡Ahora sólo crees por haber visto un milagro, pero de ahora en adelante creerás libremente!».
(Juan 1:51) Y Jesús añadió: «En verdad, en verdad, os digo que veréis abrirse el Cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre».
13. «Y en verdad, en verdad, Yo os digo: En adelante todos veréis los Cielos abiertos y veréis a los ángeles de Dios, subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre...». Estas palabras significan: De ahora en adelante, si a través de Mí lográis el renacimiento de vuestro espíritu, las puertas de la Vida se os abrirán y —vosotros mismos como ángeles— veréis cómo por Mí y a través del renacimiento los hombres llegan a ser ángeles y de esta manera hijos de Dios... Veréis cómo desde la muerte espiritual han tomado su camino, subiendo, para pasar a la Vida eterna, y también veréis cómo muchos ángeles, espíritus de la Creación primaria, pasarán bajando de los Cielos hacia Mí para seguir mis huellas, las huellas del Hijo del hombre. Pues, Yo soy el Señor de toda Vida.
14. He aquí cómo se tiene que comprender el primer capítulo de Juan. Pero que nadie crea que la explicación dada es detallada y completa, ¡lejos de esto! Este obsequio es más bien una
11. Las del párrafo 8. guía con la cual todo el que sea de buena voluntad, puede ser introducido en los fundamentos de la Sabiduría divina.
Segundo capítulo del EVANGELIO BÍBLICO DE JUAN
(Juan 2:1) Y al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús.
1. El texto original del primer versículo del segundo capítulo empieza con “Y”, indicando así la firme ligazón de los capítulos, lo que también se ve por el hecho de que la boda, en la casa de unos amigos de la familia de José, ya se realizó al tercer día, contando desde aquel día en que Yo con mis cuatro discípulos salí de Betania para irme con ellos a la casa de José, quien ya no vivía. Acompañado por estos discípulos, pasé un día entero con María, mi madre terrenal que, junto con mis otros hermanos, se preocupaba muchísimo por atendernos lo mejor posible.
2. María sabía bien en su corazón que había llegado el tiempo para dar a conocer que Yo era el Mesías prometido y para iniciar mi actividad. Sin embargo, no sabía de qué manera se haría. De momento también ella creía aún en la completa expulsión de los romanos y en la reconstrucción del poderoso trono de David con su gloria invencible, intocable y eterna.
3. La buena María y toda la familia terrenal imaginaban al Mesías como vencedor de romanos y otros enemigos de la tierra de promisión. Hasta los mejores tenían esta misma idea del Mesías, igual que hoy muchas personas honestas tienen una idea totalmente equivocada del Reino de los mil años. Pero aún no había llegado el tiempo de darles más explicaciones al respecto.
4. Si todos los Míos, incluso María, tenían esta opinión del Mesías, se comprende fácilmente que otras familias conocidas no podían tener opiniones más acertadas.
5. Por este motivo muchas familias me prestaron la máxima ayuda, como naturalmente también a los que Yo designaba como discípulos. Igualmente se decidieron a acompañarme Jacob y Juan, pensando que después dominarían conmigo los pueblos del mundo... Es que habían olvidado mucho de todo lo que les había predicho durante mi infancia.
(Juan 2:2) Y fue invitado también Jesús y Sus discípulos a la boda.
6. Por tal fama fui invitado con mis discípulos, mi madre María y muchos otros familiares y conocidos a una boda en Caná, una ciudad antigua de Galilea. Había tanta animación en la boda que los cuatro discípulos de Betania se dirigieron a Mí y comentaron:
7. «Señor, aquí se vive mucho mejor que en Betania. Suponemos que también al pobre Juan le gustaría bastante más este banquete tan bien preparado, que su alimentación tan desesperadamente pobre consistente por lo general en miel de abejas silvestres y saltamontes cocidos12.».
12. En aquella región, al igual que en Arabia, existe una especie de saltamontes que llega al tamaño de pájaros y se los prepara y come como los cangrejos.
8. Entonces les respondí: «La razón por la que Juan tiene que vivir así no la comprenderéis ahora. Es preciso que así sea para que se cumpla lo que consta en la Escritura. Dentro de poco tendrá mejor vida. Jerusalén ya no le permitirá que se manifieste más tiempo en el desierto. Es preciso que él mengüe para que Otro crezca.
9. Pero, ¿qué pasa con el discípulo que llegó a Mí, junto contigo, Andrés? ¿Nos seguirá o se quedará en Betania?».
«Mira, ya viene», respondió Andrés. «Tenía que arreglar sus asuntos».
«Está bien así, porque donde hay un Pedro, no puede faltar un Tomás».
«Sí, este es su nombre. Es un alma honesta y generosa, sin embargo, llena de escrúpulos y dudas; pero una vez que cree en algo, ya no reniega de ello tan fácilmente, porque es generoso con todo su corazón. Por tal generosidad también le han dado su apodo. Ahí viene, Señor. ¿Llamo a este gemelo espiritual?».
«Sí, ¡llámale! Porque quien viene en mi nombre, será invitado a la boda».
(Juan 2:3) Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino».
10. De acuerdo con las costumbres de aquella época un invitado recién llegado debía ser recibido con un vaso de vino. María había observado hacía rato que el vino se había acabado y que al invitado recién llegado no se le podría dar la bienvenida como era debido.
Por esto ella me dijo en secreto: «Querido Hijo mío, qué asunto más molesto para ellos: ya no tienen vino. ¿Tú quizá podrías conseguirlo, por lo menos para este invitado recién llegado?».
(Juan 2:4) Díjole Jesús: «Mujer, ¿qué nos importa a Mí y a ti? ¡Aún no ha llegado mi hora!».
11. A la pregunta de María, Yo di una respuesta ambigua delante de todos los invitados, aunque naturalmente en un tono muy suave: «Mujer, ¿qué tenemos Yo y tú que ver con esto? Como soy un invitado, aún no me conviene preocuparme por el vino».
Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo y en aquella región todo invitado a una boda (hombres sólo) tenía que contribuir con vino. Además existía la costumbre que primero se tenía que consumir el vino aportado por los parientes más cercanos y si este se agotaba se ofrecía el de los invitados que no eran de la familia. Como María se dio cuenta de que todo el vino ya se había acabado, se dirigió a Mí, porque estaba llegando un nuevo invitado y no quedaba ni una gota para darle la bienvenida.
(Juan 2:5) Dijo la madre a los servidores: «Haced lo que Él os diga».
12. A pesar de la contestación negativa que Yo le di, María se dirigió a los sirvientes y, con plena confianza en Mí, les dijo: «Haced lo que mi Hijo os diga».
13. Hasta aquí los hechos históricos de los versículos del segundo capítulo. Pero todo ello también contiene un sentido espiritual y profético, fácil de encontrar pensando un poco más profundamente:
14. ¿Acaso no es evidente, que, entre la boda al tercer día de mi vuelta del desierto de Betania y mi Resurrección, al tercer día después de mi crucifixión, existe una correspondencia que llama la atención?
15. Esta boda demuestra en sentido profético lo que iba a sucederme tres años más tarde y, en un sentido más amplio, que Yo, como Novio eterno, celebraría tres años más tarde una Boda verdadera con todos mis discípulos y verdaderos amantes, que se cumpliría en el hecho del renacimiento para la Vida eterna.
16. En un sentido práctico, la historia de esta boda que se realizó tres días después de mi vuelta del desierto, también representa los tres grados evolutivos por los que todos los hombres tienen que pasar para conseguir el renacimiento del espíritu.
17. Estos tres grados evolutivos son: primero, el dominio de la carne. Segundo, la purificación del alma mediante una fe viva que se tiene que manifestar por obras de caridad. Y tercero: el despertar del espíritu de la tumba de su juicio, una correspondencia muy real del cual es la resurrección de Lázaro.
18. Como hasta aquí hemos aclarado el sentido espiritual de esta historia de la boda, volvamos ahora a ella.
(Juan 2:6) Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.
1. Después de que María hubiera advertido a los sirvientes que hicieran lo que Yo les dijera, les avisé para que llenaran las seis tinajas de agua. Estas tinajas servían a los judíos para su lavatorio, una costumbre que en aquellos tiempos ni los Nazarenos ni los de Caná apreciaban. Por tal razón las tinajas sólo servían ya de adorno.
(Juan 2:7) Díjoles Jesús: «Llenad las tinajas de agua». Las llenaron hasta arriba.
2. Los sirvientes lo hicieron en seguida, pero más bien pensando que sería para que el invitado recién llegado pudiera lavarse y limpiarse conforme a la antigua costumbre. Pero este, nada más entrar, fue llevado a la mesa sin haberse lavado las manos. Esto llamó la atención a los sirvientes y se preguntaron entre sí: «¿Para qué nos hicieron llenar las tinajas tan grandes si el invitado ni usa el agua?».
«¿Por qué no preguntasteis antes y os quejáis ahora?», les contesté Yo. «¿No habíais oído a María cuando dijo que ya no había vino para los invitados? Aunque mi hora aún no haya llegado, Yo transformé el agua de las tinajas en vino, para revelar la Gloria de Aquél de quien dicen que es su Dios, pero al que nunca han reconocido. Esta transformación del agua en vino no tiene nada que ver con la magia, pues todo lo hice con la Omnipotencia divina que está en Mí».
(Juan 2:8) Y Él les dijo: «Sacadlo ahora y llevadlo al maestresala». Se lo llevaron.
3. «Sacad una copa y llevadla al maestresala, ¡que él emita su opinión!». Los sirvientes, perplejos por la transformación del agua en vino, llevaron este vino al cocinero para que lo probara.
(Juan 2:9) Y después que el maestresala probó el agua convertida en vino, que no sabía de dónde venía (pero lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al novio.
4. El cocinero abrió mucho los ojos, mandó buscar al novio y le dijo: «¿Es posible que no conozcas el orden?
(Juan 2:10) Y le dijo: «Todos sirven primero el vino bueno, y cuando están ya bebidos, el peor, pero tú has guardado el vino mejor hasta ahora».
5. ¿No requiere el orden que cada cual ofrezca primero a sus invitados el vino bueno y, cuando estén ya bebidos y no noten la diferencia, el de menor calidad? ¡Pero tú hiciste lo contrario!».
6. Pero el novio les respondió: «Hablas de esto como un ciego de los colores. Mira, este vino no fue prensado en esta Tierra, sino que ha venido de los Cielos a nuestra mesa, como el maná de entonces. Por eso ha de ser mejor que cualquier vino de nuestra Tierra».
7. «¿Me estás tomando por tonto o lo eres tú? ¡A no ser que Jehová, personalmente, o su siervo Moisés esté sentado a la mesa!».
8. «¡Ven y convéncete tú mismo!».
9. El cocinero fue con el novio al comedor y verificó que el vino de las seis tinajas era de la mejor calidad. Habiéndose convencido del milagro, exclamó: «¡Señor, perdóname por mis pecados, porque este milagro sólo es posiblemente para Dios! ¡Dios tiene que estar entre nosotros! ¡Ningún hombre puede hacer esto!».
10. Cuando el vino fue ofrecido a los invitados, todos dijeron: «Este vino no es de aquí; es un vino de los Cielos. ¡Gloria a aquél a quien Dios ha dado este poder!».
11. Todos brindaron por Mí y por Tomás, el invitado recién llegado.
12. Todos los presentes en esta boda quedaron totalmente convencidos de que Yo era el
Mesías prometido.
13. Pedro, entonces, se acercó a Mí: «Señor, permíteme que me vaya... Tú eres Jehová mismo, como tu siervo David lo predijo en sus salmos. ¡Pero yo soy un pobre pecador y no soy digno de permanecer a tu lado!».
14. «Si te sientes indigno de estar a mi lado», le dije, «¿quién, pues, lo merecería? Mira, Yo no vine a causa de los fuertes, si los hubiese, y sí a ayudar a los débiles y a los enfermos. Los que están sanos no precisan médico. Por tanto, continúa conmigo, que ya te perdoné tus pecados. Si acaso pecas a mi lado, te lo perdonaré también. Tú me has reconocido en tu debilidad y eres ya una roca en la fe; tú, por la Gracia divina, llegarás a la perfección».
15. Oyendo estas palabras, Pedro, con los ojos llenos de lágrimas, dijo con entusiasmo: «Señor, aunque todos te abandonasen, yo nunca lo haría. Tus Palabras son Verdad y Vida».
16. A continuación Pedro se levantó, brindó y dijo en voz alta: «¡Un viva a Israel y tres vivas por nosotros! ¡Somos testigos de la Promesa cumplida porque se realizó lo que era difícil de creer! ¡Gloria a aquél que está entre nosotros y que por su Poder nos dio este vino para que creyésemos en Él y para que desde ahora diésemos en Él toda la gloria a Dios».
Cuando Pedro bebió un trago, todos brindaron con él y dijeron: «¡Éste es un hombre verdadero!».
17. Yo, sin embargo, le dije en voz baja a Pedro: «Tus palabras no vinieron de tu intelecto, sino que el Padre, que está dentro de Mí, las reveló a tu espíritu. Pero por ahora no digas nada más. Tiempo llegará que tu deber será gritar para que todo el mundo te oiga».
Los invitados se tranquilizaron. Debido al milagro todos creyeron en Mí y estaban convencidos que Yo era el Mesías verdadero, el que había venido para librarles de todos sus enemigos.
(Juan 2:11) Este fue el primer milagro que hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su Gloria y creyeron en Él sus discípulos.
18. Ésta fue la primera señal extraordinaria que hice ante los ojos de muchos cuando comencé mi gran Obra de Redención. Pero ninguno de ellos se dio cuenta de que con esta señal, aunque de forma oculta, inicié mi Obra. Mis ayunos en el desierto anunciaron mi persecución por el Templo de Jerusalén, el bautismo de Juan apuntaba a mi crucifixión, y la boda, a su vez, anunciaba mi Resurrección y el milagro servía como ejemplo para el renacimiento del Espíritu a la Vida eterna.
19. De la misma manera cómo Yo transformé el agua en vino, la sensualidad natural del hombre será transformada en espíritu, ¡si vive conforme a mis advertencias!
20. Cada uno, con todo corazón, debiera también seguir el consejo que María dio a los sirvientes cuando les dijo: «Haced lo que Él os diga», para que también pueda ofreceros a vosotros una prueba con la que cada uno de los que viven conforme a mis advertencias pueda observar más fácilmente el renacimiento del espíritu dentro de sí mismo.
(Juan 2:12) Después de esto bajó a Cafarnaúm, Él y su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí algunos días.
1. Siete días después de esta boda dejé Nazaret, tomando el camino hacia Cafarnaúm. Me acompañaron María, mis cinco hermanos —dos de los cuales ya eran discípulos míos— y los demás adeptos. En aquellos tiempos Cafarnaúm tenía un comercio considerable; situado entre las provincias de Zabulón y Neftalí, no estaba muy lejos del lugar donde Juan había bautizado al otro lado del río Jordán, cerca de Betania.
2. Podría plantearse la pregunta de para qué iba a aquella ciudad que era casi pagana... Léase pues, al profeta Isaías: (Is 9, 1—2) “... la tierra de Zabulón y de Neftalí, a la otra ribera del Jordán, y la Galilea pagana, ese pueblo que anduvo en tinieblas, vio una Luz grande, y sobre todos los que habitaban esa tierra, en las sombras de la muerte, resplandeció una Luz brillante”.
3. Encontrando esto en Isaías, y sabiendo que Yo tenía que cumplir la Escritura, se comprenderá fácilmente por qué era necesario que de Nazaret fuese a Cafarnaúm. Y no sólo esto... Aún tenía que convocar a dos discípulos, a Juan y Jacob, hijos de Cebedeo, también pescadores.
4. Cuando fueron convocados, y me reconocieron por mis Palabras y por los testimonios de los que estaban conmigo, entonces fue cuando inicié mi Doctrina, llamando a los hombres a que hicieran penitencia, pues el Reino de Dios estaba cerca. Yo les predicaba dentro de las sinagogas. Algunos creían pero muchos se enojaron y quisieron atacarme y arrojarme desde una montaña al mar. Yo, sin embargo, me salvé con todos los que me acompañaban y visité algunos pueblos de las cercanías del lago de Genesaret para predicar la Salvación del mundo. Curé a muchos enfermos y los pobres y humildes creyeron en Mí y me aceptaron, y algunos de ellos me siguieron como ovejas a su pastor.
5. En Cafarnaúm me quedé poco tiempo, porque allí casi no existían fe ni amor. En esa ciudad sólo se pensaba en el comercio y reinaba el espíritu mercantil. Y donde florece el comercio, la fe y el amor ya no existen. Y donde no hay fe ni amor, tampoco hay sitio para Mí.
(Juan 2:13) Y estaba próxima la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
6. Como había llegado la fiesta de la Pascua de los judíos, me dirigí a Jerusalén, con todos los que me acompañaban. En aquellos tiempos esta fiesta no se celebraba en el mismo mes que hoy lo hacen las congregaciones cristianas, sino casi tres meses más tarde. Esas Pascuas de los judíos eran fiestas de acción de gracias a Jehová por la primera cosecha que consistía en cebada y trigo, y se comía ya el pan hecho del trigo nuevo que por ley tenía que ser preparado sin levadura.
7. De modo que no se podía celebrar esta fiesta del pan ázimo antes de tener la harina nueva.
8. Fue en esta misma temporada de los panes ázimos cuando me dirigí con todos los que me acompañaban, a la capital de los judíos, a Jerusalén, que significa “Ciudad de Dios”.
9. Mucha gente iba en Pascua a Jerusalén, entre ellos muchos paganos que vendían y compraban utensilios, tejido, ganado y fruta de todas clases; de modo que la fiesta en aquellos tiempos había casi perdido totalmente su espíritu divino. El sacerdocio, llevado por su afán de lucro, alquilaba en esas ocasiones hasta los atrios de los templos a los comerciantes, tanto judíos como paganos, por sumas considerables.
10. En aquel tiempo el sumo sacerdote era Caifás. Sabía guardar para sí este lucrativo oficio durante más de un año. La observancia de las leyes mosaicas había ya degenerado en ceremonias vanas y a los sacerdotes les importaba tanto como la nieve de hace cien años. Sin embargo, con el fin de engañar al pueblo ignorante, las ceremonias vanas habían llegado al colmo.
11. Hasta en el interior del Templo Caifás alquilaba puestos a los vendedores de palomas y cambistas de monedas.
(Juan 2:14) Y halló en el Templo a los que vendían bueyes, y ovejas, y palomas, y a los cambistas sentados.
1. Cuando llegué a la ciudad, encontré una situación indescriptible, porque había muchos que temían entrar en el Templo por haber tantos animales y vendedores; a veces los bueyes se dispersaban hiriendo a las personas, y muchos que querían entrar en el Templo no aguantaban por el mal olor y el ruido.
Pedro y Natanael me preguntaron: «Señor, ¿no tienes rayos y truenos a tu disposición? Mira esto, los pobres fieles que están llorando delante del Templo vienen de muy lejos para honrar a Dios y no pueden pasar porque el Templo rebosa de bueyes y ovejas, y muchos que con dificultades lograron entrar y volver a salir, lamentan que se les ha robado todo y que casi se han asfixiado del mal olor. No se puede tolerar más, ¡es el colmo! ¡Hay que terminar con esto, cueste lo que cueste!».
2. Un anciano judío que estaba cerca de nosotros, se dirigió a nosotros y se quejó: «Amigos míos, no lo sabéis todo. Tres años atrás yo mismo fui siervo común en el Templo ¡y vi cosas que me espantaron!».
3. «Amigo, guárdalo para ti; pues sé bien lo que pasa aquí», le dije Yo. «Ten por seguro que la medida está colmada y hoy verás en el Templo la acción de la Omnipotencia de Dios. Apartaos de los portales del Templo, para que luego, cuando los profanadores del Templo sean expulsados, no seáis también perjudicados».
4. El judío se fue alabando a Dios, porque me consideró un profeta. Juntándose con sus amigos les contó lo que había oído de Mí y todos ellos, jóvenes y viejos, cerca de cien personas, empezaron a alabar a Dios en voz alta por haber enviado un profeta poderoso.
(Juan 2:15) Y haciendo de cuerdas un látigo, los arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; derramó el dinero de los cambistas y derribó las mesas.
5. Yo, mientras tanto, llamé a Pedro y le dije: «Ve a comprar tres cuerdas fuertes de aquel cordelero y tráelas aquí».
Pedro obedeció y me entregó las cuerdas. Yo las entrelacé en un momento, haciendo un látigo bastante fuerte. Así preparado, dije a mis discípulos y a todos los que me rodeaban: «¡Ahora entrad conmigo en el Templo y seréis testigos de cómo a través de Mí de nuevo se confirmará la Omnipotencia y la Gloria de Dios!».
6. Con estas palabras me adelanté, abriendo paso a todos los que me acompañaban, dejando aún más a la vista el suelo cubierto de porquerías.
7. Llegando al último atrio del Templo, en cuyo lado izquierdo los vendedores de bueyes y corderos realizaban sus tratos, mientras que en el derecho se habían instalado los cambistas, me puse en el escalón del pórtico y hablé con voz de trueno: «Escrito está: “Mi Casa es un oratorio; vosotros, sin embargo, la transformasteis en un antro de criminales”. ¿Quién os dio derecho a profanar el Templo de Dios de esta manera?».
8. Pero los vendedores y cambistas se justificaron: «Hemos comprado este derecho al sumo sacerdote, pagándole mucho dinero. ¡Gozamos de su protección y de la de Roma!».
9. «La tenéis realmente», les respondí, «pero el brazo de Dios está contra vosotros y vuestros protectores. ¿Quién os protegerá contra Él, si Él os alcanza junto con vuestros protectores?».
10. «Dios reside en el Templo y los sacerdotes son suyos. ¿Podrían ellos hacer algo contra su Voluntad? ¡A quien ellos protegen también le protege Dios!».
11. «¿Qué decís, malvados insensatos? Se sabe muy bien que los sacerdotes continúan ocupando los asientos de Moisés y de Arón, pero ya no sirven a Dios sino sólo a Satanás y al dinero», les respondí en voz fuerte. «¡El derecho del cual estáis hablando es un derecho de los demonios y nunca jamás de Dios! Así que ¡levantaos inmediatamente y abandonad el Templo, de lo contrario sufriréis las consecuencias!».
12. Ellos, sin embargo, se rieron: «¡Mirad, a lo que se atreve este patán de Nazaret! ¡Echémosle fuera del Templo!».
Con estas palabras se levantaron para atacarme.
13. Ése fue el momento en el que levanté la mano con el látigo y con fuerza sobrenatural les di en las cabezas. A quien le tocó, se vio atacado instantáneamente por dolores casi inaguantables; igualmente los animales. La confusión y el clamor fueron indescriptibles. Tanto los hombres como los animales procuraron huir, tirando y pisando todo lo que les impedía el paso. Yo, entonces, junto con mis discípulos, derribé las casetas de los cambistas, arrojando todo el dinero al suelo.
14. Luego me acerqué a los vendedores de palomas. Como ellos, eran pobres por lo general, sin intención de grandes lucros, y como la venta de palomas allí, por supuesto sólo en el primer atrio, era ya una antigua costumbre, a estos pobres sólo les advertí: «¡Llevad todo esto afuera y no hagáis de la casa de mi Padre un mercado! — ¡Os podéis establecer en el atrio de la salida del Templo!».
Los pobres se retiraron sin réplica y se establecieron en el atrio de la salida según la costumbre antigua. Así se realizó la purificación del Templo.
15. Pero esta purificación llamó mucho la atención y mis discípulos temían íntimamente que los sacerdotes mandasen en seguida guardias romanos para detenernos como revoltosos, con poca esperanza de poder escapar sin un castigo penoso; porque escrito está: “El celo de tu casa me ha devorado”.
16. Pero Yo los tranquilicé: «Mirad cómo los sirvientes y sacerdotes se apresuran en los atrios a recoger corriendo el dinero tirado de los cambistas, guardándolo todo en sus bolsas. Ciertamente nos preguntarán, a causa de los perjudicados, con qué derecho hemos hecho esto. En el fondo estarán muy satisfechos de que esta acción les aporte cerca de 1.000 bolsines de oro y plata y una gran cantidad de dinero, el cual jamás devolverán a sus dueños. Ahora están demasiado ocupados y no tienen tiempo para pedirnos cuentas. Además, no admitirán quejas de los perjudicados y ellos por su parte tampoco reclamarán compensación alguna, a causa de la lección que les di. De modo que podéis estar absolutamente tranquilos.
17. De todos modos, el celo por mi Casa me devorará ante ellos, ¡pero mucho más tarde! Tal vez algunos judíos aquí presentes vendrán a preguntarme de dónde viene el poder de esta acción asombrosa y a pedirme una legitimación. Yo, no obstante, ya sé lo que tiene que acontecer. Por eso no arriesgamos nada. Allí, cerca de la cortina, algunos se preparan para interrogarme por su propio interés. La respuesta oportuna no les será negada».
(Juan 2:18) Los judíos tomaron la palabra y le dijeron: «¿Qué señal nos muestras para obrar así?».
1. Mientras todavía estaba hablando con los discípulos acobardados, se acercaron algunos judíos y se dirigieron a Mí: «Acabas de hacer algo impresionante... Personas y animales huyeron de tu mano como pajas en una tormenta y ni uno sólo volvió para buscar su dinero dispersado. ¿Quién eres y qué señal13. nos puedes presentar que te permita justificar todo lo que hiciste? ¿Es que no conoces la severidad de las leyes, que te pueden destruir por esto?».
(Juan 2:19) Respondió Jesús y les dijo: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré».
2. «Si no conociera las leyes o si las temiese, no habría hecho nada de esto», les contesté. «Vosotros, pese a todo, me exigís una justificación oficial. Os digo que no la tengo. Destruid este templo y al tercer día lo levantaré».
(Juan 2:20) Replicaron los judíos: «Cuarenta y seis años se han empleado en edificar este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días?».
(Juan 2:21) Pero Él hablaba del templo de su cuerpo.
3. Con esta respuesta terminante los judíos ya no supieron qué contestar, hasta que uno de ellos, instruido en historia, se acercó y me dijo: «Para la construcción de este Templo fueron necesarios cuarenta y seis años, dando trabajo a muchos miles de manos, ¿y tú lo quieres reconstruir sólo en tres días sin ayuda de otras manos? ¿Pero qué testimonio das? ¡Aquí, dentro del Templo, se debiera razonar en vez de decir tonterías!
4. Gran admiración nos ha causado tu reciente acción y, como decanos de Jerusalén, ya empezábamos a estudiar cuál sería tu poder y tu motivo realmente digno de elogio, y nos preguntábamos si sería un poder físico o sobrenatural. Si con palabras sabias que entendemos muy bien, nos hubieses explicado que eres un profeta enviado por Dios, y como tal podías realizar esta acción, te habríamos creído. Pero contra todo lo que podía esperarse, en vez de palabras sabias nos diste una respuesta tan increíblemente jactanciosa y fuera de toda razón, que ahora hemos de considerarte como un hombre que tal vez tuvo la oportunidad de aprender un poco de magia en una escuela pagana, y que con ello te quieres hacer respetar en Jerusalén. Antes pensábamos que, tal vez, estuvieras al servicio de Roma o de los fariseos, sacerdotes y levitas, porque ellos, debido a tu magia, han tenido hoy en el Templo una cosecha como nunca anteriormente. Lamentamos mucho habernos equivocado sobre ti».
5. «¡Y Yo siento de todo corazón que seáis tan terriblemente ciegos y sordos! ¡Quien es ciego no ve nada y quien es sordo y mudo no percibe nada! Os di una prueba visible que hasta hoy nadie tuvo. Yo digo toda la Verdad y vosotros me llamáis fanfarrón. ¡Qué estupidez tan increíble! Mirad, los que me siguen son de Galilea; ellos ya me han reconocido aunque vosotros decís que son gente mala y sin fe. ¿Cómo es que vosotros no me reconocéis?».
6. «Nosotros también queríamos reconocerte y por tal motivo te hemos dirigido la palabra», le respondieron los judíos. «Y no somos ciegos o sordos como tú dices. Pero nos diste una respuesta absurda que nos ha llevado a pensar así. Tenemos buena voluntad; si tú fueras un verdadero profeta, ¿por qué la ignoraste?... Nosotros somos hombres de honor en Jerusalén y poseemos muchos bienes. Si fueses un verdadero profeta, podrías tener una vida fácil entre nosotros. ¡Pero como no te diste cuenta de nuestra buena voluntad, tampoco puedes ser un profeta, sino sólo un mago que profana el Templo, igual que aquellos a los que expulsaste!».
7. «Intentad comprender con los que me siguieron hasta aquí. Ellos os dirán Quién soy».
13. Del emperador, es decir, una legitimación.
8. Los judíos siguieron mi consejo y recibieron las necesarias explicaciones de mis discípulos, los cuales tuvieron que confesar que tampoco habían entendido mi respuesta anterior.
9. Ellos mismos sólo lo comprendieron después de mi Resurrección milagrosa, igual que sólo entonces comprendieron la Escritura que predijo todo esto de Mí.
10. Los judíos, habiéndose informado por mis discípulos, se dirigieron de nuevo a Mí: «Lo que ellos dicen nos lleva a creer que tú realmente eres el Mesías. Tanto el testimonio de Juan, a quien conocemos, como tu milagro, lo prueban. Solamente tus palabras son lo opuesto a todo el resto. ¿Cómo podría el Mesías ser Dios por sus acciones y al mismo tiempo un necio a juzgar por lo que habla? Explícanoslo y te aceptaremos y te ayudaremos en todo lo que sea posible».
11. «¿Qué podríais darme vosotros a Mí que no hubierais recibido antes de mi Padre que está en el Cielo?», les pregunté. «¿Qué es lo que me queréis dar que no sea Mío ya? Porque lo que es del Padre también es Mío, ¡pues el Padre y Yo no somos dos sino Uno! Os digo: sólo vuestra voluntad es vuestra, ¡todo el resto es Mío! Dadme vuestra voluntad con verdadero amor de vuestro corazón y creed que Yo y el Padre somos Uno. Con esto me habréis dado ya todo lo que os pueda pedir».
12. «¡Entonces haz un milagro y creeremos que tú eres el Mesías prometido!».
13. «¿Por qué deseáis pruebas? Oh, ¡criaturas equivocadas! ¿Ignoráis que los milagros no inspiran a nadie sino que atan a la criatura a una opinión? Pero Yo no vine para juzgaros sino para daros la Vida eterna si tenéis fe en Mí con todo vuestro corazón. Aún haré milagros y también llegaréis a ver algunos; pero no os traerán vida sino, al contrario, la muerte por mucho tiempo.
(Juan 2:23) Y estando en Jerusalén, en la Pascua, el día de la fiesta, muchos creyeron en su nombre, viendo los milagros que hacía.
1. Os digo: Estamos en la Pascua y estos días estaré aquí en Jerusalén; id a donde Yo voy y tendréis pruebas verdaderas en abundancia. Pero ¡cuidado que las pruebas no os maten!».
2. Al oír estas palabras los judíos se extrañaron mucho. Yo los dejé y salí del Templo junto con mis discípulos. Los judíos, sin embargo, me siguieron en secreto. No se atrevían a seguirme a la vista de todos porque Yo había hablado de “pruebas que les podrían matar”. Ellos no comprendían que me refería a la muerte de su espíritu y no a la del cuerpo, pues, siendo ricos, les gustaba la vida material en esta Tierra.
3. Aun así, uno de entre ellos se dirigió a Mí y dijo: «Maestro, yo te he reconocido como Mesías y deseo seguirte. ¿Dónde moras?».
(Juan 2:24) Pero Jesús no confiaba en ellos, porque los conocía a todos.
(Juan 2:25) Y no tenía necesidad de que nadie diese testimonio de nadie, pues Él conocía lo que había en el hombre.
4. Yo vi que él no tenía buenas intenciones al querer descubrir mi morada y por eso le dije: «Los pájaros tienen sus nidos y los zorros sus madrigueras, pero el Hijo del hombre no tiene ni una piedra donde recostar su cabeza, y mucho menos aún en esta ciudad. Vete primero, purifica tu corazón y vuelve con intenciones honestas y no traidoras. Después verás si puedes permanecer a mi lado».
5. «Maestro, tu opinión sobre mí y mis amigos es equivocada; si no tienes albergue, ven con nosotros y te hospedaremos con tus discípulos el tiempo que quieras».
6. Yo, sin embargo, vi que estaba lleno de malicia y le contesté: «No podemos confiarnos a vosotros que sois amigos de Herodes y apreciáis espectáculos gratuitos. No vine a esta ciudad para distraeros con comedias, sino para anunciar que el Reino de Dios está cerca y que debéis hacer penitencia para poder participar en él. Escucha: Yo no necesito un albergue. Quien mora en una casa sólo puede salir de ella por la puerta que tiene cerradura y cerrojo con los cuales fácilmente se hace prisionero a un huésped. En cambio, quien mora al aire libre no corre ese riesgo».
7. «¿Por qué nos insultas de tal manera? ¿Piensas que nosotros no respetamos a nuestros huéspedes? Como huésped serías lo más sagrado que existiera en nuestra casa y desgraciado aquel que no te respetara».
8. «Conozco vuestras costumbres y sé que el huésped está protegido mientras esté dentro de la casa. Pero cuando quiere salir, detrás de la puerta le están esperando vuestros esbirros y asesinos a sueldo. Dime ahora, ¿esta costumbre también forma parte de la protección del huésped?».
9. El judío estaba desconcertado: «¿Quién se atreve tener semejante opinión acerca de nuestras casas?».
10. «¡El que sabe!», le respondí. «¿Acaso no se hizo esto hace pocos días con una persona que luego fue entregada a la “justicia”?».
11. El judío se quedó perplejo: «Maestro, ¿quién te dijo eso? Y si fuese así, ¿acaso no lo merecía aquel criminal?».
12. «Vosotros consideráis como crímenes muchas cosas que para Dios y para Mí no lo son. La dureza de vuestros corazones condena en muchos casos sobre los que Moisés no dio leyes. Son leyes hechas por vosotros que ante Mí no tienen autoridad para condenar a un hombre. Vuestras leyes son un pecado contra las leyes de Moisés. ¿Cómo, pues, puede ser un criminal aquel que respeta las leyes de Moisés y, por esto, entra en conflicto con vuestras ordenanzas? ¡Yo os digo que estáis llenos de malicia y de astucia!».
13. «¿Cómo es esto? Moisés nos dio el derecho a dictar leyes en casos extraordinarios. Por esta causa nuestras bien estudiadas ordenanzas son legítimas como las leyes de Moisés. ¡Quien no las respeta es un criminal al igual que aquel que peca contra las leyes mosaicas!».
14. «Para vosotros, sí. ¡Pero no para Mí! Moisés os ordenó amar y honrar a vuestros padres; vosotros, sin embargo, decís y los sacerdotes ordenan: “Aquel que ofrende al Templo hace todo bien porque queda libre de estas leyes”. Si se os presentase un hombre diciendo: “Sois unos verdaderos difamadores de Dios y unos verdaderos impostores, pues anuláis la ley de Moisés por vuestro afán de lucro y levantáis otras leyes con el fin de martirizar a la pobre humanidad”, y ésta es la causa por la cual mandasteis prender a aquel hombre delante del umbral de vuestra casa, dime, ¿aquel hombre digno merecía esto? ¿No sois vosotros ante Moisés los malhechores y ventajistas?».
15. Al oír estas palabras el judío se puso de mal humor y fue a unirse con sus amigos, a los cuales contó todo lo que había oído de Mí. Ellos menearon la cabeza y dijeron: «Qué cosa más extraña, ¿cómo podía este hombre saber todo esto?».
Yo, entre tanto, salí de allí para dirigirme a un pequeño albergue fuera de la ciudad, donde permanecí algunos días junto con los Míos.
1. Lo que aquí está relatado son los dos acontecimientos históricos del segundo capítulo.
2. Del primer acontecimiento, la boda en Caná, el sentido espiritual ya está explicado.
Falta aún la explicación del sentido espiritual de la purificación del Templo.
3. El Templo representa al hombre en su esfera natural del mundo. Tanto en el Templo como en el hombre hay un santuario debido al cual también el exterior del Templo debe estar santificado y purificado, para que el santuario del interior del Templo o del hombre no llegue a ser profanado.
4. El santuario del Templo está cubierto por una cortina espesa y solamente le está permitido penetrar en él al sumo sacerdote en cierta época. El velo y la entrada raras veces permitida son una protección contra la profanación del santuario. Si alguien peca en su carne, no mancha solamente su cuerpo sino también su alma y, a través de ella, a su espíritu que es el santuario en cada hombre. En el hombre y, correspondientemente en el Templo, este santuario está guardado detrás de un velo espeso y únicamente el verdadero amor exclusivo a Dios, el cual es un verdadero sumo sacerdote de Dios dentro del hombre, puede entrar sin castigo en este santuario. Pero ¿qué ocurre si ese único pontífice dentro del hombre es impuro por aferrarse a cosas mundanas e impuras e identificarse con ellas? ¿Cómo podrá el santuario permanecer puro?
5. Una vez que en el hombre (o en el templo) todo se ha vuelto impuro, ya no puede ser purificado por el mismo hombre; ¿cómo podría limpiarse una habitación con una escoba llena de porquería? He aquí que Yo, por desgracia, tengo que intervenir y limpiar el templo humano con fuerza, enviando enfermedades, aparentes siniestros y toda clase de penas para que el Templo se purifique.
6. Los vendedores y compradores representan las pasiones viles del hombre. Los animales expuestos a la venta significan el grado más bajo de la sensualidad bestial, y el resultado de la misma, la gran ignorancia y ceguera del alma cuyo amor es como el del buey que está desprovisto de todo amor procreador y al que sólo aviva el deseo de devorar, con sentimientos iguales a los tan conocidos de los machos cabríos.
7. ¿Y qué representan los cambistas y sus negocios monetarios? Todo lo que surge del amor propio animal del hombre; porque el animal sólo se ama a sí mismo, y un lobo devora a otro cuando tiene hambre. Ese amor propio animal tiene que ser expulsado del hombre con muchos sufrimientos, y todo aquello que avive esa clase de amor debe ser dispersado y derribado.
8. ¿Y por qué no destruirlo completamente?
Porque ni a este amor debe quitársele la libertad; así como la semilla o el grano de trigo se desarrolla mejor en un campo bien abonado con estiércol, dando de esta manera cosecha abundante, si quitáramos por completo el abono a la tierra para limpiarla así de las impurezas, la semilla se desarrollaría mucho más difícilmente y daría mala cosecha.
9. El estiércol, inicialmente amontonado en el campo, debe estar bien distribuido y será útil para todo el campo. Si lo dejamos amontonado, sofocaría todo lo que cubre y no serviría para nada al resto.
10. Al purificar el Templo, me hubiese resultado igual de fácil aniquilar el dinero totalmente; pero por lo dicho sólo lo dispersé por el suelo.
11. ¿Qué significan los vendedores de palomas dentro del Templo que también tienen que salir y aceptar el lugar señalado para ellos?
12. Los vendedores de palomas representan las virtudes exteriores, que consisten en todas las ceremonias, buenas maneras, gentilezas y atenciones en las relaciones puramente mundanas, que sirven para iniciar la verdadera vida del hombre.
13. En Oriente se usaban las palomas como mensajeras de amor y, en este sentido, ya se utilizaban en la escritura jeroglífica de los antiguos egipcios como símbolo para la comunicación delicada y amorosa. En el Templo servían como víctimas; jóvenes casados las ofrendaban cuando nacía el primogénito como prueba que ya no necesitaban mensajes exteriores, gentilezas y ceremonias, por haber entrado ya al verdadero amor interior y vivificador.
14. Por todo ello, y según el orden de las cosas en el cual lo externo no puede sino formar parte de lo exterior, la corteza no debe encontrarse nunca en el corazón del árbol, porque en sí misma es algo completamente muerto; sin embargo, es de gran utilidad para él siempre que esté en el sitio debido y en la debida cantidad. Si alguien quisiera hacer que la corteza penetrara en el corazón del árbol, seguro que el árbol se secaría y moriría.
15. Éste es el motivo por el cual los vendedores de palomas tenían que apartarse del santuario y aceptar el lugar indicado, mostrando que el hombre no debe tomar las virtudes exteriores por cualidades espirituales.
16. Este es el sentido espiritual de la tan discutida purificación del Templo. Por la correspondencia cierta e inalterable entre el hombre y el Templo se puede reconocer que nunca un hombre, sino Dios únicamente —como Sabiduría eterna que sabe y ve todo— puede proceder y hablar de esta manera.
17. Después de haber hecho limpieza en el Templo, ¿por qué el Señor no permaneció en él?
18. Nadie más que el Señor mismo sabe cómo debe ser lo íntimo del hombre para que Él pueda tomar morada fija dentro de ella. Hay que considerar que tanto antes como después de tal purificación, el hombre ha de tener libertad plena para no volverse un autómata.
19. Después de la purificación forzosa del interior del hombre, el Señor aún no puede confiar en él; únicamente Dios mismo sabe lo que hace falta para realizar la formación íntima del hombre. Por esta razón el Purificador se vuelve a retirar del santuario y, desde el exterior y apenas notado, inspira la vida íntima del hombre, sin ceder a sus demandas de quedarse para favorecer su indolencia. Pues el hombre debe despertarse a una actividad propia para posteriormente poder volverse perfecto.
Tercer capítulo del EVANGELIO BÍBLICO DE JUAN
(Juan 3:1) Había un fariseo de nombre Nicodemo, principal entre los judíos.
1. Estaba ya indicado que después de la purificación del Templo iría a un pequeño albergue fuera de la ciudad; pero es fácil que alguien pregunte:
2. «Señor, ¿qué hiciste en el albergue durante esos ocho días? ¿Estuviste desocupado?».
3. Desde luego, que no. Muchos me visitaron de día y de noche. Los pobres vinieron en general durante el día. Pero los ricos y distinguidos vinieron por la noche porque no querían aparecer ante los suyos como débiles o sospechosos.
4. Sin embargo la curiosidad y el presentimiento de que Yo pudiese ser el Mesías les empujaba a venir a conocerme. De modo que llegaban de noche, pero por lo general se volvían enojados porque ni siquiera recibían el mismo trato que los pobres, los cuales alababan mi bondad y amabilidad.
5. Hice muchos milagros: liberé a los endemoniados de sus demonios, a los cojos los hice andar, curé a paralíticos y leprosos, hice oír y hablar a los mudos, y a los ciegos ver, y todo esto sólo por medio de la Palabra.
6. Eso también lo sabían quienes me visitaban de noche y deseaban pruebas de mi Poder.
Sin embargo, a tales visitantes siempre les respondía de la misma manera: «El día está destinado para el trabajo y la noche para el descanso. Quien trabaja de día no se golpea fácilmente, pero quien lo hace de noche puede herirse, pues no ve donde pone el pie».
7. Muchos deseaban saber de dónde sacaba el poder para realizar tantos milagros. La respuesta también siempre era la misma: «Todo esto lo hago con mi propio Poder, pues, no necesito la ayuda de nadie».
8. Y me preguntaron por qué no tomaba albergue en la ciudad, porque para tan grandes hechos era preciso un lugar adecuado.
9. A ellos les respondía: «No me quedo en una ciudad cuyos habitantes se tienen por muy importantes y se apostan vigilantes delante de las puertas para dejar pasar sólo a los ricos, rechazando a los pobres, sin compasión, y donde en cada calle te detienen por lo menos siete veces si eres desconocido y no estás soberbiamente vestido. Además, aprecio sólo lo que es pequeño y despreciado por el mundo, porque escrito está: “Lo que es grande ante el mundo es horrible ante Dios”».
10. Y me preguntaron los noctámbulos: «¿Acaso el Templo, donde vive Jehová, no es grande y maravilloso?».
«Él debería morar allí, pero como vosotros profanasteis el Templo, Él lo abandonó y el arca de la alianza está vacía y muerta».
11. «¡Qué petulancia! ¿No sabes lo que Dios dijo a David y a Salomón? Lo que habló Dios, no puede jamás volverse incierto. ¿Quién eres tú, para atreverte a proferir tamaño disparate ante nosotros?».
12. «Del mismo modo que Yo tengo el Poder y la Omnipotencia por Mí mismo para curar a todos los enfermos que me visitan, también tengo el derecho absoluto a hablaros de esta manera del Templo y os lo diré aún más claro: ¡Vuestro Templo es horrible ante Dios!».
13. Oyendo estas palabras, algunos de ellos empezaron a quejarse. Otros, sin embargo, dijeron: «Aparentemente es un profeta y hasta ahora los profetas siempre se han expresado desfavorablemente del Templo. ¡No le hagáis caso, que se vaya!».
Con estas palabras los noctámbulos se fueron.
1. En la penúltima noche de mi estancia cerca de Jerusalén, vino a visitarme cierto Nicodemo. También vino de noche porque era un ciudadano distinguido. Era fariseo con oficio, dignidad y autoridad, como hoy día un cardenal en Roma. También era el ciudadano más rico y por ello cabecilla de los judíos de esta ciudad, y los romanos le nombraron alcalde mayor de Jerusalén.
(Juan 3:2) Él vino de noche a Jesús y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido como maestro de parte de Dios, pues nadie puede hacer esos milagros que tú haces si Dios no está con él».
2. «Maestro, perdóname que te turbe en tu descanso. Es que me dijeron que mañana te irás de aquí y no quería quedar sin demostrarte mi gran respeto. Pues yo y varios fariseos, después de haber observado tus hechos, sabemos que eres un gran profeta, enviado de Dios. Porque los milagros que hiciste no los puede hacer cualquiera: de modo que Jehová está contigo. Siendo así debes saber el mal que nos afecta, no obstante, tus antecesores nos prometían el Reino de Dios. Dime, por favor, ¿cuándo llegará? Y ¿qué tenemos que hacer para poder formar parte de él?».
(Juan 3:3) Respondió Jesús y le dijo: «En verdad te digo que quien no nazca de nuevo, no podrá entrar en el Reino de Dios».
3. A estas palabras de Nicodemo contesté Yo como dice el versículo, cuyo significado es: «A no ser que despiertes tu espíritu por los medios que Yo te demuestro con Palabra y acción, no podrás comprender el sentido vital divino que se encuentra en mis palabras y aún menos penetrar en su profundidad».
4. Nicodemo, un hombre muy sincero, no captó el sentido de mis palabras, lo que se aprecia por su siguiente pregunta:
(Juan 3:4) Díjole Nicodemo: «¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo?
¿Acaso puede entrar de nuevo en el vientre de su madre y volver a nacer?».
5. «Pero, querido Maestro, ¡qué cosas más raras me estás diciendo! ¿Cómo puede ser que un hombre grande, viejo y rígido, pueda volver a entrar en el seno de su madre, pasando por una portezuela tan estrecha, para después poder nacer una segunda vez? Tal vez no estás bien informado sobre el Reino de Dios venidero, o Tú lo conoces bien y no me lo quieres decir por miedo a que yo pudiese mandar que te arrestasen. No te preocupes, jamás privé a nadie de su libertad, a no ser que fuera un asesino o un ladrón. Tú, sin embargo, eres un gran bienhechor para la pobre humanidad y curaste a casi todos los enfermos de Jerusalén debido a la Omnipotencia divina que hay dentro de ti; ¿cómo podría yo poner las manos sobre ti?
6. Querido Maestro, es preciso que sepas que estoy seriamente interesado en el Reino de Dios prometido. Si Tú sabes algo de él, por favor, dímelo de una manera comprensible para mí. Por mis cálculos sé que el Reino de Dios debe haber llegado ya. Lo que no sé es: ¿Dónde y de qué manera se puede llegar a participar en él? Ésta es la pregunta que te pido que me expliques bien».
(Juan 3:5) Respondió Jesús: «En verdad, en verdad, os digo que quien no naciere del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios...
7. A la pregunta repetida de Nicodemo le contesté con una respuesta un poco diferente de la de antes, como se ve en el quinto versículo. La diferencia significativa es que ahora determiné los medios necesarios; el renacimiento tiene que efectuarse por medio del agua y del espíritu, lo cual significa lo siguiente:
8. El alma precisa primero de la purificación por el agua de la humildad y la abnegación14. y luego por el espíritu de la Verdad.
9. por lo tanto quien con su alma purificada asimila la Verdad y la reconoce como tal, la misma Verdad le liberará su espíritu. Este tránsito del espíritu a tal libertad ya es la misma entrada del espíritu en el Reino de Dios.
10. A Nicodemo, desde luego, no le di esta explicación, porque su esfera de conocimiento, en aquella época, no lo habría permitido. Por este motivo volvió a preguntarme cómo debería comprender esto.
(Juan 3:6) Lo que nace de la carne, carne es; pero lo que nace del espíritu, es espíritu.
1. Y Yo le respondí conforme consta en Jn 3,6: «No te extrañes que Yo te hable de esta manera, pues lo que viene de la carne vuelve a ser carne y nada más que materia muerta para envolver la vida; sin embargo, lo que viene del Espíritu es también espíritu y Vida eterna».
2. Sin embargo Nicodemo cada vez entendía menos y se extrañaba de no comprender el sentido de mis palabras, siendo como era un fariseo sabio que conocía bien la Escritura. Era un hombre consciente de su sabiduría, motivo por el cual los judíos le habían elegido representante suyo.
3. Por esta razón se asombraba aún más de haber encontrado quien le superara y le diera tales huesos que roer. Como no llegaba a adentrarse en el sentido de mis palabras, me preguntó de nuevo: «¿Pero cómo? ¿Puede un espíritu estar embarazado y parir a sus semejantes?».
4
(Juan 3:7) No te maravilles de lo que te he dicho: Es preciso nacer de nuevo.
Le dije Yo: «Ya te lo he dicho: Es preciso que todos nazcan de nuevo.
5
(Juan 3:8) El viento de donde quiere sopla, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va: así es todo aquel que es nacido del espíritu».
Y así como no ves el viento, aunque lo oigas, no podrás ver al espíritu, ni tampoco comprender a aquel que viene del Espíritu y habla contigo. Pero como eres un sabio honesto, en tiempo oportuno te será dado a conocer lo que hoy aún no comprendes».
(Juan 3:9) Respondió Nicodemo y dijo: «¿Cómo puede ser esto?».
6. Oyendo estas palabras, Nicodemo meneó la cabeza y, mostrando sobresalto en el semblante, dijo después de un rato: «Maestro, ¿cómo puede ser esto? Porque todo aquello que comprendo, lo comprendo en mi carne. Pero si la carne me fuese quitada, ya no llegaría a percibir nada. Estando en la carne, ¿cómo me puedo volver un espíritu y luego, siendo espíritu, cómo me absorbería otro espíritu para después poder parirme de nuevo?».
14. Se conoce que el agua es un símbolo antiguo de la humildad, dado que acepta todo lo que se le hace, siempre buscando los lugares más bajos del mundo, huyendo de las alturas.
(Juan 3:10) Jesús respondió: «¿Eres un maestro de Israel y no lo sabes?».
7. Le dije Yo: «Pero ¿cómo es esto? Tú eres el maestro más sabio de Israel, ¿y no lo entiendes? Si tú no lo comprendes, ¿cómo lo podrían comprender aquellos que de la Escritura apenas saben sino que en otros tiempos existieron Abraham, Isaac y Jacob?».
(Juan 3:11) En verdad, en verdad te digo que nosotros (espirituales) hablamos (naturalmente) de lo que sabemos, y de lo que hemos visto damos testimonio; pero vosotros no recibís nuestro testimonio.
8. «En verdad, te digo que nosotros —Yo y mis discípulos— venimos del Espíritu, pero no te estamos hablando espiritualmente sino de manera completamente natural y te estamos comunicando en imágenes enteramente terrenas lo que hemos visto en el espíritu.
(Juan 3:12) Si hablando de cosas terrenas no creéis, ¿cómo creeríais si os hablase de las celestiales?
9. Si no percibís lo sencillo, hablándoos de las cosas celestiales en palabras comprensibles, transformando de esta manera las cosas celestiales en terrenas, quisiera saber, ¿cómo quedaría vuestra fe si os hablase de las cosas celestiales con palabras celestiales?
10. Yo te digo: Solamente el espíritu que en sí y por sí es un espíritu, sabe lo que está en él. La carne, sin embargo, no es nada más que una cáscara exterior y no sabe nada del espíritu, a no ser que el espíritu lo revele a la cáscara. Tu espíritu está aún demasiado dominado y cubierto por la carne, por cuyo motivo la carne no sabe nada de él. Pero ya te he dicho: Vendrá el tiempo en que tu espíritu será liberado, ¡entonces comprenderás y aceptarás nuestro testimonio!».
11. Dijo Nicodemo: «Querido Maestro, sabio entre los sabios, ¿cuándo llegará ese tiempo?».
12. «Para decirte el día y la hora aún no estás bastante preparado. Mira, el vino nuevo, aún no bastante fermentado, es turbio. Y si fuese colocado en un vaso de cristal y lo levantases contra el Sol, su luz no penetraría el líquido turbio. Lo mismo pasa con el hombre. Mientras no esté convenientemente fermentado por el proceso de la fermentación, y aún no hayan sido eliminadas todas las impurezas, la Luz de los Cielos no podrá penetrar su sustancia. Pero aún te diré algo más».
(Juan 3:13) Y nadie sube al Cielo sino El que bajó del Cielo: el Hijo del hombre que está en el Cielo.
(Juan 3:14) Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre,
(Juan 3:15) para que todo el que creyere en Él tenga vida eterna.
1. Le dije las palabras que se leen en los versículos 13—15 y le pregunté: «¿Comprendes esto?».
2. «Querido Maestro, ¿cómo lo voy a comprender? Posees una sabiduría muy especial... Repito que más fácil comprendería la antigua escritura jeroglífica de los egipcios. Tengo que decirte que si no supiese de tus milagros, habría de tomarte por un insensato, porque hasta ahora no se ha oído hablar a ninguna persona razonable como hablas Tú. No obstante, tus hechos demuestran que vienes de parte de Dios y que debes de tener Poder y Sabiduría divina en abundancia, sin los cuales nadie podría realizarlos.
3. Cuando un atributo es divino, su pareja tiene que ser divina también. Tus hechos, querido Maestro, son divinos; por consiguiente, tu Doctrina del Reino de Dios sobre la Tierra también tiene que serlo, la entienda yo o no. Dices que nadie sube al Cielo sino aquel que bajó del Cielo. Y ¡esto se refiere al Hijo del hombre que igualmente está en el Cielo! Si examino tu tesis de una manera un poco terrenal, estoy totalmente perdido. Querido maestro, después de Enoc y Elías nadie tuvo la felicidad de subir visiblemente al Cielo. ¿Tal vez seas Tú el tercero? Pero en tal caso, ¿cuál sería el beneficio para la humanidad que no puede subir al Cielo si no viene de allá?
4. Además, has dicho que aquél que descendió de los Cielos sólo se encuentra en la Tierra aparentemente, porque en verdad continúa en el Cielo... Por consiguiente, sólo Enoc, Elías y después quizás Tú, seríais partícipes del Reino de Dios venidero. Pero a todos los demás millones de millones de hombres sólo les quedará la oscura tumba para toda la eternidad y, por la Gracia de Dios, volverán a ser tierra y quedarán en nada.
5. ¿Un Reino de Dios así? No gracias, ¡guárdatelo! Un garbanzo o dos no hacen olla. ¿Qué habrán hecho Enoc y Elías para ser elevados de la Tierra al Cielo? En realidad nada que no fuera propio de su naturaleza celestial. De modo que no fue por propio mérito y, según tu explicación, sólo fueron admitidos en los Cielos porque, igual que Tú, vinieron de allá...
6. En todo esto no existe esperanza ni consuelo para la pobre humanidad de esta Tierra tan dura. No obstante, como ya te dije, estoy convencido de que tu Doctrina es divina y sumamente sabia, aunque examinándola un poco de manera terrenal, la tendría que considerar insensata. ¡En esto me tendrás que dar toda la razón!
7. Tampoco comprendo lo que dices sobre la elevación de la serpiente de Moisés en el desierto, y que tendrán la Vida eterna todos aquellos que crean en el Hijo del hombre elevado, elevado como una serpiente. ¿Quién es este Hijo del hombre? ¿Dónde está ahora y qué hace? ¿Proviene de los Cielos como Enoc y Elías? ¿O no ha nacido aún? ¿Qué clase de fe exige que tengamos en él? ¿Cómo puede bajar a esta Tierra mientras sigue estando en el Cielo? ¿Dónde y cuándo será elevado? Y por todo esto, ¿él será rey de los judíos, inalcanzable por su poder?
8. Querido Maestro, todo lo que me estás diciendo, suena muy extraño, dicho por un hombre que por sus hechos demuestra que dispone del Poder divino. Aun así, por mi parte, te considero como un gran profeta, mandado por Dios.
9. Ves, que no soy de los que rechazan una doctrina porque no la comprenden. Te pido, sin embargo, que me des algunas explicaciones más fáciles, porque si yo mismo no comprendo tu Doctrina, ¿cómo la podría introducir en Jerusalén? Por esto, por favor, ¡ilumíname un poco más!».
10. «Has pronunciado muchas palabras como alguien que no entiende nada de asuntos espirituales», le respondí, «pero no puede ser de otra manera porque te encuentras todavía en las tinieblas del mundo y no puedes recibir la Luz que vino de los Cielos para iluminarlas. Apenas la vislumbras; entre tanto, no ves lo que se encuentra delante de tus narices».
(Juan 3:16) Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna.
1. «Dios es el Amor y el Hijo es su Sabiduría. Tanto amó Dios al mundo que le dio su Hijo unigénito, es decir, su Sabiduría que emana de Él desde toda la eternidad, para que todos aquellos que creen en Él no perezcan sino tengan la Vida eterna. ¿Me comprendes ahora?».
2. «Tengo la impresión que debiera comprenderlo», le respondió Nicodemo, «pero en el fondo no lo entiendo. ¡Si al menos supiera qué es lo que debo entender por Hijo del hombre! Luego hablaste también del Hijo unigénito de Dios, dado al mundo por el Amor de Dios. ¿Acaso el Hijo del hombre y el Hijo unigénito son una individualidad?».
3. «¡Mírame! Tengo una cabeza, un cuerpo, manos y pies. Todo esto es carne y es un hijo del hombre, porque lo que es carne viene de la carne. Pero en este Hijo del hombre, carne, reside la Sabiduría divina que es el Hijo unigénito de Dios. Sin embargo no es el Hijo unigénito de Dios sino el Hijo del hombre el que será elevado como la serpiente de Moisés en el desierto, con lo que muchos se escandalizarán. Aquellos que no se escandalicen con esto, sino que crean en su nombre, recibirán la Vida eterna.
(Juan 3:17) Porque no envió Dios su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por Él.
4. No esperes ahora juicio alguno de este mundo como guerras, diluvios o un fuego bajando de los cielos para devorar a todos los paganos de la Tierra; pues Dios no ha mandado a su Hijo unigénito15. al mundo16. para que juzgue al mundo sino para que lo salve; es decir, para que la carne17. no corra a su perdición sino resucite junto con el espíritu para la vida eterna. Para llegar a esta meta es preciso que la fe destruya las tendencias materiales de la carne, por cierto, una fe en el Hijo del hombre nacido de Dios desde toda eternidad y venido al mundo para que todos aquellos que crean en su nombre y se acerquen a Él, tengan la Vida eterna.
(Juan 3:18) El que cree en Él no es juzgado; mas el que no cree ya está juzgado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
5. Sean judíos o paganos, todos aquellos que creen en Él, jamás serán juzgados. Sin embargo, aquellos que se escandalizan con Él y no creen en Él, ya están juzgados. El mismo hecho de que un hombre no quiera o no pueda creer (por demasiado amor propio), ya es el juicio. ¿Me comprendes ahora?».
6. «Sí, más o menos comprendo ahora el sentido de tus Palabras místicas. Pero aún me parecen habladas al aire mientras el Hijo del hombre, en quien reside la Sabiduría divina, no esté aquí aún y aún no se sepa la hora y el lugar de su venida.
7. Que el juicio lo atribuyas únicamente a la incredulidad y a nada más, me resulta muy enigmático. Si el juicio no se da a conocer por diluvios, guerras y pestes o por un fuego devorador, sino sólo por la incredulidad en sí, he de confesarte francamente que todavía no alcanzo el sentido de tus palabras. Si de todo un discurso se me escapa el sentido de un solo término, en el fondo pierdo el sentido de todo el discurso. ¿Qué sentido le das Tú a la palabra “juicio”?».
8. «Amigo mío, con más razón pudiera Yo preguntarte a ti, qué te impide comprender el sentido tan claro de mis Palabras... ¿Cómo es posible que no comprendas la palabra “juicio”, habiéndotela explicado tan claramente?
(Juan 3:19) Y el juicio consiste en que vino la Luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, porque sus obras eran malas.
9. Mira, esto es el juicio: La Luz divina vino de los Cielos a este mundo; pero los hombres, salidos de las tinieblas y expuestos a la Luz divina, prefieren continuar en las tinieblas. Que los hombres no quieren la Luz, lo demuestran sobradamente con sus obras enteramente malas.
10. ¿Dónde encuentras una fe íntegra? ¿Acaso existe alguien que ama al prójimo sin tener alguna ventaja a la vista? ¿Dónde está aquél que ama a su mujer por su fertilidad? ¡Sólo piensan en la satisfacción de sus placeres! ¿Dónde está el ladrón que se sirve de una luz para robar a la vista de todos?
(Juan 3:20) Porque todo el que obra mal, aborrece la luz y no viene a la Luz para que sus obras no sean reprendidas.
11. Mira, todo el que ama y hace tales obras es un enemigo de la luz; la aborrece y hará todo lo posible para que sus obras no salgan con él a la luz y para que estas malas obras, que sabe que son rechazadas y juzgadas por la luz, no sean reconocidas en su fealdad y reprendidas en la luz.
12. En esto, pues, consiste el verdadero juicio; pero lo que tú entiendes por juicio no es nada más que un castigo, consecuencia de un juicio ya existente.
La Sabiduría divina.
16. En esta carne humana.
17. Por carne aquí no se entiende la misma carne del cuerpo humano sino los deseos carnales del alma.
13. Si prefieres salir por la noche, este hecho ya es un juicio para tu alma porque quieres a la noche más que el día; pero si chocas contra algo o si te caes en un pozo, esto, por cierto, no es el juicio sino una consecuencia del juicio en el que ya te encuentras.
(Juan 3:21) Pero el que obra en la Verdad viene a la Luz, para que sus obras sean manifiestas, pues son hechas en Dios».
14. Si eres amigo de la Luz, de la Verdad divina, también actuarás en conformidad con ella y sentirás un vivo deseo de manifestar tus obras en plena luz ante los ojos de todos, ya que sabes que tus obras, realizadas en la Luz de la Verdad divina, son buenas y justas, y tienen su mérito.
15. Esta Luz se manifiesta en la fe del corazón. El verdadero amigo de la Luz la reconoce en seguida porque procede de ella, y no andará en la noche sino en el día.
16. Por consiguiente, el que cree en el Hijo del hombre, ya tiene la Luz y la Vida dentro de sí. Pero quien no cree, tiene el juicio dentro de sí, el juicio que es la misma falta de fe.
17. Supongo que ahora me habrás comprendido».
1. «Ahora todo me resulta comprensible», reconoció Nicodemo. «No obstante, falta todavía el tan extraordinario Hijo del hombre sin el cual tus sabias interpretaciones no tendrían valor alguno. ¿Para qué me sirve la fe o la mejor voluntad para creer en un Hijo del hombre que no existe? No es posible creer en él sólo con la imaginación. Dime, pues, dónde le puedo encontrar y ten por seguro que me acercaré a él con plena fe».
2. «Si Yo no hubiese advertido este detalle, no te habría dado todas estas explicaciones. Viniste de noche a visitarme y no durante el día aunque sabías de mis milagros. No viniste sólo durante la noche terrenal sino también en la noche de tu alma, ello explica que lo del Hijo del hombre no lo hayas comprendido aún.
3. Te digo: Si alguien va en búsqueda del Hijo del hombre y le busca de noche porque tiene vergüenza de hacerlo de día para no caer en descrédito, jamás le encontrará. Pero como sabio que eres, deberías saber que la noche terrenal, igual que la espiritual, no se presta a buscar ni a encontrar nada.
4. Mi consejo es: Ve a Juan que, a pesar de todo, ahora está en Ainón —cerca de Salim—, donde tiene agua para bautizar. Él mismo te dirá si el Hijo del hombre unigénito ya ha venido o no. Allí llegarás a conocerle».
5. «Por desgracia, querido Maestro, ¡esto me resulta totalmente imposible! Tengo mil obligaciones diarias de las cuales no me puedo desentender tan fácilmente. Debes pensar que en la ciudad y en sus cercanías habitan unas 800.000 personas incluyendo los extranjeros, y yo me tengo que ocupar de ellas. Además, me esperan obligaciones diarias en el Templo. En el caso de que no pueda tener la suerte de conocerle aquí en Jerusalén, me temo que tendré que renunciar a ello. Ese viaje me costaría por lo menos tres días.
6. Por tanto, tendrás que admitir mis disculpas por no poder seguir tu consejo. Sin embargo, siempre que vengas con tus discípulos a Jerusalén, ven a morar en mi casa, que fácilmente da alojamiento a más de mil personas. Está situada en la plaza de David. En cuanto vengas, estaré exclusivamente a tu disposición. Si precisases de algo, avísame y lo tendrás.
7. Pues mira, ¡ha habido un gran cambio dentro de mí! Querido Maestro, te amo más que a todo lo que antes me parecía precioso y es como si este amor me dijese que Tú mismo eres Aquel por quien me querías mandar a Ainón para que Juan me hablase de Él. Es posible que mi sentimiento me engañe, pero sea como sea, te amo con todo mi corazón. Dímelo, por favor, ¿este sentimiento de mi corazón sobre Ti es cierto?».
8. «Aún habrás de tener un poco de paciencia. Pero dentro de poco volveré y seré tu huésped. Entonces llegarás a saberlo todo.
9. Pero sigue los impulsos de tu corazón que te dirán más que los cinco libros de Moisés y todos los profetas. Puesto que no hay nada verdadero en el hombre sino el amor, acércate al amor y andarás en el día.
10. Pasemos a otro asunto: Después iré a Judea para anunciar el Reino de Dios. Tú eres prefecto de esa región. Te pido, no por Mí sino por mis discípulos, que me des un salvoconducto como los hay entre los judíos por la ley de los romanos, con el fin de que puedan pasar libremente de una ciudad a otra. Me sería fácil viajar entre legiones y sin dificultades, sin embargo, no quiero causar disgustos y me sujeto a las leyes de Roma. Por esta razón, por favor, provéeme de un salvoconducto».
11. «Ahora mismo, querido Maestro, lo tendrás. Yo mismo lo voy a escribir y dentro de una hora te lo traeré, pues mi casa no está lejos de aquí».
12. Nicodemo salió rápidamente, volvió después de media hora con el documento en las manos y le bendije en el corazón. Se despidió de Mí con lágrimas en los ojos, repitiendo su invitación. Yo, entre tanto, le recomendé que conservara la limpieza en el Templo, lo que también me prometió. Ya era casi de día cuando nos separamos.
(Juan 3:22) Después de esto vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estaba allí con ellos, y bautizaba.
1. Cuando era ya de día, nos pusimos en camino hacia Judea. Era fácil atravesar Judea en unos pocos días.
2. ¿Qué hacía allí? El versículo ya lo dice: Estuve con mis discípulos, que en Jerusalén aumentaron en número, y bautizaba.
3. A todos aquellos que aceptaron mi Doctrina con plena fe, los bautizaba a la vista con agua y en secreto con el Espíritu eterno de mi Amor y Sabiduría, preparándoles de esta manera el camino para que pudieran volverse hijos de Dios. Mis acciones fueron anotadas, en parte, por los otros tres evangelistas, por lo que no hace falta repetirlas aquí. Principalmente llamé la atención sobre los defectos graves de judíos y fariseos, y alabé el amor a Dios y al prójimo.
4. Yo señalaba a los pecadores sus inclinaciones, les aconsejaba hacer penitencia, previniéndolos contra el peligro de una recaída en la doctrina de los fariseos y, como se trataba de un período bastante materialista, hice muchos milagros para sostener mi Doctrina. Y aumentó el número de mis discípulos.
(Juan 3:23) Y bautizaba también Juan en Ainón, cerca de Salim, donde había mucha agua, y venían, y eran bautizados,
(Juan 3:24) pues Juan no había sido puesto aún en la cárcel.
5. En este viaje por Judea pasé cerca del pequeño desierto de Ainón donde Juan bautizaba, encontrando allí las aguas necesarias, porque cerca de Betsaida el Jordán quedaba casi seco. Por esta razón Juan había cambiado el lugar de su acción. Pronunciaba allá sermones severos para que hicieran penitencia y bautizaba a todos aquellos que habían aceptado su doctrina.
6. Entre aquellos que habían ya aceptado mi Doctrina, muchos no estaban bautizados por Juan y me preguntaron si era necesaria esta ceremonia antes de aceptar mi Doctrina.
Yo les expliqué: «Solamente una cosa es imprescindible: actuar de acuerdo con mi Doctrina. Quien, entre tanto, desee sujetarse a esta purificación, mientras Juan pueda aún libremente actuar, tendrá sus beneficios».
Con estas palabras, muchos se fueron a Juan para que los bautizara.
(Juan 3:25) Y hubo una discusión entre los discípulos de Juan y los judíos (que venían de Mí) acerca de la purificación.
7. Entre tanto, los discípulos de Juan no comprendían cómo Yo también bautizaba con agua, ya que habían oído su testimonio de que Yo no bautizaría con agua sino con el Espíritu santo. Muchos judíos que ya eran discípulos míos, afirmaban que mi bautismo era el único verdadero porque, además de bautizar con agua como Juan, al mismo tiempo bautizaba con el Agua del Espíritu divino, abriendo así a los bautizados la posibilidad de volverse hijos de Dios.
(Juan 3:26) Y vinieron a Juan y le dijeron: «Rabí, Aquel que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio (de que iba a bautizar con el Espíritu Santo), está ahora bautizando (con agua) y todos van a Él».
8. Los discípulos de Juan le dijeron: «Mira, maestro, aquel mismo hombre que estaba contigo al otro lado del Jordán y de quien diste testimonio que iba a bautizar con el Espíritu santo, está ahora cerca de aquí y bautiza con agua, ¡igual que tú! ¿Cómo debemos entender esto? ¿Será Él realmente Aquél de quien diste testimonio?».
9. Juan les respondió: «Id y preguntadle: “¿Eres Tú Aquél que debe venir o debemos esperar a otro?”. Prestad bien atención y después me decís su respuesta. Luego os daré una explicación completa».
10. En seguida algunos discípulos de Juan vinieron a preguntarme lo que Juan les dijo. Les di la respuesta bien conocida: Que volvieran a Juan para decirle lo que vieron, es decir; los ciegos vuelven a ver, los cojos andan, los sordos oyen y los pobres reciben el Evangelio del Reino de Dios. Y añadí que será feliz todo aquel que no se canse de Mí.
Con estas noticias los discípulos volvieron a Juan y le transmitieron todo lo que habían visto y oído.
(Juan 3:27) Respondió Juan y dijo: «No puede el hombre tomar nada si no le fuera dado por Dios.
1. Juan no se desconcertó y dijo a sus discípulos: «Vislumbro lo siguiente: Un hombre no puede tomar nada, sobre todo tratándose de algo espiritual, si no lo hubiera recibido antes del Cielo. Si ese hombre extraordinario que se dejó bautizar por mí al otro lado del Jordán, sobre el que vi descender al Espíritu santo de la misma manera que una paloma desciende a su nido, y de quien di testimonio, fuese un hombre normal, no habría podido tomar lo que tiene. Pero Él es más que un hombre ordinario, y aparentemente tiene el Poder de recibir del Cielo y de guardar lo recibido, o de darlo a quien quiera. Y yo pienso que todo lo que nosotros tenemos lo hemos recibido de su Gracia; por tanto, es imposible prescribirle qué y cómo actuar. Él da y nosotros recibimos de Él. Él tiene el bieldo en su mano, aventará su era como le parezca bien y recogerá su trigo en su granero. Sin embargo quemará la cizaña en el fuego eterno y de la ceniza hará lo que sea su Voluntad.
(Juan 3:28) ... Vosotros mismos sois testigos que dije: Yo no soy el Mesías, sino que he sido enviado antes de Él...
2. Vosotros mismos sois testigos que ante los sacerdotes y levitas que vinieron a verme desde Jerusalén, dije que yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado antes de Él. ¿Cómo podría yo entonces poner reparos a que Él, teniendo su propio bieldo en la mano, esté haciendo lo que le parezca bien? Si Él limpia su era como le parece bien, ¿cómo vamos a darle preceptos?
18 ' 19 20 21
Al igual que la tierra cultivable es de Él, también el trigo y la cizaña , y suyo es el granero y el fuego22. que jamás se extinguirá.
(Juan 3:29) ... El que tiene esposa es el esposo; más el amigo del esposo, que le acompaña y le oye, se alegra grandemente de oír la voz del esposo; así pues mi gozo está cumplido...
3. El que tiene la novia23. es el auténtico novio. El amigo del novio está a su disposición y le escucha, y se alegra mucho de oír la voz del novio. Y ved, esta misma alegría es la mía. Cuando viene el Señor mismo, la misión del mensajero es anunciar su Venida y, una vez Él haya llegado, el mensajero ya no sirve para nada».
(Juan 3:30) ... Preciso es que Él crezca y yo mengüe...
4. «Ésta es la razón por la que yo tengo que menguar; pero Él, siendo el Señor, tiene que crecer24.. Desde que vine como mensajero, vosotros sois mis discípulos. ¿Quién de entre vosotros podría decir que me haya vanagloriado de ello? Siempre conservé la gloria justa para aquel que la merece. Si testimonié no merecer desatarle las correas de sus sandalias, no me vanaglorié sino que toda la gloria que la ceguera de los hombres quería atribuirme, se la di a Él. Por esto repito que mi misión está terminada. Por esta razón el mensajero25. tiene que disminuir y Él, como Señor26., tiene que crecer por encima de toda la carne.
(Juan 3:31) ... El que viene de arriba está sobre todos. El que es de la Tierra terreno es y habla de la Tierra; el que viene del Cielo sobre todos es...
5. Aquel que tiene el Poder de dar leyes está encima y aquel que tiene que obedecer está abajo. Se entiende que nadie puede ser de arriba si no procede de arriba. Aquel que realmente viene de arriba está encima de todos. Aquel que es de la Tierra no puede proceder de los Cielos y sólo le gusta hablar de cosas que sean procedentes de la Tierra. El Señor, procediendo de los Cielos, está encima de todos y, por consiguiente, puede hacer lo que le parezca bien... Él puede bautizar con agua, fuego y espíritu porque todo es de Él.
6. Supongo que, a pesar de todo, Él no bautiza con agua sino solamente con el fuego del espíritu. Sin embargo sus discípulos, bautizarán antes con agua, de la manera como yo lo hago. Pero este bautismo en el agua no tiene ningún valor para el hombre si no recibe después el bautismo del Espíritu divino.
(Juan 3:32) ... Y da testimonio de lo que ha visto y oído, pero su testimonio nadie lo recibe...
7. El agua limpia la piel de la suciedad de la tierra y sólo da testimonio del agua. Pero el Espíritu divino —y nadie más que el Señor mismo puede bautizar con él porque es su propio Espíritu— da testimonio de Dios y de aquello que solamente Él ve y oye en Dios en todo tiempo.
8. Pero, desgraciadamente, son pocos aquellos que aceptan este testimonio santo; porque lo que es lodo, sigue siendo lodo y no aceptará al Espíritu, a no ser que fuese primero pasado por el fuego y se volviera espíritu; pues un fuego adecuado aniquila todo excepto el espíritu que es un fuego potente. Por esta razón el bautismo en el Espíritu del Señor destruirá lo material de muchos, por cuyo motivo muchos tendrán miedo a aceptarlo.
18. El mundo.
19. Los hijos de Dios.
20. Los hijos del mundo o del diablo.
21. El Cielo.
22. El infierno.
23. La Sabiduría del Cielo.
24. En los corazones de los hombres.
25. La carne.
26. El Espíritu.
(Juan 3:33) ... Quien recibe su testimonio pone su sello dentro de sí, atestiguando que Dios es verdadero...
9. El que recibe este bautismo, admitiendo su testimonio santo, percibirá que Aquel que le bautizó con el Espíritu es Dios mismo y que nadie más que Él puede dar la Vida eterna. Me preguntaréis: “Pero ¿por qué sellar dentro de sí el testimonio de los Cielos dado por Dios?”.
Ya os dije: Lo que es lodo seguirá siendo lodo y el Espíritu seguirá siendo Espíritu. Si al hombre del mundo, en el fondo lodo, se le manifestase el Espíritu, ¿quién creerá que el Espíritu permanecerá en él sin guardarlo y sellarlo bien en su corazón?
10. ¿Acaso hay una vasija justa para medir el Espíritu distribuido, de manera que cada uno pudiera apreciar cuánto Espíritu ha recibido?
Como una tal vasija no existe, el hombre tiene que prepararla dentro de su corazón. Cuando el Espíritu se ha establecido en esta nueva vasija y en toda paz la llena por completo, entonces es, cuando el hombre de lodo empieza a darse cuenta de cuánto Espíritu ha recibido.
11. ¿Pero cuánto adelantaríais si llenarais un barril agujereado con agua del mar? ¿Podríais saber algún día qué cantidad determinada de agua habéis sacado del mar inmenso? Sin embargo, si el barril está bien hecho, bien sabréis cuánta agua habíais sacado. El agua del mar es una sola, y da igual dónde la saquéis, ya sea en pequeña cantidad o en cantidad grande. El que la saca, saca agua del mar auténtica y más tarde sabrá cuánta es.
(Juan 3:34) ... Porque Aquel a quien Dios ha enviado habla palabras de Dios, pues Dios no le dio el Espíritu con medida como a los hombres, sino se lo dio en toda plenitud...
12. Lo mismo pasa también con Aquel que vino de Dios para dar testimonio de Él y para hablar la pura Palabra divina. Él mismo es el mar inmenso27. y si Él transmite su Espíritu a alguien, lo hace con una medida que corresponde a aquella que existe en el hombre y no con la medida infinita que únicamente puede existir en Dios en toda su plenitud. El hombre que quiere guardar el Espíritu recibido, ha de cuidarse de no tener una medida defectuosa y tampoco debe dejarla abierta, la tiene que sellar muy bien.
13. Aquel a quien fuisteis a preguntar si es el Cristo, también es en apariencia un Hijo del hombre. Pero Él no ha recibido al Espíritu divino con medida de hombres sino con la medida infinita de Dios mismo y esto ya desde toda la eternidad; pues Él mismo es el mar infinito del Espíritu divino en sí. Su Amor es su Padre desde la eternidad, no fuera del Hijo del hombre visible, sino dentro de Él, que es el Fuego, la Llama y la Luz desde la eternidad.
(Juan 3:35) ... El Padre ama al Hijo y le ha puesto todo en su mano...
14. Este Padre ama mucho a su Hijo eterno. Todo el Poder está en las manos del Hijo y todo lo que tenemos en medida justa lo hemos recibido de su inmensa Plenitud. Por su propio Verbo Él mismo se hizo un hombre de carne y está ahora entre nosotros. Su Verbo es Dios, Espíritu y carne y lo llamamos “Hijo”. Por consiguiente, el Hijo es la Vida de toda Vida en sí, eternamente.
(Juan 3:36) ... El que cree en el Hijo tiene la Vida eterna, el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida sino que sobre él estará la cólera de Dios».
15. Quien, por tanto, acepta al Hijo y cree en Él, tiene la Vida eterna ya dentro de sí. Así como Dios mismo, en cada Palabra suya, es su propia Vida eterna y perfecta, así también lo es cada hombre que asimila y guarda su Verbo vivificador. Pero quien, a su vez, no acepta la Palabra divina por la boca del Hijo y, por tanto, no cree en Él, no podrá recibir la vida, ni tampoco verla o sentirla dentro de sí; no obstante, la ira de Dios, o sea el juicio de las cosas que no tienen vida salvo su existencia bajo la ley ineluctable, permanecerá sobre él mientras no crea en el Hijo.
27. El Espíritu divino.
16. Yo, Juan, os dije esto y os di un testimonio irrefutable. Con mis propias manos os limpié del lodo de la tierra. Id y aceptad su Palabra para que recibáis el bautismo con su Espíritu, porque sin este todos mis esfuerzos no valdrán para nada. ¡Muchas ganas tengo yo de ir con vosotros! Pero Él no lo quiere y, a través de mi espíritu, me revela que me quede; pues yo ya recibí en el espíritu lo que a vosotros todavía os falta».
17. He aquí el último y mayor testimonio de Juan referente a Mí.
18. El motivo por el que este testimonio no fue explicado en el Evangelio tan completo como aquí es porque en aquella época sólo fueron anotados los puntos principales. Además, había que evitar que lo Santo Vivo del Verbo fuese profanado. De modo que cada versículo del Evangelio es una semilla dentro de una cáscara que contiene el germen de su inmensa sabiduría y de la Vida eterna.
Cuarto capítulo del
EVANGELIO BÍBLICO DE JUAN
Conversación de los samaritanos.
Curación del hijo de un cortesano.
(Juan 4:1) Así, pues, supo el Señor que habían oído los fariseos cómo Jesús hacía más discípulos y bautizaba más que Juan.
(Juan 4:2) Aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos,
(Juan 4:3) abandonó la Judea y partió de nuevo para Galilea.
1. Después de este discurso de Juan, todos sus discípulos vinieron a Mí y el número de ellos aumentaba de día en día, casi de hora en hora. Después del bautismo aplicado por mis primeros discípulos, todos los que empezaban a creer en Mí, en el momento de imponerles mis manos, se llenaban según su fe de fuerza y de valor, y de un espíritu que los liberaba de cualquier miedo a la muerte del cuerpo.
2. Como muchos oyeron esto, a pesar de mi prohibición lo publicaban por donde iban, aunque muchas veces exagerando, de manera que en poco tiempo toda Judea conoció mis acciones. De día en día venían más judíos, siempre con deseos de ver milagros, y muchos se quedaban conmigo;
3. con el resultado inevitable que todo llegó a los largos oídos de los fariseos. Tantas eran las exageraciones que hasta algunos romanos empezaban a suponer que Yo era el mismo Júpiter o por lo menos un hijo suyo.
4. De modo que también los romanos empezaron a mandar mensajeros, aunque estos no encontraron lo que buscaban porque en tales ocasiones no hice milagros.
5. De estas exageraciones pronto surgieron una serie de evangelios falsos que desfiguraban el verdadero.
6. Los fariseos, estos jefes extremadamente envidiosos y maliciosos del Templo y de la Escritura, empezaban en secreto a tomar medidas para impedir mis actividades y las de Juan, bien para despacharnos disimuladamente de esta Tierra o, por lo menos, para encerrarnos en un calabozo perpetuo situado bajo tierra, como más tarde, por mediación de Herodes, lograron hacer con Juan.
7. No será preciso decir que estas malvadas intenciones no me podían ser desconocidas y, para evitar desordenes y espectáculos desagradables, me decidí a abandonar la Judea conservadora para dirigirme a la Galilea más liberal.
(Juan 4:4) Tenía que pasar por Samaria.
8. No era aconsejable ir directamente a Galilea, sino convenía pasar por Samaria que, con la ayuda de los romanos, hacía tiempo que se había liberado del clericalismo del Templo.
9. Por este motivo, a los ojos de los del Templo, los samaritanos eran el pueblo más blasfemo y despreciable del mundo. En cambio los servidores del Templo eran tan despreciados por los samaritanos que, para mostrar a alguien su desdén, le llamaban “fariseo del Templo”. Si, por ejemplo, en un altercado un samaritano decía a otro sin razones suficientes: “¡Fariseo, tú!”, entonces este inmediatamente iría al juez y frecuentemente el ofensor tenía que pagar indemnizaciones considerables por su imprudencia. Se comprende que no era aconsejable para los fariseos pisar tierra samaritana. Dicha situación resultaba muy favorable para nuestro viaje, pues en Samaria no seríamos perseguidos por los judíos del Templo.
(Juan 4:5) Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, próxima de la heredad que Jacob dio a José, su hijo.
10. El camino llevaba a la ciudad de Sicar, una ciudad que se encontraba cerca de una aldea muy antigua que Jacob y Raquel habían recibido como dote, incluidos los habitantes que eran todos pastores, y que luego habían dado a su hijo José como regalo natalicio. Sicar no era la capital de esta región, sin embargo, se encontraban allí muchos samaritanos acaudalados y también bastantes romanos ricos, pues estaba situada en un paraje muy bello y el clima era también muy sano.
(Juan 4:6) Y estaba allí la fuente de Jacob. Jesús, cansado del camino, se sentó sin más junto a la fuente; era como la hora sexta.
11. Desde Judea nos habíamos puesto en camino según la cronología de hoy a las cuatro de la mañana y, con una marcha casi forzada y sin ningún descanso, a las doce en punto, la sexta hora después de la salida del Sol, llegábamos al antiguo pozo de Jacob, distante unos cuarenta pasos de la aldea. Este pozo tenía una fuente muy buena y algunos árboles le daban sombra.
12. Como estábamos en pleno verano, hacía un día de mucho calor. De modo que hasta Yo me sentía físicamente muy cansado de tan largo viaje. Todos los que me seguían desde Galilea y ya desde Judea, buscaron unos sitios con sombra para el tan deseado descanso.
13. Hasta los discípulos principales como Pedro, mi Juan (el evangelista), Andrés, Tomás, Felipe y Natanael cayeron como muertos en la hierba. Solamente Yo me senté al lado del pozo; pues sabía que en seguida tendría la oportunidad para encontrarme con los samaritanos, en general algo testarudos, pero libres de prejuicios. Al mismo tiempo tenía bastante sed y estaba esperando a un discípulo que había ido a buscar una vasija.
(Juan 4:7) Vino una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Mujer, dame de beber».
(Juan 4:8) Pues, los discípulos habían ido a la ciudad a comprar provisiones.
1. Mientras estaba esperando inútilmente que me trajeran una vasija de la aldea, casi como llamada, vino una samaritana de Sicar con una vasija para llenarla con el agua fresca del pozo. Sin percatarse de mi presencia, llenó la vasija y la subió con una cuerda. Entonces me dirigí a ella, pidiéndole: «Mujer, tengo mucha sed, ¡dame de beber!».
(Juan 4:9) Dijo la mujer samaritana: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, mujer samaritana? ¡Porque los orgullosos judíos no se tratan con los samaritanos pobres!».
2. La mujer se sorprendió porque veía que Yo era judío y, tras un rato, me contestó: «¿Tú también serás uno del mismo grupo que encontré delante de la ciudad y que preguntó dónde se podía comprar algo de comer? Eran orgullosos judíos y tú también pareces serlo a juzgar por la ropa que llevas. Pero yo soy una mujer samaritana. ¿Cómo es posible que me pidas que te dé de beber? Verdad es que cuando vosotros los orgullosos judíos tenéis dificultades, entonces hasta una pobre samaritana os vale. En las demás ocasiones ni nos veis ni nos oís. ¡Ay!, si con esta vasija de agua pudiese ahogar a toda Judea, ¡sería un placer darte de beber de ella! De lo contrario prefiero verte morir de sed en vez de darte una sola gota de esta agua».
(Juan 4:10) Respondió Jesús y dijo: «Si conocieses el don de Dios y quién es Él que te dice: “Dame de beber”, tú le pedirías a Él y Él te daría a ti agua viva».
3. Dije Yo: «Como eres ciega en conocimientos, hablas de esta manera. Con conocimientos más inspirados reconocerías el don de Dios y a aquel que habla contigo y te dice: “¡Mujer, dame de beber!”. Caerías a sus pies, pidiéndole de su Agua verdadera y Él te daría Agua viva. Aquel que cree en mi Palabra, sobre su descendencia derramaré mi Espíritu, conforme se lee en Isaías cap. 44, 3».
(Juan 4:11) Ella le dijo: «Señor, no tienes con qué sacarla y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva?
4. Dijo la mujer: «Parece que conoces bien las Escrituras. Pero como no tienes vasija y tu mano no alcanza el agua del pozo, me gustaría saber cómo piensas conseguirla. ¿Tal vez me quieres dar a entender que deseas algo de mí? Aún soy bastante joven y tengo mis encantos, pues todavía no he cumplido treinta años. Pero un deseo de esta clase de un judío por una despreciable samaritana sería un verdadero milagro, ya que vosotros preferís a los animales antes que a seres humanos samaritanos.
(Juan 4:12) ... ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y del cual bebió él, sus hijos y sus rebaños?».
5. «¿Quién eres entonces, que hablas de esta forma conmigo? ¿Acaso pretendes ser más que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo del cual él, sus hijos y sus rebaños bebieron? Mira, yo soy una pobre mujer. Si fuese rica no vendría, con este calor, a buscar agua para beber. Con lo desgraciada que ya soy y, tú, judío, ¿aún quieres aumentar mi desdicha? Mira mi ropa que casi no llega a cubrirme el cuerpo y ve mi pobreza. ¿Cómo me exigirás que yo, mujer pobre y miserable, aún te pida que te sirvas de mí para tus placeres? ¡Qué horror, si tal fuese tu intento! Sin embargo, no das esta impresión y por eso no lo he dicho en serio. Pero, ya que empezaste una conversación conmigo, ¡explícame ahora el significado de tu Agua viva!».
(Juan 4:13) Respondió Jesús y le dijo: «Quien beba esta agua del pozo volverá a tener sed;
6. «Ya te dije que en lo que respecta a tus conocimientos estás ciega y no me comprendes. También te dije: Quien cree en mis Palabras recibirá las bendiciones del Agua viva. Llevo ya treinta años en este mundo y aún no he tocado a ninguna mujer; ¿cómo voy ahora a desearte a ti? Oh, ¡insensata y ciega! Y si hiciese algo contigo, seguro que volverías a tener sed y sentirías necesidad de beber agua para apagarla. Si Yo te ofrecí Agua viva, es claro que con ella deseaba apagar tu sed de una Vida eterna, ¡porque mi Palabra, mi Doctrina es esta Agua!
(Juan 4:14) mas el que bebiere del Agua que Yo le daré no tendrá jamás sed; pues el Agua que Yo le dé se hará en él una fuente que brote hasta la Vida eterna». Pues el que beba el agua natural de este pozo o de cualquier otra fuente, en breve volverá a sentir sed. Sin embargo, quien beba28. el agua espiritual29. que solamente Yo puedo dar, aquél, ya no tendrá sed eternamente. Pues, el Agua que Yo le doy se hará en él una fuente cuya agua llega a la Vida eterna.
8. Me consideras un orgulloso judío, pero soy pacífico con toda mi alma y profundamente humilde. Y esta misma humildad es lo que es mi Agua viva. Quien no se vuelve humilde como lo soy Yo, no tomará parte en el Reino de Dios, que ya vino al mundo.
9. El Agua viva que te ofrezco es el único y verdadero conocimiento de Dios y de la Vida eterna de Dios, emanando por lo tanto de Él, que es Vida de toda Vida, y entrando en los hombres donde se transforma en una fuente de vida inagotable, una vida que vuelve a afluir a Dios, ocasionando allí una Vida en plena libertad. Tal es el Agua que te estoy ofreciendo; ¿cómo has podido comprenderme tan mal?».
(Juan 4:15) Díjole la mujer: «Señor, dame de esa agua para que no sienta más sed ni tenga que venir aquí a sacarla».
10. Dijo la mujer: «Dame, pues, tal agua para que ya nunca jamás tenga sed y para que ya no tenga que venir aquí a sacarla de este pozo. Pues vivo al otro lado de la ciudad y el camino es muy pesado para mí».
(Juan 4:16) Jesús le dice: «Ve, llama a tu marido y ven acá».
11. Dije Yo: «Oh, ¡qué mujer más tonta eres! No sirve hablar contigo porque no tienes ni la menor idea de las cosas espirituales. ¡Anda, pues, a buscar a tu marido y tráele aquí, hablaré con él que me comprenderá mejor que tú! ¿No será como tú, que también quiera apagar su sed natural del cuerpo con el Agua espiritual de la humildad?».
(Juan 4:17) Respondió la mujer y le dijo: «No tengo marido». Díjole Jesús: «Bien has dicho: “No tengo marido”;
1. Contestó la mujer de manera respondona: «Pues, ¡no tengo marido!».
Con una sonrisa Yo le dije: «Es corta tu contestación, pero es correcta.
(Juan 4:18) Cinco maridos tuviste, y el que ahora tienes no es tu marido; en esto has dicho la verdad».
2. «Mira, hija mía, tuviste ya cinco maridos y como tu naturaleza no se correspondía con la de ellos, pronto cayeron enfermos y murieron; ninguno te sobrevivió más de un año. En tu cuerpo hay parásitos malignos y quien tenga algo que ver contigo, pronto morirá a causa de ellos. El hombre con el cual vives ahora no es tu marido sino sólo tu amante, para mala suerte de los dos».
(Juan 4:19) Díjole la mujer: «Señor, veo que eres profeta.
3. La mujer se asombró ante estas palabras mías, pero quiso disimularlo. A pesar de todo, después de un rato, dijo: «Señor, veo que eres un profeta. Como sabes tantas cosas, ¿conoces también un remedio que me cure?
28. Quien en plena fe acepta en su corazón...
29. Mi Doctrina.
(Juan 4:20) Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que
Jerusalén es el sitio donde hay que adorar a Dios. ¿Cuál es el que vale ante Dios?».
4. Claro está que en mi caso solamente Dios me puede ayudar. Pero ¿cómo y dónde hay que adorarle para que me cure? Nuestros padres dicen que a Dios se le debiera adorar en el monte Garicim, donde los primeros patriarcas ya le adoraron. Pero vosotros decís que hay que adorarle en Jerusalén. Como Tú aparentemente eres un profeta, dime, por favor, cómo y dónde se tiene que adorar a Dios con eficacia. Mira, aún soy joven y dicen que soy muy bonita, pero sería horrible si estos parásitos me comiesen viva. ¡Ay, qué desgraciada soy!».
(Juan 4:21) Jesús le dijo: «Créeme, mujer, que es llegada la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
5. Dije Yo: «Mujer, conozco bien tu pobreza, tus sufrimientos y tu organismo enfermo. Sin embargo, también sé que aunque tu corazón no es justamente el mejor, tampoco es de los malos, y ésta es la razón por la que ahora estoy hablando contigo. Pues mientras el corazón sea por lo menos medio bueno, aún hay salvación. Pero no debieras tener ninguna duda de cómo adorar a Dios digna y eficazmente.
6. Mira, Yo te digo y créeme: La hora ha llegado en que para adorar al Padre ya no iréis al monte Garicim, ni a Jerusalén».
7. «Ay de mí y de todo el pueblo, ¿qué será entonces de nosotros?», exclamó la mujer asustada. «Tanto los judíos como nosotros, ¡qué horrorosamente debemos haber pecado! Pero ¿por qué esta vez Jehová no nos mandó un profeta que nos advirtiese? ¿De qué puede servirnos todavía que Tú hayas venido como profeta y nos digas que en el futuro ya no se adorará a Dios ni en el Garicim, ni en Jerusalén? ¿No será que Dios va a abandonar su antiguo pueblo para tomar morada en medio de otro? ¡Por favor, dímelo para que pueda ir allí y adorarle como humilde penitente para que Él me ayude a mí, pobre y desgraciada, y para que no abandone por completo a mi pueblo!».
8. «Escucha bien y procura comprender lo que te digo: ¿Por qué tiemblas y tienes dudas? ¿Acaso piensas que Dios sea tan desleal en sus promesas como lo son los hombres entre sí?
(Juan 4:22) Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos. Entre tanto, la salvación viene de los judíos.
9. Aunque subáis al monte para rezar allí, no sabéis a quién estáis adorando. Lo mismo ocurre en Jerusalén; van al Templo y organizan un gran espectáculo, pero tampoco saben qué están haciendo y a quién están adorando.
10. Sin embargo, Dios ya dijo por boca de los profetas que la Salvación no viene por vosotros pero sí por los judíos. Lee pues el tercer versículo del segundo capítulo del profeta Isaías y lo verás».
11. «Sí, sí, ya sé que allí está dicho que la ley viene de Sión y que está guardada en el arca. Pero ¿cómo puede ser que Tú digas: “... que ni el monte ni en Jerusalén”?».
(Juan 4:23) ... Pero ya es llegada la hora, y ahora es; cuando los verdaderos adoradores adorarán al padre en el Espíritu y en la Verdad, pues estos son los adoradores que el Padre busca;
12. «Aún no me has comprendido: Dios, el Padre desde la eternidad, no es un monte, ni un templo ni tampoco un arca y, por consiguiente, tampoco mora en un monte, ni en un templo ni en un arca. Por esto te dije: Vendrá el tiempo —y ya llegó— en el que los verdaderos adoradores adorarán a Dios en el espíritu y en la Verdad; pues, ¡así es cómo el Padre quiere que lo hagan!
(Juan 4:24) Dios es Espíritu, y los que le adoran han de adorarle en el Espíritu y en la Verdad».
13. Pues mira, Dios es Espíritu y los que quieren adorarle tienen que hacerlo en el espíritu y en la Verdad.
14. Y para esto no se precisa de una montaña o de un templo, sino nada más que de un corazón puro, amoroso y humilde. Si el corazón es lo que tiene que ser, un tabernáculo de amor a Dios, lleno de benignidad y humildad, entonces solamente está en él la Verdad auténtica. Y donde está la Verdad, también estarán la Luz y la libertad, pues la Luz de la Verdad libera los corazones. Una vez que el corazón sea libre también el hombre lo será.
15. Por lo tanto, aquél que ama a Dios así, es un verdadero adorador del Padre y, mientras sus oraciones vengan del corazón, Él siempre las oirá sin considerar el lugar de donde vienen; pues, ¡la Tierra es toda de Dios! Supongo que ahora me habrás comprendido».
1. «Señor, ahora sí, hablaste más claro», le respondió la mujer. «Pero dime, ¿ya se te ha pasado la sed y ya no quieres beber de la vasija de una pecadora?».
«Hija Mía, no te preocupes por esto, tú vales más para Mí que tu vasija y tu agua.
Cuando antes te pedí de beber no me refería a tu vasija sino a tu corazón donde hay un agua mucho más deliciosa que la de este pozo. Con el agua de tu corazón podrás también curar todo tu cuerpo, porque aquello que en ti me complace, te curará, si puedes creer profundamente».
2. «¿Cómo haré para poner el agua de mi corazón en mi pubis? Perdóname, Señor, si te hablo tan abiertamente; mira, soy una criatura miserable y la miseria no conoce la vergüenza; se conoce únicamente a sí misma y, cuanto más grande es, tanto más suelta es la lengua. Si no fuese tan miserable, de veras, ¡te ofrecería mi corazón! Pero Dios mío, Padre Santo, ¡ayúdame! Tan enferma como estoy, no puedo cometer más pecados de los que ya cometí. Y ofrecer un corazón tan impuro a un puro como debes serlo Tú, es seguramente el mayor pecado».
3. «Hija mía, no es sólo que tú me estés ofreciendo tu corazón, sino que Yo mismo lo tomé cuando te pedí el agua. Por lo tanto, estás haciendo muy bien al ofrecérmelo, porque Yo acepto también los corazones de los samaritanos. Haces bien si me amas; pues Yo ya te amé mucho antes de lo que tú puedas imaginarte».
4. Con estas palabras la hermosa mujer se puso colorada y, un poco confundida, dijo: «¿Desde cuándo me conoces? ¿Es posible que estuvieses ya en esta ciudad o en Samaria? En verdad jamás te vi. ¡Ay!, dímelo, ¿dónde y cuándo me has visto ya?».
5. «No aquí, tampoco en Samaria, ni tampoco en otro sitio; sin embargo, te conozco ya desde tu nacimiento y de mucho antes aún, y siempre te amé como a mi propia vida. Qué te parece esto, ¿quedas complacida con mi amor? Mira, ¿recuerdas cuando te caíste en un pozo a los doce años? El que te salvó fui Yo, pero tú no podías ver la mano que te subió. ¿Lo recuerdas bien?».
6. En este momento la mujer quedó totalmente confusa y no sabía qué contestar porque su amor aumentó visiblemente y su corazón era una llama viva.
7. Como necesitaba un tiempo para aclarar sus sentimientos, le pregunté si no sabía algo del Mesías que debía venir.
(Juan 4:25) Díjole la mujer: «Yo sé que el Mesías, El que se llama Cristo, ha de venir. En cuanto venga, ¿también nos hará saber todo lo que ahora me dijiste?».
8. «Señor, sabio profeta de Dios, sé bien que el Mesías prometido está para venir y que su nombre será Cristo», respondió la mujer con sus mejillas aún bastante rojas. «En cuanto Él venga, ¿anunciará lo que tú ya me dijiste? Pero ¿quién nos dirá cuándo y de dónde vendrá? ¿Tal vez Tú me pudieras dar detalles de la venida del Mesías? Le estamos esperando ya desde hace mucho tiempo, pero no se oye ni se ve nada de Él. ¿No nos puedes decir Tú cuándo vendrá para librarnos de nuestros enemigos y si, tal vez, tendrá misericordia incluso de mí y me curará si se lo pido?».
(Juan 4:26) Díjole Jesús: «Soy Yo, el que contigo habla».
9. Con palabras breves pero llenas de amor sincero dije a la mujer: «¡Soy Yo, El que está hablando contigo!».
(Juan 4:27) En esto llegaron los discípulos y se maravillaban de que hablase con una mujer; nadie, sin embargo, le dijo: «¿Qué preguntas?». O «¿De qué hablas con ella?».
1. La mujer se asustó profundamente con esta respuesta porque, justo en este momento, los discípulos volvieron con alimentos de la ciudad y se extrañaron al encontrarme hablando con una mujer. Pero no se atrevieron a preguntarme ni a mí ni tampoco a ella sobre lo que hicimos o hablamos. Los otros compañeros, incluso mi madre, estaban durmiendo profundamente, de tal manera que no había forma de despertarlos. Al fin, también volvió aquel discípulo que se había ido a la ciudad para buscar una vasija, aunque sin resultado.
Y este se disculpó: «Señor, en el pueblo habrá unas veinte casas, pero no hay ni una persona dentro de ellas y todas las puertas están cerradas».
2. «No te preocupes por eso», le respondí. «Pues en tal situación nos encontraremos con frecuencia, no sólo naturalmente sino más aún espiritualmente; y verás que llevados por la sed de nuestro amor y llamando a las puertas30. de los hombres, buscando una vasija para sacar el agua viva, encontraremos los corazones cerrados y vacíos».
