Jakob Lorber

El Sol Espiritual - Tomo 1

El Señor invita a un grupo de espíritus humanos de la Tierra a visitar la esfera del Sol espiritual.

Comunicación recibida por la voz Interior

Índice

Prefacio

1. El Sol espiritual, una chispa de la Gracia del Señor

2. La naturaleza entera es un evangelio del Orden divino

3. El reloj, imagen alegórica del Sol

4. El Sol natural y el espiritual: su diferente aspecto

5. Sobre el Reino de Dios en el hombre

6. El diorama espiritual. La esfera del primer espíritu

7. La esfera del segundo espíritu. La base de toda vida es el Amor del Padre

8. La esfera del tercer espíritu. Una imagen de lo infinito

9. La esfera del cuarto espíritu. El secreto del Hijo del hombre

10. La esfera del quinto espíritu. El mayor de los milagros: el corazón humano

11. La esfera del sexto espíritu. La roca de Pedro

12. La esfera del séptimo espíritu. Imágenes enigmáticas de estados espirituales

13. La correspondencia del columpio. El culto religioso basado en ceremonias

14. El terraplén y su correspondencia. Apariencia de las diversas Iglesias cristianas

15. La rueda de palas del estanque, destruida. La esfera profética de Daniel

16. La esfera del octavo espíritu. El cronómetro universal. La nueva Jerusalén, desde la esfera de Swedenborg

17. La esfera del noveno espíritu (del evangelista Marco). Cómo se manifiestan en el Más Allá los vicios del amor carnal

18. Manifestaciones de la usura en el Más Allá

19. La representación del despotismo en el Más Allá

20. Una visita al infierno

21. Visita a la región de la tarde

22. La frontera preliminar al reino de los niños

23. Quien siembra mezquinamente cosechará con escasez

24. El paradero de los estoicos

25. Intento de conversión de estoicos algo más abordables

26. Continúa la visita a los estoicos

27. Conversión y salvación del estoico

28. Los valles de los ricos, de los sabios y de los intelectuales

29. En el reino de las tinieblas y de la falta de fe

30. Un filósofo espiritual y una religiosa

31. Un lugar en la oscuridad donde hay “llanto y crujir de dientes”

32. Nacimiento desde la oscuridad a un primer grado de Luz vital

33. Sobre apariencias espirituales

34. Influencia recíproca de los matrimonios en el Más Allá

35. Un matrimonio se encuentra en el Más Allá

36. El matrimonio y un espíritu embustero

37. La debilidad del hombre. La mujer le arrastra al infierno

38. En el primer grado del infierno

39. ¿Dónde están el Cielo y el infierno?

40. ¿Dónde se encuentran los paganos en el Más Allá?

41. Eficacia de lo verdadero como base de la fe, y de lo bueno como base del amor

42. Viajes a diferente velocidad en el Más Allá

43. Extraños paisajes e insólitos hogares de espíritus bienaventurados

44. Belleza y magnificencia del mediodía. Enseñanza sobre la naturaleza del amor y la sabiduría

45. Los espíritus celestiales comen y beben: su correspondencia. El matrimonio celestial

46. En la región de las colinas de la mañana eterna

47. El Cielo católico romano. En el extremo mediodía

48. Procesión con una ascensión formal a los Cielos

49. En la mesa de Abraham. La contemplación de la “santísima Trinidad”

50. Imposibilidad de sostener este concepto material del Cielo

51. La verdadera Trinidad. El pecado contra el Espíritu santo

52. La verdadera pobreza de espíritu. Peligro del escepticismo ciego

53. Sorpresas en el Cielo aparente

54. Liberación del Cielo aparente

55. Primera morada sólida después del Cielo ficticio. La Trinidad inconcebible. El Cristo evangélico36

56. En el camino hacia Cristo

57. El palacio de la vida de la asamblea. La semilla del Reino de Dios es la Palabra divina

58. La ansiedad por Cristo. Una prueba del amor. El destino santo

59. Llegada a la mañana eterna. Limitación de la Omnipotencia divina en cuanto a la educación de la psique humana

60. El Sol-Dios. Explicación de la Omnipresencia personal sustancial del Señor. Preparando la mesa del Señor

61. La cena en la mesa del Padre: cordero, pan y vino

62. Visita a las carmelitas

63. La monja en el confesionario y el verdadero confesor

64. Liberación de las pobres prisioneras. “Juicio” y “día del juicio”

65. Los agustinos y sus ideas

66. Instalaciones del monasterio de los agustinos

67. ¿Fundó Pedro la Iglesia romana?

68. Discusión con el agustino. Pedro y Pablo

69. Los agustinos celebran consejo

70. Con los agustinos paradisíacos

71. Hipotético cautiverio por parte de los agustinos paradisíacos. Dudas de los agustinos sobre sus acciones

72. Preguntas delicadas. Una respuesta honesta

73. Pregunta dirigida al prior del monasterio de los agustinos

74. Pregunta por el amor a Cristo

75. Visita al “Cielo monástico”

76. El Cielo ficticio se hincha

77. Primer acto de la comedia en el Cielo ficticio del claustro

78. Segundo acto de la comedia

79. Una mirada al verdadero camino hacia el verdadero Cielo

80. Más explicaciones sobre la comedia de engaños. Maneras infinitamente diversas de guiar la vida espiritual

81. Tercer acto de la tragicomedia

82. Llegada de los recién reformados al “jardín paradisíaco”. Los habitantes del “paraíso” reconocen su culpa

83. La eterna Palabra de Dios, tribunal de Cristo

84. El pecado contra el Espíritu santo

85. La Palabra del Señor, verdadero juez

86. También en el infierno el Señor es puro Amor

87. Diferencia entre el verdadero y el falso ejercicio de la confesión

88. El prior en apuros delante del abismo. El verdadero puente de la redención De la muerte a la Vida

89. La oración viva del prior y su resultado

90. El hombre sencillo. Confesión espontánea del prior

91. La condición de la Redención. Desaparición del foso

92. Una voluntad noble movida por el amor. Las tres pruebas

93. La facultad de aparecer en diversos lugares a la vez, y su explicación

94. “Sed astutos como serpientes y mansos como palomas”

95. Más pruebas. El principio de la recompensa

96. Ante el tribunal de Dios todos tienen que manifestarse. El bienaventurado prior

97. Confesión de un predicador

98. El secreto del progreso verdadero

99. Aún una prueba muy severa

100. El destino celestial

101. Guiar, tirar y llevar, en sentido espiritual

Información

PREFACIO

En todas las épocas ha habido hombres puros y devotos que han sido la voz del Espíritu divino en sus corazones.

Todos conocemos los diversos pasajes del Antiguo Testamento, cuando el profeta habla: «Y la palabra de Jehová vino a...».

¿Sería imaginable que esta unión íntima entre Dios y el hombre, como nos fue relatado por Moisés, Samuel, Isaías, y otros profetas e iluminados, ya no fuese posible en nuestra época?

¿No es Dios, el Señor, el mismo desde los tiempos primordiales, y no son los hombres de hoy de la misma naturaleza que los de antaño?

Sería totalmente ilógico admitir que Dios sólo hubiese hablado con Moisés y los profetas y nunca, antes o después, con otros hijos suyos, y que la Biblia encerrase en forma integral todas las revelaciones.

Sabemos a través de fuentes antiguas y auténticas que la voz interior, como medio para la revelación divina, ya iluminaba, antes de Moisés, a los «Hijos de lo alto», como por ejemplo a Enoc, y que también, después de los apóstoles, la voz interior recreaba a aquellos que la buscaban con anhelo. El conocimiento de la voz interior se proyecta como un hilo luminoso de la cristiandad. Padres de la Iglesia como Jerónimo y Agustín ya confirmaron la importancia de la revelación interior para el hombre, al igual que los místicos de la Edad Media como Bernardo de Clairvaux, Tauler, Suso y Tomas Kempis. También muchos santos de la Iglesia católica, después Jakob Böhme y más tarde el visionario nórdico Emanuel Swedenborg, recibieron revelaciones por medio de la voz interior.

Jesús mismo, Verbo Vivo de Dios, prometió: «Quién tiene mis mandamientos y los guarda es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él». Y después, «Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que Yo, como Jesús, os he dicho durante mis días en la Tierra» (Jn 14, 21-26).

Este flujo espiritual de la voz interior no podía impedir que la gran dádiva de Luz enviada en Jesús a los hombres por el Padre fuese obscurecida en el curso de los siglos, y, por el amor propio de la humanidad, casi fuese exterminada poco a poco.

Como los hombres, en su mayoría, no se dejaban guiar por el espíritu divino, prefiriendo seguir sus tendencias egoístas y arbitrarias, cada vez se manifestaban más las sombras de una noche espiritual, tanto que la apostasía completa de la fe y del amor a Dios -a pesar de la Biblia y de la Iglesia- exigía para nuestra época una nueva y gran revelación de la Voluntad y del Amor divino.

Previniendo la evolución desastrosa del mundo, como consecuencia de las guerras mundiales, el Padre de la Luz transmitió esta gran Nueva Revelación en el curso del siglo último a diversos pueblos de la Tierra, a través de nuevos profetas e iluminados, predicando de nuevo la antigua y verdadera doctrina de Jesucristo: la Religión del Amor.

La revelación más extensa e importante fue transmitida durante los años 1840 a 1864, en el idioma alemán, a un hombre simple y de alma pura llamado Jakob Lorber, quien por la voz interior recibió comunicaciones inmensamente profundas sobre la Divinidad, la Creación, el Plan de la Salvación y el Camino para la Vida Eterna.

Jakob Lorber

Sobre la vida de este instrumento de la Gracia y del Amor divino existe una pequeña biografía escrita por un amigo y contemporáneo de Jakob Lorber: Karl Gottfried Ritter von Leitner.

Según esta biografía Jakob Lorber nació el 22 de julio de 1800 en el pequeño pueblo de Kanischa, cerca de Marburg, Austria. Su padre, Michael Lorber, era un pobre cultivador de viñas. Como su propiedad, dos viñas, no era bastante para alimentar a la familia, en el invierno se veía obligado a ganarse la vida como director de un pequeño conjunto de música en los pueblos de alrededor.

El joven Jakob pronto demostró un carácter despierto y aprendió a tocar algunos instrumentos de música. También se descubrieron en él otros dones, espirituales, de manera que su maestro y su madre piadosa dijeron: «Un día Jakob tendrá que ser maestro de escuela o sacerdote».

Sus padres ahorraban todo lo posible para los estudios de su hijo. Cursaba con grandes sacrificios la escuela, dando clases particulares de música a otros estudiantes más jóvenes. Sin embargo, vino el día en que se vio obligado a dejar sus estudios y se tuvo que ganar la vida como maestro particular en casa de una familia distinguida de Graz. Pasaron algunos años y, cuando Jakob cumplió los 30, tenía bastantes ahorros para seguir adelante con sus estudios para el profesorado.

Mientras tanto su afición por la música había aumentado y, cuando tuvo la oportunidad de conocer al famoso violinista Paganini, quién además le dio algunas clases, surgió en su alma el deseo de abandonar el profesorado para dedicarse a ella. Fue tan aventajado tocando el violín que hasta compuso algunas piezas que fueron alabadas por profesionales.

Pero tampoco esta profesión podía llenar el alma contemplativa de Jakob Lorber. Demasiadas preguntas le asediaban constantemente sobre la causa y la razón de la vida humana, sobre los misterios de la Divinidad y la Creación. Le interesaba mucho la astronomía. Se construyó él mismo un telescopio para abstraerse en las maravillas de las estrellas del cielo nocturno. En los libros de contemporáneos como Justinus Kerner, Jung-Stilling, Swedenborg, Tennhardt, Kerning y otros, y, especialmente en el libro de los libros, la Biblia, procuraba interesarse sobre el mundo invisible de los espíritus relacionados con nuestra vida en esta Tierra.

El llamamiento

Cuando tenía casi 40 años, un acontecimiento notable le mostró cuál era la misión que las fuerzas del Cielo le habían destinado.

Transcurría marzo de 1840, cuando Lorber recibió de Trieste una oferta para director de música, lo que representaba para él un empleo agradable con un buen sueldo. Sin embargo, el día 15 de marzo cuando Lorber se levantó de su cama después de sus rezos matinales lleno de esperanza, de repente oyó una voz dentro de sí mismo, en donde está el corazón: «¡Levántate, toma tu pluma y escribe!».

Perplejo, obedeció la voz, tomó su pluma y, para asombro suyo, escribió las palabras que percibía como un flujo de pensamientos, pronunciados con la mayor claridad dentro de su corazón:

«Así habla el Señor a cada cual, y esto es verdadero, fiel y cierto: quien quiera hablar conmigo que venga a Mí y Yo le daré la respuesta en su corazón. Pero solamente los puros, cuyos corazones están llenos de humildad, oirán el sonido de mi voz.

Y quien me prefiere a todo el mundo, quien me ama como una novia dedicada ama a su novio, con él andaré abrazado; él podrá verme como un hermano y como Yo le vi desde la eternidad, antes de que existiera».

Cuando Lorber oyó y escribió estas palabras, las lágrimas resbalaron por sus mejillas. ¿Sería posible que a él, un pecador, el Altísimo le hubiese considerado digno de dar un mensaje a la humanidad, como lo hizo con los profetas de la antigua y nueva alianza? Para un hombre tan modesto y humilde esto era casi increíble. La voz, mientras tanto, continuaba hablando con toda claridad y persistencia, tanto que Lorber se vio impulsado a seguir adelante escribiendo lo que le dictaba. Así surgió un capítulo entero, lleno de maravillosas enseñanzas de amor y sabiduría. Al día siguiente otro capítulo y así sucesivamente... Parecía que iba a ser un libro completo.

¿Acaso podía Lorber, con su nuevo y buen empleo, rehuir esta tarea misteriosa del Cielo que seguramente no le aportaría ni un céntimo sino con toda certeza rechazo, persecución y hasta la muerte, como a muchos profetas?

La voz interior del espíritu

Pero el convocado resistió a la tentación; su corazón no anhelaba fortunas ni posición. Abandonó la oportunidad de un empleo fabuloso y, desde entonces, durante 24 años de su vida, se dedicó a la voz maravillosa de su corazón. Todas las mañanas se sentaba en su pequeña mesa y escribía sin interrupción, sin descanso ni correcciones, como si alguien le estuviese dictando.

En cuanto a la manera de cómo oía aquella voz tan cierta y clara, un día lo escribió a un amigo:

«...Referente a la voz interior y como se percibe, sólo puedo decir, hablando de mí mismo, que oigo al Verbo santísimo del Señor como pensamientos extremadamente claros, igual que palabras claramente pronunciadas, por ahí donde el corazón. Nadie, aunque esté muy cerca de mí, puede oír nada. Para mí, sin embargo, esta voz de la Gracia suena más clara que cualquier sonido material, por fuerte que sea».

El 19 de junio de 1864 Jakob Lorber, recibiendo las comunicaciones del tomo 10 del Gran Evangelio de Juan, dejó de anotarlas en medio de una frase; el día 23 de julio el Señor le reclamó de su actividad terrenal.

Las obras de la Nueva Revelación

De este modo surgieron las siguientes obras: El Gobierno de Dios, El Sol Espiritual, Obispo Martín: el desarrollo de un alma en el Más Allá, Roberto Blum: del Infierno al Cielo, Tierra y Luna, El Sol Natural, Aclaraciones de los Textos de la Escritura, Saturno, Correspondencia entre Jesús y Abgaro, Cartas del Apóstol Pablo a la Comunidad de Laodicea, Dádivas del Cielo, La Infancia de Jesús, Los Tres Días del Niño Jesús en el Templo, Más Allá del umbral, La mosca o los misterios de la creación y La fuerza Curativa de la Luz Solar. La obra principal de Jakob Lorber y la coronación de toda la revelación es el Gran Evangelio de Juan en diez volúmenes, donde nos habla con el espíritu de amor del apóstol Juan y de su Evangelio Bíblico.

Capítulo 1. El Sol espiritual, una chispa de la Gracia del Señor

1. El Señor: «Antes de dirigirnos al propio Sol espiritual, tenemos que saber dónde se encuentra, qué relación tiene con el Sol natural y de qué está compuesto.

2. Para que podáis haceros una idea lo más acertada posible de todo ello, hay que poner de relieve, ante todo, que lo espiritual es todo aquello que está en lo más interior e intrínseco, y lo que a la vez penetra al máximo en todo.

3. Fijaos en cualquier fruto. ¿Qué es lo más interior? La fuerza espiritual del germen. ¿Y qué es el propio fruto que, con todos sus componentes, existe para proteger y conservar interiormente al germen? En el fondo no es otra cosa sino un órgano exterior impregnado por todas partes de la fuerza del germen.

4. Que el fruto exterior -es decir, todo el fruto natural- sea un órgano condicionado por la fuerza espiritual del germen, resulta evidente por el hecho de que todo el árbol, o toda la planta, surgen del germen espiritual.

5. ¿qué puede ser entonces lo espiritual? Ante todo es la fuerza interior del germen; la que condiciona todo el árbol, incluidas raíces, tronco, ramas, hojas, flores y frutos; la fuerza que penetra todo el árbol para el propio bien del conjunto.

6. De modo que lo espiritual es lo más interior, lo que penetra en todo al máximo y, a la vez, lo que todo lo abarca.

7. Podéis comprobar la verdad de todo ello observando los más diversos fenómenos de la naturaleza. Mirad, por ejemplo, una campana. ¿Dónde estará la sede del sonido? Diréis que en su abertura, tal vez en el centro del metal o, quizás, en la parte interior. Pues no, ¡os habéis equivocado! Porque el sonido procede de su esencia espiritual más interior, encerrada en cápsulas materiales.

8. Por ser espiritual, esta esencia más interior es sumamente elástica. Al darle un golpe a la campana, se le causa un disturbio a la calma de la esencia interior y, debido a su gran elasticidad, empieza a vibrar continuamente. Si se cubre la materia exterior de la campana con otra, con una materia plena de potencias espirituales no tan fácilmente excitables, entonces las vibraciones se atenuarán rápidamente, de modo que la tal campana dejará de sonar en seguida. Pero si se trata de una campana sin más, sobre todo si se está al aire libre con el que fácilmente resuena, las vibraciones se intensificarán y se propagarán hasta muy lejos.

9. Si meditáis un poco sobre este modelo, os quedará claro que también en este caso lo más interior no puede ser otra cosa sino lo espiritual que penetra todo al máximo y que, a la vez, lo abarca todo. Pero veamos otro ejemplo.

10. Imaginad una pieza de acero magnetizado. ¿Dónde están las fuerzas de atracción y repulsión? Se encuentran en lo más interior, es decir, dentro de las moléculas1 que, en su conjunto, forman la materia del acero tal como se presenta a nuestra vista. Esta fuerza interior penetra toda la materia, que no le ofrece la menor resistencia, y la abarca integralmente. El hecho de que el efluvio de esta esencia también llega al exterior de la materia que habita, se confirma cuando observamos cómo el acero magnético atrae un trozo de hierro que se encuentre cercano.

11. Pero continuemos con algunos ejemplos más, Servíos, por ejemplo, de un condensador en un vaso de cristal. Si frotáis una pieza de ámbar debidamente conectada al condensador, este se carga con electricidad. Esta electricidad penetra en toda la materia y, a la vez, forma su más profundo interior. Si os acercáis un poco al vaso, notaréis que el vello se pone de punta, con lo que se comprueba que el efluvio abarca todo el conjunto y más.

12. Otro ejemplo -aunque sea por lo general de ámbito reducido- se manifiesta en todos los hombres y otros seres aunque, más evidentemente, en los hipnotizados. Muchos de vosotros ya habréis visto hasta qué punto un hipnotizador puede influir en el paciente que controla. Si la esencia del espíritu sólo fuera algo muy interior que no penetra nada, ¿acaso sería posible el propio proceso de hipnotización? Y si el espíritu, no fuera simultáneamente algo que todo lo abarca y lo alcanza, decidme, ¿podría el hipnotizador ejercer influencia alguna en el hipnotizado? Me parece que ya hemos citado suficientes ejemplos para poder concluir que lo espiritual se manifiesta por todas partes. Esto se aplica también al Sol.

13. De modo que el Sol espiritual es lo más interior del Sol natural, es una Chispa de Gracia surgida de Mí que penetra toda la materia del Sol, surtiendo un gran efecto. Y, por supuesto, lo espiritual también abarca todo lo que forma del Sol. Bien considerado, el Sol espiritual es el auténtico Sol, porque el Sol material perceptible a vuestros sentidos no es sino un órgano dependiente de él, un órgano beneficioso para el mismo Sol espiritual. El Sol natural está concebido de tal manera que lo espiritual puede manifestarse en todas y por todas partes. Y, precisamente por eso, como siempre, el Sol espiritual puede alcanzar y abarcar todas y cada una de las fibras del conjunto.

14. De modo que el que quiera hacerse una idea sobre el Sol espiritual, que se fije en la apariencia del Sol natural. Pero que tenga presente que lo que ve, tanto en el conjunto como en las partes, está penetrado y abarcado por el Sol espiritual; así llegará a tener una cierta noción de lo que es el Sol espiritual.

15. Y hay que dar por sobreentendido que todo lo espiritual es algo completamente concreto y abarcable, mientras que lo natural es algo incoherente que no se abarca en absoluto. Si en apariencia lo natural parece ser consistente, se debe a lo espiritual que mora en él.

16. Otro ejemplo. Fijaos en una pequeña barra de un metal noble. Si la observáis en su estado bruto, os parecerá oscura y basta. Pero si la alisáis y luego la pulís, tendrá un aspecto totalmente distinto, a pesar de que se trata de la misma barra. ¿Cuál puede ser la causa de su embellecimiento?

No hay nada más simple. Al pulir la barra, las partículas que se encontraban en su superficie han quedado más juntas y unidas, todas con la misma orientación. Su aspecto se ha vuelto más definido y concreto, mientras que en su estado bruto anterior, estaban todavía desunidas, como si hubiera oposición entre ellas debido a que cada partícula hubiera crecido individualmente con los rayos alimenticios del Sol, consumidos según su avidez y sin dejar nada a su vecina. En estado pulido, un estado que se puede llamar purificado, estas partículas se unen entre sí. Mediante esta unión, los rayos de luz que les llegan se vuelven un bien común para ellas pues ninguna de las partículas individuales quiere ya quedarse con los rayos para sí misma, sino que concede a sus más próximas hasta la mínima parte de ellos. ¿Cuál puede ser el resultado? Todas las partículas tienen luz en superabundancia, mucha más de la que son capaces de consumir, con el resultado de que toda la superficie del oro pulido refleja el gran caudal de los rayos solares con un brillo magnífico y armónico.

17. ¿Tenéis ya idea de dónde procede semejante magnificencia y armonía? Pues, procede de la unión, o más bien de la unificación. Por consiguiente, admitiendo que lo espiritual es algo perfecto, algo que se ha unificado, ¡cuánto mayor tiene que ser la grandeza de lo espiritual respecto a su órgano, que no es sino algo incoherente, algo egoísta, egocéntrico, y por lo tanto muerto!

18. He aquí otro ejemplo. Seguro que ya habéis visto los guijarros con los que se fabrica el cristal. ¿Acaso el guijarro en bruto deja pasar libremente los rayos de luz como lo permite su derivado, el cristal? ¡No! ¿Y por qué no? Pues porque su estructura está todavía demasiado desunida, falta de homogeneidad. Cuando le llegan los rayos solares, sus partículas los consumen cada una para sí misma, con lo cual no queda nada para las vecinas, a no ser las sobras. ¿Cómo, entonces, es posible que su derivado, el cristal, resulte tan generoso?

Para eso hay que destrozar el guijarro y pulverizarlo, y de esta manera las partículas quedan machacadas y completamente desunidas entre ellas. Después, una vez lavado y seco, se mezcla el polvo del guijarro con sal y se pone todo en un crisol. En este, mediante la sal y un fuego a una determinada temperatura muy alta, las partículas disgregadas se unen por completo.

19. ¿Cómo hay que interpretar este proceso? En cierto sentido, los espíritus egoístas encapsulados en la materia son machacados junto con ella y separados a la fuerza unos de otros. Así pasan por un lavado, al que sigue el proceso del secado. A estas alturas se les añade la sal de la sabiduría y, preparados de esta manera, entrarán en perfecta unión en el fuego de mi Amor. ¿Comprendéis ahora estas relaciones? Veo que aún no las entendéis del todo, de modo que os lo aclararé aún más.

20. Cada una de las partes del mundo exterior, es decir, el mundo físico completo, corresponde al guijarro en bruto. Su pulverización es necesaria para formar posteriormente los diversos seres. El lavado de este polvo es la limpieza o ascenso progresivo a grados más elevadas de los espíritus encapsulados en la materia. El secado corresponde a la integración de los espíritus en una unidad, condición que ya se da en el hombre. La adición de sal es la concesión de la Luz de la Gracia al espíritu del hombre. Finalmente, la fundición en un crisol por el calor del fuego es la unificación de los espíritus entre sí con el fuego de mi Amor. Por la misma razón que la materia del crisol no puede combinarse antes de haber alcanzado la temperatura del fuego, tampoco los espíritus pueden unirse entre ellos y volverse eternamente sociables antes de que estén penetrados completamente por mi Amor, es decir, por Mí mismo.

Escrito está en el Evangelio: “Sed perfectos, como el Padre Celestial es Perfecto2”. Y: “...para que todos sean uno como Tú, Padre, y Yo3”. Con estas dos citas se comprende el ejemplo aún mejor.

21. Ahora vais a preguntar cómo se manifiesta la unificación en el cristal. Como todas las partículas captan los rayos luminosos de manera uniforme, toda la estructura es penetrada y saturada por ellos, y los rayos pueden traspasar el cristal libremente, lo que sabéis por propia experiencia. Así analizados, vuestros vidrios os darán un ejemplo de las relaciones celestiales y, al mismo tiempo, su comprensión os facilitará observar el Sol espiritual desde algo más cerca.

Pero no nos vamos a conformar todavía con sólo estos ejemplos, sino que en la próxima ocasión veremos algunos más. Por medio de ellos, vamos a lanzarnos fácilmente hasta el mismo Sol espiritual para contemplar sus inimaginables magnificencias.

Capítulo 2. La naturaleza entera es un evangelio del Orden divino

1. Aunque ya os lo he explicado en otras ocasiones, voy a repetirlo. Toda la naturaleza y cualquier posible actividad animal, y sobre todo humana, pueden servir de evangelio: esas relaciones manifiestan toda la maravillosa organización de mi Orden eterno. No hace falta buscar mucho para encontrar un ejemplo que pueda servir de analogía. Podéis serviros de cualquier cosa trivial; os aseguro que en cualquiera de ellas hay un evangelio tan acertado para aclarar cualquier relación espiritual, que os parecerá que la cosa elegida ha sido creada desde toda la eternidad exclusivamente con ese propósito.

Como ya os dije, pondremos algunos ejemplos más hasta que podáis abordar el propio Sol espiritual. Veamos lo primero que se presente.

2. Fijaos en una casa. Conocéis las materias primas que se utilizan. Todas son materias brutas y amorfas que ya existen. Hay, entre otras, arcilla que sirve para cocer ladrillos, cal, arena, guijarros, madera bruta y barras de hierro. Hay montones de estos materiales en un desorden total y, aparte, una cisterna con agua. Semejante barullo tiene poca pinta de llegar a ser un buen día una casa bien hecha.

3. ¿Qué es lo que se hace? Vienen los ladrilleros y amasan la arcilla. Cuando está lo suficientemente espesa, hacen ladrillos. Y para que la masa se mezcle aún más intensamente, los cuecen al fuego, obteniendo la solidez y color que ya sabemos. El carpintero hace tablas de los troncos y les da la medida necesaria para la obra. Los herreros recortan las barras de hierro al tamaño preciso, etc.

4. Cuando toda la materia prima está preparada, viene el aparejador y marca el terreno según los planos. Los obreros cavan una zanja de cimentación, y los albañiles y sus ayudantes empiezan a trabajar activamente. Gracias al empeño de los obreros vemos cómo los materiales de construcción se convierten poco a poco en una impresionante obra en bruto. Cuando la misma llega a la altura prevista, entran en acción los carpinteros y pronto la construcción tiene un tejado. A medida que la obra avanza, los montones de materia prima van agotándose. Finalmente la casa es enlucida por dentro y por fuera. Luego vienen los vidrieros, los ebanistas, los cerrajeros, los pintores y el entarimador. Poco después la casa está terminada y lista para que la ocupen.

5. Si comparáis lo que visteis antes -el aspecto de todos los montones de materia prima bruta- con los que veis ahora -la preciosa casa terminada-, vuestras sensaciones serán totalmente distintas. ¿Qué es lo que realmente ha producido la diferencia? Sólo una disposición adecuada y la unificación en una sola unidad de la materia bruta y desordenada. Cuando antes os movíais entre los montones de materia bruta, vuestras sensaciones estaban en el mismo desorden. Cuando poco después la materia prima bruta fue tomando forma gracias al fuego y a las herramientas de los carpinteros, vuestras sensaciones empezaron a equilibrarse y ordenarse, porque ya podíais haceros más fácilmente a la idea que de toda aquella materia, ya preparada, muy bien podría salir una casa. Aunque todavía no podíais haceros una idea concreta sobre la misma.

6. Cuando visteis el plano de construcción en la mesa del aparejador, os quedó claro que podría ser un edificio bastante grande y vuestros sentimientos anteriores se hicieron bastantes más precisos. Más tarde, al ver la obra, os entraron ganas de contemplar la casa ya enteramente acabada. Y cuando os presentaron las habitaciones perfectamente terminadas, os quedasteis boquiabiertos. Y dijisteis maravillados: “¿Quién hubiera podido prever semejante metamorfosis viendo toda aquella materia bruta desordenada?”.

7. Las mismas relaciones se aplican a todo aquello que hasta ahora habéis visto en el Sol natural4, aglomeración de materia que parece carecer de toda cohesión y unidad. Quien observe los habitantes del Sol y sus instalaciones, no podrá encontrar la menor relación entre ellos: sólo en lo espiritual van entrando poco a poco en un orden determinado. Desde tal orden resultará evidente cuál es el sublime camino al que todos deben su existencia. Todo tiende, en su interior, a un Ser único en el que, finalmente, podrá establecerse su orden perfecto y definitivo, y formar una sola unidad.

8. De modo que la verdadera terminación de la casa sólo la veremos en el Sol espiritual donde, con la máxima magnificencia, todos estos procesos de unificación se concentrarán en uno solo.

9. ¡Quién hubiera pensado que un ejemplo ordinario como este podía encerrar evangelio tan admirable! ¡Un evangelio que llamará la atención del observador sobre un orden con el cual ningún mortal hubiera soñado jamás!

10. En el Sol natural5 habéis visto cosas muy variadas: la enorme diversidad de todo lo que existe tanto sobre él como en su interior. ¿Y cómo se manifiesta todo ello?

11. Cada mirada que dirigís al Sol os da la respuesta: tiene una aureola impresionante e irradia una luz de gran intensidad.

12. Se realiza allí un proceso continuo de unificación de las muchas diversidades que, una vez hecho, produce efectos a distancias casi infinitas. No será necesario nombrar los innumerables efectos benéficos de la luz solar: cada día que pasa los pone de manifiesto.

13. Para que quedéis convencido de que cualquier cosa vista con la óptica adecuada puede servirnos para nuestro propósito, escoged vosotros mismos la primera cosa que os pase por la cabeza.

Capítulo 3. El reloj, imagen alegórica del Sol

1. Habéis elegido un reloj. Muy bien, porque el ejemplo es mejor de lo que os podéis imaginar; también Yo lo habría escogido. A ver si con él avanzamos un paso más.

2. Si examináis un reloj veréis mucha materia elaborada, un mecanismo bien estudiado con ruedas dentadas que engranan unas con otras, y todo el mecanismo propulsado por un muelle elástico que lo hace funcionar. Si analizamos el reloj más detalladamente, descubriremos en él muchas piezas pequeñas. Todo el conjunto está bien calculado y cada pieza tiene su función.

3. Ya que hemos visto el mecanismo interior, examinemos ahora su forma externa. Vemos un cuadrante plano y un par de simples agujas que nos indican qué hora es.

Resulta evidente que el tiempo que indican ha de ser algo que todo lo abarque y lo penetre. Nadie puede decir: “El tiempo es algo que no me incumbe”, porque cada vez que alguien hace algo, lo hace en el centro del tiempo».

«¿Por qué precisamente en el centro del tiempo?», preguntan los visitantes.

«El mismo reloj os lo demuestra», continúa el Señor. «Las agujas están sujetas en el centro del cuadrante y sus puntas describen un círculo perfecto. Como desde el centro hasta la punta son de materia, cada una de sus partículas describe incontables círculos cuyo diámetro depende de su distancia al centro. Por lo que el conjunto de círculos que empieza donde las agujas están montadas, en el centro del eje, cubre toda la superficie del cuadrante. Finalmente, el tiempo marcado por el conjunto de círculos los engloba a todos como en un círculo infinitamente grande.

4. Pero volvamos al mecanismo interior del reloj. Vemos dos placas principales unidas mediante algunos soportes cilíndricos, y una gran cantidad de espigas, barritas, ganchos y tornillos. Os digo que hasta en estas piezas inmóviles se encuentra ya, discretamente, la finalidad del aparato.

5. Si continuamos examinándolo, veremos movimientos diferentes en las ruedas dentadas. Lo que primero llama la atención es el volante en movimiento y la primera rueda con la que está en contacto. El volante se encuentra todavía muy lejos de la finalidad del reloj pues no llega a describir un círculo completo: continuamente es impulsado a oscilar en un sentido y después en el contrario; no avanza pese a que es la pieza que más rápidamente se mueve. La rueda siguiente, obviamente dominada por el volante, espera el vaivén y aprovecha cada oscilación para dar un paso más en el círculo que describe. También se mueve con bastante rapidez y ya describe un círculo. El movimiento de la rueda siguiente es más uniforme, pues describe su círculo con más lentitud; igualmente está ya algo más cerca de la finalidad del reloj. La rueda que le sigue se mueve bastante más despacio y está en contacto con la de la finalidad. La última rueda está unida a la finalidad y la expresa.

6. Precisamente allí donde la finalidad ya se evidencia en el mecanismo, aunque sea discretamente, sale desde el centro del mismo un pivote en el que están montadas las agujas, que se levanta un poco por encima del cuadrante. Estas agujas, en toda su simplicidad, expresan la finalidad del ingenioso mecanismo.

7. ¿Veis ya a dónde queremos ir a parar? Pues a que todo aquello que está formado por componentes diversos, de los que ni el más sencillo debe faltar, ya implica la unidad de los mismos para un fin determinado.

8 Acordaos ahora del Sol natural6, ese reloj enorme que parece de oro, ¡un cronómetro para medir tiempos inimaginables para vosotros! Habéis visto su peculiar mecanismo, y habéis conjeturado que también su muelle es mi Amor, motor vivo y todopoderoso, un muelle que propulsa esta gran obra colocada entre dos placas enormes que se llaman eternidad e infinitud. Habéis visto sus incontables componentes, pero no podéis deducir sólo a partir de ellos cual es su finalidad, al igual que nadie puede saber las horas que pasan si únicamente se fija en los distintos movimientos de las diversas ruedas y no mira el cuadrante».

A estas alturas los visitantes preguntan al Señor: «En ese gigantesco y complicado mecanismo que es el Sol, ¿cómo llegamos al “pivote central” del reloj solar, el cual deja lo material atrás y nos lleva, más allá del “gran cuadrante”, a su gran finalidad?».

«Nada más fácil puesto que conocéis, más o menos, los componentes de esta obra maestra. Ya que escogimos el ejemplo del reloj, veamos cómo se llega en él desde el mecanismo a la finalidad.

9 Quien alguna vez haya estudiado un reloj minuciosamente se habrá dado cuenta que hay tres piezas que tienen un movimiento más o menos uniforme. La primera es la rueda capsular que contiene el muelle motor. La segunda, la rueda principal de transmisión, propulsada por la rueda capsular, la del muelle. La tercera, colocada sobre el pivote, es la rueda central que hace girar las agujas sobre el cuadrante.

10. Si desde el interior del reloj queremos pasar al cuadrante y más allá, tenemos que saber antes a qué corresponden estas tres ruedas. ¿Quién no verá que la rueda con el muelle encapsulado corresponde al Amor, es decir, que el muelle mismo es el Amor encapsulado que anima toda la obra desde el interior?

Se ve que el Amor es la base fundamental de la finalidad de la obra.

11. ¿Y a qué corresponde la segunda rueda, la que sigue a la del muelle y empalma con ella? Corresponde a la Sabiduría que recibe su vida del Amor, por lo que está en íntima unión con él. ¿A qué corresponde la rueda principal, la colocada sobre el pivote? Corresponde al Orden eterno vivo que surge de las dos ruedas anteriores y que se ocupa de que todos los componentes de la obra se organicen de tal forma que, finalmente, todo contribuya al logro de la finalidad que se manifiesta en este Orden surgido del Amor y la Sabiduría.

He aquí que ya hemos llegado al punto clave, porque hemos dado con la rueda del pivote central que se llama Orden. Continuemos con el pivote para averiguar cuál es la gran finalidad de las cosas y para ver cómo se manifiesta dicha finalidad, absolutamente acorde con el Amor eterno, con la Sabiduría eterna y con el Orden que surge de ambas.

12. Como con el ejemplo hemos logrado nuestro propósito, nos encontramos ya en el Sol espiritual sin que os hayáis dado cuenta y sin saber cómo. Sólo hace falta que recordéis los ejemplos citados, desde el de los árboles y los frutos hasta el del reloj, y con ellos, recorremos ya el Sol espiritual sin que lo hayáis advertido y aunque todavía estéis esperando que entremos en él. Así es como hemos llegado al cuadrante».

13. «¿Cómo es eso?», preguntan los visitantes, «¡todo nos parece muy oscuro!».

«Os digo que allí donde se muestra el significado de las cosas, aunque sea más bien en términos generales que en detalle, donde se muestra de qué manera todo llega a unificarse, donde incluso se muestra esta unificación mediante ejemplos ilustrados, allí no brilla ya el Sol natural sino el espiritual. Sigamos y muy pronto os quedará claro que estamos en el Sol espiritual.

14. Cuando alguien tiene una antorcha en la mano sabe para qué sirve. ¡Que la utilice si todavía anda en la oscuridad! También nosotros tenemos una antorcha en la mano: los ejemplos que hemos visto. Sólo hace falta que la encendamos con una chispa de Amor, y el cuadrante del Sol espiritual quedará de inmediato perfectamente iluminado con su Luz majestuosa».

Capítulo 4. El Sol natural y el espiritual: su diferente aspecto

1. «Muy bien, pero ¿de dónde cogeremos una chispa del Amor para encender la antorcha?».

«Se supone», responde el Señor a los visitantes, «que de donde abunda, del mismo Sol que nos traemos entre manos, ahora en sus tres dimensiones. Si podéis encender un trozo de esponja con una lupa y los rayos del Sol, pese a que el Sol natural está a una distancia de más de veintidós millones de millas, ¿cómo, teniéndolo ahora tan cerca, no vamos a poder encender nuestra antorcha con su fuego?

2. ¿Veis qué fácil es?. Porque la antorcha ya está encendida7 con el fuego del Sol,

3. y en su Luz de eterna aurora se despliegan campiñas que ni siquiera un espíritu puede abarcar.

4. Yo mismo soy la antorcha e irradio una Luz de justicia; quién anda en esta Luz, verá la Verdad por todas partes y ningún engaño tendrá consistencia ante sus ojos».

5. Los visitantes están sorprendidos: «En el Sol natural8 hemos visto una gran diversidad, incluso gigantes, mientras que en esta esfera luminosa todo es uniforme. No existe cosa ninguna que sobrepase a otra: luz uniforme, tamaños uniformes, amor manifestándose por todas partes con mucha suavidad: incluso el paisaje es completamente llano. ¿A dónde han ido a parar las montañas naturales del Sol?

6. Se ven espíritus angélicos dichosísimos que pasean las campiñas luminosas sin fijarse si son agua o tierra firme. Levitan muy fácilmente y flotan en el aire ebrios de felicidad, respirando gozo tras gozo. Los árboles que se ven son todos muy pequeños: ¿dónde están los gigantescos árboles naturales del Sol? En las plantas, por menudas que sean, se aprecia una regularidad sorprendente; todas exhalan un bienestar que deleita a los espíritus que se acercan a ellas.

7. Andamos por campiñas infinitas y encontramos innumerables multitudes de espíritus angélicos felicísimos, pero en parte alguna vemos vivienda ninguna. Nadie dice que un terreno es suyo y otro de su vecino: todos se mueven sumamente dichosos por todos lados.

8. Como somos nuevos aquí, no sabemos a dónde dirigirnos. ¿En qué lugar se halla este mundo tan luminoso en el que estamos? ¿Esto es el Sol espiritual?».

9. «Ya os he dicho que el Sol espiritual corresponde perfectamente al cuadrante que expresa la finalidad del ingenioso mecanismo del reloj».

«¿Y eso es todo? En el Sol natural hemos visto muchísimas maravillas, mientras que aquí nos parece que todo fuera como una sola carretera para espíritus, una carretera igual de ancha que de larga. Este mundo luminoso es ciertamente una monotonía constante. Después de haber visto el Sol natural, esperábamos que el Sol espiritual fuera algo más sublime».

10. «Volvamos también para esto al ejemplo del reloj. Si anduvierais entre las ruedas del mecanismo sin haber visto nunca antes el cuadrante, seguro que le diríais al maestro relojero: “Si los medios son tan formidables, ¡cuánto más tendrá que serlo la finalidad!”.

Y si el relojero metiera luego el mecanismo en su caja y os mostrara el cuadrante, de nuevo arquearíais las cejas y diríais:

11. “¿Y para esto es para lo que has fabricado un mecanismo interior tan fabuloso? ¡Sólo un disco pintado de blanco con unas cuantas cifras y unas agujas puntiagudas! Las agujas se mueven continua y monótonamente a paso de tortuga entre las doce cifras. ¡Esperábamos algo más sofisticado!”.

Yo pregunto: ¿Quizás un teatro de marionetas u otra diversión?

12. Queridos míos, ¡vuestra comprensión del mundo espiritual es todavía muy deficiente! ¿Es posible que, tras los ejemplos puestos, aún no comprendáis que toda la diversidad y dispersión de lo exterior tiene finalmente que manifestar, mediante la unificación, cual es su finalidad?

13. Si la transición a lo espiritual produjera una dispersión mayor de la que ya existe en lo natural, ¿cómo sería posible ni siquiera imaginar una existencia eterna y una Vida eterna? Todo tiene que unificarse según el verdadero y vivo orden interior, para volverse así fuerte, poderoso y duradero para siempre».

«Eso es evidente. Pero como en muchas ocasiones hemos oído hablar de las grandes maravillas del mundo celestial espiritual, ahora no sabemos a qué atenernos».

14. «Vuestras objeciones están justificadas en cierto sentido. Pero os digo que aún no os conviene que os revele la relación entre el Sol espiritual y las maravillas del Cielo: antes tenéis que conocer los fundamentos. Ya sabréis más adelante a qué ateneros sobre a la simplicidad del Sol espiritual que habéis visto.

Capítulo 5. Sobre el Reino de Dios en el hombre

1. ¿Qué sentiríais si pudierais pasar un rato en una alta montaña un día muy soleado? Seguro que más de uno quedaría impresionado ante las hermosas vistas que ofrece la naturaleza.

Alguno diría: “No hay nada extraordinario: sólo veo montañas y más montañas, unas más altas y otras más bajas, algunas nevadas y otras no. De modo que sólo hay mucha monotonía y nada más”.

Un gruñón que os ha acompañado se lamentaría: “¡Qué cansancio llegar hasta esta altura! ¡No hay sino terreno monótono; además, tras semejante cansancio, encima tengo que pasar frío! Y tengo un hambre como para comerme las piedras. Me mareo sólo de pensar en la vuelta”.

2. Pregunto: ¿Por qué el primero de estos tres escaladores está encantado, el segundo aburrido y el tercero malhumorado? La causa se encuentra en ellos mismos. ¿Cómo es eso?

El espíritu del primero está más vivo y despierto: no son las formas ni las altas cumbres de las montañas lo que le llenan de felicidad. Su estado de ánimo se debe al influjo de una vida superior que, en forma propia, existe en las altas montañas. Ya se os ha explicado ampliamente muchas veces cuál es la clase de vida que hay en ellas9. Precisamente esta vida es la que ha produce las delicias de quien sube a las montañas con un espíritu despierto.

El espíritu del segundo escalador duerme todavía profundamente; por eso no percibe sino lo que ven sus ojos físicos y lo que abarca su entendimiento poco lúcido. Si le preparáis y le pagáis un equipo topográfico como desea, entonces escalaría alegremente con vosotros las montañas más altas para levantar planos de las mismas. Seguro que, sin una motivación parecida, nunca podréis hacerle subir a una montaña.

No vale la pena ocuparse del espíritu del tercer escalador porque sólo le animan sus instintos animales: tiene su felicidad en el estómago. Para que vuelva a subir a una montaña, tendríais que prepararle primero un medio de transporte y, segundo, asegurarle que puede comer y beber todo lo que le apetezca. Entonces diría: “Bueno, en ocasiones así podéis contar conmigo, porque el aire puro de las montañas ayuda mucho más a una buena digestión que el aire cargado de los valles”.

3. Este ejemplo nos enseña algo que corresponde exactamente a nuestro Sol espiritual, tan simple de apariencia, enseñanza que también se ajusta a la perfección al texto del Evangelio: “Al que tiene, se le dará hasta que le sobre; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado10”, y a otro texto que todavía cuadra mejor con el ejemplo: “El Reino de Dios no llega de manera ostensible, sino que está dentro de vosotros11”.

¿Veis ahora cómo hay que entender la sencillez del Sol espiritual?».

«Nos suena, pero aún no lo vemos claro», dicen los visitantes.

«Os pregunto entonces: ¿Por qué el Sol espiritual os parece tan simple? Pues porque no habéis visto sino su exterior. Os digo que hay en él una diversidad infinita y grandiosa de la que todavía no tenéis ni la menor idea. Pero esa diversidad no es un atributo del Sol espiritual: está en el más profundo interior de los espíritus mismos. De modo que, si queréis verla, tenéis que penetrar con vuestra vista puramente espiritual en la esfera de alguno de esos espíritus bienaventurados y comprobaréis cómo el mundo del Sol espiritual, por lo demás monótono, se transforma en un mundo de infinitas maravillas.

Hay que saber que a cada espíritu le ha sido dado lo mismo, mi Gracia y mi Misericordia, lo cual se manifiesta en el ambiente uniforme que habéis percibido en el Sol espiritual. Pero el arreglo de esta base común, es decir, la preparación del entorno, sólo incumbe a lo más interior del mismo espíritu: al amor para conmigo y la sabiduría que surgen de él. Para subrayar más claramente lo dicho, os pondré un ejemplo. Imaginaos un enorme campo con un sólo árbol en su centro, alrededor de cuya sombra crece abundante hierba. Llega un caminante y se tumba en la hierba para descansar un poco. Se duerme y tiene un sueño feliz durante el cual vive en preciosos palacios y trata mucha gente noble. Os pregunto: ¿Cómo llega el caminante a tener parecida compañía en tan monótono campo?

4. Todo ello es una propiedad de su espíritu y existe en él. Es una creación hecha por el poder del amor de su espíritu, según a la sabiduría que surge de este amor. Si reflexionáis un poco sobre el ejemplo, seguro que entenderéis cómo es posible que, un día venidero, cada cual cree en espíritu, según el amor y la sabiduría que tenga, el propio mundo que habitará. Este mundo es el verdadero Reino de Dios en el hombre.

5. A quien lleva el amor de Dios dentro de sí, también le será concedida la sabiduría, en la medida de este amor. De modo que a aquel que tiene se le dará, por supuesto el amor. El que no tiene, es decir, quien sólo dispone de su intelecto mundano poco lúcido y se toma por un pozo de sabiduría, a éste le será quitado, y eso de la forma más simple: en cuanto deje atrás su cuerpo en la Tierra.

6. Uno de los alpinistas escala la montaña con amor y, una vez arriba, este amor suyo es quien crea su bienaventuranza. Quien sube únicamente con su intelecto, no encontrará recompensa gozosa. Al tercero, que no tiene ni lo uno ni lo otro, en las alturas aun le será quitado lo que tiene, porque al muerto12 la vida no le parece hermosa debido a que es insensible a ella. Si reflexionáis sobre lo dicho, seguro que el Sol espiritual ya no os parecerá tan monótono como antes».

Capítulo 6. El diorama espiritual. La esfera del primer espíritu

1. «¿Cómo podremos ver algo más del Sol espiritual, hasta ahora tan monótono? ¿Tendremos que viajar, o habremos de quedarnos quietos en algún sitio y todo se desarrollará ante de nuestros ojos?».

«Ni lo uno ni lo otro», responde el Señor a los visitantes, «entraremos en un diorama espiritual donde, ciertamente, vuestros corazones se emocionarán. Ya habréis oído hablar del diorama óptico, consistente en una pared negra en la que se colocan unas lupas, cada una de las cuales tiene un diámetro suficiente para poder mirar, simultáneamente con ambos ojos, un cuadro pintado colocado tras el tabique. Después de un rato mirándolo, el cuadro, si uno quiere, cada vez será más real y aparecerá en relieve.

2. Si vais a una de esas atracciones en la que quizás haya veinte dioramas, todos os parecerán iguales desde lejos. Pero si os acercáis, haréis una excursión impresionante en los pocos pasos que podéis dar.

El guía os llevará de un diorama a otro y en cada uno de ellos veréis escenas muy diferentes: en uno una ciudad y sus alrededores, en otro un romántico paisaje montañoso, etc., todos reproducidos con suma perfección; poco a poco tendréis la sensación, cada vez más intensa, que podríais entrar en esos escenarios con sólo atravesar la pared. Cuando lo hayáis visto todo y os queráis ir, el guía os retendrá.

3. “Pero queridos amigos”, dirá el guía, “¿acaso no queréis volver a mirar desde la primera ventanilla?”.

“¿Para qué?”, responderéis vosotros, “¡ya lo hemos visto todo!”.

“Es que las ventanillas siguen siendo las mismas, pero los escenarios han cambiado”.

“Veamos”, diréis. “Pues sí, ¡menuda sorpresa! Vemos veinte nuevos escenarios, cada cual más impresionante que el anterior. ¡Milagros y más milagros! ¡Es usted un verdadero maestro en su arte!”.

“Sí, mis queridos amigos, todavía podría entreteneros así muchos días, cada vez con algo diferente y cada vez más impresionante”.

4. De modo que», continúa el Señor, «en esa sencilla caseta que no mide más que unas pocas brazas, podéis contemplar escenarios distantes entre sí miles de millas.

5. Este ejemplo ilustrativo nos da una idea sobre la contemplación espiritual de lo que pasa en nuestro Sol espiritual; nos dice que, en un espacio muy limitado, nuestro espíritu puede recibir una inmensidad de imágenes».

«¿Cómo ocurre esto?», preguntan los visitantes.

6. «En seguida lo veréis. Todavía nos encontramos en este Sol espiritual tan sencillo y sólo vemos espíritus bienaventurados de perfecta forma humana que andan o flotan desordenadamente solos o en grupos y, en el suelo, pequeños árboles, zarzas y hierbas, como anteriormente.

Pero mirad, ¡allí viene un espíritu directamente hacia nosotros! A Mí no me ve, así que habladle para que se detenga ante de vosotros. Lo ha hecho, así que acercaos a él para que podáis entrar en su esfera: enseguida el Sol espiritual se os presentará con otra vestidura.

7. Ya estáis en su esfera y os lleváis las manos a la cabeza. Veo que estáis tan admirados que no sois capaces de decir ni una palabra.

8. Se ven unos paisajes fascinantes de altas y brillantes montañas, tierras fructíferas, y ríos y mares impresionantes. El firmamento azul claro rebosa de constelaciones de estrellas preciosas, y veis un Sol esplendoroso cuya luz, pese a su gran intensidad, no disminuye el brillo de las estrellas y es muy suave. Veis incontables templos y palacios, y grandes ciudades construidas a orillas de los mares. Veis incontables seres sumamente venturosos que caminan por campiñas que respiran felicidad. Incluso podéis oír sus voces y sus cánticos de alabanza. Miráis para comprobar si aún se ve por alguna parte algo del antiguo Sol espiritual, y nada, ¡todo se ha transformado en milagros y más milagros!

9. ¡Pero salid de la esfera de este espíritu!. ¿Veis?, todo ha desaparecido y nos encontramos de nuevo en el antiguo Sol espiritual tan simple».

«¿Pero qué ha pasado?», preguntan los visitantes. «¿Cómo es posible, si apenas nos hemos movido? ¿Acaso espíritus como este llevan un mundo infinito de maravillas dentro de su esfera que desde fuera parece tan pequeña?».

10. «Amigos míos, de momento aún no os diré nada sobre ello, antes miraremos aún algunas otras ventanillas de nuestro diorama espiritual, y sólo después intentaremos encontrar una explicación interior, pues todo esto no es sino el principio de todo lo que aún os espera.

Capítulo 7. La esfera del segundo espíritu. La base de toda vida es el Amor del Padre

1. Ya se nos está acercando otro espíritu; que se detenga aquí para que también podáis entrar en su esfera. Os está esperando porque, por una señal interna que le hice, sabe lo que queréis de él. ¡Acercaos pues, y entrad en su esfera!

Veo que de nuevo os quedáis impresionados por el esplendor que se presenta ante vosotros. De modo que tendré que continuar explicándoos su sentido.

2. No es sorprendente que con este panorama tan maravilloso os quedéis como paralizados. Por todas partes veis hombres agradables, cuya complexión tan sumamente perfecta os paraliza la vista de manera que, una vez que la habéis fijado en uno, ya no se la podéis quitar de encima.

3. Estáis absortos con el rostro tan cariñoso de uno de ellos, y no os dais cuenta que pasan ante vosotros muchos miles más, aunque no les veis a causa de ese cuya fisionomía os tiene cautivados.

4. Sobre unas colinas de un verde claro muy agradable, veis templos luminosos frecuentados por espíritus bienaventurados. Cuando levantáis vuestra vista hacia el firmamento, veis constelaciones totalmente distintas cada cual más preciosa. Multitudes de espíritus luminosos flotan por el aire puro y, mirando hacia el levante, veis un Sol cuya luz recuerda la aurora: todo lo que miráis se baña en su dulce luminosidad.

5. No muy lejos de vosotros veis una montaña alta de contornos suaves, en cuya cima hay un templo magnífico. Sus columnas brillan como diamantes a la luz del Sol y por techo tiene una nube luminosa. Sobre el templo veis flotar aún a más espíritus bienaventurados».

6. «¡Todo lo que vemos es precioso y no puede describirse su magnificencia! Nos parece como si todo esto estuviera muy lejos de nosotros y fuera de nuestro alcance. Nos gustaría acercarnos a estas maravillas, pero no nos atrevemos porque es evidente que al primer paso que diéramos, correríamos el riesgo de salir de la esfera de ese espíritu, y se acabaría nuestra visión...».

«¡Nada de eso!», dice el Señor. «Subamos precisamente a esa montaña para apreciar las cosas desde más cerca. Ya hemos llegado. ¿Qué os parece?

7. Os quedáis aún más callados que antes y ya no sabéis qué hacer, porque pensasteis que podríais dar un paseo por el templo como en un gran edificio de vuestra Tierra. Pero nada más entrar en él, su interior se ha transformado en un nuevo mundo celestial, aún más maravilloso e inmenso, que confunde vuestros sentidos. Pero no os preocupéis por eso porque, con una luz adecuada, empezaréis a ver claro».

8. Los visitantes preguntan: «¿En la esfera de los otros espíritus, los que hay en la esfera de nuestro espíritu anfitrión, también se verían cosas nuevas?».

«Por supuesto. La misma transformación de este templo en un mundo de maravillas se debe a que habéis penetrado en la esfera de unos espíritus que había aquí. Ahora queréis saber por qué no vemos a los espíritus en cuya esfera hemos entrado. Os lo digo. Porque, por intervención mía, miráis hacia fuera desde el centro de ellos. ¡Retrocedamos un poco! Veis, ¡ya hemos vuelto al templo que está lleno de espíritus bienaventurados, cuyas conversaciones tienen relación conmigo!

9. Habéis visto que también puede uno puede moverse libremente, como en la Tierra, en estos mundos de las esferas de los espíritus. Ha llegado el momento de volver a nuestro sitio anterior. Muy bien, ya hemos vuelto.

10. Salid ahora de la esfera de este espíritu anfitrión, y de nuevo volveremos a encontrarnos en el sencillo Sol espiritual. Como habéis salido de la esfera y nuestro amable espíritu se encuentra todavía en nuestra compañía, podéis muy bien hablar con él».

11. El espíritu toma la palabra: «Amigos que todavía andáis en vuestros cuerpos físicos sobre la dura Tierra, ¡percibid la vida en su base! ¡Es infinita y su plenitud inconmensurable! ¡La base de la vida es el Amor del Padre en el Cristo que hay dentro de nosotros! Percibid profundamente esta base en vuestros corazones, y encontraréis dentro de vosotros lo mismo que habéis encontrado en mi esfera.

12. No hace ni cincuenta años que yo también habité la Tierra y su dura vida. Muchas veces la pesadilla de la inevitable muerte del cuerpo me producía horror. ¡Pero puedo confirmaros ahora que mi miedo era absolutamente vano! Estaba convencido que con la muerte todo se acabaría para siempre pero, precisamente cuando se produjo mi muerte física, me desperté como de un sueño profundo y, enseguida, pasé a esta vida verdadera y perfecta.

13. Aunque hasta ahora aún no haya llegado ni lejanamente a la perfección de la verdadera Vida en el Padre, al menos me estoy acercando a ella. Siento mucho no poder demostraros lo maravillosa que ha de ser. Pero por lo que en su gran plenitud se ofrece a mi visión interior, puedo fácilmente deducir que la perfección de la Vida en el Padre, alcanzada por el puro amor hacia Él, debe ser algo tan sublime y grande que ni un solo espíritu de esta esfera mía puede imaginársela.

14. ¡Dichoso aquel cuyo único anhelo en la Tierra fue el amor hacia el Señor, porque ha tomado el camino más directo para tal perfección de vida! El que en la Tierra lleva dentro de sí el amor al Señor, también lleva dentro de sí la perfección de la vida, el rumbo más santo, más grandioso y más perfecto. El rumbo cuyo camino yo no he hecho sino empezar a andar y en el que progreso muy lentamente.

15. Mi existencia aquí está llena de delicias inexpresables. No obstante, todo lo que habéis visto en mi esfera, e infinitamente mucho más que no habéis visto pero que yo, en suma bienaventuranza, puedo ver continuamente, ¡no es nada en comparación con una sola mirada dirigida al Padre! Por eso, durante vuestra vida en la Tierra mirad incesantemente hacia Él, y vendrá el día en que seréis llevados directamente a donde el Padre mora entre aquellos que le aman».

16. Continúa el Señor: «¿Os gustan las palabras de este espíritu? En verdad os digo que si a este espíritu le fuera concedido ahora verme a Mí entre vosotros, ¡las delicias acabarían con él! Por eso quiero que os deis cuenta de la inmensa Gracia de la que inconscientemente disfrutáis: el hecho de que diariamente me encuentre entre vosotros, que os guíe y os enseñe, y que con mi propio dedo os indique el camino más directo hacia Mí.

17. Por eso, ¡no dejéis que el mundo os seduzca, porque en él abundan la muerte, el lodo y el fuego infernal! Ya veréis en las esferas de unos cuantos espíritus más de nuestro Sol espiritual como es que perduran las ideas mundanas después de la muerte física.

18. Ahora se está acercando otro espíritu; veamos qué hay de nuevo para vosotros en su esfera. Los dos anteriores, de momento, nos acompañarán.

Capítulo 8. La esfera del tercer espíritu. Una imagen de lo infinito

1. Ya está aquí el tercer espíritu; ¡a ver si aprovechamos un poco su hospitalidad! ¡Entrad, pues, en su esfera! Como ya estáis en ella, veamos si, por esta vez, vosotros mismos comentáis lo que os comunica vuestra visión. ¿Pero qué os pasa? Miráis alrededor de vosotros totalmente desconcertados. ¿Qué es lo que cautiva tanto vuestra atención? Ya veo que tendré que continuar explicándooslo Yo.

2. Os encontráis de pie sobre una nube resplandeciente y, por todas partes, pasan junto a vosotros multitudes de mundos celestiales con órbitas enormes, todos llenos de obras milagrosas. Cada uno parece tener un tamaño infinito aunque, aun así, podéis abarcarlos de un polo al otro con una sola mirada».

«¡Si por lo menos no pasaran tan rápidamente!».

«Eso tiene remedio. Allí está en órbita un enorme mundo resplandeciente que se parece mucho a un Sol central13. Vamos a detenerlo para que podáis examinarlo de cerca. ¡Ya está!

3. Por supuesto, un brillo tan grande os deslumbra, aunque también eso tiene remedio. Ahora la luz os resulta más suave y podéis ver que este mundo inmenso parece ser un precioso jardín infinitamente grande. Veis muchas graciosas viviendas con espíritus bienaventurados que se sirven de las sabrosas frutas de este gran jardín.

4. Por una parte veis espíritus que, cantando cánticos de alabanza, flotan por los aires y, por otra, enamorados sumamente felices que se pasean cogidos del brazo. También veis grupos de sabios que, con gran entusiasmo, alaban mi Amor, mi Gracia y mi Misericordia.

5. Desde las ramas de incontables árboles frutales se percibe un resplandor parecido al de las estrellas. Como tenéis curiosidad por ver de qué se trata, examinad el fenómeno más detenidamente».

«¡Padre Santo!», exclaman los visitantes. «Nada más observar una de esas estrellas con un poco más de atención, ¡la misma estrella y el árbol aumentaron a un tamaño infinitamente grande! Ya no podemos ver el mundo anterior, ni su árbol, porque la estrella se ha transformado en un nuevo mundo lleno de maravillas y lo cubre todo. ¡Dios mío!, ¿dónde termina la grandeza infinita de tus creaciones milagrosas?».

6. «Os digo que tenéis toda la razón para hacer esta pregunta», les responde el Señor. «He aquí mi respuesta: La plenitud y la grandeza infinita de todas mis creaciones no tienen principio ni fin porque en todas partes donde veis algo particular, creedme, ¡allí se oculta infinitamente mucho! Por consiguiente, nada de lo que ahora veis con la vista espiritual contiene nada finito dentro de sí, todo es infinito.

De modo que todo aquello que ahora veis en el espíritu no lleva nada finito en sí, sólo infinito. Si no fuera así no habría podido surgir de Mí, por lo tanto no sería espiritual, y la Vida eterna sería una pura mentira.

Si cuando partís cuerpos físicos los mismos fragmentos os demuestran que tienden a ser infinitamente muchos, y si veis que dentro de una semilla se ocultan infinitas otras de la misma especie, ¿cómo podría lo espiritual estar sujeto a cualquier limitación?

7. Convenceos con la ayuda de este mismo nuevo mundo. Ahí cerca se pasea un espíritu; entrad en su esfera y veréis los infinitos milagros que se os presentarán en ella. Ya en otra ocasión os cité una correspondencia que también en este caso es muy acertada: la de los espejos.

8. Acordaos: Se colocan dos espejos bien pulidos uno frente a otro. Decidme, ¿cuándo terminarán de reflejarse?.

9. ¡Lo mismo ocurre aquí! Cada espíritu lleva infinitudes dentro de sí, y eso en infinita diversidad. Todo espíritu, por su profundo amor hacia Mí y, por él, también hacia su hermano, es para otro espíritu como un espejo. De modo que también ahí hay un infinito vaivén de eternos reflejos. Y precisamente estos continuos reflejos son los santos y todopoderosos vínculos de mi Amor que unen a todos estos seres conmigo y los unen entre ellos en suma bienaventuranza».

10. «Los espíritus que vemos desde la esfera del actual espíritu anfitrión, ¿son auténticos y autónomos o, tal vez, sólo apariciones originadas por las radiación y las continuas reflexiones de los espíritus reales?».

«Os digo que ¡ambas cosas a la vez! Veo que os sorprende la respuesta pero así es en el reino de los espíritus.

11. Si pudierais ascender hasta mi propia esfera infinita, entonces veríais el infinito Reino de los Cielos bajo la forma de un solo hombre espiritual. Y en el momento en que entraseis en su esfera, este hombre único se desintegraría inmediatamente en incontables mundos, hogares de espíritus, bajo la forma de incontables estrellas, dispersas por todo el infinito14.

12. Si os acercaseis a uno de estos mundos, pronto lo veríais también bajo forma de un hombre único y perfecto. Y si os acercaseis a este hombre, enseguida, en su lugar, veríais por todas partes un nuevo cielo que rebosa de estrellas. Si quisierais continuar, también cada una de esas estrellas, a cierta distancia, se os presentará como un hombre. Acercándoos a uno de esos hombres, pronto os quedaríais tan maravillados como Colón cuando descubrió tierra firme al llegar a América pues, al aproximaros, empezaríais a contemplar un nuevo mundo lleno de esplendor y maravillas. Y una vez llegados, os quedaríais boquiabiertos al ver las incontables legiones de espíritus que lo habitan.

13. Y así sucesivamente, por lo que cada espíritu individual es al mismo tiempo un cielo perfecto en miniatura. Sabed que todo el Cielo está compuesto de Cielos.

14. Y al igual que el Cielo en su conjunto es infinito, también lo es cada Cielo individual de espíritus angélicos. Acordaos a este respecto del versículo: “El Reino de Dios no viene ostensiblemente, sino que está dentro de vosotros15”.

15. Por este motivo cada espíritu habitará y obrará en el reino que él mismo se ha merecido por su amor a Mí.

16. También se lee: “El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza, la más pequeña de todas las semillas16”.

Pero cuando está sembrada en la tierra, es decir, en un corazón lleno de amor, llega a hacerse un árbol en cuyas ramas anidarán las aves del cielo.

17. ¿Qué decís ahora del grano de mostaza? Todo espíritu bienaventurado es parecido a un grano de mostaza, lo que significa que es una creación de mi Amor y, por consiguiente, un Verbo vivo de mi Amor. Cuando este Verbo crece en la tierra fértil de mi Amor proyectado fuera de Mí, entonces llega a hacerse un árbol vivo hasta en su última fibra, un árbol lleno de mi Amor y de toda la Vida que surge de Mí.

18. Cuando entráis en la esfera de semejante árbol, se comprende que os admiréis al encontrar en ella una infinita plenitud de milagros de los Cielos, una plenitud de milagros que corresponde a mi Amor, a mi Gracia y a mi Misericordia en cada uno de los espíritus, eternamente.

19. Sólo si percibís este Orden podréis sacar verdadero provecho de él en vuestro interior y, finalmente, veréis dentro de vosotros mismos, con luz muy clara, que mi Verbo escrito es igual a Mí; que al mismo tiempo es el Reino de los Cielos vivo e infinito que está con vosotros, y que si lo aceptáis en vuestros corazones, practicándolo, también se encontrará vivo dentro de vosotros mismos.

20. Aún os serán manifestadas en las esferas de unos cuantos espíritus anfitriones más muchas nuevas y muchos milagros que resultan de mi Verbo. Por eso ya podéis salir de la esfera de nuestro espíritu actual, que ha sido el tercero».

Capítulo 9. La esfera del cuarto espíritu. El secreto del Hijo del hombre

1. Continúa el Señor: «En seguida vamos a entrar en la esfera de un cuarto espíritu. Ved como se acerca uno y, voluntariamente, os hace una señal para que entréis en su esfera. ¡Hacedle caso!

2. A este espíritu también le veréis dentro de su propia esfera, donde os servirá de guía.

3. Ya estáis en ella... ¿Qué veis? Estáis tan sorprendidos que os faltan las palabras. Pero esta vez no seré Yo el que interpreta el sentido, sino que vuestro guía hará lo necesario».

4. Y el guía toma la palabra: «Bienvenidos, queridos hermanos. Fijaos en este majestuoso templo delante de nosotros y, sobre todo, en las columnas tan preciosas. Cada una de ellas es tan alta que por poco perdéis el sentido midiéndolas con la vista, y a lo largo de su perímetro hay un número casi incontable de ellas. Todas estas columnas llevan un tejado redondo que resplandece como miles de Soles y, sobre él, se levanta una enorme cruz que brilla en rojo como la aurora más preciosa. ¿Os gusta el templo?».

5. «¡Es precioso!», le responden los visitantes. «Realmente, no hay manera de explicar con palabras su esplendor y poder decirte lo que nos parece. Pero ¿qué hay dentro? ¿Nos puedes llevar dentro?».

«¡Por supuesto, que puedo! ¡Pero preparaos para algo extraordinario, porque la magnificencia de su interior, o más bien su santidad, es tan sublime y maravillosa, que os costará mucho soportarla! Durante mi vida en la Tierra fui un gran admirador del Verbo de Dios, y como el apóstol Pablo siempre fue mi apóstol predilecto por haber convertido a los paganos, le quería tanto como a Juan el evangelista. Este templo es un producto de mi más alta consideración interna por la Palabra divina.

6. Antes de entrar en él conviene que os dé alguna explicación sobre el mismo: las incontables columnas representan los textos del Verbo divino, y su conjunto el Antiguo Testamento. Al pasar por ellas, entráis en un pasaje que, hacia el interior, está limitado por un muro resplandeciente de color rojo. Este muro tiene la misma altura que las columnas y está unido a ellas con gigantescos arcos relucientes. Esa espaciosa galería constituye el atrio del templo. La redondeada cubierta luminosa que cubre las columnas y el templo representa la Luz de la Gracia de las alturas; y la cruz que hay encima de ella señala la razón de la Luz de la Gracia, lo santísimo: el Amor del Padre en el Hijo.

7. Como ya estáis al corriente, acompañadme ahora por este pasaje hasta donde veáis una fuerte luz que irradia del muro, una luz de un color precioso como el de una rosa que acaba de abrirse. ¡Ahí está la entrada al templo! ¿Podéis imaginaros qué significa esa luz?

Os lo diré: en ella se refleja el amor a Cristo; lo que quiere decir que para entrar en este templo hay que pasar por el portal estrecho del amor a Cristo. Bueno, ya hemos llegado a la puerta. Veo que os asombra que la entrada de un templo tan enorme como este pueda ser un portal tan sorprendentemente pequeño.

Pero ya sabéis que escrito está: “Quién no pase por el portal estrecho no llegará al Padre, por lo que no entrará en el Reino de Dios ni en el Reino de los ángeles del Cielo”. ¡Agachaos tanto como podáis y seguidme hacia el interior del templo!

8. Ya estamos dentro y veis que no he exagerado al advertiros sobre la sublimidad de su interior. De nuevo os veo incapaces de pronunciar una sola palabra, aunque os confieso que hasta a mí mismo el interior de este templo me resulta tan sublime, que no estoy en condiciones de describíroslo, ni siquiera aproximadamente.

9. Sé que vosotros esperabais encontrar al entrar en el templo una esplendorosa decoración interior como en la Tierra y, en vez de ello, os veis rodeados por una infinita plenitud de mundos de espíritus, todos reunidos para formar un sólo reino. En medio de una naturaleza fascinante veis incontables templos habitados por multitudes de espíritus bienaventurados.

10. Todo esto os llama mucho la atención. Pero si ahora miráis hacia la mañana17, divisaréis un templo muy sencillo, cuyo brillo es tanto más extraordinario. Seguidme hasta allí y veréis algo que os encantará. ¿Os parece muy lejos? Si medís las distancias según vuestros criterios terrenales, por supuesto; antes llegaríais a la Luna que a este templo. Pero, en el reino de los espíritus, viajar resulta bastante más cómodo: sólo tenemos que desearlo y ya estamos donde queremos estar. ¡Queredlo y ya estaremos allí!

11. Como veis, ya hemos llegado.

Os echáis las manos a la cabeza y, ante el enorme tamaño del templo, casi ni os atrevéis a acercaros más a él. ¡Tened valor! Entrad conmigo, y veréis como sus moradores os recibirá muy calurosamente!

12. Bueno, ya hemos entrado en el atrio y ahora pasamos por el portal luminoso.

¿Veis allí a aquel hombre tan amable que está rodeado de muchos jóvenes y adultos? Les enseña con mucho cariño el misterio del Hijo del hombre. Ahora nos ha visto y viene a nuestro encuentro con los brazos abiertos. ¿Aún no le reconocéis? A ver si le reconocéis cuando os hable».

13. El espíritu toma la palabra: «Queridos hermanos, ¡la Gracia de nuestro Señor Jesucristo y el Amor del Padre en el Hijo y en la comunión del Espíritu Santo estén con vosotros! ¿Qué os ha impulsado a venir aquí? ¿Quién ha sido vuestro guía? Parece que no os atrevéis a hablar. ¡Aunque ya lo presiento dentro de mí ! ¡Su Amor es tan grande que a los que salva los lleva a la santa fuente de la Vida eterna! Por eso, queridos hermanos, os digo en el nombre de mi más querido Señor Jesucristo que os aferréis a Él y a su Amor, y nunca pereceréis. Bienaventurados son todos aquellos que tienen fe en que Él es Cristo, el verdadero y eterno Hijo de Dios vivo, aunque únicamente aquellos que le aman sobre todo, verán en Él al Padre santo, porque únicamente a través del amor nos volvemos verdaderos hijos de Dios. Por eso yo, Pablo, os digo: ¡Aferraos al amor y tendréis la Vida eterna dentro de vosotros! ¡La Gracia de nuestro Señor Jesucristo en el Padre y en el Espíritu esté con vosotros!».

14. Continúa el guía: «Queridos hermanos míos, habéis visto que el antiguo amigo y apóstol del Señor os ha recibido con mucha amabilidad. Mirad, ya está de nuevo entre sus alumnos y les enseña el amor al Señor. Supongo que os gustaría saber quienes son estos alumnos suyos: todos son paganos y entre ellos hay mayores y niños. Pero no creáis que los que veis son todos los alumnos existentes, ¡ni mucho menos! Salid conmigo afuera y veréis.

Ya estamos al aire libre y por todas partes podéis contemplar templos que se parecen. Todos son centros de enseñanza para toda clase de paganos, y muchos apóstoles y discípulos del apóstol Pablo son sus maestros.

15. Aún habría mucho que mostraros, pero como todavía estáis unidos a la materia, necesitaríamos millones de años para enseñaros sólo una mínima parte. Una vez que, por la infinita Gracia del Señor estéis en el espíritu, lo veréis todo como yo: con toda plenitud y claridad. ¡Salgamos ahora de este gran templo!

Ya hemos pasado por el pequeño portal y el escenario es el de antes: nos encontramos de nuevo en el atrio, donde la galería de enormes columnas y la cubierta luminosa con su gran cruz determinan el campo visual.

16. Hay algo que me llama mucho la atención pues también aquí existen muchas cosas que incluso nosotros, los espíritus, no comprendemos o comprendemos sólo con dificultad. Vuestra visita y el hecho que os pueda ver y hablar no me sorprenden en absoluto. Pero hay algo que me resulta inexplicable: ¿Por qué siento semejante deleite cerca de vosotros? Es algo que nunca me ha pasado en otras situaciones parecidas, ni una sola vez, desde que vivo en este lugar tan sumamente bienaventurado. ¡Decídmelo, si estáis en condiciones de hacerlo!».

17. Interviene el Señor secretamente: «¡No se lo digáis! Porque para poner los ojos en Mí, uno tiene que estar bien preparado, de lo contrario será víctima de su propia bienaventuranza. Aquí hay espíritus que me aman con tanta intensidad que, para acercarme visiblemente a ellos, tendría que hacerlo poco a poco. Decidle que continúe alimentando su deseo y la causa de su estado de deleite le será revelada en poco, ¡decídselo con vuestra mente! Su reacción demuestra que os ha comprendido y en la devota espera de lo prometido se está consumiendo de ansia. Ese estado se llama impaciencia de amor.

18. Bueno, ya hemos vuelto a nuestro lugar inicial. Volved a salir de la esfera de este espíritu que os ha hospedado y observad lo que pasa, porque voy a mostrarme a él durante un sólo instante. ¡Ahora me ve! Se echa al suelo, ama, reza y llora; ya es suficiente por esta vez.

A continuación vamos a servirnos de un quinto espíritu anfitrión, y el que ahora está llorando y rezando nos acompañará.

Capítulo 10. La esfera del quinto espíritu. El mayor de los milagros: el corazón humano

1. ¿Conocéis al quinto espíritu que se encuentra ya delante de nosotros? ¿Veis cómo nos sonríe y nos invita a entrar en su esfera? ¡Id, pues, y contemplad las riquezas de su vida interior! También este espíritu os acompañará dentro de su propia esfera: ¡entrad pues!

2. Ya estáis en su esfera y otra vez os echáis las manos a la cabeza porque las maravillas que veis casi os embargan los sentidos. Seguid a este espíritu hermano porque en su compañía os aguardan experiencias insospechadas. Como el anterior, también él os explicará todo lo que veáis».

3. El espíritu guía saluda y toma la palabra: «Queridos hermanos, ¡qué alegría veros aquí! Seguidme y os mostraré unos tesoros que son el resultado de mi amor al Señor. En aquellas montañas magníficas los veréis.

4. Ya hemos llegado a una de ellas. Mirad alrededor de vosotros hasta donde alcance vuestra visión espiritual y hasta donde podáis dirigir vuestros pensamientos más rápidos y más atrevidos: todo lo que veis me ha sido dado como un gran principado».

5. «Hermano bienaventurado, ¿acaso también eres el propietario de todos esos innumerables preciosos palacios que, parecidos a soles matutinos, resplandecen desde las cumbres de las montañas suavemente redondeadas?... ¿igualmente de las miríadas de espíritus bienaventurados que continuamente están en movimiento?... ¿también de los incontables jardines tan espléndidos?... ¿y también de todas estas columnas con sus torres que nos deslumbran con su luz? ¿Todo eso también es tuyo?

6. ¿Y aquellos mundos de allí lejos que parecen soles matutinos?... ¿el firmamento tan claro con todas esas estrellas?... ¿el gran Sol encima de nosotros, cuyos suaves rayos parecen llenar enteramente toda el infinito? ¿Todo ello forma parte de tus propiedades?».

7. El espíritu anfitrión responde a los visitantes: «Mis queridos hermanos: ¡No sólo todo eso que veis, sino también infinitamente mucho de lo que no veis, es propiedad de mi amor! ¿Pero qué pasa?, ¿acaso estáis sorprendidos?».

«Si, hermano bienaventurado, porque, por tu explicación, nos parece que tienes tendencias egoístas pues dices que todo eso, e infinitamente más, es propiedad de tu amor. ¡Pero tu amor es tu propio “yo” y por lo tanto también tu propia vida! ¿Es posible que no sepas que todo es propiedad del Señor? ¿Cómo, entonces, puedes decir que todo eso es propiedad de tu amor?».

8. «Queridos hermanos, vuestras objeciones están bien fundadas y por lo tanto me agradan; porque si partiendo de las relaciones exteriores concluís en las interiores, entonces vuestro juicio tiene una buena base. Pero vuestras conclusiones de ahora son inadecuadas porque aquí todo juicio sobre relaciones exteriores tiene que basarse en criterios interiores. De modo que cuando os hablo de la “propiedad de mi amor”, tenéis que saber que mi amor es el Señor mismo porque ¡no tengo otro amor ni tampoco otra vida que la del mismo Señor!

9. Os explicaré por qué vuestra opinión sobre mí es absolutamente exterior. Cuando decís que todo esto es propiedad del Señor, ¿no os dais cuenta que tal afirmación presupone que tanto Él como vuestro criterio están fuera de vosotros? Si hubierais dicho sin embargo que todo esto es propiedad de mi amor, habríais manifestado desde vuestro interior que el Señor lo es todo para vosotros y que su Amor y su Gracia son vuestra vida eterna.

Si con profundo amor al Señor decís: “Todo esto es propiedad de mi amor”, entonces no hacéis otra cosa sino confirmar las palabras de mi amigo Pablo, el apóstol, que afirmaba cuando todavía estaba en la Tierra: “¡Ahora ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí!”. Todo esto os lo digo para que estéis al corriente de nuestra forma de expresarnos.

10. Pero ahora acompañadme a aquella colina en la que hay un magnífico palacio. Ya veis, nada más decirlo y ya hemos llegado».

«Este palacio es realmente precioso y espléndido», dicen los visitantes, «pero el templo que vimos en la esfera de nuestro espíritu anfitrión anterior, lo aventajaba».

«¡No os equivoquéis!», les responde su guía, «¡entrad antes en su interior y comparad luego!

También aquí la puerta es muy baja. Así que agachaos tanto como podáis, y seguidme.

Bueno, ya hemos pasado el portal y estamos dentro del palacio.

11. ¿Qué os pasa? ¡Os habéis quedado helados! Ya os advertí que no hicierais suposiciones precipitadas. Aquí el valor de las cosas mora en lo interior y nunca en lo exterior. Por eso lo interior es siempre mucho más inmenso que lo exterior, y os digo que lo mismo pasa con la Palabra del Señor en la Tierra: discreta y sencilla se encuentra escrita en el Libro de los libros, compuesta de letras. Pero en cuanto alguien penetra en esta palabra tan sencilla por el portal estrecho del amor humilde, ¡de repente se le ofrecen en ella una plenitud de milagros!

12. No podíais imaginar que en el interior de este simple palacio se os iba a presentar una infinitud llena de maravillas de Dios. Y como ahora las veis, como veis los incontables mundos con sus miríadas de maravillas y sus incontables multitudes de habitantes bienaventurados, os preguntáis cómo puede suceder una cosa así en un palacio que desde fuera parece tan pequeño.

13. Por eso os digo: Todo esto no se puede ni comparar con el gran milagro que es el corazón del hombre, el cual puede volverse morada del Espíritu santo que surge del Amor del Padre eterno, del Dios todopoderoso y sumamente santo.

14. ¿Queréis ahora acompañarme a aquella llanura donde se encuentra un precioso templo redondo circundado por tres filas de columnas brillantes, un templo que no tiene tejado sino que está cubierto por una estructura luminosa de arcos iris que parecen estar en continuo movimiento? Veo que estáis de acuerdo y por eso ya estamos ante él. ¿Queréis entrar? Vuestros corazones, emocionados, me dicen que sí.

15. Por eso ya estamos dentro, y otra vez os echáis las manos a la cabeza. Ya veis cómo vivimos aquí debido a que moramos en lo más interior. ¡Por eso no permitáis que las impresiones os confundan! Porque cuanto más profundamente penetramos, tanto más majestuoso y maravilloso se vuelve todo. El Amor mayor, la Gracia mayor y la plenitud de los milagros residen en lo más interno, es decir, en el Señor mismo. Nunca nadie llegará a Él, aunque todo espíritu pueda acercársele cada vez más».

16. «¿Qué será aquel mar resplandeciente y aquella isla no muy alejada de la bahía? Vemos algunos preciosos templos en ella y sobre todo uno, que se encuentra a gran altura, nos llama mucho la atención».

«Si queréis acompañarme, podréis convenceros personalmente de lo que hay de particular en ellos. Lo queréis, así que ya hemos llegado. Aquí no necesitamos barcos para cruzar los mares, sino que con nuestra voluntad podemos llegar a todas partes. ¿Queréis entrar conmigo en el templo? ¡Seguidme, pues! Pero lo más interior no os será manifestado como tal, sino que os encontraréis en él como en un edificio.

17. Ya estamos dentro y veo que la arquitectura os gusta mucho. Ahora fijaos en los que hay delante de aquella ventana por la que entra un resplandor rojizo. ¿Podéis imaginaros quiénes son estas dos personas que irradian tanto cariño? ¡Acerquémonos a ellas!

Ya nos han visto, se levantan y vienen a nuestro encuentro. ¿Aún no los reconocéis? Él es el apóstol Juan, el favorito del Señor, y ella es María, la madre carnal del eterno Verbo de Dios. Acaban de bendeciros. Pero aún es pronto para hablar con ellos; en mi interior se me dice que os traiga hasta este punto y nada más. A lo largo de vuestra visita tendréis ocasión de entrar en contacto más intenso con ambos. De modo que ahora volveremos todos juntos a nuestro punto de partida.

18. Pero ahora podríais revelarme algo, pues aunque vosotros no os hayáis dado cuenta, a mí no se me ha escapado el detalle de que los dos favoritos sublimes del Señor quedaron arrebatados de delicias cuando os acercasteis a ellos, por cuya causa no pudieron decir ni una sola palabra. Nunca había visto nada parecido, a pesar de que estoy frecuentemente aquí porque es mi lugar preferido. Pero veo que guardáis silencio y no queréis decirme nada. Aunque precisamente vuestro silencio hace que me figure algo sublime, ¡lo más sublime! Por eso no os insistiré, ¡que siempre se cumpla la Voluntad del Señor!».

19. «¿Pero cómo encontraremos el camino de vuelta?», preguntan los visitantes.

«Antes de seguir preguntando es mejor que os fijéis dónde estáis», les responde su guía.

«¿Pero cómo es posible?, ¡hemos vuelto al mismo lugar del que salimos!».

«Pues sí», les responde el guía, «aquí los viajes resultan evidentemente más prácticos que con los ferrocarriles de la Tierra. Pero os digo que en realidad ni nos habíamos alejado de nuestro lugar inicial. Sólo os fue concedido echar, desde mi esfera, una ojeada interior a las profundidades cada vez más profundas de mi amor. De modo que sólo hacía falta que apartaseis vuestra vista, para que supierais que, en realidad, ni siquiera os habíais movido.

Y con eso he llegado al fin de esta misión. Me despido de vosotros y podéis volver a salir de mi esfera».

20. Habla el Señor: «Bueno, ¿Os ha gustado esta excursión? Veo que estáis encantados. Pero esto aún no es todo, pues, ya se nos está acercando un sexto espíritu. Él ya no habita este Sol espiritual, sino que es ciudadano de mi Ciudad santa. En su esfera no veréis sino cosas del Sol espiritual, pero esta vez bajo un aspecto totalmente distinto. Así que estad preparados.

21. También el último espíritu anfitrión hubiera deseado que me mencionarais, pero os digo que aún no está bastante preparado, aunque puedo permitir que sienta mi cercanía. Veis cómo se queda transfigurado y, desde su interior más profundo, exclama:

“Oh, Padre Santo, ¡no puedes estar lejos, porque la bienaventuranza de un amor nunca experimentado me indica que estás cerca de nosotros! ¿Cuándo, oh Padre Santo, podremos de una vez gozar la mayor de las bienaventuranzas, verte a Ti con el sumo amor de nuestro corazón?”.

A vosotros os digo: A estos espíritus muy pronto les será concedida esa Gracia. Pero ahora preparémonos para los próximos descubrimientos».

Capítulo 11. La esfera del sexto espíritu. La roca de Pedro

1. «Como nuestro nuevo espíritu anfitrión ya se ha acercado», continúa el Señor, «podéis entrar en su esfera sin rodeos, y veréis las cosas en otra luz.

Bueno, ya estáis en ella. Pero, ¿por qué miráis tan tímidamente a vuestro alrededor?».

2. «Porque nos encontramos encima de una roca», responden los visitantes, «y alrededor de nosotros no vemos más que un mar muy agitado. ¿Qué será de nosotros si una de estas olas inunda este lugar tan solitario? ¡Nuestra perdición está próxima! Si una ola se levantase por encima de nosotros y nos arrastra, ¿dónde podremos agarrarnos?».

3. «Vuestros ojos no os lo han mostrado todo», les responde el Señor. «Dirigid vuestra vista un poco más intensamente hacia la mañana, donde la superficie del mar empieza a tener un aspecto rojizo, y enseguida cambiaréis de parecer. ¿Qué observáis?

4. Veo que se ha apoderado de vuestros corazones un miedo todavía mayor».

«Sí. ¡Señor, Padre, ayúdanos, porque ahora estamos expuestos a dos peligros! Vemos que allí lejos hay unos monstruos que levantan sus cabezas por encima de las olas, unas cabezas inmensas como montañas, ¡y parece que vienen directamente por nosotros a toda prisa!».

«Vaya, ¡hombres de poca fe! Estando Yo con vosotros, ¿cómo podéis tener miedo de algo que es ficticio? Os digo que aprovechéis mejor vuestra vista porque las cosas que ahora contemplaréis son de suma importancia. ¡Aguzad vuestra vista, mirad hacia la medianoche y decidme todo lo que veis!

5. Pero vuestro miedo infundado no hace más que aumentar y no os deja pronunciar ni una sola palabra. ¿Qué os pasa?».

«Vemos que allí las aguas se han separado y, abajo, en el fondo, a lo largo de las paredes agitadas, hay incendios cuyas llamas amenazadoras, que aumentan cada vez más, convierten las aguas en vapor. Desde el centro de ellas se levanta un enorme dragón flameante que tiene siete cabezas y en cada una de ellas diez cuernos. Agita las aguas con su impresionante cola, y con cuatro cabezas, que ya se levantan por encima de la superficie del mar, está escupiendo enormes bolas de fuego en todas direcciones. También vemos como aspira incontables murciélagos y otras alimañas nocturnas que vienen volando para lanzarse a sus gargantas. Encima de sus cabezas vemos formaciones de nubes que giran alrededor de los cuernos y que producen cantidades de rayos que arrojan a las aguas agitadas».

6. «¿Y eso os llena de miedo?», pregunta el Señor. «Fijad vuestra vista un poco más y también veréis que la cola del dragón arrastra una cadena pesada que termina en una gran cantidad de cadenas más pequeñas. Y que al final de cada una de ellas lleva un montón de incontables cautivos a los que arrastra en su camino abrasador».

«Padre, ¿qué les pasará a los pobres esclavos de este dragón?».

«Fijaos bien, y enseguida descubriréis que estos esclavos, con espadas flamantes en las manos, lanzan gritos de júbilo detrás de su dragón:

“¡Gloria a ti, poderoso príncipe! ¡Venciste a los pueblos de la Tierra e hiciste que los Cielos tengan que servirte! ¡Por ello te has vuelto un gran juez entre Dios y toda criatura!”.

Ahora que habéis oído eso, ¿qué impresión os produce el séquito del dragón? ¡Os estremecéis! Pero permaneced firmes en vuestra limitada base y concentraos en la tarde, en la cual se os presenta otro espectáculo».

7. Los visitantes están preocupados: «Señor, ¡estaremos irremediablemente perdidos si esto continúa, porque el dragón se ha alargado como una serpiente enorme alrededor del mar que nos rodea, de modo que estamos cercados por una especie de terraplén ardiente! ¡No nos queda salida alguna, de modo que ya somos presa segura del dragón! ¡En todo nuestro alrededor el mar se está oponiendo al rojo vivo e incontables remolinos se abren en la superficie entre las llamas y los vapores! ¡Y tormentas de fuego agitan las olas enrojecidas hasta alturas impresionantes! ¡Sálvanos, oh Padre, antes que nos alcancen todas estas tribulaciones!».

8. «¡Pobres de espíritu! ¿Por qué montáis semejante algarabía? Sólo tenéis que mirar hacia el mediodía y la escena cambiará. ¿Veis cómo detrás del cerco de la bestia llameante hay muchos ángeles gigantescos, armados con espadas impresionantes, preparados, para acabar con el dragón a la menor señal que Yo haga? Contadlos; son doce. Ahora mirad bien a vuestro alrededor porque los ángeles acaban de recibir una señal y la serpiente ha sido cortada en pedazos. Estos pedazos caen al fondo y las mismas aguas agitadas les siguen con su bramido desde todos lados. ¿Dónde han quedado las olas y dónde el mar?

9. Un paisaje pacífico se ha levantado de las aguas, y por todas partes veis mensajeros que llevan mi Palabra viva y la siembran como el trigo. Y ahora mirad hacia la mañana donde se levanta un nuevo Sol, un Sol magnífico. Desde los cielos cae rocío en abundancia al nuevo suelo de mi Gracia y Misericordia y por todas partes surgen de él frutos maravillosos. ¿Comprendéis esta imagen? Os la explicaré. La imagen que acabáis de ver os rodea por todas partes, así que no tengáis miedo de lo que habéis visto en una esfera espiritual más elevada pues se trata del fin de la vil fornicación.

10. Y ahora decidme, ¿habéis reconocido al espíritu en cuya esfera habéis visto todo esto?».

«Señor, nos parece muy conocido, pero no estamos seguros del todo. Por eso te rogamos que Tú nos digas quién es el espíritu que nos ha preparado en su esfera un espectáculo tan espantoso».

«Le podríais reconocer fácilmente si consideraseis la base que todavía pisáis ¿A quién le dije en aquellos tiempos que era la roca en la cual iba a establecer mi Iglesia, la cual nunca sería vencida por los poderes del infierno?».

«¡Entonces es Simón, al que por eso llamaban Pedro!».

«Ya veis pues que él es nuestro espíritu hospitalario. Él me ve. Pero cuando Yo hablo con vosotros, guarda silencio, absorto en su amor hacia Mí.

11. Ahora salid de su esfera porque ya se está acercando otro espíritu, el séptimo, en cuya esfera veréis cosas totalmente distintas. Y al sexto, el de ahora, también lo retendremos en nuestra compañía».

Capítulo 12. La esfera del séptimo espíritu. Imágenes enigmáticas de estados espirituales

1. Continúa el Señor: «El séptimo espíritu ya os está esperando. Entrad en su esfera para que podáis encontrar en ella nuevas explicaciones y apreciéis los inequívocos caminos de la Salvación y el Orden eterno. Ya estáis en ella y miráis alrededor con cara de estupefacción. ¿Qué es lo que os desconcierta tanto? Estoy al tanto de todo lo que pasa en vuestro interior pero, aun así, decidme qué os preocupa».

2. «No podemos imaginar que todo lo que vemos aquí nos aclare mucho las cosas extrañas que hemos visto», dicen los visitantes. «¡Que lo comprenda quien pueda! Nosotros, en vez de una explicación vemos más bien un embrollo mayor. Porque ¿qué puede significar todo esto? Acá y allá se levantan montes cónicos, a cuya aguda cúspide sube la gente por un lado para resbalar hacia abajo por el otro. Y los que ya han bajado, se quedan allí y se ríen de los que les siguen, diciendo: “De modo que es verdad: ¡Cada idiota atrae diez parejas!”.

Por otra parte vemos una gran cantidad de columpios, muy solicitados, cada uno de ellos colocado entre dos árboles muy altos y robustos.

También hay allí mucha gente que se burla de los viajeros y les grita: “¡Estúpidos! Aunque vayáis siempre de un lado para otro, ¿cuánto adelantáis en realidad? ¡El tope del columpio limita todo vuestro viaje y, cada vez que lleguéis a un extremo, tendréis que volver y empezarlo de nuevo!”. Por otra parte vemos una especie de terraplén que rodea una pista en forma de caracol. La pista lleva a una tienda de campaña que se encuentra en el centro del sistema. Hay mucha gente que corre por la pista desde el terraplén hacia la tienda de campaña y, cuando llega, da la vuelta para volver a correr hacia el terraplén. En él hay mucho público que se ríe de los corredores y que les pregunta qué es lo que piensan conseguir con tanto empeño. Pero también están los que se cansan de tanto correr y reconocen: “¡Qué insensato soy!, ¿cómo he podido ser tan estúpido en fatigarme tanto para nada?”.

3. Hay un lugar donde vemos una especie de estanque redondo de unas mil brazas18 de diámetro y de una de hondo. En su centro hay un armazón con una rueda de palas de, tal vez, diez brazas de diámetro. La rueda se mantiene en movimiento continuo, de modo que toda el agua del estanque se ha convertido en un remolino que gira muy rápido cerca de la rueda y, cuanto más lejos está de ella, más lentamente se mueve.

4. En el agua flotan muchos botes manejados por hombres que, desde la orilla, procuran acercarse a la rueda del centro. Pero al llegar cerca de ella empiezan a fatigarse sobremanera, por lo que la corriente vuelve a arrastrarlos hacia la orilla. También allí hay muchos espectadores que se ríen a carcajadas de estos insensatos marineros.

5. Muchos de los marineros no se preocupan de los burlones; pero otros, tras haber experimentado repetidas veces que la corriente vuelve a arrastrarlos hacia la orilla, ponen una cara larga y aburrida, y abandonan sus botes. Se ve que ni ellos mismos pueden explicarse ya cómo ha sido posible que hayan procurado alcanzar tantas veces la rueda de paletas pese a la actividad contraria de la misma. Bueno, y eso es todo lo que vemos en la esfera de este prometedor espíritu.

¡Quien pueda encontrar en estas escenas una explicación de lo que vimos antes, y más todavía sobre los inequívocos caminos del Orden divino, ha de tener una visión con más luz que una legión de Soles centrales juntos! Lo único que podemos sacar en sustancia de toda esta historia es una confirmación de lo que ya constataron los antiguos sabios: ¡No hay nada nuevo bajo el Sol sino que todo fluye a su ritmo propio, volviendo a empezar cada vez desde el mismo punto!».

6. Contesta el Señor: «Y Yo os citaré otro dicho: El que es ciego, no ve. Así ocurre en el mundo, sobre todo en lo que allí se refiere a la visión espiritual. Todos se parecen a Tomás que dijo: “Hasta que no haya tocado sus llagas con mis propias manos, no creeré nada”.

Lo que con otras palabras quiere decir: “Lo que no puedo palpar con mis manos o lo que no puedo ver con mis propios ojos al sol del mediodía, no es real para mí”.

7. Le pregunto a todos los escépticos: ¿Acaso podéis alcanzar las estrellas del cielo con vuestras manos o verlas al sol del mediodía? ¡Por supuesto que no podéis hacer ni lo uno ni lo otro! Pero, ¿acaso por eso son las estrellas menos reales?».

«Al menos las estrellas las vemos durante la noche y podemos determinar su trayectoria».