3. El discípulo estaba emocionado y consternado a la vez: «Querido Maestro, es una desgracia, pero te he comprendido muy bien. Si es así, no haremos grandes progresos».
4. «No te equivoques, hermano. Mira esta mujer. Yo te digo: Hallar a un perdido vale más que encontrar a noventa y nueve justos, los cuales, según su conciencia, no precisan penitencia; pues, los sábados, en el Garicim, se imaginan que sirven a Dios. Además aquí quitan todas las vasijas en la víspera del sábado, a fin que nadie pueda sacar agua de este pozo para apagar la sed, lo que a los ojos de estos justos sería profanarlo. Oh, ¡qué estupidez más ciega la de estos justos! Mientras tanto, aquí hay una pecadora con una vasija para servirnos. A ver, quién es mejor, ¿ésta o los noventa y nueve santos del sábado en el Garicim?».
5. La mujer estaba compungida: «Señor, Hijo del Eterno, ¡aquí está mi vasija, servíos de ella, os la dejo aquí! Pero a mí, ¡permitidme que corra a la ciudad porque estoy vestida demasiado indignamente para vosotros!».
Y Yo le dije: «Hija mía, ¡ten salud y haz lo que te parezca bien!».
(Juan 4:28) Dejó, pues, su vasija la mujer, se fue a la ciudad y dijo a los hombres:
6. Llorando de alegría la mujer abandonó pozo y vasija y corrió a la ciudad, volviendo muchas veces su cabeza hacia atrás para saludar, porque me amaba profundamente. Medio sofocada, llegó a la ciudad y encontró algunos hombres paseando en grupos por las calles, como era costumbre los sábados.
Los hombres, bien conocidos de la mujer, le preguntaron bromeando: «Por qué corres tanto, ¿acaso hay algún incendio?».
La mujer los miró excitada: «¡Bromas aparte, nuestro tiempo se ha vuelto más serio de lo que os podéis imaginar!».
(Juan 4:29) «Venid a ver a un hombre que, al lado del pozo, me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será el Cristo, el Mesías prometido?».
7. Los hombres le cortaron la palabra y le preguntaron con curiosidad: «¿Qué es lo que hay? ¿No se estarán acercando enemigos a nuestro país? ¿O tal vez se aproxima una nube de langostas a nuestra región?».
8. La mujer estaba agotada: «Nada de esto. El asunto es mucho más extraordinario. ¡Escuchadme!
9. Hace una hora que fui al pozo de Jacob para buscar agua. Resulta que había un hombre junto a él. Después de haber llenado mi vasija sin percatarme de su presencia, fue cuando se dirigió a mí y pidió agua de mi vasija; pero se la negué, pensando que era judío.
10. Él, sin embargo, continuó hablando sabiamente conmigo como un Elías, diciéndome todo lo que hice en esta vida. Al fin llevó la conversación al Mesías y cuando le pregunté, cuándo, cómo y a dónde vendría, me miró con seriedad y, con una voz que me penetró los huesos, me dijo: “¡Soy Yo, el que ahora está hablando contigo!”.
11. Pero antes, cuando Él me dijo lo enferma que estaba, le pregunté si no sería posible curarme. Al fin me dijo: “¡Ten salud!”. Y todo mi mal se fue de mí como el viento, ¡de modo que ahora estoy totalmente curada!
12. Id, pues, y ved personalmente si es el verdadero Cristo, el Mesías prometido. Yo estoy absolutamente segura de que lo es, porque milagros mayores que los que Él hace, tampoco Cristo los podría hacer, caso que el hombre de al lado del pozo no fuese Cristo. Id, pues, ¡y convenceos vosotros mismos! Yo me voy corriendo a casa para cambiarme de ropa, porque vestida de esta manera no puedo presentarme ante Él. No hay duda que es más que un profeta y, según presiento, ¡Él es el verdadero Cristo!».
13. «Si fuese así, en verdad esta época sería de la máxima importancia», respondieron los hombres. «Nos tendremos que juntar todos y sería mejor si algunos de entre nosotros tuviesen buenos conocimientos de la Escritura. Es una lástima que nuestros sacerdotes en este momento estén todos en el Garicim. Tal vez podremos convencerle que se quede algunos días entre nosotros, para poder examinarle mejor».
(Juan 4:30) Salieron de la ciudad y vinieron a Él.
14. De esta manera se juntaron unas cien personas para ir a ver al Mesías.
(Juan 4:31) Entre tanto, los discípulos le rogaban: «Maestro, ¡come ahora!».
1. Entre tanto, mis discípulos me pidieron que comiera algo, porque sabían que Yo no tomaría alimento alguno mientras alguien necesitara de mí. Como me querían, temían que pudiese caer enfermo por no comer. Bien sabían que Yo era Cristo, sin embargo, a mi cuerpo físico lo consideraban débil como a cualquier otro cuerpo.
(Juan 4:32) Díjoles: «Yo tengo una comida que vosotros no conocéis».
2. Los miré con amor sincero y les dije: «Queridos amigos, tomaré un alimento del cual vosotros no sabéis nada».
(Juan 4:33) Los discípulos se decían unos a otros: «¿Acaso alguien le ha traído de comer?».
3. A esto los discípulos se miraron y se preguntaron entre ellos: «¿Acaso alguien le ha traído algo de comer? ¿Qué clase de alimento podría ser? ¿Quizá ya se lo ha comido? Pues no se ve nada, excepto la vasija que todavía está llena de agua. ¿Tal vez ha transformado el agua en vino?».
(Juan 4:34) Jesús les dijo: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra.
4. «¡No os imaginéis tantas insensateces!», les dije. «¡Frecuentemente habréis visto que a vosotros nunca os dejé servir por separado! No os estoy hablando de un alimento natural sino de uno digno del Espíritu que consiste en que Yo haga la Voluntad de Aquel que me envió para coronar su gran Obra. El que me mandó es el Padre de quien vosotros decís que es vuestro Dios, sin haberle conocido nunca. Yo, sin embargo, le conozco y realizo su Verbo. Y éste es el alimento que vosotros no conocéis. Escuchad bien: No sólo el pan, sino también cada buena obra y acción es un buen alimento, aunque no para el cuerpo sino para el espíritu.
(Juan 4:35) ¿No decís vosotros: “Cuatro meses más y llegará la mies”? Pues, bien, Yo os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están amarillos para la siega.
5. Muchos de entre vosotros tenéis campos y diréis: “Cuatro meses más y llegará la temporada de la cosecha, y tendremos que volver a casa para cosechar”. Sin embargo, Yo os digo: Alzad vuestros ojos más alto y veréis que los campos ya están ahora para empezar la cosecha. Pero Yo no me refiero a estos campos naturales sino al campo inmenso que es el mundo, donde se encuentran los hombres como el trigo maduro que debe ser cosechado y recogido en los graneros de Dios.
(Juan 4:36) El que siega recibe su salario y recoge el fruto para la Vida eterna, para que se alegren juntos el sembrador y el segador.
6. Mirad, una cosecha tal es una verdadera labor y esta labor es un verdadero alimento para Mí y también para vosotros. Quien en este campo es un buen segador recogerá el fruto verdadero de la Vida eterna, para que con la cosecha recogida haya alegría común entre el sembrador y el segador.
(Juan 4:37) Porque en esto es verdadero el proverbio: “Que uno es el que siembra y otro el que siega”...
7. Porque después de la cosecha tanto el sembrador como el segador comerán del mismo fruto y del mismo pan de la vida. Así el antiguo proverbio se confirma.
8. ¡Mirad la muchedumbre que viene de la ciudad para ver al Mesías! Esta gente es el trigo maduro que en realidad debiera ya haber sido segado. Os lo digo con gran alegría: ¡Habrá buena cosecha! Pero aún hacen falta muchos segadores; ¡pedid al Señor de la cosecha que envíe más segadores!
(Juan 4:38) Yo os envié a segar lo que no trabajasteis; otros lo labraron y vosotros entrasteis en su labor».
9. Os he aceptado y con esto, ya os mandé, en el espíritu, a segar lo que no trabajasteis, porque otros lo trabajaron y vosotros entrasteis en su trabajo, mucha razón para consideraros sumamente dichosos; pues aquel que siembra está todavía lejos de la cosecha, pero aquel que siega ya tiene el fruto de su trabajo ante sí, lo que es el nuevo pan de la vida. Por tanto, ¡sed segadores activos, porque vuestros esfuerzos serán más bienaventurados que los del sembrador!».
10. La mayor parte de los discípulos comprendieron bien esta enseñanza, y en seguida empezaron a anunciar a los samaritanos mi Doctrina del amor a Dios y al prójimo, y que Yo era el verdadero Cristo.
11. Otros, sin embargo, un poco lentos en la comprensión de sus corazones, se acercaron y me preguntaron en voz baja: «Señor, ¿de dónde vamos a sacar las hoces?, además, ¡hoy es sábado!».
12. A eso les respondí: «¿Acaso os mandé segar los campos de cebada de aquí? Oh, ¡estúpidos! ¿Cuánto tiempo aún os tendré que soportar? Escuchadme, pues:
13. Mi Verbo del Reino de Dios, primero manifestado en vuestros propios corazones y desde allí por medio de vuestras lenguas llevado a los oídos y a los corazones de vuestros prójimos, es la hoz espiritual que Yo os doy para recoger a vuestros prójimos y hermanos en el Reino de Dios, o sea, en el reino del verdadero conocimiento de Dios y la Vida eterna en Dios.
14. Realmente, hoy es sábado. Pero el sábado es absurdo e insensato como los son vuestros corazones. Respetáis el sábado porque corresponde a los conocimientos de vuestros corazones. Pero Yo, el Señor del sábado, os digo:
15. Si queréis ser auténticos discípulos míos y permanecer tales, quitaos lo antes posible dicho sábado de vuestros corazones. Todos los días estamos dispuestos a trabajar y, cuando el Señor del sábado trabaja, sus siervos no debieran estar con las manos cruzadas.
16. Pues, ¿no proyecta el Sol diariamente sus rayos sobre la Tierra, aunque sea sábado? Si el Señor del Sol y del sábado descansase los sábados, ¿estaríais satisfechos con tales sábados totalmente oscuros? ¿Comprendéis lo insensatos que sois? Así que levantaos y haced lo que Yo y mis discípulos estamos haciendo. De esta manera celebraréis el sábado de manera viva y verdadera».
17. Tras estas palabras también los discípulos algo más flojos se dirigieron a los samaritanos y les enseñaron lo que sabían de Mí.
(Juan 4:39) Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él por la palabra de la mujer, que daba testimonio: «¡Me ha dicho todo cuanto he hecho!».
1. Y así transcurrió el día y, desde el principio, muchos creyeron en Mí por el testimonio de la mujer que con palabras llenas de entusiasmo supo relatar cómo Yo le había dicho todo lo que ella había hecho; luego creyeron muchos por lo que mis discípulos les dijeron. Sin embargo, los que más firmemente creyeron fueron aquellos samaritanos que estaban tan cerca de Mí que podían oír mis propias palabras.
2. Entre ellos había algunos bien informados sobre la Escritura que afirmaban: «Este habla como David en los salmos: “... Los preceptos del Señor son rectos y alegran el corazón, y los mandatos del Señor son limpios e iluminan los ojos. El temor del Señor es puro y permanece por siempre. Los juicios del Señor son verdad y del todo justos, son más estimables que el oro acrisolado, más dulces que la miel. Cumplir con tu Voluntad, Señor, es un placer, y tu ley está en mi corazón. Predicaré tu Justicia a todo el pueblo. Señor, no pueden callarme, y Tú lo sabes. Tu Justicia no la guardo sólo para mí en mi corazón. Hablo de tu Verdad y de la Salvación por Ti. No disimulo tu bondad y tu fidelidad ante la muchedumbre...”. Sabemos bien, y éste es nuestro testimonio lleno de verdad y fuerza, que Aquél que habla y actúa como David, lo hacía antes de él y en su nombre, es el verdadero Mesías prometido. Pues ¡a Éste queremos aceptar con toda entrega!».
(Juan 4:40) Así que vinieron a Él, le rogaron que se quedase con ellos; y permaneció allí dos días.
3. Después que los samaritanos dieran así testimonio de Mí entre ellos mismos, se me acercaron aún más con toda veneración y me rogaron que me quedase con ellos, diciéndome:
«Señor, que eres el verdadero Cristo, quédate con nosotros, porque en Jerusalén encontrarás poca aceptación. Al contrario, habrá mucha incredulidad y te perseguirán con toda clase de trampas. Pues, cosa peor que un fariseo no existe en todo el mundo, ni por tierra, ni por mar. Entre nosotros, sin embargo, siendo aquel que Moisés, David y los profetas nos prometieron, eres admitido como mereces».
4. Les respondí: «Queridos hombres de Sicar, estoy muy contento de haber hecho tan buena cosecha en vuestro campo. Sin embargo, no sería justo por mi parte quedarme con los enfermos que curé y olvidarme de los muchos otros que me necesitan. Me quedaré dos días con vosotros y al tercero iré hacia Galilea».
5. La samaritana, ahora bien vestida, también estaba entre aquellos que creían firmemente en Mí y les dijo: «Queridos amigos, ¿al fin me admitiréis entre vosotros? Yo fui quien os mostró el camino hacia aquí, cuando vosotros, burlándoos, me preguntasteis si había algún incendio».
6. «El Señor te ha aceptado antes que a nosotros», dijeron los samaritanos. «Por ello también te aceptamos entre nosotros con toda honra. Pero ahora ya no creemos debido a tus palabras. Pues, le hemos escuchado con nuestros propios oídos y hemos visto que Él es realmente Cristo, el Salvador del mundo. Ya no podrás hacernos más fieles de lo que ahora somos. Sin embargo, serás aceptada entre nosotros con todos los honores, si ya no pecas más».
7. «Desgraciadamente tenéis un juicio erróneo sobre mí, porque nunca he pecado tanto como pensasteis. Antes de estar debidamente casada, mi cuerpo nunca fue tocado por hombre alguno. Una vez casada con un hombre, vivía con él con todo orden, como convenía a una mujer. No tengo yo la culpa de mi falta de fertilidad y del hecho que cada uno de mis cinco maridos fueran muriéndose después de haber gozado conmigo, sino quizás los que me dieron esta carne tan nefasta para un hombre. Después de quedar viuda cinco veces y pasar grandes sufrimientos, decidí no volver a casarme nunca más. Sin embargo, como sabéis, tras pasar un año vino a Sicar un médico con hierbas, tinturas y ungüentos y curó a mucha gente. También yo acudí a él, empujada por mis males, a ver si me podía curar.
8. Así que me examinó y me dijo: “Mujer, daría un mundo entero si me fuese posible curarte porque jamás vi una más hermosa que tú. Pero aunque no pueda curar tu mal, sí puedo aliviar un poco tus sufrimientos”.
Vino, pues, a morar en mi compañía, dándome diariamente desde entonces los remedios necesarios y preocupándose por mí. Y al contrario de lo que parece que pensáis de nosotros, ¡nunca tocó mi cuerpo enfermo con la intención de abusar!
9. Dios sabe que tanto vosotros como yo somos pecadores. Sin embargo no me considero ante vosotros pecadora tan despreciable como a vosotros os complacía considerarme. ¡Y ahora preguntadle a Él mismo que está sentado aquí al lado del pozo de Jacob, El que antes me dijo todo lo que hice, y Él mismo os dirá hasta donde merezco el nombre de pecadora pública que me atribuís».
10. Entonces los samaritanos abrieron los ojos, se miraron entre sí y dijeron a la mujer: «Bien, bien, no te ofendas... Tampoco lo hemos dicho tan en serio. ¿Sabes?, te nombraremos ciudadana de honor de Sicar. ¿Te enojarás por ello?».
11. «Oh, ¡no os preocupéis por el honor de una pobre mujer! Ya tomé para mí el mayor honor».
12. «¿Cómo es esto? No sabemos nada de ningún honor que la ciudad te haya otorgado. ¿De dónde lo sacaste?».
13. Con lágrimas de verdadero amor y sentimientos de gratitud, la mujer apuntó hacia Mí: «¡Aquí está! Él es mi único honor, un honor que ni vosotros ni el mundo entero me puede quitar, pues Él mismo me lo dio y de Él lo tomé. Sé perfectamente que en manera alguna tengo méritos para coger honores de Él, del Señor de toda la Gloria. Pero Él me los dio antes que a vosotros y yo os llevé la noticia a vosotros que antes no le conocíais. En esto os aventajo a todos y esto es un honor justo que vale para toda la eternidad. Vuestro honor sólo sirve temporalmente y sólo para Sicar. Así que teniendo el honor eterno puedo pasar bien sin el vuestro. Espero que ahora entendáis cómo y de dónde he tomado el mayor honor justo».
14. «Pero ¿qué privilegio ves en el hecho de haberle encontrado, por casualidad, antes que nosotros? Ahora nosotros también le hemos encontrado y le alabamos en nuestros corazones, como tú. Y Él nos prometió, como también a ti, permanecer dos días más en nuestra ciudad. Dadas estas circunstancias, ¿dónde ves un honor especialmente tuyo?».
15. «Queridos amigos de Sicar, si yo quisiera discutir con vosotros, nunca acabaríamos. Os dije la verdad y no hace falta repetírosla. Muchos de entre vosotros han estudiado la ley romana y dicen que es una ley sabia. Comprendo la lengua romana y leí lo siguiente: ¡Primo occupanti jus! La primera fui yo y vosotros no me podéis quitar mi justo derecho».
16. Ante esto los samaritanos se callaron. No sabían qué contestar porque la mujer había encontrado su punto débil. Pues, sólo para apartarse aún más de los judíos, eran buenos amigos de los romanos y apreciaban mucho la sabiduría y el orden de la ley romana. Por el mismo motivo también hablaban generalmente romano entre ellos.
1. Ya anochecía y todos los que me acompañaron desde Judea, que estaban durmiendo, empezaron a despertarse uno tras otro, asombrados de que el día ya hubiese terminado. Me preguntaron entonces lo que debían hacer, si buscar un albergue o si Yo pensaba seguir adelante para aprovechar la noche fresca.
2. Les respondí: «Cuando los hombres duermen, el Señor sigue despierto y cuida de todo. Los que están con Él no tienen que preocuparse de nada sino de permanecer con Él. ¡Levantaos, pues, para que vayamos a la ciudad de los samaritanos! Encontraremos un buen albergue para todos. Esta mujer aquí presente que a mediodía nos negó el agua, tiene una casa espaciosa y pienso que no nos negará su morada por dos días».
3. A estas palabras mías la mujer cayó de rodillas ante Mí, sollozando de amor y alegría: «Oh, Señor, mi Salvador, una pecadora como yo, ¿cómo llegué a esta Gracia?».
4. «Me acogiste en tu corazón que es mucho más precioso que tu casa; por tanto, creo que también me acogerás en ella que, igual que este pozo, fue construida por Jacob para su hijo José. Ocurre que somos muchos y por dos días tendrás bastante trabajo. ¡Pero también tendrás una buena recompensa por todo ello!».
5. «Señor, aunque fueseis diez veces más, os alojaría a todos, según mis posibilidades. Mi casa, aunque sea ya muy vieja y defectuosa, tiene muchas habitaciones limpias y arregladas conforme puedo. Está habitada solamente por mí, mi médico y algunos criados suyos. Pero te digo, Señor, la casa es Tuya y únicamente Tú eres el propietario legal de ella, pues, Tú tienes el derecho más antiguo. ¡Ven, oh Señor, ven a tu casa, que es Tuya para siempre con todo lo que contiene!».
6. «Hija Mía, tu fe es inmensa y hermoso es tu corazón. Por esto serás mi discípula para siempre y donde se publique este Evangelio, sea donde sea, tú serás mencionada por toda la eternidad».
7. Oyendo estas palabras, los samaritanos se escandalizaron bastante. Algunos se acercaron a Mí y me dijeron: «Señor, también nosotros tenemos casas y hubiese sido más decente que Tú hubieses tomado morada entre nosotros, porque la casa de esta mujer tiene muy mala fama y, además, toda ella no es más que una ruina».
8. A eso les contesté: «Lleváis tres horas conmigo y me habéis conocido bien. Ya es de noche, pero ninguno de vosotros nos ofreció su casa, pese a que Yo cedí a vuestro deseo de quedarme dos días más en vuestra ciudad.
9. Yo, mientras tanto, observé el corazón de esta mujer y vi su ansiedad por que aceptase su hospedaje. De modo que no fui Yo quien le pedí hospedaje en su casa, ¡sino el corazón de ella el que me lo ofreció! Como ante vosotros este corazón no se atrevía a expresar su deseo abiertamente, me anticipé y le pedí que me diera lo que tan amorosamente y lleno de anhelo y disposición deseaba darme.
10. Éste es el motivo por el cual me hospedaré con mis discípulos durante dos días en la casa de esta mujer. Felices aquellos que no se escandalicen por esto.
11. Escuchadme bien: Como sembréis, cosecharéis. Quien siembra con mano mezquina, también cosechará con escasez; quien, sin embargo, siembra con largueza, recogerá en abundancia. ¡Ninguno de vosotros nos ofreció nada, ni a Mí ni tampoco a mis discípulos, mientras que esta mujer, todo lo que posee, me lo ofreció en propiedad! ¿Quién de entre vosotros me ofreció algo como ella? ¿Acaso os parece injusto que le conceda este honor ante vosotros? Os diré una cosa: Quien se escandalice por ello, se perjudicará a sí mismo».
12. Los samaritanos se miraron los unos a los otros, porque poco a poco este asunto empezaba a molestarlos. Pero aun así pidieron permiso para visitarme al día siguiente.
13. «Ni os invito ni os exijo nada», les contesté. «Quien quiera venir libremente para estar conmigo, encontrará todas las puertas abiertas. Y quien prefiera quedarse en casa que se quede; pues, no obligaré ni tampoco juzgaré a nadie».
14. A eso los samaritanos se levantaron y se dirigieron hacia la ciudad. Permanecí allí todavía un rato, mientras la samaritana daba de beber a todos los que tenían sed.
1. Su médico, que antes también había salido para verme, volvió deprisa delante de todos para preparar con sus criados el mejor alojamiento posible y una buena cena para Mí. Cuál no sería su sorpresa cuando entró en la casa y todo lo que pensaba preparar ya estaba listo. Tanto, que con buen humor preguntó a sus criados quién les había mandado hacer todo eso.
Ellos le contestaron: «Un joven de figura maravillosa se nos acercó y nos dijo: “Haced esto, porque el Señor que vendrá a esta casa quiere tenerlo así...”. Con esta orden hicimos todo lo que el joven extraordinario nos encargó».
2. El médico estaba asombrado: «¿Dónde está ese joven extraordinario?».
«No tenemos ni la menor idea, porque después de dar las órdenes abandonó rápidamente la casa y no sabemos hacia dónde se fue».
«No os extrañéis, pues. A esta casa le está sucediendo una gran Gracia y todos vais a tomar parte en ella».
3. Entonces salió corriendo para avisarme que ya estaba todo preparado.
4. En medio del camino el médico dio con algunos ultramoiseístas que le abordaron y se quejaron: «Amigo, no estás haciendo bien al correr tanto en sábado. ¿Acaso ignoras que con esto se profana el día de Jehová?».
5. «¡Beatos de la letra de Moisés! Como el Sol ya se puso, no es sábado sino postsábado, y, ¿vosotros consideráis pecado que uno vaya un poco más deprisa? Pero si vosotros pecáis los mismos sábados en la carne con vuestras mujeres y abusáis deshonestamente de vuestras criadas. ¿Cómo llamáis a esto? ¿Acaso para esto instituyó Moisés un día consagrado a Jehová?».
«Si hoy no fuese sábado, te apedrearíamos por tu lengua demasiado suelta. Pero séate perdonado por esta vez».
«Se ve que vuestras ideas son bastante adecuadas para una época en la que el Mesías prometido se encuentra justamente delante de las puertas de Sicar. ¡Yo mismo correré ahora todo lo que pueda para avisarle que en su casa todo está preparado para su recepción! ¿Acaso aún no habéis oído lo que sucedió hoy delante de las puertas de nuestra ciudad?».
6. «Nos contaron que una caravana de judíos ha montado un campamento cerca del pozo de Jacob, y que uno de ellos, evidentemente el dirigente, pretende ser Cristo», explicaron los samaritanos. «Tú, que eres médico, ¿no te das cuenta de que los judíos nos quieren hacer una jugarreta? ¡Sería un Mesías ejemplar! ¿Piensas que no los conocemos? ¿Acaso no somos también de Galilea y vuestros hermanos en fe, y sinceros siervos de las leyes de Moisés? Como somos de Galilea, conocemos a este nazareno que es hijo de un carpintero. Como el trabajo ya no le gusta, se deja utilizar por los fariseos, aplicando algunas artes mágicas aprendidas y, por cuenta de los fariseos, se hace pasar como el Mesías. Y tontos como tú creen en sus palabras engañadoras. ¡Debieran ser apresados para darles una buena paliza y luego expulsarlos de aquí por la frontera como escoria!».
7. «¡Sois más que ciegos! En mi casa ángeles de Dios le están esperando y trajeron comidas, bebidas y lechos para Él, y vosotros no sabéis nada más que desataros en semejantes improperios. ¡Que el Señor os castigue por eso!».
8. Nada más pronunciar estas palabras, los diez peores de entre ellos se quedaron mudos durante los dos días de mi estancia en Sicar...
El médico los dejó atrás, volvió a Mí y me dijo: «Señor, tu casa está bien preparada. ¡Todo pasó de manera maravillosa! Pero en el camino hacia aquí di con algunos profanadores que se atrevieron a dar un testimonio inaudito sobre a Ti. Aunque pronto tu ángel les golpeó en la boca y todos menos dos se quedaron mudos. Los dos se asustaron tanto que huyeron. Todo esto, Señor, sucedió en media hora».
«Ten calma, porque todo esto tenía que suceder para que aquellos que ya creen en mi nombre no fuesen desviados. Ahora vamos, y tú, querida mujer de Samaria, no olvides tu vasija».
Una vez más la samaritana llenó su vasija y la llevó a casa. Así pasó la mitad del primer día cerca de Sicar; un día de cosecha abundante.
1. Mi discípulo Juan me preguntó: «Si te parece bien, anotaré esta noche todo lo que sucedió aquí».
2. «No todo, hermano Mío», le respondí, «sino únicamente lo que te indiqué que anotaras. Para anotar todo lo que sucedió y lo que todavía pasará durante estos dos días, necesitarías una gran cantidad de pieles. Y ¿quién leería y comprendería todo lo anotado? Sí sólo escribes los puntos principales, y eso en correspondencia acertada, los sabios leales a su manera sabrán deducir todo lo que aquí está sucediendo. Al mismo tiempo facilitarás tu trabajo. De todos modos serás reconocido como el primer escritor de mi Doctrina y mis acciones».
3. Juan, me abrazó y, en compañía de la mujer y del médico, nos dirigimos a la ciudad, a la casa de José.
4. Llegando allí, la mujer encontró unos preparativos para mi llegada como jamás hubiera podido imaginarse. Había una buena cantidad de mesas y sillas, y en cada mesa había lámparas de metales puros que daban una luz espléndida. En el suelo había numerosas alfombras preciosas y también las paredes estaban adornadas con ornamentos simétricos de flores. Y en vasos de cristal precioso resplandecía un vino delicioso, invitando a todos.
5. A la mujer le costaba comprender todo esto y, llena de admiración, al fin exclamó: «Pero Señor, ¿qué hiciste? ¿Acaso mandaste secretamente a tus discípulos para que lo arreglasen todo? ¿De dónde han podido sacar todo esto? Sé bien lo poco que tengo, pero plata y oro ¡nada!... Sin embargo, ¡aquí rebosa todo de estos metales! ¡Jamás vi un vaso de cristal como este y aquí veo más de cien, cada uno de los cuales costará más de treinta denarios! ¡El vino, la comida y la fruta! ¡Y tantas alfombras preciosas, cada una de las cuales valdrá una fortuna! Oh, Señor, ¡dime si Tú has traído todo esto contigo!».
6. «Mira, querida mujer, ¿no me dijiste allá, cerca del pozo, que esta casa es enteramente mía? Acepté tu regalo y como la casa ahora es mía ¿no sería ingrato por mi parte, siendo tú la donante, que te llevase a un lugar indigno? Mira, así como una mano lava a otra, aquí es lo mismo. Un honor exige otro. Tú me regalaste la casa de todo corazón como estaba antes. Yo, sin embargo, te la devuelvo como está ahora. Supongo que con este cambio quedarás bastante contenta. Pues, ¡Yo también tengo algo de gusto!
7. Y te digo: También esto, como todo, lo he aprendido de mi Padre. Pues las innumerables moradas de la Casa de mi Padre también están instaladas con un gusto extraordinario y con deliciosos adornos. Esto lo podrás ya inferir observando atentamente las flores de los campos, la más simple de las cuales está más deliciosamente adornada que Salomón con sus trajes de rey.
8. Si el Padre ya adorna así las flores aunque se sequen tan pronto, ¿cuánto más adornará su propia Casa que está en el Cielo? Y lo que el Padre hace, también lo hago Yo. Porque Yo y el Padre somos absolutamente Uno. Quien me acepta a Mí, también acepta al Padre, porque el Padre está en Mí como Yo estoy en Él. Quien me hace algo, también lo hace al Padre. Por tanto, no me puedes dar nada sin recibir una recompensa cien veces mayor. Y ya sabes todo lo necesario...
9. Ahora sentémonos a la mesa, pues hay muchos entre nosotros con buenas ganas de comer y beber. Una vez confortados, volveremos a continuar con este asunto».
10. Todos se sentaron en las mesas, dieron las gracias y se repusieron con comida y bebida.
1. Después de la cena la samaritana volvió a acercarse a Mí, pero no se atrevía a hablar; durante ella había estado conversando con los criados del médico para averiguar en qué forma todo había sido procurado de manera tan maravillosa.
Los criados le habían respondido: «Querida señora, esto lo sabe Dios, porque nosotros casi no hicimos nada. Cuando el médico vino, todo estaba ya preparado. Mucho antes de venir él, cuando estábamos ocupados con nuestros quehaceres, de repente se presentó un joven de una belleza fascinante y nos dijo que hiciésemos esto y aquello porque el Señor así lo precisaba. Nos pusimos a hacer todo lo que el joven extraño nos indicó. Sin embargo, qué cosa más rara, cuando queríamos hacer algo lo encontrábamos ya hecho. De modo que no te podemos decir otra cosa que: ¡Aquí ha obrado la Omnipotencia de Dios y el joven de blanco tenía que ser un ángel suyo! Pues, ¡no hay otra explicación! Aquel que contigo entró primero en el gran comedor, tiene que ser un gran profeta, pues las Fuerzas divinas le sirven».
2. Oyendo esto, la mujer perdió todo su valor y casi ni siquiera se atrevía ya a hablar.
Sólo después de haber pasado un rato, me preguntó en voz muy baja: «Señor, ¡Tú eres algo más que el Mesías prometido! ¡Infaliblemente fuiste Tú quien castigó al Faraón, quien sacó a los israelitas de Egipto y con voz de trueno les ordenó las leyes en el monte Sinaí!».
3. «Mujer, aún no ha llegado la hora para comunicar esto a los hombres. Por tanto, guárdalo de momento en tu corazón. Y ahora preocúpate de dar alojamiento a toda la gente que vino conmigo desde Judea; y solamente tú, el médico y mis discípulos nos quedaremos aquí. A la mujer que estaba sentada a mi lado y que es mi madre terrena, le darás la mejor cama, para que pueda descansar bien».
4. La samaritana estuvo muy contenta al conocer mi madre en aquella mujer tan poco llamativa y la trató con todo el cariño posible. María se lo agradeció y le recomendó hacer todo lo que Yo le dijera.
5. Cuando todo estaba en calma y la mujer, el médico y los diez discípulos se encontraban solos conmigo en la gran sala, me dirigí a los discípulos: «Os acordaréis de lo que os dije en Betania de Galilea cuando os convoqué como discípulos: De ahora en adelante veréis los Cielos abiertos y a los ángeles de Dios bajar a la Tierra; y mirad, esto se está cumpliendo ahora ante vuestros ojos. Pues todo lo que veis aquí y lo que comisteis y bebisteis no es de esta Tierra, sino que fue traído de los Cielos por los ángeles de Dios. ¡Ahora abrid vuestros ojos y mirad los numerosos ángeles que están aquí para servirme!».
6. Con esto se les abrió la visión espiritual y vieron una muchedumbre de ángeles descendiendo de los Cielos, preparados para servirme. En el momento que se les abrió la visión, las paredes de la casa desaparecieron y todos vieron los Cielos abiertos.
7. «Sí, Señor», exclamó Natanael. «¡Tú eres Verdadero y Fiel! Todo lo que dijiste se ha cumplido ahora maravillosamente. En verdad, en verdad, ¡Tú eres el Hijo de Dios vivo! Con Abraham, Dios habló por medio de sus ángeles. Jacob vio soñando una escalera en la cual los ángeles bajaban y subían; pero a Jehová no le vio, sino a un ángel que tenía el nombre de Dios escrito en su diestra. Y como Jacob discutió con él para saber si era Jehová o no, quedó cojo por un golpe que recibió. Moisés habló con Jehová, pero no vio más que fuego y humo, y tuvo que ocultarse en una cueva porque Jehová iba a pasar por allí; tenía prohibido mirar hasta que Jehová no hubiese pasado. Y cuando luego miró, no pudo ver sino la espalda de Jehová. Y después se tuvo que tapar la cara con un triple velo pues, ¡su rostro resplandecía más que el Sol y nadie podía verlo sin morir! Luego aún hubo Elías que percibió a Jehová como un delicado susurro. Y ahora... ¡Tú mismo estás aquí!».
8. En este momento Yo interrumpí el discurso de Natanael: «Vale, hermano mío, aún no ha llegado la hora. Solamente puede comprenderlo un alma pura como la tuya, sin falsedad ninguna. Pero guárdalo para ti mismo hasta que llegue la hora, porque no todos me siguen como tú.
9. Esta mujer no era como tú, pero ahora lo es. Por este motivo presintió lo mismo que tú has querido decir. Aunque la hora no ha llegado aún. Cuando el velo del Templo se rasgue, entonces podréis quitar por completo el triple velo de la cara luminosa de Moisés».
1. Juan me dijo: «Señor, esto sí lo tendré que anotar, pues es más que el milagro de Caná. Por una vez, ¡es una demostración cierta de donde vienes!».
2. «Esto déjalo también. Tu Evangelio es un testimonio para el mundo, el cual carece de la verdadera comprensión para entenderlo. ¿Para qué, entonces, molestarte en anotarlo? ¿Crees que el mundo lo creería? Mira, los que están aquí lo creen porque lo ven. Pero el mundo que está en tinieblas no creerá nunca lo que ha sucedido, porque la noche no puede imaginar las obras de la luz. Y si fueses a explicárselo se burlaría de ti. Anota para el porvenir todo aquello que estoy haciendo abiertamente ante el pueblo. Sin embargo, lo que estoy haciendo en secreto —aunque sean mayores milagros—, esto anótatelo bien en tu corazón pero no en las tersas pieles.
3. Vendrán tiempos en que todas estas cosas, ahora mantenidas en secreto, serán reveladas al mundo. Pero antes muchos árboles tendrán aún que dejar caer sus frutos verdes de las ramas. Pues los árboles han brotado en abundancia, pero apenas un tercio llegará a madurar. Y los dos tercios caídos serán pisados y tendrán que pudrirse y secarse para que luego la lluvia los disuelva y así vuelvan al tronco por este camino para el segundo nacimiento».
4. «Señor, esto es demasiado profundo», observó Juan. «¿Quién lo comprenderá?».
5. «Tampoco es preciso que lo comprendas; basta con que lo creas y me ames. La comprensión más profunda de todo esto ya vendrá cuando el Espíritu de la Verdad sea derramado sobre vosotros. Aunque antes, pese a tantos milagros como hice, muchos de vosotros aún se escandalizarán conmigo y ante mi nombre.
6. Todos vosotros todavía tenéis una idea equivocada del Mesías y de su Reino, y aún os costará mucho tiempo aclararos.
7. Porque su Reino no será un reino de este mundo sino del Espíritu y de la Verdad en el Reino de mi Padre que jamás tendrá fin. Quien sea admitido en este Reino, tendrá la Vida eterna que será una bienaventuranza que jamás nadie conoció».
8. Pedro, que andaba callado, me preguntó: «Señor, ¿quién estará preparado para una tal bienaventuranza?».
9. «Querido amigo, ya es tarde y nuestros cuerpos precisan descansar y reponer fuerzas para el trabajo de mañana. Por eso, acabemos el día por hoy. Que cada cual se retire y descanse bien, porque mañana será un día de mucho trabajo».
10. En este momento todos volvieron a su estado natural y cada cual volvió a ver las paredes de la sala, en cuyo fondo había muy buenos lechos. Los discípulos, algunos ya bastante cansados, lo agradecieron y se acostaron.
11. Solamente Yo, el médico y la mujer continuamos levantados. Cuando los discípulos estuvieron dormidos, ambos se arrodillaron ante de Mí y me agradecieron fervorosamente la gran Gracia que les había concedido a ellos y a toda la casa. Al mismo tiempo me pidieron permiso para poder seguirme.
12. Yo, sin embargo, les dije: «Esto no es necesario a causa de vuestra bienaventuranza. Pero como tenéis el deseo de seguirme, basta con que lo hagáis en vuestros corazones. Dentro de poco habrá muchos escépticos que se presentarán ante vosotros. Dadles buen testimonio de Mí.
13. Y tú, mi querido Joram, ¡desde ahora serás un médico perfecto! A quien tú impongas las manos en mi nombre, por enfermo que esté, inmediatamente mejorará. Por otro lado os debéis unir en un matrimonio perfecto e indisoluble; de no ser así vuestra convivencia sería un escándalo para los ciegos que sólo ven lo exterior y que no tienen ninguna idea de lo interior.
14. Tú, Joram, ya no has de temer a Irhael; ahora está bien de salud, en cuerpo y alma. Y tú, Irhael, en Joram tienes un marido de los Cielos para que seas absolutamente feliz con él; pues, no es un espíritu de la Tierra sino que viene de las Alturas».
15. La samaritana me dijo agradecida: «Oh, Jehová, ¡qué bueno eres! ¿Cuándo, según tu Voluntad, nos uniremos ante el mundo?».
16. «Yo ya os uní y esta unión es la única que tiene valor, tanto en los Cielos como en la Tierra. Y os digo que desde Adán no ha habido sobre esta Tierra una unión matrimonial más perfecta que la vuestra de ahora, que Yo mismo bendigo.
17. Mañana por la mañana se presentarán ante vosotros muchos sacerdotes y otra gente de esta ciudad. Decídselo a ellos, para que sepan que ahora sois un matrimonio legítimo ante Dios y ante el mundo. Si de esta unión os vienen hijos, educadlos de acuerdo con mi Doctrina. Bautizadlos en mi nombre, como mañana veréis bautizar a muchos de mis discípulos, de la misma manera que lo hace Juan al lado del Jordán. De modo que mañana, mi querido Joram, te daré el poder de bautizar a cada uno de los que crean en mi nombre.
18. ¡Ahora id también a descansar! Pero mientras Yo permanezca en esta casa, no os aproximéis todavía el uno al otro. Durante estos dos días no os preocupéis ni de la mesa ni de la bodega; porque, como hoy, todo eso vendrá de los Cielos. Mientras tanto no lo comentéis antes de su tiempo debido porque nadie lo creería. En cuanto Yo me haya ido de este lugar, podréis comunicarlo a aquellos que estén un poco más iluminados. Ahora descansad. Yo me quedaré solo aquí; el Señor no debe dormir ni descansar, porque sería la muerte de todos los seres».
19. Los dos agradecieron estas palabras y se fueron a descansar, cada uno a su habitación. Yo, sin embargo, permanecí en mi silla hasta la mañana.
EL PRIMERO DE LOS DOS DÍAS EN SICAR, UNA CIUDAD DE SAMARIA
Llamamiento a Mateo como evangelista y apóstol. Naturaleza de los sueños
1. Muy de mañana, cuando el Sol aún no subía un palmo del horizonte, ya se acercaban muchos sacerdotes a la casa de Irhael y empezaron a cantar estridentemente: «¡Aleluya, Aleluya, una salve para aquel que vino en el nombre de la Gloria de Dios! Oh Sol, oh Luna, ¡paraos hasta que el Señor de toda la Gloria con su mano poderosa combata y destruya a todos sus enemigos que también son los nuestros, excepto a los romanos, oh Señor, que son nuestros amigos porque nos protegen de los judíos, que ya no son hijos de Dios sino de Satanás, haciendo sacrificios a este padre suyo en el Templo que Salomón construyó en tu Honor! ¡Hiciste bien, oh Señor, en venir a tus verdaderos hijos que creían en tus promesas y te esperaban hasta hoy, con ansiedad! ¡Sabemos que vienes de los judíos puesto que la Salvación vendrá por ellos, entre tanto, hemos oído cómo los castigaste en el Templo con tus azotes! ¡Oh Señor, lo hiciste muy bien y que todos los Cielos te alaben con salmos, arpas y trompetas! ¡Siempre afirmábamos que Tú, en cuanto vengas, no olvidarás este lugar bendito en que Daniel, tu profeta, anunció el horror de la destrucción de Jerusalén! Y desde este lugar, Tú, Señor, anunciarás la Salvación a tus pueblos. ¡Alabado sea tu nombre, Gloria en las alturas y salve a todos los que son de buena voluntad!».
2. Este griterío, en parte sensato y en parte absolutamente absurdo, atrajo a una gran muchedumbre, entre ellos a casi todos los que el día anterior estaban conmigo al lado del pozo y querían volver a oírme. El ruido aumentó de segundo en segundo y todos en la casa se levantaron para ver lo que sucedía. Primero se levantaron los discípulos y me preguntaron qué pasaba y si era aconsejable huir de aquello.
3. «¡Pobres de espíritu!», les contesté. «Escuchad cómo cantan: “¡Aleluya, Aleluya!”. Donde se hace esto, no puede haber peligro».
4. Los discípulos se calmaron y Yo continué hablándoles: «Ahora id y decidles que se callen y que se vayan al monte, porque a la sexta hora, es decir, un poco después de mediodía, iré allí con vosotros y desde allí os anunciaré a todos la Salvación. Que lleven también escribanos para anotar lo que les enseñaré en la montaña.
5. Tú, Juan, no necesitas escribirlo porque muchos lo harán. Por aquí hay un escribano, un galileo que se llama Mateo, que ya ha anotado unos cuantos detalles de mi adolescencia. Como escribe de corrido, fácilmente anotará todo lo que oiga y vea. ¡Traedle, llamadle por su nombre y en seguida os seguirá! Decid también a los primeros sacerdotes que vengan aquí. ¡Pero primero llamad a Mateo porque mi deseo es que él nos siga!».
6. Los discípulos se fueron inmediatamente y cumplieron mis órdenes.
7. Mientras tanto vinieron al comedor todos los demás invitados, junto con María, y me saludaron de todo corazón. Me hablaron de sueños maravillosos que habían tenido durante la noche y me preguntaron si era correcto darles alguna importancia.
8. A esto Yo les dije: «Todo lo que el alma ve en el sueño es su afín. Si se encuentra en la verdad y en la bondad de aquello que Yo os enseño a creer y hacer, entonces también lo que ve en los sueños es verídico, lo que le permite sacar buenas conclusiones para la vida.
9. Como ahora a causa de mi Doctrina estáis en la Verdad, razón por la que cual me seguís, vuestra alma sólo puede haber visto en sueños algo verdadero, de lo que puede sacar mucho provecho.
10. Ahora bien, otra cosa es que el alma también pueda entender lo que ha visto en el sueño. Así como en el mundo exterior en que vivís hay muchas cosas que ahora no comprendéis, de la misma manera el alma tampoco comprende todo lo que ve en su mundo.
11. Os digo lo que ya le dije a Nicodemo: El día en que el espíritu haya renacido en vosotros, todo lo comprenderéis fácilmente».
Con esta explicación todos se retiraron satisfechos.
1. En esto se acercó la patrona recién casada con su marido, me saludó muy cariñosamente y me preguntó a Mí y a los demás invitados si queríamos tomar el desayuno que ya estaba preparado.
2. Pero Yo le dije: «Querida Irhael, espera aún un poco. Los discípulos traerán algunos huéspedes más que tomarán parte en el desayuno. Por mi boca oirán que tú y Joram sois ahora un verdadero matrimonio y también verán que vuestra casa no es una de las últimas, sino tanto interior como exteriormente una de las primeras de esta ciudad, y esta ha sido la razón por la cual me he hospedado en ella».
3. Cuando dije esto a la pareja, Pedro y Juan abrieron la puerta y junto con ellos entró Mateo que se inclinó delante de Mí y me dijo: «Señor, estoy preparado para servirte íntegramente. Aunque yo tengo aquí un empleo de escribano que basta para mantener mi vida y la de mi pequeña familia, si Tú, Señor, precisas de mí, en el mismo momento dejaré mi empleo y Tú no olvidarás a mi pequeña familia».
4. «Quien me sigue que no se preocupe por nada más que por quedarse a mi lado para siempre y eternamente», le respondí. «Mira esta casa... Los dueños alojarán a tu familia en mi nombre, igual que a ti, en el caso de que vengas aquí de día o de noche».
5. Mateo, que conocía la casa en estado de ruina, se quedó maravillado: «Señor, ¡aquí ha ocurrido un gran milagro, porque esta casa era una ruina y se volvió un palacio como en Jerusalén habrá pocos iguales! ¡Y el mobiliario y la decoración tan lujosos habrán costado una fortuna!».
6. «Si te convences firmemente que muchas cosas que para el hombre parecen irrealizables, para Dios son posibles, entonces comprenderás fácilmente cómo la ruina pudo volverse un palacio.
¿Tienes bastante material para escribir?».
7. «Tengo bastante para dos días. Si no es suficiente, ahora mismo voy a buscar más».
8. «Lo que tienes basta para diez días y después ya conseguiremos más por otra parte. Quédate ahora aquí y toma el desayuno con nosotros. Después de mediodía subiremos a la montaña. Desde allí anunciaré la Salvación a estos pueblos. Tú escribe todo lo que te diga, palabra por palabra, en tres capítulos subdivididos en pequeños versículos a la manera como lo hizo David. Busca algunos escribanos más que después copien lo tuyo, para que también en este lugar quede un testimonio escrito».
9. «Señor, cumpliré tu Voluntad en todos los detalles».
10. Tras esta conversación con Mateo entraron los demás discípulos en compañía de los sacerdotes y otros nobles de esta ciudad y me saludaron totalmente contritos.
El primer sacerdote se adelantó un poco y dijo: «Señor, preparaste bien esta casa, para que fuese digna de servirte como albergue. Salomón construyó el Templo con mucho esplendor, para que mereciese servir a Jehová de morada entre los hombres. Sin embargo, los hombres profanaron aquella morada con sus vicios inauditos, por lo que Jehová abandonó el Templo y el arca, y vino a nosotros en el monte, igual que Tú, Señor, que estuviste antes en Jerusalén donde poca acogida recibiste y, por consiguiente, viniste a nosotros, tus antiguos adoradores verdaderos.
11. Y ahora se cumplirá lo que está escrito: “Sucederá en el postrer de los tiempos que el monte donde está la casa de Jehová será por encima de todos los montes y todas las colinas y acudirán a él todos los paganos. Y también se presentarán muchos pueblos, diciendo: ‘—¡Venid y subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob!
¡Él nos enseñará sus caminos e iremos por sus sendas, porque de Sión ha de venir su ley y de Jerusalén la Palabra del Señor!’”. (Is 2, 2—3)
12. Nosotros estamos todos tan contentos como una novia cuando viene el novio y por primera vez le ofrece su corazón, su mano y su saludo. En verdad, Señor, Jerusalén, la ciudad elegida del gran Rey, se ha vuelto tan despreciable como para orinar en ella y reprobarla. Y ¡no te merece! No creemos que lo merezcamos nosotros, pues, ¿qué no sería preciso para tener algún mérito ante Dios?, pero una cosa será cierta: Si el Señor tuviese que escoger entre dos males, nos escogería a nosotros, el mal evidentemente menor. ¡Y esto se está cumpliendo ahora ante nuestros ojos tan maravillosamente! Tú eres Aquel a quien estábamos esperando hace tanto tiempo... Por esto: ¡Aleluya a Ti, que vienes en el nombre del Señor!».
13. «Sí, lo que has hablado es absolutamente cierto», le respondí. «Pero os diré además: Cuando oigáis mi Doctrina, debéis aceptarla y permanecer activos en ella; solamente entonces tomaréis parte en la Salvación, como os comunicaré hoy desde lo alto de la montaña. Aunque la Gracia de las Alturas os venga de balde, esto no es suficiente. Porque no permanecerá con vosotros si no la agarráis activamente. Sería lo mismo que si te encontrases hambriento bajo un árbol lleno de higos y, aunque el viento lo sacudiese y los higos maduros cayeran, no te molestases en recogerlos y comerlos... ¿Acaso te calmarían el hambre?
14. De modo que la Salvación que os vino de Jerusalén, llegará a vosotros no solamente oyendo mi Doctrina, sino también actuando según ella. ¿Lo habéis comprendido?».
15. «Sí, Señor, como Tú, solamente puede hablar Dios».
16. «Pues bien. Como lo has entendido tomemos ahora el desayuno. Pero después anota que Yo bendije el matrimonio de Irhael y Joram, y que desde ahora nadie ha de escandalizarse por su causa. Ahora, pues, ¡toma el desayuno! ¡Que así sea!».
El desayuno consistía en buena leche y pan con miel.
1. Hoy en día esta clase de desayuno ya no llamaría la atención. Sin embargo, en el país que literalmente rebosaba de leche y miel, no dejaba de ser un desayuno deliciosísimo. Pues la miel de la tierra de promisión, la Judea, era la mejor de todo el mundo y aún lo es hoy; igualmente la leche.
2. Después del desayuno se sirvió fruta y muchos alabaron a Dios por el gusto tan exquisito que le daba a la fruta y por la capacidad que les dio a las abejas para poder chupar de las flores de los campos una miel tan dulce y llevarla a sus tan primorosos panales.
3. Uno de los samaritanos, un sabio, observó: «No se puede alabar suficientemente la Sabiduría, la Omnipotencia y la Bondad de Dios: la lluvia cae en la tierra, mil veces mil especies de plantas, zarzas y árboles que se encuentran en la misma tierra, chupan la misma agua de lluvia y, sin embargo, cada especie tiene su sabor, olor y forma diferente.
4. Y en el reino animal véanse las especies de la tierra, el agua y el aire. ¡Qué cantidad y variedades, desde la mosca al elefante! Oh, Señor, ¡qué Fuerza, qué Poder y qué profunda e infinita Sabiduría están en Dios que conduce al Sol, la Luna y las muchas estrellas, y que mantiene el mar en su profundidad, que ha construido la Tierra y sus montañas por su Verbo omnipotente!».
5. «Sí», dije Yo, «tienes toda razón porque así es: Dios es sumamente Bueno, Sabio y Justo y no precisa consejos de nadie cuando quiere crear algo. Pero Yo os digo que también el hombre de esta Tierra ha sido elegido para volverse perfecto como lo es el Padre en el Cielo.
6. Sólo que hasta ahora era imposible porque la muerte imperaba sobre esta Tierra; pero desde ahora en adelante será posible para todo aquel de vosotros que ponga todo el empeño en vivir de acuerdo con mi Doctrina.
7. Como Dios ofrece esta posibilidad al hombre a cambio de algo mucho menor, solamente un fácil comportamiento de acuerdo con mi Doctrina, mi consejo es que el hombre debiera hacer todo lo posible para alcanzar la finalidad de esta dádiva».
8. «Sí, Señor, para lo supremo el hombre debe poner lo máximo», añadió el sumo sacerdote. «Quien quiera ver el paisaje desde lo alto de una montaña, tendrá que prepararse para una subida penosa. Quien quiere cosechar, antes tendrá que arar la tierra y sembrar y, quien quiere lograr algún beneficio, tiene que arriesgar algo. Pero quien por miedo no arriesga nada, ¡ese jamás ganará nada! Una vez nos hayas anunciado los caminos para poder volverse perfecto como lo es el Padre en el Cielo, ya no nos podrá resultar tan difícil alcanzar lo que Tú nos prometiste».
9. «Así es. Además, os digo: ¡Mi yugo es suave y mi carga ligera! Hasta ahora los hombres tenían un fardo pesado sobre sus hombros y nada consiguieron con ello. Ahora la pregunta es qué rumbo tomará su fe cuando se trate de cambiar lo acostumbrado y torpe de antaño por lo desacostumbrado ligero y nuevo. ¿No dirán finalmente: “Si con sacrificio y esfuerzo no hemos conseguido nada, qué podremos esperar con esfuerzos comparables a los de los niños cuando juegan?”.
10. Os digo: ¡Tendréis que abandonar vuestro viejo hombre, es decir, vuestro viejo “yo”, y reemplazarlo por uno totalmente nuevo! Esto, al principio, no será muy cómodo. Sin embargo, quien no se deja desanimar por una pequeña molestia, alcanzará la perfección de la cual os he hablado.
11. Ahora preparaos todos. Quien quiera venir conmigo, que se levante. Y tú, Mateo, ve a buscar tu material para escribir. Date prisa, que Yo ya estoy preparado».
12. «Señor, Tú sabes que estoy absolutamente decidido a ir contigo. Pero ¿qué pasará, si ahora voy a mi casa y encuentro mucho trabajo?», observó Mateo. «Porque allí están las barreras aduaneras principales de la ciudad donde estoy empleado por los romanos como escribano, y es fácil que los guardias romanos no me dejen volver antes de que esté terminado todo el trabajo. Por eso, me parece mejor si me pudieran dar aquí material para hoy, y ya buscaré por la noche las reservas que tengo que bastarán para dos días. Porque los romanos nunca me dan material para más de tres días».
13. «Amigo mío, haz siempre lo que te aconsejo y siempre resultará bien. Ve como te dije.
Y no encontrarás ni trabajo ni guardias esperándote en las barreras. Trae también a tus otros escribanos, para que mi Verbo sea escrito en varios ejemplares».
«Si es así, me voy ahora mismo».
14. A continuación Mateo se fue. En su casa encontró todo tal como Yo le había anunciado.
Y sin tardar mucho, volvió con tres escribanos más y todos iniciamos el camino al monte Garicim. Llegados allí después de una hora, el sumo sacerdote me preguntó si Yo quería que subiese para abrir el antiguo templo.
15. Pero Yo le señalé la zona y la muchedumbre que nos seguía, y le dije: «Mira, amigo, ésta es la más antigua y verdadera iglesia digna de Dios, por desgracia muy abandonada... Por eso Yo la levantaré de nuevo como lo hice con la casa de Irhael. Para ello no se necesita la vieja iglesia; este terreno al pie del monte se presta muy bien. Además, aquí hay unos cuantos bancos y mesas de gran utilidad para los escribanos. Y ahora abrid vuestros oídos, ojos y corazones; porque ahora mismo se cumplirá ante vosotros lo que el profeta Isaías predijo».
16. «Señor, ¡estamos preparados para oírte!», dijo Mateo.
17. Con esto empezó el conocido sermón de la Montaña, que se lee en el Evangelio de Mateo en los capítulos 5, 6 y 7, y duró más de tres horas porque esta vez, para los escribanos, hablé muy despacio.
1. Cuando el sermón terminó, muchos se espantaron, sobre todo los sacerdotes, y algunos de ellos dijeron: «Con eso, ¿quién alcanzará la felicidad? Nosotros, doctores de la ley, también predicamos de acuerdo con las leyes dadas por Moisés. ¡Pero las leyes de Moisés son como el rocío de la mañana, comparadas con esta doctrina tan severa y este sermón tan ardiente! No queremos imponer argumentos contra tal doctrina, sin embargo, es demasiado dura y hay poca probabilidad que un hombre pueda cumplirla y aplicarla a sí mismo.
2. ¿Quién puede amar a su enemigo o hacer bien a quien le hace mal, y quién puede bendecir a aquellos que le odian y solamente hablan mal de él? Y si alguien me pide prestado, ¡que no me aleje de él y no cierre oídos y corazón ante su petición aunque sepa que nunca me podrá devolver mi dinero! ¡Qué cosa más absurda! En cuanto los perezosos y los holgazanes se enteren de esto, ¿no asediarán a los ricos mientras todavía les quede algo? Si así los pobres lo reciben todo de los ricos, se plantea la pregunta, ¿quién trabajará y a quién podrán pedir más prestado los pobres?
3. Se comprende que observando esta doctrina, que va totalmente en contra de toda naturaleza humana, el mundo parecerá un desierto dentro de poco. Y siendo así, ¿dónde se educarían los hombres, si todas las instituciones de enseñanza dejarían de existir, pues nadie tendría ya los medios para crearlas o mantenerlas?
4. De modo que esta doctrina es absolutamente irrealizable. Porque los criminales y los enemigos de la gente de bien y de sus buenas obras tienen que ser castigados. Y a quien dé una bofetada a otro, el otro debería devolverle por lo menos dos, y bien medidas. Al deudor descuidado hay que ingresarlo en un correccional para que aprenda allí a trabajar y en el futuro se gane el pan diario con sus propias manos. Quien sea completamente pobre que pida una limosna que no se le negará. ¡Esta sí es una antigua y buena ley con la cual la humanidad podrá perdurar! Sin embargo, las leyes que nos ha dado este Cristo imaginario son muy poco adecuadas para la vida humana, por lo que es absolutamente imposible aceptarlas.
5. No es que queramos criticar todo esto, por insensato que parezca, ¡pero vaya un consejo el de mutilar voluntariamente el propio cuerpo si algún miembro nos escandaliza! ¡Y lo de la ociosidad aparentemente decretada, según la cual nadie debiera preocuparse por nada más que la búsqueda del Reino de Dios, porque todo el resto vendrá desde arriba!... Ensayémoslo durante algunos meses y ya veremos si a los hombres les vienen volando a la boca las palomas fritas sin trabajo de ninguna clase.
6. Y menuda estupidez la orden de mutilar voluntariamente el propio cuerpo caso de que algún miembro le escandalice. Supongamos que alguien con un hacha bien afilada en su derecha se cortase la mano izquierda y la tira, ¿qué haría si después también le escandaliza la mano derecha?, ¿cómo se la cortará? Y ¿cómo arrancarse los ojos y, finalmente, siempre sin manos, cortarse los pies molestos? ¡Vaya doctrina! ¡Sería demasiado inhumana hasta para un cocodrilo, más aún para la humanidad! Sólo pensando en las posibles consecuencias ya se puede deducir fácilmente que tal doctrina no puede ser sino el resultado de un antiguo fanatismo judaico.
7. Y si viniesen todos los ángeles del Cielo a enseñar a los hombres semejantes medios para llegar a la Vida eterna, ¡a palos habría que echarlos fuera de este mundo y que ellos mismos se traguen su Cielo idiota!, ¡menuda solución!... “Diente por diente” y “ojo por ojo” le parecen injustos y crueles, predica la mayor docilidad e indulgencia, e incluso abre las puertas a los ladrones cuando nos dice: “A quien te pida la túnica, dale también tu manto”. ¡Qué doctrina más original! En compensación, se aconseja a los hombres que se arranquen sus propios ojos y se corten sus manos y pies.
¡Muy servidor suyo! ¿Quién de vosotros ha oído nunca tamañas tonterías?».
8. En este momento el sacerdote se acercó a Mí y me dijo: «Maestro, tus hechos demuestran que Tú puedes más que un hombre común. Sin embargo, si tienes la capacidad de pensar lógicamente, lo que no dudo, pues oí tus palabras sabias en la casa de la Irhael, entonces, ¡desmiente ciertos párrafos irrealizables de este sermón tuyo! De lo contrario, a pesar de todos tus hechos dignos de un Mesías, nos veremos obligados a considerarte como un mago fanático enseñado en alguna escuela egipcia y te tendríamos que expulsar de aquí como blasfemo del Mesías.
9. Observa Tú mismo tu doctrina algo más de cerca y tendrás que reconocer que es totalmente inadecuada para obtener la Vida eterna. Si uno tiene que ganarse el Cielo así, entonces nadie pensará en ganárselo. Pues, sería mejor no haber nacido nunca que alcanzar el Cielo completamente mutilado. ¡Dime sinceramente si admites lo que te digo y si tomas realmente en serio tu doctrina».
10. Dije Yo: «Si tú, aunque seas sumo sacerdote, eres más ciego que un topo bajo tierra, ¿qué se puede esperar de todos los demás? Os hablé en parábolas... Y vosotros tragasteis apenas su materia y casi os estáis ahogando. ¡Del espíritu, sin embargo, al cual estas parábolas corresponden, parece que no tenéis ni la menor vislumbre!
11. Créeme: Por sabio que te consideres también lo somos nosotros. De manera que también sabemos si un hombre se debe mutilar o no para alcanzar la Vida eterna.
Y también sabemos que no comprendéis el sentido espiritual de esta Doctrina y que aún os costará mucho tiempo comprenderlo. Esto jamás puede ser razón para retractarme. ¡Los oídos que tienes no oyeron lo verdadero y tus ojos, aunque estén abiertos, no ven porque espiritualmente están ciegos!».
1. El sumo sacerdote continuó: «Bien, también en esto te doy la razón y por ahora ni puedo ni quiero discutir cuál es el sentido espiritual de tus parábolas. Pero una cosa debieras considerar: por ejemplo, si yo quisiera enseñarle a alguien una doctrina, deseando que la comprenda, forzosamente tendría que presentársela de manera que mi discípulo pudiera entender todo su sentido espiritual. Sabiendo que mi discípulo ha entendido realmente el verdadero sentido interior de mi doctrina, entonces también le podría exigir la conducta correspondiente.
2. Pero si enseño una doctrina presentándola en términos absolutamente irrealizables y por ello el discípulo me pregunta: “¿Cómo me voy a quitar la vida para ganarla? ¿Cómo me voy a matar para que después, muerto, pueda a partir de la muerte conseguir una nueva vida, además, eterna?”, entonces le diré: “Amigo mío, esto tienes que comprenderlo de tal y tal manera: mira, entre la imagen de enseñanza dada y su verdad interior hay tal y tal correspondencia espiritual; por lo tanto, para arreglar tu vida, debes seguir esta correspondencia y no la imagen exterior”.
3. Mira, Maestro, esto lo comprenderá cualquier discípulo y yo le podré exigir que también cumpla con mi doctrina según su Espíritu de la Verdad. ¿Podría yo igualmente exigir, sin ser un insensato, que pusiera en práctica mis alegorías? Si se lo exigiese de veras, entonces sería ante todo el mundo como un aguador con una vasija totalmente cerrada, que a todo el que tiene sed y me pidiese agua para beber, le diera la vasija cerrada, diciendo: “Aquí está la vasija, ¡bebe!”. A lo que contestará: “¿Cómo voy a beber si la vasija está cerrada por todos lados?”. Si le respondiese: “Si eres ciego y no encuentras la boca, ¡trágate la vasija entera, y así te tragarás también el agua!”.
4. Dime, querido Maestro, quien estaba sediento, ¿no tendrá toda la razón llamando insensato a un aguador semejante?
5. No es que con esto te quiera llamar insensato, sin embargo, si tú afirmas que no comprendemos tu Doctrina a causa de nuestra ceguera y sordera espiritual, tu Doctrina me parece como el agua de la vasija cerrada. La exigencia de tragarse la vasija entera para llegar al agua, solamente podría mantenerla un profeta escapado de un manicomio. Toma mis palabras como quieras. Mientras no des una explicación razonable de tu Doctrina, que tiene algunos detalles buenos y verdaderos, tendré que permanecer, con muchos otros sabios, en el punto de vista que he explicado. ¡Así que no verás que ahora empecemos a arrancarnos los ojos y a cortarnos manos y pies! Igualmente también trabajaremos como siempre para ganarnos nuestro pan y, quien con malicia nos haga algún daño, no escapará a su justo castigo.
6. Tampoco regalaremos un abrigo a quien nos robe una túnica, sino que cogeremos al ladrón y lo meteremos en una cárcel donde le será dado bastante tiempo para arrepentirse y para mejorar su plan de vida. Si Tú eres verdaderamente un sabio procedente de Dios, tienes que estar penetrado por la santa necesidad de cumplir las leyes mosaicas, las cuales Dios mismo anunció a los israelitas entre rayos y truenos. Si tienes sin embargo la intención de quebrar la ley con tu doctrina, ¡entonces cosa Tuya será cómo te las arreglas con Jehová!».
7. A eso, le contesté: «Yo opino que el legislador es libre de dejar la ley tal como está, y él mismo cumplirla en el Espíritu de la Verdad, o de abolirla con ciertas condiciones».
8. «Eso suena raro en tu boca. Hoy por la mañana aún hubiese honrado esta expresión, porque realmente tuve la impresión que eras el verdadero Mesías. Ahora, sin embargo, después de habernos comunicado semejante Doctrina, mis ojos te ven más bien como a un escapado de un manicomio, a quien le da la gana presentarnos sus obsesiones como la sabiduría del Mesías prometido. Por lo tanto, explícanos tu tan dura Doctrina, porque sin explicaciones suficientes nadie la comprenderá».
9. «¡Habla, pues! ¿Qué es lo que te turba tanto en mi Doctrina? Te lo resolveré».
10. «Aunque te lo he dicho ya unas cuantas veces, para que veas que soy justo, te diré que todos los puntos de tu doctrina los encuentro buenos y sabios; sin embargo, lo de arrancarse los ojos y cortarse manos y pies, ¿cómo puedo admitirlo? Aquel que se corta una mano o un pie, ¿no se desangrará y morirá enseguida? Y una vez muerto, ¿cuál sería el progreso conseguido?
11. Mira, éste es el punto irrealizable de tu doctrina que nadie dotado de razón podrá cumplir. Y si en verdad se encontrasen algunos tontos que lo hicieran, y si alguno todavía quedase después con vida, seguro que no iría a alabar a Dios por la miseria a la que le ha llevado la ejecución de tal Doctrina, que pretende ser divina. Si muriera, que es lo más probable, pregunto como David: “Señor, ¿quién te alabará en la muerte y en la tumba?”. Por lo menos este punto explícamelo, por favor, de manera más comprensible; todo el resto aún lo podremos aceptar como doctrina humanitaria, aunque sea bastante exagerada».
12. «Pues bien, tu deseo es justo; por eso te digo: Entre todos los sacerdotes después de Samuel tú eres el más sabio; tienes un buen corazón y no rechazas mi Doctrina sino que quieres que te la explique. Por esto te iluminaré, pero no por mi propia boca sino por la de uno de mis discípulos. ¡Dirígete, pues, a alguno de ellos para que te des cuenta de que mi Doctrina ya ha sido comprendida, sin explicación complementaria alguna por mi parte!».
1. En seguida el sumo sacerdote se dirigió a Natanael: «Por consejo del Maestro me dirijo casualmente a ti. ¡Explícame, por favor, al menos aquel punto más duro de la Doctrina de vuestro Maestro! Pero te ruego, que me digas palabras claras y puras. ¡Háblame, pues!».
2. «¿Es posible que vuestra mente sea tan retorcida que no podéis comprender el verdadero sentido de una Doctrina tan claramente expuesta?», le preguntó Natanael. «¿Acaso no anunciaron casi todos los profetas que Cristo hablaría únicamente en parábolas y que fuera de las parábolas no hablaría con los hombres?».
3. El sumo sacerdote reconoció: «En esto tienes toda la razón, así está escrito».
4. «Pues bien; si como doctor de la ley lo sabes, ¿cómo puedes calificar al Señor de insensato si Él habla en parábolas, conforme a la Escritura? Más te vale pedir al Señor alguna luz para tu comprensión. ¿Cómo puedes tildar de tonto al Señor si tú mismo eres quien no comprende sus parábolas a causa de tu ignorancia en tales cosas divinas?
5. Mira, las cosas de la naturaleza tienen su orden y sólo pueden existir en este orden suyo peculiar. De la misma manera también las cosas espirituales tienen su orden extremadamente particular y, fuera de este orden suyo, no pueden existir ni ser pensadas ni pronunciadas. Pero entre ambas existe una correspondencia exacta, la cual, desde luego, el Señor conoce mejor que nosotros.
6. Cuando el Señor nos transmite cosas puramente espirituales a nosotros que todavía nos encontramos en el orden rígido de la naturaleza, ¿cómo lo va a hacer si no es mediante imágenes alegóricas? Para llegar a su comprensión tenemos que intentar despertar nuestro espíritu, cumpliendo las leyes divinas. Solamente en este estado despierto se nos irá aclarando lo que el Señor nos ha transmitido y revelado mediante tales imágenes alegóricas. Lo que demuestra que su Palabra divina se distinguirá eternamente de la palabra humana.
7. Pero ahora presta atención: Lo que en la naturaleza es el ojo para el hombre, en el espíritu lo es la facultad de ver las cosas divinas y celestiales, que son las únicas que agradan al ser espiritual y favorecen su eterna existencia sumamente bienaventurada.
8. Conforme el Orden divino, el espíritu tiene que pasar necesariamente durante cierto tiempo por la materia de la carne de este mundo para que en ella, en toda libertad y con casi entera independencia de Dios, adquiera una gran firmeza, sin la cual jamás podría ver a Dios y menos aún subsistir en Él o fuera de Él. Pero si el espíritu madura precisamente dentro de la materia de la carne para volverse firme en ella, entonces es inevitable que, en su libertad e independencia de Dios, esté expuesto al mismo tiempo al peligro que la materia absorbe, con lo que al fin tendría que morir junto con ella, muerte desde la cual una resurrección a la Vida en Dios es extremadamente difícil y penosa.
Es entonces cuando el Señor dice al hombre espiritual, y en modo alguno al carnal: “¡Si te perturba un ojo, arráncalo y tíralo lejos de ti, porque vale más ir a los Cielos con un ojo que con los dos al infierno!”. Es decir: Si la luz del mundo te seduce demasiado, esfuérzate para apartarte de ella que sólo te arrastraría a la muerte de la materia. Prívate de los placeres insustanciales de la contemplación del mundo y dedícate con tu alma a las cosas puramente celestiales. Porque te conviene más entrar en el Reino de la Vida eterna sin sabiduría mundana alguna, que, por deficiente formación espiritual, ir con excesiva sabiduría mundana por el camino de la muerte de toda materia.
9. El Señor, hablando de dos ojos, dos manos y dos pies, no se refería al cuerpo sino a la capacidad doble de la visión, de la actividad y del progreso del espíritu. El Señor no advierte a la carne, que no tiene vida, sino al espíritu, para que se aparte del mundo en cuanto se dé cuenta de que este le atrae demasiado.
10. Es preciso que el espíritu conozca el mundo y que llegue a tener una cierta sabiduría mundana, pero ¡no debe encontrar placer en él! En cuanto se dé cuenta que el mundo empieza a atraerle, que se aparte de él inmediatamente porque ya le está amenazado el peligro. Pues mira, este rechazo necesario está indicado en la parábola como arrancarse un ojo; y El que nos las dice tan acertadas debe ser muy versado en todas las relaciones espirituales y materiales del hombre. Según mi convicción ello sólo puede ser posible para aquel que creó todo, lo espiritual y lo material, que existe por su Fuerza, Amor y Sabiduría. Supongo que me habrás comprendido y que ahora reconoces lo groseramente que has pecado contra El que tiene en sus manos tanto tu vida como la nuestra».
1. Con estas palabras el sumo sacerdote quedó bastante asombrado y muchos otros con él.
Y después de un momento dijo: «Ahora, desde luego, lo comprendo bien. Pero ¿por qué el Señor no habló desde el principio de forma tan comprensible como lo has hecho tú? Entonces seguramente no habría pecado contra Él».
2. «Si esta pregunta me la hubiese hecho un niño de siete años», le criticó Natanael, «entonces no me habría sorprendido; sin embargo, tú eres uno de los más sabios de esta ciudad.
3. Igual aún harás al Señor la sabia pregunta de por qué Él depositó en la simiente la facultad de desarrollar y formar el árbol con todos sus minuciosos detalles... ¿No habría sido mejor que Él dejara caer desde el aire todos los frutos maduros en las manos de los hombres? ¿Por qué esta evolución prolongada desde la simiente al árbol y después aún, tanto esperar el fruto maduro? ¿Ves lo insensato que eres todavía?
4. La Palabra y la Doctrina del Señor son como todas sus obras. Él nos da su Doctrina encerrada en semillas y nosotros tenemos que sembrarlas en la tierra de nuestro espíritu que es el amor. Allí la semilla germinará y será un verdadero árbol de la ciencia de Dios y de nosotros mismos y, en su tiempo justo, de este árbol recogeremos frutos bien maduros para la Vida eterna.
5. ¡Pero lo principal es el amor, sin el cual no se desarrolla ningún fruto del espíritu! Prueba a sembrar trigo en el aire y comprueba si germina y da su fruto. Sin embargo, si el grano del trigo lo pones en tierra fértil, allí crecerá y te traerá múltiple fruto. El verdadero amor es la mejor tierra para el grano de trigo espiritual que obtenemos por la boca del Señor.
6. Por esta razón, ante todos vosotros, el Señor abolió la dura ley mosaica del castigo para que pronto podáis ser más ricos de tierra fértil en vuestros corazones. Quien ejerce la justicia punitiva, en general tiene poco amor o carece totalmente de él; en tal caso la simiente de la Palabra divina tiene poca esperanza de prosperar. Aquel que recibe el castigo, ya se encuentra de todos modos en el juicio donde no existe el amor porque el juicio es la muerte del amor.
7. Por esta razón vale más que no os fijéis en seguida en los defectos del prójimo y que seáis más indulgentes y pacientes con él. Y si en su flaqueza pide algo de vosotros, no se lo neguéis, para que el amor aumente en vosotros y felizmente también en vuestro hermano indigente. Una vez que haya amor en abundancia en vosotros y en vuestros hermanos, la simiente divina prosperará bien y el débil, os mirará en su prosperidad posterior con buenos ojos, recompensándoos en abundancia por lo que hicisteis por él en su flaqueza.
8. Pero si sois mezquinos y duros contra vuestros hermanos débiles, jamás llegaréis a obtener un fruto divino dentro de vosotros; por el contrario, el juicio del débil finalmente también os arrojará a la desgracia.
9. El Señor os dijo: “¡A aquel que te pide la túnica, dale también tu manto!”.
Con estas palabras os quería decir que los que sois ricos, debéis tener las manos abiertas cuando los pobres vienen a vosotros. De esta manera, pronto llegaréis a tener mucha tierra fértil en vuestros corazones, lo que os traerá una inmensa felicidad, y los pobres os bendecirán verdaderamente, porque de vuestros corazones recibirán, en la práctica, la predicación del verdadero Evangelio divino. Sin embargo, si dais y calculáis con escasez, independientemente del importe que deis, no serviréis ni a vosotros mismos ni a vuestros hermanos, por lo cual aquellos jamás os servirán de apoyo».
1. El sumo sacerdote había escuchado esta explicación con mucho interés y asintió: «Está todo muy claro y creo comprenderlo bastante bien, sin embargo, tengo que hacer aún una observación más: El Señor habló únicamente de arrancarse el ojo derecho y de cortarse la mano derecha. Yo sin embargo, en mi empeño, exageré algo, hablando de manos y pies. Y resulta que también me has explicado la correspondencia de cortarse los pies. Tú, entre tanto, me has dicho que las correspondencias alegóricas existen solamente en la Palabra del Señor que habla al espíritu del hombre. ¿Cómo es que también encontraste una correspondencia en lo que añadí?».
2. «¡Estás equivocado! El Señor también habló del pie derecho. Sólo que hizo una señal a los escribanos para que excluyeran eso del pie, porque los que ya tienen su visión interior dirigida al Cielo ya no necesitan deshacerse del pie derecho, pues se han desprendido del brazo derecho, o sea, de la mano derecha que corresponde a toda tendencia a una actividad puramente mundana. Pues, conforme a la Voluntad de Dios, ya activaron su voluntad amorosa que corresponde a la mano del brazo izquierdo que viene del corazón. Una vez que el ojo se encuentre en la verdadera Luz, y la mano, es decir, la voluntad, en la actividad virtuosa, entonces ya se ha iniciado el progreso en las regiones de la Vida eterna; con lo cual el pie derecho, que representa el progreso mundano, se ha desprendido por sí mismo y cualquier esfuerzo suplementario sería vano.
3. Vosotros, samaritanos, podéis empezar perfectamente con el pie, aunque vuestra visión esté ya dirigida hacia lo divino y vuestras manos ejecuten actividades justas, pues vuestro impulso de progreso, lo que es vuestro pie, está todavía demasiado orientado hacia el mundo material. Pues estáis esperando del Mesías algo muy diferente de lo que, según la predicción de los profetas, debierais esperar de Él. Y esto, en términos espirituales, es vuestro pie derecho que aún debéis cortaros para poder dirigiros al camino verdadero hacia el Reino de Dios. El Señor sólo mencionó el pie derecho por vosotros, impidiendo que se anotara, porque sus adeptos posteriores sabrán bien en qué consiste el Reino de Dios y qué tendrán que hacer para llegar a Él. ¿Tienes aún algo que responder?».
4. «Dentro de lo que cabe en mi comprensión está todo claro», dijo el sumo sacerdote pensativo. «Pero aun así tengo que reconocer que vuestra doctrina, como está presentada, es dura y difícil de comprender y veréis que muchos se escandalizarán con ella.
5. No os quiero presagiar males, sin embargo, os he de decir que con los orgullosos judíos no tendréis el éxito que ahora tuvisteis con nosotros, todavía algo ignorantes. Ellos exigirán milagros y, tal vez, aún os perseguirán por los mismos milagros.
6. Nosotros ahora os creemos, no por los milagros, sino puramente por la doctrina y por habérnosla explicado tan bien.
¡Quedaos con nosotros, porque con los griegos y los judíos altivos poco éxito tendréis!».
1. «Hasta aquí tenía yo que hablar contigo», le indicó Natanael. «Pero de aquí en adelante todo está en las manos del Señor. Sea su Voluntad también la nuestra y cumplamos con ella. Como todos somos todavía muy pobres de espíritu, nos conviene quedarnos con Él para llegar al Reino de Dios. También estamos preparados para sufrir toda clase de calamidades y persecuciones a fin de consolarnos con Él y en Él. En su nombre queremos ser dóciles y justos en todos nuestros pensamientos, juicios, deseos y acciones, para volvernos poseedores justos de la verdadera tierra fértil que es el amor puro hacia Dios en nuestros corazones.
2. Tampoco temeremos las naciones donde reinen la injusticia y la dureza. Aunque hayamos de pasar el hambre y la sed que podamos aguantar, tenemos con nosotros a aquel que nos puede dar eternamente el alimento verdadero.
3. Queremos tener misericordia con todos, independientemente de si nos tratan bien o son injustos, para que ante los ojos del Señor seamos considerados más dignos de su gran Misericordia.
4. Del mismo modo, donde sea y mientras podamos, queremos guardar nuestros corazones limpios de toda clase de impurezas para que el Señor no nos abandone cuando le miramos. Pues, con un corazón impuro no puede uno acercarse a Dios y verle en el Espíritu y en la Verdad.
5. Si tenemos el corazón puro, debemos ser pacíficos, pacientes y dóciles con todos; porque un corazón rabioso nunca puede ser puro, ya que la cólera es hija del orgullo. Mientras tengamos el corazón puro, con toda confianza nos podemos aproximar como hijos a aquel que nos trajo la filiación de Dios y nos enseñó a rezar a Dios nuestro Padre.
6. Y si, según vuestra opinión, en otros países fuéramos perseguidos por nuestra causa absolutamente justa, esto, amigo mío, no nos importaría; le tenemos a Él y por Él al Cielo de los Cielos. Por ello somos ya aquí más que bienaventurados, se nos ame por Él, se nos desprecie o se nos persiga, ¡Él es el Señor de todos y de todo! Como ya nos pudimos convencer ayer y antes, todos los Cielos le obedecen y constantemente están a su disposición. También nosotros le serviremos ante todo, lo que para nosotros es la máxima honra y recompensa. Así que no te preocupes por nosotros, que ya sabemos lo que estamos haciendo».
7. El sumo sacerdote se sorprendió mucho al oír tan decididas palabras de Natanael: «En verdad si no fuera indispensable aquí y si no tuviera familia y tantas cosas más, yo mismo me iría con vosotros».
8. «Nosotros, sí, hemos abandonado mujeres, hijos y todo lo nuestro y le seguimos y, a pesar de todo, nuestras mujeres y nuestros hijos continúan vivos. Te digo lo que pienso: Quien en este mundo no pueda abandonar por amor a Él lo que sea, no merece su Gracia. Tal vez esto te ofenda, pero así es. Mi corazón me lo dice, y en los corazones todo es verdad si en ellos el espíritu está despierto en pensamientos vivos en Dios. El Señor no nos necesita, pero nosotros le necesitamos a Él...
9. ¿Podías ayudarle tú alguna vez en hacer subir el inmenso Sol por el ancho horizonte para que extienda su luz sobre la Tierra? ¿Acaso viste alguna vez cómo el Señor sujeta las riendas a los vientos, como controla los rayos, los truenos y el mar en sus límites? ¿Quién puede haber ayudado alguna vez al Señor en lo que fuere? Ante estos hechos, ¿quién puede todavía preocuparse por su mujer, sus hijos y sus cosas en vez de seguirle, sin compromisos, en cuanto le llame el Señor de toda Vida, de todos los Cielos y mundos, a quien hemos esperado tanto tiempo que venga, y que ahora ha venido tal como fue predicho por todos los profetas y patriarcas?».
10. «Si yo no fuese sumo sacerdote, en verdad haría todo lo que habéis hecho vosotros. Pero finalmente lo soy. Como tengo entendido que no os quedaréis aquí más de un día, seré aquí tan indispensable para estos débiles de fe como el ojo para la vista. Reconocerás que tendré que quedarme aquí más bien por estos flojos de fe que a causa de mi familia y de mis bienes, por cierto escasos, pues no abandonarán fácilmente sus arraigadas ideas sobre la calidad del Mesías y la razón de su presencia y actividad. Esto me dará bastante trabajo, pero ¿qué puedo hacer?
11. Yo, por mi parte, estoy absolutamente convencido que vuestro Maestro es realmente el Mesías prometido; pero, ¿mi comunidad? Tú mismo habrás observado que muchos ya se fueron durante el sermón. Están escandalizados y extenderán su incredulidad. Y muchos de los que se quedaron aquí y que ayer todavía estaban llenos de fe, ahora se quedaron con dudas y no sabrán en qué creer.
12. Imagina ahora el trabajo que tendré con ellos que me consideran como un oráculo. Si no los convierto, continuarán durante toda la vida como lo que son hoy. Este es el motivo principal por el cual tengo que quedarme aquí. Estoy convencido que el Señor no me aborrecerá por ello. Aunque ya no esté físicamente en su compañía, lo estaré espiritualmente, y eso para siempre. Para Él procuraré ser un siervo fiel y para su rebaño un verdadero pastor, actuando conforme su Doctrina aquí recibida».
13. A eso dije Yo: «Sí, esto es absolutamente de mi gusto. En mi nombre serás un instrumento de mucho valor para tu comunidad, y tu recompensa en el Cielo será grande. Pero ahora ya es de noche, así que volvamos a casa. ¡Así sea!».
14. Con estas palabras comenzamos la vuelta desde el monte a casa. Todavía había una multitud con nosotros, aunque muchos, incrédulos y de mal humor, ya se habían marchado antes de terminar el sermón.
1. Como anteriormente se dijo, no estábamos en la cumbre del monte sino bastante más abajo porque el terreno era más adecuado, ya que entre la muchedumbre que me siguió de la ciudad había muchos mayores y débiles que con el calor fuerte del día no hubiesen alcanzado la cima. Como estaba ya bastante oscuro, la muchedumbre andaba muy despacio.
2. Cuando llegamos a la llanura, nos encontramos en el camino con un leproso.
Este se levantó, se dirigió hacia Mí y me dijo con voz lastimera: «Señor, si quisieras, ¡Tú podrías purificarme!». Yo en seguida extendí mis manos sobre él y dije: «¡Así sea, que estés puro!».
En este mismo momento el enfermo quedó curado de su lepra, y todas las protuberancias, mugres y costras desaparecieron de repente. La enfermedad estaba tan adelantada que ningún médico la podía curar, y el pueblo quedó asombrado al ver lo rápidamente que el hombre había sido curado.
3. El hombre curado quiso empezar a alabarme en voz alta; Yo, sin embargo, le advertí y le dije: «De momento dilo solamente al sumo sacerdote y a nadie más. Él está con mis discípulos. En cuanto sepa que estás curado, ve a tu casa a buscar la ofrenda para el altar que Moisés determinó».
4. En seguida el purificado hizo lo que le había mandado.
El sumo sacerdote estaba sumamente asombrado: «Si un médico me hubiera dicho que iba a curar a este hombre, le habría respondido: “Vaya, imbécil, ¡vete al Éufrates y procura sacarle el agua con cubos! Y verás que por un solo cubo que saques el Éufrates te devolverá miles; sin embargo, te sería mucho más fácil secar el Éufrates que curar a este hombre cuya carne estaba ya pudriéndose y supurando”. ¡Y el hombre que reconocemos como Mesías, lo consiguió simplemente con su Palabra! Esto lo prueba todo: ¡Él es el verdadero Cristo y no nos hacen falta más demostraciones!
5. En verdad a quien hoy me pidiera mi túnica, no le daría sólo el manto, sino también todas mis ropas. Por una recompensa así lo dejo todo, ¡hasta mi última camisa!... Pues veo que su Doctrina es absolutamente divina. Él es el mismo Jehová y está ahora en persona entre nosotros. ¿Qué más podríamos pedir? ¡Toda la noche la pasaré proclamando por todas las calles su presencia!».
6. Después de esta exclamación vino corriendo hacia Mí y cayó de rodillas. «Señor, ¡déjame que te adore! ¡Tú no eres solamente Cristo, el Hijo de Dios, sino que eres Dios mismo, encarnado entre nosotros!».
7. «Amigo, está bien así. Ya os enseñé que debéis rezar con toda tranquilidad y nada más. No hagas hoy demasiado y mañana demasiado poco. En todo hay que aplicar la medida justa. Si a la túnica le añadas el manto, habrás hecho suficiente para que el pobre sea tu amigo para siempre. Pero si le das toda la ropa que tienes, se quedaría desconcertado y pensaría que le quieres avergonzar o que estás mal de la cabeza. Ya ves: si sobrepasas la medida justa, el resultado no será el mejor.
8. Y si alguien te pide un denario y tú le das dos o tres, su corazón se volverá alegre y el tuyo bienaventurado. Sin embargo, si a quien viene a pedirte un denario, le das mil, ¿no se asustará y se preguntará: “¿Qué significa esto? Yo le pedí un denario y él me quiere dar toda su fortuna. ¿Es que le parezco un avaricioso, me quiere avergonzar o se ha vuelto loco?”. Tal hombre nunca será una ventaja para tu corazón, como tu acción tampoco será de valor alguno para él. Una medida justa siempre acarrea un buen resultado».
9. Con esta explicación el sumo sacerdote quedó más que satisfecho y se dijo a sí mismo: «Es verdad, Él tiene razón en todo lo que dice. Hay que hacer todo como Él lo dice y siempre resultará bien. Si hacemos más o menos, el resultado será o malo o estúpido. Si en verdad hoy diera hasta las entrañas y mañana viniera uno aún más pobre a mi puerta, ¿qué le daría? ¡Cómo sufriría mí corazón al no poder darle nada a uno todavía más pobre!
10. El Señor tiene razón en todo lo que dice, y siempre sabe indicar la mejor medida. ¡A Él sea dada toda la Honra, la Gloria y el fervor de todos los corazones!».
1. Al llegar a la casa de Irhael y Joram, lo encontramos ya todo preparado para la cena como el día anterior, sólo que había aún mucho más lujo. Los diversos sicarenses que estuvieron con nosotros en el monte querían despedirse, cuando unos cuantos jóvenes, vestidos de blanco, los invitaron a todos a la cena.
2. El sumo sacerdote, asombrado al ver tantos jóvenes admirables, de una amabilidad en el trato y un humanitarismo tan llamativos, en seguida se acercó a Mí y me preguntó lleno de humildad: «Te ruego, Señor, que me digas, ¿quiénes son estos jóvenes tan magníficos? Ninguno de ellos puede tener más de dieciséis años, sin embargo, con cada palabra y con cada gesto muestran una educación extraordinaria. Dime, por favor, ¿de dónde pueden haber venido y a qué escuela pertenecen? ¡Qué bonitas figuras tienen y que bien alimentados están! ¡Sus voces son una alegría para el corazón y los oídos! Dime, Señor, ¿quiénes son estos jóvenes y de dónde vienen?».
3. «¿Acaso nunca oíste decir que cada señor tiene sus sirvientes y criados? Tú me llamas Señor; entonces es justo que Yo los tenga también. Si muestran sabiduría, testimonian que su Señor ha de ser muy sabio y afectuoso. Los señores del mundo son rígidos y duros de corazón y, por consiguiente, también lo son sus sirvientes. El Señor, que es Señor de los Cielos y que ahora vino a la dura Tierra de los hombres, Él, desde luego, trajo también sus sirvientes de allá de donde Él mismo vino. Y sus sirvientes se parecen a Él porque no son solamente sus sirvientes sino también Hijos de su Sabiduría y de su Amor. ¿Me has comprendido?».
4. «Sí, Señor, en la medida que se pueda comprender el significado de tus parábolas. Desde luego, aún quedan muchas preguntas para comprender todo esto convenientemente. Pero por ahora lo dejaré con la esperanza de que hoy aún habrá más oportunidades para ello».
5. «¡Tenlo por seguro! Pero vayamos ahora a cenar, porque todo está ya preparado».
6. Todos los que creían en Mí tomaron parte en la cena. Una minoría incrédula se fue a casa porque pensaba que todo era una trampa. Se debía a que casi todos eran galileos emigrados, entre ellos muchos de Nazaret que me conocían tanto a Mí como a mis discípulos, a los cuales habían visto muchas veces en el mercado de los pescadores.
Estos galileos dijeron a los samaritanos nativos: «Le conocemos a él y a sus discípulos. Es carpintero de profesión y sus discípulos son pescadores. Frecuentó la escuela de los esenios que está especializada en diversas artes, en la terapéutica y en la hechicería. Todo esto lo consiguió aprender ahí y ahora lo aplica con la idea de conseguir adeptos y ganancias para los esenios. Estos jóvenes son mozas educadas en el Cáucaso, compradas por los esenios y disfrazadas. Desde luego, serán la mayor de las atracciones. Pero nosotros no permitimos que nos engañen. Sabemos que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob no están para burlas. Para los esenios, que lo mismo piensan que sus antepasados han creado el mundo, será fácil burlarse de algo que para ellos no existe. Pero mientras nosotros creamos en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, no necesitamos sus fantasmagorías. Y si contra toda probabilidad perdiéramos alguna vez nuestra fe, no podríamos esperar una equivalente de parte de los esenios o de sus astutos mensajeros, sino que nos transformarían en auténticos saduceos, que ni siquiera creen en la resurrección ni tampoco en la Vida eterna. ¡Que Jehová nos proteja contra algo parecido!». Con tales opiniones volvieron a sus casas.
7. Yo y una gran parte, sobre todo de samaritanos, nos sentamos para cenar, bien atendidos por los ángeles.
Pues, también trabajé allí en un desierto y escrito está: «Cuando Satanás se vio obligado a ceder, los ángeles se acercaron al Señor y le sirvieron».
1. Pocos de los que estaban sentados en la mesa sabían que les estaban sirviendo ángeles con alimentos de los Cielos. Creían que estos sirvientes realmente formaban parte de mi séquito y que los había comprado en Asia Menor. Lo que no comprendían eran su viveza, amabilidad y buena educación; pues, generalmente, tales esclavos tenían caras amargadas y cumplían con su trabajo como máquinas, sin mostrar humanidad ni educación alguna. En resumen, los presentes se divertían bien. El sumo sacerdote cada vez tenía más claro que todos estos numerosos sirvientes tenían que ser seres sobrenaturales y empezaba a sentirse como sobre ascuas porque le parecía incorrecto que la gente, aunque bastante decentemente, charlaba con estos magníficos sirvientes con demasiada desenvoltura.
2. Pero lo que realmente le fastidiaba era aquella gente que, pese a tantas pruebas obtenidas del Cielo, se había ido a sus casas.
Con el pecho oprimido me preguntó: «Señor y Dios mío, ¿qué más medios podrían existir aún para llevar a esta gente hacia la fe, si estos tan maravillosos no los pueden convencer? Tú mismo, Señor, y todos los muchos ángeles de los Cielos abiertos no fuisteis capaces de convertir a esa gente tan mala. ¿Qué haré yo con ellos? ¡Pobre de mí! ¿No me escupirán a la cara si me atrevo hablarles de Ti y de tu Doctrina?».
3. «Mira los muchos creyentes que te rodean», le dije. «Haz que te ayuden y lo tendrás más fácil. Si alguien tiene que levantar un peso y solo no puede, busca quien le ayude, y con uno o dos más resolverá el asunto. Como aquí hay más de los que creen que de los que no creen, el trabajo resultará bastante fácil.
4. Más difícil será en pueblos donde no cree ni uno solo. Pero hay que intentarlo, para que nadie pueda venir después a disculparse por no haber oído nunca nada de esto.
5. Si se encuentra a un creyente, quédese uno con él y revélesele el Reino de la Gracia de Dios. En caso contrario, hay que seguir adelante, sacudiendo hasta el polvo de los pies encima de tal lugar. Pues no merece Gracia alguna, a no ser la que corresponde a los animales de los campos y las selvas. Estas son las instrucciones sobre como portarse en adelante con todos estos incrédulos.
6. Te advierto que permanezcas fiel a tu fe, de lo contrario, poco resultado darás para mi Reino pese a toda tu iniciativa. No te dejes confundir por diversas noticias que, dentro de algunos años, recibirás sobre Mí desde Jerusalén. Seré entregado a las autoridades y ellas matarán mi cuerpo. Pero al tercer día lo revivificaré y continuaré entre todos vosotros hasta el fin del mundo. Pues esta gente en Jerusalén no creerá antes de estar convencida que no hay forma de matarme.
7. También sucederá que en diferentes lugares de la Tierra los tercos contra los divulgadores del Evangelio matarán sus cuerpos. Pero justamente esta muerte será motivo de que se crea en ellos posteriormente; comprobarán así que todos aquellos que viven una vida espiritual según mi Doctrina, jamás la podrán perder. Porque los muertos volverán a sus discípulos para enseñarles mis caminos.
8. Pero los hombres mundanos que no tienen fe, o aunque la tengan no viven según ella, jamás recibirán mi visita o la de mis discípulos para quitarles de su corazón la noche de las dudas. Y llegará el día del fin de su carne, y sentirán las consecuencias de su incredulidad y de la inobservancia de mi Doctrina, mientras que aquellos que creían en mis palabras y las practicaban, no sentirán la muerte de la carne.
9. Cuando a éstos Yo les abra la puerta de su carne, saldrán de ella como salen los prisioneros de la prisión cuando su señor se la abre piadosamente.
10. Así que no te dejes confundir si oyes tal o cual historia sobre Mí. Quien hasta el fin persiste fiel y firme en la fe y en el amor como Yo os lo enseño, os lo enseñé y siempre os lo enseñaré, él será bienaventurado en mi Reino eterno en los Cielos que tú ahora ves abiertos, sobre ti, con mis ángeles subiendo y bajando».
1. «Ahora estoy completamente instruido y espero que dentro de poco también todos lo estén los de este pueblo», continuó el sumo sacerdote. «Pero permítame aún una pregunta: ¿Debemos honrar el monte con tu vieja iglesia y santificar allí el sábado, o quieres que construyamos una casa aquí para reunirnos en tu nombre? En tal caso nos podrías indicar el lugar más acertado para ello y procuraremos hacer todo lo posible por satisfacerte».
2. «Lo que os hace falta tanto a vosotros como a todos los hombres ya os lo dije en la montaña.
3. Para cumplir lo dicho no necesitáis la vieja casa del monte y menos aún una nueva en la ciudad, pero sí un corazón creyente y una buena y firme voluntad.
4. Cuando ayer llegué aquí para descansar en el pozo de Jacob y me encontré con Irhael, también ella me preguntó dónde se debería adorar a Dios, si en el Garicim o en el Templo de Jerusalén. ¡Que te diga ella lo que le respondí!».
5. A esto el sumo sacerdote se dirigió a Irhael y ella le contestó:
6. «El Señor me dijo lo siguiente: “Vendrá un tiempo, en realidad ya llegó, en que para adorar al Padre ya no iréis al monte Garicim, ni a Jerusalén. Pues, Dios es Espíritu y los que le adoran lo tienen que hacer en el espíritu y en la Verdad”. Estas fueron las palabras del Señor. Tú eres un sumo sacerdote y sabrás bien lo que hay que hacer ahora.
7. Mi opinión es la siguiente: Como el Señor nos ha otorgado la inmensa Gracia de morar en esta casa, que no es mía sino suya para siempre, muy bien nos podemos reunir en ella en memoria suya, en su nombre, y santificar el sábado en su Honor».
8. El sumo sacerdote aún objetó: «Eso estaría muy bien si todos fuéramos verdaderos creyentes, pero también hemos de tener en cuenta a los flacos de fe, porque para ellos, este detalle sería una razón más para escandalizarse».
9. «Irhael tiene toda razón», le dije. «Quien se escandalice, que se escandalice y que suba a su montaña. Si no encuentra nada allí, empezará a cambiar de opinión por sí mismo.
10. No construyáis más templos para Mí, sino albergues y hospitales para los pobres que no tienen con qué pagar.
11. En el amor hacia el prójimo seréis mis verdaderos adoradores y en tales templos estaré a menudo entre vosotros sin que os deis cuenta. Sin embargo, en los templos construidos con la idea de adorarme gastando tanta saliva como hasta ahora, en tales templos estaré tanto como vuestra inteligencia en el dedo meñique de un pie, ni más, ni menos.
12. Si deseáis un templo sublime para despertar vuestros corazones hacia Mí y entregaros a Mí con verdadera humildad, entonces entrad en el vasto templo de mis creaciones; y Sol, Luna y estrellas, el mar, las montañas, los árboles y los pájaros del aire, los peces del agua y las flores de los campos os comunicarán mi Honor.
13. ¿No es un árbol más maravilloso que todo el esplendor del Templo de Jerusalén? Pues el árbol es pura Creación de Dios, tiene vida y da fruto. Pero ¿qué es el Templo y qué es lo que da? No da sino orgullo, ira, envidia, celos y despotismo, porque no es de Dios, sino obra vana del hombre.
14. En verdad, en verdad, a todos os digo: Quien me honra y ama, y quien me adora, y en mi nombre hace el bien a su prójimo, tendrá su mérito eterno en el Cielo. Sin embargo, el que me quiere honrar mediante ceremonias diversas y eso en un templo construido para tal fin, que ese también obtenga su mérito temporal del Templo. Pero si después de la muerte de su carne viene a Mí y me dice: “¡Señor, Señor, sé clemente conmigo, tu servidor!”, a ese le diré: “No te conozco, apártate de Mí y busca tu recompensa en aquel a quien serviste”. Por eso os digo: ¡Absteneos para siempre de cualquier clase de templos!
15. Aunque siempre os podréis reunir en esta casa en conmemoración mía, sábado o cualquier otro día, porque todos los días son del Señor. Y para hacer el bien, el sábado es igual que todos los demás días de la semana».
Los días laborables y el sábado. La constante actividad de Dios. Enseñanza de Moisés sobre el sábado. «Debéis alcanzar la Perfección del Padre en el Cielo». El Señor promete atender las oraciones
1. «La santificación más acertada del sábado es manifestar aún más actividad en hacer el bien que durante los demás días», continuó el Señor,
2. «solamente el trabajo de los criados, es decir, un trabajo que no busca sino el oro, la plata u otra recompensa puramente mundana, desde ahora no lo hagáis ni los sábados ni tampoco los demás días de la semana. En adelante, que cada día sea un sábado para vosotros, y cada sábado un día laborable, un día de actividad. Aquí tenéis una regla completa de cómo debéis servir a Dios. ¡Así sea!».
3. «Ahora conozco ciertamente la santa Verdad de esta regla que, para mí, admito como una ley», observó el sumo sacerdote. «Pero hasta que los judíos, tan llenos de prejuicios, comprendan realmente el significado de esta regla que procede de la Voluntad divina, les costará mucho familiarizarse con ella. Estoy convencido que muchos no la admitirán nunca. Porque ya hace tiempo que los hombres están demasiado acostumbrados al sábado y no permitirán que se lo quiten. Ay, ¡menudo trabajo me costará!».
4. «Tampoco hace falta abolir el sábado por completo, sino solamente lo absurdo que le acompaña. Dios, el Señor, no precisa vuestros servicios ni vuestro homenaje. Pues Él creó el mundo y al hombre sin ayuda de nadie, y lo único que espera de los hombres es que le reconozcan y que le amen de todo corazón. Y no sólo los sábados sino todos los días, incesantemente.
5. ¿Qué culto sería uno en el que os acordaseis de Dios sólo los sábados y lo olvidarais durante el resto de la semana? ¿No es Dios cada día el mismo e inalterable? ¿Acaso Él no deja salir el Sol cada día, y no llega su luz a justos e injustos, de los cuales siempre hay muchos más que justos?
6. ¿No trabaja Dios cada día igual? Si el Señor no se permite tomar días de descanso, ¿con qué derecho lo toman los hombres? ¡Solamente por mera ociosidad! ¡No hay nada que en los sábados se respete tan puntualmente como la ociosidad! Pero con ella, seguro que se presta el peor servicio a Dios.
7. Dios quiere que los hombres se acostumbren cada vez más a trabajar por amor al prójimo, para que a su tiempo, en el Más Allá, estén preparados para poder dedicarse con el máximo esfuerzo a tal actividad, y que sólo en ella misma busquen y encuentren la bienaventuranza suprema. ¿Acaso es posible que la ociosidad produzca en el interior de los hombres una formación así? ¡Nunca jamás!
8. El hombre, mientras trabaja los días laborables, no práctica sino el egoísmo, pues trabaja sólo para su carne; y lo que consiguió dice que es suyo. Y quien le pide una parte, se la tiene que comprar con dinero o con otra compensación, de lo contrario no conseguirá nada significativo. Durante los días laborables, los hombres no miran sino su egoísmo. El sábado, el único día que les queda para practicar el amor al prójimo, se abandonan a una estricta ociosidad. Preguntémonos con toda seriedad: ¿Cuándo, pues, se dedicarán los hombres al único y verdadero servicio a Dios que existe únicamente en el servicio afectuoso al prójimo?