«Semejante testimonio demuestra que vuestra vista no es precisamente muy aguda», observa el Señor, «porque pone de manifiesto que evaluáis mi Orden sólo con un criterio, que se encuentra en el lado de la noche, mientras que el Orden que se encuentra en el lado del día os resulta desconocido. De modo que si no tuvierais la noche, en pleno día andaríais como ciegos, incapaces de soñar ni siquiera con el Orden de mis cosas. Es triste que vuestros conocimientos del Orden de mis cosas los debáis a la noche y no al día. Precisamente esto lo que os manifiestan lo que veis aquí.

8. Veis algunos investigadores y algunos intrigantes que suben a la cumbre de un monte pensado que allí podrán empaparse, hasta en sus últimos detalles, de sabiduría sobre los misterios de los Cielos. Por eso se esfuerzan tanto por escalar el monte cónico que, cuanto más avanzan, menos base les ofrece. Y una vez llegados a la cumbre, toda base se les acaba y ya no tienen sitio ni para poner los pies. Como no encuentran en las alturas ningún agarradero celestial, se marean y les toca bajar rápidamente de cualquier manera. Vuelven al nivel en el que empezaron y, finalmente, ni ellos mismos pueden explicarse cómo es posible que emprendieran tan penosa excursión montañera. Por lo que no pueden menos que reírse de sí mismos diciéndose: “¡Ahora sabemos tanto como antes! Y para colmo, todos nosotros intentábamos adelantar a los demás cuando subíamos, ¡vaya, insensatez! ¿Qué ventaja les llevamos ahora a todos aquellos que, deliberadamente, se quedaron abajo y no hacen más que burlarse de nosotros?”.

9. ¿Aún no os dais cuenta a qué apunta esta imagen? Os daré una pista: ¿cómo interpretáis el texto, “Mi yugo es suave y mi carga ligera”?.

¿Quién obliga a escalar montañas a quienes quieren venir hacia Mí, si Yo los estoy esperando a ras de tierra y por el camino más recto?

Ya que constatasteis que no hay nada nuevo bajo el Sol, os diré por qué: Por la muy sabia razón de que, poco a poco, finalmente toda sabiduría humana mundana tiene que agotarse debido a que, por el camino que va, evidentemente siempre volverá a topar con sus propios límites.

10. La imagen de la excursión a la montaña sirve también para explicaros lo que visteis en la esfera del sexto espíritu. Si repasáis la escena del dragón desde la óptica del Apocalipsis de Juan, os daréis cuenta de los muchos esfuerzos que ya ha hecho el maligno para volver a subir desde su abismo y, desde la de los escaladores, para escalar unas cuantas montañas, esfuerzos que siempre le han resultado vanos.

11. Cuanto más alto sube con sus intenciones rebeldes, menos base le queda. De modo que nada más llegar a la cima, se le acaba la fiesta y le toca bajar disparado. Sabido es que la esfera de actividad de todo aquel que se quiere instalar en la cumbre, en manera alguna puede ser mayor que la de la pequeña base. El emprendedor audaz, no tardando mucho, comprenderá en la misma cumbre que allí no hay manera de establecerse. Pues se le irá la cabeza y empezará su vuelta hacia abajo más bruscamente de lo previsto.

Todo eso es una sabia enseñanza de la escuela del Orden eterno, y su nombre es refinamiento, que significa mortificación de toda clase de apetencias egoístas.

12. Antes de emprender la subida a la montaña hay uno que pregona: “Hermanos, ¡seguidme, pues conozco el verdadero camino; sólo siguiéndome encontraréis una base verdadera y firme en las alturas!”.

Hasta ese uno mismo tendrá que convencerse muy pronto de la vanidad de su intento.

Todavía nos resuena en los oídos como unos espíritus de la misma especie se burlaban desde abajo, exclamando: “¡Cada idiota atrae diez parejas!”.

Y ya veis que no son sólo diez, sino muchos más, los que siguen al pretendido guía.

Como esta montaña cónica sólo tiene un punto más alto al que se puede llegar, todos los caminos sirven igualmente. Una vez arriba, a todos los escaladores les toca la misma suerte y tienen que volver otra vez a la llanura desde la cual emprendieron su excursión.

En esta imagen ya se aprecia más claramente el ejemplo de lo que visteis en la esfera del sexto espíritu. Por el momento quedaos en la del séptimo, hasta que todas las imágenes pendientes queden aclaradas.

Después hablaremos del columpio, del terraplén con su pista de caracol, y del estanque».

Capítulo 13. La correspondencia del columpio. El culto religioso basado en ceremonias

1 Continúa el Señor, dirigiéndose a los visitantes: «Seguro que todos habéis montado alguna vez en uno de esos monótonos columpios. ¿Qué os pareció el viaje aéreo, si su experimentado servidor lo movía al máximo?».

«La sensación fue más bien desagradable, porque cuando bajamos de él, se nos revolvía el estómago del mareo; por ello nunca hemos subido a otro ni volveremos a hacerlo».

2. «Vuestra observación es acertada, de modo que podremos muy bien servirnos de ella para nuestro propósito. ¿Habéis pensado alguna vez qué ocurriría si el operario empujara el columpio con demasiado entusiasmo?».

«Pues sí, se volcaría con consecuencias muy graves para los viajeros».

«Así es», confirma el Señor. «También esta observación sirve muy bien a nuestros propósitos. Pero queda una pregunta todavía: ¿Hasta dónde llegan los viajeros tras semejante viaje aéreo? Resulta evidente que, aunque hayan viajado durante varias horas, tendrán que volver al mismo sitio donde emprendieron su viaje. Se trata pues de viajes absolutamente ficticios, porque aunque el movimiento sea muy intenso, el columpio nunca sale de sus propios límites. Sólo falta que un simple caracol se riera de los viajeros debido a que, pese a su velocidad incomparablemente inferior, en ese tiempo ya haría rato que habría salido de los límites del columpio.

También nosotros hemos visto en la esfera de nuestro espíritu anfitrión como mucha gente monta en uno de esos columpios enormes. Y mientras aún no han adquirido mucho impulso, todos gritan: “¡Más fuerte, operador, más fuerte!”.

Pero cuando empieza a describir semicírculos, todos gritan: “¡Ya vale, ya vale...!, ¡el columpio va volcar y estaremos perdidos!”.

3. ¿Veis a lo que apunta esta imagen? ¡Observad las ceremonias del culto religioso y enseguida empezaréis a comprenderla!

4. En el sentido espiritual, un niño bautizado tras nacer en una iglesia llena de ceremonias, ya se encuentra subido a un columpio análogo, columpio que, poco a poco, es puesto en movimiento cada vez más intenso. En semejante movimiento el hombre se imagina hacer sabe Dios qué grandes progresos. Sin embargo, el espectador ve a primera vista hasta dónde llegará el viaje. Pues el columpio está colocado entre dos pilares, uno de los cuales representa la roca de la religión, y el otro su necesidad política. Ambos están sujetos lo mejor posible y unidos con travesaños. De modo que el viaje continúa entre los dos pilares hasta donde permita la cuerda y ni un solo palmo más. Hay muchos viajeros que se marean y que a la primera ocasión abandonan el vehículo. Sólo los operarios permanecen sentados y esperan hasta que el movimiento se haya terminado, alabando sobremanera lo saludable que es. Y continúan llamando la atención a los nuevos viajeros e incluso a algunos de los antiguos: “Si queréis experimentar una mayor satisfacción en estos viajes, ¡entonces hay que vendaros los ojos!”.

Esta promesa atrae a muchos insensatos que empiezan a exclamar con entusiasmo: “¡Sí! ¡Sólo ahora percibimos los grandes secretos que se ocultan tras esta monotonía, pues estamos volando con la rapidez del rayo por espacios ilimitados! ¿Quién hubiera soñado jamás que tras la monotonía podría ocultarse algo tan fabuloso?”.

5. Cuando los viajeros cegados piensan que ya basta de viajar y piden a los operarios que les quiten las vendas, estos, sabiendo muy bien por qué, se lo desaconsejan enérgicamente: “Si en el sitio en que ahora os encontráis insistís en que os quitemos las vendas, ¡ay de vosotros, quedaríais eternamente ciegos! Sólo cuando hayamos llegado al gran destino de la vida, podréis quitároslas y apreciar por qué poca recompensa os hemos facilitado este viaje de gran interés vital”.

6. Unos cuantos se dejan engañar. Pero otros se cansan de semejante viaje a ciegas sin saber dónde los llevan, se arrancan las vendas y, con gran disgusto, se dan cuenta que todavía están entre los dos pilares. Quieren entonces abandonar el vehículo, pero como está todavía en plena marcha, se ven obligados a aguantar. Aunque empiezan a quejarse, los interesados operarios les ordenan callarse y comienzan a amenazarles con que, si no lo hacen, les arrojarán del vehículo a la fuerza. Para confirmar sus amenazas y para que a los viajeros se les pasen definitivamente todas las ganas de oponerse, les llaman la atención sobre el hecho de que en un extremo de la construcción hay una gran hoguera y en el otro un campo de lanzas puntiagudas. ¿Qué remedio les queda a los viajeros, sino continuar el viaje y continuar pagando el tributo...? ¡Tienen ansias de que se pare el columpio!, pero ¿cuándo será?

7. Si os fijáis bien en el estado del conjunto de la construcción, entonces veréis que, debido a tanto movimiento impetuoso de la barquilla del columpio, los dos pilares ya están bastante sueltos y que, a consecuencia de la fricción, muchos hilos de la soga se han ido cortando. ¡Incluso a los mismos operarios no se les ha escapado el deterioro! Por eso se dicen para sus adentros:

“Si continuamos empujando con la misma intensidad, corremos el riesgo de que las sogas se rompan y, junto con los viajeros, acabemos todos o en la hoguera o en el campo de lanzas. Mientras el armatoste siga funcionando, reduzcamos con disimulo la velocidad y simulamos ante los viajeros disgustados hacer causa común con ellos porque, basándonos en la fuerza y la insistencia, aquí no conseguiremos nada”.

8. Como mientras tanto las oscilaciones se han amortiguado bastante, muchos de los desengañados abandonan el columpio. Los que no se atreven a saltar, algunos cegados y los operarios, se quedan dentro. Veis como los interesados procuran con gran empeño sujetar los pilares sueltos con toda clase de puntales; y unos criados pagados suben con escaleras para reforzar las sogas desgastadas con cuerdas bastante flojas. Pero como las sogas todavía están en movimiento, no hay manera de hacer nudos seguros. De modo que las cuerdas suplementarias resultan demasiado largas o demasiado cortas, por lo que poco pueden contribuir realmente a la futura estabilidad del conjunto.

9. Quien tome esta imagen por pura fantasía, ¡que eche una ojeada a las prácticas del mundo actual!, y la estrategia de países, pueblos y confesiones religiosas que anudan vínculos entre ellos, le resultará evidente. Pues existen, aquí y allá, toda clase de acuerdos políticos que recuerdan perfectamente a las cuerdas y los nudos de refuerzo».

«Si es así, y hasta los menos iluminados ya han empezado a protestar, ¿por qué están de acuerdo entonces con todos esos arreglos tan deficientes?».

«Es más que evidente; muchos de ellos se encuentran todavía en el columpio fatal y no se atreven a saltar. Toleran los arreglos porque, aunque sean deficientes, ofrecen algo más de seguridad.

Por lo menos una cosa es cierta: la necesidad de arreglos es la mayor señal de que las sogas principales están en las últimas.

Si un país o un pueblo se considera suficientemente fuerte ante otro, entonces no procura restablecer relaciones sino que pone condiciones. Pero si es consciente de su propia debilidad, procura salir del apuro mediante refuerzos auxiliares, aunque estos no aseguren la situación ni un segundo más.

10. En cuanto se rompan las sogas principales, junto con ellas también se romperán entonces todos los demás vínculos, lazos y cuerdas.

11. Observad todos vuestros asuntos políticos y eclesiásticos, en conjunto o en todos los posibles detalles, y veréis que tanto en uno como en otro caso siempre concuerdan con la imagen dada.

Os citaré algo del ámbito eclesiástico: la confesión auricular.

Cuando en cada vaivén el columpio se encuentra lo más cercano al suelo, es el estado de pecado. Uno se confiesa.

Y, habiéndose confesado, vuela hacia el Cielo desde donde, igual de rápido, vuelve hacia abajo. Se confiesa uno de nuevo en esa posición para volver a volar hacia el Cielo. De esta manera el hombre continúa columpiándose mientras vive. Al final abandona esta vida con el columpio parado y, normalmente, confesándose también. Pero esta vez el columpio ya no vuelve a subir, sino que el hombre deja esta vida en el mismo punto donde la empezó. ¿Qué progreso puede haber hecho el hombre espiritual? Eso lo podéis ver perfectamente en el Sol espiritual en la imagen de la esfera de nuestro espíritu anfitrión. Pues el hombre continuará columpiándose allí todavía durante mucho tiempo: hasta que se rompan las sogas o quede liberado de la persistente venda que lleva.

Estas relaciones os pueden servir muy bien para apreciar todo el ceremonial eclesiástico que no es otra cosa que un columpio en continuo movimiento.

El sentido intrínseco completo de todo lo eclesiástico se refleja también perfectamente en los golpes de campana que, a cada vaivén del mazo, produce el mismo sonido. Un oído que busca la armonía ha de llegar a la conclusión que el sonido aún puede resultar bonito desde lejos, pero que escuchado desde cerca es insoportable. De modo que mientas más lejos, mejor.

12. Otro ejemplo, esta vez del ámbito estatal. Mirad vuestras industrias y las diversas operaciones monetarias que son en realidad el centro de toda la actividad estatal. Quien no vea en ellas el continuo vaivén del columpio tiene telarañas en los ojos. En todo ello, tanto en el conjunto como en el detalle, veréis como lo uno y lo otro se lanzan hacia arriba para luego volver a bajar tanto más rápidamente. Un reino se alza grandemente y otro vuelve a bajar al nivel más bajo. Cuando veáis que un país llega al tope de una coyuntura alcista, esa siempre será la mayor señal de su muy próximo descenso. Además, la velocidad aumenta a cada instante cuando se baja, mientras que disminuye cuando se sube.

13. Mirad los particulares que se han vuelto ricos aprovechado la buena marcha de su columpio. Se encuentran todavía en la misma góndola con la que alcanzaron el tope de su bienestar imaginario, pero ya acaban de empezar a bajar. Todo depende de lo larga que sean las sogas: mientras más largas son, tanto más tiempo durarán las oscilaciones y tanto mayor será la carrera. Pero aunque las sogas llegaran desde el Sol hasta la Tierra, la góndola sujetada por ellas, nada más alcanzar su punto más elevado, emprenderá irrevocablemente la vuelta hacia lo bajo y lo insustancial. Por ello, toda la vida mundana no es sino un puro bamboleo. A quien pueda demostrarme el menor progreso de la misma, ¡le regalaré una vida eterna múltiple! De modo que también aquí se aplica el lema de los antiguos sabios: “¡No hay nada nuevo bajo el Sol!”.

Yo también soy de la misma opinión, porque con semejantes actividades y progresos egocéntricos y ficticios, poco nuevo se encontrará bajo el Sol.

14. ¡Dichoso aquél que pueda escapar de semejante columpio, porque en campo libre, con pocos pasos y en pocos minutos, podrá adelantar más que bamboleándose durante muchos miles de años!

Por eso, aquel que quiera volverse perfecto como el Padre en el Cielo, que rehuya ante todo toda la actividad de bamboleo del mundo. Para la causa del espíritu y de la Vida eterna más vale cargar una cruz pesada que ir columpiándose cómodamente hacia la muerte eterna.

15. Espero que hayáis comprendido esta imagen, así que podemos pasar a la próxima».

Capítulo 14. El terraplén y su correspondencia. Apariencia de las diversas Iglesias cristianas

1. Continúa el Señor: «Si ahora os fijáis en el terraplén, veréis que en su interior no hay sólo una pista en forma de caracol sino varias que, comenzando por la parte de fuera, suben girando hacia la tienda de campaña, la cual está cerrada. ¿Os habéis dado cuenta que, por la manera como las pistas llegan a ella, ninguna da acceso a la entrada?

Pese a ello se oye que muchos gritan donde empiezan las pistas: “¡Quien suba nuestra pista y, cuando se estrecha, no se confunda y se meta en otra, seguro que llegará a la tienda, donde le espera una gran recompensa!”».

2 Los visitantes preguntan al Señor: «¿Qué es lo que significa recorrer esas pistas de caracol?».

«No os daré ahora una respuesta concreta, porque todo os quedará claro en cuanto hayáis examinado las cosas de cerca. Ahora fijaos vosotros mismos en la insensatez de todo ese ambiente, aunque esa insensatez no os aclarará nada.

3 Al comienzo de cada pista hay un jefe de pista, un director y unos cuantos ayudantes, todos los cuales se dan mucha importancia. Al terraplén, bastante ancho, acude mucha gente. Fijaos vosotros mismos en lo que pasa».

A la entrada de una de las pistas los interesados y, sobre todo, el jefe de pista, pregonan: «¡Venid todos!, ¡únicamente nuestra pista es la auténtica, la que lleva a la entrada de la tienda, donde os está esperando una gran recompensa!».

Pero también los de la pista vecina gritan: «¡No permitáis que os engañen! ¡Elegid nuestra pista, la más antigua de todas y la más famosa, os saldrá también más económica! ¡Gracias a ella, miles y miles de clientes ya han llegado a la tienda y han conseguido un gran premio!».

Pero el jefe de la primera pista protesta y advierte enfáticamente al público: «¡No hagáis caso a sus reclamos engañosos, es un embustero!».

Excitado y enfurecido, el segundo jefe de pista grita con voz potente: «¡Ni os insisto en que debéis venir a mi pista ni os digo que dejo la decisión a vuestro propio criterio: como mi pista es la única auténtica, tendré que arrastraros a ella por los pelos! ¡Insensatos!, ¡menuda desgracia tener que meteros la suerte por las narices!».

De nuevo se levanta el primer jefe de pista y grita con todas sus fuerzas: «¡Hacedle caso y veréis!. Ignoráis que su pista termina, cerca de la tienda, en un abismo perfectamente disimulado en el que cada cual encontrará la perdición!».

El segundo jefe ya no le responde nada sino que manda que sus ayudantes suban al terraplén y busquen un grupo de indecisos para traerlos a su pista.

Cuando llegan, les dice con voz jactanciosa: «Nada os cobro. A mí no me interesa sino vuestra suerte; empezad a andar o a correr. Mientras tengáis cuidado en no saliros de mi pista, os garantizo que no encontraréis abismo alguno».

Así que el grupo se pone en marcha.

4. En su camino pasan delante de otro jefe de pista, el tercero, que hasta entonces había permanecido en silencio. Su cara es bondadosa pero está muy triste, por lo que los caminantes le preguntan cual es la razón de que esté tan afligido.

El les responde con palabras sencillas: «Pobres, ¡cómo no voy a estar triste viendo que todos vosotros vais por un camino equivocado! Os digo que cuando os deis cuenta que todo vuestro esfuerzo ha sido en vano y que los otros os han engañado, acudiréis a mí y estaréis dispuestos a pagarme un precio mucho más elevado para que os abra mi pista».

5. Un cuarto jefe de pista que observa a sus vecinos con ojos de lince, menea la cabeza y avisa a sus ayudantes: «¡Quien ríe el último, ríe mejor! ¡Olvidaos de toda esa gente del terraplén, id a pescar más allá y traedme la pesca aquí! Seguro que los crédulos de allá se dejarán poner en la pista que les indicamos, es decir, ¡en la nuestra! Lo único que haremos será colocar en ella una bandera con la inscripción: Única y verdadera pista para llegar a la meta.

No organizaremos jaleo ninguno, ¡pero seguro que todos los peces gordos serán para nosotros!».

6. Aún hay otra pista que, comparada con las demás, parece bastante estrecha y resulta poco llamativa. El jefe de pista está sentado medio desplomado en la entrada y parece que no se preocupa de nada; sus escasos ayudantes siguen su ejemplo.

Algunos curiosos bajan del terraplén y le preguntan discretamente: «¿Qué pasa con tu pista?».

Este no habla mucho, pero comenta: «Mi pista se vale por sí misma. Quién quiera caminar por ella, pronto sabrá si lleva a la meta o no».

Todos se sorprenden porque estas palabras misteriosas les llaman mucho la atención; cada vez acuden más interesados.

7. A la pregunta de cuánto cuesta, el jefe de pista responde: «Aquí no se exige un precio determinado. Quien quiera andar por esta pista que dé todo lo que tiene porque al final lo recuperará todo; yo no necesito nada».

De nuevo la gente queda sorprendida pero, en vista de las condiciones, vuelve al terraplén.

8. Hay otra pista cuyo jefe, con cara de gruñón, tiene una caja fuerte y no se molesta en hacer publicidad.

Pero cuando alguien le pregunta sobre las condiciones de su pista y si realmente conduce a la meta, responde lacónicamente: «Nunca habrá una pista como ésta, la auténtica y la más antigua, y que lleva directamente a la entrada de la tienda. Ve por ella y no te arrepentirás.

¡Pero aquí se paga al contado! Te daré una letra de cambio por el valor de lo mismo que pagaste. Cuando, si no te despistas ni haces caso a ninguno de esos embaucadores, llegues allí arriba, a la tienda de campaña, tendrás una gran recompensa. De todas formas saldrás bien parado porque el dinero que has ingresado te rentará el interés correspondiente».

Muchos acuden a este jefe de pista, aunque no por la pista sino sólo por el negocio a la vista. Así que este jefe nada en oro, pese a que la pista y la tienda de campaña le traen realmente sin cuidado. Por la misma razón también a su clientela les da más o menos igual llegar o no a la tienda pues tienen las letras de cambio en sus manos.

9. Aún se ven unas cuantas pistas más, poco frecuentadas, cuyos jefes son sólo tolerados por los principales. Por eso se mantienen tranquilos. Si se les acerca un peregrino, bienvenido es. Pero si no viene nadie les da igual porque el negocio de las pistas no les importa. A ellos les gusta más bien pasar el tiempo charlando con la gente que acude a unos quioscos establecidos al lado de las pistas.

Y si alguna vez un curioso les pregunta prudentemente si su pista es la auténtica, entonces contestan impasibles: «Si no fuera la mía, ¿cuál podría ser?».

De modo que ya veis que las pistas están rodeadas por un gran número de jefes. En todas ellas hay gritos, lamentos, protestas, silencios, cuchicheos, salvo en una sola: la más estrecha de todas, totalmente ignorada por los peregrinos.

Como, junto a la meta, todas las pistas se vuelven muy estrechas y están valladas, todos los peregrinos topan finalmente contra un muro antes de llegar a la entrada de la tienda. Sofocados y desengañados emprenden el descenso.

Pero una vez abajo, todos acuden al jefe de pista que gira letras de cambio. Incluso los demás jefes mandan disimuladamente a sus ayudantes con bolsas llenas de oro y plata para que compren dichas letras.

10. Únicamente el infortunado jefe de la pista más estrecha permanece aislado. Y las pocas veces que alguien acude, o la gente se ríe de él o los demás jefes procuran impedírselo a la fuerza.

11. Mirando más de cerca, se ve que en terraplén se ha formado un grupo de observadores perspicaces. Siguen con la vista la pista estrecha y nada frecuentada.

Algunos de ellos dicen: «Desde aquí se puede ver como una de las pistas llega al portal, lo que permite la entrada a la tienda de campaña. Si todas las otras pistas frecuentadas hasta ahora topan con un muro, ¡es muy probable que esta, estrecha y poco llamativa, sea la que llega a él!».

12. Como se ve, cada vez más gente da vueltas por el terraplén para averiguar cuál de las pistas es la que sin duda alguna lleva a la entrada».

Continúa el Señor: «Ninguno de los jefes de pista se explica que es lo que puedes significar este movimiento en el terraplén, pero ¡ay de ellos en cuanto los observadores perspicaces descubran la pista verdadera! ¡Lo pasarán mal, porque tendrán que rendir cuentas! Todas sus pistas serán devastadas y, luego, transformadas al estilo de la estrecha; y el jefe de pista tan extraordinariamente sencillo se llevará toda la parroquia.

13. Así que no os sorprendáis si veis que cada vez se ríe más gente, sobre todo de los jefes vocingleros. Os digo que estas risas tienen sus buenas razones y que en cuanto se descubra el verdadero camino, todas las actuales pistas principales serán objetos de mofa, despreciadas por todos los dogmas que se atribuyen y humilladas por las grandes promesas que ofrecieron.

Y creedme: Tal como os lo enseña la apariencia espiritual, así es en la realidad.

14. Ya hay muchos buscadores perspicaces de pistas que caminan por el terraplén a los que no les queda sino la mitad de la última vuelta. Veréis como dentro de unos instantes habrá muchos peregrinos que acudirán a la pista estrecha. Esos llegarán al portal, entrarán en la tienda, y se llevarán muchos tesoros que mostrarán a todo el mundo allí presente.

15. El día que esto suceda, todas las pistas serán eliminadas, porque los caminantes arrancarán todas las vallas e invadirán el campo. Y acudirán de todos lados para asegurarse el acceso a la tienda de campaña.

16. Supongo que no hace falta especificar más detalladamente que la primera de las pistas representa la jerarquía mundana, la segunda la Iglesia griega, la tercera la protestante y la cuarta la inglesa. Las otras pistas más pequeñas representan las diversas sectas».

Capítulo 15. La rueda de palas del estanque, destruida. La esfera profética de Daniel

1. Continúa el Señor: «Ahora fijaos en la cuarta imagen. Se supone que este estanque, completamente circular a primera vista, os incitará a hacerme unas cuantas preguntas».

«Sí, Señor», responden los visitantes. «Ante todo quisiéramos saber por qué hay en su centro una rueda de palas que, girando continuamente, pone el agua en movimiento».

«Nada más evidente. Primero para que ninguno de los marineros pueda acercarse con su bote al mecanismo del sistema central. Y segundo para que todo los que quieran acercarse al centro del estanque sean rechazados hacia la periferia a causa del movimiento del agua.

2. De modo que los marineros pueden esforzarse tanto como quieran que nunca llegarán al centro, donde, todos juntos, podrían arrancar el fastidiosos mecanismo y retirarlo del estanque para conseguir que la superficie del agua se tranquilice.

3. Alguien podría preguntar: “¿Pero qué hay de extraordinario en el centro del estanque? ¿Y qué importa que haya una rueda? Alejándose un poco de ella todavía queda la mayor parte del estanque para pasarlo bien, para lo cual poco se precisa el centro”.

4. Eso es fácil de decir mientras se ignore qué es lo que esconde el centro donde, precisamente, está colocada la rueda de palas. Aunque los interesados defiendan esta rueda diciendo, “¡Hay que remover el agua para que no se pudra!”, eso no es más que un astuto pretexto. Pero antes de exigir la eliminación de la rueda hay que conocer su secreto.

5. Para que no tengáis que cavilar mucho os lo diré claramente: el centro de este estanque es una fuente de agua viva. Pero está totalmente embozada y obstruida, de modo que no puede manar ni una sola gota de su agua. Aun así, todos los interesados en la rueda la defienden:

“¡Toda el agua de este estanque es pura agua viva y su vitalidad sólo depende de nosotros, pues tenemos el poder de vivificarla y limpiarla! La rueda nos viene de Dios y tiene la facultad de vivificar el agua mientras que la mantengamos en movimiento. Si dejemos de removerla, se volverá estéril y ya no servirá para vivificar nada. Y, ¡atención!, entre todos los demás estanques que veis por aquí, únicamente este nuestro contiene la verdadera agua viva. La de todos los demás es estéril y su movimiento imitado, por lo que todo es un vil engaño. Aquel que se deje engatusar y meta su canoa en ellos, ¡seguro que perecerá!

6. Hay unos cuantos factores que testimonian que sólo este estanque contiene la verdadera agua viva: su antigüedad, el lujo extraordinario de la construcción que sostiene la poderosa rueda viva, y la multitud de gente que acude para navegar en él. Todos los demás son imitaciones, lo que se nota enseguida porque son muy parecidos al nuestro, al auténtico”.

7. Pero seguid observando lo que pasa. La mayoría de los navegantes continuamente arrastrados hacia la periferia ya se ha cansado de su viaje agotador e inútil y sale de sus canoas. Se quejan: “Nos habían dicho que debíamos perseverar en dar vueltas y que no nos acercáramos demasiado al centro porque muy pronto se debilitarían nuestras fuerzas; que así saldríamos inevitablemente de la zona de la vida para ser arrastrados hacia la orilla que se encuentra en la zona de la muerte.

8. El destino nos ha traído hacia la orilla y, ¡milagro, todavía vivimos! ¡Si los demás navegantes miraran la orilla para que se dieran cuenta que aquí se manifiesta mucha más vida que en ese absurdo estanque, enseguida cambiarían de dirección y olvidarían a esos charlatanes presumidos y a su rueda estúpida!

9. ¡El Señor sea alabado, porque nos ha abierto los ojos! Pero ahora se plantea la cuestión: ¿Dónde tomaremos otra agua, un agua mejor?

10. Tal vez en dirección a la mañana donde se ven algunas montañas. ¡Vayamos allí porque sabido es que en las montañas siempre hay buenas fuentes!”.

Mirad como un gran grupo de peregrinos se aleja del gran estanque sin llamar la atención y se dirige hacia las montañas, lo cual es una buena señal.

Pero, a pesar de ello, nosotros aún nos quedaremos aquí para observar cómo se desarrollan las cosas.

11. Al borde del estanque veis algunas personas que observan atentamente la rueda provistas de buenos prismáticos. Evidentemente se han dado cuenta que el sistema está muy gastado y que a la rueda ya le falta la mitad de las palas. Oíd, lo que dice uno».

12. Con cara alegre comenta el asunto con otro: «¿Qué te he dicho? ¡El chisme de esos charlatanes ya está en las últimas! No pueden parar la rueda para ponerle palas nuevas porque el agua quedaría detenida y resultaría evidente que la misma carece de toda vida propia».

13. El otro explica: «Hermano, me parece que veo el cariz que toman las cosas: en cuanto los navegantes se den cuenta de que el movimiento del agua se vuelve cada vez más lento, se convencerán de que eso del agua viva no es más que un engaño y volverán a la orilla. Y aún más: Como el oleaje producido por las escasas palas que quedan es menos fuerte, los habrá que se acercarán con poco esfuerzo a la gloriosa construcción sagrada donde verán confirmado de primera mano lo que aquí, de momento, sólo sospechamos. Pues, ¿qué puede haber detrás de esa poderosa rueda tan sumamente glorificada?

14. Tú mismo sabes que los interesados la atribuyen una existencia eterna y que, por ello, siempre tendrá poder para vivificar el agua. Pero ¿qué harán los navegantes cuando cuenten las palas y conozcan el deterioro del conjunto? ¡Volverán a la orilla sin más pérdida de tiempo!».

El primero lo confirma: «¡Sin duda alguna!».

15. También se ve a otro grupo que, junto a la orilla, examina con palos la profundidad del agua. Suben a unas canoas vacías y, fingiendo que son auténticos marineros de agua viva, cruzan el estanque para examinar su profundidad por todas partes. Parece que ya han llegado a una conclusión y vuelven a la orilla. ¡Veamos lo que han descubierto!

16. Uno de ellos toma la palabra: «Os lo vengo diciendo desde siempre. Todo este charco carece de profundidad y para simularla han añadido algo al agua que la ha vuelto turbia. Y como el agua tiene una sustancia que se pudre fácilmente, los interesados no ven otro recurso que removerla con fuerza para darle un aspecto sano y vivo. ¿Cómo os parece que podemos actuar contra este fraude?».

17. Dice otro: «¿Veis como se consumen los interesados en el sistema de propulsión porque no saben cómo reparar la vieja rueda medio podrida? Tengo una idea. Cavemos un canal secreto de desagüe para que se les vaya el agua prodigiosa y, antes de que el estanque se seque, todos los navegantes estarán a salvo en la orilla, y pronto comprenderán que, en realidad, hay en ella vida en abundancia».

18. Un tercero toma la palabra: «¿No habéis oído alguna vez que precisamente allí donde han colocado la rueda de palas había realmente una fuente de agua viva? Si tuviéramos acceso a ella, entonces habríamos ganado. La idea del canal es buena. ¿Y si en vez de vaciar el estanque cavásemos una galería directamente hasta debajo de la rueda? Si realmente se encuentra allí la fuente de agua viva, ¡la desembozaremos y sus aguas vivas pronto se extenderán como un mar por todos estos extensos valles! El día que eso suceda, pocos insensatos quedarán que todavía hagan caso a esos charlatanes y a sus canoas medio podridas en sus aguas oscuras».

19. «Muy bien, hermano, ¡es una idea fabulosa! ¡Manos a la obra! ¡Que quede claro que la rueda no la colocaron precisamente allí por casualidad! Temen que lo que hay bajo ella vea la luz del día, porque saben que así se les acabará la fiesta. ¡Por eso todo lo taparon y lo cubrieron tan cuidadosamente con semejante armatoste!».

20. Con unos cuantos compañeros se ponen en camino y bajan la pendiente. Ya han descubierto muestras de la existencia de una buena agua viva. Todos empiezan a cavar y, cuanto más profundamente lo hacen, tanta más agua viva brota de la tierra, un agua que desprende una radiación que recuerda la de la luz del Sol. Como no tropiezan con rocas, avanzan rápidamente.

21. Con varias pequeñas fuentes ya se ha formado un arroyo que baja a los valles y, un poco más lejos, está formando un lago considerable. Muchos de los que se encuentran cerca acuden corriendo, porque el olor agradable del agua se extiende por toda la región, con lo que cada vez acude más gente. Los que cavan ya han llegado tan cerca de la fuente principal que no les quedan sino algunas brazas.

22. Uno de ellos da el golpe decisivo y la fuente se abre del todo. Las aguas vivas llevan a los que cavan a la eterna e ilimitada libertad, recompensándolos con la Vida eterna. Las aguas se derraman caudalosamente sobre valles y llanuras con gran ímpetu, y dan vida a todo lo muerto.

23. También los charlatanes se enteran de lo que ha pasado y dan grandes gritos desde la tribuna de su sistema de la rueda. Pero de nada les sirve porque en el estanque ya no quedan sino canoas vacías pues todo el mundo acude a la auténtica agua viva. Los interesados en la construcción de la rueda se quedan aislados porque el oleaje ha arrastrado todas las canoas hacia la orilla. Algunos pescan las palas arrancadas y se sirven de ellas para nadar, más bien de mala manera, hacia la bahía prometedora.

24. Sólo para los cabecillas parece no haber salvación porque nadie quiere traerles una canoa porque el agua del estanque ya empieza a apestar debido a que la verdadera agua viva no quiere mezclarse con ella».

25. El Señor reanuda el dialogo: «Así están las cosas, y veo que comprendéis estas imágenes que os ofrece el Sol espiritual. En el Sol natural19 ya supisteis que sus relaciones materiales son comparables con las de cualquier cuerpo terrestre, cosa que ocurre tanto más con las relaciones espirituales...

26. ¿Quién pensáis que es el espíritu hospitalario en cuya esfera habéis visto todo esto? ¡Es el espíritu del profeta Daniel! Sabiendo todo esto, ya podéis salir de su esfera y prepararos para la esfera de un octavo espíritu. ¡Ya viene!».

Capítulo 16. La esfera del octavo espíritu. El cronómetro universal. La nueva Jerusalén, desde la esfera de Swedenborg

1. El Señor continúa: «Nuestro amigo anfitrión está aquí, de modo que ya podéis entrar en su esfera. A él también podréis verle en su propia esfera, donde será vuestro guía.

Ya estáis en ella... Prestadle atención pues es un buen guía y está profundamente penetrado de mi Sabiduría. Ya sabréis después de quién se trata».

2. El espíritu toma la palabra: «Venid, hermanos, porque así es la Voluntad del Señor. Seré vuestro guía y os llevaré al Reino de la Verdad y del Amor.

3. Allí, hacia la mañana, hay unas montañas preciosas. Mirad el Sol divino sobre ellas, el Sol en el que mora el Señor... ¿Veis como sus rayos resplandecientes cubren los valles y otras hondonadas del mundo?

4. Mirad también un poco más atrás, para que veáis igualmente el enorme mar cuyas olas van hacia la orilla para absorber mejor los magníficos rayos del Sol. También los barcos en alta mar maniobran sus velas para, como las olas, dirigirse hacia la orilla bañada por los rayos del Sol donde mora el Señor... Pero encaminémonos ahora hacia aquella montaña brillante de allí».

5. «Esa montaña debe de estar muy lejos, y nos costará mucho llegar a ella», observan los visitantes.

«No os preocupéis, porque nuestra propia voluntad nos llevará allí en cuanto queramos. Como vosotros lo queréis, ¡ya estamos!».

6. «¡Qué sorpresa, hermano espiritual! ¡Todo es tan precioso que nos gustaría quedarnos aquí para siempre! ¡Nunca me habría atrevido ni a soñar con vistas como estas!».

7. «Hacia el mediodía veis algo que os parecerá extraño», explica el guía. «Es un sol colocado en una barra de oro colgada en lo alto del firmamento, que se mueve lenta y solemnemente como un péndulo. Detrás del impresionante péndulo de sol veis una enorme construcción piramidal escalonada, cuya punta también se pierde en lo alto del aparente firmamento.

8. Ya que tenéis tanta curiosidad, vamos allí para que lo observéis todo de cerca. Vosotros queréis, ya hemos llegado.

¡Ahora mirad arriba! En el décimo escalón veis dos grandes pirámides luminosas. ¡Leed lo que está escrito en ellas!».

9. «¡Pero esa escritura nos es desconocida!».

«Pues la leeré yo. En la de la izquierda está escrito: “Este es el gran cronómetro de las cosas creadas”. Y en la de la derecha: “El único transcurso correcto de todas las cosas y de todos los acontecimientos, según el Orden divino”.

Con estas dos inscripciones ya podréis imaginaros lo que todo esto significa.

10. Ahora subid conmigo por lo menos a la mitad de la altura de esta construcción, y así observaréis el cuadrante de este gran cronómetro universal y podréis comprobar con precisión en qué época nos encontramos.

11. Ya hemos llegado. Desde aquí se ve muy bien que el cuadrante tiene doce cifras como vuestros relojes. Pero os sorprenderá descubrir que todas ellas se encuentran en el lado izquierdo. El derecho, orientado hacia la mañana, se ha dejado totalmente en blanco. Su explicación: La orientación hacia la tarde representa lo mundano, y la orientación hacia la mañana lo eterno, es decir, lo espiritual.

12. Cuando fue hecha toda la creación material, la gran manecilla luminosa apuntaba hacia abajo, en el número uno que todavía está reluciente. ¿A dónde apunta ahora?».

13. «Ahora apunta directamente hacia arriba, al último número», responden los visitantes. «Sólo le quedan dos pequeñas divisiones y la punta de la manecilla entrará en el espacio luminoso, dejado en blanco. ¿Qué puede significar esto?».

«Os lo voy a decir: Se trata de la última era...».

14. «Entonces, en cuanto la gran manecilla entre en el espacio en blanco, ¿dejarán de existir todas las cosas?».

«Eso os lo dirá otro cuadrante que se encuentra algunos escalones más arriba», les explica el guía. «¡Subamos, pues! Ya estamos ante el otro cuadrante. ¿Qué veis?».

15. «Aquí todo es más bien al revés pues el lado del cuadrante dirigido hacia la tarde es oscuro y no tiene números, mientras que el dirigido hacia la mañana los tiene muy luminosas: el una en lo más alto y la doce en lo más bajo. La manecilla grande ya toca la punta del uno, que brilla como la estrella matutina. Cuanto más altos son los números, tanto más brillan, y el brillo de la última es el mismo del Sol que, hacia la mañana, refulge tan maravillosamente».

16. «Vuestra observación es correcta».

«¿Qué significado puede tener todo esto?», preguntan los visitantes.

«En seguida lo veréis: Es la manera cómo una época antigua y oscura pasa a otra nueva y clara. Así que las cosas no perecerán sino que simplemente les será concedida una nueva era. Mientras que la primera época está marcada por la decadencia y la noche, la venidera será una época de adelantamiento y de día. Veo que ahora habéis comprendido lo que significa este gran cronómetro...

17. Allí hacia el mediodía veis un gran edificio rectangular que parece un cubo con un lado de casi doce mil brazas. Encima de cada una de las cuatro esquinas hay unas figuras humanas enormes y a sus pies se ven cuatro animales diferentes. Vamos allí si queréis... ¡Ya estamos en la superficie brillante de este enorme cubo! En su centro se encuentra un pequeño cubo de gran luminosidad y, sobre él, un libro con siete sellos ya abiertos.

18. Del último sello abierto -del séptimo- surgen diversas enormes apariciones:

Muchos espíritus vestidos de blanco se dispersan en todas direcciones con grandes trompetas en las manos. Mirad: uno toca la trompeta y aparecen desgracias como guerras, carestía, hambre y pestes... Otro toca su trompeta y surgen incendios: donde caen devoran todo, incluso hasta las piedras, como si fueran gotas de agua sobre hierro incandescente... De la trompeta de otro salen diluvios infestados con toda clase de bichos... ¡Y ahora ved allí abajo la antigua Tierra! ¡Ved como se ahoga en este diluvio!...

Más allá un cuarto espíritu toca su trompeta y aparece un gran dragón de fuego, bien atado, que cae en un abismo donde, a profundidades infinitas, hay mares infinitos de brasas en continua agitación...

19. Pero fijaos en las cuatro gigantescas figuras humanas de las esquinas, que también tienen trompetas enormes. Ahora una de ellas, un espíritu orientado hacia la medianoche, toca su trompeta impetuosamente, y surge un espíritu con un gran látigo para castigar la Tierra... Y a aquel otro espíritu que está orientado hacia la tarde, cuando tocar la trompeta, le sale un espíritu que lleva en la mano una escoba encendida para barrer la escoria de la Tierra... Ahora el espíritu gigantesco orientado hacia el mediodía toca la suya y aparecen un gran número de espíritus cargados con cestos llenos de las más diversas semillas para sembrar un nuevo fruto en el suelo barrido de la Tierra... Ved ahora como el espíritu que se dirige hacia la mañana toca su trompeta. De ésta salen nubes luminosas que llevan sobre ellas ejércitos de espíritus; y en lo más alto veis una cruz. Y encima de la cruz hay un hombre tan manso como un cordero: el símbolo del Hijo del hombre.

20. Ya habéis visto todo lo que en este lugar os ha sido concedido ver. Y lo habéis visto a la luz de la Verdad.

21. Y ahora, mirando hacia la mañana, veis una maravillosa ciudad que brilla tanto como el mismo Sol que está sobre ella. Supongo que os gustaría saber de qué ciudad se trata y verla de cerca. Lo deseáis y ya la tenemos delante de nosotros. ¿Os gusta?».

22. «Realmente nos encanta», responden los visitantes, «¡todo lo que vemos aquí es sumamente dulce y acogedor, y respira puro amor! La muralla brillante de esta ciudad y los portales son preciosos. ¡Hay una luz indescriptiblemente maravillosa que sale por cada uno de ellos! ¡Y ejércitos incontables de espíritus angélicos que entran y salen!

¡Qué alegría debe ser vivir en esta ciudad! ¿Podemos verla por dentro?».

23. «Por supuesto, pero os advierto que es infinitamente grande. De modo que ni en todas las eternidades ni a la mayor velocidad del pensamiento podremos explorarla por completo pues, cuanto más profundamente penetra uno en ella, tanto más grande se vuelve, infinitamente más grande. Así que nos conformaremos con acercarnos a uno de los portales y a echar una ojeada al interior».

24. «Dios mío, ¡qué esplendor!, ¡y qué inmensa fila de casas hay en esta calle que no parece tener fin!».

El espíritu anfitrión confirma: «Pues sí, y os digo que aunque continuaseis andando eternamente por esta calle, nunca llegaríais al lado opuesto. Y en esta ciudad existen incontables plazas y calles como esta.

Si queréis saber de qué ciudad se trata, sólo tenéis que leer la inscripción que hay sobre el propio portal: La santa Ciudad de Dios, es decir, la Nueva Jerusalén...

25. Para que sepáis quién os ha traído hasta aquí: soy el espíritu de Swedenborg. Como desde mi esfera ya os he mostrado todo lo que el Señor ha consentido que os muestre, volvamos ahora. Mirad, ya estamos en el punto de partida. Salid ya de mi esfera para ir hacia a Aquel cuyo nombre es santo, santo, santo...».

26. El Señor toma la palabra: «Bueno, ¡ya habéis vuelto! ¿Os habéis fijado bien? Asentís. De todos modos, lo que no hayáis comprendido del todo aún, os quedará más claro en la esfera del próximo espíritu.

Capítulo 17. La esfera del noveno espíritu (del evangelista Marco). Cómo se manifiestan en el Más Allá los vicios del amor carnal

1. También a este espíritu, el noveno, podréis verle y hablarle dentro de su esfera.

2. Como ya está aquí, entrad en su esfera y seguid sus instrucciones. Bien, ya os encontráis en su esfera y él se dirige a vosotros, ¡escuchadle, pues!».

3. El noveno espíritu anfitrión toma la palabra: «Queridos amigos y hermanos, ¡venid conmigo y ved lo que obra el infinito Amor del Padre! ¡Alegraos porque al Señor le complació mostrar todo esto a vuestro espíritu! Así, vosotros mismos experimentaréis que los caminos del Señor y las disposiciones de su eterna e infinita Sabiduría son insondables.

4. ¡Mirad a vuestro alrededor hasta donde llegue vuestra vista espiritual y decidme qué os parece! Como veo que no podéis pronunciar ni una sola palabra, os lo explicaré todo en el orden correspondiente.

5. Allí, hacia la medianoche, veis una región bastante pelada donde altas montañas escarpadas se amontonan de manera que parecen jueces amenazadores contemplando las maravillosas llanuras. Aquí y allá, entre las montañas y las colinas de poca altura, podéis ver casas parecidas a las vuestras de la Tierra. En las hondonadas del terreno se ven algunas capillas. A cierta altura de las montañas podéis distinguir nubes medio oscuras, y la parte más alta de las montañas está totalmente cubierta de nieve e hielo parecidos a los glaciares de vuestra Tierra.

Luego veis que toda la región del norte está separada por un río muy ancho de esta en la que estamos ahora.

6. Si seguís el curso del río, veréis que viene de la región que hay entre la mañana y la medianoche y, siguiendo un recorrido semicircular, se pierde luego entre la tarde y la medianoche. Sus aguas están tan agitadas que los habitantes del otro lado no tienen más que una manera de pasar: una única canoa».

7. «¿De qué clase de habitantes se trata?».

«Venid conmigo porque ahora mismo la canoa se encuentra en este lado. Nos costará poco esfuerzo cruzar el río. Como queréis, ya estamos en la orilla. Subid en la canoa sin miedo y sin temer las olas encrespadas ni las profundidades oscuras de las aguas agitadas. Conduciremos la canoa de manera que no entre ni una sola gota de agua.

8. Como veis, el viaje resultó mejor de lo que os habíais imaginado pues ya hemos cruzado la mitad del río. No tengáis miedo de los monstruos que sacan sus cabezas del agua abriendo sus fauces como si quisieran tragar mundos enteros.

9. Ya hemos llegado. Salid antes que yo, porque voy a amarrar la canoa.

No muy lejos de aquí, en un valle bastante profundo, veréis un pueblo muy sucio. ¡Vamos allí para ver lo que pasa! Ya estamos. ¿Os gusta el panorama?

Veo que os da escalofríos... Pero os digo que esto de aquí es todavía relativamente decoroso...».

10. «¡Válgame Dios!», exclaman los visitantes. «Nos damos por contentos con lo que se ve aquí: las casas de este pueblo, extremadamente sucias, más bien parecen los restos de un incendio. Y las personas que vemos tienen un aspecto tan andrajoso que difícilmente podríamos imaginarnos en la Tierra algo más desastroso.

Ahora se nos acerca una pareja. El hombre está medio desnudo. Las partes visibles de su cuerpo son sarmentosas y sucias y su pecho parece como abrasado. También la cara y el cabello parecen medio quemados.

Aquello que le acompaña debe ser una mujer. ¡Qué aspecto más miserable! ¡Realmente da la impresión de que hubiera estado enterrada tres años! Sólo lleva por encima de los hombros un trapo tan asqueroso que debe haberlo sacado ahora mismo de una cloaca. Sus pies están totalmente descarnados y, ¡vaya brazos! De uno no se ven sino huesos quemados y el otro no es sino un puro absceso. Su cabeza ni se puede describir... Para encontrar en su cara el menor rasgo de algo que no sea la propia muerte, habría que ser clarividente...».

11. «Pues sí, hermanos míos, ¡así es! Pero no os apesadumbréis mucho por el aspecto de esta pareja, todavía relativamente normal, porque no es más que el principio de lo que en esta región os espera todavía... ¡Entremos ahora en el propio pueblo y veréis cosas que os llamarán poderosamente la atención!

12. Ya está ahí la primera casa. Ahora mirad por esa ventana tan baja.

Parece que os habéis espantado, ¿qué habéis visto?

¡Es evidente que por aquí no hay perfumerías! En el suelo de este cuarto veis seres humanos agachados, medio podridos, trasteando entre sus carnes sueltas... ¡Y cómo apestan! Esto, por supuesto, no tiene nada de bonito. Pero no puede ser de otra manera, porque aquí el amor a la carne se manifiesta así».

13. «¿Pero están estos seres totalmente perdidos?», preguntan los visitantes al guía.

«Sabéis muy bien que el Amor y la Misericordia del Señor son ilimitados. ¡Pero antes de que estos seres puedan pasar a un estado en el cual sea posible auxiliarles, toda su carne, es decir, todo su placer carnal, tiene que ser consumido de tan inmunda manera!

14. ¿Pensáis acaso que estos seres, por muy miserables que os parezcan, son infelices en tal estado? ¡Ni mucho menos! Si tal fuera el caso, entonces procurarían remediarlo; porque a cada uno de ellos le queda todavía suficiente fuerza para poder arrastrarse hasta el río, cuyas aguas tienen poder curativo. Pero su elemento es el placer carnal, por lo que rebuscan en su carne hasta que esta quede totalmente consumida».

15. «¿Pero tienen algo para comer, si es que todavía son capaces de digerir algún alimento?».

16. «Id a la casa vecina, mirad por la ventana, y podréis asistir a una de sus comidas», les aconseja el espíritu anfitrión. «Pero ¿qué os pasa? ¿Qué os ha hecho saltar atrás? Veis, también eso es un exceso del placer carnal: Se abandonan de tal manera a la sensualidad carnal que, mordiéndose entre ellos, consumen los restos de su propia carne medio podrida y llena de gusanos. Pues toda su carne tiene que acabarse para que pueda ser liberada hasta la menor chispa de un posible espíritu algo mejor que todavía pudiera encontrarse en ellos».

17. «¿Acaso estos seres miserables no tienen siquiera una ocupación?».

«También eso lo veremos en seguida. Mirad por aquella ventana medio descolgada y podréis ver una de sus trabajos. ¡De nuevo saltáis para atrás! ¿Qué habéis visto?

¿Acaso es algo insólito que, en la verdadera Luz, se refleje cómo los habitantes de esta casa recogen restos de carne medio podrida de las cloacas para envolver con ellos sus huesos descarnados y, una vez que sus esqueletos están algo cubiertos, volver a entregarse inmediatamente al acto sexual, empleándose a fondo para conseguir aún más placer sensual?

18. ¿Por qué estáis tan profundamente sorprendidos? ¿Acaso en la Tierra las costumbres son mucho mejores?

¡Si pudierais ver con la vista espiritual la carne fresca que en la Tierra llama tanto la atención, vuestro asombro sería mayor que aquí!».

19. Preguntan los visitantes: «¿Pero acaso estos desgraciados no tienen ni una mínima idea sobre el Señor ni ningún deseo por Él?».

«Continuad el camino y cerca de aquella colina veréis algo así como la cochambrosa ruina de una ermita. ¡Acerquémonos a ella pues quién sabe qué sorpresas os esperan! Detrás, mirando a la cuesta, hay una puerta derrumbada. ¡Echad una ojeada dentro y en seguida os pondréis al tanto de la situación!

20. ¿Pero qué es lo que os ha cortado la respiración? Si ante situaciones semejantes cada vez os quedáis medio desmayados, ¡poco adelantaremos! Todo lo que hasta ahora visteis es algo totalmente natural...

Reflexionad un poco. El hombre lascivo y sensual lleva sus tendencias continuamente consigo. Incluso cuando visita una iglesia puede ver lo que quiere pues su amor carnal continua vivo. Estos impulsos carnales teñirán todo objeto que mire. De modo que, en la luz espiritual, todo lo que mira un hombre lascivo y sensual pone de manifiesto lo repugnante.

Por ello sólo habéis visto en esta especie de capilla órganos genitales de ambos sexos en vez de altar, e incluso un pequeño crucifijo colgado en un rincón decorado con adornos de la misma clase. También habéis visto alguna gente contemplando absorta y soñando con las tan particulares obras de arte de este museo».

21. «Todo esto nos parece un poco exagerado...».

¡«Pues es la pura verdad! ¡Cuánta gente hay en vuestra Tierra que sólo de vez en cuando se acuerda del Señor al ver una escultura o una imagen de Él que, por supuesto, no es más que una representación exterior y muy tosca! ¿Por cuánto tiempo se acuerdan? Basta una mirada a la piel de una joven cercana para que, inmediatamente, el recuerdo del Señor se vea mezclado y adornado con toda clase de atributos carnales.

En la esfera de la Tierra todo eso queda oculto tras la piel; pero para el espíritu se manifiesta de forma nítida».

22. «En este mismo barranco, más adelante, hay muchas tabernas parecidas. ¿Acaso en ellas todos estos desenfrenos carnales se acentúan aún más?».

23. «¿Queréis convenceros de ello en la próxima casa?», les pregunta el guía. «Veo que vaciláis, así que no insistiré; os digo que estos extravíos son cada vez más repugnantes. Tan sólo en la próxima casa hubierais visto toda clase de perversiones con niños, etc.

Y como contemplar todas las demás atrocidades más bien os perjudicaría que os serviría, mejor es que no las veáis.

24. Quiero deciros también que la apariencia de los hombres es cada vez más carnal a medida que nos alejamos del río hacia el interior del barranco. La razón es la siguiente: La distancia al río es una función de la carne que todavía les queda, de modo que quienes se encuentran más cerca están más liberados de ella.

25. Si echáis una última ojeada, veréis que al fondo del barranco hay incluso algunas casas ardiendo».

«¿Qué significa esto?».

«Allí el placer carnal desemboca en la pura maldad, similar a la que hay en vuestra Tierra a consecuencia de celos exagerados.

Como nuestra visita a este barranco ha terminado, vamos a otro pueblo. ¡Pero no os hagáis ilusiones, aún veréis mayores horrores!».

Capítulo 18. Manifestaciones de la usura en el Más Allá

1. Continúa el espíritu anfitrión: «Antes de que nos acerquemos a aquel otro valle, contestaré una pregunta que deseabais hacerme. Queríais saber si todo lo que acabáis de ver es el auténtico infierno. En realidad no puedo decir ni sí ni no. Por supuesto lo que habéis visto es absolutamente infernal, pero aun así no se trata del infierno mismo. Lo que acabáis de ver no es más que una panorámica completa del vicio, sobre todo el referente a los excesos del hombre.

Donde visteis los seres más consumidos, el vicio está ya menguando. Pero donde los habéis visto con apariencia más natural y actuando carnalmente, la energía viciosa que implica su gran avidez todavía está unida a la capacidad física necesaria para entregarse al vicio.

Lo mismo podéis observar en vuestra Tierra donde, seguramente, habréis coincidido con personas que, debido a una vida entregada a toda clase de vicios, han arruinado su carne de manera tal que ni con toda clase de estimulantes artificiales son ya capaces de volver a reanimarla.

2. Ya sabéis pues que todo lo que habéis visto no es el infierno mismo, pero tampoco su ausencia. Con este conocimiento podemos continuar nuestro camino hasta el próximo valle.

3. Entre él y este en el que estamos ahora no hay más que una montaña. Sólo con subirla ya tendremos una primera impresión del otro pueblo. Como lo deseáis, ya estamos sobre su cima. ¿Qué os parece este otro pueblo?».

«Observándolo desde esta distancia, produce mejor impresión que el anterior. Aunque el hecho de que esté orientado más hacia la tarde que el anterior, hace sospechar que no debemos esperar nada bueno de él», observan los visitantes.

«Tenéis razón; así es...».

4. «¿Por qué son estas casas mucho más grandes y respetables que las del primer pueblo?».

«¡Bajemos al pueblo y nada más entrar encontraremos respuesta a vuestra pregunta!», recomienda el guía. «Bueno, ya estamos delante de la primera casa. La fachada de delante está pintada de un blanco sucio y no tiene ventanas ni puerta de entrada».

«Y eso, ¿por qué?».

«Porque está orientada hacia la mañana, lo que para los vecinos de este pueblo es una pesadilla. Así que tendremos que dar media vuelta a la casa para poder ver su interior. Ya estamos frente a una gran ventana. ¡Mirad dentro, a ver que pasa!

Vaya, si ya os echáis para atrás en esta primera casa, ¿qué ocurrirá en la próxima?».

5. «¡Válgame Dios!, ¡esto es inaudito e inimaginable! Sentado en un banco muy ancho hay un monstruo de tamaño inhumano. Tiene una panza que cubre la mitad de la habitación y descansa en el suelo. El cuello lo tiene tan lleno de asquerosos bultos de grasa que ya no caben más. ¡Ante él hay unos cuantos hombres flacos, más bien esqueléticos, que le ruegan que se los coma! Y, realmente, en la mesa de este panzudo hemos podido ver varios esqueletos mordisqueados. Al fondo hay algunos hombres que le maldicen. Furiosos, quieren ponerle las manos encima. Pero les retienen aquellos a quienes el monstruo ha prometido devorar.

¿Qué querrá decir este cuadro tan horroroso? ¡Cualquiera lo comprende!».

6. «Amigos», responde el espíritu anfitrión, «os digo que si no lo comprendéis a primera vista, debe de ser que andáis totalmente ciegos en vuestro mundo.

7. ¿Acaso no es la imagen perfecta de un usurero o la de un industrial, que tienen la codicia de apropiarse de todo lo que pueda darle intereses? Intentad determinar el campo de acción de semejante usurero, ¿acaso no es ilimitado? ¿Tendría el menor escrúpulo en apoderarse, si pudiera, de todos los tesoros y riquezas del mundo? ¿Derramaría una sola lágrima si todas las viudas y huérfanos de la Tierra quedasen sin sustento?

8. Os digo que numerosos pobres acuden a él, sacrificándole todas sus fuerzas por un sueldo indigno. Otros le traen todos sus modestos bienes y son felices si los acepta a cambio de una compensación ridícula.

9. Otros pobres, inexpertos en asuntos mundanos pero conscientes de las canalladas del rico, le amenazan de muerte. Pero los primeros, que dependen del usurero, hacen fracasar el golpe porque son conscientes de que con su muerte acabarían aún mucho antes que si continua explotándolos inhumanamente. ¿Qué os parece la imagen?».

10. «¡Es terrible!», le responden los visitantes.

«Pues representa el vicio de la usura con toda claridad. Pero tengo que advertiros que todo esto no es más que el principio. Vayamos ahora a la próxima casa, un poco más grande, y veremos lo que pasa en ella.

11. Ya estamos delante de la ventana que nos interesa. Fijaos bien porque esta casa es más grande y, además, las dos ventanas de atrás son muy pequeñas y están muy sucias, por lo que el interior resulta muy oscuro.

Otra vez saltáis hacia atrás, reacción por la que se ve que habéis visto lo que hay.

Os comprendo muy bien porque lo que ocurre aquí hace que incluso espíritus fuertes como nosotros perdamos nuestra serenidad. Veo que tendré que explicároslo, pues no encontráis palabras.

12. También se trata aquí de un ser repugnantemente sobrealimentado. Tiene la barriga horriblemente hinchada. Su cara está marcada por fauces como las de una hiena y los brazos recuerdan más bien dos boas. Los pies parecen los de un oso. Sobre la barriga lleva una especie de altar en cuyo centro se alza un espetón de dos filos en los que hay ensartados unos cuantos flaquísimos seres humanos. Uno de los brazos de boa está ocupado en sacar a los ensartados, uno tras otro, para llevarlos a las fauces del voraz monstruo, mientras que el otro se mueve continuamente por todos lados para atrapar a los infelices que se encuentran encerrados en la sala. Al que atrapa, lo aplasta y lo ensarta en el espetón. Los lamentos de los desgraciados no hacen sino estimular la actividad del brazo.

13. De modo que ya habéis visto algo más. ¿Qué os ha parecido?».

«¡No nos ha gustado en absoluto! Sabemos que en la Tierra las cosas andan mal, ¡pero esta imagen ha de ser exagerada!».

14. El guía explica: «Aquí nunca hay exageración ni a favor ni en contra, sino siempre la auténtica y pura realidad. ¡Observad a ciertos industriales de vuestra Tierra! ¡Tomad una medida para medir con ella las dimensiones de su codicia! ¡Y luego comparad sus brazos con los del monstruo de aquí!: uno está continuamente ocupado en embolsarse lo que pueda, mientras que el otro, con astucia, sutileza o por la fuerza, sale en busca de más botín. Cuando captura algo, en seguida la captura se vuelve víctima de su codicia y termina en el espetón del altar que habéis visto».

15. «¿Por qué se encuentra ese altar precisamente sobre la barriga del monstruo?».

«Porque la barriga corresponde a toda las variedades de la vil codicia, del egoísmo y del amor propio. Su grosor corresponde al exceso del amor propio, y el altar que está sobre ella representa lo mundanamente venerable y augusto y, por lo tanto, caracteriza la naturaleza orgullosa y altiva de esa clase de industriales».

16. «Y ¿qué significa el hierro, o sea, el espetón de dos filos que hay encima del altar?», preguntan los visitantes.

«Deberíais haberlo comprendido nada más verlo. ¿Acaso nunca oísteis nada sobre un derecho mercantil y sobre un derecho cambiario? ¡Ahí los tenéis encima de ese altar! Sólo hace falta que un desgraciado se deje pillar y enredar, y será atrapado infaliblemente. Y, sin la menor consideración, se convertirá en una víctima más del espetón de estas leyes».

17. «¿Quiénes son todos estos miserables a quienes les cabe semejante suerte?, y, ¿por qué tiene el espetón dos filos?».

El guía responde: «Los más expuestos a ser cogidos son los comerciantes al por menor, sobre todo los proveedores que no tienen más remedio que vender sus productos a especuladores de categoría. Luego, sus mismos empleados y todos aquellos que de una u otra manera dependen de ellos. El espetón de dos filos los vigila constantemente.

18. ¡Y el por qué de los dos filos es más que evidente! Uno de ellos representa la política comercial. Y el otro, aquello en lo que se apoya la política comercial: el derecho que se le otorga para poder organizar todos sus procedimientos de manera tal que siempre le produzcan un máximo de ganancias usurarias. Si todavía tenéis dudas, decidme, ¿dónde hay una ley que prescriba al comercio un margen de ganancias? Así que ya veis que esa espada tiene dos filos cortantes: uno la política mercantil que os es bien conocida y otro la codicia ilimitada, dos filos tan estrechamente unidos como los dos filos de una espada...».

19. «Pues sí, ahora vemos que esta imagen es correcta. ¡Pertenece al infierno más bajo!».

«Bueno, en cierto sentido tenéis razón, aunque sigue valiendo lo que dijimos antes. Porque todo lo que habéis visto no hace más que caracterizar el vicio en sí, sin referirse a los personajes que realmente lo practican. Por eso repito que lo que habéis visto es absolutamente infernal, pero aun así no se trata del infierno mismo. Si todo eso lo vierais en el verdadero infierno, os digo que a la primera ojeada de lejos lo habríais pasado bastante peor que aquí, tan cerca del escenario.

20. Como veis, en este barranco repugnante hay todavía muchas casas de esta clase. Pero como en cada una de ellas el vicio se vuelve indescriptiblemente más intenso y cruel, conformémonos con estas dos; en la siguiente el espectáculo ya os resultaría insoportable, porque cuando este vicio entra en la esfera de los celos ardientemente avariciosos, todo se vuelve puramente infernal, demasiado fuerte para vuestros débiles ojos.

21. Por eso vale más que vayamos ahora al tercer valle donde veréis algo muy distinto».

Capítulo 19. La representación del despotismo en el Más Allá

1. El espíritu anfitrión continúa: «Para llegar a ese valle habrá que cruzar esta sierra, bastante alta. Como lo deseáis, ya estamos sobre ella. Mirad ahora hacia abajo, un poco más hacia la tarde, y dicho pueblo no escapará a vuestra vista».

2. «Pero hermano, vemos una especie de montículos construidos toscamente, pero nada que se parezca a un pueblo».

«Bien observado. Y si os fijáis en el fondo del barranco, donde este se vuelve más y más estrecho y oscuro, podréis ver montículos parecidos en gran cantidad».

«¡Pero ahí dentro no podría vivir nadie, ni con la forma de existencia más miserable!», observan los visitantes.

«¡Esperad un poco y en cuanto hayamos llegado, las cosas se presentarán de otra manera! Ya que lo deseáis, podemos emprender el descenso.

3. ¿Veis?, ya nos encontramos ante el primer montículo. ¿Qué impresión os causa? ¿Os encogéis de hombros? ¡Acercaos un poco más y pronto dejaréis de mover la cabeza!

4. ¿Por qué, de repente, dais semejante salto atrás? Ya os advertí que los montículos no estaban tan vacíos como parecía desde lejos».

«Por Dios, ¿qué es esto? Nada más acercarnos un poco, ¡e inmediatamente una gran cantidad de víboras asoman sus cabezas, amenazándonos con sus fauces venenosas! ¿Es posible que estos montículos no sean sino nidos de serpientes? ¿No hay algo más humano aquí?».

5. «Para saberlo», dice el guía, «tendremos que dar una vuelta para acercarnos al montículo por el norte y observarlo desde allí. Pero atención, ¡hay que proceder con mucha prudencia! Así que seguidme y mirad disimuladamente por encima de mi hombro. ¡Así veréis lo que os interesa!

Ya estamos en el lugar adecuado. Ahora mirad y, a ras del suelo, observaréis una entrada, parecida a la de una zorrera. Cuando veáis algo, por muy horrible que sea, debéis manteneros absolutamente tranquilos. Porque el menor movimiento brusco o el menor grito de pavor podría hacer que tuviéramos que huir precipitadamente.

6. ¿Ya habéis echado una ojeada dentro? Veo que sí, por lo tanto apartémonos de aquí pues este montículo tiene miles de oídos al acecho. Bueno, ya nos hemos apartado y podéis contarme lo que habéis visto».

7. «Hermano, ¡ha sido algo horroroso!», exclaman los visitantes. «En el fondo vimos a un ser que tenía el aspecto de un dragón horroroso, aunque su cabeza todavía conservaba vestigios de ser humano. Pero en vez de pelos sólo se veían incontables víboras, serpenteando a la espera de cualquier presa que osara acercarse.

8. A lo largo de las paredes, en primer plano, se veían muchas figuras humanas atadas de pies y manos, y muchas serpientes libres reptando entre ellas y mordiéndoles las venas para chuparles la sangre. El monstruo sujetaba una espada incandescente con la mano derecha, en cuya muñeca estaba enroscada una serpiente, y, con la otra mano, sostenía un rollo de papiro. Una serpiente que se había enroscado en el brazo izquierdo del monstruo movía su lengua nerviosa por el texto, como si quisiera llamarle la atención sobre algo muy importante. Después vimos que, desde el fondo oscuro, llegaban más serpientes arrastrando a unos desgraciados seres humanos. Inmediatamente el monstruo levantó su espada incandescente y descuartizó algunos de ellos. A los que quedaban, otras serpientes provistas de brazos les ataron las manos y los pies, y los juntaron con los demás. Y eso es lo que vimos, ni más ni menos.

Pero dinos, hermano, ¡no es posible que en la Tierra haya un vicio que corresponda a esta imagen tan horrorosa!».

9. «Os digo que sí los hay», contesta el espíritu anfitrión, «¡los hay increíblemente más viles todavía! ¿No adivináis lo que representa esta imagen? Representa la tiranía de una política mundana movida por la ambición de poder. Cada uno de los que simpatizan con el despotismo se parece a ella en su interior. Por supuesto, no debéis colgar esta imagen a la sabia sagacidad política de reyes y soberanos ungidos por Dios que, necesariamente, tienen que vigilar a sus pueblos para mantener el orden. Por ella sólo hay que entender la astucia infernal con la que hombres, sea cual fuere su condición, intentan conseguir cualquier puesto de poder mediante la adulación más vil. Inmediatamente que lo logran, se parapetan tras una humildad, insignificancia y frugalidad aparentes. Pero su casa está repleta de serpientes que, parecidas a espías taimados, están continuamente alertas por si acaso se acercara algo que pudiera perjudicar esa hipócrita frugalidad. Si se aproxima un sospechoso, será capturado y arrastrado ante el propietario de la vivienda. Lo que luego les pasa a las presas ya lo habéis visto en la imagen.

Las víboras que, en vez de cabellos, hay en la cabeza, representan el ansia perpetua de tener cada vez más poder. La espada incandescente empuñada por la mano con la serpiente enroscada representa el cargo de soberano obtenido con artimañas, un cargo que autoriza a ejercer el poder que se le otorga. Que la espada esté incandescente muestra la severidad despiadada de la tiranía. La serpiente enrollada en la mano muestra que tal espada es manejada con gran astucia. El papiro en la otra mano, también con otra serpiente, representa la rufianería de un ser ávido de mandar, a cuyos planes nadie tiene acceso, salvo su propia astucia.

10. La imagen de las serpientes que arrastran a unos infelices desde el fondo, indica que la polifacética astucia del tirano los ha cautivado. Las serpientes inmensas como brazos humanos que atan a los cautivos, son los cómplices pagados del tirano. Las cadenas caracterizan el estado de absoluta esclavitud en el que se hallan todos aquellos que se encuentran bajo su espada.

11. ¿Todavía os parece exagerado todo esto? Entonces os pondré un ejemplo de los que hay muchos en la Tierra, precisamente en la época actual20, y ya veréis si la imagen es exagerada o no:

12. Fijaos en los pérfidos revolucionarios que, con el éxito de sus viles maquinaciones, se han erigido en los mayores monstruos de la humanidad, de los cuales ni siquiera un Robespierre es el peor entre todos esos incontables malvados que han llevado a la pobre humanidad a la desgracia física y espiritual. Esa política verdaderamente satánica e infernal es la representada en esta imagen, aunque sólo superficialmente.

13. Si fuera conveniente mostraros lo que pasa en los montículos que están más al fondo del barranco, os aseguro que hasta el más valiente de vosotros sería incapaz de encontrar palabras para describirlo. Todo ello forma parte del más profundo infierno.

Desde la cumbre habéis visto la gran cantidad de montículos parecidos que hay en este valle tan horroroso. Pues he de deciros que en cada montículo ulterior las condiciones son mil veces peores que en el anterior.

14. Os tengo que confesar que sólo pueden pasar por este valle y salir indemnes los espíritus angélicos más poderosos, preparados por el Señor precisamente para esta tarea. Acompañándome vosotros no me arriesgaría a acercarme ni siquiera hasta el tercer montículo. En el primero, el afán de dominar es sólo mundano, de modo que, con el cuidado debido, lo espiritual no corre riesgo de sufrir perjuicio alguno. Pero cuando el afán de dominar empieza a meter sus brazos de serpientes en lo espiritual, lo que sucede en el segundo montículo, entonces todo espíritu habrá de tener cuidado en no acercarse a ninguno de ellos.

Ya habéis visto más que suficiente de este valle. En la próxima visita, todavía en esta misma región, os llevaré a una cumbre más segura, desde donde tendréis una vista global de las diversas situaciones de esta zona norteña».

Capítulo 20. Una visita al infierno

1. El guía continúa: «Para llegar a la cumbre en cuestión, pasaremos antes por el lado matutino de esta cordillera norteña y subiremos desde allí. Pues el lado septentrional es demasiado horrible para continuar nuestro camino. Iremos de manera espiritual y en seguida estaremos sobre el terreno.

2. Ya nos encontramos en el primer valle. ¿Veis, donde fluye el río, la pareja que observamos antes? Están lavándose con su agua y, en parte, ya tienen un aspecto bastante mejor.

3. Eso representa el estado del hombre que se ha cansado y arrepentido de su vicio carnal, y tiene un gran deseo por mejorarse y renunciar a este vicio, así como a cualquier otra clase de pecado. Ya veis lo difícil que resulta semejante proceso de purificación. Ese río torrencial tiene muy pocas entradas que sean accesibles a semejantes pecadores y tampoco ellos deben penetrar demasiado en el río porque aparecen sombras que amenazan a los penitentes con tragárselos.

4. Pero cuando, pese a todo, los penitentes mantienen intrépidamente su determinación, entonces se vuelven cada vez más valientes, resistentes y sanos. Y cuando están suficientemente fuertes, continuarán su peregrinación hacia la dirección de donde viene la corriente: entre la mañana y la medianoche. Una vez que llegan a donde desde aquí se ven unas colinas en ambas orillas, habrán alcanzado el único puente que permite el paso al otro lado del río. Y sólo desde allí podrán dirigirse a la región crepuscular.

5. Ya conoceréis las particularidades de esa zona después que hayamos visitado esta región norteña. Así que, ¡adelante! Subamos a la altura conveniente».

«¿Podemos ver el punto de destino desde aquí?», preguntan los visitantes.

«¡Por supuesto!», les responde el guía. «Allí arriba, a lo lejos, veis una cumbre entre blanca y gris. Este será nuestro puesto de observación.

6. Parece que os horroriza la cumbre tan escarpada, pero no os preocupéis porque la escalaremos con la misma facilidad con la que hemos llegado a la altura en la que nos encontramos. Vosotros lo queréis y ya hemos llegado al puesto de observación previsto. Quiero advertiros que no os acerquéis demasiado al precipicio, sobre todo al que da hacia el norte, que se encuentra en una oscuridad total.

7. Aproximaos ahora a mí y fijaos en aquellos tres barrancos lejanos en dirección de la tarde. Son los mismos que ya hemos visitado antes. Pero desde aquí veis que tras ellos aún hay siete más. Y si os fijáis bien, también veréis que en ellos hay muchos hoyos de los que sale un humo gris negruzco.

8. Representan el estado del hombre durante su vida en la carne, cuando está consciente de lo que es verdadero pero, intencionadamente y por su maldad, actúa en contra de la Verdad y la invierte. Los hoyos con sus aberturas orientadas hacia la luz del mediodía representan la comprensión de lo que es la Verdad divina, mientras que el humo que sale de ellas corresponde a la inversión deliberada de la Verdad en lo vano y falso. El fuego oculto -origen del humo- es el foco de la maldad, una consecuencia del egoísmo y el despotismo. En este foco de maldad toda buena semilla de Luz se convierte en semilla de mala hierba.

La mala hierba se prende en el fuego oculto, se quema y se disuelve en el humo que habéis visto.

9. Los siete barrancos están todos separados por cordilleras que tienen diez cumbres, cada una rematada con una capilla. Todas estas diez cumbres representan las tablas de la excelsa ley de Moisés. Las capillas que hay en ellas representan la sabiduría de esta ley, y los siete barrancos separados por las cordilleras representan la ley séptupla del amor al prójimo.

10. Se ve muy bien que en los valles, al pie de cada colina, hay uno de esos hoyos humeantes. Eso representa el minamiento de la Ley divina y la completa extinción del amor al prójimo. Ese humo resulta más nocivo que la pestilencia: con una sola vez que la víctima lo respire, queda tan perturbada que ya no se atreve a moverse ni a apartarse de la humareda».

11. «¿Qué pasa entonces con las víctimas?».

«Observad como desde las capillas salen unos seres que vienen en su auxilio. Pero ya veis que muy pocas víctimas permiten que se las lleven; la mayoría persiste en quedarse. Hacen más caso a los enviados negros que salen de los hoyos. Les siguen adentro en vez de seguir las instigaciones de los habitantes de las capillas, los cuales intentan salvarlas.

12. Esta es una imagen auténtica de vuestro mundo actual, que representa el tipo de depravación de los hombres de la Tierra cuando todavía están en la carne.

13. Esta enorme cordillera en la que nos encontramos tiene una extensión infinita que separa la avanzadilla de la región de la medianoche de la auténtica y absolutamente oscura que se encuentra detrás de nosotros.

14. Pero antes de que la echemos una ojeada, veamos todavía algunos detalles en dirección de la mañana.

15. Después de los tres barrancos que ya hemos visitado personalmente, veréis otros siete valles. Están bastante más elevados que los que acabamos de observar en dirección de la tarde, y en ellos hay muchos pueblos. Pero también veréis que no hay un verdadero orden por parte alguna. Poca vida se nota y los campos de cereales parecen abandonados. Donde algo crece, se trata más bien de malas hierbas. Sólo el último de esos siete valles presenta un aspecto algo mejor; no obstante, todavía prevalece el desorden.

16. También veis algunas capillas en las colinas que separan los valles. Sus benévolos guardianes han preparado por todas partes caminos relativamente confortables aunque, aun así, a los habitantes de aquellos pueblos les parecen demasiado incómodos y fatigosos, pese a los bonitos jardines que hay alrededor de las capillas y a la preciosa vista que se disfruta desde las cumbres, desde las cuales pueden contemplarse, más allá del río, los vergeles de la mañana eterna. Pero todo ello no puede estimular a esos perezosos a salir de sus alcobas y a subir a las pequeñas capillas».

17. «Pues sí, vemos que así es», reconocen los visitantes. «¿Y qué significa todo eso?».

18. «No os diré más de lo que el Señor le dijo a Juan referente a la comunidad de Laodicea: “...porque eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca21”.

Realmente, no hace falta que os diga nada más. ¡Comparad vuestro mundo de “gente bien” con esta imagen y la veréis confirmada en todos los detalles!

19. Acaso no se dice en el mundo: “Yo, de todos modos, no hago nada malo. Entonces, ¿qué me importan a mí los mandamientos, llamados divinos? Si me mantengo tranquilo y no hago mal a nadie, ¿qué más se me puede pedir?”. A causa de estas ideas, toda la población de la región se retira a sus cabañas y nadie se preocupa por los demás. Cuando alguien llama pidiendo auxilio, nadie sale de su escondite.

A lo sumo, alguien le contestará desde el mismo: “¡Ayúdate a ti mismo como puedas! Cuanto yo tenga algún problema, también yo me ayudaré a mí mismo. ¿Qué me importas a mí tú? ¿Qué te importo yo a ti? ¡Que cada cual se valga por sí mismo!”.

20. Todo esto es característico de vuestro mundo. Así como este río funesto separa vuestro mundo, prácticamente por completo, de las regiones bienaventuradas, también separa todas las otras regiones malvadas de las bienaventuradas. Esta región termina en la misma cordillera fronteriza que separa este lado del de allá, del de la región que ya vimos antes mirando hacia la tarde. Y todos los valles que habéis visto ahora, conducen a esa enorme cordillera, en la que se vuelven cada vez más estrechos, hasta terminar en túneles subterráneos muy oscuros que conducen en línea a las regiones oscuras que se encuentran detrás de nosotros».

21. «¿Y qué significa todo esto?».

«Os lo voy a decir: Después de haber contemplado la parte de delante, también podremos arriesgarnos a mirar la de atrás. Sólo con tres ojeadas habréis visto ya más que de sobra. ¿Qué veis?».

22. «De momento no vemos nada, a no ser la oscuridad de la noche».

«¡Mirad otra vez! ¿Qué veis ahora?».

23. Los visitantes están asustados: «Pero, ¡esto es espantoso!, ¡es más que espantoso! Es como si todo fuera puro fuego y como si por todas partes hubiera culebras reptando entre las llamas».

«Mirad una tercera vez, ¿qué veis ahora? Os habéis quedado sin palabras, porque lo que habéis visto en la última ojeada es el primer grado del verdadero infierno. ¡Y aún hay un segundo y un tercer grado! Pero más vale que no los veáis, porque allí se halla la muerte absoluta y la visión más fugitiva acabaría con vosotros. Todo eso sólo os lo mostré para que supierais a dónde llevan todos esos túneles subterráneos en donde desembocan inevitablemente todos esos valles.

24. Ahora que conocéis las inmensas profundidades a las que llegan esas paredes escarpadas que desembocan en abismos eternamente oscuros, también os quedará claro lo difícil y pesada que tiene que resultarle la vuelta a un espíritu maligno.

25. La propia base en la que ahora nos encontramos corresponde a esa máxima libertad del hombre encarnado, en la que es absolutamente consciente de lo verdadero y de lo falso, y de lo bueno y de lo malo que lleva dentro de sí.

26. Aquel que haya llegado a estas alturas, ya ha encontrado el verdadero significado de la vida y ya no puede caer en la perdición, a no ser que se tire al vacío desde dicha altura, lo que es poco probable.

27. Descendamos ahora de estas alturas porque la barca nos está esperando. Vosotros lo queréis, de modo que ya hemos llegado. Subid a la barca y yo soltaré la amarra. Veréis que pronto estaremos en la otra orilla, en la bienaventurada. Ya estamos en el comienzo del viaje.

28. Esta vez se presentan muchos más monstruos que en las travesías anteriores, monstruos que quieren devorarnos. Pero como ya hemos llegado a tierra firme, ¡que claven sus dientes en la barca!».

Capítulo 21. Visita a la región de la tarde

1. El espíritu anfitrión propone hacer una visita a la región de la tarde. Y luego dice: «Ya estamos en camino. A la izquierda podéis ver una cadena de montañas muy extensa que rodea una vasta llanura. En las altas crestas hay una flora de cedros y otros árboles hermosos. Cada una de las cumbres está adornada con una pirámide en cuya punta brilla una estrella luminosísima. Justamente delante de vosotros veis un valle muy amplio que, hasta donde llega vuestra vista, tiene el aspecto de ser muy fértil. Aquí y allá se divisan bonitos edificios y muchas personas que se dedican al cultivo de los campos. En conjunto, ¿no os recuerda este panorama a la Tierra?

2. Hacia la derecha se ve otra cordillera cuyos valles están poblados de bosques, y, de vez en cuando, se contemplan viviendas campesinas. Por encima de los bosques se levantan unas montañas escarpadas cuyas cumbres más altas están cubiertas de nieves eternas».

3. «Este paisaje es precioso», reconocen los visitantes, «y si, además, hubiera algún lago o un río, entonces difícilmente podría imaginarse uno un panorama más fantástico».

4. «Sed pacientes y pronto lo tendréis todo en abundancia. Pues estamos penetrando en la región de la tarde a una velocidad inconcebible para vosotros. Fijaos en aquellas cordilleras embellecidas con las pirámides y veréis cuánto hemos adelantado...».

5. «¿Pero cómo es esto posible? ¡Ni siquiera distinguimos ya dónde empezaba la cordillera! Sólo vemos que a esta gran distancia ya no pueden distinguirse las estrellas tan preciosas que brillaban sobre las pirámides como si fueran chispas del Sol».

«Pues si, hermanos», responde el guía, «aquí se viaja con una rapidez enorme, sin que el viajero se dé cuenta. Si en las condiciones físicas os fuera posible viajar con esta misma rapidez, en un momento, dejaríais millones de campos solares22 atrás...».

«¿Cómo es posible todo esto?».

«Os será explicado en otra ocasión. ¡Continuemos ahora!».

6. «Allí en el fondo se ve una zona resplandeciente, sobre la cual centellean muchas estrellas. ¿Qué significa todo esto?», preguntan los visitantes.

7. «Tened un poco de paciencia, ya vamos a llegar. ¡Mirad ahora hacia la derecha! ¿No es un lago como el que habíais soñado? Veo que os gusta. Y ahora fijaos en las muchas islas preciosas que se levantan en las aguas puras y lisas como un espejo. Todas ellas están habitadas y cada una tiene una casa. Hay muchas barcas repletas que van de isla en isla. Veo que estáis impresionados, ¡y aún no habéis visto ni la centésima parte! Cuanto más adelantemos, tanto más se ensanchará el lago.

8. Como veis, la orilla de la izquierda forma una faja bastante ancha hasta donde acaba la cordillera. Tendremos que continuar todavía un buen rato hasta llegar a donde el lago cubre todo el valle. Desde aquí se ve que a la izquierda, encima de una colina enteramente verde, hay un precioso templo con una cubierta dorada».

9. «También se ven muchos hombres en este templo abierto, todos vestidos de blanco. ¿Qué hacen?».

«Aquí delante de nosotros acaba de pararse una de las barcas y un grupo de hombres baja para dirigirse al templo. ¿Por qué no le preguntáis a uno de ellos qué es lo que les atrae de este templo? Veo que no os atrevéis, de modo que se lo preguntaré yo mismo».

10. Y, dirigiéndose a uno de aquellos hombres, toma la palabra: «Escucha, amigo y hermano en el Señor, ¿qué es lo que os trae al templo edificado en esa colina verde?».

«“Amigo y hermano en el Señor” como tú mismo has dicho. Si no sabes qué me atrae, dime: ¿De dónde vienes?».

«¿Por qué miras hacia el sitio desde donde vengo?».

«Estoy mirando hacia la mañana».

El guía insiste: «Si miras hacia la mañana desde donde vengo, ¿cómo es posible que me preguntes de dónde vengo? A causa de los que me acompañan te insto a que hables con claridad».

11. El hombre hace una reverencia y responde: «Poderoso mensajero del Señor, un sabio procedente de la mañana, un hermano al que seguramente conoces muy bien, enseña aquí el amor del Señor. Y nosotros venimos para oír sus palabras de gran sabiduría».

«¿Cuánto tiempo hace que vivís aquí como habitantes inmortales de estas islas?».

«Poderoso mensajero del Señor, según la noción del tiempo en la Tierra, llevamos viviendo aquí más de cien años».

«¿No os interesa acercaros hacia la mañana?», indaga el guía.

12. «Desconocemos el camino. Nos mandaron a esta isla donde tenemos alojamiento y sustento, y después ya no vino nadie para indicarnos qué debíamos hacer para progresar. Nunca hemos tenido el valor de emprender semejante viaje por iniciativa propia, viaje que, según pensamos, debe resultar interminable. Los más sabios de entre nosotros dicen que la mañana, un atisbo de la cual podemos apreciar desde aquí, está infinitamente lejos. Por eso concluimos: Puesto que la mañana es inalcanzable para nuestras fuerzas, no nos queda otro remedio sino refrenar nuestro anhelo por ella. Además, somos de la opinión de que todo lo que aquí tenemos, ya es más de lo que nos corresponde, pues todo es pura Gracia y Misericordia del Señor. Por ello le estamos muy agradecidos y nos damos por satisfechos. Pero sí; hay algo que nos encantaría, algo que nos haría infinitamente más felices por todas las eternidades: ¡ver tan sólo una vez al Señor!».

13. «Entonces continuad el camino hacia el templo donde enseñan el amor al Señor», les contesta el guía, «porque ése es el camino en que el Señor se os acercará...».

Deprisa, el grupo continúa su camino hacia el templo.

14. «¿A qué clase de hombres pertenecían estos de aquí durante su vida física en la Tierra?», preguntan los visitantes a su guía.

«Se trata de los llamados cristianos creyentes que buscan toda justificación exclusivamente en la fe y no quieren reconocer la importancia del amor porque piensan que no hace falta para la Vida eterna. Ésta es la idea errónea que los sujeta aquí. El lago representa la inaccesibilidad de todos aquellos que están aferrados a conceptos erróneos. Las islas demuestran que esta convicción está fundada en la Palabra del Señor; pero como aquí la Verdad no está unida al Amor, es decir, lo verdadero como base de la fe y lo bueno como base del amor no se encuentran esposados celestialmente, las comarcas habitables de estos pueblos se encuentran separadas por el agua por todas partes. Las barcas corresponden a la sociabilidad de esta clase de personas cuando estaban en la Tierra. Como veis, en base a esa amabilidad en el trato, estos hombres están en buenas relaciones entre ellos.

15. La región de nuestra izquierda caracteriza a aquellos que poco a poco, desde lo verdadero que reside en su fe, están pasando a lo bueno que reside en la práctica del amor, y que por ello creen en el Amor del Señor. Pero aun así, la fe sigue predominando sobre el amor.

Todo esto está representado por los muchos árboles que, a pesar de ser muy altos y fuertes, no dan fruto comestible alguno. Por ello es por lo que todo lo comestible que hay allí es producto de una vegetación a ras de tierra. De la misma manera, las pirámides de las crestas redondeadas de las cordilleras, con las estrellas brillantes sobre sus puntas, demuestran que el supremo precepto de estos hombres es el credo y la luz en sí. Las montañas, bien pobladas de cedros, representan el poder de la fe.

16. El hecho de que no tengan frutos comestibles demuestra que la sola fe aún no produce vida. Aunque, por supuesto, resida en ella la vida espiritual, esta produce poco fruto con cuyo consumo la vida pueda fortalecerse y perfeccionarse.

17. La región de cordilleras escarpadas de nuestra derecha linda con la región del norte. Ese es el motivo de que las montañas sean tan altas y escarpadas: ser la línea fronteriza entre la tarde y el norte».

18. «¿Está habitada esta región?», preguntan los visitantes.

«¡Por supuesto! Sobre todo por paganos de buena índole, como también por otros que a través de la idolatría guardaron sus corazones limpios de toda maldad, y que, por lo demás, también fueron gente íntegra.

Los templos que veis allí son centros de enseñanza donde todos pueden ser liberados de sus ideas erróneas, si realmente lo desean. Mientras este no sea el caso, seguirán permaneciendo en las mismas condiciones, pues no se les forzará de ninguna manera».

19. «Allí a la izquierda, donde la orilla forma una faja que se vuelve cada vez más estrecha, puede verse una columna muy alta. ¿Qué significa?».

20. «Continuemos nuestro camino y pronto la alcanzaremos. ¿Veis cómo se acerca a nosotros? ¡Ya estamos delante de ella...! A ver si leéis lo que está escrito».

«Pone: “Línea de demarcación entre el reino preliminar y el reino de los niños”».

21. «Correcto», dice el guía. «Y por reino preliminar se entiende el paradero de todos aquellos que aún no son aptos para la transición.

Y ahora, continuando, veis como delante de nosotros se extiende un mar inmenso, sin el menor rastro de tierra. Se trata de la misma área resplandeciente que ya veíamos desde lejos. Si os fijáis bien, también veréis ahí, al fondo, estrellas sobre el mar».

Capítulo 22. La frontera preliminar al reino de los niños

1. Los visitantes preguntan: «¿Cómo podremos cruzar este mar tan inmenso, si por parte ninguna se ve una barca que pueda servirnos?».

«Os digo que no necesitaremos nada parecido porque todo dependerá sólo de vosotros mismos», explica el guía. «¿Queréis atravesar este mar como el pueblo israelita atravesó el Mar Rojo en aquel tiempo? ¿O queréis andar por encima del agua como lo hizo Pedro en compañía del Señor? ¿Qué os parece mejor? A mi juicio sería mejor seguir el ejemplo del Señor, en vez de seguir a Moisés. Fijaos en mí y no tengáis el menor miedo; ya veréis como andar sobre la superficie del agua es tan fácil como andar por el suelo. ¿Veis?, ya nos encontramos encima del agua, ¿qué os parece?».

2. «¡Se puede andar muy bien! ¡Cuando se pisa, se tiene la impresión de que el suelo fuera elástico! Y no se marcan huellas. El agua está muy clara y parece ser muy profunda. ¡Pero pese a ello no tenemos el menor miedo, pues nos hemos asegurado bien que el suelo ofrece la resistencia necesaria para sostenernos!».

3. «Mientras que uno esté todavía cerca de la orilla y el mar tenga una superficie tranquila como un espejo, es fácil hacerse tan correcto juicio. Pero en cuanto uno haya salido hacia afuera y la superficie de este mar resulte cada vez más agitada, entonces hará falta hacer acopio de valor para no marearse y perder el equilibrio. Pero os digo que este mar tiene la misma consistencia en todas partes. Así que, ¡continuemos nuestro viaje! Seguid mi ejemplo: que vuestros pasos no sean tímidos sino firmes, porque con pasos vacilantes no llegaréis muy lejos. Aun así, tened cuidado porque la superficie del agua es muy resbaladiza. Cuando uno resbala es muy difícil volver a ponerse en pie.

4. Adelante, pues, hasta que lleguemos a aquella parte del horizonte donde el mar parece estar bastante movido. Ya se puede notar ahora que el suelo que pisamos empieza a agitarse, sin que eso estorbe todavía nuestros pasos.

¿Pero por qué miráis tan absortos al fondo? ¿Acaso se os ha caído algo y el mar se lo ha tragado?».

5. «¡Nada de eso, amigo!», responden los visitantes preocupados. «Estamos mirando por si hubiera peces u otras especies acuáticas».

«¡No os preocupéis porque aquí en estas aguas no hay monstruos de ninguna clase! Pero sí hay gran cantidad de pequeños peces de buena clase. ¿Os gustaría ver algunos? Entonces sólo tenéis que mirar hacia atrás y veréis como van desde la mañana hacia la tarde».

«¡Es verdad! Hay una enorme cantidad de peces relucientes que dan mucha vida a estas aguas. Se parecen un poco a los peces dorados de nuestra Tierra, pero estos de aquí brillan mucho más. ¿Qué significa eso?».

6. El guía explica: «Estos peces representan la vida que emana de la eterna mañana que vivifica completamente este elemento y que luego se manifiesta como vida libre en todos los espacios infinitos de las eternas creaciones de Dios.

Ya que nos hemos parado un poco, ¿por qué no echáis una ojeada alrededor para observar la superficie de este gran mar? ¡Vaya!, ¿por qué estáis tan asustados?».

7. «¡Por Dios! ¡Parece que toda la inmensidad esté cubierta de mar porque por ninguna parte queda el menor rastro de tierra!».

«¡No os preocupéis y pensad que, pese a todo, en realidad no lo estáis pasando tan mal como Colón que, en el centro del Atlántico y con sus barcos imperfectos, tenía bastante más motivos que vosotros aquí para lanzar reales miradas de angustia a su alrededor a ver si divisaba tierra!

8. ¡Pero continuemos nuestro viaje! Ya nos estamos acercando a las aguas agitadas. Una vez allí, tendréis que arrimaros bien a mí, porque habremos de atravesar valles muy profundos y montañas muy altas de agua.

9. Cuanto más nos acercamos, más oleaje hay. No nos queda nada más que algunos pocos pasos de nuestro movimiento espiritual y ¡ya estamos al borde de una primera ola gigantesca! ¿Veis junto a ella el valle tan profundo y las cantidades de agua que se vierten en él? ¡Fijaos en aquella ola tan alta como una montaña!, ¿no os parece que su cresta se confunde con el firmamento?».

10. «¿Cómo no los vamos a ver?», responden los visitantes. «¡Se supone que no habrá manera de pasar por allí! Qué asunto más terrorífico: ¡Mira como esas olas, altas como el cielo, se vuelcan allí arriba para luego precipitarse en esos barrancos, tan profundos que te mareas cuando miras hacia abajo!».

11. «Aun así os digo que nos resultará fácil continuar nuestro camino ¿No veis que el barranco se está cerrando? Y antes de haber llegado a la ola gigante que se confunde con el firmamento, ya se habrá nivelado. Veis, ¡ya está!».

«Pero ya se presenta otro barranco ante nosotros, ¡y menudas cataratas se precipitan en él!».

El espíritu anfitrión recomienda tener un poco de paciencia y explica: «También este barranco se nivelará enseguida. ¿Veis?, las paredes ya se están juntando. ¡Y otra ola gigantesca se nos acerca!».

«Ay, ¡parece que esta vez las cataratas nos arrastrarán hacia abajo!».

12. «¡No temáis nada! ¡La ola rellenará simplemente el barranco y el espectáculo se acabará! Como veis, después de la tempestad viene la calma. Y hemos vencido la zona de oleaje de este mar. Bueno, aún no hemos llegado. Allí lejos, donde veis una gran cantidad de estrellas encima del mar, nos espera aún otro contratiempo: una zona de enormes remolinos. Pero os digo que no nos causarán más daño que las olas ya pasadas, ¡de modo que no tengáis miedo!

Ved, gracias a nuestro tan eficaz medio de transporte, ya hemos llegado a los remolinos. Sólo tenemos que andar por encima de sus bordes y saldremos ilesos. ¡Sobre todo no os asustéis del bramido estruendoso que producen, y mirad el firmamento que os anuncia que ya nos encontramos debajo de aquellas estrellas que hace poco rato todavía nos parecían tan lejanas! Y ahora aguzad vuestra vista: ¿Qué veis allí enfrente?».

13. «¡Tierra, y más tierra!», exclaman los visitantes. «¡De modo que este mar no resulta tan infinito como nos parecía al principio!».

«En aquella lengua de tierra tan acentuada hay otra columna, ¿la veis? Supongo que queréis saber qué significa. En seguida estaremos allí y vosotros mismos podréis leer la inscripción.

Ya hemos llegado y estamos de nuevo en tierra firme. Mirad la columna, ¿qué está escrito en ella?».

14. «Dice: “Límite preliminar del reino de los niños”».

«Bueno, entonces ya sabéis dónde nos encontramos».

«Pero por Dios, ¡aquí no hay más que montañas! ¿Acaso tenemos que continuar por este sitio?».

«Por supuesto, ¡es precisamente por lo que hemos emprendido este largo viaje! Es imprescindible que hayáis estado aquí, porque únicamente aquí se manifestará el verdadero significado de la tarde.

Y ahora descansemos un poco al lado de esta columna».

Capítulo 23. Quien siembra mezquinamente cosechará con escasez

1. El guía continúa: «Como ya estamos debidamente descansados para poder continuar nuestro viaje sin que nos resulte muy pesado, vamos a dirigirnos hacia aquel valle ancho, y continuaremos nuestro camino hacia su interior. Como de nuevo estamos pisando suelo firme, andaréis más despreocupados.

Ahora fijaos en el fondo del valle donde las paredes de las montañas se juntan más y más, allí haremos una primera parada. Aunque tengáis la impresión de que en cualquier momento os puedan caer grandes bloques encima, ¡no tengáis miedo porque a nadie le pasará nada! Ya estamos en el barranco estrecho que os indiqué. ¿Os gusta el sitio?».

2. «¡Pues no estamos precisamente encantados!».

«¡Tranquilos! En cuanto examinéis este lugar con algo más de atención, desaparecerán vuestras preocupaciones. A la izquierda hay otro barranco aún más estrecho orientado hacia el mediodía, ¿qué veis en él?».

«Pues vemos unas cañadas montañosas, aquí y allá unas tierras escasamente labradas, y en las partes bajas del terreno y pegadas a las paredes rocosas, alguna pequeña casa. También se ven fuentes caudalosas que vierten sus aguas en las profundidades de los abismos. Y árboles y arbustos. De modo que este paisaje recuerda a la Tierra, a ciertas cordilleras muy escarpadas de Suiza».

«¿Acaso no veis a ninguna persona?».

3. «Hasta ahora, no hemos visto nada parecido», reconocen los visitantes, «pero nos parece que de la primera casa de campo, que no está no muy lejos de aquí, están saliendo algunos campesinos de aspecto bastante miserable. Todos van vestidos de gris, como antiguamente en la Tierra. Y no muy lejos de ellos se ven unos labradores; parece que escardan el escaso trigo. Y luego, al fondo, vemos un rebaño de vacas bastante flacas. Tú mismo podrás confirmar que, en lo que se refiere a seres vivos, es todo lo que se puede ver. Y este valle, ¿continúa detrás de las montañas?».

4. «Queridos amigos, este valle aún se extiende mucho y se vuelve cada vez más ancho y más alegre, pero aun así no puede compararse con los paisajes que hemos visto antes de la primera columna».

«¿Y qué significa este valle?».

El guía explica: «Corresponde perfectamente al significado del texto de la Escritura que dice: “Quien siembra mezquinamente, también cosechará con escasez”; aún hay muchos de su estilo».

«¿Qué fue esta gente en la Tierra?».

5. «Fue gente muy respetada que vivía en buenas condiciones. Gente que hizo el bien a muchos pobres, sin embargo, aun así, el mayor bien se lo hicieron a sí mismos.

Por ejemplo, el propietario de la primera de estas cabañas fue un hombre muy rico. En muchas ocasiones les dio a los pobres cantidades bastante considerables. Pero, en conjunto, no les dio ni una diez milésima parte de sus bienes. Se ve que tenía amor al prójimo. Pero si comparáis este amor al prójimo con su amor propio, bastante dominante, enseguida entenderéis por qué aquí no es nada más que un campesino necesitado».

«Pues, para decir verdad, no lo hemos comprendido del todo».

«Bueno, entonces voy a explicároslo un poco más detalladamente», dice el guía. «Habéis de saber que aquí en el reino espiritual se entienden perfectamente con el cálculo de intereses. Además, con tal precisión, que consideran hasta los átomos de la moneda más pequeña.

6. ¡Escuchad, pues!: este campesino que aquí resulta tan pobre, en la Tierra tenía la considerable fortuna de dos millones de florines en plata. Según vuestro tipo de interés legal, este importante capital le produjo un interés de cien mil florines al año. De esta productividad de su capital el hombre disfrutó durante treinta años y, mientras tanto, su capital original aumentó en tres millones. Todo su hogar lo costeó con el interés compuesto. Y de este interés compuesto también sufragó numerosas donaciones benéficas que en conjunto, al final de su vida, sumaron un total de unos cincuenta mil florines.

Ahora, ¿en qué relación están estos cincuenta mil florines gastados en fines benéficos, que fue lo que él dio durante toda su vida, con los cincuenta millones de capital base y los intereses que produjeron cada año? ¡Es un quinto de los doscientos cincuenta mil florines que los intereses le produjeron anualmente!

Aquí se contabiliza esta suma durante los treinta años exactos y, lo que resulta anualmente, es considerado como el capital del conjunto de su finca. De modo que ahora está aprovechándose de los intereses de este capital, exactamente según vuestros tipos de interés legal.

Las dos personas que se encuentran a su lado son su mujer y uno de sus hijos. Como ellos, en este sentido, han colaborado con él, no tienen capital propio sino que los tres deben de conformarse con el fruto que produce la finca».

7. «¿Y estas personas nunca podrán tener bienes mayores?».

«La posibilidad existe, por supuesto. ¡Pero aquí, esto resulta considerablemente más difícil que en la Tierra! Sabéis que, mediante un tipo de interés legal, resulta muy difícil aumentar un fondo de mil florines hasta un millón. Aún más difícil resulta aquí aumentar la propiedad a fuerza de trabajo, porque el fruto que producen estas tierras áridas apenas basta para que los tres puedan subsistir. De modo que para ellos, ¡ni soñar en ahorrar!

8. Ahí no hay más que una sola oportunidad: De vez en cuando pasan por la cañada peregrinos muy necesitados, desnudos y hambrientos. Estos, cuando ven las cabañas, por lo general empiezan a mendigar. Entonces, si un campesino de estos se acerca al peregrino pese a su propia pobreza y le recibe con los brazos abiertos, le lleva a su cabaña, le da la ropa precisa y reparte fraternalmente su escasa comida con él, entonces su capital le es duplicado, aunque sin que él lo sepa.

Si lo hace frecuentemente, o si alberga al peregrino miserable para cuidarle, diciendo: “Hermano mío, ya ves que soy pobre, pero puedes muy bien quedarte conmigo que, mientras me quede algo, siempre lo repartiré contigo. Y si un día se acaba lo que tengo, entonces no me importará que ambos tengamos que ir a pedir juntos”.

9. En un caso así, el capital del campesino se centuplicará, también sin que él se entere.

Y si en otras ocasiones todavía se presentan más necesitados, los recibe con cariño y hace todo lo posible para atenderlos, y si, por haber ya llegado al fin de sus posibilidades, se va con los peregrinos a pedir a los vecinos que den alojamiento y alimento a los necesitados, entonces el capital del campesino se multiplicará por mil, todavía sin que él lo sepa.

10. Cuando por su amor altruista se ha quedado sin nada, se permite que durante algún tiempo tenga que ir pidiendo realmente junto con el peregrino acogido, pero en primer lugar para las necesidades de éste, y sólo en segundo lugar para sí mismo.

Entonces sucede que el Señor le manda un espíritu angélico de incógnito para que se informe de la situación del campesino.

Si este le contesta: “Ya ves, amigo, soy pobre. Pero, mi pobreza no me importa. Sin embargo, el hecho de no poder ayudar a mi amigo me resulta fatal”, ¿qué pensáis que ocurrirá entonces?

El supuesto hermano necesitado se vuelve hacia él y le dice: “Vine desnudo y me vestiste, me diste de comer y de beber y no te importa haberte quedarte sin nada. Incluso fuiste a pedir a todas partes para poder darme pan... ¡Ahora Yo mismo soy tu gran recompensa! Mira, Yo soy el único Señor del Cielo y de todos los mundos y vine para ayudarte.

11. Mientras estuviste en la Tierra, sembrabas mezquinamente, por lo que aquí tenía que corresponderte una cosecha escasa. Pero con esta ya no usureaste sino que tu corazón se ablandó. Y no permitiste que ningún necesitado pasara por la puerta de tu casa sin haber repartido la escasa cosecha con él. Esto te ha ayudado, con lo que te has vuelto un ciudadano rico del Cielo. Este hermano que vino a visitarte te llevará ahora a tu nueva propiedad”.

12. Entonces el Señor desaparece y su mensajero lleva al pobre campesino hacia el mediodía esplendoroso donde le está esperando una propiedad nueva, acorde a su actividad altruista dedicada a su prójimo.

13. Si en ese momento el favorecido responde al mensajero: “Amigo y hermano, soy infinitamente feliz porque la Misericordia del Señor me ha acordado semejante Gracia y sé que mi nueva propiedad será maravillosa en todos los sentidos; sin embargo, aquí hay todavía más hermanos necesitados. Les cedo esta propiedad a ellos, ¡y a mí, déjame que vuelva a mi modesta cabaña! Pues es muy posible que entre todos los necesitados que aún la visitarán, el Señor se presente alguna vez más. Por lo que prefiero volver a mi cabaña y agasajar a cada peregrino que pase con cien veces más amor que hasta ahora.

En verdad, te digo: si mi cabaña fuera considerada una vez más digno de semejante Gracia, ¡entonces, sería más feliz durante toda la eternidad que si me dieras los bienes más maravillosos en la mejor parte del Cielo! ¡Déjame, pues, que vuelva!”

14. Entonces el ángel consiente que el campesino vuelva a su finca con su pequeña familia. Pero nada más llegar allí, el Señor le recibe con los brazos abiertos y le convierte en ciudadano de la mañana eterna.

15. De vez en cuando suceden escenas como esta. ¡Pero no os podéis imaginar el gran altruismo que es necesario para ello! Porque normalmente la pobreza y el egoísmo son inseparables, y cuando un pobre anda pidiendo, siempre es para su propio sustento. Y si consigue algunas pequeñas monedas, su propia miseria no le consiente que reparta las limosnas con otros mendigos.

16. Por ello ocurre que los habitantes necesitados de este valle más bien procuran esconderse de los mendigos. Los pocos que veis fuera de sus cabañas ya tienen unas ideas un poco mejores».

Capítulo 24. El paradero de los estoicos

1. El guía continúa: «Ahora volved porque vamos a examinar el valle del que os hablé. ¿Qué pensáis de él?».

«Bueno, hermano, lo encontramos entre aburrido y monótono», dicen los visitantes. «Aquí y allá se ven algunas matas raquíticas en las hondonadas y, más abajo, en el estrechísimo valle, zarzas espinosas con frutas parecidas a las que tenemos en la Tierra. La ladera norte está totalmente pelada. No hay sino peñas más o menos escarpadas. Sólo encima del promontorio orientado hacia la mañana se ven algunas chozas humildes. Pero no se ven personas. Tal vez estén abajo en el valle porque, a primera vista, no se descubre nada vivo».

2. «Así es; desde nuestra posición actual no se consigue ver nada que valga la pena. Entremos algo más en el valle y daremos con algo vivo. Fijaos que allí arriba, en un reborde cubierto de musgo, se encuentra la primera choza que está a nuestro alcance. ¡Vayamos a ella!

Bueno, ya estamos muy cerca, así que me podéis decir lo que veis».

3. «¡Por Dios! ¡Eso no son hombres sino esqueletos animados y, además, pequeños como enanos! Se parecen más a los monos que a los hombres. ¿Qué les pasa a estos pobres miserables? Están completamente desnudos y deben pasar mucha hambre».

4. «Por una parte tenéis razón», dice el guía, «pero, por otra, no. Aunque os parezcan misérrimos, ellos no lo ven así. Todos los que viven aquí son estoicos: gente que no necesita nada fuera de sí mismos. Fueron muy justos cuando todavía estaban encarnados en la Tierra, aunque no por amor al prójimo, y menos todavía por amor a Dios, sino sólo porque el triunfo de sus ideas estribaba en su manera de comportarse.

El estoico razona de la siguiente manera: “El hombre no necesita nada: no necesita Cielo ni infierno, ni tampoco a Dios, sólo se necesita a sí mismo y a su pensamiento como principio supremo. Puede actuar de tal manera que no moleste a nadie con sus actos, esperando que sus semejantes le respeten de la misma forma.

5. Si conforme al alto principio de mi razón no hago caso a ninguna de las vanidades mundanas, y si sólo exijo un alimento frugal para mi estómago y una manta corriente, entonces no debo nada a nadie. Lo que consume mi estómago, se lo devuelvo a la tierra. La manta con la que me cubro también se convertirá un día en abono. Entre estas dos necesidades soy un dios, pues me domino y me guío a mí mismo, por lo que soy soberano absoluto de mi propia identidad.

6. Y aunque hubiera un Dios en alguna parte, ¿qué podría darme o quitarme, si yo, desde la dignidad de mi autosuficiencia, miraría con desprecio todo lo que me diera o quitara? A lo sumo podría quitarme esta vida tan vana. ¡Vaya pérdida! ¡Ya hace tiempo que mi razón me ha enseñado a despreciarla profundamente...!

¿Acaso es asunto mío soportar esta vida tanto tiempo como quiera? Si quitármela fuera conciliable con el alto principio de mi razón, lo haría. Pero la integridad, comprobada por mis propios conceptos, me enseña que eso estaría contra los preceptos de la razón. ¡Quien me ha dado la vida, que también me la quite! ¡A cada uno lo suyo!

El ser más sublime es precisamente el hombre cuya razón no reclama como suyo ni un átomo. Es más sublime todavía que cualquier dios de todos los Cielos. ¡Está muy por encima de todo el infierno!

Si todos los hombres pensaran así, entonces cada cual tendría suficiente y nadie resultaría una carga para los demás. Lejos quedarían toda clase de egoísmo, la envidia, la avaricia, el afán de dominar, la altivez y voracidad, y lejos la impudicia, la falsedad y el engaño. ¿Dónde está el Dios que, como sumo principio de toda razón, pondría reparos a estos principios de vida? Si los pusiera no podría ser un Dios y quedaría muy por debajo de la sublimidad de la razón humana”.

7. Estos hombres han vivido en el mundo según dichas normas y no pecaron ni contra una mosca. Nunca molestaron a nadie y menos aún lo insultaron. Estuvieron muy por encima de toda clase de pasiones. Si alguien les pidió un favor, siempre lo hicieron, a no ser que fuera contrario a sus ideas y principios; tampoco pidieron nunca recompensa alguna.

Si les ofrecían cargos honoríficos o puestos elevados, siempre se negaron, y, tocándose la frente con dos dedos, decían al mecenas: “Aquí, querido amigo, aquí se encuentra el sumo cargo honorífico del hombre”.

8. Juzgadlos: ¿Acaso creéis que merecen un castigo?».

«Por supuesto, que no», confirman los visitantes.

«¿Pensáis quizás que merecen una recompensa? En tal caso se plantearía la cuestión de con qué recompensarles. Desprecian el Cielo. A Dios no lo consideran mejor que a su propia razón. Así que lo más conveniente es dejarlos con el premio que su propia razón les proporciona».

9. «Pero, ¿no les llama la atención a ellos mismos su estado lamentable?».

El espíritu anfitrión lo niega: «¡En absoluto! Precisamente ven en eso su gran triunfo. Porque en la Tierra ya les parecía que la felicidad de un mosquito era motivo de envidia. Decían: “Tan sólo una pequeña gota de rocío en una hoja, y ya tiene un manjar a su disposición. La constitución física de este pequeño animal parece exigir poco. Si nos fijamos en la nuestra, extraordinariamente pródiga, y la comparamos con la suya, la razón no podrá sino criticarla con pleno derecho. De modo que tengo un gran estómago que me obliga a consumir mucho para luego evacuar muchas heces. La razón no encuentra explicación alguna a este hecho pues ella misma preferiría conformarse con lo mínimo, si este cuerpo de constitución tan antieconómica se lo permitiera”.

10. Critican igualmente la abundancia de carne de los pies, del trasero, de las manos y de donde sea. Por eso dicen: “El mosquito prescinde de todo ello, así que es más afortunado que el hombre, de constitución tan torpe y derrochadora”.

11. Ahora ya sabéis la causa de su complexión raquítica y no os parecerá tan inhumana como a primera vista, pues la misma corresponde enteramente a los principios de su propia razón».

12. Los visitantes asienten: «Vemos claramente que la situación no pueden ser aquí distinta de lo que es, porque estos hombres se encontrarían aún menos a gusto con otra apariencia física o en condiciones diferentes a las actuales, que consideran las más convenientes. Pero aun así, ¿no hay manera de llevarlos a un camino mejor?».

13. «Os digo, hermanos, que no os podéis ni imaginar lo difícil que resulta. Sólo son abordables por un lado: la ciencia. Pero, aun yendo por este camino, hay que tener una paciencia ilimitada y una constancia extraordinaria para que estos burócratas de la razón acepten algo que se les exponga, y para que en ello no encuentren nada incompatible con sus ideas.

Dicen: “Hay muchas cosas que, miradas científicamente, son absolutamente correctas. Pero su compatibilidad con los principios de la razón es otro asunto”.

Y para confirmar lo que afirman, citan una gran cantidad de ejemplos científicos absolutamente correctos, pero contradictorios con sus principios. Dicen, por ejemplo:

14. “Un eclipse está científicamente calculado. Pero preguntad a la razón y al intelecto para qué sirve y preguntad si la ciencia y la humanidad entera adelantan algo con él.

También es científicamente cierto que el hombre ha de consumir una determinada cantidad de alimento para nutrir su cuerpo, y que otra cantidad tiene que ser evacuada. Si preguntáis a la razón por la eficiencia de todo ello, ¡deberá escandalizarse ante semejante derroche!

También es científicamente correcto que el agua siempre busca los lugares más bajos debido a la fuerza de gravedad. ¿Qué dirá la razón cuando dirija su vista a las peladas paredes de las montañas donde no pueden crecer ni el musgo porque allí no llega la humedad imprescindible para su desarrollo?”.

Veis que a estos supercríticos burócratas de la razón, no se les puede poner fácilmente un ejemplo científico compatible con sus ideas.

Y para mostraros el ejemplo de una conversión así, asistamos a una».

Capítulo 25. Intento de conversión de estoicos algo más abordables

1. El guía continúa y explica: «Precisamente hay ahora en el valle tres mensajeros que intentan convertir a algunos estoicos. Vamos a seguirles y a fijarnos en lo que hacen. Se dirigen a la tercera cabaña. Ahora se acercan cuidadosamente a ella, encogiéndose tanto como le es posible. ¡Corramos para que no se nos escape como se desarrolla el primer encuentro! Muy bien, ¡ya estamos! El responsable de los mensajeros se acerca al evidente cabecilla de la cabaña, es decir, al más razonable, a la vez jefe y maestro de las otras diez personas que veis en su compañía. ¡Escuchémosles!».

2. El responsable de los mensajeros toma la palabra: «Hombre sumamente sabio, sabemos que miras las cosas con la óptica correcta y que con la agudeza de tu juicio distingues muy bien lo que es justo de lo que es injusto, lo que es equitativo de lo que no lo es, y lo que está en orden de lo no lo está, por lo cual hemos venido para pedirte que nos aconsejes sobre asuntos diversos».

3. El sabio le responde: «Siendo así, bienvenidos seáis. Os ayudaré con mucho gusto dentro de mis posibilidades, más allá no podrá ser. Supongo que también habréis sabido que mis tesoros no consisten ni en oro ni en plata, y que en mi casa no se ofrecen banquetes. Lo que sí puedo garantizaros es la victoria de la pura razón; de ella podréis sacar tanto como queráis. Os aseguro que esta clase de tesoros os proporcionará más felicidad que si estuvierais en plena posesión de todas las glorias celestiales, sueños que no son sino necesidades secretamente pensadas por espíritus descontentos con la realidad.

Sabéis que el espacio es infinito, y que en él existe el hombre que piensa. Aquel que permite que sus pensamientos le lleven a lo infinito, olvida que él mismo no es más que un ser limitado y que las divagaciones de sus pensamientos sólo pueden proporcionarle insatisfacción. Dicha insatisfacción reclama más y más bienes inalcanzables, resultando que el hombre se torna descontento y se considera desgraciado, estado que la insensatez humana satisface ciegamente con abundantes esperanzas vanas. Incluso el Cielo no es sino un bien imaginario y no sirve sino para satisfacer la imaginación de espíritus descontentos con la realidad.

4. Sólo la pura razón determina los verdaderos límites de las necesidades de un individuo. La razón no exige de todo lo realmente existente nada más que la medida óptima que corresponde a la existencia limitada del individuo a que se refiere: esta medida es la plena satisfacción.

Quien está satisfecho con lo que conoce por la verdadera razón ya ha encontrado el verdadero Cielo; nunca deseará otro porque sabe claramente que a su existencia limitada sólo puede servirle aquello que es enteramente compatible con ella».

5. Contesta el responsable de los mensajeros: «Tu breve preámbulo nos muestra que estás interesado exclusivamente en el triunfo de la razón. Por lo tanto, lleno de esperanza ante tu sabiduría, nos atrevemos a presentarte nuestra solicitud».

El estoico contesta: «Bienvenido es para mí todo aquello en lo que os pueda servir. ¡Exponed francamente vuestra solicitud!».

El responsable de los mensajeros dice: «En el grupo que nos ha mandado aquí para que nos aconsejaras, se ha levantado una gran disputa sobre si la luz es necesaria o no. Hay argumentos fundados a favor y en contra de su necesidad. De modo que no nos ponemos de acuerdo sobre cuál de las dos partes tiene razón».

El representante de la razón responde: «Habladme de vuestros argumentos a favor y en contra y os aseguro que mi juicio dará en el clavo».

6. El mensajero continúa: «¡Escúchame, pues! Un argumento a favor de la luz es el siguiente: ¿Qué serían las cosas sin luz? ¡Parecería como si no existieran! También hay quienes dicen que la luz es el principio básico de toda evolución, incluido el proceso de pensar: sin la luz, que es la fuerza que agita y estimula, nunca se habría desarrollado nada, tampoco ser racional alguno. Y dicen igualmente que la luz es el principio básico de toda razón. Agregan que, mirado desde el ángulo espiritual, la luz es la razón misma. Estos son algunos argumentos a favor de la luz.

7. Los argumentos en contra son los siguientes: Es evidente que la luz ha surgido de las tinieblas, de modo que antes de la luz toda la infinitud tuvo que haber estado totalmente a oscuras. Se plantea la pregunta si la infinitud, en estado de oscuridad absoluta, era menos infinitud que ahora en el ámbito de la luz.

Se sabe además que la luz no llega al interior de los cuerpos celestes. Pero a pesar de esa oscuridad, allí existe la materia, incluso más concentrada que en la superficie bañada por la luz. Así que, entre todas las cosas de la naturaleza, se podría considerar la luz como un artículo de lujo.

Y aún existe otra controversia: Cada cual sabe que ha sido engendrado en la oscuridad del cuerpo de su madre y que allí recibió su vida. Se plantea la cuestión: Lo que recibió su vida en la noche, ¿qué necesidad tiene de dirigirse posteriormente a la luz? Reflexionando un poco sobre todo esto, uno tiene que concluir de inmediato que la luz no solamente es innecesaria, sino que puede resultar hasta perjudicial. Porque una vez que uno se ha acostumbrado a ella, si luego, por una razón u otra, la vuelve a perder, entonces será infeliz para siempre. ¿Qué dicen a esto los defensores de la oscuridad?

Dicen: “Aunque para un ojo acostumbrado a la luz su pérdida sea la mayor desgracia, si los hombres fueran ciegos de nacimiento no les afectaría la falta de la luz”.

¿En qué les contradicen sus adversarios?

Dicen: “¡En semejante estado de ceguera afortunada ya no habría diferencia entre un hombre y un pólipo del fondo del mar! Porque si el hombre no pudiera distinguir las cosas, tampoco podría formarse una idea acerca de lo que son. Falto de ideas y no percibiendo formas, ¿qué sería de su facultad de pensar?”.

Respecto a la pérdida de la vista, los defensores de la luz argumentan: “Si uno quiere considerarla una desgracia y servirse de ello como argumento contra la luz, lo mismo podría hacerse con todas las demás cosas que no dependen de la luz. Para evitar todos los contratiempos posibles, el hombre habría de ser engendrado y proyectado sin sentidos en unas tinieblas absolutas. Pero, ¿cómo, entonces, podría pensar un hombre desprovisto de sentidos? ¡Sería igual que una piedra!”.

Ya ves, hombre sabio, cual es el dilema en el que se encuentra nuestra comunidad. Confiamos en que tú puedas solucionarnos este rompecabezas».

8. El representante de la razón dice: «Amigos míos, el caso es muy conflictivo porque, en cierto sentido, ambos partidos tienen razón. Pero como según la pura razón no puede haber dos verdades sino una sola, resultará muy difícil determinar la auténtica entre las dos seudo-auténticas. Sólo podremos encontrarlo con una condición: restringir nuestra propia existencia individual a los límites correctos. ¡Escuchadme pues!

Establezcamos principios y, partiendo de ellos, nuestras justas conclusiones. Para eso, ante todo tenemos que presuponer la inexistencia, una existencia consumidora y una existencia libre y racional.

La inexistencia nada requiere, pues no consume.

Una existencia natural consumidora ya manifiesta por el mismo hecho de su existencia que sólo existe a base de una consumición específica suya. Un ejemplo lo tenemos en la materia, que puede subsistir tanto en la luz como en la oscuridad.

Pero como el hombre es un ser racional autónomo, esta existencia más sublime también requiere una consumición correspondiente, que tiene que ser la luz.

Así que la inexistencia no requiere nada. Una existencia natural consumidora -que surge de la noche- existe a base de una consumición específica. Por lo que una existencia librepensadora precisa consumir aquello que es el principio de su existencia. De modo que cada uno de estos tres principios satisface su producto y tiene que existir para él. Debido a su pura razón, el hombre reconoce que surge necesariamente de la luz, de modo que también tiene que reconocer que la luz es una condición esencial para él.

Pero mientras el hombre sólo se considere un consumidor animal -sin tener en cuenta una vida más elevada y librepensadora- que puede reproducirse como embrión en el cuerpo materno, no necesitará la luz.

He aquí, queridos amigos, la conclusión irrebatible de que la luz es una condición necesaria perceptible por vuestros sentidos».

9. Habla el responsable de los mensajeros: «Hombre sabio, tu exposición nos hace ver claramente que tu juicio es muy fundado, por lo que ahora sabemos a qué atenernos. Sólo queda todavía un detalle secundario para el necesitamos más explicaciones. Los cuerpos celestes como la Tierra, con sus incontables productos naturales en los reinos de la flora y de la fauna, ¿por qué necesitan luz para que los mismos se desarrollen? Todos los sabios naturalistas saben que en un lugar totalmente privado de luz no prospera prácticamente ninguna vegetación y que los animales pronto enferman y perecen. Según tu juicio no parece que necesiten consumir luz obligatoriamente, puesto que se trata de seres irracionales que, tras un estudio detenido de su naturaleza, tampoco nunca podrán ser racionales. No hacemos esta observación para poner objeciones a tu punto de vista, sino únicamente para salvarnos de cualquier dificultad que pudiera derivarse del mismo».

10. El representante de la razón continúa: «Vuestra objeción me parece muy bien, por lo que vamos a presentarla ante el juicio claro de la pura razón. ¡Ya veréis!...

A causa de la irremediable insensibilidad ante su propia existencia, todos esos seres pueden prescindir de la luz al igual que lo puede el centro oscuro de cualquier astro. Pero el hecho de que nosotros seamos también productos de la luz, como ellos, de ninguna manera puede ser interpretado como si nosotros existiéramos para ellos.

Sería como si alguien dijera: “Yo existo para poder habitar y cuidar mi casa”.

Sabido es que la casa existe para el hombre y no el hombre para la casa. Así que siendo nosotros productos de la luz, la misma tiene que haber preparado de antemano todas las condiciones precisas para nuestra existencia afín a ella. Con lo que los seres que habéis nombrado precisan obligadamente la luz para poder satisfacer nuestras necesidades afines a ella. Por supuesto no me refiero con esto a la consumición del estómago animal, cuyas necesidades también pueden ser satisfechas en una cámara oscura, sino a la consumición más elevada del espíritu que no puede saciarse sino con manifestaciones y formas que, al igual que él, proceden de la luz. Un árbol en el centro de la Tierra, con todos sus frutos, sólo podrá servir como alimento al espíritu cuando sea sacado a la luz del día y se vuelva afín a ella. Veis, amigos míos, vuestro problema está resuelto. Pero si aún os queda la menor duda, ¡decidla francamente!».

11. «Hombre sumamente sabio», responde el responsable de los mensajeros. «Después de haber expresado tu muy acertado juicio acerca de la luz, permíteme ahora una pregunta sobre ti mismo: ¿Cuál puede ser el motivo de que hayas instalado tu hogar en este lugar tan alejado de la luz?».

12. «La razón es más sabia de lo que parece a primera vista. Si queremos ver las cosas en la verdadera luz para poder definirlas correctamente en una iluminación pura según los principios matemáticos de la óptica, en manera alguna debemos instalarnos nosotros mismos en la luz, sino en un lugar con suficiente sombra. Nuestra vista resulta así más eficaz. Si diriges tus ojos hacia el Sol, este ofuscará tu vista. De modo que mi hogar está sólo apartado de la fuente de la luz, pero no de sus efectos».

13. El responsable de los mensajeros continúa: «Todavía quisiera que me explicases por qué, siendo defensor de la luz, te has instalado en una región tan árida, la cual tan poca cosa ofrece tanto para el estómago animal como para el espiritual ¿No crees que es una pena que, por el bien de muchos hombres menos sabios, no te hayas instalado en una región más próspera donde podrías encontrar más alimento para tu espíritu? Eso te habría facilitado preparar un alimento muy nutritivo con los rayos de luz que llegan a tu espíritu, un alimento para ti y también para los espíritus menos aventajados».

Capítulo 26. Continúa la visita a los estoicos

1. «El cabecilla de los estoicos contesta con otra pregunta: «¿Qué pensáis sobre la infinitud?. Diréis: “Es sólo finita y limitada”.

Con la respuesta vosotros mismos señaláis por qué elegí esta región para vivir. Os digo que sólo es verdaderamente sabio quien reconoce los límites de su razón y, en este marco, admite cuánto le falta para la satisfacción de su espíritu. Esta región corresponde perfectamente a los límites aceptados por mi razón, cuyo lema es: Confórmate siempre con aquello que corresponde a tus limitaciones, no sobrepases nunca los límites de tus conocimientos, conócete a ti mismo y acepta tu posición dentro de tus limitaciones, y habrás encontrado la mayor felicidad que te puede proporcionar la vida. Este lugar, aunque os parezca tan inhospitalario, me corresponde perfectamente porque no me ofrece sino lo que determinan los límites de mi razón. No podré ser útil a nadie sino en el marco de mis conocimientos. Más allá sería un profano, incapaz de ayudar a quien fuere. Si acaso pensáis que presumo de mi sabiduría y que me gustaría lucirme ante los demás, ¡entonces estáis profundamente equivocados! Mi lema inalterable es: si quieres ser útil a alguien, examina antes el ámbito en el que quieres serlo. Mientas no la conozcas, ¡guarda tu filosofía porque quien quiere dar más de lo que tiene, es un insensato o un estafador!».

2. El responsable de los mensajeros afirma: «De nuevo has hablado con gran sabiduría y no hay argumentos que oponer. De modo que tan sólo queda un punto que nos resulta un poco oscuro. Ya que hasta ahora has estado tan dispuesto a corregir nuestras ideas y a atender nuestras peticiones, espero que también tengas la amabilidad de aclarárnoslo».

3. «Amigos, mientras estéis en mi esfera, podréis plantearme cualquier cuestión y os aseguro que os daré la contestación cabal y perfecta que corresponde a esta esfera mía. Exponedme pues el punto que os hace dudar».

4. Ante esta invitación, el responsable de los mensajeros continúa: «Muy bien has dicho que nadie puede hacer algo que sobrepasa los límites de sus fuerzas. Pero cuando naciste, el horizonte de tus conocimientos no era tan extenso como ahora. Así que tuviste que ampliarlo cada vez más hasta llegar al actual. Se plantea la cuestión de si hay que considerar este horizonte actual como absolutamente definitivo o si todavía puede ampliarse más. Creo que aunque lo limitado aumente su horizonte cada vez más, siempre seguirá siendo limitado y nunca podrá llenar la infinitud».

5. «Por una parte, queridos amigos, tenéis razón, pero por otra no», responde el estoico. «Porque si fuera el hombre quien se proveyera a sí mismo, se habría dado cuanto hubiera querido. En la infinitud no hubiera encontrado escasez alguna y expandir el horizonte de sus conocimientos cuanto hubiera querido hubiera sido cosa suya. Pero así como el hombre no es su propio inventor y todo le ha sido impuesto, lo mismo resulta con su horizonte. Fijaos en una manzana de vuestra Tierra. Nada más caer la flor, la manzana aumenta continuamente su horizonte.

Pero cuando alcanza su madurez, podréis instarla tanto cuanto queráis, que ella os responderá: “Hasta aquí y se acabó, porque he llegado a mis límites”.

¿Por qué esta respuesta? Porque incluso la manzana no se determina a sí misma sino que todo le es impuesto. Si insistierais en que siguiera expandiéndose, seguro que vuestro intento provocaría su destrucción. Lo mismo ocurre con el hombre. Todo le ha sido impuesto y, por lo tanto, también el límite de su maduración. Quien lo alcanza, siendo consciente de que es un imperativo impuesto, consigue condiciones óptimas insuperables. Si se mantiene dentro de este margen sin ocuparlo completamente, será un esclavo disminuido de sí mismo, sin suficiente talento para satisfacer su propio yo. Pero quien quiere inflarse y sobrepasar el margen impuesto, es un insensato altivo que se prepara su propia perdición. Se le puede comparar con una bola hueca llena de pólvora: una vez encendida, muchos de sus fragmentos llegarán a campo ajeno. Pero preguntaos a vosotros mismos: ¿Qué ventaja ha conseguido la bola con esta aventura?».

6. El mensajero responde: «En principio, tampoco esta vez tenemos motivos para objetar nada a lo que expones. Pero también vemos que, evidentemente, formulas todas tus respuestas de tal manera que cada vez nos encontramos en la necesidad de pedir tu consejo de nuevo. En tu sabia explicación has dicho que al hombre, como a todo lo demás provisto de límites, todo le ha sido impuesto. Como indiscutiblemente es así, se plantea la cuestión de Quién lo ha impuesto todo. Te rogamos que nos des una explicación acerca del Fundador».

7. El representante de la razón continúa: «Amigos míos, el fundador se encuentra más allá del horizonte de nuestros conocimientos. De modo que admitiendo que todo nos está impuesto, ya hemos cumplido. Si, más allá de ello, aún quisiéramos sondear al fundador, sería como si cogiéramos un compás con la mano para trazar el círculo de la infinitud. Sabido es que más allá del radio de un círculo definido pueden imaginarse, hasta el infinito, círculos con radios cada vez mayores, círculos que se parecerán todos al primero que trazamos. Pero para que el primer círculo se vuelva totalmente idéntico a cualquier otro de los mayores, habrá que romperlo y enderezar la línea de su circunferencia, mucho más corta que la del círculo mayor. Esto, por supuesto, se puede hacer. Pero la experiencia nos enseña que la línea enderezada según el tamaño del círculo mayor, tal vez no cubrirá ni una milésima parte de la circunferencia del mismo. Así que únicamente esta pequeña parte de los dos círculos será idéntica, pero, ¿y todas las otras milésimas partes? Siempre resultarán inalcanzables para la corta línea enderezada. Pensad que este ejemplo no concierne sino a dos círculos limitados. Si posteriormente alguien quiere tomar la línea enderezada del pequeño círculo para medir con ella el círculo infinito e ilimitado, preguntaos vosotros mismos cómo habría que clasificar semejante empresa desde el punto de vista de la razón. Yo diría que no puede haber un pensamiento más insensato en la mente humana. Lo mismo ocurriría si quisiéramos investigar quién es el fundador y sondearle. A un ser fundado, el fundador no debe importarle, puesto que ha de ser sumamente excelso frente a todo lo fundado. ¿Qué más puede esperarse de una manzana cuando ya está madura? ¿Qué de un círculo, cuando los extremos de la línea de su circunferencia ya se han encontrado en el mismo punto? Que continúen siendo lo que son, y serán perfectamente aquello que les ha sido impuesto que sean».

8. «Nos has dado una respuesta correcta en todos los sentidos», confirmó el responsable de los mensajeros. «Pero, aun así, quisiéramos plantearte otra pregunta, porque los más adelantados del sitio de donde venimos siempre predican el amor a Dios. Nos gustaría saber qué es lo que esto significa desde tu punto de vista. Porque nosotros consideramos el amor como algo que atrae y conquista. Te preguntamos, ¿cómo es posible que una fuerza limitada o un ser limitado pueda atraer y conquistar una fuerza ilimitada?».

Capítulo 27. Conversión y salvación del estoico

1. «Para poder daros una respuesta perfectamente válida, es preciso diferenciar antes dos factores», observa el defensor de la razón. «Sobre todo, hay que analizar el término “amor” según el criterio de la razón. Sólo después podremos concluir qué comprende y qué relación tiene con todo su ámbito. El “amor” no puede ser otra cosa que una necesidad que se manifiesta, necesidad cuyo móvil difícilmente puede ser distinto a la carencia de aquello que la genera. La necesidad se parece al hambre. Cuando se tiene mucha, la misma se manifiesta a través de un apetito que parece que podría tragarse el mundo entero. Sin embargo, la experiencia nos enseña que el hambre se calma con sólo comer una libra de pan. Cosa parecida sucede con el término “amor”, algo más espiritual. El hombre hambriento de amor tiene la impresión que para que se calme el estómago de su corazón debiera llenarlo con toda la infinitud. ¿Cuál es la causa de esta apetencia irracional? Sólo la insatisfacción del propio horizonte de conocimientos, que hace que una carencia cree inevitablemente otra, y una necesidad otra. El amor requiere satisfacción; pero como la creación de una apetencia no es más que un mero mecanismo del espíritu, no puede ser cosa del amor definir lo que precisa para satisfacerse. Tampoco una laguna del conocimiento puede definir el material necesario para su satisfacción. En ocasiones así hay testarudos que con su ciega facultad de crear apetencias se aventuran hasta la región del infinito, imaginándose que todo le llegará por las buenas de este cuerno de la abundancia. Tales fanáticos de infinitud tienen cada vez más hambre pues no se pueden saciar con la infinitud, de manera parecida a uno muy hambriento que estuviera sentado al lado de la panera y que abriera su boca ante la infinitud como si quisiera tragarse el espacio infinito junto con la Tierra, sin tener en cuenta el pan que está a su alcance en la mesa.

De ahí podéis deducir perfectamente qué la finalidad del llamado “amor a Dios” no puede ser otra sino que cada hombre creado llene el horizonte impuesto de sus conocimientos. Para hacerlo es necesario que el hombre se conozca a sí mismo y a su horizonte. Para colocarse en el centro de su propio horizonte tiene que quitar cuidadosamente todos los obstáculos que pueda haber en el camino y desentenderse de todas las necesidades vanas. Solamente desde ese centro le será posible abarcar todo su horizonte y llenarlo con todo aquello que le es dado. Si, con constancia y renunciando a todo lo vano, lo consigue, también habrá satisfecho enteramente su amor, o sea, su apetencia. Todo lo que consuma lo podrá sustituir fácilmente con la abundancia que le ha sido concedida. De modo que esto, desde el punto de vista de la pura razón, es un amor perfecto y satisfecho que ya no se manifiesta por hambre sino siempre por una agradable satisfacción. Os he presentado el punto de vista óptimo para mi horizonte. Si tenéis algo que objetar, hacedlo, y os daré la respuesta correcta».

2. «Tu respuesta ha sido muy lógica, de modo que no podemos objetar nada», dijo el mensajero. «Pero si nos permites continuar, quisiera discutir contigo ahora un punto clave. Óyeme, pues:

3. Hay donde venimos una doctrina a la cual nadie intenta oponerse. Aunque tampoco sabemos cómo atenernos a ella desde tu punto de vista. Esta doctrina dice lo siguiente:

4. Dios, o sea, el Principio todopoderoso que lo abarca absolutamente todo, se movilizó en su propio Centro divino y formó allí un punto de culminación de sus Poderes infinitos. Este punto de culminación de todo el Ente divino se presentó en la Tierra en forma humana en la persona de un cierto Jesucristo. Allí, Él mismo enseñó como un hermano entre los hombres, sus criaturas. Y, finalmente, por su sumo Amor hacia ellos, permitió incluso que le mataran, que mataran al cuerpo en que se había encarnado.

5. Para manifestar su divinidad realizó milagros imposibles a seres humanos y, tres días después de su muerte física, Él mismo resucitó. Luego, ante la vista de muchos, dejó la Tierra atrás para volver a su propio Centro divino.

6. En el planeta Tierra enseñó a los hombres que le amasen a Él sobre todo, y a cambio les prometió su Reino que, según Él, consiste en un conocimiento cada vez más profundo de Dios, en un amor cada vez mayor hacia Él, y en una bienaventuranza inimaginablemente deliciosa resultando de este amor y conocimiento, una bienaventuranza considerada como una vida eterna en Dios.

7. Y fíjate que este asunto no es tan “hueco” como tú te lo imaginas. Precisamente este Jesucristo vive allí donde vivimos nosotros. Y nos hemos convencido sobradamente que todas las criaturas en toda la infinitud se sujetan a Él. A la menor señal suya desaparecen incontables mundos o aparecen otros mundos incontables en las profundidades insondables del espacio infinito. ¿Qué dices frente a esta objeción que se enfrenta a tu esfera?».

8. «Suponiendo que toda esta historia no sea una quimera, no se puede negar la posibilidad de que los poderes infinitos puedan movilizarse en cualquier centro, puesto que uno puede pensar que desde cada punto definido salen infinitas líneas», responde el estoico. «Pero el asunto de la encarnación de este centro de poderes divinos es muy dudoso, aunque la pura razón tampoco puede encontrar una verdadera objeción a ello. Sí realmente este ente ha enseñado sobre todo el amor hacia él, un verdadero pensador tendría que considerarlo como puro egoísmo. Pero si un ente divino manifestase una tendencia egoísta, entonces dejaría de ser absoluto, lo que sería el comienzo de la perdición de toda clase de seres.

9. De modo que para que el centro divino pueda manifestarse en forma humana, este amor tiene que ser de otra clase. Si realmente el amor por vosotros del que se habla tiene una naturaleza hambrienta, entonces, si los poderes infinitos tienen forzosamente que saciarse con ellos, podréis contar con los dedos cuál será la suerte de todos los seres.

10. Si, tal como me habéis dicho, ese Jesucristo siempre actúa luego entre vosotros como todopoderoso, según su promesa, entonces habréis de reconocer que yo, desde el círculo que me ha sido impuesto, en manera alguna puedo decir nada a su favor, ni tampoco en su contra. En casos así siempre se precisa la propia experiencia.

11. Si yo mismo pudiera ver a ese Jesucristo, o sea, a ese centro divino en forma humana, entonces sabría a qué atenerme con seguridad. De lo contrario, amigos míos, tendréis que conformaros con lo dicho. Bueno, si podéis hacer que ese Jesucristo venga aquí, os aseguro que evaluaría su naturaleza con el máximo acierto posible dentro de mi esfera. Pero más allá de ella no hay manera».

12. «Y si este Cristo -el ser más lleno de Amor- viniera aquí y te incitara a que le siguieras, ¿qué harías?».

13. «Si es él, y reconozco que es tal y como vosotros me habéis dicho, entonces no hay cosa más lógica que la potencia infinitamente inferior siga indiscutiblemente a la infinitamente superior, porque no existe otra alternativa», responde el estoico. «Pero en el caso contrario también queda claro que no puedo salir arbitrariamente de mi esfera porque esta me ha sido impuesta».

14. «Entonces mírame», dice el mensajero. «¡Yo soy Cristo! ¿Qué deseas de Mí?».

15. «Si Tú eres Cristo, entonces demuéstramelo, y te seguiré».

16. Y Cristo, como mensajero, dice: «¡Que haya luz en esta esfera!, y tú, lugar tan árido, ¡vuélvete un paraíso!».

17. Ved, el representante de los estoicos se prosterna en el suelo ante el Señor, le adora y luego dice: «Es verdad, ¡a Dios todo le es posible! Señor, ya que tienes tanta Piedad de mí, ¡admíteme en tu círculo!

18. Pero permíteme que en el ámbito de tu Gracia sea el más ínfimo. Sé muy bien que Tú puedes ampliar mi horizonte, al igual que me proyectaste fuera de Ti tal como soy. Ya me he acostumbrado a este círculo que es el más estrecho que permite una esfera de vida. Déjame también en él ahora, como el más ínfimo entre todos aquellos a quienes consideraste dignos de tu Gracia. Créeme, Señor, mi razón fue siempre incapaz de alimentar el pensamiento de que un día pudiese verte a Ti -al Creador infinito- en tu esencia primaria. Pero habiéndote visto, ahora las necesidades vitales más esenciales de mi espíritu quedan satisfechas».

19. «Sígueme entonces! Pero donde Yo me encuentro entre mis hijos, de ninguna manera serás el más ínfimo», le contesta el Señor. «Pero no aquí, sino sólo allí conocerás al Padre santo».

20. Después de este episodio el guía vuelve a tomar la palabra: «Ved, queridos amigos, este es el ejemplo de la salvación, todavía asequible a un espíritu puramente estoico en su esfera. Pero hay todavía muchos de ellos en esta región que estáis explorando, aunque en los demás casos la salvación no resultará tan fácil; sobre todo cuando tales espíritus estoicos todavía siguen siendo sobre todo sabios altivos. No sería conveniente para vosotros presenciar los intentos de conversión de los mismos pues, frecuentemente, fracasan cientos de ellos. Pero por el momento basta ya, ahora volveremos al lugar desde donde empezamos esta excursión».

Capítulo 28. Los valles de los ricos, de los sabios y de los intelectuales

1. El espíritu anfitrión continúa: «Ya estamos de nuevo en el punto de partida. Es posible que tengáis un poco de miedo de dirigiros hacia allí, pero entre las paredes de las escarpadas montañas todavía nos queda espacio más que suficiente para continuar nuestro camino. A ambos lados veis algunos barrancos. Los de la izquierda, hacia mediodía, significan lo mismo que los del primer valle, también a la izquierda, donde viven los ricos de la Tierra. La única diferencia es que cuanto más profundos son los valles, tanto más ricos quienes los habitan, aunque también más mezquinos.

2. En los valles de la derecha residen sabios e intelectuales de todas clases. Cuanto más al interior habitan, tanto más ridículos fueron ante el Señor sus conocimientos en la Tierra».

3. «¿De dónde vienen todas esas aguas que se precipitan desde los valles en este barranco, para desembocar luego en el gran mar?».

«Representan la sabiduría extravagante de estos hombres y el provecho que, con su propia experiencia, han sacado de las cosas. Como veis, las aguas que entran por la derecha están bastante más turbias, lo que significa lo mucho de erróneo que hay en todas esas extrañas sabidurías. Las aguas menos turbias de la izquierda indican que los ricos del mundo -pese a su intelecto menos agudo- saben calcular mejor que los ineficaces sabios. El hecho de que todas las aguas se junten en este barranco significa que las riquezas en sabiduría y las riquezas en bienes mundanos son finalmente una misma cosa. Porque el sabio procura enriquecerse mediante la sabiduría, y el mundanamente rico intenta aprovecharse de la sabiduría de los sabios para enriquecerse aún más. Por eso las aguas de la izquierda están bastante menos agitadas que las de la derecha. Esto confirma también que el rico del mundo sabe adaptarse diplomáticamente al sabio, para aprovechar luego en sus especulaciones las informaciones obtenidas.

4. Fijaos ahora en aquella pared elevada que se levanta al fondo. Allí acaba el sistema de valles a ambos lados. Pero de vez en cuando se abre una brecha en ella, y si se llega en el momento oportuno, entonces se puede seguir adelante. De lo contrario no hay manera de pasar».

«¿Tampoco subiendo a las cumbres de las montañas como hicimos en la región norteña?», preguntan los visitantes.

«Aquí no os es posible, porque todavía estáis apegados a la materia. Pero llegaremos precisamente justo cuando la brecha se abra. Y como detrás hay una gran llanura, podremos pasar fácilmente antes de que vuelva a cerrarse. Ya estamos delante de la pared; tened un poco de paciencia».

Y, dirigiéndose a la pared, el guía dice: «¡Ábrete!».

La brecha se abre y el guía continúa: «¡Pasemos ya! ¿Veis como la brecha se ha cerrado detrás de nosotros? Ahora decidme si os gusta el paisaje que tenemos delante».

5. «¡Qué pregunta! ¿Cómo podríamos apreciar el paisaje si la oscuridad es tanta que la vista no llega más allá del brazo? Ni vemos cómo es el suelo que pisamos, ni tampoco a ti».

6. «Pues sí, queridos amigos, así son aquí las cosas».

«¿Hay seres vivos aquí?», preguntan los visitantes.

7. «Pocas regiones tienen tanta población como esta. Seguro que os gustaría disponer de un poco de luz para distinguir las cosas. Pero si encendiéramos una, inmediatamente los habitantes de aquí nos rodearían inmediatamente como a un gusano caído en un hormiguero. Tened un poco de paciencia que vuestra vista se acostumbrará a la oscuridad como les pasa a los búhos. ¿Veis algo ya?».

«Empezamos a distinguir que el suelo es de arena, y parece que delante de nosotros se está moviendo algo».

8. «Así es. Acerquémonos un poco para ver lo que es. Veis que se trata de una figura humana, miserable y encorvada. ¿Queréis preguntarle quién es? Como no os atrevéis, lo haré yo». Y el guía se dirige a la figura:

9. «Pobre criatura, ¿qué haces aquí, y de dónde vienes?».

La figura le responde: «Ya hace tres años que me encuentro en esta región y vago errante como un animal salvaje, sin encontrar nada que pueda calmar mi hambre. No consigo imaginarme por qué, tras mi muerte en la Tierra, me encuentro en un lugar tan miserable. Fui en ella un señor muy distinguido y ocupaba un puesto muy elevado. Siempre ejercí mi cargo como un funcionario honesto. Nunca permití que me sobornaran y siempre actué rigurosamente según la ley. Hasta el rey me condecoró por ello. Con mi sueldo, honradamente ganado, hice buenas obras de caridad y viví una vida ejemplar en todos los sentidos».

10. «Amigo mío, todo eso me lo creo. Pero cuando ejercías tu cargo, ¿acaso pensabas alguna vez en Jesucristo, el Señor, y creías en Él? ¿Quizás hiciste alguna vez algo por puro amor hacia Él? ¿Acaso consideraste alguna vez a los miserables como hermanos tuyos? A ver, ¿qué me dices?».

Continúa el miserable: «¿Pero qué persona culta podría creer semejantes cuentos de cotorras? Aunque, aun así y para no ser causa de escándalo, siempre contemporicé con todas esas tonterías cristianas. ¿Quién sería tan estúpido que exigiera que un hombre de mi categoría considerase como hermanos a la plebe? Y para hacer algo por amor al Cristo de las cotorras, ¡antes habría que ser suficientemente tonto para creer en él! Siempre he creído en un Dios y muchas veces me dije: Si este Dios es justo -lo que se da por supuesto- y si hay una vida tras la muerte, entonces, como soy justo, tendrá que hacerme justicia.

Hace ya tres años horribles que experimento la existencia en la otra vida. Mi situación me enseña que no puede haber Dios porque, si lo hubiera, habría de tener conmigo la misma consideración que tuvo mi rey. De modo que resulta evidente que todo esto es obra de la casualidad que me ha traído aquí, y no me queda otra alternativa sino esperar lo que me toque. Si tenéis algo de comer, dádmelo, porque tengo un hambre terrible. Hasta ahora no he encontrado más que un poco de musgo».

11. El guía le dice: «Escucha, amigo mío, hay un Dios que es justo, ¡y precisamente se trata del mismo al que tú apodas “Cristo de las cotorras”! Ahora ya lo sabes. Es un rayo de gracia para ti, para que sepas a quién debes dirigirte en el caso de que tu situación vaya de mal en peor.

12. Todo lo que hiciste, por muy justo que haya sido, sólo lo hiciste por amor egoísta. El objetivo de tu amor era sólo tu propia reputación y que el mundo te estimara mucho. Por ello no trajiste aquí nada más que tu amor propio que, desde que te fue quitada la luz del mundo, no tiene ninguna. ¡Cristo es la Luz del espíritu y su justicia! Dirígete a Él en tu corazón y habrá luz y pan para ti en la medida de tu conversión. ¡Y ahora sigue tu camino!».

13. «¿Veis como se va con las orejas gachas?», dice el guía a los visitantes. «¿Y os fijáis que los nubarrones negros que hay sobre él se están aclarando un poco? Eso se debe a que ha empezado a reflexionar sobre Cristo.

Pero continuemos, porque aún se nos presentarán casos mucho más típicos. Algo se mueve no muy lejos de aquí».

Capítulo 29. En el reino de las tinieblas y de la falta de fe

1. Los visitantes dicen que, si no les engaña la vista, debe tratarse de dos seres humanos, enflaquecidos hasta los huesos.

«Así es», confirma el espíritu anfitrión, «tan sólo un gesto y ya hemos llegado. Aún no se han dado cuenta de nuestra presencia y de momento mejor es así porque podremos escuchar su conversación. No nos daremos a conocer sino al final; quizás podremos inspirarles algo que dé mejor rumbo a sus pensamientos. Escuchad porque en seguida llegarán al meollo de su conversación».

2. El primero de ellos se dirige a su compañero: «De modo que tú tampoco tienes mejor suerte que yo. ¿Cuánto tiempo llevas ya en este lugar?».

El segundo le responde: «Amigo mío, según mis ideas del tiempo no hará más que algunas semanas, ¿y tú?».

«A mí me parece que estoy aquí hace veinte años».

«Pues yo no puedo ni siquiera imaginarme la razón por la que estoy aquí. Siempre ejercí mi cargo con la máxima fidelidad. Nunca olvidé ni una sola jota de las prescripciones de la Iglesia. Siempre prediqué con lealtad las enseñanzas de la Iglesia, fuera de la cual no hay salvación. Mientras pude, siempre apoyé a los verdaderamente miserables, es decir, a quienes eran miserables sin tener culpa. Todos los días honré a Dios en el santo sacrificio de la misa y hasta mi última hora no recuerdo ni uno solo que olvidara rezar el breviario. Siempre cumplí las ordenes que recibí de la Iglesia y estaba dispuesto a luchar a muerte por sus derechos. Fui muy estricto en el confesionario y, además, estaba convencido de haber ganado muchas almas para el Cielo. Según enseña Cristo ayudé a los pobres, sacié a los hambrientos, di de beber al sediento, vestí al desnudo, y liberé a los presos. De modo que estaba completamente convencido que entraría directamente en el Cielo tras mi muerte; más aún habiéndome asegurado de ello mediante la indulgencia plenaria de su santidad el Papa.

3. Pero ya veo a qué atenerme respecto al Cielo que tanto había anhelado; y tú lo estás viendo tan bien como yo. ¿Sabes?, muchas veces pensé en secreto y sin jamás discutirlo con nadie que todo el cristianismo, Cristo incluido, no era sino un paganismo algo más perfeccionado. Por eso nunca confié verdaderamente ni en Cristo ni en la Trinidad. Y ahora es más que evidente que mis dudas se han confirmado. Tú, ¿qué dices?».

4. «¿Qué voy a decir?», responde el primero. «No fui sacerdote pero, sin embargo, viví estrictamente según las instrucciones del sacerdocio. Que conste que yo también tenía mis dudas; pero sea lo que fuere, haciendo caso a los sacerdotes vivía una vida muy tranquila. Me lavaba las manos y me decía que si su doctrina era equivocada, la responsabilidad era de ellos. Si Dios era tan justo como predicaban y suponiendo que realmente existiera, tendría que recompensarme. Y si no existía, entonces no importaba cómo se viviera en la Tierra. Si la vida continuaba en el Más Allá, tendría que corresponder al carácter de un hombre que siempre había sido honesto. Así que ya ves que siempre viví en la Tierra de manera honesta, sabia y sumisa. Y la recompensa resultó ser que estoy aquí, ¡hace ya tanto tiempo!

5. Siempre una noche glacial e impenetrable. Ni una sola vez de día, aunque fuera el más sombrío. Y para alimentarse sólo un poco de musgo nacido en la arena. ¿Dónde ves el Amor, la Misericordia y la Justicia de Dios, sobre los que vosotros, los sacerdotes, siempre habéis predicado? Ya hace veinte años que me pregunto si hay Dios o no; y cuando alguna vez me encuentro con alguien y discuto este asunto con él, no sabe finalmente ni más ni menos que yo. Por eso estoy realmente sorprendido de que a ti, antiguo sacerdote que siempre ha trabajado para el llamado Reino de Dios, te haya tocado la misma suerte que a mí. Me parece que con eso del Cristo nos han engañado a todos. ¡Menudo disparate que Dios pueda haber permitido que le matasen! Seguro que los antiguos sabios hebreos conocían a Cristo mejor que nosotros y sabían muy bien cómo quitárselo de encima: haciendo que los romanos le persiguieran y, con este astuto ardid, vengarse de ellos por haber destruido su ciudad real. Los hebreos continuaron con su antiguo Dios que, lógicamente, tiene un aspecto más divino que el nuestro crucificado. Pero a causa de aquella astucia de los hebreos, nosotros nos quedamos con el Dios que era para ellos el ser más infame. Si hubiera algo de cierto en el tal Cristo, aquí debería haber alguien que supiera algo de Él. Pero aunque te encuentres con miles de personas, todas los cuales dan la impresión de ser sensatas y honestas, ninguna sabe lo más mínimo sobre Él. Te digo que he encontrado a personas que ya llevan por aquí entre mil y dos mil años, de modo que algunas deberían haber sido sus contemporáneos: nadie sabe más que nosotros dos».

6. «Amigo mío, he de admitir francamente que tus ideas son muy plausibles», reconoce el segundo. «Pero no puedo pensar que, conociendo al verdadero Dios, los sabios judíos hubieran tenido realmente como objetivo vengarse de los romanos entre los que, precisamente en aquellos tiempos, había hombres sumamente sabios. Sería una necedad imaginarse que esta nación grande y sabia pudiera cambiar sus importantes y gloriosos dioses por otro tan miserable.

7. Ya que me has explicado tu opinión al respecto, te diré yo también más en detalle lo que con frecuencia pensé durante mi vida terrenal. El sacerdocio romano se hizo consciente de que sus dioses no le servirían con el tiempo. Por eso buscaron un mito más eficaz para su pueblo, que se había vuelto muy sensual. Pretendieron que su dios supremo, Júpiter, había tenido compasión de los hombres. Y como los judíos eran entre todas las naciones los que más se habían alejado del verdadero reino de los dioses, el mismo Júpiter accedió a enseñar a los hebreos la verdadera religión, la del pueblo romano, en forma de judío. Pero a los judíos dicha religión les resultaba abominable, sobre todo porque en aquellos tiempos estaban furiosos contra los romanos. Por eso se sirvieron de todos los medios posibles para calumniar a este verdadero Júpiter en forma humana. Pilato sabía muy bien de quién se trataba en realidad y procuró defenderle tanto como le fue posible. Pero como no había manera de calmar a los judíos, y estos amenazaron con denunciarle ante el emperador como colaborador de la subversión, Pilato se lo entregó, convencido que el Júpiter humano sabría cómo proceder. Posteriormente permitió que los judíos le crucificaran según la costumbre romana, para que después resucitara cómodamente y se presentara ante el sacerdocio romano. Para estos sacerdotes fue agua bienvenida a su molino: enseñaron este mito al pueblo tras haberlo arreglado convenientemente con los romanos de Judea. Luego, de acuerdo con el emperador, lo mistificaron con algunos mártires, bien reales bien imaginados, y añadieron además una gran cantidad de milagros inventados. Así fue como, siempre sostenido por el mismo pontificado, pasó a nosotros el antiguo paganismo ya descompuesto. Y nosotros, lo sepamos o no, hemos sido lo suficientemente necios para aceptar como algo auténtico esta picardía filistea. Y pienso que por eso es por lo que ahora vivimos las consecuencias del nuevo paganismo que adoptamos entonces».

8. El primero responde: «Amigo, he de reconocer francamente que tu explicación está mucho mejor fundada que la mía. Pero si realmente fuera así, y tratándose de un asunto tan astutamente preparado, no comprendo cómo es posible que el nuevo paganismo haya tomado como base el judaísmo. En los Evangelios, Cristo se remite exclusivamente a los profetas de los judíos, de modo que cuesta admitir que los sabios y orgullosos romanos se hayan servido precisamente de la religión de los judíos, tan despreciados por ellos, para crear una religión provechosa. Además, he de confesarte francamente que la doctrina de Cristo, excluyendo algunas simplezas aparentemente milagrosas, es realmente sabia y realmente humana, por lo que de ninguna manera sería útil para la bien conocida codicia romana. De modo que resulta poco probable poder demostrar que es un producto del sacerdocio romano, y sí que sea obra de los judíos. ¡Los historiadores saben muy bien cómo los romanos se opusieron a su divulgación!».

9. «Amigo, veo que no conoces suficientemente los manejos clandestinos del sacerdocio. Es muy posible que hayas leído en la historia que varios emperadores romanos procuraron evitar por la fuerza que esta religión se difundiera. Pero nómbrame un solo pontífice romano que se opusiera abiertamente a ella. ¡Ves cómo el asunto fue preparado a pesar de la cruel, pero simulada, oposición del emperador! También es más que evidente la razón por la que esta nueva religión se basó precisamente en el judaísmo. Debido a las muchas conquistas de los romanos, sus sabios llegaron a conocer las más diversas religiones, resultándoles muy fácil elegir entre ellas la que mejor servía: la judaica. Por ello prepararon la aparición de Júpiter encarnado en la misma Judea».

10. «Ahora tu exposición presentan otro cariz y tengo que aprobarla enteramente», observa el primero. «Porque esto explica incluso de dónde viene la avidez del actual pontificado romano por el oro y por la plata. Pero insisto todavía en que la enseñanza ética de Cristo, viniera de donde viniere, está por encima de cualquier crítica. Y es precisamente por ello por lo que me atengo al cristianismo. Aunque es sabido que, con el tiempo, unas cuantas plantas parásitas se han pegado a este árbol puro.

Pero me viene ahora a la cabeza la idea de que si alguna vez pudiera encontrar a este Cristo tan puro, ¡de ninguna manera lo rechazaría!».

11. «Yo tampoco, ¡si hubiera uno!, ¡y ahí está el quid del asunto!».

Pero el primero le contesta: «¿Y por qué no buscamos tu quid? Cuando lo hayamos encontrado, ¡por lo menos tendremos un símbolo palpable al que ser fieles!».

12. Después de este episodio, el guía vuelve a dirigirse a los visitantes: «Ved cómo los nubarrones que hay encima de éste se están aclarando un poco, mientras que en el caso del otro todavía tardarán mucho.

Como aquí ya no se nos presentará nada nuevo, continuemos nuestro camino».

Capítulo 30. Un filósofo espiritual y una religiosa

1. El guía continúa: «Ya os habréis dado cuenta que a unos cincuenta pasos de aquí hay otra pareja. Acerquémonos, pero que tampoco perciban nuestra presencia. Ella parece muy débil y agotada, y él está totalmente exangüe hasta la última gota de sangre, un viejo que ya casi no puede arrastrarse a sí mismo. A ver qué pasa».

2. Contenta del encuentro, la mujer saluda al hombre y le tiende la mano: «¡El Cielo sea con usted! Me alegro de todo corazón de la casualidad que ha hecho que nos encontremos. Pero en manera alguna hubiera pensado que usted pudiera estar en un sitio como éste porque estaba convencida que estaría feliz en el Cielo porque en el mundo siempre fue un hombre bueno y piadoso. Fue allí un clérigo muy culto y gracias a usted hubo muchos eclesiásticos valientes y dignos que se dedicaron a la cura de almas. Y ahora, ¡Dios mío!, lo encuentro en este sitio miserable al que yo, el Señor sabrá por qué, he llegado hace dos meses».

3. «Pues sí, mi apreciada amiga», responde el hombre, «también yo siento mucho encontrarla en esta situación. Pero así son las cosas. Los dos hemos sido engañados. En el mundo soñábamos con mucha ilusión una vida feliz en el Más Allá, y no decíamos que el Cielo sabría si lo había o no. Pero hace ya unos cuantos años que sé que la realidad es otra, y usted también, según dice, desde hace dos meses».

4. «Dios mío, ¡cuando pienso en la vida tan abnegada que usted ha llevado en el mundo, una vida sin alegrías! Cuando usted predicaba, todos lloraban y sollozaban en la iglesia. ¡Y las bonitas enseñanzas y advertencias que nos daba en el confesionario! Si pienso con qué devoción celebraba las misas, realmente no puedo explicarme que usted haya podido llegar aquí. Resulta más fácil pensarlo de gente como nosotras pues es posible que a veces no hayamos confesado algunos pecados porque a pesar de todos los esfuerzos no hayamos podido acordarnos de ellos. Pero usted que siempre habrá vivido una vida consciente, ¿no tendrá usted mismo alguna idea de por qué ha llegado aquí?».

5. «Oh, apreciada amiga, ¡tengo sospechas de sobras! Pero será difícil que usted las comprenda».

«¡Dígame algo de ellas!», le anima la mujer. «Quién sabe, si de una u otra manera puedo sacar algo provechoso».

«Pues bien, le diré algo al respecto, pero si no le sirve no será culpa mía. De modo que le expondré mis dudas.

6. Sospecho que ni hay Dios ni Cielo y que nosotros no somos sino obras de la naturaleza. Cuando la materia bruta se desprende de la fuerza vital natural a la que sirve de envoltura, esa fuerza vital natural se mantiene todavía cierto tiempo. Sólo poco a poco se extingue y se disipa en el espacio -como la fuerza de la pólvora una vez fuera de la boca del cañón- y con ello también definitivamente las esperanzas de los seres humanos. Si usted se fija bien en mí, verá que ya estoy muy cerca de mi extinción definitiva. Hasta en esta noche tan oscura mis sospechas le quedarán más claras que en el mundo al sol del mediodía».

7. «¡Válgame el Cielo, si hay uno! ¿Qué está diciendo? ¡Pero eso es horroroso! En fin, usted tiene que saberlo mejor que yo. En realidad, en la Tierra también yo pensé a veces como mi amo, hombre muy juicioso y distinguido, que con la muerte todo se acaba. Ahora veo que mi amo tenía toda la razón. ¡De modo que con el tiempo me pasará lo mismo que a usted! Cuando en el mundo lo pasé mal, por lo menos podía suspirar: “Dios mío, Padre mío, ¡no me abandones!”. Pero ¿qué voy a hacer ahora si Dios no existe? Apreciado amigo, a ver si todavía me dice qué lo mismo pasa con Jesucristo y con su madre María, supuestamente más bienaventurada. Si las cosas son como acaba de decirme, ¿para qué les hemos rezado en el mundo tantos rosarios a ambos y para qué ha celebrado usted tantas misas con tanta devoción?».

8. «Querida amiga», continúa el hombre, «Sólo ha sido aquí donde todo eso se me ha quedado claro. Los grandes señores del mundo no podrían dominar a la plebe si no le hubieran ofrecido un Dios y una religión cualquiera. Mediante la religión les resulta muy fácil mantener en sus límites al pueblo necio. Así trabaja diligentemente para el bienestar de los señores en sus palacios de mullidos sillones y lechos. De modo que colocan por todas partes sacerdotes y pastores que mantienen a la plebe en una conveniente ignorancia. Y al clero que empieza a distinguirse por una gran sabiduría, enseguida le promocionan para que pueda llevar también una vida regalada, porque así no se volverá peligroso para ellos. Eso es lo que pasó conmigo.

9. En el mundo, pronto me di cuenta interiormente que el asunto de la vida en el Más Allá era completamente distinto a lo que siempre predicaba desde el púlpito. Sólo lo confié a señores poderosos, pidiéndoles que me ilustraran. Aunque no lo hicieron, muy pronto, ignoro cómo y por qué, fui ascendido notablemente: me nombraron catedrático, muy bien pagado y, finalmente, incluso director del seminario.

Sé que esos señores entendieron que era demasiado versado para seguir en un cargo de poca importancia. Así podían estar seguros que, por mi propio interés, no iba a causarles perjuicios y que podrían aprovecharse de mi sabiduría. Siempre fui un hombre absolutamente honesto. Pero lo que todavía lamento ahora es que fui demasiado necio para no darme cuenta que con aquella promoción el engañado fui yo mismo. Por mi cargo tuve que vivir después, aunque fuera más bien aparentemente, una vida muy estricta. Pensaba que con una vida tan abnegada, en poco tiempo conseguiría la dignidad episcopal. ¡Pero nada de eso! Aquellos señores supieron muy bien con el cargo que me dieron que yo no sería lo bastante avispado para volverme peligroso para ellos. Y me dejaron en él sin más preocupaciones.

Ya ve, apreciada amiga, así andan las cosas en el mundo en lo que se refiere a la religión. Por eso le dije desde el principio que nos han engañado a ambos».

10. «¡Ahora voy comprendiendo! Si todo eso lo hubiera sabido en el mundo, ¡qué vida más placentera habría podido vivir! Porque, según decían, era muy guapa y, además, muy acomodada. ¡Con los muchos hombres elegantes que me pretendieron! Pero con tanta religiosidad no me atrevía ni a mirarlos por lo que, debido a tanta consideración por Jesucristo y por la bendita virgen María, me quedé solterona. ¡Y encima di toda mi fortuna a la Iglesia!

11. ¡Estúpida! Si por lo menos hubiera sido algo libertina, habría disfrutado de la vida. Peso en mi caso se confirmó el proverbio: “La chancha tonta y lenta nunca come caliente”.

Si las cosas son realmente como usted acaba de explicármelas, entonces casi me entran ganas de maldecir todo esto. ¡Pero no, no lo haré! Cuando lo paso mal, antes y lo mismo ahora, me consuelo invocando a Dios y a la virgen María. Recuerdo que, en la Tierra, invocarlos me ayudó evidentemente algunas veces. Y si verdaderamente no existen, ¿acaso perderé algo haciéndolo?

Realmente no puedo reprocharme merecer el castigo de encontrarme en este lugar tan oscuro por mi conducta. Aunque quizá alguna vez puse demasiada confianza en el clero, siempre conservé la honra y la moral porque respecto a esto nunca hice concesiones.

No pocas veces critiqué a quien me parecía malo, aunque únicamente ante el clero. Y junto con el clero, también maldije a los luteranos, a los judíos, a los turcos y a los paganos en el nombre de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu santo, tal como una cristiana creyente debe hacerlo según sus dignatarios. Por supuesto, también decían que se debía rezar por todos ellos para que se convirtieran a la religión verdadera. De modo que primero los maldije como se debe, y luego recé por ellos.

Si no es en eso en lo que he podido faltar, no sé en qué.

Siempre di algo a los pobres aunque no largamente pues preferí entregar mi fortuna a la Iglesia pensando que el clero sabría repartirlo con mejor criterio que yo.

De modo que cuanto más cavilo, tanto más tengo a la impresión de que he llegado aquí indebidamente.

12. Sea lo que fuere, me atendré a la invocación de Dios y de la virgen bendita y, si tengo que continuar en este lugar, lo haré como pueda. Tal vez coincidiré con alguien que sea capaz de orientarme mejor y con mejores ideas. Por eso le digo adiós, en su compañía poco adelantaré. A decir verdad -y tal como lo veo en este momento- hubiera preferido no haberme encontrado con usted pues ahora entiendo que la ignorancia produce más felicidad que la más penetrante inteligencia.

13. Me doy por contenta con no haber ido a parar al purgatorio que siempre he temido tanto, e incluso al mismo infierno. Bien considerado, en realidad no lo paso tan mal aquí pues no padezco molestia alguna, a no ser el hambre que paso. Pero la puedo calmar comiendo las hierbas que por aquí se encuentran abundantemente. Si las cosas no se vuelven peor, ya me lo arreglaré con esta comida. De modo que: ¡Adiós!».

14. «Bien, bien», contesta el hombre, despidiéndose de ella: «¡Y cuídese de no engordar demasiado atiborrándose de hierbas! De todos modos, ¡buen provecho! Por mi parte, todavía no he tenido la suerte de dar con prados semejantes; hasta ahora no he encontrado otro alimento sino musgo, y eso muy escasamente».

15. El guía se dirige a los visitantes y dice: «Ved, los dos se separan. Él se dirige hacia el norte y ella más bien hacia el mediodía».

16. «Te confesamos que no nos podemos explicar por qué la mujer ha llegado a este lugar», contestan los visitantes. «En el caso del hombre es evidente que hay motivos debido a sus ideas».

17. «Pero queridos amigos, ¡debierais verlo primera vista! ¿Qué calificativo debe darse al amor de quien sólo hace el bien por la recompensa inmediata o venidera? ¿Acaso no es amor propio? Pues se ama a sí mismo sobre todo, y nada le resulta demasiado costoso si se trata de su propio bienestar. Esto es lo que ocurrió con esta mujer, que dio toda su fortuna por el Cielo como cualquier otro la da para comprarse un bien mundano. Del verdadero amor hacia Cristo, que siempre ha de ser absolutamente altruista, no tenía ni la menor idea. Por eso, su afán por las recompensas tiene que ser erradicado totalmente, precisamente aquí. Tiene que ser obligada a buscar a Dios y a anhelarle por Él mismo. Únicamente entonces le resultará posible acercarse al verdadero Amor y a la Gracia del Señor.

Y él tiene que considerarse totalmente acabado antes de poder estar en condiciones de recibir la Gracia.

18. Aun así, no deis a nadie por totalmente perdido. Aunque muchos necesitarán pasar cientos o miles de años hasta estar capacitados para recibir la Gracia del Señor.

19. Para que podáis saber aún más sobre las diversas razones por las cuales mucha gente llega aquí, vamos a continuar un poco todavía. Cuando encontremos a sociedades completas, comprenderéis mejor. Veréis que la gente de la “alta sociedad” de hoy es propensa a innumerables insensateces, y que, por lo general, incluso las mejores acciones sólo las hacen por un interés personal».

Capítulo 31. Un lugar en la oscuridad donde hay “llanto y crujir de dientes”

1. Dirigiéndose todavía a los visitantes, el espíritu anfitrión continúa: «Allá bastante lejos y en una luz muy tenue, entre rojiza y gris, se distingue un grupo de unas treinta personas de ambos sexos. Acerquémonos un poco más a ellas. ¿Qué veis?».

«Parece que hay un gran tumulto y mucha pelea».

«Bien observado. Pero eso es sólo de una apariencia porque, a cierta distancia, una disputa espiritual se manifiesta como una pelea. Acerquémonos aún un poco más y el escenario cambiará. ¿Veis?, cuanto más nos acercamos, tanto más tranquilos parecen los puños.

En cambio se oyen muchos ladridos y, de vez en cuando, algunas voces que suenan como aullidos».

2. Los visitantes dicen: «Esta escena recuerda las palabras que el Señor dirigió a los hijos de la Luz, cuando les habló de aquellos que serán arrojados a la extrema oscuridad donde su suerte sería “el llorar y el crujir de dientes”».

«Sí, queridos amigos, ese es exactamente el significado. En seguida sabréis lo que en la luz espiritual se entiende por “llorar y crujir de dientes” y “ser arrojados a la extrema oscuridad”. Demos aún unos pocos pasos más.

3. Ya estamos; ¿qué veis?».

«No hay nada que nos choque. Pese a las caras enjutas, a las que ya nos hemos acostumbrado, la asamblea en su conjunto ofrece una impresión pasable. Todos rodean a un orador que se dispone a pronunciar un discurso».

4. «Así es», dice el guía. «Precisamente por ese discurso es por lo que os he traído aquí».

«Pero hay algo que nos llama la atención: En parte alguna hemos encontrado aquí ningún sitio elevado pues todo este reino de la noche parece tener un suelo de arena siempre llano; por ello nos sorprende que el orador esté en una posición bastante más elevada que los demás».

«Vuestra pregunta es justificada, porque el detalle más insignificante tiene aquí una gran importancia. Este orador ha preparado un montículo de arena; pero como su tribuna de arena será también su discurso. Mientras que se mantenga tranquilo, la arena lo soportará. Pero en cuanto empiece a acompañar el discurso con movimientos bruscos, su tribuna cederá y pronto quedará a la misma altura que todo su auditorio.

Ya ha dado la señal de que va a hablar. Escuchémosle sin que nadie advierta nuestra presencia».

5. El orador comienza su discurso: «Apreciados amigos y amigas. Cada uno de vosotros me ha confirmado que durante su vida en la Tierra vivió y actuó de manera totalmente justa y honesta. (Todos aplauden). Fuisteis, como buenos cristianos, bienhechores de la humanidad menesterosa en medida justa. Siempre que hubo siniestros, vuestros nombres fueron mencionados con grandes letras en todos los periódicos, junto con el importe de vuestras considerables donaciones. Hasta los ciegos y los sordos tiene que reconocer que eso es muy justo, pues conviene que la humanidad lo sepa. Así los necesitados sabrán a dónde dirigirse cuando estén en apuros y, además, la buena obra sirve de ejemplo a otros que estén dispuestos a seguir las huellas de los filántropos indicados. (Grandes aplausos por todos lados).

6. Con el corazón emocionado puedo afirmar que cuando se trató de fundar instituciones caritativas, siempre estuvisteis dispuestos como auténticos dignatarios del mundo. (Salva de aplausos y exclamaciones como “¡Pasaje maravilloso!”, y “¡Orador divino!”).

7. Siempre apoyasteis las artes y las ciencias, servisteis al estado con fidelidad, y se puede decir de vosotros que vivisteis verdaderamente según el Evangelio, pues pusisteis de manifiesto de manera evidente que siempre disteis a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Nunca el móvil de vuestras buenas acciones fue el afán de honores o de gloria, por el contrario estas acciones admirables vuestras siempre estuvieron movidas por las necesidades de cada situación. (Tempestad de aplausos, lágrimas y sollozos). También llevasteis una vida limpia como el Sol en el cielo más puro; eso hablando de nuestros tiempos en la Tierra porque aquí no hay ni rastro del Sol.

Y ahora, apreciados oyentes, permitidme una pregunta:

8. ¿Cuál es la recompensa de todas estas acciones tan ejemplares?

¿Dónde está el Cielo tan sumamente alabado y prometido a todos aquellos que, dignos de imitación, siempre se comportaran como verdaderos cristianos?

¿Dónde está el Cielo para ganar el cual hicimos tantos sacrificios? (Grandes aplausos de todos lados).

9. Apreciados oyentes, esta arena que pisamos, estas tinieblas sin nada más para comer que un escaso musgo, ¡esa es la recompensa y el Cielo que la clerigalla nos pintaba con los más vivos colores! (De nuevo grandes aplausos).

10. ¿Dónde está el Dios tan sumamente justo por amor al cual hicisteis tantas acciones nobles? Porque escrito está en el Evangelio: “Lo que hacéis a los pobres, a Mí me lo hacéis, y por ello, tendréis un gran tesoro en el Cielo”.

También dice el Evangelio: “En la misma medida que deis os será devuelto”.

Queridos oyentes, esto es lo que hicisteis. Ayudasteis a miles de pobres y siempre fuisteis justos en las cantidades y el peso.

11. Por eso pregunto: ¿Dónde está el tesoro y dónde lo devuelto según la medida de las buenas acciones que, como verdaderos cristianos, hicisteis en la Tierra? (Muchos aplausos y voces: “Sí, ¿dónde está todo?”).

12. ¡Menuda jugarreta! El tesoro celestial es la oscuridad, y la devolución según la medida, el musgo escaso que en la Tierra quizás aceptarían los alces. Con ello se acaba la recompensa celestial.

13. ¡Cuántas veces hemos entonado en la Tierra el Te Deum laudamus en ocasiones señaladas! Desde todos los púlpitos la clerigalla gritaba en nuestros oídos: “¡En el Reino luminoso de los Cielos cantaréis el gran y eterno Te Deum laudamus!”.

14. ¿En qué quedamos ahora respecto a ese sumamente alabado Te Deum laudamus?

Os encogéis de hombros. Yo lo haría con todo el cuerpo si con ello no me arriesgara a que acabe mi importante función, junto con mi frágil tribuna.

Diré, sin hablar por nadie, que con nuestro alimento exquisito poco podrán nuestras gargantas producir una voz armónica para ese himno excelso. Aparte de eso se plantea la cuestión cardinal: ¿Es que hay Dios?

15. También habrá gato encerrado en eso de que Abraham e Isaac se sentaron a una mesa preparada con alimentos celestiales. Os digo que si ahora estuviera en la Tierra sabría preparar una exégesis de las más completas y acertadas sobre todos esos textos prometedores de la Biblia. Por ejemplo, a Abraham e Isaac los presentaría en la oscuridad y la arena, y ante una mesa bien preparada con musgo de la calidad del islandés, muy recomendado para alces. Y cedería inmediatamente mi tribuna a quien afirmara que aquí estamos en mejores condiciones que esos pobres animales del norte gélido. En fin, sólo tocar nuestro vientre y echar una ojeada a este suelo arenoso confirma con toda evidencia que llevamos realmente una vida propia de alces.

16. Seguro que ni siquiera el buen redentor del mundo, Jesucristo, sabía en verdad qué es lo que se ocultaba tras el Reino de los Cielos que predicaba. Porque si lo hubiera sabido, seguro que no habría dejado que le clavaran en la cruz. Si su Dios-Padre, tan alabado, le ha dejado plantado como a nosotros después de la crucifixión, seguro que este hombre tan singular habrá arqueado las cejas cuando la santa Cena propuesta por Él se le haya presentado con musgo por todo menú.

Pero, ya que estamos aquí, aún tengo que hacer otra pregunta de mayor envergadura:

17. ¿Por cuánto tiempo será? ¿Se acabará nuestra estancia en este reino de la escasez tal como deseamos? Lo mismo tendremos la suerte de vernos obligados a continuar vagando eternamente por estos campos elíseos colmados de bendición. Es una pregunta de suma importancia, pero requiere alguien que la pueda responder. Os confieso que no obtendréis de mí más respuesta que la que os daría una piedra. Tampoco quiero hablar por nadie, puesto que en diferentes cabezas suele haber diferentes ideas y puntos de vista. Pero pienso que en este escenario y con esta luz tan escasa nadie podrá hacer nada de provecho. Porque para hacer algo con claridad se necesita luz, y la luz del día requiere un Sol.

18. Querer aclarar algo aquí equivale a una tomadura de pelo colectiva. Aunque también hay que reconocer que los grandes sabios tendrán en este lugar tiempo más que suficiente para reflexionar. Dichosos aquellos que han traído mucho material filosófico, porque con los tres elementos con lo que aquí cuentan -oscuridad, arena, musgo-, pronto acabarán. Pueden abandonar lupas y microscopios porque ya pueden darse por contentos si descubren un pastizal de musgo con sus propios ojos.

Sobre todo lo pasarán mal aquí los astrónomos, al igual que los “ratones de biblioteca”, los artistas y los virtuosos, todos los cuales corren el riesgo de morirse de aburrimiento, por lo que tal vez no sólo morderán el musgo sino también el polvo. Y, ¡sorpresa!, ¡sólo ahora comprendo que el modismo “morder el polvo” en su plena acepción tiene un origen mucho más antiguo de lo que muchos novelistas o historiadores pueden imaginar! ¡Quién sabe si ya lo usaban los antiguos sabios egipcios que tal vez tenían una idea de la suerte que les esperaba aquí a los mortales!.

19. Queridos oyentes, si a todos los hombres que habitan la Tierra les espera la misma suerte que a nosotros -y no dudo de ello- entonces pienso que Moisés y Jesucristo, honrados a carta cabal, con sus leyes han elegido un camino poco seguro y poco eficaz.

Si Moisés hubiera tocado la tierra con su vara mágica y hubiera dicho: “¡Sol, oscurécete, porque la luz de las estrellas es suficiente para nuestra estupidez, y tú, Tierra, vuélvete una estepa arenosa que produzca a lo más un poco de musgo!”, toda la legislación del Sinaí, tan espectacular con sus rayos y sus truenos, habría sido superflua porque en tales condiciones ya no habría manera de pecar ¿Quién podría robar algo? Con el alimento que disfrutamos aquí y con todos nosotros vueltos ya unos puros esqueletos, ¿dónde estará aquel que aún tenga deseos sensuales? ¿Qué motivos podría haber para mentir? ¿Qué razón incitaría a nadie a cometer un asesinato? ¡Es imposible encontrar una respuesta!

Sin ir más lejos diré que podremos hacer o discutir lo que queramos, nada adelantaremos. Yo, parecido a un Cristóbal Colón, ya hice dilatados viajes navegando en este mar de arena y oscuridad en todas direcciones, pero no tuve la misma suerte que él. Nunca pude exclamar: “¡tierra!, ¡tierra!”, sino siempre únicamente: “¡Noche!, ¡Musgo!, ¡Arena!”.

20. Por eso digo resumiendo mi discurso: De todos los hombres que habitaron en la Tierra pienso que Jesucristo fue el más honrado. Él descartó una parte de la ley de Moisés que era tiránica y, en cambio, predicó la única ley del amor al prójimo, de la cual me declaro partidario. Porque se trata de una ley en cuyo marco -se mire por donde se mire y en las condiciones de vida que sean- los seres racionales todavía pueden vivir de la más feliz de las maneras. De modo que me declaro a favor de que también aquí seamos seguidores fieles de esta ley, que recordemos a Jesucristo como hombre de honor, y que -pese a las condiciones poco favorables- nos conformemos lo mejor posible con nuestra suerte.

Creo que así nuestra situación se volverá más soportable.

21. Pero, mis apreciados oyentes, os insto a que no consideréis esta recomendación como una ley -por positiva que sea- sino como un deseo bienintencionado mío. Seguro que si procuremos llevar una vida social unidos, soportaremos nuestra suerte mejor que si cada cual se las arregla por sí sólo de manera egoísta.

Por mi parte, siempre estaré a vuestra disposición».

22. Con este deseo y esta afirmación termina el discurso del orador, que baja cuidadosamente de su tribuna.

Muchos le dan la mano y afirman: «En compañía de un hombre así, que tiene la cabeza y el corazón bien puestos, estaremos bien en todas partes. Por eso, querido amigo, nos alegramos mucho de haberte encontrado, y con mucho gusto te obedeceremos en todo».

23. Toda la asamblea se siente sorprendida de que por encima de ella haya más claridad, ante lo que el orador dice: «Pues sí, ya lo he pensado: ¡si Cristo con su doctrina filantrópica no nos trae la Luz, seremos habitantes de la noche eterna!».

24. Y el guía, dirigiéndose a los visitantes, continúa: «Ved, progresivamente se va aclarando más. Y si miráis en dirección a la mañana, veréis que se acercan dos mensajeros enviados por el Señor para traer más Luz a la asamblea. Esperemos todavía un poco para ver lo que pasa».

Capítulo 32. Nacimiento desde la oscuridad a un primer grado de Luz vital

1. También la asamblea ve los dos mensajeros que se están acercando y el cabecilla acude amablemente a su encuentro para recibirlos:

2. «¡Bienvenidos: toda la asamblea os saluda! Como no os conozco, supongo que o acabáis de llegar de la Tierra o habréis encontrado un pasto mejor que el nuestro: ¡vuestro aspecto es incomparablemente mejor que el nuestro! Todos nos alegraríamos mucho si os quedarais entre nosotros con vuestra fluorescencia: a muchas cosas se puede acostumbrar uno, difícilmente a la oscuridad.

Pero, ¿cuál es la razón que hayáis venido precisamente aquí desde la Tierra? O, si venís de un pasto mejor, ¿qué motivo os ha llevado a abandonarlo?»

3. El primero de los mensajeros toma la palabra: «Amigo, mucho te equivocas porque no venimos de la Tierra ni tampoco de un pasto mejor, sino de parte del Señor Jesucristo, al cual tú consideras simplemente como un hombre sumamente honesto pese a que es el único Señor del Cielo y de la Tierra. Él es quien nos ha enviado a vosotros para que os digamos la razón por la cual lleváis tanto tiempo errando desamparados por esta región.

4 Si os preguntáis cómo habéis vivido en la Tierra, vuestra memoria os dirá claramente: “Todos hemos vivido y actuado siempre honradamente y con buena fe”.

Pero si también os preguntáis por qué vivisteis y actuasteis de esta manera, vosotros mismos tendréis que confesar: “Hemos vivido así atendiendo fundamentalmente nuestro propio bien. Los móviles de nuestras buenas acciones siempre fueron los honores y elogios mundanos que las mismas nos proporcionaban, y la reputación y el prestigio ante la gente. Siempre fuimos buenos ciudadanos y feligreses fieles. Por supuesto no por amor a Dios, pues no le conocíamos en absoluto ni conocíamos su santa Voluntad, sino por la cuenta que nos traía. Además, también llegamos a la conclusión de que si verdaderamente había una vida después de la muerte, según enseñaban la clerigalla y otros defensores de la inmortalidad, nuestras acciones nos aseguraban que no nos encontraríamos abatidos en el Más Allá. Y si esa vida no existiera, al menos nuestra buena reputación se conservaría entre nuestros descendientes.

Tal vez aún hablarán de nosotros después de cien años y dirán: “¡Aún había hombres nobles en aquellos tiempos!”.

5. Si tenéis conciencia, ella os dirá todo lo que os acabo de referir. Así que resulta evidente que, al terminar vuestra vida en la Tierra, entrasteis en esta vida espiritual sin la menor idea de lo que se necesita en ella y menos aún de en qué consiste. De manera que es lógico que en esta vida espiritual no encontréis sino lo que trajisteis de vuestra vida en la carne: el raquitismo de vuestra existencia y una oscuridad total en vuestras nociones sobre la vida del espíritu.

En otras palabras: Llegasteis aquí igual que el embrión cuando, a causa del engendramiento, llega al cuerpo de la madre donde hay una oscuridad total. En cierto sentido se alimenta sólo de las inmundicias que acarrea la sangre de la madre, hasta que con tan frugal e insípido alimento acumula la fuerza natural que le permite salir de ese lugar oscuro de su desarrollo.

De modo que también aquí, en cierto sentido, habéis estado en un “seno materno” y habéis tenido que nutriros de los escasos alimentos que el mismo os ha ofrecido.

6. Pero como todavía latía en vosotros una chispa viva para la Vida eterna -un mínimo amor y estima a Cristo, por pequeños que fueran- esta chispa posibilitó vuestro parto de embriones espirituales y que dejarais atrás la esfera oscura.

Que sea con vosotros lo que dijiste ante la asamblea al fin de tu discurso: “Si Cristo no nos trae la Luz, esta oscuridad será eterna en nuestra existencia”.

7. De modo que con Cristo os ha llegado la Luz. Sabed que el Señor dijo a uno de sus discípulos que nadie alcanzaría la Vida eterna ni entraría en el Reino de Dios a no ser que renaciera.

El Señor se lo dijo a su discípulo durante la noche para indicarle que todo espíritu aún no renacido se encuentra en la noche, como el embrión en el seno materno. Y también con el fin de señalarle que el Señor viene en la noche al espíritu aún no renacido, para renacerle de esa noche a la Luz de le Vida eterna.

8. Como gracias a vuestro recién despertado amor al Señor se acerca la hora de vuestro renacimiento espiritual, nos han enviado aquí para llevaros desde este lugar natal espiritual vuestro a otro sitio donde cuidarán de vosotros de manera parecida a como se cuidan los niños. Allí podréis recobrar las fuerzas vitales con las cuales podréis entrar en una nueva esfera, bien delimitada por el Señor según vuestras facultades.

9. ¡Pero guardaos de pensar que el Cielo es una recompensa por vuestras buenas obras realizadas en la Tierra, y sed conscientes que únicamente consiste en vuestro propio amor a Dios!

10. Cuanto más agarréis al Señor con vuestro amor, y cuanto más humildes os volváis ante Él y ante todos vuestros hermanos, tanto más verdadero Cielo llevaréis en vosotros.

¡Reuníos y seguidnos!».

11. Dirigiéndose a los visitantes, el guía vuelve a tomar la palabra: «¿Veis?, toda la asamblea es feliz y sigue a los dos mensajeros».

12. «¿A dónde los llevarán?».

«Volved la cabeza y, a bastante distancia, veréis la alta pared y la abertura que ya conocéis. ¿No os llama la atención? ¿No se parece a la vagina de una madre que se ensancha ante el nacimiento de un niño?».

13. «¡Es evidente!», exclaman los visitantes. «¡Ahora lo comprendemos todo de golpe! ¿Pero cuando la asamblea haya salido, dónde llegará?».

«¿Dónde llega un niño recién nacido?».

«A unos pañales suaves y a una cuna».

«Eso es», confirma el guía. «De modo que sus condiciones de vida todavía son muy limitadas. Cuando nos acercamos al otro lado de esta pared viniendo de la mañana, vosotros mismos visteis muchos valles a ambos lados de nuestro camino. Estos son los pañales y la cuna; allí serán instalados. Lo que allí pasa ya lo habéis visto vosotros mismos.

14. Así como un niño recién nacido no se transforma en un hombre fuerte de un día a otro, un espíritu renacido en el reino de los espíritus también progresa muy lentamente.

Ahora ya sabéis dónde estáis. Así que no os extrañéis de no ver entre la mucha gente de aquí, sino en raras ocasiones, a ningún mensajero iluminado: estaría tan fuera de lugar como alguien que en la Tierra quisiera enseñar a un niño que todavía se encuentra en el seno de su madre.

15. Vosotros ya sabéis cuando un niño está preparado para que le enseñen. Por ello estos mensajeros no pueden ser considerados como instructores sino como auténticos parteros espirituales.

Como ya estáis bien instruidos sobre este particular, podemos seguir adelante, porque ya se prepara otra escena digna de contemplar.

Capítulo 33. Sobre apariencias espirituales

1. Si os fijáis bien», continúa el espíritu anfitrión, «a vuestra derecha hay algo que parece una nube de polvo. Acerquémonos a ella para ver su verdadera naturaleza».

«¿Qué significa aquí semejante nube de polvo?», preguntan los visitantes.

«En la Tierra habréis oído algo sobre quienes levantan una gran polvareda; esta nube es su correspondencia. ¡Acercaos un poco más! Ya estamos. ¿Qué veis ahora?».

2. «Ya no hay nube sino una asamblea de seres humanos enanos de ambos sexos, muy deformados. Se hinchan ante los demás y se ponen de puntillas, pues cada cual pretende ser más alto que los demás. Los más pequeños incluso se echan arena encima como si así resultaran más grandes».

3. «Bien observado», dice el guía. «Y así es como se manifiesta su mentalidad. Vayamos allí mismo y toda la asamblea se os presentará de nuevo de manera distinta. Ya estamos con ellos. ¿Qué veis ahora?».

«Parecen un poco más grandes, se miran con gran amabilidad y son muy atentos unos con otros. Se diría que se comportan como mujeres coquetas en sociedad. ¿Pero qué significa que una asamblea como esta parezca tan distinta según desde donde se mire?».

«Así es también el mundo», dice el guía. «De cerca, nadie se atreve a decirle la verdad en la cara a un poderoso, y tampoco ellos lo hacen entre sí. De modo que se cortejan unos a otros.

4. Cuando se separan, cada cual se ceba en los demás criticando muchos detalles. Sólo saben avaluar desde un punto de vista elevado las propias cualidades, lo que está simbolizado por “echarse tierra encima”, o sea, poner las ideas propias por encima de todos los demás. De modo que, vistos a cierta distancia, los miembros de tal sociedad todo lo examinan de manera muy crítica, y todo lo que dicen y hacen o dejan de decir o hacer los demás, lo consideran como huero y pura fanfarronería.

5. Si comparáis ambas situaciones, tendréis que llegar a la conclusión que desde lejos es como se manifiestan la verdadera naturaleza de un escenario que, de cerca, se pierde aunque se vean más detalles. Aunque los detalles se manifiestan enteramente desde muy cerca, las verdaderas dimensiones de la escena no se ven en absoluto.

6. Lo mismo pasa en el mundo material: si uno se encuentra a una distancia de diez horas de una montaña, abarca todo el panorama con la vista y tiene una impresión global del mismo. A sólo una hora, ve ramificaciones, valles y abismos, que desde lejos le parecían una superficie uniforme. Y cuando sube a la misma montaña, ya no le queda ni rastro de la primera impresión, sino que le pasa como si “los árboles le impidieran ver el bosque”. Las tres diferentes impresiones que nos causado esta sociedad que estamos observando pueden explicarse así».

7. «Sí, es evidente», dicen los visitantes. «Pero todavía hay algo particular en esta asamblea. Sólo que no nos resulta clara su causa. Todo su comportamiento más bien parece una pantomima que una conversación».

«¿Acaso no se ve a primera vista que es una sociedad de altos funcionarios del Estado? Egoístas y ávidos de prestigio, sólo desempeñaron su cargo por su propio bien y en manera alguna por el bien de todo el estado o de su pueblo.

8. En el mundo todos ellos sabía darse importancia unos antes otros, pero al mismo tiempo ninguno se fiaba de los demás y, con trampas y trucos, sabían tirar de la lengua para estar al tanto de todos los posibles secretos. Pero esta zalamería y la amistad por interés, ¿qué es en realidad? Una coquetería descarada, comienzo de toda degeneración. También es así como una coqueta seductora mira amable y prometedoramente a un hombre para cazarle. O como un cóndor lleva una tortuga a una altura adecuada para poder aprovecharse mejor de ella tras su caída.

9. En general, la gente como ésta es poco útil a la comunidad. Recuerdan a jugadores de cartas que se reúnen por la tarde atentos y afables como hermanos, pero que cuando se sientan a la mesa de juego poco les importa que los otros pierdan todos sus bienes».

10. «Pero en tal caso es evidente que son gente malísima. ¿Cómo es posible que se encuentren aquí y que no estén totalmente perdidos?».

El guía dice: «Vuestro juicio es precipitado en este caso. ¿Acaso no diferenciaréis los delincuentes permanentes de los ocasionales? La posición de esta gente en el mundo les ha dado el derecho “político” de actuar de esta manera, por lo que están totalmente convencidos de actuar según los criterios de su profesión.

11. Aquí en el reino de los espíritus nunca se considerará condenable ninguna acción que el hombre haya realizado movido por su sentimiento de justicia y que no intranquilice su conciencia. Este es el caso de esta gente de aquí. Para ellos ni el bien ni el mal son un criterio, todo consiste únicamente en una comedia política más o menos astuta. Por eso están aquí, para eliminar todo lo vano y lo falso. Sólo cuando lo hayan logrado tras un progreso muy lento, renacerán desde esta región a la de los valles donde conocimos a fondo al estoico».