9. Dios mismo no descansa ni un solo momento, sino que está continuamente activo para los hombres y nunca para sí mismo; pues Él no precisa la Tierra, el Sol, la Luna ni todas las estrellas, ni tampoco nada de todo lo que surge de ellos. Pero sí lo necesitan todos los espíritus y hombres creados; de modo que el Señor está continuamente activo sólo por ellos.
10. Día tras el otro el Señor está continuamente activo para el bien de los hombres y quiere que ellos, como hijos suyos, se le parezcan en todo. ¿Cómo podría Él desear nunca que los hombres, tras seis días egoístas, le honren el séptimo con una ociosidad estricta?
11. Te digo esto con toda claridad precisamente porque tú eres sumo sacerdote; para que, sabiendo perfectamente quién es El que te lo ha dicho, presentes el sábado a tu comunidad en términos mejores de lo que se acostumbra desde tiempos de Moisés hasta hoy. Lo mismo que te explico ahora sobre el sábado, fue explicado también a Moisés. El pueblo, sin embargo, no tardó mucho en transformarlo en un día de ociosidad pagana y creía prestar un buen servicio a Dios no haciendo nada, y castigando además a aquellos que alguna vez osaban hacer pequeños trabajos o ayudar a un enfermo en algo. ¡Qué ceguera tan inmensa y qué tontería más absurda!».
12. El sumo sacerdote se quedó profundamente impresionado: «Señor, ¡qué Verdad más santa y pura oímos de tu boca! Ahora me queda todo absolutamente claro. Con estas palabras has quitado de mis ojos la triple venda de Moisés. Ahora, Señor, seguro que ya no hacen falta más pruebas, porque tus Palabras santas bastan. Tengo la convicción absoluta de que todos aquellos que creen o creerán en Ti sólo por las pruebas que das y no por la Verdad de tus Palabras, aquellos que no tienen la verdadera fe viva, digo que ellos son apenas seguidores autómatas de tu Doctrina y de tu santa Voluntad. Con nosotros será diferente. No las pruebas dadas sino únicamente tus Palabras santas y verdaderas serán el medio para despertar en nuestros corazones la verdadera fe y el amor más puro hacia Ti y, por Ti, también hacia todos los hombres, en la medida debida. Por tanto, que se cumpla tu santa Voluntad que Tú, Señor, nos comunicas ahora con tanta claridad y que es verdadera para toda la eternidad».
13. «¡Amén! Sí, mi querido amigo y hermano, así está todo bien. Pues solamente así os será posible volveros tan perfectos como lo es el Padre en el Cielo. Una vez que seáis tan perfectos, también seréis verdaderos hijos de Dios y le podréis llamar: “¡Padre, querido Padre!”. Y todo lo que siendo sus verdaderos hijos le pidáis, ¡Él os lo dará! Porque Él es muy bondadoso y da a sus hijos todo lo que tiene.
Pero ahora tomad este alimento que no es de esta Tierra, sino mandado desde los Cielos por el Padre, que está ahora presente entre vosotros».
1. «Señor, ¿es posible que otra vez vayamos a comer?», preguntó el sumo sacerdote. «Porque nada más empezar la cena nos hemos ya reconfortado con comida y bebida aunque durante ella hayamos conversado continuamente. Yo, por mi parte, estoy absolutamente bien y ya no puedo comer ni tampoco beber nada».
2. «Contestaste muy bien, porque has recibido comida y vino delicioso de los Cielos», le respondí. «Sin embargo, hay muchos aquí que hasta ahora no se atrevían a comer y beber porque aún no confiaban en mi nombre y en mi Palabra, y temían que todo pudiera ser brujería. Pero como han oído nuestra conversación y percibido su sentido absolutamente verdadero, poco a poco se pasó su miedo vano y lo reemplazaron hambre y sed. Ahora quieren comer y beber, pero esta vez no se atreven por un profundo respeto. ¿Piensas que Yo puedo permitir que se vayan en estas condiciones? ¡Que coman y beban como quieran, porque en adelante no tendrán alimento de esta Cocina hasta que no estén, a su tiempo, en mi Reino de los Cielos».
3. Después de esta aclaración, de nuevo animé a la muchedumbre a que comiera y bebiera, y a los jóvenes les dije: «¡No dejéis que les falte de nada!».
Y trajeron cantidad suficiente de pan y vino y de frutas deliciosas.
4. Algunos dudaban en comer frutas desconocidas para ellos. Los jóvenes les dijeron: «Queridos hermanos, podéis comer estas frutas sin ninguna preocupación, porque son puras y de gusto muy delicioso. En esta Tierra existen, por supuesto, frutos, plantas y animales para cuyo desarrollo están trabajando espíritus impuros porque eso forma parte del Orden divino, con lo cual hasta los diablos tienen que servir al Señor, pese a que libremente nunca lo harían. Así como un esclavo encadenado tiene que servir a su dueño, del mismo modo también lo tienen que hacer los diablos; sólo que en este trabajo no hay bendición, ni tampoco en su resultado.
5. Por consiguiente en la Tierra, donde hombres, animales y demonios a veces habitan bajo del mismo techo y cada uno de ellos es activo según su semejante, también pueden resultar obras o frutos de naturaleza impura, de los cuales los hombres no se debieran servir si no quieren exponerse a muchas posibles molestias de este mundo. Por esto el Señor hizo que su siervo Moisés determinara todas las cosas que son buenas y puras y que el hombre se guardara de todas las demás.
Ya veis que es un Orden grandioso. Todo lo que se os ha ofrecido aquí es sumamente puro y vino de los Cielos para vosotros de manera maravillosa. Por lo tanto, lo podéis comer sin temor. Porque lo que el Padre otorga de los Cielos es sumamente puro y bueno y hace prosperar la vida del alma y del espíritu, por toda la eternidad».
6. Con esta instrucción por parte de los jóvenes sabios todos se alegraron y alabaron a Dios por tanta amable sabiduría. Después, algunos anotaron esta enseñanza en la memoria y se conservó en esta ciudad y región durante muchos años.
7. Cuando más tarde esta ciudad fue invadida o parcialmente destruida por sus enemigos, la misma suerte le tocó también a esta enseñanza escrita. En una carta algo esotérica de Pablo, la nombró una vez en relación con diversos espíritus.
8. La asamblea estaba de buen humor y conversó sobre Mí, mi Doctrina y la cena, y los jóvenes dieron muchas explicaciones.
9. Luego Natanael se levantó y tomó la palabra: «Queridos amigos y hermanos. Hasta hace pocos meses yo era todavía un pescador, cerca de Betania, por donde el río Jordán entra en el mar. Sucedió que un hombre muy humilde se acercó a Juan y se dejó bautizar por él y, sin nunca haberle visto antes físicamente en la Tierra, Juan en seguida dio testimonio Suyo: “¡Mirad, Éste es el Cordero de Dios que lleva los pecados del mundo! ¡Es Aquel de quien os dije que era antes que yo y viene después de mí, y al que no merezco ni desabrocharle las correas de sus sandalias!”.
10. Yo oí este testimonio del predicador en el desierto, lo que me impresionó mucho. Cuando se lo conté a mi mujer y a mis hijos, se sorprendieron todos de que Juan, un predicador tan severo, hubiera dado tal testimonio.
11. Pues era difícil hablar al predicador; cuando hablaba, sus palabras eran severas y no trataba bien a nadie. Fuesen fariseos, sacerdotes o levitas, todos tenían que enfrentarse con su lengua afilada.
12. Sin embargo, cuando vino Éste que ahora es el Señor entre nosotros, Juan se volvió más manso que un cordero y habló de manera tan suave como el canto de una alondra en primavera.
Y en casa no me creyeron porque conocían muy bien las maneras rudas de Juan.
13. Pero dos días después, cuando muy de mañana estaba reparando mis redes bajo de un árbol, vino Aquel mismo de quien Juan había dado ese testimonio tan humilde. Vino en compañía de algunos que ya le seguían y me llamó por mi nombre para que le acompañara. Como me quedé asombrado de que Él me conociera cuando yo nunca le había visto, me dijo: “No estés tan sorprendido porque aún verás cosas mayores. Desde ahora en adelante verás los Cielos abiertos y los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
14. Y mirad, todo lo que el Señor me había dicho en aquella ocasión se está cumpliendo aquí mismo, de la manera más extraordinaria. Todos los Cielos están abiertos y los ángeles bajan y le sirven a Él y a nosotros. ¿Qué prueba mayor pudiera hacer falta para saber que Él es Aquel que debe venir, según la promesa que desde Adán hasta nuestra época fue dada a todos los hijos de Israel? Por esto también creo que Él es aún más que el Mesías. Él es...».
15. En este momento Yo le corté la palabra: «Mi querido amigo y hermano, hasta aquí ya es suficiente. Solamente hablarás abiertamente todo lo que sabes de Mí cuando esta carne sea elevada por los judíos, pero no antes, porque los hombres aún no están preparados para tanto».
16. Natanael se conformó, pese a que no entendía lo que pudiera significar la Elevación de mi carne, y otros pensaban que Yo subiría en Jerusalén al trono de David. Solamente el sumo sacerdote lo comprendió en su profundidad y se puso muy triste. Yo, sin embargo, le consolé, repitiéndole las amplias explicaciones que anteriormente ya le había dado y, al fin, volvió a animarse y me alabó en su corazón.
17. Mientras tanto estaba amaneciendo el día siguiente, pero nadie sentía cansancio ni sueño. Todos estaban confortados de una manera desconocida, más que después de haber dormido profundamente. Por este motivo todos me pidieron permiso para poder quedarse el día entero conmigo, deseo piadoso que desde luego les concedí.
EL SEGUNDO DÍA EN SICAR
1. El sumo sacerdote se levantó, pidiéndome: «Ya que nos concedes la inmensa Gracia de permanecer también este día con nosotros ¿qué tal si con tus discípulos y todos los demás que creen en Ti visitaras, en mi compañía, los tres pueblos del alrededor? Tal vez encontraríamos allí más gente que creería en Ti si te viera y oyera».
2. «Por ellos, ¡no!, pero por ti, ¡sí! Como tu corazón lo desea te daré esta alegría. Pero tú también tienes mujer e hijas, ¿no me las quieres presentar? ¿Dónde están y cuántas son?».
3. Dijo el sumo sacerdote un tanto desconcertado: «Señor, tengo una mujer de gran corazón. Los dos tenemos ya unos cuantos años. También tenemos siete hijas de entre 12 y 21 años. Tú sabes, Señor, que no tener descendientes masculinos da mala reputación a un israelita. Por eso, Señor, se paciente con mi flaqueza, por la que no me he atrevido aparecer con mi grupo de mujeres.
4. Señor, si pese a todo te pareciera bien, en esta ocasión te pediría que también pasaras por mi casa, y te las presentaré a todas. Pero no sería prudente traerlas aquí. Aunque nada nos falte, vivo modestamente con los míos. En lo que se refiere a la ropa, somos pobres. Para andar por casa todavía están suficientemente vestidas, pero para presentarse en una asamblea como ésta de aquí, y tratándose de la familia del sumo sacerdote, sus vestiduras son demasiado humildes. Más vale que se queden en casa donde no están expuestas al mundo que podría hablar mal de ellas y donde tampoco su vanidad innata encuentra alimento. Como el mundo está tan mal, es mejor para ellas que tengan el menor contacto posible con él».
5. «Haré como me pides. Pero después permíteles que nos sigan. La ropa conveniente está ya prevista, de modo que estarán bastante presentables en nuestro círculo. Haces bien en apartarlas del mundo tanto como sea posible. Pero como nuestra asamblea tiene poco de mundano habrían podido acompañarnos tal y como están.
6. Mira a María, mi madre carnal. Su ropa es toda blanca y encima lleva un delantal azul ordinario, y ya está bien vestida. En su cabeza lleva una especie de sombrero cuadrado para protegerse del Sol, igual que todas las demás mujeres de Galilea y Judea que me siguen; y precisamente así, vestidas simplemente, están bien presentadas en nuestra asamblea».
7. Uno de los samaritanos observó: «También a mí todo me parece muy bien, no obstante, diré lo que he oído contar a diferentes personas de por aquí: Dicen que a las cuatro hijas mayores del sumo sacerdote se las ve por las noches en las calles durante su ausencia, y como se comenta que son muy bonitas, aceptan dinero de cualquier lujurioso y se acuestan con él. Esto es lo que se dice en secreto. Yo, por mi parte, no lo puedo confirmar. Sólo quisiera subrayar que para introducir esta nueva Doctrina aquí, con tantos incrédulos como hay y con cierta gentuza insensata, sería mejor no admitir a las cuatro mayores en esta asamblea. Pues tú mismo, hermano Jonael, sabes bien lo aldeano, insensato y obstinado que es nuestro pueblo. Si se le presenta algo así, entonces ni Jehová podrá con este pueblo. Pero lo que he dicho no es sino un inexperto consejo mío debido a la maldad de nuestro pueblo y a favor de la buena causa, para que la misma no se vea perjudicada».
8. A esto el sumo sacerdote se puso muy triste y dijo: «Señor, si hubiera sido menos severo educando a mis hijas, ahora no estaría tan triste oyendo esto, pero verdaderamente no he descuidado la educación de la inteligencia ni del corazón de mis hijas. Estoy dispuesto a prestar un juramento sagrado de que cada una de mis hijas es pura como una flor en el monte de Jehová. ¿Cuál puede ser la causa de tal difamación?».
9. «Mi querido hermano Jonael, no te preocupes por ello en manera alguna. Mientras tus hijas se conserven puras ante Mí, ¡que esto te baste! Pues el mundo es del diablo y por esto está mal. ¿Acaso oíste hablar de que alguien cosechara uvas de espinos o higos de cardos? Hace tiempo que Yo ya sabía esto y por eso lo apunté en la montaña en la parábola de la paja en el ojo del vecino y la viga en el tuyo propio. Y a causa de esta parábola muchos la abandonaron, pues sabían que me dirigía a ellos.
10. Pero te digo: Ahora tanto más tus hijas vendrán con nosotros y Yo iré en medio de ellas. Lo que es del diablo y no admite conversión, ¡que se quede con él! Pero vámonos ahora, ya avisé a tu mujer y a tus hijas y nos estarán esperando».
1. En el camino, más bien para sí mismo, Simón Pedro comentó: «¡Con tantos milagros ya me está dando vueltas la cabeza! El que aún no reconoce que este Jesús de Nazaret es el verdadero Hijo de Jehová, será que está castigado con una ceguera múltiple del faraón o, si no, es que está completamente muerto. De repente los enfermos son curados con una simple Palabra, los ciegos vuelven a ver, los sordomudos a oír, los cojos vuelven a andar y los leprosos vuelven a estar limpios como si nunca hubieran pecado...
2. Además, los Cielos se abren y ejércitos de ángeles fastuosos bajan flotando, nos sirven y se portan con nosotros como si desde la formación del primer hombre nunca hubieran abandonado la Tierra; y son de una belleza tan extraordinaria que, mirándolos, te llenas de alegría... Cuando Él habla, es con una sabiduría como antes nunca se ha oído, y los ángeles le escuchan con una devoción santa y con gran sumisión. Pero, al mismo tiempo, están alertas como las golondrinas en los mejores días del verano... Realmente, al que después de esto todavía sea capaz de decir que Jesús no es sino sólo un mago, le deberían degollar en el acto por no ser más que un animal capaz de hablar que, por consiguiente, tampoco debería morir como una persona sino como un animal».
3. Mientras Pedro hablaba de esta manera para sus adentros, sin darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor, un ciudadano incrédulo le golpeó bastante rudamente en el hombro y le dijo: «En este caso yo, como hombre probo, tengo que indicarte que tú mismo serás el primero en morir como un buey. Porque si a lo largo de toda tu vida no fuiste capaz de darte cuenta hasta hoy de todo lo que es capaz de hacer un buen mago, entonces, en un sitio como éste donde viven personas sabias y experimentadas, ¡más vale que te calles la boca!».
4. «¡Espíritu rígido y oscuro!», le contestó Pedro, «¿acaso tus magos también pueden curar a los enfermos instantáneamente por medio de la palabra y pueden abrir los Cielos tan altos que ni la mano ni el intelecto de un mago los pueden alcanzar?».
5. «¡Vaya galileo más tonto y ciego! ¿No sabes que un verdadero mago puede hacer un pez o una serpiente con un palo cualquiera? Aún hace poco estaba aquí uno de Egipto que tiró palos al agua e instantáneamente se volvieron peces, y si los tiraba a la tierra se volvían serpientes y víboras. Soplando su aliento al aire, salieron saltamontes y otros insectos; luego tomó piedras blancas y cuando las tiró al aire se convirtieron en palomas que volaban. Después levantó un puñado de polvo de la calle, lo tiró contra el viento y, en el mismo instante el aire estuvo tan denso de mosquitos que apenas se podía ver el Sol; sin embargo, cuando sopló contra los mosquitos, se levantó un fuerte viento que se los llevó como una nube. Luego tocó el agua con un palo donde había convertido los palos en peces, y toda el agua se convirtió en sangre y, tocándola de nuevo, toda la sangre volvió a ser agua. Por la noche llamó a las estrellas y cayeron en sus manos como palomas domesticadas. Y luego les dio una orden y volvieron volando al firmamento... Y tú me preguntas “¿dónde hay un hombre cuyas manos alcanzarían el cielo?”. Te puedo presentar cien testigos de que todo esto ha sucedido aquí realmente.
Y ¿qué me dices ahora de tu hijo divino de Nazaret, que yo conozco perfectamente y sé quién es y dónde lo aprendió todo?».
6. «Si ahora no me has mentido como un cocodrilo ni has comprado cien testigos para que apoyen tu mentira, también todos aquellos que han reconocido al Cristo en Jesús de Nazaret, tienen que saber forzosamente algo del mago cuyas maravillas me acabas de contar. Ahora mismo iré a preguntárselo a Jonael y ¡ojo, si me has mentido!».
7. «Éstos poco te podrán decir», insistió el ciudadano, «pues, no asistieron a las funciones por puro miedo de que el mago pudiera hacer todo esto con ayuda del diablo y de que éste les pudiera perjudicar. Solamente asistimos unos cuantos de nosotros, más valientes y que no creemos en el diablo sino que conocemos las fuerzas de la naturaleza algo mejor, y, con admiración, nos convencimos de las muchas cosas que puede hacer un hombre».
8. «Me pareces una persona bastante especial y no te escaparás a tu castigo. ¡Acompáñame ahora al sumo sacerdote de esta ciudad y aclararemos este asunto ante él!».
9. «¿A mí qué me importa el sumo sacerdote? Yo soy galileo y más griego que judío, mientras que ese sumo sacerdote no es sino un celador ignorante cuyas cuatro hijas mayores, con el consentimiento de su madre hacen negocios deshonrosos, como se dice, y se entregan a la prostitución. ¿Qué tengo yo que ver con tal imbécil? Aprecio, por encima de todo, las artes y las ciencias y honro a todos los verdaderos científicos, pero ¡que no pretendan ser más de lo que en realidad son!
10. Si vuestro maestro, que es realmente es hábil y sabio en artes y ciencias, se conformara con lo que es, gozaría del mayor crédito entre judíos, griegos y romanos. Pero pretende ser un dios y esto es muy insensato y pertenece a tiempos antiguos y oscuros.
11. Vosotros, sin embargo, sois hombres honestos y sensatos; pero parece que aparte de la pesca no tenéis muchos conocimientos ni mucha experiencia. Así que ¡dejemos nuestras diferencias! Creed lo que os parezca; pero a nosotros no nos podéis embaucar tan fácilmente».
12. «Amigo, ahora estás intentando en vano lavar tus negras entrañas. De momento no se trata de lo que te parece mi Maestro ni tampoco de que ahora quieras hacerme olvidar con tu discurso aparentemente razonable que antes me soltaste bastantes mentiras gruesas. Poco importa si para ti el sumo sacerdote es un celador o no. Pero él, como persona notable de esta pequeña ciudad, tiene que saber si de veras hace poco se ha conocido aquí a un mago como tú lo describiste. ¡Esto es lo que deseo saber para poder saber a qué atenerme respecto a mi Maestro!
13. Mira, yo y muchos más abandonamos todo, incluso a nuestras mujeres y a nuestros hijos, para seguirle incondicionalmente porque le vimos hacer maravillas donde había pocas probabilidades de que jamás un hombre las pudiera hacer, y porque al mismo tiempo le oímos hablar tan sabiamente como nunca nadie habló antes de Él y evidentemente nadie hablará después de Él.
14. Con tus declaraciones enfrentaste a mi Maestro con otro que, aunque no le gane, por lo menos le alcanza con unos hechos que tiene que imponer un respeto muy profundo a cada cual. Ahora se trata de verificar si un mago ha podido hacer verdaderamente todas las cosas que me has dicho.
15. Si tus palabras son verdaderas, te afirmo que abandonaré instantáneamente a mi Maestro, a quien atribuyo toda la Fuerza divina, y me vuelvo a casa con mi familia. Pues no seguiré ni un paso más a un mago, porque como verdadero judío tengo más fe en Moisés que en miles de magos reconocidos. Pero si me has mentido con mala intención, de lo cual estoy absolutamente convencido porque quieres hacer que sospeche de mi honrado Maestro, entonces ¡ay de ti! Verás que también yo, por la Gracia de mi divino Maestro, puedo hacer ciertas cosas sin que por eso me presente ante la gente como mago.
16. Así que me vas a seguir voluntariamente hasta el sumo sacerdote que en este momento está hablando con Mateo el aduanero, el cual también sabrá algo de tu mago pues también está continuamente en esta ciudad. ¡Y ahora ven porque, de lo contrario, te obligaré a hacerlo!».
17. «Y si no me da la gana, ¿por qué a la fuerza? Mira, aquí detrás de mí tengo algunos cientos de amigos. Si te atreves a tocarme, lo pasarás mal».
18. «No pondré mi mano sobre ti como hace un momento lo hiciste tan rudamente tú conmigo. Parece que no ves a los numerosos ángeles que nos acompañan. ¡Basta una sola señal y en seguida te tendrán allí donde te tengo que tener!».
19. «¿No querrás decirme que aquellos jovenzuelos vestidos de blanco son vuestros ángeles? Ay, ¡qué risa! Si ésta es toda vuestra defensa, entonces no harán falta más que algunas docenas de golpes en las narices y os encontraréis ante de los muros de la ciudad junto con vuestros jóvenes protectores de blanco».
20. Esta declaración irritó a Pedro de tal manera que llamó a un joven para que le castigase.
El joven, sin embargo, le contestó: «Bien lo quisiera, si fuera la Voluntad del Señor, pero aún no me lo ha indicado y por eso no puedo realizar tu deseo todavía. ¡Ve al Señor para decírselo! Si Él quiere, lo haré».
21. En seguida Pedro se acercó a Mí y me habló de su dificultad. Parándome justamente delante de la puerta de la casa de Jonael, le dije a Pedro: «¡Ve y tráeme a ese hombre!».
22. Con estas palabras a Pedro se le quitó un gran peso de encima y se fue corriendo para decirle al joven: «¡Es la voluntad del Señor!».
23. Ahora el joven miró al ciudadano que empezó a temblar y sin la menor resistencia siguió a Pedro. Cuando llegaron, le miré Yo, y en seguida el ciudadano confesó haber mentido y que nunca había visto a tal mago, sino que sólo había oído hablar de uno; que solamente quería comprobar la fe de Pedro, sin haber tenido ninguna mala intención.
24. Pero Yo continué: «Tú eres uno que, para salvarse de una mentira, dice otra. Esto prueba que perteneces al diablo. Vete pues, que él mismo te dé tu merecido por ser tan fiel servidor suyo».
25. En este momento un espíritu maligno se acercó al ciudadano y empezó a maltratarle.
El ciudadano gritó con voz altísima: «¡Señor, ayúdame!, ¡confieso que he mentido!».
26. A eso Yo le pregunté: «¿De quién has oído que las cuatro hijas mayores de Jonael eran prostitutas? ¡Confiésalo en voz bien alta, si no, haré que te maltraten hasta el fin del mundo!».
27. «Señor, nadie me lo dijo nunca», confesó el ciudadano, «sino que yo mismo las encontré una vez por la noche cuando sacaban agua del pozo de Jacob. Llevaba malas intenciones, pero reaccionaron de manera tal que tuve que marcharme sin nada. Juré vengarme y mi propio mal corazón inventó estas indecencias; yo mismo propalé estos rumores sobre ellas por todos sitios. ¡Las hijas siguen siendo vírgenes como antes! ¡Oh, Señor, solamente yo soy malo, todos los demás son buenos y puros!».
28. Al escuchar sus palabras, ordené al espíritu maligno que se apartara del ciudadano, que, a cambio, aún tuvo que indemnizar a Jonael. Como era comerciante, se fue y volvió con diez veces más de lo que le había prescrito, y pidió perdón a Jonael y a sus hijas.
29. Yo, sin embargo, le insistí: «¡No basta con una indemnización material para tamaña iniquidad! Ve a retractarte públicamente de todas las calumnias que pusiste en circulación. Sólo entonces tus pecados te serán perdonados. ¡Que así sea!».
30. El ciudadano prometió hacerlo inmediatamente, pero todavía quiso asegurarse que, caso de que se hubiera enterado un forastero a quien él no conociera y cuya morada ignorase, Yo le perdonaría también aunque no pudiera retractarse ante él.
31. «Lo que puedes, hazlo; del resto me preocuparé Yo mismo, y no te quedará pecado alguno».
32. El ciudadano quedó conforme y se fue para reparar todo el mal que había hecho.
1. Una vez que el ciudadano se hubo ido, llamé a la mujer y a las hijas de Jonael, porque cuando le vieron en mi compañía, se había retirado temerosas a su casa.
2. Cuando las llamé, salieron deprisa y, con rostros radiantes y lágrimas en los ojos, me agradecieron haberles restablecido su honor tan calumniado por aquel hombre malvado.
3. Yo impuse mis manos sobre sus cabezas, las bendije y les dije que se quedaran todo el día a mi lado.
Pero ellas se disculparon con las siguientes palabras: «Oh, Señor, ¡no merecemos tal Gracia! ¡Nos daríamos ya por muy bienaventuradas si pudiéramos seguirte con la multitud en la parte de atrás!».
4. Yo, sin embargo, insistí: «Conozco bien vuestra humildad y justamente por eso os he elegido para que paséis todo el día a mi lado».
5. Las hijas me agradecieron este honor casi inconcebible para ellas.
Y Jonael les preguntó: «Queridas hijas, ¿dónde conseguisteis esos vestidos tan preciosos? ¡Os van de maravilla!».
6. Ahora es, cuando las hijas se dieron cuenta que tenían vestidos del más fino tejido y que en su pelo llevaban diamantes preciosos. Parecían ser las hijas de un rey.
7. Cuando las siete se dieron cuenta del lujo con el que estaban vestidas, se quedaron totalmente asombradas. Sus corazones empezaron a arder de amor y admiración y, en su inocente perplejidad, no comprendían lo que les estaba pasando. Solamente tras haber pasado el primer momento de máximo entusiasmo, se lo preguntaron a su padre; pues, no sabían nada que nadie les hubiera traído estos vestidos reales y los diamantes tan preciosos.
8. Jonael estaba sumamente complacido con la elegancia de sus hijas: «¡Agradecédselo a aquel que os bendijo, Él os lo dio milagrosamente!».
9. En este momento las jóvenes me abrazaron, llorando de amor y de alegría, incapaces de hablar.
Al verlo, los discípulos dijeron: «Si hubiera pasado dentro de alguna casa, bien... ¡Pero aquí, en plena calle y a la vista de por lo menos mil espectadores, llama demasiado la atención!».
10. Yo, desde luego, oí cómo hablaban de esta manera.
Me giré hacia ellos y dije: «Ya hace bastante tiempo que estoy con vosotros, pero nunca disteis a mi corazón una alegría como lo hicieron estas siete hijas aquí presentes. Os digo que ellas están en el camino verdadero y escogieron la mejor parte. Si vosotros no tomáis el mismo camino, poca probabilidad tendréis entonces de encontrar la entrada de mi Reino. Os digo que los niños que se me acerquen así, también se quedarán conmigo, mientras que aquellos que sólo vienen en plan de alabanza y loor de Dios, no me tendrán a Mí mismo entre ellos, sino solamente una vislumbre mía.
11. Mi verdadero Reino está únicamente allí donde me encuentro Yo mismo. ¡Comprendedlo! El Señor lo es también de todo el universo y no necesita preocuparse por lo que pueda escandalizar a vuestro mundo ignorante. ¿Lo habéis entendido?».
12. «Señor, ¡ten paciencia con nuestra insensatez!», rogó Pedro. «Tú sabes que nuestra educación proviene de la Tierra y no de los Cielos. Perdónanos, pues también te amamos sobre todo, de lo contrario no te hubiéramos seguido».
13. «¡Entonces permaneced en el amor y no os preocupéis del mundo sino aceptad toda enseñanza de Mí y de los Cielos!». Con esta explicación los discípulos se quedaron contentos y me alabaron en sus corazones.
1. Continuamos nuestro paseo y, una hora más tarde, llegamos a un bosque bien cuidado que pertenecía a un comerciante muy rico de Sicar. Estaba artísticamente adornado con pequeños jardines, arroyos y estanques con una gran variedad de peces. Al final encontramos un antiguo castillo, muy grande, protegido por una fuerte muralla. Este castillo había sido construido por Esaú que vivió allí mismo mientras Jacob estuvo en el extranjero. Con el correr de los tiempos había sufridos daños considerables, pero el comerciante había gastado grandes sumas en reconstruirlo como morada para él y su familia. Era un hombre muy generoso y tenía muchos bienes. Estimaba mucho este sitio y no le gustaba encontrar demasiada gente en su bosque.
2. Cuando desde su castillo vio que una gran muchedumbre avanzaba por su bosque hacia el castillo, mandó inmediatamente a sus sirvientes para hacernos retroceder y preguntarnos qué es lo que queríamos.
3. Yo indiqué a los sirvientes: «Id a vuestro amo para decirle que su Señor y el vuestro le comunica que viene con todo su séquito a hospedarse y a comer en su casa».
4. Los empleados volvieron en seguida para avisar a su amo y éste les preguntó si sabían quién era Yo.
Ellos le contestaron: «Ya te hemos comunicado todo lo que él nos dijo: que es el Señor tuyo y el nuestro. ¿Qué más te podemos decir? Está acompañado por siete hijas vestidas como princesas. Y detrás de ellos hay una gran muchedumbre. ¿Quién sabe si es un príncipe de Roma? Conviene ir a recibirle con todos los honores».
5. Al oír esto, el comerciante tomó sus medidas: «Traedme inmediatamente mis mejores galas de fiesta y preparad toda la casa adecuadamente. Pues, a tal príncipe hay que recibirle con esplendor».
6. En seguida hubo en todo el castillo una gran actividad. Los cocineros y las cocineras corrieron a las despensas para llevar a las cocinas grandes cantidades de toda clase de comidas y los jardineros fueron a buscar la fruta deliciosa de los jardines.
7. Pasados algunos minutos vino el dueño del castillo rodeado por cien de sus más atentos sirvientes muy bien engalanados y se inclinó tres veces casi hasta el suelo delante de Mí. Me dio la bienvenida a Mí y a todos los que me acompañaban, agradeciendo el gran honor de mi visita; estaba realmente convencido que Yo era un Príncipe de Roma.
8. Le miré y le pregunté: «Amigo, ¿qué te parece que es lo más alto que un hombre puede alcanzar en este mundo?».
9. «Señor, perdona a tu obediente esclavo, tan ignorante que no comprende tu sabia pregunta», respondió el rico comerciante. «¡Si quisieras descender de las alturas inmensas de tu sabiduría y formularla de tal manera que yo pueda comprenderla con mi inteligencia limitada!».
Desde luego me había comprendido muy bien, sin embargo, en aquellos tiempos era señal de educación, bastante inútil, pretender no haber comprendido ni la pregunta más fácil si uno era interrogado por una persona muy distinguida, para elevar así la dignidad de esa persona.
10. Por eso le respondí: «Amigo, me has comprendido muy bien, aunque pretendes no haberlo hecho a causa de esa antigua costumbre ahora absolutamente fuera de uso. Por tanto, ¡déjate de tonterías y contesta mi pregunta!».
11. «Si me está permitido contestar tu pregunta directamente, Señor, creo haberla comprendido... Mi respuesta sería, desde luego: Como el emperador es lo más alto, considero su posición como la más alta que un hombre puede ocupar en esta Tierra».
12. «Pero amigo Mío, ¿por qué contradices tanto tu corazón y tu propio lema? Porque tu corazón te dice: “Lo más alto y santo en esta Tierra es la verdad, y quien ocupa el cargo de la verdad y de la justicia, ocupa el puesto más alto y elevado en la Tierra”. ¡Este es tu lema! ¿Cómo puedes afirmar que la posición del emperador, que ejerce su cargo a base del poder brutal que seguramente no siempre se apoya en la verdad y en el derecho, sea lo más digno en el mundo?».
13. Ante estas palabras el rico comerciante se sorprendió y después de un rato dijo: «Señor supremo, ¿quién te reveló mi lema? Aunque he pensado en él miles y miles de veces, jamás lo dije en voz alta, pues no es ni mucho menos un secreto que con la cruda verdad poco se alcanza y hay que dejarla en casa, por muchas razones, en cuanto uno quiere tratar con la gente y salir indemne.
14. Pero como ahora veo, mi señor, parece que tú mismo eres un gran amigo de la verdad y de la justicia. De modo que no habrá peligro en presentarme ante ti con toda la verdad, pese a que los grandes señores nunca quieren oírla y prefieren la adulación, importándoles poco los derechos humanos. Lo que ellos quieren lo consiguen, aunque sea a la fuerza. Si los pobres se quejan por tanta injusticia, a los grandes y encumbrados señores no les importa. Por esto hay que ser diplomático con ellos, de lo contrario habrá cárcel y galeras que aumenten el mal actual».
15. «Hablaste bien y con verdad y soy también de tu opinión, pero ahora dime por quién me tomas».
16. «Señor, la pregunta es muy embarazosa. Si digo demasiado, se reirán de mí. Si digo demasiado poco, me espera el calabozo. Por tal razón vale más que me calle y no me arriesgue a encontrarme luego enjaulado en un calabozo a causa de la respuesta».
17. «Pero si Yo te aseguro que no necesitas temer ni una ni otra cosa, bien podrás contestarme. Dime, pues, con toda franqueza, por quién me tomas».
18. «Pues, por verme obligado a hablar, te digo que te tomo por un príncipe de Roma».
19. Jonael, que estaba detrás de Mí, le insinuó: «Esto no es nada. Tendrás que subir, porque sólo príncipe es mucho despiste».
20. El comerciante estaba asustado: «¿Acaso el mismo emperador?».
21. «Todavía regular», le dijo Jonael, «¡sube!».
22. «¡Me guardaré de ello! Pues, ¡no hay nada más alto que el emperador de Roma!».
23. «¡Sí que hay!», insistió Jonael. «Hay algo inmensamente más alto, ¡y dilo con toda franqueza! Pues, veo que en tu corazón el emperador de Roma ocupa el puesto más bajo. ¿Por qué hablas diferentemente a lo que sientes en tu corazón? ¡Habla en la verdad!».
1. Después de un rato el rico comerciante dio su parecer: «Distinguidos señores, en situaciones como esta vale más mantener la boca cerrada y no hablar sino lo imprescindible. Nunca, y menos aún en presencia de personas distinguidas, debe manifestarse lo que se siente o lo que se piensa en el corazón; pues las personas de alto nivel tienen una piel muy sensible que no soporta el agudo choque de la verdad, por lo que es muy peligroso hablar abiertamente en presencia de autoridades. Que cada cual crea lo que quiera, pero cuando se actúa hay que ser un buen patriota para poder vivir en paz con todo el mundo. Y hablar hay que hablar lo menos posible, de lo contrario sufriremos las consecuencias.
2. En realidad ya me extendí demasiado sobre la verdad. Por ello me abstengo de afirmar lo del emperador y repito: En la Tierra el emperador de Roma es lo más alto; Caesarem cum Jove unam esse personam31..
3. Por lo tanto, es preciso desentenderse de la verdad, si existe... No es adecuada para la humanidad... ¡Menudos sufrimientos ha habido a causa de la verdad!, y ¡cuántos de propagadores suyos exhalaron su último suspiro en la cruz o bajo la espada! Mientras que quien se salva con mentiras siempre consigue salir ileso... A lo sumo, si mintieron demasiado a las claras, tendrán que bajar los ojos, pero no les sucede nada serio; en cambio todos los amigos de la verdad, con pocas excepciones, abandonaron la Tierra por muerte violenta.
4. Si la verdad acarrea tal recompensa, ¿quién tendrá ganas de ser su amigo? Más vale encerrarla en el pecho y poder andar libremente entre la gente, que dejarla libre y ser preso uno mismo en cuerpo y alma. Porque si el cuerpo está preso, el alma tampoco podrá estar mucho mejor.
5. Nunca oí que la verdad reportara beneficio alguno a nadie. Veamos los siguientes ejemplos:
6. Si un ladrón resulta muy sospechoso de haber robado, se le lleva ante el juez. Si miente hábilmente, se le soltará por falta de pruebas. Pero si el imbécil dice la verdad, se le castigará severamente. ¡Que Belcebú se la guarde!
7. Otro caso: Alguien fue engañado en un negocio. Como poseía muchos bienes no se dio cuenta del fraude y vivía satisfecho. Pero vino un amigo de la verdad que se había enterado del engaño y le informó. Entonces el engañado se desesperó, fue al juez y gastó mucho dinero para castigar al impostor. ¿Acaso esta verdad le trajo algo bueno? Al contrario: ¡despertó su rabia y sus ansias de venganza y le causó más gastos! El estafador supo mentir ante el juez y salió sin ser perjudicado. Pero el defensor de la verdad fue preso por calumnia malévola. Pregunto de nuevo: ¿Qué cosa buena aportó la verdad al amigo de ella?
8. ¡Así que habría que abolir la verdad de esta Tierra! Sólo ella es la causante del desgraciado estado de la humanidad; ya lo dijo Moisés en el primer libro: “En cuanto comas del árbol de la ciencia del bien y del mal, que es el árbol de la ciencia de la verdad, ¡perecerás!”. Y así continúan las cosas hasta ahora. Con la mentira llegas al trono, en cambio con la verdad, al calabozo. ¡Menuda recompensa para los amigos de la verdad!
31. César y Dios unifican ese personaje.
9. Por lo tanto buscad la verdad donde queráis, pero a mí dejadme tranquilo. Todo lo que hay en mis despensas y lo que encontréis en mis jardines está a vuestra disposición. Sin embargo, el santuario de mi corazón, dádiva de Jehová, es sólo mío. A vosotros y a todo el mundo doy lo que tengo del mundo, pues son ganancias mundanas. Pero la Salvación de Dios la guardo para mí solo».
10. «Reconozco francamente que tu descripción sobre el mundo es cierta», observó el sumo sacerdote. «Pero ya que hablaste de Moisés, también sabrás que Dios le dio una ley para su pueblo. En ella están prohibidos la mentira o el falso testimonio, y a todos los hombres se les prescribe el deber de la verdad. Si todos la cumplieran, ¿no crees que la vida en esta Tierra sería maravillosa?
11. Habrás de reconocer que no de la verdad sino de la mentira es de donde surge toda la desgracia de los hombres porque, en general, son orgullosos y despóticos con su prójimo. Cada cual quiere ser más que el prójimo y aparentar que es mucho más extraordinario que cualquier otro; para ello, el hombre ciego se sirve de todos los medios posibles que demuestren su superioridad ante los más débiles.
12. Esta ansia por sobresalir tienta a la persona con muchas clases de vicios, incluso el asesinato si es que la mentira y la impostura no le llevan a la meta de sus perversas ambiciones.
13. Como casi todos quieren ser más de lo que realmente son, sólo les queda el medio de mentir continuamente, con el resultado de que la verdad no encuentra mucha aceptación entre ellos.
14. Si reconocieran la ventaja inmensa de la verdad, lo que sería fácil si respetaran a Dios y a sus santas leyes, entonces huirían de la mentira más que de la peste. Pero como son orgullosos y despóticos, aman la mentira y la dicen.
15. La experiencia de miles de años nos enseña que no vivimos eternamente en esta Tierra sino que moriremos en breve para que el cuerpo sea entregado a los gusanos. Pero el alma tendrá que comparecer al juicio de Dios. Me pregunto ¿cómo os presentaréis ante Él con vuestra amada mentira?
16. Opino que es mejor llegar a la cruz por amor a la verdad que enfrentarse un día a Dios y escuchar la exclamación para toda la eternidad: “¡Apártate de Mí!”.
17. Si me has entendido bien, habrás llegado a la conclusión que somos auténticos amigos de la verdad, de modo que de nosotros no has de temer castigo alguno por ella. Dinos, pues, francamente lo que piensas de nosotros y especialmente de Aquel que ahora está hablando con mis hijas».
1. «Amigo, has hablado conmigo como un completo sabio y has confirmado lo que yo mismo sentí tantas veces en mi interior», reconoció el comerciante. «Pero no comprendo por qué insistes tanto en que os diga mi opinión sobre vosotros y especialmente sobre él. Ya os indiqué desde el principio quiénes me parecíais ser; sin embargo, me dijiste que calculara mucho más alto. No comprendo cómo sería posible, sin ser Dios, ser más que un dios mundano, es decir, el emperador. Nadie salvo Jehová es más, mundana y espiritualmente, que el dios—emperador terrenal. ¿Aquél sería Jehová?».
2. «Observa mejor nuestro séquito», le insinuó Jonael. «Tal vez algo te llame la atención. ¿Qué te parecen todos estos espléndidos jóvenes que nos acompañan? ¡Míralos y después habla!».
3. «Pienso que son pajes del emperador e hijos de patricios de Roma, aunque su piel tan suave y de color tan blanco induzca a creer que son mujeres disfrazadas procedentes de Asia menor. Las he visto muy hermosas, porque anteriormente anduve por Egipto y Sicilia negociando sobre ellas para los romanos, tan entregados a todos los placeres de la vida. Pero nunca vi jóvenes de una belleza parecida a ésta. Dime, por favor, ¿quiénes son y de dónde vienen? También tus hijas son preciosas, pero comparadas con estas figuras radiantes, aún les falta mucho. Como seguramente los conoces mejor, dime, por favor, quiénes son y de dónde vienen».
4. «No me corresponde a mí decírtelo, sino solamente a aquel que se encuentra en el medio de mis hijas. Dirígete a Él y te informará adecuadamente».
5. A esto el comerciante se dirigió directamente hacia Mí: «Señor de esta multitud que, a mi parecer, te está siguiendo como las ovejas a su pastor, dime, por favor, con quien tengo la honra tan singular de hablar en persona. Me preguntasteis e indiqué la más encumbrada posición mundana; sin embargo, se me dijo que me había equivocado. Ahora ya no sé qué decir y te ruego que te dignes informarme sobre Ti».
6. «Tú también formas parte de aquellos que no creen si no ven pruebas, y cuando las tienen, dicen: “¡Éste o es un discípulo de los esenios o quizá un mago de Egipto o, más bien, un siervo del Belcebú!”. ¿Qué puedo hacer? Si te dijera francamente quien soy, no me creerías.
7. Has expuesto tu opinión, pero es errónea. Cuando Jonael te dijo que Yo soy más que tu dios mundano, respondiste que solo Jehová es más que un emperador. Y callas ante la hipótesis que Yo pueda ser más que un emperador de Roma a quien pones lo más alto en esta Tierra solamente por miedo a su poder mundano: no obstante, en tu corazón le desprecias más que a la peste y a su poder más que a las plagas de langosta.
8. Hoy ya es el tercer día de mi presencia en Sicar, muy cerca de aquí, y me extrañaría que no supieses nada de Mí por tus compañeros de negocios».
9. «Ah, ¡entonces Tú eres Aquel de quien ayer y hoy me han hablado y de quien dicen que es el Mesías y que lo testifica con hechos maravillosos! Me dijeron que arreglaste la vieja casa de la hermosa Irhael haciéndola digna de reyes, y que predicaste un sermón extremadamente severo en la montaña, del cual muchos se escandalizaron porque resultó muy antimoisaico.
¿Eres el Mesías?
10. Realmente me alegro mucho por tu visita y espero conocerte aún más de cerca. Sabes que también pienso que el Mesías vendrá y estoy totalmente persuadido que habrá de venir. Según mis cálculos la época actual sería muy adecuada, pues el yugo de los romanos ya no es soportable. Y ¿por qué no podrías ser Tú el Mesías? Por mi parte no me será difícil admitirlo.
11. Si eres consciente de tu poder y sabes imponerte como corresponde, estaré a tu disposición con toda la fortuna que tengo. ¡Que estos cerdos de occidente salgan pronto del país de nuestros padres! Pensando en el Mesías prometido, me dediqué con todas mis fuerzas, ya desde mi infancia, a reunir la mayor fortuna posible, para poder organizar con ella un ejército de valientes y audaces guerreros. Hace tiempo que estoy en contacto con unos cuantos aguerridos pueblos de Asia menor y solamente hace falta mandar algunos mensajeros: dentro de pocos meses, tendríamos un ejército poderoso a nuestra disposición.
Pero por ahora nada más sobre ello. En mi amplia casa tendremos oportunidad de discutir lo necesario.
12. Me parece que la comida está ya preparada. ¡Venid todos y comed y bebed a vuestro gusto!».
13. Dije Yo: «Bien, por ahora está todo bien. El resto lo discutiremos después más detalladamente. Llévanos a todos al salón, excepto a aquellos hombres que ves allí detrás. Ellos no forman parte de nuestro grupo; son gente absolutamente mundana».
1. «Los conozco», dijo el comerciante. «Son sicarenses de corazón duro que por su fe y forma de pensar más parecen paganos que hijos de Israel. Pero los más detestables entre ellos son los que vienen de la región del Lago de Genesaret: son materialistas inveterados y no tienen ni nociones de algo más elevado y divino. Son puros alborotadores. Prefieren mil veces más a un mago de Persia y una prostituta asiática voluptuosa que a Moisés y todos los profetas. Los conozco demasiado bien. Pero para hacerles callar llenemos sus bocas con algo de comer. Les serviremos algo en mi gran pabellón, porque si se quedaran sin nada, ¡qué escándalo organizarían!».
2. «Haz lo que te parezca bien y lo que puedas, porque ¡dar vale más que recibir! Pero en adelante no des sino a los pobres y a los necesitados. Y si alguien viene a pedirte dinero prestado y tú ves que es rico y que podría devolvértelo con mucho interés, ¡no le prestes nada! Pues se volverá enemigo tuyo en secreto y tendrás problemas para que te devuelva tu dinero.
3. Pero si viene a pedírtelo un pobre, aunque sea evidente que no te lo podrá devolver, a él préstaselo. El Padre del Cielo te lo compensará de otra manera mil veces más aún en la Tierra, y en el Cielo tu dinero “prestado” se volverá un gran tesoro que te esperará lejos de tu tumba, en el Más Allá, después de tu vida en la Tierra.
4. Lo que el amor realiza en la Tierra, también sirve en el Cielo donde dura eternamente. Sin embargo, los resultados de la inteligencia mundana se las traga la misma tierra sin dejar nada para el Cielo eterno. ¿Qué provecho puede el hombre sacar de todos los tesoros mundanos si su alma sufre daño por ellos?
5. Desgraciado es quien trabaja para la Tierra y para la carne, porque de la misma manera que la carne del hombre tendrá su fin, también lo tendrá la Tierra. Y cuando el fin cierto de la Tierra llegue a su tiempo, ¿dónde morará la pobre alma?
6. Te digo que todo hombre también perderá la Tierra eternamente en el mismo momento en que deje el cuerpo atrás. Y si no ha preparado una nueva tierra en su corazón por el amor, entonces su alma tendrá que entregarse a los vientos, nubes y nieblas, y andará errando sin rumbo ni descanso por el eterno infinito, en las creaciones vagas y erróneas de su propia fantasía, que, cuanto más duren, tanto más débiles se volverán, hasta que se encuentre en absolutas tinieblas, de las que el alma difícilmente podrá ya salir por propia iniciativa para salvarse. Así que en el futuro haz lo que Yo te enseñe, aunque ahora mismo puedas hacer lo que te parezca bien».
7. «Eres sumamente sabio y tendrás razón en todas las cosas, pero en cuanto al dinero prestado no estoy de acuerdo contigo. Pues si alguien ha reunido mucho dinero vale más prestarlo a intereses modestos que tenerlo parado o enterrarlo por miedo a ladrones que pudieran venir de noche. Además, con el interés cobrado se puede también ayudar a los pobres. Pues si no administrara bien mi fortuna, pronto no tendría nada, y tampoco podría dar nada a los pobres».
8. «Deja tú al Señor resolver estos problemas económicos y ayuda a aquellos que Dios te envíe, y tu fortuna no sufrirá», le aconsejé. «¿Acaso no tienes muchos campos y muchas grandes huertas con frutos en abundancia, y tus corrales y establos no están llenos de bueyes y vacas, terneras y corderos? Con la bendición de Dios tus negocios de ganado siempre te compensarán lo que gastaste con los pobres. Pero lo que entregas a las cajas de los ricos para que ellos te lo administren, esto nunca te traerá bendiciones de lo alto. Por el contrario, siempre estarás preocupado por si tu dinero está bien administrado o no. Así que haz lo que te digo y tendrás una vida agradable y sin preocupaciones. Todos los pobres te querrán y, cuando les sea posible, estarán a tu disposición. Y el Padre en el Cielo siempre bendecirá tus acciones. Esto te irá mejor que las preocupaciones continuas por tus inversiones».
1. En el camino hacia el palacio el comerciante comentó: «Señor y amigo mío, veo que de Ti emana la Sabiduría divina y eso de manera tan delicada como nunca lo oí por boca humana. Pero para observar tu Doctrina es imprescindible tener una confianza absoluta en Jehová que yo, a pesar de mi buena voluntad, no tengo hasta ese extremo. Sé perfectamente que Él es el Creador de todo y que Él dirige y mantiene todo. Sin embargo, lo que yo no me puedo imaginar bastante vivamente es que Él, como Espíritu supremo, pueda o quiera intervenir en asuntos particulares. Para mí Él es tan sumamente santo que apenas me atrevo a pronunciar su nombre, ni mucho menos a esperar de Él que me ayude en mis asuntos económicos terrenales.
2. Aun así doy a los pobres y no tengo perro para ahuyentarlos. Solamente procuro evitar la invasión de mi bosque por forasteros y pobres, porque lo aprecio mucho, pues en muchas ocasiones destrozan las plantaciones, y hasta con mala intención, a pesar de que en ellas no pueden encontrar nada para comer ni beber. Para ese fin planté una gran huerta con higueras y ciruelos que está a la entera disposición de forasteros y pobres. Y para que no me estropeen las plantaciones, he colocado algunos guardianes.
3. De modo que ya ves que no me olvido de los pobres. Pero por ello no osaré pedir al Espíritu supremo que administre mi fortuna, sea de forma mundana o puramente celestial; esto ¡ni pensarlo! Si Él, por sí mismo, hace algo parecido, y no me cabe duda de que ya lo habrá hecho, esto depende de la libre decisión de su santísima Voluntad. Por mi parte, siento un respeto tan profundo por Él que casi ni siquiera me atrevo a agradecérselo. Pues parecería como si le manifestara que la ayuda prestada en el crecimiento de mis bienes mundanos la considerase como un servicio de jornaleros, lo que habría de deshonrarle inmensamente. Por ello vivo y actúo lo mejor posible como hombre sincero a base de las leyes y de las facultades con las cuales Dios me proveyó. Y a los bueyes y burros que me trillan el trigo no les cierro las bocas con vendas. No obstante, al Espíritu supremo le venero solo en su día, porque escrito está: “¡No tomarás el nombre del Señor, tu Dios, en vano!”».
4. A estas palabras del comerciante Yo le respondí: «Si Yo no supiera hace tiempo que eres un hombre probo con una fe en Dios extraordinaria, no me habría acercado a ti. Pero mira, no es justo que temas a aquel a quien en realidad debieras amar. Ésta es la razón por la cual he venido a ti. Para mostrarte cómo, en el futuro, debes más amar a Dios que temerle, con lo cual Él se dignará a rebajarse a ti y a servirte en todo como un ayudante extremadamente cumplido, fuerte y de confianza».
1. Después de esta observación llegamos al gran patio del castillo, donde todo el séquito de criados se acercó a su dueño, totalmente perplejo.
«Señor, ¡qué acontecimientos más inauditos; no ha habido ni una sola cosa que les saliera bien a nuestros cocineros!», le informó su mayordomo. «¡Por esto queríamos por lo menos preparar las mesas con fruta, pan y vino, pero resulta que no se puede abrir ni una sola puerta de ninguna de las habitaciones! ¿Qué haremos?».
2. El comerciante, en parte perplejo, en parte de mal humor, dijo: «Esto es lo que pasa si alguna vez salgo de la casa. ¡Nada más que desorden!... ¿Qué están haciendo los cocineros? Hasta tuvimos más de diez mil invitados, ¡y siempre fue todo bien! Esta vez que no somos ni mil, ¡y todo va mal! ¿Pero qué es lo que veo? En todas las ventanas hay jóvenes; ¡mi castillo está lleno de gente y tú y los criados que están bajo tus órdenes me decís que todas las puertas de las salas están cerradas! ¿Cómo es eso? ¡O sea, que estáis mintiendo o queréis disculpar vuestra pereza! Si las puertas están cerradas, ¿quién, pues, las cerró?».
3. El mayordomo no sabía qué responder a su dueño y todo el séquito de sirvientes estaba consternado por su evidente indignación.
4. Pero Yo le dije: «Querido amigo, deja todo como está, porque todo está bien. Mira, cuando tus sirvientes vinieron porque los mandaste que me preguntasen quién soy y qué quería con tanto séquito en el bosque, entonces Yo, como tu Señor, te pedí que nos dieras a todos nosotros un buen almuerzo. En seguida te preparaste para atender el ruego, sin saber Quién era Aquel que te lo pedía.
5. Al principio, tú y tus sirvientes me considerasteis un príncipe de Roma, por lo que en seguida estuvisteis preparados para cumplir mi demanda. Sin embargo, durante nuestra muy instructiva conversación llegaste al convencimiento que Yo soy el Mesías, lo que en tu corazón te hizo muy feliz, y te estimuló aún más a servirnos lo mejor posible para que me quedara contigo hasta que llegase de Asia menor el ejército que dijiste, para, bajo mi mando, expulsar de la tierra de promisión todos los enemigos y paganos.
6. Como todo esto lo pensaste en tu interior, entonces también Yo, en secreto, decidí algo: que, aún en tu propia casa, tú fueras mi huésped y no Yo el tuyo. Para ello di órdenes a mis sirvientes y mira, todo está ya preparado. De modo que hoy estarás a mi lado y tendrás auténticos alimentos de los Cielos.
7. Las frutas de tus jardines y lo que tus cocineros han preparado, ofréceselos a los jactanciosos calumniadores de Sicar que todavía están allí en el bosque y no saben cómo desfogar su enojo por no encontrarse entre los invitados. Espero que mis disposiciones no te pesen. Porque cuando veo que alguien tiene la buena voluntad de hacer algo, ¡para Mí vale ya como la acción hecha! Como en seguida vi tu buena voluntad, te libré de esos gastos considerables. Pues, Yo soy más rico que tú y por eso es mi deseo que no sea Yo quien coma por tu cuenta sino que tú seas mi invitado».
8. El comerciante abrió los ojos y, después de reflexionar un buen rato sobre lo que acaba de oír, comentó: «Señor, para un pobre pecador, como lo soy yo, esto es demasiado a la vez. ¡No puedo entender este milagro en toda su profundidad! Si sólo fueras un hombre como lo soy yo, no podrías hacer todo esto; pues, en todo tu séquito no vi ni un solo cargador. Si fuera de manera natural, ¿de dónde habrías conseguido la comida necesaria? Vi, desde luego, unos cuantos sirvientes extremadamente bellos en tu compañía, ¿o son mujeres? Ahora los veo mirar por las ventanas de mi palacio. Dime, por favor, ¿de dónde son?».
9. «Oye, amigo, si tú te mudas de tu casa y vas a otro país para hacer negocios, también llevas los sirvientes que te hacen falta. Y ves, esto también lo hago Yo. Con la sola diferencia de que Yo tengo tantos que su número te sería inconcebible. Si Yo estoy de viaje, ¿por qué, en tal ocasión, dejaría mis sirvientes en casa?».
10. «Señor, en esto estoy totalmente de acuerdo, ¡pero estoy ansioso por saber de dónde vienen todos estos maravillosos sirvientes!».
11. «Vamos primero a tomar el almuerzo y más tarde tendremos suficientemente tiempo para más explicaciones. De momento hemos hablado bastante. Vamos pues, a la sala mayor que se encuentra en la parte este del palacio y que no se puede ver desde aquí, porque ahora nos encontramos en la parte opuesta».
12. A eso el comerciante casi se desmaya de admiración: «Señor, ahora todo me empieza a resultar más maravilloso de lo que podría concebir. Parece que hasta hace unos doscientos años existía ese ala este en este castillo de Esaú, pero eso ya es parte del pasado, ¡irrecuperable para siempre! Incluso mis antepasados sólo tenían una idea muy vaga sobre el ala este. ¿Cómo es posible que tú sepas de ella?».
13. «Eso, pregúntamelo si no encuentras esa parte de tu castillo. Sin embargo, si la encuentras, es para que entiendas que a Dios todas las cosas le son posibles. Pero de momento no digas nada a nadie, porque los que me acompañan aún no están preparados para tales obras».
14. «Verdaderamente, ahora estoy realmente ansioso por ver esa ala este de mi castillo, de la cual ni mis antepasados sabían casi nada. Aún se ven algunos de los cimientos, pero esto es todo lo que queda de toda esa parte este de la que presiento que tiene que haber sido preciosa».
El comerciante empezó a andar ágilmente y nosotros le seguimos.
1. Llegando al primer piso, en seguida vio el ala mencionada. Lleno de sorpresa corrió precipitadamente en dirección a la gran puerta abierta y se desmayó de admiración. En este momento se le acercaron varios de los jóvenes de blanco y le ayudaron.
Después de reponerse un poco se acercó a Mí y me preguntó con voz trémula: «Señor, te ruego, ¡dime con certeza si estoy despierto o si duermo y si todo esto no es nada más que un sueño!».
2. «Aunque te parezca que sueñas, sin embargo, todo lo que ves es pura realidad. ¿No me contaste, allá fuera en el bosque, que te dijeron que Yo, en un instante, reconstruí la vieja casa de José en la cual ahora vive Irhael? Si Yo pude reconstruir la casa de José, ¡entonces también deberías considerarme capaz de reconstruir el antiguo castillo de Esaú!».
3. «Sí, sí, eso es evidente y verdadero. Pero resulta increíble que un hombre pueda hacer cosas parecidas. ¡Oye, Señor, si Tú no eres un profeta como Elías, entonces tendrás que ser un arcángel en forma humana, o, en fin, Jehová mismo! Porque tales obras ¡solamente Dios mismo las puede hacer!».
4. «¡Si no hubieras visto este milagro, tampoco creerías en Mí! Ahora, por cierto, crees. Sin embargo, en esta fe tu espíritu no está libre. Para que puedas recuperar el equilibrio en tu corazón, te digo: No soy Yo quien ha hecho esto, sino que lo hicieron todos estos jóvenes, pues tienen el poder necesario de Dios el Padre. ¡A ellos les puedes preguntar cómo lo hicieron!».
5. «¡Es verdad! Antes ya pregunté a Jonael por estos jóvenes tan extremadamente hermosos, pero en vez de contestarme simplemente me envió hacia Ti. Luego, en tu presencia y quién sabe por qué, lo olvidé totalmente; mis preguntas sólo eran por mi interés por Ti y nuestra conversación tomó otro camino. Ahora la pregunta vuelve a mi memoria y te ruego que me expliques quiénes son estos jóvenes maravillosos y de dónde vienen».
6. «Para no dar largas explicaciones y si quieres aceptarlo: son ángeles. Si no lo quieres admitir, los puedes tomar por lo que quieras, excepto por el diablo o sus siervos».
7. «Señor, Señor, ¿dónde iré yo a parar? ¡Hace un rato preguntaba si estoy despierto o si duermo y sueño, y ahora te tengo que preguntar si todavía estoy vivo, porque tales cosas no pueden suceder en la auténtica Tierra!».
8. «¡Por cierto estás en la Tierra», le dije Yo, «pero he abierto tu visión interior! Por ello puedes ver ahora a los espíritus de los Cielos.
Pero basta de preguntas porque ya es hora del almuerzo. Como todo está preparado, vayamos pues a las mesas».
9. «Está bien, pero no podré comer mucho por mi admiración, porque aquí todo se ha vuelto maravilloso... ¿Cómo hubiera podido imaginarme todo esto hoy por la mañana? ¡Todo aconteció tan rápida e inesperadamente! Aún no hace tres horas que viniste de Sicar ¡y cuánto ha sucedido en estas pocas horas! Parece increíble, ¡pero todo es realidad! Aunque aparte de aquellos que lo vieron con sus propios ojos, miles de los cuales lo pueden confirmar, ¿quién lo creerá? Señor, gran Maestro enseñado y mandado por Dios, yo lo creo porque lo veo con mis propios ojos. Sin embargo, si se lo contara a miles de personas, no sólo no lo creerían sino que se escandalizarían, y llamarían al narrador embustero descarado. Por eso, todo lo ocurrido no se puede contar a nadie, porque resultan demasiadas maravillas a la vez. ¿Quién ha visto nunca tamaña maravilla como este salón? Las paredes de piedras preciosas, el techo de oro, el suelo de plata, jacinto y de esmeralda; los estantes de oro y de plata, los vasos como del diamante más puro, las fuentes como el rubí más luminoso; los bancos junto a las mesas también de metales puros como acolchados de seda carmín ardiente y los alimentos de un olor sublime como de los Cielos... ¡Y todo esto en sólo tres horas! ¡Es más que increíble!
10. Señor, ¡o eres Dios mismo o infaliblemente su Hijo!».
11. «¡Muy bien, muy bien! Y ahora vamos a la mesa. Después oirás aún muchas cosas. Mientras tanto, antes del almuerzo, no hablaré de nada. Mira, todos esos tienen hambre y sed porque hoy hace mucho calor. ¡Que se reconforten y después hablaremos más de lo espiritual!».
1. A eso el comerciante dejó de hablar, me dio las gracias a Mí y por esto también al Padre y se sentó a una mesa grande en medio del salón. Yo y todos los discípulos, Jonael con su familia, Irhael con su marido Joram, y María, mi madre terrena, entre los dos, nos sentamos a la misma mesa.
2. El comerciante se alegró sumamente por este detalle y dijo: «En agradecimiento al honor que me has otorgado al sentarte a la misma mesa donde me he sentado, prometo que desde ahora en adelante daré un décimo de todos mis bienes muebles a los pobres. Y todos los impuestos que los romanos les exigen, se los pagaré con diez años de adelanto. Después de este tiempo, ruego a Dios, Tuyo y nuestro Padre, que con tu ayuda, Señor, nos salve de esta plaga. Toda la asistencia posible por mi parte ya te la aseguré antes.
3. Señor, líbranos de esta plaga y haz que los judíos de Jerusalén se vuelvan a unir con nosotros, pues se apartaron totalmente de la antigua Verdad. Están dominados por el egoísmo, por el afán inmoderado de mandar y por el lujo. De Dios ya no se acuerdan y del amor al prójimo menos todavía. Desprecian el Garicim, pero convirtieron el Templo en Jerusalén en un antro de cambistas y comerciantes. Y a aquel que les dice que están profanando el santuario de Dios, le maldicen y se desatan en insultos contra él. Señor, esto no puede continuar así, de lo contrario pronto tendremos que contar con un nuevo diluvio. El mundo está lleno de paganos y en Jerusalén y en Judea viven judíos, sacerdotes, levitas, escribas, fariseos, cambistas y negociantes todos los cuales son diez veces peor que los paganos. En suma, el mundo es ahora mucho más perverso que en los tiempos de Noé. Si no viene auxilio y el Mesías no toma una espada ardiente en su mano, entonces tendremos que construir otra arca. Señor, ¡haz lo que está en tu poder y yo te ayudaré!».
4. «Querido Jairut, ¡mira a estos jóvenes! Te digo que tengo tantos que no caben en mil veces mil Tierras como esta y solamente uno de ellos bastaría para destruir todo el imperio romano en tres instantes. Aunque vosotros tenéis una fe mejor que los judíos, tenéis como ellos una idea totalmente equivocada del Mesías y de su Reino.
5. Aunque el Mesías constituirá un nuevo Reino aquí en esta Tierra, sin embargo, y ahora escúchame muy bien, no será un reino material con corona y cetro sino que será un Reino del Espíritu, de la Verdad y de la Libertad por esta Verdad, bajo el régimen exclusivo del Amor.
6. El mundo está invitado a ganar este Reino; si lo hace, la Vida eterna será su mérito. Si no sigue a la llamada, continuará siendo lo que es, ¡y al fin será alcanzado por la muerte eterna!
7. El Mesías, como Hijo del hombre, no vino a este mundo para juzgarlo sino para llamar a todos que están en las tinieblas de la muerte a que entren en el Reino del Amor, de la Luz y de la Verdad.
8. El Mesías no vino a este mundo para reconquistar lo que vuestros padres y reyes perdieron con los paganos sino únicamente para volver a traeros lo que Adán perdió para toda la humanidad que vivió y vivirá todavía en esta Tierra.
9. Hasta ahora ningún alma liberada de su cuerpo fue elevada de la Tierra. Desde Adán hasta ahora, un sinnúmero de almas languidecen todavía en la noche de la Tierra. ¡Pero desde ahora llegarán a ser libres! En la hora de mi Elevación, a todas les abriré el camino desde la Tierra a los Cielos, donde les espera la Vida eterna.
10. ¡Ésta es la Obra del Mesías que hay que llevar a cabo, y ninguna otra! De modo que no hace falta que llames a tus guerreros porque nunca precisaré de ellos. Sin embargo, necesitaré muchos trabajadores espirituales para mi Reino y estos los prepararé Yo mismo. En esta mesa ya se encuentran unos cuantos y aún prepararé unos cuantos más en el Espíritu del Amor y de la Verdad.
11. ¡Esta es mi Obra que tengo que llevar a cabo! Tú, hazte una idea sobre ello y luego me dices qué te parece este Mesías».
12. «Señor, esto es algo para reflexionarlo mucho y me costará un tiempo», respondió el comerciante Jairut. «Nadie oyó hablar nunca de un Mesías así y pienso que de esta manera el mundo no sacará mucho beneficio de Él. El mundo, mientras siga siendo lo que ahora es, será siempre un enemigo muy pronunciado de todo lo espiritual. Pero ¡reflexionaré más!».
1. Ahora todos comieron y bebieron, incluso Jairut, entregado a sus pensamientos. Sin darse cuenta, empezó a comer y beber considerablemente.
Cuando, por el néctar de Amor venido de los Cielos, se quedó totalmente transformado en amor, me dijo: «Señor, ¡ahora mismo he tenido una idea maravillosa! Si es posible, quisiera tener cepas de esta clase para poder prensar de sus uvas un vino como éste... ¡Pues con tal vino en mis bodegas dejaré a todo el mundo lleno de amor y nada más que de amor! ¡Yo mismo estoy pasando esta prueba! En principio, también yo tengo inclinación hacia todo lo que es bueno y bonito; pero aun así no me puedo realmente acordar que por ello haya sentido alguna vez algún amor especial hacia mi prójimo.
2. Hasta ahora, todo lo que hice fue debido a una cierta sumisión a la ley que yo mismo me prescribía según las leyes mundanas vigentes. Poco me preocupaba si una ley era buena o mala. Mi divisa era siempre: Ley es ley, de Dios o del César. Consciente de que la ley está sanciona en caso de inobservancia, sólo hay que observarla por amor propio para evitar las consecuencias. Una ley que no sanciona deja de ser ley y no es nada más que un buen consejo que se puede cumplir sin ser obligado a ello.
3. Cierto que la inobservancia de un buen consejo también nos puede acarrear un daño semejante a una pena jurídica, sin embargo, no es pecado. Pero si hago caso a un consejo malo, entonces evidentemente cometo un pecado.
4. Con la ley el caso es diferente: buena o mala, la tengo que cumplir pues ¡es la ley! En caso de no cumplirla, aunque sea por convicción de que la ley es mala, pecaré ya sea contra Dios o contra el soberano y ambos me castigarán. De esta reflexión resulta evidentemente que el bien obligatorio jamás lo cumplo por amor a él, sino solamente por la obligación jurídica que, en el fondo del alma, siempre me es antipática. ¡Pero ahora, que bebí este zumo tan delicioso de la vid de los Cielos, siento un amor inmenso dentro de mí y tengo ganas de abrazar y besar al mundo entero!
5. Además, por lo que veo, a todos los que han bebido este vino celestial les produce el mismo efecto. Por esto me gustaría cultivar una gran viña, daría a todo el mundo de beber de este vino y, como yo ahora, seguramente en breve se transformaría totalmente en amor. Si fuera posible procurarme cepas de esta especie, ¡y me consideraría el hombre más feliz de esta hermosa Tierra de Dios!».
6. «Cepas que te den un zumo igual a éste te las puedo procurar, pero no obtendrás el efecto deseado», le expliqué a Jairut. «Porque este vino estimula el amor, siempre que ya haya habido amor en el hombre. En caso contrario, si el hombre sólo tenía maldad en su corazón, este vino también reactivará la maldad y el hombre se transformará en un auténtico diablo que hará el mal con el mismo entusiasmo con el que tu quieres hacer el bien.
7. Por tanto, siempre es preciso tener en cuenta a quién se lo ofrece. A pesar de todo, te proporcionaré una viña con estas uvas; pero, ¡fíjate bien a quién se lo das! El amor estimulado puede dar muy buen fruto. Entre tanto, vale más que el amor sea estimulado por la Palabra de Dios, porque así el efecto será permanente. Mientras el estímulo sea originado por este vino, el efecto pasará pronto. Tenlo en consideración porque en el caso contrario, en vez del bien, causarás el mal...».
8. «Señor, si éstas pueden ser las consecuencias, prefiero no cultivarlo, pues nunca se puede saber si la persona, a quien se ofrece este vino, lleva en su corazón virtudes o maldades. Aunque sea con la mejor intención de estimular su amor, si la cosa saliera mal, uno quedaría en una situación fatal. No, no, ¡vale más no tocar un asunto tan delicado!».
9. «A Mí me da igual, Yo te doy lo que me pidas. De todos modos todos los vinos de esta Tierra tienen más o menos el mismo don. Si a diferentes personas les das vino de tus propias viñas en la misma cantidad que tú bebiste ahora de mi vino puramente celestial, verás cómo algunas se llenarán de amor mientras que otras se enfurecerán hasta que sea preciso detenerlas. Si tu vino terrenal ya tiene estos efectos, ¡cuanto más lo tendrá el celestial!».
1. «Señor, si es así», continuó Jairut, «y yo mismo lo he comprobado algunas veces, abandonaré finalmente todo cultivo de viñas y prohibiré la consumición de vino en mi casa. Tú ya has dicho que se puede estimular el verdadero amor mediante palabras, y esto con resultado permanente, lo que me parece justo y verdadero, y la maldad no tendrá ocasión de manifestarse. Si es así, abandonaré inmediatamente todo cultivo de viñas y después de haber probado este vino celestial me comprometo a no beber ningún vino terreno. ¿Qué te parece esta proposición?».
2. «No la puedo alabar ni criticar. Mientras sea bueno para tu alma, haz lo que te parezca mejor. Por lo demás, puedes tener todo lo bueno de Mí, pues en todo lo que se refiere a lo bueno eres un hombre muy justo y estricto».
3. «Señor, entonces quédate aquí conmigo con todo tu séquito, o, tal vez, me puedas dejar uno o dos de estos jóvenes para que me enseñen el verdadero Amor y la Sabiduría hasta el punto que me convenga».
4. «De momento, no puedo aceptar tu buena oferta, porque aún tengo mucho que hacer en este mundo. Sin embargo, te puedo dejar dos de estos jóvenes, tú los puedes elegir. Pero cuidado: que ni tú ni nadie de tu familia caiga en pecado alguno; porque se volverán castigadores sin ningún perdón y pronto abandonarían tu casa. Que sepas que son ángeles de Dios y te pueden ver en cada momento».
5. «Ay, Señor, ¡otro compromiso! ¿Quién podría afirmar que no pecará alguna vez al año, ya sea de pensamiento, palabra u obra? Y encima de todo tener una pareja de guardianes a los cuales nada les queda oculto, ¡menuda gracia! Retiro mi solicitud y que todo siga como está».
6. «Está bien. Como tú quieras. Eres absolutamente libre y puedes estar seguro de que no se te insistirá en nada».
7. Jairut estaba indeciso: «Pero por otro lado... ¡Sólo imaginarse a estos verdaderos ángeles de Dios tan hermosos y encantadores! ¡Pecar en su presencia me parece algo totalmente imposible! De modo que sí, me quedo con dos, ¡sean las consecuencias las que fueren!».
8. «Bien, quédate con dos. Estarán visibles en tu casa mientras se sientan bien en ella y, además, mi amigo Jonael te enseñará mi camino. Mientras no te apartes de él, se quedarán contigo, te servirán en todo y protegerán tu casa contra toda clase de desgracias. Sin embargo, si te apartas de mi camino, ellos también te abandonarán a ti y a tu casa».
9. «¡De acuerdo! Y como ya no se consumirá vino en esta casa, con el que todavía me queda pagaré a los romanos los impuestos de diez años de los pobres. Las uvas que aún obtenga de mis viñas las secaré y así me darán un alimento delicioso. Lo que sobra voy a venderlo. ¿Te parece bien?».
10. «Absolutamente bien. Todo lo que hagas por amor a Mí y a tu prójimo, siempre estará bien hecho».
11. Después Yo llamé a dos de los jóvenes, se los presenté a Jairut y le pregunté: «¿Te servirán éstos?».
Jairut, al verlos, se maravilló: «Señor, si me quieres conceder esta Gracia, desde luego, ¡sería sumamente feliz hasta en lo más profundo de mi corazón! No obstante, yo mismo siento que no merezco tal dádiva de los Cielos. Aun así, me esforzaré en lo posible para hacerme más digno de ella. ¡Que se cumple tu santa Voluntad!».
12. Los dos jóvenes se dirigieron a él y le explicaron: «La Voluntad del Señor es nuestro ser y nuestra vida. Donde se actúa conforme a ella, nosotros nos volvemos ayudantes muy activos, para lo cual estamos provistos de poder y fuerza en abundancia. Nuestro poder traspasa los límites de la creación visible. La Tierra es para nosotros como un grano de arena y el Sol como un guisante en la mano de un gigante. Y toda el agua de la Tierra no basta para mojarnos un pelo de la cabeza y las estrellas se estremecen con el aliento de nuestras bocas. Pero este poder no nos fue dado para vanagloriarnos ante la flaqueza de los hombres sino para servirles de acuerdo con la Voluntad del Señor. Por este motivo también te ayudaremos dentro de esta Voluntad mientras la reconozcas, aceptes y respetes en toda tu actividad. Pero si la abandonas, también nos abandonarás a nosotros, porque nuestra naturaleza es la Voluntad personificada de Dios, nuestro Señor. Por eso, a aquel que nos abandona, también nosotros le abandonamos. Esto te lo decimos en presencia del Señor, cuyo semblante vemos continuamente; pues, estamos atentos a la menor señal con la que nos pudiera llamar para una nueva acción».
13. «¡Jóvenes encantadores!», exclamó Jairut, «comprendo perfectamente que tenéis un poder inconcebible en relación con nosotros los mortales. Sin embargo, yo también estoy capacitado para algo que vosotros, tal vez, sois incapaces de hacer: yo reconozco mi flaqueza, en la cual no existe ni fuerza ni poder. Pero justamente en esta mi gran flaqueza manifestada ante vosotros, también existe pese a todo una fuerza en virtud de la cual puedo reconocer la Voluntad del Señor y practicarla,
14. aunque no sea en la misma medida que vosotros. ¡Pero el Señor seguramente no me exigirá más de lo que soy capaz de soportar! Por esto mi flaqueza también merece su honor. Pues es un hecho importante que la flaqueza del hombre cumpla finalmente la misma Voluntad del Señor al igual que vuestro poder incalculable.
15. Y si hasta ahora he comprendido bien al Señor, el hecho realizado con la flaqueza de los niños le alegra más que el poder y los hechos de los grandes y poderosos espíritus de los Cielos que, finalmente, tendrán que dejarse llevar por la flaqueza de los pequeños niños de esta Tierra para compartir la mesa con ellos. Pues, por lo menos a mí me parece que el Señor, al acercarse a los débiles, los hace fuertes...».
16. «Esto es absolutamente correcto», dijeron los dos jóvenes. «Luego reconoce la Voluntad del Señor y practícala. Con esto tienes ya nuestra fuerza y nuestro poder dentro de ti, que no es sino la Voluntad de Dios, el Señor. Nosotros no tenemos ni fuerza ni poder propio. Toda la fuerza y el poder que tenemos son exclusivamente la Voluntad de Dios, cumplida en nosotros y por nosotros».
17. A esta altura Yo terminé la conversación: «¡Está bien! Por ahora nos hemos reconfortado y por esto, amados Míos, levantémonos porque vamos a continuar nuestro paseo».
Con esto todos se levantaron, me lo agradecieron y se dirigieron al jardín.
1. Jairut deseaba que Yo me quedara todo el día con él pero le indiqué que aún había en los alrededores algunos enfermos que Yo quería visitar. A cambio me pidió permiso para poder acompañarme hasta la ciudad, lo que le concedí. Se dirigió a los dos jóvenes y les pidió que nos siguieran.
2. Sin embargo, estos le contestaron: «Será mejor quedarnos aquí, porque los huéspedes del pabellón te han denunciado ante los romanos como provocador de un motín y sin nosotros lo pasarías mal en tu casa. ¿Comprendes?».
3. Jairut se asustó por estas noticias y, agitado, preguntó: «¿Qué demonio de persona habrá sido el autor y cuál habrá sido el motivo de su acción?».
4. «Mira, en Sicar viven comerciantes que no son tan felices como tú», dijo uno de los jóvenes. «No se pueden construir palacios y aún menos se pueden comprar terrenos tan inmensos como lo hiciste tú en Arabia al lado del Mar Rojo. Te envidian por tu suerte terrena y tienen unas ganas tremendas de arruinarte. Esta vez lo conseguirían si nosotros no estuviéramos contigo. Pero te protegemos en el nombre del Señor, de modo que no te ocurrirá nada. ¡Procura no volver a tu casa antes de tres días por lo menos!».
5. Jairut se quedó tranquilo y se dio prisa por alcanzarme porque Yo ya me había puesto en marcha para salir del palacio.
6. En el momento de atravesar el patio, una tropa de mercenarios romanos se nos acercó, se paró delante de nosotros y nos ordenó que nos detuviéramos. Yo, sin embargo, avancé algunos pasos y les presenté el salvoconducto de Nicodemo.
Sin embargo, el jefe dijo: «¡Esto no vale nada, pues existen sospechas justificada de un motín contra Roma!».
7. «¿Qué deseas de nosotros?», le pregunté. «La mentira descarada de un grupo de envidiosos te ha llevado a dar este paso. Yo, no obstante, te digo que no hay ni una palabra de verdad en todo ello. Si antes escuchaste con atención a la mentira, entonces escucha ahora con más atención a la pura verdad, de la cual aquí tienes muchos más testigos que en la ciudad para la mentira más descarada de unos cuantos malvados envidiosos».
8. «Estas son excusas absurdas y no tienen valor para mí», insistió el jefe. «En el juzgado y en presencia de los testigos ya saldrá la verdad. Así que seguidnos obedientemente al juzgado, de lo contrario usaremos la fuerza».
9. Pero Yo le remití al dueño de la casa: «Allá está el palacio. Sólo su dueño ha sido denunciado. Id allí y verificad si hay algo parecido a un motín. Y si tienes la intención de llevarnos por la fuerza a tu juicio injusto, también nosotros somos capaces de usar la fuerza; veremos quién lleva la peor parte. ¡Haced lo que queréis! Mi tiempo aún no ha llegado. Os he dicho que aquí no hay culpa alguna y quien está en la justicia también tiene que defenderla por todos los medios».
10. El jefe lanzó una mirada sobre nuestro grupo, bastante grande, y ordenó arrestarnos y atarnos. Primero sus mercenarios se arrojaron sobre los jóvenes, sin embargo, estos siempre se les escapaban tan hábilmente que los romanos no pudieron agarrar ni a uno solo. Los jóvenes decidieron huir y se dispersaron en todas las direcciones.
Le dije al cabo. «Me parece que tienes dificultades para arrestarnos».
Este intentó atacarme con su espada, pero en el mismo momento un joven se la arrebató de las manos. Con tanta violencia la arrojó hacia arriba, que desapareció, se quedó en nada. Con lo cual le pregunté: «Ahora, ¿con qué vas a atacarme?».
11. El jefe estaba furioso: «¿Es así cómo se respetan aquí las leyes de Roma? Muy bien, ya me ocuparé en comunicar esto a Roma y podréis esperar las consecuencias. ¡Aquí no quedará piedra sobre piedra!».
12. En este momento le señalé a los jóvenes, los cuales volvían empujando delante de ellos a todos los mercenarios, atados con cuerdas. Cuando el jefe lo vio, comenzó a invocar a Júpiter y a Marte, y hasta a las Furias, para que le protegieran de tamaña deshonra.
13. A eso dije a los jóvenes que soltaran a los mercenarios y, dirigiéndome al jefe, le pregunté: «¿Acaso todavía deseas emplear tu fuerza contra nosotros?».
«¡Estos jóvenes tienen que ser dioses, de lo contrario no hubieran sido capaces de vencer a mis guerreros sólo con las manos!».
14. «Pues sí, para ti y los de tu calaña pueden ser dioses. Pero ahora déjanos pasar. ¡En caso contrario te sucederán cosas peores!».
15. «Entonces os considero inocentes y os permito seguir vuestro camino».
Y ordenó a sus soldados: «¡Dirigíos al palacio y que nadie se os escape antes de haber examinado todo perfectamente! Yo os esperaré aquí».
Un subalterno le preguntó: «¿Pero por qué no quieres tú mismo dirigir la inspección del palacio?».
«¿No veis que me he quedado sin espada? ¡Así no es posible la inspección!».
«¡Pero nosotros no estamos en una situación mejor que la tuya! ¿Cuánto valdrá entonces nuestra inspección sin llevar espadas?».
«Ay, ¿también vosotros estáis desarmados? ¡Qué asunto más negro!... Sin armas, ¿qué hacemos ahora?».
16. «Ahí debajo de aquel viejo cedro tenéis vuestras armas», le indiqué Yo. «Id a buscarlas. Pues con armas o sin ellas, ¡no os tememos!».
Y se fueron a buscarlas.
1. Nosotros continuamos nuestro camino en dirección levante y al poco tiempo llegamos a un pequeño pueblo. Toda la población acudió alegremente a nuestro encuentro y nos preguntó en qué podían servirnos.
2. A mi pregunta de si no había allí algún enfermo, respondieron: «Hay uno que está totalmente paralítico».
«¡Traedle aquí, para que recupere la salud!».
«Señor, esto será difícil», objetó uno de ellos, «pues está tan paralítico que hace tres años ya que no puede moverse de la cama y tampoco le podemos traer porque la cama pesa demasiado. ¿Te importaría acercarte Tú a él?».
«Si la cama pesa demasiado, podéis ponerlo en una estera y traerle aquí».
Así lo hicieron y le dejaron en la calle delante de Mí diciendo: «Señor, ¡aquí está el pobre enfermo!».
3. Le pregunté: «¿Crees que Yo te puedo curar?».
El enfermo me miró y dijo: «Querido amigo, me das la impresión que puedes hacerlo; pareces ser un verdadero Salvador. ¡Sí, sí, lo creo!».
4. «Pues bien, ¡levántate y anda! Tu fe te ha ayudado, pero en adelante abstente de ciertos pecados tuyos, para que no recaigas en tu enfermedad, que sería bastante peor que la de ahora».
5. El enfermo se levantó, tomó la estera y empezó a andar.
Cuando comprobó así que estaba completamente curado, se echó a mis pies, y me lo agradeció: «Señor, ¡en Ti existe más que el poder humano! ¡Alabado sea la Omnipotencia de Dios en Ti! ¡Bienaventurado el vientre que te trajo y los pechos que te amamantaron!».
6. Yo añadí: «¡Y bienaventurados todos que escuchan mis Palabras, las guardan en su corazón y viven de acuerdo con ellas!».
Muy interesado, me preguntó: «Señor, ¿dónde es posible oírte?».
7. «Tú conoces al sumo sacerdote Jonael de Sicar. Él tiene mi Palabra. Dirígete a él y él te la enseñará».
«Señor, ¿cuándo podré encontrarle en casa?».
«Aquí está él mismo. ¡Pregúntaselo y te lo dirá!».
8. El curado se dirigió a Jonael: «Honorable sumo sacerdote de Jehová en Garicim, ¿a qué horas puedo visitarte en tu casa?».
9. «Hasta ahora tu trabajo era cuidar tu cama y soportar pacientemente tus sufrimientos», le respondió Jonael, «de modo que no pierdes nada en tu casa. Ven todo este día con nosotros y presta atención; mucha cosa se dirán y mañana sabrás el resto».
10. «Si me consideráis digno de caminar en compañía vuestra, os acompañaré con gran alegría. Querido amigo, si uno ha tenido que consumirse en la cama durante tres años enteros, muchas veces con dolores inaguantables, y por un milagro de Dios ahora está curado de repente, en este momento se aprecia el verdadero valor de la salud... ¡Qué alegría, poder andar con las piernas derechas! ¡Por eso me gustaría ahora saltar ante vosotros y cantar como David y alabar con júbilo la gran bondad del Señor!».
11. «Entonces hazlo, para que se cumpla ante nuestros ojos lo que dijo el Señor: “El cojo brincará como un corzo”».
12. Entonces el curado tiró la estera al suelo, se puso frente a nosotros y empezó a saltar y cantar sin dejarse perturbar por su alegría. Después de un rato volvieron los mercenarios que, junto con sus jefes, fueron dispersados en el palacio de Jairut por los dos jóvenes, y preguntaron al curado qué espectáculo era el que daba. Este, sin embargo, no se dejó importunar.
Y, como si no hubiera oído la pregunta del jefe, continuó saltando y brincando: «Si la gente está contenta, las bestias se entristecen; pues, la alegría de la gente trae la muerte a las bestias. Por esto: ¡Gloria! ¡Gloria! ¡La gente llena de alegría y la bestia en la agonía! ¡Gloria! ¡Gloria!». Y así siguió. El jefe se puso de mal humor y le prohibió seguir semejante espectáculo.
13. Pero el curado dijo: «¿Por qué me prohibes mi alegría? ¡Estuve tres años paralítico en la cama! Si hubieras venido tú y me hubieras dicho: “¡Levántate y anda!”, y si con esta fórmula me hubiera vuelto tan sano como lo estoy ahora, entonces habría venerado todas las palabras de tu boca. Pero como no tienes este don y tus poderes son menos que nada comparado con los de mi nuevo Señor, pues a Él le obedezco y repito: ¡Gloria! ¡Gloria!».
14. A esa altura el jefe le prohibió categóricamente que armase tamaño alboroto y le amenazó con castigarle.
En el mismo momento se acercaron al alegre curado dos de los jóvenes que le animaron: «¡No te dejes molestar en tu alegría!».
15. El jefe, al ver a los dos jóvenes tan conocidos para él, en seguida ordenó a su tropa totalmente desarmada: «¡Retirada! ¡Otros dos siervos de Plutón!».
16. Con esta orden todo el pelotón de mercenarios puso pies en polvorosa, como nunca se había visto antes. Con lo cual el curado saltó y cantó aún con más entusiasmo y gritaba detrás de los fugitivos: «¡Gloria! ¡Gloria! ¡Si los hombres están alegres, las bestias están tristes!».
Al fin el curado se tranquilizó y se dirigió a Jonael: «Amigo, si no te molesta hablarme mientras andamos, podrás comunicarme algo de lo que tú recibiste como Palabra nueva de este Señor que me devolvió la salud, porque para poder aceptar esta Palabra como ley, antes tendré que conocerla».
17. «Mira, ya nos estamos acercando a un pueblo que ahora, según las nuevas leyes romanas, es un campamento. Seguro que el Señor tomará alguna iniciativa. Tú, de todos modos, nos seguirás hasta la ciudad que ya está cerca y, en mi casa o en la de Irhael, tendrás morada hasta cuando quieras. Ahí sabrás de todo. El pueblo al cual nos estamos acercando ahora, según las nuevas leyes romanas, en realidad ya forma parte de la ciudad. Pero los romanos lo utilizan como fortaleza y por esto lo separaron de la ciudad, fortificándolo con una muralla y dándole también un nombre propio. Es muy pequeño y lo atravesaremos con menos de mil pasos.
Después nos dirigiremos hacia la izquierda y pronto veremos las casas de Sicar. Ten un poco de paciencia y tu deseo será atendido».
18. «¡Ay, por Abraham, Isaac y Jacob! ¡Si este lugar sirve de fortaleza a los romanos, entonces mala suerte tendremos si nos recibe el mismo que hace poco puso pies en polvorosa ante nosotros de manera tan ejemplar!».
19. «Dejemos todo esto al Señor que ahora está con nosotros. Él sabrá resolverlo todo de la mejor manera. Mira, ahora se ve venir hacia aquí un grupo de soldados con una bandera blanca. Esto parece un buen augurio».
20. «Esperemos que no sea un ardid de guerra, muy común entre los romanos», observó el curado. «Porque los romanos y los griegos están muy adelantados en semejantes artimañas».
1. «Contra el poder humano tales ardides podrían tener éxito», comentó Jonael, «sin embargo, jamás contra el Poder de Dios. Unicamente el amor puro y verdadero consigue influir en el Poder divino. Todo el resto es como paja seca contra la fuerza de la tormenta. Por lo tanto, ¡tú, tranquilo! Dios está con nosotros. ¿Quién, entonces, podría hacernos mal?».
2. «Sí, tienes razón», reconoció el curado. «Pero también estaba Dios con Adán... Sin embargo, Satanás consiguió cazarlo con astucia. El arcángel Miguel, después de tres días de lucha por el cuerpo de Moisés, se vio obligado finalmente a entregárselo a Satanás. Dios es omnipotente, no hay duda. Pero Satanás está tan lleno de astucia que ya le ha causado muchos perjuicios al pueblo de Dios. Por lo tanto, mucho cuidado con el tigre mientras esté vivo. Una vez muerto, se podrá respirar sin preocupación».
3. «Desde tu punto de vista tienes toda la razón», continuó Jonael. «Sin embargo, has de considerar que, en los tiempos primordiales, el Señor concedió a Satanás la facultad de actuar según su propia voluntad, porque hacía falta dejarle un tiempo inmenso al primer espíritu creado32. para probarle dentro de toda su libertad; pues, no era solamente el primero sino también el mayor de los espíritus creados.
4. Pero este periodo se terminó, y ahora se le pondrán cadenas al príncipe de las tinieblas, impidiéndole su libre acción de antaño.
5. Por esta razón, mientras gobierne dentro de nosotros el verdadero amor a Dios, podemos andar por el mundo algo menos preocupados que antes bajo el duro yugo de la ley.
6. Desde Adán hasta ahora reinaba la ley de la Sabiduría, por lo que hacía falta una gran sabiduría y una voluntad muy firme para cumplirla.
7. Pero Dios vio que los hombres no eran capaces de cumplir la ley de la Sabiduría, de modo que Él vino personalmente a este mundo para darles otra Ley nueva fácil de cumplir, la del Amor. En la ley de la Sabiduría sólo estaba la Luz que Jehová dejó llegar a los hombres. Al igual que los hombres surgieron de Él, sin ser Jehová mismo, esta Luz, aunque saliera de Él para los hombres, tampoco era Él mismo. Sin embargo, en el Amor y por medio de él, Jehová mismo viene al hombre. Toma morada espiritualmente en él, en toda la plenitud de la Verdad, haciéndole así igual a sí mismo en todo. Satanás, con toda su astucia, ya no puede atacar al hombre pertrechado de esta manera, porque el Espíritu de Jehová dentro del hombre siempre descubre las intenciones más recónditas de Satanás y siempre tiene Poder de sobra para deshacer ese poder completamente imaginario.
8. A ese estado actual del hombre en el que Jehová viene a él a través del Amor, es al que Elías designó como el susurro delicado que pasó delante de la gruta... Porque Jehová no estaba en la tormenta ni tampoco en el fuego.
9. Por consiguiente, el susurro delicado es el amor del hombre a Dios y el amor al prójimo, ahí es donde Jehová está presente... Pero ¡no en la tormenta de la sabiduría ni tampoco en la espada flamante de la ley!33.
10. Como Jehová ahora está entre nosotros y con nosotros, ya no hemos de temer la astucia de Satanás tanto como en los tiempos primordiales y prehistóricos, cuando, por desgracia, era necesario. De modo que puedes enfrentarte al tigre sanguinario de Roma con algo más de valor y con menos preocupaciones ¿No te has dado cuenta que hace un momento los mercenarios romanos pusieron pies en polvorosa de manera vergonzosa a la vista de los dos jóvenes? Muchos jóvenes de estos nos acompañan... ¿Cómo, entonces, vamos a tener miedo a los romanos que, además, se nos acercan con bandera blanca? ¡Ni en sueños; menos aún en la realidad!».
11. A estas palabras el curado abrió los ojos y dijo después de un rato: «¿Qué me estás diciendo? ¿Jehová entre nosotros? ¡Yo pensaba que el Señor que me curó es “solamente” el Mesías anunciado! ¿Cómo es que tomas a Jehová y al Mesías por una sola persona?
12. Entiendo que en el Mesías se manifestará el Poder de Jehová de manera mucho más poderosa que en todos los profetas juntos. Pero nunca hubiera osado pensar, y aún menos decir, que el Mesías y Jehová pudieran ser absolutamente Uno. Además, escrito está que no hay que intentar hacerse una imagen de Jehová mismo, y ahora, este hombre que realmente posee todas las cualidades del Mesías, ¿podría realmente ser el mismo Jehová? ¡A mí me parece bien, si tú, nuestro sumo sacerdote no objetas nada!
13. Después de mi curación comprenderás que pensé que el Mesías debe ser un Dios específico, porque, según la Escritura, todos somos más o menos dioses en la medida que cumplamos las leyes de Jehová. ¿Pero que Él sea Jehová mismo? Si es así, tengo que tomar otra actitud. Como ha sido Jehová mismo el que me curó, es preciso que se lo agradezca de manera distinta...».
14. En esto quiso dirigirse hacia Mí. Pero Jonael le detuvo y le aconsejó hacerlo cuando hubiéramos llegado a Sicar. Y el curado quedó conforme.
1. En este momento la delegación militar romana llegó hasta nosotros y su jefe me entregó una petición de parte del comandante de la fortaleza en la cual me pedía, por el bien de los hombres, que no tuviera en cuenta lo ocurrido y que convenciera también a mi séquito para que no lo mencionara. Pues todo ello sólo le perjudicaría a él sin que trajera ventajas a nadie. Además, más nos valía a todos tenerle a él, el comandante romano, como amigo en vez de como enemigo. Igualmente se debería callar Jairut y podía estar seguro que en adelante ya no sería incomodado en su casa. Aparte de esto me pidió que le visitara en su residencia porque tenía que hablar conmigo sobre asuntos secretos muy importantes.
2. Yo respondí al mensajero: «Dile a tu señor que se le concederá su deseo. Sin embargo, no iré a su residencia. Si quiere hablar conmigo sobre cosas secretas e importantes, que me espere en la puerta del pueblo. Allí Yo le comunicaré lo que quiera discutir conmigo en secreto».
3. Con esta respuesta el mensajero se fue con su grupo e informó a su señor sobre todo lo que le habían dicho. Y este, sin más tardar, se dirigió con sus oficiales preferidos a la puerta del pueblo, donde me esperó.
33. En el Gran Evangelio tomo III—195/4 el Señor explica: Elías representa el alma pura del hombre y la gruta en que estaba ocultado representa el mundo y la carne. El espíritu que habla a Elías, respectivamente al alma humana, es el Espíritu de Dios con el cual el alma debe unificarse pero aún no puede, porque Jehová aún no ha pasado por la gruta mundana o carnal.
4. Jairut me preguntó si estaba bien fiarse de tal invitación porque conocía la astucia del comandante y sabía que ya había mandado así a muchos al Más Allá.
5. Pero Yo le tranquilicé: «Querido amigo, también Yo conozco cómo era antes y cómo es ahora. Los jóvenes le han infundido un respeto imborrable y los toma por genios. A Mí me considera un hijo de su dios Júpiter, y quiere saber de Mí lo que hay de verdadero en esto. Sé qué responderle».
6. Jairut se conformó con esto y pronto llegamos a la puerta donde el comandante nos estaba esperando con sus oficiales. En seguida se acercó a Mí y me saludó amablemente; quería formularme sus preguntas cuando Yo me anticipé a él:
7. «Amigo, ¡mis sirvientes no son genios y Yo tampoco soy hijo de Júpiter! Ahora sabes todo lo que querías preguntarme».
8. El comandante quedó sumamente sorprendido de que Yo le pudiera decir lo que había pensado solo, sin comunicarlo a nadie.
9. Cuando se sosegó, volvió a dirigirme la palabra y me preguntó: «Si es así, ¿quién eres y quiénes son tus siervos? En cualquier caso sois más que hombres corrientes y me gustaría honraros debidamente».
10. «El que pregunta honestamente merece una respuesta igual. Escucha pues: En primer lugar soy aquel y aquello que ves delante de ti. ¡Un hombre! Por supuesto hay muchos en la Tierra que se me parecen pero no por ello son hombres todavía, sino solamente larvas de ellos. Cuanto más perfecto es un hombre, tanto más poder y fuerza hay en su intelecto y con tanta más eficacia se realiza su voluntad».
11. «¿Todo hombre puede volverse perfecto como tú?».
12. «Bien seguro, mientras para su perfección haga lo que Yo enseño».
13. «Explícame tu Doctrina, ¡viviré según ella y la practicaré!».
14. «Aunque te pudiera enseñar mi Doctrina, no podrías sacar mucho provecho de ella porque no vivirás de acuerdo con ella. Mientras sigas aquí en el puesto que Roma te ha dado, mi
Doctrina no te servirá de nada a no ser que abandones todo para seguirme; de lo contrario te sería imposible ponerla en obras».
15. «Eso sería difícil en verdad. No obstante, bien podrías comunicarme algunos dogmas de tu Doctrina. Tengo conocimientos de muchas cosas diversas y soy bastante aventajado en ellas. ¿Por qué no comprendería también tu Doctrina? Tal vez me sería posible practicarla de una u otra manera...».
16. «Amigo Mío, mi Doctrina consiste en seguirme, de lo contrario no se puede entrar en el Reino de mi Perfección. ¿Cómo, entonces, piensas practicarla?».
17. «Esto suena muy extraño, sin embargo, puede haber algo en ello; déjame pensarlo un poco...».
18. El comandante reflexionó un rato y continuó: «¿Es que se trata de seguirte personalmente o sólo moralmente?».
19. «Mientras sea posible, la forma mejor es seguirme personalmente en continua combinación con la imitación moral. Si un empleo oficial, que también tiene que haberlos, impide seguirme personalmente, entonces también basta la imitación moral de acuerdo con la conciencia. Pero tiene que ser una conciencia que me tenga a Mí como base fundamental, mediante el amor a Mí y a todos los hombres, y eso en el ámbito de la Verdad más pura. Porque de no ser así, toda imitación moral resultará espiritualmente muerta. ¿Me comprendes?».
20. «Esto me parece misterioso. Pero si es así, ¿qué haré con todos mis hermosos dioses? Mis antepasados ya creían en ellos. ¿Sería justo mantener la fidelidad a mis antepasados o debiera empezar a creer en el Dios de los judíos?».
1. «Tanto tus antepasados como los dioses que ellos adoraban no tienen valor alguno», le expliqué al comandante. «Pues tus antepasados murieron ya hace mucho tiempo y, fuera de la fantasía de gente poética, sus dioses nunca han existido. Detrás de sus nombres e imágenes nunca hubo nada real. Por lo tanto, si abandonas esta fe tuya, más que vana, en tus dioses, no perderás absolutamente nada. Ellos no pueden confortar tu alma, al igual que los alimentos pintados en una tela no te pueden quitar el hambre. De modo que no hay nada en todo ello, y sí lo hay todo en la Verdad pura y única, y en la vida por ella y en ella.
2. Pues si vives basado en la mentira, entonces tu vida no es otra cosa que mentira y nunca podrá llegar a ser real. Pero si tu vida, emanando de la Verdad, también es en sí misma pura Verdad, entonces también resulta realidad todo lo que tu vida hace surgir de ella. A través de la mentira nadie puede averiguar y reconocer la Verdad, porque con la mentira todo es mentira. Solamente para aquel que por el Espíritu de la Verdad haya renacido a sí mismo, y se haya transformado así en Verdad purísima, para él hasta la mentira se vuelve Verdad.
3. Porque el que puede reconocer la mentira como tal, se encuentra en la pura Verdad, ya que conocer la mentira es conocer la verdad... ¿Me comprendes?».
4. «Amigo, ¡hablas bien y hay una profunda sabiduría en Ti!», reconoció el comandante. «Pero esa Verdad, grande y maravillosa, ¿dónde está y qué es? ¿Son las cosas tal como las vemos nosotros? ¿Un negro no las ve diferentemente? A los unos una fruta les parece dulce y agradable, pero a otros la misma fruta les puede parecer amarga y les da asco. Del mismo modo diversas razas humanas hablan diferentes lenguas, ¿cuál entre ellas es la buena y verdadera? Mucho puede ser verdad respecto al individuo. Sin embargo, una Verdad general que abarque a todas las individualidades en mi opinión nunca puede existir. Pero si es que la hay, ¡muéstrame dónde está y en qué consiste!».
5. «Amigo Mío, ¡he aquí el antiguo y bien conocido nudo gordiano que sólo el héroe de Macedonia pudo desatar!
6. Lo que ves y sientes con los medios de la carne corresponde a la carne y sus afines, y es inestable y pasajero como ella misma. Y algo que resulta inestable y pasajero, ¿cómo podría darte un fundamento para la Verdad eternamente estable e imperecedera?
7. No obstante, hay algo que existe en el hombre, algo inmenso y sagrado, y es el Amor que, a su vez, es un Fuego junto a Dios que reside en el corazón humano. Y por otra parte no hay Verdad sino únicamente en este Amor, porque el Amor mismo es la Causa primaria de toda Verdad en Dios, y por Él también en el hombre.
8. Si quieres observar y conocer las cosas en la Verdad absoluta, incluso a ti mismo, entonces también las tienes que observar y reconocer desde este origen, único verdadero, de tu existencia. Todo el resto es ilusión. Y la cabeza del hombre junto con su intelecto forma parte del nudo gordiano que nadie puede desatar con delicadezas.
9. El hombre, con el Espíritu del Amor en su propio corazón solamente puede cortar este nudo con fuerza, y entonces empezar a pensar, ver y conocer. Y una vez que esté en este nuevo camino, conseguirá penetrar en la Verdad de su propia existencia y vida y de cualquiera otra.
10. Tu cabeza puede crear dioses innumerables, ¿pero qué son? Te lo digo: Nada más que imágenes vanas y sin vida, creadas en el cerebro por su mecanismo incoherente. Mientras que en el corazón no encontrarás sino a un solo Dios que es verdadero porque el Amor, dentro de cuyo ámbito le encontraste, es la Verdad misma.
11. La verdad, por tanto, sólo se deja buscar y encontrar en la Verdad. La cabeza ya hace bastante si te procura la llave de la Verdad. Todo lo que te conduce hacia el amor puede ser una llave para la Verdad. Por esto, sigue estos impulsos y advertencias, descubre el amor de tu corazón y encontrarás la Verdad que te liberará de todo y cualquier engaño».
La rabia es un juicio. Donde no hay amor tampoco hay Verdad. La Verdad general de la eternidad. Enseñanza sobre la existencia individual en el Más Allá. «¿Quién eres tú?». «¡Sígueme!»
1. Dirigiéndome al comandante, continué: «Te pondré un ejemplo para mayor claridad:
2. Entre tus subalternos tienes algunos que se opusieron a tus órdenes y, por tanto, quieres castigarlos. Aunque hagas bien las investigaciones necesarias y con preguntas inteligentes trates de hacerles confesar, ellos, con su inteligencia, desmontarán al instante todas las más agudas preguntas que salgan de tu cabeza. Así una investigación insidiosa da motivo a que se defiendan con mentiras, con lo cual, finalmente, no llegarás a saber la verdad. Y tendrás que condenarlos sin su confesión, basándote en las declaraciones de testigos, a menudo malintencionados, en los cuales tampoco hay verdad. Siempre te quedará la sospecha de que la sentencia sólo fue justa tal vez para uno de entre diez, y que el inocente sufrirá la misma suerte que el culpable.
3. Procura primero no presentarte como juez sino como hombre lleno de amor hacia tus pobres hermanos que pecaron contra ti, despierta el amor recíproco en sus corazones y estos pecadores te confesarán, con contrición y muchas lágrimas, toda la verdad y en qué, cómo y cuándo pecaron contra ti. ¡Y después de esto ya no debes pensar en castigarlos! Porque todo castigo no es afín a la verdad sino a su contrario, pues no es consecuencia del amor sino de la ira del legislador. La ira misma, por supuesto, es un juicio en el cual no existe el amor; y donde falta el amor, tampoco existe la Verdad.
4. Por ello, dedícate al amor puro y actúa en su verdad y fuerza. Entonces encontrarás la Verdad por todas partes y descubrirás que sí hay una Verdad general que no sólo penetra esta Tierra sino también todo el universo.
5. Si te comportas así entre los hombres, entonces, me sigues moralmente de manera perfectamente válida y con esta imitación ganarás la Vida eterna. Sin embargo, si continúas como hasta ahora, entonces, más allá de la tumba, no tendrás sino tinieblas y una existencia vacía y ficticia: la muerte del espíritu del amor y de la Verdad.
6. Pues la vida en esta Tierra es corta ¡pero después viene la eternidad infinita! ¡Si la Verdad absoluta no se ha despertado dentro de ti, te quedarás como estás!
7. Ahora ya sabes todo lo que de momento te hace falta saber. Si deseas saber más, ve al sumo sacerdote Jonael en Sicar. Él te informará sobre todo lo que vio y aprendió de Mí. Actúa de acuerdo con lo que él te diga y llegarás a ser bienaventurado».
8. El comandante se compenetró profundamente con la Verdad de mis palabras: «Amigo, por tus palabras veo que eres el más sabio de los sabios de esta Tierra, por eso haré todo lo que me has recomendado. Pero aún quisiera saber sobre Ti mismo, ¿quién eres Tú en el fondo, y de dónde vienes?».
9. «Primero, en el fondo del fondo ya te lo dije, además de una manera fácilmente comprensible si reflexionas debidamente sobre ello. Segundo, también te he dicho ya que te dirijas a Jonael. Él te explicará todo lo que aún te hace falta. Pero ahora no nos detengas más, porque el día ya está terminado y todavía tengo que acabar varios asuntos».
10. «¿Me permites que te acompañe hasta la ciudad?».
11. «El camino es libre y si me quieres acompañar con buenas intenciones, puedes hacerlo. Pero caso que aún tengas alguna mala intención oculta, sería mejor que te quedaras en casa pues no saldrías bien de esto. Ya probaste mi Poder».
12. «¡Eso ni pensarlo! Ni aunque tuviera motivos de sobra para tales intenciones, y menos en estos tiempos tan críticos de ahora, a los que se aproxima cada vez más la leyenda según la cual los judíos esperan a un salvador mandado por su Dios que les libre del dominio romano. Además, empiezan a oírse de tanto en tanto rumores judíos sobre que tal Salvador ya está en la Tierra. Fácilmente podría pensar que Tú eras este salvador; ya me pasó eso por la cabeza. Pero sea lo que fuere, te reconozco como un sabio de los más sabios y por esto te amo como verdadero amigo de la humanidad. Por tal motivo estos pensamientos míos no me impedirán seguirte personalmente hasta Sicar, en nombre de la Verdad. Y espiritualmente te seguiré durante toda mi vida; aunque sé perfectamente que yo, siendo romano, no conseguiré así que me erijan precisamente un arco de triunfo. Ahora me he confesado totalmente ante Ti y vuelvo a preguntarte si me permites acompañarte. Si dices que sí, iré. De lo contrario, me quedaré aquí».
13. «Pues bien, acompáñame con todos los que están a tu lado para que tengas testigos válidos».
1. Después de esta advertencia pregunté al comandante si no había enfermos en el lugar.
Este en seguida me respondió: «Amigo, si también conoces el arte de curar, ¡entonces cura a mi mujer! Hace más de un año que padece una dolencia que ningún médico puede descubrir. Tal vez sea posible que tu inmensa sabiduría pueda descubrirla y curarla».
2. «Tu mujer está totalmente sana. ¡Manda que la llamen!».
3. El comandante mandó inmediatamente un criado a su residencia, para que la buscase. La mujer estaba ya en la puerta, totalmente sana, y acompañó al criado.
Cuando el comandante la vio, se admiró sobremanera y comentó: «Amigo, ¡Tú eres un
Dios!».
4. «Todos sois iguales», le dije. «Si no veis milagros, no creéis. No obstante, aún sois bienaventurados por creer al menos a causa de los milagros. Pero quien no cree ni siquiera por los milagros que hago, caerá en la muerte segura.
5. En el futuro solamente llegarán a la bienaventuranza aquellos que, sin milagros, crean por la Verdad de mi Palabra y vivan de acuerdo con ella. Entonces descubrirán dentro de sí mismo la verdadera prueba viva: la Vida eterna, que nadie jamás les podrá quitar ya.
6. Ahora estás lleno de alegría porque he curado a tu mujer solamente con la Voluntad de mi Corazón, y te preguntas cómo es posible. Yo, sin embargo, te digo: Si un hombre viviera en concordancia con la pura Verdad interior y luego llegara a penetrarla él mismo, con lo cual ya no tendría dudas, podría decir a una de estas montañas: “¡Levántate y tírate al mar!”; y la montaña se levantaría y se tiraría al mar.
7. Pero como tal Verdad no se encuentra en ti, ni tampoco en muchos otros, no sólo no podéis realizar tales hechos sino que, además, os admiráis mucho si Yo, que tengo esta Verdad en toda plenitud dentro de Mí, realizo ante vuestros ojos hechos cuya realización es únicamente posible con el poder de la Verdad más viva y profunda.
8. Por esta Verdad se despierta y activa la fe, que en el hombre es la mano derecha del espíritu, y el brazo del espíritu llega lejos y realiza cosas grandiosas.
9. El día que por medio de tal Verdad dentro de vosotros hayáis fortalecido suficientemente el brazo de vuestro espíritu, entonces vosotros haréis lo que Yo ahora hice ante vosotros y, además, sabréis claramente que resulta mucho más fácil que levantar una piedra con las manos del cuerpo y lanzarla lejos de vosotros.
10. Por tanto, ¡vivid de acuerdo con mi Doctrina! Practicad mis palabras y enseñanzas en vez de solamente escucharlas; entonces también se manifestará dentro de vosotros mismos aquello que ahora tan profundamente admiráis en Mí.
11. Sin embargo, Yo no manifiesto esto de Mí mismo sino de El que me lo enseñó antes de existir el mundo. Ése de quien decís que Él es vuestro Padre; sin embargo, no le conocéis ni nunca le conocisteis. De Él son todas las cosas: ángeles, Sol, Luna y estrellas y esta Tierra con todo lo que está en ella y dentro de ella.
12. Así como este Padre me enseñó antes de que existiera el mundo, así os enseño también Yo ahora, para que el Padre que ahora vive dentro de Mí también tome morada en vosotros y también en vosotros, como en Mí, engendre la eterna y pura Verdad del Origen primario eterno que es el Amor divino, lo que por su parte es la verdadera Esencia de Dios mismo.
13. No os dejéis impresionar tanto por los milagros que realizo ante vuestros ojos, para que no caigáis en una fe muerta y juzgada que no sirve para nada, sino vivid y actuad según os enseño, y dentro de vosotros mismos se manifestará aquello que ahora os maravilla tan sumamente en Mí. Pues, todos estáis predestinados a volveros tan perfectos como lo es el Padre en el Cielo. Ahora lo sabéis todo. Cumplid esta enseñanza y podréis comprobar si os he dicho la verdad o no. Verificad mi Doctrina, ¡practicándola con empeño!, lejos de la menor indolencia, y os daréis cuenta si esta Doctrina es de un hombre o si es de Dios».
14. Después de esta enseñanza importante el comandante señaló: «Ahora empiezo a comprender. En todo esto hay una sabiduría incalculablemente profunda que para nosotros, hombres ordinarios, es difícil de entender al principio. Pero esto importa poco, porque como para llegar al verdadero conocimiento hay que pasar antes por la práctica, dejaré toda cavilación y, en cuanto Jonael me haya introducido a toda tu Doctrina, empezaré inmediatamente a practicarla con toda entrega. ¡Éste es mi propósito y cumpliré con él!».
15. «Muy bien, amigo Mío. Pero en cuanto así llegues a la Luz, déjala también que ilumine a tus hermanos, con lo cual te prepararás una recompensa en el Cielo.
Y ahora vamos a Sicar, aún tengo algo que hacer allí. ¡Vámonos!».
1. Nos pusimos todos en camino y el comandante, su mujer curada y dos de sus tenientes, me acompañaron. El comandante y su mujer colocaron a Jonael entre ellos y le preguntaron sobre muchos detalles de la religión judaica y lo que en ella se refería a Mí. Y el paralítico curado asistió con mucho interés a las explicaciones en el primer pueblo. Yo, mientras tanto, iba con las siete hijas y la mujer de Jonael. Ellas también querían muchas explicaciones sobre lo que dentro de poco le sucedería al mundo, a Jerusalén y a Roma. Les di respuestas importantes y les expliqué que el príncipe de las tinieblas sería juzgado dentro de poco, y poco después también todo lo que forma su séquito. Igualmente les hablé del fin del mundo y de un juicio general como el de los tiempos de Noé.
Llenas de asombro, me preguntaron cuándo y cómo sucedería.
2. Y Yo les dije: «Mis queridas hijas, será como en los tiempos de Noé, cuando el amor disminuya y se enfríe del todo. La fe en una Doctrina pura, manifestada por los Cielos a los hombres, se transformará en una superstición oscura y sin vida, llena de fraude y mentira. De nuevo los poderosos se servirán de los hombres como si fueran animales y, con sangre fría y sin conciencia, matarán a los que no se sometan incondicionalmente a su soberbio poder. Los fuertes atormentarán a los pobres con toda clase de imposiciones, persiguiendo y oprimiendo a cada espíritu libre por todos los medios, lo que causará sufrimientos a la humanidad como jamás los conoció antes la Tierra. Y entonces, quedará un período reducido en razón de los muchos elegidos que habrá entre los pobres. Porque si no fuera así, hasta los elegidos serían aniquilados.
3. Desde ahora hasta entonces pasarán algo menos de dos mil años. Entonces enviaré a los mismos ángeles que ahora veis aquí, con grandes trompetas para avisar a los pobres hombres. A aquellos hombres de la Tierra, cuyos espíritus fueron mortificados, los despertarán de las tumbas de sus tinieblas espirituales; y los muchos millones de despertados se lanzarán sobre todas las potencias mundiales como si fuera un incendio, extendiéndose desde un polo del mundo al otro, y nadie les podrá resistir.
4. A partir de entonces la Tierra volverá a ser un paraíso y, en adelante y para siempre, Yo conduciré a mis hijos en el camino verdadero.
5. Al cabo de mil años el príncipe de las tinieblas, por su propia causa, será liberado por el corto período de siete años más algunos meses, ya sea para su caída definitiva o para su posible retorno.
6. En el primer caso el interior de la Tierra se transformará en una cárcel perpetua, mientras que su orbe seguirá siendo un paraíso. En el segundo caso la Tierra se volverá Cielo y la muerte de la carne y del alma desaparecerán por toda la eternidad. Si será así o no, ni siquiera lo sabe el primer ángel de los Cielos; lo sabe únicamente el Padre.
¡Lo que ahora os revelé, no lo digáis a nadie hasta que después de algunos años lleguéis a saber que Yo fui elevado de la Tierra!».
7. «¿En qué consiste tal Elevación?».
8. «Cuando lo sepáis, seguro que vuestros corazones se volverán tristes», les indiqué.
«Pero entonces consolaos porque tres días después volveré a estar entre vosotros para entregaros personalmente la gran confirmación del Nuevo Testamento y las llaves de mi Reino eterno. Y cuidaos de que entonces os vuelva a encontrar tan puras como ahora sois, de lo contrario no podréis ser mis novias eternas».
Las hijas, junto con su madre, me prometieron cumplir todo lo que les había recomendado.
1. Mientras tanto llegamos a la ciudad donde estaba la casa de Irhael y ahora también del médico Joram. Jairut, el comandante con su mujer y los dos tenientes se asombraron de su primor, tanto como el paralítico curado.
Este, finalmente, dijo en voz alta: «¡Esto sólo le es posible a Dios! Muchas veces me entretuve durante mi niñez en cazar lagartos entre los muros de este palacio, completamente derruidos, que Jacob hizo construir para su hijo José. ¡Y ahora el palacio se encuentra en un estado tan perfecto que ni Jacob en aquella época lo hubiera podido construir mejor! Oh, ¡ningún poder humano puede hacer esto de la noche a la mañana! ¡Ya sé a qué atenerme y también sé lo qué haré! Mi nombre es Juan, ¡recordadlo!».
2. Se trataba del mismo Juan que más tarde fue una vez amenazado por mis apóstoles cuando, en el segundo año, los envié para enseñar al pueblo; pues, también él, en mi nombre, curaba a los enfermos y exorcizaba malos espíritus sin haber recibido orden explícita de Mí34..
3. Ante esta declaración entusiasta Jonael comentó: «Amigo, tu voluntad, tus palabras y tu modo de pensar son buenos; sin embargo, aún te falta un conocimiento propio de la Voluntad divina. Por ello, ven en estos días a visitarme o, mejor, quédate aquí ya ahora y te la daré a conocer. Solamente entonces podrás realizar en buen orden todo lo que tus buenos sentimientos te sugieren».
4. «¡Que Dios, el Señor, te bendiga!», le respondió el curado. «Haré todo lo que me digas porque veo que eres un verdadero amigo de este gran profeta y por eso también habrás aprendido mucho de Él. Está sobre todos los otros y estoy convencido que es aquel de quien David cantaba y predecía:
5. “Del Señor es la Tierra con todo lo que hay en ella, y su orbe con todo lo que hay en él. Él es quien lo fundó al lado de los encrespados mares. ¿Quién subirá al monte del Señor y estará en su lugar santo? El de limpias manos y puro corazón, cuya alma no denigra la honra ajena, el que no jura con mentira, ése tendrá la bendición del Señor y justicia de Dios, su Salvador. Ésa es la clase de los que le buscan, de los que escrutan el rostro del Dios de Jacob.
6. Abrid los portales ampliamente y alzad las puertas del mundo, ¡ que va a entrar el Rey de la Gloria! ¿Quién es el Rey de la Gloria? Es el Señor, fuerte y poderoso, poderoso en la batalla. Es el Señor Sebaot, el Rey de la Gloria35.”.
34. Marcos 9:38—40.
35. Salmos 24.
7. Yo, Juan, que fui curado por Él, con toda franqueza doy testimonio de que Éste aquí en persona, es el mismo Rey de la Gloria de quien David con estas palabras cantó y predijo. ¡Rindámosle toda la gloria por toda la eternidad!».
8. «Amigo, ya te encuentras sobre suelo firme», dijo Jonael. «Pero aún no ha llegado la hora para hablar de esto ante la gente. Cuando Él se vaya a Galilea, según Él mismo determinó, entonces empezaremos a enseñar al pueblo conforme a su Doctrina. Y cuando dentro de poco vuelva a nosotros, que encuentre entonces nuestros portales bien abiertos y las puertas del mundo bien levantadas para que entre. Es decir, que nuestros corazones estén ensanchados lo más posible para recibirle, y que nuestro amor a Él esté alzado hasta por encima de las estrellas, porque nuestros corazones son los portales que tenemos que ensanchar y el puro amor hacia el Señor la puerta que hay que alzar sobre todo».
9. En este momento Yo me acerqué a ambos, puse mis manos en sus hombros y les dije: «Así está muy bien, queridos amigos. Siempre que estuvierais reunidos en mi nombre, estaré entre vosotros y, aunque no sea visible, os fortificaré.
Pero ahora se oye un alboroto en la ciudad. Permaneced tranquilos y veamos qué clase de espíritus anima a esta gente».
10. Jairut se dirigió a Mí: «Esto no me suena nada bien. Si es tu Voluntad, mandaré dos legiones y el orden enseguida será restablecido».
11. «¡No te preocupes! Si fuera necesario ya tendría la propia guardia a mi disposición. Sólo tú retírate un rato a la casa para que nadie te vea ni reconozca. Pues en esta ciudad hay por el momento espíritus de mala índole entre los hombres, de modo que podrían dañar mucho tus posesiones».
12. «¡Pero tengo a los dos jóvenes que las defenderán!».
13. «Haz lo que te digo y no te preocupes. Si necesitara ayuda humana la pediría al comandante que está con nosotros. Pero no preciso tal ayuda. Puedes quedarte completamente tranquilo...».
Jairut se conformó con esto y se fue a la casa de Irhael.
1. En seguida se nos acercó una muchedumbre armada con palos en cuyo centro se encontraban los diez mudos a los cuales, la primera tarde, el médico había castigado con la mudez por blasfemar contra mi nombre. Ahora esta gente exigía que se les volviese a soltar la lengua.
2. Joram, el médico, dio algunos pasos adelante y dijo con voz alta: «Oh, hijos de la maldad, ¿ésta es la nueva manera de dirigirse a Dios y pedirle una gracia?».
3. Ante estas palabras la muchedumbre retrocedió algunos pasos hacia atrás, pero gritó: «¿Quién es Dios y dónde está? ¿No querrás considerarte Dios o que lo sea el mago de Galilea? ¡Blasfemo!».
4. Dijo Joram con voz aún más enérgica: «¿Quién es vuestro “mago de Galilea”, bribones desgraciados?».
«¡El carpintero de Nazaret, de nombre Jesús!», gritó la muchedumbre. «¡Le conocemos muy bien, así como a su madre y a sus hermanos y hermanas que también están aquí! ¡También conocimos a su padre, de quien dicen que hace un año murió de disgusto porque su mujer y sus hijos no le querían hacer caso y le engañaban continuamente!».
5. Ante tamaña calumnia Joram se enfureció y Jacob y Juan me insinuaron: «Señor, ¡deja caer fuego del cielo sobre estos miserables para que los devore! ¡Sus mentiras descaradas claman a Dios!».
6. «Vaya, vosotros, hijos del trueno, ¡dejadles que mientan!», les respondí. «¿Acaso hay un fuego que queme más que el de la mentira? Si a pesar de todo los tratáis con bondad, volverán corriendo con brasas en sus cabezas. Y no lo olvidéis: ¡Jamás debéis pagar lo malo con lo malo!».
Los tres se lo tomaron a pecho y Joram me preguntó qué debería hacer con ellos.
7. «Concédeles, en mi Nombre, lo que desean y diles que después se vayan».
Y Joram dijo a la muchedumbre: «¡En el Nombre del Señor, que los mudos que hay entre vosotros vuelvan a hablar, que vayan por su camino y que alaben a Dios!».
8. Con estas palabras de Joram a todos los mudos se les volvió a soltar la lengua. No obstante, ninguno tributó la alabanza debida a Dios, excepto uno, que por su parte advirtió a los demás para que lo hicieran.
Pero ellos le contestaron: «Necio de ti, ¿acaso fue Jehová El que nos hizo mudos? ¡Un mago fue quien nos infligió este daño! ¡Y con este motivo quieren que alabemos a un dios pagano! Si lo hiciéramos, ¿cómo nos remuneraría después el verdadero y poderoso Dios de Abraham, Isaac y Jacob?».
Ante esta insinuación, el que era algo mejor también se fue con ellos y no se atrevió a alabarme.
9. Joram y todos los míos se pusieron de mal humor por ello, y Simón Pedro, también enfadado, se dirigió a Mí: «Señor, todo lo que sea tu Voluntad siempre estará bien. Pero si yo tuviera una sola chispa de tu fuerza y poder espiritual, creo que sabría qué hacer con estos blasfemos de tu nombre tan sumamente santo».
10. «Simón, ¿es que ya has olvidado mi Sermón de la Montaña? Pagando lo malo con lo malo, ¿qué bien podrías conseguir? Si preparases una comida de gusto insípido, ¿sería muy inteligente corregirla con acíbar y hiel en vez de usar sal, leche y miel? Si a una comida de buen sabor le añades algo aún mejor, nadie te censurará. Pero si a una comida mala la quieres hacer todavía peor de lo que de por sí ya es añadiéndole ingredientes desagradables, ¿qué hombre con un mínimo de sentido común no podría por menos que decir: “Vaya, ¿qué hace este imbécil?”.
11. Pues aún más sucede con los hombres. Si a su mal les devuelves otro, pregúntate a ti mismo si así mejorarás a una persona mala. Sin embargo, si el mal que te han hecho lo pagas con el bien, disminuirás la maldad de tu hermano y finalmente aún le transformarás en un hermano bueno.
12. Si un amo tiene un criado en quien confía mucho, pero este abusa de su bondad y le engaña, entonces merece un castigo. ¿Acaso el amo estará más fácilmente dispuesto a perdonarlo si el criado, en vez de reconocer su mala conducta y pedirle perdón, discutiera con él y le gritara? Seguro que no: el amo le castigará y le mandará a prisión.
13. Pero si el criado se da cuenta que su amo tomará medidas en contra suya y se echa a sus pies, pidiéndole perdón por sus pecados, ¿insistirá todavía el amo en castigarle? ¡Seguro que no! La mansedumbre contrita del criado volverá benigno al mismo amo y no solamente le perdonará sino que, además, aún procurará hacerle el bien.
14. De modo que si queréis volveros buenos, entonces nunca paguéis lo malo con lo malo. Pero si queréis juzgar y castigar a aquellos que os han perjudicado, finalmente también os volveréis malos y se perderá toda clase de amor y bondad en vosotros.
15. Los poderosos se toman el derecho de castigar a todos los que pecan contra sus leyes. Por su parte los pecadores, se consumen de sed de venganza y procurarán aniquilar a los poderosos. Pregunto: ¿Qué bien saldrá de todo esto?
16. Por ello ¡no juzguéis ni condenéis a nadie, para que vosotros mismos no seáis juzgados ni condenados!
¿Habéis comprendido bien esta enseñanza extremadamente importante? ¡En caso contrario nunca mi Reino podrá establecerse entre vosotros!».
1. «Sí, Señor, lo hemos comprendido bien», reconoció Simón Pedro. «Sin embargo, este asunto presenta todavía el punto débil que a mi juicio existe en el hecho de que si a causa de tu Doctrina anulamos los castigos a las malas acciones, dentro de poco los malhechores aumentarán como las hierbas malas y serán tan numerosos en la Tierra como la arena de las playas. Si existe una ley, hay que sancionarles con el castigo adecuado, de lo contrario esa ley no existe como tal. ¿O puede existir una ley sin sanción?».
2. «Querido amigo, hablas como un ciego sobre el color de la luz. Anda y mira los parques zoológicos de los ricos y verás una variedad de animales salvajes como tigres, leones, panteras, hienas, lobos y osos. Si estas bestias no estuvieran en sus fuertes jaulas, nadie tendría segura su vida cerca de ellos. Por el contrario sería una insensatez encerrar también en jaulas fuertes a los corderos mansos y a las palomas.
3. Sin duda, el infierno precisa leyes muy severas con sanciones duras. Sin embargo, mi Reino, que es el Cielo, no necesita leyes y menos aún sanciones de cualquier clase.
4. Pues Yo no he venido a prepararos para el infierno mediante leyes punitivas, sino a educaros para el Cielo mediante el amor, la humildad y la verdad. Y ahora, por medio de mi nueva Doctrina del Cielo, os libero de la ley y os muestro el camino nuevo que, pasando por el corazón, os lleva a una vida verdadera, eterna y libre. ¿Por qué, entonces, queréis vivir siempre bajo la ley, juzgados y condenados, sin considerar que sería mucho mejor vivir libremente en el amor, aunque dentro de este tuvierais que morir físicamente mil veces, que pasar un solo día en la muerte de la ley?
5. Se entiende por sí mismo que hay que prender a los ladrones y a los asesinos porque son como las bestias salvajes y feroces que, como retratos fieles del infierno, viven en hoyos de la tierra, estando día y noche al acecho de alguna víctima. Ir a tal caza es hasta un deber para los ángeles del Cielo. Pero nadie los debe aniquilar, sino meterlos en jaulas y allí domesticarlos para que se mejoren. Sólo se les debe mutilar en caso de resistencia violenta y quitar la vida física en caso de resistencia violenta y persistente. Pues es preferible un infierno muerto que con vida.
6. Pero quien todavía persiste en juzgar y acaso matar a un malhechor o asesino que ya se encuentra en prisión, un día tendrá que enfrentarse con mi ira. Porque cuanto más severamente juzguen y castiguen los hombres a aquellos que faltaron contra ellos, tanto más crueles, cautelosos, taimados y perseverantes se volverán los malhechores que se encuentran en libertad.
Si entran en una casa por la noche, no sólo se llevarán todo lo que encuentran sino que también matarán a quienes les puedan denunciar.
7. Sin embargo, si suprimes el juicio severo y, además, das a todos los hombres el sabio consejo de que a aquel que les pida la túnica también le den el manto, ocurrirá que los ladrones vendrán para pediros esto y aquello, pero ya no robarán ni matarán.
8. Si los hombres, por amor a Mí y a sus hermanos y hermanas, dejasen de acumular los bienes perecederos de este mundo, y se portasen tal como Yo, entonces pronto ya no habría malhechores y menos aún asesinos.
9. Profundamente equivocado está quien cree que con leyes severas y juicios cada vez más duros se acabará con los malhechores. De éstos el infierno nunca andará escaso. ¿Qué se adelanta con matar a un diablo si el infierno lo reemplaza por diez, de los cuales uno solo es peor que diez de los primeros? Si viene un malo y se encuentra frente a otro malo, entonces se encoleriza y se vuelve un auténtico Satanás. Sin embargo, si viene y no encuentra sino amor, docilidad y paciencia, acabará desistiendo de su maldad y seguirá adelante su camino.
10. Si un león ve un tigre u otro enemigo que se acerca a él, en seguida se enfurecerá y atacará y aniquilará al intruso. Sin embargo, si encuentra un pequeño perro indefenso, se volverá dócil y hasta le permitirá jugar con él. Y si viene una mosca y se posa encima de sus patas enormes, el león ni le prestará atención, dejándola que continúe su camino, pues no se molesta en cazar mosquitos o moscas. Igualmente se comportará contigo todo enemigo poderoso mientras no te acerques a él con violencia.
11. Por eso vale más bendecir a vuestros enemigos que prenderlos y juzgarlos, porque de esta manera acumuláis brasas en sus cabezas y se volverán inofensivos.
12. Con amor, docilidad y paciencia seguiréis adelante. Sin embargo, si juzgáis y condenáis a los hombres que pese a su ceguera siguen siendo vuestros hermanos, entonces, en vez de la bendición del Evangelio, no sembraréis sino la maldición y la discordia entre los hombres de este mundo.
13. Por lo tanto, si queréis ser siervos míos para propagar mi Reino en la Tierra, debéis ser mis discípulos íntegramente: en palabra, doctrina y actos. Si vuestra idea es otra o si la tarea os parece demasiado penosa, vale más entonces que os volváis a vuestras casas. ¡Porque Yo puedo conseguir discípulos hasta de las piedras!».
1. Dijo Simón Pedro: «Pero Señor, ¿quién va a abandonarte y a no servirte? ¡Unicamente Tú tienes Palabras de Vida como antes jamás fueron pronunciadas por boca humana! Exige Tú todo de nosotros y lo haremos, ¡pero nunca nos pidas que te abandonemos! Ten paciencia ante nuestra gran debilidad y reconfórtanos con la Gracia del Padre en el Cielo que también a Ti te fortaleció tan maravillosamente, tanto que eres absolutamente Uno con tu Padre en el Cielo.
2. En tu nombre, siempre pediremos al Padre como Tú nos has enseñado en la montaña: Padre nuestro que estás en el Cielo, venga a nosotros tu Reino y hágase tu santa Voluntad. Y, en la misma medida en que nosotros perdonamos a aquellos que nos hicieron mal, perdónanos también Tú nuestras debilidades y nuestros pecados».
3. «Mira, Simón, estas reflexiones tuyas me gustan mucho más que tu anterior defensa de la ley y su castigo. ¿Qué adelanta un país si la paz y el orden solamente se mantienen a base de pura fuerza? Durante algún tiempo todo irá bien, pero, cuando esto se les vuelva insoportable a los diablos demasiado oprimidos, se levantarán y, con sarcasmo, pisotearán leyes y legisladores. Pues quien todavía necesita que se le domine con violencia, todavía es un diablo. Pero el que se deja guiar por el amor, la mansedumbre y la paciencia, es igual a los ángeles de Dios y merece ser un hijo del Supremo.
4. Con amor todo lo conseguiréis, sin embargo, con violencia sólo se despierta al diablo. Y una vez que los diablos estén despiertos, ¿qué bien puede resultar de todo ello para el mundo?
5. Por esto es infinitamente mejor que entre los hombres aumente el amor y la mansedumbre, y que amor y mansedumbre continúen bien despiertos, obligando así a los diablos a la inactividad y a la calma, a fin de que no perjudiquen al mundo. Dime, ¿qué objeciones puedes hacerme al respecto?».
6. «Señor, no hay nada que objetar», me respondió Pedro, «pues todo está claro y es bien comprensible. ¡Pero pocos de los hombres que viven en la Tierra sabrán de esta santa Verdad! Mira, Señor, como hay tantas legiones de ángeles en los Cielos, ¡envíalos a todos los hombres repartidos por la Tierra para que la propaguen! Si así fuera, creo que algún día habría más Luz y comprensión en esta Tierra pecadora».
7. «Juzgas según tu entendimiento, pero esto no concuerda con mi opinión. Mira, mil veces más ángeles que los que ves aquí, están continuamente cerca de los hombres y, sin que se den cuenta de ello y sin que tampoco los obliguen en nada, ejercen una influencia benéfica sobre sus sentimientos y su fuero interno, respetando su libertad de considerar tales pensamientos, deseos o impulsos como suyos propios y de cumplirlos correspondientemente. Pero ¿qué es lo que pasa?
8. En su interior los hombres tienen pensamientos dignos de elogio. Pero cuando se trata de cumplirlos y ponerlos en acción, entonces contemplan el mundo, sus bienes y las necesidades engañadoras de su carne, con lo cual sus acciones resultan malas y llenas de egoísmo.
9. Te podría presentar miles de auténticos malhechores. Si les preguntaras si no son conscientes de la maldad de sus acciones, todos te confirmarán que lo saben. Pero si les preguntaras por qué están haciendo el mal, muchos de ellos te dirían: “¡Porque nos gusta!”. Otros responderían: “¡Ya nos gustaría hacer el bien, pero como los demás hacen el mal, nosotros también lo hacemos!”. Y otros dirían: “Sabemos lo que es el bien, pero no somos capaces de practicarlo porque va contra nuestra naturaleza; a aquel que nos ha insultado, le tenemos que odiar”.
10. Estas y parecidas respuestas son las que oirás, y bien pronto te darás cuenta de que ni a los malhechores más infames les faltan los conocimientos del bien y de lo verdadero; sin embargo, practican el mal.
11. Si los hombres hacen el mal en contra de su saber más íntimo, ¿qué resultados podrán esperarse de unos conocimientos que les llegan de fuera? Aun así, también les llegarán en adelante conocimientos por fuera, desde los Cielos, conocimientos del bien y de lo verdadero que les enseñarán a hacer el bien y a abandonar el mal, motivo por el cual nos matarán a Mí, a vosotros, y a muchos más».
12. Simón estaba indignado: «Si es así, valdría más que todo el mundo se fuera al diablo. ¿Qué puede importar semejante humanidad que no quiere conocer ni admitir el bien en manera alguna?».
13. «Quien habla como tú, está todavía lejos de mi Reino. En cuanto Yo haya subido al Cielo, hablarás diferentemente.
Pero ya es de noche. Entremos en la casa y tomemos algo para reconfortarnos un poco».
1. Muchos que durante mi conversación con Pedro se habían acercado, se dirigieron hacia Mí para pedirme que hiciera milagros: «Si puedes hacer milagros para los ciegos que carecen de intelecto y de conocimientos y que, por lo tanto, no pueden enjuiciar las cosas, ¡hazlos también ahora ante nosotros! Si son verdaderos, creeremos también en ti. En caso contrario sabremos como obrar igualmente, pues somos entendidos en todas las cosas».
2. «Si sois entendidos en todas las cosas, ¿para qué necesitáis pruebas?», les pregunté. «Si sois tan sabios que hasta pretendéis ser entendidos en todo, como Dios, entonces sabréis de todos modos si enseño la Verdad o no. ¿Para qué, entonces, las pruebas? Además, durante los últimos tres días ya se han dado muchas clases de pruebas milagrosas sobre cuya autenticidad hay aquí cientos de testigos válidos. Si no os bastan, entonces tampoco las nuevas pruebas serán suficientes para vuestros corazones malvados. ¡Así que marchaos voluntariamente de aquí, si no queréis que os eche a la fuerza!».
3. «¿Quién nos puede echar de aquí a la fuerza?», gritaron los hombres así advertidos. «¿Acaso no somos los dueños de este lugar en el que habitamos y trabajamos como campesinos romanos? ¡Somos nosotros los que vamos a expulsarte a ti! Y en virtud de nuestra poder te decimos ahora que abandones esta ciudad antes de medianoche; ¡estamos hartos de verte andar vagando entre nosotros!».
4. «¡Qué insensatos más ciegos sois! ¿Cuánto tiempo queréis todavía vivir con vuestra prepotencia? ¡Basta un pensamiento mío y en un momento, os convertiréis en polvo junto con vuestro poder! ¡Así que volved a vuestras casas, en caso contrario os tragará el suelo que estáis pisando!».
5. En este instante, se abrió la tierra justamente delante de sus pies, y de la brecha salieron fuego y humo.
Al verlo, los blasfemos se lamentaron: «¡Ay de nosotros, estamos perdidos por haber pecado contra Elías!».
Con estos gritos se fueron corriendo y la brecha volvió a cerrarse. Nosotros, entre tanto, nos fuimos tranquilamente a la casa de Joram.
6. Allí todo estaba preparado para la cena. La bendije y, ya entre todos unas mil personas, nos sentamos a las mesas. Todos estaban de buen ánimo y apreciaban el buen gusto de las comidas y de las bebidas. Sólo el comandante, que nos había acompañado hasta aquí con su mujer curada y con algunos tenientes, comió y bebió poco y tenía la cara melancólica. Jonael se sentó a su lado y le preguntó qué le pasaba.
7. El comandante suspiró profundamente: «Noble y sabio amigo mío. ¿Cómo se puede tener buen ánimo ante el hecho que casi todos los hombres sean mil veces demasiado malos incluso para el más profundo abismo del infierno, si es que lo hay? Se puede comprender que si lobos hambrientos encuentran un hueso se peleen desesperadamente por él. Pues son lobos, animales irracionales, máquinas vivas llevadas por su instinto opresor de conservación y, por ello, irresponsables de sus acciones como un río desbordado que daña todo lo que anegan sus grandes cantidades de agua. Pero en este caso se trata de hombres que pretenden poseer toda clase de sabiduría y de cultura intelectual; sin embargo, sus corazones son más salvajes que todos los lobos, tigres, hienas, leones y osos. ¡Exigen para ellos mismos toda clase de consideraciones, mientras que a sus prójimos no les conceden ni la más mínima! Dime, amigo, ¿son realmente hombres? ¿Es que merecen la menor misericordia? ¡No, digo, y mil veces no! Esperad, groseros, ¡os encenderé una luz que os dejará pasmados para siempre!».
8. «Pero ¿qué quieres hacer?», le preguntó Jonael. «Si los pasas a todos a cuchillo, te crearás otros enemigos que te denunciarían a Roma y así te desacreditarían y acabarían enviándote al país de los escitas. Así que deja la venganza para el Señor y queda seguro que Él tomará las medidas óptimas para estos revoltosos.
9. Lee la historia de mi pueblo y verás cómo el Señor lo castigó severamente y sin perdón en todas las épocas por cada pecado que cometió. Y te digo que el Señor del Cielo y de la Tierra sigue siendo inalteradamente el mismo que era desde toda eternidad. Él es indulgente, lleno de paciencia y nunca dejó al pueblo sin instructores y advertencias desde lo Alto. Pero ¡ay del pueblo si alguna vez se agota la paciencia del Señor! Cuando levante la vara no parará hasta no que no haya acabado con todos ellos.
10. Lo que a ti te costaría muchos esfuerzos arriesgados, el Señor lo conseguiría con el más ligero pensamiento. Pero mientras el Señor mismo quiera soportar a esta gente, no vamos a ponerles nosotros la mano encima.
11. Ahora mismo viste lo fácil que ha sido para el Señor hacer que la tierra se abriese y arrojase fuego y humo del abismo. Igual de fácil le habría resultado transformar a los blasfemos en polvo y ceniza. No obstante, se conformó con asustarlos y hacer que huyeran.
12. Si el Señor se conforma con esto, tenemos todos los motivos para conformarnos nosotros también. Porque únicamente Él sabe tomar las medidas justas en cada situación. Si el Señor está ahora evidentemente de buen ánimo entre nosotros, demostrando así que le producimos algo de alegría, ¿por qué, entonces, vamos a estar desconsolados y tristes? ¡Permanece contento y feliz, alégrate de la Gracia divina y en todo lo demás confía en Dios!».
1. Continuó el comandante, dirigiéndose a Jonael: «Querido amigo sabio, has hablado bien y con verdad. Pero, como extraño en esto, ¿qué puedo decir yo? Ahora creo y estoy interiormente convencido que este Jesús de Nazaret es el verdadero Dios en forma humana. No llegué a esta conclusión por los milagros que hizo sino por su Sabiduría ilimitada. Pues quien quiera crear un mundo tiene que ser tan sabio como Él lo es en cada una de sus palabras.
2. Estos miserables, a los cuales Él habló directa o indirectamente a lo largo de todos los tiempos, se llaman hijos de Dios con el mayor descaro; y ahora que Jehová viene personalmente a ellos, le desaíran como si fuera un indeseable y, encima, aún quieren expulsarle de esta ciudad. Amigo, yo soy romano y, como dicen, un pagano ciego. ¡Pero ahora creo y defiendo con mi propia vida esta reciente fe mía!
3. Si estos embusteros fueran paganos, los trataría con benevolencia. Pero como se llaman hijos de Dios y blasfeman así de Él, su Padre eterno, yo, un profano, no puedo ser indulgente con ellos.
4. ¿Expulsar estos a Dios el Señor?... ¡Ellos mismos serán los expulsados! ¡Esta mala hierba tiene que desaparecer de aquí para que pueda germinar un buen fruto en esta tierra que ahora el Señor mismo cultivó; porque si esta mala hierba permanece, dentro de poco dañará todo lo que el Señor mismo ha sembrado aquí tan maravillosamente! ¡Dime, francamente, si tengo razón o no! ¿Qué ha de importar más, el Señor o estos bribones?».
5. «Bajo la óptica que expones las cosas tienes toda la razón y nadie te lo podrá negar», observó Jonael. «Pero si realmente es necesario ponerlo en práctica, eso es otra cuestión. Por ejemplo, es posible que ahora los blasfemos, extraordinariamente asustados, vuelvan en sí, se arrepientan de su insolencia y mejoren; de modo que sería equivocado expulsarlos a todos. El pecado sólo continúa siendo condenable mientras el hombre persiste en él. Pero si el hombre se enmienda por completo y se pone en el orden dado por Dios, tanto el pecado como su castigo ya no tienen nada que ver con el hombre.
6. Sería una tontería absurda castigar a una persona que se ha mejorado completamente, debido a que pecó algunas veces en su ceguera y debilidad anterior. Tal acción equivaldría a la de un médico insensato que, después de haber curado a sus enfermos, les dijera: “¡Ahora que estáis completamente curados, reconoceréis que este o aquel órgano pecó contra vosotros y, por tanto, hay que castigarlo en la medida en que os atormentó!”. Si los enfermos, con su carne apenas curada, permitieran que la torturaran o si fuesen castigados a la fuerza, ¿qué pasaría con su convalecencia y su salud? ¡Estarían diez veces más enfermos de lo que estaban antes! Pregunto: ¿Para qué, entonces, este martirio inoportuno de la carne? ¿No es la duración de la dolencia, hasta su cura, un castigo para la carne ya suficiente por si solo? ¿Para qué, pues, serviría un castigo posterior si vuelve a enfermar a la carne apenas curada? Si semejante actuación ya es sumamente insensata en la materia, ¡cuanto más cruel será tratándose de una cura espiritual!
7. A los hombres que han mejorado tras haber pecado, tenemos por cierto que advertirles fraternalmente sobre los grandes peligros del pecado. Es nuestro deber advertirles fraternalmente sobre los grandes peligros del pecado, y también fortificarlos en su estado mejorado con todos los medios que estén a nuestro alcance, para que nunca vuelvan a recaer en el yugo del pecado. Pero exigirles responsabilidades y castigar a los curados no significaría sino hacerlos caer en pecados diez veces peores.
8. Es de suponer que tal acto será mil veces más punible ante Dios que la suma de todos los pecados anteriores cometidos por el castigado. Puedes creer que el castigo que cada pecado ya lleva consigo es un remedio para la enfermedad del alma que se llama “pecado”. Si el mal ya está curado por su propio remedio, ¿para qué, entonces, aplicar aún más remedios si ya no existe ningún mal?».
El comandante se justificó: «Como fórmula preventiva contra una posible recaída en el mal».
9. «Pues sí, la prevención es buena y precisa», le confirmó Jonael, «pero, como ya te he dicho antes, ha de ser constructiva y en manera alguna mortal o debilitante. Con la ira jamás conseguirás calmar la ira, sino mediante el amor, la docilidad y la paciencia.
10. Sobre lo que arde hay que echar agua y no pez hirviendo o minerales combustibles. A quien se rompió una pierna, hay que vendársela y meterle en una cama adecuada, para que se cure la fractura, pero ¡que no se le peguen palos por haber andado tan torpemente hasta caerse y rompérsela!
11.Hace poco un mensajero que volvió del país de los escitas36., a donde había ido para predicarles el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, me contó que estos nómadas siempre castigan a quienes mueren, por haber muerto, aunque hayan muerto a manos de otro. Me dijo que los desnudan, los atan en un poste y los azotan todo un día, pues ellos mismos tienen la culpa de dejarse vencer y matar. En cambio, alaban al asesino por haber vencido al otro y por haber salvado su propia vida.
12. Por increíble que parezca este caso, se parece al nuestro. Castigando a uno que espiritualmente ya está muerto por enfermedad del alma37., no haríamos otra cosa sino matarle aún más de lo que ya está.
13. Un enfermo precisa médico y un buen remedio, pero castigarle por haber tenido la mala suerte de haber caído enfermo, esto, querido amigo mío, es cosa de los lejanos escitas. Supongo que admitirás ahora que más vale seguir en todo al Señor de la Vida, que anticiparse a Él con acciones torpes en lo que fuere, y estropear así el gran vivero de Dios, sea con intención parecida a de los diablos, o por pura ignorancia».
1. El comandante estaba profundamente impresionado por el discurso de Jonael: «Sí, ahora lo comprendo y desistiré de mi propósito; sólo lo llevaría a cabo si tú me lo pidieras. Como sumo sacerdote de esta comunidad, enseñado por Dios, serás mi consejero preferente en todo, y, de ahora en adelante, no haré nada sin tu consejo».
2. «Haces muy bien y mereces el agrado del Señor», comentó Jonael. «Si alguien tiene su cuerpo enfermo, hay que curarlo físicamente. A quien tiene su alma enferma, hay por lo tanto que hacerle la cura psíquica adecuada a las características de la enfermedad.
3. Las enfermedades psíquicas de los niños se curan mejor mediante una disciplina adecuada sin olvidar un par de azotes cuando sea necesario. Sin embargo, las enfermedades psíquicas de los adultos se curan mediante consejos sabios y afectuosos, con una doctrina pura y una enseñanza apropiada, y con advertencias, basadas en el amor puro, sobre las malas e inevitables consecuencias que en breve se producirán si se conservan voluntariamente las
36. En el Asia Central debilidades del alma. Si todo esto no da resultado porque las almas sean obstinadas, ciegas y sordas, entonces es cuando hay que aplicarles tratamientos más severos y drásticos y aún así, en el fondo de los mismos ha de dominar en toda su plenitud el amor al prójimo, pues únicamente con él puede conseguirse la bendición que produce un tratamiento severo.
4. Pero si los instructores actúan con cólera y por sed de venganza, entonces todas su trabajo es vano; y en vez de curar a los psíquicamente enfermos hasta que se vuelvan hombres verdaderos, no conseguirán sino criar diablos cuya sed de venganza ya no tendrá remedio.
5. Es muy posible contener a Satanás durante un tiempo mediante el poder de lo Alto. Los hombres altaneros piensan que con su poder y su sabiduría, que no consiste sino en una severidad tiránica sin compasión, pueden mantener un orden a su conveniencia... Pero en el momento en que el Señor, por culpa de ellos, retira su poder, quitándole a Satanás sus hierros, entonces se acaba de repente el poder ficticio de quienes se creían tan poderosos. Pues los hombres a los que tal tratamiento equivocado transformó en puros diablos se echarán encima de ellos y acabarán con ellos como si nunca hubieran existido.
6. No obstante, el peor resultado lo produce la pena de muerte. ¿De qué vale matar el cuerpo de alguien mientras no se puedan detener su alma y su espíritu? ¡Y en estos es precisamente donde radica la fuerza que estimula toda acción!
7. Quien cree haberse librado de su enemigo matando su cuerpo, sufre una ceguera múltiple porque, justamente con esta acción, hizo de un enemigo débil y visible para él miles de enemigos invisibles que le perseguirán día y noche y le perjudicarán en cuerpo, alma y espíritu.
8. Por ejemplo, una guerra en la que puede haber muchos miles de muertos físicos. El vencedor piensa que se ha librado de sus enemigos. Pero ¡qué fatal error! Porque las almas y los espíritus de los muertos, a causa de su influencia directa en la atmósfera de la Tierra, devastarán por varios años toda clase de cosechas causando así una carestía de alimentos que, a su vez, produce hambre, enfermedades y pestes las cuales, al poco, aniquilarán más hombres que los enemigos que el vencedor había exterminado. Debilitado así el poder del vencedor que se apoyaba en los hombres del propio país, para poder guardar su dominio tiene que reclutar mercenarios extranjeros, los cuales le causan grandes gastos que le endeudan a él y a su nación. Cuando tras algunos años de explotación extrema de su país y su pueblo, el soberano ya no puede pagar ni sus deudas ni sus soldados, será perseguido por todos lados. Los súbditos sobre los que se erigió, se levantarán contra él, empujados por la miseria, e igualmente sus enemigos aprovecharán la oportunidad y se arrojarán contra él, el vencedor... Si no le aprisiona la desesperación que le desgarrará el alma hasta en su fibra vital más íntima...
9. Y ya ves, ¡todo esto son consecuencias ocasionadas por los enemigos muertos!
10. Hay al respecto una regla y costumbre antigua según la cual todos los que se encuentran junto a un agonizante deben reconciliarse con él para que les bendiga. Pues si el agonizante muere como enemigo de alguien, hay que compadecer al sobreviviente por ser adversario del muerto. Primero, porque el alma liberada martirizará continuamente mediante remordimientos atormentadores e inaguantables la mente del superviviente y, segundo, porque influirá en todos los factores mundanos que tengan alguna relación con él.
11. El Señor permite todo esto para que las almas ofendidas puedan tener la satisfacción debida. Además, al superviviente le vale incalculablemente más que las almas ofendidas le castigan por sus acciones orgullosas todavía en la Tierra, que caer inmediatamente después de la muerte de su cuerpo en manos de muchos miles de espíritus enemigos suyos los cuales, seguramente, no le tratarán muy amigablemente en el Más Allá, donde es novato y sin experiencia alguna.
12. Ya sólo por esto es sumamente importante ejercitarse en este mundo en el amor y en la verdadera amistad, y a cualquier enemigo hacerle mejor el bien que el mal... Y bendice a quien te maldice, pues nunca sabrás cuándo el Señor le reclamará de este mundo. Aunque en este mundo sólo fuera tu enemigo en cosas pequeñas, después, como espíritu, será un enemigo tuyo cien veces mayor y esto en cosas importantes.
13. David era desde su infancia un hombre conforme a la Voluntad de Dios. No se hizo más que un solo enemigo contra la Voluntad de Dios: Urías. ¡Pero, con el permiso del Señor, el espíritu de Urias se vengó duramente de David!... Y ésta es y será siempre la consecuencia inevitable de una acción hostil contra un hombre, si es contra la Voluntad de Dios.
14. Cosa distinta es que el Señor mismo te lo ordene como lo hizo cuando mandó a David contra los filisteos... Entonces se trataba de derrotar por la fuerza a los enemigos de Dios y de despachar de esta Tierra a los hombres que se habían vuelto ya auténticos diablos. En cuanto llegan al Más Allá, estos hombres caen inmediatamente en un juicio severo y nunca más podrán levantarse contra el Orden divino, porque el Poder del Señor los debilitará.
15. El caso es diferente con los enemigos que te hiciste en el mundo sin que Dios te lo ordenara: los que te hiciste por tu falta de amabilidad o por tu orgullo, o los que surgieron por las prácticas corruptas de una justicia establecida por los hombres de la que puede constatarse que el mayor derecho coincide con la mayor injusticia. Los enemigos que te vengan por ahí se volverán tus adversarios más pronunciados e irreconciliables el día en que dejen su cuerpo atrás.
16. No me podrás señalar a nadie feliz en este mundo a quien le haya precedido un enemigo en el Más Allá. ¡Yo, por lo menos, no conozco caso alguno! Pero sí conozco un caso en el que la venganza de un espíritu enemigo llegó hasta la décima generación... Y se dieron otros en los que personas muy ofendidas, devastaron por muchos años las tierras de su enemigo cuando fueron después espíritus, a veces incluso para siempre, de modo que nadie pudo ya mantenerse allí. Amigo, aunque todas estas explicaciones te parezcan increíbles, ¡por eso no dejan de ser la pura verdad! Si no fueran verdaderas, ¿cómo habría podido dártelas en presencia del Señor y de sus ángeles? Por si acaso tienes alguna duda, dirígete al Señor, la eterna Causa de todas las cosas, y Él te dará un testimonio leal de que todo lo que te dije es la pura verdad».
1. El comandante arqueó las cejas, al igual que muchos otros, y comentó: «Si es así, entonces la vida en la Tierra es un asunto muy peligroso. ¿Quién sobrevivirá?».
2. «¡Todo aquel que vive conforme a mi Doctrina!», dije Yo. «Sin embargo, quien vive conforme a su propia vanidad, por lo general lleno de amor propio y orgullo, y quien no puede perdonar de todo corazón a aquel que le ofendió en lo que fuere, bendiciéndole diez veces más de lo que el otro le hizo de mal, más tarde o más temprano también sufrirá las consecuencias inevitables de la enemistad, contra las que no ha de esperar ninguna protección mía hasta no haber saldado completamente la deuda con su enemigo. Así que cada cual viva en paz y concordia. Más os vale soportar una injusticia que hacérsela a otro, aunque sólo sea aparentemente. Así no atraeréis vengadores y los espíritus, que de otra manera se hubieran vuelto enemigos vuestros, se volverán vuestros espíritus de la guarda y apartarán de vosotros muchas desgracias.
3. Si ahora preguntáis por qué todo esto es así, os diré que tiene que ser así por mi Voluntad y mi Orden inalterable».
4. «¡Ahora es cuando veo bien claramente tu Sabiduría!», exclamó el comandante con entusiasmo, «¡y ahora veo tu Amor infinito e ilimitado!... Por eso digo: Cuando algún día todos los hombres están compenetrados con tu Doctrina, entonces la Tierra se transformará en un verdadero Reino de los Cielos... Pero, y aquí hay un “pero” muy significativo, ¿sucederá?, ¿cuándo?.
5. Si pienso en esta gran Tierra de la que hasta ahora ningún investigador ha podido averiguar dónde empieza y dónde termina, y si pienso en la inmensidad de hombres que la habitan, siento vértigo en todo mi ser. Porque me parece que la característica principal de los muchos habitantes de esta enorme Tierra es la más cruel e ignorante maldad.
6. La mayor parte de la humanidad está totalmente encerrada en un egoísmo animal y en un orgullo desmedido.
7. Cuando en alguna parte del mundo se ha establecido un pueblo pacífico, y con sentido común llegó a prosperar, pronto fue descubierto por el fino olfato de hombres con instintos animales y fue invadido por ellos. Los pobres fueron vencidos y se volvieron mil veces más desgraciados de lo que lo eran antes en su estado natural original.
8. Si estos pueblos pacíficos consiguen salir vencedores mediante su sabiduría, valor y facultades intelectuales, desde luego, matando a sus enemigos con las armas en las manos, y si justamente por ello los espíritus de sus enemigos muertos se transforman en sus mayores y más peligrosos adversarios, pregunto francamente: ¿Cómo, cuándo y en qué circunstancias podrá echar raíces en la Tierra tu Doctrina salvadora y servir de guía a la vida de los hombres?
9. Si sólo algunos pocos pueblos aislados se bañasen felizmente en los rayos suaves de tu excelente Doctrina, cada día estarían rodeados por más enemigos. En el caso de que se entregasen pacíficamente a ellos, no serían sino sus esclavos, habrían de soportar una opresión inhumana y, finalmente, incluso la prohibición de vivir según tu Doctrina.
10. Pero si lograsen vencer a sus enemigos como fuera, y los espíritus y las almas de sus enemigos muertos en la lucha se transformasen en sus adversarios más encarnizados, entonces me parece que pocas esperanzas habría para un Reino de Dios en la Tierra.
11. No quiero entrar ahora a discutir la cuestión si a cada enemigo individual se le debe pagar realmente su mal con el bien. No cabe duda que puede haber enemigos ofuscados que se pueden convertir así en amigos conscientes. Pero si por puro idealismo debemos aplicar esta regla a las grandes masas de enemigos, Señor... perdóname mi comprensión deficiente... Pero esto, por las razones que te he dicho, lo pongo en duda.
12. En situaciones intrincadas como esta, siempre me acuerdo de Escila y Caribdis; cuando alguien con suerte se libró de Escila, tanto más seguramente cayó en Caribdis.
Señor, ilumíname un poco sólo sobre esto y abrazaré fraternalmente a todos mis enemigos y soltaré a todos los presos de las cárceles, incluso ladrones y asesinos, por malvados que sean».
1. «Amigo, si interpretas mi Doctrina de esa manera, es que eres todavía bastante corto de vista», le respondí al comandante. «Jonael ya te dijo que, por un lado, la lucha contra un enemigo malvado que fue ordenada por Mí y, por otro la defensa propia inevitable, están justificados dentro de mi Orden; de manera que las almas de los hombres que murieron en tales luchas, son inmediatamente presas en su juicio severo y no pueden ejercer acción maligna alguna contra sus vencedores justificados en la Tierra. Siendo esto una verdad inmutable, cuyas relaciones puedes ver claramente, ¿cómo puedes todavía encontrar tamañas dudas ante mi Doctrina?
2. ¿Quién te ha dicho que no se debe capturar y encarcelar a auténticos criminales, muchas veces más crueles que las bestias salvajes de las selvas? Menuda insensatez. ¡Precisamente lo exige el amor al prójimo! Si llegas cuando una hiena ataca a un hombre, seguro que si tienes una buena arma a tu disposición matarías a la bestia. De la misma manera, también acudirías en auxilio de un hombre honesto que, en plena calle o en una casa, fuera asaltado por un ladrón asesino.
3. Esos hombres animales, cuando se juntan muchos, no sólo son peligrosos para caminantes individuales sino también para pueblos enteros. Es entonces para las autoridades vigentes un deber indispensable capturar y encarcelar a estos hombres peligrosos.
4. No obstante, la pena de muerte sólo debe aplicarse en aquellos casos en que no hay mejora verdadera, ni después de haberse intentado durante diez años por todos los medios posibles. Si el malhechor, ya en el patíbulo, aún promete mejorarse, que se le conceda un solo año más de plazo. Transcurrido este tiempo, si no se ha mejorado, que se cumpla la ejecución, porque no hay ni la menor esperanza que mejore mientras todavía esté en la Tierra, así que vale más quitarle de ella.
5. Pero si las autoridades, de acuerdo con la comunidad, deciden conmutar la bien merecida pena de muerte de un criminal por cadena perpetua, con la intención de seguir con ensayos de mejora, entonces son libres de hacerlo y, a su tiempo, tampoco les pediré cuentas por ello.
6. Los enemigos de quienes viven según mi Doctrina, no tienen poder para vengarse después de su muerte física. Tal poder está reservado a aquellos espíritus que, como hombres en este mundo, procuraban ir por el camino del bien y fueron cruelmente muertos por tiranos orgullosos y completamente ilegítimos.
7. Si estos jueces, carentes de cualquier sentimiento noble, se crean enemigos con tales juicios injustos, estos enemigos se vengarán como espíritus de sus jueces injustos; pues a ellos sí les concedí el poder de actuar, pero nunca jamás a inveterados espíritus perversos. Supongo que tus dudas ahora ya están aclaradas».
8. «Sí», respondió el comerciante, «ahora Escila y Caribdis, ya están quitadas de en medio. En lo que se refiere a esto, ya estoy al tanto.
9. Pero aún no tengo claro cómo tu Doctrina realmente santa podrá abrirse paso en vías tan llenas de obstáculos, en tamaña noche como en la que los hombres se encuentran ahora. Según tus propias palabras, la difusión de tu Doctrina basándose en milagros no serviría de mucho a los hombres porque los transformaría en máquinas en vez de liberarlos; pero me temo que su divulgación por medios naturales costará mucha sangre y un tiempo inmenso... Aunque no tengo el don profético, conozco a la humanidad bastante bien, en Asia, en África y en Europa, y puedo afirmar con certeza que en dos mil años ni aún la mitad de los hombres de esta Tierra vivirán en la Luz de tu Doctrina. ¿Acaso no tengo razón?».
10. «En el fondo no estás equivocado», le respondí. «Pero, en verdad, esto no tiene tanta importancia como te parece. Porque en realidad no se trata tanto de la aceptación general de mi Doctrina en esta Tierra sino, principalmente, del puente al fin erigido por mi venida actual, por mi Palabra y mi Doctrina, el puente entre este mundo material y el espiritual, cuyas dimensiones se encuentran más allá de las tumbas.
11. Aquel que aún en esta vida acepte mi Doctrina con toda entrega, atravesará este puente mientras todavía esté en este mundo. Sin embargo, aquel que en la Tierra acepte mi Doctrina sólo de manera indiferente o incompleta, o no la acepte en absoluto, le costará encontrar este puente, y más aún cuando en densas tinieblas haya llegado al Más Allá.
12. No obstante, los hombres que durante su vida en la Tierra nunca tuvieron la oportunidad de llegar a conocer mi Doctrina, en el Más Allá recibirán guías que les llevarán a este puente. Si aquellos espíritus que aún no saben nada de mi Doctrina siguen a los guías, entonces también llegarán a la verdadera Vida eterna a través de este puente. Sin embargo, si persisten tozudamente en sus ideas, serán juzgados según a la vida que llevaban, sin llegar a la filiación de Dios. Así son las cosas. Reflexiona un poco y dime qué te parece todo esto. ¡Pero date prisa, porque mi tiempo en este lugar está terminando!».
13. «Señor, ahora todo me resulta claro y plausible», dijo el comandante después de un rato. «Y, en el caso de que con el tiempo aún me asalte alguna duda, ya iluminaste aquí a un hombre que nos puede aclarar todo. Por esto, por mí y por todos nosotros, tu nombre sea altamente alabado por todos los tiempos.
Sólo quisiera aún que me aceptases benignamente un ruego: si ahora te vas de nosotros, ¡vuelve lo más pronto posible! Porque mi preocupación principal aquí será que, cuando vuelvas, encuentres corazones más dignos que esta vez».
(Juan 4:43) Pasados dos días partió de allí para Galilea.
1. «Aún volveré una vez, en secreto, pero que entonces no todo el pueblo llegue a saber de mi presencia», les dije. «Pues, cada vez vendrá más gente a establecerse aquí, debido a los altos impuestos que les están exigiendo en Judea y Galilea; porque aquí recaudan menos impuestos y mi Jairut paga casi todos los de los pobres.
(Juan 4:44) El mismo Jesús declaró que ningún profeta es honrado en su tierra.
2. Un profeta no es muy apreciado entre sus paisanos, salvo si es anciano. Los insensatos toman por palabra de Dios lo que un anciano dice, mientras que la sabiduría de un hombre joven es considerada como una fogosa fantasía, tal vez mezclada de vez en cuando con algo de razón. En cuanto a los milagros son considerados como efectos mágicos, por desgracia muy frecuentes en la época actual. Pero los hombres, ciegos como lo son ahora, no saben distinguir la verdad de la impostura y por ello lo rechazan todo a la vez.
3. Por eso es mejor que un profeta procure irse fuera de su tierra: allí donde no le conocen puede tener mayor éxito entre los hombres. Por eso me iré ahora con mis discípulos. Pero como os he prometido, volveré dentro de poco.
4. Llevaré conmigo a un hombre que estaba aquí de aduanero, llamado Mateo, por su experiencia en escribir, para que anote mis enseñanzas y mis hechos. Tú, dale un salvoconducto para que pueda cumplir con las exigencias del mundo».
5. El comandante resolvió el asunto en un momento, y me agradeció todo profundamente de corazón. Los demás huéspedes, animados por el buen ejemplo del comandante, hicieron lo mismo. Pero algunos, muy fatigados por la marcha del día, se encontraban durmiendo en los bancos, y los demás los querían despertar.
Sin embargo, Yo les dije: «Dejadlos dormir hasta que se haga de día. Para no llamar la atención con mi salida prefiero irme con toda tranquilidad ahora en plena noche. Quedaos también vosotros aquí hasta mañana y que nadie nos acompañe ni a Mí ni tampoco a los que van conmigo, a no ser con el corazón...
6. Tú, mi Jonael, ¡empéñate en que mi Doctrina eche raíces aquí y que después, como nuevo árbol de la vida, de buenos frutos! En mi nombre te doy un poder sobrenatural de los Cielos; pero en tu cometido, no te dejes llevar a su uso inoportuno o sin sabiduría, porque así perjudicarías más de lo que beneficiarías. Dejaré un ángel en tu casa durante cierto tiempo para que aprendas de él el uso sabio del Poder divino. ¡Pero que no se diga a ningún extraño que en la casa de Jonael vive un ángel de los Cielos!».
7. Llegaron también Irhael y Joram, acercándoseme con lágrimas. Ninguno podía hablar, embargados de amor y gratitud.
Los bendije y les prometí: «¡Consolaos, porque dentro de poco volveré a estar entre vosotros!».
8. Ambos abrazaron mis pies, los humedecieron con sus lágrimas y Joram exclamó: «Oh tiempo bendito, ¡apresúrate y vuelve a traernos al Señor de la Gloria para siempre a su casa!
Oh, Señor, ¡acuérdate de nosotros, los que te amamos con toda la profundidad de nuestros corazones!, ¡vuelve pronto, para quedarte siempre con nosotros!».
9. «Sí, volveré», les prometí. «Pero como ya os dije, será en secreto. Porque de ahora en adelante nadie debe ser ya obligado a creer en mi misión de lo Alto por mi presencia, sino únicamente por mi Palabra».
1. «La Doctrina misma debe justificar la Verdad», continué. «Quien en el futuro no viva conforme a la Palabra divina, morirá en el juicio de la misma, porque le fue comunicada y él no la creyó ni confió en ella.
2. Por Mí mismo tengo el Poder del Padre para quitar o dar la Vida eterna a todo el que, conforme a su voluntad, esté preparado para ello; y mi Palabra tiene el mismo Poder, porque ella es la expresión de mi eterna Voluntad omnipotente.
3. Por lo tanto, quien dentro de sí acepta mi Palabra plenamente y la práctica sin apartarse de ella, me acepta a Mí mismo con todo mi Amor, Sabiduría, Poder y Fuerza, volviéndose así un verdadero hijo de Dios a quien el Padre en el Cielo no escatimará nada de lo que Él tiene.
4. ¿Qué más pudiera hacer el santo Padre que revelarse personalmente en Mí, su Hijo, haciendo dioses libres de vosotros que sois seres juzgados, y luego consideraros sus amigos y hermanos?
5. Tened siempre en cuenta Quién os revela esto y qué es lo que recibís con esta Revelación; entonces el mundo material ya no os tentará y lo venceréis fácilmente. Esto es imprescindible, porque sin haber vencido totalmente al mundo dentro de vosotros, no podréis volveros hijos del Padre en el Cielo.
6. Pero por ello no quiero que seáis pesimistas o que condenéis al mundo, sino que quiero haceros utilizadores sabios de él.
7. ¿No sería tonto quien se apasionara de tal manera por la herramienta que necesita para su trabajo, que ya no quisiera utilizarla, la mirara con arrebato, y la guardara en una caja fuerte para que no se cubriese de herrumbre y perdiera su belleza, porque ello podría menguar su vano placer?
8. También el mundo es una herramienta para vosotros, una herramienta con la que, convenientemente aplicada, podéis crear muchas cosas buenas y magníficas. Y como ahora sois discípulos míos, tenéis que utilizarla como Yo, vuestro único y verdadero Maestro, os he enseñado durante estos tres días...
9. Utilizada y aplicada así, esta herramienta os preparará para la Vida eterna. Si la utilizáis de otra manera, podrá ser como un cuchillo muy afilado en manos de niños inconscientes los cuales fácilmente pueden hacerse una herida grave que difícilmente podrá curar un médico.
10. Junto con estas palabras aceptad también mi plena Bendición. Decidlas también a todos aquellos que ahora no las puedan oír, para que al fin de las cosas nadie pueda poner la ignorancia como excusa.
11. Y ahora, mis pocos discípulos y todos los que desde Galilea y Jerusalén me seguisteis hasta aquí, ¡preparaos para el viaje a Galilea, donde podréis volver a dedicaros al cultivo de vuestros campos!».
12. A esta indicación Yo me levanté y, con una señal a los ángeles que solamente ellos comprendieron, desaparecieron todos menos el de Jonael. También las puertas de los Cielos, que habían estado visiblemente abiertas, se cerraron. Pero la casa de Irhael y Joram se quedó con todo el inventario de los Cielos, e igualmente el palacio de Jairut. Menos aquellos que dormían, todos los presentes nos acompañaron hasta el portal de la casa. El comandante no se privó de hacerlo hasta las afueras de la población, desde donde volvió a Sicar.
Fin del segundo día en Sicar.
EL VIAJE A GALILEA
1. Continuamos nuestro camino y al amanecer alcanzamos la frontera de Samaria. Llegando a Galilea, nos paramos a descansar un poco en una pequeña colina cubierta de hierba muy sana.
2. Todos estuvieron encantados ante la preciosa vista y el escribano Mateo dijo: «Si los hombres estuvieran penetrados enteramente por tu Doctrina, un paisaje como éste en verdad sería lo suficientemente hermoso como para volverse un Cielo para ellos. Pero teniendo en cuenta que la mayoría son peores que las bestias feroces y sedientas de sangre, quisiera reprochar a Dios, nuestro Señor, haber hecho para semejante gentuza este mundo tan sumamente maravilloso».
3. «¡Este reproche va dirigido a Mí, porque el Padre y Yo somos Uno!», hice constar. «Es la Sabiduría del Hijo eterno, que en el fondo es la Sabiduría del Padre, la que elaboró el gran plan de la Creación, y el Amor del Padre agregó el gran “¡Así sea!”... Y surgieron esta Tierra, el Sol, la Luna y las estrellas.
4. Los hombres que habitan esta Tierra, también fueron creados por Mí y ahora serán modificados.
5. Si las cosas son así, ¿cómo, entonces, me haces reproches? Además, la Tierra no es tan maravillosa como parece. Todos los paisajes que ves en ella, sólo parecen hermosos si los miras a cierta distancia. Ve allí y encontrarás poca belleza o ninguna, verás aquí o allá algún árbol o incluso un jardín cuidado por manos humanas y en él el palacio de un hombre rico. ¿Acaso también llamarías hermosas y maravillosas a estas cosas?
6. Mira el Sol allí arriba; ¡en él existen otros paisajes! ¡Allí un desierto es más maravilloso que un paraíso aquí! Pues sólo la luz del Sol es la que hace que los paisajes de la Tierra sean tan bonitos y maravillosos y, sin ella, la Tierra sería un verdadero valle de amargura... ¡Cuánto más maravillosos han de ser los paisajes del gran Sol mismo, de cuyo abundante esplendor esta Tierra sólo muestra un pálido reflejo!».
7. Mateo estaba sorprendido: «¿Qué dices, Señor? ¿El Sol es también un mundo inmenso y allí un desierto es inexplicablemente más hermoso que un paraíso aquí? ¡Pero compara la gran Tierra con el pequeño disco brillante del Sol! ¡Cuántas veces cabría en lo que ahora vemos, que seguramente es una parte ínfima de toda la Tierra, y cuántas veces cabría entonces en la Tierra entera!».
8. «El problema es éste: Si os hablo de cosas terrenas no las comprendéis; ¿cómo, entonces, esperáis comprenderme si os hablo de cosas celestiales?
Aun así, ¡escucha y procura entenderme!
9. Mira hacia el sur y en el fondo de una sierra lejana, verás un cedro. Compara la altura aparentemente pequeña del cedro con una hierba que te pongas delante de los ojos. Pese a que la hierba no mide ni un palmo, parece mucho más alta que el cedro lejano que, en realidad, es centenares de veces más alto. ¡Esto es a causa de la gran distancia! Si aprecias una buena caminata, podrás llegar al cedro en diez horas. Así que ya ves como la distancia de un camino de diez horas engaña al ojo.
10. ¡Ahora piensa en la distancia que hay desde el Sol a esta Tierra! Te digo que si un pájaro hubiera salido volando desde la Tierra hacia el Sol en los tiempos de la creación de Adán con su vuelo más rápido, todavía no habría llegado y tendría que continuar volando aún durante muchos años. Si lo puedes comprender, entonces también podrás entender por qué el Sol, que es más de un millón de veces mayor que esta Tierra, te parece tan pequeño desde aquí».
11. Mateo estaba como aturdido ante tales distancias y dimensiones: «Oh, Señor, si es así, ¿cómo podrás guiar y mantener el mundo?».
12. «Pues mira, lo que a ti te parece absolutamente imposible, ¡para Mí es facilísimo! Aunque desde luego ahora no lo puedes comprender. Pero llegará el tiempo en que comprenderás todas las cosas como éstas.
13. Para que puedas saber que Yo, por la Omnipotencia del Padre en Mí, alcanzo el Sol en un momento, ¡presta atención!
14. Lo taparé unos instantes para que nadie lo vea en toda la Tierra, y te darás cuenta de que también desde esta Tierra alcanzo el Sol».
«Oh, Señor, ¡no lo hagas, pues los hombres se morirían de miedo!».
«No te preocupes, porque pensarán que se trata de un eclipse normal de los que se presenta a veces de manera enteramente natural, y en pocos momentos lo volverán a ver. Ahora ¡presta atención!».
«¿No sería mejor advertir a todos los aquí presentes?».
«¡Dejémolos que duerman y descansen! Basta con que solamente tú tengas esta experiencia. Pues un escribano ha de saber más que quienes de momento aún no están destinados a escribir. Y ahora digo: Sol, ¡cubre tu semblante ante toda la Tierra por siete momentos!».
En ese instante se volvió completamente oscuro y sólo quedaron visibles algunas estrellas.
15. Mateo tembló de miedo: «Oh, Señor, que eres omnipotente; ¿quién puede existir a tu lado si tu brazo divino llega tan infinitamente lejos en un momento?».
Apenas Mateo hubo pronunciado estas pocas palabras y el Sol regresó con todo su esplendor, con lo cual él volvió a respirar más libremente. Sin embargo, la admiración que le invadía le impidió decir una sola palabra.
Tras un rato volvió a recuperar su valor y dijo: «Señor, ¡esto no me cabe en la cabeza! Tu Poder debe ser infinito. Pero, Señor, no nos expongas en el futuro a semejantes testimonios de tu Omnipotencia, porque a la vista de ello, dentro de poco todo el mundo tendría que desmayarse y perecer».
16. «¡Ya te dije que no te preocupes! ¿Acaso murió alguien? Sin embargo, a los hombres sensuales no les perjudica ni mucho menos un poco de miedo. Y ahora despierta a los que duermen, porque en seguida seguiremos adelante. ¡Pero no cuentes a nadie ni hagas la menor alusión a la visión que tuviste!».
Después de estas palabras mías, Mateo despertó a los que dormían y continuamos el camino. Ahora adelantamos más porque el camino nos llevaba cuesta abajo.
(Juan 4:45) Cuando llegó a Galilea le acogieron los galileos que habían visto cuantas maravillas había hecho en Jerusalén durante la fiesta, porque también ellos habían ido a la fiesta.
1. Cuando llegamos al valle, pronto estuvimos en un pueblo galileo en el cual vivían muchos de aquellos galileos que habían estado presentes en la fiesta de Jerusalén cuando Yo purifiqué el Templo; y como no había pasado mucho tiempo desde entonces, todavía se acordaban bien de todo.
2. Cuando aquellos galileos me vieron caminar por su pueblo, en seguida salieron todos de sus casas a la calle, me saludaron muy amablemente y no sabían cómo alabarme suficientemente por mi acción en el Templo que, en su opinión, fue sumamente intrépida. Su alegría de volver a verme era tan grande porque casi todos pensaban que los fariseos de
Jerusalén me habían despachado secretamente de este mundo. Los galileos aún no sabían mucho de Mí; apenas que Yo era hijo del pío José y que Dios estaba conmigo igual que con José. Hicieron que me quedara con ellos todo el día y la noche con todo mi séquito. Nos hospedaron con todos los medios, pidieron muchos consejos e hicieron muchas preguntas. También preguntaron por el Mesías y muchos me vieron y reconocieron como tal.
3. «Quien manifestó en el Templo tanto valor ante muchos miles de hombres, tiene que ser consciente del gran Poder que le ha sido dado de lo Alto», opinaron los galileos. «Si un hombre común hiciera algo así, lo pasaría mal; además, no conseguiría nada contra los abusos del Templo que ya hace tiempo que son una costumbre. Pero tu caso fue diferente. Todos salieron corriendo del Templo como si los arrastrara una tormenta fortísima; y desde entonces ya no hay mercado en él».
Yo añadí: «Y nunca lo habrá ya porque el fin del Templo está próximo».
4. Ante esto los galileos se sorprendieron: «Si es así, ¡ay de nosotros! ¿Qué pasará con el dominio eterno de los descendientes de David que, según está prometido por los profetas, volverá a restaurar el Mesías?».
5. «Él establecerá, efectivamente, un nuevo y eterno Reino para los verdaderos hijos y descendientes de David y, por consiguiente, también para todos los hombres del mundo. Pero no en esta Tierra sino en el Cielo. Quien interprete a los profetas diferentemente anda en tinieblas».
6. A estas palabras mías algunos se fueron, porque esperaban un Mesías mundano. Pero muchos me pidieron explicaciones más detalladas.
7. Yo señalé: «Vosotros también tenéis que ver pruebas sin las cuales no creéis. Seguidme, pues, a Caná y allí tendréis enseñanza y pruebas».
8. En nuestro grupo había muchos de Caná que, desde la boda, me habían acompañado fielmente en todo este viaje lleno de enseñanzas. Querían empezar a hablar de los muchos hechos y enseñanzas de los que fueron testigos.
9. Pero Yo intervine: «Para estos aún no ha llegado la hora; pero que nos sigan a Caná donde diremos algo de ello. Una vez allí, verán y aprenderán más. Continuemos ahora nuestro viaje. ¡Pero que nadie hable en el camino, porque aquí merodean muchos fariseos!».
10. Cuando hice esta observación, los galileos me dieron la razón. Y ellos mismos nos contaron que por todas partes había espías fariseos que detenían a los caminantes, haciéndoles muchas preguntas sobre cierto Jesús de Nazaret, si sabían dónde se encontraba y si les enseñaba su doctrina.
«Justamente por esto iremos hasta Caná sin hablar», les respondí, «para que no hagan ninguna pregunta a nuestro numeroso grupo».
(Juan 4:46) Jesús llegó, pues, otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
1. Con estas palabras mías continuamos el viaje y sin ninguna molestia llegamos a Caná. Allí nos dirigimos rápidamente a la casa donde Yo había realizado el primer milagro. Pero antes de una hora todo el pueblo ya sabía que habíamos llegado Yo y todos los que me acompañaban. Todos vinieron corriendo para vernos y saludarnos. Cuando me vieron a Mí, no sabían encontrar palabras suficientes para alabarme por haber purificado tan decididamente el Templo de Jerusalén. Pues, también muchos de Caná habían ido a la fiesta de Jerusalén donde vieron lo que allí hice y supieron que curé a muchos enfermos.
2. Les pregunté si no había enfermos por allí y me dijeron que, increíblemente, de momento no había ni uno solo en toda la población.
3. Sin embargo, Yo insistí: «Físicamente, sí, todos gozáis de salud, pero no en lo que se refiere al alma. Porque quien se entrega a la impudicia y a la fornicación, ¡ese está gravemente enfermo del alma! Porque a causa de este pecado, el corazón del hombre se vuelve cada día más duro, impasible y despiadado respecto a su prójimo, y finalmente sólo se ama a sí mismo y a la compañía con la que puede satisfacer sus deseos; pero a la compañía no le quiere por sí misma sino más bien porque con ella puede satisfacer los propios deseos. Tal persona huye de la Palabra de Dios que le advierte para que abandone esta concupiscencia y al fin incluso se vuelve enemigo hasta de quienes guardan la Palabra de Dios y viven según ella. Muchos de entre vosotros padecéis esta enfermedad perniciosa, motivo por el cual volví a vosotros para curaros de ella. Quien de vosotros sea consciente que sufre esta enfermedad, ¡que se confíe a Mí y Yo le curaré!».
4. Apenas pronunciadas estas palabras, muchos abandonaron la casa, porque temían que Yo los descubriera ante de toda la gente. Entre ellos había algunos cuantos adúlteros e incestuosos y muchos de ambos sexos que se masturbaban. Estaban felices por haber escapado a mi vista.
5. Muchos de los que se fueron no lo hicieron para evitar que Yo los curase de su vicio sino por vergüenza. Tenían fama de ser personas honestas y distinguidas y habría resultado oprobioso para ellos que sus vecinos hubieran sabido que tenían una carne tan débil. Sin embargo, no tuvieron en cuenta que, a causa de mi justa proposición, ellos mismos se descubrieron con su huida.
6. Muchos, de los que quedaron, se dieron cuenta de este detalle: «¡Vaya, de éste y de aquél nunca hubiéramos pensado algo parecido!».
Y otros no podían contener las lágrimas de tanta risa y me dijeron: «Ay, ¡qué sabiamente lo arreglaste! Si alguien les hubiera preguntado durante diez años al respecto, seguro que no le habrían dado respuesta alguna. Tú ofreciste amistosamente curarles de su mal, y mira, ¡pusieron pies en polvorosa! Seguramente temían que Tú, al igual que puedes convertir el agua en vino, pudieras llamarlos por su nombre y decirles: “¡Tú pecaste de tal manera y tantas veces, y tú de diferente manera y cuántas veces!”.
Y esto, desde luego, no lo habrían podido soportar, por lo cual se largaron. Sólo que olvidaron que con tal reacción ellos mismos se han descubierto. No los juzgaremos por ello, porque nuestras propias debilidades no nos son desconocidas y sabemos bien que siempre vale más: “¡Zapatero, a tus zapatos!”. Pero no deja de ser divertido».
7. Y Yo afirmé: «¡Insensatos! ¡Que se vayan! Ante los hombres tienen vergüenza, pero ante Dios que penetra con la mirada a través de ellos, examinándolos detenidamente, ante Él no tienen vergüenza... Os digo a todos: ¡Este sentimiento mundano de vergüenza es vano! ¿Cuánto tiempo les queda aún en este mundo? Pronto les será quitado ese cuerpo cuya carne les ha proporcionado tantas horas de placer. Llegarán desnudos al Más Allá donde todo será un secreto a voces y se les echará en cara con todo detalle lo que tan ocultamente hicieron en este mundo. Allí les tocará consumirse de vergüenza, lo que será su mérito justo y permanente, y no les será fácil librarse de ello.
8. En verdad os digo a todos: lascivos y prostitutas no entrarán en el Reino de Dios, a no ser que se regeneren por completo de su malvada vida pasada. Todos los otros pecados el hombre los comete fuera del cuerpo, por lo que también se puede librar más fácilmente de ellos, ya que todas sus inclinaciones exteriores no le perjudican tanto como lo que ocurre en su interior. Pues, prostitución y adulterio se dan en el fuero interno de las personas, perjudicando al alma y al espíritu, y por esto son el mal más peligroso. Por lo tanto, evitadlos y huídlos más que a la peste porque el placer voluptuoso es el pequeño secreto del arte de Satanás. ¡Ay de aquel que con esto se deje atrapar por él! Pensad bien en todo ello; porque vendrán tiempos en que cada cual, bajo sufrimientos y dolores atroces, tendrá sus penas para salvarse de las garras de Satanás.
¡Pero ahora vamos a descansar!».
9. Algunos que me acompañaban se fueron a sus casas. Mis discípulos, la madre María y mis cinco hermanos, es decir, los cinco hijos de José, se quedaron conmigo.
1. Cuando todos los demás se hubieron alejado, se acercó el joven anfitrión en cuya boda Yo transformé el agua en vino y dijo: «Señor, aquellos que te siguieron desde Judea y Jerusalén y que se reconfortaron en el salón de los huéspedes quieren dirigirte algunas palabras. Me parece que algunos tienen la intención de volver a sus tierras para atender sus granjas. Si Tú estás de acuerdo, se lo comunicaré».
2. «Pienso que no es necesario. Quien está conmigo y también se queda conmigo, ya está en sus verdaderas tierras, y el que no busca esta patria, la única válida y eterna, continuamente andará errante en país extranjero y yermo, como la caza espantada que busca alimento y refugio en el desierto, sin encontrar ni lo uno ni lo otro. Y al fin morirá de inanición, víctima de animales salvajes cuya patria es el desierto solitario.
3. ¿Quién se vio privado de algo en mi presencia? ¿No fueron todos alimentados y saciados por los Cielos, física y espiritualmente? ¿Ha sufrido alguno hambre o sed o alguna otra desgracia? ¿Acaso las autoridades mundanas persiguieron a ninguno por haberme seguido? Te digo: Quien se quiera ir, ¡que se vaya! Pero quien quiera quedarse, ¡que se quede! Pues Yo no preciso de los hombres sino ellos de Mí. Quien me abandona también será abandonado por Mí.
Y quien no me busca, tampoco Yo le buscaré con gran entusiasmo.
¡Ve y díselo!».
4. «Señor, temo que me resultará difícil. ¿De modo que también estás descontento con los ciudadanos de Caná porque se retiraron a descansar a sus casas?».
5. «No me has comprendido bien. Mira, estos ciudadanos ya me han aceptado enteramente en sus corazones y mi Doctrina es santa para ellos. Sin embargo, la Doctrina que les di en Sicar a estos judíos de aquí no es enteramente de su gusto y, más que sus casas y sus granjas, es su mosto habitual lo que echan de menos. ¡Por eso es por lo que se quieren ir a sus tierras! Y para que no los toméis por groseros y para cumplir conmigo, quieren darme las gracias. ¡Así que ve y comunícales sin rodeos todo lo que ahora te he dicho!».
6. El anfitrión se fue con este encargo y transmitió a los judíos, palabra por palabra, todo lo que le había dicho. Todos se quedaron desconcertados.
Unos cuantos se escandalizaron, mientras que a otros estas palabras les tocaron el alma; lo pensaron en su corazón y dijeron: «Ha acertado bien y, por desgracia, ¡tiene toda la razón! Que nos perdone, ¡nos quedaremos!».
7. Pero aquellos que se sentían ofendidos mantuvieron su postura: «¡Nosotros sí que nos vamos! Hay que reconocer que en su compañía no nos faltaba de nada, pero nos cansamos de esta vida tan ociosa. Además, en su presencia siempre hay que tener cuidado de que no se nos escape alguna palabra porque en seguida te reprende y luego tienes dificultad en salir sano y salvo de la situación. Pues no tiene la menor consideración y lo que dice tiene que ser hecho. Por eso no queremos ya quedarnos con él».
8. «En cierto sentido, tenéis razón», dijeron los arrepentidos. «Con los sacerdotes de Jerusalén bien se puede negociar, especialmente si las donaciones les parecen adecuadas. Sin embargo, con Él no se puede negociar ni un pelo aunque se le ofrezca el mundo entero. Por esto el trato con Él es sin duda alguna un poco conflictivo. Pero es imposible que Él sea algo menos que un gran profeta; cada una de sus palabras está llena de verdad, fuerza y vida, y ¡hasta la naturaleza más inanimada obedece a su señal! ¿Qué otra cosa pudiéramos desear que quedarnos mientras Él no nos eche? Porque los hechos que Él realizó ante nuestros ojos nunca consiguió hacerlos nadie; y por esto nos quedaremos con Él, ¡cueste lo que cueste!».
9. Pero los ofendidos estaban decididos: «Haced lo que queráis, ¡nosotros nos vamos! Si debemos algo al anfitrión, que nos prepare la cuenta».
10. Pero el anfitrión les contestó: «No tengo hospedaje para extranjeros, pero sí para los nativos, hijos de Jacob, a los cuales aquí no se cobra, ni tampoco en toda Caná».
11. Con tal disposición, se levantaron y se pusieron en camino. Después de varias horas de marcha estaban tan fatigados que sus pies casi ya no los llevaban y se acostaron al lado del camino. Eran unas cien personas.
12. Sucedió que una gran patrulla de soldados romanos que venían de Jerusalén, dio con esta caravana. Como no había forma de despertar a los cansados, los vigilaron hasta la mañana y, cuando despertaron, se encontraron atados porque sus salvoconductos no valían. De modo que fueron conducidos como prisioneros a Jerusalén, donde los llevaron ante un tribunal y los interrogaron durante toda una semana hasta que fueron reconocidos como judíos y, tras pagar una multa, quedaron libres.
13. Una parte de esta tropa romana llegó esa misma mañana a Caná. Cuando examinaron nuestra casa nos pudimos identificar bien con el salvoconducto de Jerusalén. El comandante de esta legión me reconoció, conversó amistosamente conmigo y me informó que iba a quedarse por una temporada en Cafarnaúm, que su familia hacía pocos días que ya había ido allí y que iba a reunirse con ella. Me invitó a ir a Cafarnaúm, lo que le prometí hacer después de unos cuantos días.
14. También me preguntó si Yo sabía qué caravana era la que encontró por la noche, durmiendo todos al borde del camino.
15. Se lo dije y, con una sonrisa, me respondió: «Ya pensé que estos tipos no podían ser otra cosa que espías fariseos, y me habría extrañado que Tú no los hubieras reconocido a primera vista».
16. «No estás equivocado. Cuando me siguieron desde Jerusalén y Judea, todavía no lo eran; pero llegarán a serlo, pues se volverán delatores en su propio perjuicio. Porque la mala ralea del Templo aprecia la denuncia; sin embargo temen más al delator que al enemigo denunciado, por cuyo motivo ya no le sueltan. A casi todos les hacen beber el agua maldita y raras veces se salva uno de cada diez. A los reventados los acusan por lo general de traición y, en Josafat, donde hay un lugar maldito, los entierran en la tierra maldita; una suerte que también cabrá a algunos de los que me denunciarán ante la mala ralea del Templo. Pero mi tiempo aún no ha llegado...».
1. El comandante Cornelio, también hermano del emperador Augusto, manifestó: «¡Que les aproveche! Te aseguro que estoy harto de toda esta mala ralea del Templo. Querido y apreciado amigo, te digo: ¡Lo peor de lo peor que existe en el orbe de este mundo es un sacerdote del Templo! Nuestros sacerdotes son malos, pero, de vez en cuando, aún se vislumbra algo humano en ellos. No oyes crueldades sobre los mismos y, con pocas excepciones de naturaleza mística, su deber es predicar el humanitarismo y animar a los hombres al valor guerrero.
2. Sin embargo, estos desvergonzados de aquí son hipócritas inveterados. Simulan ser severos y religiosos como si llevaran con ellos sacos llenos de dioses. Pero interiormente, y hablando de nuestras leyendas, serían demasiado malos hasta para el más bajo infierno. En verdad si nuestras tres principales furias legendarias, de las que se dice que tan sólo su apariencia horripilante petrifica a todos de miedo y horror, divisaran estos zafios del Templo de Jerusalén, ¡ellas mismas se transformarían en piedra del susto y el miedo! Y te digo: Para desenredar finalmente esta maligna maraña del Templo y sus sacerdotes, será necesario usar lo antes posible la espada afilada del Rey de Macedonia, porque de lo contrario, todo el mundo estará embrollado dentro de poco en este enredo fatal. ¡Oh, amigo, si te pudiera contar ciertas cosas sobre estos desvergonzados, toda la Tierra se agitaría! Pero basta ya; de momento confórmate con esto. El día que vengas a visitarme hablaremos más sobre ello».
3. «No hará falta», le respondí. «Ya conozco a esta mala ralea hasta las últimas fibras de sus raíces. Y para ese fin ya elegí en Roma un adecuado “Rey de Macedonia” de tu casta; a él le estará reservado ganar el premio de cortar con una espada flamígera este nudo tan sumamente enmarañado. ¡Pero todavía quiero hacer muchas cosas antes para la posible mejora de muchos de ellos!».
4. «¡No lo hagas! Si Tú, a pesar de ser un verdadero Hijo de Dios puedes morir como mueren los hombres, ¡ellos sabrán matarte! Pues te digo que ni siquiera un Dios está seguro de su vida ante semejante mala ralea; créeme, querido amigo mío».
5. «¡Dejemos esto! Lo que el Padre quiera, se cumplirá. Bastaría con un soplo de mi boca y ellos dejarían de existir. Sin embargo, no es ésa la Voluntad del Padre y por esta razón aún les dejaremos cierto tiempo».
6. «Si esta mala raza aún continúa así por más de diez años, poca gente sobrevivirá en Judea. Si poco después de que purificaste tan valientemente el Templo de estas víboras, no hubiera habido un hombre moderado en su sanedrín, ya se habría producido un gran escándalo. Pero un hombre muy honesto, se llama Nicodemo, consiguió pararlos en seco. Era para morirse de risa cuando, astutamente, supo hacerles comprender que esta purificación del Templo fue permitida expresamente por Dios para que sus siervos llegaran a obtener mucho dinero. Además, justamente los vendedores de ganados y de palomas, y los cambistas, fueron siempre quienes, aparte de pagar el alquiler por su puesto, nunca depositaron limosna alguna en el cepillo, a pesar de poseer la mayor parte del dinero de Jerusalén. La mayor parte de ellos estuvo de acuerdo con esta explicación y algunos dijeron: “Pues, que venga también a la próxima fiesta; ¡con su poder mágico nos puede ser muy útil!”. Pero otros que también se dedicaban secretamente al negocio de cambistas a través de intermediarios, no quedaron tan convencidos ante la perspectiva. Aunque te aseguro que caso que te agradase otra purificación del Templo, no habrías de temer nada de esta mala ralea; pues a causa de tu intervención, les has procurado una fortuna considerable durante la última fiesta. Si algún día vienes a Jerusalén con este propósito, hazlo en secreto. En caso contrario encontrarás el Templo vacío. Pues los cambistas, negociantes y dichos siervos viles del Templo han enviado espías por todos lados para que vigilen todos tus movimientos. Los que acabamos de arrestar en el camino son todos tipos de este género. No creo que entre ellos hubiera ni dos hombres honestos».
7. «Bien, ya les volveré a hacer alguna vez el favor; pero puedes estar seguro que después de lo pasado ningún cambista o negociante volverá nunca al Templo para hacer negocios. ¡Con ocasión de mi última entrada en Jerusalén le tocará al Templo otra purificación parecida a la que le apliqué hace poco!».
8. Tras esta afirmación se acercó un cabo y anunció al comandante que las tropas estaban listas para partir. El comandante se despidió, recordándome de nuevo que no me olvidase hacerle una visita en Cafarnaúm.
El anfitrión sirvió un buen desayuno y todos tomaron parte en él.
1. Después del desayuno me dirigí a todos los presentes: «Si alguien tiene que arreglar asuntos particulares, se puede ir ahora por algunos días. Sin embargo, al tercer día ha de volver.
Pues permaneceré algunos días aquí en Caná para reposar un poco. Aquellos que viven muy lejos de aquí se pueden quedar, como también aquellos que no quieren separarse de Mí. Pero como ya os digo, durante estos dos días no enseñaré ni haré nada sino sólo descansar y rezar al Padre por todos vosotros».
2. María y mis cinco hermanos se acercaron a Mí y me preguntaron si ellos también podían ir a Nazaret para arreglar sus cosas.
3. «Por supuesto», les dije. «Id, porque mis discípulos también han de tener en orden sus asuntos mundanos. Arregladlo todo para algunos años y alquiladlo a algún pobre, aunque, bien entendido, ¡sin cobrar nada! Pues vosotros, como hermanos y discípulos míos, nunca deberéis pedir en el futuro intereses ni sueldo sino solamente aceptar aquello que voluntariamente se os dé».
María y mis hermanos prometieron cumplir con todo ello y se pusieron en camino hacia Nazaret.
4. De los discípulos que me siguieron desde Betania donde Juan bautizaba, solamente Tomás se fue a casa y esto con el propósito de ganar allí más adeptos para Mí, lo que también consiguió. Pero entre ellos también se encontraba un cierto Iscariote, judío de Galilea sin ser galileo puro, el mismo que más tarde me traicionó. Hasta ese lance era el más activo de todos mis discípulos. Sea donde fuere que íbamos, hacía de tesorero y se aplicaba como precursor y organizador. Pero también sabía como sacar dinero ocultamente aprovechando mis acciones y enseñanzas, y esta codicia le llevó finalmente a traicionarme. Pedro y los demás discípulos que me habían seguido desde Betania, también se quedaron conmigo.
5. Cuando pregunté a Pedro si no quería pasar algunos días en su casa, me dijo: «Señor, solamente la muerte o una orden Tuya me pueden separar de Ti. Le encargué a Tomás que avisase a mi hijo Marcos que viniera aquí. Nos podría ser útil porque es un escribano casi tan experimentado como Mateo. Estos son todos los asuntos particulares que tengo que arreglar en casa. Por lo demás, de todos modos, ya te preocupas Tú, ¡Señor mío y mi Dios!».
«No hables en voz tan alta, mi Simón Pedro, ¡porque aquí no estamos en Sicar! Aquí hay unos cuantos que aún no están tan avanzados como tú, y es fácil que se escandalicen. Por ello, basta con que en adelante me llames simplemente “Señor”; lo demás guárdalo de momento en tu corazón, el cual conozco muy bien».
6. Pedro quedó conforme con esta advertencia y me preguntó si durante estos dos días en
Caná no íbamos a hacer nada.
«¡Esto sí que no!», le respondí. «Pero no trabajaremos tan intensamente como en Sicar. Aquí nos encontramos en nuestra patria y ya sabes lo poco que un profeta es apreciado en ella. Tampoco tendremos mucho que hacer ni enseñar aquí, porque donde hay escasez de fe, poco trabajo hay para nosotros. Aquí, como se dice, nos vamos a dar la buena vida por algunos días y prepararnos un poco para lo que aún vendrá».
7. A estas palabras Mateo se acercó y me preguntó si durante estos dos días debía anotar lo más importante de lo que había visto y oído en Sicar.
8. «Ya que tanto deseas hacer algo, copia algunas veces el sermón de la Montaña. Una copia la dejaremos aquí en Caná al anfitrión y otra en Cafarnaúm, porque tampoco allí tendremos que hacer gran cosa».
9. Vino el anfitrión y me preguntó qué quería para almorzar.
Y Yo le contesté: «Amigo, ¿por qué me preguntas? ¿Acaso me preguntaste antes por el desayuno? ¡Aun así me ha gustado mucho e igual de bueno me gustaría el almuerzo! Te digo que cada comida que esté bien condimentada con el amor del corazón del dador será del mejor gusto y mucho mejor que las cosas más exquisitas de las mesas de los vividores egoístas». Nuestro joven anfitrión estuvo absolutamente conforme con lo dicho y, con el corazón alegre, hizo todo lo posible para agasajarnos con un buen almuerzo.
10. Pasaron los dos días. Había conversaciones con buenos resultados y muchas visitas de los habitantes de esta pequeña ciudad.
11. También algunos enfermos fueron curados sólo imponiéndoles las manos. A un honesto médico de allí, que no podía entender la fuerza curativa de la imposición de mis manos, le mostré una cantidad de hierbas curativas y otras cosas, con las cuales curó después a muchos enfermos y adquirió muy buena fama.
12. Al tercer día volvieron todos excepto la madre María y los cuatro hermanos mayores, y, de todos lados, trajeron muchos adeptos nuevos. Especialmente Tomás consiguió buena pesca en adeptos y también trajo una gran cantidad de pescado frito, pues sabía que me gustaba mucho.
13. El joven Marcos le transmitió muchos recuerdos para su padre Simón y también le entregó una gran cantidad de pescado gustosamente frito. Iscariote trajo mucho dinero y mucha vida a nuestra asamblea; pues era muy vivo y activo, se sentía muy feliz y contento de estar conmigo y sabía contar diversos acontecimientos sucedidos en el gran imperio de los romanos.
14. Como todos estábamos presentes, ya estaba a punto de continuar nuestro camino; pero el anfitrión me rogó que me quedara hasta la noche porque de día hacía mucho calor. De modo que me quedé casi hasta al anochecer.
Poco antes de la puesta del Sol avisé a la asamblea que se preparase para el viaje.
Discurso de Cornelio acerca de la única veneración agradable al Señor.
Indicación sobre la medición del tiempo en aquella época (Juan 4:47—53)
(Juan 4:47) Había allí un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. El cortesano, oyendo que Jesús venía de Judea a Galilea, salió a su encuentro en Caná y le rogó que bajase a Cafarnaúm y curase a su hijo que se estaba muriendo.
1. Cuando nos íbamos poner en marcha, llegó a mi encuentro, corriendo y casi sin aliento, un hombre de descendencia real y cercano pariente del comandante que hacía pocos días se había ido a Cafarnaúm. Pues había oído del comandante que Yo había vuelto a Galilea viniendo de Judea. Este cortesano tenía un hijo único que había sido atacado repentinamente por unas fiebres malignas y el médico en Cafarnaúm, en cuanto vio al enfermo, dijo que no había salvación. El padre del enfermo estaba desesperado y no sabía qué hacer.
Fue Cornelio, el comandante, y le dijo: «Hermano, ¡hay remedio! Caná apenas dista una hora de marcha y allí se encuentra el famoso Salvador Jesús de Nazaret. Yo mismo le encontré y le hablé. Seguramente está todavía allí. Pues me prometió que vendría directamente a Cafarnaúm para visitarme y lo que Él promete también lo cumple irrevocablemente. Como todavía no ha llegado, aún debe encontrarse en Caná. ¡Corre allí tú mismo, ruégale que venga a ayudar a tu hijo, y te garantizo que Él vendrá en seguida para ayudarle!».
2. Cuando el cortesano oyó esto a su hermano Cornelio, se puso a correr hacia Caná y, como dije antes, llegó casi sin aliento, justamente cuando Yo ya estaba a punto de emprender el viaje. Apenas había llegado delante de Mí, se echó a mis pies y me rogó que bajase con él hasta Cafarnaúm con la mayor prisa posible para salvar a su hijo único que estaba a punto de morir. En Cafarnaúm ningún médico le podía ayudar, y si no iba a toda prisa con él, su hijo moriría antes de que Yo llegara.
(Juan 4:48) Y Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis».
3. «Mira, amigo mío, ¡es difícil con vosotros, porque si antes no veis señales o milagros, entonces no creéis!», le dije. «Ante todo ayudo a aquellos que creen sin antes haber visto señales o milagros. Donde me recibe una fe incondicional, allí curo con certeza».