Capítulo 34. Influencia recíproca de los matrimonios en el Más Allá

1. «Todo eso nos queda claro», dicen los visitantes. «Pero como también se ven en esta asamblea mujeres totalmente integradas, se plantea el interrogante de por qué están en ella».

2. «¡Es más que evidente!

3. ¿Acaso no es una antigua tendencia de las mujeres, más débiles, desear ardientemente ocupar precisamente los cargos que menos pueden ejercer: reinar y gobernar? Cuando un hombre que ocupa cualquier cargo tiene una mujer o se casa, seguro que la mujer terminará reinando más que aquél a quien se le confió el puesto.

4. La mujer se sirve de toda su astucia femenina para imponer sus ideas. Y el hombre ha de tener mucha firmeza para no dejarse engatusar por su “Eva”».

5. «¿Cuál es la verdadera razón de que, por lo general, la mujer salga victoriosa con su sagacidad?».

6. «Es muy fácil», responde el guía. «Considerad a la mujer como a las raíces de un árbol. Aunque el tronco con su copa se encuentre con la luz del cielo y absorba su alimento etéreo de los rayos del Sol, todavía recibe la mayor parte de su alimento a través de las raíces. Si las raíces se independizaran del árbol, ¿qué sería de él? Empezaría a secarse y en seguida dejaría de dar fruto.

7. La mujer lo sabe inconscientemente e igualmente sabe muy bien en qué medida es una necesidad para el hombre. Si es de mala índole, entonces hace lo que frecuentemente hacen las raíces de un árbol: producen nuevos brotes y los nutren, privando al árbol del alimento que le corresponde. De semejantes brotes rara vez sale un árbol fuerte que produzca fruto, solo arbustos. Si el árbol no contrarresta tal extravagancia de las raíces con el alimento más sublime absorbido de la luz, extendiendo su copa y sofocando los arbustos malignos, su propia existencia estará en peligro.

8. Lo mismo ocurre con el hombre que tiene una mujer dominante que quiere imponerse en todo. Si no consigue contrarrestarla con toda su virilidad, entonces la mujer pronto le habrá cercado con excrecencias secundarias y él se volverá cada vez más flojo: toda su fuerza se ha quedado ahí. Este es el afán femenino de reinar y gobernar.

9. Otro ejemplo es el de los niños que, en su debilidad, a veces tienen más poder que un gran autócrata. Imaginemos al padre de un niño que apenas sabe hablar. Pueden venir miles de personas para quitarle al autócrata una idea de la cabeza, pero vendrán en vano.

Sin embargo, si el niño le mira con cariño y le dice: “Papa, ¡quédate conmigo y no salgas porque tengo miedo que te pase algo!”.

Entonces el autócrata se ablanda y hace caso a su hijito.

10. Volvamos a las mujeres. Sabéis que el hombre cambia la voz durante la adolescencia, adoptando un sonido más grave. Pero la mujer mantiene la escala infantil y, más o menos, también toda la psique del niño. Por ello conserva igualmente ese poder infantil del que hemos hablado.

11. Mediante esta facultad la mujer puede ejercer su influencia sobre el hombre “desde las raíces”.

12. Con esto os habrá quedado claro la razón de que en esta asamblea se vean mujeres. Y sabed que en el Más Allá la mujer permanece unida al hombre hasta que este no se ha purificado de todas sus tendencias mundanas.

13. Frecuentemente un hombre podría llegar mucho antes a un grado de pureza espiritual si no fuera porque su mujer le retiene con sus inclinaciones más mundanas. De modo que también los hombres de esta asamblea estarían ya en condiciones mucho mejores si no hubiera en ella todas esas mujeres.

14. Cada vez que un hombre toma la decisión de orientar su mente hacia valores más sublimes, la mujer, con su despotismo innato, siempre sabrá proponerle otro camino. Con otras palabras: en el mundo espiritual un hombre acompañado por una mujer así progresará con más dificultades todavía que en la Tierra. Y si quiere separarse de ella, ya sabrá ella motivarle con sus ruegos “infantiles” y con sus ideas inocentes para que se quede y para que le prometa que no la abandonará nunca.

15. Incluso muchas veces se da el caso de que llegan a esta región hombres con buen corazón acompañados por mujeres que ya se han vuelto buenas para el infierno. Estas son las más peligrosas y, a la vez, las más tercas, porque su corazón está apegado a aquello que forma parte del infierno aunque, por las más diversas e interesadas razones, también esté apegado a su marido.

16. Como todas las aspiraciones de dicha mujer la atraen al infierno, mientras que el hombre de mejores tendencias no tiene fuerza suficiente para separarse de ella sino que cede a la aparente debilidad de su mujer, ella le arrastrará poco a poco y de la manera más “inocente” hacia más allá de aquel río que ya conocéis.

Incluso a algunos ángeles poderosos les cuesta mucho trabajo, y muy penoso, y una gran paciencia, arrancar al hombre de su mujer, tan fatal para él. Según vuestra noción del tiempo puede llevarle varios cientos de años. Y en esta asamblea hay unas cuantas mujeres así».

17. «¡Pero muy bien podría intervenir el Señor y desbaratar los proyectos de estas mujeres!», dicen los visitantes.

«Esto sólo puede pensarlo quien no tiene ni idea de los conceptos sublimes del Orden divino», observa el espíritu anfitrión. «Porque tal intervención es prácticamente incompatible con el mantenimiento de la vida del espíritu.

18. Sed conscientes que el amor de los seres humanos es su vida.

¿Cómo puede el hombre consentir que la mujer le venza? Porque la ha integrado demasiado en su amor. El hombre debería examinarse concienzudamente; debería pesar el amor a su mujer y el amor a Dios en una balanza muy sensible, comparando muy atentamente ambos amores. Y consultar con su conciencia la pérdida de cuál de los dos le resultaría más soportable: perder a su querida mujer y todas las ventajas que le proporcionan su presencia, o el Amor del Señor.

19. En esto no valen expresiones ligeras como: “Por amor al Señor no sacrificaría solamente una sino veinte mujeres...”. Porque cuando se trata de la Vida, esta pregunta tiene que tratada con profunda seriedad.

20. Supongamos que a un hombre que pretende amar a Dios mucho más que a su mujer, el Señor se la quitara, es decir, que ella se muriera.

21. Si entonces el hombre siente y dice para sus adentros: “Señor, te lo agradezco; porque en mi amor por ti sé que todo lo que haces es lo mejor”.

Y si este hombre encuentra un verdadero consuelo en el amor a Dios, entonces, realmente, ama a Dios más que a su mujer.

22. Pero si se entristece y dice: “Señor, Tú sabes cuanto te amo, ¿por qué me has infligido tanto dolor y semejante tristeza?”.

¡Entonces ese hombre ama a su mujer más que a Dios!

23. Aunque ese hombre sobreviva a su mujer muchos años, aunque la olvide con el tiempo y se entregue enteramente al Señor, el antiguo amor se conservará todavía en el fondo de su corazón. Sólo haría falta que su mujer volviera después de diez años y él, encantado, la recibiría con el mayor amor, sobre todo si se le presentara “espiritualmente rejuvenecida”».

24. «¿Cómo será eso posible si el viudo se ha entregado completamente al Señor?», preguntan los visitantes.

«Os pregunto: ¿Acaso tal entrega fue voluntaria o por resignación? ¿Acaso se hubiera entregado al Señor si Él no le hubiera quitado su mujer? Ante el Señor sólo cuenta la libre voluntad y la abnegación total en todo.

25. Este hombre se entristeció con la pérdida de su mujer, y por eso fue por lo que se dirigió al Señor: para encontrar consuelo y curación a su corazón roto.

26. En semejantes condiciones, ¿qué significaba el Señor para él? ¿Acaso fue el amor principal de este hombre? ¿No habrá sido más bien sólo un calmante para el dolor sufrido, un parche curativo? En tal caso resulta claro que el Señor fue el segundo. Y nadie puede decir que el amor por gratitud sea igual que el amor principal.

27. Si un hombre ama a un benefactor que le ha hecho feliz, ¿acaso este amor no es distinto de aquel con el que ama la buena suerte que le cupo?

Yo diría que la diferencia entre estas dos formas de amor es considerable, porque el amor al bienhechor no es sino una consecuencia del amor principal que se concentra en el bien recibido; con lo cual no se trata del amor principal sino sólo de uno secundario.

28. ¿Cómo pensáis que tal amor podría sostenerse ante el Señor, si el hombre debería ver su verdadera suerte sólo en Él, y desde esta óptica todo lo demás debería resultarle nulo y sin valor, y por eso eternamente prescindible?

Para sus adentros el hombre debería sentir y decir: “Si tengo al Señor, entonces no pregunto por el Cielo ni por la Tierra, y menos aún por una mujer”.

29. Ahora podréis comprender por qué os insistí tanto en que el hombre debe examinarse minuciosamente para ser consciente de hasta qué punto llega su amor a Dios y cuánto ama a su mujer.

Porque el Señor mismo dice: “Quien ama a su padre, a su madre, a su mujer, a su hermano o a sus hijos más que a Mí, no me merece”».

30. «¿Acaso está perdido el hombre cuyo amor hacia el Señor es secundario?».

«Ni mucho menos», responde el guía. «Pero no podrá llegar al Señor mientras no se haya alejado por completo de su amor principal y no haya transformado su amor secundario en principal.

31. De las dificultades que eso puede suponer ya os habéis hecho cierta idea al observar esta asamblea. En el próximo escenario todo ello os resultará aún mucho más evidente. Allí podréis ver que cuando un matrimonio vuelve a encontrarse en el reino de los espíritus, frecuentemente su amor equivocado, y en apariencia extinguido por completo, se despierta de nuevo. ¡Continuemos, pues!».

Capítulo 35. Un matrimonio se encuentra en el Más Allá

1. Todavía dirigiéndose a los visitantes, el guía continúa: «Allí se encuentra la pareja en cuestión; precisamente llegamos en el momento justo».

«¿Qué tiene de particular este matrimonio?».

«La mujer murió apenas seis años antes que su marido. Él se afligió mucho, pero al correr del tiempo se entregó con ardor a la religión y vivió una vida acorde con sus nuevos sentimientos. También ahora ha sido llamado de la Tierra y hace muy poco que llegó aquí.

Esto como introducción; lo demás ya lo veréis.

2. Ya hemos alcanzado a la pareja. Escuchad, porque ella ya le está dirigiendo la palabra».

3. «¡Cuánto me alegra verte después de tanto tiempo!», dice la mujer. «Y supongo que en el futuro ya no nos separará ninguna muerte. Pero ante todo dime si se cumplió minuciosamente mi última voluntad, porque me importa mucho saberlo».

4. «Para que veas, querida, que he cumplido escrupulosamente con todo, te digo que hasta en mi última voluntad no hice sino confirmar la tuya, salvo algunos legados insignificantes. Por lo demás, toda nuestra fortuna, la cual aún pude aumentar considerablemente, la han heredado nuestros hijos. ¿Te parece bien?».

5. «Me parece muy bien, salvo eso de los legados. Dime, ¿de cuánto se trataba y a quiénes los hiciste?».

Responde el marido: «El total no supone más de dos mil florines. Los dividí en cinco partes y cuatro los legué a tus parientes. Sólo dejé una quinta parte a la casa de caridad. Pero ni siquiera habría obrado así si, cuando vivías, no me hubieras insinuado alguna vez que me acordase de tu parentela.

Y por lo que se refiere a los pobres, ya sabes que hay que hacer algo por ellos: por el mundo y también porque esa es la Voluntad de Dios. Somos cristianos y no paganos.

Al lado de los ciento cincuenta mil florines que les quedó a cada uno de nuestros siete hijos, esta nimiedad de dos mil florines no tiene importancia. Además, todos nuestros hijos tienen una educación que les permite seguir una buena carrera. De modo que sobre el destino de tu fortuna puedes estar tan tranquila como yo.

Pero ahora, juntos tú y yo, podemos preocuparnos por otros bienes que tal vez nos permitirán estar aquí en condiciones al menos tan dichosas como las de la Tierra».

6. «Si los hijos están bien atendidos, entonces estoy conforme. Claro que con los dos mil florines cada uno hubiera tenido algo de efectivo en las manos, lo que les hubiera permitido iniciar algo sin necesidad de tocar los intereses que les produce el enorme capital. Como las cosas han sido así y ya no hay remedio, habré de conformarme.

7. Y respecto a lo que dices sobre otro capital que pueda servir aquí, yo, tu esposa que desde siempre te ama fielmente, te insto a que te quites de la cabeza tales ideas estúpidas. Hace ya seis años que ando errante en este desierto tan árido y oscuro afligida y preocupada; tengo un hambre que no veo y para calmarla no hay otra cosa que una especie de musgo».

8. «Pero, ¿acaso no tienes ni la menor idea de por qué has llegado a este lugar tan lúgubre? Yo diría que ha sido tu orientación, tan mundana, la que te ha traído aquí. Siempre fuiste muy despabilada, ahorrativa y, en todas los asuntos mundanos, muy respetable y decente. Sólo que siempre tuviste manía al verdadero cristianismo. A veces lo criticaste violentamente y sólo querías atenerte a la sagacidad y filosofía del mundo.

Cuántas veces te dije que si en el Más Allá existía otra vida, suponía que de poco nos serviría en ella nuestra sabiduría mundana. ¡Que más valía que nos atuviéramos a la Palabra de Dios! Porque la vida pasajera de la Tierra era muy corta, mientras que si había una eterna, poco pintaríamos en ella con nuestras ideas temporales. Esas fueron las palabras que siempre te dije en toda confianza. Y ahora, con gran sorpresa por mi parte, veo que por desgracia se han confirmado. Por eso ya es hora que nos liberemos de todos esos pensamientos que nos han atado al mundo y que nos dirijamos a nuestro Señor Jesucristo para que nos conceda su Gracia. Porque si Él no nos ayuda, estaremos perdidos eternamente. Estoy penetrado de la certeza de que fuera de Cristo no hay en todo el infinito ni Dios ni Salvador para nosotros. Te digo que hubiera preferido dar toda nuestra fortuna a los pobres y que nuestros hijos fuesen mendigos. Seguro que esto nos habría proporcionado aquí una bendición mayor que la preocupación mundana por su sustento. Por ello, ¡dirijámonos ahora exclusivamente a Cristo para que perdone nuestra insensatez!».

9. La mujer se queja: «¡Ya pensaba que ibas a traer tus ilusiones religiosas hasta este mundo! ¿Qué de malo hemos hecho tú y yo en la Tierra? ¿No fuimos siempre justos con todos? ¿Acaso hemos dejado a deber algo a alguien? Si realmente hubiera un Dios o, como tú dices, un Cristo, menuda injusticia sería la suya agradeciéndonoslo todo con las condiciones que hemos encontrado aquí. Si realmente hubiera un Dios, ¿cómo podría tomar a mal que una no pudiera creer fábulas tan ridículas y sin sentido? Y si el género humano le hubiera importado algo, ¿cómo se manifestó sólo en un marco tan limitado, estando habitada toda la Tierra?

10. Los demás pueblos pueden decir con razón: “¿Cómo quieres cosechar donde no sembraste? ¿Cómo quieres juzgarnos a nosotros? ¡Dirígete a aquellos que te han visto y entre los que has predicado y júzgalos a ellos! Si quieres ser justo en tu juicio, entonces ¡déjanos salvos a nosotros que nunca te hemos visto! Pudimos contemplar la naturaleza entera mientras vivimos en el mundo, pero de ti, ¡ni rastro! Llegamos al mundo producidos por las fuerzas de la naturaleza y sólo los sabios nos lo han explicado todo, porque a ti ni te vimos. ¿Cómo quieres ahora discutir con nosotros, si nunca quisiste darnos testimonio alguno ni de tu identidad ni de tu existencia?”.

11. Esto, mi amor, es más claro que el sol del mediodía, aunque no lo aceptes de momento porque todavía llevas demasiado poco tiempo aquí. Para expresarte mi amor y mi fidelidad, clama a tu Dios o Cristo tanto tiempo y tan fuerte como quieras, incluso en mi presencia: te garantizo que con el tiempo reconocerás claramente que yo lo veo todo con más claridad con mi inteligencia natural que tú con tu presunta sabiduría espiritual.

12. La Biblia no hace sino torcer la mente de los hombres. Si hubieran tenido el valor de eliminar ese repertorio de estupideces y reemplazarlo por la pura razón humana, la cultura del mundo estaría cien años más adelantada. ¡Quién sabe por qué consideraciones este antiguo chisme está todavía en circulación! ¿Cuál es la consecuencia? ¿Dónde se encuentra la mayoría de la gente mala, descuidada y pobre? ¡Precisamente allí donde circulan la Biblia y la nueva doctrina cristiana! Ve a Roma, a España o a Inglaterra y verás mis afirmaciones confirmadas.

13. Los hombres empiezan a confiar en Dios y, contando con su ayuda, empiezan a holgazanear. Como no llega ayuda, empiezan a empobrecerse. Aunque no digo que se vuelvan ladrones, sí se vuelven una carga para la gente diligente.

Por todas partes hay voces que insisten: “¡Dios es bueno! ¡Dios os ama! ¡Dios es misericordioso!”. Pero es evidente que los mendigos morirían si la gente aplicada y trabajadora no los sustentara.

14. A la clerigalla ociosa le resulta fácil hablar de un Dios misericordioso, a costa de la gente proba y activa, y por eso bien situada. Si no fuera por la gente trabajadora, semejantes prédicas acabarían mal. Si tales alborotadores supieran qué es lo que ocurre en el Más Allá, seguro que predicarían de distinta manera o se olvidarían de los hueros sermones para manejar un arado, que es más productivo.

Puede que haya un Dios que maneje todo el universo, pero no puede existir uno como el que enseña la Biblia judaica».

15. «Oh, mujer, ¡tus pensamientos están horriblemente extraviados! Porque he leído en escritores inspirados por Dios que los espíritus infernales hablan precisamente de la misma manera como tú me hablas ahora. Puedes estar segura de que esa es la razón por la que te encuentras en esta noche eterna. ¡Te digo que empiezo a preocuparme por ti, porque veo que con semejantes principios estarás perdida para siempre! Si realmente no quieres aceptar ideas mejores, ¡entonces me veré obligado a abandonarte para siempre!».

16. «¿Serías capaz de hacerme esto a mí, a tu mujer fiel que te ama infinitamente? ¡Te digo que yo no sería capaz de hacerte algo parecido, aunque fueras condenado al infierno! Yo no te abandonaría en el fuego, ¡y tú quieres hacerlo por mi manera lógica de razonar! Desde luego eres libre de exponerme tus ideas, ¡pero no me vengas con estupideces!

Sígueme a otro sitio donde estaremos mejor que aquí, y allí, en una sociedad mayor, sabrás a lo que hay que atenerse».

17. «En manera alguna quisiera abandonarte, querida, porque para eso te amo demasiado. Por eso te seguiré a dónde me lleves, pues veo que pese a toda tu ignorancia sobre la verdadera religión sigues teniendo un corazón leal. Sigues siendo mi amada a quien no tengo nada que reprochar, salvo que no puedas adoptar mi punto de vista.

De modo que si conoces de un lugar mejor en este reino de la oscuridad, llévame a él y ya veremos lo que se puede hacer».

18. A eso el guía dice a los visitantes: «¿Veis?, los dos se van cogidos del brazo y nosotros les seguiremos de cerca para ser testigos del resultado que semejante relación puede producir.

Capítulo 36. El matrimonio y un espíritu embustero

1. No os extrañéis si vuestra vista es sometida a prueba porque el camino nos lleva hacia el norte, donde cada vez hay más oscuridad. Pero aun así tendremos suficiente luz para que no se nos escape nada. ¿Todavía no oís ninguna voz a lo lejos?».

2. «Sí, se oye algo», responden los visitantes. «Pero no parecen ser voces humanas, sino más bien el ruido de muchos carruajes y también el estrépito producido por un salto de agua. ¿Qué puede significar todo eso?».

3. «A ver si allí lejos distinguís un ligero resplandor como él de un hierro al rojo. Allí es donde nos espera un buen espectáculo.

4. Como nos estamos acercando, el fragor extraño se transforma en ruido de voces humanas muy broncas. Parémonos ahora, porque el conjunto se dirige hacia aquí. También nuestra pareja -que tanto se quiere- se ha detenido».

5. A él, evidentemente, le entra miedo ante lo que viene y quiere dar media vuelta.

Pero ella le coge del brazo y le dice: «Te ruego por todo lo que te quiero que me hagas caso tan sólo una última vez. Porque aquí tendremos la suerte de que sabrán explicarte hasta qué punto tengo o no razón».

6. «¿Qué es lo que se nos está acercando? ¡Me horroriza!».

«¿Es posible que me preguntes qué es? Todos son hombres muy pensadores, como podrás ver enseguida».

7. El guía comenta ante los visitantes: «Mirad como el hombre cede y espera a la cuadrilla de pensadores. Ya están cerca y nuestra pareja, por cortesía, se acerca a ellos.

8. Ya están frente a frente y todos se saludan muy amablemente.

9. Ahora sale uno de en medio de la cuadrilla -una figura masculina muy escuálida- y se dirige a la pareja. La mujer le recibe con mucho cariño. Y su marido hace una gran reverencia ante él. Escuchad, porque la figura va a tomar la palabra».

10. «Apreciada señora, nos alegramos de su visita porque su inteligencia y su comportamiento nos honran. Si tiene un deseo, no dude en comunicárnoslo».

11. «Mire, el hombre que me acompaña es mi querido marido de nuestros tiempos en la Tierra. Su comportamiento siempre fue perfecto, por lo que nuestro matrimonio resultó uno de los más felices; siempre sabía adelantarse a mis deseos.

12. Pero hay un punto cardinal en el que nunca llegamos a un acuerdo; por eso le ruego que usted le de algunas explicaciones que le curarán para siempre».

13. «Oh, señora, usted es demasiado amable y será una honra para mí servirle. Por eso, ¡explíquese!».

14. «Su amabilidad y su modestia me dan valor. El problema clave es que mi marido era estudioso de la Biblia y, por consiguiente, cristiano. Se entregó a esa secta porque fue de origen pobre, por lo que ya desde la cuna le arrullaron con esa antigua filosofía de frailes mendicantes. Usted sabrá mejor que yo lo difícil que resulta quitarles a estas gentes sus estúpidas y enraizadas ideas; él piensa hasta en abandonarme para seguir al tal Cristo.

¡Estas son mis preocupaciones y por eso le ruego que se interese por mi pobre marido!».

15. «Si no es más que eso, pronto habrá remedio en este país de la verdad desnuda», dice la figura, que tiende al marido la mano preguntándole: «¿Es posible que sea verdad lo que su amable esposa me esta diciendo tan preocupada?».

16. «Amigo», responde el marido, «tengo que confesarle abiertamente que en este punto nunca estaremos de acuerdo, pese a que la aprecio profundamente. Sea lo que fuere, estoy decidido a quedarme eternamente con mi fe en Cristo. Este nombre siempre me trajo consuelo y siempre fue la estrella que me guió. Si alguna vez he padecido, seguro que es por no haberme atenido a Cristo con la suficiente firmeza. Y si después me he atenido a él, siempre me ha ayudado como una palabra mágica.

17. Usted, pensador y sabio, reconocerá que sería insensato por mi parte separarme de un bienhechor semejante, y precisamente ahora que -a lo que me parece- le necesito más que nunca. Por eso le digo que no vale la pena que usted intente que cambie de idea. Ya hace demasiado tiempo que he sido esclavo incondicional de los encantos de mi mujer. Cuando en nombre de Cristo, mi Señor, dejó la Tierra atrás, aprendí a prescindir de ella y espero que aquí ya no me comprometerá. Si quiere seguirme, que me siga, pero nunca daré mi Cristo a cambio de ella. Y si no está de acuerdo, estas palabras serán las últimas que hable en su presencia».

18. «Amigo mío», dice la figura escuálida, «con mucha paciencia he escuchado sus argumentos y sólo puedo darle mi más vivo pésame. Y para que sepa quién está hablando con usted le digo que soy el gran sabio Melanchthon (aquí la figura se sirve de una mentira) por lo que en la Tierra seguramente habrá oído hablar de mí».

«Pues sí, pero ¿qué me quiere decir con ello?».

«Sólo que yo sé ciertamente mejor que usted quién ha sido Cristo. Porque hasta el fin de mis días en la Tierra trabajé con gran aplicación en la “viña cristiana” y no me hubiera importado afrontar serenamente la muerte por Cristo. Purifiqué la doctrina romana y la luterana de toda escoria y viví escrupulosamente según esta doctrina. ¿Cuál es el resultado? Si me mira, ya no harán falta más comentarios. Como usted es inexperto en este reino de las fuerzas centrales básicas, aún no sabe cómo andan las cosas por aquí. Pero cuando -famélico- haya experimentado esta noche eterna durante algunos decenios y su cabeza esté despejada de todas esas tonterías mundanas, ya cabrán en ella conocimientos más sólidos y fundados que los de ahora».

19. «Amigo, si sobre el particular tiene experiencias tan fundamentadas, ¿por qué no me las explica?», insinúa el marido. «Si acaso no me convencen, tampoco pierdo nada».

20. La figura escuálida está de acuerdo y continúa: «Pues bien. Primero fíjese en los frutos que el cristianismo ha aportado a la Tierra. Mientras los romanos se atuvieron a su filosofía divina, fueron un gran pueblo. Todas sus obras eran sabias, por lo que aún hoy día sus principios jurídicos son la base de todas las leyes del derecho constitucional y público. Pero al pueblo romano le sobrevino la muerte cuando se introdujo el cristianismo. De modo que donde en su tiempo residió el pueblo más grande y más heroico, ahora zanganea una clerigalla perezosa que sólo lleva en sus manos el rosario.

¿Qué pasó en la preciosa España? Piense en los antiguos tiempos de esta nación y luego vaya a la Edad Media: no se le ocultará que con toda las “bendiciones” cristianas miles y miles se desangraron y otros cientos de miles fueron brutalmente quemados en hogueras.

Viaje desde allí a América y la historia le ofrecerá una inmensidad de frutos tristes e increíbles de la “bendición” cristiana. Y después vuelva a mi época, a la guerra religiosa de los Treinta Años.

21. Usted ha de tener una venda en los ojos si no ve a primera vista la diferencia entre el cristianismo y la verdadera sabiduría de los pueblos antiguos, experimentados y pacíficos. Le digo que todas estas degeneraciones del cristianismo, o sea, del neojudaísmo, aún podrían explicarse argumentando que todos ello es verdad pero que eso no fue lo que Cristo enseñó, de modo que él tampoco puede ser considerado como culpable de las consecuencias funestas que acarreó la divulgación de su doctrina, pues la misma fue pura y sumamente humanitaria. Mirándolo así, todo suena distinto y por eso yo mismo fui un defensor celoso del cristianismo. Pero precisamente de esta manera conocí el veneno que contiene esta doctrina: la evidente incitación a la pereza y a la inactividad. El hombre, que de por sí tiene una inclinación innata a la pereza, encuentra en esta doctrina la mejor justificación para su vicio, pues le insinúa que no aspire sino a cierto reino espiritual donde las palomas asadas vienen volando a la boca. Mírelo como que quiera, sobre el cristianismo no sacará más de lo dicho. A no ser, a lo largo de los siglos y en un estado de lucidez mayor como el mío, algunas experiencias espirituales que adquirirá aquí.

Apreciado amigo, basta de ejemplos por ahora: usted puede hacer lo que quiera. Le aseguro que siempre seré amigo suyo y me encantaría que nos volviésemos a ver dentro de algunos siglos».

22. La figura escuálida se despide del hombre y se marcha junto con su cuadrilla, dejando plantada a la pareja. Ambos siguen reflexionando sin moverse.

Capítulo 37. La debilidad del hombre. La mujer le arrastra al infierno

1. Ella pregunta a su marido: «¿Qué dices ahora?».

«Pues que poca cosa podemos sacar de eso. O este hombre tiene razón, y entonces todo está resuelto sin más, o está equivocado y yo mantengo mis ideas, con lo que tampoco hay nada que discutir. La cuestión de si tiene razón o no, no tiene solución inmediata. Mi propia experiencia me lo enseñará con el tiempo».

2. «Pero querido, ¿acaso me tomas por una mentirosa y a este hombre tan digno por embustero? Los humanos sólo se sirven del engaño y de la mentira si con ellos pueden sacar ventajas. ¡Pero aquí no se puede ganar ni perder nada! Sólo a quienes andan en grupo les costará más alimentarse que a quien anda solo, porque si este último encuentra algún trozo de musgo para tener algo en el estómago no tendrá que repartirlo con nadie».

3. Él pregunta: «¿Qué me quieres decir con eso?».

«Sólo que a mí y a este hombre docto nos habría resultado más fácil dejarte con tu creencia -con lo que te habrías ido, un consumidor menos- que querer engañarte insistiéndote en que abandones tu fe bíblica, tan desgastada. Sin embargo te hemos expuesto la verdad más pura, una verdad que no hubiera imaginado ningún mortal en la Tierra, y menos aún un estudioso de la Biblia y cristiano como tú.

¿Por qué dudas todavía? ¡Sé razonable! Como aquí nadie puede aventajar a otro, la mentira y el engaño se destruyen por sí solos. Créeme, lo que me une contigo no es sino mi amor, la única ventaja aquí posible. Pero si te obstinas en tu manía, para mí esta ventaja queda anulada. Para que ambos podamos ser felices, nuestras mentes y nuestras ideas tendrán que coincidir en todo. Si no hay manera de establecer esta armonía, entonces reconozco francamente que seré más feliz vagando completamente sola sin ti, que en tu vana compañía. Más no te puedo decir por tu propio bien, a no ser que te amo con toda lealtad y que siempre te amé. Por eso removí ahora Cielo y Tierra para demostrarte mi amor y mi fidelidad. Sin embargo tú -que nunca me amaste- estás dispuesto a abandonarme para siempre por tu pasión excéntrica.

¡Y ahora decide lo que quieras!».

4. El hombre empieza a rascarse la oreja y, tras un rato contesta a su mujer: «Tus palabras me confirman que me quieres verdaderamente. Pero si en este reino de los espíritus tan oscuro no se puede ganar ni perder nada con la mentira y el engaño, no veo por qué quieres imponerme a todo trance una supuesta verdad con la cual, al fin y al cabo, no conseguiremos más que con mis ideas, que ambos queréis quitarme. Por eso digo que si tu amor hacia mí es realmente tan intenso como acabas de explicarme, entonces podrías seguirme como yo a ti; a no ser que en tu camino hacia la verdad ya hayas encontrado algo mejor. En ese caso te seguiré voluntariamente para convencerme si tu verdad prevalece sobre la mía. Y si no es así, entonces de todos modos da igual a dónde vayamos.

5. Soy consciente de que en el mundo fuimos cristianos sino de nombre. Sí, leímos el Evangelio, pero nunca vivimos de acuerdo con él, y siempre actuamos según a nuestro entendimiento e intentando cómo conseguir ventajas. Nunca actué según la doctrina de Cristo, y tú menos todavía.

6. El Evangelio dice: “Ama a Dios sobre todo y a tu prójimo como a ti mismo”.

¿Acaso lo hemos hecho alguna vez? Si pregunto a mi corazón, este me dice que el amor a Dios siempre le ha sido desconocido. Y tú no creías ni siquiera en Dios. De modo que a tu corazón ese amor tan importante le tiene que resultar aún más extraño.

7. También dice el Evangelio: “Quién quiera entrar conmigo en la Vida, que cargue con su cruz y me siga”.

Dime querida, ¿cuándo lo hemos hecho alguna vez? Yo, por mi parte, nunca llevé una cruz y tú menos aún. Nuestra única cruz fue nuestra preocupación mundana por nuestros bienes.

8. Y luego el Señor habla al joven rico: “Vende todos tus bienes mundanos y reparte todo entre los pobres. Luego, sígueme y tendrás la Vida eterna”.

Y a sus discípulos les dice: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos”.

¿Sabes?, a mí me parece que aquí mismo estamos sufriendo las consecuencias de estas palabras tan significativas.

9. Luego se lee en la Escritura que el Señor invitó a muchos a un almuerzo, pero los invitados no podían venir debido a los muchos compromisos mundanos que tenían. ¿No te parece que nosotros también hemos sido invitados muchas veces? ¿Cuántas veces aceptamos la invitación? Si ahora nos encontramos en este lugar oscuro donde hay llanto y crujir de dientes, nos lo tenemos que atribuir a nosotros mismos.

10. Es evidente que esta región está reservada a todos aquellos que no tienen fe en el Señor, razón por la cual tus amigos venerables, tú y yo nos encontramos en ella. Si a todos nosotros no nos ayudan ahora el gran Amor y la gran Misericordia de Cristo, estoy convencido que todos los infinitos, repletos de Melanchthones y sus “verdades”, poco nos podrán ayudar.

11. De modo que si realmente conoces algo mejor, te seguiré para que veas que también yo te amo. Y eso sin imponerte mis principios, pese a que tú continuamente quieres imponerme los tuyos».

12. La mujer insiste: «Puedes decir lo que quieras porque de todos modos tengo razón. Aunque de momento aún no te puedo asegurar nada, cuando, siguiendo mi intuición, continué el camino de la derecha durante mucho tiempo, llegué a un río muy ancho en el cual, tras una montaña, vi un ligero resplandor parecido al de la aurora. Si hay manera de cruzar ese río, estoy convencida de que al otro lado encontraremos una región más clara que la de aquí».

13. «Pues bien, ¡llévame allí!».

Capítulo 38. En el primer grado del infierno

1. El guía comenta: «¿No os parece que ya hace rato que seguimos a la pareja y ni oímos ni vemos nada?».

«Pues sí», le responden sus visitantes, «no hay ni rastro del resplandor anunciado. ¿Es posible que la mujer le haya mentido realmente?».

«Tened aún un poco de paciencia. De momento fijaos en la propia pareja ¿Os dais cuenta de que ella se anima cada vez más, mientras que él cada vez está más y más preocupado?».

2. «Es verdad. ¿Por qué?».

«Resulta más que evidente», responde el guía, «ella se está acercando al elemento que es el objeto de su amor, por lo que cada vez está más contenta, mientras que a él ocurre lo contrario.

3. A él le pasa algo parecido al amor mitológico por las sirenas. Mientras el enamorado contempla la sirena encantadora desde su esfera, sigue encantado y un abrazo de la venerada le parece el non plus ultra. Pero cuando se acerca a la adorada y esta le abraza y le arrastra a su elemento, en seguida su embrujo se convierte en espanto y le hace pasar angustias mortales.

4. Igual ocurre aquí. Pero ya se oye una especie de estrépito muy lejano».

«Sí, suena como el bramido de unas cataratas. ¿Qué será?».

5. «Se trata de aquel río bravo que ya conocisteis en la región del norte. Continuemos y pronto estaremos allí».

«¿Y esa especie de fulgor?», preguntan los visitantes a su guía.

«Ya lo veréis cuando estemos delante del río. De momento fijaos en el suelo que pisáis pues sólo nos quedan unos pocos pasos. Ya estamos; al fondo podéis ver un resplandor rojizo parecido a un gran incendio».

6. Mientras tanto la mujer vuelve a tomar la palabra: «¿Qué dices ahora, querido? ¿Tuve razón o no? Aquí tienes el río y un resplandor precioso. Pero por aquí no podremos llegar al otro lado. Así que continuemos a lo largo del río. ¿Ves?, la luz está aumentando».

7. «Es precisamente esa luz la que me resulta muy sospechosa. Me parece como si detrás de la montaña hubiera una ciudad en llamas. Por ello continuaremos hasta que quede claro de donde procede. Pero guardemos una buena distancia de seguridad, porque uno no debería aventurarse en algo que no es afín a su naturaleza».

8. «¡Qué tonterías estás diciendo! ¡Cómo se nota que en el mundo no te interesaste por los efectos fundamentales de las fuerzas de la naturaleza! Pero se nos acercan dos sabios de esta región. ¡Vamos a su encuentro! Si estás dispuesto a entablar conversación con ellos, seguro que sacarás mucho provecho».

«Siempre fui amigo de conversar con hombres sabios», responde el marido, «¿por qué no iba a quererlo ahora?».

A continuación se acerca a ambos y hace una profunda reverencia ante el más importante.

9. Este le responde con un saludo más que seco y le pregunta: «Vosotros, gentuza de la noche, ¿quién os ha indicado el camino hacia esta región luminosa?».

10. El marido le responde: «Respetable amigo, sólo hace pocos días que he llegado a esta noche tan oscura y mi mujer ya hacía unos seis años que se encontraba en ella. Ella sabía de esta región luminosa y como yo no aguantaba en aquella oscuridad, no me ha quedado más remedio que seguirla aquí».

11. «¿Te atreves a decir una cosa así, siendo un hombre, en este lugar donde los hombres que necesitan mujeres que los guíen tienen el mismo prestigio que los monos?».

Inmediatamente después de criticar al marido de esta manera, el extraño sabio se dirige a la mujer: «¿Esto ha sido realmente obra tuya?».

«Pues sí, para vergüenza mía he de reconocer que mi marido -por lo demás muy cariñoso- hubiera preferido por veneración hacia el filósofo judío que usted conoce muy bien, permanecer durante cien años en aquella oscuridad en vez de hacer caso al gran sabio Melanchthon y emprender los caminos de la luz».

12. «Apreciada señora, aunque es usted digna de lástima por eso, merece todos los elogios por haber hecho todo lo posible para llevar al buen camino a un hombre realmente atolondrado. Espero, señora, que no lo tome a mal, pero cada vez que en esta época ilustrada oigo algo de la tan ajada filosofía cristiano-judaica, me pongo fuera de mí».

13. El sabio se dirige de nuevo al marido: «¿Es posible que sea realmente verdad lo que tu razonable mujer me ha dicho de ti?».

14. El marido está desconcertado y no sabe que responder. No quiere separarse de Cristo, pero le parece imprudente nombrarle ante ese hombre evidentemente muy sabio; por eso se calla.

15. Pero el sabio insiste: «Querido amigo, me parece que ha llegado la hora que quedes libre de tasas».

«No te comprendo».

«No me extraña que no me comprendas. La exoneración de tasas fue una sabia costumbre de los antiguos griegos y romanos: mantenían gratuitamente a los mentecatos. También a hombres de tu condición se les concede en la época actual diplomas de bufón gratuito, lo que les facilita el internamiento en un manicomio de categoría.

Pero el asunto no te resultará desconocido pues en tus tiempos te estaba confiado un cargo público. ¿Comprendes ahora?».

16. «Desafortunadamente, sí», responde el marido. «Pero después de haberme dirigido a ti con suma educación, séame también a mí permitida una pregunta: pese a toda tu sabiduría, ¿quién te ha dado el derecho a tratarme tan groseramente?».

«Amigo, que te haya tratado con un poco de aspereza, ha sido un favor que te he hecho, un privilegio que debes únicamente a tu mujer. De no ser por ello, te habría tratado como a cualquier cristiano estúpido: de manera tal que se le pasarían las ganas de volver a una región lúcida como esta por toda la eternidad.

Pero si quieres entrar en razones al igual que tu mujer, y si puedes convencerme de que realmente te arrepientes de la antigua insensatez mundana que te ha traído a estas oscuridades, entonces te llevaré a un centro de enseñanza superior donde, si no eres demasiado testarudo, podrás aprender ideas mejores».

17. El marido no se esperaba algo así. Por ello responde con gran humildad: «Apreciado amigo, si es así, te ruego que me lleves. Siempre fui en el mundo un estudiante muy aventajado; así que supongo que no seré en tu escuela uno de los últimos».

18. «Bueno, estás admitido», responde el sabio. «Pero te advierto que si no progresas adecuadamente, el cuerpo docente te expulsará y tendrás que volver a tu noche original. Pero si, por el contrario, estudias con mucha aplicación, podrás contar con la estimación correspondiente.

Te aconsejo que no menciones allí tu anticuada filosofía judeocristiana porque correrías el riesgo de que en el instituto se rieran de ti a carcajadas. Y ello sería una mala señal pues los ilusos no son aptos para al estudio de altas ciencias, las cuales requieren pensadores objetivos».

19. La mujer se echa a sus pies y, con palabras lisonjeras, le agradece el privilegio.

A eso el sabio le responde: «Apreciada señora, le digo que entre muchos miles o más bien millones de esta clase de sonámbulos, su marido le debe este privilegio sólo a usted. ¡Síganme!».

20. Para seguir al sabio, la mujer coge a su marido del brazo y le pregunta mientras caminan: «¿Qué dices ahora? Espero que reconozcas que aquí las relaciones son bastante distintas de como las habías imaginado en la Tierra».

«Es más que evidente. Pero cosa distinta es si son más favorables. Te digo francamente que todo este asunto me parece todavía algo sospechoso. Bueno, pronto sabremos qué acabará este intento.

21. Se lee en los textos del apóstol Pablo : “Examínalo todo y guarda lo bueno”. Y así lo haré, aunque me temo que de este examen saldrá poco provecho. Porque esta luz que se vuelve cada vez más deslumbrante -como si la produjera una ciudad que arde- poco se presta para examinar y guardar algo bueno. Pero ya veremos. Mira, allí al fondo el río parece volverse incandescente y se disuelve en una neblina encendida. Es como si nos acercáramos a un mar de fuego que consume al río».

22. «Pues sí, querido mío, aquí se trata de llegar a conocer las fuerzas básicas activas. Por supuesto resulta algo más espectacular que cuando un alumno estudia en la Tierra las obras de algún autor romano ante el pobre resplandor de una lamparilla».

23. A continuación llegan a una pequeña barca amarrada en la ribera y el sabio los invita: «Si para el bien de vuestra felicidad queréis seguirme, entonces entrad en la barca. Y, siguiendo el curso del río, vayamos a los campos elíseos de luz».

24. La mujer sube con mucha agilidad. Pero su marido vacila y se rasca la oreja y, más bien por no dar un escándalo, también sube.

Nada más soltar la barca, la misma sigue la dirección de la corriente con la rapidez de una flecha.

25. El guía informa a los visitantes: «No nos cuesta nada mantener la misma velocidad que ellos. Ahora se ve que las aguas que llevan la barca adoptan un color rojo cada vez más intenso hasta que desembocan en un barranco. Adelantémonos a los navegantes y pasemos por encima de la montaña para esperarlos en la desembocadura del río. Pero no os asustéis porque aquí también nosotros estamos “exentos de tasas”, pues todos los horrores que veréis no podrán perjudicarnos.

26. Ya estamos. Pero observo que pese a mi advertencia estáis asustados».

«Pues sí», reconocen los visitantes. «Porque vemos que el río, incandescente a todo lo ancho, se precipita en un lago de llamas vivas con estruendo atronador. ¿Qué significa todo eso?».

27. «Es el “instituto de enseñanza superior” antes nombrado, donde nuestro pobre hombre conocerá los efectos de las fuerzas elementales. ¡En realidad es el primer grado del infierno!

28. Ahora fijaos en el río porque acaba de llegar la cuadrilla. Él se lleva las manos a la cabeza y quiere saltar de la barca, pero la mujer le sujeta. Y la barca se precipita con los cuatro navegantes en las profundidades de la “escuela superior”».

29. «¿También nosotros nos meteremos ahí?».

«Ya os dije antes que conviene que conozcáis el fin de este caso en el que un corazón alimenta amor para dos. No tengáis miedo de las llamas porque no son sino la apariencia de lo infernal. Cuando lleguemos allí, las cosas tendrán otro aspecto. ¡Seguidme, pues, sin el menor miedo!».

Capítulo 39. ¿Dónde están el Cielo y el infierno?

1. Los visitantes aún están muy preocupados: «¡Pero entonces nuestro camino pasará por muchos escollos y precipicios!».

«Pues sí», les responde su guía, «¡así es! Pero eso es sólo lo que os parece a vosotros. Porque a aquellos cuya mente es afín a este lugar les resulta ancho y muy firme. Continuemos y en seguida llegaremos al lugar aparentemente en llamas. Mirad hacia abajo y las llamas empezarán a desaparecer».

2. «Vemos unas cuantas zonas al rojo vivo, pero sin llamas encima. ¿Acaso tendremos que andar sobre ese terreno?».

«Ya os he dicho que no os preocupaseis de eso», responde el guía, «porque no se trata sino de apariencias que manifiestan el estado anímico de quienes viven ahí. Las llamas representan la actividad de lo malo; la humareda que sube de ellas caracteriza la perfidia; y la incandescencia el egoísta amor inflexible. El resultado es la malvada actividad y la voluntad pervertida resultante de estas características.

3. Mirad de nuevo, ¿qué veis ahora?».

«Vemos que las llamas han desaparecido enteramente y que las partes incandescentes se agrupan en montones. Pero entre ellos no se ve sino la más oscura noche.

¿Dónde ha quedado el río incandescente que antes se precipitaba ahí?».

«El río también era una apariencia que simboliza la atracción de lo falso y cómo lo falso desemboca en lo malo. Y el abismo representa la profundidad de la maldad que trama planes espantosos para realizar sus malvadas invenciones.

4. Ahora que estáis informados, volvamos a seguir a nuestra pareja. Ya estamos a su nivel, es decir, en lo más profundo. Con vuestros ojos nunca podríais distinguir nada aquí, de modo que tendremos que servirnos de una luz propia, justamente la suficiente para vosotros, por supuesto sin que los demás puedan verla. No os apartéis de mí y no os acerquéis demasiado a la esfera de otros espíritus, a no ser que yo os lo indique.

5. Ya tenemos luz suficiente para examinar este lugar más detalladamente. ¿Qué veis?».

«Por la Misericordia de Dios», exclaman los visitantes, «¡qué lugar más horroroso! Todo lo vemos como si tuviéramos fiebre. No se hay más que arena y rocallas negras, entre las cuales salen de vez en cuando nubes de humo como las que se producen en la Tierra cuando se hace carbón en las carboneras. De momento no se ven seres de ninguna clase y da la impresión de que toda esta región esté desierta».

6. «Pues sí, también aquí se trata de una correspondencia: de la muerte. No muy lejos de aquí podréis ver algo parecido a una hoguera bastante grande. Nos acercaremos a ella. Ya estamos. ¿Qué veis?».

«¡Válgame Dios! ¿Qué puede significar esto? ¡Hay muchos hombres, unos sobre otros como sardinas en lata y, además, están atados al suelo con cadenas muy fuertes de manera que no podrán ni moverse! Nos parece que habrá gato encerrado en eso de la eterna libertad del espíritu aquí».

7. «Pues sí», confirma el guía, «en nuestra luz celestial es lo que parece a primera vista. Pero también se trata ahora de una manifestación que corresponde a la verdad de las cosas. En su sentido profundo esta imagen representa una sociedad cautiva de su propia falsedad y de la maldad que resulta de la misma.

Pero dejemos ya este montículo, porque ahí cerca ya hay otro bastante mayor. Ya estamos. ¿Qué os parece?».

«Bueno, no se diferencia mucho del primero, sólo que este tiene una forma más bien cónica y hay una gran cantidad de cadenas arrojadas sobre él, de modo que los seres están aplastados por su peso. No podemos ver ni una sola cara, porque todos la tienen mirando al suelo. ¿Acaso nuestra cuadrilla se encuentra en uno de esos montículos?».

«En seguida lo veréis. Allí hay un monte, ¡acerquémonos! Ahora que estamos cerca, ¿qué veis?».

8. «¡Por el Amor de Dios! ¡Más seres humanos apilados bajo de cadenas y rejas! ¡Y entre ellos se mueven cantidad de culebras y serpientes con sus nerviosas lenguas! ¿Qué puede significar esto?».

«Se trata de una sociedad cuya falsedad ya se ha convertido en pura maldad. Pero ¡continuemos! No muy lejos de aquí veis una montaña que no podréis abarcar de una sola ojeada, lo que tampoco hace falta porque cualquiera de sus partes reúne todas las propiedades del conjunto. Ya hemos llegado a las primeras estribaciones. Mirando de cerca, ¿qué os parece?».

«¡No se ven sino monstruos fulminados de todas clases, y sólo de vez en cuando el esqueleto desintegrado de un cadáver humano! ¿Qué puede significar esto?».

«Todo eso es consecuencia del amor propio que no conoce la indulgencia; y es la correspondencia del poder mundano, de la grandeza y de la riqueza, cuando sirvieron exclusivamente a fines egoístas».

9. «Amigo, somos conscientes de que, en tu esfera, estamos en el Sol espiritual. Pensábamos que en él no podría existir sino lo celestial. ¿Cómo es posible que también encontremos aquí el auténtico infierno?».

«Queridos amigos, al principio, cuando entrasteis en la esfera del Sol espiritual, ¿no os explicó el Señor mismo que lo espiritual es lo interior más profundo, lo que penetra todo al máximo y lo que todo lo abarca simultáneamente? Si esas son las propiedades de lo espiritual, entonces tienen que penetrar todos los planetas y hasta dónde lleguen los rayos del Sol natural. Y en sentido espiritual, infinitamente más lejos todavía. De modo que ahora no os encontráis en la esfera de vuestro Sol sino en la esfera muy particular de vuestro planeta. Así como todos los planetas reciben su luz y su calor del Sol natural, cuyos efectos los penetran enteramente, en el caso del Sol espiritual también nosotros -llevados por sus rayos espirituales- penetramos lo espiritual de sus planetas. Sabiéndolo, comprenderéis que por este camino espiritual también podéis contemplar perfectamente la naturaleza espiritual del infierno, en lo que se refiere a la esfera de vuestro planeta.

10. No debéis pensar que el Cielo y el infierno están separados por una extrema distancia, sólo sus condiciones son completamente opuestas. Un hombre de bondad celestial y otro de maldad infernal pueden sentarse en el mismo banco, pese a que uno lleva el Cielo dentro de sí y el otro el infierno. De todos modos, todo lo veis desde mi esfera y sólo tenéis que dar un paso fuera de ella para volver a encontraros en el mismo lugar por donde entrasteis.

11. ¡Pero continuemos nuestro camino! ¿Os dais cuenta que la luz está cambiando? ¿Cómo veis ahora la montaña?».

«Es sorprendente. En vez de montaña vemos ahora a grupos de personas que siguen su camino. Vemos muchas clases variadas de viviendas con aspecto de tabernas sucias, otras parecen antiguos castillos lúgubres, todo a la luz de un resplandor rojizo».

12. «Así es. ¡Acerquémonos ahora a uno de esos castillos feudales!

Como ya estamos, entramos: el portal está abierto. Puesto que también aquí somos invisibles, vamos directamente a la sala principal. Las paredes están adornadas con los más diversos instrumentos de tortura y con armas homicidas. En el fondo, como en un trono, está sentado el castellano, deliberando con sus cómplices sobre la mejor manera de apoderarse de los bienes y tesoros de otro castellano vecino. Les ordena atacar el castillo en silencio absoluto, matar todo lo que tenga vida y apoderarse de todos los tesoros. Los cómplices cogen sus armas y se van a toda prisa.

Como aquí no hay nada más que ver, les seguimos igual de rápidos.

13. Ya están cercando el castillo en cuestión y empieza la horrorosa carnicería. Los malvados luchan ferozmente y descuartizan a todos los habitantes salvo precisamente a nuestra conocida cuadrilla, a la que se llevan atada. Sigámosles y veamos sus reacciones».

El marido dice a su mujer: «Serpiente miserable, ¡ahora te conozco! ¡Ya tenía un presentimiento que constantemente me insinuaba en secreto la clase de espíritu que te anima! ¡He aquí la escuela superior y la luz miserable que con tanta astucia has querido imponerme! El malvado profesor de este centro de enseñanza superior también es prisionero como nosotros. ¡Quién sabe qué suerte nos espera!».

14. «¿Cómo puedes pensar algo semejante de mí?», le pregunta su mujer. «¿Cómo puedes echarme a mí la culpa de esta desgracia imprevisible? ¡Sólo quería lo mejor para ti!».

«¡Calla!, ¡sólo a ti te debo estar ahora evidentemente en el infierno! ¡Entre tú y yo todo se acabó para siempre!».

Y con una jaculatoria el marido se separa de su mujer: «Mi querido Jesús que siempre fuiste mi esperanza, ¡sálvame de este cautiverio horrible! ¡Si fuera tu santa Voluntad, preferiría permanecer cientos de años en aquella región oscura para purgar mis pecados, en vez de quedarme un solo momento más todavía en este horroroso lugar que parece estar eternamente excluido de tu Gracia y Misericordia! ¡Oh Jesús, ayúdame! ¡Jesús, sálvame!».

15. Entonces se ven dos enmascarados que se acercan a la caravana. Llegan y se descubren: son ángeles punitivos del Señor. Cada uno lleva una espada llameante en la mano. Uno de ellos hace un gesto ante el castillo saqueado, y todos los seres descuartizados vuelven a recuperar su forma, quejándose del mal sufrido. El otro apunta con su espada al castillo del usurpador que, en el mismo instante, se enciende en llamas vivas. Se ven muchas figuras encendidas que salen gritando por puertas y ventanas maldiciendo a los dos ángeles punitivos.

16. Uno de ellos dirige su espada flamígera hacia la cuadrilla, y sus cadenas caen. El marido se echa a los pies de los ángeles y les ruega que le salven. Uno le coge de la mano y tira de él, pero la mujer se agarra a su marido y le insta a que no la abandone. De esta manera ella se deja arrastrar un buen rato.

Los ángeles se dirigen hacia arriba. Ya a una altura considerable el otro apunta a la mujer con su espada y la separa de su marido. Ella cae bruscamente y, gritando, vuelve a precipitarse en su elemento.

A su marido le llevan a la frontera preliminar del reino de los niños, donde todavía hay bastante oscuridad y escasez.

17. El guía comenta: «Habéis presenciado un ejemplo de salvación bastante llevadero; pero los hay mucho más penosos en diversidad y cantidad inimaginables, ejemplos horrorosos cuya sola descripción os pondría los pelos de punta. Así que volvamos ahora a nuestro punto de observación anterior y, desde allí, pasaremos a la región del mediodía.

Capítulo 40. ¿Dónde se encuentran los paganos en el Más Allá?

1. Ni que decir tiene que en la región que existe entre la tarde y la medianoche -ahora ya bien conocida por vosotros- se producen una gran diversidad de escenas parecidas. ¿Tenéis aún alguna otra pregunta?».

2. «Sí», responden los visitantes, «quisiéramos saber a dónde van los paganos que llegan aquí».

«Por lo general, también a esta región oscura. Pero sus lugares de llegada están estrictamente separados de aquellos a los que llegan los cristianos, de cualquier secta que sean.

3. Esta separación es muy necesaria incluso en el infierno, donde nada está mezclado de manera desordenada. Porque si a sus espíritus impuros les fuera permitido rozarse con los demás, se pervertirían de tal manera por su maldad interior, que ya no habría remedio para acabar con esa maldad a no ser aniquilándolos por completo.

4. Podéis imaginaros una situación parecida en la Tierra, en la que hay elementos que inevitablemente se destruyen cuando entran en contacto. También en la esfera espiritual existen elementos básicos parecidos que tampoco deben juntarse, porque se producirían efectos análogos a los que se producen en la Tierra cuando se junta el fuego con la paja seca o cuando cae agua sobre una construcción de barro. Por ello esta separación es indispensable en el mundo de los espíritus, donde ya no existe la simulación».

5. «¿Qué es lo que pasa en el lugar al que llegan los espíritus paganos?».

El guía responde: «Contentaos por ahora con la información que os he dado, porque para un espíritu cristiano no es en absoluto aconsejable visitar dicho lugar, aunque fuera acompañado por el más perfecto de los espíritus guías.

6. Al no ser que le guiase el mismo Señor, visitarlo sería peligroso para él.

7. Pero nosotros, antes de dirigirnos hacia la región del mediodía, averiguaremos aún qué es lo que pasa con el hombre salvado y cuál es su actividad.

Estáis viendo como la alta y bien conocida pared acaba de abrirse, de modo que aprovechémoslo y pasemos por la hendidura para dirigirnos a la frontera preliminar del reino de los niños. Ya estamos y la pared se cierra tras de nosotros. Continuemos el camino por el valle que se extiende a lo largo de ella, el cual lleva a la región del mediodía. ¡Adelante!

8. Ya nos acercamos y, al fondo, podéis ver un rincón húmedo y pantanoso donde hay una choza muy simple, poco iluminada porque la montaña se levanta sobre ella. Dirijámonos allí pues se trata de dar con el paradero de nuestro hombre».

9. «¿Por qué ha llegado a una soledad semejante en tan inhospitalario lugar?».

«Queridos amigos, un espíritu recién salvado del infierno no debe estar al principio en buenas condiciones, pues todos los que han estado en él se han impregnado de algo, de algo que corresponde al fuego infernal. Eso siempre se manifiesta en forma de tendencias egoístas inevitables, tendencias que, como es sabido, acompañan a toda clase de aflicción. Porque todos los que se encuentran en peligro, olvidan normalmente a los demás y no se preocupan sino de su propia salvación. El pobre pide únicamente para sí mismo, y el enfermo busca un remedio para él. Quien cae en el agua intenta salvarse. Aquel sobre quien se juntan las llamas, primero piensa en salvarse él mismo, y sólo cuando está a salvo se acuerda de los otros que sufrieron su misma suerte.

10. De modo que este lugar es muy adecuado para nuestro hombre. El suelo húmedo contribuirá a extinguir su fuego egoísta, y la penumbra será conveniente para sus ojos acostumbrados a una gran oscuridad. Una fuerte luz repentina le resultaría tan dañina como a un bebé recién nacido que mirara directamente la luz del Sol. Además, su ajuar corresponde exactamente al cómputo de intereses; es decir, está en proporción directa al capital que como cristiano -por fe y amor al Señor- dio a los pobres. Aquí no cuentan las sabidas donaciones que hizo antes de dejar el mundo atrás, sino sólo aquellas que dio a los pobres por su fe de cristiano y sus sentimientos caritativos. Este capital subirá difícilmente a más de doscientos florines. Si comparáis este capital que dio a los pobres por amor a Dios con el gran capital que legó a los suyos, entonces veréis perfectamente la relación entre su amor propio y su amor a Dios.

11. También un cuidado así por los hijos es amor propio. Pues quien ama al Señor más de lo que se ama a sí mismo en sus hijos, tendrá en cuenta al Señor más que a sí mismo en sus hijos en la misma proporción».

«¿Cómo es eso?», preguntan los visitantes.

«Si hubiera tenido en cuenta a Dios más que a sí mismo, entonces el Señor le habría dado un claro conocimiento interior de que puede cuidarlos infinitamente mejor de lo que puede hacerlo él con su amor propio.

El Señor no dijo: “Lo que hacéis por vuestros hijos, a Mí me lo hacéis”. Sólo pensaba en los pobres, en los desnudos, en los hambrientos y en los cautivos. Por eso añadió: “Lo que a ellos le hacéis, a Mí me lo hacéis”.

Tampoco dijo: “Si acogéis a vuestros propios hijos en mi nombre, a Mí me acogéis”. Una vez, cuando muchos pobres le presentaron a sus hijos, todavía más pobres, dijo: “En verdad os digo que aquel que en mi nombre acoge a un niño pobre como estos, a Mí me acoge”.

13. Y también dijo el Señor: “Aquel que ama a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos y a su hermano más que a Mí, no me merece”.

14. Puede haber quien afirme: “Todo eso sólo tiene un sentido espiritual interior”.

Puede decirlo, pero su sentido es muy profundo porque es la Palabra más pura y directa de Dios.

Os pregunto: ¿Por qué no buscáis el oro en la superficie de la tierra sino que caváis pozos y galerías profundas?».

«¿Cómo hemos de entender esto?».

«Muy fácilmente. Quien quiera llegar al oro tiene que saber cómo es la superficie terrestre y perforarla; y sólo llega a las minas de oro sabiendo lo que la corteza de la tierra le impone. Lo mismo ocurre con las palabras divinas: antes de poder percibir su sentido espiritual hay que tener en cuenta su sentido literal, por supuesto dentro de una interpretación razonable.

15. En el caso de nuestro hombre veis que la medida del amor propio que trajo es de un millón de unidades, mientras que la medida del amor a Dios apenas es de doscientas. Una proporción evidentemente mezquina. El interés que le corresponde por este capital se refleja ahora en su ajuar. Ya se verá cómo administra este capital. No faltarán visitantes miserables que implorarán su ayuda. Si, según sus medios, procura abastecerlos en lo más preciso, pronto su pequeño capital aumentará considerablemente. Y, poco a poco, se le dará un sitio mejor. Pero para poder llegar al Señor por el camino ordinario, el capital que consiga aquí tendrá que sumar antes diez veces la cantidad que legó a sus hijos, o sea, a su propio amor. Aunque también pueden producirse en este lugar casos extraordinarios si, por ejemplo, alguien ofrece todo lo que tiene y, además, apoya a sus hermanos con todas sus fuerzas. Entonces su salvación de esta región puede ser inmediata. Un espíritu humano así se parecerá a la mujer que, junto con otros, daba en el Templo. Dio muy poco comparada con los demás, pero cuando el Señor preguntó quién había dado más y le respondieron que Fulano, Él contestó: “Esta mujer hizo la mayor ofrenda, porque dio todo lo que tenía”.

16. Por lo dicho veis que el lugar donde vive nuestro hombre es una escuela preparatoria para la Vida eterna muy adecuada y justa, que se origina en el Amor y la Misericordia del Señor.

17. Como ahora ya lo sabéis, podemos abandonar esta región para dirigirnos al mediodía».

«¿Por dónde nos llevará el camino?», preguntan los visitantes.

«No os preocupéis, porque no haremos tantas escalas como hasta ahora, sino que nos serviremos del camino espiritual, por lo que, tan sólo con pensarlo, en un instante estaremos dónde queremos ir.

18. Un gran mar nos separa de allí, un mar que no es franqueable a la manera habitual, porque representa el gran grado de sabiduría necesaria para llegar al mediodía. Quienes desean atravesarlo han de hacerse sumamente fuertes en el fuego del amor para que nazca en ellos la sabiduría correspondiente, simbolizada por el agua. Sabiéndolo, ya podemos ponernos en camino».

Capítulo 41. Eficacia de lo verdadero como base de la fe, y de lo bueno como base del amor

1. El guía continúa la conversación: «Tal como os anuncié, llegamos con la rapidez del pensamiento; ya estamos en el mediodía. Ante todo, decidme qué veis y qué os parece».

2. «Nos gusta mucho, pero aun así hemos de reconocer que esperábamos algo más. Esta región es parecida a un paisaje hermoso como tantos hay en la Tierra. Pero no se ve nada extraordinario ni celestial».

3. «Pues sí, queridos amigos, en cierto sentido tenéis razón; también aquí brilla un Sol que, en esta zona, se encuentra exactamente en el cenit. El cielo es igualmente de un azul precioso como en la Tierra. Por todas partes veis campos fértiles y colinas con árboles fructíferos, incluso viñas parecidas a las que cultiváis vosotros. Aquí y allá hay bonitas casas y personas que entran y salen, ocupadas en recoger los frutos del campo.

4. Mirando superficialmente es cierto que el escenario resulta muy parecido a un paisaje hermoso de la Tierra. Pero os digo que sólo hace falta que nos acerquemos a una de estas pequeñas casas, y su ajuar os hará cambiar de parecer.

5. Ya estamos. Su ocupante se encuentra precisamente a la entrada, pero no puede vernos porque también somos invisibles para los habitantes del mediodía. Siente sin embargo que hay en sus cercanías seres de naturaleza más sublime. Por eso escucha en su interior y parece que estuviera absorto en sus pensamientos.

Entremos en su hogar.

6. Ya estamos dentro. ¿Qué os parece?».

«En el nombre del Señor», exclaman los visitantes, «¿cómo es esto posible? ¡El interior de la casa es mucho mayor que su exterior! ¡Y todo está preciosamente adornado! Si miramos por una u otra ventana ya no vemos el paisaje de antes, sino palacios y templos preciosos por todas partes. Las montañas lejanas parecen bañadas en la misma sustancia de la luz solar. En medio de la llanura hay un río cuyas aguas resplandecen como si se fueran diamantes tallados en continuo movimiento. Sus riberas están cubiertas de árboles enormes como los que vimos en el Sol natural, sólo que estos son miles de veces más bonitos; además, parecen totalmente transparentes y su follaje brilla como si fueran trozos animados del arco iris. La riqueza de colorido tiene un atractivo celestial tal que no nos podemos hacer a la idea de que tendremos que abandonar este edificio».

7. «Pues sí, amigos míos, así es. Aquí lo interior ya empieza a tener su valor. Aunque a vosotros os resulte inconcebiblemente grande, todavía se trata de un valor mensurable: es un efecto de la Luz procedente de la Sabiduría que surge de la fe viva en el Señor. Y esta fe viva, a su manera, es un resultado de la actividad en el amor, ya un primer grado del verdadero amor al Señor».

8. «¿Acaso no hay más que un solo espíritu humano que viva en todo este edificio?».

«Por supuesto que no», responde el guía. «Sólo hace falta que entremos en la habitación de enfrente y encontraréis varios espíritus humanos bienaventurados de ambos sexos. Al fondo veis a unas treinta personas, todas las cuales viven en esta casa. El de la entrada es un servidor de todos ellos, ansioso por atenderles en lo que sea. Por ello es el mayor entre todos.

9. Los treinta están preciosamente vestidos y algunos llevan incluso una especie de coronas luminosas. Sumamente bienaventurados, todos alaban al Señor.

10. Fijaos ahora en el hombre de la entrada, ¡qué modesto es! Un vestido blanco atado con un cinturón muy simple es todo lo que ha adoptado de este esplendor celestial. Podría servirse de mucho más, pero eso no le llama la atención. Su bienaventuranza consiste en hacer todo lo posible para aumentar la de sus hermanas y hermanos. Lo que gana por el Amor y la Gracia del Señor, enseguida lo pasa a sus amigos. Cuando consigue darles una gran alegría, entonces él mismo llora de emoción. Y cuando lo ha entregado todo, entonces es de lo más feliz».

11. «¿Por qué no se queda con los demás?».

«Porque, como ya he dicho, está procurando continuamente cómo conseguir más bienaventuranza para ellos. Y ha encontrado algo, pues nos presiente a nosotros. De todos modos siempre busca descubrir si hubiera por ahí algún recién llegado que aún no tuviera alojamiento, para ir a su encuentro e invitarle a su casa.

12. Mientras estemos en el interior de la casa no nos verá. Así que salgamos.

13. Ahora nos ve y se echa a nuestros pies».

El hombre de la entrada dice: «Oh amigos sublimes del Señor que todavía me sois desconocidos, os he presentido pero no os podía ver. Ahora que me ha sido concedida la Gracia de veros, os ruego en el nombre del Amor ilimitado del Señor todopoderoso que no os vayáis aún, sino que volváis a entrar conmigo en mi hogar para que os pueda presentar a nuestra pequeña asamblea. Seguramente sabéis algo del Señor, del Padre lleno de Amor. ¡Decídnoslo, porque oír una sola palabra de Él nos importa mucho más que todas las maravillas de las que disponemos!».

14. El guía le responde: «¡Levántate, Germaniel, te seguimos!».

Y, dirigiéndose a los visitantes, el guía continúa: «¿Veis?, el hombre se levanta y nos abre sus brazos, indicándonos con humildad y amor que entremos antes. De modo que entremos con él, para que también los demás vecinos nos puedan ver.

15. Toda la asamblea se levanta y viene afablemente a nuestro encuentro.

Ahora Germaniel nos va a presentar».

«Queridos hermanos y hermanas», dice Germaniel a los suyos, «ya os dije que seguramente el bondadoso Señor y Padre pronto nos concedería la gran Gracia de enviarnos a alguno de sus excelsos amigos para que nos transmitiera una Palabra de Él. Y cuando menos lo esperábamos, el bondadoso Padre se ha adelantado a nuestro deseo más íntimo y ya han entrado en nuestro hogar algunos de sus sublimes amigos.

16. Al principio nuestra vista no consagrada no los percibió por su sublimidad, pero ahora la Gracia del Señor la bendijo y, en nuestra bienaventuranza, somos felices de tenerlos y verlos entre nosotros».

17. Y dirigiéndose al guía continúa: «Sabemos que una Palabra del Padre -aun pronunciada por vosotros- es demasiado santa para nosotros que somos indignos de ella. Pero nuestro gran amor hacia Él hace que estemos inquietos: os rogamos que nos la transmitáis».

18. Y el guía dice: «Oíd todos, porque así habla el Señor: “Dejad que los pequeños vengan a Mí, porque suyo es el Reino de los Cielos”».

Todos están como cautivados y Germaniel suspira lleno de amor: «Sí, esta es verdaderamente la Palabra del Padre: quién no se haga pequeño e igual que un niño, no entrará en el Reino de los Cielos. Oh, queridos hermanos y amigos, ¡hagamos que esta Palabra tan sumamente santa sea el mayor precepto y la mayor riqueza de nuestra casa!

19. Que siempre seamos pequeños para que también un día tal vez nos sea concedida la Gracia, si el Señor pasara un día por nuestra región, de poder acercarnos a Él y que Él mismo nos revele su Palabra».

20. El guía se comunica en secreto con los visitantes y les pregunta si les ha quedado claro cómo son las cosas aquí.

«Sí», le responden, «pero a juzgar por como se explican, parece que ninguno de ellos ha visto al Señor hasta ahora, pese a que evidentemente ya están en el Cielo».

«Os digo que continuamente ven al Señor, y de la misma manera como vosotros veis el Sol en la Tierra. Es decir, la Luz del Señor se derrama continuamente sobre ellos, por lo que se encuentran en la esfera de la Sabiduría.

21. Pero como lo humano del Señor representa el Amor puro, y como el amor de esta gente todavía es muy distinto, tampoco pueden percibir la Su forma humana. Sólo muy raras veces el Señor o uno de sus espíritus angélicos más sublimes visita esta región, ocasiones en la que aceptan a los más pequeños de ella para llevarlos a la región de la mañana.

22. Pero vamos a dejar atrás también esta casa, bendiciéndola, para dirigirnos a aquellas cordilleras que se ven desde aquí; allí conoceréis otra zona de la región del mediodía».

Capítulo 42. Viajes a diferente velocidad en el Más Allá

1. El guía dice: «Hemos llegado a la altura de la primera cordillera y la última casa ya queda muy lejos».

Ante el hecho de que el desplazamiento se realizó con la rapidez del pensamiento, los visitantes observan: «Sabemos por otros viajes que en espíritu se puede viajar con la rapidez de los pensamientos. Pero lo que nos sorprende es que en las regiones del norte y de la tarde anduvimos más bien paso a paso, y eso justamente en una zona árida donde pocas cosas dignas de admiración había. Sin embargo, en esta región celestial avanzamos rapidísimamente pasando por alto innumerables maravillas: es algo que no comprendemos».

2 «Amigos, basándose en vuestras ideas, tenéis razón, pero en sentido espiritual no la tenéis. Porque cuando dentro de este gran reino de los espíritus nos movemos por regiones que por sus condiciones corresponden más bien a lo natural, todo resulta frenado: en ellas nuestro lento paso simboliza perfectamente el penoso progreso del espíritu. Cuanto más penetramos en ellas, tanto más lento es el paso. Pero aquí donde el espíritu disfruta ya de su plena libertad, está libre de semejantes inconvenientes».

3 «Muy bien; pero recordamos que en la región montañosa norteña hicimos una de esas rápidas excursiones. Y también después, cuando volvimos del infierno al reino de los niños, y desde allí hasta aquí, los viajes no duraron sino un instante. ¿Cómo tenemos que interpretarlo?».

«Pero amigos», dice el guía, «estoy sorprendido que aún no lo hayáis comprendido cuando en la Tierra, cuando estudiabais, habéis experimentado frecuentemente algo similar. Sólo os pondré un ejemplo y enseguida vuestras dudas sobre los tres viajes desaparecerán por completo.

4 Por ejemplo, si estudiando matemáticas u otras disciplinas, teníais que demostrar analíticamente la veracidad un teorema difícil de asimilar -de cuya asimilación perfecta dependiera la comprensión cabal de toda una ciencia- entonces os habrá costado mucho esfuerzo avanzar y sólo lo habréis hecho lentamente, paso a paso. Pero cuando lo entendisteis, ¿acaso no hubo en vuestra mente un momento de inspiración en el que todo os quedó claro y todo lo abarcasteis a la vez?

Y no sólo eso sino que vuestra mente también percibió debido a dicha inspiración otras relaciones que hasta entonces os eran desconocidas. De manera que, tras ese momento de inspiración, vuestra mente os transformó en videntes, en investigadores, en inventores, tal vez hasta en creadores de verdades futuras. ¿Comprendéis ahora el parecido con las excursiones veloces?

5 Así es cómo las cosas se presentan en el espíritu. Lo que en la Tierra considerasteis como trabajo mental -un trabajo del pensamiento- aquí en el reino del espíritu se manifiesta palpablemente. En nuestro caso, nos dirigimos a paso lento hacia la tarde, un camino instructivo en el que llegamos a conocer diversas relaciones, y en el que finalmente llegamos a las profundidades más bajas todavía soportables para vuestro espíritu. Había que analizar las relaciones hasta en sus mínimos detalles. Y ¿qué es lo que vuestro espíritu ganó con todo ello? Aprendió un segundo teorema, lo que le permitió otro despegue muy rápido.

6 Llegamos a la frontera extrema del reino de los niños donde tuvimos que estudiar y asimilar un tercer teorema muy importante, porque era el vínculo entre todo lo que experimentasteis antes y lo que ibais a experimentar en la región del mediodía. Como lo asimilasteis enseguida, también el ulterior despegue rápido hacia esta región de Luz fue tan justificado como los demás.

7 Os digo que en esta región de Luz elevada los pasos que damos son cortos pero tanto más rápidos. Aun así están todavía limitados por lo que abarca el ojo de nuestro espíritu.

8 Pero haremos movimientos infinitamente más grandes y rápidos cuando luego vayamos desde esta región hacia la mañana. En la esfera espiritual esto es una cosa completamente natural. Algo parecido puede verse también en cualquier mundo en el que haya espíritus algo cultos: cuando se le presenta un objeto a un pensador experimentado, pronto lo habrá analizado. Pero siempre precisará el objeto, porque sin él la actividad de su espíritu quedará inerte.

9 Así es fácil recorrer estos espacios. Pero cuanto más entra el espíritu en el estado de máxima libertad, menos se ocupa de analizar detalladamente las formas manifestadas, porque sólo con ver estas formas consolidadas, enseguida sabe determinar las potencias que las elevan a la infinidad. Por eso lo que su vista abarca será infinitamente más amplio, y su rapidez, o sea, su progreso, será infinitamente más importante.

10. Veo que lo habéis entendido, de modo que ya podemos mirar hacia delante: el camino es todavía mucho más bonito que el de aquí. Pero parece que estáis sorprendidos al encontrar ante nosotros una vasta llanura cuando esperabais una cordillera que cubriera todo el camino, tal como la visteis desde la pequeña casa».

«Pues sí», responden los visitantes, «pero lo que nos sorprende mucho más aún es que aquí la corriente del río sube cuesta arriba. Eso va contra todas las leyes de la naturaleza».

11. A esta objeción el guía les responde: «Mientras observéis el fenómeno con vuestros sentidos mundanos, tendréis toda la razón. Pero vistos con el ojo espiritual, las relaciones en este asunto son muy distintas y resultan tan naturales cómo las de la Tierra, donde es totalmente natural que las aguas se precipiten desde las alturas a los abismos».

12. «Nos resulta difícil entenderlo».

«Me lo imagino. Pero aun así debierais tener ya cierta idea. Decidme, pues, por qué en la Tierra el agua corre cuesta abajo».

«Por su peso».

«¿Y cuál es la causa del peso del agua?».

«La fuerza de atracción del centro de gravedad de la Tierra o de cualquier otro astro».

«Bien respondido», confirma el guía. «Entonces, si el centro de gravedad de la Tierra es la causa del peso y, por consiguiente, de la caída del agua en los abismos, ¿qué es lo que en la esfera espiritual podría ser el centro de gravitación que todo lo atrae? ¿Podría ser otro que el mismo Señor que reside en la suprema altura de todas las alturas? Este es el motivo espiritual, muy natural, por el que aquí el agua corre cuesta arriba, al igual que en la Tierra también es muy natural que corra cuesta abajo. Como esto os ha quedado claro, tal vez también comprenderéis ahora qué es lo que significa la montaña con sus diferentes niveles, y la llanura desde la cual la corriente del río sube a la montaña».

13. «Aunque lo vislumbramos», reconocen los visitantes, «aún no podemos responder nada concreto».

«¿Cómo que no? Decidme entonces por qué construís escaleras entre los pisos de una casa y para qué sirven sus escalones».

Sonriendo, los visitantes responden: «¡Pero eso es totalmente normal! ¿Cómo íbamos a subir de un piso a otro, a no ser mediante algún artefacto con un cable?».

14. «Ya llegamos. ¿Acaso nunca habéis oído hablar del viejo Jacob que soñó con una escala por la que bajaban y subían ángeles, y en cuyo extremo superior se encontraba el Señor? Como cada peldaño de esa escala celestial es incomparablemente más que un escalón de vuestras casas, el escalón en el que nos encontramos ahora nos ofrece un sinnúmero de maravillas».

Capítulo 43. Extraños paisajes e insólitos hogares de espíritus bienaventurados

1. El guía continúa: «Si miráis el paisaje de este lugar tan hermoso, ¿qué es lo que más os llama la atención?».

2. «Querido amigo, hay tantas cosas que nos faltan las palabras», responden los visitantes. «Te lo señalamos con el dedo. Porque lo que allí se presenta ante nuestros ojos no puede ser un edificio, ni un árbol, ni una montaña; más bien parece un conjunto de diversos elementos completos».

3. «Hagamos un experimento: fijad la vista en lo que hay al lado derecho del río. ¿Qué os parece?».

«Vemos una colina ligeramente cónica, rodeada abajo por una especie de muro circular que parece una espaldera animada, pues da la impresión que el follaje sale realmente de la obra.

4. El muro es transparente como el arco iris y de color rojo. Su altura apenas llegará a una braza. Sobre él hay arcos, aparentemente de cristal, que soportan un canal como de oro por el que continuamente se mueven gran cantidad de bolas coloradas iridiscentes, de dos palmos aproximados de diámetro, separadas entre sí una media braza.

La punta de la colina cónica está coronada por una especie de templo cuyas columnas se parecen a los delgados álamos de la Tierra. Su cúpula es como de oro pulido y da la impresión que flota libremente sobre las columnas. En lo alto de ella se ve una esfera transparente resplandeciente.

5. Todo parece formar un conjunto. Es impensable que los sentidos del hombre puedan imaginar algo parecido. Por eso, pese a lo llamativo que es, no tenemos ni idea de en qué consiste ni para qué puede servir».

6. El guía aprueba y dice: «Lo habéis examinado bien, y por eso puedo deciros que se trata de moradas de espíritus bienaventurados».

«¡Menuda sorpresa! ¡Pero no vemos ni rastro de sus habitantes!».

«Eso tiene remedio. Acerquémonos a una de estas extrañas moradas y pronto los veréis. Ya estamos delante de la muralla y vemos una puerta. ¡Entremos y los habitantes se acercarán!

Ya estamos en el interior del edificio. Mirad alrededor y decidme qué os parece todo esto».

7. Los visitantes se quedan desconcertados y dicen: «Parece que todo fuera una broma de mal gusto. Apenas acabamos de atravesar la muralla circular y ha dejado de existir. También ha desaparecido la colina cónica y, con ella, el extraño templo. Hasta dónde alcanza la vista, el paisaje ofrece un aspecto completamente diferente. Antes podíamos ver muchos de estos edificios extraños en toda la llanura, sobre colinas parecidas de distinto tamaño. En su lugar vemos ahora muchos palacios magníficos y en la ribera del río -lo único que ha quedado del camino anterior- grandes ciudades. ¿Qué puede significar semejante metamorfosis? ¿No podríamos visitar el interior de la vivienda tal como la vimos desde fuera?».

8. «Bueno», dice el guía, «en sentido mundano se puede comprender vuestra posición; pero en manera alguna desde el punto de vista espiritual».

«¿Quizás el espíritu no puede ver las cosas tal como realmente son? ¿Por qué, para verlas, hay que limitarse a mirarlas sólo desde un lado porque si se quieren mirar desde otro desaparecen?».

9. «Supongamos que alguien no se conforma con contemplar la forma exterior constante de un objeto, sino que quiere analizar su naturaleza interna. ¿Qué hará? Primero desmontará sus componentes y los examinará minuciosamente. Luego, mediante la química, reducirá las piezas a sus sustancias elementales. Ahora os pregunto: ¿Por qué después del análisis químico ya no puede verse la forma antigua del objeto que se examina?».

10. «¡Es más que evidente, pues tras la disolución de los componentes, estos pierden forzosamente su forma original!».

«Pero, ¿cuál ha sido, en realidad, la causa que motivó la pérdida de la antigua forma?».

Los visitantes se encogen de hombros pues no saben qué contestar.

11. Ante eso, el guía continúa: «Pues os daré la respuesta. La causa fue que el espíritu quiso penetrar más profundamente en la materia, y así lo hizo. Una vez que la penetró, es lógico que desapareciera la forma exterior antes visible. Si aquí os adentráis en un objeto que antes habéis visto desde fuera, entonces sentiréis vivamente su significado intrínseco.

12. Y ahora que conocéis lo interior, también os explicaré su relación con las formas exteriores que habéis visto antes. El “río” -siempre visible tanto desde el interior como desde el exterior- representa la vida espiritual, que consiste en amor y sabiduría. La “colina” antes contemplada en su margen derecha manifiesta las aspiraciones de la sabiduría, y su “ligera elevación” indica que la sabiduría surge del amor. La “muralla circular” que rodea la colina expresa que la sabiduría aún se encuentra dentro de una cierta forma. El hecho que rodee enteramente la colina señala que la manifestación de la sabiduría está moderada por el amor. La hojarasca que sale de la muralla indica que la esfera de la sabiduría está animada por la vida, que es amor. El muro, colorado y en parte transparente, representa la unión entre el amor y la sabiduría. Los “arcos” sobre la muralla circular simbolizan el orden de la sabiduría cuando esta está unida con el amor. El canal continuo encima de la muralla, un receptáculo abierto que sirve de camino a la luz. Las bolas radiantes coloradas que se mueven por el canal representan la verdadera vida que surge de la sabiduría cuando la misma está unida al amor.

13. El “templo” sobre la colina indica que esa sabiduría está animada por el amor al Señor, de ahí las columnas animadas. La “cúpula de oro” flotante representa la riqueza de la Gracia de Dios, consecuencia de dicho amor. Y la “esfera radiante” sobre la cúpula expresa la alta sabiduría viva en las cosas divinas. Esta es la explicación de la imagen.

14. Si entráis en ella desaparecerá, y en su lugar veréis la sublime realidad que surge en la misma de la sabiduría unida con el amor al Señor. Todos estos palacios, edificios y ciudades representan lo bueno unido al amor, y las formas preciosas que hay por todas partes, la sabiduría resplandeciente.

15. Ya que os habéis familiarizado con todas estas importantísimas relaciones, vamos a continuar nuestro camino para que podáis contemplar todas estas maravillas; aunque no entraremos en ninguna de ellas porque de nuevo veríais en su interior cosas totalmente distintas y habría tanto que explicar que no acabaríamos. Cuando vosotros mismos seáis más puros de espíritu y os encontréis en condiciones totalmente espirituales, entonces podréis presenciar maravillas sin fin. Nuestro propósito actual es que veáis cómo se manifiesta todo lo espiritual. Resumiremos todo lo que hemos visto, y luego continuaremos nuestro camino».

Capítulo 44. Belleza y magnificencia del mediodía. Enseñanza sobre la naturaleza del amor y la sabiduría

1. El guía continúa: «Como por todas partes habéis visto un sinnúmero de maravillas, decidme ahora cuál es la que más os ha impresionado».

2. «Querido amigo», responden los visitantes, «también tú tienes el don de poder ver nuestro interior. Por ello te rogamos que tú mismo hagas el resumen de lo mejor y lo más maravilloso».

«Está bien: lo veo en vuestros ojos y en vuestras reacciones. Lo que más os ha llamado la atención no han sido los palacios espectaculares ni las ciudades junto al río, sino las pequeñas colinas con casas bastante modestas que visteis más allá de él, al fondo en dirección a la mañana.

8. Si aquí se juzgara según criterios mundanos, entonces podría decirse que estáis un poco despistados. Pero como lo hacemos según criterios espirituales, puedo aseguraros que tenéis buen olfato. Pues intuís que tras estos pequeños asentamientos se esconde algo mucho más grandioso de lo que parece a primera vista».

4. «Sí, si nos tocase elegir, cambiaríamos cien de estos soberbios palacios de aquí por una de aquellas casas modestas».

5. «Os comprendo muy bien», responde el guía, «pero aun así, los soberbios palacios de esta zona merecen vuestra consideración. Fijaos en uno de ellos: está hecho de piedra blanca pulida y tiene siete pisos, con una altura de treinta varas cada uno. Cada palacio tiene cuatro fachadas perfectas, todas con setenta grandes ventanas a siete varas de distancia entre sí. De cada una de ellas sale una luz como la del Sol. Alrededor de las fachadas, hay pérgolas de columnas en cada piso que embellecen el edificio y que relucen como si fueran del oro más puro, transparente y pulido. El tejado parece hecho de placas de diamantes. Además, alrededor del palacio hay un parque magnífico con millares de flores preciosas y de árboles fructíferos.

Entre ellos se ven pirámides brillantes de todos los colores, cuyas puntas están adornadas con esferas luminosas. Sobre cada una de ellas hay algo parecido a una corona, de cuyas puntas surgen chorros que se levantan en los aires hasta dónde alcanza la vista. Las pequeñas gotas se agrandan en el aire resplandeciente y, como globos de todos los colores, pero en un orden perfecto, bajan majestuosamente lentas al parque, donde se deshacen, desprendiendo los más variados aromas celestiales.

6. También veis en el parque a muchos seres bienaventurados de ambos sexos, extraordinariamente hermosos. Fijaos en aquel que se encuentra a la entrada del parque. Sus vestidos son de seda marina, y lleva en la cabeza una corona brillante. Su cara es blanca como la nieve y su pelo tiene el color del oro. ¡Qué magnífico aspecto!

7. Muy favorable es el contraste entre el color de su piel y la orla rojo oscuro de su vestido. ¿No os parece como si su cinturón estuviera hecho de muchas estrellas? Ahora se le acerca un espíritu femenino, ¿qué impresión os produce?».

8. «Amigo, ¡su cara nos corta el aliento! ¡ Ciertamente los mortales no pueden contemplar algo tan perfecto sin sufrir daño! ¡Este ser espiritual femenino es de una belleza celestial más allá de la percepción humana! ¡Qué suave amabilidad sublime la de su semblante y qué líneas más suaves las de sus facciones! ¡Su claro y abundante cabello rubio, y la cabeza de belleza sobrenatural adornada con una corona brillante como de diamantes! Y lleva un vestido azul celeste con una orla rojo pálido. Ay, ¡qué maravillosa es esta mujer angélica!

Se le puede ver un brazo desnudo. Dios mío, ¡qué armonía tan sólo en un brazo!, brazo sobre el que se recoge en finísimos pliegues un vestido muy hermoso.

También puede vérsele una pierna desde el pie hasta encima de la rodilla. En verdad su figura es demasiado excelsa incluso para un ojo espiritual; no hay palabras que puedan describir su armónica suavidad y su perfección. ¡Sólo Dios puede crear semejante armonía!

Y, querido amigo, vemos muchas más mujeres como esta por ahí. ¡Encontrarse como hermano bienaventurado en semejante compañía, debe ser demasiada bienaventuranza para poder soportarla!».

9. «Pues sí», continúa el guía, «aquí hay incontables maravillas similares; por eso os pregunto si ahora os gusta este palacio».

Los visitantes se rascan la oreja y reconocen: «Nosotros, habiéndonos convencido de las excelencias en este palacio, ya no tenemos nada contra él, aun comparándolo con las casas modestas de más allá del río. No nos importaría semejante bienaventuranza eterna -se entiende que en condiciones totalmente espirituales- sobre todo si también aquí nos fuera concedida la Gracia de poder ver al Señor de vez en cuando. De lo contrario no tendríamos interés».

10. «Os digo, queridos amigos, que lo mismo les pasa a muchos cuando ven todas estas maravillas. La única diferencia es que vosotros tenéis salvoconducto. Porque a los espíritus que llegan aquí de la forma habitual, les esperan pruebas severas que afrontar con total abnegación si intentan alcanzar las sencillas casas del otro lado del río».

11. «¿Qué clase des espíritus son y de dónde vienen los que habitan este palacio?».

«Llegaron todos de la Tierra. Unos llegaron tras un cierto tiempo en la región de la tarde que conocéis, y otros directamente, por su vida en la Tierra estrictamente basado en la fe en el Señor. Más al fondo de la región del mediodía también encontraríais espíritus paganos bienaventurados: los que en el mundo vivieron fieles a su fe y después adoptaron voluntariamente en el mundo de los espíritus la fe en el Señor.

12. En el palacio que está delante de nosotros habitan espíritus que desde siempre profesaron la fe en Cristo: se trata de la secta de los Calvinistas. Tres de ellos fueron muy ricos en la Tierra; aquí ya no lo son, sino que forman parte del servicio doméstico. Pero los dos que todavía veis en la entrada del parque, eran muy pobres. Él fue vaquero en los Alpes suizos y ella una mísera vaquera poco agraciada. Cuando, con el tiempo, él se dio cuenta de las buenas cualidades cristianas de la criada, se casó con ella. Esta pareja vivió siempre una vida muy virtuosa, incluso en su última hora. Tuvieron unos cuantos hijos a los que educaron rigurosamente en su fe cristiana, que fue observada durante cinco generaciones. Aquí veis un caso que sucede muy raras veces: una familia bienaventurada completa La pareja que miramos son los bisabuelos.

También los tres de posición inferior son miembros de la misma familia; pero como en la Tierra tuvieron más suerte mundana, se volvieron gente muy rica y considerada, y pudieron llevar una vida cómoda y desahogada, lo que no fue el caso de los demás miembros de la familia. Esta es la razón por la que los tres se hallan privados aquí de muchas ventajas de las cuales pueden disfrutar ahora los demás miembros de la familia. Aun así los tres son inimaginablemente felices según vuestra manera de pensar, porque en su tiempo utilizaron su reputación y gran parte de su fortuna en fines altruistas.

13. Ya que estamos aquí, visitemos a los dos que hay a la entrada del parque para que os podáis hacer una idea de su mentalidad. Ya nos han visto y se nos acercan corriendo. Pero se paran de repente ¿Por qué? Evidentemente presienten que todavía hay algo sensual en vosotros; por eso prefieren esperar hasta que lleguemos.

Bueno, ya estamos con ellos».

El hombre tan celestialmente hermoso recibe a los visitantes con las siguientes palabras: «Os saludo en el nombre de la pureza de la Palabra del Señor. Siendo el servidor más ínfimo de este hogar, os ruego que me digáis el buen propósito que os ha traído aquí».

14. «Querido amigo», le responde el guía, «tu pregunta es justificada y tus palabras están llenas de la sabiduría de los Cielos, pero les falta algo, ¡el amor! Tu organización doméstica es una maravilla, pues todas tus fabulosas pertenencias son producto de tu sabiduría. Pero ¡un solo grano de arena en el Reino del Amor de Dios vale infinitamente más que todas estas maravillas! Mira, quienes están conmigo son alumnos del amor, y yo soy su guía en el nombre del Señor. ¡Piénsanos y considéranos desde este punto de vista! Se sabe que la pureza moral es una virtud estupenda, y el hombre justo un amigo del Señor; pero al Señor le agrada más un pecador que hace penitencia por amor a Él, que noventa y nueve como tú, aun con toda pureza moral que nunca precisó penitencia alguna».

15. Y dirigiéndose a la mujer, el guía continúa: «¿Y tú, mujer purísima de este hombre sumamente puro? Tu modo de vivir fue en verdad como la estrella más pura, y una castidad jamás manchada te trajo a este reino maravilloso. Pero en el Reino de la mañana eterna habitan muchas de tu sexo, mujeres que incontables veces pecaron en la carne. Pero estas pecadoras reconocieron su culpa y, contritas, se humillaron ante el Señor. Después se enamoraron de Él tan apasionadamente que ya no anhelaron otra cosa sino la Gracia de que Él las aceptara tras la muerte como las más ínfimas entre todas las que pueden disfrutar de su Misericordia infinita. Y ahora viven en la mañana eterna, sumamente bienaventuradas en la continua presencia del Señor.

Realmente, aquí todo es maravillosísimo y muy esplendoroso; pero una choza de paja en el Reino donde habita el Señor es infinitamente más sublime que todo este esplendor».

16. Ambos se golpean el pecho y exclaman al unísono: «Oh, poderoso amigo del Señor, ¡con estas pocas palabras nos has dicho algo infinito! Presentimos hace mucho que debe existir algo más grande y sublime que todo esto de aquí. Pero no hemos encontrado ningún punto de arranque porque, en este marco, nuestra sabiduría siempre ha producido lo más excelso. Ahora sabemos que todo esto nos fue dado para que, con ello, reconociésemos cada vez más el amor. Por eso dinos: ¿Qué debemos hacer para merecer tan sólo una gota del Amor del Señor?».

17. El guía les responde: «¿Acaso nunca oísteis lo que el Señor dijo al joven rico? Le dijo: “Déjalo todo y sígueme”. Y recordad que en el Libro está escrito: “Había en mitad del Templo un fariseo honesto que consagraba sus obras al Señor, todas enteramente conformes a la ley de Moisés, mientras que en el fondo había un pobre pecador que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Oh Señor, ¡no soy digno ni de levantar mis ojos a ti!’”. ¿A cuál de ambos pensáis que el Señor justificó?».

«El Señor justificó al pecador contrito».

«Pues ahí podréis encontrar fácilmente el camino que lleva al Señor. Haced lo mismo, pues la Palabra del Señor también vale en todos los Cielos, y eso eternamente.

18. Tomadlo a pecho: Ante Él no hay nada que sea puro o justo, porque sólo Él mismo es puro y justo, bueno y misericordioso. No os consideréis perfectos y haced lo que hizo el pecador en el Templo y aquél que fue crucificado al mismo tiempo que el Señor. Sólo entonces encontraréis la verdadera justificación: ¡el amor al Señor!

¡Volveos pobres -completamente pobres- para que seáis tanto más ricos en el Amor del Señor!».

19. La pareja se levanta y, envuelta en lágrimas, vuelve a los suyos que se encuentran ante del palacio. Absortos escuchan a los abuelos.

El guía dice a los visitantes: «Ved como todos se quitan sus joyas y cambian sus vestidos esplendorosos por otros más sencillos. Los abuelos se lo dan todo a los tres más pobres y toda la asamblea, de más de cien personas, viene aprisa y corriendo hacia nosotros».

20. Los visitantes están sorprendidos y preguntan al guía: «Pero querido amigo, nosotros, ¿qué podemos hacer con ellos?».

«¡No os preocupéis! Seréis testigos de una escena verdaderamente celestial que os dejará perplejos».

Capítulo 45. Los espíritus celestiales comen y beben: su correspondencia. El matrimonio celestial

1 El guía continúa: «Ved, toda la asamblea está a punto de llegar. Fijaos sobre todo en los hijos, ¡son celestialmente hermosos, los unos más que los otros! Aun así en el rostro de cada cual hay una hermosura distinta. A los ángeles masculinos se les nota su fuerza juvenil, y en las facciones de su cara se ve una seriedad muy apacible. Sus ojos son muy grandes porque hay en ellos mucha luz. Las narices finas indican que tienen un tacto muy sutil. Mantienen la boca cerrada por regla general, pues la sabiduría es callada. No llevan barba porque la sabiduría como tal es franca y no pasa por una espesura que la mistifique. Fijaos también en la suavidad de sus manos: eso significa que la sabiduría sujeta todo lo que está bien ordenado y que no toca lo imperfecto».

2 Los visitantes están sorprendidos de que allí los seres masculinos manifiesten semejante belleza y hechura perfecta, casi igual a la de los femeninos, y dicen:

«Con esta belleza casi idéntica en ambos sexos no puede decirse a cuál de ellos se mira con más agrado».

«Esto tiene su razón en el verdadero matrimonio celestial. Ya en la Escritura está escrito que el hombre y la mujer deben ser una sola carne. Por eso aquí casi no se diferencian y, como dijo el Señor, todos son iguales a los ángeles de Dios».

Los visitantes quieren saber si entre los espíritus hay alguna diferencia “física”. El guía les explica:

«Sí, ¡igual que en la Tierra! Los espíritus también comen, beben, y hacen deposiciones. Y los cónyuges celestiales también gozan de “placeres matrimoniales”, aunque aquí, en sentido figurado, pues se realizan de otra manera que en la Tierra.

4 Comer y beber significan absorber lo divinamente bueno y verdadero; y el proceso que llamáis “acto sexual” significa que lo bueno dentro del amor y lo verdadero dentro de la fe entran en una unión armoniosa y activa: en el amor fructífero.

Todo guarda la misma relación: causa-efecto-objetivo.

Quien quiere lograr un efecto, antes tiene que cumplir el requisito que lo facilita. De modo que para lograr el efecto, tiene que absorber previamente el principio motor que es su causa principal, y eso es lo que aquí se entiende por ingerir alimento.

5 La digestión de ese alimento mantiene la vida de los espíritus. Pero la vida no quiere ni puede existir de manera solitaria, sino que escoge el objeto afín a ella y se comunica con él tan intensamente que de esas dos vidas se forma perfectamente una sola, un proceso que puede ser considerado como objetivo. Este objetivo es fructífero: una vida totalmente unida produce un efecto mayor que una solitaria, pues la solitaria no puede ser considerada como perfecta porque de ninguna manera se puede manifestar en ella ningún objetivo, por lo que tampoco puede fructificar. ¿Me comprendéis?».