(Juan 4:49) Díjole el cortesano: «Señor, ¡baja antes que mi hijo muera!».
4. Exclamó el cortesano: «Señor, por favor, ¡no me hables tanto ahora!... Ya ves que creo, ¡de lo contrario no habría venido a buscarte! Te lo ruego, Señor, ¡sólo con que vengas bajo el techo de mi casa, mi hijo vivirá! ¡Pero si tardas, morirá antes que llegues!
Mira, tengo muchos criados y si a alguno le digo que haga esto o lo otro, lo hará. Si no tuviera plena fe en Ti, habría mandado a uno de mis criados. Pero como tengo absoluta fe en Ti vine yo mismo, porque mi corazón me dice: “Con sólo encontrarte, ¡mi hijo estará curado!”. Señor, reconozco que no merezco que vengas a mi casa... ¡Pero si dices una sola palabra, mi hijo será curado y vivirá!».
(Juan 4:50) Jesús le dijo: «¡Anda, tu hijo vive!». Creyó el hombre en la palabra que le dijo Jesús y se fue.
5. «Amigo, ¡No he encontrado una fe como la tuya en todo Israel! Ve confiadamente; tu deseo se realizará según la fe que tienes. ¡Tu hijo vive!».
Y, con lágrimas de alegría y de gratitud el cortesano se fue a casa. Pues su fe en mi Palabra era ilimitada.
Esta noche y el día siguiente todavía me quedé en Caná, con lo cual el anfitrión no podía estar más contento.
6. El cortesano gozaba de prestigio en Cafarnaúm porque, al igual que el comandante Cornelio, estaba emparentado con la dinastía romana, y porque era allí un alto funcionario de Roma.
Cuando se acercó a la ciudad sus muchos sirvientes acudieron a su encuentro y le anunciaron en voz alta: «Señor, ¡tu hijo vive y está bien del todo!».
7. El hombre casi se desmayó de alegría y, en seguida, preguntó la hora a la que su hijo mejoró.
Y los sirvientes le dijeron a la vez: «¡Ayer, a la séptima hora del día, la mala fiebre le dejó!».
8. Cuando sus sirvientes le dijeron esto, hizo un cálculo y quedó claro que fue justamente cuando Yo le había dicho: “¡Tu hijo vive!”. El resto del camino que le quedaba a su casa fue a paso más lento. Llegando allí, ya le estaba esperando el comandante Cornelio junto con el hijo completamente curado y feliz.
Cornelio le preguntó también muy emocionado: «Entonces, hermano mío, ¿te recomendé al verdadero Salvador o no?».
9. «Sí, hermano mío, con tu consejo me devolviste diez veces mi vida. Pero este Salvador Jesús de Nazaret es evidentemente más que un curandero corriente que, aunque sea con mucha aptitud, sabe curar las enfermedades por medio de hierbas curativas.
Fíjate en el detalle: Sin jamás haber visto a mi hijo y sólo con decir simplemente: “¡Tu hijo vive!”, ¡a la misma hora mi hijo estaba curado! Eso es muy significativo. Te digo que esto no es posible a ningún hombre, ¡sino solamente a Dios! Y desde ahora creo yo, y seguramente toda mi casa, que este Jesús indudablemente es un verdadero Dios que en vino en cuerpo humano a la humanidad para curar y enseñarle.
Si llega aquí, hay que recibirle con la veneración correspondiente».
10. Pero Cornelio le advirtió: «Yo ya le conozco como tal y nada podrá debilitar mi fe. Pero Él no tolera parecidas manifestaciones».
11. El padre del hijo curado insistió: «Hermano mío, cuando uno tiene tal prueba en la mano, digo yo, que no puede haber manifestación excesiva...».
12. «Estoy absolutamente de acuerdo contigo. Sin embargo, como ya te dije, así es y siempre será así. Porque Él es enemigo pronunciado de las manifestaciones exteriores y públicas. Que yo sepa, sólo admite desde los principios de su adolescencia la veneración interior que se manifiesta mediante el amor del corazón. Pero todo lo exterior le resulta sumamente desagradable. Y si Él viniera aquí, tal como me lo prometió, con un homenaje público sólo le ahuyentarías y nunca volvería más a este sitio. Por eso, haz dentro de tu corazón todo lo que te parezca bien. Pero evita cualquier ceremonia pública. Le conozco desde su nacimiento en Belén y desde entonces he oído mucho sobre Él, y mucho he visto yo mismo».
13. «¡Ayer seguí tu consejo de día, de modo que también ahora, te haré caso de noche!».
14. Para que no surjan malentendidos sobre la palabra “ayer”, parece indicada una breve explicación: El día llegaba, sobre todo en Galilea, hasta la misma puesta del Sol y después ya empezaba a contar el día siguiente. De modo que algunos minutos después de la puesta del Sol del día que acababa de terminar se hablaba de “ayer”. Con la puesta del Sol empezaba la primera ronda del día siguiente. Una ronda duraba tres horas de la época actual38. y una “hora” del día de verano duraba casi dos horas de la época actual, mientras que en invierno no llegaba ni a una sola. Pues el día iluminado entre la salida y la puesta del Sol estaba siempre dividido en
12 “horas”, tanto si se trataba de un día largo de verano como de uno corto de invierno. Si, por lo tanto, se sabe que el cortesano hizo el trayecto de Cafarnaúm a Caná en una hora, con las medidas actuales tienen que haber sido casi dos horas.
Esta breve explicación es necesaria porque sin ella habría detalles en este Evangelio que no serían bien comprendidos sin aplicar las nociones temporales de aquella época.
1. El día siguiente, todavía en Caná, le indiqué a Juan, que había anotado el primer milagro con ocasión de la boda, que también anotara este segundo milagro en esta misma ciudad. Con pocas palabras, en ocho versículos, Juan lo hizo así como está escrito.
2. Mateo me preguntó si también él debería escribir este hecho.
Pero Yo le dije: «¡No! Mañana estaremos en Cafarnaúm donde volveré a enseñar y a dar señales; estos, ¡escríbelas tú! Mientras tanto, añade al Sermón de la Montaña la curación del leproso en Sicar, al que curé cuando bajaba del monte».
3. «Señor, sé que en Sicar curaste dos leprosos, ¿cuál de los dos hechos tengo que anotar?».
4. «Son más de dos los que fueron curados, pero basta con que anotes el del leproso a quien curé al pie del monte y a quien dije que se presentara al sumo sacerdote Jonael, y que hiciera la ofrenda que Moisés determinó. De las muchas señales que di no anotes más que aquella que ahora te indico; pues, quien no me cree con un solo milagro, tampoco me creería si realizara cientos de ellos en su presencia».
5. «Sí, Señor, ya sé de qué señal me hablas. También lo apunté sin escribirlo en limpio. Pero lo haré ahora mismo, empezando un nuevo capítulo; como el Sermón de la Montaña lo escribí en tres capítulos, empezaré ahora con el cuarto».
6. «De momento esta clasificación está bien. Pero después de mi Elevación de esta Tierra a mi eterno Reino divino te verás obligado a escribir todavía cuatro más antes. Por lo tanto, ya puedes marcar con los números V, VI y VII los tres capítulos del Sermón de la Montaña, y el nuevo capítulo con el VIII».
7. Mateo clasificó así los capítulos y, aunque fue lo primero que escribió, el Sermón de la
Montaña no se encuentra en el primer capítulo sino en el quinto, sexto y séptimo.
8. También esta información es necesaria para la mejor comprensión de los Evangelios de
Juan y de Mateo; ambos fueron escritos bajo mi dirección y ahora se trata de coordinarlos
38. Actual a la época cuando Jakob Lorber recibió estos textos. mediante una mejor comprensión, puesto que estos dos Evangelios parecen ser muy diferentes exteriormente.
Pues muchas veces sucede que hasta buenos conocedores de las Escrituras toman por las mismas las acciones milagrosas que en Juan y Mateo se parecen; sin embargo, se preguntan: «¿Cómo es posible que Mateo diga esto y Juan aquello, mientras el hecho parece ser absolutamente el mismo?».
9. De ello resultaron muchos errores y, a veces, la completa negación de mi Doctrina presentada en los Evangelios.
10. Habrá quienes preguntarán: «Pero ¿por qué, Señor, permitiste que esto sucediera durante tantos siglos sin aclarárselo a nadie?».
11. A eso digo que no pasó ni un solo siglo en que allí donde se aceptara mi Doctrina, por lo menos hasta cierto punto, Yo no haya elegido y despertado hombres para que dieran a la humanidad las explicaciones necesarias sobre los Evangelios. Siempre hubo elegidos que lo hicieron, incluso sustituyeron lo que en los Evangelios se perdió de mi Doctrina, bien por dejadez de los hombres, bien por terquedad o por mala voluntad de diversos responsables y sacerdotes de sectas religiosas. Siempre los completaron, pero pocos aceptaron estas explicaciones...
12. Las iglesias que poco a poco se establecieron sistemáticamente, simplemente las rechazaron como herejía u obra diabólica porque no servían a sus maquinaciones codiciosas e imperiales.
13. Los sabios mundanos declaraban simplemente estas revelaciones como fantasmagorías y desatinos ilusos de algún pobre ignorante que también quería ser algo sin haber adquirido los conocimientos necesarios por su propio esfuerzo, empeño y estudios concienzudos.
14. En los sitios donde tales profetas vivían, seguro que no tenían mucha aceptación y, por consiguiente, tampoco mucho éxito. Hay hombres que piensan que un profeta no debiera vivir en la Tierra ni tener forma humana; no debiera comer ni beber ni tampoco llevar ropa sino, por lo menos, pasearse por los aires en un carro de fuego como Elías, revelando a los hombres únicamente aquello que favorece al egoísmo de uno u otro y lo que les adule. Éste sí sería un profeta de su gusto y todos le admirarían, especialmente si en sus viajes aéreos, lanzara además monedas de oro y plata para los ricos, y para los proletarios calderilla de cobre, elogiando a los ricos y poderosos, y castigando repetida y fuertemente a los proletarios, sobre todo cuando osaran rebelarse contra los grandes. Pero si un profeta es un hombre como todos los demás, si come y bebe, si tiene una morada y, además, un oficio mundano, entonces, ¡fuera con sus profecías! Seguramente sería declarado insensato o hipócrita y en su tierra tendría poca aceptación.
15. No hay duda que tal profeta no resultaría para los pobres un fenómeno muy curioso y seguro que no verían muchos motivos para alabarle.
16. De modo que durante casi 2.000 años siempre he completado lo que faltaba; pero ¿quién lo aceptó? Fueron siempre muy pocos y estos raras veces lo hicieron de manera suficientemente viva. Bien que tomaron nota de las revelaciones, pero molestarse en adecuar a ello su modo de vida, ¡eso siempre lo omitieron! Pues no les entraba en la cabeza que verdaderamente Yo pudiera escoger a un hombre totalmente natural para volver a traer al mundo de los hombres, paulatinamente oscurecido, una nueva Luz de los Cielos.
17. Siempre adujeron y aducen excusas vanas de toda clase: uno ha comprado algunos bueyes y los tiene que amaestrar para labrar la tierra; él, desde luego, no tiene tiempo. Otro está labrando unas tierras nuevas y por esto tampoco tiene tiempo. Un tercero se ha casado, con lo cual tiene aún menos tiempo. Un cuarto está construyendo una gran casa y no sabe qué hacer con tantas preocupaciones; para él es ya absolutamente imposible tener tiempo. De modo que finalmente cada cual tiene su excusa y, otra vez, la nueva Luz de los Cielos luce en vano durante un siglo en algún rincón perdido de esta Tierra. Y si el siglo siguiente vuelvo a dar una nueva Luz para elucidar los antiguos documentos, le cabrá la misma suerte.
18. Como la experiencia a lo largo de los siglos obliga a reconocer esto, también pudiera preguntarse si es mía la culpa de que todavía existan en los antiguos documentos las mismas lagunas que vanos intelectuales mundanos ya encontraron hace mil años, y de las cuales siempre surgieron los muchos escépticos y condenadores de mi Doctrina, de mi Divinidad y de la Divinidad de mi Doctrina.
19. Esta es la razón por la cual ahora doy una Luz íntegra en este asunto para que nadie pueda venir finalmente con el pretexto de que Yo, desde mi presencia física en la Tierra, no me haya preocupado por la pureza e integridad de mi Doctrina ni por los hombres que la aceptaron.
20. Cuando el día final Yo vuelva a la Tierra, haré una gran selección y no aceptaré a nadie que me venga con disculpas; porque todo aquel que busca seriamente la Verdad, la encontrará. A los corderos y asnos enfermos, con la comida se les aplicarán remedios que seguramente les reanimarán el apetito por más comida de los Cielos; aunque, como convalecientes, serán alimentados homeopáticamente durante mucho tiempo.
¡Pero ahora volvamos al Evangelio!
1. Cuando al día siguiente Mateo hubo terminado las diversas copias, me las mostró y Yo las elogié porque con pocas palabras estaba todo bien documentado. Después de embalar su escribanía volvió a Mí y me preguntó cuánto material para escribir necesitaría en Cafarnaúm, porque de momento, para su uso en Cafarnaúm, sólo le quedaban fuera del bulto cuatro tablas. Si se necesitaban más, le sería más fácil sacarlas del bulto aquí que no en Cafarnaúm.
2. «Bastarán las cuatro», le respondí. «Pero tengo que llamarte la atención sobre una pequeña falta en el orden de tus propios asuntos. Aunque no es de gran importancia, como en mi esfera todo tiene que realizarse dentro de cierto orden, no conviene que hayas embalado tu escribanía y que después vengas a preguntarme cuántas tablas harán falta. Si ahora te hubiera dicho que en Cafarnaúm necesitarías cinco, entonces habrías tenido que volver a abrir todo tu bulto por una sola tabla, lo que evidentemente te habría causado mucho trabajo innecesario. A causa de mi intuición secreta, guardaste justamente la cantidad necesaria, con lo cual evitaste la necesidad de volver a abrirlo. Un orden adecuado en todas las cosas, aunque te parezcan insignificantes, muchas veces trae ventaja.
3. Mira, aunque alguien se lave por la mañana, de día y de noche, empezando por la cara y terminando por las manos, seguro que no tendrá limpia la cara puesto que se la lava con las manos sucias. Pero si se lava primero las manos, después rápida y fácilmente tendrá la cara limpia.
4. Otro ejemplo: un hombre tenía un campo cubierto de piedras y lo limpió con mucho empeño. Primero amontonó las piedras más grandes en un montón regular. Luego tomó las piedras menos grandes y las ordenó en un segundo montón con la misma regularidad. Y así siguió hasta que tuvo diez montones, cada uno con piedras del mismo tamaño.
5. Los vecinos que no ordenaban las piedras como él, sino que las echaban todas, grandes y pequeñas, en montones irregulares, se rieron de él y dijeron: “¡Mirad aquel tonto, cómo se entretiene con las piedras!”.
6. Sucedió que un constructor, en busca de piedras para una casa, pasó por el camino a cuyo lado estaba aquel campo. Cuando vio los montones de piedras ordenadas, vino al hombre tildado de tonto por sus vecinos y le compró las piedras por 40 denarios. Cuando los vecinos lo supieron, vinieron corriendo y preguntaron al constructor: “Señor, ¿por qué no viniste a nosotros? Tenemos las mismas piedras y te las hubiéramos dado por pocos denarios, mientras que aquí las compraste por cuarenta”. Pero el constructor les contestó: “Tendría que ordenar antes vuestras piedras, lo que me costaría mucho tiempo y me causaría mucho trabajo. Estas piedras ya están ordenadas tal como las necesito, de modo que prefiero pagar más por ellas que coger las vuestras regaladas”. Entonces los vecinos empezaron también a ordenar sus montones de piedras, pero ya era demasiado tarde, porque el constructor tuvo bastante con las piedras del primero...
7. Así que tenedlo todo siempre en el mejor orden. Porque si viene algún interesado, seguramente se decidirá por aquello que encuentre mejor dispuesto. ¿Comprendes esta parábola?».
8. «Oh, Señor, ¿cómo no voy a comprenderla? Está tan claro como el Sol de mediodía.
9. Sólo quisiera conocer un detalle más: ¿Cómo es posible que sepas que en Cafarnaúm necesitaré justamente cuatro tablas? La Omnisciencia divina sigue siendo un gran misterio para mí. A veces lo sabes todo sin preguntar a nadie y organizas tus caminos correspondientemente. Sin embargo, en otras ocasiones haces preguntas como las hacemos nosotros, como si ignoraras lo que ocurrió aquí o allí o lo que ocurrirá después. ¿Cómo hay que entender esto? Señor, por favor, ¡explícamelo un poco!».
10. «Mi querido Mateo, bien quisiera, pero no me comprenderías. Así que dejémoslo por ahora. Dentro de poco llegará el día en que entiendas fácilmente tales secretos.
11. Por el momento te diré que Dios puede saber todo lo que quiere saber; pero aquello que no quiere saber, para que el hombre pueda actuar libremente, ¡entonces eso no lo sabe! ¿Me comprendes?».
12. «Señor, si es así, ¡la vida humana en esta Tierra es entonces un asunto muy peligroso! Todo hombre con un mínimo de cultura conoce los innumerables enemigos que perjudican a la pobre humanidad con toda clase de males y la destruyen. Si Tú dejas que pase y no tienes conciencia de ello, entonces, un día, la Salvación de nuestras almas tendrá sus problemas».
13. «No será un problema tan grande como piensas ahora. En primer lugar, cada cual vivirá de acuerdo con su fe y, principalmente, con su amor. Y, en segundo lugar, cada hombre es libre de dirigirse en todo momento a Dios para pedirle su protección. Entonces Dios se volverá hacia él y le ayudará en los apuros que sean.
14. Además, de todos modos, a cada hombre le es dado por compañero un espíritu de la guarda invisible que le acompaña desde su nacimiento hasta la tumba. Tal espíritu hace insinuaciones a la conciencia del hombre y, sólo se aleja cada vez más del hombre confiado a él cuando este, llevado por su egoísmo, abandona libremente toda fe y todo amor al prójimo.
15. De modo que el hombre de ninguna manera está tan abandonado en esta Tierra como te imaginas. Si quiere o no quiere que Dios le guarde y le guíe, depende únicamente de su propia voluntad absolutamente libre y de sus acciones. Si el hombre lo desea, también lo deseará Dios. Si no lo desea, Dios le deja absolutamente libre para ello. Pero en tal caso, Dios tampoco se preocupará ya de él en adelante, salvo en aquello que el puro orden de la naturaleza destina al hombre. Aparte de eso Dios no establece relaciones con tal hombre, por cuya libertad intangible tampoco puede hacerlo. Sólo cuando un hombre busque a Dios por la libre voluntad de su corazón y le ruegue, Él atenderá sus ruegos de la manera más directa, siempre que las intenciones del hombre sean absolutamente sinceras.
16. Pero si el hombre busca y ruega sólo para intentar convencerse si en Dios y sus promesas hay algo de verdad, entonces Dios se apartará de él y no le tendrá en cuenta. Porque Dios en sí mismo es el Amor absolutamente puro y no vuelve su semblante sino a quienes vienen a Él en el amor puro de sus corazones, buscan a Dios por Él mismo para conocerle como su Creador y, llenos de gratitud, desean ser protegidos y guiados por Él mismo.
17. Dios está siempre vuelto hacia quienes vienen de esta manera, sabe cómo se encuentran y Él mismo les enseña y les guía por todos los caminos. Pero Dios tampoco quiere saber nada de aquellos que no quieren saber nada de Él.
18. Y un día, en el Más Allá, serán citados ante Dios; y aunque mucho clamen: “¡Señor, Señor!”, Dios les contestará: “¡Apartaos de Mí, nunca os conocí!”. Y tales almas tendrán que sufrir y luchar bastante hasta que, reconocidos por Dios, puedan acercarse a Él.
¿Me comprendes?».
19. «Sí, Señor, lo comprendo bien», respondió Mateo. «¿Pero no puedo anotar esta enseñanza tan maravillosa, que puede estimular mucho a los hombres a buscar continuamente a Dios y pedirle que les guíe por el buen camino?».
20. «No, querido amigo, porque casi nadie la asimilaría en su verdadera y viva plenitud. Por esto tampoco hace falta anotarla, a no ser que quieras hacerlo más tarde para tu propio uso y para él de algunos pocos hermanos.
21. Ya que ahora estáis preparados para ir a Cafarnaúm, ¡vámonos! Quien quiera, ¡que nos siga!, y quien prefiera quedarse, ¡que se quede! Yo me iré pues hay mucha miseria allí así como también en las pequeñas ciudades que circundan el mar de Galilea».
1. Nos pusimos en camino y de nuevo vino el joven posadero para pedirme que me quedara esta noche con él.
2. Pero Yo le respondí: «Volveré dentro de poco, porque antes de ir a la próxima fiesta de Jerusalén aún tendré que pasar por Nazaret, y a la ida y a la vuelta me hospedaré en tu casa».
3. «Señor, ¡ésa será mi mayor felicidad! Si de ningún modo quieres quedarte ya hoy aquí, entonces, por favor, permíteme que te acompañe».
4. «Eres absolutamente libre de hacerlo. Pues nadie será obligado por mí a hacer lo que fuere. Quien quiera aceptarme, ¡que me acepte!, y quien quiera seguirme a Mí, o sea, a mi Doctrina, ¡que me siga! Porque Yo y mi Reino somos libres y queremos ser obtenidos en toda libertad.
5. Ante Mí sólo vale el arbitrio totalmente libre. Todo lo que esté fuera de ello no vale ante Mí ni ante mi Padre.
6. Cualquier obligación que venga de lugar distinto al propio corazón, es cosa ajena a la vida de todo hombre, que es asunto absolutamente particular suyo, y no puede tener el menor valor dentro de mi Orden eterno.
7. ¿Cuál sería para ti la ventaja si dijeras que una obra de arte hecha por otro es obra de tus propias manos? ¿Qué pasaría si viniera alguien y te pidiera que por mucho dinero le hicieras otra idéntica. ¿Cómo quedarías? Quedarías ante todos como un impostor que viste adornos ajenos.
8. Del mismo modo la perfección de la propia vida de cada hombre está en sus propias manos.
9. Llegará el día del gran examen de conciencia en el que lo ajeno a cada hombre será desvelado ante los ojos de Dios, y, como no tiene valor para él, le será quitado. Por ello está escrito: “A quien tiene, a él se le dejará y aún se le añadirá mucho; pero a quien no tiene, a él le será quitado lo que tiene porque no es suyo sino de origen ajeno”.
10. Te digo que ni siquiera es necesario que me acompañes. Pero si lo quieres hacer por tu propia voluntad y por amor a Mí, entonces no tendrás desventajas sino que ganarás diez veces más en todo. Porque quien hace algo por verdadero amor a Mí, él, aún aquí, será recompensado diez veces y, a su tiempo y en mi Reino, cientos, miles y también infinitas veces».
11. «Señor, si es así, claro que voy contigo», respondió el posadero, «porque mi propio corazón me lo pide y prestaré obediencia puntual a lo que me pide el corazón».
12. «Hazlo y la vida surgirá de tu corazón, pues sólo ésta es la vida verdadera. Toda forma de vida que no surge del corazón no es vida sino la muerte de la vida propia y verdadera de cada hombre. Yo, como único Señor de la Vida, te lo digo».
13. El posadero quedó muy feliz, tomó su equipaje y algo de dinero y se preparó para el viaje.
14. Pero Yo le aconsejé: «Líbrate de todo y andarás con alivio; pues los ladrones sólo atacan a aquellos de quienes saben que llevan algo consigo. Si no tienes nada, nada te podrán quitar».
15. El posadero entregó el dinero y el equipaje a su mujer y me siguió sin nada.
La maldición y los peligros del dinero, entonces y ahora. El fuego liberador de los Cielos. Discurso atrevido de Judas sobre el dinero. Una respuesta severa.
«Lo que se ama se defiende»
1. Judas, que se encontraba cerca de Mí, dijo: «A mi juicio, algo de dinero no puede perjudicar a nadie, durante un viaje».
2. A eso, Yo le contesté: «Quien me conoce como este posadero que también estuvo en mi compañía en Sicar, sabe que conmigo se puede pasar fácilmente sin dinero. Mira, en mi ropa no tengo bolsillos y mucho menos todavía dinero alguno. No obstante, conduje hasta aquí a muchos cientos de personas por Judea y por Samaria. ¡Pregúntales cuánto les costó este viaje a cada uno!
3. Y además, te digo que aún alimentaré a muchos miles de personas sin tener más dinero conmigo que el que llevo en este momento.
4. Óyeme: La confianza plena en Dios vale más que todos los tesoros del mundo; con ellos puedas ayudar a tu carne durante un tiempo limitado, ¡pero nunca a tu alma! Y si echas a perder tu alma, ¿qué podrás ofrecer luego por su rescate?».
5. Respondió Judas: «Pues sí, tienes razón; pero aun así existen ciertas cosas para las cuales hay que tener dinero».
6. «¿Cuánto dinero tenía Moisés cuando conducía a los israelitas?».
7. «Tenía oro, plata y piedras preciosas en cantidad».
A eso le respondí: «Sí que lo tenía, pero fue precisamente eso lo que le impidió alcanzar la tierra de promisión. ¿Lo entiendes?».
8. «A mí me parece que en el caso de Moisés los culpables no fueron el oro y la plata que trajo de Egipto por orden de Dios, sino que en un momento de fe débil no confió suficientemente en la fidelidad de Jehová», insistió Judas.
9. «Y ¿cuál fue la causa de que la fe de Moisés se debilitase un día? Aquel que permitió que Moisés, cuando estuvo tentado por el oro y la plata, se volviera débil para llamarle la atención, Ese mismo está ahora aquí y te lo está diciendo. Así como te lo explico ahora, así también fue en realidad. Hay una explicación alegórica sobre ello».
10. «Muy bien, te creo que entonces fue así. Pero como ahora, para facilitar las necesarias transacciones entre los hombres, el rey de Roma y de la mitad de la Tierra ha introducido el dinero como medio legítimo de cambio, tenemos la obligación de servirnos de él. Y mientras no sea pecado ofrendar dinero en el cepillo, tampoco será pecado dar este dinero a algún pobre para que se alimente algunos días. Ya que está legalmente introducido por el estado, conviene llevar algo de dinero en los viajes, aunque sea para ayudar a los pobres. ¡De manera que el posadero Koban hubiera podido llevarse sus denarios!».
11. «Tú tienes mucho dinero contigo, sin embargo, ayer no diste nada a los tres pobres que te pedían una limosna; por eso me parece que no haces un uso tan loable del dinero, al que tanto ensalzas.
12. Respecto al cepillo del Templo, te lo digo francamente, ¡eso es un desastre!... No por los pocos pobres de espíritu que imaginen asegurarse con ello el Cielo, sino por aquellos que recogen el dinero del cepillo después, y lo dilapidan por la noche con prostitutas. Mientras no hubo dinero, tampoco hubo mujeres públicas como las hay hoy día. Pero como ahora existe el dinero, hay muchas prostitutas en Jerusalén y en casi todas las demás ciudades, y los hombres pecan con ellas día y noche. Y si aquellos, que tienen mucho dinero ya no encuentran placer con las nativas, se procuran jóvenes de otros países. Las compran en Grecia y después practican con ellas en Judea la prostitución más vergonzosa. ¡Esto y miles de otros detalles son la bendición de tu dinero tan sumamente ensalzado por ti!
13. Y esto no es sino el comienzo de toda la maldición que pesa sobre el dinero.
14. Tiempos vendrán, peores que aquellos en los que Noé construyó el arca; y los hombres tendrán que agradecer su miseria al oro y a la plata; y sólo un fuego de los Cielos que devore el detritus del infierno podrá salvar al hombre de la miseria de las miserias».
15. «Como Tú eres un profeta sin igual, puedes saber todo eso. ¡Pero el dinero bien empleado sólo puede ser un acierto!».
16. «Sí, si se usa bien, será bueno como cualquier otra cosa del mundo que pueda aplicarse en el buen y en el mal sentido. Pero la gran diferencia consiste en lo siguiente: si quieres ir a la ciudad tienes que cargar cosas o alimentos y a cambio te dan otras cosas que te hacen falta. Este sistema, desde luego, es poco cómodo. Pero justamente por ello tampoco se presta a la tentación del pecado; pues si estás cargado o llevas una carretilla con trastos y géneros y te encuentras con una ramera y quieres pecar con ella a cambio de algunas ollas o sartenes, seguro que se reirá y se burlará de ti, con lo cual, finalmente, quedarás libre de pecado. Pero si te presentaras con piezas de oro o de plata, seguro que no se burlaría ni se reiría de ti, sino que te llevaría a su desaliñada habitación y te seduciría con diversos medios para sacarte astutamente cada vez más oro y plata. Se sabe que el dinero es cosa cómoda, pero la comodidad de su uso se presta demasiado a la incitación al pecado.
17. Y por ello Satanás lo introdujo en este mundo, para que por medio de él se pudiera pecar más fácilmente. ¿Acaso no sabes que la ocasión hace al ladrón?».
18. «Sí, ¡es verdad!», reconoció Judas. «Pero si se quisiera acabar con los ladrones, sólo evitando que puedan encontrar objetos de tentación, entonces muchas cosas tendrían que ser cambiadas en el mundo. En primer lugar todos los hombres deberían ser igualmente pobres en bienes mundanos. En segundo, cada cual debería parecerse a los demás como el gorrión a su pareja y, en tercero, nadie debería ser más sabio que ninguno de los otros. Mientras no sea así, todos los sermones, milagros y enseñanzas serán en vano. Cierto que habrá mucha gente que les hará caso, pero pese a los muchos milagros y enseñanzas, más de diez veces se quedarán como son, si no es que se vuelven diez veces peor de lo que eran antes. Pues todo hombre tiene algo de amor propio, de modo que intenta asegurar su sustento. Por esto es muy natural que cada cual piense primero en sí y después en los demás, cosa que no se le puede tomar a mal... No todos pueden tener casa y tierras, a no ser que con cada recién nacido también nacieran y crecieran junto con él casa y tierras. Pero no es así porque ya hace tiempo que los que nacieron antes se han apropiado de cada terrón del orbe, de modo que la mayor parte de los que han nacido después, no podrán poseer ni un palmo de terreno. Por ello no les queda otro remedio sino hacerse indispensable a los propietarios perezosos para que los empleen o, para no tener que coger el pesado báculo del mendigo, dedicarse a robar. Si a los mejores de quienes no tienen terreno ni casa, no se les da otra cosa por sus servicios sino dinero, y si ese dinero lo ahorran para su vejez mientras les sea posible, entonces no encuentro nada de malo en ello. A mi juicio el dinero es un nuevo recurso para todos aquellos que llegaron a este mundo miserable sin la menor esperanza de llegar a tener nunca bienes como terreno y casa. Y he de reconocer francamente que Dios mismo, que no quiere crear para todos los recién nacidos un terreno nuevo, les ha insinuado a los gobernadores la buena idea de inventar el dinero, con lo cual también los hijos de los pobres pueden alcanzar el sustento necesario, que muchas veces puede ser mejor que el que se basa en casas y tierras. ¿No será que Dios quiere que los hijos de los pobres mueran en la miseria? Evidentemente no es culpa suya haber nacido en este mundo con las mismas necesidades que los hijos de los terratenientes.
19. Eres el mayor profeta que jamás pisó esta Tierra, y acepto todo lo que has enseñado y lo que enseñarás todavía; sin embargo no estoy de acuerdo con el efecto perjudicial del dinero según me has dicho. Tan perjudicial como en tu opinión puede ser el dinero, puede serlo todo lo demás. Si tuviera los bueyes, corderos, terneros, burros y pollos, las vacas y palomas, el pan y toda la fruta que fueron robados en nuestro país desde tiempos de David, entonces sería el hombre más rico de Israel. Y, por ejemplo, la prostitución ya fue practicada en Sodoma y Gomorra y en Babilonia, y con más animación que hoy en día, aunque aún no había dinero.
20. No es que quiera afirmar que estás equivocado en lo que me dices sobre el dinero, pero ¿existe algo en esta Tierra miserable que no haya servido, miles de veces, para fines malos? Si Dios no condena todas las cosas porque pueden servir para el mal, ¿por qué, entonces, es justamente el dinero lo que tanto desprecias?».
21. «Siempre se encuentra motivos suficientes para elogiar aquello que se ama. Tú adoras el dinero excesivamente, por lo que también te extiendes en su elogio. Por eso tampoco te responderé sobre el particular; dentro de poco conocerás la maldición del dinero. ¡Pero ahora basta! Aún hay mucho camino hasta Cafarnaúm y tenemos que llegar allí para buscar un albergue antes de la puesta del Sol».
1. Después de eso Tomás se acercó a Judas y le reprochó cómo podía osar molestarme con sus ideas vanas sobre el dinero, considerando que Yo en Espíritu era Jehová mismo y que realizaba milagros solamente posibles a Dios.
2. «Sigues tan estúpido como siempre», fue la reacción de Judas. «Bien porque crees en cada cuento de hadas que te viene a la mente, bien porque no creas nada en absoluto. ¡No piensas ni calculas! Cuando llevabas tu pesca al mercado, por lo general vendías los peces grandes al mismo precio que los pequeños y los compradores se reían de ti. Y, como antes, tampoco ahora piensas ni calculas nada sino que vives ingenuamente al día según tu antigua costumbre.
3. Hace pocas horas que me encuentro aquí en compañía de este gran profeta y considero un deber sagrado estudiarle y llegar a conocer todo lo que sea posible su modo de pensar y las tendencias en su presentación. Tú ya llevas medio año en su compañía por lo que le tienes que conocer mejor que yo. ¿Pero piensas que por ello no debo tomarme la molestia de conocerle por lo menos hasta el punto que tú ya le conoces?».
4. «¿No será que mañana quieres volver a casa ya que parece que quieres saberlo todo hoy?», le preguntó Tomás. «¡Menos mal que el Señor te ha puesto otra vez en tu sitio, porque de lo contrario, ni hasta mañana os hubierais aclarado con tu fastidioso dinero! El Señor tiene toda la razón; tanta gloria ves en él que el dinero maldito aún te matará. Bastante claramente te ha explicado el Señor el valor vano del dinero y los perjuicios que causa a la vida espiritual. Pero como tú ya hace tiempo que eres más sabio que Dios mismo, también puedes coronarte ante Él con tu sabiduría. ¡Pero cuídate de no ahogarte en tanta sabiduría!
5. Y además, ¿qué tienes tú que reprocharme sobre mi manera de vender pescado? ¿No es así como yo siempre vendí toda mi pesca el primero mientras que tú, con todas tus buenas advertencias, siempre tenías que volver a llevarte a tu casa la mitad de la tuya? Siempre vendí mi pesca tan barata que fácilmente hubiera podido vender cinco veces más si hubiera tenido tanta cantidad. Por eso pienso que mis cálculos evidentemente daban mejor resultado que los tuyos. Te crees más sabio que Dios, pero eres un avaro que busca su salvación en el dinero. Ciertamente, ¡por tal sabiduría yo no daría nada!».
6. Judas se quedó un tanto perplejo y dijo: «Cada uno habla según su inteligencia».
«Por supuesto... Desde tu tan estúpido punto de vista consideras lo que digo como una tontería, por eso también hablas correspondientemente. Pero mira allí ; al lado del camino hay un pobre: anda a darle tu dinero y por primera vez en tu vida habrás actuado sabiamente».
7. «¡Ya me guardaré de ello!», exclamó Judas. «Hasta ahora nadie me regaló nunca nada, y por eso tampoco yo regalo nada a nadie».
8. «¡Menudo precepto! Merece ser maldito de antemano. Te digo que con ideas como éstas no adelantarás mucho con nuestro Salvador y Maestro, esto te lo aseguro. Él es la generosidad en persona y tú eres un avaro sin igual... ¡Vaya combinación!».
9. «Déjame tratarle convenientemente y cuando Él reconozca cómo hay que vivir en el mundo para llegar a ser un hombre respetado, entonces ya restringirá su generosidad. Además, tampoco tiene mérito ser generoso a costa de quienes tienen algo y procurarles así buenas comidas a sus discípulos. Mira, si yo encontrara tontos iguales al joven hostelero de aquí, entonces yo sería, a costa suya, tan generoso como cualquier otro. ¡Que este Jesús, de tan humilde cuna, alimente a sus numerosos discípulos con sus propios medios y pronto apreciaremos hasta dónde llega su generosidad! Veremos si no tiene que despedir a todos sus discípulos lo mas pronto posible».
10. «No te puedo decir sino que: ¡eres absolutamente del diablo!», comentó Tomás, «porque lo que acabas de decir —aunque parezca que tiene algo de lógica—, eso sólo el diablo lo puede decir...
Me arrepiento de haberte traído aquí... ¡Tantos cientos de hombres como había en Sicar y todos fueron alimentados por los Cielos! ¡Reconstruyó en un instante la casa de Irhael, que era más bien una ruina, de tal manera que ahora, es de lejos la casa más preciosa de la ciudad! He visto con estos ojos físicos míos los Cielos abiertos y una inmensidad de ángeles de Dios subir y bajar, y tú, presumido perdido y pretendido sabio, más necio de lo que abarca el horizonte, ¿tú quieres comprobar que Jesús es un miserable pobre que se lo pasa bien a costa de otros? ¡Ay, pobre de ti! ¿Necesitará Aquél a quien pertenecen el Cielo y la Tierra porque Él mismo los creó por medio de su Omnipotencia, de mi o de tu fortuna para poder subsistir en este mundo en el que Él hace que los alimentos crezcan y maduren? ¡Qué necio más ciego eres! ¡Ve a Sicar y compruébalo todo, luego vuelve y ya veremos si después seguirás hablando tan estúpidamente en vano como lo estás haciendo ahora!».
11. A esta réplica Judas respondió lacónicamente: «¿Es que todo eso lo has visto con tus propios ojos? ¿O igual te pusiste un par de ojos de buey y otro par de asno para poder abarcar de una ojeada tantas cosas extraordinarias a la vez? Por otro lado me alegro que este sabihondo de Nazaret también haya conocido a la bella Irhael, la cual, como me contaron hace poco, ya vive con el sexto marido porque los otros cinco anteriores se murieron, como se dice, en contacto con su cuerpo. Pues se comprende que en presencia de una moza tan hermosa los cielos estuvieran ampliamente abiertos para todos vosotros. ¡Cierto que Irhael ha maravillado ya a muchos! ¿Por qué vosotros seríais una excepción? ¿Ir yo a Sicar por ella? De ninguna manera; yo guardo la ley de Moisés, de modo que no quiero inclinarme a pecados parecidos».
1. Ante las maliciosas palabras de Judas, Tomás estaba casi fuera de sí por la irritación y faltó poco para que le pusiera las manos encima a Judas.
Ya cerca de Cafarnaúm, Yo me acerqué a Tomás y le dije: «Hermano, mientras me veas tranquilo y sereno, mantente tal como me ves a Mí, cada vez que me mires. Si alguna vez me ves dar golpes, ¡entonces acude deprisa y haz lo mismo con todas tus fuerzas! Por ahora esto no hace falta, ni mucho menos; pues ya puedes hacer lo que quieras, ¡que la noche seguirá siendo noche y Judas seguirá siendo Judas! Pero él no está condenado a eso como lo está la noche por ser la sombra natural de la Tierra. Si quiere continuar siendo Judas, que siga siéndolo, tal como nosotros seguiremos siendo lo que somos. El futuro mostrará hasta qué punto le llevará su espíritu».
2. «Pero una cosa, Señor, bien la pudieras hacer: quitarle de en medio», propuso Tomás, «porque de lo contrario, aún armará mucho escándalo ya que tiene una boca grosera y mala».
3. «Yo no le llamé, de modo que tampoco voy a despacharle. Si quisiera irse tal como vino, no nos desharíamos en lágrimas por él. Vale más que tú te apartes de él porque no habrá manera que los dos os entendáis. ¡Pero perdónale tal como Yo le he perdonado y tu corazón quedará libre!».
4. «En cuanto a eso, ya le perdoné. Nunca le guardé rencor aunque siempre supe que es un hombre difícil de tratar; hasta el profeta Juan el bautista tuvo sus discusiones con él. Pero he de reconocer francamente que me gustaría mucho que no formara parte de nuestro grupo.
5. Cuando anteayer estuve en casa, desde luego conté mucho de tus hechos a mis conocidos, de lo cual se quedaron asombrados. También Judas me oyó y ¡justamente él decidió a hacerse discípulo Tuyo! La enseñanza de Juan no le dejó satisfecho porque sólo predicaba hacer penitencia severa y a quienes no querían someterse a ella, les anunciaba un juicio divino extremadamente severo, por cuya causa frecuentemente había diferencias entre ambos.
6. Juan se identificaba con la penitencia y Judas con todo lo contrario. A Juan le dijo en la cara, totalmente convencido, que una penitencia con ceniza en la cabeza era la mayor tontería en la vida de un hombre; pues el hombre debía mejorarse en sus acciones.
7. No es que Juan el bautista hubiera ordenado la ceniza como cosa imprescindible para la verdadera penitencia, sino que en sus predicaciones le servía como parábola para indicar la mejora de un hombre que se había vuelto servidor del pecado. Pero Judas, creyendo saberlo y comprenderlo todo mejor, no quería admitir que también se puede enseñar mediante parábolas e imágenes alegóricas; insistía en que en asuntos tan importantes como la Salvación de los hombres, siempre se debía hablar con palabras claras y comprensibles.
8. Según la idea de Judas todos los profetas fueron necios por hablar en imágenes que cada cual puede interpretar como le da la gana, con lo cual ellos mismos son los culpables de la perdición del sacerdocio, de los reyes y de todo el pueblo. En resumen, a todo el que no piensa y actúa como él le trata de tonto. Por eso creo que no congenia con nosotros».
9. «Mi querido Tomás, lo que ahora me dices Yo ya lo sabía desde hace mucho tiempo. No obstante, vuelvo a afirmar: ¡Si se quiere ir que se vaya y si se quiere quedar que se quede! Aún sé mucho más sobre él, incluso lo que un día me hará a Mí; pero mientras quiera, ¡que se quede! Su alma es un diablo que desea aprender la sabiduría de Dios. Sin embargo, tal propósito le dará mal resultado a su alma. Pero ahora basta de esto; ¡aún vendrá el día en que le tantearemos el vado!
Ya hemos llegado ante los muros de Cafarnaúm. Veo a un centurión en compañía del comandante Cornelio y al cortesano que vienen deprisa a nuestro encuentro; ¡habrá otro enfermo que curar!».
Aquí, desde el capítulo 8 versículo 5, Mateo empezó a anotar la historia en forma abreviada, hasta el momento en que Yo me dirigí de nuevo a una fiesta en Jerusalén.
1. Tranquilamente nos dirigimos hacia la ciudad.
Cuando no nos quedaban más que unos cien pasos para llegar a su recinto, se me acercó el centurión y me rogó: «Señor, mi sirviente está paralítico; se encuentra en casa, sufre mucho y no puede hacer nada».
2. Le re spondí: «¡Iré a curarle!».
3. «Señor, no soy digno que entres bajo mi techo; di sólo una palabra y mi sirviente será curado. Soy un hombre subordinado a las autoridades, pero también tengo muchos soldados bajo mí que me obedecen. Y si a uno le digo: Ve, entonces va. Y si a otro le digo: Ven, pues viene; y si a mi criado le digo: Haz esto, lo hace inmediatamente.
4. Tú eres el Señor de todos los espíritus y de todo lo que existe en el Cielo, en la Tierra, y dentro de ella; a una sola señal que des a tus Potencias para nosotros invisibles, ¡instantáneamente cumplirán tu Voluntad!».
5. La razón de que este centurión me hiciera su petición con tanta fe era porque —debido a la rápida curación del hijo del cortesano y por muchos otros hechos que el comandante le había contado de Mí— se había convencido que Yo, con una sola palabra, sabía curar también a distancia. Por eso, en cuanto oyó que me acercaba a la ciudad, vino a mi encuentro como antes lo hizo el cortesano.
6. Cuando Yo oí estas palabras tan llenas de fe, manifesté sorpresa —no por Mí sino a causa de los discípulos— y dije a los que me rodeaban: «En verdad, en todo Israel no he encontrado a nadie con tanta fe. Pero también os digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente y, con Abraham, Isaac y Jacob, estarán en el Reino de los Cielos y tendrán la Gloria del Padre; ¡pero los hijos del mundo serán arrojados a las tinieblas más remotas, donde habrá llanto y crujir de dientes!».
7. Al oír este preámbulo muchos se golpearon el pecho y me preguntaron: «Señor, ¿rechazarás realmente a los hijos y aceptarás a los paganos en su lugar?».
8. «¡Ni a los hijos ni a los paganos! ¡Serán aceptados todos aquellos que tengan fe y amor, sean judíos, griegos o romanos!».
9. Y me dirigí al centurión: «Ve, ¡hágase contigo según has creído!».
10. El centurión me lo agradeció profundamente en su corazón y se fue a su casa. Allí vio que se había cumplido todo lo que en su fe había pedido; una fe en la cual no cabían dudas, ni antes, y menos aún después de la curación. Y a la misma hora en que le había dicho: “¡Hágase contigo según has creído!”, el sirviente quedó curado.
11. Este milagro de Cafarnaúm y el del hijo del cortesano que era gobernador de Cafarnaúm, llamaron mucho la atención, especialmente entre los romanos y griegos que se encontraban en esa ciudad. Sin embargo, entre los judíos y sobre todo entre los sacerdotes y escribas allí delegados por orden del Templo de Jerusalén, sólo causaron ira y rabia.
1. El pueblo que había visto los milagros y que temía demasiado a los sacerdotes y escribas para seguirme abiertamente, discurrió un ardid muy inteligente: buscó a unos cuantos enfermos y los llevó a los sacerdotes: «Escuchad, escribas y fariseos sabios, según vuestro propio testimonio iniciados en todos los secretos de Dios. ¡El hombre Jesús de Nazaret hace grandes milagros como antes de Él nunca se habían visto, y sus palabras y su Doctrina son como una corriente de fuego que aniquila todo aquello que se le opone! ¡Unicamente por la Palabra y sin aplicar remedios, cura cada enfermedad como un Dios, y hemos oído que hasta ha resucitado muertos mediante la simple Palabra!
2. Después de habernos asegurado que todo esto es la verdad absoluta, tuvimos la buena idea de dirigirnos a vosotros porque entre nosotros nos dijimos: “¿A qué esta gran admiración? ¡También tenemos nuestros escribas y sacerdotes que están iniciados en todos los secretos de Dios y que, igual que este Jesús y mientras lo quieran, seguramente podrán curar también a un enfermo mediante la palabra!”. Estábamos ya en camino para llevar a nuestros enfermos al nazareno, pero nos acordamos de nuestra circuncisión y del Arca, de la cual no queremos abjurar mientras nos pueda dar todo aquello que física y espiritualmente nos hace falta. Pero como este Jesús hace milagros tan extraordinarios, corremos peligro si no nos enfrentamos a Él con el mismo poder.
3. De modo que hemos traído a varios enfermos con nosotros y por vuestra y nuestra salvación os rogamos que los curéis con vuestro poder espiritual que, según vuestras propias palabras, tenéis directamente de Dios. ¡A ver si curáis con la sola palabra a estos enfermos que no están muy graves!
4. Con estos enfermos maravillosamente curados por vosotros pasearemos por las calles de toda la ciudad y, delante de cada casa y con voz alta, anunciaremos la Gloria de Dios y vuestra honra. Entonces el nazareno perderá todo su prestigio y al fin se tendrá que marchar ignominiosamente».
5. Los sacerdotes y escribas, conscientes de su impotencia absoluta, dijeron gravemente para disimular: «¡Sois unos estúpidos! ¿Cómo podéis exigir de nosotros algo que sólo corresponde a Dios? ¿Cuándo jamás un sacerdote o un escriba ha realizado milagros? Esto sólo le es posible a Dios y al sumo sacerdote en el templo de Jerusalén, cuando entra en el santísimo. ¡Llevad a vuestros enfermos a Jerusalén! Allí, si entendéis lo que es una ofrenda conveniente, habrá curación, mientras esto sea la Voluntad de Dios. Y si su Voluntad es otra, os tendréis que conformar con volver a llevaros a vuestros enfermos tal como los trajisteis.
6. Verdad es que estamos al corriente de muchos secretos de Dios; pero su poder es santo y no lo proporciona a los mortales.
7. Quien a pesar de todo hace milagros como los hace ese Jesús, de quien también hemos oído hablar, lo hace o por medio de la magia o con ayuda de Belcebú, un monstruo del infierno, la morada eternamente condenada del enemigo de Dios. Y quien hace caso a su doctrina y a sus señales, será considerado ante Dios y ante sus siervos como súbdito del diablo. Ésta es la pura verdad; y ¡ay de vosotros si fuerais a Jesús para aceptar su doctrina y su ayuda!».
8. Dijeron quienes habían traído los enfermos: «Como decís esto, ¡vemos que sois unos mentirosos! ¿Cómo puede ser del diablo y siervo de Belcebú aquel que sólo hace el bien a todos los hombres, y que a todos los que le acompañan no les enseña otra cosa sino el amor, la indulgencia y la paciencia, y que practica íntegramente todo lo que enseña?
9. Por dar tal testimonio de él, sois vosotros mismos los que sois del diablo; sin embargo, Él es de Dios y actúa conforme a la Voluntad de Dios, tal como Él mismo la enseña.
10. Antes, cuando en vuestro propio interés os rogamos que hicierais aquello que miles de veces declarasteis que erais capaces de realizar por medio de la oración y la Palabra de Dios, nos llamasteis estúpidos. Y ahora, tratándose más que nunca de poner vuestra antigua e inalterada doctrina en práctica, también nos tratáis de estúpidos por tomaros la palabra. ¡Oh, siervos de los más malignos de Belcebú! ¡Os encenderemos una luz cuyo brillo será vuestra muerte!».
1. Cuando los sacerdotes y escribas oyeron tales argumentos de sus correligionarios, se retiraron precipitadamente; pues eran unos cien hombres los que habían venido a visitarlos, cuyos ojos centelleantes confirmaban la gravedad de la situación ya que hacía tiempo que se habían dado cuenta qué clase de espíritu inspiraba a sacerdotes y escribas, con lo cual los odiaban más que a la peste.
2. Los sacerdotes, los fariseos y los escribas se dieron cuenta que los judíos les habían preparado astutamente esta trampa para tener un pretexto con el que poder seguirme39.. Este fue
39. En aquella época era más difícil el renunciar a la iglesia judaica para aceptar otra, que en el siglo diecinueve (cuando Jakob Lorber recibió estas comunicaciones) para pasar de la iglesia católica apostólica romana a una reformada. el motivo por el que el sacerdocio judaico empezó a observarme y, secretamente, a tramar medios para aniquilarme.
3. El comandante, en cuya casa de Cafarnaúm me quedé por algunos días, me advirtió de lo que estaba pasando: que el sacerdocio judaico estaba furioso contra Mí y que, en secreto, atentaba contra mi vida.
4. «Y así será pues conseguirán su maligno objetivo», le confirmé. «Sin embargo, aún no ha llegado la hora. Con el fin de no darles demasiadas oportunidades para poner su venganza en práctica, de momento me iré a otras ciudades y volveré en cuanto la cólera de estos ateos se haya calmado un poco».
5. El comandante, aunque hubiera visto con gran alegría que me quedara, aceptó mi decisión. Temía algo a sacerdotes, fariseos y escribas porque sabía muy bien cómo aquella raza de víboras se entendía con Roma mediante denuncias secretas.
6. Al día siguiente me dirigí muy temprano con todo mi séquito hacia la casa de Simón Pedro, cerca de Betania, donde antes bautizaba Juan. Al entrar en su modesta casa, su nuera, una joven casta muy aplicada de unos veinte años, yacía con fiebre alta en la cama, soportando fuertes dolores, y pasando mucho miedo. En seguida Pedro se acercó a Mí y me rogó que le ayudara.
7. Me acerqué a la cama, tomé su mano y le dije: «Hija, ¡vale más que te levantes y nos prepares un buen almuerzo que sufrir aquí en tu cama!».
8. En el mismo instante la fiebre la abandonó y la joven nos sirvió con mucha dedicación.
1. Mateo se acercó a Mí y me preguntó si debería anotar este milagro, y mis otras enseñanzas durante los pocos días en casa del comandante.
2. Y le respondí: «La señal con el centurión de Cafarnaúm, todo lo que allí dije y también esta señal en la casa de Pedro, pero omitiendo las palabras pronunciadas porque no forman parte de la Doctrina misma. Las conversaciones en casa del comandante y el hecho de que Yo me quedé dos días con él, omítelos.
3. Dentro de poco volveremos a su casa, justamente en el momento de morir su hija más querida, a la que resucitaré y devolveré a su padre. Entonces anota eso, pero sin nombrarle a él ni tampoco el lugar, de lo contrario le perjudicaríamos, puesto que el sacerdocio de allí le vigila continuamente.
4. Hasta la próxima fiesta en Jerusalén me quedaré por aquí, cerca del lago Genesaret, porque entre todas las regiones esta es la que me complace más. Haré aún muchos milagros y daré muchas enseñanzas; éstas anótalas completamente».
5. Mateo se preparó para escribir. En esta ocasión Juan se puso triste y me dijo: «Pero Señor, mi amor, ¿a mí ya no me das nada para escribir?».
6. «Hermano mío más querido, no estés triste por eso. ¡Aún tendrás que escribir muchísimo! Pues a ti te destiné a anotar sólo los acontecimientos más importantes y de significado más profundo».
7. «¡Pero el milagro que hiciste en Caná al hijo del cortesano no me parece en nada mayor o más importante que el que, antes de Cafarnaúm, hiciste para el centurión!».
8. «Si piensas así, estás muy equivocado. Porque el hijo del cortesano simboliza al mundo entero, tan extremadamente malvado, y la manera como recibe ahora ayuda de lejos por medio de mi Doctrina y mi influjo espiritual. El criado del centurión, de momento, no expresa otra cosa sino sólo el criado paralítico que curé; más tarde también podrá simbolizar una comunidad o sociedad establecida en mi nombre, la cual, por diversas razones políticas, es totalmente inactiva conforme a mi Doctrina en uno u otro punto y, por ello, poco a poco, también en los demás. Lo que produce una parálisis, una paralización del alma que solamente una fe absoluta en mi Palabra puede curar.
9. Escucha, mi querido hermano Juan: la muy significativa diferencia entre estas dos señales es la siguiente. La primera representa el estado espiritual morboso de todo el mundo, e incluso de todo el universo. Mientras que la segunda no significa nada más que lo que acabo de explicarte. De modo que ahora sabes lo que tendrás que anotar tú y lo que le toca a Mateo.
10. Mientras tanto la joven, junto con los criados de Pedro, ya ha preparado el almuerzo. Por eso comamos ahora y por la tarde ayudemos un poco a Pedro a pescar algunos buenos peces. Al anochecer tendremos mucho trabajo».
11. Había comida suficiente para toda la gran asamblea. Después de comer todos nos fuimos al lago Genesaret, también llamado “mar de Galilea”, y en pocas horas habíamos pescado una gran cantidad de la mejor pesca, de manera que ni siquiera cabían en los cestos.
12. Pedro, llevado por algo como un arrebato piadoso, exclamó: «Señor, ¡te ruego que me abandones!, pues, ¡con todo eso se me hace presente muy agudamente que soy un pecador! Ya me asustaste en otra ocasión cuando, sin conocerte, me encontraste aquí pescando con mis ayudantes. Ya entonces reconocí tu Divinidad enseguida. Pero ahora estoy aún más desasosegado porque ahora veo con toda claridad Quién eres. Aquella vez habíamos faenado, como ahora, toda la noche sin pescar prácticamente nada. Sin embargo, en tu presencia y por tu Palabra ¡las redes casi se rompieron de tanta pesca! Por esto, verdaderamente, estoy desasosegando ante Ti, pues, Tú eres...».
13. «¡Quieto, no me descubras!», le detuve. «Pues conoces a aquel que está entre nosotros. Es y seguirá siendo un traidor».
14. Entonces Pedro se calló y empezó a recoger la pesca. Al anochecer volvimos a casa donde por la aplicación de la nuera curada de Pedro nos esperaba una buena y abundante cena. Todos estaban llenos de alegría. Pedro entonó un cántico y todos le acompañaron.
1. Después de haber terminado su cántico, Pedro dijo en voz solemne: «¡Amigos y hermanos míos! ¡Qué situación más diferente es ahora la nuestra, comparada con la de David cuando, en su tiempo, ofreció al pueblo este cántico tan hermoso! Cuando cantaba, levantaba sus ojos a las estrellas porque en aquella época, según la comprensión humana, Jehová vivía en la Luz inaccesible por encima de todas las estrellas. ¿Pero qué haría David ahora aquí, con Ese a quien levantaba los ojos por encima de las estrellas...?».
En este momento Yo le interrumpí: «Pedro, ¡basta! Ya está bien; ¡ten en cuenta quién se encuentra entre nosotros!».
2. Pedro se contuvo inmediatamente y llamó a los presentes para que tomaran la cena que consistió fundamentalmente en pan y pescado muy bien preparado.
3. Judas preguntó a Pedro si no era posible comprar vino por allí cerca.
Y Pedro le respondió: «Aquí cerca hay una posada, allí te dan vino por dinero». Cuando Judas oyó esto, le preguntó a Pedro si no tenía a nadie para mandarlo a comprar un pellejo entero lleno de vino.
4. «Tú conoces mi vida doméstica muy bien», le respondió Pedro. «¡No tengo nadie a quien mandar! Si quieres vino, ve tú mismo a buscarlo y así incluso podrás regatear con el hostelero por el precio, con lo que te saldrá más económico».
«Si tengo que buscarlo yo mismo, prefiero olvidarme del vino».
«Haz lo que quieras; pero yo no te puedo ofrecer a nadie porque todos mis criados están todavía ocupados con la pesca y, como tú mismo puedes ver, mi mujer, mis hijos y mi nuera están muy atareados. ¡No esperarás que yo mismo vaya a estas horas a traerte un pellejo de vino!».
Judas estaba un tanto enojado: «¡Bien, bien! Ha sido con la mejor intención, ya que vi que no tienes vino. De todos modos lo habría pagado yo mismo, costase el pellejo lo que costase».
5. «Entre nosotros hay Uno que, en la boda de Simón, en Caná, transformó el agua en vino. Caso que fuera necesario, ese Uno podría hacer lo mismo. Pero como de momento evidentemente no es necesario, bien nos podemos conformar con el agua tan buena que sale del pozo de nuestra casa».
6. «No está mal; estoy conforme con ello porque también aprecio una buen agua. Sin embargo, en una ocasión como esta el vino tampoco sería despreciable. Si ese —y me parece que ya sé de quién se trata— puede transformar tan fácilmente el agua en vino, también te podría hacer tal favor ahora».
7. Entonces intervine Yo en la discusión y le dije a Judas: «¡Vete, pues, al pozo y bebe! ¡Que el pozo te dé a ti vino, y que a todos nosotros sólo nos dé agua!».
Judas en seguida se fue al pozo. Cuando bebió su agua, esta resultó vino de la mejor clase.
Se emborrachó y se quedó al lado del pozo que era muy profundo, corriendo el riesgo de caerse en él. Pero algunos criados de Pedro lo vieron y le llevaron a un lecho en la casa. Estuvo muy bien así porque la misma tarde aún curé a muchos enfermos de enfermedades diversas, y de muchos expulsé malos espíritus; ocasión en la cual Judas se hubiera entrometido.
1. Cuando todos habían cenado y Judas estaba durmiendo profundamente en su lecho, que estaba algo separado, vinieron los mismos judíos de Cafarnaúm que el día anterior habían sometido a prueba a los sacerdotes, escribas y fariseos, y trajeron a muchos endemoniados, y otros enfermos de diferentes males, rogándome fervorosamente que los curase a todos.
2. Yo les pregunté con seriedad: «¿Es que creéis que el hijo del carpintero de Nazaret es capaz de algo así?».
3. Estos hombres me conocían, como quien dice, desde mi nacimiento.
Y me respondieron: «¿Qué tiene que ver el hijo del carpintero con esto? Si el hijo del carpintero estaba predestinado por Dios para ser un profeta del pueblo de Israel, entonces es un profeta aunque sea mil veces hijo de un carpintero. Porque lo que cada hombre es, lo es por Dios, y nunca por sus padres. Y por esto todos nosotros creemos profundamente que eres un verdadero profeta enseñado por Dios y que por ello nos puedes ayudar a todos como también lo hiciste con el hijo del cortesano y con el criado del centurión».
4. Y Yo les respondí: «Ya que tenéis esta fe en Mí y tal opinión, ¡que se cumpla lo que creéis!».
5. A esta Palabra todos los malos espíritus abandonaron a los endemoniados y, todos aquellos que sufrían diversas enfermedades, quedaron curados en el mismo momento.
6. No hará falta decir que tal hecho causó una gran admiración y gratitud.
7. También hubo muchas observaciones sarcásticas aunque muy acertadas sobre todo el sacerdocio judío.
Yo, sin embargo, les reprendí y les indiqué que era imprudente despertar a una ralea de víboras adormecida: «Mientras se encuentren en su sueño hibernal no son peligrosas y no perjudican a nadie. Pero si se les despierta cuando duermen, resultan más peligrosas que de costumbre.
8. Ahora los maliciosos y astutos siervos del Templo estaban adormecidos como una ralea de víboras en su sueño hibernal, pero vosotros, con vuestra atrevida petición, los despertasteis violentamente. Por esto tened cuidado para que no os perjudiquen; pues, esta ralea adúltera se deleita en hacer todo tipo de daños».
9. Todos admitieron la verdad de estas palabras y se arrepintieron de haber provocado tal perjuicio con su imprudencia. Pero Yo les consolé y les advertí que de esta señal aquí realizada no contaran nada a nadie en Cafarnaúm, a no ser a amigos probados de verdad que también saben callarse. Y me lo prometieron.
10. Pero había uno entre ellos que, sin formar parte del sacerdocio, tenía buenos conocimientos de las Escrituras.
11. Se puso de frente a la muchedumbre y les habló con cara seria: «¡Escuchad, amigos y hermanos! Este milagro me ha revelado algo muy significativo, más allá de la simple constatación: “¡Este hombre es un verdadero profeta!”. En mi opinión este hecho ha sido realizado para que ante nuestros ojos se cumpla en toda plenitud lo que el profeta Isaías predijo: “Fue Él quien tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores40.”. ¿Es que realmente no os dais cuenta qué es lo que esto nos quiere decir?».
12. El pueblo le miró con ojos muy abiertos porque no le comprendió.
De modo que volvió a repetir su pregunta y, como el pueblo no entendió lo que citó de Isaías, comentó: «Es difícil hablar a los ciegos de los colores del arco iris».
13. Pero Yo le dije: «¡Ten calma! Vale más que este pueblo de momento no lo entienda. Pues, si lo entendiera, correría a los sacerdotes para discutir con ellos enérgicamente, lo que no sería bueno para vosotros y, desde el punto de vista de mi Doctrina, tampoco para Mí. Pero cuando llegue cierto día, también ellos comprenderán todo lo que habló el profeta».
14. Con esta contestación el orador se dio por satisfecho y el pueblo, a cuyos endemoniados y enfermos Yo había curado aquella tarde, se fue con ellos.
15. Pero a pesar de todo, cuando los hombres volvieron a Cafarnaúm, metieron mucho ruido entre sus conocidos. Al día siguiente, aún sin haber salido el Sol, la casa de Pedro ya estaba rodeada por una muchedumbre inmensa para verme a Mí, el autor de tales milagros maravillosos. Como la muchedumbre aumentaba continuamente en los alrededores de la casa, Pedro me preguntó qué medidas íbamos a tomar.
16. «Prepara la barca grande para irnos a la otra orilla del mar, porque si no, se producirá un gran alboroto. El pueblo tiene buenas intenciones, pero le seguirán furtivamente los sacerdotes, y con ellos no queremos tratar por el momento».
17. Pedro preparó en seguida la barca mayor que tenía. Pero antes de subir con mis apóstoles un escriba de Cafarnaúm se dirigió a Mí:
18. «Maestro, ¡te ruego que también a mí me permitas seguirte a donde Tú vayas!».
Pero como Yo sabía que la intención secreta por la que me quería seguir era de todo menos elogiable y que mi Doctrina y mis hechos le importaban poco, sino que era el aprovisionamiento de su panza lo que le interesaba y también la traición secreta, si le produjera algún beneficio, meneé la cabeza y le dije: «¡Los zorros tienen cuevas y las aves tienen sus nidos debajo del cielo, pero el Hijo del hombre no posee en este mundo ni una piedra donde reclinar su cabeza!».
19. El escriba me comprendió y se fue, porque le di a entender que también él era un zorro astuto y que tenía su cueva (un empleo con un salario), y que pájaros de su especie, que moran debajo del cielo (es decir, muy profundamente por debajo del Amor y de la Verdad divina) tienen sus nidos, es decir, sus sitios donde descansan y devoran su presa, pero el Hijo del hombre está libre de toda clase de engaño mundano, como también de ardides políticos (piedras) que de vez en cuando permitirían descansar la cabeza de su mente. De modo que el escriba me comprendió muy bien, con lo cual se volvió a Cafarnaúm sin replicar.
El Señor duerme en la barca y los suyos le despiertan. «¡Hombres de poca fe!». La tempestad se detiene y los hombres se maravillan (Mateo 8:21—27)
1. Antes de subir a la barca, uno de mis discípulos me pidió permiso para ir antes a enterrar a su padre que había muerto de repente la noche anterior.
Pero Yo le respondí: «¡Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos!». Y el discípulo, sin tardar, desistió de su petición y me siguió a la barca, porque comprendió que vale más preocuparse por la vida que por la muerte, preocupación vana que verdaderamente se presta mejor para los muertos. Pues, todos los que dan importancia a la pompa de los entierros, ellos mismos están ya más o menos muertos, pues honran a la muerte.
2. La verdadera muerte del hombre es el egoísmo, cuyo espíritu es el orgullo que ante todo aspira a los honores, por lo que el entierro fastuoso de un muerto no es otra cosa sino la última manifestación de una persona que espiritualmente ya estaba muerta hace mucho tiempo.
3. Como el discípulo comprendió la verdad profunda de lo que le dije, me siguió a la barca sin más vacilaciones y, llevados por un buen viento, nos alejamos rápidamente de la muchedumbre que continuaba aumentando.
4. Algunos subieron en las barcas pequeñas para seguirnos, pero como el viento aumentaba continuamente, dieron precipitadamente la vuelta. Les costó un gran esfuerzo llegar a la segura orilla antes del comienzo de la tormenta.
5. Entretanto estábamos ya en alta mar cuando el viento, que antes nos favorecía, soplando con ímpetu se transformó en tormenta.
Yo estaba un tanto cansado en lo que se refiere a mi cuerpo físico por haber pasado toda la noche anterior en vela, motivo por el cual le dije a Pedro tras subir a la barca: «Durante el viaje voy a descansar un poco. Prepárame, pues, un lecho; ya sabes que toda la noche estuve en vela».
6. Pedro trajo unas cuantas esteras con las que me preparó una buena cama, y también un travesaño para reposar la cabeza. En seguida me dormí —en lo que se refiere a mi cuerpo físico—sabiendo muy bien que el viento iba a transformarse en una tormenta impetuosa y que las olas agitadas amenazarían la barca.
7. Transcurridas unas horas, la tempestad aumentó tanto que las olas empezaron a pasar por encima de ella. En esos momentos incluso mis discípulos más probados empezaron a sentir miedo. Pues veían que la barca empezaba a encharcarse por el centro, que por la forma de su construcción en aquella época era la parte más baja, a causa de las olas crecidas que caían sobre ella. Como la tormenta no quería parar sino que el mar se volvía más y más bravo, los discípulos se acercaron a Mí, que dormía en la parte más elevada de la barca a donde aún no habían llegado el agua, y empezaron a sacudirme para que me despertara.
Por miedo gritaron: «¡Señor, sálvanos, si no todos pereceremos!».
8. A eso Yo me levanté y dije: «¡Hombres de poca fe! ¿Cómo es posible que tengáis miedo mientras Yo esté con vosotros?
¿Quién o qué es más: la tempestad o Aquel que también es Señor de todas las tempestades?».
9. Pero como los discípulos y los demás que se encontraban en la barca estaban mudos de terror, e incluso a Pedro le faltaban las fuerzas para tan sólo balbucir, amainé a los vientos y al mar y, de repente, todo quedó tranquilo. La tormenta estaba como cortada y el mar quedó tan liso como un espejo. Sólo se notaba un movimiento del agua donde los remeros la perturbaban. Todos los que aún no me conocía porque no estaban con nosotros sino desde esa misma mañana, y que iban en la barca más por su interés que por Mí, empezaron a admirarse extraordinariamente.
De modo que preguntaron a los discípulos: «Por amor a Jehová, ¿qué clase de hombre es este, para que hasta los vientos y el mar le obedezcan?».
10. Por señas les indiqué a los discípulos que no me descubriesen.
Y Pedro dijo: «No preguntéis ahora tanto y daos prisa en achicar la gran cantidad de agua que ha entrado en la barca, porque si la tormenta vuelve, lo que frecuentemente ocurre después de haberse cortado tan súbitamente como ahora, estaremos perdidos».
A estas palabras los forasteros dejaron de hacer preguntas y, con mucho empeño, sacaron el agua con cubos. Estuvieron ocupados en esa faena hasta que llegamos a la otra orilla.
1. La región donde llegamos estaba habitada por los gerasenos y se hallaba situada enfrente de Galilea, a todo lo largo del mar.
2. Cuando dejamos la barca para dirigirnos hacia la pequeña ciudad de Gergesa, ubicada en una colina a unos seis mil pasos de nuestro desembarcadero, dos hombres desnudos, con las caras horriblemente desfiguradas, se nos acercaron corriendo desde un collado situado entre la ciudad y el mar, que era usado como cementerio por los habitantes de esta zona. Estaban endemoniados por una legión de malos espíritus y se comportaban tan furiosamente que a causa de ellos nadie podía pasar por aquel camino. Su morada eran los sepulcros del collado. Nadie los podía prender ni atarlos con cadenas. Si alguna vez algún grupo de hombres fuertes los pudo prender y atar con fuertes cadenas, al poco tiempo estas estaban rotas. Día y noche habitaban en el collado y en los sepulcros donde gritaban horriblemente y se tiraban piedras.
3. Cuando estos dos me vieron entre los discípulos, corrieron directamente hacia Mí, se echaron a mis pies y gritaron: «¿Qué hay entre Tú y nosotros, Hijo del Altísimo? ¿Es que has venido antes del tiempo para castigarnos? ¡Te imploramos en el nombre del Altísimo que no nos castigues!».
4. Yo les amenacé y pregunté: «¿Cómo te llamas tú, espíritu maligno, que atormentas a estos dos como si fueran una sola persona?».
5. Gritó el maligno: «¡Mi nombre es Legión, pues, somos muchos de nuestra especie!».
6. Pero Yo ordené al maligno que abandonara a los dos hombres. En el mismo instante una gran cantidad de espíritus malignos salieron disparados de ambos en forma visible de grandes moscas negras, rogándome fervorosamente que no les echase de aquella región.
7. No muy lejos de allí, al lado de las colinas que seguían la orilla, había una gran manada de puercos criados por los gerasenos. Este pueblo, en su mayoría griegos, comía la carne de estos animales y también la negociaban con Grecia.
8. Cuando los espíritus malignos vieron la manada de puercos, me rogaron que les permitiera introducirse en aquellos animales.
9. Cuando se lo permití —por supuesto por razones ocultas al mundo—, en el mismo instante los demonios se introdujeron en los puercos que eran unos dos mil.
10. Los puercos endemoniados echaron a correr a lo largo de la orilla por encima de la colina y, desde un precipicio de unas 300 varas de altura, se precipitaron en el abismo en un lugar donde el mar era bastante profundo.
11. Cuando los porqueros que cuidaban a los puercos vieron lo que había ocurrido con los endemoniados, se espantaron y huyeron corriendo a la ciudad para contar todo lo que había ocurrido.
12. Al oírlos, los habitantes se asustaron sobremanera.
Uno, que como bastantes de esta pequeña ciudad era pagano y veneraba mucho a Júpiter y a todos los demás dioses del paganismo, tomó la palabra: «¿Veis?: lo que esta misma mañana os dije: Si los dos que están atormentados por las furias se sosiegan un día y pese al tiempo sereno el mar está agitado sobremanera, entonces es que viene un dios desde las alturas y habrá un juicio sobre nosotros; pues, sin azote y espada los dioses nunca bajan desde las estrellas a la Tierra. Y ahora todo esto se ha cumplido: Las furias que atormentaban a los dos pecadores habían agitado antes el mar pues seguramente sabían que iba a venir un dios desde las alturas y que iba a expulsarlas de los dos pecadores. Que luego se han lanzado sobre nuestros cerdos, en forma de tábanos negros, y los han hecho correr para despeñarlos por el abismo, está tan claro como el Sol del mediodía. No nos queda más remedio que ir en gran número a su encuentro, con las mentes llenas de humildad y contrición, y rogarle fervorosamente que él —sea Neptuno o
Mercurio— abandone lo antes posible esta región. Pues mientras un dios permanezca visible en algún lugar de la Tierra, no se podrá esperar otra cosa sino desgracia tras desgracia; porque un dios nunca viene desde las estrellas a la Tierra sin azote, espada y juicio.
13. ¡Pero que nadie le haga el menor reproche por el daño ocasionado, ni siquiera en sus pensamientos más íntimos, porque entonces estaríamos absolutamente perdidos! Ya hace tiempo que no hemos hecho ofrenda real alguna a los dioses antiguos. Por cierto porque los necios judíos nos lo estorban. Pues siempre pretenden saberlo todo mejor que nosotros, por lo que ahora un dios vejado cogió él mismo su ofrenda. ¡Así es! Por ello tampoco debemos dejar surgir ningún pensamiento de descontento dentro de nosotros. De todas formas hemos de bajar a su encuentro para saludarle y rogarle fervorosamente que abandone esta región lo antes posible».
14. También había algunos judíos que escucharon esta prédica y dijeron: «Aunque nos toméis por necios sabemos más que vosotros de tales asuntos. Escuchad, este pretendido dios vuestro no es sino o un mago de Persia o el famoso Jesús de Nazaret, del cual hemos oído cosas fabulosas. Por lo demás estamos absolutamente de acuerdo con vosotros en pedirle fervorosamente que abandone esta región, porque esta clase de gente nunca trae buena suerte. Esto lo sabemos desde los tiempos de nuestros profetas. Cuando nuestro Dios despertaba a los profetas, la desgracia para sus países estaba ya decidida».
15. De modo que todos los habitantes se juntaron para venir a mi encuentro, excepto algunos enfermos que tuvieron que quedarse en su casa. Cuando vieron mi aspecto absolutamente humano y natural, aumentó su valor; sin embargo se acercaron a Mí todavía con mucho miedo, y me rogaron que me retirara lo antes posible de su territorio.
16. Algunos se fijaron bien en los dos que antes estaban endemoniados y a los que conocían como tales. Estaban ahora vestidos, hablaron con ellos de manera absolutamente razonable y les contaron cómo Yo les había liberado de su plaga y cómo aquellos que me acompañaban los vistieron en seguida. Pero todo esto no consiguió hacerles perder el miedo, especialmente a los paganos, por lo que de nuevo me pidieron que abandonase la región y que nunca más volviese.
17. Yo acepté su petición y le dije a Pedro: «¡Amigo, vuelve a preparar la barca para retirarnos de aquí!».
18. Pedro y sus criados la prepararon y cuando Yo subí, los dos curados vinieron corriendo y me rogaron que les permitiera seguirme porque en esta ciudad nadie querría tener trato con ellos y seguro que, incluso los parientes, no los admitirían en sus casas por temerles demasiado.
Yo, sin embargo, los rechacé con cariño y les dije: «¡Volved con toda confianza a vuestros parientes y a vuestras casas, porque os recibirán con mucha alegría! ¡Id y decid a vuestros parientes y a todos los de esta región, lo que la gran Gracia del Señor os ha concedido! Así obraréis mejor que siguiéndome. Pues como aquí se os conoce muy bien, podéis dar un buen testimonio de mí. Y de esta manera seréis útiles a la humanidad; y la gente, igual ahora que antes cuando erais un horror para ella, no os dejará morir de hambre».
19. Con esto los dos curados se fueron como una sola persona e hicieron con empeño todo lo que Yo les había aconsejado.
20. Posteriormente, en su tierra y también en las diez ciudades de la parte norte del mar, ambos me alabaron con gran entusiasmo y, con gran afán, publicaron la Gracia que con mi gran Misericordia les había concedido. A causa de esto muchos empezaron a creer en mi nombre y, tanto judíos como paganos, empezaron a sentir anhelo por Mí.
1. Seguimos ahora directamente hacia Nazaret, porque me había propuesto volver a visitarla, descansar un poco en casa y, en esta ocasión, encender en los inconstantes nazarenos la Luz de la Verdad.
2. La vuelta en la barca nos costó algo más que la ida y muchos empezaban a sentir hambre.
Yo los reconforté y algunos, sintiendo una satisfacción tan milagrosa del apetito, dijeron: «Verdaderamente, ¡un hálito da pan y otro entra como vino!». De esta manera llegamos a la costa a la mañana del día siguiente. Desde allí seguimos nuestro camino sin problemas hasta que alcanzamos a Nazaret. Mientras tanto los criados de Pedro atendieron la barca y se fueron a sus hogares.
3. El lugar donde desembarcamos era un muelle público, por lo que había mucha gente; algunos esperaban embarcar por viajes de negocios y otros, que venían desde muchas regiones, incluso desde Jerusalén, se dirigían a Nazaret porque en esas fechas había allí un gran mercado.
4. Cuando se corrió la voz que Yo había llegado en la barca de Pedro, los que por sus negocios querían seguir su viaje, también se quedaron. De modo que me siguió una gran muchedumbre a Nazaret.
5. Yo y mis discípulos nos dirigimos a casa de María quien estaba allí con los tres hijos mayores de José y cuatro muchachas que habían adoptado y criado en su casa en tiempos de José.
6. María y toda la familia pusieron manos a la obra y nos prepararon un desayuno muy completo que ya nos hacía buena falta, especialmente a los discípulos que ni durante todo el día ni por la noche no habían comido casi nada. Tras habernos reconfortado dimos las gracias y nos levantamos para ir a la ciudad a observar un poco el movimiento de la gente. Resultaba un poco difícil salir de la casa por la gran muchedumbre que la rodeaba. La mayor parte había venido por curiosidad, aunque también había muchos que lo hicieron para espiar descaradamente; sólo una pequeña minoría vino por miseria y necesidad.
7. En el momento de salir, algunos fariseos y escribas de Jerusalén allí presentes me preguntaron si Yo iba a hacer milagros.
Pero Yo les respondí seria y decididamente: «¡No, y eso a causa de vuestra incredulidad!».
Ante este “no” enérgico empezaron a dispersarse y algunos cuchichearon: «Será que tiene miedo a los señores de Jerusalén y no se atreve».
Otros dijeron: «Es fácil que no lleve con él sus sortilegios».
Y otros : «Aquí no hace nada a causa de sus compatriotas, pues bien sabe que no le aprecian».
Con tales y otras conjeturas se dispersaron, por lo que pronto no hubo gente ante la casa de María, y pudimos seguir fácilmente nuestro camino hacia la ciudad.
8. En esta ocasión visitamos una sinagoga donde, ante tres escribas sentados más altos, cada judío podía presentar reclamaciones contra los sacerdotes y escribas de Jerusalén empleados en todo el país.
9. Cuando entramos en la sinagoga, Simón de Caná me dijo en secreto: «Señor, ¡también nosotros podríamos presentar aquí una queja, pues no escasean!».
10. «Amigo mío; hablar en tiempo oportuno siempre está bien. Sin embargo, saber callarse en el momento oportuno vale mucho más todavía. Puedes hacer lo que quieras, pero nunca podrás transformar el hierro en oro ni el barro en plata. Esta ralea que aquí escucha y delibera, actúa en su interior de manera absolutamente diferente a cómo se presenta por fuera; aunque por fuera se vistan de corderos, por dentro son lobos feroces.
11. ¿Acaso piensas que prestan oídos a las quejas y peticiones presentadas, para mejorar la situación del pueblo? ¡Estás muy equivocado!
12. Esta ralea se presenta con cara amable ante el pueblo sólo para espiar su actitud ante el sacerdocio, ¡créelo! Hoy te escuchan amablemente y mañana te meten un año entero en una cárcel donde no faltan las serpientes. Pues estos sacerdotes son todos como las cornejas y los cuervos que, pese a sus picos agudos, nunca uno pica el ojo de otro.
13. Por eso sólo escucharemos: a ver si se habla de nosotros y en qué términos. No saben que estamos aquí y, aunque así fuera, no nos reconocerían tan fácilmente. De modo que escuchémoslo todo muy bien y, según lo que oigamos, procederemos». Simón de Caná aceptó esta explicación y nos sentamos en un rincón algo más oscuro.
14. Tanto las personas como igualmente los delegados de comunidades presentaron una serie de quejas increíbles contra los sacerdotes; muy amablemente se les prestaba la mayor atención.
15. Cuando el pueblo hubo terminado sus quejas, los tres escribas y fariseos les prometieron por su honor que intervendrían y que harían todo lo posible para investigar minuciosamente a los sacerdotes acusados y, caso de resultar ciertas las acusaciones, sabrían darles su bien merecido su castigo. Después uno de los escribas preguntó al pueblo, con cara amabilísima, si sabía algo del desacreditado revolucionario Jesús. Pues hasta Jerusalén había llegado la noticia que este Jesús atravesaba Galilea haciendo milagros hasta entonces nunca vistos. Que si esto era verdad y cuál era su opinión y la de la demás gente.
1. Se presentó un hombre muy respetado de las cercanías de Cafarnaúm y tomó la palabra: «Meritoso siervo de Jehová en el Templo de Jerusalén: El Jesús que nombráis en vuestra pregunta es de esta misma ciudad. Siempre ha sido muy piadoso de Dios y siempre se portó muy correctamente. Muchas veces se le vio rezar de manera prolongada y nunca nadie le vio reírse; en cambio sí se le ha visto llorar mucho en los lugares de retiro que frecuentó.
2. Ya ocurrieron cosas extrañas durante su infancia41.. Ahora emprendió un viaje en tanto que médico hecho y derecho tal como no hay otro igual en todo el mundo, y cura a los enfermos por su sola Palabra, de una manera como solo Jehová mismo lo podría hacer.
3. Todos los prodigios realizados desde Moisés hasta hoy son insignificantes en comparación con los suyos. Cura instantáneamente a quienes llevan años inválidos, y cualquier fiebre, por fuerte que sea, tiene que ceder ante su Palabra; hace hablar, oír y ver tan perfectamente como nosotros a mudos, sordos y ciegos de nacimiento. A los leprosos los cura instantáneamente; con una sola Palabra libra a los endemoniados de legiones de diablos. Llama a los muertos y ellos se levantan, comen y beben y se mueven como si nunca les hubiera faltado nada. Igualmente impone silencio a los elementos como si fueran sus siervos más fieles y dispuestos.
4. En lo esencial su Doctrina es la siguiente: Que se ame a Dios sobre todo, y al prójimo, en todo, como a uno mismo.
41. Jakob Lorber: La Infancia de Jesús.
5. Como realiza tales hechos y como a sus discípulos les enseña la Doctrina más pura, le consideramos un profeta extraordinario enviado desde los Cielos por Jehová ahora, en nuestra máxima opresión, al igual que envió a Elías en otro tiempo. Esto es todo lo que yo y muchos otros sabemos de este magnífico Jesús e ignoramos cómo dar las gracias a Dios por haberse acordado de nuevo de su pueblo, tan sumamente afligido.
6. Por eso muchos le toman por el prometido Ungido del Señor. Yo, por mi parte, no estoy ni a favor ni tampoco en contra, pero me pregunto si el Cristo, cuya venida está prometida, será capaz de hacer milagros aún mayores».
7. «¡Estás hablando como un ciego habla de los colores!», exclamó el sacerdote. «¿Dónde está escrito que nunca un profeta fuera a surgir de Galilea? ¡Te decimos que este Jesús vuestro no es sino un pérfido mago a quien se debiera aniquilar por el fuego, y que su doctrina no es nada más que un disfraz tras el que oculta sus blasfemias! ¡No es con Dios con quien realiza sus milagros sino que los hace en común con el diablo supremo! Y, ciegos como sois, ¡le tomáis incluso por el Mesías prometido! ¡En verdad que con ello estáis todos condenados a morir en la hoguera!».
8. A pesar de esto, el hombre se levantó y continuó: «Si vosotros fuereis los soberanos en vez de los romanos, si dependiera de vosotros, si no fuéramos galileos y, especialmente yo, romano totalmente, entonces hace tiempo que ya hubiéramos sido víctimas de las llamas. ¡Pero afortunadamente para nosotros, galileos, vuestra gloria hace tiempo que acabó! Somos súbditos romanos cabales y no tenemos que ver nada con vosotros, salvo que os expulsemos de Galilea si os atrevéis a levantar la mano contra el menor de nosotros los romanos.
9. Y en relación con nuestro gran profeta Jesús aún os diré lo siguiente: ¡Ay de vosotros, si en Galilea se os ocurriera levantar vuestras malvadas manos contra Él!
10. Para nosotros es un verdadero Dios. Él hizo cosas ante nosotros que sólo son posibles para Dios.
11. Un Dios que hace bien a los pobres que sufren ha de ser un verdadero Dios. Pero un dios como el vuestro, que sólo se deja apaciguar con oro, plata y otras ofrendas abundantes, y que pese a oraciones largas y caramente pagadas no hace realmente nada, tal dios es igual que vosotros que os llamáis sus siervos: malvado hasta el fondo; merece, al igual que vosotros, que se le expulse de este país.
12. Si decís que Jesús es un lobo feroz con apariencia de oveja, ¿qué sois entonces vosotros mismos? ¡En verdad estáis calumniando a Jesús, tan manso como Él es!
13. Escucháis nuestras quejas con caras amables pero en vuestros corazones tramáis la venganza más hostil contra quienes nos quejamos y, si os fuera posible, nos aniquilaríais con el fuego de Sodoma. ¡Qué raza más maligna de víboras, qué sabandijas y escorpiones sois! ¡Nosotros, los romanos, somos los soberanos y sabremos enseñaros el camino a Jerusalén si no lo encontráis ahora mismo!».
14. Este discurso, naturalmente, hizo que los tres escribas echaran chispas de rabia, aunque no se atrevieron a contestar ante lo numeroso del pueblo, y se marcharon por una puerta trasera para dirigirse a Cafarnaúm, donde se encontraba la mayoría de los sacerdotes y escribas de Jerusalén que, sin estorbos, se dedicaban a toda clase de adulterios y fraudes.
15. Cuando los tres abandonaron así la sinagoga, otro hombre se adelantó y le dio al orador las gracias en nombre de todos los que habían presentado sus quejas, y dijo: «Si no seguimos el ejemplo de los samaritanos, esta ralea nos molestará continuamente. Ellos mismos y Jerusalén tienen que ser para nosotros lo más despreciable del mundo, porque de lo contrario nunca nos podremos quitar esta plaga de encima».
16. Todos le dieron la razón y dijeron: «Si nos fuera posible encontrar ahora a nuestro Salvador Jesús, tendría que venir en seguida aquí para que le pudiésemos hacer nuestro sumo sacerdote y único maestro».
17. «Eso también me gustaría a mí. Sin embargo, antes tendríamos que dirigirnos al prefecto de Cafarnaúm para ver si está de acuerdo. Pues los romanos no lo tienen muy fácil con nuestro sacerdocio, el cual, según se dice, mantiene una correspondencia secreta con el emperador de Roma».
18. Todos estuvieron de acuerdo con esta propuesta y, uno tras otro, salieron de la sinagoga.
1. Con este ejemplo me dirigí a Simón de Caná: «¿Has comprobado ahora cuanto más vale saber callarse en el momento oportuno? Donde otros hablan y actúan por nosotros, más vale que nosotros nos callemos. ¿Me comprendes?».
2. «Sí, Señor, veo claramente que más vale saber callarse que hablar. Aunque en ocasiones como esta, a veces está uno tentado de activar su lengua. Pero aquí era evidente que valía más callarse que hablar elocuentemente. Además, en el que se presentó a los sacerdotes como romano hemos tenido un representante valiente, entendido y persuasivo.
3. Casi me dio risa cuando los tres del Templo empezaron a retirarse; en este país se han jugado casi todo su prestigio. Quedaron estupefactos y, ante el discurso cada más enérgico del romano de Cafarnaúm, ponían caras cada vez más avinagradas y sus pies comenzaron a agitarse intranquilos, preparándose para la huida inmediata. Cuando me di cuenta de la intranquilidad particular de sus pies, mi espíritu me dijo: “¡En seguida se volverán invisibles!”. Y así fue.
4. Realmente, Señor, cuando las intenciones de unos bellacos malvados e incorregibles como las de éstos quedan cortadas en seco, no puede ser pecado si el corazón siente alguna vez, como en este caso, una cierta satisfacción inevitable. Yo, por mi parte, estuve pendiente de la boca del romano».
5. A estas palabras le respondí: «Todo corazón decente puede alegrarse con todo derecho ante cualquier contramedida, aplicada en tiempo oportuno, que descubra y acabe con un mal oculto. Aunque bien mirado sólo porque impide lo malo y lo falso, ¡nunca por la persona que fue instrumento de tal pecado sólo a causa de su ceguera!
6. Bien viste lo malos que eran los dos gerasenos. Cuando exorcicé la legión de demonios que los dominaban, ¡fíjate lo buenos y dulces que se volvieron ambos!, ¡cómo alababan a Dios por haber provisto a un hombre de semejante poder! ¿Acaso habría sido justo alegrarse sólo por el hecho de que las fechorías de los dos malvados llegaran a su fin y reírse porque la manada de cerdos —medio de usura de algunos porqueros— se precipitó en el mar? No, ¡tal alegría habría sido indigna para un hombre justo! Pero alegrarse porque los dos endemoniados se libraron de los demonios que los atormentaban, y que los mismos demonios malignos, sirvieran finalmente para destruir un espíritu de usura tan acentuado, tal alegría sí es de origen celestial.
7. Os diré a todos una verdad muy profunda: Quien se ríe de un tonto, demuestra tener el mismo talento. Porque uno hace tonterías por ser un necio y el otro, por ser también un necio, se ríe de las necedades del anterior. De modo que una necedad halla placer en la otra, hasta un punto tal que ni siquiera le parece bien que la otra empiece a actuar razonablemente.
8. Pero si dais consejos fraternales a uno que actúa insensatamente y cuando realmente comienza a actuar con sabiduría, os reís felices y con el corazón lleno de amor, entonces vuestra alegría estará en el Orden de los Cielos y así será buena y justa.
9. Un ciego le dice a uno que ve: “Amigo, me he equivocado en el camino y no sé siquiera si ando en el buen sentido o en el malo. Según los pasos que conté debiera ya estar cerca de mi casa. Pero si en mi confusión fui hacia atrás en vez de ir adelante, entonces debo estar más lejos de mi casa que cuando me puse en camino para volver a ella. Por favor, ¡ten la bondad de llevarme a mi casa!”.
10. Entonces el que ve normalmente se ríe del ciego y pese a que ya está a diez pasos de la puerta, le contesta: “Amigo, te has equivocado por completo. Dame tu mano y aunque todavía estás bastante lejos, te llevaré a tu casa ya que me lo has pedido”. Lleno de alegría, el ciego le da las gracias anticipadas. Y luego, riéndose, el que ve hace dar veinte vueltas al ciego alrededor de la casa diciéndole finalmente, todavía riéndose: “Bien, amigo, hemos llegado a tu casa, ¡aquí está!”. El ciego se lo agradece mil veces y el otro se divierte con su broma que le salió tan bien.
11. Pregunto Yo: ¿Quién es más ciego en este caso, el mismo ciego o el guía que ve? Por si acaso lo diré: El guía desalmado es más ciego, porque es ciego de corazón, lo que es mil veces peor que la ceguera de los ojos.
12. A los hombres también les gusta reírse de anécdotas graciosas, especialmente cuando contienen alusiones obscenas que descubren a los ojos y los oídos del mundo las debilidades de sus hermanos.
13. Os digo que quien encuentra gracia en ello y a quien le da risa ver cómo un despabilado engaña a un crédulo, vendiéndole una judía ligeramente plateada como si fuera una perla auténtica, en aquel corazón el diablo ha depositado una gran cantidad de mala semilla de la que nunca nacerá un fruto de vida.
14. Así que vale más apartarse de todo esto y entristecerse donde el mundo ciego se ríe desmedidamente. Pues, la comedia del mundo es una tragedia para los verdaderos hijos de Dios. ¡Muchas veces los ángeles en los Cielos lloran cuando la gente mundana se ríe!
15. Por ello olvidemos a los tres del Templo aunque estén llenos de maldad, pues no dejan de ser hijos perdidos de vuestro mismo Padre. Lo que hay que despreciar en ellos es su maldad. Pero no debemos despreciar a los individuos y hermanos nuestros que son, ¡a ellos hay que compadecerlos!
16. Vale más cubrir a Noé ebrio que exponerle a la burla de la gente.
17. Si esto lo habéis entendido en vuestros corazones, entonces ya podemos salir de la sinagoga vacía para ir a casa. Seguro que el almuerzo está preparado».
La vanidad y el orgullo son debilidades de la mujer
1. Nos fuimos y muchos nos saludaron, pero sin preguntar quiénes éramos ni a dónde íbamos.
2. En medio del camino nos encontramos con Judas Iscariote que nos preguntó que de dónde veníamos y a dónde íbamos ahora, pues no había estado en la sinagoga ya que anduvo ocupado vendiendo pescado y utensilios caseros, y estaba muy contento por haber ganado mucho dinero. Pero nos acompañó a mi casa donde aprovechó bien la comida que no le costaba nada. Apenas terminada, volvió a su puesto del mercado para seguir con sus negocios, porque el mercado duraba tres días.
3. Al día siguiente la madre María me preguntó cuánto tiempo me iba a quedar esta vez en casa y si venía alguien más, para saber si tenía que ir a buscar más provisiones, porque las existentes estaban agotándose ya.
4. «Mujer», le dije, «¡no te preocupes por Mí y por mi grupo! Porque a Aquel que con su Amor alimenta la Tierra inmensa, el Sol, la Luna y las estrellas, no le es desconocida esta pequeña casa y Él sabe perfectamente lo que nos hace falta. Así que no te preocupes; todo está ya previsto desde las Alturas.
5. El Padre en el Cielo no deja pasar hambre a sus hijos, a no ser que lo necesiten para su salvación.
6. Ya has visto en Sicar cómo el Padre en el Cielo cuidó de sus hijos. ¿Acaso piensas que en estos pocos días el corazón del Padre se ha endurecido? ¡Ve a revisar la despensa y verás que tus preocupaciones son vanas!».
7. María fue a la despensa y la encontró completamente llena de pan, harina y fruta, pescado fresco y ahumado, leche, queso, mantequilla y miel. Cuando vio todo eso quedó embargada por la emoción. Volvió corriendo a Mí, cayó de rodillas y me agradeció el maravilloso suministro.
Pero Yo en seguida me incliné, la levanté y le dije: «¿Cómo es que me haces a Mí lo que únicamente merece el Padre? ¡Levántate, los dos nos conocemos desde hace ya treinta años y sigo siendo el mismo!».
8. María lloró de alegría, saludó a todos mis discípulos y salió para preparar un buen almuerzo.
9. Los discípulos se acercaron a Mí y comentaron: «¡Qué mujer y madre más cariñosa; tiene ya cuarenta y cinco años y parece no haber pasado ni de los veinte! De veras, ¡es la mujer más hermosa entre todas las mujeres del mundo!».
10. Y Yo confirmé sus palabras: «Pues sí, ella es la primera y jamás habrá otra igual. Pero también sucederá que se le erigirán más templos que a Mí y le rendirán diez veces más homenajes, con lo cual surgirá la creencia de que sólo mediante ella se puede llegar a la bienaventuranza.
11. Por esto Yo no quiero que sea tan reverenciada; pues sabe muy bien que es mi madre física y Quién es quien se encarnó en el cuerpo al cual ella dio a luz. Sed complacientes con ella, ¡pero cuidaos de no dedicarle ni la menor veneración divina! Porque a pesar de todas sus virtudes sigue siendo una mujer y hasta la mejor de las mujeres sólo está a un paso del camino a la vanidad».
1
Pedro estaba meneando la cabeza y encogiéndose de hombros.
Por esto Simón de Caná le preguntó: «¿Qué te pasa? Si el Señor predice algo, entonces se cumplirá. Nosotros sabemos ahora cómo tenemos que tomar este asunto y cómo nos tenemos que comportar. ¿Por qué, entonces, meneas la cabeza?».
2. «Querido Simón», dijo Pedro pensativo, «no es por eso».
3. «Pues, ¿por qué es?».
4. «Mira, la Palabra y la acción del Señor son santas, y toda la humanidad de la Tierra podría ser muy feliz si ya tuviera esta Doctrina y viviera de acuerdo con ella. Pero en vista de las dificultades, ¿cuándo llegará esta santa Doctrina a ser un bien común de toda la humanidad de la Tierra? Y si el Señor aún tolera determinados acontecimientos, temo que este alimento tan delicioso para las almas degenere con el tiempo en un alimento para perros y cerdos. ¡Eso, hermano mío, es lo que me ha hecho menear la cabeza y alzar los hombros!».
5. Entonces Yo me dirigí a Pedro: «¡Tranquilo y cumple con tu encargo! No tienes que preocuparte en absoluto por el resultado. Lo que pasará, lo que de todos modos tiene que pasar en nombre de todo el Amor y de toda Sabiduría, esto sólo lo sabe el Padre y también Aquel a quien Él se lo quiere relevar, incluso cómo, cuándo y por qué Él consentirá que todo eso pueda suceder.
6. Si entras en el estudio de un artista y ves las diversas herramientas, ¿sabrás acaso cómo las utiliza el artista para su obra? Seguro que en ese caso también menearías la cabeza y te encogerías de hombros. Pero si el artista te lo enseñase, lo sabrías.
7. Te digo: Muy por encima de todos los artistas está Dios y el arte más sublime es el de crear en innumerables individuos una vida absolutamente independiente. Y para tal fin hace falta una inmensa variedad de herramientas espirituales. Tienes que ver que tú, María y todos los seres humanos, sois obras y herramientas para ese fin único, herramientas que únicamente el Padre en el Cielo sabe utilizar de la manera más sabia.
8. Por esto no te preocupes más que por aquello para lo cual estás predestinado, y como herramienta adecuada en las manos del Padre darás buenos servicios.
9. ¿O piensas que la pala está por encima de quien la usa como útil de limpieza? Si sirve bien, se limpia con ella el trigo y la cebada. Pero si no vale, será arreglada o se la tirará al fuego.
Y si el Padre te destinó a ser pala, entonces selo y no quieras también ser vasija. ¿Comprendes esto?».
10. «Pues no, Señor», respondió Pedro. «No me queda claro. Procuro averiguar su sentido pero no entiendo esta imagen misteriosa. ¿Cómo es posible ser obra y herramienta a la vez y cómo es que soy una pala?».
11. «¿No es cada herramienta ya una obra de arte a su manera antes de que el artista la utilice, hecha para que le sea útil al artista en la realización de otra obra?
12. Yo te digo que en la mano del Padre celestial eres una pala porque a ti y a los demás discípulos os enseño ahora cómo llevar a los hombres al verdadero conocimiento de Dios.
13. Los hombres del mundo son como el trigo y la cebada. Pero estos cereales vivos no crecen sin cizaña e inmundicias. Con el fin de que estos cereales, es decir, hombres del mundo, puedan ser limpiados de su cizaña e inmundicias y para que puedan ser recogidos como cereales absolutamente limpios en los eternos graneros del Padre, habéis sido transformados ahora en verdaderas palas vivas, por medio de las cuales el Padre de los Cielos limpiará sus cereales. ¿Lo comprendes ahora?».
14. «Sí, Señor, ahora todo está absolutamente claro. Sólo quisiéramos saber una cosa todavía: ¿Cómo es que siempre hablas del Padre en el Cielo como si fuera una segunda persona, mientras que nosotros, desde Sicar, en secreto siempre te tomamos también por el Padre? ¿Quién, entonces, eres Tú en realidad? ¿Acaso eres Tú también una pala en la mano del Padre?».
15. «Primero soy Aquel que Yo soy; luego también soy Aquel que no parezco ser. Siembro y cosecho como el Padre lo hace. Y quien me sirve de pala, también le sirve de pala al Padre; porque donde está el Padre, allí está también el Hijo y donde está el Hijo, también está el Padre. Entre tanto, el Padre está encima del Hijo y el Hijo tiene su origen en el Padre. Pero al Padre nadie le conoce, sino únicamente el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. ¿Comprendes esto?».
16. «Señor, ¡eso ni un ángel lo entenderá! ¿Cómo, entonces, lo comprenderemos nosotros? Pero si Tú quisieras, bien podrías mostrarnos una vez al Padre».
17. «Para esto, aún no habéis madurado bastante. Pero pronto llegará el tiempo en que estéis ya maduros y todos veréis también al Padre».
18. En este momento vino María y nos avisó que el desayuno estaba preparado.
1. Cuando nos sentamos a la mesa comimos con buen apetito y con buenos ánimos. Cuando terminamos entró Judas y nos reprendió severamente por no haber mandado nadie a llamarle, porque todos debíamos saber que tenía mucho trabajo y que no podía adivinar cuándo íbamos a comer. Pues en su opinión también formaba parte de nuestra asamblea.
A estas palabras Tomás se enfureció: «Señor, mi moderación se acabó, ¡este probará mis puños!».
2. «Déjale en paz», le calmé. «¿Acaso nunca has oído que, donde moran doce ángeles bajo un techo, el duodécimo es un diablo disfrazado? ¡Déjale, porque a éste no le cambiarás!».
Tomás se sentó y Judas se fue sin comer nada.
3. Mientras todavía estábamos sentados a la mesa, volvió Judas y con buenas palabras nos pidió algo de comer; pero las muchas bocas ya habían terminado con todo.
4. Entonces dije Yo: «¡Dadle algo de comer!».
Jacob le dio pan, sal y un pescado muy bien preparado que pesaba unas siete libras. Judas se comió el pescado entero y bebió mucha agua, tanta que empezó a sentirse mal. Entonces protestó que el pescado no estaba fresco, lo que siempre resulta malo para el estómago.