Como los visitantes hacen una señal negativa, el guía continúa: «Bueno, os daré algunas explicaciones más:

6. En la Tierra tenéis un acto carnal que, en cierto sentido, es parecido al de los espíritus.

7. ¿Qué pasa cuando un hombre enérgico trata a una mujer magnéticamente? Que con su espíritu potente penetra en el espíritu más débil de la mujer y, tras un rato de intensa comunicación, lo desvela y lo fortifica con su fuerza y con su flujo, estableciendo una “unión espiritual” entre ambos.

8. ¿Cuál es el efecto de esta unión? La fuerza del espíritu masculino unida al espíritu femenino más débil se hace muy fuerte, un estado elevado en el que puede hacer cosas que un espíritu solitario en su estado natural raras veces puede hacer, a no ser muy difícilmente. La clarividencia, el conocimiento de sí mismo y de otros, y sobre todo la penetración espiritual, que ve claramente las profundidades de la Creación habitualmente insondables, son efectos de tal unión.

9. Ya veis como se produce aquí el acto sexual espiritual. Este acto en que dos potencias espirituales vivamente afines se unen, más el resultado de tal proceso, corresponden bien al acto que os es conocido».

«Ya lo entendemos», responden los visitantes. «Pero aún no sabemos cómo se realiza aquí este acto “físicamente”».

El guía les confirma que tal acto se realiza de manera parecida a la de los matrimonios en la Tierra, y añade: «Sólo que aquí no existe ni el menor rastro de sensualidad.

10. Los miembros de la primera Iglesia -la adamita- estaban en contacto continuo con los Cielos. Realizaban el acto de procreación de manera más bien espiritual que sensual. Durante tal acto, el Espíritu divino penetraba a los cónyuges más que de costumbre y sus cuerpos entraban en un sueño natural del que, en espíritu, pronto se despertaban elevados en los Cielos y unidos en uno. Sólo así cumplían con el “acto sexual” para luego, como seres individuales, volver a entrar en el mundo natural.

11. Por eso, en aquella época, decían que ese acto era un sobresueño. Pero con el tiempo, por su entrega a placeres diversos, los hombres se volvieron más y más mundanos y sensuales. Y empezaron a cohabitar con las mujeres en su esfera natural sin hacer los preparativos espirituales. Ya no hubo sueño natural ninguno durante el cual el espíritu pudiera pasar por la experiencia de librarse pasajeramente de la materia. La consecuencia tenía que ser que los frutos -como objetivo de la causa y el efecto- se volvieron iguales que la causa y el efecto.

Vosotros mismos decís: “Ex trunco non fit Mercurius23”. ¿Cómo, entonces, podrían obtenerse frutos espirituales tras un proceso de fecundación puramente natural y animal?

Me imagino que con esta reseña histórica os resultará más fácil considerar el “acto sexual” puramente celestial como algo más digno y eficaz de lo que pensabais, por lo que el acto totalmente sensual de la época actual -de acuerdo con la ley de Moisés- os tiene que parecer inevitablemente impuro y profano24».

12. «Bueno, ahora lo hemos comprendido», responden los visitantes. «Pero si los espíritus también hacen deposiciones, algo propio del cuerpo físico natural, ¿qué es lo que ello significa?».

«Os pregunto: ¿cuál es el motivo del acto natural? Sólo desprenderse de las formas exteriores, portadoras de elementos vitales, cuando las mismas han depositado todas sus sustancias vitales. La vida sólo puede manifestarse en una forma que le corresponda, una forma establecida por la envoltura exterior de todas las cosas.

Aunque los frutos que aquí veis no son sino correspondencias vivas que producen el Amor y la Sabiduría del Señor -y que aquí, también en correspondencias, expresan lo verdadero dentro de la fe y la actividad de lo bueno dentro del amor- aun así no pueden hacerlo sin una forma aparente. De manera parecida a un pensamiento que precisa la palabra para poder manifestarse.

13. Por lo tanto, cuando escucháis palabras, coméis frutos espirituales. De las palabras mismas os desharéis luego pues no son sino formas; pero os quedaréis con la idea que os han transmitido. He aquí lo que espiritualmente corresponde perfectamente al proceso de hacer deposiciones.

14. Las formas son portadoras de lo vivo. Pero como lo vivo es puramente divino -y, por consiguiente, lo más interno e intrínseco puramente espiritual- un espíritu exterior todavía impuro no puede acogerlo puro como es. Por eso el Señor crea formas correspondientes que son portadoras de su Vida. Y si queremos acoger esta Vida en nosotros, tenemos que absorberla junto con la forma. Una vez dentro de nosotros, la forma portadora de Vida será destruida; mientras que la misma Vida liberada se unirá con la Vida divina ya existente en nosotros, manteniéndola y confortándola. Según el Orden del Creador, la forma misma -es decir, la envoltura destruida- será expulsada de nuestro ser.

15. Mientras en el proceso de “hacer deposiciones” de la Tierra se trata de materia gruesa, aquí, en este proceso de separación, todo es espiritual, por lo que los desperdicios son volátiles y en seguida desaparecen.

Como ya todo ello os ha quedado claro, podemos volver a dirigirnos a estos seres tan sumamente hermosos».

16. La pareja de bisabuelos de antes se acerca al guía y el hombre toma la palabra: «Poderoso habitante de la mañana eterna, seguro que eres un gran amigo del Señor. Mira como hemos abandonado todos nuestros bienes siguiendo tu consejo. Somos muchos, pero puedes estar seguro que ninguno tiene una orientación distinta a la mía. He aquí que todos nos encontramos con toda humildad ante ti, que has venido en el nombre del Señor. Dinos lo que quieras, que sea la Voluntad del Señor, y lo haremos».

17. El guía le responde: «Queridos hermanos y hermanas. ¡No os arrepentiréis de vuestro propósito en el Amor al Señor! ¡Y ahora, seguidnos en su nombre!

Más allá de este río podéis ver unas pequeñas casas poco vistosas sobre unas colinas más bien áridas. Os llevaré allí y cada uno tendrá su hogar. Sabed que allí no estaréis tan cómodos como en este espléndido palacio. Pero tendréis que acostumbraros a esta nueva situación, porque en la mañana eterna, en la continua presencia del Señor, no se vive en palacios como estos, sino en chozas pequeñas y simples. Tampoco se lleva ropa tan preciosa como aquí, pues los verdaderos hijos del Señor andan casi desnudos; y nadie está cruzado de brazos porque el Señor siempre sabe ocupar plenamente a sus hijos.

18. Aquí habéis descansado en paz y habéis disfrutado abundantemente de todo lo que teníais; sin embargo allí tendréis que ganaros muy trabajosamente el pan de cada día.

19. Aquí no debíais pedir nada ni dar las gracias, porque el Señor todo os lo daba libremente en abundancia; sin embargo allí siempre tendréis que pedirlo todo al Señor y agradecérselo.

20. Aquí cada uno fue su propio dueño con una mesa propia en la que podía servirse todo que le daba la gana. Pero allí nadie tiene mesa propia, sino que todos deben acudir a la mesa del Señor.

21. Aquí podíais comer lo que queríais, mientras que allí tendréis que comer lo que se os ofrezca.

22. Si estáis de acuerdo con este cambio, ¡seguidme entonces, voluntariamente, pues vuestra voluntad no debe sufrir la menor imposición!».

23. Toda la asamblea está de acuerdo: «Gran amigo del Señor, aunque tuviéramos miles de palacios como este, todos los abandonaríamos si pudiéramos habitar cerca del Padre santo para ser sus últimos y más ínfimos servidores. ¡Las condiciones que nos propones son todavía demasiado sublimes para nosotros! Si tan sólo fuéramos considerados dignos de las migajas de la mesa del Señor, ya seríamos inmensamente más felices que aquí, donde, pese a toda la suntuosidad, carecemos precisamente de aquello que supone la suprema bienaventuranza de todos los ángeles: la presencia visible del Señor que es un Padre santo para todos aquellos que habitan la mañana eterna.

24. Aunque también aquí el Señor esta manifiesto en el Sol de la Gracia que hay sobre nosotros, al Padre -como Padre de sus hijos- no le podemos ver.

25. De modo que nos lleves a dónde nos lleves y nos pongas donde nos pongas según tu parecer celestial, ¡nuestro deseo es seguirte!».

26. El guía les responde: «Entonces seguidme a la región de las colinas. Como tenemos que cruzar el río, no temáis a las olas que antes no podían llevaros porque vuestra base no era el verdadero fundamento de la vida, el amor al Señor. Como ahora este amor se ha vuelto vuestra base, sus aguas os llevarán».

Capítulo 46. En la región de las colinas de la mañana eterna

1. Dirigiéndose a los visitantes, el guía continúa: «Con la rapidez de nuestros viajes, ya hemos llegado. Justamente hay una de esas pequeñas viviendas delante de nosotros. ¿No os parece una preciosa casa alpina suiza?».

«¡Es verdad! Y, pese a las enorme diferencias que hay, nos gustaría más vivir en una de estas casas que no en los palacios que hemos visto antes».

2. «Entremos en ella para ver su interior y alguno de sus moradores», prosigue el guía. «Ya estamos».

Los visitantes se quedan sorprendidos: «Pero amigo, ¿qué pasa aquí? ¡Su interior no cambia como es costumbre en la esfera espiritual! ¡Se corresponde perfectamente con el exterior!».

3. «Así ocurrirá en lo sucesivo a medida que vayáis conociendo los habitantes de esta región y que el trato con ellos concrete vuestras ideas.

4. Vemos una cocina, un cuarto para la servidumbre y otra habitación, bien arreglada, para los propietarios de la casa. ¿Os habéis fijado en todos los aperos agrícolas? Hay hoces, azadas y picos. También un arado y un rastrillo. Y detrás de la casa una pequeña construcción con un establo para varios bueyes. ¿Qué os parece todo esto?».

5. «En verdad todo es muy acogedor y no nos importaría quedarnos aquí para siempre. Pero nos extraña ver en el auténtico Cielo casas tan típicamente terrenales».

6. «Ya he pensado que os sorprendería», afirma el guía. «Y aún más se extrañarían ciertos papistas inveterados -cuya suerte conoceréis detalladamente a lo largo de nuestra visita a la región del mediodía- que piensan que en el Cielo reina la ociosidad eterna.

7. Y para que sepáis por qué hay aquí tantos aperos agrícolas como los de la Tierra, os diré que nunca se habrían inventado allí si no hubieran existido antes su forma y su correspondencia en los Cielos.

8. No os sorprendáis por encontrar en el Reino espiritual del Cielo las más diversas singularidades; aperos como estos caracterizan la actividad en el amor y están colocados aquí para producir con ellos lo bueno y lo fructífero.

9. Pero el propietario de la casa vuelve del campo; vayamos a su encuentro para exponerle nuestro deseo. Nos ha visto y se dirige a nosotros con los brazos abiertos. ¿Qué os parece su ropa?».

«Bueno, no está mal», responden los visitantes, «Hemos visto frecuentemente vestidos así. Parece un campesino piadoso de nuestra Tierra. Su camisa y su pantalón son de tela de lino corriente. Si no llevara un cinturón rojo, se diría que es un gañán».

10. «Pues sí, aquí no hay tanto esplendor como en los palacios».

«Pero en estas condiciones modestas se manifiesta una mayor bienaventuranza que en las incontables suntuosidades de la llanura».

«Os digo que aquí el grado de bienaventuranza es tanto más sublime cuanto menos esplendor muestra exteriormente. Pronto sabréis por qué.

El propietario de la casa ya está ante de nosotros...».

11. Este toma la palabra: «¡Bienvenidos, queridos hermanos! Veo que os acompaña mucha gente, y sé lo que busca aquí. Pero os digo de antemano que a esta apreciada asamblea le costará mucho esfuerzo y mucha abnegación adaptarse a esta vida sublime. Y más todavía le costará después compenetrarse enteramente con ella. Pero tú, hermano, sabes que el amor y la paciencia vencen todas las dificultades.

12. Por mi parte, haré todo lo necesario para el eterno sustento verdadero y vivo de estos apreciados hermanos y hermanas.

13. Si os parece bien, entremos en mi casa. E invitemos a la pareja principal de toda esta gente para que, de acuerdo con ellos, decidamos las medidas necesarias con el fin de alojarlos a todos según el Orden eterno del Amor. ¡Entremos, pues!».

14. El anfitrión hace una señal a la pareja, que se adelanta con mucho gusto, y el pequeño grupo entra en la casa.

15. En la habitación principal, el anfitrión se dirige a ellos: «Amigos míos, ¡bienvenidos seáis con toda la profundidad de mi amor! Decidme francamente qué es lo que os ha empujado a abandonar vuestra extraordinaria magnificencia para buscar la subsistencia futura en estas colinas en las que no hay ni suntuosidad, ni riqueza, ni abundancia».

16. El marido responde: «Amigo celestial, aún no te conozco ni sé quién eres ni cuál es tu naturaleza; pero como me preguntaste desde tu fundamento de vida más íntimo, te digo que el único motivo de nuestra empresa es el Señor».

17. «¡Mi corazón se deleita oyéndolo! Pero el Señor ya os recompensó de manera incalculable, pues os dio todo lo que vuestro corazón pudiera imaginar. ¿Acaso queréis más todavía? ¿No os parece que ese afán vuestro pudiera parecer una ingratitud?».

18. «Sí que puede parecerlo si se miran las circunstancias externas, pero no mirando nuestro interior. ¿Qué harías en mi lugar si dispusieras de magnificencias mil veces más sublimes que yo pero, si a pesar de ello, nunca llegaras a ver al Dador santo en persona? Seguro que tu gran amor al Señor te haría abandonarlo todo si con ello tuvieras la posibilidad de acercarte a Él».

19. El anfitrión responde: «Te entiendo y también entiendo por qué me lo dices. ¿Pero estás realmente seguro que aquí verás al Señor en persona? Y si así fuera, ¿cuándo?».

20. «Por supuesto, no lo sé», admite el hombre, «pero sí sé que el Señor aprecia más lo pequeño que lo grande. Él mismo dijo: “¡Que los pequeños vengan a Mí!”. Por lo que creo que no estoy equivocado abandonando toda magnificencia para buscar por amor al Señor la simplicidad y humildad en esta región».

21. «Amigo, tu respuesta es muy buena; pero creo que aquí no es aplicable, porque el Señor dijo eso ante el mundo, manifestando con ello que toda grandeza mundana es un horror para Él. También está escrito: “Quien es el menor en el mundo, ante Él y en los Cielos será el mayor”. Pero resulta que tú ya no estás en el mundo sino en el Cielo. En el mundo fuiste pequeño, un pastor de vacas perdido en los Alpes. Por eso el Señor te hizo grande en los Cielos. Pregúntate a ti mismo: ¿qué buscas en realidad?».

22. El marido reconoce: «Veo que me superas infinitamente en la sabiduría recibida del Señor. Pero es un hecho que en mi bienaventuranza -de la cual disfruto hace mucho tiempo- nunca he visto al Señor sino en su Sol de Gracia».

23. «¿Qué más quieres?», le pregunta el anfitrión. «Parece que nunca has leído: “El Señor Dios Jehová habita en la Luz inaccesible”. ¿Cómo, entonces, piensas acercarte más a Él de lo que puedes?».

24. «Tienes razón. Pero el Señor Dios Jehová también se hizo hombre en la Tierra, adoptando nuestra naturaleza. Y como hombre prometió a los suyos que vivirían con Él eternamente. Incluso al buen ladrón le dijo en la cruz: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. También el apóstol Pablo era feliz porque esperaba encontrarse pronto con el Señor. ¡Por eso también yo creo que en los Cielos debe existir la posibilidad de encontrar, como hombre, al Padre en Cristo!».

25. «Puedes quedarte aquí si esa es tu fe, porque lo que el Señor dijo en la Tierra vale igualmente en todos los Cielos. Pues todos los Cielos están hechos del mismo Verbo que Él habló en la Tierra.

Pero, amigo, hay otro asunto todavía.

26. Allá abajo en las llanuras tú y toda tu gente erais dueños de una espléndida propiedad. Pero aquí tendréis que servir y ganaros el pan diario con el trabajo de vuestras manos. También yo tengo que trabajar y labrar el campo para poder sustentarme con la cosecha.

27. Estas tierras están bendecidas por el Señor y producen cien veces lo que se siembra. Pero hay que labrarlas con mucho esmero, porque de lo contrario el Señor no concede su Bendición. De modo que tendréis que cultivarlas con aperos agrícolas. Tendréis que ir al campo para segar los cereales, hacer gavillas con ellos y trillarlos. Y todo ello como gañanes y no como terratenientes ni mucho menos. ¡Tendréis que trabajar mucho porque no os será permitida la menor ociosidad!

28. Reflexionad bien sobre todo lo que acabo de decir. Si todos estáis de acuerdo, ¡entonces quedaos aquí! Trabajo hay en abundancia; pero frecuentemente faltan labradores.

Si estas condiciones inalterables no os convienen, entonces sois libres de volver a vuestra magnificencia».

29. Pero el marido le responde: «¡No te preocupes por eso! Aunque nos hayamos vuelto algo blandos en tanto tiempo, aún no hemos olvidado lo que es un bendito trabajo. De modo que todo lo que en la Tierra hicimos por amor propio, aquí lo haremos mil veces más gustosamente por amor al Señor».

30. «Entonces quedaos aquí», dice el anfitrión.

«Pero somos más de cien personas, ¿cómo nos vas a alojar a todos en tu casa?».

«Amigo mío, ¡no te preocupes! Ya habrás oído lo que el Señor dijo en la Tierra: “En el Reino de mi Padre hay muchas moradas”. Hasta donde te alcance la vista verás sobre innumerables colinas casas idénticas a esta, ¡seguro que todos encontraréis en ellas sitio más que suficiente!».

«¿Quiénes son los dueños de todas esas casas?», pregunta el hombre.

«Os digo que todas ellas tienen un solo propietario», le responde el anfitrión. «Pero yo os alojaré en ellas y os asignaré el trabajo».

«¿Eres un administrador autorizado por el propietario de todas esas casas?».

«Amigos míos, si no lo fuera, ¿cómo podría atreverme a hablaros de esta manera? ¿Como osaría importunaros con la voluntad de otros si no tuviera la autorización de disponer según mis preceptos de justicia y de amor?

31. Tú y tu mujer podéis quedaros en mi casa. Y distribuiré en las cercanías a tu apreciada asamblea. ¡Sal y díselo a todos!».

32. El matrimonio sale y comunica las disposiciones a la asamblea, que ya esperaba inquieta. Todos se prosternan en el suelo llenos de gratitud, dando gracias al Señor por haberles concedido la Gracia de haber encontrado un sitio donde poder servir.

33. Acto seguido el anfitrión sale, les impone a todos sus manos y les señala sus nuevos hogares para que se vayan a ellos.

34. Los visitantes observan que la imposición de manos ha cambiado su forma. La tez blanca de todos adquiere un color natural ligeramente bronceado y la naturaleza delicada de cada cual se vuelve consistente. Mientras que antes sus rostros expresaban una formalidad algo seca, sabia y misteriosa, ahora se les nota contentos y animados.

35. Todos se dirigen a los hogares señalados, cuyos ocupantes ya los esperan con los brazos abiertos.

36. El anfitrión vuelve con el matrimonio a la casa y les pregunta a ambos: «Amigos míos, ¿cómo os imagináis al Señor en realidad? Si alguna vez pasa por aquí, ¿cómo le conoceréis?».

37. El marido responde: «Oh amigo, que nos has agasajado tan cariñosamente en el nombre del Señor, ¡esa es una pregunta muy difícil de contestar! Nunca nos preocupamos en la Tierra por la posible forma humana del Señor, sino sólo por su Palabra. Pensábamos que en el Más Allá se nos manifestaría de cualquier manera, que le reconoceríamos por su voz y su Palabra. Sólo ahora soy consciente de que el verdadero amor al Señor también quiere percibir su forma humana además de su Palabra. Pero el amor no supone forma alguna porque nunca la buscó. De modo que tú, querido amigo, vas a tener la bondad de detallarnos la forma del Señor».

38. «Muy bien», dice el anfitrión. «Como lo deseáis desde el fondo del corazón, Yo os digo: Miradme a mí, porque el Señor en forma humana tiene el mismo aspecto que Yo».

39. «Oh, amigo, tener ante mí una imagen igual de perfecta que la del Señor me proporciona un gran consuelo y una gran alegría. ¡Qué bienaventuranza tendré cuando pueda ver al Señor mismo!».

40. El anfitrión le dice: «En verdad, tu amor al Señor se ha vuelto grande; por eso alégrate y mira, ¡Yo soy el Señor! ¡Y tú habitarás eternamente conmigo en mi casa!».

41. Entonces el guía dice a los visitantes: «Observad como todo cambia de repente, y ya no se ve nada de la región del mediodía. Lo que sigue permaneciendo es la sencillez de la región de las colinas. Esta es la única verdadera, eterna y suprema mañana del Señor.

Pero nosotros no podemos quedarnos aquí porque, según la Voluntad del Señor, debemos continuar explorando el mediodía. ¡Así que adelante!».

Capítulo 47. El Cielo católico romano. En el extremo mediodía

1. El guía continúa: «Como veis, también nuestro escenario ha cambiado por completo y ya no queda el menor rastro de las colinas ni de sus modestas casas: estamos en el mismísimo mediodía. Lo podéis suponer por la posición del Sol que se encuentra exactamente en su cenit, por el paisaje tan precioso, y por el río que ya conocéis y que se dirige hacia la mañana».

Los visitantes están sorprendidos: «Pero amigo, ¿cómo es posible que la región de la mañana, tan infinitamente bienaventurada, pueda desaparecer por completo de repente?».

2. «Ya es hora que comprendáis que la “mañana” representa la actividad en el amor, mientras que el “mediodía” representa la sabiduría que busca. Estamos explorando de nuevo por lo que nos hallamos en el ámbito de la sabiduría y, por ello, en el mediodía, el cual se encuentra fuera del ámbito del amor».

3. «Pero cuando antes estuvimos en la región del mediodía, también podíamos ver desde allí la de la mañana. ¿Por qué no ahora? ¿Es que acaso entonces no estábamos fuera del ámbito del amor?».

4. El guía explica: «Por supuesto que estábamos en la región del mediodía; pero a orillas del río que manifiesta cómo es que el amor y la sabiduría se encuentran y, unidos, llevan a la vida eterna. Nos encontrábamos entonces en el centro entre ambos, de modo que podíamos ver con facilidad las dos regiones. Luego fuimos a la auténtica mañana y desde ella podíamos contemplar cómodamente toda la zona del mediodía».

«¿Cómo se explica eso?».

«Porque la sabiduría surge del amor. Igual sucede cuando alguien conoce la causa de algo: de ella podrá deducir los efectos que producirá. Pero quien no ve sino el efecto, no podrá descubrir fácilmente su causa partiendo del mismo, a no ser que sepa colocarse en el punto donde la causa lo trasciende.

Supongo que esto os queda claro, de modo que podemos dirigirnos sin demora al mediodía extremo.

Ya estamos en el lugar que nos interesa».

5. Los visitantes dicen un tanto decepcionados: «Pero amigo, otra vez vemos ante nosotros un mar sin fin. Sólo contemplamos en el horizonte -por primera vez en la esfera espiritual- nubes como las que hay en la Tierra un día despejado. Además tenemos la impresión que el Sol ya no está aquí en el cenit, sino un poco detrás de nosotros pues vemos nuestra sombra delante. ¿También tendremos que andar aquí por encima del agua?».

6. El guía les responde: «Este mar se comunica con el que ya vimos en la región de la tarde, y se extiende infinitamente entre la tarde, el mediodía y la mañana. Pero justamente frente a nosotros, donde veis las nubes, tiene fin. Más allá hay un paisaje de extensión ilimitada según vuestras ideas: el mediodía extremo. Allí iremos».

7. «¿Cómo atravesaremos el mar?».

«Haremos uno de nuestros rápidos viajes. Sólo diremos: ¡aquí! o ¡allí!, y ya estaremos. ¿Veis?, ¡ya hemos llegado! El mar queda detrás y sobre vosotros están las nubes blancas que visteis antes».

«¡Son preciosas», dicen los visitantes, «¡cómo brillan! Pero al Sol mismo ya no lo vemos por ninguna parte. ¿Dónde ha quedado?».

8. El guía les responde: «Por supuesto el Sol lo alumbra todo, pero aquí siempre está cubierto de nubes, de manera que su luz es difusa y sólo muy raras veces se ve el propio Sol».

«¿En qué región estamos y qué significa todo eso?».

9. «Es el Cielo católico romano a donde llegan todos los católicos que profesaron su fe siendo activos en el amor y fieles a su conciencia. Este Cielo es más bien “de prueba” que definitivo.

10. Mirad la región y veréis una gran cantidad de iglesias y conventos católicos romanos, paisaje que os será muy familiar. No lejos de aquí hay una iglesia imponente en una zona plana, ¡veamos lo que pasa en ella! ¿Oís el repique de las campanas?».

«Es verdad, así acostumbramos a oírlas en la Tierra».

«¿Oís también los tonos del órgano».

«¿Qué será lo que en este momento están celebrando en ella?».

11. «Llegaremos justamente a la primera bendición», dice el guía. «Ya estamos en la entrada y vemos el altar mayor con gran cantidad de velas encendidas. Ahora el sacerdote toma la custodia entre las manos y, como en la Tierra, bendice a los numerosos fieles. Ya que hemos recibido la bendición, participemos también en la misa.

12. La letanía se desarrolla de la manera acostumbrada. La ceremonia de la misa, con sus cantos y su música de órgano está acabando, por lo que en seguida nos bendecirán por segunda vez».

«¿A qué santo honran en el altar mayor?», preguntan los visitantes. «No entendemos lo que representa el cuadro».

13. «¡Acerquémonos un poco! Es un cuadro bien pintado: se trata de la “santísima Trinidad”. En este “Cielo de prueba” cualquier otro tipo de imagen está prohibida en el altar mayor. En el altar lateral de la derecha hay un Cristo crucificado, y en el de la izquierda está representado el Espíritu santo en forma de paloma. Tampoco en estos dos altares laterales se permiten otras imágenes.

Esto es para no inducir a quienes aquí llegan a la idolatría de honrar a un “supuesto santo” de la misma manera que entienden que deben honrar a Dios.

14. Por eso mismo son mantenidos lejos de esta región todos los llamados “santos”, e incluso a los papas, y si alguna vez llega uno, debe considerársele como sacerdote y nada más».

Los visitantes están sorprendidos: «Pero amigo, ¿qué hay de aquel Cielo en el que los “tres personajes divinos” están sentados en una nube clara, y en el que todos los bienaventurados y ángeles están arrodillados, también sobre nubes claras, alrededor de esta Trinidad, adorando a Dios y viéndole en persona?».

15. «Esperad un poco y presenciaréis una ascensión formal. Ahora mismo el sacerdote está diciéndoles a los fieles que después de este “servicio divino” todos participarán en una ascensión a los Cielos.

Salgamos de la iglesia para ver toda la historia desde fuera».

Capítulo 48. Procesión con una ascensión formal a los Cielos

1. El guía continúa su descripción: «Todos los fieles salen de la iglesia preparados para la ascensión y cada uno de los espíritus lleva una palma. Les sigue el sacerdote con la custodia y todos sus ornamentos sacerdotales. Sobre él veis un palio llevado por cuatro espíritus masculinos vestidos de blanco; delante, como de costumbre, todos los espíritus siguen la bandera de la procesión.

La procesión empieza con las ceremonias tradicionales, sin que falten las campanillas. Precediendo al palio va un espíritu que lleva un crucifijo. Todos cantan y rezan el conocido “Santo, santo, santo es nuestro Señor Dios Sebaot”.

2. Van hacia una colina; sigámosles. La colina es engañosa pues no es tan fácil subirla como parece a primera vista.

3. Es el “camino católico que lleva al Cielo”. Una vez que se sube a la colina por dicho camino, aparece otra colina sobre ella. Y después una tercera, y así sucesivamente, de manera que, según la naturaleza de cada cual, algunos tienen que subir hasta mil colinas ocultas para llegar a la prometida “región de las nubes celestiales”.

4. Frecuentemente se cansan de tan pesado camino y preguntan al sacerdote cuánto tiempo tardarán aún en llegar. El sacerdote siempre les cita entonces el mismo texto de las Escrituras: “Bienaventurado aquel que persevera hasta el fin”. Y, con esta respuesta, la procesión sigue su camino.

5. Después de haber subido tal vez cincuenta colinas más, algunos preguntan al sacerdote si no podrían descansar un poco. Y este les contesta: “¡Rezad sin fin! No debemos detenernos porque estamos en el camino del Cielo. Puedo aseguraros que Dios escupe los indecisos y los tibios y no les permite que entren en el Reino de los Cielos. Haced acopio de todo vuestro valor para que podamos continuar hasta llegar felizmente a la puerta de los Cielos”.

6. Tras subir los cincuenta cerros siguientes, el propio sacerdote empieza a cansarse y los demás están ya completamente agotados. Entonces dice: “Queridas ovejas de mi rebaño, ya vamos por la mitad. Honremos a Dios y agradezcámosle que nos haya permitido llegar hasta aquí”.

7. Todos se detienen y se hincan de rodillas. Dan gracias a Dios siguiendo la proposición del sacerdote: primero a Dios Padre, luego a Dios Hijo y, finalmente, a Dios Espíritu santo.

8. Todos se reponen así un poco y la procesión continúa su camino. Pero los propios pies del sacerdote le informan que necesitarán descansar en cada una de las colinas siguientes, así que el sacerdote les va diciendo a todos que rezarán una de las estaciones del vía crucis en cada próxima colina.

Agotadas sus doce estaciones sin que parezcan acabarse las subidas posteriores por un terreno cada vez más escarpado, el sacerdote recomienda rezar el rosario, repartiéndolo por cada una de las lomas siguientes. Pero también se agota el rosario. Como las subidas son cada vez más empinadas, todos se dirigen nuevamente al sacerdote preguntándole cómo es posible que, pese a todas sus buenas intenciones, no se vea próximo el fin.

9. Y este les responde: “Queridas ovejas mías, aquí es donde el Reino de los Cielos requiere violencia; quienes no se lo apropien a la fuerza, no lo conquistarán”.

El sacerdote dispone al mismo tiempo que en cada una de las próximas colinas se rece un salmo de David.

Y la procesión continúa el pesado camino».

10. A estas alturas, viendo como toda la asamblea pasa tantas fatigas, el guía indica a los visitantes que a partir de la colina actual observarán el progreso de la procesión paso a paso.

11. «Como veis», prosigue, «el camino de la colina siguiente es todavía más escarpado: subirlo les cuesta un gran esfuerzo. Ahora mismo acaban de llegar a su cumbre y encuentran una pequeña explanada. Todos se tumban. El sacerdote deposita la custodia en el suelo y comienza a leer el primer salmo de David lo más despacio posible para que así todos tengan más tiempo de descansar.

12. Recitado el primer salmo, el sacerdote recoge la custodia. Pero les dice a los cuatro portadores del palio que abandonen esta imitación del Cielo porque ya se encuentran cerca del Cielo verdadero.

13. Cumplida la orden, todos empiezan a subir la colina siguiente, casi gateando como podéis ver. El sacerdote necesita ayuda; los de delante tiran de él y los detrás le empujan. Y los portadores de la bandera y del crucifijo tienen que utilizar sus insignias celestiales como bastón.

14. Con muchos esfuerzos ganan la próxima colina. Pero la explanada que tiene arriba es tan pequeña que sólo muy difícilmente cada cual encuentra sitio donde descansar. El sacerdote empieza a leer el segundo salmo. Y le dan mareos cuando se atreve a mirar la próxima cuesta.

15. ¿Qué hará? Como también sus compañeros de viaje le atormentan con preguntas al respecto, les responde: “Ya veis que hay que ser muy puro para que los pecados no pesen a la hora de subir estos peldaños enormes que llevan al Cielo. Además -como cada vez es más pequeño el sitio donde descansar- tendremos que dividirnos en dos grupos: es muy posible que en el próximo escalón, alabando sea el Señor y la santísima Trinidad, ya no haya sitio suficiente para que todos podamos recostarnos. Que los más valientes sean la vanguardia y descansen en la próxima cumbre. En cuanto vean que nosotros nos levantamos, ¡que suban la próxima cuesta, si todavía queda alguna!”.

16. La mitad de la asamblea se levanta y procura, como antes, subir a cuatro patas. Unos cuantos llegan arriba mientras que los demás resbalan totalmente agotados. Los de arriba gritan: “¡Victoria!, ¡ya no hay más peldaños! Ante nosotros se extiende una gran llanura y, lejos de aquí, vemos la prometida ‘región de las nubes celestiales’ con una luz muy fuerte en medio, que no logramos saber qué es”.

17. Ya veis como los que se habían quedado en el último escalón reúnen todas las fuerzas que les quedan. El sacerdote lleva la custodia a cuestas y todos, a cuatro patas, suben el resto del camino.

18. De modo que ahora todos han coronado el último peldaño y alaban al sacerdote: “Esta es la prueba evidente de que nadie puede llegar al Cielo sin un guía espiritual”.

Y el sacerdote les responde: “Queridos hijos míos, así es. Así lo dispuso Dios. Pero toda la honra le corresponde a Él. Si me miro a mí mismo con mirada escrutadora, he de reconocer que os traje aquí más bien con un ardid piadoso que con un conocimiento fundado. Pero como el Señor recomendó ser astuto, incluso a sus apóstoles, estoy justificado ante vosotros. Y el éxito de mi intento os demuestra que según la doctrina de nuestra Iglesia, la única que lleva a la bienaventuranza, os he guiado honrada y fielmente.

Así que organicémonos como antes y dirijámonos al rumbo eterno”.

19. La asamblea continúa con nuevos ánimos su camino por el altiplano extenso y avanza con una rapidez sorprendente, de modo que nos acercamos rápidamente a las nubes celestiales. Ya estamos debajo de ellas. Ante nosotros veis una muralla enorme con un portal de oro cerrado.

El sacerdote se dirige a su asamblea: “Queridos hijos míos: hemos pedido y se nos ha dado; hemos buscado y hemos encontrado. Ahora se trata de cómo llamar al portal. Que el portador del crucifijo llame tres veces con el propio crucifijo: una en el nombre del Padre, otra en el nombre del Hijo, y la tercera en el nombre del Espíritu santo”.

20. Dicho y hecho, a la tercera llamada se abre el portal. Aparecen Pedro y el arcángel Miguel quienes, tras un corto examen, permiten que todos entren en el Cielo.

Tal vez os llame la atención que ninguno de los dos lleve distintivo especial alguno: conviene que los recién llegados al Cielo empiecen a despojarse de sus costumbres demasiado materiales».

21. «Estos dos personajes, ¿son realmente Pedro y el arcángel Miguel?», preguntan los visitantes.

«No», les responde su guía. «Todo es una apariencia hecha en nombre del Señor por los espíritus angélicos. Todo este Cielo está organizado así pues si no, no habría modo de acercarse a todos esos espíritus, los cuales tienen ideas equivocadas.

22. Por eso cada cual encuentra cuando llega al Más Allá un mundo espiritual y un Cielo como su propia fe le había hecho imaginar, salvo el purgatorio que no lo encontrará. El Señor no permite que aparezca porque podría causar un gran daño a los espíritus que, en vez de dirigirse al Señor en su angustia con mayor vehemencia aún, buscasen su salvación en los sacramentos mundanos de la misa o suplicando a los santos.

Eso mataría al espíritu con el tiempo porque, en vez de desarrollar una actividad propia para conseguir su bienaventuranza, se abandonaría totalmente a la compasión de Dios, directa o por intercesión, lo que finalmente terminaría en un suicidio espiritual».

23. «¿Cómo es eso?».

«¡Pues es más que lógico! ¿En qué consiste la vida del espíritu? ¡Únicamente en su amor y en la actividad correspondiente!

24. ¿Cuál será la suerte de uno que en el mundo se desentiende totalmente de cualquier actividad? Finalmente quedará completamente debilitado, casi incapaz de defenderse de una mosca. Y cuando a resultas de ello se vea en una gran miseria, la experiencia de la Tierra demuestra que personas en semejante estado tienden al suicidio. Lo mismo pasaría en el mundo espiritual. Los espíritus angustiados no tendrían respuesta pese a todas sus invocaciones a los santos y caerían en una falta total de fe, es decir, en una verdadera muerte del espíritu.

25. La desesperanza espiritual es una separación violenta del Señor. Por ello no se consiente tal estado en el Cielo, ni tampoco en el infierno. Si en éste la maldad se vuelve demasiado activa, entonces el Señor la castiga sensiblemente. Pero cuando allí la maldad se modera, el castigo y el dolor se acaban.

26. Este “Cielo católico” de ninguna manera es un obstáculo para la vida espiritual. Puede ser considerado, por el contrario, una buena escuela en la que los espíritus comienzan a conocer el verdadero Cielo.

En seguida veréis cómo ocurre. Así que continuemos observando nuestra asamblea.

Capítulo 49. En la mesa de Abraham. La contemplación de la “santísima Trinidad”

1. Toda la asamblea ha entrado ya y nosotros vamos a seguirles. Por eso “Pedro” y el “arcángel Miguel”, que conocen nuestra misión, nos han dejado el portal abierto.

2. Ya conocéis las diversas doctrinas de la Iglesia católica, y si no, aquí las conoceréis. Sigamos a nuestra asamblea y en seguida se presentará ante vosotros la primera escena. ¿Qué es lo que veis?».

3. «Al fondo hay un palacio precioso y sobre él se ve una escritura hecha de nubes blancas. Si leemos bien pone “Hogar de Abraham”».

4. «Bien. ¿Qué más veis?».

«Vemos alrededor de este enorme edificio un vasto jardín que empieza justamente delante de nosotros.

5. ¡Es una maravilla! Vemos una mesa tan larga que nos cuesta saber donde acaba. Parece cubierta con las comidas más deliciosas y a ambos lados de ella hay numerosos invitados que comen y beben con mucho apetito. También vemos que son atendidos por gran cantidad de sirvientes. Algunos invitados charlan muy animadamente con ellos».

6. «Así es. Por eso sigamos a nuestra asamblea que se acerca a la mesa y observemos lo que pasa».

7. Pedro y Miguel se dirigen a los recién llegados: «Bienvenidos al Reino de los Cielos. Sentaos a la mesa de Abraham, Isaac y Jacob, para disfrutar de los frutos de vuestras obras en la Tierra, siempre hechos con gran amor al Cielo y honrando a Dios».

Sumamente bienaventurada, la asamblea se sienta a la mesa y empieza a comer y a beber con muchas ganas.

8. Al otro extremo de la larguísima mesa están sentados Abraham, Isaac y Jacob, envueltos en una luz de gloria.

9. Cerca de nosotros un invitado empieza a hablar con uno de los servidores celestiales.

El invitado, que según su concepción del tiempo lleva ya varias semanas sentado a la mesa de Abraham, harto de tanta comida y bebida, pregunta al servidor: «¿Cuánto tiempo continuará todavía este banquete tan extraordinario?».

«Amigo, ¿cómo es posible que me hagas semejante pregunta?».

El invitado le responde un poco perplejo: «Bueno, si me encontrara aún en la Tierra, estaría convencido que pecaría haciéndola. Pero como estoy en el Cielo donde nadie puede ya pecar, mi pregunta no puede molestar a nadie.

10. Pero te explicaré el motivo de ella. Ante todo, ¡que Dios sea eternamente alabado! Es una alegría estar aquí, pues estas comidas y bebidas son celestialmente buenas. Pero he de confesar francamente que empiezo a aburrirme con esta monotonía. Por eso te he preguntado cuánto tiempo durará todavía este banquete».

11. «Querido amigo, ¿acaso nunca oíste en la Tierra que las delicias del Cielo duran eternamente? Entonces, ¿a qué viene semejante pregunta? Para que lo sepas, ¡también este banquete durarán eternamente!».

12. Asustado, el invitado reconoce: «Pues sí, es verdad. Pero en la Tierra también oí hablar de la eterna contemplación de Dios. Aunque pueda ver al fondo a Abraham, a Isaac y a Jacob, no veo en absoluto ni a Dios Padre, ni a Dios Hijo ni a Dios Espíritu santo».

13. «Amigo, ¿acaso piensas que la santísima Trinidad saldrá a tu encuentro? Mira por encima de Abraham y verás al Dios trino en su luz inaccesible. Habrás oído en la Tierra que, en el Cielo, todos los bienaventurados pueden contemplar a Dios cara a cara, es decir, cara a cara al Padre, cara a cara al Hijo y cara a cara al Espíritu santo. ¡Pero la trina Divinidad mora en la luz inaccesible! Amigo mío, ¿acaso quieres un Cielo más perfecto?».

14. «¡En manera alguna! Estoy realmente contento. Tan solo que si pudiera ejercer de sirviente como tú y así hacer algo, o si por lo menos estuviera permitido pasear por este jardín tan precioso, ¡eso aumentaría la bienaventuranza celestial considerablemente!».

15. «Vaya, ¿qué es lo que oigo?», exclama el servidor. «¡Parece por lo que dices que estás descontento con lo que el Señor te ha preparado en el Cielo! ¿Cómo quieres pasearte por el jardín cuando siempre rezabas en la Tierra: “Señor, dales la paz y el descanso eternos”?

¿Acaso no tienes aquí descanso eterno? Entonces, ¿qué clase de actividad puedes anhelar?».

16. El invitado está totalmente desconcertado pero, después de un rato de reflexión, responde al servidor: «Amigo, ya veo que el Reino de los Cielos se manifiesta realmente de manera literal. También veo que la eterna verdad anunciada no puede ser de otra manera. Pero, por otra parte, me dan escalofríos cuando pienso que tendré que seguir eternamente aquí. He de confesarte francamente que siendo un pobre campesino en la Tierra era considerablemente más feliz que ahora, pese a toda la eterna bienaventuranza celestial pero son semejantes perspectivas.

Como ya que estoy aquí, que todo sea sacrificado por Dios. Lo mejor es que aquí no se puede pecar».

17. «Ya veo que estás descontento con el Cielo. ¿Qué haré contigo? ¡El Orden celestial no puede ser alterado por tu causa!».

18. «Amigo, en la Tierra vi una vez un cuadro en el que los bienaventurados estaban arrodillados sobre unas nubes desde las que podían contemplar a Dios. Pero aquí no se ve más que un jardín. ¿Dónde están las nubes?».

«Fíjate un poco mejor en el suelo», le responde el servidor, «y sabrás que el terreno por el que andas no es ni mucho menos tan sólido como te parece. ¿Acaso piensas que pisas tierra?».

Y para confirmar sus palabras, aparta un poco las hierbas y remueve el suelo.

19. El invitado ve con gran sorpresa que el suelo es realmente de nubes sin consistencia. Preocupado pregunta al servidor: «¿Qué pasaría si alguien hiciera un movimiento imprudente sobre este suelo totalmente inconsistente,? ¿Podría caerse? ¿Y dónde caería? ¿No estará el purgatorio debajo de nosotros?».

20. «No temas nada parecido porque ahora eres un espíritu sumamente ligero, por lo que este suelo es tan consistente para ti como lo era el de la Tierra para tu cuerpo».

21. «Permíteme aún una pregunta», insiste el invitado. «¿Sólo alrededor de la mesa, el suelo es suficientemente consistente, o lo es en toda esta región?».

«¿Cómo puedes hacer preguntas sobre cosas que no te incumben? Aquí donde disfrutas de tu bienaventuranza ya ves que el suelo es suficientemente firme. Si de todos modos no debes pisar el vasto jardín, ¿por qué te preocupas por la consistencia de su suelo? Aunque ya que me lo preguntas, te diré que el jardín tiene idéntica consistencia por todas partes. Si no fuera así, ¿cómo iba a sostenernos a todos nosotros que continuamente traemos de todos los lados fruta abundante para este banquete eterno?».

22. El invitado se da por satisfecho y el servidor hace ademán de marcharse. Pero al invitado se le ocurre aún una pregunta en el último momento: «Amigo, ya que hemos hablado sobre tantas cosas, dime entre nosotros, ¿qué pasaría si uno como yo, harto de semejante sentada, se atreviera a levantarse y a moverse un poco por esos preciosos prados?».

23. «Bueno. Ocurrir, no te ocurriría nada. Pero ya sabes que a Dios no le gusta que un espíritu bienaventurado no esté conforme con sus disposiciones.

En realidad, no puedo decirte mucho sobre las consecuencias. Pero sí que tu silla será ocupada en seguida por otro invitado y que luego tendrías que buscar otra por allí abajo.

Por cierto, durante toda nuestra conversación no has mirado ni una sola vez a la santísima Trinidad, pese a que está escrito: “¡Contemplad a Dios continuamente!”».

24. «Es verdad», reconoce el invitado, «pero te digo que ahora toda mi naturaleza anhela vehemente más libertad y, si es posible, también alguna actividad. ¡No aguanto esta situación ni un sólo momento más, y menos aún una eternidad!».

25. El invitado se levanta y echa a correr.

«Ya veis», dice el guía a los visitantes, «que muchos otros siguen su ejemplo, y que los servidores van tras ellos. Así que nosotros también les seguiremos.

Capítulo 50. Imposibilidad de sostener este concepto material del Cielo

1. El grupo está a punto de llegar a los límites del jardín, el cual está cercado por una muralla transparente. Es un adorno precioso para el jardín pero una fatalidad para los refugiados: la transparencia de la muralla permite apreciar con toda claridad que tras el jardín hay un enorme abismo que desciende abruptamente. Veamos lo que hacen».

Los refugiados se quedan boquiabiertos ante este obstáculo inesperado y nadie sabe cómo reaccionar. Llegan los primeros servidores y su jefe toma la palabra: «Pero queridos hermanos, ¿qué os ha pasado por la cabeza?».

El grupo les responde: «Perdonadnos, amigos. Seguimos un impulso interior pues sentimos necesidad absoluta de vida activa. Basándonos en este impulso os podemos asegurar -cosa que nos ha quedado clara aquí- que en este Cielo hay gato encerrado. ¡Ése es el motivo por el cual hemos procurado cambiar el escenario!».

2. El servidor reconoce: «Comprendo que con la continua sentada, el continuo banquete y la monótona contemplación de vuestra Trinidad, teníais que aburriros. Pero recordad que hasta la última hora de vuestra vida en la Tierra rezasteis por “el descanso eterno”, por una “luz eterna”, por vuestra “confortación en la mesa de Abraham, Isaac y Jacob” y por poder “contemplar a Dios cara a cara” en su “luz eternamente inaccesible”. Si todo eso os ha sido presentado aquí literal y fielmente en todos sus detalles, ¿cómo es posible que os moleste?».

3. Uno de los invitados toma la palabra: «Amigo, hablaré contigo en nombre de todo nuestro grupo. Ten la amabilidad de escucharnos.

En la Tierra teníamos una fe inquebrantable en todo lo que la Iglesia nos decía para que lo creyéramos. Y pensábamos: Si movidos por el amor que vivifica la fe actuamos rigurosamente y con la mejor intención según la doctrina de la Iglesia, entonces no podremos fallar en manera alguna pues siempre se nos predica: “Esta Iglesia no puede fallar ni faltar porque posee plenamente el Espíritu santo”. Y vemos que hemos conseguido realmente todo lo que la Iglesia nos enseñó, tal como siempre lo aceptamos con una fe absoluta.

4. Pero, lamentablemente, sólo ahora que vemos nuestras creencias hechas realidad, nos penetra una Luz según la cual pensamos que, en alguna parte, debe existir un Cielo organizado de otra manera. Porque este en el que estamos es una mera prisión. ¿De qué sirven una mesa eternamente atendida y la contemplación eterna de los tres personajes divinos si eternamente no hay progreso alguno por ninguna parte? ¡Y esas sentadas perpetuas! ¡Sólo pensar en ello debe desesperar a cualquier espíritu por paciente que sea!

5. Reconocemos que aquí las sentadas no hacen daño como en la Tierra. Tampoco desagrada encontrarse continuamente en compañía de seres piadosos, y contemplar a la santísima Trinidad siempre es un deleite para la vista. La comida y la bebida son tan sabrosas que ni el paladar, ni tampoco el estómago, se cansan de ellas. Y de vez en cuando se escuchan cánticos muy melodiosos.

6. Todo eso tiene su gracia. Pero ahora, amigo, añádele a todo ello la fastidiosa eternidad. Si en tu interior hay sentimientos humanos parecidos a los nuestros, también te tienen que dar escalofríos. En la Tierra entendimos que la vida es una fuerza libre y estimulante. ¿Tendremos que permanecer eternamente sentados en aquella mesa pese a que sentimos esa fuerza en nuestro interior? ¿No sería una contradicción inaudita contra toda noción de vida?

7. Te contaré una experiencia que tuve en la Tierra, la cual pondrá en evidencia la incompatibilidad de este Cielo con los sentimientos humanos.

Cuando yo tenía allí unos treinta años y estaba lleno de energía vital, encontré a una joven que me pareció de hermosura celestial. Y me dije en el corazón: “Si el Señor hiciera que esta joven fuera mi mujer, sería más feliz que si me abriera la puerta del Cielo para que entrara por las buenas”. En el mismo momento me juré que este ángel celestial sería mi mujer.

Pensaba: “Si este ángel celestial realmente estuviera delante de mí eternamente, si tan sólo pudiera estar siempre contemplándola desde los pies a la cabeza, nunca jamás me cansaría de admirarle”.

8. Y, tras muchas dificultades, fue mi mujer dos años más tarde. Al principio casi no podía creer mi suerte. Mi felicidad era exuberante. Pero pocos años después, este ángel ya no me parecía tan fuera de serie sino más bien corriente. De modo que frecuentemente me costaba mucho quedarme en casa para estar con ella. Al principio fui muy celoso, pero después -y tengo que reconocerlo para vergüenza mía- muchas veces me alegré cuando mi ideal del Cielo tenía visita y yo mismo disponía tiempo para pasear solo por la naturaleza.

9. Entonces me dije: “Dios mío, si en el Cielo pasan cosas parecidas, poco corresponden a las necesidades de los seres humanos”. Pero me figuraba que si en el Cielo existía una monotonía eterna, se podía dar por supuesto que Dios habría moldeado los sentimientos del espíritu inmortal de manera tal que incluso esa monotonía le produjera delicias eternas.

Pero tras haber saboreado este Cielo, te digo que me encuentro en él mucho peor que en mi “Cielo” mundano de la Tierra. Si el Señor no me quita de encima este aburrimiento mortal, entonces sería más feliz si me permitiera volver como leñador a la Tierra.

10. Ahora que has oído mi discurso, haz de nosotros lo que te parezca bien. Pero a mí no me obligues a volver a la mesa porque prefiero dar vueltas eternamente por este jardín en el que, cuando tenga hambre, me puedo servir de la fruta que tan abundantemente hay.

11. Los recuerdos de mi vida activa en la Tierra me alegran más que la mesa de aquí. Con excepción, se comprende, de la contemplación de la santísima Trinidad, aunque este es un tema que se podría discutir. Pero la santísima Trinidad es demasiado santa para nosotros; no somos dignos de discutir sobre ella».

Capítulo 51. La verdadera Trinidad. El pecado contra el Espíritu santo

1. El servidor responde: «Amigo mío, comprendo lo que me quieres decir. Pero lo que no entiendo es que no tuvieras en la Tierra otro concepto del Cielo, a pesar de que frecuentemente leíste las cartas de Pablo. ¿Qué creías que significan sus palabras: “Como el árbol cae, así quedará”?

Te encoges de hombros y no sabes qué contestarme.

Pues te digo que el árbol corresponde a tu fe, por lo que escrito está: “Se hará contigo según has creído”. Porque como es la fe, así es el conocimiento; como es el conocimiento, así es la animación para la actividad; y como es la animación para la actividad, así es el amor que constituye la vida del espíritu.

2. Habéis creído en un Cielo tal como el que tenéis delante de vosotros, y siempre obrasteis para ganároslo. Y como estaba el árbol25 a la hora de cortarlo26, la hora en que salió de la vida terrenal y entró en la espiritual, así se quedó27.

Me resulta imposible daros otro Cielo que el que vosotros mismos os disteis. Pues escrito está: “El Reino de Dios no llega con esplendor sino que está dentro de vosotros”. Por lo que también este Cielo es una creación de la fe que hay en vuestro interior. ¿Qué haréis? ¿Podéis desprenderos de vuestra fe? ¿Podréis volveros luteranos, o incluso protestantes?».

3. «¡La santa Trinidad nos libre de eso! Semejante empresa nos podría llevar al infierno».

4. «Entonces, ¿qué es lo que queréis?», pregunta el servidor. «Ya veo que no os quedará otra alternativa sino seguir descansando eternamente».

5. El invitado pregunta: «¿Podríamos volver allí abajo, al sitio por donde entramos en el Más Allá? Allí estaría mucho más a gusto y haría todo lo que se me exigiera. Trabajando para otros me conformaría con una alimentación bastante más frugal que la de aquí».

6. «Amigo, de todo esto se tanto como tú, pero todavía no comprendo cómo es posible que no tuvieras en la Tierra una noción diferente del Cielo, ya que en las largas misas de allí, frecuentemente te aburrías y sólo esperabas el “Podéis ir en paz, la misa está terminada”».

7. «Es así como dices», reconoce el invitado. «Pero, aunque nunca pude librarme de ella, siempre confesé esa falta fielmente. El sacerdote la interpretó invariablemente como una intervención del diablo.

Con gran celo procuraba convencerme que los santos sacramentos eran fascinantes; pero siempre fue en vano porque interiormente siempre estaba encantado cuando podía salir de la iglesia. Cuando ante tanta monotonía de la Tierra pensaba en la del Cielo, no era realmente consciente de su gravedad porque la vida siempre presentaba actividad y distracción suficiente.

8. Pero al llegar aquí todo entretenimiento cesó de repente. Aquí, donde no hay noche ni actividad, se manifiesta la insipidez inaguantable de esa monotonía. Por ello te rogamos que hables con Abraham, Isaac y Jacob, para que nos asignen una actividad o, como ya dije, que nos permitan volver a la región de abajo donde tal vez encontremos algún trabajo. Aquí no aguantamos ya más tiempo».

9. «¡Qué te crees!», exclama el servidor. «¿Qué es lo que quieres hacer, aquí o allí abajo? En la Tierra decíais: “El Señor Dios Jehová es un Dios todopoderoso y no precisa los servicios del hombre”. ¿Acaso pensabais que Él, llevado por su Misericordia, permitió que el hombre pudiera trabajar en la Tierra para ganar el Cielo, y que luego en el Reino de Dios todo trabajo se acabaría? Esa era vuestra creencia. Entonces, ¿qué piensas hacer aquí, el sitio de la Omnipotencia divina? ¿Piensas que ella necesita tus servicios?».

10. «Oh, amigo mío, ¡ahora me doy cuenta de mi gran error! Veo por tus preguntas que todos nosotros estamos aquí en una especie de reformatorio del Cielo.

Verdad es que si el Señor nos dio trabajo en la Tierra por pura Misericordia para que pudiéramos ganar el Cielo, no veo por qué su Misericordia, su Amor y su Bondad ilimitados se acabarían precisamente en el Cielo.

11. Amigo, en tu cara que algo te pasa por la cabeza. Así que todos te rogamos encarecidamente que no le des ya más vueltas a las cosas y que nos reveles la verdadera Voluntad de Dios. Con todo nos conformaremos, pero ya no podemos continuar como sanguijuelas voraces en el fondo de este mar de luz inconmensurable».

12. «Querido hermano», dice el servidor, «¡ahora es cuando has madurado! De modo que ahora te puedo revelar la Verdad. Escuchad todos.

13. Este Cielo que veis aquí no es sino una manifestación de vuestra creencia errónea donde la Trinidad es el punto culminante.

14. ¿Cómo es posible que hayáis podido imaginaros que tres Dioses pudieran ser en definitiva un solo Dios? ¿Cómo que cada uno de los tres pudiera desempeñar una función distinta y que, aun así, pudieran ser los tres de la misma esencia y naturaleza? ¿Cómo habéis podido imaginaros a un Dios ocioso, si Él fue el Ser más activo desde toda la eternidad?

Por la misma razón habéis imaginado una vida eterna ociosa, pese a que la vida es una energía dinámica que Él mismo insufló a todas sus criaturas.

15. Cuando el Señor estaba en la Tierra, dijo: “Quien me ha visto a Mí, ha visto al Padre” y “El Padre está en Mí, y Yo en el Padre”. ¿Y estas palabras no os hacían pensar que el Señor es Uno, por lo tanto también una sola Persona, y ni mucho menos tres como pensasteis?».

16. «Amigo, tú sabes muy bien que nuestra fe estaba atada con cadenas», se justifica el portavoz de los invitados. «De ninguna manera podíamos aceptar algo diferente a lo que la Iglesia nos enseñaba. No faltaban amenazas con los más diversos castigos eternos del infierno, ni tampoco elogios indefinidos del Cielo, a los que siempre añadían: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana pensó lo que Dios ha preparado para los que le aman”».

17. «Hermanos, sé igual que vosotros que os engañaron y os extraviaron», continúa el servidor. «Por eso ahora ha llegado el momento de la redención, en el cuál conoceréis al verdadero Dios y al verdadero Cielo.

18. Habéis leído en la Escritura que el Señor describe el Reino de los Cielos de diversas maneras. Si meditáis un poco más profundamente sobre cualquiera de ellas, os iluminará como un rayo la comprensión de que el Señor nunca anunció un Reino de los Cielos ocioso sino siempre uno muy activo de muy diversas formas.

19. Dirigíos al Señor Jesucristo porque Él es el único Dios y Señor del Cielo y de la Tierra. Dirigid también a Él en vuestro amor y pronto percibiréis en vuestro interior la verdadera finalidad de la Vida eterna, su verdadero objetivo que es Él mismo.

20. Pero debe desaparecer por completo de vuestro interior la idea de esa Trinidad imaginaria para que podáis conocer la verdadera: el Amor, la Sabiduría y, consecuencia de ambas, la eterna Energía dinámica en el Señor Jesucristo que es Uno.

21. No penséis que cuando el bautismo de Jesús se manifestó una Trinidad divina, pues toda aquella manifestación no fue sino una apariencia permitida por el Señor para que, mediante ella, los hombres pudieran reconocer en el Señor la plena Omnipotencia y la plena Divinidad. Porque en aquellos tiempos, la Sabiduría de Dios -su Palabra eterna surgida del eterno Amor- se encarnó realmente como Hijo de Dios, lo que significa: La Sabiduría es el fruto del Amor y surge de este como la luz del calor. La forma manifestada del Espíritu de Dios encima del Hijo mostraba que la eterna e infinita Fuerza de Dios opera directamente a través de la Sabiduría, tal como el calor del Sol opera en la luz que proyecta.

22. Si lo entendéis, fácilmente comprenderéis que en el Señor, en quien estaban la totalidad de la infinita Luz de la Sabiduría y la totalidad del infinito Amor, también tenía que estar el resultado de ambas: toda la Energía divina, dinámica e infinita.

23. Juan afirma: “En Cristo habita toda la plenitud de la Divinidad”. Y también dice: “Al principio era Dios; Dios era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios; el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”».

Los invitados responden: «Lo que aprendimos fue: “Al principio era el Verbo, y el Verbo era Dios; porque el Verbo estaba en Dios y Dios estaba en el Verbo”».

«¡Pero si es igual! Porque Dios y Verbo son lo mismo, al igual que Hijo y Padre. Cuando decimos Verbo y Dios -o sea Hijo y Padre- ninguno tiene la menor prioridad sobre el otro, porque Padre e Hijo, o Dios y Verbo, o Amor y Sabiduría son absolutamente Uno desde toda eternidad. Por más vueltas que le deis al texto de Juan, su testimonio sigue teniendo exactamente el mismo sentido: el Señor es Uno, se trate del Padre, del Hijo o del Espíritu santo...».

24. «Entonces», dice el que hablaba por los invitados, «¿Cómo se entiende que el pecado contra el Padre o contra el Hijo sea perdonable, mientras que el pecado contra el Espíritu santo no tiene perdón?».

«¡Pero eso se sobreentiende! Porque cuando uno lucha contra el Amor divino, este le cogerá y le sentará la cabeza; lo mismo ocurrirá con aquel que lucha contra la Sabiduría divina. Pero dime: ¿cuál será la suerte del insensato que se ponga a luchar realmente contra el eterno Poder divino? También este le cogerá y le despachará a la infinitud, desde donde difícilmente encontrará un camino para volver a acercarse al Amor y a la Misericordia de Dios.

25. Sed conscientes que todo eso lo hace el mismo Señor, que se da a cada hombre según este lo llama. Si el hombre quiere desafiar la Fuerza divina, el Señor le hará saborear el gusto que tiene la Omnipotencia ante la impotencia de una criatura.

Pero no penséis que el Señor aniquilará al insensato rebelde, todo eso lo consiente por su Amor infinito, para que nadie se pierda.

Y ahora meditad en vuestro interior sobre todo esto. Volveré. Y os conduciré según lo que hayáis encontrado y aceptado dentro de vosotros».

Capítulo 52. La verdadera pobreza de espíritu. Peligro del escepticismo ciego

1. A estas alturas el guía dice a los visitantes: «Fijaos bien: los servidores se retiran y el grupo de invitados intercambia opiniones. Su portavoz, campesino en la Tierra, pronto se adelantará y hará una propuesta. Estáis impacientes, pero os digo que en el espíritu nada se produce de inmediato.

La percepción del espíritu en estado puro y perfecto es increíblemente rápida; pero tanto más penosa y lenta resulta para otro en estado imperfecto. No puede servirse de nada para entender, porque todo lo que posee es su propio interior.

2. El espíritu perfecto lleva dentro de sí lo perfectamente bueno y verdadero en una abundancia ilimitada. Y por eso la percepción de todo lo verdadero y bueno, espiritualmente real, resulta increíblemente rápida. Pero el espíritu imperfecto no tiene nada dentro de sí, a no ser errores. Para progresar en lo bueno y verdadero tiene antes que asir todo lo erróneo que lleva en su interior y reconocerlo como tal. Luego tiene que sacarlo fuera de sí y de esta manera empobrecerse, volviéndose un verdadero pobre de espíritu.

En esta pobreza, o sea, en esta ausencia de conceptos, se activa la Chispa divina que comienza a extenderse cada vez más, rellenando así el vacío espiritual con una nueva Luz. Sólo en esta Luz el espíritu logra obtener una percepción cada vez más perfecta.

Ya veis como a todo el grupo le cuesta mucho desembarazarse de la idea que tenían del Cielo. Todavía ven todo lo que vieron desde el principio, lo que demuestra que su percepción de lo verdadero y lo bueno aún no ha mejorado».

3. «¿Cuál puede ser la razón, si los servidores les han insistido tanto en la Verdad?».

4. «Frecuentemente la causa es sólo un pequeño detalle, pues todos estos héroes católicos celestiales no son en el fondo sino escépticos inveterados. Pero el escepticismo es para los hombres como el escarabajo de la corteza para los árboles: al menor punto vulnerable que encuentra se transforma en un insecto dañino que se reproduce rápidamente y que, finalmente, echa a perder bosques enteros de árboles del conocimiento y de la vida».

5. «¿Cuál es el punto débil de este grupo?», preguntan los visitantes.

«Uno sin importancia. Pero el escéptico, que roe todas las fibras del árbol del conocimiento y de la vida, amplia este punto insignificante con un microscopio poderoso y descubre en él montañas de irregularidades que, por supuesto, no coinciden con la superficie de la madera vital observada a simple vista.

6. Estos escépticos cabalgan continuamente con su microscopio mental sobre ese punto sin importancia; pero ni soñando se les ocurre servirse de él más allá de dicho punto.

7. La piedra de escándalo es la siguiente. Cuando el servidor citó los textos de la Escritura, los mezcló un poco aparentemente. Aparentemente, el servidor citó un texto de Pablo atribuyéndolo a Juan.

Resulta que el orador y algunos otros invitados son muy expertos en la Escritura, y se han dado cuenta del detalle. Y han empezado a cuchichear sobre el asunto.

Veamos lo que traman».

8. El orador toma la palabra: «Queridos amigos bienaventurados, si este servidor del banquete estuviera más familiarizado con la Verdad divina, entonces no habría confundido tan fácilmente a Pablo con Juan. Ese detalle me basta para dudar que conozca ampliamente la Verdad divina. Así que tampoco podemos confiar en las demás cosas que nos ha dicho.

9. Opino que este Cielo es verdadero. Pero pienso que donde tiene que haber gato encerrado es en las explicaciones sobre el banquete -que más bien resulta una prisión- que este servidor nos ha dado. No serán sino suposiciones suyas.

Somos libres de volver al banquete cuando queramos o de pasear por este jardín cuando nos dé la gana. Supongo que también puede visitarse el precioso palacio que hay detrás de la enorme mesa, pues el Señor dijo: “En el Reino de mi Padre hay muchas moradas”. En él puede haber un sinnúmero de viviendas. También cabe dentro de lo posible que haya innumerables palacios como este. Por eso propongo que no esperemos la vuelta del sirviente inexperto en la Escritura, y que vayamos directamente al palacio por nuestra propia cuenta. Como aquí ya no podemos pecar, podemos hacer lo que nos dé la gana.

10. Me figuro que conviene más estar en este Cielo conscientemente que anhelar un Cielo verdadero de campesinos, según la rebuscada expresión de nuestro sirviente. Si este Cielo actual no es el verdadero, ¿qué culpa tenemos nosotros, si en el mundo nunca nos dieron a conocer otro? Lo que sí aprendimos fue que en el Cielo reina la máxima justicia. Si ello es verdad, como supongo, quisiera saber entonces por qué iban a tomarnos el pelo con un Cielo falso. Siempre creímos en un Cielo auténtico y verdadero y no en uno artificial o engañoso. Sería infame por nuestra parte pensar que Dios sólo ha pretendido tomarnos el pelo con este Cielo. Así que, ¡valor y adelante!».

11. «Ya veis», continúa el guía, «como el escarabajo de la corteza ha infestado al bosque de conocimientos ya existentes, y que nuestros escépticos recaen en sus viejos errores».

«¿Pero por qué mezcló el servidor lo que dijeron Pablo y Juan?», preguntan los visitantes.

«Os digo que, en sentido espiritual, el servidor ha hablado correctamente. El problema es que los obstinados escépticos no se han servido de su microscopio mental más allá de los límites del punto objetado; si lo hubieran hecho habrían podido encontrar buenas interrelaciones.

12. Os habréis dado cuenta que el servidor no citó el texto completo de Pablo, sino que omitió el término “corporalmente” o “realmente”. Y se trata de un punto de interrelación muy importante, un punto del que carece todo el grupo de escépticos: el amor activo, llevado por la fe pura en el Señor que es Uno.

13. En sentido celestial, el texto íntegro de Juan -que está llevado por la Palabra viva interior, o sea, por el amor al Señor- se condensa en el texto citado por el servidor. Un texto que, respecto al Señor, todo lo enfoca en la verdadera luz.

14. Pablo acepta esta luz de una manera viva dentro de sí mismo, sentimiento que en Juan corresponde al amor al Señor. Por esto Pablo dice: “Ahora ya no vivo yo, sino el Señor vive dentro de mí”. De modo que el texto citado por el servidor es efectivamente de Juan. No puede ser de Pablo porque a todo este grupo le falta todavía la realidad28 manifiesta del amor al Señor.

Capítulo 53. Sorpresas en el Cielo aparente

1. El grupo se pone en marcha hacia el palacio siguiendo la muralla. Pero pronto se les presentará un contratiempo: un abismo que nadie se atreverá a franquear».

2. El elocuente cabecilla va delante, pero retrocede gritando: «¡Por Dios!, ¡hay un abismo que conduce directamente abajo, al infierno! ¡Vaya una gracia! Si el servidor vuelve a dar la cara, cuestionaré sus conocimientos edafológicos. ¿No nos aseguró cuando todavía estábamos sentados a la mesa y removió un poco el suelo, que por todas partes tenía la misma consistencia de las nubes? ¡Menuda sorpresa! ¡Ante nosotros hay un abismo infranqueable!».

3. Pero otro del grupo se dirige a él y, poniendo cara de inteligente, le advierte: «Hermano, ¡no hables tan alto! De lo contrario el servidor podría decir igualmente que tú tampoco eres experto en la Escritura. Tengo una explicación para esto: debe tratarse del abismo a través del cual el rico pródigo habló con Abraham en el Cielo pidiéndole una gota de agua y algo más. Es posible que posteriormente hayan conservado este abismo como recuerdo. Como no podemos franquearlo -lo que parece absurdo para espíritus bienaventurados- tendremos que regresar y volver a sentarnos a la mesa sin que se den cuenta».

4. El orador principal reconoce: «Hermano, me parece que tienes razón; no nos queda otra alternativa que seguir tu consejo».

Todo el grupo da media vuelta para retirarse. Pero, ¡gran sorpresa!, detrás de ellos se ha abierto otro abismo infranqueable. Lo que queda es una lengua de tierra, apenas suficiente para poder volver a la mesa.

5. Al ver esto, el orador principal se escandaliza: «¡Demonios!, ¿qué clase de sarcasmo celestial es este? ¿Así andan las cosas en el Cielo? ¡Otra jugada de nuestro servidor! Nos estará observando desde un escondite y habrá escuchado nuestras discusiones. Y mediante brujería celestial ha creado estos abismos donde los embromados somos nosotros. No se ve rastro de él; será que huele el postre. Si viniera ahora este embaucador, realmente me darían ganas de ponerle encima mis manos celestiales. ¡Vaya horror estos dos abismos! Si no tuviéramos tantísimo cuidado, ya se habría precipitado abajo uno u otro.

Hermanos y hermanas celestiales, fui el primero que lo dije y mantengo mi palabra: ¡todo este Cielo no es sino una broma de mal gusto! El servidor nos ha tomado el pelo, con nuestra excursión en este jardín nos han tomado el pelo, y también nos han tomado el pelo con todas las esperanzas que siempre tuvimos sobre el Cielo. Sólo faltaría que aún nos cortasen el regreso a la mesa con otro abismo de estos».

6. Uno le advierte: «Hermano, ¡no hables tan alto! Se supone que conoces el refrán: “Hablando del ruin de Roma, por la puerta asoma”. Ya que el servidor se ha permitido gastarnos esta broma doble, puede ser que aún desbarate nuestra intención de volver a la mesa. Así que me parece que nos toca seguir humildemente hasta ella por este camino estrecho; de lo contrario es fácil que nos pongan en cuarentena aquí mismo.

Pienso que aunque en el Cielo ya no se pueda pecar, quizás aquí no esté bien visto obrar por cuenta propia. Cabe dentro de lo posible que en el Cielo pueda haber una especie de castigos celestiales para espíritus desobedientes, de los que los mortales no tienen ni la menor idea. Todos sabemos muy bien que en la Tierra nunca nos pudieron decir nada concreto sobre el Cielo. De modo que sólo ahora podremos familiarizarnos poco a poco con sus instituciones.

Me parece que, en nuestra situación, lo más acertado sería que nos arrepintiéramos un poco ante la santa Trinidad para que nos perdone nuestro desliz».

7. «Pienso que no andas equivocado del todo», dice el orador principal. «Pero, como en el caso del Escila y el Caribdis de los antiguos romanos, creo que tampoco tenemos muchas alternativas con la organización existente aquí en el Cielo. Si tenemos que permanecer aquí, evidentemente nos espera un hambre eterna. Y si llegamos a la mesa, nos espera una sentada eterna y un banquete eterno. Así que propongo que aquel de vosotros que tenga ganas de volver a la mesa, que se vaya, siempre y cuando no se le presente otro obstáculo en el camino. Por mi parte no daré un paso hasta que no vuelva el servidor, como prometió, y me explique exhaustivamente el por qué de esos abismos».

8. Una parte del grupo continúa el camino sin más contratiempos. Después de un buen rato, también al orador principal le entran ganas de hacerlo. Él y los que se habían quedado con él quieren seguir a los que se fueron. Pero nada más ponerse en marcha, aparece la hendidura infranqueable antes sospechada.

El vecino celestial empieza a escandalizarse: «¡Vaya Cielo insuperable!, ¡ahora estamos frescos! Amigos, ¡he aquí las delicias celestiales! ¡No recuerdo haber estado en la Tierra en una situación peor que esta en la que me encuentro en este lugar de bienaventuranza!

9. ¡Si recuerdo todo lo que hice en la Tierra para ganar este Cielo...! ¡Cuántas veces ayuné! ¡Los cientos o miles de rosarios que he rezado! ¡Cuántas misas he pagado! ¡En cuántas participé con toda devoción! ¡A cuántos pobres alimenté durante toda mi vida, yo, un pobre campesino! En la Tierra me he jugado literalmente la piel por este Cielo, y ahora disfruto la recompensa prometedora -y vosotros tanto como yo- en este terrón limitado por tres abismos. Todavía nos queda la contemplación de la santísima Trinidad, pero sin movernos de este reducido terrón porque muy fácilmente podríamos emprender el viaje hacia abajo, Dios sabe adónde. Lo único que nos falta todavía es que nuestro terrón comience a desmoronarse poco a poco. No nos quedaría entonces otra alternativa sino entregarnos a la suerte, para bien o para mal o, por las buenas o por las malas, subir a la muralla y cabalgar sobre ella entre dos abismos.

Sólo recordando el trabajo que nos ha costado andar el camino por el que el sacerdote nos ha traído a este mundo espiritual, hasta encontrar el portal de oro de este Cielo, ¡me entra una rabia como para explotar: allí abajo lo pasamos infinitamente mejor que aquí!».

10. En este momento uno del grupo le señala que un trozo de una esquina del terrón se está desmoronando para emprender su viaje hacia abajo.

«¿Qué os he dicho?», reacciona el orador. «Veo que tendremos que subir a la muralla. Si no supiera con certeza por mi fe inquebrantable que una vez en el Cielo ya no te arrojarán al infierno, entonces diría que aquí todo está perfectamente preparado para ese descenso.

Así que subamos a la muralla, porque quién sabe cuánto suelo se desprenderá la próxima vez. Cuando estemos arriba, vayamos hacia el portal de la salida del Cielo para emprender la vuelta. ¡Que Dios nos proteja y que la muralla no nos haga una jugarreta! Supongo que de esta forma podremos salir indemnes del apuro en el que estamos».

11. A estas palabras todos se dirigen a la muralla que resulta demasiado alta para subir a ella directamente. Pero los unos ayudan a los otros y pronto el último está arriba.

12. En esto la muralla empieza a inclinarse y el orador dice: «Amigos, ¡no os desaniméis! ¡A Dios el Señor todo honor! ¡Que empiece el viaje a dónde sea! ¡Ahora queda claro que todo este Cielo -excepto la Trinidad- ha sido una mera farsa! Y nuestro noble servidor, pese a nuestro grandísimo apuro, tampoco da la cara.

Bueno, la muralla se ha desprendido y el viaje empieza, Dios sabe a dónde».

13. El guía dice a los visitantes: «Sigámosles y escuchemos al orador durante el viaje».

Todos los compañeros del orador ponen cara de desesperación, pero él no pierde su sentido de humor y los consuela como puede. Les dice: «No os preocupéis, queridos amigos, porque el Señor siempre quiere lo mejor para el hombre. No sabemos a dónde vamos, pero este viaje celestial también tiene su gracia, pues tal vez, mucho más abajo, aún daremos con un cielo lleno de estrellas. Y quién sabe si no encontraremos otro mundo desconocido y hermosísimo. Pero repito: ¡Hágase la Voluntad del Señor! Por supuesto un viaje eterno hacia abajo sería poco interesante. Pero no puedo imaginármelo porque entonces la Trinidad, todavía visible para nosotros, tendría que ser un meteoro espiritual. Debemos encontrarnos ya muy abajo, porque la imagen de la Trinidad resulta cada vez más pequeña. Os confieso que tengo una gran curiosidad por saber a dónde va a llevarnos este viaje aéreo espiritual».

14. Uno del grupo dice que a una gran profundidad hay algo como un gran mar. También el orador lo ve y dice: «Con semejante suelo nuestra muralla no es precisamente una nave prometedora. Pero todo me da igual, porque ya estoy harto de una vida como la que llevamos. Pase lo que pase, agua o no, ¡lo mismo me da!».

En este momento llegan al agua y su trozo de muralla se transforma en una barca. Todos están bien. Empieza a soplar un viento que mueve la barca.

15. Entre la mañana y el mediodía, como si naciera entre las olas, surge un vasto paisaje muy hermoso. Inmediatamente el orador dice a sus compañeros de viaje: «Ya os dije que no hemos perdido nada con el Cielo de ahí arriba. ¡Dios el Señor sea alabado por nuestra salvación milagrosa! Y todo le sea perdonado a nuestro servidor aunque, si alguna vez coincidimos, le leería algunos versículos de la cartilla de los Levitas».

16. El guía de los visitantes reanuda el hilo: «Ved, la barca se acerca a la orilla. Y, fijaos bien, allí está nuestro conocido servidor esperando al grupo.

Capítulo 54. Liberación del Cielo aparente

1. Como la barca se acerca con gran rapidez, al orador le resulta cada vez más evidente quién los está esperando. Observemos su reacción».

«¿Habéis visto?», exclama el orador. «Si ese no es el muy servidor nuestro, entonces este mar no es de agua. ¡Sí que es él! Todos sus ademanes, la expresión de su rostro, su cabello rubio tan largo... Si tuviera un poco de omnipotencia a mi disposición, con gusto le enviaría rayos y truenos. Falto de tal poder, en cuanto estemos con él ya le soltará mi lengua unos truenos bien escogidos. Bueno, no creo que pueda haber espíritus idénticos en aquel dudoso Cielo de allí arriba y en este territorio de aquí abajo. Así que, de momento, contengámonos como si nunca nos hubiéramos visto. Lo demás depende de su reacción. Ya me enteraré después si es el servidor o no».

A continuación, otro del grupo se dirige al orador principal: «Escucha, amigo, pongamos por caso que el espíritu que nos está esperando sea realmente nuestro servidor. Si lo fuera tengo una idea totalmente distinta a la tuya sobre cómo debemos proceder con él. Si lo miras bien fue idea tuya, y nuestra, largarnos de aquel Cielo de sentadas, comilonas y boquiabiertas contemplaciones. Si no entendí mal, el mismo servidor ya te previno. No me sorprende en absoluto que no volviera con nosotros allí arriba. Y permíteme que te lo diga. Primero, nada más marcharse, tú empezaste a criticarle por su interpretación “errónea” de los textos. Y segundo, por la misma razón, ninguno de nosotros hizo caso a lo que nos había propuesto. Fue justo que luego, en vista de nuestro comportamiento insolente con él, nos tuviera un buen rato en vilo poniéndonos en un gran apuro.

Pero como ahora estamos salvados -de manera sumamente milagrosa y seguramente por nadie más que por él- me parece que convendría que nos olvidáramos de toda clase de rayos y truenos y de las ganas de buscarle las cosquillas. De lo contrario, aún se le puede ocurrir olvidarnos por segunda vez y hacer que también aquí el suelo empiece a desmoronarse».

2. «Apreciado amigo», dice el orador, «¡veo ciertamente que no estás equivocado! Fui demasiado violento, pero tus palabras me han vuelto sensato. Cabe dentro de lo posible que este servidor sea un ángel disfrazado. Si no vemos sus alas será porque su vestido las cubre; y es fácil que debajo del mismo, además de las alas, también tenga escondida una espada flamígera. Saldríamos perdiendo si lo fuera porque tales ángeles deben tener un poder enorme. Pero ya me callo».

3. «En eso tienes razón», dice otro. «Aunque no sea experto del todo en la Escritura, puede ser un ángel verdadero. Habrá que tratarle con la mayor humildad».

4. Dice un tercero: «Hermanos, cuatro o seis ojos ven más que dos. Soy de la opinión de que no debiéramos hacer mucho ruido sobre la confusión de los textos de la Escritura. ¿Qué sabemos nosotros de hasta qué punto los espíritus celestiales, y más aún los ángeles, están penetrados por la Palabra de Dios, cómo la leen y cómo la entienden? Es fácil que Juan dijera realmente esas palabras sobre Cristo y que luego no las anotara o que la tradición las alterase. Pero seguro que en el Cielo nada se pierde. Por eso nos conviene, ignorantes como somos, no levantar tanto polvo.

Sabéis que yo mismo fui en el mundo sacerdote y doctor en teología: muchas lagunas he encontrado en la Biblia. Pero siempre me consolé: si los textos que faltan hubieran sido esenciales para la salvación de la humanidad, entonces el Señor nunca habría permitido que se perdiesen. Y también pensaba para mis adentros: seguro que algún día tales textos estarán en el Cielo a disposición de todos para fines más sublimes».

El orador principal y todos los demás están de acuerdo con la propuesta.

5. La barca toma tierra, y todo el grupo sale. Son unas cien personas. El servidor viene a su encuentro con los brazos abiertos. Con toda humildad, el orador principal le pregunta: «¿Eres tú o no?».

«Claro que soy yo», le responde el servidor. «Y aquí nos volvemos a encontrar conforme ya te dije arriba. Tú y los tuyos no os habéis atenido a lo que os propuse, por lo que yo tampoco pude cumplir con todo de la manera prevista. Pero aun así quería librarte de tu Cielo erróneo. Por eso, y en la misma medida en que tú te apartaste de nuestro acuerdo, yo también tuve que apartarme del camino por el que os quería llevar para sacaros del Cielo ficticio.

6. Ahora quieres saber qué significa este viaje, extraño y maravilloso a la vez, y qué significa la contradicción evidente entre la consistencia del suelo que te mostré alrededor de la mesa, y el desmoronamiento local del Cielo que experimentasteis. Una mente terrenal lo tomaría por un engaño.

Pero te digo que todo ello tiene un sentido que se corresponde perfectamente con vuestro interior. Porque cuando, todavía en la mesa, te mostré la consistencia del suelo de tu Cielo, no te mostraba sino la gran solidez de la base en la que están anclados tus conceptos erróneos del mismo.

7. Como junto a mí empezaste a tomar conciencia de la deficiencia y la absurda necedad de tu Cielo, entonces te zafaste del núcleo de tu error29 e, incitados por mí, huisteis tú y muchos otros que pensaban como tú.

Cuando llegaste al confín de tu error30, te llamé la atención respecto a todo lo que todavía te ataba a tu estúpido Cielo. Deberías haberlo tenido en cuenta; sin embargo, te quedaste apegado a tu error en los confines del mismo y no quisiste asimilar lo que te había explicado. Por eso, todavía llevado por tu error, quisiste continuar.

No yo, sino la Palabra que te dije, aflojó tu error y en ciertas partes lo cortó31, con lo que se puso de manifiesto la insuficiencia de la base de tu Cielo ficticio. Finalmente mi Palabra te apresó del todo, separando de ti por un nuevo abismo a aquellos32 que aún no estaban preparados.

8. Como de esta manera tu error comenzó a deshacerse cada vez más, huiste junto con tu grupo y todos subisteis a la muralla. Esta muralla representaba la Palabra divina bien grabada dentro de ti, pero mal interpretada en todos los sentidos. Por eso no tenía capacidad de sosteneros a ti y a tu grupo. Se soltó aparentemente y os llevó a las profundidades. Es decir: una pequeña parte de la Palabra33 -que hasta entonces sólo ocupaba vuestro intelecto- cayó en las profundidades vivas de vuestro corazón. Pronto visteis unas grandes aguas debajo de vosotros que amenazaban tragaros. Pero tales aguas no eran sino la sabiduría oculta en la pequeña parte de la Palabra que cayó en tus profundidades, que se puso de manifiesto.

Con esta parte de la Palabra34 en tu corazón, pronto desembocaste en el gran mar de conocimiento luminoso, y la Palabra dentro de ti y de los demás se volvió una portadora35 segura en las aguas infinitas de la Sabiduría divina que, oculta, también estaba en esta pequeña parte de la Palabra. Cuando aceptaste inconscientemente esta Palabra en una medida mayor, en esa misma medida te llevó más y más cerca de la orilla de la vida bien fundamentada. Pero nunca la habrías alcanzado, si la Palabra no hubiera vencido toda soberbia en tu corazón.

Como la Palabra ganó, llegaste a la orilla firme.

9. Recuerda ahora todas las sandeces ridículas que soltaste -aunque todas hayan sido productos del bondadoso ámbito exterior de tu piel- y en seguida te darás cuenta de la vanidad y de la imposibilidad de mantener tus ideas sobre Dios y sobre el Cielo.

Ahora te encuentras, por primera vez, en la verdadera base de la Palabra; busca en ella y, junto con tu grupo, comenzarás a conocer a Dios y el Cielo desde un punto de vista totalmente distinto.

10. Entre la mañana y el mediodía, ves un gran palacio. Id allí y encontraréis todo lo que os hace falta».

11. El orador principal le pregunta: «Oh, querido amigo celestial, ¿no nos quieres acompañar?».

Pero el supuesto servidor le responde: «No hace falta pues no os perderéis. No obstante os precederé con la rapidez del pensamiento. Y allí os recibiré y os introduciré. Entonces miraremos algunas palabras de Juan y de Pablo más de cerca, y ya veremos quién de entre nosotros es el más iniciado en la Palabra. Así que hacedme caso e id allí. ¡Amen!».

Pronunciadas estas palabras, el supuesto servidor desaparece. Perpleja, toda la asamblea se pone en marcha, siguiendo el camino indicado.

Capítulo 55. Primera morada sólida después del Cielo ficticio. La Trinidad inconcebible. El Cristo evangélico36

1. El orador dice a la asamblea: «¡Qué cosa más extraña! Hasta ahora siempre creí que los espíritus sólo podían volverse invisibles repentinamente en la Tierra. Pero aquí vemos que se hacen invisibles incluso para otros espíritus. ¿Cómo es posible que este espíritu, evidentemente angélico, lograra escabullirse tan rápidamente de nuestra vista? Responda quien pueda, más fácil resultará morder la Luna desde la Tierra».

Otro le contesta: «Bueno, yo no estoy tan sorprendido. En la Tierra oí varias veces que los espíritus angélicos pueden viajar con la rapidez del rayo. Que este espíritu angélico se haya alejado así no hace sino confirmar lo que oí».

2. Toma la palabra un tercero: «Acepto todo lo referente a la naturaleza angélica de nuestro antiguo servidor. Pero para una partida tan fulminante, ¡antes debería haber desplegado sus alas! Mientras yo no las vea, dudo que pueda tratarse de un ángel. Se dice que en la Tierra había hombres muy piadosos que cuando estaban transfigurados, es decir cuando su vista era espiritual, siempre veían a los ángeles con alas. Ahora pregunto: si hubo hombres que los vieron con alas, ¿por qué nosotros no, ahora que somos espíritus?».

3. «Te digo que ese deseo es consecuencia de una falta de conocimiento», le responde el orador principal. «Todos saben que las alas no son sino un símbolo de la rapidez. Ese espíritu puede muy bien ser un ángel sin tener alas visibles. Lo único que a mí me llama la atención es que un espíritu pueda volverse invisible a otro. Todo lo demás me da igual, incluso que nosotros -también espíritus- no podamos movernos con tanta rapidez como nuestro servidor; para eso habrá que adquirir cierta práctica. Pero no se me va de la cabeza que se haya vuelto invisible.

Dejémoslo. Si realmente se nos permite volver a encontrarle, tal como él nos ha prometido, ya nos dará alguna explicación.

4. Fijaos sobre todo en el precioso paisaje, el cual me atrae mil veces más que el de allí arriba. Ya me gustaría instalarme aquí, tal vez como campesino de estas montañas... ¡Estas praderas con las flores tan bonitas...! ¡Estas avenidas con sus árboles...! ¡Los arroyos...! ¡Los árboles frutales...! ¡La llanura que hay ante nosotros, rodeada de montañas...! Todos los montes tienen edificios preciosos que parecen palacios.

Si veo bien, en los cerros más cercanos hay seres vestidos de blanco que se pasean delante de los palacios. ¡Ya me gustaría algo así!

5. La Trinidad no se ve, pero en su lugar hay un Sol maravilloso que ilumina la región. Francamente, en este estupendo marco puedo prescindir de la Trinidad como prescindía de ella en la Tierra.

6. Pero me viene a la cabeza una idea. Sería para mí el máximo deleite que pudiéramos encontrar aquí a Cristo, el Señor, igual que cuando vivía en la Tierra enseñando a sus apóstoles. Se sabe que contemplar la Trinidad divina es algo sublime, pero francamente os digo que sería un mentiroso si afirmara que alguna vez mi corazón sintió una pizca de amor al verla. Muchas veces me he esforzado por abrazar a las tres personas con el mismo calor, pero nunca lo conseguí. Cuando amaba al Padre, no podía amar al Hijo al mismo tiempo. Consciente del dilema, me preguntaba si el Padre o el Hijo no se molestarían. ¿Se enfadaría el Padre si sentía al Hijo dentro de mí?

7. Además... eso de amar al Espíritu santo en forma de paloma...

Mi corazón luchaba en vano por lograrlo. Pero amar a la tercera persona divina en forma animal y no personal... ¡mejor hubiera podido intentar amar un trozo de madera! De modo que el Espíritu santo fue el menos agraciado con mi amor: nunca pude entenderlo ni comprender su naturaleza. Padre e Hijo siempre estuvieron más cerca de mi corazón. Si por lo menos no hubieran sido dos sino uno solo -uno u otro- entonces hubiera podido amar con toda la fuerza de mi corazón al uno o al otro.

8. Frecuentemente pensé en total secreto, muy adentro: Si tan sólo una vez Cristo hubiera bajado de su trono y hubiera ido a alguna parte donde yo me hubiera topado con Él, le habría encontrado y mi arrebato de amor habría sido entonces total. ¡Pero amarle en la luz inaccesible...! Bueno, lo que quiero decir es que, debido a mi escaso amor, no he podido acercarme en su Luz inaccesible al Padre ni tampoco al Hijo.

En realidad, a mí me parece totalmente absurdo que la naturaleza -sea espiritual o natural- dirija su amor a algo que se encuentra en la infinitud, pues el amor requiere un objeto alcanzable y perceptible. Amar algo inaccesible me parece una locura.

9. Una vez, estando todavía en la Tierra, me propuse enamorarme de una linda estrella. La contemplé durante bastante tiempo y la empujé a mi corazón tanto como pude. ¿Pensáis que realmente conseguí amarla con un amor parecido al que se siente por un buen amigo? ¡No hubo manera!

10. Lo mismo me pasó con el amor a la santísima Trinidad y también a los sacramentos y a la misa. Cuando después de la comunión preguntaba a mi corazón si le importaban más los sacramentos o mi mujer y mis hijos, he de reconocer para vergüenza propia que mi amor por ellos era siempre incomparablemente mayor que mi inclinación al santo sacramento.

De modo que nunca pude amar ni a la santísima Trinidad ni al sacramento, y me acercaba a ellos más bien con cierta timidez, una timidez sagrada que, finalmente, llegó a un extremo tal que me parecía pecado amar a Dios con el amor natural de mi corazón.

11. La única excepción fue Cristo. Cuando leía sus santos evangelios, siempre me lo imaginaba como si estuviera presente, y pensaba: si a mí me hubiera tocado la Gracia que les cupo en suerte a los apóstoles, yo mismo me habría convertido en uno de ellos: nada me habría costado abandonar mi familia por mi amor hacia Él, mucho mayor. Si reflexiono bien, todo lo que hice fue sólo por amor al Cristo evangélico, aunque reconozco que algunos sueños felices me incitaron a ello.

12. Pero en lo que se refiere a la santa Trinidad y el santo sacramento, mi corazón siempre estuvo rodeado por algo parecido al hielo eterno del polo norte.

Amigos, con esta confesión de ninguna manera quiero imponer nada a nadie. Ha sido este paisaje tan estimulante el que empujó a mi corazón a que expresara sus sentimientos. Lo mismo podéis hacer vosotros porque aún tardaremos en llegar al palacio».

13. Unos cuantos de la asamblea confirman al orador que su suerte no fue mejor: «Hermano, también nosotros creíamos todo lo que nos obligaban a creer. Y no pocas veces nos hemos sentido tímidos y apáticos ante todas esas cosas sagradas: sólo en el Cristo evangélico encontrábamos nuestro consuelo. Por esta misma razón, nuestros corazones frecuentemente eran más devoto de la bienaventurada madre de Dios y de otros santos, que de la suprema eminencia divina, a la cual temíamos casi desesperadamente. ¿Amar algo que se teme profundamente...?

14. Otra pregunta es la de si en esta región tendremos la suerte de encontrar a la bienaventurada madre María o a otros santos. Al menos en el Cielo de allí arriba no había ni rastro de ellos».

15. «Creo que no deberíamos perdernos en muchas conjeturas», opina el orador principal, «sino más bien empeñarnos en llegar lo antes posible al palacio, para que nos expliquen el asunto de los textos de Juan y de Pablo que no hemos comprendido. Y tomar como divisa la siguiente: como la santísima Trinidad se ha vuelto invisible para nosotros, atengámonos de nuevo a nuestro Cristo evangélico. Porque comparando con el Cielo de allí arriba, este lugar corresponde mucho mejor a lo que Él dijo: “En el Reino de mi Padre hay muchas moradas”.

Pero vale ya. El servidor viene a nuestro encuentro de nuevo».

Capítulo 56. En el camino hacia Cristo

1. Ya se han encontrado y el supuesto servidor dice al orador principal: «Se supone que en el camino habéis tenido tiempo suficiente para discutir animadamente, ¿de qué habéis hablado?».

«Pues sí», responde el orador. «Hemos discutido sobre cuestiones muy complejas. Pero, como dice el refrán, mucho ruido y pocas nueces... Así que me parece que no hará falta repetirte nuestras necedades que, de todos modos, tú puedes ver en nuestra cara. Aunque me gustaría que nos explicaras algunos detalles de gran importancia».

2. «¿De qué se trata? Todavía nos queda un buen trecho hasta el palacio, de modo que tenemos tiempo de sobra».

«Hermano, si tienes suficiente paciencia para escucharme, con mucho gusto te diré desde el fondo de mis sentimientos más íntimos en qué consiste este nudo gordiano, tanto para mí mismo como para toda nuestra asamblea.

Como dices que sí, soltaré la lengua sin contenerme. Las ideas de las que voy a hablarte, ya las tenía secretamente en la Tierra. Pero eran más bien fantasías fugaces que siempre, como es debido, cedían el paso a mi fe católica. Estas fantasías, más ahora que entonces, son las siguientes:

La primera era para mí la Trinidad, inconcebible en una dimensión tan elevada. Siempre pude hacer lo que deseé, pero nunca conseguí elevar el amor de mi corazón a su altura. Lo que sí sentía era un miedo terrible de este eminente Ser trino.

3. Siempre, cuando me decía que había que amar a Dios sobre todo, me preguntaba si en mi caso era realmente así ¿O acaso amaba a mi mujer, a mis hijos y tal vez a otros amigos, más que a la santísima Trinidad?

Y siempre oía dentro de mí la misma respuesta: que a la Trinidad la amaba menos que a todo lo demás. Nunca comprendí en realidad cómo un ser humano podía amarla. Cuánto más quería aumentar mi amor, tanto más me daba cuenta que el hombre es incapaz de amar algo mucho más grande que él.

Hice toda clase de comprobaciones al respecto.

4. Una vez pensé si podría amar a una mujer guapísima que fuera tan alta como dos veces la torre de una iglesia. Me la imaginé con toda mi fantasía y no sé si fue por la fuerza de mi imaginación o porque algún espíritu la presentó ante mí, realmente vi a una mujer tan inmensamente grande. Recuerdo que era hermosa en verdad, pero en vez de que mi corazón sintiera algo por ella, me llevé un susto horroroso.

De esta manera comprendí claramente que el corazón humano no es capaz de amar cosas exageradamente grandes; le espantan por el contrario.

5. También pregunté a mi corazón si podría amar a una gran montaña o a toda la Tierra. Y cuando quise despertar mi amor por ellos, me sentí como un hombre que tuviera que levantar una carga excesivamente pesada para él.

Luego recordé a grandes héroes y pensé que debían haber amado ardientemente la Tierra para luchar tanto por ella. Pero mi corazón me dijo entonces que no habían amado a la Tierra, sino únicamente a sí mismos, pues no querían ser padres sino señores y soberanos de ella. Esta experiencia confirmó mi lema de que un hombre no puede abarcar con su amor algo demasiado grande respecto a él.

También procuré enamorarme de una estrella que, por supuesto, estaba demasiado lejos, y me sentí como un pez fuera del agua que jadea por ella mientras puede, sin que entre una sola gota en su boca. Como ves, siempre me quedé con las ganas y con mi buena voluntad.

6. De modo que, como ya te he dicho, tampoco mi deseo de amar a la santísima Trinidad tuvo éxito. Por el contrario, cada vez era más irrealizable para mí. Los resultados de estas comprobaciones me dejaban luego indiferente, menos el de la mujer gigantesca que, simplemente, me asustó. Pero a la Trinidad le tenía horror. Pues mi fe me presentaba este Ser supremo como un juez inexorable y severo que sólo era indulgente con los hombres durante su existencia corta en la Tierra, a condición que vivieran una vida de penitencia continua. Y que una vez que el hombre moría, incluso esa corta indulgencia se acababa, no esperándole al pobre pecador sino la condena a la perdición eterna, salvo si, con un poco de suerte, sólo le tocara un terrible purgatorio.

Tampoco se sabía nada del Cielo antes de que llegara el día del juicio. Y parece que ante la pregunta de cuándo tendría lugar fracasa hasta la sabiduría de los ángeles. Para después está anunciada una bienaventuranza perpetua, bienaventuranza de la que hace poco hemos disfrutado de sobra.

7. Si lo juntamos todo: la Trinidad inconcebible y misteriosa de Dios, su severidad inexorable, el infierno, el purgatorio, el día del juicio y, encima, el Cielo de sentadas, comilonas y contemplaciones, todo eso combinado con el descanso eterno, quisiera conocer al corazón que, aun con la mayor abnegación, llegara a amar ardientemente a un Dios así.

8. Ya he terminado con la primera fantasía. Ahora, la segunda. Se trata de la santísima Eucaristía, igual de misteriosa. Nuestra doctrina nos presenta en cada hostia a la Divinidad infalible, irrefutablemente perfecta y completa. Pero hay una gran cantidad de iglesias con una gran cantidad de hostias. El dilema consistía en que si muchos sacerdotes celebraban misa y elevaban la hostia al mismo tiempo, me veía obligado a pensar que en cada una de ellas estaba el Ser divino, completo, no dividido. No podía evitar imaginarme un ejército de dioses.

9 Piensa que mal lo pasaba a menudo, sobre todo cuando quería abarcar con mi amor a la hostia. Al ver tantas no podía imaginar un Dios único por lo que, finalmente, no podía amar a ninguno. Ya ves qué lío; aunque esto aún no es todo.

10. Cuando contemplaba este perfecto Dios-hostia, entonces me asaltaba frecuentemente la desesperada pregunta de si era el verdadero Dios perfecto tal como me enseña la fe católica. ¿Qué pasaba entonces con Dios del Cielo? ¿Acaso tiene que descender a cada hostia -perfecto e íntegro- o sólo desciende el Hijo y el Padre espera mientras tanto, o es el Espíritu santo el que lleva a cabo esta tarea?

11. Algunas veces había intentado informarme sobre ello, pero siempre obtuve la misma respuesta: “Todo eso es un secreto sagrado impenetrable, y tan sólo reflexionar al respecto es ya uno de los más graves pecados contra el Espíritu santo”.

12. Ante semejante respuesta siempre tuve que abandonar mis pensamientos. Y comprendía que nunca iba a tener una respuesta real en el mundo, por lo que siempre me consolé con el mundo espiritual. Por supuesto, reflexioné sobre las palabras que Cristo había dicho: “Este es mi cuerpo”. Aunque no había dicho nada de que fuera la Divinidad. Todo esto me servía de poco. Me resultaba más fácil imaginarme a la hostia como un pan vivo de los Cielos para los hombres de fe, y como alimento para la Vida eterna.

13. Hasta aquí, querido amigo, mi segunda fantasía. La tercera fue otra: la del Cristo evangélico. He de admitir ante ti que siempre estuve enamorado de Él como la Magdalena. Y cuando alguna vez soñé con Él, un sueño que me mostraba algunos episodios de su estancia en la Tierra, mi corazón ardía de amor hacia Él. En vano, por mi fe católica, procuraba ver en Él al Juez inexorable. La escena del ladrón en la cruz; cómo, mientras expiraba en la cruz, todavía pedía al Padre perdón por aquellos que le provocaron; la historia del hijo pródigo; la de la samaritana misericordiosa; la del aduanero y del fariseo en el Templo, la de la adúltera, y muchos otros episodios, siempre fueron un baluarte inquebrantable ante el concepto de Juez inexorable de mi fe católica impuesta.

14. De modo que me imaginaba un Cielo según mis propias ideas. Me lo imaginaba como una preciosa región de la Tierra. Y si allí tuviera la increíble suerte de encontrarme con Cristo, si Él me enseñara, y si me encomendara como a sus apóstoles una actividad de amor, ese sí sería un Cielo que ningún mortal podría imaginar más hermoso, más bienaventurado y más eminente.

15. Muchas veces también pensé: si fuera posible tener a Cristo de esta manera, aunque sólo fuera de vez en cuando, entonces la choza más simple sería para mí el supremo Cielo. Y me decía: Si tan sólo te tuviese a Ti, Cristo de mi corazón, entonces ya no preguntaría por un Cielo bienaventurado.

Estas son, querido hermano, mis fantasías. Los pensamientos están libres de impuestos. Ahora haz de ello lo que quieras. Si mis fantasías te son útiles en algo para nuestra enseñanza, sírvete de ellas. Y si no, ¡que se cumpla de todos modos la Voluntad del Dios trino todopoderoso!».

16. El supuesto servidor sonríe y dice al orador: «Escucha, querido amigo, tus fantasías valen más de lo que tú te piensas, sobre todo la tercera, que es indiscutiblemente la mejor. Es verdad que en la Divinidad hay cosas, relaciones, caminos y disposiciones eternamente inexplorables, nunca comprensibles para seres creados. Pero en lo que se refiere a tu amor a Cristo, en seguida te iluminará una Luz muy clara. Te puedo asegurar a ti y a tu grupo, que pronto tu Cielo de fantasía será una realidad.

Pero como ya hemos llegado al portal del palacio, ¡entremos!».

Capítulo 57. El palacio de la vida de la asamblea. La semilla del Reino de Dios es la Palabra divina

1. Toda la asamblea queda sorprendida al ver que el portal es de oro puro y que su marco está cubierto por diamantes y rubíes.

Inmediatamente el orador se dirige al supuesto servidor: «Pero amigo, ¡esto es demasiado bueno! Si no me equivoco, este portal, estimado con criterios de la Tierra, vale más que todos los tesoros de la misma. Incluso sin tener en cuenta el oro que mide unas tres brazas, los diamantes y rubíes del marco -grandes como puños- le dan un valor incalculable. Ni el más rico emperador podría conseguir uno de estos diamantes, que aquí se ven a cientos. ¿Para qué semejante derroche?».

2. «Amigo, no te preocupes por ello», responde el supuesto servidor, «porque en el Reino de Dios no hay derroche. ¿Acaso has contado alguna vez las estrellas del cielo? Todas brillan con luz propia, y cada una es más de millones de veces mayor que la Tierra que habitaste. ¿También te parece un derroche que haya tantos Soles en el espacio ilimitado?

3. El Señor es suficientemente rico, y sus tesoros inconmensurables. Así que los pequeños adornos de este portal en absoluto suponen derroche alguno. Son por el contrario apropiados y significativos porque te muestran lo verdadero de la fe y lo bueno del amor que llevas en tu interior.

Pero atravesemos el portal y entremos en el palacio».

4. A estas alturas el guía dice a los visitantes: «Ved, ahora entran. Pasemos también porque en seguida presenciaremos una escena muy importante. Fijaos qué asombrados se han quedado el orador y la asamblea. Podéis imaginaros por qué.

El orador ya no ve el palacio sino que se encuentra, junto con el supuesto servidor, en un templo enorme con diez columnas. Las columnas son de diamantes puros, sus plintos de oro macizo, y sus capiteles de oro transparente. El techo es de rubíes y la base de placas de amatista. Fuera de las columnas se ve por todas partes un vasto paisaje, adornado de tanto en tanto con templos parecidos sobre colinas. En las llanuras se divisan los más variados árboles frutales, muy bien cuidados, como si un jardinero expertísimo se ocupara de ello.

Veamos cómo se desarrolla la escena».

5. «Pero amigo, ¿qué broma celestial es esta?», exclama el orador. «Mi fantasía había imaginado las salas preciosas de este palacio pero, nada más entrar en él, ¡desaparece! En vez del palacio vemos ahora un templo indescriptiblemente hermoso. De nuevo, estoy totalmente desorientado. ¿Acaso tú entiendes algo de esto?».

6. El supuesto servidor le responde: «¡No te preocupes! Te diré una parábola que hará que lo comprendas:

Seguro que en la Tierra habrás tenido más de una vez una semilla en la mano y que su forma te pareció muy simple. Si la sembraste en tierra fértil, pronto se pudrió, y en su lugar brotó una planta que te dejó asombrado. Y te dijiste: “Dios mío, ¿cómo es posible? ¿Acaso ya se encontraba todo esto en el interior de la semilla?”. Tus sentimientos y tu mente te respondieron: “¡Claro que sí! Porque si no, ¿cómo habría podido la planta adquirir esta forma si todo ello no hubieran estado ya presente en la semilla?” Así te diste cuenta que la grandiosidad interior de una semilla es incomparablemente mayor que su poco llamativo aspecto externo.

7. ¿No comparó una vez el gran Maestro de la humanidad el Reino de los Cielos con un grano de mostaza?».

«Sí, amigo, así es».

«Pues mira: el grano de mostaza es la Palabra en su forma exterior y literal. Si esta Palabra es sembrada en la tierra fértil del corazón, entonces brota y se vuelve un verdadero árbol en cuyas ramas habitan los pájaros del Cielo. ¿Qué es ese árbol? Es el conocimiento espiritual interior de la Palabra exterior, y los pájaros representan lo celestial de donde procede la Palabra.

8. El ser del árbol representa la Sabiduría que surge del Amor, e indica que únicamente esta Sabiduría es capaz de reconocer lo celestial. Una vez que este árbol madura, ¿no producirá miles de semillas de una que se sembró? Y si también siembras en tu tierra fértil esta exuberancia de semillas, ¿no brotará una cosecha formidable, puesto que, en vez de uno solo, ves como prosperan en tu suelo miles de árboles de la misma especie?».

«Sí, eso es cierto».

«Pero, ¿acaso percibiste esta abundancia en la primera semilla? Precisamente éstas son las relaciones que rigen en el Cielo.

9 No puedes llegar simplemente a un Cielo determinado, ¡tú mismo has de preparártelo! La semilla del Reino de los Cielos es la Palabra de Dios. Y quien admite la Palabra en su interior y actúa según ella, ya ha sembrado esta semilla celestial en su suelo fértil, y el Cielo surgirá de ella igual que un árbol.

10. Ahora escucha. Cuando llegamos al portal del palacio, lo viste adornado con diamantes, porque habías aceptado la Palabra dentro de ti; y el marco lo viste con rubíes, porque te habías vuelto activo según ella. Lo que viste eran sólo semillas exteriores. El palacio representaba toda tu vida, y el portal con los diamantes y rubíes significaba que habías logrado entrar en tu interior mediante la Palabra.

11. Y entramos. ¿Qué quiere decir eso? Ni más ni menos que entramos en tu yo interior y en el de toda vuestra asamblea. Es decir: entramos en el sentido interior de la Palabra. Pero la Palabra no es simplemente una palabra vacía ni tampoco una verdad del tipo uno más uno igual a dos, sino que es una verdad sustancial. Todo lo que aquí ves, e infinitamente más -y más profundo- ha sido ya creado y está presente en la Palabra divina, al igual que dentro de una sola semilla ya están creados y presentes un sinnúmero de plantas o de árboles. Con la diferencia de que una semilla siempre reproduce, según su especie y prácticamente sin cambiar de forma, lo que lleva dentro de sí, mientras que la Palabra de Dios -semilla del Cielo- reproduce una variedad infinita porque la Palabra de Dios es una semilla perfecta.

Si tienes en cuenta todo esto, amigo mío, entonces te costará muy poco comprender el fenómeno».

12. «Lo estoy entendiendo todo con una Luz totalmente nueva y poderosa, y supongo que los demás también. Si recuerdo mis antiguas ideas sobre el Cielo, los veo ahora como cuando durante el día me acordaba de un sueño.

¡Qué plenitud debe haber en la plena Palabra del Señor, si del primer brote del grano de mostaza surgen semejantes maravillas! Sólo ahora es cuando comprendo el texto que dice: “El Reino de Dios no viene con esplendor sino que está dentro de vosotros”. Ahora empiezo a entender por qué en aquel Cielo ficticio atribuiste a Juan un texto de Pablo. Sabido es que también Pablo es un portal en el que están colocadas las semillas de la Palabra de Dios en su esplendor externo. ¡Pero en Juan, en todo Juan, resplandece la plenitud de la Divinidad sustancial de Cristo! Bueno, me parece que Pablo también lo dijo en un texto, pero más bien como semilla, mientras que Juan lo dijo en toda plenitud, por lo que en ello ya hay una planta. ¿Tengo razón?».

14. «Sí, la tienes; lo que ves es realmente un primer brote. Si quieres seguir el crecimiento de este brote, entonces sólo hace falta que ahondes más y más en tu tercera fantasía, ¡y pronto verás los frutos maduros de esta maravillosa plantación!».

15. «Sí, amigo, y te digo que lo único que realmente me falta aquí es mi Cristo profundamente amado. Si alguna vez tengo la suerte de encontrarme con Él, ¡ya daré rienda suelta a los sentimientos de mi corazón!».

16. «Continúa con ese estado de ánimo», le dice el supuesto servidor, «porque ese momento está más cerca de lo que piensas. Cristo estará contigo en cuanto le tiendas la mano».

Capítulo 58. La ansiedad por Cristo. Una prueba del amor. El destino santo

1. El orador dice: «Querido hermano, tus palabras, sobre todo las últimas, son un gran consuelo para mí. Aunque te digo que hay un problema para agarrar a Cristo: que antes tendría que estar delante de mí de manera tangible. En mi corazón ya le tengo agarrado hace tiempo, igual que toda la asamblea. Pero nuestro querido Cristo no se deja asir sustancialmente en persona. Todos ardemos de amor por Él, queremos cogerle y, con sumo amor, no soltarle ya por toda la eternidad ¡Pero para tal empresa nos falta el mismísimo objeto clave!

2. Mis brazos y todo mi ser anhelan abrazar a Cristo. ¡Pero para hacerlo tendría que estar presente! Si de mí dependiera, no me importaría que me echaran de mil Cielos como este por amor a Él, y caer directamente a sus pies tras la última expulsión. Pero eso es poco probable y, por mi amor a Cristo, parezco en este aire bendito uno que se asfixia en un ambiente viciado».

3. «¿Acaso te parece que aquí no tienes aire suficiente para respirar?», pregunta el supuesto servidor.

4. «Hermano, supondré que no me has comprendido. A mi entender hay dos clases de aire vital. El que hay aquí abundantemente es de primera necesidad para el pulmón, pero no me refiero a él. Hablo del corazón, organismo que respira de manera más sublime: como respira amor, también quiere inspirar amor

5. Cuando todavía vivía en la Tierra estuve una vez profundamente enamorado de una mujer, como ya te he dicho. Si estaba cerca de ella mis pulmones tenían entonces en todos sitios aire suficiente para respirar. Pero si estaba lejos, aunque el aire fuera abundante, creía ahogarme. Al volver después nuevamente con ella, y si no hubiera habido otra alternativa -ya me perdonarás la expresión poco apropiada-, incluso el aire de un retrete me hubiera parecido perfumado.

6. Lo mismo me pasa aquí, y a toda la asamblea le ocurre igual. Quita todas estas maravillas celestiales de aquí, y cambia este templo esplendoroso por una casa de labranza cualquiera. En vez de mi fina y lujosa ropa dame una blusa de campesino, y en vez de todas estas avenidas de exuberantes árboles frutales, dame árboles frutales normales y un simple campo de trigo. Agrega Cristo a todo ello, y me harás más feliz que si añadieras a todo lo que ahora hay mil regiones infinitamente más maravillosas.

6. Si ello fuera posible, yo sería indescriptiblemente más feliz y bienaventurado con Cristo en el más miserable lugar de la Tierra, aunque se pareciera al limbo o al mismísimo infierno, que en el Cielo supremo sin su presencia palpable.

Me parece que me he explicado con claridad».

8. «Sí, te he comprendido perfectamente. Pero me parece que equiparas tu amor a Cristo con tu sensual amor mundano. Yo diría que el amor al Señor debería ser entendido de manera distinta al amor por una novia. Supongo que mientras no diferencies en tu corazón ambas clases amor, será que no le amas lo suficiente. Y supongo que mientras no le ames verdaderamente, Él no se presentará ante ti».

9. «Amigo, es más fácil decirlo que hacerlo», responde el orador. «Pon en mi corazón otro amor más digno del Señor y me desharé inmediatamente del amor con el que vivo ahora.

Si he reunido en mi interior todo el amor del cual soy capaz, incluso el que en su tiempo sentía por mi mujer -amor que, en su totalidad, ya hace tiempo que secretamente dediqué en exclusiva al Señor- entonces sé que por el momento he hecho todo lo que puedo hacer. Puedo decir desde el fondo más íntimo de mi vida que le he dado a Cristo todo lo que tenía dentro de mí. Si, pese a todo, este amor no es digno del Señor, ya te he dicho que estoy dispuesto a dejarlo por otro más digno de Él.

En realidad, no puedo pensar que el Señor quiera que se le ame con un amor diferente al que Él mismo nos ha puesto en el corazón.

10. Si pienso en todos aquello a los que el Señor amaba cuando estaba en la Tierra, me doy cuenta que Él siempre quiso sobre todo a quienes se le acercaban con el amor de un corazón infantil. Al que más amaba era a Juan que frecuentemente le besó. Lo mismo ocurría con María, una hermana de Marta, y -no sé hasta qué punto- también con la Magdalena que estaba profundamente enamorada de Él, por cuyo motivo fue la primera en verle después de la Resurrección.

11. Una confirmación evidente e ello fue cuando le trajeron niños pequeños, y Cristo dijo: “Dejad que los niños vengan a Mí y no los estorbéis, porque de ellos es el Reino de Dios”.

Seguro que los niños no conocían un amor más sublime y digno del Señor, y abrazaban al Señor todopoderoso del Cielo y de la Tierra con su amor infantil y natural. Además, también dijo a sus apóstoles y discípulos: “Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”.

12. Todo esto me da valor para amar al Señor con mi amor infantil natural. Si le amo con este amor, tal vez todavía muy simple, ¿quién sabe si ese amor le resultará más agradable que si le amara con el más puro amor de un Serafín? Ya me gustaría amarle con el amor de un Serafín, ¡si lo tuviera! Seguro que mi corazón no escatimaría amor. Y como Pedro, imploro: “¡Cristo querido, no tengo oro ni plata en mi corazón, pero quisiera darte todo lo que hay en él y sólo tenerte a Ti!”».

13. Con sus brazos muy abiertos, el supuesto servidor se dirige tanto al orador como a toda la asamblea: «Querido hermano, ya te lo dije: ¡Agarra bien a Cristo y Él aparecerá! Como lo estás haciendo, se cumple lo que te prometí, Cristo se te ha acercado, y en adelante nunca saldrás ya de su ámbito. ¡Y ahora puedes dar rienda suelta a los sentimientos de tu corazón!».

14. Profundamente impresionado, el orador principal todavía pregunta al supuesto servidor: «¿Pero dónde, amigo, dónde está, para que con toda mi asamblea pueda arrodillarme a sus pies?».

15. «Amigos, ¡aquí mismo está delante de vosotros! ¡Yo soy aquél a quien buscáis en vuestros corazones! Hace mucho tiempo que estaba con vosotros; os he buscado y os he traído aquí. Ahora venid y os llevaré al lugar donde vivo entre los que me aman como vosotros. En verdad no pido oro ni plata; sí un amor infantil. Si quisiera magnificencia y esplendor, podría rellenar el infinito con ellos.

16. Yo soy vuestro verdadero Padre, queridos hijos, y por eso vuestros corazones significan más para Mí con toda su sencillez infantil que todo el esplendor de los Cielos.

¡Y ahora venid!».

17. De repente toda la situación cambia. La asamblea abraza al Señor con mucho amor, como los niños a sus padres después de no haberlos visto durante mucho tiempo. El Señor los guía como un buen Padre y, caminando, Él mismo les muestra muchas de sus maravillas. Toda la asamblea irradia una felicidad suprema, y el orador todavía exclama: «¡Oh viaje sublime en el que el Padre santo lleva a sus hijos adonde Él mora!».

Capítulo 59. Llegada a la mañana eterna. Limitación de la Omnipotencia divina en cuanto a la educación de la psique humana

1. A estas alturas, los visitantes preguntan al guía: «¿Seguiremos a la asamblea?».

«Sí», les responde. «Es importante que veáis todo el episodio desde el principio hasta el fin. La asamblea todavía está embelesada y ebria de amor. Este primer arrebato sólo se regularizará cuando llegue al lugar adecuado. Al llegar a la mejor fuente, el orador principal todavía tendrá muchas preguntas que hacer.

2. Todos los católicos romanos de buena voluntad tienen una particularidad común: están muy sedientos de Luz cuando llegan al reino de los espíritus, y más aún en el verdadero Cielo. Hacen miles de preguntas antes de obtener Luz porque en la Tierra siempre fueron mantenidos en una gran oscuridad espiritual.

3. Ya estamos cerca del lugar adecuado: nuestra bien conocida región de colinas nos sonríe. El Sol del Cielo está muy bajo y da una luz rojiza preciosa. También la asamblea se da cuenta del detalle, y todos están sorprendidos ante la sencillez de la región que hay ante ellos.

4. Ya se ve la conocida casa y sus moradores, también bien conocidos por nosotros. Mirad con cuánta emoción corren al encuentro del Padre y de toda la asamblea que le sigue.

Veamos cómo se desarrolla el asunto».

5. También el Padre va a su encuentro y, con los brazos muy abiertos, les dice: «¡Mirad qué rico me he vuelto! Todo obrero merece su premio. También Yo he trabajado y traigo mi premio conmigo. Traigo más hermanos y hermanas para que, al igual que vosotros, estén en mi ámbito y para que eternamente se cumpla mi Palabra: “Donde Yo esté, allí estarán también mis servidores; y los que me aman habitarán donde Yo habito”».

6. Dirigiéndose al antiguo orador, el Señor prosigue: «Mi querido hermano e hijo, ¡este es mi medio! ¿Qué te parece?».

«Oh Señor, ¿cómo es posible que me preguntes eso? Soy yo quién debería preguntarte a Ti si te gusta el lugar. A mí, eternamente me gustará al máximo el sitio donde Tú estés o habites, y el que a Ti te guste más.

7. En verdad esto parece un campo de la Tierra. ¡Qué vista tan preciosa! ¡Qué llanura tan extensa y maravillosa! ¡Hay incontables ciudades y palacios! Parece que tampoco tenga fin esta región de preciosas colinas con sus pequeñas casas tan agradables.

8. Pero, ¿por qué es más bonita la llanura de allí que esta región de las colinas? ¡Vaya!, soy un insensato, veo que otra vez me pierdo en mil preguntas. ¡Perdóname!».

9. El Padre coge al orador de la mano y le dice: «En esa región viven sobre todo los hombres que, además de tener una fe profunda en Mí, llevaron una vida completamente honrada. Entre ellos están especialmente los llamados “protestantes” y otras sectas cristianas. Al fondo viven los paganos que, según su fe, llevaron en el mundo una vida justa y sólo aquí creyeron en Mí.

Entre el mediodía y la tarde están las viviendas de los católicos romanos y de los griegos ortodoxos que, sin perjuicio de su vida y libertad, no llegaron a purificarse enteramente de sus errores. No son desdichados pues también disfrutan de una gran bienaventuranza. Y tampoco están presos en su región porque, tras un conocimiento más profundo de la base de la Verdad, aún pueden progresar mucho».

10. «¿En qué consisten sus errores?».

«Cuando alguien acepta la fe por temor a Dios -la cual así acaba siendo inevitablemente una obligación- y vive una vida fiel a dicha fe, entonces le resultará prácticamente imposible entregarse a Dios con un amor profundo pues le teme demasiado. Este temor exagerado es el “pequeño” error que no se puede eliminar tan fácilmente sin perjuicio de la vida y la libertad».

«¿Cómo es posible que Tú, el Todopoderoso, puedas hablar así?».

«Cuando se trata de la libertad absoluta de un ser, tengo que prescindir de mi Omnipotencia. Porque si la aplicara, entonces en vez de hijos que viven, piensan y actúan libremente, no tendría sino máquinas inexorablemente obligadas a cumplir con mi Voluntad, cosa que nunca harían libremente. Sólo me puedo servir de mi Omnipotencia cuando es absolutamente indispensable y donde, aun sirviéndome de ella, no limito el conocimiento y la voluntad del espíritu libre.

11. Te pondré un ejemplo de cómo me sirvo de mi Omnipotencia:

12. Tanto el mundo natural como la estructura de todas las criaturas son obras de mi Omnipotencia. Cuando los espíritus libres han absorbido posteriormente, según mi Palabra y según su modo de vida, la Vida que emana de Mí, entonces mi Omnipotencia actúa de la forma siguiente: todo lo que los espíritus liberados reconocen como bueno y verdaderamente beneficioso en su interior, lo ven inmediata y abundantemente realizado de manera palpable, listo para servirse voluntariamente de ello.

13. La región del fondo, una región que corresponde en todo a lo verdadero dentro de la fe y a la utilidad que ello produce cuando estos espíritus bienaventurados se hallan permanentemente dispuestos, es en gran parte obra de mi Omnipotencia. Lo mismo ocurre mires donde mires: por todo el mediodía infinito, por toda la tarde, y también por todo el Norte».

14. «¿Y en la región de la mañana?», pregunta el antiguo orador.

«Allí no», le responde el Padre, «en ella rigen relaciones totalmente distintas, porque es absolutamente invariable en todos los detalles, de manera parecida a cualquier mundo natural que tiene su solidez. La solidez inquebrantable de la mañana es un fundamento interior eterno frente a la solidez natural exterior. La razón es, primero, que Yo mismo soy eternamente invariable en lo que quiero: lo que he creado una vez es eternamente definido; tan eternamente invariable y definido como Yo mismo lo he querido.

15. Segundo, esta región es también invariablemente sólida porque los hijos míos que aquí vienen por su gran amor a Mí, se han hecho completamente uno conmigo en su percepción y en su querer; con otras palabras, porque se han humillado hasta en la última fibra de su ser y, llevados por su amor hacia Mí, han dejado atrás del todo su voluntad y en su lugar han aceptado mi Voluntad eternamente viva.

16. Por eso, aquí no quieren cosa distinta a lo que Yo quiero. Pero mi Voluntad es una representación muy clara y eternamente definida de lo Bueno y de lo Verdadero. Esta es la razón por la que la región en la que vivo junto con los Míos es completa e invariablemente sólida, sin nada que sea sólo apariencia.

De todo lo que aquí ves, el interior corresponde al exterior, y ambos son igual de sólidos. Las plantas, los árboles, las frutas y los trigales, no son aquí simples apariencias sino realidades absolutas. Si aquí andas de un lugar a otro, puedes contar los pasos: encontrarás la misma distancia yendo que viniendo».

17. «Esta solidez, ¿tiene algo que ver con la del mundo?».

«No, en absoluto, porque la solidez del mundo no es sino aparente, y para todo espíritu sólo existe mientras mora en la materia. Una vez que la abandona, se acabó para él la solidez de la misma. Aquí es distinto, pues la solidez de aquí es verdadera, invariable e indestructible por todas las eternidades, porque es una expresión de mi eterno Amor paternal».

18. «¿Hasta dónde se extiende esta región?».

«Hermano e hijo mío, esta región tal como la ves en dirección de la mañana, no tiene fin, eternamente. Es tan grande que si en todos los infinitamente muchos mundos nacieran niños eternamente y luego todos vinieran aquí, incluso durante mil eternidades, serían en relación con la extensión de esta región como un grano de arena comparado con la infinitud del espacio eterno».

19. Boquiabierto, el orador continúa preguntando: «¿Cómo es posible que abarques todo esto con la vista? Y quienes moran infinitamente lejos de aquí, en la mañana profunda, ¿cómo podrán verte nunca?».

«Hermano e hijo, también eso te lo explicaré. Porque a mis hijos de nada se les privará».

Capítulo 60. El Sol-Dios. Explicación de la Omnipresencia personal sustancial del Señor. Preparando la mesa del Señor

1. «Mira allí arriba», continúa el Padre, «y observa el Sol que, visto desde aquí, está a poca altura. En ese Sol habito Yo originariamente. Ese Sol se encuentra en el centro eterno y fijo de mi Ser divino. Los rayos que surgen de este Sol llenan todo el infinito. No son sino mi Voluntad unida con mi Amor y con la Sabiduría que eternamente surge de este Amor. De modo que estos rayos están totalmente vivos en todas partes y son idénticos a mi Ser.

2. Donde quiera que caiga tal rayo, allí estoy Yo mismo, perfectamente presente como en el mismo Sol, no sólo produciendo efectos, sino también personalmente, debido a lo cual esta Personalidad es Una y la misma por todas partes. A dónde vayas, me encontrarás integro. Entra en cualquiera de las pequeñas casas que ves, y puedes estar seguro que me encontrarás en ella como dueño perfecto».

3. «Si es así», observa el orador, «entonces, tal como te veo, no eres el Cristo básico que vivía y enseñaba en la Tierra, sino sólo un reflejo fiel y perfecto de Él: por lo demás sigues viviendo en la Luz inaccesible. Si la cosa es así, entonces de todo esto resulta un politeísmo evidentemente».

4. «Escucha, hermano e hijo, veo que tu forma de pensar es todavía demasiado natural. Pero en cuanto interiormente empieces a pensar de manera espiritual, tu parecer será totalmente distinto. Para que a partir de tu forma de pensar natural puedas empezar a pensar espiritualmente con más facilidad, te llevaré allí, y te presentaré algunos ejemplos naturales.

5. En el mundo no viste sino un solo Sol. Pero cuando lo mirabas en un espejo, también lo veías en él. De ninguna manera puedes decir que el Sol del espejo era otro que el del cielo. Si te hubieras servido de miles de espejos, ¿no habrías visto en cada uno de ellos un Sol perfecto que irradiaría una luz igual de fuerte y el mismo calor?».

6. «Sí, eso es evidente».

«Bueno, aún te pondré otro ejemplo. Seguro que alguna vez habrás oído hablar en la Tierra de espejos cóncavos».

«Sí, yo mismo tenía uno».

7. «Si capturas los rayos del Sol con un espejo así, los rayos reflejados pueden provocar un efecto mil veces mayor que los que proceden directamente del Sol.

8. Si te sirves de miles de espejos cóncavos, cada uno de ellos producirá el mismo efecto multiplicador.

9. ¿Pero qué es lo que produce ese efecto en tales espejos? Siguen siendo los mismos rayos del mismo Sol.

10. Y, ante la evidencia de semejante multiplicación, te pregunto: ¿acaso fue multiplicado realmente el mismo Sol o sólo sus efectos?».

«Es evidente que sólo los efectos».

«Entonces, ¿cuántos Soles tenías en tus espejos?».

«Imágenes, tantas como espejos. El Sol siempre fue uno y el mismo».

11. «Pues lo que precisamente muestra este ejemplo tomado de la naturaleza, aquí se vuelve realidad viva, en toda plenitud».

12. «Lo acepto. Pero si nos acercamos a estos Soles aparentes y tratamos de analizarlos para llegar a conocer el ser particular del Sol, todos estos Soles aparentes no sirven».

13. «Correcto», dice el Padre. «¿Pero qué ganaríais tú y toda la Tierra si el propio Sol se os acercara de la misma manera en que tú te acercaste a él mediante los espejos cóncavos? ¡Tú y toda la Tierra os disolveríais instantáneamente como una gota de agua en un hierro incandescente! ¿Qué ventaja encontrarías en haberte acercado al verdadero Sol?

14. Y te digo que mucho más extremo aún sería el caso tratándose del Sol Mío que ves ahí arriba. Este tiene que permanecer eternamente en un centro inaccesible, al cual ningún ser puede acercarse más de lo que el Orden establecido permite. Porque si se acerca mas, resultará aniquilado instantáneamente. Eso es lo que le fue dicho a Moisés cuando quiso ver el semblante de Dios, porque en su caso el término “ver” no quería decir percibir con la vista sino acercarse al Ente esencial de la Divinidad.

15. Aquí soy Uno y el mismo que ese Sol, y esto de manera que puedes acercarte a Mí como un hermano a otro. ¿No es esto mucho mejor para ti? ¿Acaso esta solución no manifiesta más Amor y Misericordia que permitir que te acercaras al Sol donde no te esperaría sino la aniquilación completa?

16. ¡Que felicidad más imperfecta serían la tuya y la Mía, si a Mí -como Padre- no me fuera posible presentarme en persona, en toda Plenitud, donde quiera que estén mis hijos!

17. ¡Ten en cuenta que el Cielo es infinito! Si no me fuera posible una multiplicación sustancial infinita como esa, una multiplicación totalmente inofensiva para mi Unidad, entonces mis hijos quedarían huérfanos y Yo mismo estaría solo entre ellos.

18. Yo soy perfectamente el Padre mismo y tengo la misma Consciencia divina viva, todo el Amor divino, y toda la Sabiduría y la Omnipotencia. Eso lo puedes deducir del hecho de que Yo -sustancialmente en persona- te haya traído aquí y de que en el mismo camino te haya demostrado el Poder de mi Amor, de mi Sabiduría y de mi Voluntad perfectamente divina.

Si aún no te basta con todo ello, entonces piensa lo que quieras, y Yo haré que lo que pienses sea creado instantáneamente delante de ti.

19. Sé que te has imaginado una región de la Tierra, muy familiar para ti. Mira, ya te la he creado enteramente perfecta, visible y palpable».

20. «¡En verdad esto sólo lo puede hacer Dios!».

«Entonces también aceptarás que Yo -que estoy aquí delante de ti y te revelo los milagros de mi Ser- soy perfectamente el mismo de allí arriba en mi Esencia original eterna en ese Sol».

21. «Pues sí, de esto estoy ahora completamente convencido. Pero si fuera a una de estas otras casas y Tú te quedaras aquí, y si allí encontrase evidentemente a un segundo Ser -un Ser que es del mismo Origen que Tú- ¿será este Ser verdaderamente Uno contigo y parecido a Ti en todos los sentidos?».

22. «Puedes comprobarlo tú mismo. Haré que te encuentres lejos de aquí, delante de una casa cómo estas, con la rapidez del pensamiento. Yo me quedaré aquí mientras tanto y, cuando vuelvas, la asamblea te lo confirmará. Después me dirás si allí me has encontrado tan perfecto como aquí. ¡Así que ve!

23. Hermano e hijo, ¡ya estás aquí, en la profunda mañana! Si miras a tu alrededor, la asamblea ya no está. No ves sino la infinitamente extensa mañana con sus moradas. Y ves que Yo soy exactamente el mismo de allí.

24. Así es y no puede ser diferentemente. Porque si no lo fuera, entonces nunca habría habido ni Creación ni hombres. Porque la vida de cada hombre no es sino un retrato perfecto de la Mía. Y si millones de hombres viven según mi Palabra, ¿acaso sólo uno podrá decir: “Cristo vive en mí?”. ¿O no pueden decir lo mismo todos los justos? Y si todos lo pueden decir, ¿acaso Yo tendría que ser por eso un Cristo repartido entre ellos o sólo uno eternamente completo?

25. Soy y seré eternamente Uno y el mismo en el corazón de cada hombre. Y si hay millones y millones que me llevan dentro de su corazón, siempre integralmente, no hace falta por eso que cada uno tenga un Cristo particular, sino que en el corazón de cada cual more perfectamente el mismo Cristo.

Bueno, ¿qué dices? ¿Acaso no soy Yo aquí perfectamente el mismo que allí, cuando nos abandonaste a Mí y a tu asamblea?».

26. «Sí, Señor, eres perfectamente Uno y el mismo, y no hay la menor diferencia ni en tu apariencia, ni en tu Palabra, ni tampoco en tu Querer divino. Por eso me parece como si me hubieras acompañado en mi viaje con la misma rapidez».

«Es comprensible que tengas esa impresión. Pero ya te he dicho que, en cuanto volvamos, tu asamblea te confirmará que no la he abandonado. ¡Por eso te digo ahora que vuelvas!

Bueno, ya que has vuelto, dime ahora qué impresión tenías allí de Mí».

27. «Tú mismo estabas allí igual que ahora estás aquí, no había ni la menor diferencia».

«Eso es correcto. Pregunta a la asamblea si me he alejado o no de aquí durante tu ausencia».

El orador se dirige a la asamblea, y esta le confirma: «¡En absoluto! Cuando te fuiste, el Señor nos explicó detalladamente cómo lo estabas pasando allí».

El Señor continúa: «Ahora presta mucha atención, aunque te digo que no se trata aquí de milagros sino únicamente de un Orden perfecto.

28. Si en el mundo hubieras sido óptico, habrías comprendido inmediatamente el siguiente ejemplo. ¿Cómo es posible que muchas personas consideren simultáneamente un objeto cómo único, pese a que cada cual ve el suyo? Eso es cosa del ojo humano. El objeto refleja rayos en todas direcciones, y cada cual recibe en los ojos una combinación de los mismos, y reproduce en ellos una imagen idéntica.

29. Cada cual no contempla en su interior sino esa imagen idéntica del objeto observado. ¿Acaso por eso, el objeto contemplado se ha multiplicado o subdividido?».

«En absoluto».

30. «Lo mismo pasa aquí. Sólo que lo que en el mundo es un asunto natural en el ámbito de la materia muerta, aquí está perfectamente vivo.

Pero aún podrás ver este milagro más profundamente. Sólo que antes todavía tendrás que digerir un poco las revelaciones ya recibidas, revelaciones que son el verdadero pan de los Cielos.

31. Mientras tanto entraré en esta morada mía donde mis siervos van a preparar mi mesa para que, junto con toda la asamblea, puedas estar sentado conmigo a la mesa por primera vez y probar en ella el pan de tu verdadero Padre celestial.

De modo que esperes un poco hasta que Yo vuelva a buscarte».

Capítulo 61. La cena en la mesa del Padre: cordero, pan y vino

1. Los visitantes preguntan al guía: «¿Seguiremos con ellos?».

«Por supuesto», les responde. «Todo esto sucede para vuestra instrucción. Por eso conviene que participéis hasta el fin del episodio. Por “hasta al fin”, debéis entender una entrada perfecta en el Orden divino.

Ahora mismo el Señor sale de su morada y hace una señal para que entre la asamblea».

2. «¿Cabremos todos en esta pequeña casa?».

«¡No os preocupéis! Aquí se confirma el dicho: “Ovejas mansas caben muchas en un corral”. También en un espacio limitado caben muchas cosas bien ordenadas.

3. Pero mirad, la asamblea entra; de modo que sigámosla.

Ya están todos bien acomodados en una sola sala. Como veis, el Señor mismo se ha puesto un delantal y les sirve. ¿Qué es lo que sirve?

4. Tenemos la Cena del Señor ante nosotros: cordero asado, pan y vino. Fijaos en que también aquí el Señor parte el pan y sirve a cada cual un buen trozo, y en que todos beben vino del mismo cáliz.

5. La asamblea se revitaliza. Y los rostros de los invitados irradian una enorme gratitud y un gran amor al Señor.

Vosotros acostumbráis a decir, “El pelo corto pronto se peina”: tampoco aquí se celebran banquetes eternos. ¡Pero continuemos observando!».

6. El Señor toma la palabra: «Bueno, mis queridos amigos, hermanos e hijos, acabáis de fortaleceros por primera vez en mi Reino; también sabéis ahora que Yo aquí, como en todas partes, estoy, sustancialmente en persona, siempre en casa. Ahora volved a salir conmigo: os despertaré del todo y os prepararé para vuestra verdadera tarea eterna.

Como ya estamos todos reunidos delante de la casa, oíd mi Voluntad:

7. Ya escuchasteis en la Tierra que la mies es mucha pero que todavía hay escasos operarios en mi gran viña. Este es el sitio donde, al igual que muchos hermanos anteriores a vosotros, os volveréis verdaderos labradores y braceros que recogerán mi cosecha. Pronto veréis los aperos agrícolas necesarios para el buen gobierno de la casa: un arado y un rastrillo, hoces, azadas, picos, y cuchillos para la vid. Alrededor de vosotros hay grandes campos y viñas. Y más hacia la mañana un verdadero bosque de árboles frutales.

8. Estos son los campos que tenéis que cultivar, aunque no como lo hacíais en la Tierra, sino en sentido más esencial, más vivo por lo tanto. Aquí no araréis ni rastrillaréis. Ni segaréis el trigo, ni cultivaréis las viñas, ni tampoco recogeréis fruta, porque todo eso no es aquí sino una correspondencia exterior a vuestra actividad en el amor, la cual debéis consagrar a vuestros hermanos de la Tierra.

9. Pero no sólo a los hermanos de la Tierra. Pues os hablo en sentido general, y por eso os digo: aún tengo muchos rebaños que no viven en el corral de la Tierra, sino, según su género, en incontables cuerpos terrestres y celestes. Y todos deben ser traídos a este corral de la Vida eterna.

10. Os doy mi Fuerza en plenitud para que por todas partes a dónde Yo os mande podáis actuar perfectamente como si fuera Yo mismo.

También podría hacerlo Yo, pero os confiero esta facultad para que así vuestra bienaventuranza a mi lado pueda aumentar de eternidad en eternidad.

11. Cuando os envíe aquí o allá, podréis, como Yo, abarcar desde vuestro fondo más íntimo cualquier mundo natural por más remoto que sea. Todo os será manifiesto: desde el núcleo más interno hasta la corteza más exterior, y viceversa. Y siempre conoceréis perfectamente los cargos que tendréis que desempeñar.

12. Os acabo de explicar cuál es vuestro gran destino, en el que podréis actuar plenamente dentro de mi Amor, mi Sabiduría y mi Orden. De modo que os convoco y os hago verdaderos ángeles de mi Reino y, con ello, también verdaderos vecinos de mi Ciudad santa: la Jerusalén eterna.

¡Que se abra ahora vuestra visión interior para que podáis apreciar la grandeza y magnificencia de Aquél que habla con vosotros y que permanecerá eternamente con vosotros!

¡Mirad hacia la mañana y decidme qué es lo que veis!».

13. «¡Oh Señor!», exclama el orador principal. «¡Mi Jesucristo querido! ¡Tú eres el verdadero Padre eterno, lleno de Amor, y santo, más que santo!

Veo una Gloria inconmensurable, y dentro de ella una ciudad que parece no tener fin. El Sol está en el cenit -¡qué Sol más maravilloso!- y la Ciudad brilla tanto como el mismo Sol. Y vuelvo a ver mi antiguo cielo estrellado, pero ahora, ¡Dios mío!, percibo las profundidades infinitas de tus creaciones. ¡Esto sí puede llamarse Cielo! Confirma lo que escrito está:

14. “¡Ni ojo vio, ni oído oyó, ni hombre pensó lo que Tú, santo Padre, has preparado para los que te aman!”. ¡Las infinitas bienaventuranzas que ahora contempla mi ojo inmortal! ¡Oh santo Padre, lleno de Amor! ¿Me permites que te abrace y ame con todo el impulso de mi corazón?».

15. «Hermano e hijo mío», le responde el Señor, «¡estoy delante de ti! ¡Ámame tanto como puedas! Precisamente por ello es por lo que te he creado: para que me ames completamente lleno de bienaventuranza, para que seas un hijo querido mío, sumamente querido, al cual también Yo pueda amar con toda mi plenitud de Padre divino.

16. Ahora nos dirigiremos a mi Ciudad. Y no preguntéis qué ocurrirá con estas casas, pues no son sino correspondencias de la verdadera humildad que surge del amor puro hacia Mí. Continuarán existiendo y las visitaremos frecuentemente. Pero como mi gran cancillería se encuentra en la Ciudad, también mis ángeles han de estar allí donde los espera su gran destino: la actividad dentro de mi Amor».

17. «Entones, ¿quienes las ocuparán?».

«En la Tierra, los habitantes de la ciudad disponen frecuentemente de casas de campo para descansar. ¿Por qué no habríamos de tener nosotros algo parecido? Por eso os digo que cada vez que hayamos realizado buenas acciones, nos permitiremos un buen reposo en ellas. Vayamos pues a mi Ciudad».

18. A estas alturas, el guía se dirige a los visitantes y comenta: «Como veis, el Señor lleva la asamblea a la Ciudad santa. Acerquémonos también a esta Ciudad de ciudades de todo el infinito con uno de nuestros viajes rápidos.

19. Desde la puerta de la Ciudad de Dios vienen multitudes al encuentro del Señor. Primero los bien conocidos amigos del Señor: sus apóstoles y todos los patriarcas y profetas desde Abraham. Hay un gran júbilo; todos abren los brazos para recibir al Señor con el amor más ardiente y, con gran felicidad, reciben la nueva asamblea conquistada.

20. Ya se ha encontrado el gentío y todo el escenario está envuelto en una gran Gloria que surge del Señor y se comunica a todos.

21. ¿Qué os parece esta escena? Pero continuemos. El Señor deja que todos entren en la Ciudad y Él les sigue como un simple pastor a su rebaño.

Ahora también nosotros estamos en la Ciudad. No hay palabras que puedan describir la majestad y magnificencia que se ven en sus aceras a lo largo de las calles. Todo está bañado en la Gloria del Señor. Brisas santas corren por calles y callejuelas, brisas que son la Vida que surge del Señor en abundancia infinita.

22. Ahora el Señor se detiene ante una gran vivienda y dice a la asamblea: “¡Venid aquí, amados míos! Esta es nuestra casa y nuestra cancillería; aquí nos instalaremos”.

23. La asamblea entra siguiendo al Señor. ¡Ved las muchas salas maravillosas, todas preparadas para recibir a los nuevos ciudadanos del Cielo!

24. El Señor les dice, indicándoles un tablón luminoso37: “Este tablón siempre os indicará mi Voluntad”.

Ahora levanta las manos y los colma con el Espíritu omnipotente de su Amor; ellos se ponen a conversar acerca de las infinitas relaciones divinas de las cosas.

25. Habéis visto el verdadero destino del hombre en el verdadero Cielo perfecto y, finalmente, también la redención de esta asamblea.

26. Pero no penséis que les ocurrirá lo mismo a todos aquellos que están en el Cielo ficticio.

Este camino está reservado sólo a los pocos que siempre amaron al Señor sobre todo durante su vida en la Tierra, pese a las concepciones erróneas que les enseñaron.

27. Como esa es la Voluntad del Señor, aún seréis testigos de la suerte de muchos otros. Por eso saldremos ahora de esta santa Ciudad y, a nuestra manera rápida, volveremos al Vaticano espiritual.

28. Ya veis que, sólo con decirlo, estamos delante de un convento».

«Sentimos mucho tener que salir tan pronto de la maravillosa Ciudad de Dios», dicen los visitantes. «Pero ya que estamos aquí, nos gustaría saber a qué orden pertenece este convento».

«Aquí conoceréis una orden de monjas, las carmelitas», les responde el guía. «Sabréis de manera viva cómo andan las cosas en el convento. Pero, antes, intentad recordad algo sobre ellas, así podréis apreciar más fácilmente si las actividades de esta orden pueden agradar a Dios o no».

Capítulo 62. Visita a las carmelitas

1. «A ver si nos dejan entrar», dicen los visitantes, «porque si esta orden funciona aquí como en la Tierra, poco provecho sacaremos».

«Amigos, estas monjas todavía tienen la misma condición que en la Tierra», les responde el guía. «Pero eso no nos puede hacer cambiar de idea. Acudimos con más facilidad todavía que las pesadas moscas justamente allí donde presentimos algún secreto. Entremos de hurtadillas y curioseemos donde haya algo prometedor.

2. Para estos seres seremos invisibles todavía durante mucho tiempo. Sabed que los espíritus angélicos son totalmente invisibles para los espíritus de los Cielos inferiores -ya sea por voluntad propia o por voluntad del tercer Cielo-, a no ser que los espíritus de los Cielos inferiores ya hayan asimilado en su interior el fluido del amor al Señor, lo que se manifiesta primero en forma de una buena comprensión, y luego en una gran actividad en el amor según dicha comprensión.

Por eso podemos entrar en el convento sin la menor preocupación, nadie nos verá. A mí no me verán porque soy vecino de la Ciudad santa, y a vosotros tampoco porque os encontráis en mi esfera por voluntad del Cielo supremo, que es la Voluntad del Señor.

3. Ya estamos en el comedor. Acaban de traer unas fuentes con comida de vigilia, y llegan unas monjas. ¿No os parece que están vestidas como en la Tierra?».

«Nunca hemos tenido ocasión de ver ninguna de cerca. Pero van vestidas como hemos oído decir».

4. «Ahora bendicen la mesa», continúa el guía, «con un rosario voluminoso y unos cuantos latinajos sacados de salmos y de padres de la Iglesia, que ninguna comprende. La superiora se sienta. Todas hacen una gran reverencia y permanecen de pie al lado de sus sillas. La superiora da la señal de que se sienten, y al sonar una campanilla, las monjas saben que pueden servirse de la fuente.

5. Todas pueden comer, menos una, que tiene que leer la Pasión de Cristo a las que comen. Las monjas terminan su comida y la superiora toca de nuevo la campanilla, lo que significa que todas deben levantarse. De nuevo hacen una gran reverencia ante la madre superiora y se arrodillan. Dicen una oración de gracias con otro rosario voluminoso, seguido de cien avemarías rezadas en silencio, lo que les lleva tres cuartos de hora. A eso siguen unas cuantas oraciones en latín. Terminadas las oraciones, se acercan al crucifijo y se echan al suelo. Lo mismo hacen ante la imagen de María, de José, y de Teresa, fundadora de la orden. Y como la madre superiora representa a Teresa “in corpore”, también se postran ante ella.

Veamos cómo se desarrolla la escena».

6. La superiora da la señal para que todas se levanten y les anuncia: «Dentro de una hora tenéis que estar preparadas para la oración del coro. Repasad las oraciones en vuestras celdas, para que no haya fallos al recitarlas, lo que fácilmente podría hacernos cometer un pecado venial. Hasta el más justo peca siete veces al día ante Dios, y hay que evitar que sean ocho o más».

7. Una monja ruega a la superiora que le conceda permiso para hablar. Como en estos momentos no hay silencio obligatorio, esta se lo consiente.

«Venerable novia de Cristo», dice la monja. «Cuando todavía vivíamos en la Tierra, la vida severa dentro del convento era de nuestro agrado porque con ella queríamos ganar el Cielo. Pero hace bastante que hemos cambiado nuestra vida terrenal por la eterna, y como en esta “vida eterna” continuamos con la severidad de nuestra vida monástica sin ver absolutamente nada del Cielo, una se pregunta si esta vida de convento no acabará nunca, ¡sería horrible!».

8. La madre superiora reacciona: «¡Hija desobediente! ¿Cómo es posible que tu corazón ceda tanto sitio al diablo? ¿Cómo puedes tener la desfachatez de hacer semejante pregunta? ¿Es posible que no sepas que antes del día del juicio nadie puede entrar en el Cielo? ¿Acaso no sabes que Cristo, el Señor, por los ruegos de la Santísima Virgen María, de santa Teresa, y de San José, perdonó el purgatorio a nuestra orden por ser la más severa? ¿Y acaso no sabes que Él -por ser tan severas- nos ha concedido la Gracia de que podamos hacer penitencia incluso después de nuestra vida terrenal para purificarnos completamente de los pecados cometidos en ella, incluso de los mortales?

Las reglas establecidas por la sublime fundadora de esta orden tienen que ser observadas con la máxima severidad. De lo contrario sucederá que cuando una hija desobediente como tú esté delante del Juez inexorable y severo el día del juicio, oirá la sentencia: “¡Apártate de Mí, maldita, nunca te conocí como hermana Mía!”».

9. Con estas palabras de la madre superiora la pobre monja queda como fulminada por mil rayos. Se desploma pidiendo a la superiora el castigo que merece.

«Realmente mereces un gran castigo», le responde la superiora, «pero, por esta vez, sólo te escarmentaré con una bofetada y un día de ayuno; pero no tardes en llamar al confesor y confesarle tu sacrilegio. Y en honor de la santa Trinidad, de los cinco estigmas de Jesucristo, de su calvario, en honor de su santísima Virgen madre María, de San José y de Santa Teresa, cumplirás diez veces la penitencia que te imponga.

¡Y ahora levántate para que pueda darte la bofetada que expulse al diablo!».

10. La monja se levanta y, completamente sumisa, le tiende la mejilla. Y la madre superiora le arrea una buena bofetada. La monja llora amargamente, da las gracias por el escarmiento y se retira a su celda.

Las demás siguen su ejemplo.

Capítulo 63. La monja en el confesionario y el verdadero confesor

1. Nada más llegar a su celda, la monja toca una campanilla para llamar a la guardiana. Llega y la monja le explica que hay que llamar al confesor para que, incluso antes de la oración del coro, quede purificada del pecado que ha cometido ante la madre superiora. La guardiana se va y la monja baja al confesionario donde, arrodillada, espera al confesor.

2. Este llega, acerca su oído a la rejilla y anima a la monja a que comience su confesión.

El confesor le escucha y le dice: «Hija mía, evidentemente has pecado contra las reglas de la orden establecidos en la Tierra, pero no contra el Orden de Dios que te inspiró pensar de esa manera; pecaste contra las reglas de la orden que te prohiben pensar así. Por infringir esas reglas, ya la superiora ya te castigó duramente. Además has cumplido con su mandato de confesarte inmediatamente.

Pero de lo que aquí se trata es de que Dios perdone tu pecado. Por eso es necesario que sepas que Dios nunca ha sancionado semejantes reglas monásticas con su Palabra.

Aunque algunos reglamentos establecidos por hombres hayan estado miles de años en vigor, Él nunca los sancionó como suyos. Y nunca ha tenido en cuenta, ni lo tendrá, si alguien falta a reglas mundanas a las que está más o menos obligado. Por lo tanto Dios no tiene nada que perdonarte».

3. La monja está asustada: «Reverendísimo confesor que estás aquí en la sede de la justicia divina, ¿cómo puedes decir que nuestra orden y sus estatutos no son divinos sino sólo establecidos por el hombre? Como tengo que informar luego a la madre superiora, ambos nos exponemos a un castigo severo. A mí me tratarán de poseída por el diablo y a ti te excomulgarán por hereje cierto. ¡Así que te ruego que te expliques más claramente!».

4. «Escucha, querida hermana mía, quien ama a Cristo sobre todo, al verdadero Señor del Cielo y de la Tierra, no teme la excomunión. La gente apegada a lo mundano y que todavía conoce poco a Cristo se ríe hoy en la Tierra de semejante absurdo. ¿Por qué se ríen? Porque la arbitrariedad de semejantes reglas no les perjudica en sus negocios. Y con más motivo aún se pueden reír todos aquellos que aman a Cristo verdaderamente; se supone que a ellos semejante arbitrariedad les importa mucho menos todavía.

5. ¿Acaso nunca oíste lo que Cristo dijo en el Templo a la adúltera cuando los fariseos y escribas se la presentaron y, según la ley mosaica, la declararon culpable?».

6. «Lo sé», responde la hija penitente. «¿Pero qué me quieres decir con eso?».

7. «Sólo que Cristo es mucho más moderado en su juicio que sus sacerdotes y escribas. Estos condenaron a la adúltera a ser lapidada sin la menor piedad. Cristo, sin embargo, les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado, que arroje la primera piedra”.

8. La sentencia hizo que los fariseos y escribas quedasen como fulminados por el rayo, porque conocían muy bien la ley que intentaba que la clase superior del sacerdocio hebreo no pecara. Los fariseos y escribas la conocían tan bien como la que se refería a las mujeres adúlteras. Además, sabían perfectamente que también ellos mismos habían cometido adulterio, física y espiritualmente.

Por ello esta sentencia inequívoca les asustó de tal manera que, olvidándose completamente de la adúltera, se largaron uno tras otro. Por aquella vez los fariseos y los escribas ya no quisieron provocarle más, temiendo que Él pudiera revelar sus pecados a muchos judíos de buena fe que, por su parte, podrían aplicarles luego a ellos la severa ley de Moisés.

¿Y qué pasó con la adúltera? ¡Se quedó sola! ¿Acaso el Señor la condenó? ¡En absoluto! Le preguntó: “¿Te han condenado quienes te trajeron aquí?”.

“No, Señor, nadie me ha condenado”.

“Tampoco Yo te condeno. Vete y no peques más”.

9. Bueno, hija mía, ¿qué dices tú acerca de este modo de actuar del Señor?».

«No puedo decir sino que el Señor es evidentemente mucho más misericordioso y clemente que todas las mejores personas del mundo juntas».

«Si piensas que el Señor es tal y como dices», continúa el confesor, «entonces también aceptarás que mi exposición es completamente válida. Si en el ejemplo de la adúltera la Bondad del Señor no se atenía a la ley de Moisés, una ley que al fin y al cabo tuvo su origen en Él, ¡cuánto menos aún se atendrá a las reglas de un convento! El Señor es totalmente soberano y puede hacer lo que quiera.

Y si alguien le pregunta: “¿Qué haces?”, entonces Él no le responderá.

Te digo que el Señor me ha enviado aquí plenamente en su nombre. Si actúo en su nombre, ¿a qué o a quién temeré?».

10. La monja le responde: «Si actúas plenamente en su nombre, ¡al Señor, seguro que no!».

«Entonces, si no he de temer al Señor, ¿acaso temeré a tu convento o a las arbitrariedades canónicas? ¡Ni pensarlo! Y por lo tanto te digo: si alimentas un verdadero amor al Señor, entonces, llevada por ese amor, debieras estar dispuesta a arriesgar algo. Por ejemplo, ahora mismo vas a tu superiora y le comunicas todo lo que te dije. Y dile también que mi Voluntad es que venga contigo a verme».

11. «Y ¿qué penitencia debo hacer?».

12. «Sólo comunicar a la superiora todo lo que te he dicho», le responde el Confesor.

13. La monja se levanta. Y como la madre superiora ya empezaba a sospechar por su larga ausencia, venía a buscarla al confesionario. En el umbral, la monja le comunica todo lo que el confesor le había dicho.

La superiora se lleva las manos a la cabeza y le responde: «¡Ya ves las consecuencias del pecado que has cometido! ¡La Gracia de Dios te ha abandonado por completo! Un diablo ha adoptado la forma de ángel de Luz y ha entrado en el confesionario para explicarte esa enseñanza condenable. Además, incluso quiere implicarme a mí que soy el alma de todo el convento para luego, con mi ayuda, poder arrojar todo el convento a la perdición eterna.

Muchas veces temí que un día traerías mala suerte a esta santa casa de Dios. Ahora no nos queda más que un solo remedio: reunirnos y exponer nuestra gran aflicción a la virgen María bienaventurada, a San José y a Santa Teresa. Estaremos perdidos si ellos no nos atienden porque aquí ya no hay Gracia de Dios ni Misericordia».

14. «Reverendísima madre», le contesta la monja, «diga usted lo que quiera, pero después de las explicaciones del respetable confesor, no le creo a usted ni una sola palabra. Y si aquí fuera posible, preferiría morir otra vez antes que poner mínimamente en duda lo que él ha dicho».

15. Ante eso, la reverenda madre superiora se dispone a aplicarle otra bofetada por puro celo monástico. Pero el Confesor rompe la rejilla con un solo gesto y quita la monja de su alcance.

Capítulo 64. Liberación de las pobres prisioneras. “Juicio” y “día del juicio”

1. Ante esto, la superiora se santigua repetidas veces, acude a la pila de agua bendita y rocía diligentemente con abundante cantidad de líquido al confesor y a la hija de confesión. También llama a las demás monjas para que le ayuden. Estas vienen corriendo y clavan sus ojos en el Confesor, pero no pueden descubrir en Él nada diabólico. La superiora hace una gran cruz delante de la monja y se acerca al Confesor para arrebatársela por la fuerza.

Al mismo tiempo grita con vos chillona: «Asqueroso diablo infernal que, disfrazado de ángel de luz, has tenido la maldita desvergüenza de introducirte con patrañas en nuestro santuario: ¡te ordeno en nombre de la santa Trinidad, de la santísima virgen María, de San José y de Santa Teresa, que abandones instantáneamente este lugar sagrado y que te retires a tu fuego infernal para quemarte allí eternamente!».

2. Al Confesor no le impresiona el torrente de maldiciones, y dice: «Escucha, superiora, la más ciega de este pobre rebaño: me has llamado diablo y has evocado mi perdición; ¡dime si yo -tu supuesto diablo- os he hecho algo infernal a ti o a esta hermana!

3. A la hermana sólo le he dicho lo que es la plena verdad en este reino de los espíritus. También le dije que te llamara para que igualmente tú, como superiora, estés bien informada de la Verdad divina.

Pero, en vez de escucharme, has blandido inmediatamente la espada llameante del verdugo y, si hubieras podido, habrías acabado de un solo tajo con esta infeliz o, al menos, la habrías despachado al infierno.

4. Yo, tu supuesto diablo, tuve compasión de ella y, con mi Poder, la salvé de tu rabia. En cambio tú me has enviado al infierno con tus maldiciones.

5. Si comparamos nuestros corazones, ¿en cuál de los dos hay más amor al prójimo: en el tuyo, pretendidamente celestial, o en el mío, supuestamente diabólico?

6. ¡Te digo que se acabó tu dominio sobre este pobre rebaño ciego! Es verdad que Teresa fundó esta orden en la Tierra. Pero en aquella época su lema era el amor al prójimo, y la norma principal de la orden la actividad en el amor, así como la muy necesaria pureza de corazón, reglas todas que Teresa introdujo en la orden que fundó. La orden fue así del agrado de Dios. Pero tus reglas, junto con una clausura extremadamente severa, con las muchas oraciones incomprensibles para la mayoría de las monjas que con ellas no hacen sino cansar la boca, son un horror para el Señor. Sobre todo cuando una superiora como tú está dominada por el afán de mando.

7. ¿Acaso oíste alguna vez en la Tierra que hubiera también conventos en el mundo espiritual, además de clausura? Creíais, si estoy bien informado, que tras de dejar el cuerpo atrás sólo tendríais que esperar el día del juicio como en un dulce sueño del alma. O que entraríais directamente en el paraíso o, mejor, en el mismo Cielo. Esto es lo que pensabais, así que, ¿de dónde ha salido este convento?

8. Todas os quedáis aleladas ante la pregunta. ¿No es la misma pregunta que la monja te hizo a ti, a la jefa? Como no supiste contestarle te pusiste furiosa y le diste una amarga bofetada.

9. Te diré de dónde sale: el convento está fundado en tu afán de mandar. Tú eres quien, con patrañas y con tu ciego afán, lo has fundado en el mundo espiritual para ti y para estas pobres hermanas. Por eso es un convento fantasma y un horror para el Señor. Aunque pienses que soy Belcebú, te digo que tengo Poder suficiente para anular la clausura de todas estas pobres hermanas y para darles la libertad, dejándote sola en él hasta que tal vez llegues a entender que este convento de clausura es una idea errónea del espíritu, sin nada verdadero ni bueno.

10. Pero para que tú y las pobres hermanas sepáis que realmente tengo Poder para hacer lo que digo, que vengo directamente de Dios y no soy el Belcebú al que tú, la jefa, has rociado con tu agua bendita, en primer lugar os digo que esta monja a la que he salvado es la misma Teresa, enviada por Mí para libraros de vuestra obsesión. Y en segundo lugar que Yo soy el mismo a quién Teresa amaba tanto.

Si no lo creéis, entonces, como Tomás, podéis tocar mis estigmas con vuestras propias manos.

11. Tú, superiora de este convento, me has condenado a la perdición eterna en tu gran ceguera. Tengo más Poder del necesario para condenarte a ti, además eficazmente. Pero para que veas que Yo soy mejor que tu orden, no te condeno sino que te enseño y te indico el camino para llegar a Mí. De momento aún no puedes seguirme; sólo podrás cuando hayas demolido tu convento ilusorio desde los cimientos».

12. Todas las monjas se echan al suelo ante el Señor, alabándole y elogiándole por su gran Amor y su Misericordia, y le piden clemencia para la superiora.

«Ya que lo habéis pedido, así será», dice el Señor, «pero la superiora tiene su propia voluntad y la tendrá eternamente. Si quiere demoler el convento, será libre de acompañaros. Pero si lo quiere conservar, no se lo quitaré de encima hasta que no quiera entregármelo voluntariamente».

13. La superiora queda como petrificada ante la asamblea y no sabe qué hacer; la situación le parece cosa del diablo.

El Señor le dice: «¿Qué rumias? ¿No fue siempre uno de vuestros dogmas que el diablo huye ante el nombre de Jesucristo? ¿Y que todas las rodillas han de doblarse ante este nombre, en el Cielo, en la Tierra, y bajo ella? Si Satanás tiene semejante miedo al nombre de Jesús, ¿acaso lo pronunciará o tomará cuerpo en Él? ¡Tu estupidez es inigualable! De momento aún no estás preparada para recibir una Luz más pura y todavía te costará mucho desmontar en tu interior hasta la última piedra de este convento.

14. Y aún te digo más: si un día quieres verte libre de él, no podrás dirigirte sino a Mí.

15. En balde esperas el “día del juicio”, porque el juicio está continuamente presente ante todos los hombres y dura eternamente. Para los justos que actúan dentro del amor es el proceso de resurrección para la Vida eterna, el renacimiento perfecto del espíritu. Pero habrá un juicio continuo para los que no quieren aceptarme en su interior ni en el espíritu ni en la verdad, por lo cuál no quieren acogerme con todo su amor.

16. Ahora ya sabes a qué atenerte. Hazme caso y habrá llegado tu “día de la Vida”, que será tu entrada en la Vida eterna. De lo contrario, ya no verás durante eternidades el Sol que ahora ves».

El Señor se dirige a las hermanas y les dice que le sigan.

17. La superiora, desesperada, se prosterna a los pies del Señor y le implora: «Señor, ya que ahora te he conocido, ¡te pido que no me dejes sola!».

«Aquí está mi querida hermana Teresa», le responde el Señor. «Quiero que se quede contigo y te ayude a derruir tu convento».

Y el Señor se dirige hacia la mañana con su pobre rebaño.

18. El guía reanuda la conversación dirigiéndose a los visitantes: «Mirad como Teresa levanta amorosamente a la superiora y se la lleva a su convento para enseñarle allí los verdaderos caminos hacia el Señor.

Teresa no tardará mucho en liberar a su hermana, ciega por ahora, de su convento de clausura. Pero todavía no podrá ser llevada inmediatamente a la mañana, sino que será conducida al mediodía o segundo Cielo.

19. Bueno, habéis sido testigos de una liberación en otro lugar de bienaventuranza espiritual, erróneo y ficticio, pero todavía pasable. Hay todavía muchos Cielos ficticios similares donde las condiciones son bastante peores.

Visitaremos a continuación un convento de monjes, también uno de los más severos, y veréis las dificultades con las que la vida tiene que luchar allí donde una multitud de conceptos erróneos sofoca totalmente su cultivo.

20. Así pues, que nadie se aferre a idea ninguna, y que el amor al Señor y al prójimo sea siempre la única norma de vida. Porque el amor es un suelo fértil donde la semilla de la vida prospera excelentemente. Si antes se siembran en él malas hierbas, la siembra buena crecerá luego con dificultad.

Capítulo 65. Los agustinos y sus ideas

1. De modo que dejemos este convento de monjas y continuemos un trecho nuestro camino. Entre el mediodía y la tarde divisamos un edificio que, a primera vista, se ve que es un convento. Hay una ostentosa iglesia con dos campanarios enormes y el convento, que está a ambos lados de ella, tiene las ventanas muy pequeñas. El conjunto está vallado por una gran muralla».

«¿De qué congregación se trata?».

«De una de las más severas, la de los agustinos descalzos.

2. En sus tiempos fue una orden de penitentes muy considerada, establecida según los estatutos del doctor de la Iglesia Agustín que, como es sabido, se preocupó mucho por definir concretamente la naturaleza de la Trinidad.

El Señor mismo advirtió una vez a este aplicado cristiano que abandonara sus investigaciones sobre la Trinidad. Pese a ello se unió al obispo de la Iglesia romana y estuvo totalmente de acuerdo con la idea de una Trinidad de tres personas distintas elaborada por el concilio de Nicea. Posteriormente procuró imponer esta idea en el medio eclesiástico con su sobresaliente sabiduría mundana, ganándose así el honor de ser elevado a doctor y padre de la Iglesia.

3. Resulta extraño que tales doctores y padres de la Iglesia permitan que se les llame así, pese a obrar en su poder el Evangelio en el que se define a Cristo como único y verdadero Padre de todos los hombres y, por lo tanto, más aún de su Iglesia. Pero como Agustín era de buena índole y hacía sus investigaciones sin interés personal, no le fue tomado a mal.

Reconoció su error en el mundo espiritual -y en parte ya en el natural-, por lo que el Señor pronto le acogió y le llevó a caminos mejores.

Debido a sus conocimientos, durante su vida terrenal fundó entre sus íntimos una pequeña escuela que se esmeraba en por comprender más vivamente al Dios trino. Agustín conoció así la palabra interior viva y aprendió la manera de entrar en contacto con ella.

4. Consiste en una humildad absoluta y en abrazar al Señor con todo amor, ocupándose mínimamente del mundo. Dicha escuela estuvo muy concurrida pese al deseo de mantenerla en secreto. Incluso el obispo de la Iglesia romana llegó a conocerla, aunque no intervino públicamente en su contra; por el contrario él mismo se integró en ella.

Pronto vio que su doctrina no concordaba con la oficial, aunque tampoco era opuesta. Para que no se perdiera tal escuela, que en aquellos tiempos era un hallazgo considerable, toleró sus actividades y le dio el nombre de escuela de los verdaderos sacerdotes, que después llevaron el nombre de escolásticos. Por supuesto estos escolásticos no tenían nada que ver con los escolásticos de los antiguos egipcios que practicaban un misticismo llamativo.

5. El nombre se les daba más bien por el sentido interior de la palabra, lo que se ve en el hecho de que representaban la Trinidad con una imagen distinta: un ojo en un triángulo en el centro de una corona radiante parecida a un Sol. Aunque esta representación no era ni mucho menos perfecta, por lo menos representaba a Dios como una Unidad.

6. Los escolásticos explicaban: “El ojo representa el Sol del Señor en el cual Él se encuentra, dentro de su Amor y su Sabiduría eternos; el ojo humano también tiene estas dos propiedades: transmitir el amor y la luz. Las tres esquinas del triángulo en cuyo centro está el ojo representan los tres grados o ámbitos en que se manifiesta lo divino, siendo lo interior lo más profundo. Estos tres ámbitos están repartidos de tal manera entre las tres esquinas que, de las dos inferiores, la izquierda representa lo natural y la derecha lo espiritual que le corresponde, en tanto que la esquina superior representa lo celestial. La irradiación del ojo hacia estas tres esquinas representa el influjo del Señor en los tres ámbitos. La difusión de esta radiación más allá de la figura representa el Poder infinito del Ente divino y su inaccesibilidad”.

Así que esta representación del Ente divino trino puede ser considerado un jeroglífico bastante acertado. La orden de los agustinos descalzos estaba organizada de acuerdo con estas ideas».

7. Los visitantes preguntan a su guía: «Estos nuevos escolásticos, ¿por qué no definieron el Ser del Dios trino más perfectamente, es decir, por qué no se lo explicó el Señor?».

«Porque todavía estaban demasiado apegados a su antiguo y erróneo concepto de una Trinidad de tres personas distintas. De todos modos una parte de ellos adoptó ideas más correctas y se acogió al amparo de la Iglesia griega ortodoxa, donde luego prosperaron como secta: los “unitarios”.

Pero en los dominio del obispo de la Iglesia romana se continuó con la versión de la Trinidad de tres personas, en tanto que la idea reformada de la Trinidad se refugió en la absoluta discreción conventual, discreción que con el tiempo fue tan exagerada que incluso a los iniciados les estaba prohibido discutir sobre ella. Todos podían acceder a la palabra interior, pero estaba prohibido transmitirla a otros. Así, con el tiempo, también esta buena orden degeneró por completo.

8. Influenciadas por sus ideas, surgieron otras órdenes parecidas que, por razones conocidas, se aislaron rigurosamente del mundo exterior. Pero ninguna consiguió nada; primero porque el sistema eclesiástico oficial las restringió y, segundo, porque aunque los monjes siguieran profesando sus creencias en la rígida clausura, no podían aplicarlas al cuidado sacerdotal de las almas que les estaban encomendadas.

9. De este modo se establecieron muchas otras órdenes, al principio todas con ideas buenas y todas más o menos partidarias del escolasticismo interior. Pero también este se perdió con el tiempo y lo que quedó fue sólo su forma externa. A lo largo de los años algunas de ellas empezaron a actuar a favor del episcopado romano, lo que les proporcionó considerables ventajas exteriores. Así surgieron pronto conventos “señoriales”. Y como todos ellos disfrutaban de una situación económica mejor, eso llamó la atención de los que habían permanecido fieles a sus principios, por lo que, finalmente, también empezaron a actuar en favor de Roma.

Así fue como las órdenes perdieron poco a poco todas las ideas sobre los valores internos, los cuales fueron sustituidos por conceptos erróneos.

10. El monasterio que está ante nosotros, un monasterio que de su fundador ya no tiene más que el nombre, se basa en conceptos erróneo parecidos. Ya salta a la vista cuando, sobre la puerta principal de la iglesia, vemos que la santísima Trinidad está representada por tres personas distintas encima del llamado “ojo de Dios”, medio cubierto de nubes: se conoce que lo erróneo está por encima de la verdad.

11. Estos espíritus monjes andan todavía descalzos y usan los mismos hábitos que antes. Pero si examináis su formación interior, lo único que les queda de la antigua es que se comportan como los verdaderos agustinos de entonces. Si preguntáis a uno de ellos por qué se comporta así, a lo sumo os dirá: “Somos penitentes permanentes, y lo hacemos por el Cielo, porque el Reino de los Cielos siempre requiere violencia, y los que no se lo apropian a la fuerza no lo conquistarán”.

Ese es el motivo de su vida tan severa: todo lo que hacen es por el Cielo. También aman al Señor y son temerosos de Dios, pero no por Él mismo sino a causa del Cielo y del infierno. Si el Señor les quitara el infierno, y les cambiara su sueño de un Cielo de ociosidad, comilonas y contemplaciones por un Cielo lleno de actividad, entonces abandonarían encantados su vida de tenaces penitentes.

12. Esto pasa con los enclaustrados que tienen una naturaleza más o menos buena. Para muchos otros la sumisión a las severas reglas de la orden no es sino un ardid político para conseguir con ello ventajas pasajeras. Esa es una actitud es infernal y un horror para el Señor. No encontraremos aquí a esa especie porque habitan más hacia la tarde profunda o, peor aún, en el mismo infierno.

13. De modo que aquí sólo encontraremos un tipo de aspirantes al Cielo: quienes lo quieren ganar observando estrictamente las reglas de su orden como si estuvieran a jornal. El hecho de que la orden también aparezca aquí como tal orden, se debe a que todos creen en el juicio final. A causa de tal creencia encontraréis en esta orden diversas hipótesis, debidas a algunos antiguos términos escolásticos místicos mal interpretados, sobre la entrada del alma, tras la muerte del cuerpo, en una especie de letargo, en una vida paradisíaca ociosa y, ocasionalmente, directamente en el Cielo».

Capítulo 66. Instalaciones del monasterio de los agustinos

1. Los visitantes preguntan a su guía: «El monasterio está cerrado por todas partes. ¿Entraremos a través de las puertas cerradas o pediremos que nos las abran?».

2. «Ni lo uno ni lo otro. Sólo a cierta distancia parece estar cerrado, lo que pone de manifiesto que sus habitantes son difícilmente accesibles. Eso refleja el hecho de que el mismo monasterio es un producto de las ideas de invulnerabilidad, exteriormente manifestadas, de tales espíritus.

3. En cuanto nos acerquemos a él y entremos en su esfera, entraremos también en el ámbito de las ideas de sus moradores, por lo que nos volveremos visibles para ellos y el monasterio se nos abrirá.

Acerquémonos y podréis convenceros vosotros mismos. Ved, ahora ya estamos en la esfera del monasterio y sus puertas están abiertas para nosotros».

4. «Hermano, todavía no nos queda claro cómo sucede todo eso», dicen los visitantes. «¿Es por voluntad de los espíritus que viven aquí, por la tuya o acaso hay una especie de mecanismo fantasma que con un solo toque abre todas las puertas a la vez?».

5. «Por ninguna de las tres cosas», les responde su guía. «Para que os podáis hacer una idea, os pondré un ejemplo fácil de entender:

En una comunidad hay un filósofo de pocas palabras. ¿Por qué? Primero, no quiere arrojar margaritas a los puercos y, segundo, él mismo reconoce que algunas de sus ideas son algo audaces. Por un lado no quiere malbaratar su fama de sabio y, por otro, teme que un confidente de la policía o un soplón político pueda causarle disgustos.

De modo que este sabio se aparta de los demás, se encierra en el letargo de su alma y se retira a su paraíso espiritual de sabiduría o a su Cielo estoico. En tal estado escucha sin embargo atentamente si en la comunidad hay otro que manifieste ideas parecidas a las suyas. Si lo encuentra, se hace amigo suyo en seguida y empieza a abrirle una tras otra las puertas de su monasterio38. Y si encuentra a uno o a varios colegas que, una vez iniciados en sus ideas, las adoptan, entonces todas las puertas de su monasterio se abren a la vez y el sabio no tardará en mostrarles su aprobación y reconocimiento. Pese a que ni mucho menos congeniamos con las ideas erróneas de esta orden, los monjes nos tomarán por correligionarios debido a nuestro acercamiento a la esfera espiritual de sus pensamientos».

6. «¿Nos verán los espíritus que habitan el monasterio?», preguntan los visitantes.

«Bueno, en realidad no haría falta porque sólo se trata de que sepáis lo que pasa aquí. Podríamos entrar libremente por dónde quisiéramos y escuchar escondidos. Pero como entrar en contacto directo con los habitantes es por vuestro propio interés, nos acercaremos visiblemente. Así que como acabamos de entrar en la esfera del monasterio, sus puertas están abiertas para nosotros y podemos pasar. Vayamos primero a dar una vuelta por la iglesia.

Ya estamos en ella; ¿qué veis?».

7. «Que cosa más sorprendente», dicen los visitantes. «¡Es una iglesia magnífica, sobre todo su fábrica! ¡Y también son impresionantes los cuadros de las paredes! El altar mayor es una obra maestra, y el cuadro principal de la Trinidad destaca por las facciones de los personajes, muy suaves. Pese a que se basa en ideas erróneas, nunca hemos visto un cuadro de la Trinidad pintado tan perfectamente como éste. Lo que llama la atención es que las cabezas del Padre y del Hijo que están dentro del triángulo, casi se tocan. Sobre ellas, en la esquina superior del triángulo, el Espíritu santo está representado en forma de paloma, inclinada de tal manera que su cabeza llega a reposar entre las del Padre y del Hijo.

8. Debajo de la Trinidad hay una multitud de bienaventurados, todos de rodillas y rezando. En primera fila se ven los antiguos profetas, los apóstoles del Señor, María y José. Luego un gran número de mártires conocidos, muchos papas, cardenales, obispos y prelados, monjes, emperadores, príncipes, condes y caballeros. También se ven unas cuantas bienaventuradas femeninas; pero campesinos no hay ni uno solo».

9. «Buena observación», admite el guía. «Sin embargo, aún no lo habéis descrito todo. Fijaos en el borde inferior del cuadro. Allí está pintado el suelo de la Tierra y hay un gran número de miserables campesinos que, con las manos levantadas, piden auxilio a los bienaventurados que habéis mencionado. Y al lado, un poco más abajo, incluso se ve el purgatorio, en el que incontables almas de campesinos desgraciados, en medio de llamas ardientes, levantan los brazos hacia el Cielo implorando el auxilio de los santos.

Al lado izquierdo del cuadro, encima de la tierra, está pintada una nube bastante oscura con una escalera apoyada en ella. Al fin de la escalera hay una puerta de dos hojas, al estilo de las tablas de Moisés. Y detrás están Pedro y el arcángel Miguel.

Hay varias criaturas que procuran a subir la escalera y otras que caen hacia atrás al llegar a la nube. Al fondo de la nube oscura se ve unos cuantos bienaventurados más: “Todos los Santos”.

10. Al cuadro no le falta más que el infierno para estar completo. Pero como el infierno no entra las ideas de esta orden, ni puede existir en la memoria de estos bienaventurados ni tampoco figurar en el cuadro. Ya habéis examinado el cuadro principal del altar mayor de manera completa. ¿Qué más os llama la atención?».

«Hay un tabernáculo muy bonito con muchas cabezas de Serafines, pegados unos a otros», responden los visitantes; «y su puerta tiene un Cristo resucitado semi-transparente. A través de su corazón ve una custodia preciosa con el santísimo».

«Así es, tanto en sentido figurado como prácticamente», dice el guía. «Pues, el Amor de Cristo se refleja en el amor al oro, a la plata y a las piedras preciosas, y el pan de la Vida está revestido con tales señales mundanas».

11. «Apreciado hermano, mucho te agradeceríamos que nos expliques esto un poco más claramente».

12. «Por supuesto. Preguntaos a vosotros mismos: ¿Por dónde habría que pasar aquí para llegar al Pan de la Vida? Primero por el Cristo hecho de piedras preciosas. Pero este no representa sino la orfebrería muerta de la Iglesia. Quien no forma parte de ella por el bautismo y la confirmación, no puede llegar al tesoro de la gracia viva de la Iglesia; y cuando forma parte de esta Iglesia de obras, ¡que no se olvide del oro y de la plata! De oro y plata son las llaves de san Pedro. De modo que quien trae plata y oro, será admitido al Pan de la Vida.

13. No debéis pensar que para recibir la comunión hay que pagar, porque cada cual recibe la pequeña hostia gratuitamente tantas veces cuantas quiera confesarse. Pero quien desee beneficiarse del efecto completo de la hostia consagrada, tiene que pagar, incluso por una misa de bendición. Si quiere que después de su muerte le dediquen regularmente misas de difuntos, entonces ha de preparar una donación considerable. Y si desea asegurarse la eficacia de una bendición aún mayor, puede conseguirla si las misas se celebran en altares privilegiados.

Yo diría que de todo eso podréis deducir fácilmente que al “santísimo” que hemos visto sólo puede llegarse con oro, plata y piedras preciosas. En el mundo aún consagran todo ello al honor de Dios, pues dicen: “¡Omnia ad majorem Dei gloriam39!”. Pero aquí interpretan el dicho de otra manera: “¡Todo para nuestro mayor prestigio y nuestra gloria, y para el continuo aumento de nuestra dignidad sacerdotal y nuestro patrimonio!” Lo cual significa en último término: “Seamos los señores del mundo, ¡y que todo emperador nos bese los pies!”.

14. Podría preguntarse: ¿Dónde está la verdadera humildad cristiana y la renuncia al mundo con tanto oro, plata y piedras preciosas, dónde el amor al prójimo, dónde la abnegación y dónde el “Tomad vuestra cruz y seguidme”?

Porque a la vista de semejante lujo, lo que el Señor habría debido decir hubiera sido: “¡Toma tu oro, tu plata, tus piedras preciosas y sígueme!”. Tampoco Pedro habría debido decir: “No tengo oro ni plata”. Ni el Señor criticar al joven rico diciéndole, además, que más fácil sería que un camello pasara por el ojo de una aguja que un rico entrara en el Cielo.

De modo que aquí todo está invertido y descompuesto; a esta Iglesia -que se autodenomina “la única que lleva a la bienaventuranza”- lo único que le queda del cristianismo es el nombre.

15. Quien sobre el papel o en cualquier documento es llamado “católico”, ni siquiera tiene que añadir la palabra “cristiano”; pero quien simplemente se llama “cristiano”, será considerado inmediatamente medio hereje y se expone a tener problemas.

Dejemos esto ya, porque las consecuencias de semejantes aberraciones os son manifiestas. Puesto que conocéis al verdadero Cielo, no os costará nada apreciar a primera vista la enorme diferencia existente».

16. «¿Por qué no acaba el Señor categóricamente con tales aberraciones?», preguntan los visitantes al guía, «o, más bien, ¿por qué permitió que aparecieran?».

«Os digo que los caminos del Señor y sus disposiciones siempre fueron y serán insondables. Conformaos con saber que la Bondad, la Paciencia y la Misericordia del Señor son ilimitadas, y su gran Amor y Sabiduría saben infaliblemente bien cómo llevar todos los frutos a su madurez. Y una vez maduros, sabe muy bien cómo servirse de ellos para sus fines eternamente sabios y llenos de Amor.

Igual podríais preguntar por qué el Señor ha criado tanta mala hierba y tantos animales feroces y venenosos, a los que no veis la menor utilidad. Por ello os repito: El Señor siempre anda, en todo, sus caminos insondables, según su Voluntad. Para nosotros es suficiente saber de manera viva que Él es un Padre infinitamente bueno.

Y, sabiéndolo, también sabremos que no ha creado nada para fines malos, y que Él guía, y siempre lo guiará todo, a un camino indeciblemente bueno».

«¿Visitaremos también el resto de esta Iglesia?».

«No hace falta. Vayamos directamente al monasterio para examinarlo. Ahora mismo acaba de salir un agustino muy amable de la sacristía; nos saluda y nos hace señales para que nos acerquemos a él. ¡Así que acerquémonos!».

Capítulo 67. ¿Fundó Pedro la Iglesia romana?

1. «¿Qué querrá mostrarnos o decirnos?».

«Nos va a enseñar justamente lo que más nos interesa.

Ya estamos a su lado, a ver que nos dice».

2. El agustino toma la palabra: «Queridos amigos y hermanos, ¡sed bienvenidos en el nombre de la misteriosa Trinidad y en el de la santísima Virgen, en el de San José y en el de nuestro fundador San Agustino que fue un verdadero apóstol y seguidor del Señor Jesucristo!

¿Puede mi modesta persona preguntaros cuál es el objetivo piadoso que os ha traído a este Templo del agrado de Dios? ¿Acaso sois también de nuestra orden, recién llegados como penitentes piadosos para ser absueltos de los pecados perdonables y evitar el purgatorio? ¿O buscáis aquí el descanso eterno, la Luz eterna o el verdadero Pan espiritual vivo de los ángeles? ¿Tal vez estáis interesados en que os iniciemos en los sumos secretos de la Trinidad? Si algunas de estas razones os han traído aquí, ¡entonces quedaréis más que satisfechos! Supongo que estaréis completamente al tanto de que fuera de esta Iglesia no se puede alcanzar la salvación ni la bienaventuranza.

3. Cuando Cristo, el Señor, fundó su Iglesia, entregó las llaves del Reino de los Cielos directa y únicamente a Pedro. Nuestra Iglesia está edificada en la roca de Pedro, de modo que también está fundada por él, y ha recibido de él el poder de bendecir y condenar, por los tiempos de los tiempos.

Que Cristo ha concedido a la Iglesia el derecho de condenar a la perdición, lo confirman los textos: “Estaréis sentados en el tribunal de Dios para juzgar conmigo a las doce tribus de Israel”.

También está escrito: “Lo que separéis en la Tierra, también será separado en el Cielo, y lo que unáis en la Tierra, también será unido en el Cielo”.

Y escrito está: “Recibid al Espíritu santo; a aquellos a quienes perdonáis los pecados, también les serán perdonados en el Cielo; y a quienes se los reprochéis, también les serán reprochados en el Cielo”.

Estos textos y algunos más confirman que el Señor concedió en la Tierra a Pedro todo el poder sobre el género humano; de modo que no hay la menor duda que, según la Voluntad inmutable de Dios, la Iglesia católica romana -fundada por el mismo Pedro- es la única que lleva a la bienaventuranza.

4. Como seguramente pertenecéis a esta Iglesia, encontraréis aquí las puertas del Cielo. De lo contrario podéis imaginaros cuál es la suerte que os espera, pues también está escrito: “Todo aquel que no cree en esta Iglesia y no está bautizado, será maldecido por ella”».

5. A eso el guía le responde: «Amigo, nos has hecho unas cuantas preguntas y también nos has citado algunos textos de le Escritura sobre vuestra Iglesia. Tengo que decirte, primero, que nuestra visita aquí no tiene nada que ver con nada de lo que nos has preguntado y, segundo, que los textos que citas no nos incumben en absoluto.

6. Te quedas estupefacto y te preguntas qué es lo que podemos buscar entonces aquí, si rechazamos tu afirmación de que los textos citados puedan confirmar que la Iglesia católica romana es la única que lleva a la bienaventuranza.

En fin, así es y no puede ser de otra manera.

7. ¿Y si sólo hubiéramos venido por puro afán de saber y para ver y aprender algo interesante? Suponemos que también en este caso seríamos bienvenidos para ti».

8. «Apreciados amigos», responde el monje, «¿Acaso nunca oísteis en la Tierra que la mera ciencia ya no produce fruto alguno en el mundo espiritual, sino únicamente la fe católica romana si esta está vivificada por las buenas obras?».

«Pues sí, lo hemos oído en muchas ocasiones. Pero también hemos oído que en el mundo espiritual una Luz esclarecerá a cada cuál todas las dudas que haya tenido en el mundo material. A mi parecer, tal Luz puede ser considerada como una ciencia espiritual, porque se trata de una iniciación en los secretos divinos.

Si en el mundo espiritual siguen existiendo claustros e iglesias de albañilería adornados con toda clase de objetos de arte, ¿por qué no debiera haber entonces en él alguna ciencia que, evidentemente, ya fue en la vida anterior más espiritual que la albañilería de un claustro o de una iglesia, y de la talla y pintura de todas las estatuas y cuadros?».

9. «¡Caramba!», exclama el monje, «¡ahora comprendo que sois unos herejes atiborrados de ideas condenables! Todo lo que forma parte del supremo servicio a Dios es espiritual, y quién no lo considere espiritual sino material, ya está manifestando que es un hereje condenable al infierno más profundo. Si habláis en serio, ¡entonces será inevitable expulsaros de este templo sumamente puro!

Porque escrito está: “¡Rehuye al hombre herético!”, y “al hereje debéis expulsarle de la comunidad y, según dijo Pablo, entregarle al diablo”.

¿Acaso no sabéis que todo aquel que profana las instalaciones de la Iglesia -la única que lleva a la bienaventuranza- comete un pecado contra el Espíritu santo, que, eternamente, no tiene absolución? Por lo tanto, en este lugar sagrado, ¡explícate más claramente para que no te alcance la perdición eterna! Porque en verdad os digo que la condenación del mundo entero es para nosotros -siervos puros de Dios- una contrariedad menor que la menor profanación de la santidad del Cielo por el más ínfimo de los pecadores: ¡ahí se acaba toda Gracia y toda Misericordia!

Pues quien, en el verdadero sentido de la Iglesia, no se conserve puro como el Sol en el cielo, ¡que nunca encuentre, eternamente, entrada en el Reino de Dios!».

10. A eso el guía le responde: «Amigo, es evidente que no interpretas la Palabra de Dios como las de un Padre amoroso sino como las de un juez implacable. Por eso quiero hacerte una pregunta, aunque antes debes prometerme que me responderás».

«Lo haré si tu pregunta no es de naturaleza puramente diabólica. Supongo que sabes que al diablo no se le debe respuesta», dice el monje.

«Pues te haré la pregunta», le responde el guía; «si puedes demostrar que es diabólica, entonces no la respondas. Pero si no puedes demostrarlo cabalmente, aquí te quedarás hasta que me hayas respondido. Y no se te ocurra venir con mentiras, porque te saldrán caras.

11. De modo que te pregunto: ¿Puedes probarme, basándote en la Sagrada Escritura, que la Iglesia católica romana fue realmente fundada por el apóstol Pedro? Porque a mi entender, en toda la Sagrada Escritura -en su versión contemporánea-, no hay el menor indicio de ello. Se sabe, sí, que Pablo predicó en Roma el Evangelio del Señor. Pero, en cambio, no logro recordar haber encontrado ni una sílaba sobre que Pedro hubiera fundado realmente el papado de Roma.

Si quieres impresionarme con tu derecho eclesiástico a la maldición, antes tendrás que probarme que la Iglesia romana fue realmente fundada por Pedro y que el Señor realmente otorgó semejante derecho a la Iglesia. Pero prepárate, porque si no me lo puedes probar en base a la Escritura, tendrás que sostener una dura lucha conmigo».

12. El monje se queda perplejo y se queda pensando en busca de una respuesta astuta, la cuál, por supuesto, no le saca de su atolladero.

Luego dice: «¡Oh diablos abominables!, ¡esta pregunta es tan profundamente infernal y extremadamente herética ante el Espíritu santo, que para semejante hereje son todavía demasiado humanos mil de los infiernos más detestables y mil veces la eterna perdición ! ¿Responder yo a semejante pregunta, para que luego vengan por mí todos los diablos juntos? ¡Me guardaré de ello!

13. ¿Cómo no iba a ser fundada la Iglesia romana por Pedro, si enseñó durante tres años en Roma, donde erigió su sede, y donde luego sufrió martirio en una cruz invertida? Además, ¡todavía hoy día su cuerpo imputrescible se encuentra en la santa cripta de su Iglesia de Roma, y todavía hoy día el sitio donde está es el trono poderoso del Papa!

Y tú, diablo infernal, ¿te atreves a presentarte con semejante descaro ante mí, que soy un sacerdote ungido y un siervo puro de Dios?

¡El nombre del Dios trino, de la Virgen bienaventurada, de San José, de todos los santos apóstoles, discípulos y mártires, y en nombre de toda la Iglesia católica romana -la única que lleva a la bienaventuranza- te conjuro para que tú, diablo asqueroso, abandones inmediatamente este lugar sagrado junto con tu maldita compañía infernal! De lo contrario llamaré a todos mis hermanos que descansan en el paraíso de este Cielo, para que con tres crucifijos altamente consagrados y otras insignias eclesiásticas os amenacen y os acosen, a ti y a tu asamblea, hasta que este lugar os resulte más torturante que el infierno más profundo.

¡Oh diablo maldito!, ¡anticristo asqueroso, impostor de toda la humanidad y escoria del séptimo día de la Creación, criatura eternamente maldecida por Dios, ¡lárgate!, ¡lárgate de aquí!».

Capítulo 68. Discusión con el agustino. Pedro y Pablo

1. El guía vuelve a tomar la palabra: «Escucha, amigo mío, como ves, tu exorcismo es muy poco eficaz; nosotros, tus tres diablos del infierno más profundo, nos encontramos todavía sanos y salvos delante de ti. Y te aseguramos que no huiremos ni ante toda tu congregación, ni ante miles de crucifijos y cien cubos de agua bendita. Porque mientras no nos digas que la Escritura confirma que tu Iglesia fue fundada por Pedro, no nos moveremos de aquí ni un palmo.

Por el contrario, estamos más dispuestos ahora más que antes a entrar todavía más dentro de tu monasterio, por lo que te pido que nos hagas el favor de introducirnos en las habitaciones de tus hermanos, tan insensatos como tú».

2. El monje se santigua tres veces y se queja: «¡Válgame Dios! He oído en otras ocasiones que los tormentos del diablo en el mundo espiritual son mil veces más sutiles que en el natural, y que precisamente es en este mundo espiritual donde llega uno a hacerse una verdadera idea de la gran brutalidad del diablo.

Lo que he leído en libros santos escritos por hombres piadosos y temerosos de Dios, ¡lo tengo ahora palpablemente ante mí! Pero te digo, diablo eternamente abominable y continuo estafador de Dios y del género humano, ¿acaso piensas que Dios permite que le engañen? ¡Estás muy equivocado! Y así como Dios no permite que le engañen, tampoco yo, su siervo fiel, lo permito. Antes de ceder ante ti, te resistiré con la ayuda de Dios y de la Virgen María bienaventurada hasta que te canses de seguir discutiendo conmigo.

Así que obra como quieras, ¡no conseguirás que reniegue de mi Iglesia!

3. ¿Acaso no has oído que la Iglesia exige con todo derecho, en virtud del poder que Cristo le ha otorgado, tener una fe incondicional en todo lo que establezca, sin preguntar si está o no escrito en alguna parte? Si la Iglesia posee el Espíritu santo, y éste se manifiesta a través de ella, ¿quién no la creerá, sobre todo siendo un cristiano verdadero y recto?

Si cada afirmación de la Iglesia se cuestionara continuamente como lo haces tú, también habría que preguntar: “¿Dónde estaba escrito antes todo lo que Moisés y los profetas anunciaron sobre Dios?”. Lo que ellos dijeron, diablo abominable, surgió del Espíritu santo, por lo que fue verdad y seguirá siendo verdad eternamente.

4. La Iglesia posee el Espíritu santo y este no va a limitarse a aquello que estaba escrito antes, sino que puede hablar y enseñar libremente: los fieles de la Iglesia siempre han de aceptar sus enseñanzas como verdad irrefutable.

5. Así que cuando la Iglesia declara que Pedro vivió realmente en Roma, que allí erigió su sede, y que luego sufrió martirio en una cruz, eso es una verdad garantizada, puesto que la Iglesia lo afirma estando en plena posesión del Espíritu santo. Esta es la prueba que me has pedido.

¡Y ahora abandona este lugar, tal como tú mismo te has comprometido a hacerlo! En realidad, no tenía ni mucho menos la obligación de darte esta explicación, ¡pero aun así te la he dado, para tu mayor perdición!».

Dice el guía: «Amigo desgraciadamente ofuscado. Ya que me hablas del Espíritu santo con semejante seguridad, te pregunto cómo es posible que haya podido equivocarse tanto sobre Pedro, las informaciones acerca del cuál proceden de los diversos profetas eclesiásticos, todos inspirados por el Espíritu santo según tu propia declaración.

Tú mismo acabas de decir que Pedro estuvo tres años en Roma. Puedo decirte al respecto que estoy al tanto de cada letra que los historiadores escribieron sobre él.

7. Si conoces más o menos la historia eclesiástica, habrás caído en cuenta entonces que hay diferencia entre los tres años que has mencionado y veinticuatro años. También las indicaciones sobre el año de su muerte en Roma son distintas aunque, con un poco de suerte, sólo se trata de un año de diferencia. Puedes comprobar lo que te dije porque, por fortuna, en vuestra biblioteca encontrarás todos esos datos.

8. Y ahora dime, ¿en cuál de estos datos crees sin el menor asomo de duda?».

«¡Otra de esas capciosas preguntas diabólicas!», exclama el monje. «¿Qué responderte? Te digo que el verdadero fiel cristiano cree en todo y no empieza a escudriñar fechas históricas. El sutil hereje todo lo cuestiona. También en la Sagrada Escritura se encuentran contradicciones parecidas. ¿Acaso dejaremos de creer en ella por eso? Ya que no sabes cómo se manifiesta el Espíritu santo, te lo diré yo: siempre habla según la sabiduría interior, por lo que el sentido interior de sus mensajes puede ser bastante diferente, cosa que un diablo, por supuesto, no comprende. Pero nosotros que somos sabios de Dios conocemos el sentido y sabemos lo que creemos.