5. De nuevo Tomás se puso de mal humor y le dijo: «Sigues siendo el mismo bruto y grosero de siempre. ¡Ve a la despensa a averiguar si nuestro pescado está fresco o no! Si como un lobo hambriento devoras un pescado de siete libras y al mismo tiempo te tragas el agua de una vasija que sería suficiente para veinte personas y, además, aún te cargas con un pan entero nada pequeño, ¿cómo puedes sorprenderte si el estómago se te revuelve? Ya que te sientes tan mal, mira, tenemos al mejor médico aquí entre nosotros. Pídeselo y Él te ayudará».
6. «Todos vosotros me guardáis rencor y decís que soy un diablo», se quejó Judas. «Entonces, siendo un diablo, ¿cómo creeréis que sufro y que necesito ayuda?».
7. «¿Acaso no estuviste con nosotros cuando el Señor atendió la petición de los gerasenos? Si de verdad te tomas por un diablo, ruega pues como un diablo y ya habrá aquí o allá alguna piara de puercos en la que te puedes meter, siempre que el Señor atienda tu petición».
8. «¡Menuda sugerencia por tu parte!... Nunca fui consciente de tener un amigo tan bueno como tú. Pero le pediré a Jesús que me ayude y ya veremos si Él me sugiere como tú que me introduzca en una piara de puercos». A esto Judas se dirigió a Mí y me explicó su problema.
Y Yo le dije: «¡Vuelve a tus vasijas, allí te sentirás mejor con tu estómago!».
9. Judas se fue y, pasando delante de Tomás, le dijo: «¿Ves?, ¡nada de introducirme en puercos!».
Pero Tomás comentó: «¡Ni nada mejor, porque tus ollas son para ti un medio de acaparamiento como los puercos lo eran para los gerasenos!».
Judas no dijo nada y se fue deprisa.
10. Poco después se presentaron tres fariseos de Cafarnaúm y preguntaron si Yo estaba en casa. Cuando les dijeron que sí, entraron en el comedor y de nuevo preguntaron por Mí pues no me conocían en persona.
11. Yo, sin embargo, dije con voz fuerte: «¡Soy Yo! ¿Qué queréis que haga con vosotros?».
12. Con esta respuesta se asustaron de tal manera que ya no se atrevieron a preguntar nada, pues mis palabras poderosas causaron en sus corazones el mismo efecto que si les hubiera caído un rayo. De modo que de nuevo les pregunté qué era lo que querían.
13. Uno de ellos dio un paso adelante y dijo con voz tímida: «Buen Maestro...».
14. Pero Yo le corté la palabra: «¿Por qué me llamas bueno, acaso no sabes que aparte de Dios nadie es bueno?».
«¡No seas tan duro conmigo», me rogó el fariseo, «pues, necesito de tu probada ayuda!».
«¡Vete y no me detengas! Esta tarde bajaré al mar para la pesca, ¡allí me encontrarás!».
15. Con esta respuesta se fueron los tres. El que habló conmigo era el director de la escuela y sinagoga de Cafarnaúm y se llamaba Jairo.
1. Cuando Pedro oyó que Yo quería ir al mar, me preguntó si debía adelantarse para preparar la barca grande. Pero Yo le indiqué: «¡No te preocupes de eso porque cuando lleguemos, todo estará ya listo!».
2. La madre María quería saber si debía preparar algo para el almuerzo o la cena y le respondí: «No para comer, ni tampoco para cenar, porque volveremos muy tarde por la noche».
3. Luego les dije a los discípulos que, si querían acompañarme, debían ponerse en camino ya. De modo que todos se levantaron y juntos nos dirigimos hacia el mar que, como se sabe, empieza cerca de Nazaret.
4. Al llegar allí, encontramos una gran muchedumbre. También había varios barcos. En seguida subimos a la barca de Pedro y zarpamos.
5. Como la gente vio que me iba, montaron en muchos otros barcos para seguirme.
6. Entre ellos se encontraba uno de los tres fariseos que se llamaba Jairo y que tenía en las cercanías de Cafarnaúm una casa de campo preciosa.
Cuando con su barco alcanzó el mío, se hincó de rodillas y me rogó: «¡Señor, mi hija se está muriendo! ¡Ay, si vinieras a imponerle las manos para curarla!».
Como aún no estábamos lejos de la playa, di a Pedro orden de volver.
7. Al llegar había tanta gente que alcanzar la casa de Jairo casi nos costó tres horas, en vez de una como era normal.
8. Cuando, guiados por Jairo, estábamos abriéndonos paso a través de la multitud, más bien a empujones que andando, una mujer que hacía doce años que sufría flujo de sangre y que había gastado ya casi todos sus bienes en médicos, se me acercó por detrás y tocó mi ropa con la fe de que esto le iba a curar; pues había oído mucho de Mí.
9. Como era griega y no judía, le faltaba valor para acercarse a Mí abiertamente, pues en aquellos tiempos había cierta tensión entre los judíos y los griegos por la competencia comercial y porque se disputaban la primacía en Roma.
10. Los griegos, como pueblo culto y heroico, eran mucho más respetados por los romanos y gozaban de muchas más ventajas en Roma que los judíos, que tenían allí bastante mala fama. Además, en cierto modo, los griegos eran algo como la policía secreta entre los judíos, por lo que estos no les tenían ningún aprecio.
11. Ello producía miedo, especialmente de las mujeres griegas ante los judíos, porque estos, astutamente, hicieron correr entre los griegos el rumor que los judíos, expertos en muchas clases de magia, podían volver estériles a las mujeres griegas sólo con fijar la vista en ellas. Tal fue la razón por la cual la mujer se acercó a Mí por detrás.
12. En el momento de tocarme, en seguida sintió que estaba curada. El flujo de la sangre se cortó y su mente quedó totalmente aliviada y tranquilizada respecto a su mal. Con todo su ser se dio cuenta de su curación.
13. Yo me giré y pregunté a los discípulos que estaban más próximos: «¿Quién me ha tocado?».
14. Los discípulos casi se pusieron de mal humor ante esta pregunta y me dijeron: «Pero Tú mismo estás viendo cómo el pueblo te empuja, ¿cómo es que nos preguntas quién te ha tocado?».
15. Pero Yo les respondí: «No es por eso sino que quien me ha tocado ahora, lo ha hecho con fe y con la intención de tocarme, porque he sentido muy bien que emanó de Mí una fuerza».
16. Ante estas palabras la mujer se asustó, porque mientras tanto Yo había fijado la mirada en ella, sabiendo que era ella misma la que me había tocado y por qué lo había hecho. Entonces cayó a mis pies, me confesó todo francamente y me pidió perdón; tenía tanto miedo que todo su cuerpo temblaba.
17. Pero Yo la miré y le dije: «¡Levántate, hija mía, tu fe te ha salvado! ¡Vuelve en paz a tu tierra, ten salud y alivio de tu mal!».
18. Y la mujer se levantó muy contenta y se fue a su tierra, un camino de medio día. Era la hija de un arrendatario cercano a Zabulón y era soltera. A los trece años se había entregado una vez a un hombre sensual que le pagó dos libras de oro. Como consecuencia tuvo que sufrir durante doce años y gastar todo el oro en médicos. El regalo la había hecho muy rica, pero, antes de volver a tener salud, tuvo que deshacerse de toda esa fortuna.
1. Todavía comentando con los discípulos la vida de la mujer, llegaron algunos de los criados de Jairo, casi sofocados, para traerle la triste noticia de que su hija acababa de morir.
2. Jairo se puso muy triste y me dijo: «Querido Maestro, como por desgracia ya es demasiado tarde para ayudar a mi hija más querida, no hace falta que te preocupes más por ella».
3. Con estas palabras empezó a llorar a lágrima viva, porque quería mucho a su hija única que tenía doce años, aunque más parecía una moza bien hecha de veinte.
4. Como la tristeza de Jairo me tocó el corazón, Yo le dije: «Amigo, ¡no tengas miedo sino ten fe, tu hija no está muerta sino dormida y Yo voy a despertarla!».
5. Oyendo esto, Jairo volvió a tranquilizarse.
6. Ya cerca de su casa, les dije al pueblo y a los discípulos, que aún tenían una fe un tanto vacilante, que se quedasen allí; y sólo permití que me acompañaran Pedro, Jacob y su hermano, y Juan; porque su fe ya tenía buenos cimientos para edificar sobre ellos.
7. En la casa de Jairo había un barullo tremendo debido a la costumbre judía de llorar y dar gritos en voz alta cuando moría alguien.
8. Cuando Yo entré al cuarto donde la muerta estaba en una cama adornada, les dije a los alborotadores: «¿Qué clase de barullo estáis armando y cuánto lloráis? ¡La hija no está muerta sino sólo dormida!».
9. A estas palabras se burlaron de Mí y dijeron: «¡Vaya una dormida! Hace más de tres horas que no respira ni tiene pulso, el cuerpo está frío y descolorido y los ojos vidriosos; así que, según tus conocimientos, ¿está dormida? ¡Claro, también es una forma de sueño, sólo que de este sueño uno no se despierta sino el día del juicio!».
10. Entonces le dije a Jairo: «¡Mándalos a todos afuera, porque su incredulidad es inoportuna aquí!».
En seguida lo intentó, sin embargo, los alborotadores no le hicieron caso. De modo que me rogó a Mí que le ayudase y los despaché a la fuerza.
11. Con Jairo, la triste madre y los cuatro discípulos volví a entrar al cuarto de la hija muerta.
En seguida me acerqué a ella, tomé su mano izquierda y le dije: «¡Talitha kumi!», lo que significa “Niña, a ti te digo: ¡levántate!”.
12. En el mismo momento se levantó y, con su vivacidad natural, saltó de la cama adornada y abrazó a su padre y a su madre. Al mismo tiempo sintió que tenía hambre y que quería comer algo.
13. Los padres, extraordinariamente felices y anegados en lágrimas, me preguntaron si le podían dar de comer y qué. Les respondí: «¡Le podéis dar lo que ella desee y lo que tengáis a mano!».
14. Había allí en un plato algunos higos y dátiles, y la hija preguntó si se podía servir de ellos.
Y Yo le dije: «¡Come lo que te guste, porque estás bien y no volverás a caer enferma!».
15. Así que la niña corrió hacia el plato y terminó casi con todo lo que en él había, de modo que los padres estaban un tanto preocupados de que esto le pudiese perjudicar.
16. Pero Yo los tranquilicé, diciéndoles: «¡No os preocupéis, si Yo os he dicho que esto no le perjudica, entonces no le perjudicará!». Y los padres creyeron.
17. Cuando la niña se hubo reconfortado, se acercó a sus padres y les preguntó en voz baja quién era Yo; porque cuando dormía en la cama, vio los Cielos abiertos y muchos ángeles luminosos: «Y en medio de los ángeles había un hombre muy agradable que me miraba. Luego se acercó, tomó mi mano y me dijo: “Talitha kumi” y con esta llamada suya me desperté. ¡Y me parece que este hombre es el mismo que vi en mi sueño en medio de tantos ángeles!... ¡Tiene que ser un hombre muy bueno y cariñoso!».
18. El padre, desde luego, comprendió muy bien la pregunta de su hija. Pero, por una señal que Yo le hice, sólo le dijo que había tenido un sueño verdadero y que dentro de poco se lo explicaría. Con esto la hija se conformó.
19. Entonces le dije a Jairo que él, su mujer y su hija, saliéramos afuera para reprender por su falta de fe a quienes allí esperaban.
Cuando los incrédulos vieron a la hija que se acercó a ellos con buen aspecto para preguntarles por qué estaban todos tan perplejos y asustados, se sobresaltaron aún más y exclamaron: «¡Esto es un milagro!, ¡la niña estaba realmente muerta y ahora vive!». Y en seguida quisieron pregonarlo.
20. Pero Yo les amenacé y les di orden a todos que, por su propia salvación física y espiritual, debían guardar el asunto en secreto. Y se callaron y se fueron.
1. Mateo, que me había seguido a cierta distancia para ver lo que ocurría y luego poder anotarlo, ahora se acercó a Mí para preguntarme si debía escribir estos acontecimientos.
2. Le respondí: «Déjalo para no correr el riesgo de confusión con otro acontecimiento muy parecido que sucederá pasado mañana cuando volvemos al mar; aquello lo podrás anotar íntegramente. Además, desde mañana en adelante podrás anotar todo lo que suceda de extraordinario».
3. Con esto Mateo se quedó contento. Pero también Juan, por lo extraordinario que era este hecho, me preguntó si no lo podía anotar al menos con algunas pocas palabras.
4. «Lo puedes hacer», le respondí, «pero no junto a lo que vienes escribiendo hasta ahora. Guárdalo para más tarde. Pues, dentro de medio año ocurrirá un caso muy similar y entonces podrás anotar ya sea este o aquél.
5. De todos modos no es tan importante anotar una señal que se parece a otra anterior. Además, esto puede causar confusiones a futuros seguidores de mi Doctrina. Y es fácil que de tales confusiones surjan toda clase de dudas y extrañezas que, en vez de servir, pueden más bien perjudicar a lo principal: mi Doctrina.
6. Mientras todavía vivamos en esta Tierra Yo, vosotros y otros que, a su manera, pueden testimoniar la plena verdad de las muchas señales, las dudas serán aclaradas con facilidad. Pero en tiempos venideros en los que, a causa del libre arbitrio del hombre, sólo las escrituras deberán dar testimonio de Mí, estas anotaciones tienen que ser exactas y estar bien ordenadas. De lo contrario perjudicarán más de lo que ayudarán».
7. «Señor y amor mío, lo que ahora nos has dicho es la pura verdad», comentó Juan. «Pero justamente por esto puede ser aconsejable que yo anote exactamente lo mismo que mi hermano Mateo anota sobre tu Doctrina.
8. Pues, si en el futuro los hombres comparan las dos Escrituras y en la mía no encuentran lo que consta en la suya, ¿no empezarán a cavilar y a dudar de la verdad de todo el Evangelio? Tal vez dirán: “¿No había un solo Jesús que enseñó y realizó todo aquello?”. ¿Cómo es posible que Mateo haya escrito esto y Juan lo otro, si se sabe que ambos estaban continuamente alrededor de Él? Me imagino que este juicio de los descendientes será inevitable».
9. «En eso tienes razón, hermano querido, pero el motivo por el cual permito que pase todo esto, de momento es para ti todavía incomprensible. Aunque más tarde también llegarás a comprenderlo.
10. Lo que Mateo escribe vale especialmente para esta Tierra, mientras lo que tú escribes vale para toda la eterna infinitud. Porque en todo lo que tú escribes se refleja, de manera oculta, la pura Actividad divina desde eternidades a eternidades, a través de todas las creaciones ya existentes y también de aquellas que en eternidades futuras tomarán el lugar de las ahora existentes. Aunque escribieras miles de libros sobre lo que a ti y a todos vosotros aún os iré revelando, el mundo nunca los comprendería. De modo que tales libros tampoco le servirían para nada al mundo42..
11. Pero el que vive de acuerdo con las enseñanzas transmitidas y cree en el Hijo, ése renacerá de todos modos en el espíritu y este le llevará a todas las profundidades de la Verdad eterna.
12. Ahora ya conoces el motivo por el cual no te dejo anotarlo todo. Así que no me preguntes más sobre ello; porque al mundo no se le debe aclarar todo demasiado bien, para que no incurra en un juicio mayor que el antiguo e inevitable en el que ya se encuentra.
13. Presentaré mi Doctrina de tal manera que nadie alcanzará la base de la Verdad viva sólo leyéndola o escuchándola, sino únicamente actuando de acuerdo con mi Doctrina. Sólo la actividad de cada uno se convertirá en una Luz para él».
1. Después de esta enseñanza Jairo volvió a acercarse a Mí y me dijo: «Querido Maestro, al devolverme a mi hija me diste más que si me hubieras dado mil vidas. ¿Cómo te lo puedo agradecer y cómo recompensarte? ¿Qué puedo hacer por Ti?».
2. «Nada», le dije. «Sólo no escandalizarte en el futuro cuando oigas esto y aquello de Mí. Hasta ahora estuviste contra Mí; en adelante está a mi favor, pues el mundo entero no te puede dar ni hacer lo que Yo te di e hice. Vendrá el día en el que comprenderás el por qué y cómo me ha sido posible hacértelo. ¡Acuérdate de Mí en tu corazón!».
3. Jairo lloró de alegría y su mujer e hija sollozaron cuando, con mis discípulos, me puse en camino para volver a Nazaret. Me acompañaron hasta el sitio donde nos esperaban los demás discípulos y una gran muchedumbre.
4. Cuando llegamos había gran cantidad de curiosos que no hacían otra cosa sino preguntar impacientemente cómo estaba la hija de Jairo.
5. Pedro tomó la palabra: «¡Parece que sois ciegos, porque aquí está la niña que estaba muerta y ahora vive! ¿Qué más queréis?».
Entonces muchos se dirigieron a Jairo y le preguntaron si eso era verdad.
6. Y Jairo dijo en voz alta: «¡Sí, ciegos e incrédulos! ¡Todavía hace una hora lloraba por la pérdida de esta mi hija única más querida y ahora me veis feliz y lleno de alegría porque la tengo de nuevo! ¿Es posible que no os baste esta prueba tan evidente?».
7. Todos se admiraron de estas palabras. Y cuando empecé a ponerme en marcha con los discípulos, la muchedumbre, unas tres mil personas, nos acompañó hasta Nazaret.
8. Cuando llegamos a casa ya era noche cerrada, pero María y los hermanos estaban todavía levantados. Nos esperaba una cena muy buena, que a muchos de entre nosotros buena falta le hacía porque no habíamos comido nada desde la mañana.
9. También Judas se encontraba en la casa, durmiendo en un lecho de paja. Como nuestra conversación le despertó, en seguida se levantó para únicamente preguntarnos cómo había ido la pesca.
10. A esto Pedro le contestó: «¡Sal y mira!».
Y Judas salió pero no podía ver sino la muchedumbre que se había congregado en los alrededores de mi casa. De modo que pronto volvió a entrar y preguntó a Pedro dónde estaba la pesca, pues había dado una vuelta entera alrededor de la casa sin encontrar ni un solo pescado.
11. A lo que Pedro le contestó: «¿Acaso nunca has oído que los ciegos no ven, que los sordos no oyen y que los necios no entienden de otra cosa sino de los deseos de su estómago?
¡Mira, usurero ciego, todos estos hombres que por miles han acampado ahí fuera, ellos son la pesca maravillosa de la que te hablo!».
12. «¡Caramba! Pues esto, desde luego, no deja de ser una buena pesca para cierto fin. Sin embargo, un pescado de cien libras valdría más para nuestra vida ordinaria que toda esa gente de ahí fuera. El pescado podría venderlo por un buen precio, sin embargo, por esos de ahí fuera poco me darán».
13. «Con tu afán de lucro, seguro que te volverás enteramente víctima de Satanás. ¿Acaso eres tú más que nosotros? Nosotros vivimos todos sin afán de lucro alguno y tú vives con nosotros y comes en nuestra mesa, lo que no te cuesta sino el pequeño trabajo de masticar y tragar. Si vives aquí sin tu absurdo dinero, ¿para qué lo necesitas?».
14. «¿Acaso no sabes que tengo mujer e hijos?», se defendió Judas. «¿Quién los mantendría si yo no ganara nada? ¿Piensas que se podrían alimentar del aire?».
15. «Mira, yo puedo soportar muchas cosas pero una mentira, ¡eso no! En Jerusalén, donde no saben nada de ti salvo que eres galileo, fácilmente podrías pasar por un abnegado padre de familia. Pero aquí, ante mí, eso no cuela de ninguna manera. Pues yo y todos los que hemos sido vecinos tuyos te conocemos demasiado bien a ti y a tu organización familiar para poder creer tus palabras. Tu mujer y tus hijos han pasado hambre desde siempre y siempre han tenido que ganar su sustento a base de mucho trabajo duro. De tu pesca poco se han aprovechado, la ropa la tienen de mí y poco tiempo hace que, mientras tú anduviste de acá para allá por los mercados, por piedad reconstruimos la casa totalmente derruida de tu familia. ¿Acaso nos compensaste con algo? ¿Y esto es lo que tú llamas preocuparte por tu familia? ¡Ve a avergonzarte durante diez años por tamaña mentira!».
16. Judas puso una cara desconcertada y ya no dijo ni una palabra más, porque Pedro le había atrapado. Salió afuera para reflexionar bien en el asunto, volvió a entrar después de un rato y nos pidió perdón a todos. También prometió cambiar por completo desde aquel momento, que quería convertirse en un verdadero discípulo mío, pero que de ninguna manera le despachásemos.
A esto Natanael, que habitualmente hablaba muy poco, dijo: «En ti mora el espíritu de
Caín, ¿me entiendes? Y este espíritu no se cambiará en este mundo; pues, el espíritu de Caín es el mismo mundo del cual no se puede esperar mejora alguna».
17. «¡Cómo no!», dijo Judas. «¡Tú y tu manía de abusar del antiguo espíritu de Caín!...
¿Dónde está él y dónde nosotros? Su raza se extinguió. Solamente quedó Noé, en cuya descendencia ya no existe ni una sola gota de sangre de Caín. En nuestras venas tenemos por el contrario la sangre pura de los hijos de Dios. Y donde la sangre es pura, también lo es el espíritu, porque el espíritu del hombre tiene origen en su sangre, de modo que tiene que ser siempre igual de puro como la sangre».
18. «Esa idea absurda ya la conozco desde hace tiempo y no me dice nada. ¡Ve a los saduceos! Allí aún llamarás la atención con tus disparates. Para nosotros la sangre es materia perecedera y el espíritu sigue siendo espíritu eternamente. ¿Qué te vale tu sangre de los hijos de Dios, mientras en ella viva un espíritu impuro, como en tu caso? ¿Me comprendes?».
19. «Pues sí, es fácil que tengas razón en esto y por ello me esforzaré todo lo que pueda en familiarizarme a fondo con vuestra Doctrina. Pero como la misma se basa en el humanitarismo y se acerca a todos con paciencia y mansedumbre, creo que no es muy justo por vuestra parte intentar continuamente alejarme de vosotros mediante disputas eternas. ¿Qué valdría una doctrina sin discípulos? Sería un sonido hueco y sin oyentes. Cada doctrina precisa tanto de los discípulos como los discípulos de una buena doctrina. A mi juicio cada discípulo tiene respecto a una doctrina tanto valor como la doctrina más pura lo tiene en sí misma. Por eso, no sería desacertado que tuvierais conmigo, vuestro discípulo y compañero, algo más de paciencia.
20. Todavía estoy un tanto anclado en mis antiguos principios; con lo sabios que sois, ya os habréis dado cuenta. Y es justamente por eso por lo que deseo familiarizarme con vuestra Doctrina para conseguir con ella deshacerme de la antigua, en la cual, en realidad, poca fe me queda. Pero como aún no estoy bien iniciado en la misma, tendréis que tolerar que todavía alguna vez plantee una controversia.
21. Si algún día llego a estar tan iniciado en la nueva Doctrina de vuestro Maestro como lo estáis vosotros y, tal como vosotros, encuentro que sus principios son irrefutables, buenos y verdaderos, entonces es fácil que yo sea un defensor cien veces más fervoroso de ella que todos vosotros juntos. Pues soy valiente y hago frente a cada cual porque no temo a nadie. Si tuviera el menor miedo, hace mucho tiempo que os habría abandonado; porque vosotros y vuestro Maestro, muchas veces ya y eso sin el menor disimulo, me habéis sugerido que abandone vuestra asamblea. Pero como es sabido que no tengo miedo, siempre vuelvo; y aunque cada vez os consuma por ello el mal humor, sigo siendo un discípulo de esta nueva Doctrina tanto como vosotros. ¿Qué me podéis replicar?».
22. «Mucho y nada», le respondió Natanael, «porque eso depende. Aunque no conozcas el miedo, en eso apenas hay virtud digna de encomio pues hasta Satanás tiene que ser impávido, de lo contrario no podría desobedecer a Dios el Señor durante eternidades. Ya lo vemos entre los animales de esta Tierra, de los cuales evidentemente algunos tienen más valor que otros. Mira un león, un tigre, una pantera, un lobo, una hiena o un oso y compáralos con un cordero, una cabra, una corza, una liebre y otros animales tímidos. ¿A cuál de estas dos clases de animales te unirías?».
23. «Está bien claro que yo, como todo el mundo, me uniría a los animales mansos y nunca jamás a los feroces, pues el valor del león es la muerte del hombre».
24. «Sin embargo, ensalzas extraordinariamente el valor y piensas volverte un discípulo muy activo precisamente por él. Te digo que el valor en sí es un gran vicio, porque es fruto del orgullo que, a su vez, desprecia todo aquello que no corresponde al amor propio del hombre. Por eso, nuestra Doctrina nunca elogiará el valor impávido de un hombre como una virtud, puesto que es justamente lo contrario de aquello que la misma exige del hombre.
25. ¿Quiénes son los que hacen las guerras? Son los llamados héroes que no temen ni a la muerte. Piensa en un mundo lleno de héroes, y grandes guerras cubrirán continuamente enteramente la vasta Tierra. Pues ningún héroe quiere ser uno entre muchos, sino héroe único y no descansará antes de haber sometido a todos los demás o haberlos despachado de este mundo uno a uno.
26. Ahora, por el contrario, figúrate que toda la humanidad es mansa y piadosa: la Tierra sería un paraíso.
27. Si un héroe se enfrenta a un miedoso, no le perseguirá porque este no le disputa su gloria triunfante. Pero si el héroe se ve enfrentado con otro héroe, en seguida se desafiarán y no pararán antes de que uno de ellos haya dejado tendido en el suelo al otro. Aquí tienes, con toda claridad, la bendición de la valentía.
28. Si por lo tanto, quieres ser discípulo y compañero nuestro, entonces necesitas deshacerte de todo tu valor excesivo y, en cambio, tienes que estar lleno de amor, paciencia y mansedumbre; así tendrás todos las cualidades de un verdadero discípulo del Señor».
29. «No se puede decir que estés equivocado», observó Judas. «Por eso, reflexionaré más detalladamente sobre este asunto y mañana os diré si me quedo con vosotros o me marcho».
30. Con estas palabras Judas salió con la muchedumbre y buscó algunos conocidos suyos para discutir con ellos durante toda la noche sobre aquello que Natanael le había dicho.
Pero todos estaban a favor de Natanael y confirmaron: «¡Natanael es un verdadero sabio!». Pues sabían bien que su alma era pura.
A continuación, los que estábamos en la casa nos fuimos a dormir.
1. A la mañana siguiente se sintió mucho ruido delante de la casa de María, porque con la salida del Sol había venido aún más gente de todos lados. Como tampoco faltaban vendedores de pan y de leche, se formó un gran bullicio, con lo que en la casa todos empezaron a intranquilizarse.
2. Pero Yo los calmé: «Tomemos ahora el desayuno. Después, para que no se arme tanto alboroto en Nazaret, nos iremos a una casa bien conocida por Mí que no está lejos de Cafarnaúm».
3. En esto vino Judas y nos informó: «Hermanos, me quedaré para siempre con vosotros. Eso de mis negocios se acabó. Por ello ya lo liquidé todo hoy sin esperar a mañana. Pero ahora otra cosa: El pueblo, en total unos cuantos miles, no quiere otra cosa sino proclamar rey a Jesús.
Y me parece que en presencia de tantos soldados romanos es poco conveniente, porque en parecidas ocasiones vale más no fiarse demasiado de ellos, y menos aún de los sumos sacerdotes, los fariseos y los escribas de nuestro pueblo».
4. «¡Entonces tomemos aprisa el desayuno!», recomendé Yo. «Puesto que hoy es sábado, es fácil que aún venga más gente».
5. A los dos lados de mi casa había un jardín bien cercado, en el cual sólo se podía entrar por una pequeña puerta trasera. Aprovechamos esa circunstancia para salvarnos así de los ojos de tantos miles de personas, de los cuales más de las tres cuartas partes sólo habían venido por la pura curiosidad de admirar hechos extraordinarios.
6. De esta manera nos salvamos sin ser vistos unos cien, mientras que la muchedumbre seguía todavía esperando a que Yo apareciera con los discípulos para pronunciar un discurso o hacer algún milagro. Más tarde salió una criada de la casa y, dirigiéndose a un hombre que le producía buena impresión, le preguntó qué significaba semejante aglomeración.
Y el hombre contestó: «Estamos aquí para hacer rey a Jesús que es el más poderoso de los poderosos y el más sabio de los sabios. Pues fuimos testigos cómo el mar y los vientos tuvieron que obedecerle y cómo los más pérfidos demonios tuvieron que abandonar a los hombres. ¡Él, sin duda ninguna, es el prometido Ungido de Dios que vino para salvar al pueblo de Dios del yugo pesado de la tiranía romana! Por consiguiente, es hora de erigirle rey, reconocido y adorado por todos los judíos. Por eso estamos aquí.
Pero ¿qué hará tanto tiempo en la casa sin salir ni una vez para dirigirse a nosotros?».
7. «Si le esperáis a Él, entonces esperáis en vano», le avisó la criada, «porque se fue muy temprano, con sus discípulos, para dirigirse a Cafarnaúm, tal vez para visitar a un enfermo. Por esto, como te he dicho, estáis aquí esperando en vano».
8. Ante estas noticias el hombre preguntó si ella no sabía a qué casa fue. Pero la criada confirmó que no lo sabía, ni tampoco nadie en la casa, porque Yo no se lo había dicho a nadie.
9. El hombre entró en la casa para confirmar la verdad de esta información de la criada, y como aparte de las pocas personas que ayudaban a María a lavar platos y vajillas, no pudo ver a nadie, salió y comunicó a todos que Yo había ido a curar a un enfermo a una casa de Cafarnaúm.
10. Cuando la muchedumbre se enteró, todos se levantaron y gritaron: «¡Pues, vayamos todos a Cafarnaúm, y ya encontraremos allí la casa a la cual ha ido!».
11. Todos, menos algunos nazarenos, se pusieron en camino hacia Cafarnaúm y mi casa quedó libre del gentío.
12. En cambio, pronto los cafarnaumenses arquearon las cejas cuando vieron a la muchedumbre invadir la ciudad. El comandante romano mandó en seguida a algunos de sus soldados para averiguar qué quería allí toda esa gente, teniendo en cuenta que era sábado, cuya santificación el comandante tenía que mantener, y que en esta ciudad no había mercado ni nada parecido, menos aún en sábado.
13. Algunos les respondieron: «Estamos buscando a Jesús de Nazaret. Nos dijeron que Él está aquí».
14. Y el comandante les hizo saber que Jesús no se encontraba en Cafarnaúm sino cerca de Betania, hacia donde ya se había ido hacía horas.
15. Cuando la muchedumbre lo oyó, en seguida se dirigió hacia Betania. Pero a mitad del camino, cerca del mar galileo, algunos vieron una muchedumbre que rodeaba una casa. Fueron allí para preguntar lo que pasaba. Y les dijeron que Yo estaba en la casa.
16. A esta información la casa fue rodeada por todos lados. Todos se consultaban entre sí sobre cómo proceder para proclamarme rey. Entonces el comandante me prestó un buen servicio mandando una legión de soldados con el único fin de vigilar a la muchedumbre. Esta, al fin, desistió de su intención.
17. Atraídos por todos estos movimientos, también vinieron unos cuantos fariseos y escribas. Algunos eran de Jerusalén, pero delegados en Cafarnaúm, y otros vinieron desde Nazaret, directamente en mi busca, porque habían oído de Jairo que Yo había resucitado a su hija de la muerte. El pueblo les abrió el paso y los dejó entrar en la casa.
18. En cuanto me encontraron, inmediatamente me hicieron una gran cantidad de preguntas.
Pero Yo les señalé a mis discípulos y les dije: «Estos son mis testigos y están informados de todo. ¡Preguntadles a ellos!».
19. Como los fariseos y escribas asediaron a los discípulos con preguntas, ellos les dieron respuestas muy bien medidas.
1. Mientras los fariseos y escribas todavía estaban conversando con los discípulos, llegaron ocho hombres con un paralítico en una cama, esperando que Yo le curase. Pero la casa estaba tan espesamente rodeada que les era imposible pasar con el enfermo para presentármelo.
Y temían que Yo pudiera salir por una pequeña puerta que daba al mar cercano.
Uno de ellos que conocía al amo de la casa, fue a buscarle y le dijo: «Mira, amigo, los ocho hemos traído al hermano de nuestra madre que desde hace cinco años está paralítico sin poder abandonar el lecho. Por esto le hemos traído en la cama para presentárselo al célebre Salvador Jesús que se encuentra en tu casa. Pero por el gran gentío no hay forma de entrar en ella para que le vea Jesús. Amigo, te ruego que me des un consejo: ¿qué puedo hacer?».
2. «No será fácil», observó el amo pensativo, «porque la habitación en la que se encuentra Jesús, está llena de gente. Hay allí más de cien discípulos suyos y una gran cantidad de fariseos, sacerdotes y escribas de muchos sitios que se están consultando entre ellos. Pero por nuestra antigua y buena amistad y por lo extraordinario del caso haremos algo.
3. Mira, como la mayor parte de las chozas de pescadores, también la mía está cubierta de juncos. Colocamos por fuera dos escaleras hasta el tejado y sacaremos aprisa tanto junco como sea necesario para pasar al enfermo con su cama a través del hueco. Luego tomáis unas cuerdas fuertes que tengo allí arriba y las atáis en las cuatro esquinas de la cama. Yo os abro la trampilla que se encuentra en el centro del desván y, junto con su cama, bajamos al enfermo al mismo cuarto donde está Jesús, y el mismo enfermo puede pedirle que le cure. Los que se encuentran debajo de la trampilla dejarán sitio pues supongo que no querrán aguantar la cama en sus cabezas».
4. Esta proposición les pareció muy bien y, ante la gente asombrada pero al mismo tiempo divertida, ejecutaron el propósito sin contratiempos. Sólo uno del templo, bastante pesado y que medía las letras de la ley con el compás, advirtió al que levantó el tejado que considerase que era sábado ya avanzado.
5. Pero los ocho no pensaban morderse la lengua: «Vaya, ¿quién te pidió consejo, viejo buey del Templo? ¡Cierra tu boca desdentada y arrástrate hasta Jerusalén al corral salomónico de bueyes, burros, terneros y ovejas y gimotea allí tus cantos de Jeremías junto con vuestros llenadores de templos! ¡Ya hace tiempos que estamos hartos de vuestro servicio divino tan puramente animal como lo celebráis hoy en día, y sabemos muy bien que Dios mira con mucho más agrado las acciones buenas que el mugido de vuestros bueyes y burros del Templo!».
6. Esta muy enérgica observación contra los del Templo, que fue aprobada con un gran aplauso por parte de la muchedumbre, hizo que el defensor del sábado se callara en seguida. Pues, la mayor parte de los galileos ya no hacían caso del envilecido Templo.
7. Con estas pocas palabras el joven orador había expuesto la pura verdad, aunque demasiado sarcásticamente, justo el motivo por lo que el pueblo le aplaudió tanto. Pues, con motivo de las fiestas importantes, los del Templo traían una gran cantidad de bueyes, burros y corderos, a los que no daban de comer durante algunos días, para que en el momento del sacrificio hicieran tanto ruido como para intimidar a la gente.
8. Verdaderamente, el servicio “divino” en el Templo, especialmente los días festivos importantes, era algo tan horroroso, estúpido y al mismo tiempo asqueroso que habría sido imposible encontrar cosa parecida en todo el mundo, ni siquiera entre los pueblos más salvajes. De modo que aquel hombre joven dio al del Templo una réplica totalmente acertada y veraz que me agradó, sabiendo Yo en mi interior el motivo de la misma.
9. Cuando se abrió la trampilla del desván, un fariseo presuntuoso gritó mirando hacia lo alto: «¿Qué es lo que pasa ahí arriba?».
10. «¡Un poco de paciencia y en seguida lo veréis!», le respondió sagazmente el mismo orador joven. «Como hoy es sábado, la Salvación viene desde arriba según enseñáis en las sinagogas. Pero por esta vez la Salvación de la humanidad está abajo, de modo que estamos bajando desde arriba a uno que está todavía sin salvación, para buscársela ahí abajo. Así que aquí no ocurre nada que pueda ofender al sábado, porque lo mismo dará que la salvación venga el sábado desde arriba, o que alguien la busque y vaya por ella ahí abajo, a donde ya ha descendido a hombres ciegos que no la ven, aunque casi estén dándose de narices con ella».
11. Este discurso encontró una gran aceptación entre los discípulos y mucha rabia entre los fariseos, sacerdotes y escribas.
Pero los discípulos dijeron en voz alta: «Entonces, ¡bajad al desgraciado desde arriba, ya que está buscando la salvación aquí abajo!».
Y en seguida bajaron al enfermo.
12. Cuando se encontró en su cama delante de Mí, me rogó llorando que le ayudase.
Sabiendo que tanto el enfermo como quienes me lo traían tenían una buena y verdadera fe, le dije: «¡Anímate, hijo mío, tus pecados te son perdonados!». Esto lo dije previamente para probar a aquellos escribas que ya me apreciaban por la resurrección de la hija de Jairo, su superior.
13. Pero en el momento que dije estas palabras al enfermo, se despertó instantáneamente la indignación de algunos escribas puntillosos, que se dijeron en sus corazones: «¿Qué estamos oyendo? ¿Es posible que sea un médico honesto? ¡Está blasfemando contra Dios!».
Pues me tomaban por un médico excepcional; pero la idea de que en Mí pudiera haber un Poder divino era para ellos un sacrilegio porque, a su parecer, un Poder divino sólo podía ser otorgado a los sacerdotes, levitas, fariseos y escribas, y, preferentemente, en el Templo de Jerusalén.
14. Como desde luego Yo conocía sus pensamientos secretos, en seguida me dirigí a ellos y les dije: «¿Por qué pensáis tan mal en vuestros corazones? ¿Qué será más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, como decís vosotros, preferentemente a aquellos que acuden a con ofrendas considerables, aunque sea con un resultado absolutamente nulo, o decir con éxito: “¡Levántate y anda!”?».
15. Comentó un escriba: «Me imagino que a éste, aparte de perdonarle los pecados, no le podrás ayudar mucho más. Cuando la parálisis está tan adelantada como en este caso, ¡sólo la muerte le puede ayudar!».
16. «¿Eso es lo que pensáis? Escuchad para que sepáis que el Hijo del hombre en la Tierra también tiene el poder de perdonar los pecados. Ante vosotros, que falsamente os atribuís la potestad de ser los únicos en haber recibido de Dios el poder de perdonar los pecados, Yo digo al enfermo: ¡Levántate, toma tu cama y vuelve a tu casa con toda salud y buenos ánimos!».
17. Pronunciadas estas palabras, el enfermo súbitamente curado estiró sus miembros antes terriblemente retorcidos y en parte secos por completo, regeneró de nuevo toda su carne y, llorando de alegría, me agradeció su curación. En seguida se levantó de su cama, desató las cuerdas de la misma y, fuerte como antes, cogió rápidamente bajo su brazo izquierdo la cama, bastante pesada, y con facilidad se abrió camino entre la muchedumbre para ir él solo con la cama hasta su casa de Cafarnaúm.
18. La muchedumbre que presenció esta escena, empezó a alabar a Dios en voz alta por haber dado a un hombre un poder tal como sólo Él mismo puede tener y por el cual todas las cosas le son posibles.
19. Con este hecho, los fariseos y escribas presentes volvieron a quedar convencidos, tanto que se olvidaron de sus malos pensamientos y dijeron: «Esto es increíble, ¡sólo Dios y nadie más en la Tierra puede saber cómo hacer algo semejante!».
Ejemplo de la creación de Adán. Sobre el asesinato de Zacarías y de su hijo
Juan el bautista. Buen testimonio sobre el Señor
1. Y el hombre joven que había pronunciado el discurso anterior tan acertado, dijo a través del agujero del techo: «¿Acaso también el pontífice de Jerusalén conseguiría esto con mil bueyes, diez mil burros y cien mil ovejas?».
2. La chistosa pregunta produjo una gran carcajada hasta entre los fariseos.
No obstante, uno de los escribas dijo al orador gracioso: «Amigo mío, ¡no seas demasiado atrevido, porque los brazos del pontífice abarcan toda la Tierra y aplastarán a quien alcancen! Para esto el pontífice no necesita saber resucitar muertos ni curar paralíticos. De todos modos, cosas así atañen a la carne y no al espíritu del hombre, por lo que son asunto de médicos y no de sacerdotes. ¿Lo entiendes?».
3. «Bien lo consideraríais cosa de sacerdotes si fuerais capaces de hacer algo así», insistió el orador. «Pero justamente porque no podéis hacerlo ni por todo el oro del mundo, habéis de confesar finalmente, aún poniendo cara de orgullo: “Esto no incumbe a los sacerdotes que sólo tratamos de lo que se refiere al espíritu del hombre”. Mi opinión es esta: Si un médico es capaz de devolver el espíritu y el alma a una niña absolutamente muerta, que murió ante nuestros propios ojos de una fiebre maligna de la cual nadie se murió nunca a medias, ¿aún tenéis la desfachatez de negar, sabios como sois, que esto es un asunto espiritual y declaráis que es cosa de la carne del hombre?
4. Cuando Dios creó a Adán del barro, esta creación fue absolutamente material.
5. Pero cuando Dios sopló en esta forma inanimada un alma viva y en ella un espíritu racional, eso ya no era una acción material sino absolutamente espiritual, dedicada al primer hombre de la Tierra. Y si aquí ante nuestros ojos este médico milagroso, Jesús de Nazaret, hizo lo mismo con la hija de Jairo, ¡entonces eso también tendrá que ser una acción espiritual!».
6. «¡Cállate!», le contestó el escriba, «¡tú no comprendes estas cosas!».
7. «Si todavía fuera judío», continuó el orador, «bien habría de callarme. Pero como soy un griego honesto y admirador de la doctrina maravillosa de Sócrates, no veo razón para callarme ante los sacerdotes de los judíos, salvando todos los respetos, cuya doctrina actual tan estúpida conozco demasiado bien».
8. «Y ¿qué es lo que un pagano encuentras tan estúpido en la doctrina puramente divina de los judíos? ¿Acaso Moisés y todos los profetas no son suficientemente grandes para ti, y su doctrina te parece estúpida?».
9. «No, a Moisés y a todos los profetas, que sobre vosotros dijeron lo mismo que ahora os estoy diciendo yo, los considero como sabios muy puros. Pero vuestras leyes, con las cuales ni Moisés ni todos los demás profetas soñaron nunca, las considero extraordinariamente absurdas.
10. ¿Cuál es vuestra manera de servir a Dios? En un altar dedicado a Él quemáis abono, estiércol y porquerías, mientras que los bueyes de engorde, los terneros y los corderos los consumís vosotros mismos y los ofrecéis a vuestras panzas insaciables. Acabasteis por completo con lo puro y divino originario de vuestra doctrina; y con aquel de entre vosotros que ahora osara predicar lo puro, haríais lo mismo que hasta ahora hicisteis con todos vuestros profetas.
11. ¿Cuánto tiempo hace que asesinasteis a Zacarías en el Templo?
12. En Betania su hijo Juan predicaba la Verdad; y a vosotros, sacrílegos sin conciencia en el santuario de Dios, os predicó la penitencia y la vuelta a Moisés y su doctrina pura. Sin embargo, ¿qué hicisteis con él? ¿Dónde acabó? ¡Desapareció! Sabido es que fue llevado preso de noche por esbirros malvados.
13. Aquí en Nazaret, en Jesús, Dios ha iluminado ahora a un profeta que realiza hechos sólo posibles para Dios, y vosotros ya le estáis observando con ojos de lince. ¡Ay de Él si osara pronunciar como yo palabras en contra vuestra y de vuestra inmunda doctrina, una doctrina hecha por vosotros y no por Moisés! Inmediatamente le acusaríais del crimen mayor de sacrilegio y para agradecerle haber resucitado a vuestros muertos y curado a vuestros paralíticos, aún le apedrearíais o tal vez incluso le crucificaríais.
14. Pues, vuestra idea es mandar y engordar vuestras barrigas en medio de una vida más que holgada. Y ¡ay de aquel que quiera limitar vuestras ambiciones o volver a llevaros a Moisés! Porque le consideraríais como enemigo y tenéis medios abundantes para exterminarle.
15. A todos vosotros os desprecio como a un cadáver descompuesto y maloliente porque en realidad sois los mayores enemigos de Dios y de todas sus criaturas. Yo soy un pagano, pero reconozco en este hombre, Jesús, la Omnipotencia divina, además, en una plenitud nunca vista en esta Tierra.
16. No es su carne la que realiza tales hechos maravillosos sino su Espíritu divino, puro y omnipotente que, evidentemente, está en él con toda plenitud.
17. Esto lo reconozco yo siendo un pagano ciego como me declaráis. ¿Pero qué es lo que reconocéis vosotros en Jesús que solamente por la Palabra y sin ninguna clase de remedios despierta a vuestros muertos y hace brincar a los paralíticos como ciervos jóvenes?
18. Os pregunto a vosotros que sois los ciegos: ¿Quién será Aquel a quien le basta una sola Palabra para que las tormentas se detengan, los muertos vuelven a vivir y los inválidos empiezan a saltar como si su naturaleza se hubiese transformado en la de los ciervos?».
19. Los fariseos se encolerizaron de tal manera con este discurso audaz y realmente muy cierto que, si hubieran podido poner la mano encima del joven, le habrían despedazado. Pero no era posible ante el gentío, ni tampoco aconsejable, porque el pueblo aclamaba al joven orador por haberse atrevido a echar ásperamente en cara la pura verdad a los fariseos y altivos escribas.
1. Uno de los fariseos se dirigió a Mí y me dijo: «¿Cómo es que tú, siendo verdadero judío, callas mientras este pagano infame a quien hiciste el bien, de manera inaudita tiene la osadía de insultar tan descaradamente la santa doctrina de nuestros padres?».
2. «Él no insultó a Moisés ni tampoco a los profetas sino solamente a vosotros y a vuestras nuevas leyes, dejándome a Mí en paz. ¿Qué recriminación podría hacerle? Os ha comprometido a vosotros, por lo tanto, cualquier justificación es asunto vuestro. Por eso arreglaos vosotros mismos con él. Si él no tiene nada contra Mí, ¿qué podría Yo tener contra de él? Hasta ahora entre él y Yo todo está en el mejor orden».
3. «Pues sí, a Ti no te insultó pero a nosotros sí. Como suponemos que ahora te has vuelto amigo nuestro, y como somos conscientes del poder que existe en tu Palabra y tu Voluntad, por amistad hacia nosotros hubieras bien podido decirle ahora algunas palabras a este pagano para que se callara. Pero le dejaste hablar, de modo que nos comprometió ante el pueblo. Ha sido poco amable por tu parte. Por ello no te odiaremos, ¡pero tampoco te podemos apreciar!».
4. «Sed como queráis y Yo también seré lo que a Mí me parezca bien. Pero, por otro lado, resulta muy extraño que me retiréis vuestra amistad, porque nunca me la manifestasteis. Sin embargo Yo, debido a los pensamientos poco loables que contra Mí teníais en vuestros corazones, sí que tendría toda la razón en retiraros la mía, aunque no lo hago.
5. ¿Qué podría perder Yo con vuestra amistad? Os lo digo: ¡Nada, en absoluto! Pero si vosotros os quedarais sin la mía, ¿quién, en mi lugar, resucitaría a vuestros muertos?
6. Si tomaseis las palabras del hombre joven con algo de buena voluntad, vosotros mismos deberíais llegar a la conclusión de que, en el fondo, ha dicho la pura verdad. Conocéis bien la Escritura y conocéis a Moisés y a los profetas. ¡Ahora preguntaos a vosotros mismos si en el Templo todavía queda el menor vestigio de Moisés y de todos los demás profetas!
7. En verdad Yo mismo fui este año a Jerusalén y con gran disgusto hube de ver cómo el Templo, que tenía que ser un oratorio de Dios, se había transformado en un antro de asesinos.
8. Los atrios se encontraban repletos de ganado y otros animales impuros que estaban en venta, con lo que los hombres corrían peligro de muerte si querían entrar en el propio Templo. En un lado mataban a los animales como en los mataderos para vender su carne y en el otro se habían instalado los cambistas y agiotistas, armando entre todos un estrépito con el que no se podía oír ni su propia voz.
9. Entrando en la parte principal del Templo, uno casi no se podía mover debido a los vendedores de palomas y otras aves ofrecidos con escándalo increíble. Y al santísimo, al cual, por orden de Dios, solamente debiera entrar el pontífice una vez al año, ahora se deja entrar hasta a un pagano mientras pague una buena “ofrenda” y prometa guardar secreto ante los judíos. De modo que en Roma conocen el santísimo igual que el pontífice de Jerusalén. Así se revelan por dinero todos los secretos del templo a los extranjeros. Pero si viniera un pobre judío y se atreviera a pasar tras el velo del santísimo, inmediatamente le lapidaríais como sacrílego detrás de la muralla del Templo, en el lugar maldito. Y no pasa ni una semana sin que lapiden a una persona y sin que algunos sean forzados a beber el agua maldita.
10. Y ahora te pregunto: ¿Qué clase de institución puede ser la que inicia en sus secretos a los extranjeros y mata a los propios hijos?
11. Respondeos vosotros mismos si es esto lo que enseñaron Moisés y los profetas, y si Salomón, cuando terminó el Templo, en su gran sabiduría inauguró el gran oratorio con el fin para el que ahora lo explotáis. En resumen, el oratorio de Dios se ha convertido en un verdadero antro de asesinos y el Espíritu de Jehová que estaba encima del Arca de la Alianza en forma de columna de fuego, ya lo ha abandonado».
12. Los fariseos y escribas se quedaron perplejos y me preguntaron: «¿Cómo es posible que sepas todo eso, si siempre has estado cerca de Nazaret? ¿Quién ha denunciado ante ti lo que pasa en el Templo?».
13. «¡Menuda pregunta! Si puedo conocer vuestros pensamientos más íntimos, ¿cómo no voy a saber lo que pasa en el Templo? Pero no soy Yo el único que lo sabe pues es un secreto a voces.
14. Vosotros mismos sois los verdaderos denunciantes y a eso os ha llevado vuestra codicia. Reveláis por dinero los secretos de vuestro templo a los extranjeros y estos, en voz alta, los comunican en las calles a los judíos. ¿Y ahora me preguntáis quién ha denunciado el Templo ante Mí?
15. Estáis bien al corriente de la situación en el Templo, tanto como Yo y miles otros. Sabiendo lo que Moisés y todos los profetas enseñaron penetrados del Espíritu divino puro y verdadero, con lo cual solamente tal Espíritu hablaba por sus bocas, ¡cómo será vuestra fe en Dios, si tan fácilmente rechazáis su Palabra y, con una presunción orgullosa e impertinente, presentáis al pobre pueblo ciego vuestras malas leyes como emanadas del Espíritu de Dios y lo amenazáis con toda clase de horrores si deja de cumplirlas y adorarlas!».
Sólo aquel que cumple con la Voluntad de Dios llega a conocerle. El Señor calma el deseo del pueblo de vengarse de los del Templo. El Señor se va en la barca
1. «Amigo, muy atrevido eres diciéndonos cosas cuya revelación el Templo castiga con la muerte», me advirtió un escriba. «Suerte tienes de haberle hecho un favor enorme a nuestro superior; si no lo pasarías mal porque estamos unidos al Templo por un juramento poderoso».
2. «Un juramento que podéis romper cuando queráis porque no lo prestasteis a Dios sino al Templo, construido por manos humanas y en el que Dios ya no reside.
3. Y donde Dios ya no está, allí se encuentra el antiguo príncipe de la mentira y de todo mal. Con el príncipe de la mentira, señor actual del Templo, podéis romper el juramento sin ninguna vacilación.
4. Si rompierais vuestro nulo juramento con el Templo, seríais agradables a Dios el Señor y os daría aquello que a Mí me dio desde el inicio del mundo y que ahora admiráis sin comprender cómo es posible que Yo realice cosas que, según vuestras propias palabras, son solamente posibles a Dios. Pero si teméis al Tiempo más que a Dios, a quien no conocéis, entonces seguís atados al Templo y sois un horror ante Dios.
5. Si mis sencillas palabras no logran convenceros, entonces creed por el resultado de las obras que hago ante vosotros y en vuestro beneficio, y de las cuales vosotros mismos decís que solamente Dios las puede hacer».
6. «¿Cómo puedes tú conocer a Dios mejor que nosotros, si nunca estudiaste la Escritura?».
7. «La letra muerta la conocéis bien sin duda; sin embargo, Dios no está en ella. Por esta razón tampoco podéis conocer a Dios basándoos en la Escritura, porque esta no es otra cosa sino una orientación para el camino hacia Dios, y ello sólo con la condición que sigáis este camino incondicionalmente.
8. ¿De qué os sirve conocer el camino que va a Roma si nunca lo usáis? ¿Quién de los que conocen el camino de Roma podría decir que conoce Roma porque conoce el camino, sin jamás haber dado un paso por él? Del mismo modo: ¿Para qué os pueden servir los conocimientos de la Escritura, que es el camino hacia Dios, sin jamás haber dado un paso por él?
9. Yo también conozco íntegramente la Escritura como vosotros y siempre viví según las leyes divinas contenidas en ella, por lo que estoy en pleno conocimiento de Dios y por ello os puedo decir desde la Fuente primaria: Entre vosotros y los de vuestra clase jamás nadie ha conocido a Dios y, siguiendo vuestros malos caminos, jamás le conoceréis; pues todos vosotros sois ateos inveterados.
10. Vosotros mismos no queréis conocer a Dios, y a quienes aún desean ir por el camino verdadero se lo impedís con muerte y perdición. Por eso llegará el día que, en la otra vida en el Más Allá, sufriréis la máxima condena; porque todos aquellos a los que perseguisteis y todavía perseguís, serán vuestros jueces eternos».
11. Estas palabras mías dirigidas a los fariseos y a los escribas motivaron nuevos aplausos entre los del pueblo, que querían poner las manos sobre ellos. Pero Yo lo impedí y, con los discípulos y todos los fariseos y escribas, me fui al mar. Había algunas barcas preparadas y un viento favorable nos alejó rápidamente de la costa, de modo que los del pueblo no nos pudieran alcanzar.
1. Cuando estuvimos ya fuera de la vista del pueblo, di la orden de volver a la costa; pues era casi mediodía y no teníamos en las barcas nada para comer. Alcanzamos la costa a dos horas de camino de la casa anterior y tuvimos que andar una buena distancia para llegar a un pequeño pueblo donde pensábamos almorzar.
2. Pero a su entrada nos encontramos con la aduana, y dio la casualidad que el aduanero de la barrera era justamente aquel hombre joven (de 35 años) que en la casa anterior había sido tan buen orador.
3. Cuando los fariseos y escribas le vieron, se lamentaron: «Ay, ¡lo que nos faltaba! ¡Seguramente este aduanero romano nos exigirá un peaje muy alto! ¿Qué haremos?».
4. «¡No os preocupéis!», les dije, «¡ya lo arreglaremos!».
5. Con estas palabras Yo me dirigí al aduanero: «Mateo, ¡deja esta mesa a otro y tú sígueme!». Este en seguida se levantó, dejó la mesa y me siguió sin réplica (Mateo 9:9). Y cuando los discípulos y los fariseos y escribas preguntaron ante la barrera cuánto debían pagar, Mateo les respondió:
6. «Esta vez ha sido el Señor el que ha pagado el peaje para todos, pues ha curado a mi tío. ¿Cómo podría yo ahora cobrarle algo a Él, al Maestro divino?».
7. La barrera fue levantada y todos pasaron gratuitamente.
8. Cuando llegamos al pueblo, Mateo nos llevó a su casa en la que estaban almorzando todos los aduaneros empleados en este puesto de aduana, más algunos vigilantes y otros “pecadores” (según los judíos, fariseos y escribas). La casa de Mateo era grande y también la usaba como albergue donde se podía comer y beber. Los judíos tenían que pagar con dinero, mientras los aduaneros, vigilantes y “pecadores” se podían confortar gratuitamente, porque de todos modos eran empleados de la casa que había arrendado el puesto de aduana de los romanos.
9. En seguida todos los aduaneros me invitaron a su mesa, y a mis discípulos y a los fariseos y escribas que quedaron fuera, les dieron pan y vino en cantidad suficiente. Los discípulos estuvieron contentos, pero no los fariseos y escribas que estaban con ellos, pues se enojaron porque no los invitaron también a sentarse a la mesa.
10. Resultó que mientras Yo estaba ya sentado en la mesa con unos cuantos aduaneros y “pecadores”, aún llegaron más de otras poblaciones, porque la casa de Mateo tenía fama de muy hospitalaria y, especialmente los sábados, había grandes reuniones en ella. Todos me saludaron con la mayor amabilidad y afirmaron que era un honor máximo que Yo me encontrara entre los huéspedes, lo que nunca ya volvería a repetirse en esta casa. Y alargaron la mesa para sentarse todos conmigo.
11. Los fariseos y escribas se apiñaron en el gran portal abierto para mirar desde allí lo que Yo estaba haciendo y diciendo.
Cuando vieron que me trataba con amabilidad con los aduaneros y “pecadores”, se enfadaron interiormente y les preguntaron a mis discípulos, a los que se habían quedado fuera con ellos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con los aduaneros y con todos esos pecadores manifiestos? ¿Acaso, en secreto, es otro de ellos?».
12. Oyendo esta pregunta, me volví desde mi sitio hacia los mismos y con pocas palabras y buenos ánimos les dije: «¡No son los sanos y fuertes los que precisan del médico, sino sólo los enfermos!
13. Id y aprended lo que significa: “Me complace la misericordia y no el sacrificio”.
14. Pues he venido a predicar la penitencia a los pecadores y no a los piadosos que no la necesitan».
15. Los fariseos y escribas interpretaron estas palabras a su favor y no replicaron nada pues se sintieron lisonjeados.
16. Yo entretuve a la asamblea con diversas parábolas que mostraban claramente las debilidades de la vida humana y la depravación que surge tan fácilmente de estas debilidades. En esta ocasión también les expuse un resumen sobre la verdadera educación de los niños, indicándoles las malas consecuencias físicas y espirituales de una mala educación.
17. También les enseñé por qué Dios creó al hombre como un ser absolutamente libre, que por su propia iniciativa debía seguir voluntariamente a los propósitos de Dios para convertirse así en un ser espiritual absolutamente perfecto e indestructible.
1. Se comprende que estas enseñanzas, aunque no todos las comprendieran, fueran admitidas con mucha gratitud, incluso por parte de los fariseos y escribas. Estos admiraron mi sabiduría y se preguntaban entre sí de dónde Yo la podía tener; porque me conocían, como también a José, María y a todos los hijos de José.
Y dijeron a mis discípulos: «¡Es realmente increíble! Su padre era un carpintero muy cualificado, era honesto y fiel, y al mismo tiempo un judío severo. Siempre siguió a Moisés y a los profetas, en la medida que los conocía. Sin embargo nunca dio pruebas de una sabiduría digna de mención y sus cuatro hijos, que algunas veces trabajaron para nosotros, no tenían el menor rastro de tal sabiduría.
2. La buena madre María, una criatura muy activa, virtuosa y muy guapa, de la que seguramente nadie podría decir la menor cosa en contra, fue educada de niña en el templo. Pero conocemos esta educación y sabemos que no da mucha sabiduría, especialmente a mujeres como ella. No la pudo haber mamado en la leche y, según nos parece, tampoco había frecuentado escuela ninguna».
3. «Al contrario», observó un escriba amigo de José, «más de una vez José me confió sus penas con su hijo Jesús y me dijo: “No sé qué hacer con este muchacho. Su nacimiento evidentemente extraordinario y las apariciones que lo acompañaron, llevaban a creer que el mismo Ser divino iba a manifestarse a la Tierra en el niño. Durante su infancia, sus palabras de tanta sabiduría auguraban un gran porvenir, tanto más cuanto que soy descendiente directo de David. Pero justamente ahora, cuando ha llegado el momento en el que el muchacho debiera aprender algo, no se consigue nada con él. ¿Aprender algo? ¡Ni hablar de esto! Aunque le mande a un profesor, no da resultado, porque el muchacho lo sabe y lo comprende todo mejor, y si el profesor le quiere tratar severamente, entonces todo se acabó43..
4. Lo único que le ha quedado de su niñez es una fuerza de voluntad absolutamente inquebrantable, con la cual, si le parece conveniente, realiza milagros palpables. Pero justamente por esto no hay forma de hacerle aprender nada. Aparte de esto es piadoso, de buena voluntad, obediente, decente, cariñoso y modesto como su madre. ¡Pero que no venga nadie a hacerle aprender algo!”.
5. El viejo José no me dijo esto solamente una vez sino muchas, por lo que aparte del oficio de carpintero, en su vida no habrá aprendido mucho más, ni leer ni menos aún escribir. Por eso es pertinente preguntar de dónde procede su sabiduría».
6. Les respondió Juan el evangelista: «Amigos, yo lo sé perfectamente, pero aún no ha llegado la hora de revelároslo. Ya vendrá el día en que lo sabréis por su propia boca. De momento, que os basten sus hechos y su Sabiduría».
Los fariseos y escribas insistieron en que les diera más explicaciones aunque sólo fueran algunos indicios, pero él no se dejó tentar.
43. Jakob Lorber: La Infancia de Jesús.
1. Algunos de los aduaneros y vigilantes que habían terminado su almuerzo, volvieron a su trabajo, de modo que quedó sitio en la gran mesa. El joven amo de la casa, Mateo el aduanero, que no debe ser confundido con el escribiente Mateo, por cuyo motivo siempre se lee en el Evangelio la expresión “aduanero” cuando se trata de él, llamó a mis discípulos y a los fariseos y escribas. Estos vinieron, se sentaron con nosotros y comieron y bebieron abundantemente. Solamente Judas se frenó algo esta vez pues temía una factura elevada. Como ya se sabe no era gran amigo de pagar cuentas.
2. Cuando todos estábamos de buen humor y hasta los fariseos y escribas se entendían cada vez mejor con los aduaneros y los llamados pecadores, una cocinera se dirigió al amo y le dijo: «Acaban de llegar los pescadores con pescado y quieren algo para comer y beber. Como casualmente hoy hemos tenido tantos huéspedes de fuera que consumieron casi todo lo que había, ahora no sabemos qué hacer en la cocina».
«¿Cuántos son?», le preguntó Mateo el aduanero.
«Son unos veinte».
«Diles que entren, todavía hay bastante para ellos».
3. La cocinera fue a decírselo a los pescadores. Estos entraron en la gran sala y en seguida se sentaron en una pequeña mesa de la ya se habían levantado otros huéspedes.
4. Cuando los pescadores reconocieron a Pedro y algunos otros antiguos compañeros, les saludaron. Pero cuando vieron que en su mesa había menos abundancia que en la nuestra, se dirigieron a él refunfuñando: «Para nosotros aún vale, pues todavía somos discípulos verdaderos de Juan y los ayunos son ley para nosotros. Pero como podemos ver muy bien, vosotros, nuevos discípulos de Jesús, podéis comer como os da la gana; parece que en vuestro caso no hay ayunos».
5. A eso Pedro les respondió: «Juan ayunaba por aquello que nosotros tenemos y, de acuerdo con su doctrina y su predicación severa, nosotros le imitábamos. Juan anunció a aquel con Quien ahora estamos y dio testimonio de Cristo. Pero cuando Él vino, por el hecho de haberse sometido al bautismo de Juan, este ya no confió en sus inspiraciones, ni en el mismo bautismo en el cual vosotros aún confiáis. Juan, llevado por su espíritu, dio testimonio de Jesús.
Y cuando Él se le acercó, Juan nos dijo: “Mirad, Este que viene es Aquel de quien os hablé que vendría después de mí, y a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias”. De modo que Juan, en secreto, tenía todavía sus dudas, tal como vosotros aún las tenéis ahora. Por esto él sigue todavía ayunando y vosotros con él, mientras que para nosotros, creyentes, los ayunos terminaron. Si todavía seguís ayunando, vuestra es la culpa. Pero todo está en regla así; del mismo modo que un ciego no puede saciar su visión con la luz y sus colores, el ciego de corazón no puede saciar el corazón, ni tampoco el estómago. ¿Lo comprendéis?
6. Si Juan hubiera creído, también habría seguido al Cordero que, según el testimonio de su propio espíritu, quita los pecados del mundo. Pero como su misma alma dudó de Aquel de quien su espíritu en ella dio testimonio, Juan se quedó en el desierto hasta que, según tenemos entendido, Herodes le prendió.
7. Cuando a través de su espíritu nos dijo: “¡A Éste debéis oír!”, ¿por qué no siguió a Jesús y por qué no le quiso oír él mismo? Si Juan pasó toda su vida tan estrechamente, dedicado a aquel que iba a venir, ¿por qué cuando Jesús finalmente vino no le siguió de inmediato? No tenemos conocimiento alguno de que Éste, a quien seguimos se lo hubiera prohibido. ¡Por lo tanto, dadme una razón suficiente de por qué Juan no siguió en seguida a Jesús!».
8. Los discípulos de Juan no sabían qué contestar a Pedro. Solamente uno de ellos indicó que la noticia de la detención de Juan era falsa, que Herodes sólo le había llamado a su residencia en Jerusalén para informarse sobre todo lo referente al Ungido de Jehová y que le apreciaba demasiado para encarcelarlo.
9. «Si no pasó, pronto pasará», concluyó Pedro. «Pues Herodes es un zorro astuto y no se puede uno fiar más de él que de una víbora».
1. Después de esta conversación los discípulos de Juan continuaron comiendo, y nosotros también. Sólo algunos de los fariseos observaban el ayuno y no querían comer antes de la puesta del Sol, porque entre los griegos no se conseguía pan ázimo que desconocían. De modo que algunos fariseos ayunaban, mientras que los demás comían con buen apetito.
2. Cuando después de un rato el vino empezó a soltar las lenguas de los discípulos de Juan, uno de ellos se levantó y quiso saber de Mí mismo por qué ellos como discípulos de Juan debían ayunar tan severamente, mientras que Yo y mis discípulos no lo hacíamos.
De modo que me preguntó: «Señor y Maestro, ¿cómo es que nosotros y los fariseos ayunamos tanto, mientras que Tú y tus discípulos no ayunáis?».
3. Yo le respondí: «Tú estuviste presente cuando se comunicó a Juan que Yo bautizaba a los hombres y que muchos me seguían. Responde en voz alta ante todos los presentes: ¿Cuál fue la reacción de Juan?».
Respondió el discípulo de Juan: «Juan dijo: “Un hombre no puede tomar nada si no le ha sido dado de los Cielos. Vosotros sois testigos de que he dicho que yo no soy Cristo sino que he sido enviado antes de Él. Quien tiene novia es el Novio. El amigo del Novio está a su disposición, le escucha y se alegra mucho al oír su voz. Esta misma alegría es ahora la mía. Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar. Aquel que viene de Arriba está sobre todos, mientras que aquel que es de esta Tierra, el que no viene de Arriba, no habla de otra cosa sino de esta Tierra. Solamente Aquel que viene de los Cielos está sobre todos”.
4. Luego Juan relató lo que había visto y cómo había dado testimonio de Él, y al fin se lamentó con tristeza de que su testimonio tan verdadero no fuera aceptado por nadie. Y si alguien aceptaba la gran Verdad de Dios, la encerraba en su corazón por miedo al mundo. Aunque supiera que Aquel, que sin duda alguna había sido mandado por Dios, hablaba únicamente la pura Palabra de Dios, no osaba afirmarlo ante el mundo, porque temía al enemigo de Dios —el mundo malvado— más que a Dios mismo, y eso a causa de su cuerpo de miseria que también forma parte del mundo que honra.
5. ¿Para qué sirve tener un concepto justo de Dios, mientras uno esté todavía apegado a la del mundo? A nadie le da Dios su Espíritu a la medida del mundo. De modo que estarán perdidos todos aquellos que, pese a haber reconocido al Espíritu divino, se quedan apegados al mundo: no morará en ellos la Vida eterna.
6. Y Juan continuó con su testimonio: “Sólo aquel que cree en el Hijo tiene la Vida eterna en sí, porque el Hijo es la Vida del Padre. De modo que quien no cree en el Hijo tampoco tiene la Vida eterna y sobre él continuará la antigua ira de Dios”.
7. Esto es lo que Juan decía. Pero hasta ahora ninguno de nosotros logró comprender el sentido profundo de sus palabras. Comprendimos que se refería a Ti, ¿pero cómo íbamos a entender las verdaderas implicaciones en toda su hondura?».
8. «Puesto que Juan os dijo eso acerca de Mí, entonces también debierais saber que Yo soy el Novio al que Juan se refería. Y siendo Yo mismo el Novio, ¿quiénes podrán ser mis invitados a la boda sino éstos de aquí?».
9. «¿Pero dónde, pues, está la hermosa novia divina?», me preguntó el discípulo de Juan. «¿Cómo es que eres Novio sin tener novia?».
10. «Estos convidados míos son también mi novia. Pues todos aquellos que oyen mi Palabra, la guardan en sus corazones y la practican, son mi novia y mis convidados a la vez.
¿Por ventura pueden los compañeros del Novio llorar mientras Él esté con ellos? Pero cuando llegue la hora en la que les sea quitado el novio, ¡entonces también ayunarán!».
11. Los discípulos de Juan se extrañaron de estas palabras y también se pusieron ligeramente malhumorados pues como les hablé con cara algo risueña, pensaban que Yo quería bromear.
De modo que uno de ellos, con la intención de soltar sus indirectas, comentó: «¡No me aclaro! A través de Juan hablaba el Espíritu de Dios; y como el testimonio de Juan se refería a Ti, tanto más este Espíritu debiera también hablar a través Tuya. Pero, ¡qué cosa más extraña! El mismo Espíritu divino a través de Moisés, de todos los profetas y al fin también de Juan, siempre ha exigido hacer la mayor penitencia a la pobre humanidad de esta Tierra. Tú, sin embargo, nos parece que enseñas todo lo contrario. Según Moisés, todo el que pisara la casa de un pecador se volvía impuro y tenía que purificarse; y quien un sábado tenía tratos con una criada o cualquier otro día con una mujer que tuviera su periodo, debía someterse a una purificación y a otras cosas severas. Pero parece que Tú, junto con tus discípulos, poco te preocupas del sábado ni de la purificación. ¿Cómo, pues, puede ser tu Doctrina una Doctrina divina igual a la que recibimos por boca de los profetas?».
1. Dije Yo: «Mi Doctrina es como un vestido nuevo, mientras que la vuestra es como uno viejo, lleno de agujeros y defectos. ¡Y precisamente por estos defectos suyos hoy, un sábado, pese a Moisés y a Juan, bien que habéis ido de pesca! De modo que mi Doctrina es nueva y no se puede tomar una parte de ella para remendar vuestro vestido lleno de agujeros. Y si así se hiciera, sólo tendríamos agujeros aún más grandes que los de antes, puesto que el remiendo se lleva algo del vestido usado, con lo que el daño inicial no haría sino aumentar más.
2. Mi Doctrina también es como el vino nuevo que no se echará en odres viejos que puedan romperse con lo que se perdería el vino. El vino nuevo se echa en odres nuevos y fuertes y así ambos se conservarán. ¿Lo comprendéis?».
3. «No suena mal lo que nos hablas», comentaron los discípulos de Juan. «Sin embargo no es fácil comprender lo que quieres decir con esto. ¿Podrías explicarte un poco más claramente?».
4. «Por supuesto que podría, ¡si quisiera! Pero no deseo dar más explicaciones aquí salvo deciros que sois unos vestidos viejos y gastados y odres deteriorados que ya no sirven para mi Doctrina. Pues mi Doctrina perjudicaría vuestro dulce bienestar que apreciáis por encima de todo en esta Tierra y a cuya mejora dedicáis todos vuestros esfuerzos. De modo que incluso el mismo sábado vais a pescas fatigosas, sólo para proporcionar a vuestra vida mundana una existencia mejor y más despreocupada. Sin embargo, ¡no veis a los pobres, ni tampoco a los enfermos, ni a los hambrientos y sedientos!
5. Sabido es que con la barriga llena uno no puede imaginarse cómo le duele el estómago de hambre al pobre. Igualmente cuando llega el invierno y estáis bien abrigados, no os dais cuenta del frío que hace, porque tenéis abundantes medios para que el invierno os resulte más agradable que el caluroso verano. Y si se os acercara un pobre que, medio desnudo y temblando de frío, se quejara de su desgracia y os pidiera una prenda para protegerse del frío, entonces os pondríais de mal humor y, con palabras de desprecio, le diríais: “¡Vete, zángano, si hubieras trabajado durante el verano no sufrirías apuros en invierno! Además, no hace tanto frío y un mendigo no debe ser tan sensible”.
6. Y el mendigo respondería: “Señor, he trabajado durante todo el verano y el otoño; pero el salario por un trabajo tan duro como el mío no fue ni la milésima parte de lo que mi amo sacó con él. Por eso él puede abrigarse perfectamente en el invierno, mientras que nosotros, sus mal pagados trabajadores, ya gastamos nuestro salario escaso en el verano, y ahora padecemos en el invierno. El lucro de nuestro amo es nuestra miseria”.
7. Esa sería la argumentación del mendigo, sin contar a los pecadores que hay entre los innumerables mendigos, que realmente merecen su pobreza».
8. «¡Estás exagerando! ¡No es así! Un trabajador fiel y diligente nunca tendrá motivos para quejarse de su amo. Quien quiere trabajar tendrá trabajo, sueldo, alimento y ropa, tanto en verano como en invierno. Respecto a los perezosos, aprobamos que los echen la calle».
9. «Vosotros así lo haríais, eso de sobras lo sé, ¡pero Yo no! Y en seguida sabréis por qué. Decidme: ¿Quién creó el mar y los muchos buenos peces que en él hay?».
10. «¡Menuda pregunta!», me contestaron los discípulos de Juan. «¿Quién puede haberlo hecho sino sólo Dios?».
«Pues bien, respondedme entonces: ¿Acaso tenéis escrituras otorgadas por Dios que os den el derecho exclusivo de pescar en el mar los peces de calidad, venderlos por mucho dinero, ingresar la totalidad del producto de la venta en vuestras cajas, y dar a vuestros laboriosos empleados apenas la milésima parte, pese a que son ellos los que hacen el trabajo pesado, muchas veces arriesgando su vida?».
11. «¡Otra pregunta ridícula de esas! ¿Dónde existe en la Tierra la persona que pueda justificarse con un certificado de propiedad expedido por Dios? Para eso Dios ha instituido los jefes de estado que otorgan los certificados de propiedad en lugar Suyo. Quien es reconocido como propietario por parte del estado, también lo es ante Dios. Aparte del precio que ya hubo de pagar para obtener su derecho, cada propietario legítimo todavía tiene que pagar al estado el diezmo y otros diversos impuestos, con lo cual el propietario tiene aún más derecho a obtener de su propiedad un beneficio adecuado».
12. «Así son las cosas en la Tierra, pero no a causa de Dios sino por culpa de los egoístas y ambiciosos hombres que han creado tales leyes y tal orden. Aunque no fue siempre así. En el principio y durante mucho tiempo toda la Tierra era un bien común de los hombres.
13. Sólo cuando los hijos de Caín se apoderaron de una parte de la Tierra, e instituyeron derechos patrimoniales susceptibles de ser heredados y apoyados con leyes y un orden ambicioso y egoísta,
14. entonces no pasaron ni mil años y Dios permitió el diluvio que los ahogó a todos, salvo unas cuantas excepciones que fueron salvados. ¡Y algo parecido volverá a producirse!
15. Aunque Dios es muy indulgente y tiene mucha paciencia, pronto se cansará de vuestras actitudes. ¿Quién poseerá la Tierra detrás de vosotros?
16. Hablando de esa manera sólo confirmáis cumplidamente que vuestra fe y vuestra justicia es un vestido viejo y deshecho que no soporta ya ni el menor remiendo y que también es como un odre viejo en el que ya no debe echarse vino. Pues sois criaturas malas y egoístas. ¿Me he explicado?».
1. Dijeron los discípulos de Juan: «¿Acaso hacemos mal si vivimos según la doctrina de Juan? Seguro que Juan era un predicador severo, pero no nos dio una enseñanza de ese estilo.
2. Mira, conocemos la orden de los esenios. También es muy severa y su máxima es la veracidad. Pero, ¿de qué les sirve a los esenios toda su veracidad y sus otras leyes severas? ¿Quién los aprecia? Ni los judíos ni tampoco los griegos, aunque parece que entre los romanos tienen unos cuantos adeptos. Aunque la doctrina que practican fuera absolutamente pura y buena, y aunque para una minoría de hombres que se retiraron por completo del mundo haya dado un resultado excelente, ¡para el conjunto de la humanidad es absolutamente irreal!
3. ¿De qué nos sirven las palabras, por bonitas y poderosas que sean, para la causa del humanitarismo?
4. Mira, esta casa es grande y hospitalaria, y no encontrarás tan fácilmente otra que pueda compararse con ella en lo que se refiere a la buena causa del humanitarismo. ¿Pero podrías exigir razonablemente que siempre esté preparada para hospedar y alimentar a toda la humanidad, pese a que todos los hombres sean nuestros hermanos? No sería posible ni con la mayor buena voluntad debido a la insuficiencia de los medios necesarios: espacio, alimentos, etc.
5. Supongamos a un matrimonio pobre que con mucho sacrificio consiga construir una choza y juntar lo imprescindible para alimentarse también durante el invierno, y al que escasamente le alcanzaran las provisiones hasta que la tierra volviera a dar fruto. Y supongamos que a la pareja, que apenas tiene suficiente espacio para ella misma, se le presentan diez personas pidiendo alojamiento y manutención. Dime: ¿Hay doctrina alguna que pueda obligar o aconsejar a la pareja que sea bueno y esté bien aceptar la petición, aunque el hacerlo los arroje inevitablemente a ambos a la perdición?».
6. «Todo pájaro canta y trina como la naturaleza le ha enseñado», les dije, «y vosotros habláis conforme a vuestro intelecto mundano, de modo que no podéis hacerlo diferentemente a lo que éste os dice. Y eso es todo lo que os puedo contestar. Si os hablara de manera más elevada y de verdades de los Cielos, no me comprenderíais, porque a vuestros corazones endurecidos les falta comprensión para ello.
7. ¡Insensatos! ¿Quién hace crecer y madurar los frutos de la tierra? ¿Quién la mantiene y la provee continuamente con las energías necesarias para este fin? ¿Acaso pensáis que Dios no puede o no quiere recompensar a aquel que se sacrifica en favor de sus hermanos necesitados? ¿Acaso pensáis que Dios es injusto y exige del hombre lo imposible?
8. ¡Yo opino que tener una voluntad verdaderamente buena y sincera y el deseo ansioso de hacer el bien a los hermanos necesitados es muy posible para todos!
9. Si cada uno estuviera inspirado a fondo con esta idea, entonces ya no habría en la Tierra chozas tan pobres donde no pudieran vivir más que dos personas.
10. Mirad, hoy esta casa de mi amigo Mateo ha saciado el hambre de muchos y él, con verdadero buen corazón, gastó todos sus víveres. Si no lo creéis, id y mirad en sus despensas y en los graneros, y no encontraréis alimentos de ninguna clase. ¡Aquí está el amo de la casa, preguntadle si he dicho algo que no sea verdad!».
11. Mateo confirmó mi declaración y afirmó: «Así es por desgracia y no sé con qué podré atender mañana a los huéspedes. Ya ha pasado muchas veces, pero yo siempre confié en Dios, y os digo que cada vez volví a tener abundancia para alimentar bien a los huéspedes».
12. «Veis», les dije a los discípulos de Juan, «así piensa y actúa un hombre recto en este mundo y no cree que Dios le haya abandonado nunca. ¡Así fue, y siempre será así!
13. Si uno confía en Dios, también Dios confía en él y no le abandona, ni tampoco permite que fracase. Pero aquellos que como vosotros creen que Dios es Dios, pero no confían en Él porque sus propios corazones les dicen que no merecen su ayuda, a ellos Dios tampoco les ayuda; pues, no tienen confianza en Él sino sólo en sus propios medios y sus propias fuerzas a las cuales consideran como sagradas, mientras dicen: “¡Si quieres que te ayuden, ayúdate tu mismo, pues uno mismo es el prójimo más cercano y cuida de sí primero!”. Y cuando haya terminado de cuidar de sí mismo, el necesitado ya habrá muerto.
14. Por eso Yo os digo: Si obráis primero para vosotros, entonces seréis abandonados por Dios y privados de su Bendición y de su ayuda segura. Pues Él no hizo al hombre por egoísmo sino por puro Amor. Por esto los hombres deben corresponder en todo a este Amor que les dio la existencia.
15. Pero si vivís y actuáis sin amor ni confianza en Dios, entonces transformaréis voluntariamente en diabólico lo divino que lleváis dentro de vosotros, os apartaréis de Dios y os volveréis siervos del infierno, el cual finalmente no os privará de vuestra merecida recompensa: la muerte en la ira de Dios.
16. Habéis dicho que los esenios, que viven conforme a la doctrina de Pitágoras, son poco apreciados a causa de su filantropía, salvo por algunos romanos.
17. Yo tampoco los aprecio porque no reconocen la inmortalidad del alma. Pese a todo, ¡el peor de ellos vale más que el mejor de vosotros!
18. Ahora os digo francamente: Desde el principio de este mundo, entre todos los que nacieron de mujer, nunca surgió nadie mayor que Juan. Pero quien desde ahora sea el menor de mis discípulos en el verdadero Reino de Dios, este será mucho mayor que Juan, a quien llamáis vuestro maestro sin nunca haberle comprendido. Juan os mostró y allanó el camino hacia Mí, pero el mundo que está dentro de vosotros ha cegado vuestros corazones; de modo que tampoco me reconocéis a pesar de que os encontráis conmigo.
19. Id, pues, y preocupaos por vuestro mundo, para que vuestras mujeres y vuestros hijos no anden desnudos y sus estómagos no corran riesgo de sentir hambre o sed. Pero, en breve se verá cuál es el bien que les proporcionáis así. ¡Os digo que Dios no cuidará de ellos!
20. Con todo derecho y toda verdad os puedo decir: Todo aquel que tiene una fortuna, propiedades o un negocio que le proporciona muchos beneficios y lo guarda todo para sí mismo y sus hijos, mientras mira a sus pobres hermanos con desprecio y se aparta de los pobres niños cuando estos, por hambre, sed o frío se le acercan para pedirle una limosna, este es un enemigo de Dios. Y también lo es aquel que dice a un pobre: “¡Ven dentro de algunos días y haré esto y aquello en tu beneficio!” y, cuando después viene el pobre lleno de esperanza a recordarle las promesas, se disculpa diciendo que tampoco ahora está en condiciones de hacer nada, aunque en realidad podría. En verdad os digo que ese también es un enemigo de Dios. Pues, ¿cómo amará a Dios, a quien no ve, si no ama a su hermano a quien ve y cuyo apuro es evidente?
21. En verdad os digo: Quien abandona a un hermano que se encuentra en la miseria, también, a la vez, abandona a Dios y al Cielo. Y antes de que él se dé cuenta, Dios ya le habrá abandonado.
22. ¡Pero el que no abandona a sus hermanos necesitados, ni siquiera cuando Dios le envía una prueba, también será bendecido en la Tierra y en el Cielo, antes de lo que piensa, y más abundantemente de lo que ahora fueron bendecidos las despensas y los graneros de nuestro anfitrión!».
23. «¡Eso sí que lo creemos a pie juntillas!», exclamaron los discípulos de Juan, «pues, ¡desde luego están absolutamente vacíos!».
1. En aquel momento vino una criada de la cocina, jadeante, y le dijo a Mateo: «¡Ven deprisa y mira lo que pasó! ¡Llegaron algunos jóvenes y trajeron víveres en tanta cantidad que tendremos para más de un año! ¿De dónde vino todo esto, hoy, sábado de los judíos?».
2. Mateo y todos los demás presentes en el comedor quedaron perplejos con la noticia y los discípulos de Juan, algunos de los cuales se habían asegurado antes que las despensas estaban vacías, preguntaron inmediatamente a Mateo si había encargado estos víveres.
3. «Yo no», les respondió Mateo, «porque entonces tendría que ser el primero en saber de dónde vienen. Y mi mujer tampoco porque ella fue quien por medio de la criada me hizo saber que nuestras modestas provisiones se habían agotado. Aparte de un jardín y algunos campos arrendados no tengo tierras para el cultivo en gran escala. Además, me falta tiempo para eso porque por un lado estoy muy ocupado con la aduana y por otro lado tengo que atender a los huéspedes de mi albergue. Por esta razón me abastezco una vez por semana con víveres que encargo en Cafarnaúm. El pescado, siempre lo trajisteis vosotros. El vino y los cereales los compro por lo general a mis ex correligionarios griegos. Así, brevemente, es la manera cómo hasta ahora abastecí mi casa con lo necesario. ¡Pero de este encargo no sé nada, ni tampoco nadie de mi casa!
4. Será obra de un gran amigo desconocido; y si no, habrá de ser evidentemente un milagro. Pero quién sea este amigo y dónde esté, lo ignoro como vosotros. Ahora llamaré a todo mi personal y le preguntaré delante de vosotros si no conocían a nadie de los porteadores».
5. Su mujer, todos los criados y las criadas fueron llamados e interrogados, pero todos afirmaron que los porteadores les eran absolutamente desconocidos: «Parecían ser jóvenes muy finos. En ninguno de ellos se podía notar barba alguna, aunque todos tenían el pelo muy bonito, largo y rizado. Su ropa se parecía más a la de los romanos que a la de los judíos. Eran muchos. Depositaron rápidamente lo que trajeron y dijeron: “¡Esto es un regalo para Mateo el aduanero, a quien el gran Maestro convocó hoy!”. Con esto se fueron deprisa, pero no pudimos ver ni hacia dónde se dirigieron».
6. Dijo un fariseo: «Esto parece muy extraño, ¿será verdad? Nos gustaría mucho estudiar a fondo este asunto».
7. Y dirigiéndose a Mateo, el mismo fariseo continuó: «¡Permítenos que probemos este vino y por su gusto y color te diremos de dónde viene!».
8. En seguida trajeron el vino y llenaron todas las copas.
Cuando los fariseos y escribas lo probaron, dijeron llenos de admiración: «Verdaderamente, ¡un vino como este jamás lo hemos probado! Pues, ¡es de una calidad increíblemente deliciosa...! Hemos probado todos los vinos cultivados en todas las partes conocidas de este mundo y, de vez en cuando, hubo entre ellos algunos deliciosos. Pero comparados con éste no eran sino agua insípida. De modo que este misterio sigue siendo un misterio.
9. Como tienes tanta provisión de este vino tan maravilloso, ¿nos dejarías algunos odres por dinero y buenas palabras? Valdría la pena preparar un envío al pontífice de Jerusalén».
10. «Lo recibí gratuitamente y lo daré de la misma forma», le respondió Mateo, «¡pero para el pontífice de Jerusalén ni una sola gota! A no ser que él pase por aquí como huésped... Entonces se le dará el mismo trato que a todos los demás huéspedes. Pero bien entendido: como hombre igual que todos los demás, ¡nunca por ser pontífice judaico que para mí es abominable y el asesino del espíritu de los que son de su religión!».
11. A eso un escriba le contestó: «¡Amigo, estás muy equivocado sobre el pontífice de Jerusalén y no tienes idea alguna sobre su naturaleza y su cargo!».
12. «Dejemos este asunto porque justamente el tema me pone furioso», respondió Mateo. «Vosotros sois sus ojos y por eso no veis lo que está más cerca: vuestra propia cara. Nosotros, que nos encontramos enfrente de vosotros la vemos demasiado bien. ¡Pero ahora ya no hablemos más de esto, porque de lo contrario aún me pondré furioso! Y, como huéspedes igual de respetados que todos los demás, no os quisiera ofender...».
13. Dijo un fariseo algo más bondadoso: «Pues sí, vale más dejar esto de lado. Pero hablemos con el Maestro Jesús; Él sabrá seguramente darnos la mejor de las explicaciones sobre este acontecimiento. Pues, Él nos supera de lejos a todos en toda ciencia y sabiduría».
Y, dirigiéndose a Mí, continuó: «¿Qué dices Tú acerca de esto? Parece que sabes algo. La conversación que tuviste antes con los discípulos de Juan señalaba algo en este sentido. Y todo pasó casi en el mismo momento en que explicabas a los discípulos de Juan cómo Dios cuida de aquellos que le aman verdaderamente y confían en Él. De modo que me parece que quizá Tú mismo, secretamente, puedes haber sido el autor».
14. «Bien, si suponéis esto de Mí, entonces prestad también atención a todo lo demás que dije a los discípulos de Juan y reconoced en vuestros corazones que Yo he dicho la pura verdad.
15. Quienes de vosotros procedan así desde el fondo de su corazón siempre tendrán de Dios la misma experiencia que ahora tuvo nuestro amigo y hermano Mateo.
16. Creedme: Dios, en su Corazón, seguirá siempre siendo el mismo. Tal como era cuando aún faltaba mucho para que en el firmamento existiesen el Sol, la Luna y las estrellas, así es ahora y siempre será así.
17. Quien le busca en el camino verdadero, también le encontrará y será bendecido por toda la eternidad».
18. Estas palabras les tocaron el alma a todos y los discípulos de Juan empezaron a volver sobre sí: «¡Él sí debe de ser un profeta bastante mayor que nuestro Juan! Pues, vivimos diez años con Juan, pero algo así jamás lo vimos a su lado. El fariseo tiene razón en suponer que este nazareno sabe algo de ello. ¡Yo, por mi parte, estoy persuadido que Él mismo lo ha hecho de una manera desconocida para nosotros y que todo esto es una prueba evidente de nuestra ceguera manifiesta, incluso de la de nuestro antiguo maestro Juan!».
1. Judas, a quien el vino había animado algo más de la cuenta, también quiso dar su opinión, por lo cual se dirigió a sus vecinos, los discípulos de Juan.
Pero Tomás, su oponente de costumbre, se le anticipó: «Amigo, cuando los maestros hablan, los alumnos debemos callarnos. Pues aquí cualquier palabra salida de nuestra boca sería una necedad grosera. Si tienes tantas ganas de hablar, ¡entonces sal afuera al aire libre y grita todo lo que te de la gana y cuando así tu boca se haya cansado, vuelves a entrar!».
2. «¿Qué es lo que tienes en contra mía?», protestó Judas. «¡No te he hecho ningún mal! ¿Acaso no se me dejará hablar nunca?».
3. «Hace años que conocemos a fondo tu sabiduría. Y aquí, ante la Sabiduría de nuestro gran Maestro, en verdad no tenemos gana alguna de que nos vengas con tus mil veces oídas monsergas. Además, hace ya tiempo que somos tan sabios como tú. De modo que no nos puedes impartir enseñanzas mejores que las que ya hemos recibido. Por consiguiente habrás de admitir que aquí no hace falta que hables. Nosotros, los discípulos, hablamos cuando se nos pregunta. También podemos preguntar, pero antes hemos de estar seguros que nuestras preguntas tienen un motivo bien fundado. Porque si preguntamos por pura curiosidad o por ganas de soltar la lengua, merecemos un castigo».
4. «Bien, bien, ya me callo. Ya sé que en tu presencia me está prohibido hablar pues, ¡eres la sabiduría personificada del mismo Elías! Qué pena que no hayas vivido en los tiempos de Salomón, ¡menudo provecho habría podido sacar de un sabihondo como tú! ¡Pero basta, ya me callo!».
5. Tomás aún tenía ganas de contestarle algo, pero Yo le indiqué que ya bastaba y se conformó.
6. Uno de los discípulos de Juan aún no comprendía cómo Yo había podido compararlos con un vestido roto que se remienda con paños nuevos y con un odre viejo y poroso que ya no sirve para guardar el vino nuevo.
Por eso se dirigió hacia Mí con un comentario algo grosero: «Creo que puedes ser un profeta. Sin embargo, el vino viejo de los odres viejos te gusta más que el vino nuevo de los odres nuevos y me parece que tu ropa tampoco es de las más recientes. Si necesitaras en breve algunos trapos para remendarla, en esto te puedo servir, pues me sobran muchos. De modo que si puedo servirte, no tienes más que dirigirte a mí».
7. Sus compañeros le querían echar afuera por esta observación estúpida. Pero Yo intercedí en su favor y le expliqué la parábola más claramente, con lo que se quedó tranquilo.
8. A los demás les dije: «Si veis que un ciego cae en un foso y, al caerse, daña un poco las hierbas de al lado del foso, ¿acaso sería inteligente por nuestra parte responsabilizarle del daño y castigarle? Al igual que vosotros, este hermano vuestro también ve con los ojos de la carne. Pero los ojos de su alma están todavía muy ciegos. Y como eso lo sabemos, sería demasiado injusto por nuestra parte castigar a un hermano ciego por el traspié que dio delante nuestra».
9. A estas palabras todos me vitorearon y dijeron: «¡Esto es un discurso válido; quien actúa como Él y nos avisa tan sabiamente, merece que se le llame Hombre de los hombres y que se le corone! ¡Salve y viva, Tú, Hombre de los hombres!».
10. Apenas pronunciadas estas palabras y dadas algunas explicaciones más acerca de la ropa vieja, el vino y los odres, se presentó de repente Cornelio, un comandante de Cafarnaúm.
Precipitándose hacia Mí, cayó de rodillas y, sin aliento, exclamó: «¡Señor!, ¡Amigo!, ¡Maestro divino y Salvador!, ¡mi querida hija Cornelia, mi buena y bellísima hija se me ha muerto!». El comandante sollozó de manera tal que durante largo rato no pudo hablar. Después prosiguió:
11. «Señor, a quien nada es imposible, ¡ven conmigo a mi casa, imponle tu mano milagrosa y seguro que volverá a vivir, como la hija de Jairo que estaba muerta y que resucitó! Te lo ruego, ¡ven y concédeme esta Gracia!».
12. «¡Anímate, iré y haré lo que me pides! A pesar de que tu hija ya está completamente muerta y su cuerpo frío, ¡la resucitaré para que después anuncie la Gloria de Dios a los pobres hombres! ¡Vamos, pues!».
13. Mis discípulos me preguntaron si debían acompañarme o esperar allí, y les respondí: «Todos vosotros los que sois mis discípulos y también tú, Mateo, que has sido aduanero, ¡seguidme! Ya abastecí las necesidades de tu casa mundana con lo que hacía falta y también lo haré en el futuro. Así que sé discípulo mío como estos de aquí».
14. En seguida Mateo cambió su ropa de posadero por su mejor vestido y me siguió sin tomar ninguna de las disposiciones acostumbradas sobre lo que deberían hacer los suyos durante su ausencia.
15. Así tiene que actuar todo el que me quiere seguir. Pues ha de extinguir todo lo mundano en él y no ocuparse de las condiciones de su vida mundana; en caso contrario no sirve para mi Reino. Porque quien pone las manos en el arado mirando hacia atrás, no está en el camino hacia el Reino de Dios.
1. Continuemos, pues, la historia del Evangelio.
2. En medio del camino a Cafarnaúm, la tarde ya avanzada, una mujer se acercó a Mí por detrás, tal como anteriormente aquella griega. También sufría flujo de sangre, desde hacía doce años, y nadie le podía ayudar. Como tuvo noticia de aquella otra griega, vino solamente para tocar la orla de mi vestido e instantáneamente quedó curada.
Pues, con el impulso de su corazón, se había dicho: «Con que sólo pueda tocar su vestido, seré sana». Y ocurrió instantáneamente lo que había creído. También sintió inmediatamente que desaparecía la causa de sus sufrimientos de muchos años por la fe con la cual había tocado mi vestido.
3. Yo me giré hacia ella y le dije: «¡Hija mía, tu fe te ha curado, ¡vete en paz!». Y con muchas lágrimas de gratitud y alegría la mujer se fue a su casa, y desde aquel momento quedó curada.
4. Esta mujer no era griega sino judía, pero vivía cerca de una colonia griega. Visitaba frecuentemente a los griegos y, por ello, llegó a saber mucho de los mismos y también lo de la curación de aquella griega a la que más tarde nombraron Marcos y el pintor y poeta Lucas. Al ser iguales ambos hechos, hasta los teólogos más sabios los toman por uno, lo que lleva agua al molino de los escépticos notorios.
5. Mateo, el escribiente, no tardó en preguntarme si debía anotar este milagro y cuáles otros hechos de los demás de aquel día.
6. «Anota todos los acontecimientos de hoy», le dije, «menos el abastecimiento de la casa de tu tocayo, ni tampoco las conversaciones habidas. Volveremos a casa hoy, y mañana tendremos tiempo suficiente para determinar lo que hace falta anotar de este día».
7. Mateo el escribiente quedó conforme y en poco tiempo llegamos a la casa del comandante. Una vez allí, entramos en seguida a la sala donde se encontraba la hija muerta, en una cama adornada según la costumbre romana.
8. Había en la sala un gran número de flautistas y otros alborotadores; pues era costumbre armar un gran estrépito alrededor de los difuntos, ya sea para que se volvieran a despertar o, si no se despertaban, para ahuyentar a los enviados de Plutón, príncipe del infierno según la opinión del pueblo ignorante y profano, paganos la mayor parte.
9. Cuando entré en la sala con mis discípulos, viendo a los flautistas y oyendo el estúpido alboroto que armaban, ordené que se callasen y se retirasen de la casa, porque la hija no estaba muerta sino solamente dormida.
10. Los alborotadores que hacían ruido para cobrar dinero, pues sin dinero no había alboroto para nadie, empezaron a burlarse de Mí y uno de ellos me dijo: «Te resultará difícil tener el mismo éxito que en la casa de Jairo. Mírala de cerca y, médico como eres, en seguida te darás cuenta que según los criterios de la enseñanza de Hipócrates, el famoso médico griego, ya tiene escrita en la frente la muerte definitiva. ¿Y tú afirmas que duerme?».
11. Como el comandante vio que los alborotadores no querían retirarse, se lo ordenó bajo amenaza de castigo severo y mandó a los soldados de guardia que los echaran afuera.
12. Sólo me acerqué al lecho mortuorio cuando la sala y toda la enorme casa quedaron despejadas de inoportunos alborotadores, y, sin decir ni una sola palabra, tomé la mano de la hija y ella se levantó en el mismo instante, absolutamente restablecida y sana, como si nunca le hubiese faltado nada.
13. Cuando se dio cuenta que se encontraba en aquella cama que se usaba solamente para los muertos, en seguida preguntó qué significaba todo aquello.
14. El comandante se acercó a ella y con suprema alegría le dijo: «¡Mi Cornelia más querida! Caíste muy enferma y falleciste a causa de la enfermedad malvada. Estuviste muerta y hubieras permanecido inevitablemente muerta si este Salvador verdaderamente omnipotente no te hubiera despertado con su Poder divino, tal como hace pocos días despertó también a la hija de Jairo, el director de la escuela de la sinagoga, a la cual tú conoces bien. Por esto, ¡alégrate por la vida que Él te devolvió y agradéceselo en adelante de todo corazón a este Amigo de los amigos! Porque Él te devolvió el sumo bien perdido: ¡la vida irrecuperable!».
1. «¡Es verdad!», dijo la hija. «Ahora recuerdo que estuve muy enferma y que en tal estado entré en un sopor muy dulce, me dormí y soñé algo maravilloso. Adonde quiera que me dirigiera, siempre había luz y cada vez más luz; y en tal luz se formaba un mundo magnífico. Aparecían jardines de una belleza incomparable, envueltos en una luz todavía más clara y una maravilla surgía tras otra. Aparentemente no había ser alguno que habitara aquellos prodigios. Seguí contemplándolos con admiración y como ningún ser vivo quería mostrarse, me invadió la angustia ante todas estas maravillas incomparables. Empecé a llorar y a llamar, pero ni el eco más débil me quiso dar por ningún lado al menos una respuesta aparente. Por eso me puse cada vez más triste en medio de las maravillas que aumentaban sin cesar.
2. Cuando estaba así decaída, en mi tristeza empecé a llamarte en voz alta a ti, padre, y he aquí que desde los jardines vino este amigo, me tomó de la mano y me dijo: “¡Levántate, hija Mía!”. En ese momento desaparecieron todas las maravillas que me habían puesto tan triste y me desperté, mientras este amigo conservaba todavía mi mano en la suya. En los primeros momentos no podía recordar lo que había visto. Pero cuando la consciencia íntegra me fue restituida como dada por los Cielos, en ese momento recordé todo lo que vi y pasé en el sueño, tal como acabo de contártelo.
3. Lo que me parece sumamente extraño es que a juzgar por la cama en que me encuentro, verdaderamente habré estado muerta para el mundo, aunque en el sueño seguía viva. Y lo más singular es que este magnífico amigo que se me acercó, se encuentre ahora aquí tal como le vi en el sueño.
4. Pero, querido padre, te pregunto si esta vida que Él me restituyó no le pertenece. Mi corazón está profundamente conmovido y tengo el sentimiento de que jamás en mi vida podría entregar mi amor a ningún hombre fuera de Él. ¿Es posible que me sea permitido amarle sobre todo, más que a ti, padre mío, y más que a todo en el mundo?».
5. Cornelio quedó perplejo ante la pregunta y no sabía qué contestar.
Pero Yo le dije: «¡Deja que tu hija manifieste todo lo que ahora siente, porque sólo eso le dará la vida en toda su plenitud!».
6. De modo que Cornelio respondió a su hija: «Si es así, ama entonces a este Amigo por encima de todo. Quien por su poder pudo devolverte la vida cuando estuviste muerta, jamás podrá perjudicarte. Si otra vez murieras, ¡seguro que te devolvería la vida de nuevo! De modo que muy bien puedes amarle por encima de todo, tal como yo también le amo con todo mi corazón».
7. Y Yo les dije: «Quien me ama a Mí, también ama a aquel que está en Mí y que es la Vida eterna. Y aunque muriera mil veces en este amor para conmigo, con todo, vivirá eternamente».
Muchos que oyeron esto pensaron: «¿Qué es lo que oigo? ¿Es posible que un hombre pueda decir esto? ¿Pero será posible que un hombre también pueda hacer lo que él hace?».
8. Un romano que estaba de huésped en casa de Cornelio en esos momentos, tomó la palabra: «Amigos, había un sabio que dijo que no hubo hombre importante alguno a quien los dioses no hubieran animado con su aliento. Si alguna vez un hombre recibió más hálito de los dioses que cualquier otro, entonces tiene que ser este mismo Jesús, aunque parezca de nacimiento humilde. Pues los dioses no aprecian la pompa del mundo y cuando descienden a la Tierra se encubren tras una apariencia lo más modesta posible y sólo se dan a conocer a los mortales mediante los hechos que realizan. Es más que evidente que esto también sucede con este hombre por lo demás tan sumamente sencillo. Podéis pensar o suponer lo que queráis. Por mi parte le considero un dios de primer orden, ¡porque jamás hubo ningún muerto despertado por un mortal!