De modo que, para tu mayor perdición, también he respondido a esta pregunta tuya».

9. «Amigo», dice el guía, «si realmente es así, entonces no comprendo por qué el Espíritu santo se ha complacido en dar por escrito datos reales sobre Pablo en la historia de los apóstoles, mientras que ha omitido a Pedro. Y eso pese a que Cristo le convocó personalmente para fundar la Iglesia.

10. Pablo fue designado como apóstol de los paganos, pero en ninguna parte hay nada escrito de que el Señor hiciera lo mismo con Pedro. Además, el mismo Pedro conocía muy bien la aptitud de Pablo y no veía la menor necesidad en repetir el papel de Pablo donde Pablo ya había fundado una comunidad cristiana.

Por las Escrituras -según Pablo- se sabe que él reprendió una vez a Pedro, mientras que no se sabe nada del caso contrario.

11. Ante el hecho de que el primero de los Santos Padres de la Iglesia, Pedro, ya fue acusado de un error por Pablo -con lo que, evidentemente, el Espíritu santo le privó de un don necesario, por no decir que Pedro metió la pata- también se podría suponer que todos esos datos históricos tan divergentes son arbitrarios, a no ser que también en este caso se trate de una inconsecuencia del Espíritu santo.

12. Sé que Cristo, el Señor, dio a todos los apóstoles el mismo poder.

Según Juan, después de su Resurrección Cristo dijo a Pedro que le siguiera, y entonces Juan le siguió también.

Cuando Pedro se molestó por ello, el Señor le censuró diciéndole: “¿Qué te importa a ti si Yo quiero que él venga?”.

Seguro que el Señor quería señalar espiritualmente con ello sobre todo que tanto Juan como Pedro debían seguirle con firmeza y constancia.

13. Además nunca hemos oído nada sobre que Cristo ni ningún apóstol ordenara construir templos, ni tampoco sabemos nada de ninguna orden posterior del Espíritu santo.

14. Cristo dijo: “Predicad mi Evangelio por todas partes”, pero nunca hizo la menor mención acerca de que le construyeran templos.

15. Por el contrario sabemos muy bien que le dijo a una mujer junto al pozo de Jacob: “Tiempo vendrá, en realidad ya ha llegado, en el que los verdaderos fieles de Dios le adorarán en el Espíritu y en la Verdad, para lo cual no necesitan ni monte Garicim ni Templo de Jerusalén. Eso se puede hacer en cualquier parte”.

16. También sabemos que el Señor dijo a los fieles que para rezar se retiraran a un cuarto tranquilo, y también es seguro que no les dijo que se encerraran en un claustro, sino: “Salid a todas partes y predicad el Evangelio a todos”.

17. Si quieres justificar el poder de la Iglesia por el Espíritu santo, entonces estás diciendo que Cristo mintió o que fue un maestro imperfecto que durante su Misión no sabía en realidad qué es lo que hacía falta para su Doctrina, por lo que -para evitar malas interpretaciones- hubo que hacer estas correcciones posteriormente. Debía ser que Cristo no tenía claro que para difundir su Doctrina iban a ser imprescindibles claustros e iglesias, y que no había comprendido que Pedro debía fundar su Iglesia en Roma y disponer allí lo necesario para que, con el tiempo, construyeran una iglesia enorme y un edificio, aún más enorme, con viviendas para sus seguidores.

18. Debe ser que Cristo tampoco entendió que para divulgar su Doctrina, haría falta con el tiempo una jerarquía descomunal dentro de la Iglesia. Pues si lo hubiera entendido durante su Misión, cuando los apóstoles le preguntaron si había que respetar alguna jerarquía, seguro que no les habría podido dar una respuesta totalmente contraria al orden eclesiástico actual.

Pues dijo: “Sólo Uno entre todos es el Maestro, ese soy Yo; ¡y todos vosotros sois hermanos!”.

19. Aunque su ignorancia todavía va más allá. Todos saben que dijo: “¡Nadie es bueno, sino únicamente Dios!... ¡No llaméis a nadie padre, porque sólo Uno en el Cielo es vuestro Padre!, ¡y nadie es santo, sino Dios únicamente!”.

Pero ahora veo que todo apóstol es santo. Más aún: ¡Incluso el sucesor de Pedro es un “santo padre”!

20. Amigo mío, si tienes en cuenta todo esto y apruebas tu orden globalmente, entonces tendrás inevitablemente que acusar a Cristo de las deficiencias mencionadas.

Y si crees en su Divinidad, tendrás que decir: “Dios, al igual que un débil hombre, sólo puede reconocer qué es lo mejor en el curso de las cosas, por lo que se ve obligado a ceder ante sus criaturas, a riesgo y ventura de su eterna Verdad y su infinita Sabiduría”.

21. Sabemos que el Señor fundó la Iglesia judía mediante Moisés y los profetas, como Iglesia preparatoria relacionada con el Señor. Él se lo dijo al mismo Moisés. Pero que con motivo de su Encarnación en Cristo el Señor fundara otra Iglesia ceremonial hecha de albañilería, eso nunca lo dijo. Subrayó por el contrario como único fundamento de su Doctrina que el amor al prójimo es la base fundamental imprescindible para amar a Dios, pues dijo: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado y siempre os amaré; así verán que verdaderamente sois mis discípulos”.

22. También dijo a sus apóstoles y discípulos que no maldijeran ni juzgasen a nadie, para que ellos mismos no fueran maldecidos ni juzgados. Incluso de sí mismo dijo el Señor que no había venido para juzgar al mundo sino para traer la bienaventuranza y buscar lo perdido.

23. Ante esta Enseñanza explícita de Cristo, ¿cómo habéis podido alzaros como jueces usurpando incluso el derecho temporal, y pronunciando la maldición y la perdición eternas?

24. Hubo algunos que se dirigieron a Cristo para decirle: “Hemos predicado, profetizado y exorcizado al diablo en tu nombre”.

25. ¿No se os podría aplicar también a vosotros lo que Él, muy irritado, les respondió? Dijo: “¡Apartaos de Mí, malhechores! ¡Nunca os conocí, pues vuestra naturaleza siempre fue contraria al Espíritu santo!”.

26. Te digo que sopeses concienzudamente estas palabras mías en tu interior y después me das tu parecer. ¡Pero no me vengas otra vez con excusas ni con el exorcismo! De lo contrario te presentaré el poder de otro exorcismo que abrirá tus ojos ciegos y verás el abismo que te espera si permaneces en tu obstinada testarudez.

27. El Señor tiene compasión de vosotros y me mandó aquí para vuestra salvación. Si me hacéis caso estaréis salvados; de lo contrario tengo poder suficiente para lanzaros instantáneamente allí donde el Señor ha establecido un lugar adecuado para vosotros».

28. Tras pronunciar estas palabras, el guía se dirige a los visitantes: «Ved, el monje está desconcertado y no sabe qué hacer. Así que, asustado, vuelve con sus hermanos. Vamos a seguirle para que vosotros mismos veáis allí cómo esos conceptos erróneos se manifiestan en el mundo espiritual.

Capítulo 69. Los agustinos celebran consejo

1. Mirad como entra en una gran sala y unos cuantos hermanos monjes acuden a su encuentro. Como nos ven, le preguntan quiénes somos y qué es lo que queremos.

El monje les responde hipócritamente: “No preguntéis. Son seres horribles que, por una extraña autorización, vienen para molestar brutalmente nuestro descanso bienaventurado.

Ignoro si el del medio es el mismo Lucifer pues se ríe de todos mis exorcismos eclesiales y, además, me ha amenazado con el infierno más profundo si no le pruebo con la Santa Escritura que Pedro fundó la Iglesia romana.

2. Os digo que he echado mano de toda mi sabiduría y que le he dado las pruebas más sólidas. Pero, ante su perspicacia, no han servido más que una gota de agua para apagar un edificio ardiendo.

¿Qué puede decirse cuando te dan pruebas basadas en la Escritura de que si la Iglesia romana actual está regida y mantenida por el Espíritu santo, Cristo es un mentiroso o un ser que, pese a haber surgido de Dios, es tan imperfecto que, justamente a causa de su imperfección, la Divinidad se ha visto obligada a realizar considerables retoques posteriores a la Doctrina divina de Cristo a través del Espíritu Santo?

3. En resumen, te prueba minuciosamente que ante el orden eclesiástico vigente sólo cabe una alternativa: o la Doctrina de Cristo es de origen enteramente divino y, comparada con ella, nuestra Iglesia no es sino el paganismo más vil o que, si se acepta nuestra Iglesia, Cristo queda reducido a nada. Y con Cristo reducido a nada, también nuestra Iglesia queda finalmente reducida a nada, ¡ese es el problema!

4. Si existiera aquí la santa inquisición y pudiéramos torturar a los espíritus como a los hombres en la Tierra, entonces calentaríamos su herejía de manera tal que hasta el infierno más profundo quedaría acomplejado. ¿Pero qué hacer cuando te quedas sin poder alguno?

Tendremos que cargar literalmente esta cruz horrible y seguir a Cristo con toda humildad”».

5. El monje entra en la gran sala junto con sus hermanos, a los que dice: «Santiguaos disimuladamente a cada palabra suya y no digáis nada ni le respondáis. Escondámonos tras el crucifijo del refectorio y quedémonos quietos allí. Uno de nosotros ha de hacer gotear sangre de los estigmas; seguro que así ese intruso infernal no podrá perjudicarnos».

6. El grupo, unos quinientos monjes, se refugia tras el crucifijo -el portavoz exorcista lo más al fondo posible- e inmediatamente empieza a salir sangre de los estigmas, más bien chorreando que goteando. Todos fingen estar dormidos.

7. Los visitantes se dirigen a su guía: «Amigo, es evidente que aquí todos nuestros esfuerzos serán vanos; a estos no les hará entrar en razón ni el suelo musgoso de arena de la región más oscura de la tarde. ¡Qué horror que estos seres puedan tomar las más convincentes palabras del Señor por palabras de Satanás!

El Señor mismo vendría a predicarles y, en su ofuscación, le tomarán por otro. Y aunque demostrara con milagros que era Él, dirían como los fariseos: “Todo lo hace con ayuda del príncipe de los diablos”».

8. «Pues, sí, queridos amigos», les responde el guía. «Vuestra observación es cierta por desgracia, así es. Pero también es una realidad que al Señor puede infinitamente muchas cosas, inimaginables para nosotros.

De modo que también aquí haremos algunos experimentos y pronto veremos lo efectos que producen en ellos. Ese crucifijo de embuste tras el que se atrincheran es el soporte de su necedad, de modo que primero vamos a acabar con él, ¡acerquémonos!

9. Mirad, el maquinista de la sangre ve que nos acercamos y abandona su puesto».

Y el guía dice en voz alta: «Crucifijo de embuste surgido de las empedernidas ideas erróneas de estos seres, ¡derrúmbate! Porque ante los ojos del Señor nada hay más abominable que una impostura sobre Él, mentira que llena miles y miles de corazones humanos de absurdas ideas fijas y, por ello, con la más asquerosa escoria de la muerte».

10. El crucifijo cae al suelo totalmente deshecho en un montón de escombros, y los monjes se levantan uno tras otro con los ojos chispeando de rabia. Pero nadie se atreve a atacar a los “intrusos” ni a decir una sola palabra.

11. Tanto más se hace oír el guía, que se dirige al monje exorcista escondido en la parte de atrás de la asamblea: «Escucha, espíritu oscuro, tú, el del fondo, ¡sal de ahí y acércate! ¡Y responde a la pregunta que te hice en el templo!».

Aterrado, el monje sale. En vez de responder, todavía quiere maldecir la destrucción del crucifijo. Pero en este momento, justamente ante él se abre en el suelo una grieta de una braza40 de anchura, en cuyas profundidades se ve el infierno.

12. El guía le dice: «¡Este es tu cristianismo, espíritu ofuscado! ¡Tu corazón está repleto de todo lo que ves! En vez del Amor de Cristo, tan sumamente dulce que aún sangrando en la cruz rogó al Padre que perdonase a los malhechores el mal que le habían hecho, no tenéis en vosotros sino odio, juicio, fuego y fanatismo de sectas y de maldición. Sois totalmente anticristianos y os oponéis totalmente a la Doctrina fundamental de Cristo. Arrebatáis hasta la última gota de vida del corazón de todos los que la confiesan ante vosotros y, a cambio, llenáis sus corazones de muerte.

13. En vez de Pan vivo -la verdadera Palabra viva de Dios- les dais a consumir piedras ardientes para que todos, igual que vosotros, se llenen de venganza, rabia, juicio y maldición contra quienes el Padre mismo quería educar y enseñar. Cuando desterráis del pueblo la Palabra de Dios para favorecer en la medida de lo posible vuestra codicia y vuestro despotismo, vuestra conciencia hace la vista gorda.

Y si por ventura se os presenta alguien que posee la Palabra de Dios, inmediatamente le maldecís para que se pierda.

Alimentáis al pueblo con vuestro egoísmo y con vuestro despotismo en vez de con la Palabra de Dios; vuestra norma es alejar del mismo cualquier chispa de una luz algo mejor. Y eso pese a que Cristo, el Señor, dijo explícitamente: “¡Sed perfectos como el Padre en el Cielo!”.

14. ¿Qué haré con vosotros?

Vosotros, que hubierais debido cuidar del rebaño del Señor por miedo al lobo, os encerrasteis en un fortín tras una muralla septuple, donde finalmente vosotros mismos os transformasteis en lobos; mientras, fuera hay miles y mil veces miles que ya sufrieron la agudeza de vuestros colmillos y que os acusan en voz alta ante la sede de la justicia de Cristo.

15. ¿Qué haré con vosotros que siempre pisoteasteis a la Palabra de Dios por vuestras insaciables ansias de poder y de lucro?

¿Qué haré con vosotros que os atrevéis a afirmar rotundamente ante el pueblo con todo descaro, : “La Tierra está a nuestros pies, y llevamos a Dios en nuestras manos”?

No habríais podido dar un testimonio desfavorable más acertado de vosotros, pues realmente así es como vuestros pies déspotas y egoístas siempre han pisoteado a los pueblos e incluso -en la medida de lo posible- a sus emperadores y reyes ungidos. Dios fue en vuestras manos una mercancía que se vende bien. Vuestros corazones siempre han estado vacíos de todo lo que tuviera que ver con Dios; siempre llenos de todo lo que tú, espíritu ofuscado, ves en el abismo abierto ante tus pies.

16. ¿Qué haré con vosotros? Si preguntáis quién soy, os digo que soy un verdadero apóstol del Señor, y que Él me ha mandado aquí para que os despierte en su nombre. ¿Pero cómo os despertaré, si estáis colmados del juicio eterno?

Os pregunto otra vez: ¿Qué pensáis hacer? ¡Si no os explicáis, que os trague este abismo!».

17. Finalmente el monje se explica: «Seas quien fueres, te ruego en nombre de todos mis hermanos que nos ahorres esta prueba tan dura. Si nos hemos servido de la Doctrina de Cristo nuestro Señor para engañar a la gente, es porque nos obligaron a hacerlo así; a ninguno de nosotros nos fue permitido hablar o actuar de manera diferente a lo que autorizaba la Iglesia.

Si fuimos lobos, es porque nos obligaron a serlo. Si realmente eres un mensajero sublime, sabrás cómo iba y cómo va todavía el asunto: aquí estamos tan presos como en el mundo. Si puedes, libéranos: aceptaremos la pura Palabra de Cristo. ¡Pero te rogamos que cierres este horrible abismo que hay delante de nosotros!».

18. «Si desea atravesarlo tienes que dominar, en el espíritu y en la verdad, todo lo que ves en él», le responde el guía, «¡porque todo ello es una manifestación de lo que llevas dentro de tu propio corazón! ¡Conócete a ti mismo y que todos los aquí presentes hagan igual!

¡Despertaos de vuestro letargo mortal para que, cuando vuelva, os encuentre purificados y vivos y os pueda sacar de esta prisión de la muerte en la que estáis!

Tengo que advertir a unos cuantos más en este claustro. Sólo volveré para enseñaros un nuevo camino en el nombre del Señor, cuando también ellos se vuelvan conscientes».

Dirigiéndose a los visitantes, el guía continúa: «Mirad cómo empiezan a lamentarse y a llorar. Pero no los escucharemos sino que nos acercaremos directamente a los monjes paradisíacos.

Capítulo 70. Con los agustinos paradisíacos

1. Veis frente al patio del claustro un gran portal abierto que conduce a un jardín bastante grande. Entremos para examinarlo.

Ya estamos delante del jardín. ¿Os gusta?».

«Amigo, un verdadero enemigo de la belleza tiene que ser todo aquél a quien no le guste este jardín. Sus preciosos arcos a lo largo de los altos muros, las fuentes, los hermosos templos de columnas, también las muchas flores primorosas y los árboles frutales... Hay que reconocer que la naturaleza y el arte se armonizan aquí óptimamente. Vemos un palacio maravilloso que se alza muy por encima del muro, de un esplendor que no deja nada que desear.

Si los espíritus que viven aquí se parecen, aunque sólo sea aproximadamente, a estas instalaciones maravillosas, suponemos que su naturaleza no será mala».

2. «Eso es lo que podría suponerse», les responde el guía, «aunque en estos casos no debéis olvidar la regla siguiente:

Cuando entre los hombres hay mucho esplendor, también hay mucho derroche. Donde hay derroche, también hay mucho despotismo. Donde hay despotismo, también hay mucho amor propio. Donde hay amor propio, también hay mucho interés personal. Por eso el esplendor exterior nunca es una señal fiable de la naturaleza de quién se apega a él.

¿Quiénes viven en soberbios y magníficos palacios en la Tierra? Salvo contadas excepciones, siempre los ricos y los poderosos. ¿A quién sirve ese esplendor? Sólo al propietario mismo. ¿Y de qué manera le sirve? De muchas. Primero manifiesta que el propietario es rico y poderoso, de modo que intimida e infunde respeto a todos los que pasan delante del palacio, por lo que difícilmente nadie se acercará a pedir nada. Segundo, mantiene a los pobres a distancia, por lo que no vendrán a pedir limosna al propietario. Y tercero, es una fuente inagotable que alimenta continuamente la soberbia y, por consiguiente, también el desprecio hacia la gente pobre.

3. Al mismo tiempo dicho esplendor es el medio más adecuado para mantener en cierta ceguera a los pobres».

«¿Por qué?».

«Porque el pobre campesino considera a los propietarios de tanto esplendor como seres sublimes. Si la Basílica de San Pedro y el Vaticano del Papa no fueran tan enormes y tan suntuosos, pocos pensarían que es una gracia enorme ser admitidos allí para besar las sandalias al Papa. Las indulgencias expedidas en una cabaña nunca habrían producido tantos beneficios como las expedidas por el esplendor mundano del Vaticano.

Cuando cualquier religión se vuelve mundana, siempre procura como último recurso revestirse de esplendor para poder aprovecharse así durante algún tiempo todavía de la ceguera de la humanidad. ¿Acaso la ceguera del esplendor ha servido alguna vez de algo a la humanidad?

4. Ni siquiera la del mismo templo de Salomón, que en el fondo no era sino un profeta mudo cuya sola existencia atestiguaba que todo el pueblo judío se había convertido por completo de lo espiritual a lo material, testimoniando que en el Templo ya no había finalmente nada bueno ni verdadero, hasta el punto que el mismo Señor dijo a los judíos que lo habían convertido en un antro de asesinos.

En aquel Templo fueron cometidas atrocidades innumerables. Y tanto cegó el Templo a la humanidad que la misma ni siquiera reconoció al Señor de toda Magnificencia; incluso en el Templo se acordó su crucifixión.

También a Judas le pagaron en el Templo, y al Templo volvió a arrojar ese dinero manchado de sangre, testimonio de que, desde siempre, el Templo fue un antro de asesinos del Espíritu de Dios.

5. Si tenéis presente estos hechos, entonces ya no os impresionará tanto el esplendor de este lugar. En cuanto entremos en el primer templo tendréis una primera muestra de lo que da de sí dicho esplendor.

6. Mirad, ya se nos acercan dos monjes con hábito blanco».

«Podrían ser dominicos o cistercienses».

«¡No!, queridos hermanos, son agustinos paradisíacos que se quitan los hábitos negros y se ponen otros blancos en cuanto llegan al “paraíso”.

¿Pero qué es lo que os llama tanto la atención en el jardín, cerca del palacio? Ya veo que son ángeles que están saltando. Tienen un par de alas fabricadas con plumas blancas fijadas en los hombros».

«¿Acaso pueden volar con estas alas?».

«¡En absoluto! Todo es teatro. Están saltando para mostrar su vivacidad y para manifestar que, a la menor señal, están a disposición de los habitantes de este paraíso. Mirad como media docena de ellos acude junto a los dos monjes que se nos acercan; pronto veréis que los ángeles de este paraíso tienen palos y sables para, si acaso se acercan visitantes no invitados, poder despacharlos de esta manera tan poco paradisíaca».

7. «¿Qué fueron estos ángeles en la Tierra?».

«¿Nunca oísteis hablar de los legos o, mejor dicho, de los criados de un convento? También aquí son espíritus al servicio del convento. Los visten de ángeles para que estén más en consonancia con su trabajo.

Todo esto es consecuencia de las ideas erróneas con las que estos agustinos abandonaron lo temporal para entrar en lo eterno.

Pero el gran Amor y la gran Misericordia del Señor consienten que estos hombres mantengan sus ideas hasta que, poco a poco, empiecen a darse cuenta interiormente que en esta situación tiene que haber gato encerrado. Primero, nunca pueden saciarse realmente con todos los excelentes frutos que el jardín produce: cuando comen y beben siempre les parece que lo hicieran en sueños. Segundo, ven que pasan nubes blancas sobre ellos pero no pueden averiguar de dónde reciben su luz. Tercero, sabiendo que están en el mundo espiritual, con el tiempo acaban extrañándose de que por ninguna parte se vea santo alguno, ni María la madre de Dios, ni Pedro ni tampoco al arcángel Miguel. Cuarto, lo que resulta una fatalidad para ellos, es que tras el muro, al que pueden subir con escaleras, sólo ven estepas áridas, en tanto que su jardín produce frutos en abundancia. Quinto, el hecho de que aparte de ellos mismos nadie visita nunca la iglesia de su convento.

Todas estas circunstancias y otras más son “coscorrones” para que estos espíritus despierten y se den cuenta que en su “paraíso” sucede algo extraño.

8. A estos monjes paradisíacos les espera todavía el Cielo conventual -que conoceremos más adelante- donde también hay mucho gato encerrado.

Por eso ocultan astutamente los absurdos de su Cielo. De lo contrario, pronto este paraíso -que también tiene que suministrar los alimentos del Cielo conventual- se encontraría en un estado lamentable porque los tan animados ángeles dejarían de cultivar el enorme campo del jardín.

Debéis saber que el Señor consiente todo esto por razones muy sólidas: que estos espíritus humanos también tengan que ganar aquí su sustento con el sudor de su frente como en la Tierra, que si aquí quieren comer, también tengan que trabajar.

Pero los dos habitantes del paraíso ya están cerca de nosotros. Así que quedémonos quietos. A ver como nos reciben.

9. Uno de los dos paradisíacos hace una seña a dos de los ángeles provistos de porras para que acudan a su lado, así puede acercarse a nosotros bien escoltado. El otro protege la vanguardia con cuatro ángeles armados con sables por si la misma no fuera lo suficientemente poderosa ante el enemigo».

10. El primero de los habitantes del paraíso toma la palabra y pregunta: «¿De dónde venís, de arriba o de abajo?».

El guía responde: «De arriba».

«¿Dónde está arriba?».

El guía señala su pecho y dice: «Arriba está aquí en el corazón, en el amor al Señor».

«¡Tonterías! ¿Acaso no sabes realmente dónde está el Cielo y que aquí estás en el paraíso de Dios?».

«Sé muy bien dónde está el Cielo y también conozco muy bien el paraíso. Pero no reconozco como tales ni este paraíso ni tu Cielo, porque los juzgo según la Verdad y, juzgados así, este Cielo y este paraíso no son sino engendros de vuestra más mundana ignorancia».

«¡Menuda osadía! ¿Acaso hablan así los que vienen de arriba? Espera un poco, ¡te enseñaremos palpablemente dónde está lo de abajo!

¡Venid, ángeles de Dios, apresad a estos tres rufianes infernales y llevadlos a la escuela, donde se enterarán de la diferencia que hay entre arriba y abajo!».

11. El guía dice a los visitantes: «Mirad, los “ángeles” nos han cercado. No nos defenderemos por ahora porque así ellos mismos nos introducirán en su medio. Sólo entraremos en acción cuando empiecen a tener una idea mejor de nosotros. Todo esto forma parte del asunto pues sin este pequeño ardid no llegaríais a haceros una idea completa de esta situación espiritual. Es la única manera de conseguir que estos espíritus se descubran ante nosotros por sí mismos y que después, por su propio bien, podamos hacer que se vuelvan conscientes de sus creencias absurdas.

Vamos pues a permitirles que nos introduzcan en su medio; veréis que el Señor tiene infinitamente muchas maneras de ocupar continuamente a sus siervos41 con tareas que siembran amor.

Capítulo 71. Hipotético cautiverio por parte de los agustinos paradisíacos. Dudas de los agustinos sobre sus acciones

1. Los dos monjes toman la delantera y los ángeles con sus porras y sables forman la retaguardia. Mirad, allí en dirección Norte hay una torre de aspecto muy sucio en una esquina de la muralla. Allí nos quieren encerrar. Lo que pasará después, ya lo veréis vosotros mismos.

Mientras tanto escuchad lo que dicen los dos monjes paradisíacos».

2. «¿Y si estos tres vagabundos fueran verdaderamente mensajeros de un lugar mejor que éste donde siempre estamos pasando hambre? ¿No sería mejor escucharles e informarnos más detalladamente de dónde vienen? Porque la pregunta que les hicimos, si venían de arriba o de abajo, tal vez fue demasiado precipitada.

Pongamos por caso que realmente vinieran de arriba; si en este paraíso los tratamos de manera tan violenta, es posible que nos cueste caro. Por eso yo diría que en vez de aprisionarlos en la torre, los metamos en la torre de la libertad -allí en dirección al mediodía- que para salir está abierta y sólo cerrada para entrar».

3. El otro responde: «Oye, amigo y hermano, ¿supongo que no pensarás volverte hereje aquí en el paraíso?

Sabemos muy bien que el Señor anduvo en la Tierra sin el menor esplendor, y que lo mismo pasó con los primeros divulgadores de su Doctrina. También sabemos que en aquellos tiempos la Iglesia del Señor padecía y era mísera. Sólo después del Concilio de Nicea venció masivamente a los paganos. Con ello dejó de ser mísera y se volvió una Iglesia triunfante, llena de esplendor, magnificencia, prestigio y poder.

4. Si el Señor proveyó en la Tierra a la Iglesia y a sus siervos con semejante esplendor, ¡cuánto más lo hará aquí en el reino de los espíritus bienaventurados! Por lo tanto, si Él nos manda mensajeros sublimes, puedes estar seguro que no tendrían un aspecto desarrapado, sino que vendrían con esplendor y magnificencia celestiales.

En la Escritura se lee: “El Señor vendrá sobre las nubes del cielo con esplendor y magnificencia”. ¿Cómo podrían ser mensajeros de Dios estos andrajosos? Mensajeros camuflados del infierno, ¡eso sí! De modo que ¡presos a la torre hecha de piedras altamente consagradas, para que pronto veamos cuál es su naturaleza! Tengo entendido que una sola de esas piedras consagradas quema al diablo mil veces más que el infierno más profundo».

5. Dice el primero: «Tú haz lo que te parezca, pero yo sostengo mi idea. Si finalmente todo sale mal, tú cargarás con la responsabilidad. Así que haz lo que quieras, no te causaré problemas. Te doy la llave pues no quiero participar en esta expedición.

Muchas veces he pensado que en nuestra Iglesia romana siempre estamos dispuestos a condenar con demasiada rapidez, pero bastante menos a bendecir. Me acuerdo de las palabras con las que el Señor advirtió a explícitamente a sus discípulos que no condenasen ni juzgasen.

6. Por ello me he propuesto íntimamente no maldecir ni juzgar a nadie nunca más. Y cumpliré este propósito también con estos tres; así que repito: haz lo que quieras, pero yo no quiero participar en tu operación».

7. «Dame entonces la llave y yo administraré la justicia divina. Porque grande es el Amor del Señor, pero su Justicia está por encima de su Amor y requirió hasta la sangre del Hijo de Dios. ¡Así que permíteme administrar justicia!».

8. «Sé por la Escritura que el Señor nunca dio a sus apóstoles y discípulos otro mandamiento que el del amor. También sé que una vez el Señor puso como ejemplo a un administrador injusto. Y en otra ocasión dijo que un pecador arrepentido le daba más alegría que noventa y nueve justos. Además no conozco pasaje alguno en el que el Señor haya defendido la justicia severa. Un pasaje entre un aduanero y un fariseo se resuelve finalmente justificando al aduanero y reprendiendo al fariseo que actúa según la ley.

Si tengo todo esto en cuenta, no puedo aceptar una justicia tan rígida por nuestra parte. ¡Ahora, haz lo que quieras!, yo me retiro».

Capítulo 72. Preguntas delicadas. Una respuesta honesta

1. «El espíritu monje habitante de este “paraíso celestial”», dice el guía a los visitantes, «abre la puerta y nos manda que entremos. Qué pensáis, ¿le hacemos caso o no? Habría católicos que entrarían porque afirman que hay que ser obedientes. Pero también hay otra que dice que se debe obedecer más a Dios que al hombre, así que no entraremos. Además, voy a tomarme la libertad de convertir la torre en polvo.

Ahora el de la llave nos amenaza diciendo que, si no entramos inmediatamente, va a hacernos entrar a la fuerza. Así que acerquémonos a la torre hasta que yo pueda tocarla con el dedo.

Ya estamos, toco la torre y deja de existir.

2. ¡Fijaos en la cara que pone el de la llave!».

El otro, el de mejor índole, se acerca a su compañero y le dice: «Amigo mío, ¿qué dices ahora? ¿Acaso piensas que esto puede ser obra del diablo?».

«Desde luego, hermano, esto es más que misterioso. Hasta ahora ningún diablo ha podido dañar esta torre que siempre estuvo aquí como baluarte invencible de Dios contra toda clase de herejes y siervos del demonio. Esta torre siempre fue un asilo maldito para ellos y para todos los demás adversarios de la única Iglesia que lleva a la bienaventuranza.

Pero este hereje -o lo que sea- no ha hecho sino tocarla con un dedo y la torre desapareció. De momento no veo otra alternativa que procurar deshacernos de los tres de la manera menos conflictiva posible, de lo contrario nos arriesgamos a que toquen más cosas todavía, las cuales desaparecerán como la torre.

3. En verdad tengo que reconocer que Dios, el Señor, es un Ser extraño. Porque cuando uno está convencido de haber hecho lo mejor, Él lo desmorona. Levantó una iglesia tras otra y cuando alguna estuvo bien preparada para que el servicio a Dios empezara en ella de manera continua, Él viene como una Parca42 pagana y todo se vuelve nada; a lo sumo queda el nombre, como sucedió con Babilonia, metrópoli que ni siquiera se puede saber donde estuvo.

No quiero tener nada que ver con estos tres seres, pero si tú lo deseas, haz lo que quieras. Dudo que puedas arreglarte con ellos. Lo mejor sería convocar a capítulo sobre el asunto. Pero, ¿cómo hacerlo mientras estén aquí?».

4. «Me parece que ni siquiera hará falta. Si, como parece evidente, vienen de arriba, ¿para qué puede servir entonces nuestro capítulo? Lo pueden disolver como a la torre. De todos modos, que puedan venir de abajo está totalmente fuera de cuestión.

Decimos: “A la roca de Pedro, o sea a su Iglesia, nunca la vencerán los poderes infernales ”. ¿Qué resultados tendría que llegáramos en un capítulo a la conclusión que son mensajeros del infierno pese a lo cual, y en contra del testimonio de Cristo, han aniquilado la torre? ¡Nosotros mismos confirmaríamos que nuestra Iglesia, fuera de la cual no hay salvación, no está fundada por Pedro ni por Cristo, conclusión que, claro, resultaría mucho peor que la propia aniquilación de la torre! Si por el contrario aceptamos que el Señor lo hizo conforme a sus disposiciones eternamente insondables, no nos perjudicamos en absoluto, porque el Señor es libre de hacer lo que quiera. Y todo lo que hace, siempre esta bien hecho».

5. «Tienes razón», dice el otro, «no puedo contradecirte. Pero cuando los demás hermanos bienaventurados y los numerosos ángeles servidores se enteren del asunto, ¿qué dirán? Conviene pues que les informemos lo antes posible, porque de lo contrario van a sospechar de nosotros».

6. «No opino lo mismo», le responde el primero. «¡Que digan lo que quieran! Que estos tres se queden aquí y hagan lo que les parezca bien; nosotros nos lavamos las manos. ¡Que vengan nuestros hermanos y vean ellos mismos hasta qué punto se puede nadar contra una corriente rápida!».

7. A estas alturas el guía toma la palabra, dirigiéndose al monje de mejor índole: «Escucha, amigo mío, tu punto de vista no es malo del todo pues estás más cerca del Reino de Dios que cualquier otro. Aunque las obras de caridad que haces no sean muchas, tienes bastante más Luz que todos los demás. Así que aprovecha la ocasión que te ha sido concedida y recupera la actividad en el amor que todavía te falta para llegar al Reino de Dios.

De momento, haz que se reúnan aquí todos los aparentes bienaventurados de este “paraíso”».

8. «Querido amigo», le responde el monje, «eso es muy fácil, basta una llamada y una señal y todos estarán aquí enseguida».

9. «¡Hazlas entonces!».

El monje llama y da la señal, y desde todos los lados se acerca una gran muchedumbre, que se asusta al ver que la torre ha desaparecido.

Por eso exclaman: «¡Por Dios trino!, ¿qué hereje ha hecho esto?».

Nuestro monje les responde en voz alta: «Escuchad hermanos, ¡no preguntéis, porque los tres poderosos todavía están entre nosotros! Equivocadamente los queríamos encerrar en la torre, ¡pero el del centro apenas la tocó con un dedo y la aniquiló instantáneamente!

Sabemos que el poder de Satanás nunca podría hacer algo parecido; así que sed sabios para evitar que caiga sobre nosotros un mal peor».

10. A esto, el prior del convento paradisíaco se acerca tímidamente a los tres y dice: «Nosotros y todos los buenos espíritus alabamos a Dios el Señor. Suponiendo que también vosotros sois buenos espíritus, permitidme la pregunta: ¿Cuál es el motivo de vuestra visita?».

11. El guía le responde: «El motivo es muy simple; tan sólo venimos para que nos expliques cuando fundó Pedro la Iglesia romana y las congregaciones. Pero debes probárnoslo basándote en la Escritura porque no aceptamos rodeos».

12. El prior pone cara de vinagre y se santigua. En voz baja dice a su vecino: «¡Válgame Dios! ¡He aquí ante nosotros la suprema trinidad diabólica!: Lucifer, Satanás y Leviatán, ¡dalo por seguro!

Pero ¿qué le contestaremos? Si nos callamos, entonces la dichosa trinidad diabólica -que Dios nos proteja por haberlo dicho- acabará con nuestro convento, nuestro paraíso y nuestro reino celestial y, quizás, incluso nos arroje directamente al infierno. Y si le contestamos, ya nos entregamos al infierno.

Realmente, la providencia divina te deja atónito en este mundo espiritual, por lo que ni siquiera en el paraíso ni en el Cielo sabe uno a qué atenerse. Como no puedo demostrar la autoridad apostólica de la Iglesia romana basándome en la Escritura, será mejor que le diga la verdad».

Dirigiéndose al guía, continúa con voz normal: «Amigo, ¡pues no lo sé! Yo mismo creo que la Iglesia fue fundada por Pedro y lo creo por una tradición histórica, según la cual este apóstol vivió unos veinte años en Roma. Lo que ignoro es si la tradición es real o no; Dios nuestro Señor lo sabrá mejor que yo.

Antes fui católico romano y creía, enseñaba y actuaba dentro del espíritu de esa Iglesia, y no creo haber faltado en ello. Si la realidad es distinta, entonces tú mismo puedes explicárnoslo. Estoy bien dispuesto a escucharte, de modo que habla. Si eres un espíritu bueno, entonces no querrás el mal para nosotros; y en caso de que seas un espíritu malo, Dios es más poderoso que tú. ¡Habla, pues!».

Capítulo 73. Pregunta dirigida al prior del monasterio de los agustinos

1. El guía toma la palabra: «Por ahora te has librado favorablemente del peligro. Y como tú mismo reconoces que no puedes responder a mi pregunta, aceptaré la no-respuesta como respuesta. Pero ten cuidado, porque voy a hacerte una segunda pregunta. A ver si encuentras una respuesta en tu interior:

Como tú, buen conocedor de la Escritura, no pudiste averiguar en la Tierra si el apóstol Pedro vivió realmente en Roma y si fundó allí la Iglesia romana, quisiera saber por qué entonces tenías tanto interés en ser prior del convento y, cuando lo conseguiste con muchas artimañas, te dirigiste repetidas veces al Vaticano para ver si te podían nombrar obispo.

Responder a esta pregunta tiene que resultarte fácil pues es algo que tú mismo viviste y que todavía recuerdas vivamente».

2. El prior paradisíaco pone cara de perplejidad y busca una respuesta en todos los rincones de su mente para salir del atolladero. Pero su propio rostro refleja que no la encuentra. De modo que se ve obligado a confesar la cruda verdad, aunque le queme la lengua como la comida demasiado caliente.

3. Así que se decide a decir la verdad pese a las consecuencias que pueda acarrearle: «Amigo, vengas de dónde vengas, te digo francamente que lo hice por mi propio interés. ¿Por qué lo hice? Porque conociendo los principios de la Iglesia católica romana vi con nítida claridad a dónde apuntaban sus principios cristianos: al dominio del mundo. Para lograrlo, había que saber cómo conseguir prestigio y, con él, tesoros y riquezas. ¿Qué es lo que quedaba así del verdadero cristianismo? Tú mismo debes saberlo, ¡la Iglesia romana nunca se preocupó de eso!

4. Y si no estoy equivocado, ese lamentable estado del cristianismo de la Iglesia católica romana dura ya desde los tiempos de Carlomagno que, si estoy bien informado, regaló ciudades al obispo de Roma, por lo que este se volvió un soberano mundano.

5. Desde aquellos tiempos el cristianismo verdadero -totalmente incompatible con el medio eclesiástico- sólo fue tenido en cuenta, cuando mucho, de manera no oficial porque su pureza se opone precisamente al prestigio mundano. Por eso se mantuvo sólo el nombre, pero “adaptando” la Doctrina de manera que necesariamente tuviera que llevarse bien con el prestigio mundano.

Estuve enyugado como un buey estúpido, pero, ¿quién iba a desuncirme? Me dije que los bueyes de delante tienen que tirar menos que los que están más atrás. Por eso hice todo lo posible para que me unciesen delante y para ser más bien un buey de adorno que ser uno de labor.

7. ¿Acaso hubiera debido actuar de otra manera?

Tal vez habría podido si Dios no me hubiera dotado de una piel tan sensible. Por culpa de ella y viendo las muchas hogueras que ardían, me volví astuto, con lo que, en el fondo, no hice nada.

Pensaba que, en esas circunstancias, era prácticamente imposible hacer realmente el bien en el sentido del fundador del cristianismo; por lo tanto preferí no hacer nada, participar aparentemente en la ignorancia exterior y, en la medida de lo posible, aprovecharme de ella durante la vida temporal.

8. Tenía claro que si la Doctrina de Cristo era una realidad yo estaba pecando contra ella. Pero también me dije: Si el Señor ha fundado esta Doctrina tal como está escrita en los Evangelios, también habrá tenido sus razones para permitir que degenere hasta tal punto.

Pensaba frecuentemente en que Pablo había insistido a sus comunidades que se sometiesen a las autoridades mundanas -buenas o malas-, señalándoles que en ninguna parte había poder alguno que no fuera otorgado por Dios.

Si los poderosos de la Iglesia faltaban actuando así, ya vendría el día en que tendrían que rendir cuentas.

Y me decía: haré lo que hizo Poncio Pilato cuando no pudo evitar la crucifixión de Cristo y seguro que el Señor -que es el Ser más perfecto- también tendrá en cuenta que con nuestro poder más que limitado no podemos nadar en contra de la tan violenta corriente mundial.

9. He aquí, amigo, la respuesta a tu pregunta. Aunque me despellejes, no podrás sacar más de mí».

10. «Amigo», responde el guía, «no has ocultado absolutamente nada, y realmente nos has contado todo lo que recuerdas. Pero todavía quisiéramos saber cómo es posible que hayas llegado a este paraíso. Porque si ya en la Tierra estabas convencido de que la Iglesia romana se equivocaba, entonces también tenías que estar convencido de que su doctrina sobre la vida después de la muerte tenía que ser tan incorrecta como todo lo demás.

Te diré que, precisamente de la Iglesia católica, hay muchos que han llegado aquí y que, a pesar de todo, entraron inmediatamente en el verdadero Reino de Dios. Además te digo que aunque la Iglesia era verdaderamente anticristiana, me parece que nunca prohibió ni el amor al prójimo ni la humildad. Por lo tanto todavía quisiera oírte decir cómo es posible que hayas llegado a este paraíso».

11. «Querido amigo, me resulta difícil responderte a esta pregunta, porque la razón por la que he llegado aquí me resulta tan desconocida como el centro de la Tierra. Te confieso francamente que durante mi vida en la Tierra, la inmortalidad del alma después de la muerte no me decía nada. De modo que, ignorándola por completo, ¿qué más le queda a uno sino vivir según el lema romano: Ede, bibe, lude, ¡post mortem nulla voluptas43!?

De modo que viví en el mundo por la comida y la bebida: he comido, bebido, y aullado como los lobos.

12. Sólo cuando me llegó la muerte física, sobre la que tantas veces había reflexionado inútilmente, supe que esa muerte no significa ni mucho menos el acabóse, y que tras dejar el cuerpo atrás -proceso que hasta entonces nunca había experimentado conscientemente- continúo viviendo igual que en la Tierra. Con la única diferencia de que en vez de pasar mi vida en las celdas sucias del claustro, aquí paso mi tiempo en los preciosos pabellones de este jardín, y en vez de un hábito negro llevo uno blanco. Ni siquiera celebro misa sino que estoy aquí como un vegetal dotado de inteligencia, es decir, como un parásito.

13. Que aquí se tengan en cuenta las reglas monásticas mundanas me resulta tan inexplicable como todo lo demás. Aquí nos imaginamos ser felices. Lo somos realmente debido a que hemos vuelto a encontrar, aunque algo más refinada, nuestra antigua regla monástica habitual. Si nos la quitas, un ratón de campo sería más feliz que nosotros.

14. Reconozco que ninguno de nosotros tiene la menor idea de porqué estamos aquí. ¡Dínoslo tú si sabes algo! Y con mucho gusto cambiaremos nuestra condición aparente e incierta por una real, aunque sea algo menos favorable.

Haz con nosotros lo que quieras, ¡pero líbranos del infierno y de más preguntas! Te lo he dicho todo, de modo que aunque me preguntes más no sacarás más de mí que de una piedra: donde no hay nada, ni la muerte se puede llevar nada».

Capítulo 74. Pregunta por el amor a Cristo

1. El guía toma la palabra: «Escucha, apreciado amigo, no eres, ni mucho menos, mudo como una piedra, así que podrás contestarme aún otra pregunta muy sencilla que voy a hacerte:

2. Durante el desempeño de tu cargo eclesiástico, ¿acaso nunca reflexionaste sobre Cristo y nunca barajaste la idea de poder amarle de todo corazón? Es una pregunta a la que puedes responder simplemente con un sí o con un no, aunque la respuesta tiene que estar fundada en la pura verdad».

3. «Apreciado amigo, seas quién seas y vengas de dónde vengas», le responde el prior, «podría responderte muchas preguntas así. Pero no me preguntes más por la Iglesia romana, porque, igual que un militar jubilado, estoy extraordinariamente contento de no tener ya nada que ver con ella.

Sobre Cristo hablaré contigo cuanto quieras. Íntimamente reflexioné mucho sobre Él y muchas veces me pareció que podría ser un buen apóstol si tuviera la suerte de relacionarme con Él como lo hacía el apóstol Pedro. Cristo es el único personaje divino al que podría amar de todo corazón si existiese realmente en alguna parte.

4. Estarás al corriente que durante el desempeño de mi cargo eclesiástico a lo que menos atención presté fue a Cristo.

Porque cuando, como prior, era convocado a una reunión por cualquier autoridad eclesiástica, por un obispo e incluso una vez a Roma, nunca se hablaba de Cristo sino sólo de los ingresos del monasterio, de cómo se administraban los bienes de la Iglesia y de cómo había de arreglármelas para que el monasterio resultara más productivo y poder aumentar así las rentas eclesiásticas.

La vez que me convocaron en Roma pensé que allí recibiría una mayor Luz sobre Cristo, ¡pero nada de eso! Sólo me preguntaron detalladamente sobre las rentas eclesiásticas, si habían vencido los plazos de algunas donaciones importantes y, si así era, qué es lo que pasaba con esos capitales.

5. Tuve que explicarles que había problemas con las donaciones vencidas; que el capital de las antiguas estaba ya completamente incorporado a los bienes inmuebles eclesiásticos del monasterio y que en los actuales tiempos, tan ilustrados, casi ni hablar de nuevas donaciones. Que había que conformarse con legados modestos y con algunas misas pagadas de réquiem, pero que no había ni que pensar en donaciones a favor de la eternidad.

Ante estas explicaciones mías, un cardenal maldijo fulminantemente a todos los herejes y a todos los protestantes, y a mí se me indicó que sensibilizase a la gente con sermones severos y amonestaciones en el confesionario para que no permitiesen que les influyeran los protestantes, y para que se aseguraran el Cielo con donaciones importantes que los integraran para siempre en la única Iglesia que lleva a la bienaventuranza.

Tras estas advertencias me dieron una centena de bulas de indulgencia plenaria con la recomendación de saldarlas lo antes posible, como mínimo por diez táleros44 cada una.

6. A mí me dieron una gratis, señalándome que entraría en vigor sólo cuando hubiera mandado a Roma los ingresos obtenidos por las demás.

7. Quería aprovechar la ocasión para informarme sobre ciertas cuestiones religiosas, pero me hicieron callar y un colega me dijo de pasada: “Te recomiendo que agradezcas con toda humildad la enorme gracia que te concede el sumo representante de Cristo; ponte en camino para dejar Roma atrás lo antes posible y para llegar a tu monasterio y cumplir la voluntad del santo Padre”.

Después me concedieron la gracia de ser admitido a besar las sandalias del papa y me instaron a no permanecer más de veinticuatro horas en Roma.

8. De lo que te digo puedes deducir fácilmente cuál era el cristianismo había allí. Si el cardenal no hubiera dicho “representante de Cristo”, habría vuelto de Roma sin haber oído el nombre de Cristo, salvo con ocasión de una misa.

9. Esta visita a Roma acabó con la última gota de mi fe en la inmortalidad y en Cristo.

10. Cuando llegué al monasterio con mis bulas, se las di a mis hermanos. Con un poco de suerte pudieron venderlas todas aunque, regateando, tuvieron que ceder bastante. Expliqué a Roma las dificultades morales con las que tropezamos para que aceptaran las bulas, de modo que finalmente se conformaron con una suma inferior. Y esto es todo lo que puedo responder a tu pregunta.

11. Puedes deducir de mis explicaciones que cuando con semejantes maquinaciones la Iglesia saca de los creyentes, sobre todo entre el mismo clero, la última gota de su fe en Cristo, la pérdida de la fe acarrea la de cualquier amor por Él.

No quiero decirte con esto que no podría amarle si se encontrara en alguna parte. Creo que podría amarle sobre todas las cosas porque su Doctrina es lo más puro y sublime que los hombres mortales pueden imaginar. Pero ¡en el “si” está el busilis!

12. Vivo aquí sin saber por qué ni cómo he llegado a este lugar, pese a que en la Tierra la inmortalidad del alma tras la muerte acabó pareciéndome finalmente un cuento. Hasta ahora, aquí tampoco he llegado a saber más. De modo que entre Cristo y yo existe desde siempre ese fatal “si”. ¡Quítamelo de encima y tendrás ante ti a un discípulo que amará a Cristo como el apóstol Juan o la Magdalena!».

13. El guía le responde: «Muy bien, amigo mío, has respondido muy detalladamente a mi corta pregunta. De modo que os revelaré algo a todos vosotros. Si lo tomáis a pecho, podréis encaminaros hacia la verdadera Vida eterna; de lo contrario, la alternativa, el camino para la muerte eterna, ya está abierto para vosotros en el mismo sitio donde desapareció la torre.

14. Oídme, pues: ¡Jesucristo es el único Dios y Señor de todos los Cielos y de todos los mundos! Por su eterno Amor infinito es el Padre, por su Sabiduría infinita el Hijo, y por su sagrada Santidad todopoderosa, el Espíritu santo, tal como Él dijo sobre sí mismo: “Yo y el Padre somos Uno; quién me ve a Mí, también ve al Padre; y el Espíritu santo surge de Mí como demostré cuando eché el aliento a mis apóstoles diciéndoles: ¡Recibid al Espíritu santo!”.

15. Que este sea para vosotros el primer dogma sin el cual nadie puede obtener la Vida eterna. Pues escrito está: “Quién no cree que Cristo es el Hijo del Dios vivo y por ello del Amor del Padre, no llegará a la bienaventuranza”.

16. Os digo que si no os sujetáis al Padre y al Espíritu que están en Cristo, el Hijo, no tendréis Vida.

17. No os apuréis por el texto que dice: “El Padre es más que el Hijo”, pues este texto indica que el Amor -el Padre- es la Identidad básica de Dios; lo que quiere decir que del Amor surgen eternamente la Luz y el eterno Espíritu poderoso.

Que esto sea para vosotros el segundo dogma.

18. Y ahora el tercero: ¡Sed humildes de todo corazón! ¡Amad, sobre todo, a Dios en Cristo! ¡Amaos los unos a los otros como cada cuál se ama a sí mismo! ¡Que cada uno de vosotros esté siempre a disposición de los demás y les sirva como el menor entre todos!

19. Cuanto hayáis asimilado vivamente en vuestro interior estos tres dogmas, os será indicado el camino a la Vida eterna. No trajisteis de la Tierra sino espejismos y conclusiones erróneas malas, los cuales aparecen aquí visiblemente ante vosotros; como no tienen base ni consistencia, se desmoronarán ante vuestros ojos en cuanto se manifieste vuestra propia noche interior.

Por eso os traje, en el nombre del Señor, una semilla nueva; plantadla en vuestro corazón para que se haga una planta que da fruto. ¡Sólo ese fruto os fortalecerá vivamente! Y su Espíritu encenderá vuestro amor, cuya llama iluminará el nuevo camino que os llevará a la Vida eterna».

20. Los monjes paradisíacos empiezan a golpearse el pecho exclamando: «¡Qué abismo bajo nosotros y qué profundidad encima nuestra!

Señor, ¡ten piedad de nosotros, pobres pecadores! ¡Cierra el abismo de abajo y arriba la profundidad, pues no merecemos ni la menor chispa de tu Gracia! ¡Aniquílanos, es lo único que merecemos! ¡Pero no nos dejes vivos para arrojarnos después a la perdición!».

A estas alturas el guía se dirige a los visitantes: «Estos se arrepienten más fácilmente que los anteriores. Pero dejémoslos en su estado de ánimo y sigamos para visitar el “Cielo monástico”, donde comprobaréis que el “medium tenere beati” es literalmente real, porque allí el “Cielo” resulta más comprometedor que el “eterno descanso” del alma».

Capítulo 75. Visita al “Cielo monástico”

1. Los invitados preguntan a su guía: «¿Pero dónde está ese Cielo?».

«Pronto lo veréis porque estamos muy cerca», les responde el guía. «¿Veis aquel palacio impresionante, justo enfrente de nosotros? Sobre una escalera hay una pequeña puerta que es la entrada del “Cielo”. También el Cielo se encuentra aquí cerca del paraíso».

«¿Estarán Pedro y Miguel?».

«No faltarán. Pero no están delante de la puerta sino detrás. No entraremos a la fuerza, se presentarán en cuanto llamemos. Acerquémonos a la puerta y llamemos para que nos abran.

2. Como ya estamos, llamo; a ver qué nos contestan con la puerta cerrada».

Se oye la voz de “Pedro” que pregunta: «¿De dónde, de arriba o de abajo?».

Responde el guía: «De arriba».

«¿Qué nombre?».

«Soy mensajero del Señor».

3. «¡Mentiroso!», responde Pedro, «¿cómo podría Cristo haberte mandado venir desde fuera, si mora aquí en el Cielo a la diestra del Padre? Si Él te hubiera mandado, tendrías que haber sido enviado desde el mismo Cielo. Eres un extraño que viene de fuera, ¡de modo que eres un impostor mentiroso y un pecador grosero contra el Espíritu santo! Así que, ¡al infierno tú y todos los que están contigo!».

4. «Escucha, guardián ciego del Cielo, ¡estás profundamente equivocado! Puesto que me preguntas quién soy y de dónde vengo, también yo te pregunto a ti quién eres y por qué te arrogas el derecho de maldecir, cuando precisamente el Señor lo desaconsejó explícitamente a sus apóstoles».

5. «Yo soy Pedro, la roca en la que Cristo fundó su Iglesia y a la que mensajeros que vienen de abajo como tú no pueden hacer el menor daño. ¡Puedes esperar en vano que te deje entrar!».

6. «Entonces, ¿por quién me tomarías si pese al poder celestial que te da ser Pedro, yo rompiera esta puerta a la fuerza y me apoderara de todo tu Cielo?».

7. «¡Asqueroso diablo de todos los diablos!, ¡intenta sólo tocar el pomo y verás cómo te quema! Te aseguro que este pomo te producirá de antemano en un sólo instante un martirio mayor que mil años en el infierno más profundo».

8. «Escucha», le dice el guía a “Pedro”, «¡sólo hay que intentarlo! De modo que ahora mismo toco tu pomo fatal y ¿ves?, ¡la puerta está abierta! Te aseguro que no he notado el menor dolor. Como la puerta está abierta, puedo preguntarte ahora cara a cara por quién me tomas, ya que he abierto la puerta de tu roca. ¡Habla!».

9. «¿Qué diré ante semejante sacrílego que pisa sarcásticamente con sus asquerosos pies el santo hogar de Dios y sus santos?».

10. «¿Así me hablas tú, Pedro? ¿Acaso ignoras que Cristo ordenó a sus apóstoles que fueran mansos como palomas? ¡Sin embargo, te comportas tan ferozmente como un perro guardián!

Si realmente eres Pedro, tienes que saber muy bien que el Señor recomendó a sus apóstoles y discípulos la verdadera humildad del corazón, la suma afabilidad de su mente y el amor perfecto al prójimo. Si yo -según tú un diablo- te lo recuerdo, ¿acaso no me encuentro más cerca de la Verdad divina que tú que te tomas por Pedro y te imaginas ser funcionario del Cielo?

Cumplir la Palabra del Señor es para ti algo más desconocido que el centro de la Tierra. ¡Así que otra vez te exijo, en nombre del Señor, que me digas en verdad quién eres!».

11. El seudo-Pedro responde: «Escucha, diablo asqueroso, ¡no mereces la menor respuesta! Si no te largas inmediatamente de aquí, ¡convocaré a todos los poderes celestiales! Primero a todos los santos; si ante ellos no te vas, llamaré a todos los ángeles. Si es necesario, también llamaré a la santísima Virgen María y a San José. Y si aún insistas, entonces llamaré a la mismísima Trinidad santa: ¡ya veremos quién es más poderoso, ella o tú!

Te conviene no ponerte en manos de la suerte y volver de buen grado a tu infierno maldito. Si te arriesgas a que todos los poderes celestiales se lancen sobre ti y tus cómplices, ¡os atarán con cadenas incandescentes y os arrojarán al más profundo de todos los infiernos, donde seréis cocidos y asados eternamente!».

12. «Escucha», dice el guía, «hice mi pregunta en el ámbito del verdadero Amor del Señor. Si respondes así, incluso amenazándonos con los poderes celestiales, tendré que tomarme la libertad de entrar en tu Cielo sin tu permiso, junto con mis cómplices, para convencerme de si todos tus poderes celestiales pueden producir realmente un espectáculo como el que quieres prepararme».

13. Ante esta observación del guía, el tal Pedro arma un gran alboroto, coloca a Miguel en frente de los tres y se va corriendo a convocar a todos los poderes celestiales al completo. El guía aparta a Miguel con la mano y este empieza a correr detrás de Pedro.

Dirigiéndose a los visitantes, el guía continúa: «Como la escalera ya está libre, subamos para entrar. Veréis cómo Pedro, Miguel y todos los demás poderes celestiales se retirarán al fondo del Cielo por pura diplomacia celestial.

14. Ya estamos dentro y el Cielo, de una extensión bastante limitada, aparece ante nuestros ojos tal como es según las ideas erróneas de sus habitantes. ¿Qué os parece?».

Los visitantes se encogen de hombros y preguntan: «¿Acaso esto puede ser un Cielo? El jardín paradisíaco de antes se parecía a él bastante más que esta especie de rastro con sus decorados teatrales hechos con tan pésimo gusto. En realidad, en manera alguna hubiéramos podido imaginar que estos vecinos celestiales pudieran ser unos payasos así.

¡Si al menos se hubieran servido para la armazón de su Cielo de una reproducción de la Basílica de San Pedro de Roma! Hasta cierto punto aún habría sido perdonable. Pero la escenografía tan torpe que vemos aquí, seguro que sería abucheada en la Tierra por la mayoría de la gente.

15. Todas estas mesas desvencijadas y juntas de mala manera deben querer ser la mesa de Abraham, Isaac y Jacob, pues hay a su cabecera, en vez de una escultura, un cuadro mal pintado que los representa.

La “Trinidad” del tablado de este teatro celestial con bastidores pintados de nubes, está recortada de cartón pintado con poca maña y fijada con un clavo desmesurado. ¿Y la chapuza de querubines y serafines que llevan la Trinidad? Aunque lo mejor es la ventana redonda de vidrio amarillo que hay detrás de ella.

¿Pero por qué es todo tan miserable y lamentable en este Cielo?».

16. «Os lo diré», responde el guía, «pues todo esto tiene su motivo. Ya en el jardín paradisíaco os dije que los absurdos de su Cielo están celosamente escondidos para que a sus habitantes -sobre todo a los ángeles sirvientes- no se les ocurra ponerse en huelga. Pero aquí eso ya no tiene importancia; de todos modos un embuste lleva al otro.

Sabréis por lo que iremos cuál es la causa de que este Cielo ofrezca un aspecto tan material y miserable: un convento de clausura también ha de tener un Cielo muy clausurado.

17. En los conventos de clausura hay por lo general dos clases de gente, los verdaderos monjes y los legos que se ocupan de las tareas domésticas. Como este Cielo realmente no les gusta a los monjes en absoluto, está habitado sobre todo por los legos que, con tener suficiente para comer, se conforman con él. Eso les resulta muy fácil pues, debido a sus ideas más que legas, nunca pudieron imaginar un Cielo mejor.

Los monjes forman parte de esa clase de católicos recalcitrantes que piensan que un cuadro pintado toscamente produce más efectos milagrosos que uno bonito pintado con maestría. Ya os habréis dado cuenta en otras ocasiones que los cuadros que se creen que producen los milagrosos efectos de la Gracia no son sino meras caricaturas.

A los habitantes de este Cielo monástico un jardín como el que vimos antes les parecería demasiado bonito para que pudiera surtir efectos milagrosos.

18. Para ser breves no entraremos en más detalles sobre este Cielo, porque en lo sucesivo conoceréis perfectamente como son los vecinos celestiales del mismo a medida que vayáis descubriendo su naturaleza. Todavía veréis aquí una verdadera “comedia” celestial. Pronto la empezarán para echarnos de su Cielo lo antes posible.

Capítulo 76. El Cielo ficticio se hincha

1. Este Cielo lo veis ahora a tamaño encogido. Pero como sus habitantes, además de tener ideas erróneas también son de mala condición, ya empieza a hincharse ante nosotros».

«¿Cómo es posible, si antes el miedo les hizo esconderse?».

«Es una peculiaridad de la naturaleza de todos los hombres todavía demasiados apegados a lo natural. Pues el miedo, y frecuentemente la tristeza también, engendran la ira y, finalmente, también una audacia desesperada. Os podéis dar cuenta de ello fácilmente observando a los combatientes que van amedrentados al campo de batalla. Cuando se enfrentan con el enemigo y reciben unas cuantas salvas, su miedo se transforma en una cólera encendida que les hace arrostrar los peligros más mortíferos con rabioso furor.

2. Lo mismo pasa habitualmente con la gente que llora, sea cual fuere la causa. Seguro que quien motivó su llanto lo pasaría mal si estuviera en sus manos cogerle.

Os podría mostrar miles y miles de casos en los que su tristeza vana les hizo maldecir al mismo Señor de la manera más vil. Por eso el Señor nunca aprueba la tristeza en el mundo, a no ser la que el hombre siente ante su propio estado cuando no corresponde al Orden del Señor, es decir, cuando se debe a un verdadero arrepentimiento de corazón basado en un gran amor al Señor.

3. Quien ama verdaderamente al Señor, pocos motivos puede tener para estar triste porque la tristeza no es, por lo general, sino el dolor por una persona u objeto perdido. ¿Qué tristeza puede causarle la pérdida de nada ni nadie a quién tiene al Señor?

Sabéis por la Escritura que muchas mujeres siguieron al Salvador cuando fue martirizado a lo largo de su calvario y que lloraron por Él; pero Él las censuró y les dijo que más valdría que lloraran por sus pecados y sus hijos.

4. La tristeza y el miedo no son sino manifestaciones de la impotencia y la debilidad propias. Si alguien guarda al Señor en su amor y en la confianza en sí mismo, ¿cómo temerá nada? El miedo es siempre consecuencia de una mala conciencia y, como ya he dicho, de la conciencia de la propia impotencia y debilidad.

5. Si volvemos a los habitantes de este Cielo teniendo en cuenta lo dicho, veréis que se ajustan perfectamente a nuestras definiciones. Observad este Cielo desde ese punto de vista y en seguida veréis cómo todos estos objetos celestiales empiezan a aumentar de tamaño poco a poco para infundirnos respeto. Dicho aumento aparente se debe a que la mente de estos habitantes se está hinchando. Ya veis cómo el conjunto del teatro celestial se expande hacia todos lados.

6. Las cabezas de los querubines y serafines que tenían antes apenas el tamaño de un puño, tienen ya un diámetro de una braza45. La Trinidad es ahora tan grande que en la Tierra podríais verla perfectamente a una distancia de diez leguas46. El fondo poco profundo del estrado parece tener ya veinte leguas47 y las nubes pintadas en los bastidores se parecen ahora a vuestros nubarrones tormentosos. Pero también el suelo que pisamos ha crecido sobremanera, de modo que parecemos tres pequeños puntos casi perdidos en este espacio tan descomunal.

¿Qué os parece el asunto?».

7. «En verdad este cambio o, mejor, esta auténtica fantasmagoría teatral es lo mejor de todo este Cielo, aunque hay que reconocer que ante tal increíble dilatación de las cosas el asunto empieza a volverse inquietante y deja de tener gracia».

8. «Muy bien observado, pero ya os advertí que os ibais a sorprender ante esta comedia, aunque la verdadera comedia realmente todavía ni siquiera ha empezado. Hasta ahora sólo habéis visto que levantan el telón para empezar la función. Cuando veáis a los comediantes, ¡entonces arquearéis las cejas!

Pero, como ya os he dicho, no os intranquilicéis porque todo eso son trucos totalmente hueros de estos espíritus.

9. Prestad atención al estrado que ha alcanzado entre tanto una dimensión aparente como la de la distancia que hay entre la Tierra y la Luna, pero que ya no crecerá más. Pronto aparecerá por el fondo el primer comediante.

Bueno, ya está. ¿Pero qué os pasa? ¡Parece que estáis asustados!».

10. «¿Cómo no? ¡Esta figura humana es horrorosa! Si un gigante así pisara la Tierra, ¡la Luna chocaría con él! Pese a la gran distancia a la que está, ¡no podemos abarcarle con una sola mirada! ¡Y qué espada que lleva en la mano! ¡Con ella podría cortar fácilmente la Tierra en dos partes como si fuera una manzana!

Amigo, si se le ocurre acercarse a nosotros, ¡tal vez valdría más ponerse a salvo!».

11. «Hermanos, ¡no os asustéis en vano ante algo así! En este reino de los espíritus los siervos de Señor tendremos que sostener luchas mucho más importantes que la presente de la que, en realidad, apenas habéis visto la obertura. Esperad un poco hasta que estos héroes bien armados lleguen a un primer plano: sólo entonces podréis apreciar las dimensiones del conjunto.

Como también la mesa de Abraham se ha alargado proporcionalmente, pronto vendrán unos servidores para prepararla con frutos igualmente grandes. Luego aparecerán sin dilación los invitados; ya veréis lo que estos héroes se tragan.

Capítulo 77. Primer acto de la comedia en el Cielo ficticio del claustro

1. Mirad, ya han venido cuatro servidores a preparar la mesa. Cada uno de ellos tiene las mismas dimensiones que el primer héroe que habéis visto. Ahora la cubren toda con un sólo mantel que, aparentemente, sería lo suficientemente largo para envolver todo vuestro sistema solar como si fueran manzanas que hay que llevar al mercado. Sirven frutas como las de la Tierra: peras, manzanas, ciruelas y otras más; también sirven una especie de pan y en cada plaza ponen un vaso tan grande que aparentemente cabrían en él tres veces el agua de todos los mares de la Tierra».

«Pero, en nombre del Señor, ¿cómo es esto posible?».

2. «Para estos espíritus resulta muy fácil. Vosotros mismos sabéis que vuestra fantasía puede imaginar un animal conocido de un tamaño tan grande que finalmente vosotros mismos tendríais que asustaros de él.

Bueno, lo que en la Tierra puede imaginar la fantasía de vuestro espíritu, estos espíritus lo pueden presentar aquí de manera artificial. Ellos mismos llaman “artificios” a estas apariencias; es un arte usado sobre todo por los espíritus malignos cuando quieren engañar.

Como también estos espíritus tienen ideas erróneas y, por consiguiente, bastantes defectos y tendencias malignas, les es consentido que para asustarnos a nosotros, sus pretendidos enemigos, se sirvan de estos artificios inofensivos. En cuanto se den cuenta de la ineficacia de su engaño, todo volverá a encogerse a su estado original. Después ya no tramarán nuevos trucos.

3. Ahora los invitados acuden de todos lados y se sientan a la mesa, sirviéndose con sus manos gigantescas frutas colosales que llevan a su boca monstruosa, aparentemente tan grande como para poder comerse la Tierra como si se tratara de una fresa».

«¿Cómo es posible que nuestra vista pueda abarcar tan fácilmente toda esta fantasmagoría pese a sus terribles dimensiones?», preguntan los visitantes.

«Porque las magnitudes no son reales sino ficticias. Ante nosotros, a quienes el Señor mantiene en la Luz más clara, no puede presentarse engaño ninguno que no podamos descubrir en todos sus detalles abarcándolo con una sola mirada. Además, también nuestra estatura crece ante estos espíritus, aunque en la plenitud de la Verdad, en la misma proporción en la que aumenta su fantasmagoría.

4. Fijaos ahora en el estrado teatral de su Cielo ficticio. De detrás de las nubes sale un gran número de guerreros a caballo. Su capitán les precede con un crucifijo en las manos.

Pero mirad otra aparición: ¡Un Cristo gigantesco va a hablarnos desde la cruz!».

El Cristo toma la palabra: «¡Largaos de este Cielo, malditos, porque desde siempre fuisteis una contrariedad para el Espíritu santo de mi Iglesia romana católica -la única que lleva a la bienaventuranza- y siempre fuisteis para Mí herejes profundamente odiados! ¡Afuera, a las tinieblas más oscuras, porque aquí en el Cielo no hay sitio para vosotros, a quienes nunca conocí! ¡No me obliguéis a recurrir a la fuerza, de lo contrario vuestro destino será el infierno más profundo! Aunque antes no hicisteis caso a mi apóstol Pedro, supongo que ahora vais a creer en Mí, que os hablo desde la cruz».

5. «Veo que estáis sorprendidos», dice el guía a los visitantes, «¡pero os digo que no os dejéis impresionar por esta ficción, porque la cruz y la figura son vanas! Si os fijáis bien, veréis que el portador de la cruz la toca con la boca y habla a través de un conducto que comunica con la boca de la figura. De esta manera sale la voz por la boca del Cristo crucificado. Es un truco abominable porque abusan de lo humano del Señor para producir algo aparente, huero y ficticio.

Aun así este truco no es realmente infernal, porque el actor no tiene tan mala voluntad.

6. Ya no se atreve avanzar más con su crucifijo elocuente porque su arte no ha producido el efecto deseado. Por eso hace una señal a los guerreros, los cuales inician una danza de guerra y comienzan a hacer ruido con sus espadas frente a nosotros como si fueran a atacarnos.

Finalmente se dan cuenta de que no hay manera de asustarnos y vuelven a retirarse tras los bastidores. Como también los invitados de la mesa ven que no pueden impresionarnos con su voracidad, empiezan a desaparecer uno tras otro.

Pero la comedia aún no ha terminado y en seguida va a comenzar el segundo acto. Estos habitantes del Cielo lo intentarán todo y se presentarán como animales gigantescos. Como lo sabemos de antemano, poco nos asustarán.

Capítulo 78. Segundo acto de la comedia

1. Mirad, allí arriba aparece un cocodrilo rollizo, también de tamaño proporcionado a todo lo demás. Abre las fauces como si estuviera a punto de tragarse la mitad de la Creación, pero como no hay ninguna víctima que venga volando para meterse en ellas, las vuelve a cerrar.

Al fondo empiezan a aparecer unos cuantos tigres, hienas, leones, leopardos y osos, seguidos por boas gigantescas. Todos saltan, lanzándose unos contra otros como si quisieran despedazarse.

En un rincón del escenario, un poco disimulada, se ve una cabeza de mono que nos observa para ver si ya estamos asustados. Como la función no da resultado, los animales feroces vuelven a retirarse».

2. «¡Menuda metamorfosis!, ¿cómo es posible?».

«Un espíritu bueno no puede hacerla por sí solo; pero por la Fuerza del Señor en él y mediante su propia voluntad, puede proyectar imágenes parecidas fuera de él, y allí se manifiestan como reales.

En el reino de los espíritus este tipo de manifestaciones es llamado “engaño de la vista”. Pero en la comedia que se desarrolla ante nosotros el caso es distinto. Los espíritus que tienen cualquier maldad en su interior no pueden proyectar apariencias externas de manera adecuada; lo que en último extremo sí pueden hacer es sacar de ellos su maldad de tal manera que la misma se transforme en una apariencia exterior. Este es el caso de los espíritus de aquí. Gracias a ello habéis tenido al menos la ocasión de observar su brutalidad y su maldad en formas visibles.

3. Hablando estrictamente, aquí todo es engañoso y falso. Pero conforme al antiguo versículo de la Biblia, “al puro todo le resulta puro”, todas estas fantasmagorías dejan de ser falsas para nosotros. Como nadie puede producir cosa otra ninguna que lo que corresponde a su ser, estos espíritus ponen al descubierto su interior con dichas apariencias.

4. Primero habéis conocido al falso Pedro, lo que quiere decir que todo el apostolado de vuestra Iglesia se basa en un Pedro falso, por cuyo motivo podéis encontrar miles de conventos iguales y el mismo número de Pedros falsos. Y todo lo demás, lo mismo que Pedro.

Vosotros mismo dijisteis al principio que este Cielo era sucio y ridículo. ¡Pero pensad en las exposiciones de cachivaches que hay en vuestros templos y habréis de reconocer que el Cielo de aquí es demasiado mesurado comparado con semejantes absurdos!

5. Esta sucia mesa de Abraham, ¿no es acaso una imagen fiel de la mesa del Señor de vuestros templos, donde frecuentemente se hacen “sacrificios agradables al Señor” por la salud de perros, bueyes, vacas, ovejas y cerdos enfermos, y por el éxito de actividades muchas veces vergonzosas? ¿En mesas como esas reparten el Pan del Señor? ¿Qué espíritu algo lúcido podría imaginarse una estupidez mayor? ¿No parece una mesa así una verdadera artesa para cerdos? Quien come en esa artesa, ¿acaso no se parece a un cerdo? En verdad unos son cerdos y otros se meten entre la comida de los cerdos, por lo que culpa suya es si los devoran.

6. El Señor comparó su Palabra con las perlas que no deben arrojarse a los cerdos. Por eso me imagino que en semejante artesa de cerdos habrá poca probabilidad de morder trozo alguno de Pan vivo.

Así pues entenderéis que la mesa de Abraham de este “Cielo” es todavía demasiado buena para representar la perversidad de muchas de las mesas del Señor de vuestra Iglesia. Ello se debe en que estos legos se imaginan interiormente la mesa del Señor mejor de lo que realmente suele ser, aunque no tengan ni la menor idea de que la “mesa de Abraham, Isaac y Jacob” no representa sino el amor más puro al Señor y basándose en él, toda actividad amorosa por el bien espiritual de los hermanos.

Así que a tal la mesa, tal Cielo. Como el verdadero Cielo no se vende aunque pese a ello vuestra Iglesia siempre lo comercialice a un precio considerable, este Cielo ficticio está totalmente justificado y tiene que parecerse al medio con el que fue adquirido.

Capítulo 79. Una mirada al verdadero camino hacia el verdadero Cielo

1. Si reflexionáis un poco sobre estas relaciones, entonces comprenderéis que el verdadero Reino de los Cielos del Señor, que es la vida básica del espíritu en el hombre, sólo puede ser adquirido cuando el hombre íntimamente -es decir, en su espíritu- cumpla diligentemente las condiciones trazadas por el Señor para poder alcanzar esa vida básica.

Resumiendo: Primero el hombre tiene que encontrar esta vida en su interior y, cuando la ha encontrado, cuidar de ella y fortalecerla según al Orden prescrito por el Señor, único que puede saber lo que hace falta para alcanzar la vida espiritual objetivamente concebida.

2. Si alguien, con medios mundanos insensatos -además sucios y en sí muertos-, intenta comprar el Reino de los Cielos que, como ya se ha dicho, es la vida definida perfectamente desarrollada del espíritu, semejante intento resulta evidentemente mucho más insensato que sembrar trigo en un pedregal y, como el trigo no quiere salir, añadir más piedras todavía para que lo sembrado brote.

Un campesino razonable primero prepara y labra las tierras, y luego las fertiliza. Sólo entonces sembrará el trigo que pronto germinará y producirá buen fruto en abundancia.

3. Si ya el simple grano de trigo sólo puede desarrollarse adecuadamente en ciertas condiciones, ¿cómo la semilla de la vida del espíritu, que es mucho más noble, podría producir el fruto vivo de la Vida eterna en un suelo totalmente absurdo?

4. Os pondré un ejemplo aún más plástico para que este asunto tan sumamente importante os quede aún más claro. Citaré antes algunas relaciones matemáticas que confirmarán la exactitud del ejemplo que os voy a poner.

5. Sabéis que no se pueden sumar cantidades heterogéneas. Si alguien tiene mil monedas en una caja y les añade mil guijarros, ¿acaso su fortuna aumentará por ello? Si alguien tiene diez ovejas y construye un segundo corral, ¿acaso por ello tendrá más ovejas?

Para aumentar algo, siempre hay que añadirle algo del mismo género.

6. Bueno, y ahora el ejemplo prometido:

Un hombre ingenuo quiere tener hijos para perdurar en ellos. Pero como no tiene la menor idea de dónde vienen los niños ni de cómo funciona la procreación, se dirige a un “amigo” y le pregunta qué ha de hacer.

Pero este “amigo” es un bribón y como sabe que el hombre ingenuo es rico, dice para sus adentros: “Aquí hay buena pesca. ¡Voy a aprovecharme de este necio de una manera muy divertida!”. Acto seguido dice al hombre ingenuo: “Escucha, amigo, lo que intentas resulta complicado y hay muchos gastos. Pero si lo quieres muy en serio, te facilitaré la ocasión y todo lo necesario, y te diré cómo tienes que proceder. Aunque te pongo como condición fundamental que todo lo que te diga lo cumplas con fe absoluta. Si así lo haces, tu empresa tendrá éxito, pero si no cumples concienzudamente con todo, ¡estarás perdido por los tiempos de los tiempos!”.

7. Tras escuchar la advertencia, el hombre ingenuo la acepta: “Como sé que eres un hombre muy docto, me confiaré a ti incondicionalmente. Dame los remedios, no me parecerán demasiado caros”.

Pero, ¿qué hace el bribón? En vez de dar al hombre confiado una mujer viva, le vende muy cara una estatua muerta, de madera, y le dice: “¡Acuéstala en tu cama y cuando también tú te acuestes, échale diligentemente el aliento y verás como con el tiempo tendrás mucha descendencia!”.

El ingenuo toma la estatua, la lleva a su casa, e inmediatamente la mete en su cama y empieza a echarle el aliento. Lo hace durante un año, pero como la descendencia no se presenta, se dirige a su “amigo” y le pregunta cuál es la razón.

Y este le contesta: “¡Insensato!, ¿cómo vas a tener ya un fruto vivo tras sólo un año, si cualquier árbol sólo empieza a dar frutos varios años después de haberlo plantado?”. Y le recomienda algunos otros remedios.

8. El ingenuo le compra todos y los aplica según las falsas instrucciones. Pero ni aun así la descendencia quiere presentarse. Por lo que el ingenuo se dirige de nuevo al bribón para preguntarle cuál puede ser la razón.

Con cara misteriosa de sabio este achaca la culpa a algunas circunstancias inventadas y, como continúa tranquilizándole así, el ingenuo entra en la edad en que pierde la fuerza procreativa. Entonces el bribón consuela al ingenuo asegurándole que seguramente la descendencia vendrá cuando él haya dejado la vida temporal atrás; y todavía le recomienda algunos otros remedios protectores que habrá de aplicar a la estatua al fin de sus días para asegurarse una descendencia viva.

Y el ingenuo se conforma con esta promesa.

Bueno, este era el ejemplo que quería poneros.

9. Viene ahora la pregunta de cómo debemos entender todo esto para que se nos encienda la Luz prometida. En seguida lo veréis.

Primero: Se sabe que la vida sólo se deja engendrar en lo vivo y no en una materia muerta; el hombre ha de tener una mujer viva y no una estatua de madera.

10. Segundo: Ahora pensad en vosotros mismos como en seres humanos que tienen que engendrar en su interior el verdadero Reino del Cielo con la santa novia de la Vida, que es la Palabra viva de Dios y que se llama Iglesia del Señor.

11. Si esa Iglesia es un artificio de madera que carece de toda vida, aunque los falsos amigos egoístas que se llaman siervos de Dios la vendan por una suma de dinero considerable pretendiendo que está viva y que es, exclusivamente, la es idónea para engendrar la Vida pese a que la vida sólo puede ser engendrada en lo vivo, ¡entonces tal Iglesia es el mayor vil engaño que uno puede imaginarse!

Los adeptos de semejante Iglesia no pueden ser menos necios que el ingenuo de nuestro ejemplo.

12. Con gran excitación de su ánimo Pablo predicó que maldito fuera todo aquel que predicara un Evangelio distinto al que el Señor predicaba y dijo que quien no naciese de nuevo, no podría entrar en el Reino de Dios.

13. Pero observad la Iglesia, hecha de piedras. Una Iglesia cuyo lema es oro y plata. Una Iglesia que promete un Cielo que ella misma desconoce en absoluto. Una Iglesia que, por dinero, atormenta a sus necios fieles con los más diversos y misteriosos obstáculos para obtener el Cielo, que los acosa, los condena y además los maldice.

Viendo una Iglesia así, tendréis que reconocer en ella a primera vista la estatua de madera de la cama del hombre ingenuo, al que finalmente ya no le queda otra alternativa sino el deseo vivo de tener descendencia sin poder disfrutar nunca de ella.

14. Así ocurre en el mundo, y no sólo con vuestra Iglesia católica, sino también con cualquier secta que se considere católica.

15. Si miráis el Cielo que tenemos delante de nosotros según el ejemplo que os he puesto, veréis a primera vista que también corresponde a la situación descrita. Como es fruto de una Iglesia parecida a una estatua muerta, lo que debiera ser la verdadera vida no es sino escultura torpe y muerta, sólo el engendro de un deseo insensato y erróneo, imposible de realizar de manera viva y real.

Que semejante Cielo no puede tener consistencia, lo podéis deducir fácilmente del hecho de que no es sino una efigie engañosa del espíritu, que muy bien habría podido engendrar la vida, pero que no pudo, porque para ello le faltó el medio vivo.

Como ya estamos al tanto de estas correlaciones, podemos entrar en más detalles sobre el desarrollo y la exploración de este Cielo; todavía habrá más enigmas engañosos que os aclararán sobre ello».

Capítulo 80. Más explicaciones sobre la comedia de engaños. Maneras infinitamente diversas de guiar la vida espiritual

1. «Ahora comprendemos cómo los habitantes de este Cielo han podido transformar e hincharse de esta manera», dicen los visitantes, «pero lo que aún no nos queda claro es cómo también han podido inflar el Cielo sobre cuyo suelo natural caminan, porque, a lo que parece, está fuera de ellos».

2. «Hermanos, es tan fácil como lo demás, pues todo este Cielo no consiste en otra cosa sino sus ideas erróneas. Así que cuando ellos se hinchan, su Cielo se hincha como ellos mismos. Para que lo comprendáis mejor, os pondré un ejemplo fácil de entender.

3. Un hombre se encuentra en una asamblea en la que se discute sobre cierto asunto. Pero como no tiene ni la menor idea del tema y para no parecer un ignorante ante los demás, prepara un comentario totalmente falso.

Cuando le toca su turno, lo expone. Todos se ríen de su error.

4. ¿Qué pasa entonces?

Antes, el hombre no se fiaba de su propia opinión y se comportaba prudentemente, pero la risa de los demás ofendió su sentimiento del honor.

5. Así que comienza a reflexionar sobre lo que ha dicho y en su interior lo encuentra cada vez más razonable, correcto y significativo. Se convence de la excelencia de sus palabras -por supuesto, sin poder garantizarlas-, se pone furioso y comienza a alzar la voz afirmando sus ideas cada vez más con lo que, finalmente, se venga de toda la asamblea.

Hinchándose, empieza a demostrar que todas esas cabezas hueras no le han comprendido y que ni en cien años comprenderán una mínima parte de lo que tan fácilmente dejó caer.

6. Uno de la asamblea se acerca a él y le dice: “Oye, amigo, tus cien años me parecen todavía un plazo muy corto porque, tras profunda reflexión, he empezado a vislumbrar tu idea, y supongo que habrán de pasar aún mil años más para que se ponga de manifiesto la profundidad de tu pensamiento”. Otro le elogia secretamente de manera parecida.

7. Ante esto pierde su sangre fría, empieza a asombrarse de su propia sabiduría imponderable, se hincha enormemente y mira a los demás y lo que dicen por encima del hombro.

8. Este ejemplo parece sacado de vuestra vida real y muestra claramente cómo los disparates y quien los suelta pueden inflarse y, cuando quienes no están de acuerdo apaciguan la situación con cierta habilidad, se vuelven una idea fija y, por lo tanto, un engendro engañoso espiritualmente fundamentado.

Esto es evidente en la Tierra y se manifiesta mucho más vivamente aquí en el reino de los espíritus.

Estos habitantes no tenían a su Cielo en gran aprecio antes de nuestra llegada. Si los del “paraíso” no los mantuvieran, hace tiempo que ya lo habrían revuelto todo. Pero como hemos venido nosotros y hemos empezado a censurar su Cielo, al principio se acobardaron viendo que no nos dejábamos apabullar por sus necias reacciones. Esto les humilló, y a cada uno de ellos le empezó a crecer el aguijón de su sentido del honor y, con él, también su Cielo, resultado de sus ideas erróneas.

9. En ese momento comprendieron la excelencia del mismo y, para demostrarnos la grandiosidad de su Cielo, nos representaron dos escenas en el estrado, más un banquete de voraces. Como pese a todo hemos seguido manteniendo nuestra posición y no ha habido manera de asustarnos porque vinimos en plan bondadoso, ahora están tramando una verdadera venganza. Toleraremos que también lleven a cabo dicha maniobra, porque sólo después serán receptivos a mis palabras.

10. Así tendréis la oportunidad de ver cómo ha de estar concebida una enseñanza destinada a los espíritus que tienen ideas erróneas para llevarlos poco a poco al camino de la Vida.

El principio es el siguiente. A causa de su libertad no se puede captar ningún espíritu antes de que sus propias ideas le conduzcan a un atolladero. Esta es la razón por la que también hay que consentir a los espíritus de aquí todo lo que finalmente les lleve a caer en sus propias redes, respetando siempre su libertad intangible.

Cuando ya no vean ninguna salida, tendrán que rendirse. Si a un sabio de la Tierra le rebaten matemáticamente desde todos los puntos de vista un axioma erróneo, finalmente rendirá las armas y entregará el “hijo” de su entendimiento a una educación mejor.

11. Cómo aquí en el reino de los espíritus, esto ocurre de manera figurada, os quedará claro con la inminente maniobra vengativa.

Pues sí, queridos amigos y hermanos, en el reino infinitamente grande de los espíritus suceden cosas de las que el hombre no puede hacerse ni la menor idea.

Si fuera Voluntad del Señor permitiros una visión global, pudiendo ver de esta manera cómo los hombres de la Tierra y de los demás incontables cuerpos celestes son guiados por el camino de la Verdad, si pudierais ver los millones de millones de escenas que suceden, el arrebato os costaría la vida.

12. Pues os digo que el Señor nunca se manifiesta más magnífico, más sabio y más maravilloso que precisamente cuando dirige la vida espiritual de manera infinitamente diversa. Y a pesar de esta diversidad infinita, su Sabiduría siempre sabe en todas partes los caminos más seguros para llevar todas sus ovejas al mismo redil.

Pero volvamos a nuestro escenario.

Capítulo 81. Tercer acto de la tragicomedia

1. ¡Fijaos en este teatro más bien cómico que trágico! Las nubes se oscurecen y detrás de la “Trinidad”, que también se está oscureciendo, la gran ventana redonda por donde entra la luz se vuelve cada vez más pequeña. Pronto veréis que esta gran abertura quedará reducida a un agujero ínfimo.

2. Ya reina la oscuridad total en todo este espacio celestial, los bordes de las nubes se vuelven incandescentes y, a lo lejos, se oye el retumbar de los truenos. Ahora también la enorme Trinidad del fondo se enciende con un fuego de cólera, y las bocas de los querubines comienzan a lanzar relámpagos. Detrás de las nubes salen enormes llamas que cruzan todo el espacio visible.

3. ¡La tormenta se está acercando y cada vez hay más fuego y más truenos! Como vosotros mismos veis, están lanzando enormes columnas de fuego con gran estruendo a este teatro “celestial”. Al caer, todo arde y un fuego voraz se extiende.

¿Qué os parece la escena?».

4. «Sentimos angustia. Tal vez vale más no esperar al final de este espectáculo».

«¿Por qué? Os digo que tenemos el poder de detener este fuego cuando queramos. Así que no tengáis el menor miedo. Lo que podemos hacer -o más bien lo que debemos- es contestar con un fuego contraofensivo que les queme sensiblemente. Entonces saldrán de sus escondites para escapar. Aunque nuestro fuego no apresará ni consumirá su maldad, después serán receptivos y escucharán lo que les digamos por su propio bien.

5. Hago una señal e innumerables llamaradas blancas son lanzadas al escenario del teatro celestial, atravesando las llamas de color rojo oscuro. Todo el escenario se incendia y produce una gran humareda. ¿Oís el griterío de nuestros habitantes del Cielo? Salen a bandadas pidiendo socorro. Pero a todo el que quiere huir le alcanza una columna de llamas blancas que le aprisiona y ya no le suelta. El estrado rebosa y toda la muchedumbre ardiente salta desde el escenario al suelo del Cielo. Los relámpagos, que todavía continúan, se mezclan ahora con torrentes de agua que caen sobre los habitantes ardientes, aliviándoles considerablemente».

6. Los visitantes están asustados: «Pero amigo, ¡es una amarga solución para curar a estos desgraciados!»

«Para curar estos enfermos graves no hay otro remedio, porque son paralíticos en el sentido espiritual, mal que sólo puede curarse mediante un “baño turco” espiritual.

Ya que en la Tierra tenéis baños turcos que curan enfermedades como la gota, ¿por qué no va a haber en el reino de los espíritus baños espirituales parecidos?

7. Os digo que en la Tierra no hay ni un sólo fenómeno cuya correspondencia no exista en el reino de los espíritus. Además, este fenómeno no es tan extraño como quizás os lo imaginéis. Aunque no debéis comparar este fuego con el de la Tierra porque aquí, cuando aparece, no es sino la manifestación de un gran ardor.

Como habéis visto, los habitantes de este Cielo querían despacharnos con su gran ardor, engendrado por su falsedad y que, a su vez, engendra malicia.

8. Pero como el verdadero Cielo no paga el mal con el mal, sino que desea el bien de quienes anhelan nuestra perdición y bendice a quienes nos maldicen, tampoco hemos contestado con un fuego parecido sino con otro basado en el amor, de la misma intensidad que la del suyo, basado en la ira, con el que nos amenazaban. Esto es lo que verdaderamente significa acumular brasas en las cabezas de nuestros enemigos. Pronto lo reconocerán, porque el agua viva que derramamos sobre ellos pondrá suficientemente en evidencia lo erróneo de sus ideas.

9. Mirad como todos los habitantes de este Cielo -unos mil hombres- vuelven a encogerse a su estatura normal, lo que significa que su ardor ha sufrido una gran humillación. También su Cielo tan enormemente hinchado se reduce a su tamaño original. Todo fuego se apaga y nuestros habitantes del Cielo quedan desnudos ante nosotros.

Si os fijáis bien, veréis que comienzan a sentir vergüenza, señal infalible de que los vencidos empiezan a reconocer su insensatez y, con ella, su injusticia.

10. De modo que todos han madurado y ahora están más dispuestos que antes a escucharme. Por ello me dirigiré al falso Pedro de antes».

El guía le pregunta a Pedro, que está en primer plano: «Como ves, pretendido Pedro, estamos todavía aquí y todos tus poderes y fuerzas celestiales no han podido con nosotros, ni tampoco los de toda tu asamblea. Dime: ¿Por quién me tomas ahora?, ¿soy de abajo o de arriba?».

11. «Escúchame», responde el seudo-Pedro. «Yo y toda mi asamblea fuimos y somos todavía víctimas de ideas erróneas. Pero reconocemos abiertamente que este Cielo fastidioso, que ahora nos ha jugado tan mala pasada, es una calamidad y que en él debe haber gato encerrado. También reconocemos que si escenas como esta se repitiesen, este Cielo podría más bien ser considerado como un infierno de primer grado o, al menos, como un purgatorio de mala muerte.

Por eso te ruego en nombre de todos mis hermanos que -si ello te resulta posible- nos libres de este Cielo fatal. Al mismo tiempo reconozco que he sido un farsante en el asunto de Pedro y también acepto desde el fondo de mi corazón que no sólo no valgo para Pedro, sino que soy demasiado malo e ignorante incluso para ser el último porquero de cualquier rincón de la esfera espiritual que sea tan sólo una pizca mejor que este lugar, si es que allí existe una profesión parecida.

12. ¡Pero ante todo te ruego que nos libres de este Cielo de recortes de cartón! Y nos lleves a donde nos lleves, siempre serviremos al Señor y le agradeceremos incluso el alimento más magro. Por eso te repito: ¡Líbranos del purgatorio y del infierno! Pues aunque haya sido poco tiempo, ¡acabamos de experimentar cómo quema su fuego, lo que nos basta de una vez por todas!».

13. «Ese lenguaje ya es mejor que él de antes», le responde el guía. «Así que, ¡sed vestidos y seguidnos al “paraíso”, donde también varios hermanos vuestros suspiran por la redención!».

El guía se dirige a los visitantes y continúa: «Mirad como de repente los desnudos están vestidos con batas de algodón gris claro. Nos ponemos en camino y todos nos siguen, alabando por primera vez a Dios».

«Estas batas grises dan la sensación de que se tratara de un transporte de pobres militares», observan los visitantes.

14. «Pues sí, queridos amigos, porque la clase de ropa siempre corresponde a la comprensión de lo verdadero y de lo bueno que surge de lo verdadero. Cuánto verdadero y bueno hay en estos espíritus, lo podéis deducir de su Cielo y de su modo de actuar. Así que su ropa corresponde perfectamente a su estado.

Capítulo 82. Llegada de los recién reformados al “jardín paradisíaco”. Los habitantes del “paraíso” reconocen su culpa

1. Ya hemos vuelto al “paraíso”. Todo está tal cual lo habíamos dejado. En su centro nos esperan sus habitantes que se han vuelto mucho más humildes y modestos de lo que eran cuando llegamos del convento. Los habitantes del “Cielo” nos siguen, igual de humildes, de modo que nos dirigiremos directamente con la reciente pesca a los habitantes del antiguo “paraíso”.

2. El antiguo prior y los dos primeros oradores de este paraíso arquean las cejas porque ven desde lejos que toda la asamblea celestial nos sigue. No habían contado para nada con una conquista del Cielo. Consideraban nuestra visita al Cielo como una piedra de toque cuyo resultado pondría de manifiesto la legalidad de nuestra misión».

3. Como todos los del Cielo, vencidos y humillados, vienen detrás de los tres, el prior dice a su asamblea: «Amigos, así el asunto cambia de aspecto, porque resulta que estos tres nos los ha enviado evidentemente un poder divino aún desconocido para nosotros. ¿Qué hacer ante esta incertidumbre? ¡Y con nuestra conciencia poco limpia! ¿Qué resultados tendrá para nosotros nuestro comportamiento anterior con estos mensajeros sublimes? No dejará de caer sobre nosotros una sentencia severa. Con un poco de suerte tal vez sólo nos toque el purgatorio, pero si nos mandan al mismo infierno, ¡que Dios nos ampare!

4. Como se nos acercan, podemos ver en sus caras una expresión enormemente seria, poco prometedora para nosotros.

¡Cuándo pienso en nuestra vida sacerdotal en la Tierra! Aun conociendo perfectamente el Evangelio del Señor nunca permitimos que reinara entre nosotros uno sólo de sus preceptos en sentido verdaderamente cristiano, y menos aún lo pusimos en práctica. ¡Cuándo pienso que, literalmente, siempre hemos actuado contra el puro Espíritu divino! Oh, hermanos, ¡temo que nunca habré acertado más que ahora que os digo que nos espera el verdadero infierno! ¡Estaría bien que las montañas se derrumbaran sobre nosotros para no tener que mirar el semblante de estos jueces inexorables!».

5. A esto, el orador agustino de mejor índole se dirige al prior y le dice: «Escucha, hermano, me parece que no debiéramos desesperarnos demasiado pronto; para eso ya habrá tiempo cuando realmente estemos condenados.

Recuerdo un antiguo proverbio que dice: “Una buena palabra siempre encuentra un buen oído”. De modo que confiemos plenamente en nuestros ruegos y en nuestra suma humillación, ¡y no desesperemos de la gran Misericordia del Señor antes de tiempo! Si estos tres son mensajeros de Dios, supongo que no nos juzgarán con severidad inexorable, sino que su juicio será probablemente mejor y más suave que el nuestro sobre los supuestos pecadores contra nuestra Iglesia, la cuál pretende ser la única que lleva a la bienaventuranza».

6. «Tu consuelo es dulce como la miel, hermano», responde el prior. «Pero, ¿qué dirás, amigo? si recuerdo las palabras de Cristo en el Evangelio al dirigirse a los falsos profetas, es decir, a aquellos “cristianos” y “sacerdotes” que lo son sólo según el nombre, diciéndoles: “¡Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno que está preparado para el diablo y su ejército! ¡Nunca os conocí, obradores de iniquidad, siempre fuisteis una contrariedad para el Espíritu santo!”».

7. «Sí, hermanos, es un texto horrible que nos caracteriza perfectamente. Además, he de confesarte que de ninguna manera me siento demasiado bueno para el infierno. Si realmente el Señor no fuera más misericordioso que nosotros en la Tierra, entonces este texto tendría que aplicarse integralmente, porque escrito está: “¡Sed misericordiosos y encontraréis misericordia!”.

Ahí está el problema, ¡poca misericordia hemos aplicado nosotros! Si pienso en el entusiasmo con que desde el púlpito hemos condenado a pueblos enteros a la perdición, también yo comienzo a inquietarme profundamente, y el consuelo que antes te ofrecí empieza a volverse vano para mí».

8. Toma la palabra otro: «Amigos y hermanos, también yo veo que estamos perdidos. Deberíamos unirnos y dirigirnos juntos al principal de los tres mensajeros rogándole que nos arrojen ya al infierno más profundo, con lo que por lo menos, considerando que en la Tierra siempre estuvimos más o menos obligados por el poder de la Iglesia a actuar así o asá, le ahorraríamos una complicada sentencia. Fueran justos o no, siempre cumplimos los reglamentos eclesiásticos. Así actuamos entonces -conscientes de que era contrario a Dios porque no le servíamos a Él sino al vil metal- pero tampoco hubiéramos podido actuar de otra manera.

9. Por supuesto, habríamos debido aceptar el martirio en vez de actuar contrariamente a Cristo, pero ahí nuestra fe fue demasiado floja. Por lo tanto yo diría que no nos hemos hecho merecedores justamente del infierno más profundo. A Dios toda honra y su nombre sea siempre altamente alabado. Supongo que no habrá preparado para nosotros precisamente lo peor de lo peor. Esperemos con la máxima humildad, a ver que disposiciones toma el Señor».