9. Aunque un hijo de Esculapio haya conseguido despertar con bálsamos y ungüentos a un muerto aparente, el así despertado, a pesar de todo nunca rebosa tanta salud como Cornelia, que me parece más animada y juvenil que nunca. Esta es mi opinión y estoy absolutamente convencido de que es así. Vosotros, desde luego, podéis pensar lo que os parezca bien».
10. Y Yo añadí: «Quien tiene razón cree que la tiene, y Yo os digo que así es. Lo único que os pido en muestra de vuestra amistad es que todos los que habéis participado, lo guardéis de momento para vosotros sin decírselo a nadie; pues, ya sabéis lo malvado que es el mundo».
Y me prometieron silenciarlo.
11. Callar, callaron, aunque sólo los pocos días que me quedé con mis discípulos en casa del comandante. Pero cuando me fui de allí, este suceso se divulgó poco a poco por toda Galilea. Verdad es que Yo hubiera podido evitarlo, interfiriendo en el libre arbitrio de los hombres. Eso hubiera resultado facilísimo; pero como tengo que respetar la libre voluntad de los hombres, sin la cual degenerarían en animales, hube de aceptar lo que no estaba dentro del Orden y que en manera alguna servía a la causa.
9, 27—31)
1. En Cafarnaúm había dos ciegos de nacimiento que, por lo tanto, nunca habían visto la luz del día ni el resplandor de las estrellas en la noche. Estos dos oyeron hablar de Mí y de los hechos que había realizado. Volviendo desde Cafarnaúm a Nazaret acompañados por el comandante, su mujer, todos sus hijos y algunos de sus amigos, pasábamos tranquilamente por un sitio donde varios caminos se cruzaban. Y allí se encontraban habitualmente los dos ciegos pidiendo limosna. Oyeron a los caminantes que pasaría mucha gente, incluso la más importante de Galilea y que en medio de ellos se encontraba el Salvador Jesús de Nazaret, de quien, como de su padre, se decía que descendía de la línea de David.
Oyéndolo, ambos ciegos se levantaron rápidamente y, tan bien como pudieron empezaron a correr detrás de Mí, exclamando: «¡Ay, Jesús, hijo de David, ten compasión de nosotros!».
Me dieron este título porque pensaban que eso me lisonjeaba y que así tendría más piedad de ellos.
2. Yo, sin embargo, permití que me siguieran hasta Nazaret para mostrarles así que tales títulos mundanos y lisonjas vanas no me gustaban nada.
3. Cuando después de algunas horas llegué a casa, en seguida los dos acudieron y pidieron a quienes se encontraban cerca de ellos que los llevasen hacia Mí. Y mis discípulos los llevaron a mi presencia.
4. Una vez allí, ambos se acercaron a Mí e iban empezar a pedirme que les diese la visión. Pero, sabiendo bien lo que querían, Yo me anticipé y les pregunté: «¿Creéis que Yo puedo hacer lo que me pedís?».
Y me respondieron: «¡Sí, Señor!».
Entonces toqué sus ojos con mis dedos y les dije: «¡Sea hecho según vuestra fe!».
5. Y se les abrieron los ojos y podían ver todo como cualquier otra persona con los ojos absolutamente sanos. Cuando se dieron cuenta del buen servicio de la vista, empezaron a contemplar la Creación con gran admiración y estaban conscientes con todo su corazón de que me debían gracias ilimitadas e incesantes, y me querían dar todo lo que hasta entonces habían ahorrado de mendigos. Pues, en adelante, nunca jamás irían a pedir limosna sino que ganarían su sustento con sus manos sanas.
6. Y Yo les dije: «Hacéis muy bien en desear servir ahora a vuestros hermanos y ganar vuestro sustento con vuestras manos, porque quien tiene vista y puede trabajar no debe estar con los brazos cruzados y ser una carga para ellos, sino que debe ayudarles y servirles para que el amor aumente entre los hombres.
7. Vuestro propósito es muy acertado y bueno, y vuestra idea de darme por gratitud todos vuestros ahorros, es muy loable de vuestra parte. Pero ni Yo ni tampoco mis discípulos lo necesitamos; de modo que lo podéis guardar para vosotros.
8. Lo que me debéis por haber abierto vuestros ojos a la luz es, primero, que cumpláis los mandamientos de Dios, que améis a Dios sobre todas las cosas, a vuestro prójimo como a vosotros mismos y que le ayudéis con buena voluntad en todo lo que os sea posible. Segundo, y esto por mi propia causa, os ordeno que no habléis con nadie de esto y que hagáis todo lo posible para evitar que se sepa».
9. «Señor, esto no será fácil, ¡porque todos los de aquí sabe que éramos ciegos! Cuando nos pregunten de qué manera hemos obtenido la vista, ¿qué respuesta podremos dar?».
«¡Una respuesta que se llama “silencio”!».
Me prometieron guardar silencio; sin embargo, no cumplieron su promesa sino que se fueron a todos los pueblos de las cercanías y publicaron el suceso.
1. Apenas los dos habían salido de la casa, vinieron otros que trajeron a un sordomudo endemoniado. También llegaron varios fariseos y escribas que hacía dos días que habíamos dejado atrás en casa de Mateo. Estos nos habían seguido para enterarse de lo que Yo iba a hacer en la casa y a dónde me dirigiría. Todavía delante de ella, se encontraron con los ciegos de antes los cuales inmediatamente les contaron que ahora iba a ser curado un sordomudo endemoniado. De sí mismos no dijeron nada porque tenían aún mucho miedo en sus corazones.
2. Al oírlos, los fariseos se dieron prisa para no llegar tarde.
Cuando entraron en la habitación reconocieron al sordomudo endemoniado y dijeron: «¡Oh, a este ya le conocemos desde hace mucho tiempo! No hay poder que logre dominarle. Cuando su demonio se enfurece, arranca árboles y no hay muros o cadenas que le puedan sujetar. No se quema cuando se mete en el fuego y ¡ay de los peces cuando entra en el mar! Menos mal que es sordo y mudo, pues si oyera y hablara, los seres del mundo no estarían seguros con él ¡Oh, es un individuo terrible! Todos huyen de él, hasta los animales feroces. ¿Y a éste le quieres curar? ¡A este sólo le puede curar el príncipe de los diablos!».
3. Pero Yo les contesté: «¡Y a pesar de todo le curaré para que por una vez comprendáis que todos los seres han de obedecer a Dios!».
4. A esto puse mi mano encima del endemoniado y dije: «¡Abandona a este hombre, espíritu impuro y maligno!».
Gritó el demonio: «¿Adónde me mandas?».
«¡Donde el mar es más profundo; allí te está esperando un monstruo!».
El demonio soltó un grito y abandonó al hombre.
5. En el mismo instante el hombre adquirió un aspecto muy amable. Lleno de gratitud, empezó a hablar con palabras atentas y agradables, con lo cual todos se convencieron que ahora ya no era sordo, ni tampoco mudo.
6. Los discípulos y los demás se llenaron de admiración y aseguraron: «¡En verdad nunca se ha visto cosa semejante en Israel! Ha habido quien ha hecho aflojar a los vientos, también quienes devolvieron la vida a los aparentemente muertos, rocas que tuvieron que arrojarse al agua por sí mismas y, a ruegos de Moisés, el maná bajó de los Cielos; pero todo ello sin alcanzar la perfección superior de este caso.
7. Cuando Salomón estaba construyendo el Templo y durante un mes ningún obrero quiso trabajar en la obra, pidió a Dios trabajadores y pronto vino un gran número de jóvenes que le ofrecieron su ayuda. Salomón los acogió y trabajó con ellos durante un mes, tal como nos transmite la tradición.
8. En resumen, desde Abraham hasta hoy sucedieron muchos milagros. Pero como este de ahora, ¡no los hubo iguales!; ¡tan seguro como que Dios vive y reina sobre los Cielos y la Tierra!».
9. Esta admiración enojó a los fariseos de tal manera que no podían contener ya su ira.
Por eso se dirigieron al pueblo y dijeron: «¡Insensatos y ciegos! ¿No os hemos dicho ya al entrar en esta habitación quien podía ser el amo de tales endemoniados? Bien claramente os explicamos que sólo el primero de todos los diablos puede hacer algo así. Admitimos que curó al endemoniado, ¿pero cómo? ¡Mediante el príncipe de los diablos fue como consiguió expulsar al demonio de este hombre!».
10. Cuando los enfurecidos fariseos dieron semejante testimonio de Mí delante del pueblo y en presencia del comandante romano Cornelio, provocaron una reacción inesperada.
El comandante, escandalizado por la declaración, casi fulminó a los fariseos y escribas con la sentencia: «¡Antes que acabe el día, vuestro destino será el suplicio en la cruz! ¡Ya os enseñaré la diferencia entre Dios y el demonio!».
11. Al oír esa voz de trueno, los fariseos empezaron a gritar desesperadamente. Pero el pueblo gritaba de júbilo y exclamó: «¿Por fin disteis de una vez con un Maestro que expulsará vuestro propio viejo diablo? Bien merecido lo tenéis, ¡porque entre vosotros y vuestro príncipe de los diablos no hay diferencias! Pues al igual que en aquellos tiempos este luchó contra el arcángel Miguel por el cuerpo de Moisés, es decir, por la materia muerta de su doctrina, vosotros todavía hoy lucháis contra todo lo que os huele a algo espiritual, y lo perseguís con fuego, espada y maldición. De modo que sois vosotros mismos quienes siempre hacéis causa común con el diablo y os servís del arte del príncipe de las mentiras. ¡Por eso la sentencia del comandante sobre vosotros, siervos de Satanás, es absolutamente justa, y no sentimos la menor compasión por vosotros!».
12. A eso Mateo el aduanero se acercó a los fariseos y añadió: «Hace unos cuatro días que el Maestro Jesús curó al hermano paralítico de mi madre, ¡y qué verdades profundas y puras os dijo en aquella ocasión! Hasta los niños lo entendieron y os señalaron a vosotros con el dedo. El Maestro os dirigió una Palabra tan pura y sabia que vosotros mismos tuvisteis que sorprenderos y preguntar dónde podía haber aprendido semejante sabiduría. Sin embargo, ¡ni sus respuestas sumamente sabias e instructivas, ni tampoco sus hechos incomparables pudieron abrir vuestros ojos!
13. Si tales hechos y enseñanzas no os pueden abrir los ojos sino que, por el contrario, vuestros corazones malvados se vuelven cada vez más furiosos y sedientos de venganza, decidme: ¿Qué os falta aún para ser diablos auténticos? Os repito lo que ya os he dicho: Sois más malignos que todos los diablos juntos, por lo que es bueno y justo ante Dios y ante todos los hombres de buena voluntad que se os extermine como a bestias feroces.
14. Soy un hombre lleno de compasión y de buen corazón, tanto que mi delicadeza de sentimientos no me permite matar una mosca, ni tampoco pisar un gusano; pero yo mismo podría cortar vuestras cabezas sin ningún sentimentalismo. Así que el comandante Cornelio merece todo elogio por haberos condenado al suplicio de la cruz».
15. Cuando los apurados fariseos vieron que nadie quería apiadarse de ellos y pedir indulgencia ante Cornelio, quien administraba inexorablemente la justicia romana en toda Galilea, se dirigieron al comandante y afirmaron que sus intenciones hacia Jesús no eran tan malas como se interpretaba: «Solamente queríamos expresar, de una manera algo más llamativa, que el Poder divino manifiesto en Jesús, el Maestro de los maestros, también podía poner a su servicio, si fuera preciso, hasta al príncipe de todos los diablos. Pues sería una pena para la humanidad que Dios no tuviera Poder sobre los demonios. Si en Jesús, y parece que de esto ya no cabe ni la menor duda, actuaban la Fuerza y el Poder divinos, entonces, por supuesto, podría mandar tanto sobre los diablos como sobre los ángeles y obligarlos a una obediencia severa sin restricciones. De modo que con nuestra afirmación de que Él es capaz de expulsar a los diablos por medio del príncipe de los mismos, queríamos indicar que Él es omnipotente y que abarca todo lo que existe en el Cielo, en la Tierra y debajo de su superficie. Si con nuestras afirmaciones únicamente pudimos dar a entender esto y de ninguna manera algo distinto, ¿cómo es posible que tú, señor supremo de Roma, puedas dictar tal sentencia sobre nosotros? ¡Por esto te pedimos, en nombre del divino Maestro Jesús, que seas clemente y la revoques!».
16. Dijo el comandante: «Si Jesús, el Maestro, intercede en favor vuestro, entonces revocaré mi sentencia. Si Él no dice nada, moriréis hoy mismo sin más rodeos. Pues no creo vuestras palabras porque vuestros corazones sienten otra cosa que lo que habláis con la boca».
17. A estas palabras todos ellos vinieron precipitadamente hacia Mí y gritaron: «¡Oh, Jesús, buen Maestro!, ¡te rogamos que nos salves y liberes! Ya no pondremos obstáculos en tu camino y si no confías en nosotros, ¡guárdanos como rehenes! Todos estamos ya más que convencidos que eres un mensajero purísimo de Dios, enviado a nosotros tus hijos que, por desgracia, nos hemos vuelto tan sumamente malos. ¡Oh, Jesús, no desatiendas nuestros ruegos!».
18. «¡Entonces id en paz!», les dije, «¡pero tened cuidado con no tramar cosas peores, porque no os diré otra vez que os vayáis en paz!».
19. Todos me lo prometieron y el comandante añadió: «Como Él os dio la paz, yo también os la doy y por el momento revoco la sentencia. ¡Pero ojo, si la menor cosa llega a mis oídos!».
20. Los fariseos nos dieron las gracias a ambos y se fueron lo más rápidamente posible a sus casas donde callaron por precaución; pues temían a Cornelio sobre todo. Pero en sus corazones tramaban cómo aniquilarme y vengarse del comandante. Sin embargo, no se les presentaba una buena oportunidad y tuvieron que poner buena cara a una situación que les resultaba sombría porque amenazaba su existencia. Esta situación me resultó favorable porque hasta el otoño, sin ser molestado, pude predicar el Evangelio y anunciar el Reino de Dios en todas las ciudades y aldeas de Galilea y al mismo tiempo curar al pueblo que sufría de diversas dolencias y enfermedades.
Palabras significativas del Señor sobre por qué Dios lo ha tolerado (Mateo 9:36—38)
1. La miseria de la gente, que sufría las más diversas exacciones, era evidente sobre todo en los pueblos y en las aldeas. Estaba física y psíquicamente malparada y decaída, como ovejas sin pastor entre lobos.
Yo estaba afectado por este estado desmoralizado de los pobres pueblos, por eso dije como en Sicar al lado del pozo: «La mies es verdaderamente mucha, pero hay pocos operarios. Rogad, pues, al Señor que mande segadores para su mies. Porque estos pobres están maduros para el Reino de Dios y el campo donde están es grande. Se consumen ansiando Luz, Verdad y Salvación; pero, ¿dónde están los segadores?».
2. Dijeron los discípulos: «Señor, si nos crees capaces, ¿no podríamos repartirnos y dedicarnos cada uno de nosotros a un pueblo o una aldea?».
Dije Yo: «Ahora vamos de camino hacia un pueblo paupérrimo. En cuanto lleguemos, elegiré a los más aptos y fuertes de entre vosotros y os mandaré a diferentes lugares y pueblos; y entonces tendréis que hacer todo aquello que Yo hago e hice ante vuestros ojos. Démonos un poco más de prisa».
3. En menos de media hora alcanzamos el pueblo donde encontramos una miseria verdaderamente inaudita. Tanto los adultos como los menores andaban completamente desnudos y apenas cubrían su desnudez con unas hojas. Cuando nos vieron llegar, todos, viejos y jóvenes, corrieron a nuestro encuentro para pedirnos limosna pues estaban muy necesitados. Los niños lloraban de hambre y se apretaban el vientre con las manos porque no habían comido nada desde hacía dos días. Sus padres estaban desesperados, por un lado por su propia hambre, pero más aún porque no tenían nada para dar a los pequeños que les pedían pan y leche.
4. Pedro, muy sensibilizado con este cuadro, preguntó a un anciano, de aspecto probo: «Amigo, ¿quién os ha arrojado a tamaña miseria? ¿Cómo llegasteis a este estado? ¿Acaso os visitó un enemigo que os lo ha robado todo y, a lo que veo, hasta destruyó vuestras casas? No veo más que paredes sin tejados y vuestros graneros, que me eran conocidos, están reducidos a escombros. ¿Cómo ha podido pasar todo esto?».
5. Dijo el hombre con voz desconsolada: «Oh, señores, seguramente bondadosos, esto es obra de la dureza y avaricia ilimitada de Herodes. Su padre era el brazo izquierdo de Satanás y él es el derecho. No podíamos pagar los impuestos que nos exigió hace diez días. Sus esbirros nos dieron un ultimátum de seis días. Pero ¿qué son seis días? En ese tiempo acabaron con casi todas nuestras provisiones y el séptimo día, como no nos fue posible pagar los exorbitantes impuestos exigidos, se llevaron todo lo que teníamos y nos dejaron sólo esta vida de miseria. ¡Oh, amigos, esto es duro, sumamente duro! ¡Si Dios no nos ayuda, poco nos falta para que muramos todos! Por favor, ¡ayudadnos tanto como podáis! Si los malvados siervos de Herodes no nos hubieran quitado incluso toda la ropa que teníamos encima, entonces por lo menos podríamos ir a pedir limosna. Pero ¿dónde nos podemos presentar en estas condiciones? Las poblaciones más cercanas están demasiado lejos para nuestros niños, y nosotros estamos desnudos como el día que nacimos. Dios mío, ¿por qué, justamente nosotros, tuvimos que volvernos tan sumamente miserables? Oh, Jehová, ¿cuáles de todos nuestros pecados ante ti nos han hecho incurrir en este castigo?».
6. En este momento me aproximé al anciano y le dije: «Amigo, esto no es consecuencia de vuestro pecado, que ante Dios es el más insignificante de Israel, sino que lo hizo el Amor de Dios.
7. Erais los más puros de todo Israel; sin embargo, aún había ciertos deseos adheridos a vuestras almas. Pero como Dios os ama, viéndolo, os quiso liberar de todo lo mundano de una sola vez para que pudierais ser capaces de aceptar la Gracia de vuestro Padre en el Cielo. Y esto es lo que sucedió. Ahora y en el futuro estaréis a salvo de Herodes para siempre; pues donde su codicia aprueba el saqueo total, allí tampoco cobra impuestos pues borra del registro tributario a los súbditos transformados en mendigos.
8. Así, de un solo golpe, quedáis libres de todo el mundo y eso es una gran caridad de Dios para con vosotros, pues ahora podéis empezar a cuidar seriamente vuestras almas.
9. Y os digo: en adelante no edifiquéis casas opulentas; conformaros con chozas modestas y no habrá quien os exija impuestos, salvo el Rey de Roma, única autoridad legal, y éste no os pedirá más del dos o el tres por ciento. Si tenéis algo, lo podréis pagar y si no tenéis nada, quedaréis exentos. Luego hablaremos más de ello.
10. De momento id a vuestras casas sin techo y encontraréis alimentos y ropa. Confortaos, vestíos y volved aquí, que arreglaremos el resto».
1. Oyendo esto, se pusieron a correr llenos de agradecimiento y de fe hacia sus casas medio destruidas y se quedaron maravillados al ver las mesas con buenos alimentos en cantidad suficiente y ropa de todas clases para todas las edades y ambos sexos. Se preguntaban entre sí cómo podía haber sucedido esto, pero nadie lo sabía.
2. Cuando se dieron cuenta que también sus despensas estaban bien llenas, las mujeres y los niños dijeron a los hombres: «¡Esto es obra de Dios! En el desierto dejó llover maná durante cuarenta años y así alimentó a sus hijos donde no había más que piedras y arena. ¿Cómo hubiera Él podido desear que nos muriésemos de hambre, si nosotros, ahora y antes, siempre le rogábamos? ¡Oh, esto es cierto!: ¡Dios nunca abandona a aquellos que le ruegan!
3. Cuando el gran rey David cayó en la miseria, pidió auxilio a Dios y Él le sacó de apuros. Nunca se ha oído que Dios hubiera desatendido a quienes le pidieron lo que fuera. Habría sido un fenómeno sin precedentes que Dios, por el contrario, no hubiera atendido nuestros ruegos en una miseria tal como en la que estamos. Pues Dios está siempre lleno de Amor para aquellos que le llaman: “¡Padre, querido Padre!”. Por esto, en adelante, le amaremos más que a todas las cosas del mundo... ¡Sólo Él es nuestro Salvador! ¡Y todo esto nos lo ha enviado nuestro Padre santísimo desde los Cielos por medio de sus ángeles!».
4. A todo el pueblo le gustaba escuchar al anciano por su sabiduría, pues era buen conocedor de las Escrituras.
El anciano continuó: «Hijos míos, amigos y hermanos, la Escritura dice: “Por boca de los pequeños y los menores me prepararé una alabanza”. Y esto acaba de ocurrir ante nuestros ojos y oídos; el querido Padre nos tuvo en cuenta en su gran Misericordia y nos concedió esta Gracia. Por eso démosle todo nuestro amor y que la boca de nuestros bebés le rinda la máxima alabanza, porque nuestra boca no es suficientemente pura para agradar al Santísimo. Eso lo ha reservado a la boca de nuestros niños. ¡Pero dirijámonos ahora al Señor que nos envió a nuestras casas y que, sin duda, estaba al corriente de la Gracia que Dios nos ha concedido! Debe de ser un gran profeta, tal vez Elías mismo que está anunciado desde hace mucho tiempo y que volverá una vez más antes de que venga el Mesías prometido».
5. Dijo un niño pequeño que apenas había comenzado a hablar: «Padre, ¿y si este hombre fuera Él mismo el Mesías prometido?».
6. «Hijo mío, ¿quién te soltó tu lengua tan clara? ¡Pues, en este momento no has hablado como un niño sino como un sabio del Templo de Jerusalén!».
7. «No lo sé, querido padre; pero antes me costaba mucho hablar y ahora me resulta sumamente fácil, eso lo sé muy bien. Pero ¿por qué te extraña, si estamos colmados de milagros de Dios?».
8. El anciano estrechó al niño en sus brazos y le respondió: «¡Sí, y otra vez sí! ¡Tienes razón! Todo se volvió milagro y seguro que no estás equivocado si tomas a aquel Señor por el mismo Mesías, porque para nosotros lo es. Pero ahora salgamos para agradecerle todo en nombre de Jehová, tal y como es debido, porque es evidente que Dios nos lo ha mandado. ¡Vámonos!».
9. Entonces todos corrieron hacia Mí y los niños fueron los primeros que se echaron a mis pies, humedeciéndolos con sus puras e inocentes lágrimas de agradecimiento.
10. Entretanto Yo levanté los ojos al firmamento y dije en voz alta: «¡Oh Cielos, mirad aquí y aprended de estos niños cómo quiere ser alabado vuestro Dios y Padre! ¡Oh Creación que eres infinitamente grande, que existes eternidades con tus incontables habitantes tan sabios!... Sin embargo, no has encontrado el camino hacia el Corazón de tu Creador, de tu Padre, ¡mientras que estos niños de aquí lo encontraron! Por eso os digo: ¡Quien no viene a Mí como estos niños, no llegará al Padre!».
11. Después me senté, bendije a los niños y los estreché contra el pecho. El anciano estaba desorientado y exclamó: «¿Cómo es esto? ¿Por qué...? ¿Cómo lo entenderemos?».
Y el pequeño niño le contestó: «Padre, aquí hay más que Elías y más que tu Mesías... ¡Es el Padre mismo quien está aquí, el Padre bondadoso que nos trajo pan, leche y ropa!».
12. El anciano empezó a llorar. El pequeño niño, entretanto, apretó su cabeza contra mi pecho, empezó a besarme y acariciarme y dijo tras un rato: «Sí, sí, lo oigo, aquí en este pecho palpita el verdadero y buen Corazón del Padre. Ay, ¡si pudiera besarlo también!».
El anciano le criticó: «¡No seas tan mal educado!».
13. «¡Volveos todos tan “mal educados”», les dije, «porque de lo contrario nunca llegaréis tan cerca del Corazón del Padre como este niño tan cariñoso!».
1. Los evangelistas Mateo y Juan se acercaron y me dijeron: «Señor, ¡este hecho bien valdría anotarlo, porque es extraordinario y sumamente divino!».
2. «¿Acaso no hice lo mismo en Sicar? Y hace pocos días, ¿acaso no he abastecido mi casa y la de mi discípulo Mateo de la misma manera? También entonces queríais escribirlo todo y os lo negué porque tengo motivos fundados para ello. Si no anotamos anteriormente hechos parecidos, ¿por qué, de repente, registrar el actual? ¡Ya está bien! Yo soy el único que sabe mejor lo que precisa el mundo, de modo que ya os diré cuándo y qué debéis comentar de un hecho reciente. Y tú, hermano Juan, aún tardará mucho en que tengas que apuntar algo.
3. Entre vosotros, mis queridos discípulos, elegiré a algunos para enviarlos ya ahora a las ciudades de Israel, con el fin de anunciar a los pueblos el Reino de Dios. Simón Pedro, tú eres el primero; tú, Andrés, hermano de Simón, el segundo; Jacob, hijo de Cebedeo, tú eres el tercero y tú, Juan, su hermano, el cuarto; Felipe, el quinto; tú, Bartolomé, el sexto; tú, Tomás, el séptimo y tú, Mateo el aduanero, el octavo; tú, Jacob, hijo de Alfeo, eres el noveno y tú, Tadeo, el décimo; tú, Simón de Caná, eres el undécimo y tú, Judas Iscariote, el duodécimo.
4. A vosotros doce os doy potestad para expulsar de los hombres a los espíritus inmundos y para curar toda clase de dolencias y enfermedades. Debéis divulgar el Reino de Dios, ¡pero no digáis nada de los milagros antes citados!».
5. Después de esta convocación los doce discípulos me preguntaron a dónde deberían dirigirse y de qué, esencialmente, deberían hablar.
6. Di a los doce convocados una amplia respuesta a esta pregunta, que no les agradó mucho; fue ya después de mi Ascensión cuando empezaron a usar integralmente mis instrucciones.
7. Les di estas instrucciones referidas fundamentalmente al tiempo de después de mi Ascensión. Pues entonces sería cuando les iba a ocurrir a todos aquellos que divulgaban mi Doctrina lo que en este momento les estaba revelando a los doce.
8. Antes de tratar de las amplias normas dadas a los doce aún hay que mencionar, para la mejor comprensión del particular, que los Evangelios, incluso los de Mateo y Juan, tal como existen en la época actual y en sus diferentes lenguas, son solamente extractos de los originales de antaño. De modo que tampoco pueden contener ni lejanamente todo lo que escribieron Mateo y Juan. En cambio, de vez en cuando, se encuentra una pequeña apostilla posterior de mano del compilador; por ejemplo, en Mateo cap. 10 versículo 4, con referencia a Judas Iscariote, se encuentra la apostilla: “...el mismo que le traicionó”. Pero Mateo, que escribió su Evangelio en mi presencia, aún no sabía entonces ni una palabra al respecto, por lo que tampoco puede haber sido él quien lo anotó, sino que lo añadió posteriormente un compilador.
9. Por eso en las Biblias griegas y hebreas siempre se indica: “Evangelio según Mateo”, “según Juan”...
10. De modo que nadie se escandalice si en la lectura de Mateo y de Juan descubre de vez en cuando detalles parecidos en los que resulta evidente que el mismo evangelista no los pudo haber anotado porque el hecho en cuestión sucedió mucho después.
11. En el transcurso de la presente revelación, como hasta ahora y también en adelante, se encuentran interpolaciones muy necesarias ya que muchos detalles importantes no fueron reproducidos correctamente durante la compilación, y porque el compilador omitió muchos de ellos cuya autenticidad no le pareció suficientemente fundamentada. Pues en aquella época hubo muchas anotaciones hechas tanto por testigos visuales como de oídas. Así que para los recopiladores, honestos, resultaba una tarea extremadamente difícil atenerse a la pura verdad.
12. Los dos Evangelios, según Mateo y según Juan son, salvo ciertas insignificancias, los más puros.
13. Algunos escépticos podrían plantear las preguntas: «¿Dónde están los originales? Si ya no existen, ¿será posible que con la cantidad de hombres que en aquella época eran penetrados por el Espíritu Santo, Dios no haya podido volver a sacar a la luz el Evangelio original, palabra por palabra?».
14. Que les baste la siguiente respuesta: Los originales fueron eliminados por la sabia razón de que, con el correr de los años, tales reliquias no fueran adoradas como ídolos. A pesar de que mi Doctrina verdadera y pura prohibe severamente la idolatría, todavía se practica y, además, con reliquias falsas y fingidas. ¡Sacad ahora una reliquia históricamente comprobada! Os digo que con ella la idolatría sería mucho peor que con el llamado “santo sepulcro” de Jerusalén, en el que, aunque la ciudad sea la misma, ya no queda ni un solo grano de la arena original. Esta es la razón por la que todos los originales fueron eliminados.
15. Respecto a la segunda pregunta: El Espíritu que moraba en los originales también se conserva por completo en las recopilaciones. La letra de todos modos no tiene valor alguno; éste existe solamente en uno y el mismo Espíritu. Ya en la Tierra, y todavía incontablemente más en un Sol, el Espíritu de Dios se manifiesta en infinitas formas totalmente distintas unas de otras; no obstante, se trata siempre del mismo Espíritu porque no hay más que un solo Espíritu de Dios. Ved, ¡aun así es y siempre seguirá siendo uno y el mismo Espíritu santo!
16. Lo mismo ocurre con las compilaciones de mi Palabra. Aunque parezcan muy diferentes, internamente vive en ellas el mismo Espíritu, y no hace falta más.
17. En realidad ya basta. Pero observad aún las religiones de naciones diferentes, por ejemplo de los turcos, los parsis44., los hindúes, los chinos y los japoneses. Son muy distintas de la que Yo di a los hijos de los Cielos; aun así también vive en ellas, aunque de manera mucho más oculta, el mismo Espíritu de Dios.
18. Se comprenderá fácilmente el hecho de que en la corteza, frecuentemente muy gruesa y medio podrida, y a la que, por desgracia, muchos toman por el árbol mismo, se encuentren toda clase de inmundicias, gusanos e insectos que obtienen de ella su alimento de mala calidad. Como la corteza nace del árbol vivo, y nunca el árbol vivo de la corteza, ésta también tiene dentro de sí algo de la vida del árbol, por lo que se entiende que tantas especies de gusanos e insectos encuentren en ella un alimento vital, pese a ser de una clase muy exterior y pasajera.
19. Aunque guerras, persecuciones y devastaciones pasen por la corteza poco vital, la madera del árbol vivo continuará fresca y sana. Por eso, que ninguna madera viva se preocupe de lo que está pasando en la corteza que, después de todo, está muerta. Pues en cuanto se recoja la madera, la corteza será desechada.
20. Esta observación era necesaria para facilitar la comprensión más profunda de lo siguiente. Volvamos, pues, a lo principal.
44. Adeptos de Zoroastro
1. Después de haber elegido a los doce discípulos como precursores y mensajeros míos y de haberles transmitido diversos poderes mediante la imposición de mis manos, también les di unas breves orientaciones sobre su misión. Sin embargo, todos me rogaron fervorosamente que les diese instrucciones completas acerca de lo que debían hacer, hablar y enseñar, cómo debían comportarse y cuál iba a ser su suerte en los diferentes lugares; pues su miedo a los muchos fariseos y escribas era considerable.
2. Sólo Mateo, el aduanero, tenía un poco más de valor que los demás y respondió a los diversos reparos que habían puesto: «¡Bah! Soy griego y no pueden hacerme daño tan fácilmente. Además, tengo una lengua sana y dos brazos bien fuertes y puedo probar, basándose en documentos palpables, que soy ciudadano romano, de modo que ningún atrevido judío osará ponerme la mano encima. Así que, al menos delante de la gente, ya me arreglaré con ellos. Y el Espíritu omnipotente de nuestro Señor y Maestro me protegerá de asechanzas traicioneras, con todo lo cual tengo muchas buenísimas armas hasta contra los enemigos más hábiles. De modo que no temo ni al infierno entero. La mayoría de vosotros sois galileos o sea, en contra del Templo. Además sois más griegos que judíos y tenéis a los romanos como amigos. Siendo así, ¿qué podéis temer? ¡Y tratándose de la realización de una causa tan sumamente grandiosa y santa, debemos tener valor y ánimo! Aunque convirtiesen la Tierra en ruinas, ¡el hombre hecho y derecho ha de mantenerse firmemente encima de los escombros sin temer a la muerte! Pero, por otro lado, yo también apreciaría instrucciones minuciosas y completas antes de comenzar tarea tan grande y santa; pues nos hace buena falta saber como debemos hablar y proceder».
3. Con este discurso enérgico de Mateo todos recobraron valor y se animaron de tal manera que, para entrar en acción, hubieran preferido irse volando en vez de andando.
4. Entonces Yo me puse en medio de ellos y les dije: «Prestad todos la máxima atención y os comunicaré sin reservas todo lo que os hace falta saber.
5. En vuestra primera misión aún no sucederá todo lo que os voy a decir ahora; pero después de mi Ascensión desde esta Tierra a mis Cielos, donde os prepararé moradas eternas en la casa del Padre, entonces ocurrirá todo lo que os revelaré hoy, tanto para los tiempos presentes como para el futuro. Así que tened cuidado en distinguir claramente lo que es para ahora y lo que es para después.
6. Lo que ahora os diré, también lo experimentarán en uno u otro grado todos aquellos que, después de vosotros y en mi nombre, sigan verdaderamente vuestras huellas. Tú, escribiente Mateo, como hiciste en el Garicim, lo escribirás todo tal como lo digo, palabra por palabra, porque es imprescindible conservarlo para el mundo, ya que será un severo testimonio contra él».
7. Mateo se preparó para escribir y Yo me dirigí a los doce:
8. «Sobre todo ¡no andéis por los caminos de los paganos!
9. Es decir: No actuéis como los paganos con violencia y evitad pueblos conocidos por su crueldad; y no prediquéis el Evangelio del Reino de Dios a perros y a cerdos, pues un cerdo siempre seguirá siendo un cerdo y un perro siempre volverá con avidez a aquello que antes vomitó. Esto es lo que significa mi consejo de que no andéis por los caminos de los paganos.
10. ¡Igualmente tampoco busquéis las ciudades de los samaritanos! ¿Por qué? Porque a ellos, ante vuestros ojos, ya les proporcioné un apóstol y no precisan de vosotros. Además, os perjudicarían ante los judíos que no os recibirían bien por tener trato con sus enemigos más odiados. Id más bien a buscar las ovejas perdidas de la casa de Israel donde se encuentren.
11. ¡Id con valor y ánimos y, cuando estéis allí, predicadles y mostradles de manera comprensible que ahora el Reino de Dios ha venido a ellos! ¡Una vez que os hayan escuchado y acepten vuestras prédicas, entonces curad a sus enfermos, purificad a los leprosos, despertad también a los físicamente muertos mientras esto sea necesario y os sea indicado a través del espíritu, pero por todas partes, ante todo, despertadlos espiritualmente! (Esto Mateo no lo anotó porque la instrucción de despertar a los muertos se refiere esencialmente a la resurrección espiritual de los espiritualmente muertos.)
12. ¡Expulsad a los demonios e impedid su posible vuelta! ¡Pero, bien entendido, por todo lo que hagáis nunca aceptéis recompensa alguna, porque gratuito lo recibisteis de Mí y de la misma forma, en mi nombre, lo debéis dar!».
Esta apostilla la hice principalmente para Judas Iscariote que, en secreto, ya empezaba a calcular el precio que cobraría por esta u aquella ayuda prestada. Especialmente por resucitar a alguien en el que un rico tuviera mucho interés cobraría una fortuna. Como estos cálculos en el corazón del traidor no me podían quedar ocultos, inmediatamente hice esta indicación a la que Judas puso cara de vinagre.
A Tomás, que estaba frente a él, no se le escapó el detalle; no pudiendo callarse le espetó la siguiente observación: «¡Pones la cara de alguien que fuese a cobrar los intereses usurarios que se le deben, y a quien un tribunal le causa un contratiempo inesperado!».
13. «¿Y qué te importa la cara que pongo? ¿Acaso aún tendré que rendirte cuentas por mi cara? ¿No soy yo un convocado y elegido como tú? ¿Por qué, entonces, me criticas continuamente?».
14. «No te estoy criticando. Pero espero que en determinadas ocasiones me sea permitida alguna pregunta. ¿Por qué no pusiste también cara de vinagre cuando, un poco antes, el Señor nos transmitió el poder de hacer milagros y nos enseñó como practicarlo? Pero en cuanto el Señor nos ha advertido que hay que hacerlo gratis, en seguida tu cara se ha vuelto agria como el vinagre. ¿Por qué? ¿Acaso has sufrido un ataque de convulsiones que desencajaran de esa manera tus mejillas y tu frente? ¡Habla francamente, si te atreves!».
15. Dirigiéndose a Mí, Judas dijo: «Señor, ¿por qué no le haces callar de una vez? ¡Si no, siempre estaré expuesto a sus observaciones que llegarán a ofenderme con el tiempo!».
16. «Amigo», le respondí, «cuando alguien atribuye a un inocente un pecado, este sólo se ríe, porque su corazón inmediatamente comprueba su inocencia. Sin embargo, cuando alguien acusa a otro, aunque sea por casualidad, y este sabe que realmente es culpable, ¿acaso también se alegrará dentro de su corazón? ¡Seguro que no! Te digo: Su corazón se enojará contra el que le acusó y nunca será su amigo. Así que no te escandalices tanto, ¡porque quien se excusa, se acusa!».
17. Oyendo esto, Judas puso inmediatamente la cara más radiante que pudo poner para no demostrar que tenía algo que ocultar.
A eso Tomás se dijo a sí mismo: «¡Zorro, te conozco y no te escaparás!».
18. Vino Simón de Caná y me preguntó: «Señor, ¿qué debemos hacer si alguien nos trajera oro, plata o dinero por alguna curación? ¿Tampoco hemos de aceptarlo? ¡Hay tantos pobres a los que podríamos ayudar con este dinero!».
Judas dio su aprobación sin que nadie se la pidiera: «Pues sí, esta es también mi opinión. Si por una ayuda prestada obligan a alguien a aceptar oro o plata, ¿no lo debería coger para una buena causa, como ha dicho Simón de Caná?».
19. «¡En manera alguna, hermanos míos! Os digo: No debéis tener en vuestros bolsillos ni oro, ni plata, ni tampoco dinero, porque un verdadero colaborador merece su almuerzo sin necesidad de estos medios de pago. A quien no quiera trabajar pese a estar en buenas condiciones físicas, que tampoco se le dé de comer por las buenas. Pues escrito está: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. En ninguna parte está escrito que se deba alimentar a un perezoso mediante limosnas; aunque los débiles, los viejos y los enfermos sí deben ser alimentados por la comunidad.
20. Pero de todas formas, y además muy pronto, vendrá un tiempo en que el oro, la plata y el dinero dominen a los hombres y determinen el valor de los mismos ante el mundo. Ese sí que será un mal tiempo; pues la Luz de la fe se apagará y el amor al prójimo se enfriará y se endurecerá como el hierro.
21. Por lo tanto, no llevéis alforjas, ni más de una sola túnica, ni tampoco bastón para el camino. Pues ya os he dicho que un buen colaborador merece que le mantengan».
10, 11—16)
1. Entonces Judas dijo: «Señor, todo esto está muy bien y mientras estemos con campesinos, nos mantendrán sin necesidad de dinero. Sin embargo supongo que también tendremos que ir a ciudades y a aldeas donde la hospitalidad antigua hace tiempo que se acabó por completo; ¿qué haremos y cómo nos defenderemos allí sin dinero?».
2. «En cualquier ciudad o aldea en las que estéis, informaos si hay alguien que sea digno de vosotros y necesite lo que le podéis dar. Si encontráis a uno, entonces permaneced en su casa hasta que os vayáis para dirigiros a otro sitio.
3. Va de sí que al entrar en una casa antes saludéis, porque el amor verdadero siempre entra afablemente en casa desconocida. Si los habitantes son dignos de vosotros, entonces vuestra paz vendrá sobre ellos; sin embargo, si no la merecen, la paz volverá a vosotros.
4. Y si los habitantes de una casa no os reciben ni escuchan vuestras palabras, abandonad en seguida tal casa como también tal ciudad. Sacudid igualmente el polvo de vuestros pies, para un futuro testimonio muy importante sobre ellos. En verdad os digo: En el día del juicio, en el Más Allá, Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad.
5. Os envío como ovejas en medio de lobos feroces. Por lo tanto debéis de ser astutos como serpientes, sin ninguna falsedad, y mansos como palomas, símbolo de la mansedumbre».
6. «Señor, con tales perspectivas pocos resultados alcanzaremos», opinó Judas. «¿Qué fuerza de persuasión puede tener un tan lejano juicio final en el mundo de los espíritus, en el que ya no cree casi nadie? Si con los Poderes divinos que nos has dado no se nos permite crear un juicio final severo para los hombres animales, entonces más vale que nos quedemos en casa desde el principio. Si ante los lobos que por lo general llenan las ciudades, sólo levantamos un poco la voz para dar testimonio de Ti, seguro que nos apresarán, nos atarán y nos llevarán ante sus órganos de gobierno que nos juzgarán severamente. Y si las sentencias no son tan severas, al menos nos azotarán ante los judíos en sus sinagogas y, finalmente, nos arrojarán fuera de la ciudad como a proscritos. En verdad que agradezco de antemano semejante tratamiento. ¿Qué resultado puede dar toda la prudencia, la verdad y la honradez más puras, cuando se enfrentan con la violencia desenfrenada?
7. Si existen una Verdad pura y una verdadera justicia ante las que la humanidad carece de la menor sensibilidad, entonces también nosotros habremos de seguir el principio romano: “¡Aunque el mundo perezca, se aplicará la justicia!”. ¡Que las verdaderas virtudes siempre encuentren su recompensa y que la mentira, la envidia, la avaricia, la falsedad y la injusticia siempre encuentren los más severos castigos! Si queremos conseguir algo con esta humanidad casi enteramente pervertida, entonces tendremos que actuar como los ángeles sobre Sodoma y Gomorra. Quien en tu nombre nos oiga y acepte, que reciba tu Gracia como recompensa. Pero los que no quieran aceptarnos, que sean castigados con una plaga. Y al que nos quiera perseguir y llevar a los tribunales, que sobre él caiga un fuego devorador como antaño sobre los sodomitas.
8. Señor, si nos dejaras actuar de esta manera, entonces también tendríamos éxito en esta misión nuestra. Pero si no nos dejas proceder así con la tan pervertida humanidad, entonces todo nuestro esfuerzo y trabajo serán vanos. Finalmente nos apedrearán y, si es posible te matarán a Ti mismo; y nuestros numerosos adversarios, ebrios de triunfo, pisotearán nuestros cadáveres. Esto y nada más será lo que consigamos con la bondad, la indulgencia y la mansedumbre inoportunas. En suma, para que las cosas sean claras con Satanás, hay que presentarse ante él o como su dueño absoluto o como su siervo incondicional».
1. «Como eres un hombre de esta Tierra, también hablas como tal», respondí a Judas. «Pero Él que viene de arriba habla diferentemente, porque solo Él conoce y sabe muy bien lo que precisa el hombre en cada momento, para que su espíritu pueda librarse de la Omnipotencia de Dios y de su ira, y para que pueda llegar a la independencia verdadera y eterna.
2. Pues la existencia en esta Tierra no da al espíritu vida ni libertad sino muerte; mientras que la muerte de esta Tierra es el nacimiento del espíritu a la Vida eterna y a su libertad verdadera y eterna.
3. Te digo que todo eso y mucho más ya fue aplicado a la humanidad, pero pregúntate a ti mismo dónde te parece que están los frutos dorados.
4. ¿Qué ocurrió en la época de Noé? ¿Cuándo, después del diluvio, los hombres de esta Tierra se volvieron mejores de lo que eran antes de Noé? ¿Qué ocurrió poco después en Sodoma y Gomorra?
5. Mira, todos aquellos que hoy día son paganos, incluso los negros y los chinos, descienden de Lot, al igual que muchos escitas que habitan las regiones boreales de esta Tierra y se volvieron salvajes como los animales. ¿Qué te parecen teniendo en cuenta la lección que su padre Lot tuvo que sufrir45.?
6. Ve a Egipto y mira los pueblos... ¿Cuánto han mejorado como consecuencia de las siete plagas? ¡Y eso pese a lo mucho que Moisés y otros profetas hicieron!
7. Jehová permitió que los judíos, que se habían vuelto malos en demasía, sufrieran miserablemente durante cuarenta años la cautividad babilónica, donde fueron tratados como los animales de carga más miserables y alimentados con la comida de puercos y perros. Y donde las hermosas hijas de los judíos fueron violadas y martirizadas día y noche por la maldad desbordada de los babilonios, al igual que los muchachos y los jóvenes, a los que incluso castraron. ¡Ve y mira a los altivos judíos, a ver cuántos de ellos han mejorado a consecuencia de semejante lección!
8. ¡Dime una época, un año, un mes, una semana o un día en los que el Señor no haya castigado a la humanidad demasiado malvada, tanto individual como también globalmente!
9. Por esto llegas demasiado tarde con tu consejo, porque ya se hizo todo. Y en lo que se refiere a las condiciones espirituales, todo eso también produjo los resultados que debía. No deben hacerse cosas semejantes para cambiar exclusivamente las condiciones exteriores de la vida de los hombres, y por lo tanto, tampoco nunca fueron permitidos desde lo Alto.
10. Si quisiera predicar el Evangelio del Reino de Dios mediante rayos y truenos, no necesitaría vuestra ayuda. Para una solución así hay en el Cielo un gran número de ángeles poderosos que sabrían como divulgar el Reino de Dios en la Tierra mucho mejor que vosotros.
11. Ahora ha llegado la época que se indicó a Elías cuando estaba en la gruta: “Jehová no se aproxima en la tempestad, ni en el fuego, sino en un susurro delicado”. Y ya ha llegado la época del susurro delicado de Jehová ante la gruta de este mundo. Por eso tampoco queremos ni debemos proceder con tempestad y fuego, sino dentro del eterno Orden de Dios, con todo amor, mansedumbre y paciencia. Y, ¡no olvidéis la prudencia! Se bien que ahora, como corderos, os moveréis en medio de lobos feroces; pero mientras seáis prudentes, mucho conseguiréis.
45. Jakob Lorber: La gobernación de Dios
12. Así que rehuid a hombres como los mencionados y no tratéis con ellos; pues ellos son quienes os delatarán a los tribunales y también los que os azotarán en sus sinagogas, y esto cuanto menos prudentes seáis. Cuando un cordero se encuentra en la azotea de la casa, donde el lobo no puede llegar, este no le perjudicará pese a su sed de sangre. Pero si el cordero es tan imprudente que por ver a su enemigo más de cerca baja de su lugar seguro, que se culpe a sí mismo si los lobos le devoran y despedazan.
13. Más en adelante, cuando Yo haya subido a los Cielos para prepararos moradas eternas en la Casa del Padre, a causa de mi nombre se os llevará ante los gobernadores y los reyes y daréis testimonio de ellos y de los paganos, para que se cumpla lo que Isaías, mi profeta, vaticinó para todos los tiempos sobre los reyes necios y sobre mi Reino, aún por establecer en la Tierra48.:
14. “El mezquino hablará mezquindades y su corazón obrará la iniquidad, cometiendo impiedades y profiriendo escarnios contra Jehová, dejando con su hambre las almas hambrientas y quitando la bebida al sediento. El avaro malas medidas tiene, porque máquina en abundancia pensamientos para enredar a los simples con palabras cautelosas, y para hablar en juicio contra el pobre. Pero los soberanos nobles tendrán buenos propósitos y administrarán justicia.
15. Mujeres orgullosas, ¡oíd mi voz!; hijas demasiado confiadas en vosotras mismas, ¡escuchad mis razones! Oh confiadas, ¡días y años tendréis de espanto! Mujeres orgullosas, ¡estremeceos! Despojaos porque es hora de ceñir los lomos.
16. Sollozarán por los campos deleitosos, por la vid fértil, porque sobre la tierra de mi pueblo subirán cardos y espinas, y aún sobre las casas de placer en la ciudad de alegría. Porque los palacios serán desiertos y desierta la ciudad ruidosa, las torres y las fortalezas se tornarán cuevas eternas donde huelguen los animales salvajes y ganados hagan majadas. Hasta que sea derramado sobre nosotros el Espíritu de lo Alto.
17. Y el desierto se vuelva vergel y el vergel se vuelva bosque. Y habitará el juicio en el desierto y en el campo labrado la justicia; y el fruto de justicia será paz, tranquilidad y seguridad para siempre.
18. Y mi pueblo habitará en moradas de paz, y en habitaciones seguras y en recreos de reposo. Y el granizo cuando descendiere, será en los montes; y la ciudad será del todo abatida.
19. ¡Bienaventurados los que con aplicación sembráis a orilla de las aguas, y metéis allí el pie del buey y del asno!”.
20. De modo que cuando los malvados de este mundo os entreguen a los reyes insensatos nombrados por Isaías, no os preocupéis en modo alguno por tener que hablar y justificaros, porque en el mismo momento os será dado. Pues no seréis vosotros los que hablaréis, sino mi Espíritu, el Espíritu del Padre que hablará en vosotros.
21. Sin embargo, esto sólo se refiere a la segunda misión que antes os indiqué, la que desempeñaréis después de mi Ascensión. Ahora, no os resultará muy difícil.
22. Tal como el profeta dijo al final, también Yo os digo ahora: Bienaventurados vosotros que habéis de sembrar a orillas del lago, porque en estas tierras con toda seguridad podréis dejar andar vuestros asnos y bueyes, es decir, vuestra aplicación para lo bueno y lo verdadero, por lo cual os he llamado y convocado. Allí no encontraréis reyes insensatos, ni tampoco mujeres orgullosas y altivas sino pobres, enfermos, endemoniados, cojos, sordos, mudos y ciegos, que lo son físicamente, pero más aún espiritualmente. A ellos iréis para predicarles el Evangelio del Reino de Dios y curar a todos los que creen. Pero no guardéis mi nombre en secreto...».
1. Dijo Simón de Caná: «Señor, aún tengo una pregunta que a mí por lo menos me parece muy importante y, para tranquilidad de nuestra mente, te ruego que nos la contestes antes de partir para nuestra misión. Te ruego que me escuches».
2. «Leo esta pregunta en tu corazón más nítidamente de lo que tú puedes formularla; pero, por tus hermanos, no te desanime decirla en voz alta. Porque esta pregunta es verdaderamente de una gran importancia y digna de un judío verdadero y puro. Así que expón francamente lo que preocupa a tu corazón».
3. «Si es tu Voluntad que hable», dijo Simón de Caná, «entonces oíd mi pregunta:
4. Ahora iremos hasta aquellos que precisan de nosotros. Predicaremos lo que Tú nos enseñaste en la montaña. Tu Sermón de la Montaña es puramente divino y extraordinariamente verdadero y puro. Sin embargo, esta Doctrina es para la mayoría totalmente contraria a la antigua ley mosaica.
5. Conozco casi todos los lugares cercanos al mar de Galilea, y también a sus habitantes. Entre ellos hay muchos que prefieren Pitágoras a Moisés, y hace tiempo que arrojaron por la borda a todos los profetas. Estos suponen poco peligro para tu nueva Doctrina. Pero también hay muchas familias que, como quien dice, viven y mueren por la causa de Moisés o mejor aún por la del Templo, hecho más aplicable hoy día a los padres y menos a los hijos. No obstante, el caso contrario tampoco es raro. Ahora bien, si los hijos de judíos tradicionales aceptaran tu Doctrina en muchos puntos contrarios al Templo, y sus padres no, ¿cuál podría ser el resultado?
6. Los padres, por la ley mosaica, incriminarán a sus hijos por desobediencia y los maldecirán, hecho que entre judíos fanáticos no es nada raro.
7. Esto, sin duda, pasará ante nuestros ojos. ¿Qué haremos? Con seguridad tales padres nos perseguirán y nos maldecirán ilimitadamente.
8. El caso contrario será algo más fácil porque los hijos, por ley, nunca pueden tener autoridad sobre los padres. De modo que además de la bendición también sembraremos la discordia, la riña, la rabia, el odio y la sed de venganza y serán miles los que nos odiarán, perseguirán y maldecirán. ¿Quién podrá reparar el daño causado y quién nos liberará de las maldiciones arrojadas sobre nosotros?».
9. «¡No os preocupéis por esto!», le respondí. «Del cielo no vienen solamente los rayos suaves del Sol primaveral que reaniman toda la naturaleza, sino también la tempestad, el granizo, el relámpago y el trueno.
10. Todos aprecian los rayos del Sol. Pero nadie el granizo, la tempestad o el relámpago y el trueno. Y el invierno siempre les llega demasiado pronto a todos. No obstante, el invierno es más saludable para el hombre que la primavera. Y la tempestad, el granizo, el relámpago y el trueno son tan necesarios como la luz crepuscular.
11. Os digo: Ha de suceder y sucederá que, a causa de mi nombre, el hermano entregará a su hermano a la muerte y el padre al hijo y los hijos se levantarán contra sus padres y los llevarán a la muerte. Y vosotros llegaréis a ser odiados a causa de mi nombre por todos los que están apegados al mundo actual.
12. Bienaventurados aquellos de vosotros que no se escandalicen por ello sino que se mantengan firmes hasta el fin, porque Satanás no soltará su presa de buen grado. ¿Me habéis comprendido?».
13. «¡No faltaba más!», dijo Judas. «¡Si esta misión nos ha de traer el odio de todos...! ¡Buena suerte, pues, en tal campaña marcial! Aquellos que nos van a odiar, seguro que nos recibirán como el verano cálido a la nieve. Señor, si hablas en serio, entonces como hombre sencillo que tiene cierta experiencia te digo: Vale más que Tú y nosotros nos quedemos en casa, porque esta semilla no se abrirá y no dará fruto. Escucha: si en una ciudad llegamos a causa de nuestras prédicas y hechos hasta un punto tal que todos nos odien a muerte, ¿qué haremos luego? ¿Acaso debemos permitirles que nos maten tranquilamente? Y si así fuera, ¿quién divulgaría después tu Doctrina? Caramba, ¡fíjate bien en lo que nos estás exigiendo! ¿No te das cuenta, por el Amor de Dios, que con esto te haces inaceptable y que Tú mismo te vuelves tu propio enemigo y mayor perseguidor? En el mundo ¿dónde está aquel que, odiándome hasta la muerte, escucha mi prédica que siembra en su casa la discordia, el odio, la rabia y la sed de venganza? Dime, ¿qué hay que hacer en este caso que es inevitable?».
14. «Tú siempre hablas tal y como lo entiendes tú, pero nosotros hablamos tal como lo entendemos nosotros. Tú lo entiendes todo en el sentido de la materia grosera, mientras que lo que aquí se discute hay que comprenderlo espiritualmente.
15. Si tú y alguien más tenéis miedo a los hombres, entonces huid de la ciudad donde os persigan e id a otra. En verdad os digo: Aún no habréis llegado a predicar en todas las ciudades de Israel y Yo, como Hijo del hombre, ya habré vuelto a vosotros. Vendré como Uno que enciende un juicio a cada cual, un fuego devorador en su corazón que excitará al gusano malo en los pechos de los malvados. Este fuego no se apagará nunca, ni tampoco el gusano morirá. Vosotros, sin embargo, seréis justificados por ello. ¡Ay de todos aquellos que os hayan perseguido y puesto las manos sobre vosotros!».
16. «¡Tú vendrás cuando ya nos hayan matado a palos! Si Tú nos das poder sobre los malos espíritus y para curar todas las enfermedades, ¿por qué no nos das al mismo tiempo también poder sobre los hombres malvados, de los que no pocas veces uno solo es peor que todos los espíritus malignos juntos que hasta ahora han poseído cuerpos humanos morando en ellos? ¡Danos poder de hacer salir fuego bajo los pies de aquellos que nos persiguen y en breve convertiremos al mundo entero!».
17. «¿Acaso quieres ser más que tu Maestro y Señor? Os digo a todos: El discípulo no es más que su Maestro ni el siervo más que su amo. El discípulo se conforma con ser como su maestro y el siervo como su amo.
18. Mientras vuestro Maestro y Señor no se sirva de medios violentos para obligar a los hombres a aceptar su Doctrina, ¿por qué habrían de desearlos sus discípulos y siervos? Si los hombres del mundo me llamaron Belcebú a Mí, Señor y Padre de la familia, ¿cómo, entonces, os llamarán a vosotros, que sois mis compañeros de casa?
19. Así que puesto que los conocéis, no les tengáis miedo. ¿Acaso pensáis que me será oculto lo que se os haga? Os digo: No hay nada de lo más secreto que Yo no sepa.
20. Como no me puede quedar oculto lo que se os hará, podéis estar siempre conscientes de mi ayuda. Pues si la leona no abandona a sus cachorros, defendiendo con su vida a cada uno de los que les quieren quitar, también Yo sabré protegeros con mi vida a la hora del peligro.
21. De modo que no temáis a los hombres del mundo. Lo que os enseñé de noche, comunicádselo de día; lo que a uno u otro de vosotros le dije en secreto, predicadlo ahora desde los tejados y no temáis a todos aquellos que pueden matar el cuerpo humano, tal como lo pueden hacer los animales feroces. Pues no pueden matar el alma, lo único que posee vida, ni tampoco causarle el menor daño.
22. Si tenéis miedo, entonces vale más que temáis a aquel que es Señor sobre vuestras almas y que las puede arrojar al infierno si así lo quisiera. Y a Éste ya le conocéis, pues es el mismo que ahora os habla.
23. Allí delante de nosotros hay un pajar cubierto. Mirad que alegres están los gorriones: suben volando al tejado y luego parece que se dejan caer. ¿No es verdad que en el mercado venden dos por una moneda de cobre? ¡Qué poco valen! Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que lo disponga el Padre del Cielo.
24. Os digo que hasta los cabellos de vuestras cabezas están contados y ni uno de ellos caerá sin que el Padre lo sepa y quiera. Si Él cuida de cosas que os parecen tan insignificantes, ¿cómo no os cuidará a vosotros que divulgáis su Palabra y su Gracia?
25. Por eso vuestro miedo es vano; no habéis de temer nada, pues vosotros valéis incomparablemente más que los gorriones.
26. Id, pues, sin temor y dad testimonio de Mí ante los hombres. En verdad, de aquel que da testimonio de Mí ante los hombres, de él también daré Yo testimonio ante el Padre en el Cielo. Pero aquel de vosotros que por miedo vano me niegue ante los hombres, día llegará en que Yo también le negaré ante el Padre en el Cielo».
27. Judas volvió a tomar la palabra: «Todo esto está muy bien y sabiamente dicho y seguro que es verdad. Pero ¿para qué sirve? La Doctrina, sin duda, es pura y verdadera, de esto ya no hace falta hablar. También, al menos a nosotros que estamos contigo, tus hechos nos demuestran más que suficientemente quién, en el fondo, es Aquel que los realiza. Pero con las instrucciones recibidas será difícil que la Doctrina encuentre aceptación pese a los hechos. Por el contrario, como más bien traerá la discordia a cada casa donde la prediquemos, la Doctrina será fuertemente perseguida, si no es absolutamente prohibida por parte del estado. ¿Qué sucederá entonces? Cuando nosotros, divulgadores de tu Doctrina y tus hechos en la Tierra, muy pronto hayamos dejado de padecer después de que nos hayan apedreado, crucificado o arrojado en una cueva de leones, ¿quién se hará cargo de nuestra misión?».
1. «Ya te dije que siempre hablas según tu entendimiento mundano. Dar al mundo la paz, significaría darle aún más muerte, de la cual ya tiene en abundancia.
2. Para devolver la visión a un ciego, ¿acaso este espera que le arranques los ojos malos? ¿Acaso el cojo andará bien después de cortarle el pie enfermo, o se puede apagar un incendio con más fuego46.?
3. Esto es lo que pasa con los hombres mundanos de la época actual. Están espiritualmente muertos y salvo la vida animal no tienen otra vida en su interior. Sus almas son puramente carne. Su espíritu está prácticamente muerto y se parecen a los espíritus que moran en las piedras en las que, por el juicio en que se encuentran a causa de su obstinación, unen la materia que de por sí sola no tiene cohesión. Así están formadas todas las piedras de distintas clases y formas: porosas o duras, transparentes u opacas, de diferentes colores, todo ello conforme a las características de los espíritus encerrados allí.
4. Si quieres liberar de su materia a los espíritus de las piedras, ¿acaso te será posible con agua templada? ¡Seguro que no! Te digo: Con un tratamiento tan suave y pacífico la piedra seguirá siendo firmemente lo que era y lo que es. Para conseguir la liberación de los espíritus habrá de venir un fuego poderoso, un fuego que hará que los espíritus de la piedra estallen con una gran lucha. Entonces es cuando ellos mismos rompen los lazos con su materia y se vuelven libres. Esto es lo que tiene que pasar en nuestro caso.
5. Lo mismo que libera a los espíritus de la piedra suelta, como fuego, lucha, mucha presión o golpes pesados, es lo que también despierta a los espíritus de los corazones petrificados de los hombres y los libera, especialmente tratándose de hombres poderosos y ricos cuyos corazones se han endurecido como diamantes que ningún fuego de esta Tierra puede ablandar.
6. Por eso fijaos bien en lo que os digo: Rechazad la ilusión de que Yo, mediante vosotros mis discípulos y siervos, haya venido a traer a los hombres mundanos de la Tierra la paz: traigo por el contrario la espada.
7. Comprendedme bien. He venido a levantar al hijo algo blando contra la dureza habitualmente inalterable de su padre; a la hija algo modesta contra su madre despótica y a la nuera un poco cariñosa contra su suegra envidiosa. Pues sí, ¡los enemigos más pronunciados del hombre serán las personas de su misma casa!
8. En verdad os digo: ¡Quien ama a su padre y a su madre más que a Mí, no me merece, ni tampoco aquel que ama a sus hijos e hijas más que a Mí! Quien no acepta su carga voluntariamente para seguirme, aunque sea la cruz romana de la muerte, es aún menos digno de Mí y no tendrá parte en el Reino de Dios.
46. Estas palabras alegóricas significan: No se va a remediar un mal con otro peor. Si un alma está enferma, no se debe darle la paz, porque la inactividad la lleva hacia la muerte (espiritual) — con lo que el remedio resulta mucho peor que la misma enfermedad.
9. En verdad os digo: Quien busca la vida de este mundo, que encontrará fácilmente, perderá la Vida eterna. Y cuando deje su cuerpo atrás, el día del juicio no le despertaré para la Vida eterna sino que le arrojaré al infierno de la muerte eterna.
10. Quien no sólo deja de buscar la vida mundana sino que, por amor puro a Mí, la abandona y la desprecia, éste tendrá la Vida eterna, porque Yo le despertaré inmediatamente después de la muerte de su cuerpo, y será el primer día de su nueva vida en el mundo de los espíritus. Le introduciré en mi Reino eterno, le coronaré con la Sabiduría eterna y el Amor y, conmigo y con todos los ángeles del Cielo, reinará sobre todo el mundo cósmico y todo el mundo de los espíritus, eternamente».
1. Preguntó Simón de Caná: «Señor, ¿no nos quieres revelar dónde está realmente el Cielo en el que viven los ángeles, lo grande que es y también lo grande que es el mundo cósmico que has mencionado?».
2. «Amigo, si no lo ves ni lo entiendes eres ciego. Si he dicho que el Cielo es infinitamente grande, ¿cómo puedes todavía preguntar por su tamaño? También el Reino del Cielo, en sentido espiritual, se extiende eternamente como este espacio cósmico infinito, del cual no alcanzas con tu vista ni la parte más insignificante.
3. Esta Tierra, el gran Sol, la Luna, más todas las estrellas que veis, que son mundos inmensos pues entre ellas las hay que son muchos millones de millones de veces mayores que esta Tierra, representan en su conjunto, respecto a la Creación infinitamente grande del mundo material cósmico, mucho menos que la más pequeña gota de rocío respecto al océano que, a su vez, es tan extenso que un buen capitán no podría navegarlo todo ni siquiera si alcanzara al doble de edad que Matusalén. Pero el mundo cósmico, con todo lo que en él fue creado hasta ahora, también tiene sus límites, tras los cuales se extiende un espacio eterno e ilimitado, cuya extensión respecto a la creación cósmica entera antes nombrada es como la eternidad comparada con un momento fugaz.
4. De modo que el mundo de los espíritus es tan ilimitado como el espacio infinito.
5. A pesar de que el espacio no tiene límites por ninguna parte, en sus profundidades más remotas no existe ni un solo punto, por ínfimo que sea, donde el Espíritu de la Sabiduría y del Poder de Dios no estén presentes de la misma manera que aquí en vuestro medio. Los verdaderos hijos de Dios que se distinguen por su verdadero amor a Dios, el santo Padre de la eternidad, y también por su puro amor al prójimo, recibirán en el Más Allá, en la inmensa casa del Padre, la fuerza y el poder de llenar el espacio infinito con más y más creaciones nuevas.
6. Pero todavía sois demasiado ignorantes para comprender lo que ahora os explico. Aun así os digo: Jamás ojo mortal verá, ni oído escuchará, ni sentido mundano percibirá lo que les espera en el Cielo a aquellos que se vuelvan dignos de ser hijos de Dios.
7. Pues las Tierras, los Soles y las estrellas flotarán ante los verdaderos hijos de Dios como polvo resplandeciente.
8. Por eso no seáis solamente oyentes sino también actores de mi Palabra.
9. En el curso de vuestra acción reconoceréis si las palabras con las que os hablo y he hablado, salieron de la boca de un hombre o si os llegaron de la boca de Dios.
10. De la misma manera que debéis ser verdaderos actores de mi Palabra para que en vuestros corazones podáis experimentar vivamente quién es Aquel que os dio esta Doctrina y el mandamiento del Amor, también tendréis que incitar a la acción a todos aquellos a los que predicaréis mi Palabra. Porque cuando la Palabra queda sólo registrada en la cabeza, no vale más que el vano rebuzno de un burro que también llega a las orejas de los otros.
11. Solamente cuando entra en el corazón la Palabra se vuelve viva, se apodera en seguida de la voluntad que es el centro esencial del amor y desde este estimula al hombre a la acción.
12. Por ella surge en el hombre viejo uno nuevo, con lo cual mi Palabra se vuelve verdaderamente carne y sangre.
13. Y este hombre nuevo dentro de vosotros es el que os manifestará que mi Palabra es verdaderamente Palabra de Dios, que hoy y en todas las eternidades tendrá el mismo Poder, la misma Fuerza y el mismo efecto que ya tenía desde hace eternidades. Todo lo que veis, oís, oléis, saboreáis y percibís, en el fondo del fondo no es sino Palabra de Dios.
14. Aquel que desde hace eternidades creó mundos, Soles y Lunas y los puso en sus órbitas inmensas, Éste os abre ahora a vosotros nuevos caminos para la Vida eterna.
15. Aún os diré que quien os reciba, también me recibe a Mí, y quien a Mí me recibe, recibe a Aquel que me ha mandado a vosotros».
1. «Más aún os diré», continué Yo. «Sabéis que en todos los pueblos hubo profetas en todas las épocas y que también ahora los hay y los habrá hasta el fin del mundo. Porque ellos son los que mantienen un vínculo entre el Cielo y los hombres de la Tierra, sea cual fuere su confesión. Aunque todos los lazos entre el Cielo y la Tierra estén rotos, los profetas son los que mantienen un vínculo firme que ningún poder oscuro puede destruir.
2. Siempre hubo, y siempre los habrá también, profetas falsos entre los verdaderos. Pero esto no perjudica a la verdadera causa, puesto que muy pronto el verdadero profeta descubrirá al falso ante el mundo entero y este no escapará a su castigo celestial.
3. Si un verdadero profeta llega a una casa donde le aceptan como tal, entonces aquel que le recibe por ser profeta, o que recibe al mensajero de un profeta en cuyo nombre le escucha con todo el corazón, en el Más Allá recibirá en el Reino de Dios el premio por haberlo hecho. Y quien recibe a un justo en nombre de un justo y le reconoce como tal, día llegará que recibirá en el Cielo el premio por ello.
4. Y más aún os digo: Ved a los pequeños que me rodean con amor. El que a uno de los menores de ellos les de en nombre de un discípulo aunque sea sólo un vaso de agua, en verdad os digo que tal acción sencilla tendrá su recompensa.
5. Ahora sabéis todo lo que os hace falta para poder cumplir con la misión para la cual os convoqué. Id ya a todas las ciudades que os he indicado, instruid a los habitantes acerca del Reino de Dios y haced lo que os acabo de decir; y vuestro mérito será considerable.
6. En cuanto hayáis cumplido en las ciudades, que no hay muchas, todo lo que os mandé, volved a Mí y os iniciaré en los secretos más profundos del Reino de Dios, y os será dada su comprensión».
7. «Señor, ¿Debemos ir los doce todos juntos a las diferentes ciudades y pueblos o cada uno por sí mismo?», me preguntó Pedro.
8. «Eso es asunto vuestro», le respondí. «Pero vale más que siempre os juntéis dos o tres, para que uno pueda servir al otro como testigo y, además, mi Espíritu podrá actuar más poderosamente cuando estéis dos o tres reunidos para enseñar y actuar en mi nombre.
9. Por otra parte, más vale que no os quedéis todos juntos porque os resultaría más difícil encontrar alojamiento por razones de espacio y alimentación. También por eso conviene que os dividáis en grupos de dos o tres. Antes de entrar en las ciudades, los pueblos y las aldeas, poneos de acuerdo en quién de vosotros se encargará de ellos.
10. Así podréis adoctrinar al mismo tiempo varios lugares, con lo que ganaréis tiempo y podréis volver mucho antes conmigo. Si os aplicáis, podréis terminar vuestra misión en siete semanas o aún antes. ¡Pero ahora id, porque cada hora es preciosa!».
11. «Señor, el Sol ya se está poniendo», dijo Judas Iscariote, «y dentro de media hora será de noche. Para llegar al próximo pueblo necesitaremos dos horas a paso rápido. ¡Tal vez pudiéramos partir mañana muy temprano!».
12. «No, amigo mío, cada minuto perdido puede ser un riesgo. Todavía llegaréis hoy, justamente después de la puesta del Sol, a un pequeño pueblo que hay tras el monte donde se precisará vuestra ayuda, por lo que también seréis bien acogidos. Pero no os quedéis más de tres días, como tampoco en los demás lugares. Id juntos hasta allí, y después separaos».
13. Tras estas palabras los doce se pusieron en camino y los habitantes del pueblo destruido por Herodes y reconstruido por mi Gracia, les ofrecieron algunos guías que les mostraron el camino más directo.
1. Cuando después de unas pocas horas de marcha los doce llegaron a aquel pequeño pueblo, encontraron a los habitantes agrupados delante de las puertas del mismo, llorando y lamentándose desconsoladamente porque los recaudadores de impuestos de Herodes habían invadido el lugar, habían saqueado las casas y le habían quitado los hijos a quienes no podían pagar los impuestos, atándolos juntos como animales y arrojándolos en sus carros de bueyes. Cuando los discípulos supieron tamañas atrocidades, se dirigieron a Mí dentro de sus corazones.
2. Cuando escucharon claramente en sus corazones las palabras: «Lo que queréis, se cumplirá inmediatamente», entonces dijeron a los habitantes tan sumamente tristes: «La paz sea con vosotros. En nombre del Señor, venga a vosotros el Reino de Dios, que anunciamos. Entrad con nosotros en vuestro pueblo, y arreglaremos el asunto con estos injustos y desalmados extorsionadores».
3. «Oh, ¡esos no os escucharán!», se lamentaron los habitantes. «Los que aquí saquean los impuestos más injustos no son hombres sino bestias feroces que también os asaltarán a vosotros y os dejarán maltrechos».
4. «Queridos hermanos, sobre todo aceptad lo que os traemos», les dijo Pedro. «El resto, el Señor lo arreglará a través nuestra. No esperéis de nosotros oro ni plata, aunque lo que tenemos también os llegará. ¡Pero entremos ya deprisa al pueblo para que los pequeños no tengan que sufrir tanto tiempo!».
5. Cuando los discípulos entraron en la población con los habitantes, en seguida encontraron varios carros llenos de enseres domésticos, algunos más con niños y otros con ovejas y terneros. Era el momento en que los recaudadores de impuestos iban a ponerse en marcha, sin preocuparse por los gritos y lamentos de los pequeños.
6. En este momento Pedro se acercó al jefe de los recaudadores de impuestos y le dijo con voz severa: «Tú, miserable, ¿con qué derecho cometes semejantes atrocidades? ¿Acaso no sabes que sobre ti existe un Dios omnipotente que te puede aniquilar en un momento, junto con tus cómplices? ¡Abstente de todas tus atrocidades y devuélvelo todo! ¡De lo contrario, aquí y ahora mismo, experimentarás sobre ti toda la severidad de la ira de Dios!».
Le respondió el jefe de los extorsionadores «¿Quién eres tú, que te atreves a hablar conmigo de esta manera? ¿Acaso ignoras el poder con el que Herodes está revestido por el emperador de Roma y el que yo tengo de Herodes? ¿Quizás también ignoras que puedo mandar que maten a todo aquel que se cruce en mi camino, sin juicio previo ninguno? ¡Apártate, porque a una sola palabra más te mataré con mi espada!».
7. «Aunque también seas hijo de Jacob, se ve que ya no eres un ser humano sino sólo una bestia feroz. ¡Que te alcance el juicio de Dios junto con tus cómplices! Porque nosotros somos enviados Suyos, y lo que has intentado hacer conmigo por haber detenido tus atrocidades, con Él lo has intentado. Por esto, ¡que ahora mismo te alcance el juicio de Dios! ¡Amén!».
8. Cuando Pedro pronunció estas palabras con mucha unción, un fuego surgió de la tierra y aniquiló al jefe de los extorsionadores en un solo instante. Viéndolo sus cómplices se asustaron de tal manera que todos cayeron de rodillas ante Pedro y le prometieron hacer todo lo que les mandase, pero que no les castigara tan severamente.
9. «Entonces devolved todo e id en paz», les dijo Pedro. «¡Pero ya no os prestéis nunca a hacer para Herodes un servicio de esta clase, porque la próxima vez os pasará lo mismo que ante vuestros ojos le ha pasado ahora a vuestro jefe!».
10. A estas palabras los extorsionadores soltaron en seguida a los niños, los animales y todas las otras cosas que habían saqueado, sin que ni ellos ni tampoco Herodes tuvieran derecho a hacerlo. Porque, tal como otros pueblos, también éste hacía un año que ya había pagado su rescate a los romanos, para librarse así de la voracidad insoportable de Herodes. Aunque Herodes hizo redadas secretas, hizo que sus recaudadores ignoraran los títulos de rescate y, con nuevos documentos, les dio plenos poderes diciendo que se justificaría ante el emperador.
11. Luego Pedro explicó este asunto a los recaudadores de impuestos, señalándoles la injusticia que estaban cometiendo contra sus hermanos. Ellos empezaron a maldecir a Herodes y a tener remordimientos por haber sido tan ciegos prestando sus servicios a tirano semejante.
12. Pedro comenzó predicándoles el Reino de Dios, y todos los recaudadores, unos cien, se convirtieron y le siguieron. Esto fue una buena pesca, porque justamente los mismos se volvieron luego muy activos y contribuyeron mucho a la divulgación rápida de mi Doctrina.
13. Los habitantes de este pequeño pueblo hospedaron a los apóstoles durante tres días y también se dejaron bautizar en mi nombre, y a todo el que pidió el bautismo, le bautizaron con agua.
14. Aunque no les había mandado hacerlo, sabían bien que no iba contra mi Voluntad.
15. La población hizo todo para agasajar a los discípulos lo mejor posible porque también curaron a sus enfermos. Al final les ofrecieron igualmente dinero, pero los discípulos no lo admitieron, ni tampoco otras cosas. A los recaudadores ahora convertidos el detalle los admiró mucho y dijeron: «Más que vuestros hechos milagrosos lo que atestigua que sois verdaderos enviados de Dioses es vuestro altruismo nunca conocido, pues los hombres de este mundo están llenos de codicia».
16. Judas sin embargo, al ver tanto dinero como les ofrecían, puso cara de pocos amigos. Pero como Tomás no se apartaba de su lado, esta vez el discípulo tan hambriento de oro no se atrevió a aceptarlo, lo que secretamente le dio mucho pesar.
17. Después de tres días los discípulos se repartieron en grupos de dos y con cada grupo también fueron de diez a quince de los recaudadores convertidos. Estos rindieron buenos servicios a los discípulos, pues todos tenían mucho valor y no temían a los hombres.
18. Los doce empezaron ahora a actuar según mis instrucciones y en todas partes tuvieron éxito.
19. ¿Y qué es lo que hice Yo después de haber enviado a los discípulos a su misión?
1. Cuando los discípulos se fueron del pueblo donde les había dado instrucciones, Yo me quedé todavía hasta la puesta del Sol, bendije a la población y a sus niños y, con muchos adeptos que todavía me rodeaban, partí de allí a las ciudades cercanas al mar galileo, donde algunos de ellos tenían sus hogares, para enseñar y predicar de la misma manera como había instruido a los doce discípulos; y por todos estos sitios también curé a los enfermos.
2. Era la época en la que Herodes había encarcelado a Juan el bautista a causa de la traición de los sacerdotes de Jerusalén. Los sacerdotes habían recurrido a todos los medios para conseguirlo, porque no podían olvidar que Juan los había tildado de ralea de víboras. Pero no se habían atrevido a poner ellos mismos las manos sobre el predicador del desierto porque sabían muy bien que el pueblo le consideraba como un gran profeta. De modo que los sacerdotes se habían escudado en Herodes y, mediante dinero y otras concesiones, consiguieron que Herodes le encarcelara con el pretexto de que Juan era un loco que amotinaba al pueblo y que llenaba la cabeza de los hombres con ideas subversivas.
3. En el fondo a Herodes le importaba poco lo que Juan predicaba. Pero lo que sí le importaba, era que así consiguió un gran botín. Por esto tampoco le encarceló en condiciones duras y, por un precio módico, dejaba entrar en la cárcel a todo el que quería verle. Conocidos discípulos suyos sólo tenían que pagar una moneda de cobre por una semana entera, mientras que otros, por un solo día, tenían que pagar un denario.
4. Herodes tampoco había prohibido a Juan que predicase. Al contrario: incluso le animó a que predicara en una gran sala transformada en prisión y a que hiciera todo lo que quisiese. Pues esto representaba para Herodes una fuente de ingresos.
5. Muchas veces Herodes mismo le visitó, incluso le sugirió que, justamente ahora que estaba en prisión y a salvo de persecuciones de sacerdotes y fariseos, debería predicar todavía más que antes en el desierto. Y se llamó a sí mismo amigo y protector suyo.
6. En su fuero interno Juan sabía muy bien qué espíritu animaba a Herodes; sin embargo, aprovechó la oportunidad para seguir predicando en su prisión, pues sus discípulos tenían la entrada prácticamente gratuita. Si los sacerdotes del Templo querían hablar con Juan, habían de pagar con oro.
Y cuando estos preguntaron a Herodes por qué le dejaba todavía predicar en la prisión, el zorro astuto les contestaba: «¡Lo hago para conocer secretamente a todos los adeptos de este hombre tan extraordinariamente subversivo!».
Por esta respuesta los del Templo le alabaron mucho y le premiaron con mucho oro, plata y piedras preciosas porque se dijeron en secreto: «¡Éste es el hombre que necesitamos! ¡A éste le tenemos que apoyar tanto como podamos, pues, está destinado a liquidar a toda esta gentuza de profetas!».
7. Pero Herodes, griego de nacimiento, sólo iba por dinero y el resto no le interesaba. Además del dinero sólo las concubinas tenían algún valor para él; si ellas lo deseaban podía hasta volverse cruel para complacerlas. Fuera de esto, sin dinero no se conseguía nada de él, pero pagando siempre se podía contar con él para lo que fuera.
8. Con esta descripción de Herodes todos entenderán claramente cómo era posible que Juan pudiera tener en la prisión sus discípulos alrededor suyo y cómo, por ellos y por otros que le visitaban frecuentemente, podía saber de mis actividades en Galilea.
9. Y Juan, al enterarse en prisión de mis obras en Galilea, mandó dos de sus discípulos más probados para que me preguntaran: «¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?».
10. Habrá quien se preguntará: «¿Pero cómo es posible que Juan, el primero que dio de Mí el testimonio mayor y más importante, pudiera plantearme tal pregunta?». El motivo de ella es muy simple y natural:
11. Cuando Juan llegó a conocerme, quedó absolutamente convencido que Yo era el Mesías prometido. Pensaba que, nada más con mi aparición, todo el pueblo judío, estaba ya prácticamente salvado y que todo el poder de los poderosos del mundo se acabaría para siempre. Pero como fue apresado, y como de día en día estaba más convencido que tras mi aparición el poder de los poderosos más bien aumentaba que disminuía, también Juan, poco a poco, empezó a dudar de mi autenticidad como Mesías.
12. Y pensó lo siguiente: «Si este Jesús de Nazaret verdaderamente fuera el Mesías prometido, el Hijo del Dios vivo, ¿cómo puede dejarme ahora desamparado y, sobre todo, cómo pudo permitir que me apresaran?».
13. Y oyendo de aquellos que le visitaban los milagros incomparables que Yo realizaba, me mandó sus discípulos más probados para que me expusieran la pregunta arriba indicada.
14. Como Yo sabía el motivo que le llevó a esta pregunta, respondí brevemente a los discípulos: «Id y contad a Juan lo que habéis oído y visto. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia el Evangelio a los pobres. Y bienaventurado es aquel que no se escandaliza de Mí».
A esto los discípulos ya no supieron qué decirme.
1. Al cabo de un tiempo, el mayor de los dos discípulos me preguntó por qué Juan tenía que padecer prisión, pese a que nunca pecó ni ante Dios ni ante los hombres.
2. «Si lo hubiera querido, también habría podido quedar libre», le expliqué. «La Luna presta buenos servicios durante la noche. Pero si quiere disputar la preeminencia al Sol, como si también de día su luz valiese tanto como la del mismo Sol, entonces la Luna está equivocada. Pues una vez salido el Sol, la luz de la Luna sobra por completo. ¿Lo comprendes?
3. Si en verdad Juan me reconoció cuando vine a él en el Jordán, ¿quién pudo impedirle que me siguiera? Se quedó en su desierto, continuando su severa penitencia sin nunca jamás haber pecado. ¿Por qué lo hizo? ¡De modo que si Herodes le ha apresado, tiene que pedirse cuentas a sí mismo! Y ahora es cosa suya arreglarse como pueda con ese zorro.
4. Pero decidle también que Yo no he venido para acabar con el poder mundano de los poderosos, sino para confirmar sus tronos. Quien quiere discutir conmigo habrá de prepararse para una lucha ardua».
5. Al oír estas palabras, los discípulos ya no me respondieron nada y se pusieron en camino a Jerusalén para comunicárselo todo a Juan.
6. Y Juan se golpeó en el pecho y dijo: «¡Sí, sí, es Él! Y tiene razón, ¡porque Él tiene que crecer mientras yo tengo que menguar y morir en este mundo!».
7. Mientras tanto en Seba, un pueblo de pescadores cerca del mar galileo, los habitantes y muchos que de otros pueblos que me habían seguido, se asombraron al oír todo eso sobre Juan Bautista y dijeron: «¿Cómo es posible que éste pecara? El haberte reconocido, Señor, y no seguirte, ¿es un pecado capital que tendrá que expiar ahora? ¿Tenemos razón?».
8. Pero Yo les respondí: «Cuando la luna llena resplandece en la noche, todos salen afuera para admirarla. Pero cuando sale el Sol, todos se apartan de ella aunque todavía brille pálidamente en el cielo, para deleitarse en la luz potente del Sol y alabarlo por el resplandor que se refleja en cada gota de rocío; pues bajo el Sol una gota de agua brilla más que diez Lunas de noche.
9. ¿Acaso peca la Luna si de día su luz queda oscurecida por el Sol y una sola gota de rocío ofrece a los ojos del admirador más luz que la luna llena?
10. Quien tenga oídos que oiga: El Hijo del hombre es un Sol y Juan una Luna. La Luna brilla en las tinieblas de vuestro espíritu, dando testimonio anticipado de la Luz que viene a vosotros y que en vuestras tinieblas aún no conocéis; pero si el brillo de esta Luna se debilita a causa del Sol que ahora resplandece entre vosotros, ¿cómo podéis acusar a la Luna de pecar?
11. En verdad, os digo: Desde que la humanidad existe en esta Tierra, desde Adán hasta hoy, ¡jamás hubo un alma tan pura que habitara en cuerpo humano y lo animara!
12. Como todos vosotros salisteis al desierto donde Juan predicó y bautizó, como todos asististeis a sus predicaciones y como la mayoría de vosotros se dejó bautizar por él, os pregunto: ¿Qué pensabais encontrar allí en el desierto?
13. ¿Una caña que se mueve al viento? ¿Un hombre vestido confortablemente?
Sabéis que los que así visten viven en los palacios de los reyes, ¡en absoluto en el desierto inhospitalario de Betania!
¿O fuisteis a ver a un profeta?
14. Os digo que Juan es más que un profeta. De él está escrito: “He aquí que Yo envío a mi ángel ante tu presencia, el cual irá delante de ti, preparándote tu camino”. A ver si ahora os dais cuenta de quién es él.
15. Os lo diré aún más claramente de lo que ya os lo he dicho antes: Entre todos los que desde el principio nacieron de mujer, no apareció ninguno mayor que Juan el bautista. No obstante, desde ahora en adelante, el menor en el Reino de los Cielos será superior a él.
16. Y acordaos bien: Desde los días de Juan Bautista, ahora y en adelante, el Reino de los Cielos exige fuerza y quienes la apliquen, lo arrebatarán.
17. Todos los profetas hasta Juan Bautista, e incluso la ley de Moisés, han profetizado sobre Mí, y él fue el último profeta antes que Yo.
18. Y si lo queréis admitir: Este mismo Juan es Elías que tenía que volver a venir antes del Mesías. De modo que también ha venido, ha profetizado sobre Mí y ha preparado mis caminos, tal como vosotros mismos sabéis. ¡Decidme ahora si comprendéis claramente quién es Juan!».
1. Dijeron los hombres: «Señor, si es así, entonces no es justo que le dejes en prisión. A juzgar por los hechos que realizas y que, aparte de Dios, nadie puede hacer, seguro que te sería muy fácil sacarle de allí. Teniendo en cuenta que ha trabajado para Ti, Señor, ¡no debieras dejarle en apuros!».
2. «Quien viene personalmente consigue más que enviando un mensajero o una carta», les respondí. «El espíritu de Juan es grande, mayor que cualquiera de los espíritus que en esta Tierra obraron en cuerpo humano. Pero su cuerpo pertenece a esta Tierra y, a causa de sus debilidades, también se formó en él un alma débil; aunque está bien así.
3. Un espíritu tan fuerte como el suyo es muy capaz de fortificar un alma débil, pero la carne y el alma de Juan son débiles. Por eso siempre mandó mensajeros en vez de venir él mismo. Pero un mensajero o una carta nunca pueden comunicar tanto como la propia persona en la que moran el alma y el espíritu.
4. Mi Voluntad no obliga a nadie a aceptar mi Fuerza y mi Poder, a no ser que alguien viniera en busca de ellos y se los llevara. Porque nunca retendré a nadie cuando se trata de escoger, según su deseo, la vida o el juicio, como tampoco si viene en busca de mi Fuerza y mi Poder, mientras sea para una causa buena.
5. Pero quien no viene personalmente, tampoco recibe la Gracia de la Luz que le ayudaría, aquí o en el Más Allá, a encontrar el camino hacia Mí y a aprender en este camino que Yo soy el Camino para la Vida y la Vida misma.
6. Juan consiguió dominar su carne como nadie. Vio la Salvación pero no la quiso arrebatar para sí. ¿Por qué? ¿Acaso tenía que ser así?
7. Sólo hay Uno que pronuncia el imperativo “hay que” cuando hace falta, y este Uno se encuentra ahora delante de vosotros. Pero Este mismo también os dice que en el caso particular de Juan Yo no pronuncié esta palabra.
8. El hecho que fuera convocado para prepararme el camino ante los hombres, fue un cierto imperativo detrás del cual existe todavía una libertad eterna que ahora, en vuestra carne, no podéis concebir. Pero no hubo imperativo alguno que le impidiera seguirme, una vez que me hubiera visto y reconocido. Ahí cedió su espíritu ante las objeciones del alma; por lo cual le surgieron dudas sobre Mí y me envió mensajeros por segunda vez. Quien pregunta lo hace porque tiene dudas. Todas y cada una de las preguntas presupone la ignorancia total sobre el particular o dudas en lo que se sabe. Si Juan hubiera sabido a qué atenerse, no me habría enviado mensajeros.
9. Cierto que antes de Juan nunca nadie llevó una vida más severa que él, pues cuando su carne sintió algún deseo, no comió ni bebió nada durante varios días. Por esto era el mayor penitente del mundo, sin nunca haber pecado. Pero a todos os digo: Cuando un pecador mejore y se me acerque con su corazón lleno de amor, ¡estará por encima de Juan!
10. Pues quien me dice: “Señor, ¡soy un pecador y no merezco que entres en mi casa!” vale más que noventa y nueve justos que no necesitan penitencia y que en sus corazones alaban a Dios porque están sin pecado. Os digo que día llegará en que estos justos tendrán poco mérito en mi Reino».
1. Cuando terminé mi discurso, salió un aduanero de la muchedumbre y se acercó a Mí. Ya hacía tiempo que su corazón ardía por Mí aunque era muy consciente de sus pecados. Cayó a mis pies y dijo:
2. «Oh, Señor, aquí en el polvo hay ante Ti uno que es un gran pecador, aunque pese a ello se atreve a amarte sobre todo. Señor, ¡ya es mediodía y si lo hubiera merecido, te habría rogado que vinieras con todos tus discípulos a la mesa bajo el techo de mi casa! Pero yo y mi familia somos demasiado impuros para Ti; por eso te digo que en mi cocina están preparadas comidas y bebidas puras. Oh, Señor, ¡concede a este pobre pecador la Gracia de que unas manos puras te puedan traer la comida aquí!».
3. «Kisiona, ¡levántate!», le respondí, «porque, contigo iré a tu casa y contigo almorzaré. ¡Que tu casa experimente una gran prosperidad...! Pues no cuentan tus pecados sino tu verdadero amor y tu verdadera humildad, ¡y por eso tus pecados te son perdonados como si nunca hubieras pecado!».
4. En seguida el aduanero Kisiona se levantó y me fui con él a su casa junto con muchos discípulos. Éramos más de cien personas y para todos hubo comida abundante, y no faltó un vino de la mejor clase.
5. Además de mis discípulos había mucha gente de Galilea y también de Judea que me acompañó hasta la casa de Kisiona. Como esta gente había venido conmigo y como ya no había sitio en la casa, Kisiona hizo que les sirvieran pan y vino al aire libre.
6. En ocasiones así, naturalmente nunca faltaban los fariseos que desde Cafarnaúm me seguían a donde fuera. Cuando me vieron otra vez comer y beber de buen humor en compañía de los aduaneros arrepentidos, que a los ojos de los judíos eran pecadores perdidos, darles mi mano y llamarles mis amigos queridos, a los fariseos y a los judíos incorregibles otra vez se les acabó la “paciencia”.
7. Después del almuerzo di un paseo del brazo de los aduaneros por un jardín bonito y grande que daba al mar. Los fariseos y los judíos incorregibles se enojaron mucho por ello, pero más aún por la amabilidad que mostré ante las cinco hijas muy atentas de Kisiona que estaban llenas de amor para conmigo. También las llamé cariñosamente “Mis queridas novias”, lo que a los fariseos les pareció un desliz extremadamente pecaminoso.
8. Pero cuando al anochecer acepté la invitación de quedarme toda la noche, y aún más, cuando dije que me quedaría tres días con él o quizá todavía más, para los fariseos y judíos incorregibles fue el colmo.
«Caramba», dijeron, «¡con menuda clase de gentuza trata! ¡Come y bebe con estos aduaneros y pecadores, casi se embriaga con ellos y luego anda de caballero con las hijas perversas de los pecadores empedernidos, las galantea y por fin aún predica el Evangelio de Dios con palabras dulces y suaves a estas rameras, en vez de avisarnos para que apresemos y quememos a semejantes monstruos! ¡Menudo Mesías! ¡Ahora que estas cinco rameras de buen cuerpo le han conquistado, se quiere quedar Dios sabe cuánto tiempo!
9. ¿Para qué seguir más tiempo acompañándole? ¡Vámonos ya! Ahora sabemos muy bien a qué atenernos respecto a él. ¿Acaso alguno de nosotros le ha visto rezar una sola vez durante tanto tiempo como ya llevamos a su lado? ¿Quién le vio ayunar nunca? No respeta el sábado, sus amigos son los mayores herejes y paganos: griegos y romanos, aduaneros, pecadores empedernidos y rameras escurridizas y bien hechas, y también aprecia la buena comida y muchos vasos del mejor vino.
10. En resumen: sólo puede ser un astuto mago de la escuela de Pitágoras que sabe causar sensación y tiene facilidad de palabra, lo que es imprescindible para todos los magos que quieren impresionar a la gente. Cierto que no acepta dinero, ¿pero es esto realmente algo tan loable? ¡Qué va! Durante el primer año todos los magos lo hacen así para alcanzar lo antes posible una buena reputación; una vez que la tienen, incluso los reyes no tendrán fortuna suficiente para satisfacer a semejantes artistas.
11. ¿Y, después de todo, para qué necesita dinero? Por todas partes le dan de comer y beber gratis tanto como quiera, ¿qué más puede necesitar? Como es glotón, bebedor y pecador de oficio, vive regaladamente. Además tampoco necesita ni a Dios ni sus leyes porque ya se toma a sí mismo por uno, o por lo menos por hijo de un dios, pretendiendo haber sido engendrado por nuestro Dios de Abraham, Isaac y Jacob con María de Nazaret, que no nos es desconocida.
¿Quién de nosotros puede ser tan estúpido para no darse cuenta inmediatamente de la descomunal farsa de este mago tan sumamente hábil?
12. Así que ya sabemos bastante y más vale que nos apartemos de él; pues es capaz de perjudicarnos y estaríamos perdidos. Miradle ahora, ¡cómo galantea con las cinco hijas de ese aduanero odiado y cómo le adoran ellas! Apuesto mil libras contra nada a que este profeta y salvador, en cuanto vaya a Jerusalén en seguida se unirá íntimamente con la reina de todas las rameras, la famosa María de Mágdala47., para contraer amistad dulcísima con ella. Tal vez también con María o Marta de Betania que, después de María de Mágdala, tienen fama de ser las más apreciadas por los grandes de Jerusalén».
13. Otro orador, que tenía mejores ojos en la cara, dijo al primero que era fariseo: «No estás del todo equivocado; pero te acordarás de una escena similar en casa del aduanero Mateo, donde teníamos la misma impresión. Y al fin nos dejó aplastado con su sabiduría de una manera que ya no sabíamos qué replicarle. Si aquí levantara otra vez la voz contra nosotros, ¿acaso nos representarás a todos?».
14. «No me dices nada nuevo», le contestó el primero, «pues todo lo vi como tú. Él tendrá pretextos a mano en cantidad, como orador y mago principal que es. Aquí sólo podemos contar con nuestra sagacidad y la misma nos dice ahora: “¡Largaos, antes que el diablo os alcance!”. ¡Y tendremos que hacer caso a esta advertencia de nuestra sagacidad! ¿Nos expondremos al peligro de volvernos diablos? Eso ni pensarlo pues nuestro padre es Abraham y Dios el suyo. ¡Que este mago no venga a engañarnos como a los paganos!».
15. «Pero su Doctrina es pura y corresponde absolutamente a la naturaleza de los hombres», insistió el segundo. «Por ninguna parte se ve nada diabólico. No soy enteramente de tu opinión, porque, en el fondo, Moisés nos enseña lo mismo que este nazareno.
16. Amar a Dios sobre todo y al prójimo como a sí mismo, pagar el mal con el bien, hacer el bien incluso a los enemigos, bendecir a aquellos que nos maldicen y al mismo tiempo ser humilde y manso, ¡en todo eso no encuentro nada diabólico!».
17. «¡Para ti seguro que no porque ya eres del diablo! ¿Acaso no sabes que el diablo es más peligroso precisamente cuando se presenta con el ropaje luminoso de los ángeles?».
47. María Magdalena.
18. «Si te sirven tales chismorreos de comadres como norma de vida, entonces vale más no cruzar palabra contigo. ¿Dónde estará el trastornado que haya visto a Satanás con el ropaje de un ángel de Dios? En verdad te digo que, junto con todos tus murmuradores, eres injusto con este hombre.
19. Nada malo sobre él ha llegado a nuestros oídos y sí mucho bueno y milagroso. ¿Por qué condenarle inmediatamente porque vemos que trata igual a los pecadores que a los justos, y que muestra mucha paciencia e indulgencia con ellos?».
1. Tras las palabras del segundo orador, los fariseos y judíos fanáticos se separaron de él y de sus simpatizantes moderados y, ya de noche, se pusieron en camino hacia Cafarnaúm. Como el mar estaba muy agitado y no confiaban en los marineros, aunque estos les aseguraron que el mar era seguro, se fueron a pie.
2. La caravana entera, unos ciento cincuenta hombres de los cuales ninguno conocía el camino, no llegó muy lejos porque dieron con un lugar en el que una montaña infranqueable se adentraba en el mar y producía allí un oleaje muy fuerte. Por eso y porque se levantaba una tormenta, la caravana tuvo que dar la vuelta y, después de varias horas de camino, llegaron a medianoche a casa del aduanero Mateo. Como llegaron completamente mojados por la fortísima tormenta, pidieron alojamiento para la noche. El aduanero y sus empleados recibieron amablemente a los fatigados viajeros y les prepararon lechos secos, muy de su agrado.
3. Al día siguiente, comenzaron a aparecer a hora avanzada y empezaron a secar su ropa tendiéndola al Sol.
4. Era sábado y Kisiona y sus empleados trabajaron como cualquier otro día; a mediodía prepararon las mesas para servir el almuerzo.
5. Kisiona también invitó a la mesa a los que por la noche se habían mojado tanto. Pero ellos no aceptaron la invitación. Por el contrario empezaron a maldecir a semejantes profanadores del sábado, puesto que un verdadero judío los sábados no debería tocar ni comer nada antes de la puesta del Sol ya que sólo les está permitido beber tres veces.
6. Viendo el efecto de su amable invitación, Kisiona se dirigió hacia Mí y me preguntó: «Señor, ¿qué haremos con estos ignorantes? ¡Quiero hacerles el bien y me maldicen por ello! Dime Tú, ¿acaso Dios atiende las maldiciones de tales insensatos en perjuicio de los maldecidos?».
7. «Atender, sí las atiende; pero no en perjuicio de los maldecidos sino contra los mismos blasfemos. Quien tenga oídos para oír, que oiga, porque os diré la verdad sobre ellos... ¿Acaso creéis que guardan el sábado porque Moisés lo ha ordenado y que por eso ayunan?
8. Os digo que tanto Moisés como los profetas no valen absolutamente nada para sus corazones. Guardan el sábado y ayunan sólo para pasar por dignos sucesores de Arón ante quienes les pagan el diezmo y les hacen otras ofrendas.
9. ¿Con quién compararé a esta especie de hombres? Son como unos niños sentados en la plaza que se quejan en voz alta de sus compañeros: “¡Os hemos cantado y no quisisteis bailar! ¡Nos hemos lamentado para vosotros y no quisisteis llorar!”. Con esto no quiero decir que los fariseos y judíos incorregibles como los que tenemos aquí ante de nosotros sean esos niños, sino que me refiero a los que están de nuestro lado. A los que anoche quisieron hospedar de todo corazón a esos insensatos y ateos incorregibles que, por su parte, blasfemaban contra todos nosotros. Como había un viento favorable, los marineros quisieron llevarlos por mar a Cafarnaúm, pero los insensatos no se fiaron de ellos. De modo que se fueron andando aunque una tempestad los hizo volver aquí. Ahora los invitáis a almorzar y os maldicen...
10. Queridos niños que estáis sentados aquí delante de Mí en la plaza de la verdadera fuente de la Vida, Yo os digo: Dejad de cantar ante estos insensatos porque son cojos de espíritu, de modo que no quieren bailar. Dejad igualmente de entristeceros, porque sus mentes son piedras que no tienen humedad48..
11. Juan, de quien ayer se habló tanto y de quien di un testimonio cierto, llevó una vida tan austera que, salvo langostas y miel silvestre que sacaba penosamente de los agujeros de la tierra,
48. Para que pudieran formar lágrimas. casi no comía ni bebía. Y esta ralea y otros de su especie le echan en cara que está poseído por el demonio que durante la noche le da de comer y le mantiene.
12. ¿No entonó y clamó Juan de sobras? Pero ya veis que estos y muchos otros de la misma especie no han querido bailar ni llorar; pues no quieren hacerle caso.
13. En Mí ha llegado al mundo el Hijo del hombre, hace tiempo prometido. Éste come y bebe. Y ¿qué es lo que dicen ahora? Vosotros mismos oísteis cómo ayer me juzgaron y gritaron: “¡Menudo comilón y bebedor de vino es este hombre!, ¡y encima se junta con aduaneros y pecadores!”.
14. Pero os digo: Tal sabiduría se justifica por sus hijos49., es decir, los propios hijos de la sabiduría la desenmascaran y ponen de manifiesto que es insensata. Así la índole de estos insensatos queda manifiesta, con lo que ha encontrado su juicio. Pero también mi Sabiduría se justifica ante sus hijos, pues mis seguidores la reconocen y la aceptan. De esta manera toda sabiduría es debidamente manifiesta o sea justificada, tanto la verdadera como la falsa».
15. A eso, los fariseos y judíos incorregibles se levantaron y me amenazaron: «Ten cuidado, ¡todavía eres judío! La ley está de nuestro lado y tenemos derecho a aniquilarte como hereje; pues, estás intentando perjudicar a Moisés y los profetas. ¡Ay de ti si no abandonas tus intenciones! ¡En caso de emergencia estamos autorizados por el emperador para servirnos del tribunal romano y los prefectos tienen que obedecernos!».
(Mateo 11:20—26)
1. Ante esta amenaza mis discípulos me dijeron: «Señor, ¿cómo es que consientes que te digan eso? ¿No tienes Poder de sobra para aniquilar a estas sabandijas? Cuando los sicarenses quisieron oponerse a Ti, pese a que en Sicar hiciste mucho menos que aquí en Cafarnaúm, ¡los rechazaste varias veces!».
2. «Sin duda alguna tengo Poder sobrado para hacerlo. Pero el Señor de la Vida no precisa hacer aquí un juicio, pues después de esta vida hay otra que no tiene fin; sea buena o mala, su duración es la misma. Remitiré anticipadamente un juicio justo a esos tiempos eternos y maldigo todas esas ciudades en las que tanto bien hice y de las cuales recibo ahora una recompensa como la que acabáis de oír.
3. No se arrepintieron pese a todas mis enseñanzas y a los hechos que realicé; fueron obstinados en sus corazones. Por eso ¡ay de ti, Corozaín! Y ¡ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubiesen obrado los milagros realizados en vosotros, hace tiempo que ya habrían hecho penitencia con sacos y cenizas.
4. Por tanto os digo que en el día del juicio en el Más Allá, Tiro y Sidón serán tratados con menos rigor que vosotros.
5. Y tú, orgullosa Cafarnaúm, alzada hasta los Cielos como fuiste, serás abatida hasta el infierno. Porque si en Sodoma se hubieran realizado los milagros hechos en ti, hoy subsistiría.
6. Por eso os digo que en el día del juicio en el Más Allá, Sodoma será castigada con menos rigor que tú, ciudad orgullosa, dura y sumamente ingrata. He curado a miles de tus enfermos y resucitado a tus muertos, ¿y ahora me maldices? ¡Mil veces ay de ti en el día del juicio en el Más Allá! Allí aprenderás Quién era Aquel a quien maldijiste».
7. Después de este anatema muchos tuvieron una visión y vieron lo que sucedería el día del juicio a estas ciudades ahora maldecidas por Mí; vieron mi imagen en las nubes, vieron salir una maldición de mi boca y vieron cómo cayó en las ciudades malditas.
49. Las mismas obras de la sabiduría
8. Esta visión la tuvieron sólo quienes me amaban verdaderamente, y cuando pasó, se postraron a mis pies y me alabaron y glorificaron.
9. Yo extendí mis manos sobre ellos y dije: «También Yo como hombre te glorifico, Padre y Señor de los Cielos y de la Tierra, porque ocultaste esto a los sabios y entendidos del mundo y lo revelaste a los menores y sencillos. Sí, Padre santo, así es del agrado Tuyo y Mío. Porque lo que Tú haces, también lo hago Yo, y porque desde todas las eternidades hemos sido Uno. Yo nunca fui otro que Tú, Padre santo, y lo que es Tuyo también es Mío desde todas las eternidades».
10. Ante estas palabras mías todos comenzaron a sentir un gran temor. Entre los discípulos que me seguían decididamente, había muchos que ya no tenían ni la menor duda de mi Divinidad, pero precisamente fue de estos de quienes se apoderó el mayor temor.
1. Sin que Yo, en el fondo, se lo hubiera encargado, Natanael escribía para él un Evangelio en lengua griega que, además, era bastante más completo que él de los otros dos.
Guía en cierto sentido de aquellos que se habían quedado, Natanael se dirigió a Mí profundamente asustado: «¡Señor omnipotente! Yo también tuve esta visión y vi todas estas cosas terribles que mi mano aterrorizada rehusó anotar. En la plenitud de mi amor para contigo, que eres eternamente santo, te ruego que me digas si esto se cumplirá en verdad un día en el Más Allá tal como muchos lo hemos visto ahora en nuestra visión».
2. «No tengas miedo, porque tú no has de temer nada. El que vive y actúa como tú, será despertado a la Vida eterna el día del juicio en el Más Allá o incluso aún estando en este mundo.
3. Que cada cual se esfuerce para que eso ocurra aquí. Aquel que ya está despierto aquí, todavía en la carne, no verá ni sentirá la muerte de la carne, y su alma no se angustiará.
4. Pero ¡ay de estos y de todos los demás contrarios a mi Orden! En verdad te digo que habrán de experimentar mil veces Quién era Aquel contra el que se opusieron y a quien, junto con su séquito, fulminaron con toda clase de maldiciones.
5. Yo soy Aquel que puede decir y hacer esto, porque todas las cosas me las ha entregado el Padre. Pero nadie excepto el Padre conoce al Hijo, que soy Yo. Del mismo modo tampoco nadie conoce al Padre sino únicamente el Hijo y aquel a quien el Hijo ha querido revelarlo».
6. «De modo que nosotros, tus discípulos más fieles, ¿tampoco te conocemos aún a pesar de lo mucho que ya nos has revelado sobre Ti y a que nos has mostrado Quién eras?», me preguntó Natanael.
7. «Me conocéis bien hasta el punto que Yo os revelé y manifesté. Una vez que conozcáis al Padre, entonces también me conoceréis a Mí. Y esto sucederá cuando Yo haya vuelto a mis Cielos. Entonces el Padre os atraerá hacia Mí, tal como ahora Yo os estoy atrayendo al Padre. Y aquel a quien el Padre no atraiga, no me alcanzará a Mí, el Hijo. En verdad te digo: Entonces cada uno tendrá que aprender de Dios mismo Quién es el Hijo. Y aquel que no sea instruido por Dios, no alcanzará al Hijo y tampoco tendrá la Vida eterna que está en Él.
8. El Hijo no es más severo que el Padre, porque lo que hace el Amor del Padre, también lo hace el Amor del Hijo, y así como el Amor del Padre es el Hijo, también el Amor del Hijo es el Padre.
9. Como a todos los hombres, el Hijo os dice: ¡Venid a Mí todos los que andáis fatigados y cargados, que Yo os aliviaré!
10. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí cómo llevarlo; acercaos a Mí, que soy manso y humilde de corazón. Así hallaréis alivio para vuestras almas y todo miedo os abandonará.
11. Porque mi yugo es suave, y mi carga ligera; pues muy bien sé de qué sois capaces».
El miedo los lleva al mar y la tempestad los hace volver. En Cafarnaúm callan por miedo
1. Estas palabras tranquilizaron a los discípulos. Los fariseos y judíos incorregibles empezaron a preguntarles qué era lo que tan claramente habían visto que les causaba semejante terror.
2. Todos contaron la visión que habían tenido, que era la misma. Los fariseos se extrañaron y se preguntaron entre sí: «¿Cómo es posible que todos hayan visto a la vez lo mismo? Y ¿cómo puede un mago producir esa visión en unos sí y en otros no? ¿Por qué sólo la han tenido sus adeptos y nosotros no hemos visto nada? Él, que pretende ser judío, nos ha condenado a nosotros, seguidores convencidos de Moisés. Y, ¡cómo nos ha condenado y marginado, a juzgar por lo que sus adeptos nos han contado que han visto! Hubiera sido bastante más prudente por su parte hacérnoslo ver también a nosotros para que nos asustásemos y nos volviéramos discípulos suyos. Pero es inteligente y evita presentarnos espectáculos semejantes porque teme que descubramos inmediatamente sus designios y los saquemos a la luz, con el resultado de que tal vez podríamos abrir los ojos a muchos de sus adeptos, que entonces sabrían quién es su tan alabado maestro. Este hombre se vuelve cada vez más peligroso y hemos de tomar medidas más enérgicas en contra suya. De lo contrario llegará el momento en que nos desbordará, los romanos nos exigirán responsabilidades por ello, y nos matarán de mala manera».
3. A eso les respondí en voz alta: «Hace tiempo que lo merecéis y sólo me costaría decir una palabra al comandante para que ya mañana miles de vosotros estuvierais colgados en la picota. ¿Acaso pensáis que me son desconocidas vuestras intrigas secretas contra el emperador Tiberio? ¡En absoluto! Sé el día, la hora y la señal convenida para toda Judea, Galilea y para Jerusalén intramuros. Pero os digo que saldréis mal parados de estos asuntos y que el prefecto Poncio Pilato, que actúa con gran rigor, os pagará vuestro celo delante de las murallas de Jerusalén y que a Herodes le resultará muy difícil volver a congraciarse con él.
4. Si en vuestra gran ceguera y en vuestra maldad desmedida tratáis de tomar inflexibles medidas represivas contra Mí y contra mis discípulos, Yo también sabré que medidas aplicaros.
5. Juan os trató de “ralea de víboras”; Yo nunca os nombré así, pero lo hago ahora. Y os aviso para que os marchéis de aquí pues de lo contrario haré que vengan osos desde las selvas que harán con vosotros lo mismo que hicieron en tiempos de Elías con los insolentes que se burlaron del profeta. Pues ya ha abandonado mi Corazón hasta la última chispa de Misericordia hacia vosotros.
6. Si como en otras ocasiones hubierais blasfemado contra Mí mismo, os lo habría perdonado. Pero os armasteis y alzasteis contra mi Espíritu, el Amor y mi Padre desde todas las eternidades, pecado que nunca os será perdonado ¡ni en este mundo y menos aún en el Más Allá! Así que dejadnos para que Yo pueda quedarme aquí algunos días con mi amigo Kisiona sin más molestias».
7. «No debemos perderte de vista», se opuso un fariseo, «porque justamente para que te vigilemos es para lo que nuestros superiores nos han puesto sobre ti».
8. «Pues sí, sobre Mí estáis como lobos sobre un rebaño de ovejas. ¡Y si no desistís de vuestro propósito, haré venir a los osos de las montañas y los pondré sobre vosotros como vigilantes y correctores!».
9. En ese mismo instante se oyeron fuertes gruñidos de muchos osos que se acercaban desde las montañas cercanas. Cuando los fariseos y judíos incorregibles los oyeron, echaron a correr hacia el mar y, subiendo precipitadamente en unas barcas de pescadores, se alejaron de la orilla. Pero un viento contrario muy poderoso los arrastró repetidas veces hacia ella donde, aquí y allá, se presentaron algunos osos. Unas dos horas lucharon contra el viento que, cada vez que amainaba un poco y ellos conseguían apartarse algo de la orilla, soplaba pertinentemente y los volvía a arrastrar a la misma. De modo que tras dos horas de lucha contra mar y viento, vino finalmente un barco mayor que recogió a los hombres desesperados y fatigados y consiguió alejarse de la orilla; aunque la tormenta era tan fuerte que parecía que el barco iba a hundirse de un momento a otro. De esta manera fueron atormentados durante todo el día y toda la noche y cuando llegaron cerca de Cafarnaúm, era ya mediodía del día siguiente.
10. Llegados allí, sus superiores les preguntaron con presteza todo lo que habían visto y oído. Sin embargo no se atrevieron a decir nada porque me temían mucho y, de momento, no se atrevían a hacer nada contra Mí.
1. Pero los superiores de Cafarnaúm prepararon y enviaron otros espías a vigilarme. También ellos tuvieron que luchar contra una tormenta porque ya era otoño, estación en la que siempre había tormentas en Galilea y mucho más en el mar galileo. Así que no llegaron antes del quinto día, y en seguida quisieron hablarme. Como Yo sabía lo que querían, no los recibí sino que les mandé decir que me quedaría allí aún más tiempo y que desde allí visitaría los pueblos de los alrededores, pero que se mantuvieran tranquilos, porque en caso contrario sufrirían las consecuencias.
2. Era justamente domingo y hacía un día muy bonito y despejado. Kisiona se acercó a Mí y me propuso que todos escaláramos el monte más cercano, que era muy alto.
3. Era un monte que aún no tenía nombre. La geografía de aquella época estaba aún en sus comienzos, así que la mayoría de montañas, valles, lagos y ríos pequeños carecían aún de denominación.
4. Las montañas que no se alzaban aisladas, como el monte Tabor, el Líbano, el monte Ararat o el Sinaí, sino que formaban parte de una cordillera, no tenían por lo general nombre propio sino que llevaban el del propietario actual que pastoreaba en ella sus rebaños. Cuando el propietario cambiaba, entonces cambiaba también el nombre de la montaña, razón por la cual el monte en cuestión se llamaba Kisiona.
5. Había en él un puesto principal de aduanas porque pasaba por la montaña un camino bastante bueno que iba desde Galilea hacia Fenicia, camino utilizado por miles de comerciantes que cargaban las mercancías más diversas en camellos, mulas y burros.
6. Cuando los fariseos recién llegados oyeron que íbamos a escalar el monte, rogaron a Kisiona que les diera permiso para seguir al grupo.
Y él les respondió: «Este monte es de mi propiedad y tiene de largo veinte horas de camino y cinco horas de ancho. Si venís con buenas intenciones, hay sitio suficiente para daros cabida. Pero a mí, griego y ahora también adepto fervoroso de la Doctrina pura y verdadera de este Maestro divino, no me hacéis falta en absoluto como espías hostiles del sacerdocio de Cafarnaúm y de Jerusalén, y tendría que tomar todas las medidas a mi alcance para deshacerme de vuestra compañía. Consultad vuestros corazones. Si están puros, tenéis el paso libre. ¡De lo contrario más vale que volváis allí de donde venís!».
7. «Tenemos buenas intenciones», contestaron los fariseos, «y os aseguramos que no hay falsedad alguna en nuestros corazones. Somos adeptos de Moisés y judíos, al igual que Jesús, que jamás podrá contravenir la ley de Moisés. Pero como por todos lados se oye hablar de sus hechos y de su doctrina, hemos de estar al tanto para comprobar si los mismos quebrantan o no la ley de Moisés. Si confirman a Moisés y a los profetas, entonces también nosotros los aceptaremos. Pero en caso contrario se da por supuesto que hemos que estar en contra».
8. A eso el aduanero respondió: «Vuestros antepasados hablaron de los profetas igual que vosotros, y luego los apedrearon por ser ateos. Me parece que pocos de vuestros profetas quedaron ilesos. Pese a ello os vanagloriáis de los mismos en cualquier situación. ¡Os parecéis como un huevo a otro a estos antepasados vuestros que apedrearon a los profetas! De modo que no me fío en absoluto de vosotros respecto a este santo Profeta.
9. De sobra sabemos que os proclamáis adeptos de Moisés, sin embargo vuestras acciones están más lejos de Moisés que esta Tierra del cielo. Por eso repito: ¡Consultad a vuestros corazones si sois dignos de escalar este monte con nosotros!».
10. «¡Déjalos que vengan!», dije a Kisiona. «Cuando se cansen ya volverán; hasta ahora ninguno de ellos ha escalado un monte. Tal vez su aire tan extraordinariamente puro purifique un poco sus pulmones».
11. Kisiona estuvo de acuerdo y, provistos de todo lo necesario, comenzamos a subir.
12. Las cinco hijas de Kisiona no faltaron en la escalada y, rodeándome como los polluelos, me preguntaron sobre la formación de tales montañas ; Yo les expliqué todo de acuerdo a su capacidad intelectual. También los muchos discípulos y los muchos otros que nos acompañaban aguzaron los oídos y se entusiasmaron con mis explicaciones.
13. Natanael, entre todos el más compenetrado con mi Divinidad, de vez en cuando hablaba con el monte y le decía: «¡Oh monte! ¿Sientes tú Quién es Aquel que pone sus pies sobre ti?».
Y ante una pregunta de tal alcance, el monte temblaba cada vez de manera que todos lo notaban.
14. Los fariseos se espantaron y empezaron a insinuar a la gente que no se atreviesen a seguir adelante porque era fácil comprender que ningún indigno debiera pisar este monte, considerado sagrado antiguamente. De lo contrario, seguro que el monte se enfurecería y, sólo por su indignación, perecerían todos.
15. «Bueno, entonces volved solos», les contestó la gente, «porque, aunque ya lo hemos escalado muchas veces; por nosotros nunca tembló».
16. Ahí los fariseos empezaron a reprender al pueblo. Pero en ese mismo momento el monte volvió a temblar, ante lo que echaron a correr lo que sus piernas les permitían, y con ello quedamos libres de esta inoportuna compañía.
17. Continuamos nuestro paseo sosegadamente y, ya muy tarde, alcanzamos los pastos extensos de Kisiona, donde también hicimos noche. A causa del cansancio de las mujeres esperamos al segundo día para escalar la cumbre más alta del monte, desde la cual había una vista preciosa sobre toda Judea, Samaria, Galilea y una gran parte de Fenicia.
1. En esta cumbre pasamos un día y una noche y disfrutamos de muchas cosas maravillosas.
2. Para Mí, desde luego, no había allí nada extraordinario, puesto que el Origen primario de todos los hechos y fenómenos está y tiene que estar en Mí mismo. Sin embargo, para todos los que estaban conmigo había maravillas en abundancia.
3. En primer lugar, el paisaje era de una hermosura que nadie se cansaba de contemplarlo durante todo el día. En segundo lugar, después de la puesta del Sol, permití que se le abriera la visión interior a todo el grupo para que de esta manera pudieran mirar dentro del gran mundo de los espíritus.
4. Y todos se maravillaron al ver sobre ellos, un gran mundo lleno de seres que allí vivían y actuaban, y al contemplar vastas regiones, en parte de una belleza incomparable y, hacia medianoche1., más bien tristes y desiertas.
5. En secreto di orden a todos los espíritus que callaran sobre Mí.
6. Muchos discípulos conversaron con los espíritus sobre la vida después de la muerte del cuerpo, y los espíritus atestiguaron de manera evidente con su propia existencia que después de la muerte física existe una vida posterior más perfecta, y cuál es su naturaleza.
7. Maravillado, Kisiona dijo: «Ahora todos mis deseos se cumplieron. Daría la mitad de todas mis propiedades, incluido este monte, si pudiera mostrar esto a algunos de esos saduceos o esenios inveterados que no admiten vida tras la muerte del cuerpo. ¡Pero como se darían de narices contra el mundo de los espíritus! Hasta a mí me impresionaron sus doctrinas en tiempos pasados. Por fortuna, aunque fuera por una aparición bastante lúgubre de mi difunto padre que me orientó mejor, poco a poco cambié de convicción.
8. ¡Es extraordinario! ¡Se puede tratar con estos seres y hablar con ellos de igual a igual!
Lo que me llama la atención es que entre los muchos espíritus que hay aquí, a algunos de los cuales conozco bastante bien, no se ve ningún patriarca, profeta o rey».
9. «Mi querido amigo, también ellos viven en el mundo de los espíritus. Pero para evitar que millones de espíritus puedan venerarlos como si fuesen divinos, han de quedar aislados en un lugar previsto para ello: el antepurgatorio. Allí esperan a que Yo vaya a liberarlos en estos tiempos y a introducirlos en la morada celestial original de los ángeles, lo que realmente sucederá dentro de poco.
10. Al mismo tiempo los espíritus de los patriarcas, profetas y reyes justos son un baluarte entre el auténtico infierno y este mundo de los espíritus, para impedir que el infierno lo pueda contaminar o seducir.
11. A Satanás le está permitido, dentro de ciertos límites, penetrar en el mundo natural e infestarlo de vez en cuando, sin embargo, el acceso a este mundo de los espíritus les está eternamente prohibido a todos los diablos. Porque donde la vida real ha empezado una vez, allí la muerte está alejada eternamente. Como “Satanás”, “diablos” e “infierno” no son sino el juicio (y, por consiguiente, la auténtica muerte) ya no tienen nada que hacer en el ámbito de la Vida. ¿Lo comprendes?».
12. «Señor, en lo posible y hasta el punto que tu Gracia lo permite, lo voy comprendiendo. Sin embargo, en el fondo aún habrá mucho que esté fuera de mi inteligencia, y seguramente no lo comprenderé antes que yo mismo habite ese mundo de los espíritus, que me parece más bien sombrío que risueño. Hacia la mañana y el mediodía me parece en verdad sumamente hermoso y sonriente, mientras que hacia la tarde y la medianoche parece mucho más miserable y triste que el extenso desierto donde antiguamente estuvo la gran Babel. Y esta impresión también perjudica finalmente el encanto de la mañana y del mediodía».
13. «Tienes toda la razón, porque así es como lo sientes», le confirmé. «Sin embargo, los muchos miles de espíritus que ahora ves delante de ti, no perciben el poniente y la medianoche tal como tú, porque todo espíritu no abarca simultáneamente con su vista sino aquello que corresponde a su naturaleza íntima.
14. Como para estos espíritus de aquí el poniente no es afín a su naturaleza, y mucho menos aún la medianoche, tampoco los ven. Sólo si un día se vuelven iguales a mis ángeles, entonces también lo podrán ver todo a la vez, como tú ahora».
15. «Señor, aún no lo comprendo bien», reconoció Kisiona pensativo. «Pero me parece que de momento tampoco hace falta.
Ya que aquí tan generosamente nos abres los Cielos, revelándonos tantas maravillas, ¿qué, si además de estos espíritus incontables también nos mostraras algunos ángeles? He oído hablar mucho de los arcángeles, de los querubines y de los serafines. Y con todo que he leído en las Escrituras, me he formado una idea de ellos que, con la mayor probabilidad, será errónea. Si fuera tu Voluntad, Señor, podrías hacer que tuviera un conocimiento verdadero de los mismos».
También las cinco hijas, que continuamente estaban a Mi lado, Me lo pidieron.
16. Estuve de acuerdo y les dije: «Lo haré; pero no antes de medianoche, sino después. Ahora aprovechad la ocasión de poder conversar con los espíritus, pero sin que les descubráis que Yo estoy aquí. Porque eso no sería conveniente para ellos antes del tiempo debido».
17. Con esta promesa todos quedaron contentos y esperaron con ansias que pasara la medianoche.
Tres espíritus de la Luna informan sobre el mundo de la Luna a las curiosas hijas de Kisiona. «Abandona la sabiduría y dedícate únicamente al amor». El Señor anuncia novedades
1. Kisiona, que también entendía un poco de astronomía, empezó a calcular si la medianoche pasaría pronto; pues en aquella época aún no existían relojes y había que conformarse con un cálculo bastante inexacto a base de la posición de las estrellas.
2. Después de un rato Kisiona dijo: «Según mis cálculos, la medianoche debe haber llegado ya».
3. «Amigo», le dije, «tus cálculos sirven de poco porque aún nos falta una hora entera para la medianoche. Así que más vale que no calcules tanto porque la órbita de las estrellas es otra de la que tú te imaginas. Habrá tiempos en los que nacerán hombres capaces de calcularla, pero aún tardará mucho».
4. A lo largo de nuestra conversación finalmente llegó la medianoche y con ello salió la media luna. En seguida las hijas de Kisiona me preguntaron qué era la Luna y por qué cambia constantemente su luz.
5. «Precisamente ahora, detrás de vosotras se encuentran tres espíritus de la Luna. ¡Preguntádselo a ellos!», les aconsejé. «Os dirán con exactitud por qué la Luna cambia su luz, e incluso a veces la pierde del todo».
6. En seguida la mayor de ellas preguntó por la Luna a los tres espíritus, y estos le contestaron: «Apreciada, si nos preguntas a nosotros por la Luna, es como si nosotros te preguntásemos a ti por la Tierra que habitas. Tú ignoras por qué ahora está oscuro en la Tierra donde te encuentras, ¡pero por eso no preguntas! ¿Cómo es posible que preguntes por la Luna que se encuentra inmensamente lejos de ti en vez de por la Tierra que estás pisando?
7. Mira... Al igual que tu Tierra, también nuestra Luna es un mundo. Tu Tierra es redonda como una bola y lo mismo pasa con nuestra Luna. El Sol ilumina cada vez solamente la mitad de toda tu Tierra; lo mismo sucede en nuestra Luna. En vuestro caso el día tiene unas doce horas y la noche también. Pero en la Luna, tanto el día como la noche duran unos catorce días de los vuestros. Como resultado de ello ves un continuo cambio de la luz de la Luna cuando la miras con tus ojos desde tu Tierra. Y esto ya es una diferencia considerable entre la Luna y tu Tierra mucho mayor.
8. Pero aún hay una diferencia significativa entre tu Tierra y la Luna: la Luna está habitada por espíritus como yo, pero sólo en el otro lado que tú no ves, mientras que tu Tierra está habitada más o menos por todos sitios.
9. ¡Te digo que en la Luna la vida no es tan feliz como en tu Tierra! ¡Oh, hace un frío espantoso y también un calor insoportable, mucha hambre y a veces una sed ardiente! ¡Así que no suspiréis por este mundo tan pequeño y sumamente inhóspito, en cuyos campos no crece el trigo y menos aún la vid!
10. Desde la Tierra siempre ves el mismo lado de la Luna; allí no hay seres en carne y hueso, ni animales, ni tampoco hombres, sino sólo espíritus desgraciado que muy difícilmente pueden remediar su situación por su propia cuenta, y frecuentemente ni siquiera eso.
Bien, ahora sabes todo lo que te hace falta saber.
11. Y que no te asalte el deseo de saber más acerca de la Luna, porque tales conocimientos no podrán hacerte sino muy desgraciada.
12. Atente solamente al amor y abandona toda sabiduría, porque más vale comer en la mesa del amor que lamer el rocío escaso de la piedra filosofal en la Luna».
13. Con esta explicación los tres espíritus de la Luna se fueron y la hija me preguntó con confianza si las relaciones en la Luna eran tales como los tres espíritus se lo acababan de explicar.
14. «Sí, hija mía, es exactamente así y frecuentemente bastante peor todavía. Pero dejemos ahora a la Luna seguir su órbita y mirad todos en dirección al levante.
15. Llamaré a algunos ángeles de los Cielos y los veréis venir desde allí».
La cena de los ochocientos en el monte. Discurso de Kisiona. El libro de las guerras de Jehová
1. Todos dirigieron sus ojos hacia levante donde el cielo empezó a aclararse como si fuera el Sol naciente, aunque, desde luego, solamente para la visión interior que activa el ojo físico como si se tratara de una visión natural.
2. El cielo de levante se iluminaba más y más, y después de un rato surgieron tres seres en forma humana muy perfecta, mucho más luminosos que el Sol, y flotaron por el aire hacia nosotros. En la luz de estos tres ángeles, que por su iridiscencia y consistencia llevan el nombre de “querubines”, el mundo espiritual casi ya no era perceptible y los espíritus parecían más bien vapores errantes agrupados alrededor de las cumbres de las montañas.
3. Cuando los tres querubines se encontraron cerca de nosotros, atenuaron un poco su luz. Se postraron ante Mí de rodillas con la frente en el suelo y dijeron: «Señor, ¿habrá alguien en todos los Cielos eternamente infinitos que sea digno de contemplar tu semblante santo? ¡Tuya sea la mayor Gloria de toda eternidad e infinitud!».
4. «Cubrid vuestra luz y apresuraos a traer a mis doce mensajeros desde donde estén, porque cumplieron con Mi Voluntad y por esta vez sea así».
5. En este mismo instante los tres ángeles cubrieron su luz y se fueron para volver a los pocos momentos, trayéndome a los doce mensajeros por el aire.
6. Salvo Judas todos estaban llenos de alegría por haber sido llevados hasta Mí de una manera tan maravillosa y desde tan lejos.
7. Sólo Judas se quejó: «¡Menudo viaje! Aunque sólo ha durado unos instantes, ¡qué miedo pasé...! ¡Y la corriente que había...!
¡Esto me basta para todo el porvenir!».
8. Fue solamente a Judas a quien los ángeles dejaron sentir esto; los otros once no habían notado ni sentido nada.
9. El hecho que, mediante tres ángeles, Yo trajese a los apóstoles desde tan lejos al monte en que me encontraba, quedó por mucho tiempo en la boca del pueblo.
10. Muchos en el monte empezaron a tener miedo y exclamaron: «¡Ya hay demasiados milagros!
¡Cielos!, ¡ya no hay forma de asimilar todo esto!».
11. Y otros dijeron: «¡Esto no lo puede hacer nadie más que Jehová mismo!».
12. Luego los doce contaron muchas cosas sobre sus experiencias durante su misión.
13. Yo ordené a los tres ángeles que trajeran pan y vino en cantidad suficiente, porque los doce tenían hambre y sed; pues durante todo un día no habían recibido nada de comer ni de beber. En seguida los ángeles cumplieron mi orden y los doce se confortaron.
14. Pero también las cinco hijas de Kisiona quisieron probar el pan y el vino y me lo pidieron. Kisiona, sin embargo, las reprendió por su gula y les dijo: «La avidez también es un pecado. Por eso hay que practicar sobre todo la abnegación, sin la cual nadie alcanza la verdadera virtud, sin la que no hay vida».
15. Pero Yo le contesté: «Amigo, este pecado les será perdonado a tus hijas para siempre; pues el perdón de tales pecados es fácilmente concedido porque en el fondo ni siquiera son pecados. Resulta que tus hijas tienen realmente hambre y sed y hay suficiente para todos los que se encuentran aquí. Una vez que los doce se hayan reconfortado y ya no necesiten más, ¡que todos coman y beban lo que les hace falta!».
16. Kisiona y sus cinco hijas quedaron conformes. Y Yo indiqué a los doce apóstoles que distribuyesen el pan y el vino.
17. Había unas ochocientas personas en el monte que tenía una cumbre bastante espaciosa. Todos comieron y bebieron y me alabaron por este refrigerio tan milagroso. Kisiona subió a una roca para pronunciar algunas palabras, y dijo desde allí:
18. «Escuchadme, amigos y hermanos. Conocemos las Escrituras desde Moisés hasta nuestra época, y los libros de las guerras de Jehová, mencionados por Moisés y muchos otros profetas, los hemos conseguido en Persia, y una vez traducidos los hemos leído porque muchos sabios los aceptaron como auténticos. Pero de todos los milagros relatados en ellos no hay ni uno solo que se pueda comparar con éste que ahora está pasando ante nuestros ojos. ¿Quién, entonces, será Aquel que realiza milagros que, salvo de Dios, nadie es capaz de hacer?».
1. Cuando Kisiona acabó de pronunciar estas palabras, Yo le dije que bajase de su púlpito y le comuniqué en secreto: «De momento ya vale. Y no me descubras antes del tiempo debido, porque hay muchos aquí que aún no están tan maduros como tú y que aún no deben saber Quién soy Yo en realidad. De lo contrario, la libertad de su espíritu, en vez de desarrollarse, caería en un juicio del que tales espíritus difícilmente podrán librarse.
2. Ya está muy bien que muchos empiecen ahora a presentir Quién soy Yo. La mayoría me toma por un gran profeta y algunos por el Hijo de Dios, aunque esto más bien en sentido físico. Más explicaciones sólo les perjudicarían. Por eso, que de momento mantengan su fe actual y tú no les des más explicaciones sobre Mí».
3. «Sí, Señor, es cierto. Pero yo también soy un hombre como ellos, ¿no le perjudicará a mi alma el hecho que, sin duda, ahora no solamente creo Quién eres, sino que lo sé con cada fibra de mi ser?».
4. «A ti te preparé por medio de mis Palabras y de mi Doctrina», le respondí. «Cuando hace pocos días vine a tu casa, me tomaste por un médico muy sabio que obraba según buenos preceptos. Y cuando me viste realizar hechos milagrosos, empezaste a tomarme por un profeta a través del cual actuaba el Espíritu de Dios. Como eres culto querías averiguar cómo era posible que un hombre pudiera llegar a tal perfección. Entonces, te revelé lo que es el hombre, qué lleva dentro de sí y qué puede alcanzar, una vez que se haya reconocido a sí mismo en el camino a la completa libertad de su espíritu.
5. Pero luego también te enseñé cómo Dios mismo es Hombre, única razón por la cual tú y todos tus semejantes también sois hombres. Y en secreto te revelé igualmente que precisamente Yo mismo soy el Hombre y que cada hombre está destinado a convertirse y ser eternamente lo mismo que Yo soy. Con esto te asombraste y desde entonces sabes Quién soy.
6. Y esto fue una preparación conveniente para tu alma y para tu espíritu; de modo que ahora podrías ver sin desconcertarte cómo creo una Tierra entera o transformo piedras en hombres. Pues aceptaste libremente de manera racional que Dios puede ser un hombre y que, también racionalmente, un hombre puede ser Dios. Por esto, como estás verdaderamente penetrado por la convicción de que Yo soy el Dios único y verdadero y el Creador de todas las cosas desde todas las eternidades, entonces esto nunca ya podrá turbar tu alma ni tampoco tu espíritu.
7. Pero con toda esta gente, inabordable con cualquier argumentación lógica, el caso es totalmente diferente porque, además de la fe, no tienen sino una inteligencia bastante limitada.
8. La fe es más afín a la vida del alma que la inteligencia más perfecta. Si la fe es cautivada por un incidente o un imperativo, entonces se vuelve una atadura para el alma. Y una vez ésta esté atada, se acaba todo libre desarrollo en ella del espíritu.
9. Si primero, como en tu caso, se ha conseguido que la inteligencia haya alcanzado la verdadera comprensión, entonces el alma queda libre y siempre se llevará de la luz del intelecto justamente tanto como pueda asimilar fácilmente.
10. De esta manera, de un intelecto bien formado, se desarrolla una fe verdadera, completa y viva, por medio de la cual el espíritu dentro del alma recibe el alimento que le corresponde, y con el cual se vuelve más fuerte y más potente. Esto, cada cual lo puede comprobar fácilmente cuando su amor hacia Mí y a su prójimo se vuelve más y más intenso.
11. Pero en el caso de hombres cuyo intelecto está totalmente subdesarrollado y que no tienen nada más que la fe que, en cierto modo, es la disposición del corazón y la voluntad a la obediencia, entonces a esta fe hay que tratarla con mucho cuidado para que no degenere en una manía o no se extravíe como en el caso de todos los paganos.
12. Ahora comprenderás fácilmente por qué hace un rato te llamé para que bajases de tu roca desde la cual me querías descubrir ante la gente. Por esto: Que nunca un ciego conduzca a otro sino que lo haga alguien perspicaz, porque de lo contrario ambos caerán al abismo.
13. Os digo: Sed diligentes en todo y acumulad un conocimiento justo en todas las cosas. Examinad todo lo que os incumbe y guardad de ello lo que es bueno y verdadero, y luego os será fácil asimilar la Verdad, revivificar la fe que antes estaba muerta, y convertirla en una verdadera Luz de vida.
14. Si queréis obtener de mi Doctrina un verdadero provecho para vuestra vida, entonces es preciso que ante todo la comprendáis para después actuar según ella.
15. Debéis volveros perfectos en todo como lo es el Padre en el Cielo, si no, nunca podréis convertiros en hijos suyos.
16. Tú has leído el Evangelio de Mateo y en él mi Sermón de la Montaña donde enseñé a los discípulos a rezar e iniciar la oración con la invocación: “¡Padre nuestro!”.
17. Quien reza tal oración dentro de su corazón sin comprender en el fondo lo que está rezando, es como un ciego que aprecia y alaba el Sol al que no ve a pesar a su poderosa luz y al que tampoco puede imaginar. Con esto, por supuesto, no peca, pero tampoco adelanta en la Verdad, sino que continúa en las mismas tinieblas.
18. Por eso, si preparáis el corazón de alguien para la vida verdadera, entonces no olvidéis formar antes convenientemente su comprensión, porque de lo contrario haréis de él un adorador ciego del Sol, que no vale para nada».
1. Con esta aclaración Kisiona ya no tuvo más preguntas que hacer.
Mientras tanto empezó a amanecer por el Este y en la cumbre de nuestro monte, donde todavía estábamos muy bien, se empezó a sentir una brisa matinal muy fría. Por eso Kisiona propuso bajar un rato, hasta que saliera el Sol, al refugio más próximo.
2. «¡De ninguna manera!», le contesté. «Esta helada matinal en la cumbre no perjudicará a nadie sino que fortificará los miembros de cada cual y, además, durará poco tiempo. Esta pequeña helada es imprescindible porque sin ella, una determinada categoría de espíritus que ahora no calificaré, causarían un tiempo muy malo durante el día si, mediante espíritus de paz muy poderosos, no fuesen retenidos ahora durante la subida del Sol para que no se levanten en el aire».
3. Kisiona quedó conforme y permanecimos hasta mediodía en la cumbre del monte. Después descendimos a la pradera para estar aún algunos días allí, conversando sobre los deberes de los hombres y sobre la naturaleza de la Tierra, de las estrellas y sobre muchas otras cosas.
4. Una parte de los judíos y fariseos que se habían quedado conmigo y que todavía tenían una fe un tanto errónea, no asimilaron mucho, pero por lo menos no plantearon objeciones. Pues, estos judíos y fariseos que me guardaban cierto afecto desde el primer día en casa del aduanero Kisiona, eran ya en el fondo espíritus más iluminados y pensaban más sensatamente. Me tenían aprecio y consideraban mi Palabra como divina. Por eso no se les podía comparar con los que fueron enviados a Cafarnaúm, ni tampoco con el grupo que, hacía poco más de cuatro días, había huido ante la reacción del monte.
5. Estos judíos y fariseos, ya de mejor índole, estaban muy a mi favor, aunque de vez en cuando todavía encogieron los hombros cuando les expliqué la verdadera formación o creación gradual de la Tierra y de todas las cosas que hay encima y dentro de ella, así como también la de todos los cuerpos cósmicos.
Estaban totalmente desconcertados y comentaron: «¡Pero esto es totalmente contrario a Moisés! ¿Dónde están los seis días de la Creación y dónde el sábado en el que Dios descansó? ¿Cómo, entonces, hemos de interpretar lo que Moisés nos transmitió acerca de la formación de todo lo que compone el mundo? Si este hombre milagroso de Nazaret nos explica ahora una doctrina totalmente diferente que invalida la mosaica por completo, ¿a qué nos atendremos? Si invalida a Moisés, con ello también desautoriza a todos los profetas y, finalmente, también se inhabilita a sí mismo, al Mesías esperado.
6. Pero en el fondo su doctrina es cierta y cabe dentro de lo posible que la Creación pueda haberse realizado más bien cómo él lo explica que como Moisés nos lo transmitió».
7. Uno de ellos se acercó a Mí y me preguntó: «Señor, si fuera como Tú dices, ¿a qué nos atendremos respecto a Moisés y a todos los profetas?».
8. A este le respondí: «Es preciso que los comprendáis en su verdadero sentido:
9. En sus explicaciones sobre la historia de la Creación, Moisés sólo expone imágenes que expresan las nociones iniciales de los hombres de la Tierra sobre Dios, pero en manera alguna la creación material de la Tierra y de todos los demás mundos.
Correspondencia entre el estado mental natural del hombre y la naturaleza.
Noche o tinieblas en el alma infantil. El intelecto como noche espiritual. La
Luz de Dios en el corazón es la alborada espiritual
1. Ya sabes que esta escrito: “Al principio Dios creó los cielos y la tierra, y la tierra estaba confusa y vacía, y las tinieblas cubrían el abismo. Pero el Espíritu de Dios planeaba sobre la superficie de las aguas.
2. Y Dios dijo: —¡Hágase Luz!— y hubo Luz. Dios vio que la Luz era buena y la separó de las tinieblas. Y a la Luz la llamó día y a las tinieblas noche; y fueron la tarde y la mañana el primer día”.
3. ¡He aquí las palabras de Moisés! ¿Cómo las vais a tomar al pie de la letra, si inmediatamente os daréis cuenta que es un disparate?
4. ¿Qué pueden ser el cielo y la tierra, de los cuales Moisés dice que fueron creados en el principio? El cielo es lo espiritual y la tierra lo natural en el hombre, que resultaba confuso y vacío, como todavía lo está hoy en vuestro caso. Las aguas son vuestro entendimiento insuficiente en todas las cosas; aunque sobre él flote el Espíritu de Dios, aún no está dentro de él.
5. Como el Espíritu de Dios ve que las profundidades materiales de vuestro mundo son tremendamente oscuras, os habla con claridad: “¡Hágase la Luz!”.
6. Ahí es cuando empieza a alborear vuestra naturaleza, y Dios sabe y ve muy bien lo necesaria que es la Luz para vuestras tinieblas, sólo que vosotros mismos no podéis ni queréis reconocerlo. Por eso se produce en vuestro interior una separación entre el día y la noche, y por vuestro día interno os dais cuenta de la antigua noche de vuestros corazones.
7. En su primera existencia natural el hombre se encuentra en la tarde muy avanzada, o más bien en la noche. Pero la Luz que Dios le da es para el hombre una verdadera alborada; y, en efecto, así nace de la tarde y de la alborada del hombre el primer día de su vida.
8. Si Moisés, que estaba iniciado en todas las ciencias de los egipcios, hubiera querido explicar en su Génesis la formación del primer día natural de la Tierra, entonces, con toda su sabiduría, el mismo se habría dado cuenta que de la tarde y de la mañana nunca puede surgir un día, porque, naturalmente, a la tarde natural siempre le sigue la noche densa y el día no llega hasta la mañana.
9. De modo que lo que hay entre la tarde y la mañana, no puede ser sino la noche; y el día natural no puede ser sino lo que hay desde la mañana hasta la tarde.
10. Si Moisés hubiera dicho: “Y de esta manera de la mañana y de la tarde resultó el primer día”, entonces con toda razón podríais haber comprendido que se trataba de un día natural. Pero, siguiendo la correspondencia explicada, dijo justamente lo opuesto, porque se trataba de la tarde y la noche dentro del hombre. No será difícil comprenderlo porque nunca nadie ha visto a un recién nacido con plena sabiduría.
11. Cuando nace un niño, en su alma hay densas tinieblas, es decir, es de noche. Conforme crece, recibe enseñanzas y se vuelve más y más entendido en muchas cosas, y esto ya es la tarde, es decir, en el alma empieza a alborear.
12. Diréis que también por la mañana hay luz crepuscular y que Moisés bien hubiera podido decir: “Y del amanecer y la mañana ya avanzada resultó el primer día”.
13. Os digo: Sin duda, pero Moisés no iba a dar a los hombres una explicación que hubiera sido absolutamente absurda en el sentido espiritual. Porque él sabía perfectamente que sólo la tarde corresponde alegóricamente al estado material del hombre, y que el desarrollo puramente mundano del intelecto del hombre tiene la misma tendencia que la tarde natural, cuya claridad oscurece al avanzar la hora.
14. Mientras más esfuerzo hacen los hombres con su intelecto para conseguir cosas mundanas, tanto más se debilita en sus corazones la Luz puramente divina del Amor y de la Vida espiritual. Por esto Moisés llamó tarde a esa luz mundana del hombre.
15. Solamente cuando Dios en su Misericordia le enciende al hombre una Luz de Vida en su corazón, este empieza a reconocer la vanidad de todo lo que hasta entonces ha conseguido con su intelecto en su tarde espiritual, y empieza a aceptar más y más que todos los tesoros de la luz crepuscular de la tarde son tan pasajeros como el mismo crepúsculo.
16. Pero la mañana es precisamente la verdadera Luz de Dios encendida en el corazón del hombre y, junto con la tarde anterior, constituyen su primer día verdadero.
17. Según lo que os acabo de explicar, tenéis que reconocer que hay una enorme diferencia entre estas dos luces o estos dos conocimientos, porque todo conocimiento en la luz mundana del anochecer engaña y por ello es pasajero. Solamente la Verdad dura eternamente, mientras que todo engaño es finito y llega a su destrucción.
1. Pero ¿qué pasaría si la Luz divina en el corazón del hombre se juntara con la luz del anochecer, si esta la absorbiera o si ambas se mezclaran de tal forma que finalmente ya no se las pudiera diferenciar?
2. Por eso Dios hizo un firmamento entre las dos aguas que representan los dos diferentes conocimientos, separándolas así.
3. Y este firmamento es el cielo en el corazón del hombre, que se manifiesta en una fe viva y verdadera y nunca como una exacerbación intelectual vana y nula.
4. Por este mismo motivo llamo roca al que tiene una fe tan poderosa que no deja lugar a dudas, y le pongo como un nuevo firmamento entre el Cielo y el infierno, y ningún poder infernal jamás le podrá vencer en todas las eternidades.
5. Una vez que ya existe en el hombre tal firmamento y la fe se vuelve cada vez más poderosa, esta fe pone de manifiesto cada vez más claramente la inanidad de los asuntos del intelecto mundano. Entonces este se somete al dominio de la fe, con lo que dentro del hombre, de su tarde y alborada cada vez más claras, se forma otro día ya bastante más luminoso.
6. En este estado del segundo día, el hombre ya reconoce todo lo que, por ser la plena Verdad, se confirma eternamente; pero en su interior aún no existe un orden justo. Pues todavía continúa mezclando lo natural con lo puramente espiritual, espiritualizando demasiado la naturaleza y, por consiguiente, también percibe lo natural en el espíritu. Por eso aún no es apto para realizar acciones justas.
7. Tal hombre se parece a un mundo puramente de agua, envuelto en una atmósfera luminosa, pero que, en definitiva, no comprende si su mundo de agua ha surgido de la atmósfera luminosa que lo envuelve o viceversa. Es decir, que aún no sabe suficientemente si su conocimiento espiritual surgió de su intelecto mundano o si este se desarrolló a partir del conocimiento espiritual que, tal vez, ya estaba presente en él, aunque actuando secretamente. De modo que ignora si la fe surge del conocimiento o el conocimiento de la fe, y cuál es la diferencia entre los dos.
8. En otras palabras: Desconoce lo que fue primero: la gallina o el huevo, la simiente o el árbol.
9. En tal situación Dios viene en auxilio del hombre, pero únicamente si este, en ese segundo día de su formación espiritual, ha contribuido suficientemente por su parte, aprovechando bien de la fuerza que le ha sido concedida y que se ha vuelto enteramente suya. Este auxilio gradual consiste en el aumento de la Luz en el hombre. Y como al aumentar la Luz también aumenta el calor producido, como ocurre con el Sol en primavera, empiezan a brotar todas las semillas depositadas en el corazón del hombre.
10. Este calor divino es el Amor que, espiritualmente, es también el suelo nutritivo en el que las semillas empiezan a germinar y a echar raíces.
11. Y esto es lo que Moisés nos transmite. Y no que Dios ordenó a las aguas que se concentrasen en ciertos lugares apartados para dejar aparecer el suelo seco y firme, porque únicamente en tal suelo las semillas pueden crecer para dar posteriormente un fruto vivo y nutriente.
12. Escrito está: “Y a lo seco Dios lo llamó tierra y a las aguas separadas las llamó mares”.
13. Pregunto: ¿Para quién lo llamó Dios así? ¿Para Sí mismo? ¡Seguro que no! Porque no le hacía falta; sería bastante ridículo pensar que la suprema Sabiduría divina iba a complacerse, de manera parecida a un hombre, llamando a lo seco tierra y a las aguas apartadas mar.
14. Pero ¿para quién más podía Dios usar estos nombres de tierra y mar, si en tal fase de la Creación, aparte de Dios mismo, aún no existía ni un solo ser que pudiera saberlo?
15. Por eso es evidente que esta forma de expresarse de Moisés no podía tener un sentido material, sino únicamente uno puramente espiritual. La creación del universo en aquellos tiempos sólo podía tener una correspondencia descendente, es decir, desde lo espiritual hacia lo material, relación que únicamente la sabiduría de un ángel puede sondear. Por eso, directamente como está presentada, la forma de expresión de Moisés no puede tener sino un sentido puramente espiritual que muestra como toda la humanidad pasa, de época en época y de periodo en periodo, primeramente por un proceso de transformación desde su naturaleza inicial muy necesaria, a lo espiritual cada vez más puro.
16. De modo que en el hombre se diferencia hasta en aquello que forma parte de su naturaleza... los conocimientos son representados por el mar del hombre; y el amor surgido de los conocimientos, es representado por un suelo nutritivo apto para producir frutos, continuamente bañado por el mar del conjunto de conocimientos verdaderamente iluminados y continuamente fortificado por el amor para obtener una cosecha de frutos nobles cada vez más abundante.
1. Por consiguiente, cuando los conocimientos del hombre envuelven al amor por todos lados y la llama del fuego de amor alimentada por ellos los ilumina y calienta cada vez más, entonces el hombre, en la misma medida, se vuelve cada vez más activo y capaz.
2. En tal estado, de nuevo viene Dios al hombre (en el espíritu, como se comprende por sí mismo) y con su Amor eterno se dirige al amor en el corazón del hombre y dice: “Produzca la tierra hierba verde, plantas que den simiente y árboles frutales; que todos produzcan fruto y semilla según su especie”.
3. Con este mandamiento de Dios en el corazón, el hombre adquiere fuerza, valor y una voluntad firme, y pone las manos a la obra.
4. Y ved: En forma de nubes cargadas de lluvia, sus conocimientos adquiridos se levantan sobre el mar ordenado y pasan sobre la tierra seca, humedeciéndola y fertilizándola. La tierra empieza a reverdecer y hace que broten una gran variedad de hierbas y plantas con sus semillas; es decir, lo que el intelecto iluminado por la Sabiduría divina reconoce como bueno y verdadero, inmediatamente el amor en el corazón del hombre lo anhela, lo arrebata, y lo activa.
5. Pues del mismo modo que la semilla puesta en la tierra pronto germinará y dará fruto múltiple, así también obran los conocimientos verdaderos cuando están sembrados en el suelo nutritivo del corazón.
6. Y la semilla actúa de manera que despierta la fuerza vital que yace en la tierra, con lo que esta se concentra alrededor de ella, haciendo que germine y brote, y que se vuelva una planta que produce frutos en abundancia. Es decir: El verdadero conocimiento sólo se vuelve activo en el corazón, actividad de la cual resultarán las más diversas obras que se reflejan en lo que Moisés dijo con sabiduría profunda en su Génesis.
7. Así la antigua tarde inicial del hombre, elevada hacia el verdadero conocimiento mediante la Luz de los Cielos, se vuelve acción, a la cual siguen necesariamente las obras. He aquí el tercer día de la formación del corazón y del hombre espiritual dentro del hombre exterior. Y todo ello trata de este hombre espiritual. Unicamente a causa de él fueron enviados por Dios a este mundo Moisés y todos los profetas, igual que Yo ahora.
Bueno, ¡supongo que este asunto os resulta ya más aceptable!».
8. Uno de los fariseos dijo: «Ilustre amigo sabio y maestro, yo, por mi parte, doy mi visto bueno a cada una de las palabras que nos has dicho, pues no pueden ser sino absolutamente verdaderas. Pero ve a Jerusalén y explica el Génesis de esta manera en el Templo y, si no te proteges por medio de tu Poder evidentemente divino, te apedrearán junto con tu séquito. Por otro lado, si te enfrentas a los del Templo con tu Poder, entonces se entrarán en el juicio y poca diferencia habría si hicieras caer inmediatamente rayos y fuego del cielo y los aniquilaras por completo.
9. Has expuesto realmente bien tu explicación sumamente sabia y sagaz de los tres primeros días de la Creación dada en el Génesis, y no se encuentra ni la menor contradicción en ella. Pese a ello, como te digo y lo mires por donde lo mires, se trata de un asunto muy arriesgado.
Pero aún queda el cuarto día en el cual Dios creó el Sol, la Luna y todas las estrellas. Se encuentran irrefutablemente en el firmamento, y nadie sabe de otro origen suyo sino el que se lee en el Génesis.
10. Por eso te pregunto ahora: ¿Dónde está la llave de la correspondencia que pudiera revelar que también el cuarto día se refiere únicamente al hombre?».
11. «Amigo Mío, ¡las veces que habrás oído hablar de personas de vista cansada, miopes, tuertas, casi ciegas y absolutamente ciegas! Los de vista cansada lo ven todo bien a larga distancia, pero de cerca ven mal, mientras que los miopes lo ven todo bien de cerca pero mal a larga distancia. Los tuertos ven solamente con un ojo porque el otro está ciego y se comprende por sí mismo que estas personas lo vean todo a media luz. Los casi ciegos ya no pueden distinguir objetos, aunque durante el día todavía noten cierta claridad que les facilita diferenciar el día de la noche. Los enteramente ciegos, sin embargo, ya no pueden distinguirlos.
12. ¡Ya ves cuánta diferencia hay en la visión física de los hombres! ¡Pues aún hay mucha más diversidad en la visión espiritual! Y precisamente en ella tú mismo padeces una gran deficiencia, una deficiencia que es mucho mayor que la de tu visión física. ¡Te digo que en tu alma eres todavía extremadamente miope... !
¿De qué manera lees el Génesis? Pues escrito está que Dios dijo:
1
2. “Haya lumbreras en el firmamento del cielo para separar el día de la noche y sean señales para los tiempos, los días y los años. Y que luzcan en el firmamento del cielo para alumbrar la tierra.
Y así fue. E hizo Dios dos grandes lumbreras: la mayor para presidir al día y la menor para presidir la noche, e hizo también las estrellas. Y Dios las puso en el firmamento del cielo para alumbrar la tierra, para presidir el día y la noche, y para separar la Luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. De esta manera, de la tarde y de la mañana, salió el día cuarto”.
3. Así es, palabra por palabra, la historia de la creación del cuarto día según el Génesis.
4. Si examinaras este asunto un poco más de cerca y lo interpretaras con tu intelecto mundano, tomando el sentido del Génesis al pie de la letra, entonces resultarían a primera vista unos cuantos absurdos grotescos.
5. Según el Génesis, ¿no creó Dios la luz ya en el primer día como resultado de la tarde y la mañana? Dime, ¿qué clase de luz sería que sólo sirviera para crear el día y la noche durante tres días contados? En el cuarto día Dios habla de nuevo: “¡Haya lumbreras en el cielo!”. Pregunto: ¿Qué clase de lumbreras para separar el día de la noche? Pues si la luz creada el primer día ya lo estaba haciendo durante los tres primeros días, ¿para qué, entonces, iba a crear el cuarto día más lumbreras con el mismo fin? ¡Además, sólo se trata de “lumbreras” y no se hace ni la menor mención de una Luna o de un Sol! Por otro lado estas lumbreras señalan algo; ¿pero con qué clase de señales? ¿Y de qué clase de tiempos, de días y de años se trata? ¿Es que la noche no cuenta para nada? ¿No haría falta también contar la noche tanto como el día?
6. Pues la Tierra es redonda como una esfera y mientras que en un lado es de día, en el otro es de noche. Siempre es de día en aquellos países que, a causa de la rotación de la Tierra sobre su propio eje, se deslizan continuamente bajo el Sol.
7. El día natural de la Tierra está originado indiscutiblemente por su rotación específica, mientras que el Sol no hace sino emitir continuamente su luz desde el mismo sitio. Si sus rayos, cuando llegan, causan el día, ¿cómo podrá el Sol mismo presidir el día?
Entonces, ¿cómo habría podido Moisés pensar en el Sol y la Luna cuando habló de sus dos lumbreras? Y si esta hubiera sido su intención con el objeto de hacer su revelación más comprensible a la humanidad, seguro que se habría servido de los términos “Sol” y “Luna”, pues en su época todo el mundo tenía nombres para ambos astros.
8. Además, Moisés habla de un firmamento en el cielo que, en realidad, no existe en todo el universo natural, porque el Sol, la Luna, todas las estrellas y la Tierra, flotan absolutamente libres en el espacio ilimitado, gobernados por la ley que les ha sido impuesta y que los mantiene, permitiéndoles un movimiento totalmente libre sin estar fijos en ninguna calle de firmamento celeste.
9. Pues no hay más que un solo Firmamento en el espacio libre e infinito: la Voluntad de Dios. Y a través de ella, una ley eternamente inalterable llena el espacio y todas las cosas existentes en él.
10. Si lo que a vuestros ojos se presenta como una bóveda azul ampliamente extendida fuera un firmamento al que el Sol, la Luna y todas las estrellas estuvieran fijos, ¿cómo sería posible que se puedan mover incluso los mismos planetas, que sabéis que se están desplazando continuamente?
11. Las demás estrellas, las que llamáis fijas, parecen evidentemente fijas, ¡pero no lo están! Resulta que se encuentran enormemente lejos de la Tierra y sus órbitas son tan inmensas que difícilmente podrían recorrerse durante varios cientos de miles de años terrestres, por cuyo motivo ni dentro de cien generaciones los hombres podrán darse cuenta de su movimiento. Ésta es la razón por la cual las estrellas os parecen fijas, pero no hay nada parecido a un firmamento donde puedan estar fijas.
12. El firmamento del cual Moisés habla es la voluntad firme dentro del Orden de Dios, la voluntad firme que surge de una comprensión justa y del amor que es el suelo bendito de la vida. Tal voluntad sólo puede brotar de la plenitud fructífera del verdadero amor a Dios en el corazón del hombre, de la misma manera como este amor a Dios sólo puede surgir de la Luz divina que Dios proyectó en el hombre cuando separó en él sus tinieblas interiores en tarde y mañana.
Por eso, este amor a Dios, un entendimiento y un intelecto equilibrado, todos los atributos que en el hombre se manifiestan mediante una fe viva, constituyen el cielo en el hombre.
Y la voluntad firme dentro del Orden de Dios surgida ahí es el firmamento del cielo en el hombre.
Si este está en un orden justo que corresponde a la Voluntad de Dios, Él proyecta en ese firmamento nuevas Luces desde el Cielo de los Cielos, es decir, desde el Amor puro del Padre en el Corazón de Dios. Luego estas Luces iluminan la voluntad del hombre, elevando su entendimiento al de los ángeles del Cielo de los Cielos, elevando y transformando así al hombre creado en uno no creado que, por su propio y libre arbitrio (dentro del Orden de Dios), se convirtió a sí mismo en hijo de Dios.
Sobre el hombre natural perecedero y el verdadero hombre espiritual eterno.
Las dos grandes luces o la naturaleza del espíritu eterno y la del alma.
Significado de las estrellas
1. Mientras el hombre siga siendo criatura, es temporal, perecedero y no puede perdurar. Porque todo hombre, conforme a su naturaleza de criatura, no es sino un recipiente adecuado para que, con la continua cooperación divina, pueda desarrollarse en él un hombre justo y verdadero.
2. En cuanto este recipiente exterior haya adquirido la perfección suficiente, para cuyo fin Dios lo ha provisto abundantemente de todas las facultades y cualidades necesarias, entonces Él despierta (o más bien desarrolla) en el corazón del hombre su Espíritu eterno no creado. Este Espíritu, en la medida de los resultados obtenidos, es lo que Moisés simboliza con las lumbreras proyectadas en el firmamento del cielo.
3. Esta Luz no creada y eternamente viva en el firmamento del cielo en el hombre, es el auténtico rector de su verdadero día, y enseña al antiguo recipiente a transformarse completamente en su identidad divina original eternamente no—creada, para transformarlo así en su totalidad en un verdadero hijo de Dios.
4. Todo hombre creado tiene un alma viva que es espíritu. Esta alma posee la capacidad necesaria para distinguir entre lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, para admitir lo bueno y lo verdadero, y rechazar de su interior todo lo que sea malo o falso. Pero el alma no es un espíritu no creado, pues es creada, y, como tal, nunca puede alcanzar la filiación de Dios.
5. Pero cuando dentro de la ley establecida en ella, con toda la humildad y modestia de su corazón y con la libre voluntad dada por Dios, ha admitido lo bueno y lo verdadero, entonces esa voluntad humilde, modesta y obediente se vuelve un verdadero firmamento celestial, con lo que es apta para adoptar lo puramente divino no creado. Pues se ha formado en armonía con lo divino proyectado en el alma del hombre.
6. Lo puramente divino, es decir, el Espíritu no creado de Dios que ahora y para todas las eternidades está proyectado en ese firmamento celestial, es la lumbrera mayor. Esta transforma el alma del hombre en una segunda luz, casi igual de grande pero menos fuerte, y que, tal como la Luz mayor no creada, es proyectada en el mismo firmamento celestial donde la Luz no creada la transforma en una luz también no—creada, sin que pierda nada de su estructura natural, aunque gane infinitamente mucho en el sentido puramente espiritual. Pues el alma del hombre, por sí sola, nunca podría ver a Dios en su Ente espiritual purísimo. Del mismo modo, en el caso opuesto, el Espíritu divino no creado tampoco podría percibir lo natural, porque para él la naturaleza material no existe. Sin embargo, en la íntima unión del Espíritu absolutamente puro con el alma, esta, a través del nuevo Espíritu incorporado a ella, ahora puede ver a Dios en su Existencia espiritual original, y el Espíritu, a través del alma, ahora puede ver también lo natural.
7. Esto es lo que Moisés indica: una lumbrera mayor que preside el día y una lumbrera menor que preside la noche y que determina las señales; es decir, que en toda sabiduría determina la causa de todo lo perceptible y de todas las cosas creadas, de modo que también los tiempos, días y años... En otras palabras: que la lumbrera menor determine y reconozca en todo lo perceptible la Sabiduría, el Amor y la Gracia de Dios.
8. Las estrellas mencionadas por Moisés son los innumerables conocimientos subsiguientes, también muy útiles, obtenidos al entrar en los detalles de todas las cosas, conocimientos que, por supuesto, surgen del conocimiento principal, por cuyo motivo también están proyectados, como las dos lumbreras principales, en el mismo firmamento celestial.
9. Y esto es finalmente el cuarto día de la Creación mencionada por Moisés en su Génesis que, tal como los primeros tres, surgieron en el hombre de la misma tarde y de la misma mañana.
1. Para que no vengáis a preguntarme cuál es la explicación del quinto y sexto día de la
Creación, os digo: Tanto la creación posterior de la fauna mundial como, finalmente, la del hombre mismo, no representa sino la completa vivificación y realización concreta de todo aquello que el hombre contiene en su composición natural.
2. Su mar y todas sus aguas se llenan de vida y, en su luz ahora puramente divina y no creada, el hombre reconoce y ve una plenitud de ideas creativas y de las formas más diversas, y de esta manera descubre su ascendencia puramente divina.
La creación del primer hombre, como Moisés la relata, representa la génesis del hombre perfecto y verdadero, lo que se refiere a la filiación de Dios.
3. En secreto, ahora te preguntarás en tu corazón: “Pues sí, todo esto está muy bien, es sabio y maravilloso y nadie lo podrá poner en la menor duda, pero esta Tierra, tal como está ahora, de ninguna manera puede haber existido desde todas las eternidades. ¿Cómo surgió? ¿Cómo fue provista de hierbas, zarzas y árboles de toda clase? ¿Cómo y cuándo surgieron todos los animales?
4. ¿Y cómo se hizo el hombre habitante de esta Tierra? ¿Es verdad que, según consta en el Génesis, solamente fue creada una sola pareja humana? ¿O es que en seguida se colocaron un gran número de hombres de diferentes colores, formas y características?”.
5. A tales preguntas comprensibles tengo que repetirte lo que ya te dije antes: En cuanto tengas la sabiduría de los ángeles, entonces, desde lo puramente espiritual y en correspondencia retrospectiva hacia lo natural, podrás también deducir con exactitud toda la creación natural de aquello que Moisés nos transmite en su Génesis. Y comprobarás que la creación natural, desde luego en períodos muy vastos, sigue casi el mismo orden relatado en el Génesis, y que la formación de la primera pareja humana, su tentación y su reproducción, salvo algunos detalles dados en imágenes alegóricas, sigue el mismo orden que el Génesis revela a continuación.
6. Aunque la sabiduría de todos los sabios de la Tierra fuera tuya, sin tener la de los ángeles nunca podrás sacar conclusiones.
7. Pero en este mundo tal sabiduría es poco ventajosa para el hombre; pues es raro que mejore su corazón a causa de su sabiduría. Sí es frecuente sin embargo que a causa de ella se vuelva peor. El que mucho sabe, fácilmente se torna orgulloso y altivo y, desde el inaccesible alto nivel en el que él se cree, mira a sus hermanos con altivez como un cóndor a los gorriones, sin consideración alguna y como si no existiesen sino para cazarlos y comer su tierna carne.
8. Tú, ante todo, busca en tu corazón el Reino de Dios y su justicia, sin preocuparte de todo lo demás, pues, todo ello, incluso la sabiduría de los ángeles, te puede ser dado de la noche a la mañana.
Pienso que ahora me habrás comprendido».
1. Cuando el fariseo y sus compañeros escucharon mi amplia explicación sobre el Génesis, quedaron perplejos.
Después de un rato de profunda meditación, el superior de ellos comentó: «¡Señor, Maestro de todos los maestros en todas las cosas, ahora vemos que tienes toda la razón y que todo lo que dices es la pura verdad! Pero a nuestro pesar nos damos cuenta que con tu Sabiduría tan sumamente santa predicarás a oídos absolutamente sordos en este mundo tan extremadamente egoísta si no hicieras milagros sensacionales. Por otra parte sólo tendrás espectadores ciegos si los haces, con lo que el éxito será poco.
2. Mientras el hombre haya de ser completamente libre en su voluntad y acción para formarse a sí mismo como verdadero hombre, podrás predicar y hacer los milagros que quieras que, entre cientos, difícilmente habrá uno solo que verdaderamente te haga caso. Pues a alguien que de por sí tenga pocas luces y que carezca de cualquier cultura general útil para el hombre, le resultará imposible asimilar tu Doctrina. Y en cuanto tenga ya un mínimo de cultura fundamentada, sea por las Escrituras, por alguna ciencia o por algún arte, tal vez asociado con cualquier ventaja material que a lo mejor está incluso combinada con un prestigio significativo para la persona en cuestión, entonces, aunque Jehová hable a favor de tu causa con rayos y truenos, verás que tales hombres harán lo mismo que hicieron nuestros antepasados en el desierto de Sinaí: Mientras Jehová hablaba con Moisés dándole los santos mandamientos en medio de rayos y truenos, ¡fundieron un becerro de oro y lo rodearon bailando y venerándolo...!
3. Si yo no conociese la índole de los fariseos, la de los escribas y la de todos esos sacerdotes y levitas, especialmente los de Jerusalén, entonces no me atrevería a hablar tan francamente contigo. Pero como los conozco demasiado bien, me aparté del Templo tanto como me fue posible y ya no lo frecuento.
4. Si alguna vez vuelvas a Jerusalén no olvides llevar un gran lote de Omnipotencia, de lo contrario te apedrearán como blasfemo. Pues quien se muestra solamente un pelo más sabio que el más ordinario limpiador de los atrios del Templo, inmediatamente queda comprometido como hereje y blasfemo; y si no se arrepiente, y paga una ofrenda significativa, entonces le apedrearán sin compasión en el lugar maldito, fuera del muro de la ciudad.
5. Para Jerusalén, mi amigo divino, no existe sino un solo remedio: ¡el mismo de Sodoma y Gomorra! No hay otra salida ni para la ciudad ni tampoco para sus habitantes».
6. «Amigo, lo que me dices ya lo sé desde hace tiempo y te aseguro que ese será el fin de Jerusalén», le respondí. «Pero antes tiene aún que suceder en dicha ciudad todo lo que los profetas predijeron sobre ella, para que al fin se cumpla la Escritura y la medida de Jerusalén se colme. Contando desde hoy, aun antes de llegar a setenta, ya no quedará piedra sobre piedra. Y aunque después alguien pregunte: “¿Dónde estaba el Templo?”, no habrá nadie que pueda responderle.
7. Entre las muros de esta ciudad fueron asesinados muchos profetas. Su sangre clamó venganza contra los infames culpables hasta en los Cielos más altos. Sin embargo, el vaso de los pecados de esta ciudad aún no se ha llenado del todo. Pero dentro de poco la medida será colmada y ya no habrá perdón.
8. Antes de bajar del monte os daré un mandamiento muy serio: Hasta que Yo os autorice mediante el espíritu, no comentéis ahí abajo ni un solo hecho de todo lo que visteis. El que no respete este mandamiento mío será castigado con la mudez instantánea; pues al pueblo de ahí abajo todavía le falta mucho para estar maduro, e incluso vosotros mismos aún no lo estáis suficientemente.
9. Lo que aquí os enseñé, comentadlo con vuestros compañeros, pero no como si lo hubierais oído de Mí, sino como si fueran ideas surgidas de vosotros mismos. Sólo después de que vuestros amigos hayan asimilado verdaderamente esta enseñanza, entonces, en secreto, podréis revelarles de quién la habéis recibido y cuáles fueron las señales que la precedieron.
10. Pero no olvidéis transmitirles luego en mi nombre el mandamiento recibido con la misma prohibición que os he hecho a todos vosotros.
11. Durante el poco tiempo que todavía nos quedaremos en este monte, aún seréis testigos de muchas cosas maravillosas; pues tengo un gran deseo de fortificar lo más fuerte posible vuestra fe. Pero sobre todo aquello que aún oiréis y veréis, guardad también el mandamiento ahora recibido; de lo contrario el castigo os alcanzará con toda seguridad, y eso por un año entero».
1. «Señor, ese es un mandamiento muy severo», comentó Judas Iscariote. «¿Quién podrá cumplirlo íntegramente?».
2. «Dios también estableció la muerte del cuerpo como ley inalterable, y pese a todos los ayes de los hombres no retirará su santa Palabra. Puedes lamentarlo tanto como quieras, sin embargo, al fin, habrás de morir. Sólo en el Más Allá te darás cuenta de lo necesaria que era esa muerte física.
3. Así pasa con cada ley dada por Dios. Identifícate con ella y la podrás cumplir fácilmente. Pero en cuanto sigas otra ley distinta a la que Yo te doy, te resultará difícil cumplir la mía. Pues donde hay una ley opuesta a otra, será difícil o imposible cumplir ambas. ¿Lo comprendes?
4. ¡Te recomiendo que tengas mucho cuidado para que una ley contraria en tu interior no te lleve a la muerte!».
5. «¡Otra de esas recomendaciones incomprensibles...! Siempre hablas como los jeroglíficos egipcios que hoy día ningún sabio puede leer y menos aún comprender. ¿Qué significa una ley contraria? ¿Cómo puedo imponerme yo mismo una ley que otro me dio? Si cumplo con una ley o no, depende únicamente de mi libre albedrío y nunca de una ley contraria».
6. «Si continúas tan neciamente como hasta ahora, entonces más vale que te vuelvas a Betania», respondió el Señor. «Pues, tus ideas son un engorro para Mí.
7. ¿De dónde vienen las leyes? ¿Acaso de otra parte que de la voluntad del que tiene el poder y la fuerza de dictarlas y sancionarlas? ¿No es cada hombre soberano de sí mismo y puede hacer lo que quiere? Si admite las leyes exteriores50. como propias, incluyéndolas en sus propias máximas, entonces le resultará muy fácil cumplirlas. Pero si no es así, entonces su voluntad constituye una ley contraria y finalmente incurre en la sanción de la ley impuesta por el legislador».
8. Judas puso cara de contrariedad al escuchar esto, pero a pesar de ello dijo: «Ahora la cosa me queda clara. Pero cada vez que hablas encubiertamente, me pongo nervioso y desasosegado, por lo cual siempre pregunto hasta que lo comprendo; especialmente si se trata de una ley tan difícil de cumplir para muchos de nosotros y sobre todo para mí, lo confieso. Señor, si otra persona te pregunta algo, en seguida le respondes con toda amabilidad, pero cuando te pregunto yo, siempre te irritas, así que ya no me atrevo a preguntarte nada aunque se trate de algo muy importante.
9. Mira, mi viaje aéreo de anteayer fue tan increíblemente rápido que no pude distinguir nada de la superficie de la Tierra. Todo me parecía como rayas que pasaban extremadamente rápidas. Aún no lo comprendo y me gustaría saber cómo es posible algo así. Es fácil que de todos nosotros sea yo el que estuviera más lejos porque llegué al otro lado del mar, desde donde volver a pie me hubiera costado cuatro o cinco días.
10. Estaba en un pueblo griego, justamente terminando mi predicación. Como pese a haber curado a algunos de sus enfermos, no encontré oídos ni corazones favorables a mis predicaciones, me puse de mal humor y abandoné el incómodo poblacho. Después de haber andado unos mil pasos, completamente solo porque el hermano Tomás no me quiso acompañar a Fenicia, me vi de repente envuelto en un remolino y antes de que entendiera lo que me estaba pasando, me encontré muy alto en los aires y una ventolera me empujó de manera inexplicable hacia aquí y, como ya dije, a una velocidad tan elevada que no podía distinguir las cosas de la
50. Las leyes que el legislador impone al pueblo, para el individuo son “exteriores”; mientras que las propias máximas del individuo resultan en “leyes interiores” que, si son contrarias a las “exteriores”, serán sancionadas por el legislador. superficie, tanto que incluso el mar me pareció más bien un relámpago que pasaba. Ni siquiera tuve tiempo para pensar qué me ocurriría si una montaña cortara mi camino aéreo; seguro que me habría estampado y roto en cien mil pedazos. ¡Pero cuál fue mi sorpresa, Señor, cuando después de ese vuelo tan violento me vi aterrizar suavemente ante Ti!
11. Por eso quisiera que me expliques brevemente cómo fue posible eso».
12. «Amigo, tú sabes muy bien Quién soy; ¿cómo me puedes preguntar todavía la manera en que aquello fue posible y como lo hice? ¿No ves que para Dios todas las cosas son posibles? Mira las nubes. ¿Quién las mantiene allí arriba? Hace poco me has oído explicar la naturaleza de la Tierra, de la Luna, del Sol y de muchas otras estrellas, en su mayoría Soles que resultan infinitamente grandes para tu entendimiento.
13. Todos estos cuerpos celestes tan enormes y por consiguiente también extraordinariamente pesados flotan libremente en el espacio que se extiende en todas direcciones, y tienen una velocidad inconcebiblemente elevada para tu comprensión.
14. Ahora te pregunto: ¿Quién lleva su número incontable por el espacio libre e ilimitado, dentro de un orden inalterable? Reflexiona un poco sobre ello y reconocerás la insensatez de tu pregunta».
15. Tomás se aproximó a Judas y comentó: «¡Si tan sólo por una sola vez hicieras una pregunta digna del Señor! ¿No ves que todos viajamos de la misma manera? Pero sabemos que fue su Voluntad, con lo que este viaje aéreo tan extraordinario ya está explicado más que de sobra. Si, sabiendo Quién es Él, tu fe en el Señor fuera más firme y más viva, pregunta semejante no se te ocurriría ni en el sueño más estúpido».
16. «¡Otra vez me quieres atrapar!», se rebeló Judas. «Venga, ¡ ya lo has hecho! Esta vez al menos no me pones de mal humor porque yo mismo reconozco que molesté al Señor con una insensatez, lo que seguramente ya no haré en adelante».
17. A eso Tomás le respondió: «Entonces también seremos buenos amigos y no te censuraré».
18. «Sosegaos de una vez», dije Yo, «pues, Kisiona ha preparado la comida y después de habernos reconfortado veremos lo que aún quede por hacer. ¡Así sea!».
La carne como medio para el desarrollo espiritual del alma
1. Todos se dirigieron a las chozas para tomar la comida y no había uno sólo que no estuviera alegre y contento.
2. Después de la comida, Kisiona me dijo que si fuera de mi agrado querría aún visitar antes de la puesta del Sol algunas otras partes de su pastos de montaña para poder pagar su salario a los pastores y para controlar sus rebaños.
3. Pero Yo le contesté: «Como sabes, mañana es el antesábado y lo querría pasar en estas montañas. Como nos hemos entretenido mucho con la comida y nos quedan pocas horas hasta la puesta del Sol, nos quedaremos aquí reunidos para hablar aún de algunas cosas muy importantes y para que aún seáis testigos de algunas otras aún más extraordinarias».
4. «Señor, cada deseo de tu Corazón es para mí una ley santísima», me respondió Kisiona. «Por esto, sin demora, te hago una pregunta sobre aquellos tres hombres que hace poco surgieron en el crepúsculo matutino envueltos en una gran luminosidad, más bien flotando en el aire que tocando el suelo con los pies. Continúan en nuestra compañía, hablan, comen y beben con nosotros, son amables y atentos y a pesar de que su aspecto es mucho más noble que el nuestro, parecen gente como nosotros.
5. Me da la impresión que se quedarán aquí, lo que me sería sumamente agradable. Cuando los abracé, me di cuenta que tienen huesos y cuerpos perfectos y robustos, cosa que me llamó mucho la atención.
6. Quisiera saber por tu boca cómo es posible que antes fueran puros espíritus y ahora sean humanos con un cuerpo tal como el nuestro. ¿De dónde los sacaron? Si consiguieron sus cuerpos de repente, y evidentemente unos cuerpos mucho más perfectos que los nuestros, ¿no sería posible que todos los hombres consiguieran así su cuerpo, en vez de a través de un nacimiento tan sumamente penoso?».
7. «Mira», le respondió el Señor, «primero, no podrías ver ni tampoco sentir físicamente a estos tres ángeles si en este momento no te hubiera capacitado para ello, estableciendo la unión de tu alma con su espíritu de tal manera que tu alma, a través de tu cuerpo físico, pueda ver y percibir todo lo espiritual como si fuera natural y físico, mientras que todo lo espiritual sigue siendo espiritual sin tener nada físico.
8. Los hombres y los espíritus son extremadamente diferentes. Un espíritu, como es el caso de estos tres ángeles, usó desde el principio sabiamente su libertad dentro de mi Orden y desde el principio nunca pecó contra él. Pero una gran cantidad de espíritus, un número inconcebible para ti, abusó de la libertad de su voluntad, motivo por el cual cayeron en el juicio, sobre el que estaban advertidos. De tales espíritus, de los que en realidad se compone esta Tierra y todos los incontables mundos como el Sol, la Luna y las estrellas, surgen, mediante una ley inalterable establecida en la naturaleza, los hombres naturales de esta Tierra, así como también todos los hombres de todos los demás mundos, y ello a través de la procreación y el nacimiento. Después han de ser formados como hombres por medio de la educación y la enseñanza, para posteriormente dejar su cuerpo aparte y transformarse en espíritus puros y absolutamente libres.
9. Como para un espíritu liberado del juicio la encarnación sólo se permite, por lo general, para someterse mediante la misma a una nueva prueba de libertad, fácilmente admitirás la inutilidad del cuerpo físico para los espíritus ya perfectos. Porque la carne es solamente un medio y nunca puede ser un fin, ya que finalmente todo tiene que volver a ser puramente espiritual, nunca material.
10. Te digo que llegará el día en que perecerán esta Tierra y el cosmos entero con sus Soles, Lunas y todos los mundos. Esto ocurrirá cuando todos los espíritus todavía cautivos en ellos por el juicio se hayan vuelto espíritus puros a través de la vía de la carne. Y los espíritus puros permanecerán eternamente, tal como Yo y mi Palabra.
Dime si me has comprendido».
1. «Dios mío, ¡qué Sabiduría más profunda!», exclamó Kisiona. «¿Quién escuchó nunca algo así? ¡Unicamente Dios puede dar semejantes explicaciones y, ante Él la sabiduría de todos los sabios del mundo es absolutamente nula! ¡Todo esto de golpe resulta demasiado para un pobre pecador como yo...!
2. Con esta revelación, como por un toque mágico, ¡comprendo todo el Génesis!
3. Ahora entiendo lo que quiere decir: “Dios hizo a Adán, el primer hombre, de barro...”.
Debido a su Orden eterno Dios quiso que los espíritus confinados en la Tierra por el juicio se vistieran con un cuerpo que correspondiera a la forma espiritual de los mismos, un cuerpo hecho de barro, que en la Tierra representa lo más fácilmente moldeable. Para que en este cuerpo pudieran moverse con gran libertad... Para que en él pudieran volver a conocerse a sí mismos...
Y para que de esta manera pudieran volver a conocer a Dios... A fin de que se subordinaran libremente al Orden divino para poder volver a su antigua naturaleza original absolutamente espiritual, convirtiéndose en ángeles totalmente puros y perfectos como los arcángeles.
4. ¡Sí, sí, ahora de repente todo me queda claro!
Escrito está: “La mujer fue hecha de la costilla de Adán”. ¡Por supuesto! Al igual que en las montañas, la parte más dura y por ello la más resistente de la Tierra, se concentran los espíritus más obstinados, igualmente en el primer hombre, y en todos los siguientes, los componentes más duros se concentraron en sus huesos, que analógicamente equivalen a las montañas de la Tierra.
5. La Sabiduría y el Poder divino separaron del hombre lo espiritual más duro, las tendencias sensuales, el orgullo y la altivez, y los proyectaron en una forma parecida a la del hombre, la forma femenina que, por haber surgido del hombre, está en correspondencia viva con él. Por eso y por el acto de la procreación realizado dentro de la Voluntad omnipotente de Dios, está también capacitada para despertar un fruto vivo en ella. Y como a la mujer le ha sido impuesto un sufrimiento mayor por proceder de la parte espiritual más dura del hombre, ella también puede llegar a perfeccionar su espíritu, tal como el hombre el suyo de por sí más benigno; con lo cual puede cumplirse lo que dice la Escritura: que finalmente el hombre y la mujer se vuelven uno.
6. La expresión “que el hombre y la mujer tengan un solo cuerpo”, sólo puede significar lo siguiente: La naturaleza de la mujer, pese a estar constituida por la parte más densa del hombre, finalmente, a causa de pruebas relativamente más severas, se vuelve idéntica a la parte espiritual del hombre en sí más benigna. Y éste es el sentido de la expresión de que hombre y mujer tengan un solo cuerpo.
¿Qué te parece esto, Señor? ¿He acertado, al menos aproximadamente?».
7. «Has hablado muy bien y muy ciertamente. Así es como hay que leer e interpretar la Escritura, con la verdadera comprensión espiritual. Si todos los hombres lo tuvieran en cuenta, entonces sería fácil hablarles y tratar con ellos en su propio bien. Pero con el segundo abuso de su libre voluntad51. el hombre, desgraciadamente, se abandonó a todas las sensualidades, y sobre todo la mujer comenzó a ataviar su cuerpo ya de por sí más hermoso por haberlo heredado de la Satana, y su egoísmo hizo que se volviera esquiva, orgullosa e indigna, obligando al hombre de por sí más benigno a que cayera en sus lazos. Y, para que la mujer le atendiera, el hombre tuvo que bailar sumisamente al compás de su flauta de mando hasta que, por fin, le complació encontrarse embaucado en la astucia femenina.
8. De este modo el hombre se apartó irremisiblemente de todos los Cielos que germinaban en él, se volvió sombrío, lascivo, egoísta, imperioso y pagado de sí mismo; y con todo, junto con la mujer, fue presa del diablo.
9. Su espíritu le advertía con delicadeza de vez en cuando que buscase la vida aumentando el amor mediante la lectura de la Escritura y la contemplación de las inmensas Obras de Dios. Muchos lo hicieron tras haberse más o menos desprendido de las redes de las mujeres. Pero con poco resultado porque ya no comprendían la Escritura. Y como en su vida se habían vuelto demasiado materialistas, tomaron el sentido material de las palabras por lo verdadero, convirtiendo así la Palabra de Dios en algo horrible y el Templo de Dios en un antro de asesinos.
10. Os digo a todos: La humanidad ha llegado ya hasta a un extremo tal que estaría perdida si Yo, el Señor mismo, no hubiera venido a este mundo para liberaros del yugo de Satanás y de la perdición eterna. Yo mismo tendré que hacer lo máximo, sólo para elevar de momento una mínima parte de la humanidad a la verdadera Luz de los Cielos.
51. El primero fue a la ocasión del pecado original (la caída de Lucifer).
1. ¡Ay del mundo cuando las mujeres vuelvan a adornarse y reinar!, ¡entonces la Tierra pasará por el fuego!
2. Tratadlas con la disciplina adecuada y cuidad que sean humildes. Siempre deben estar aseadas pero nunca con fausto, porque sus adornos y joyas serán la perdición de la humanidad.
3. Así cómo una mujer limpia, humilde y de buenas costumbres es una verdadera bendición para una casa, una que se compone es una maldición para todo el mundo, una pequeña Satana entre los hombres, parecida a una serpiente que con mirada seductora atrapa a los pájaros con su boca venenosa y mortífera.
4. Por eso os doy el siguiente consejo, sin que sea un mandamiento:
5. Si alguien tiene la idea de casarse, que se asegure que la muchacha elegida no acicala su cuerpo, no anda por la calle con la cara descubierta y no presume de sus otros atractivos, sino que es virtuosa en todo, que en verano viste ropa de lino y en invierno de lana sin color; que siempre se atiene a la verdad y que nunca desea poseer bienes. Pues a las mujeres les resulta más beneficioso no tener sino justamente lo imprescindible. Tal muchacha merece que pidáis su mano. Pero de una muchacha rica y adornada, vestida con ropa llamativa, que en la calle expone su cara descubierta a la vista, que aprecia que los ricos y los importantes la saluden, mientras ella misma dice de los pobres: “¡Qué gentuza más maloliente!”, os digo que huyáis de tal muchacha como de un cadáver descompuesto.
6. Pues esta muchacha es una fiel imagen reducida del infierno tentador. Quien se case con ella cometerá un grave pecado ante el Orden divino y puede estar seguro que tal mujer difícilmente mejorará durante su vida en la Tierra. Si muere antes que su marido, seguro que, aunque este sea un hombre muy virtuoso, en cuanto llegue al Más Allá le arrastrará al infierno por tiempo considerable debido a haberla querido tanto por sus llamativos encantos.
7. Si esta mujer ya se sirvió en la Tierra de todas las argucias posibles para enredar al hombre que su codicia eligió, en el Más Allá se le presentará mil veces más tentadora, con todos los encantos imaginables, para atraerle a su nido infernal. En las condiciones del Más Allá al hombre le resultará sumamente difícil sustraerse a la fuerza de su mujer.
8. Por ello, que quien quiera casarse observe antes a su novia para que en vez de unirse con un ángel no lo haga con un demonio, del que después no se podrá liberar tan fácilmente.
9. Quedáis informados sobradamente acerca de estas peculiaridades; tenedlas en cuenta aquí, y en el Más Allá la buena suerte estará con vosotros.
Esto no es un mandamiento de obligado cumplimiento, sino, como ya os dije antes, un buen consejo que os puede ser muy útil a vosotros y a todas las mujeres presuntuosas.
10. El que instruye a una muchacha presumida y tentadora de manera que ella reconozca su vanidad, tendrá un gran mérito en el Cielo.
11. Así que apartad vuestros ojos de las muchachas tentadoras, porque están unidas a
Satanás y, sin saberlo ellas mismas, sirven sus fines seductores.
12. Quien quiera ver a Satanás en su forma más maligna, que mire a una mujer muy adornada y ya ha lo ha visto en su forma más peligrosa para la humanidad.
13. Si actuara como un dragón, vomitando guerra, hambre y epidemias sobre la Tierra, Satanás sería menos peligroso para la humanidad porque en tales aflicciones los hombres se dirigen hacia Dios, hacen penitencia, y se salvan así del infierno y su juicio.
14. Pero cuando Satanás cubre sus dragones con el vestido luminoso de un ángel, así presentado resulta muy peligroso para la humanidad, de naturaleza propensa a la sensualidad. Cuando el lobo se presenta ante las ovejas tal como es, estas huirán en todas las direcciones, confundiendo a la fiera. Y antes que tome la decisión de a cual ha de perseguir, tendrá que marcharse sin presa alguna. Pero si el lobo viene con piel de cordero, las ovejas, en vez de huir, se alegran por su nuevo compañero que podrá devorar toda la manada antes de que una sola de ellas piense escaparse.
15. Este consejo debéis guardarlo en vuestros corazones y cultivarlo; debéis guardarlo como si fuera mandamiento. Así vuestros matrimonios tendrán la bendición de los Cielos; de lo contrario se verán agobiados con la maldición del infierno.
16. Así que no os dejéis tentar por los engañosos encantos mundanos, sino sed siempre sensatos y evaluad el mundo en su justo valor. No cambiéis el oro y las perlas que recibisteis de los Cielos por sus vanidades; siempre habrá paz entre vosotros y veréis los Cielos abiertos. Pero si os dejáis cautivar por los atractivos del mundo, entonces tendréis que quejaros a vosotros mismos si los Cielos se os cierran cada vez más, y si cuanto paséis grandes apuros no obtenéis el socorro celestial que pedís. Pues no es posible que alguien pueda estar en unión bendita con el Cielo mientras sienta todavía al mismo tiempo placer en cualquier cosa del mundo.
17. Todo hombre ha sido creado y constituido de tal manera que en su corazón no caben al mismo tiempo lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso; tendrá que ser lo uno o lo otro, pero nunca ambos.
18. Con su entendimiento los puede reconocer y diferenciar como tales; sin embargo, en el corazón sólo puede permanecer base de la vida lo uno o lo otro.
19. ¿Habéis comprendido mi consejo?».
20. «¡Sí, Señor y maestro de toda Sabiduría divina!».
1. En ese momento se me acercó un fariseo y me dijo: «Señor y Maestro, todo esto está muy bien, es cierto, y no se puede objetar nada en contra. Pero si los hombres no aprovecharan todos los materiales que la Tierra les ofrece con tanta abundancia y no se sirviesen sabiamente de ellos, entonces la Tierra en seguida quedaría yerma y sin ninguna clase de cultura aparente. ¿No hacen falta casas y escuelas de toda clase? Si las quitáramos, entonces la humanidad se encontraría dentro de poco en un estado totalmente animal. ¡No se puede prescindir completamente del mundo mientras uno sea todavía un ser material!».
2. «Precisamente vuestras escuelas sirven para matar el espíritu ya en las mentes delicadas de los niños», le contesté. «De modo que no sería ninguna lástima que derrumbaran completamente. En verdad, os digo: Si el mundo es vuestro maestro, ¿cuánto espiritual pensáis aprender de él?
3. Quien en su corazón no es enseñado por Dios permanecerá en las tinieblas del mundo, y la Luz de la Vida quedará eternamente lejos de él.
4. Aquel a quien no le llega la Luz verdadera de la Vida que emana de Dios, está muerto, aunque haya aprendido del mundo la sabiduría de todos los ángeles... ¿De qué le servirá?
5. Por lo tanto, quedaos en mi esfera y Yo me quedaré en vosotros; de esta manera la sabiduría de los Cielos llenará vuestros corazones viva y eternamente. ¿Me comprendéis?».
6. Cuando el fariseo oyó estas palabras, dijo con seriedad: «Oh, inmensa Verdad santa y evidente, ¡qué maravillosa eres! Qué felices podrían ser todos los hombres de esta Tierra si se identificaran con esta Verdad santa y si arreglaran sus pasos según ella. Pero hay un inconveniente fatal: mientras que los hombres todavía habiten esta Tierra, habrá entre ellos codicia, envidia, avaricia, orgullo y afán de mando, todo atributo del demonio infernal que todo lo daña. Esta Verdad, que sin la menor duda viene de los Cielos, nunca echará raíces en semejante suelo porque mil veces miles de siervos del infierno la perseguirán hasta su última letra. ¿Para qué, entonces, sirve toda esta Verdad divina?
7. Es preciso exterminar a la mayor parte de la humanidad de la Tierra, sustituirla por una nueva y educarla en esta Verdad desde la cuna. Entonces habrá esperanza de que se den frutos que sirvan para los Cielos. Pero tal como es la humanidad actualmente, resulta demasiado pervertida incluso para el infierno y mucho más aún para esta Verdad de los más altos Cielos.
8. Y si tuvieras la intención de organizar una pequeña comunidad para que viviera y se desarrollara en el ámbito de esta Sabiduría y Verdad divinas, se encontraría por todas partes rodeada por lobos feroces que, aunque no la pudieran perjudicar espiritualmente, la amenazarían sin cesar, de modo que, pese a su pureza, nunca sería capaz de poner a cada cual en su sitio. Dios sabe qué sería de sus descendientes después de siglos.
9. Los hombres son y siempre seguirán siendo hombres, hoy ángeles y mañana demonios; de modo que vale más no confiar ni en los mejores.
10. ¿No sacó Dios a sus hijos de Israel visiblemente de Egipto? Le vieron día y noche. En el desierto, donde les dio las leyes, los alimentó milagrosamente durante cuarenta años. De modo que en aquella época hubo maravilla sobre maravilla. Y ahora véanse los datos históricos, échese una ojeada a las costumbres sociales actuales, a las de la religión y a las relativas al prójimo, compáreselas con las de los hijos de Dios de antaño, y no se encontrará ni el menor vestigio de lo que fueron entonces.
11. Por eso, sin ni mucho menos querer adelantarme a tu Amor y Sabiduría, te digo: Lástima de tu Sabiduría y de tus hechos, porque la humanidad no los merece. Lo que merece es fuego y azufre del cielo, esto sí, pero nunca tu Gracia tan inmensa.
Aquí hablo claramente contigo pues no creo que haya traidores acechándonos. Pero en cuanto bajemos del monte me callaré como una tumba. Dime, Señor y Maestro, ¿acaso no tengo razón?».
12. «En el sentido mundano la tienes toda. Pero todo ello no puede disuadirme de revelar al mundo la Verdad de los Cielos.
13. Si se trata del juicio del mundo, antes hay que darle aquello con lo que el mundo se juzgará a sí mismo: la Verdad de los Cielos que ahora por Mí viene a él y que en él persistirá, aunque siempre sea perseguida.
14. Tu opinión referente a la maldad de la humanidad es cierta; pero entre Dios y los hombres de esta Tierra existen relaciones extraordinarias que solamente el Padre conoce y aquel a quien el Padre se los revela.
15. Pero ahora basta ya de todo esto. Está anocheciendo y hace frío aquí arriba. Entremos en las chozas. ¡Así sea!».
1. Después de estas conversaciones entramos todos en la gran choza y muchos, especialmente mujeres, se acercaron al fuego para calentarse. Algunos judíos se molestaron porque también les hubiera gustado aprovechar el fuego. Igualmente se acercaron algunos discípulos a Mí para quejarse, pero con palabras amables Yo les reprendí su descortesía.
2. Todos, menos uno, estuvieron conformes. Pero ese, que era un judío de Cafarnaúm, empezó a quejarse: «Vaya, ¿de qué sirve hablar? Como soy anciano, pasé tanto frío fuera que casi no lo pude aguantar, así que ahora me quería calentar un poco al fuego. Pero las mujeres lo han ocupado todo y estoy helado de frío. Ahí abajo ni durante todo el invierno ha hecho un frío como el que justamente hoy está haciendo en esta altura. Es que ya tengo más de 70 años y de todos modos soy friolero. No quiero ser grosero; di Tú a estas mujeres que me dejen acercarme para calentarme un poco».
3. Respondí al anciano: «¿Acaso no sabes que Yo, si tuvieras fe, también te podría dar calor sin necesidad de fuego?».
4. «Sí, Señor», respondió el anciano, «¡lo creo! Pues he visto tantos milagros como has hecho, que creo que todo lo que Tú digas o desees se cumplirá».
5. «Entonces acércate a aquellos tres hombres que hace pocos días vinieron desde las Alturas e inmediatamente entrarás en calor».
6. El anciano así lo hizo. En seguida se sintió mejor y no sabía cómo agradecerme el bien que le había deparado. Pero como pronto sintió demasiado calor, tanto que casi ya no podía soportarlo, deseó refrescarse un poco.
7. «Haz lo que quieras», le respondí, «pues, no te he atado a esos tres hombres. Sal afuera y allí te refrescarás en seguida».
8. Y el anciano salió afuera, pero volvió rápidamente a la choza, gritando de miedo: «¡Sálvese quien pueda! ¡Toda la montaña está en llamas que se acercan cada vez más! Por Jehová, ¡estamos perdidos!».
9. En aquel momento entró Kisiona, que ya hacía un rato que había salido debido a su trabajo, y me dijo: «Señor, me perdonarás haberte preparado una pequeña fiesta según la costumbre de mis pastores montañeses, pues ésta es la última noche que, por decisión tuya, permaneces en este monte. Mis pastores han recogido leña menuda en el bosque y la han encendido, entonando canciones alegres y salmos para honrarte. ¿No te gustaría verlo?».
10. «Con mucho gusto, Kisiona».
Salí y mis discípulos me siguieron.
11. Las mujeres se burlaron del anciano que al haber visto el monte en llamas dio un espectáculo como si se hundiera el mundo. Este se avergonzó y soportó las risas de las mujeres con indulgencia.
12. Yo las reprendí mucho por su falta de educación. Entonces ellas pidieron que Yo y el anciano les perdonásemos, diciendo que no lo habían hecho con mala intención. Las cinco hijas de Kisiona no se encontraban entre ellas porque estaban ocupadas preparando la cena en la choza del amo.
13. El anciano perdonó en seguida a las mujeres de todo corazón. Pero los tres ángeles se dirigieron a ellas y les dijeron: «Escuchad, mujeres, este anciano es un descendiente de Tobías, el ciego al que curamos con la hiel de un pez. Todos sus descendientes, él era sepulturero, tuvieron mala vista en su vejez por un motivo que solamente Dios sabe. Os advertimos que quien se burla de un ciego en vez de darle la mano para ayudarle y guiarle por puentes y caminos pedregosos comete un gran pecado y muestra un corazón indiferente. Si no hubierais sabido que este anciano, que también se llama Tobías, es medio ciego, entonces no habríais pecado. Pero como lo sabíais muy bien y a pesar de ello os burlasteis de él, merecéis un castigo severo. Sin embargo, como a ruegos vuestros os ha perdonado, también nosotros os perdonamos.
14. Pero, ¡ay de vosotras si alguna vez más volvéis a burlaros de un achacoso, porque entonces su padecimiento será el vuestro!
15. De todos modos las personas no debieran reírse nunca o por lo menos sólo rara vez, porque la risa se origina en la evocación de espíritus que se hallan en el cuerpo humano y se regocijan del mal ajeno.
16. El reflejo amable de los músculos de la cara, lo que muestra la mayor benevolencia, es celestial. Toda otra clase de risa tiene, por lo general, su raíz en el infierno. Pues los demonios se ríen cuando un golpe malicioso les da resultado. Pero en los Cielos nadie se ríe nunca y siempre se manifiesta la más amable y cariñosa benevolencia hacia toda criatura miserable y se está lleno de la máxima piedad hacia todo hermano que todavía tiene que cumplir su estancia en la Tierra sufriendo. ¡Tened en cuenta siempre estas palabras!
17. En cuanto los hombres empiecen a burlarse de las debilidades de sus hermanos, su fe desaparecerá como el Sol después de ponerse, y el amor en sus corazones se enfriará tanto como esta noche; y habrá una miseria entre ellos como nunca antes la hubo en la Tierra.
18. Acordaos de esta enseñanza de los Cielos, y cuando vuestros hijos se burlen, ¡castigadlos! Pues más vale llorar que reírse, porque la risa es un atributo del infierno que de continuo ríe sarcásticamente.
19. Puede haber situaciones en las cuales únicamente al varón le corresponde reírse de alguien como castigo bien merecido por una tontería insensata y obstinada.
20. Si uno sólo se ríe por divertirse y cuenta sucesos ridículos para que muevan a risa a los demás, es un imbécil. Pues solamente el corazón de tal imbécil puede ser incitado a la risa; sin embargo, toda persona algo cultivada comprenderá con facilidad el santo rigor de la vida y difícilmente tendrá ganas de reírse de algo.
21. Por eso, en adelante, no os riáis y apartaos de comediantes y payasos que cobran por prepararos para el infierno. Sed siempre de corazón sobrio para que tengáis la benevolencia de Dios y con esto la verdadera honra».
22. Esta enseñanza impresionó a las mujeres que prometieron no volver a reírse.
1. El anciano, como había oído lo que los tres ángeles hablaron a las mujeres, se acercó a ellos y les dijo: «He escuchado cómo nombrasteis a mi bisabuelo y veo que también ni nombre os es conocido. Y que, por la Gracia y Omnipotencia de Dios que está en vosotros, restituisteis la luz a los ojos de mi bisabuelo.
2. Queridos y eternos amigos de Dios, yo estoy a punto de quedarme totalmente ciego; con un ojo ya no veo nada y el otro empieza a perder vista. ¡Si me pudierais devolver la plena luz de mis ojos! Pues, a vosotros os sería muy fácil... ¡Tened piedad de mí!».
3. Pero los ángeles le contestaron: «¿Acaso no ves delante de ti a aquel Señor que con Kisiona está mirando el fuego que arde en llamaradas y que escucha los cánticos y salmos de los pastores? No fuimos nosotros sino Él quien devolvió al viejo Tobías la luz de sus ojos. Dirígete a Él; únicamente Él puede devolverte la luz de tus ojos. Nosotros, por nosotros mismos, no podemos hacer por ti más que tú. Somos solamente sus siervos y estamos a su disposición».
4. Ante estas palabras de los tres ángeles el anciano se dirigió hacia Mí y me suplicó la luz de sus ojos. Y Yo dije: «Durante mucho tiempo fuiste un judío terco que elogiaba el Templo de Jerusalén, y a Mí me tomaste por un esenio, por un mago y por cosas parecidas. ¿De dónde, pues, tienes ahora esa fe?».
5. «Señor, estuve presente en Cafarnaúm cuando resucitaste a la hija de Jairo; entonces se me despertó la fe. Pero aún me hacía falta oír y ver más, para que se reafirmara en mí. Desde entonces vi y oí, y ahora tengo fe en que Tú, Señor, consigues todo lo que quieres. Con nada más que querer curarme, lo podrás plenamente».
6. «Parece absurdo abrirle la visión a alguien durante la noche. Pero si tu fe es tan fuerte como dices, entonces, ¡vuelve a tener tu visión durante la noche! Te digo que ahora, en sentido espiritual, toda la humanidad se encuentra en la noche y está totalmente ciega; por ello los hombres jamás obtendrán su visión de día sino de noche, y de su tarde y mañana espiritual surgirá para muchos de ellos y para siempre un primer día. ¡De modo que recibe tu visión en la noche!».
7. Con estas palabras el anciano volvió a ver y admiró todas las diversas fogatas que antes, a causa de su vista borrosa, había tomado por un solo incendio.
8. En cuanto tuvo su visión nítida, se echó a mis pies, no sabiendo cómo alabarme y elogiarme por su felicidad.
9. Pero Yo le advertí: «También tú oíste mi mandamiento. Por eso tampoco hables de todo lo aquí sucedido. Si no, te ocurrirá lo mismo que les dije a los demás».
El anciano se levantó y prometió callarse como un sepulcro.
10. De esta manera todo quedó en orden en aquel monte. Cuando las fogatas se apagaron, vinieron las hijas de Kisiona y, junto a todos los demás presentes, me invitaron a la cena. Todos fuimos, cenamos muy bien y nos acostamos.
1. Había unos treinta fariseos que ya tenían una cierta fe, aunque cada uno a su manera. Todos se fueron a una choza vecina donde durante toda la noche discutieron qué hacer.
2. Entre ellos había uno que se llamaba Rhiba que, como quien dice, era un sabihondo.
Tras muchas palabras y pocas conclusiones, este tomó la palabra: «Hermanos míos, habéis discutido ya por lo menos dos horas y no llegasteis a resultado alguno. Me conocéis bien y sabéis desde hace tiempo que, justamente en casos críticos como éste, siempre di en el blanco. Como he analizado con el mayor esmero todo lo que se ha hecho y se ha hablado, creo que también acertaré en este caso.
3. Oídme pues: No se puede negar que este hombre, hijo de un carpintero de Nazaret, realiza obras y hechos que, salvo Dios, nadie podría hacer tan fácilmente. En resumen, el que tenga poca firmeza y no vea las cosas claramente, acabará siendo persuadido por este nazareno y le toma