10. El guía se dirige a los visitantes: «Ved, cómo toda la asamblea, con gran humildad, está de acuerdo. Ya que todos han reconocido su culpa, acerquémonos a ellos y tomemos las disposiciones convenientes. Todavía tienen que eliminar concienzudamente muchos defectos a los que están apegados antes de estar preparados para un destino más sublime.

Capítulo 83. La eterna Palabra de Dios, tribunal de Cristo

1. Ya estamos lo suficientemente cerca de ellos para poder repetir mis preguntas de antes. Así sabremos hasta qué punto han mejorado la ideas de estos monjes».

«¿Es posible que también en el mundo espiritual haya que tratar esto verbalmente?», preguntan los visitantes al guía. «¿Acaso espíritus perfectos como tú no pueden saber a primera vista cómo son por dentro estos espíritus falsos sin necesidad de interrogarlos?».

2. «Eso es un privilegio de todo espíritu del Cielo supremo pero, procediendo así, poco provecho sacará el espíritu imperfecto. Sería como apresar en la Tierra a un delincuente de cuyos delitos el tribunal estuviera convencido por las declaraciones de algunos testigos: sin la confesión del propio delincuente no podría condenarle. La palabra dicha es aquí el único medio de exteriorizar lo que un hombre o un espíritu siente en su interior.

3. Por ello nada adelanto sabiendo cómo es el interior de estos espíritus. Pero saberlo me facilita poder llevarlos con preguntas acertadas a que se confiesen ante nosotros, quieran o no.

4. Aquí se confirma el pasaje que dice: “¡Desde los tejados os será gritado!”. También Pablo dice: “¡Todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo para explicarnos48!”, lo que significa que todo tiene que volverse manifiesto mediante la palabra que, hablando con propiedad, es el tribunal de Cristo. “¡Desde los tejados os será gritado!” quiere decir que todos tendrán que poner integralmente de manifiesto su interior.

Aquí hay que tener en cuenta que, así como el tejado protege la casa, la palabra es, en sentido espiritual, un medio protector de la defensa y el egoísmo propios, con la que el hombre encarnado puede librarse ampliamente de toda clase de tormentas que le amenacen desde el exterior. Pero aquí en el reino espiritual ese tejado ya no puede proteger, de modo que la frase de “gritar desde los tejados” quiere decir: Manifestar mediante la palabra la mala condición propia integralmente. Ya habéis sido testigos de demostraciones parecidas. Y veréis cómo también las medidas que tomaré a continuación surtirán su efecto.

5. De modo que, por lo dicho, haré a estos monjes una pregunta determinada con la que podréis apreciar lo oscuros y malvados que son todavía en su interior. ¡Atención pues!».

6. El guía se dirige a la asamblea y toma la palabra: «Ya veis que después de haber vencido a vuestro Cielo he vuelto a vosotros; os pregunto si el suceso os ha hecho reflexionar y ser humildes. ¿Acaso todavía os tomáis por verdaderos siervos del Señor? ¿O tal vez creéis que sois unos burdos y tercos farsantes, también engañados?».

7. «Hemos hecho examen de conciencia», le responde el prior, «y hemos llegado a la conclusión de que merecemos un castigo infernal. Nos ha quedado claro que eres un verdadero mensajero de la justicia divina y que, además, estás provisto de un poder ante el que nuestros muros y torres se convierten en polvo.

Somos y seguiremos siendo eternamente deudores del Señor, y cada uno de nosotros lleva a su espalda una carga tan inmensa que la justicia divina nunca podrá perdonarle. De modo que no hay más que hablar. Te rogamos por la plena Gracia y Misericordia divinas que, si te es posible, no nos condenes por nuestra gran culpa justamente al infierno más amargo y doloroso.

8. Si aquí fuera posible confesarse, entonces nos confesaríamos durante cien años, para conseguir el perdón de nuestra culpa mediante la penitencia correspondiente. Pero como es imposible y como según Pablo permaneceremos tal como caímos, no nos queda sino esperar resignados que pronuncies nuestra condena».

9. «¿Pensáis que sólo confesándoos os libraréis de vuestros pecados?», pregunta el guía. «Si es así, dime entonces cuándo el Señor estableció en la Tierra la confesión para perdonar los pecados».

10. «Amigo, seguro que lo sabes muy bien, pues, el Señor dio a sus apóstoles el poder de atar y desatar. También el apóstol Santiago dijo explícitamente: “Confesaos mutuamente vuestras faltas”. Ello demuestra que el Señor estableció la confesión para el perdón de los pecados».

11. «Escucha, hermano, si interpretas la Palabra de Dios de esta manera, no es de extrañar que te encuentres aquí en tan lamentable estado.

Imagínate dos hombres enemistados que han pecado uno contra otro a los que, con el tiempo, les empieza a remorder la conciencia. Cada cual se dirige entonces a una persona ajena que no tiene nada que ver con el conflicto entre ellos, y le pide que le perdone sus pecados. Dime: esas personas ajenas que perdonan la carga de dichos pecados, ¿acaso no son unos viles estafadores?

En tu ánimo me lo estás confirmando. Pero te explicaré el caso más claramente todavía.

12. Supongamos que A debe mil libras B. Pero viene el C, a quien A nunca había debido nada, y le insinúa que liquide su deuda de mil libras de manera perfectamente válida, pagando solamente cien. ¿Qué dirá B ante semejante arreglo? ¿Acaso A dejará de ser deudor de B?

¡Ni los espíritus más infernales pueden sostener algo parecido! Y menos aún puede tolerar algo así el mismo Señor, que es el supremo Amor y la suprema Sabiduría.

13. Así que los textos que has citado sobre el poder de perdonar los pecados no sirven en absoluto. Te daré un breve plazo para que medites sobre el asunto y para que luego me digas el resultado. Sólo te doy siete minutos. Descúbrete, pues, en el espíritu y en la verdad. Amén».

Capítulo 84. El pecado contra el Espíritu santo

1. Dirigiéndose a los visitantes, el guía continúa: «Nuestro prior ya ha hecho su examen de conciencia y viene hacia nosotros».

«Amigo, he sopesado en mi más profundo interior tus ejemplos y tu pregunta y he llegado a la conclusión de que tienes toda la razón; ahora entiendo que la confesión es una falta grave tanto frente a los derechos divinos como a los de la convivencia humana.

2. Realmente no puede uno imaginarse desatino más absurdo que el que dos que se deban mutuamente algo tengan que aceptar que un tercero, que nada tiene que ver con el contencioso, perdone la deuda de cualquiera de los dos, incluso cobrando algo por su intervención. Esto queda claro.

3. Como así es en verdad, nos encontramos frente al siguiente problema: ¿cuál será finalmente el destino de los insensatos confesores y penitentes? Cuando pienso que en mi Iglesia el perdón de los pecados siempre fue una medida fundamental, ¡me entran escalofríos y, al mismo tiempo, calores infernales por dentro!

4. ¿Cómo, en nombre de Dios nuestros Señor, ha sido posible que semejante insensatez horrible haya podido echar raíces tan profundas e indestructibles?

Amigo, estoy dispuesto a expiar mi necedad en el infierno, pero concédeme antes volver tres años a la Tierra con un cuerpo inmortal. ¡Encenderé una luz para la Iglesia que será como un hierro incandescente para una gota de agua! Conozco demasiado bien el apego del sumo sacerdocio a esta estafa descarada, que nunca abandonará por las buenas. Así que, como he dicho, me gustaría volver a la Tierra con un cuerpo inmortal para acabar con estas y otras fechorías de esa Iglesia».

5. «Hermano, el Señor no necesita una cosa así», le responde el guía. «Entiende tú la absolución de los pecados desde el punto de vista verdadero, y tendrás aquí millones de ocasiones de ofrecerle una actuación más conveniente y eficaz que la que desarrollarías si se te permite actuar milagrosamente contra la Iglesia durante mil años.

6. La Tierra no es un lugar para conseguir la purificación, sino para poner a prueba la libre voluntad. Por eso todo está permitido en ella: comportamientos buenos y malos. Y en la Tierra pueden vivir ángeles al lado de diablos.

7. Para que la voluntad del espíritu pueda ejercitarse en practicar su libertad, en todo mundo han de existir toda clase de tentaciones que atraigan continuamente al hombre y que procuran alejarle de la Verdad y arrastrarle a lo falso. Esta es la razón por la que todo hombre ha de sostener una lucha continua, durante la cuál se ejercita la fuerza vital y, dentro de su libertad, la voluntad toma una orientación, sea la que sea, pero definida.

8. De modo que si quisieras poner en práctica tus propósitos en un organismo eclesiástico de la Tierra, tendrías que anular antes todos los estímulos de la carne; tendrías que acabar con el apetito sexual y con todas las necesidades del propio cuerpo humano. Pero si realmente llegaras a hacerlo, ¿qué sería del hombre?

9. Todo género humano es resultado de esos estímulos, que también son los que incitan a cualquier clase de actividad.

Entenderás ahora que extirpar todo lo falso -y con ello también toda perfidia entre los hombres de los planetas- sólo sería posible, estrictamente hablando, mediante el exterminio del género humano en cuestión. Habrás de reconocer por lo tanto que tu hipotética actividad milagrosa durante tres años en un planeta, sería menos fructífera para convertir plenamente lo falso y lo malo, ahora y en el futuro, que la propia misión del Señor en la Tierra.

10. Te diré las dos razones por las que quieres volver a la Tierra. La primera se llama “venganza”; la otra que, habiendo tomado conciencia de tu propia insensatez, quieres satisfacer al Señor mediante una actividad mucho peor todavía que tu necedad.

Así que desiste de buen grado de tus propósitos y permite que, en vez de alimentar venganza, germine en tu corazón el verdadero amor al prójimo. Pronto serás perfectamente consciente de cómo se pueden remediar mucho mejor en este lugar de verdadera purificación -llámalo “purgatorio” si quieres- las mayores insensateces del mundo: con el Amor del Señor.

11. Ya que veo que tú y toda tu asamblea lo comprendéis y lo aceptáis perfectamente. Ahora tengo que recordarte que todavía me debes la respuesta sobre cuáles son los textos de la Escritura que podrían justificar la absolución de los pecados. Sin que dicho asunto quede perfectamente claro no podremos dar paso alguno adelante. Así que espabila y respóndeme, sobre, cómo interpretas los versículos de Mateo 18,18 y de Juan 20,22. Cuando me hayas contestado, pasaremos a Santiago. ¡Habla!».

12. «Sublime amigo, tendré dificultades con eso, por lo que no podré decir nada que valga la pena. Así que no me tomes a mal si te pido a ti una explicación; donde no hay nada, ni siquiera la muerte puede llevarse nada».

13. «Ya pensé que acabaríamos en eso. ¿Y tú querías volver a la Tierra para llevar tu Iglesia a un camino mejor? Dime, ¿cómo querías hacerlo si no cumples ni el mínimo requisito imprescindible?».

14. «Oh, sublime amigo, ¡mi necedad, como la mala hierba en suelo abonado, crece cada vez más! Tu pregunta y lo que has agregado me hacen ver que ni siquiera sirvo para porquero, menos todavía para reformador milagroso de la Iglesia. ¡Dime tan sólo cuánta insensatez queda todavía en mí!».

15. «¡Mucha todavía!», le responde el guía. «Pero la respuesta que te voy a dar producirá un milagro en tu interior. Así que, ¡escúchame!

16. Te cito el texto de Juan porque requiere la iluminación del espíritu: “Recibid el Espíritu santo. A quienes les perdonéis los pecados, les serán perdonados; y a quienes se los retuvierais les serán retenidos”.

Así está escrito. Pero, ¿como hay que entenderlo?

17. “Recibid el Espíritu santo” quiere decir: “¡Sed iluminados por mi Verdad!”, y más aun: “¡Seguidme en todo!”; y de la manera más profunda: “¡Amaos unos a otros como Yo os he amado! Porque si os amáis mutuamente, en ello reconocerán que sois mis verdaderos discípulos”.

18. Esto es lo que quiere decir recibid el Espíritu santo.

El Señor no dio sino el mandamiento del amor, de modo que sólo pudo y puede dar el Espíritu del Amor. ¿Comprendes ahora el texto? Tu corazón dice que sí. Continuemos pues.

19. “A quienes les perdonéis los pecados, les serán perdonados” quiere decir en su sentido amplio: “Si cualquiera, llevado por mi Espíritu de Amor y de Sabiduría, perdona a su hermano lo que este le debe, Yo también se lo perdonaré. Y, además, también perdonaré cualquier deuda que tenga ante Mí quién perdonó al hermano.

Si, contrariamente a este texto, un acreedor no quiere perdonar al hermano lo que este le debe, entonces también Yo guardaré la deuda que el acreedor tenga ante Mí.

Y si un acreedor quiere hacer las paces con aquel que pecó contra él pero este no acepta la reconciliación, también Yo permaneceré irreconciliable ante el deudor hasta que no se haya reconciliado con su enemigo”.

20. Este es el único sentido válido de estos textos en el Cielo.

Pero los pecados que un hombre comete ante Dios, o sea, ante su propio espíritu procedente de Dios, sólo los puede redimirlos Aquel contra cuyo santo Orden fueron cometidos.

Por lo que el pecado que el hombre comete contra su propio espíritu no puede ser redimido sino por este mismo espíritu, es decir, por la firme voluntad de sacrificarse por amor al Señor, proponiéndose no volver a cometerlo.

21. Respecto al pecado contra el Espíritu divino, que es la manifestación del Amor del Señor, es decir, cuando alguien hace frente por cuenta propia al medio supremo de toda Gracia, habrá que preguntarse: ¿Qué medio puede quedar todavía para perdonar los pecados de quién lucha descaradamente contra el Ser supremo?

22. Aquí tienes la explicación de los textos que se refieren al perdón de los pecados, lo que también se refleja perfectamente en la oración más sublime del Señor, que dice: “Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

En ninguna parte dice: “Perdona nuestros pecados por la penitencia que hicimos, o porque nos hemos confesado y nuestro confesor nos los ha perdonado”.

Pero también se trata el perdón de los pecados en otro sitio: “Sed misericordiosos y encontraréis misericordia”. No dice: “Confesaos y vuestros pecados os serán perdonados”.

23. En la parábola del hijo pródigo el Señor indica claramente cuál es el medio válido para poder conseguir la absolución de sus pecados: debe emprender el camino de vuelta a Dios, el Padre más lleno de Amor de todos los hombres, con toda humildad, con un corazón lleno de amor y, sobre todo, poniendo el amor en práctica.

Veo que me has comprendido. De modo que ahora iremos a Santiago.

Capítulo 85. La Palabra del Señor, verdadero juez

1. Santiago no dice que la comunidad confiese sus pecados al más viejo o a algún otro, sino que los hermanos no tengan secretos entre sí para que ninguno aparente ser mejor de lo que realmente es. Éste es el motivo por el cual recomienda que se confiesen mutuamente sus pecados49.

2. ¿Qué es entonces la confesión auricular de la Iglesia católica? Te lo diré: Sólo un banco dónde los pecados producen grandes intereses y dónde los hombres empeñan las obligaciones que les acarrea la vida.

Los pecados empeñados producen doblemente debido a la usura de la Iglesia: por un lado cada penitente queda satisfecho consigo mismo y, por otro, la confesión lo esconde a la vista de sus hermanos y su prójimo, de modo que los demás no saben cuál es su condición. Le tomarán por honrado a carta cabal, pese a que tras la confesión siga siendo exactamente el mismo que antes.

3. Los pecados confesados, después de haber producido un gran interés, se guardan para ser devueltos a su propietario pues el dueño de los mismos se engañó completamente a sí mismo y a su prójimo. A sí mismo porque tras cada confesión se consideró un hombre digno de la Gracia de Dios y porque quedó tranquilo al sentir aliviada su conciencia.

Y a su prójimo porque el mismo nunca supo a qué atenerse respecto a él, y todos le tomaron por mejor de lo que nunca fue.

4. Estos son los intereses llamados “engaño doble”, un engaño muy grave porque quién se confiesa vive con la ilusión de que también se ha justificado completamente ante Dios.

5. Te puedo asegurar que si Judas, el traidor, hubiera fundado una comunidad cristiana, habría dado mejores resultados que la que hay, que no surgió del cristianismo sino del paganismo, y que sólo es paganismo condimentado con un poco de cristianismo. Y al igual que la sal de la comida es poca, también el cristianismo de este paganismo es mínimo.

Aun así no estaría tan mal si dicho cristianismo fuera bueno. Pero si la misma sal se ha vuelto insípida, ¿cómo condimentará el verdadero paganismo para que sepa a cristianismo puro?

6. El paganismo tenía muchos dioses, así que ni con el nuevo condimento podía conformarse con uno solo: por eso hizo tres. Y después de haber dividido a Dios en tres personas, también, para sustituir a sus gastados semidioses y lares50, idolatraron a algunos hombres que habían vivido en la Tierra.

El antiguo paganismo era muy lucrativo para su sacerdocio, cosa a la que se oponía frontalmente el cristianismo puro, pues escrito está: “Gratis lo recibís; dadlo gratis51”.

7. Eso fastidiaba al paganismo, por lo que introdujo el registro de los pecados cometidos. Y como no había suficiente transgresión de la ley de Moisés, añadieron arbitrariamente leyes difíciles de cumplir. Luego completaron el registro de los pecados con un código voluminoso y crearon la “confesión para el perdón de los pecados”, incitando a la humanidad a que hiciera toda clase de lucrativas “penitencias”.

Con esto y con todo tipo de ceremonias pagadas, la Iglesia, “la única y verdadera dispensadora de la bienaventuranza”, construyó para sí misma un trono de esplendor universal ante el que temblaron los reyes.

8. Y para que dicho pontificado, “el único y verdadero dispensador de la bienaventuranza”, pudiera ser más autónomo e imperar ilimitadamente, supo organizar un medio genial para levantar un ejército de un millón de personas que, en todas partes, se introdujeron en los castillos invencibles de los emperadores, de los reyes y de los príncipes, en sus ciudades y comarcas, haciendo así que los reinos fueran tributarios del pontificado.

Ese ejército son los “sacerdotes” y los “monjes”, y el medio genial el “celibato”. De esta manera fue fundado, invencible, el nuevo poder eclesiástico pagano.

Y así como cada soberano necesitaba espías si quería estar al tanto de lo que ocurría en sus dominios, también los precisaba el pontificado.

¿Quiénes fueron? El mismo sacerdocio.

9. ¿Y cómo se pudo siempre, y se puede todavía, descubrir los pensamientos ocultos? ¡Mediante la confesión auricular! Esta es la segunda ganancia que se obtiene con los confesores, o sea con todo el negro sacerdocio.

10. ¿En qué consiste esta ganancia? En que todos los pecados confesados se vuelven propiedad de la Iglesia junto con los compromisos que conllevan, y en que la humanidad, egoístamente engañada, es mantenida en la ilusión de que cuantas veces se confiese, otras tantas será justificada ante Dios.

11. Ahora os encontráis aquí, perdidos y equipados con esas “ganancias” acumuladas. Con todo lo que queda por resolver: ¿Qué haréis aquí para reducir e incluso amortizar esas “ganancias” vuestras más que infernales?

Pues he de advertiros de antemano que nadie puede llegar a la Vida eterna simplemente por una intervención espontánea de la Misericordia de Dios; a aquél que no tiene nada, aún le será quitado lo poco que le queda.

12. Esta es la cuestión principal que tenéis que discutir ahora, y también en este caso os daré un plazo. Si podéis hacer algo que puede ser aceptado en este Reino de la pura Verdad, ¡bien!. De lo contrario, en vuestro interior tenéis el juez.

Creedme: ni el Señor ni tampoco yo os juzgaremos, sólo os juzgará en vuestro interior la Palabra que el Señor habló, pues ahora habéis comprendido que siempre actuasteis contra ella. Así que no habrá puntos en los que la Palabra del Señor hable a vuestro favor, todo lo que dirá será en contra vuestra».

13. «Sí, así es», reconoce el prior; «nuestra sentencia para el infierno está más o menos acabada. ¿Qué podría decir aún en mi defensa? Únicamente: ¡Señor, ten piedad de nosotros que somos unos pobres insensatos y unos viles pecadores! Ante mí veo mi gran culpa, para eso, en verdad, no necesito plazo. Todo resultará en que tendremos que esperar más tiempo aún el juicio nefasto, situación que será para todos nosotros peor que el mismo fuego del infierno.

Por eso te rogamos que no lo retrases tanto y que nos des ya el empujón que nos envíe allí donde pertenecemos».

14. Pero el guía le contradice: «¡Aquí no reina mi arbitrariedad sino el Orden divino! Tienes que someterte a él si no quieres perecer eternamente por cuenta propia. Por eso te repito que te expliques sobre lo que te he preguntado. Veo que todavía tienes íntimamente algún argumento a favor de la confesión; no abandonarás este lugar mientras no lo expulses. ¡Respeta el plazo y después habla! Amén».

Capítulo 86. También en el infierno el Señor es puro Amor

1. El prior aprovecha este nuevo plazo buscando por todos los rincones de su interior. Al parecer encuentra un argumento a su favor.

El guía le anima: «Querido amigo, veo que has aprovechado sabiamente el plazo que te di y que has encontrado algo. A ver que nos dices».

2. El prior responde inmediatamente: «Pues sí, realmente he encontrado algo que, a lo sumo, puede servir para justificar un sistema de confesión muy estricto. Pero que me sirva de algo es otro asunto.

Admito francamente que este punto, sobre todo aplicándolo a la confesión, me consoló algo en el mundo. Cosa distinta es si tal consuelo me correspondía o no.

3. Hablo de la parábola del administrador infiel52, cuyo trabajo puede compararse con el de un confesor respecto a su penitente.

El amo alabó al administrador infiel. Y el Señor recomendó a sus discípulos que también ellos fueran amigos de las riquezas injustas53, para ser acogidos en los hogares celestiales el día que el Señor les pidiera cuentas.

4. Esto es todo lo que he podido encontrar a mi favor. Supongo que muchos de los confesados por mí habrán sido recibidos por el Señor y estarán ahora en los hogares celestiales.

Fui un administrador infiel porque pequé contra el Bien de la Palabra divina, porque administré este Bien incalculable en desventaja del gran Amo pues transformé este Bien en riquezas injustas, convirtiéndolas en vil metal.

5. ¡Cuántas veces borré del registro de los pecados las deudas de los deudores más evidentes del Señor! Perdoné todos sus pecados capitales, dejándoles sólo algunas deudas remisibles mediante alguna penitencia. También les aconsejaba habitualmente algunos medios con los que podían librarse fácilmente de sus pecados expiables sin el menor esfuerzo.

6. Cae fuera de mi competencia y de la de todo el sacerdocio que la Iglesia así lo exija a todos los sacerdotes.

Y esto es todo lo que puedo decir; tu sabiduría sabrá juzgarlo mejor que yo».

7. «Amigo y hermano, he oído tu defensa y te digo que respecto a la confesión auricular es válida. Te voy a decir ahora mismo en qué condiciones.

8. Si un verdadero confesor tiene un corazón lleno de amor y se sirve de la confesión para enseñar al penitente cuándo y de qué manera el Señor, único que puede hacerlo, puede perdonar los pecados.

Cuando le enseña que la confesión en sí -por no hablar de los “complementos” encarecidamente recomendados- es algo totalmente ineficaz y que, además, un pecador totalmente convencido de la absolución de sus pecados se vuelve más obstinado e incorregible.

Cuando el confesor, con todo amor, aconseja amicalmente al penitente que procure andar por los caminos señalados en el Evangelio, únicos que le pueden llevar al renacimiento de su espíritu, evitando sobre todo recaer en los pecados confesados.

Cuando el penitente promete sinceramente al confesor que hará todo lo posible para cumplir sus consejos.

Si, ante esta promesa, el confesor le perdona los pecados confesados en nombre del Señor, entonces éste es un verdadero confesor que puede ser considerado como “administrador infiel”.

9. Te preguntarás cómo un confesor así puede ser considerado todavía un “administrador infiel”. En parte tiene que haberte quedado claro por lo que te expliqué: cuando hay dos deudores mutuos, nadie tiene derecho a intervenir para acabar nada, salvo un tercero que se dirija a ellos y, basándose en la ley del amor, consiga restablecer la armonía entre ambos, pagando de su caja de amor la deuda de uno de los pobres deudores, siempre a condición de que ambas partes estén fraternalmente de acuerdo.

10. La “administración infiel” de ese confesor verdadero está caracterizada en el texto dónde el Señor dice a sus apóstoles y discípulos: “Cuando hayáis hecho todo lo que os fue ordenado, entonces reconoced que sois unos siervos inútiles54”.

11. Supongo que no hace falta profundizar aún más este tema, pues si tan sólo te queda una mínima chispa de fe viva en el Evangelio, verás la verdad palpable de todo lo que te he dicho.

Lo confirmas en tu ánimo, pero te preguntas ahora cuál será vuestro destino, puesto que ninguno de vosotros puede ser considerado “administrador infiel”, ya que ninguno desempeñó su función tan estrictamente.

Pero te digo que el camino ya está abierto, y pronto tendrás la oportunidad de figurar aquí, en el Reino de la Verdad, como “administrador infiel” bastante mejor de lo que fuiste en la Tierra, donde carecías totalmente de la menor Luz y fe viva.

12. Mira todos los legos engañados que hay detrás de nosotros, piensa también en el gran número de legos de todo este paraíso, y mira también los muchos que en este claustro de vuestros conceptos erróneos tienen aletargada su alma.

¡Ve y predícales el verdadero Evangelio! ¡Tráelos todos aquí y habrás dado el primer paso para volverte un verdadero “administrador infiel” del Reino de Dios!».

13. «¡Oh, amigo y hermano divino!», exclama el prior, «¿acaso es posible que después de todo aún pueda escapar al infierno?».

14. «¿Pero quién te ha condenado al infierno? ¿Piensas acaso que los mensajeros del Amor eterno harían algo así?

Si tú no te condenas a ti mismo por tu propio genio inflexible, sino que -como ahora veo- amas al Señor, ¿dónde está aquel que, ante eso, tendría el poder de condenarte al infierno? ¿Piensas que el Señor envía a sus mensajeros para que condenen? ¡Menudo despiste!

15. ¡El Señor manda a sus mensajeros sólo para redimir, nunca para condenar! Así que no te preocupes por tus insensateces, y haz que tu amor al Señor se vuelva una llama poderosa.

Acude a tus hermanos con ese amor, libéralos de sus prisiones y tráelos aquí; sólo entonces verás cómo el Señor juzga a sus hijos.

Créeme, ¡también el Señor es puro Amor en el infierno! Porque incluso en el infierno no hay ningún espíritu maligno al que no le sea permitido, si lo quiere, regresar al Padre como regresa un hijo perdido.

Por el amor que sientes hacia el Señor podrás deducir que su Omnipotencia no te ha creado para el infierno. ¡Así que ve y haz lo que te he dicho para que se acerque el día de tu redención!».

Capítulo 87. Diferencia entre el verdadero y el falso ejercicio de la confesión

1. El guía se dirige a los visitantes y les dice: «Mirad, el prior va a buscar a los que habíamos dejado al otro lado del abismo ardiente, los que piensan tener el alma aletargada».

«¿Pero hay un puente que les permita venir?».

«No lo hay. Empezaron a compadecerse a sí mismos después que los abandonamos, lo que para la vida espiritual del hombre es un gran perjuicio.

2. Cuando el hombre se autocompadece, se justifica a sí mismo, rechaza toda culpa, y se considera inocente y digno de compasión. Eso es lo que les ocurre, así que todavía no puede haber puente alguno que les permita venir.

Será una dura prueba para nuestro prior; después veremos la influencia que ha ejercido sobre él el estado negativo de semejante asamblea de aletargados.

3. Sé que os gustaría ver cómo actúa. Pero os digo que no hace falta pues pronto volverá sin haber conseguido nada.

4. Entretanto nos dedicaremos a un fraile que ha observado muy atentamente nuestro comportamiento con el prior. No hará falta ni llamarle porque él mismo se acerca: algo le aprieta el zapato».

El fraile toma la palabra: «Apreciado amigo, he seguido con la mayor atención e interés, y de principio a fin, tus enseñanzas sobre la confesión. Acabo de aprender que, por desgracia, esta función primordial de la Iglesia es generalmente un desmedido abuso de la Palabra de Dios.

5. Pero existe en esta Iglesia desde hace cientos de años.

Si es tan gran perjuicio para la vida eterna del espíritu de los confesores y de los confesados, se plantea la siguiente pregunta, más que justificada: ¿Cómo es posible que el todopoderoso Dios y Señor del Cielo y de la Tierra, tan sumamente amoroso, justo y sabio, pueda consentir semejante atrocidad en su viña?

6. Llamo tu atención sobre el hecho de que muchos hombres se volvieron en la Tierra grandes amigos del Señor precisamente por la confesión, hasta tal punto que Él mismo se les apareció corporalmente en diversas ocasiones. Y, si recuerdo bien, nunca criticó ante sus privilegiados esta función de la Iglesia.

7. Conozco por el contrario varios casos en los que el Señor manifestó a través de ellos a la humanidad que para redimir los pecados había que confesarlos, arrepentirse y hacer penitencia. También sé de varios que siguieron realmente el consejo, y renacieron en el Espíritu y en la Verdad después de confesarse, por lo que, desde ese momento, fueron verdaderos amigos respetables del Señor.

8. Si pese a lo dicho hay en la confesión el gato encerrado que nos has explicado, he de reconocer francamente que la manera como el Señor guía al género humano en la Tierra sigue siendo para mí un enigma imposible de resolver.

Recuerdo bien que, de todos modos, la confesión fue concebida de tal manera que el pecador sólo consigue la absolución si, consciente de sus pasos en falso, los dice al sacerdote y se arrepiente de ellos seriamente con el firme propósito de no volver a cometerlos.

9. Para que los hijos de confesión cumplan estos requisitos, frecuentemente se predica desde los púlpitos -sobre todo en las temporadas de confesión- que sin dichas condiciones nadie puede ser perdonado.

10. También se advierte siempre en los propios confesionarios que el Señor sólo puede dar la absolución si el penitente ha hecho antes, desde el fondo de su corazón, las paces con sus deudores.

Si se abusa de la confesión -pese a que los reglamentos de la Iglesia exigen que la misma se haga estrictamente- entonces no debe ser censurada públicamente.

11. No quiero discutir si la Iglesia ha interpretado o no correctamente las exigencias del Señor según los textos conocidos. Pero el Señor debería ser transigente -por lo menos con la Tierra- porque Él permitió que aparecieran tales manipulaciones y porque tolera que en su viña haya una planta así, planta que, después de todo, siempre le produce una cosecha abundante.

12. Pues una cosa es segura. Cuando alguien está enfermo, va a un médico y le explica su mal para que descubra la causa y le indique un remedio eficaz. Aunque esto es un comportamiento lícito cuando se trata de la salud física, puede decirse que sólo el Señor todopoderoso es quien puede curar toda clase de enfermedades, lo que seguramente hace según su Orden, si el enfermo -al que Él bendice y que tiene en Él plena confianza- se sirve de los remedios indicados por un médico experto.

13. Si lo dicho se aplica al cuerpo físico, no veo por qué no ha de aplicarse también al alma enferma de un hombre. Si al lado del Amor divino y de la Omnipotencia del Señor no hay que considerar superfluos a médicos “subalternos” de enfermedades físicas, no veo por qué al lado del Amor divino y de la Misericordia no debería haber médicos “subalternos” de enfermedades espirituales.

14. Si nunca puede ser un error vestir al desnudo, da de comer al hambriento, de beber al sediento, etcétera,

y si el mismo Señor -en el ejemplo de quién era el verdadero prójimo- envió un samaritano misericordioso para que socorriera al asaltado55,

¿cómo es posible que puedan resultar un horror para el Señor obras del Amor y de la Misericordia del Señor cuando las hacen sus médicos subalternos espirituales, tengan la condición que tuvieren?

Aunque dichas obras no sean como debieran ser -perfectas conforme a este Reino de la Verdad más pura-, nosotros, ejecutores imperfectos de tal función, no podremos menos que servirnos de ella, tal como está, para absolver los pecados y mejorar el género humano.

15. Si fuera un completo horror para el Señor, opino que Él seguramente habría acabado con ello hace mucho tiempo. Que no lo haya hecho me hace pensar que el sistema de confesión de la Iglesia no está tan mal.

Te agradecería que me dieras alguna explicación sobre el asunto».

16. «Amigo mío, tu pregunta es más importante de lo que puedes imaginar», le responde el guía. «Sólo que para aclarártela bien, necesitas todavía más Luz de la que actualmente puedes soportar.

Por el momento sólo te digo que la manera que tiene el Señor de guiar a las almas es tan milagrosa y extraordinaria que no serías capaz de comprender ni sus menores detalles durante eternidades.

17. Para el Señor no existen caminos equivocados; conoce todos los caminos porque cada uno es como una cinta de vida que sale de Él.

Seguro que diferenciarás entre caminos rectos y torcidos.

18. El Señor se orienta perfectamente tanto en un camino recto como en uno torcido. Pero cuando el hombre no llega a la meta por un camino recto, se extravía. Cuando un camino tiene muchas entradas y salidas en las que uno se pierde fácilmente, pueden darse varias vueltas por el mundo sin llegar a la meta. Al Señor no le puede dar lo mismo que alguien se acerque a Él por vericuetos en vez de por el camino más corto».

19. «Todo eso está muy bien. Sin embargo no veo cómo este ejemplo se aplica a la confesión, que a mí me parece el camino más directo».

«No se puede negar», dice el guía, «que haya habido frecuentemente hombres para los cuales este camino resultó realmente el más corto pero, ¿en qué circunstancias? En tales casos siempre se trató de hombres que tomaron la purificación de su vida muy en serio, por lo que el Señor mismo vino a su encuentro, y Él mismo les puso en el camino más corto.

¡Pero esto no es ni mucho menos una razón para aceptar la confesión!

También hay miles y miles de paganos a cuyo encuentro viene la compasión del Señor para llevarlos, a su manera, al camino más recto. ¿Pero podría ser ello motivo para aceptar el propio paganismo?

20. Ya os he explicado cómo hay que ejercer la confesión para que sea válida ante el Señor y os he citado el caso del “administrador infiel”, único en el que el Señor aprueba la confesión católica. Sólo en ese caso la confesión es conforme al Evangelio, una rama del verdadero árbol de la Vida. Pero si la confesión es sólo una tarea que hace el sacerdote por su propia cuenta, entonces se trata de una rama desgajada del árbol de la Vida que no puede dar fruto.

21. Sabemos mucho mejor que tú que la comunidad católica consiguió bajo la dirección del obispo romano mucho fruto del agrado del Señor, y que la confesión es frecuentemente una humillación benéfica para los hombres.

Puedes estar seguro que el Señor siempre sabe controlar cualquier clase de estupidez, como lo hizo en los tiempos de las diversas reformas eclesiásticas. Pero la confesión ha llegado en estos tiempos al colmo de la degeneración.

En el ámbito de este Reino de la pura Verdad, no puede ser aceptada.

22. Si el confesor dice que no es él quien absuelve los pecados sino sólo el Señor, y si no se considera a sí mismo sino una herramienta que actúa con amor y que, en la confesión y desde el púlpito, muestra a los espiritualmente cargados los limpios caminos hacia el Señor, entonces es un verdadero confesor. Es un verdadero filántropo a quien preocupa mucho el bien espiritual de sus hermanos.

Pero si dice: “Tengo el poder de absolver tus pecados y sólo depende de mí mandarte al Cielo o al infierno”, entonces se atribuye un Poder divino.

23. Así da a su hermano la impresión de que no precisa de Dios, rompe el lazo entre Dios y el hombre, y hace que, resignado, desprecie todo lo divino, transformándolo frecuentemente en un malvado que, con el tiempo, comete toda clase de abominaciones sin el menor escrúpulo. O, tal vez, en un hipócrita o en uno que vive confesión tras confesión, pues está convencido de que con las continuas confesiones vacía su saco de pecados y que, finalmente, incluso piensa que debe cometer algunos nuevos para tener algo que confesar en la próxima confesión y para que el confesor tenga, como de costumbre, algo que absolver.

24. Dime: ¿acaso todavía encuentras algo que pueda justificar una confesión así? En tu interior lo niegas; por eso te digo que respecto a la situación presente tu primera pregunta no tiene relevancia.

En adelante os iluminará una Luz más poderosa».

Capítulo 88. El prior en apuros delante del abismo. El verdadero puente de la redención De la muerte a la Vida

1. Acto seguido el prior vuelve del claustro con cara desesperada pues no ha conseguido nada. Se acerca con gran temor y lleno de dudas.

2. Dice dirigiéndose al guía: «Oh, amigo y hermano, ¡sólo el Señor sabe cuál será la explicación de tu misión y de la mía, pues yo, desde luego, no me aclaro! Fui, como me mandaste, junto a mis hermanos, los de almas aletargadas, para traerlos aquí.

¡Qué experiencia tuve! Entre ellos -que clamaban al Cielo- y yo, había un ancho abismo en el que ardía un mar de llamas.

3. Mis hermanos del otro lado hacían todos los esfuerzos posibles para cruzarlo, aunque sin éxito. También yo intenté poner cosas sobre el abismo para hacer un puente de emergencia; pero las llamas devoraban inmediatamente todo lo que ponía.

4. Como no podía cumplir tu encargo ni con todos mis esfuerzos ni con mi mejor voluntad, pensé que Dios no puede pedirle a nadie algo que es imposible, y menos aún a un mensajero enviado por Él.

5. Así que, tanto si quería como si no, tuve que volver tal como me fui: sin haber conseguido nada. Es posible que no haya comprendido bien tu mensaje o, tal vez, has querido hacerme comprender que soy totalmente inútil para el Reino de Dios.

Sea como fuere, te pido una explicación suplementaria. Por lo demás, haz lo que quieras; reconozco que no puedo enfrentarme contigo, pues aunque no fueras un mensajero de arriba, tu fuerza siempre vencería la nuestra, demasiado débil.

6. Además, te confieso que, ante la tribulación de mis hermanos, me han entrado dudas sobre lo divino de tu misión. Aun así, me digo que antes de sacar conclusiones hay que ver en qué termina todo esto. De modo que esperaré los resultados prometidos y ya veré quién me lleva las riendas».

7. «Realmente, estoy sorprendido de que no hayas podido hacer un puente sobre la fosa de fuego», le responde el guía, «sobre todo porque el superior de la Iglesia se atribuye el significativo título de “pontifex maximus56”, por lo que todos los sacerdotes que están bajo su mando tienen que ser unos “pontífices minores”. Tú mismo, que como tal oficiaste en la Tierra muchas misas de réquiem convencido de que así establecías puentes desde el purgatorio al paraíso para las almas de los difuntos, ¿ahora no eres capaz de construir un pequeño puente sobre esa insignificante fosa?».

8. «Amigo, ¡ahora lo entiendo!», exclama el prior. «Si no estoy equivocado, querías que fracasara la misión que me encargaste para que comprendiera que hay gato encerrado en nuestras misas de réquiem y en todas las demás funciones pagadas celebradas por los difuntos».

9. «Muy bien, ¡esta vez has dado en el clavo! Pero me dijiste que no te quedaba realmente claro cuál era el verdadero y único medio para la redención, o sea, el único puente desde la muerte a la Vida.

¡Mira al Señor! ¿Cuál puede haber sido el motivo por el que quiso redimir al degenerado género humano de esta Tierra y prepararle un puente eternamente duradero entre la muerte y la Vida?

¿Acaso no fue su eterno y paternal Amor divino, lleno de Misericordia?

Íntimamente me lo estás confirmando. Te diré aún más:

10. Imagínate que un Rey tuviese en la Tierra algunos prisioneros y que nadie sino Él mismo guardara la llave de la prisión. Y piensa que hubiera un hombre muy preocupado por esos prisioneros que se hubiera enterado que a este Rey solo se le podía abordar con suma humildad y con un amor incondicional.

11. Pregunto: ¿Cómo haría para conseguir la liberación de los prisioneros? Te lo diré: Primero, movido por el amor a los prisioneros, alimentaría el deseo vehemente de saberlos en libertad. Este es el factor básico, el primero. Una vez establecido, habría de ser consciente que un Rey sólo abordable mediante la humildad y el amor tiene que ser sumamente noble, bueno y justo. Tras esta conclusión, tendría que concentrar toda su humildad y todo su amor para ofrecérselos al Rey. He aquí el segundo factor básico.

12. El Rey tan sumamente noble, bueno y justo aceptaría esta ofrenda con gran agrado, respondiendo al constructor del puente con un Amor mucho mayor que el amor con el que este hombre se dirigió a Él. Para lo que nos traemos entre manos: el Amor del Rey se juntaría con el amor del constructor del puente, y habría un puente sobre la fosa de la fortaleza. El Rey mismo vendría para abrir la puerta, liberaría a todos los prisioneros de su gran tribulación y los llevaría al Reino de la Magnificencia.

13. Supongo que esta imagen te ilustrará sobre la materia prima con la que tiene que ser construido el puente para que el fuego del amor propio, del egoísmo, de la envidia y de la discordia, no puedan destruirlo».

«Sí, ahora lo veo: ¡El amor al prójimo y el amor a Dios juntos!».

14. «Así es. De modo que ve, y usa esa materia prima para construir el puente, puente que resultará una verdadera roca que resistirá cualquier poder del infierno. Esa materia prima será la verdadera llave con la que tú y toda vuestra asamblea podréis abrir vuestras prisiones y las puertas del verdadero Cielo.

15. En la Tierra oficiaste muchas misas de réquiem y celebraste muchas funciones por los difuntos; pero por todas partes construiste sobre arena y tu materia prima no fue sino arena, porque la base de todo ello no fue el amor: actuaste sólo por los intereses materiales de la Iglesia.

16. El fruto que eso acarreó a tu hermano lo acabas de ver, pues tus intentos de construir ahora un puente corresponden a tus funciones eclesiásticas.

Ve y construye un puente hecho de la roca viva de Pedro -del amor y su luz viva- ¡y seguro que conseguirás un resultado muy distinto al anterior!

17. ¡Pero no pienses que no serás tú mismo quién liberarás los prisioneros, porque eso sólo lo puede hacer el Rey! Y se hará conforme a tu fe viva, movida por tu amor. Así que, esta vez, ve en el nombre del Señor. ¡Amén!».

Capítulo 89. La oración viva del prior y su resultado

1. Dirigiéndose a los visitantes, el guía continúa: «Ved, el prior vuelve a los hermanos de almas aletargadas. En esta ocasión tendré que cumplir la promesa que les hice. Así que sigamos al prior y podréis ver como sigue el asunto.

Ya estamos. Vamos a observar el escenario permaneciendo ocultos».

2. El prior, desde el borde de la fosa, se dirige a la asamblea: «Queridos hermanos, sabéis muy bien que siempre nos separaron en nuestro convento opiniones dispares sobre el estado de las almas después de la muerte del cuerpo físico.

Vosotros siempre afirmasteis que, hasta la llegada del día del “juicio final”, el alma tendría que permanecer en una especie de sueño, en un estado de inactividad en la que apenas sería consciente de su existencia: sobre ello siempre os remitisteis a diversos doctores de la Iglesia.

Pero los de fuera del convento, siempre tuvimos la opinión contraria y os demostramos que, si fuera como vosotros decíais, todas nuestras funciones eclesiásticas por las almas de los difuntos tenían que ser un mero engaño, porque, en base a la idea de semejante letargo del alma tras la muerte física, tanto el purgatorio como cualquier grado del infierno son impensables.

3. A pesar de nuestra bien fundada prueba, siempre mantuvisteis vuestra posición con gran vehemencia. Por esta razón hay ahora entre nosotros un abismo que arde violentamente y las llamas devoran cualquier intento por nuestra parte de construir un puente entre nosotros: lo que en el mundo sólo se manifestaba como una disparidad de opiniones, aquí se manifiesta como una realidad palpable.

4. Sabéis, como yo, que vino un mensajero poderoso que quería librarnos a todos de nuestra antigua obcecación. Este mensajero me dio pruebas claras como el agua de que todas nuestras ideas eran totalmente erróneas y me mostró un nuevo camino: el amor incondicional al Señor Jesucristo y Dios único de todos los Cielos y mundos, que dijo de sí: “Yo y el Padre somos Uno, y aquel que me ve a Mí también ve al Padre”. Y: “Quien oye mi Palabra y vive según ella, ya tiene la Vida eterna dentro de sí”. Y: “Quien cree en Mí y cree que Yo soy el Hijo unigénito de Dios, nunca sentirá la muerte”.

5. De modo que ése es el camino totalmente nuevo que el mensajero nos ha indicado. Si como verdaderos hermanos seguimos este camino -es decir, al Señor Jesucristo-, en seguida habrá un buen puente sobre esta fosa que ahora nos separa, un puente por el cual todos podremos llegar al Reino de la Misericordia divina del Señor Jesucristo.

6. ¡Reconoceos a vosotros mismos! Tirad vuestros antiguos vestidos de engaño y, juntos conmigo, dirigíos al Señor Jesucristo al que le son manifiestas todas las relaciones en toda la infinitud y en toda la eternidad y Él, en su Amor ilimitado, tendrá Misericordia de vosotros y establecerá un puente duradero por el que podréis cruzar esta fosa sanos y salvos.

Y en cuanto vosotros -juntos conmigo y todos nuestros hermanos- nos hayamos vuelto uno en la fe y en el amor a Jesucristo, las llamas del abismo se extinguirán».

7. Desde el otro lado de la fosa uno le responde: «Amigo, tus palabras están llenas de buenas intenciones y son dignas de elogio. Pero tu mismo sabes que después de la muerte física el hombre ya no puede hacer nada para merecer la Vida eterna, por lo que aquí toda fe o todo amor no son sino productos absurdos de la imaginación.

Ya te advertimos de antemano que de poco nos servirán tus buenas intenciones».

8. «Oh, hermanos, ¡precisamente en vuestra obsesión de poder merecer la Vida eterna está el busilis tan dañino para vuestra y nuestra salvación!

También a mí el mensajero me llamó la atención sobre lo que el Señor dijo a sus apóstoles y discípulos: “Cuando hayáis hecho todo que os fue ordenado, entonces reconoced que sois unos siervos inútiles57”.

9. Pero dejemos de lado el texto y decidme: ¿Qué cosa meritoria podría hacer la criatura impotente ante su Dios todopoderoso?

¿Quién de vosotros ha hecho crecer jamás una brizna de hierba o un ácaro mediante su propia voluntad y su propia fuerza? Cuando la creación de todos los Cielos y mundos, ¿quién de vosotros hubiera podido asistir al Señor aunque sólo fuera como un peón insignificante?

¿Quién de todos nosotros ha contribuido a la gran obra de la Redención, para que podamos decir que hemos asistido a Dios el Todopoderoso de manera meritoria?

¿Qué hicimos antes de que el Señor nos diera el primer indicio de vida?

¿Qué méritos puede hacer un niño débil ante sus padres para poder decirles: “Dadme la parte que he merecido”?

10. No sólo fuimos siervos inútiles ante el Señor sino que, pese a haber sido holgazanes y necios, aun creíamos haber hecho algo meritorio ante el Señor. ¡Menudo disparate!

¡Cuánto nos hemos alejado del rumbo de la eterna Verdad!

¡Si en el mundo hubiéramos reconocido estas verdades, entonces estaríamos aquí en condiciones bastante más favorables!

11. Pero como no hay manera a volver a lo temporal, ya va siendo hora de que en este estado espiritual reconozcamos ante el Señor en nuestro interior más íntimo nuestra gran culpa, y nos arrepintamos profundamente de haber vivido siempre en la creencia de haber hecho algo meritorio para el bien de nuestras almas.

12. Hermanos, ¡golpeémonos el pecho y reconozcamos!: Oh Señor, ¡Esta es nuestra gran culpa por cuya causa nunca dejaremos de ser eternos deudores tuyos!

Hermanos, estoy convencido de que si sentís esto vivamente dentro de vosotros -como yo mismo lo siento ahora vivamente dentro de mí- seguro que pasaréis a otro estado distinto por un puente del cual ninguno de nosotros tiene hasta ahora la menor idea.

13. Así que rezad ahora en vuestros corazones en voz alta, junto conmigo: “Oh, santo Amor todopoderoso, Señor misericordioso y Padre en Jesucristo, ¡ahora reconocemos todos nuestra gran culpa ante Ti! ¡Reconocemos que no sólo fuimos ante Ti siervos inútiles sino también extremadamente malos! ¡Ahora sabemos que nuestros imaginarios méritos ante Ti, santo Padre, tenían que ser un horror para Ti! Por eso, en nuestra gran aflicción, te rogamos que tengas Misericordia de nosotros. Permite que nos volvamos aquí verdaderos hermanos que, por tu Gracia y por tu Misericordia, siempre se amen y que te den todo el honor y toda la alabanza en cualquier estado en el que se encuentren. Y desde toda la profundidad de nuestro corazón te rogamos, santo Padre, que nos otorgues la gran Gracia de -pese a ser pecadores viles ante Ti- permitirnos amarte con todas nuestras fuerzas”.

14. Hermanos, decidlo vivamente en vuestro interior y añadid: “Oh Padre, lo que te pedimos está movido por nuestra propia voluntad. Por eso te rogamos que de ninguna manera orientes tu Misericordia a nuestra voluntad porque únicamente tu Voluntad es santa. ¡Hágase únicamente tu Voluntad!”».

15. A esto el guía dice a los visitantes: «Mirad como con esta oración del prior los del alma aletargada quedan totalmente convertidos, lo que se manifiesta en que todos se quitan sus harapos y quedan desnudos ante nosotros.

Pero mirad ahora la puerta del refectorio, porque acaba de entrar un Hombre muy sencillo. Es el mismo a Quien el prior acaba de dirigirse. Sólo ahora va a empezar la verdadera función. Con toda razón podéis esperar algo grandioso.

Capítulo 90. El hombre sencillo. Confesión espontánea del prior

1. Mirad, el Hombre sencillo se acerca a nuestro prior, y este le ve».

El prior acude a su encuentro y le recibe diciendo: «Hermano y amigo, ¡bienvenido! Aunque para mí seas un forastero pues no recuerdo haberte visto nunca aquí, en la Tierra fui bastante buen psicólogo y parece que, por supuesto por la Gracia no merecida del Señor, algo de ello me he traído a este reino: veo que debes ser un hombre de muy buena condición.

Así que permíteme que te explique mi problema sin más rodeos.

2. Todos nosotros pertenecimos al sacerdocio. Aunque si miramos nuestras actividades en la Tierra, seguro que ante el Señor lo éramos todo menos sacerdotes. Cierto es que cumplimos las ceremonias prescritas, las cuáles estaban supuestamente al servicio de Dios, pero acabamos de saber por un mensajero del Señor lo poco que sirvieron.

En resumen, hasta ahora todos estábamos descarriados y presos en nuestras propias ideas erróneas, de las que nunca habríamos podido librarnos si el Amor ilimitado del Señor no hubiera tenido piedad de nosotros.

3. Al otro lado de este foso ves la parte más afectada de mi hermandad. El mensajero del Señor me envió aquí para liberar de su prisión a estos pobres hermanos.

He hecho todo lo posible por alcanzar ese objetivo bendito pero no ha habido manera de construir puente alguno pese a que todo mi corazón arde en deseos de ayudar a estos pobres hermanos, como me recomendó el mensajero. ¡Si pudiera auxiliarles aunque fuera de otra manera!

4. El mensajero me remitió a la ayuda exclusiva del Señor. ¡Oh, amigo!, estoy convencido hasta la fibra más íntima de mi ser que nadie más que el Señor puede ayudarnos a mis hermanos y a mí. Pero también sé que no lo merezco en absoluto.

Me dirijo a ti por si me puedes ayudar a hacer una buena obra con estos pobres hermanos necesitados. Cuando, en el nombre del Señor, hayamos conseguido que puedan cruzar este foso horrible, entonces, junto contigo, por primera vez en este medio espiritual me postraré ante el Señor en el polvo de mi propia nulidad para agradecérselo:

5. Oh Señor, Padre buenísimo y misericordioso, te agradezco la inconmensurable Gracia que me has otorgado para que ahora pueda decir desde el fondo de mi corazón: ¡Oh Señor, no hice nada, sólo Tú lo hiciste todo, y yo no soy sino el más inútil de tus siervos!».

6. «Bien, hermano mío, te he comprendido», le responde el Hombre sencillo. «¿Pero qué haremos?, ¿acaso poner troncos o tablas sobre el foso?».

7. «Amigo, ya lo he intentado, pero este fuego voraz devora cuanto se pone sobre él. A ver si tú puedes mirar ahí abajo, porque yo ni siquiera me atrevo a acercarme al borde del foso».

8. «Bien, hermano, me acercaré a mirar qué es lo que pasa con el fuego. Realmente, aparte de algunas ascuas, no veo nada más».

9. El prior acude corriendo para convencerse por sí mismo. Nada más mirar hacia abajo, levanta los brazos y grita para que sus hermanos del otro lado le oigan: «¡Hermanos!, ¡acercaos al foso y convenceos de la Gracia y Misericordia infinitas del Señor! ¡Sólo Él ha sofocado las llamas voraces!

¡Extinguid las últimas ascuas con lágrimas de arrepentimiento y gratitud ante Él! ¡El Padre santo y Salvador de toda clase de apuros nos ha ayudado hasta ahora y podéis estar seguros que también nos ayudará de ahora en adelante!

10. Ha venido un hermano muy bueno y lleno de amor. Todavía ignoro quién es y de dónde viene, pero deduzco de su buena voluntad que le ha enviado el Señor Jesucristo para ayudarme a salvaros».

11. A estas palabras del prior, los hermanos del otro lado del foso se echan de nuevo al suelo con los corazones tocados, y dan gracias al Señor por tanta Gracia y Misericordia.

El prior pregunta al Hombre sencillo si, ante lo ocurrido, le parece que tal vez pueda haber esperanzas de construir un puente de troncos o de tablas.

12. Y el Hombre le responde: «Si el Señor apagó las llamas sin tu ayuda, pienso que en el momento oportuno también cerrará la fosa igual que la abrió. ¿Acaso no tienes fe suficiente?».

Capítulo 91. La condición de la Redención. Desaparición del foso

1. «Apreciado amigo y hermano, ¡esa idea sublime también domina todos mis sentimientos!», le responde el prior. «De modo que estoy absolutamente convencido de que el Señor lo hará todo; aunque, por otro lado, también reconozco que todos nosotros somos absolutamente indignos de semejante ayuda santa».

2. «Y Yo te digo: ¡Lo mejor de vosotros es precisamente que se lo agradezcáis vivamente!», responde el Hombre sencillo, «porque mientras alguien crea que puede hacer algo por sí mismo o que es digno de la Gracia divina, el Señor le hará esperar hasta que consuma esa vana ilusión. Sólo cuando llega a una convicción íntima como la que tú tienes ahora -que uno mismo no es nada ni es capaz de nada y que el Señor lo es Todo, el Primero y el Último, y el Alfa y Omega-, sólo entonces se entrega incondicionalmente al Señor, y el Señor le tomará y le llevará al verdadero camino.

3. Yo mismo confirmo tu creencia: pon a los pies del Señor todo el amor que sientes hacia tus hermanos y toda tu preocupación por ellos, abrazándolo todo con el ardor de tu corazón, y te convencerás que el Señor entra en actividad precisamente allí donde el hombre deposita en Él su débil voluntad y le entrega con todo amor su energía vana.

Los hombres de la Tierra ya hacen algo parecido ante los soberanos del mundo.

4. Si en la Tierra alguien quiere administrar sus bienes por sí mismo, la institución pertinente no se preocupará por cómo se las arregla. Pero si es consciente de su incapacidad para administrar él mismo sus bienes, si reúne toda su fortuna y se dirige a la institución pertinente, pidiéndole con toda cortesía que se haga cargo de todos ellos y que, seguidamente, cuide por completo de él, entonces la institución entregará los bienes al Banco de la Corte. Y el solicitante, honesto pero débil, recibirá puntualmente sus intereses correctos.

Veis pues que algo parecido ocurre entre los hombres en el mundo, aunque pase en un ambiente sin amor ni pureza.

5. Si, en la Tierra, hombres poco sagaces saben disponer de sus bienes de manera que les produzcan buenas rentas, cuánto más el hombre-espíritu, bastante más sabio, debería reconocer Quién es el administrador perfectísimo que cuida todas las necesidades del hombre espiritual después que éste le entregue todo el capital de su existencia.

6. Además, el Señor dice en el Evangelio: “Venid a Mí todos los que estáis fatigados y cargados, y Yo os aliviare58”. Si lo tienes en cuenta, ¿no te parece que tu preocupación por tus hermanos -pese a todo tu sincero amor por ellos- resulta un poco vana?

7. Porque tu propósito es conseguir su liberación para estar en condiciones de poder decir ante el Señor que también tú has sido un siervo inútil.

No suena mal, pero hay algo incongruente en ello porque, para merecer elogios del Señor, quieres prestarle un buen servicio mediante tu actividad propia y pretender después no haber hecho nada útil.

Te digo que en este reino hay muchos que dicen de sí mismos que son lo último y lo más ínfimo ante Dios. Pero sólo quieren llegar, según lo dicho por el Señor en el Evangelio, a ser los primeros y los más grandes en el Reino de Dios al final de las cuentas.

8. En otra ocasión el Señor dice: “Si no os volvéis como niños, no entraréis en el Reino de Dios”. ¿Por qué? Porque los niños realmente son los más pequeños e ínfimos pues dejan todas sus inquietudes en manos del padre.

Pocos niños habrá que, preocupados, pregunten a sus padres: “¿Qué comeremos y con qué nos vestiremos?”. Son cuidados que los niños no conocen porque cuando tienen hambre o sed, acuden al padre y le piden de comer y de beber, y el padre les dará. Y cuando tienen frío, el padre lo sabrá enseguida y les dará ropa de abrigo, incluso más hermosa, pues se trata de sus hijos queridos.

9. Así que, hermano mío, entrégate también tú completamente al Señor, y puedes estar seguro que Él cuidará de ti en todo lo que te hace falta, y ello incalculablemente mejor de lo que un padre mundano acomodado cuidaría sus niños».

10. El prior responde: «Querido hermano, pese a tu apariencia sencilla he de reconocer que tus palabras son incomparablemente más sublimes y constructivas que las del mensajero celestial del Señor del que te he hablado.

No sólo me enseñas la Verdad más viva de todas las verdades, sino mucho más: te confieso que tus palabras me han llenado de un consuelo muy vivo, tan vivo que tengo la sensación de que mi propia identidad ha quedado totalmente consumida debido a mi gratitud sumisa al Padre celestial y a mi amor por Él.

11. Las palabras del sublime mensajero del Señor han sido para mí como una lima gruesa con la que -gracias eternas a la Misericordia divina- limó muchos errores de bulto que tenía. Y no pocas veces fueron una afiladísima espada que hería profundamente, aunque hay que reconocer que, al menos se derrama con ellos la sangre que redime de una vida descarriada.

12. Tus palabras son sin embargo un bálsamo curativo. En realidad, ni siquiera encuentro como describir la dicha que cada una de ellas produce en mi interior.

He llegado a tal punto que puedo decir desde lo más íntimo de mi ser:

13. Oh Señor todopoderoso sumamente santo y bueno, ¡hágase tu santa Voluntad en mí y en estos pobres hermanos míos! Toda mi preocupación y mi voluntad las pongo a tus santos pies y que se cumple tu santa Voluntad en todo lo que piense hacer conmigo».

Dirigiéndose al Hombre sencillo, el prior continúa: «Oh hermano celestial, ¡tú debes ser un amigo del Señor aún mucho mayor que el otro mensajero! Me vas a perdonar: Tus palabras me han llenado de tanto amor hacia ti que no puedo menos de abrazarte y, así, agradecerte tu enseñanza celestial con mi amor fraterno.

En verdad te digo que igual que nunca dejaré de amar a Dios Padre que está lleno de sumo Amor, tampoco mi corazón te olvidará nunca!».

14. «Hermano mío, ven aquí y ámame», le anima el Hombre sencillo, «¡porque es parte de la Voluntad del Señor que todos los hombres se amen en nombre de Él!».

El prior avanza y abraza al Hombre sencillo, estrechándole fuertemente contra su pecho, y Este le responde con un abrazo aún más vivo pues siempre el Señor tiene una suma alegría cuando vuelve un hijo perdido.

15. Como el arrebato del prior se va calmando, el Hombre sencillo le dice: «Mi querido hermano, mira, me parece que tras nuestra conversación y nuestro abrazo fraternal la fosa ha desaparecido, por lo que ya no costará nada ir a buscar a aquellos pobres hermanos. Vamos a decírselo».

16. Ambos se acercan a los hermanos de almas aletargadas. Estos se levantan al verlos y, mirando hacia la horrible fosa, se sorprenden al ver que ha desaparecido y quedan llenos de agradecimiento.

«Como veis, la fosa ya no existe», comenta el Hombre sencillo. «Así que seguidnos tranquilamente».

«Oh, querido amigo y sublime hermano, estamos desnudos y no nos atrevemos ir al otro lado de nuestro antiguo refectorio donde hay más luz».

Pero el Hombre sencillo los tranquiliza: «No os preocupéis por los vestidos porque Aquel que tuvo Misericordia de vosotros y cerró la fosa, también se ha preocupado por la ropa. En la mesa que hay en el centro de esta sala, encontraréis todo lo que os hace falta. ¡Seguidnos, pues!».

17. Todos empiezan a caminar. Pero el prior, movido por su gran amor hacia su querido Hermano, le dice: «Escucha, querido amigo celestial, ante esta obra de caridad no puedo permitir que tengas que caminar como nosotros, ¡permíteme que te lleve en mis brazos!».

18. «¡Querido hermano, olvídalo! Si de eso se tratara, más fácilmente os llevaría Yo a ti y a todos tus hermanos hasta donde quisieras. Pero que ahora me lleves en tu corazón, hermano, vale para mí indeciblemente más que si me llevaras en tus brazos en los que, tal vez, ya me llevas.

Me preguntarás qué quiero decir con “tal vez”. No te preocupes de eso por el momento porque todo te quedará claro en tiempo oportuno.

Vayamos ahora a la mesa para que nuestros hermanos se sirvan de la ropa adecuada».

19. «Sí, querido hermano, lo que a ti te parece bien, a mí también me parece bien. Por supuesto que el “tal vez” me ronda por la cabeza; pero también lo pondré ante los pies santos del Señor; así que hágase su Voluntad y la tuya».

20. A eso todos se dirigen a la mesa y al cabo de un instante todos los desnudos están vestidos, no precisamente de manera celestial, sino lo justo porque su ropa corresponde al grado de amor que alimentan hacia el Señor.

Capítulo 92. Una voluntad noble movida por el amor. Las tres pruebas

1. El Hombre sencillo pregunta al prior: «¿Qué te parece que debiéramos hacer ahora con los hermanos rescatados y vestidos?».

«El mensajero sublime del Señor me había encargado llevarlos a todos al jardín que antes era el “paraíso” erróneo de nuestro claustro; allí quería darles más instrucciones sobre el camino que deben tomar. Eso es lo que les espera de momento».

2. «Bueno, me parece que el asunto no te resultará muy difícil, así que ya no me necesitas».

«Oh, querido amigo, haz todo lo que quieras, ¡pero no me abandones! ¡Te digo que realmente tengo la sensación de que si me abandonas, me abandonaría mi propia vida!

¡Así que no te vayas, aunque la tarea actual resulte aún más fácil de lo que parece, ¡Lo has solucionado todo hasta ahora tan favorablemente y nos has ayudado tan eficazmente en el nombre del Señor! ¡Te ruego vivamente desde el fondo de mi corazón que, en el nombre del Señor, nos ayudes hasta el final!».

3. «Eso, hermano, no sería un problema. Pero hay un obstáculo: el mensajero celestial te dio esta tarea para que la resolvieras tú mismo. Si ahora aparezco junto a ti y el mensajero se da cuenta que fui Yo quien cumplió tu tarea, ¿estás seguro que estará contento contigo?

Si aparezco junto a ti y puedes asegurarme que no te causo perjuicios, entonces haré lo que me pides. Pero de ninguna manera quiero perjudicarte ni ponerte en aprietos ante el mensajero celestial. ¿Qué me dices?».

4. «Si ese es todo el problema», le responde el prior, «¡entonces ven con toda franqueza! De todos modos, aunque no me acompañaras, enseguida informaría al mensajero que fuiste tú quien lo solucionaste todo y que yo apenas he sido sino la “quinta rueda del carro”.

Así que eso no es obstáculo para que vengas conmigo. Y en lo que se refiere a eventuales daños o ventajas para mí, poca importancia veo en ello. Te digo que, si fuera posible, ahora mismo me iría contigo al infierno ¡Cuánto más mi amor hacia ti aguantará algunas palabras recias del mensajero celestial!».

5. «Bueno, en lo que se refiere a este punto, el asunto ya está resuelto. Pero aún hay otro todavía más importante; conozco al mensajero y sé que es muy meticuloso y que, en lo relacionado con el Señor, no hace la menor concesión. Por eso se me ocurre algo muy importante:

6. Como no has sido tú sino Yo quien realizó la tarea que te encargó, cabe dentro de lo posible que, con su gran poder, vuelva a poner a los pobres hermanos en su antiguo estado.

Te digo que no me costaría nada evitar que el mensajero supiera que Yo lo hice todo. Quedarías ante él como un hombre totalmente justificado que ha cumplido perfectamente la tarea que le encargaron».

7. Pero el prior le responde: «Amigo, antes de atribuirme algo a lo que en realidad no he contribuido ni en una mínima parte, prefiero irme directamente al infierno. Confirmaré francamente ante el mensajero que la misión fue un éxito sólo gracias al Señor y a ti.

Si no estuviera conforme, antes que vuelva a mandar a los pobres hermanos a su estado anterior, me prosternaría en el polvo ante él y le rogaría humildemente que en vez de castigarlos a ellos, en el nombre del Señor me castigase únicamente a mí, por ser toda mía toda la culpa».

8. «Eres un hombre de mi agrado», dice el Hombre sencillo. «Solucionado también este segundo punto ya no puede haber para Mí razón alguna para no acompañarte.

9. Aunque todavía queda un tercer obstáculo; si lo sabes salvar ya no habrá nada que me impida acceder a tu deseo.

Aquí en el reino de los espíritus sucede que todos los espíritus del Cielo superior -que son más puros y de los cuales también Yo formo parte- tienen la facultad de percibir instantánea y vivamente todo lo que hablen o traten sobre el Señor en cualquier sitio. De modo que también Yo he sabido que el mensajero te contó una excelente parábola que presenta al Señor como buen Rey, sólo abordable con un amor y una humildad extraordinarios.

10. En la parábola, sólo el Señor tiene las llaves de la prisión, de modo que sólo Él la puede abrir, o sea, construir el puente sobre el abismo.

Cierto es que, en la plenitud de tu ánimo y de la Verdad, pediste al Señor que os ayudara a ti y a tus pobres hermanos. Pero mientras todavía estabas esperando su ayuda, como por casualidad entré Yo en la gran sala y en seguida me contaste tus penas.

Sentía la misma compasión que tú y como me pediste tan cordialmente que te ayudara, pues te ayudé. Pero ahora nos encontramos ante la cuestión de si el mensajero, teniendo en cuenta la parábola que te contó, aceptará esta ayuda.

11. Porque según la parábola habría debido venir a ayudarte el mismo Rey sublime.

¿Cómo saldremos del atolladero? El mensajero podría preguntarte: “Tras conocer a este hermano forastero, ¿por qué, de repente, descuidaste la ayuda del Señor y te dirigiste a él para que te ayudara, olvidando que, según la parábola, habrías debido ser consciente de que nadie más que el Señor mismo tiene las llaves para liberar de la prisión a los hermanos?”».

12. «Oh hermano, esta pregunta, por supuesto, suscitaría una gran controversia. Pero te digo una cosa: me atendré a la verdad: yo no invoqué sino al Señor. Y entonces, ante la devoción que le tengo, te presentaste tú. De modo que yo no pude por menos que pensar que el Señor te envió a mí en su nombre movido por su infinita Misericordia. Considerando mi gran indignidad, nunca habría podido esperar que el santo Señor del Cielo y de la Tierra viniera Él mismo para ayudarme. Así que el Señor sea alabado porque me ha ayudado a mí y a estos hermanos enviándote a ti.

Te digo que así hablaré ante el mensajero. Que después, en el nombre del Señor, haga de mí lo que le parezca mejor. ¡Yo cargaré toda la culpa!».

13. «Bueno, ya veo que tienes una voluntad nobilísima, movida por el amor», reconoce el Hombre sencillo. «Así que nada me impide ya acompañarte al jardín. Pero si el mensajero te reprende, ¿cómo quedaría Yo?».

14. «Hermano, estoy seguro que todo saldrá bien. Por supuesto yo nunca te podría ayudar a ti con los medios de un ser creado. Aunque tú, ciudadano del Cielo superior, no precisarás de ayuda porque estás dotado con la Plenitud de la Fuerza divina.

Sólo si yo lo pasara realmente mal, tal vez tú podrías ayudarme como ahora, en el nombre del Señor».

15. «Bueno, lo tomaré en consideración ante el Señor. ¡Vamos!».

Capítulo 93. La facultad de aparecer en diversos lugares a la vez, y su explicación

1. El guía se dirige a los visitantes: «También nosotros les seguiremos, porque conviene que estemos a tiempo en el lugar de los hechos.

Ved, ya estamos. El Señor sabe muy bien que también hemos sido testigos de todo lo que pasó con los hermanos de alma aletargada, pero los demás lo ignoran».

«Pero los que mientras tanto se quedaron en el jardín saben muy bien que nos fuimos», dicen los visitantes.

2. «Al respecto, las relaciones en el reino de los espíritus son un poco distintas. En el mundo, la presencia está rigurosamente unida al individuo y no podéis aparecer visiblemente ante nadie si no estáis físicamente delante de él, aunque hay excepciones, por supuesto muy raras y poco perfectas.

3. Algo así son los llamados “dobles”. Hay casos en los que una persona ve un doble de sí mismo. O en los que alguien ve el doble de otra persona en un lugar distinto. También ocurre que un doble es visto en varios sitios a la vez, sin que el original esté realmente en ninguno de ellos, aunque este caso es extremadamente raro.

Pero hay un fenómeno en la Tierra que se parece mucho a lo que ocurre en este ámbito espiritual, fenómeno que se manifiesta tan frecuentemente que nadie le presta atención y, menos todavía, procura entenderlo.

4. Se trata de lo siguiente: Puede suceder que cientos de personas piensen en un mismo conocido en el mismo momento y en distintos lugares, y nadie lo imagine diferente de lo que realmente es.

Preguntaos a vosotros mismos cómo es posible que cientos de personas puedan reproducir en su mente dicha imagen -multiplicándola por lo tanto- si el sujeto en quién piensan no es en el fondo sino un solo ser.

5. La causa estriba en que, en el ámbito del espíritu, la imagen que cada uno lleva dentro de sí mismo no es única sino incontablemente múltiple.

Lo que pasa aquí es parecido al efecto de dos espejos colocados frente a frente. ¿Cuándo terminarán de reflejarse? Pues pueden recibir innumerables imágenes mutuas, siendo siempre los dos primeros reflejos los más vivos, mientras que los sucesivos lo son cada vez menos y resultan más débiles.

6. Si esto os queda más o menos claro, entonces comprenderéis más fácilmente el fenómeno que se produce aquí en el reino de los espíritus: lo que vosotros llamáis pensamientos, si son precisos, se manifiestan aquí como realidades palpables.

La primera manifestación es la más viva y duradera. Las posteriores -o sea, pensamientos posteriores que para vosotros son fugaces- ya no son tan evidentes ni se manifiestan como realidades visibles.

Antes estuvimos tratando asuntos muy importantes con los habitantes de este jardín. De modo que fuimos y todavía seguimos siendo sus pensamientos principales, o sea, las reproducciones o reflexiones principales de su interior. Por eso han continuado viéndonos sin necesidad de que nuestra individualidad original continuara estando presentes ante ellos.

7. Una característica fundamental de este “fenómeno” es que aquel que hace surgir esta reproducción mediante sus pensamientos principales, también es capaz de mantener una conversación con ella».

«¿Cómo es eso?».

«También existe algo parecido en la Tierra. Alguien puede tener en sueños una conversación con un amigo, el cual le dice unas cuantas cosas en el sueño. Si estando despierto encuentra luego al amigo, seguro que este no tiene ni idea de lo que su imagen ha dicho en el sueño de su amigo. Pero tampoco quien soñaba sabía lo que su amigo iba a decirle en el sueño antes que lo dijera.

8. Otro fenómeno de la Tierra donde ocurre algo parecido, es el de los “dobles”. También sucede aquí que las primeras reproducciones de la individualidad original mantienen conversaciones con aquellos a quienes se aparecen.

En tales casos -que pertenecen al ámbito puramente espiritual- la semejanza ya es mucho más evidente porque, a veces, en la esfera de los dobles, la individualidad original barrunta lo que habló su reproducción palpable».

«Pero eso no es una función del pensamiento principal de aquel a quien la reproducción se presentó».

«Cierto», responde el guía a los visitantes. «Y por esa misma razón el ejemplo de las reproducciones sólo sirve a título aproximativo, pero no es idéntico en manera alguna. Aunque la base sea la misma, su realización en la Tierra tiene que resultar más encubierta que aquí, donde todo nos es manifiesto con claridad espiritual.

9. Para comprender estas relaciones más fácilmente, conviene que recordéis que, en la Tierra, las copias separadas de sus individuos originales pueden producirse de las siguientes maneras:

N°1: La manera que ya conocéis.

N°2: Mediante la voluntad firme de aquel que quiere aparecer fuera de su individualidad en otra parte. Esta segunda manera -para profundizar en el tema- puede permitirnos también definir la naturaleza del fenómeno de los “dobles”. Aunque este fenómeno nunca puede conseguirse en el mundo de manera cabal porque lo espiritual siempre se encuentra en conflicto con lo material.

10. N°3: Otro fenómeno de reproducción auditiva. Un hipnotizador coloca a un individuo “magnetizado” ante de sí para conversar con él. Este caso es el más parecido al de aquí, con la diferencia de que el individuo que habla no es una reproducción de la individualidad original pese a que hable exclusivamente aquello que el hipnotizador le transmite.

11. Resumiendo: Aquí en el reino de los espíritus la reproducción es idéntica al individuo original, y también actúa y habla de manera idéntica. La razón es que aquí la reproducción no es sólo un pensamiento fugaz como en la Tierra, sino la viva manifestación espiritual surgida del individuo original.

12. En el fondo del fondo, dicha reproducción es una función del amor al prójimo, cuya base está exclusivamente en el Señor.

Mediante el Amor del Señor que hay en todo espíritu, este y todo lo que existe en su interior está en continua relación con Él. Si, como en el caso actual, nos manifestamos ante un espíritu sólo aparentemente, sin que nuestra individualidad original esté presente, entonces esta manifestación está vivamente consignada en el Señor.

Cuando pienso algo, estos pensamientos pasan instantáneamente por el Señor a mi yo reproducido, y este yo aparente actúa y habla como si fuera mi propia individualidad original.

Por eso nosotros -las individualidades originales- conocemos hasta el último detalle de todo lo que nuestros “dobles” hayan dicho y hecho.

13. Estáis sorprendidos, pero en el perfecto Reino de la Vida, donde el dinamismo vivo de cada espíritu se aprovecha de muchas maneras, esta es la realidad viva.

En la Tierra hay personas muy activas que dicen: “¡Si pudiera estar en todas partes a la vez para poder preocuparme yo mismo de las cosas!”, o “¡Si pudiera dividirme y repartirme!”. Pensamientos y deseos como estos, frecuentemente muy vivos, son ya un testimonio palpable de que en el ámbito espiritual ha de existir la posibilidad de que uno pueda repartirse, y ello sin que la individualidad original sufra la menor pérdida.

14. Porque todo lo que el espíritu es capaz de pensar existe en el reino de los espíritus como realidad palpable. Aunque hay una diferencia. Si se trata de espíritus imperfectos, la realidad palpable también resulta imperfecta. Pero si se trata de espíritus perfectos, la realidad palpable es perfecta porque en ella se refleja la absoluta perfección del Señor.

Bueno, creo que no hace falta decir más al respecto, porque el entendido ya me habrá comprendido y aquel que tenga pocas luces tampoco me comprenderá aunque ponga mil ejemplos más.

Toda la asamblea sale ahora del claustro, por lo que tenemos que estar preparados para recibirla».

Capítulo 94. “Sed astutos como serpientes y mansos como palomas”

1. A eso, el antiguo orador se dirige al guía y le pregunta: «¿De dónde sale este forastero que acompaña al prior? ¿Quién es y para qué viene?».

Todavía dirigiéndose a los visitantes, el guía comenta: «Se supone que esta pregunta no parece muy importante a primera vista. Pero si tenéis en cuenta que aquí estamos en el Reino de la Verdad, no deja de tener importancia.

¿Vamos a revelarle claramente la verdad, buscaremos una evasiva o le daremos largas? A ver si hay manera de despacharle».

2. Y, dirigiéndose al antiguo orador, el guía le responde: «Escucha, amigo, éste no es el lugar adecuado para decidir si has hecho tu pregunta demasiado pronto o demasiado tarde. La pregunta está justificada, pero el Orden divino no consiente que se te responda antes de que puedas soportar la respuesta en tu interior.

3. Porque mira: Aquí en el reino de los espíritus hay respuestas de tal alcance que si llegaran a quien pregunta antes del tiempo debido, le costarían instantáneamente su vida espiritual.

En respuesta a tu pregunta sólo puedo decirte ahora: Ten paciencia con toda humildad y con todo amor al Señor, y en el momento oportuno llegarás a saber más sobre el forastero.

Pero basta ya. Porque, como ves, toda la asamblea está a punto de llegar siguiendo al forastero y al prior».

4. «Sublime amigo, se que tu información es clarísima para ti mismo, pero en lo que se refiere a mí, tengo que conformarme con mi propia oscuridad. No obstante, la manera evasiva con la que has respondido me ha dicho mucho ¡Me has dicho mucho más de lo que esperaba!

Si el forastero sólo fuera un mensajero del Cielo igual que tú, entonces un conocimiento más profundo de su identidad no podría resultarme peligroso, al igual que mi relación contigo no me ha causado daño alguno. Así que, por lo que dices, este forastero tiene que ser de una categoría considerablemente más elevada que la tuya.

5. Te digo además que siento una tremenda inclinación hacia él, una inclinación que me llena de un presentimiento sublime: este forastero tiene que estar muy cercano al Señor, más cerca que nadie. ¿Acaso no tengo razón?».

6. «Querido amigo», le responde el guía, «yo no puedo sino recomendarte: Sé humilde, sujétate exclusivamente al amor al Señor, y nunca andarás perdido. Pero no seas petulante, ¡cada cosa a su tiempo!

Quien toma demasiado pronto los frutos del árbol de la Vida, y más aún del árbol de la ciencia del Bien y del Mal, se perjudica de dos maneras: primero porque el fruto está todavía verde y no le sirve para saciarse con él; peor aún, el fruto verde puede dañar su salud. Y, segundo, perjudica al árbol porque, falto de los frutos, no puede depositar en ellos las reservas de sus jugos vitales benditos, lo que resulta perjudicial para la próxima cosecha.

Como tú mismo fuiste en la Tierra un buen arboricultor, lo comprenderás fácilmente».

7. «Te he comprendido», responde el antiguo orador. «Así que pienso quedarme callado como un ratón cuando presiente la cercanía del gato».

8. El guía vuelve a dirigirse a los visitantes: «Bueno, a este monje ya le hemos frenado, pero en la asamblea aún hay unos cuantos tan zorros como él. Todo eso es todavía una tendencia residual de las ideas eclesiásticas mundanas, característica frecuentemente apegada a los sacerdotes católico romanos, sobre todo cuando se trata de ciertas sectas conventuales.

Aún tendrán que quitarse de encima esa tendencia mundana, porque aquí sobra; aquí el amor tiene que ser totalmente puro. Un amor que todavía lleve pegado un cierto grado de astucia, no es puro.

9. Imaginaos una joven muy interesada en un hombre honrado que la ama. Ella, por lo demás bien educada, quiere asegurarse del amor de su pretendiente y hace que le vigilen.

A primera vista diréis que actúa de manera justificada, porque esta medida demuestra que ama al pretendiente y que le importa mucho.

10. Pero examinemos dicho amor un poco más de cerca para ver si realmente está consolidado.

Supongamos que el pretendiente se entera de la astucia de su elegida y se dice: ¿Qué clase de amor es este que secretamente me espía? Yo nunca hice nada parecido, porque confiaba totalmente en tu corazón. ¿Por qué me crees capaz de infidelidad, algo que yo nunca sospeché de ti? Espera, te tomaré el pulso suponiendo que tengo algo con otra. Si me amas como yo a ti, entonces me perdonarás; de lo contrario, te apartarás de mí y tu corazón se volverá furioso.

11. Dicho y hecho; pronto la amada astuta lo sabe. ¿Cuál será el resultado? Escuchemos lo que dice, porque lo que rebosa en el corazón, también rebosa de la boca. ¡Escuchémosla!: “¡Vaya formalidad! ¡Menos mal que tengo un buen olfato! ¡Conque este hombre descarado me ha tomado por una estúpida y ha pensado que -pobre de mí- podría engañarme fácilmente! ¡Pero la pobre no es tan estúpida sino mil veces más espabilada de lo que se imagina! Con mi sagacidad al menos me he enterado de las artimañas de este embustero. Espera, infiel, ¡te demostraré un amor igual que recordarás eternamente!”.

12. ¿De qué le sirvió a esta joven su astucia? De nada, salvo para perjudicarse a sí misma porque cayó en descrédito ante su pretendiente.

¿Pero qué pasará cuando el pretendiente vuelva a visitarla?

Él se presenta y se acerca a ella con el amor más sincero. ¿Y ella? ¡Mirad su gran frialdad por un lado y por el otro un gran horno lleno de brasas ardientes de celos!

Él está sorprendido y le dice: “¿Qué te pasa?, ¿por qué este comportamiento tan extraño?”.

Ella le responde: “Una mujer virtuosa no debe respuesta alguna a un desvergonzado tan infame que aún se atreve presentarse allí donde, por infiel, ya no tiene sitio”.

13. Él responde: “¿Qué es lo que oigo? ¿Acaso la desconfianza ha sido la base de tu amor hacia mí? Si me hubieras amado como yo te amo a ti, entonces habrías tenido la misma confianza en mí que la que yo tengo en ti, y no me habrías mandado espías, cosa que yo nunca hice.

Como supe de tus espías, puse tu amor a prueba y tu amor no ha pasado la prueba. Esto me ha demostrado que nunca me has amado verdaderamente en realidad, sino que querías que yo te amara por puro amor propio. ¡Sólo querías que fuera respetada la imagen tuya que yo llevaba en mí, pero mi imagen en ti no fue sino objeto de indiferencia!

Te digo que semejante amor no me interesa ni me interesará nunca. Por eso te doy un plazo para que escudriñes tu corazón y veas si eres capaz de amar como yo te amaba y te amo todavía. Si lo eres, no te abandonaré y todo seguirá entre nosotros como antes. De lo contrario, el día que acabe el plazo me habrás visto por última vez”.

14. ¿Qué hará la doncella ante este alegato?

Si su orgullo herido es vencido por la sabiduría del hombre y reconoce su culpa, entonces todo saldrá bien. Pero si su orgullo herido se hincha, habrá un giro fatal en esta historia, lo que es más frecuente que una buena salida. Pues si el amor de la mujer no está cimentado, su corazón se siente combatido por la sabiduría del hombre, empieza a estimar su propio valor cada vez más y, en vez de buscar reconciliación, comienza a pedir venganza.

Me parece que con este ejemplo os habrá quedado claro que ni la mínima parte de astucia puede formar parte del verdadero amor puro».

15. «Entonces, ¿cómo se entiende que cuando el Señor envió a sus apóstoles y discípulos a predicar, dándoles el mandamiento exclusivo del amor, añadió además: “Sed astutos como serpientes y mansos como palomas”».

16. «Oh queridos hermanos, ésa es una astucia y una sabiduría totalmente distinta que se refiere a que de ninguna manera el hombre debe dejarse ofuscar por ninguna tentación, como si el Amor y la Gracia del Señor le hubieran abandonado, sino que desde el fondo más íntimo de su corazón debe ignorarlas y decir vivamente para sí mismo: “Oh Señor, deja venir sobre mí todo lo que tu santa Voluntad crea conveniente; y aunque todo me parezca extraño o incluso contradictorio, sé muy bien que aun así Tú eres mi Padre buenísimo y lleno de Amor, y cuanto más te ocultes ante mí, tanto más te amaré. Sé muy bien que cuanto más lejano me parezcas, tanto más cerca te encuentras de mí. ¡Por eso te amaré cada vez más con todas mis fuerzas vitales!”.

17. En este ejemplo la astucia, la mansedumbre y el amor van juntos. Pero esto es un detalle que escapa a los espabilados y a los listos de aquí, por lo que, en adelante, aún habrá que ponerlo más de relieve.

Pero como veis, el prior y su Hombre sencillo ya están cerca de nosotros».

Capítulo 95. Más pruebas. El principio de la recompensa

1. Con cara radiante de alegría, el prior llama la atención del Hombre sencillo sobre el guía y le dice: «Hermano, ese es el mensajero sublime, el que está en medio de dos espíritus, evidentemente menos importantes».

«Bueno, ve y díselo todo».

«¿Pero tú vendrás conmigo?».

«Vete ya y si hay un problema, acudiré».

2. El prior está de acuerdo, se acerca al guía y le dice: «Querido mensajero sublime de Dios, aquí tienes todos los que estaban presos. No falta ni uno; por el contrario somos uno más. Después del Señor todopoderoso es al forastero a quien debo la liberación de los pobres prisioneros».

3. «Bueno, hermano, si el forastero ha sido quién ha hecho la tarea que te encomendé a ti, ¿dónde está entonces tu mérito?», pregunta el guía al prior. «Porque te puse una condición: que debías liberar a los prisioneros sólo con la ayuda del Señor. ¿Cómo has podido servirte de la ayuda de un forastero sin tener en cuenta la condición que te puse y sin saber Quién es el forastero que te ha ayudado? Si actúas así, ¿qué tareas se te podrán confiar?

4. ¿Acaso ignoras que el Señor no te ha dado la Fuerza vital para que seas un holgazán, sino que te la dio, por su gran Misericordia, para que te apliques a una actividad justa en el amor?

¡Pregúntate cómo apareces ante mí! Justifícate adecuadamente, pues de lo contrario quedará probado que has fallado en tu misión, por lo que, finalmente, tendré que colocarte a ti detrás del foso para que allí las llamas te castiguen en vez de castigar a los demás, y para que puedas reflexionar sobre cuál es la manera correcta de andar los caminos del Señor».

5. «Hermano mío, si eso es todo, ¡entonces ponme ahora mismo detrás del foso ardiente!», le responde el prior. «Y si tengo que aguantar mil años terrestres completamente solo, teniendo la certeza de que mis pobres hermanos están a salvo, aun detrás de las llamas alabaré al Señor, sobre todo porque el amable forastero tuvo tanta misericordia con mis pobres hermanos presos.

6. Por mi parte estoy profundamente convencido de haber cumplido escrupulosamente tus instrucciones, y no de manera obligada sino totalmente voluntaria.

Invoqué al Señor junto con mis hermanos presos. Y cuando nuestra fe en el Amor y la Misericordia del Señor alcanzó probablemente un grado sumo, entonces se presentó este salvador. Yo, perfectamente consciente de que soy eternamente indigno de que el mismo Señor viniera a ayudarme, me dije que seguramente su gran Misericordia era la que me había enviado este hombre salvador.

De modo que los hermanos están a salvo, y eso sin la menor contribución por mi parte. Aquí me tienes, pase lo que pase. Si me toca el otro lado del foso, ¡entonces envíame ya! Y, alabando al Señor, iré corriendo.

Una vez allí, si ello es posible, pagaré diez veces por cada uno de mis hermanos».

7. «¿Hablas realmente en serio?», le pregunta el guía.

«Oh, amigo, ¡sólo tienes que comprobarlo! Si me mandas allí, pronto te convencerás de que hago lo que digo, según la santa Voluntad del Señor, si así lo quiere».

«Entonces, ya puedes ponerte en camino; ve por la causa de tus hermanos».

8. El prior agradece la orden, da la vuelta y se encamina directamente hacia el lugar tras el foso para ocupar su puesto.

Al pasar al lado del Hombre sencillo, le dice: «Como ves, tenías razón. Me toca ir al brasero para ocupar el sitio de mis hermanos liberados y reflexionar sobre cual es la manera correcta de actuar en los caminos del Señor. Pero como ellos están a salvo, lo mío carece de importancia. Mientras pueda amar al Señor y alabarle por su gran Amor y Misericordia, poco me importan las llamas.

De modo que me voy, en el nombre del Señor. Cuando le veas, acuérdate de mí».

9. «¡De eso puedes estar seguro! ¡Pero ahora ve y cumple la voluntad del mensajero!».

El prior se va, profiriendo gritos de júbilo y alabando al Señor.

Los visitantes preguntan al guía: «¿Cuánto tiempo tendrá que quedarse allí?».

El guía los tranquiliza: «No os preocupéis por él, porque pronto volverá. En vez de encontrar la fosa ardiente sólo encontrará unos excelsos mensajeros del Cielo que le pondrán un nuevo vestido.

10. Mirad, ya vuelve, y viene directamente hacia mí. Ahora lleva una corona reluciente y un vestido blanco.

Bueno, ya ha llegado; le voy a recibir».

A eso el guía se gira hacia el prior y le pregunta: «Hermano mío, ¿qué ha pasado? En vez de expiar detrás del foso ardiente, veo que vuelves con un vestido celestial».

11. «Querido amigo, ¡no es culpa mía! He ido al triste fondo de nuestro refectorio pero el abismo no estaba. En su lugar había tres jóvenes luminosos que me dijeron: “Hermano en el Señor, sabemos dónde quieres ir; pero ése no es tu destino ni mucho menos; sólo se trataba de una última prueba para tu corazón. ¡Así que quítate el vestido de tus antiguas ideas erróneas y ponte este nuevo, atributo del Amor y la Verdad!”.

Me opuse y les dije que no merecía semejante Gracia, pero fue en vano. En un instante me quitaron lo antiguo y me pusieron lo nuevo. De modo que me encuentro así vestido y no me puedo desvestir si no quiero que mis hermanos se rían de mí.

Pienso que el Señor permite todo esto para que me humille absoluta y totalmente. ¡Que Él sea alabado eternamente!».

12. «Bueno, si es así, tendré que conformarme. Pero todavía tengo que preguntarte algo: ¿Qué harías si el Señor viniera a visitarnos?».

13. «Amigo, ¡eso resultaría fatal! Preferiría mil veces más estar metido en el sucio rincón que hay detrás del foso ardiente o, si no fuera posible, al menos estar vestido con mis antiguas vestiduras de pobre.

Si el Señor me encuentra con este ropaje ostentoso, me dirá: “Indigno, ¿cómo has logrado llevar este vestido celestial de honor?”.

¡Te digo que ni cien montañas serían suficientes para cubrir mi gran y bien merecida vergüenza ante Él! Así que si puedes conseguirme otro vestido, me harías un gran favor. Viste a todos mis hermanos con vestiduras celestiales como estas, seguro que las merecen más que yo; a mí, vísteme con cualquier clase de harapos. Cuando venga el Señor, déjame que permanezca en el fondo del escenario.

Le adoraré desde allí con la máxima humildad y sin que nadie me oiga; pero no me pongas en primer plano porque precisamente este vestido me he vuelto más consciente que nunca de que soy el más indigno entre mis hermanos».

14. «Eso no me incumbe a mí. Dirígete al Hombre sencillo que, en el nombre del Señor, actúa por cuenta propia. Seguro que Él aceptará otra vez tus deseos».

15. «Amigo, en verdad te tengo mucho cariño», le responde el prior. «Pero he de confesarte que a este hombre le amo verdaderamente pues es cariñoso en grado sumo. ¡Voy corriendo a entregarme a él!».

16. El prior va a toda prisa hacia el Hombre sencillo y le cuenta sus penas.

Este le responde: «Tu deseo me agrada mucho; así que sea así como quieres. Ve al primero de esos cenadores y allí encontrarás otro vestido».

17. El prior se va, más bien corriendo que andando, pero en seguida vuelve decepcionado y dice al Hombre sencillo: «Hermano, ¡buena ropa hay allí para que la cambie por la que tengo puesta! En vez del vestido de harapos que correspondería a mi indignidad, sólo encontré un vestido azul radiante, adornado en sus bordes con estrellas centelleantes. En el centro lleva un cinturón rojo. Y el conjunto desprende un olor tan agradable que ha hecho que me sienta como elevado a los Cielos.

18. Te ruego que no me hagas cosas así, ya no las soporto. Permíteme que encuentre una blusa de campesino lo más simple posible con la que me encontraré indescriptiblemente más a gusto que con el vestido que llevo puesto».

19. «Entonces ve al cenador que hay detrás y encontrarás el vestido que te gusta».

20. El prior se va corriendo de nuevo y esta vez tarda más en volver, de modo que debe haber encontrado algo que le guste. Cuando regresa lleva una bata gris de lino basto y, más que contento por este hallazgo, se dirige al Hombre sencillo alabando a Dios.

El Hombre sencillo le dice: «Es evidente que te sientes más a gusto con tu vestido de humildad. ¿Y si ahora viniera el Señor y te dijera: “Cómo es posible que hayas llegado aquí sin llevar un vestido de boda?”».

21. «Si me despacha a la más espesa oscuridad, será que precisamente eso es lo que me corresponde y ni mucho menos el Cielo».

22. «Mira el mensajero: ya está preparando a tus hermanos para la llegada del Señor, que no tardará mucho. ¿Qué vas a hacer?».

23. «Hermano, llévame, en el nombre del Señor, al rincón de este jardín que te parezca bien; quizás puedas quedarte conmigo hasta que el Todopoderoso haya arreglado las cosas con mis hermanos. Si después viene a mí, me arrojaré al suelo e imploraré su divina Misericordia».

24. «Pero entonces, si tanto temes al Señor, ¿en qué queda tu amor por Él?».

25. Le responde el prior: «Te digo que mi amor al Señor es tan poderoso que quisiera hacerlo todo por Él, si es que pudiera hacer algo. Pero me doy por satisfecho con poder amarle desde lejos en el silencio de mi corazón. De todos modos no soy digno de estar junto a Él.

¡Cuántas veces abusé del nombre de Dios durante mi cómoda vida en la Tierra!, ¡qué vergüenza me da ahora! ¡Así que permíteme huir de aquí!».

26. «Hermano, no quiero intervenir en tu justa humildad», dice el Hombre sencillo. «Sígueme ahora mismo a aquel rincón del jardín que está en dirección de la mañana. Allí nadie nos verá ni nos oirá, porque la vegetación es muy tupida. De todas formas sé consciente que el ojo del Señor todo lo ve, aunque eso, de momento, es cosa aparte.

Vamos ya para poder continuar allí, en toda humildad, nuestras reflexiones sobre la llegada del Señor.

¿Pero qué ocurrirá si da con nosotros antes?».

«¡Seguro que no!, el Señor no vendrá primero a los más indignos».

Capítulo 96. Ante el tribunal de Dios todos tienen que manifestarse. El bienaventurado prior

1. «Mirad», dice el guía a los visitantes, «el prior y el forastero acaban de llegar a aquel rincón lleno de higueras con un follaje muy denso.

2. Pero el antiguo orador viene nuevamente hacia mí, veamos qué quiere».

«Hermano, todos sabemos que eres un sublime mensajero del Señor, pero no tenemos ni idea de quién es ese humilde forastero. Dinos de quién se trata porque su presencia hace que mi corazón se encienda, y muchos de mis hermanos me dicen que les pasa lo mismo. Así que tras su apariencia sencilla debe ocultarse algo sumamente sublime. Igual es Pedro o Pablo, o incluso el apóstol preferido del Señor. Entre hermanos, ¡dínoslo!

No tengo la menor idea de lo que nos espera después de todo: si el infierno o, cuando menos, el purgatorio. Pero una cosa es segura: siempre amaré a este forastero sencillo me encuentre donde me encuentre, ¡es tan humilde, tan natural y tan cariñoso! Lo veo por la manera fraternal como trata al prior, a quien, por la debilidad del mismo, accedió a proteger ante la llegada apocalíptica del Señor.

3. A esto es a lo que llamo un verdadero filántropo.

En la Tierra resulta muy fácil apoyar a alguien porque cada cuál es libre. Pero en este horroroso reino de los espíritus casi totalmente desprovisto de amor, de piedad y de gracia, encontrar a un amigo noble como éste que te protege ante un peligro agudo, es otro asunto.

Por ello, en nombre de todos estos hermanos, te ruego una vez más que me digas de quién se trata. Tal vez sería igualmente misericordioso con nosotros y nos protegería ante el semblante horroroso del juez inexorable que ha de venir.

Hermano, ¡no puedes imaginarte lo que significa para un pobre pecador tener que presentarse ante el tribunal implacable de Cristo! ¡Por mi parte mejor preferiría que me enterrasen en lo más hondo de este suelo! Así que haznos esta última obra de caridad y después nos someteremos a la sentencia del juicio divino».

5. El guía les responde: «Me estás pidiendo cosas muy especiales y no tienes en cuenta que no soy el Señor sino únicamente un siervo suyo, por lo que no puedo hacer lo que yo quiero sino únicamente lo que Él quiere.

De todos modos te puedo decir que este forastero sencillo no es Pedro ni Pablo, ni tampoco el apóstol preferido del Señor, sino Uno que no está lejos de ellos ni tampoco de ti ni de mí. ¡Que esto te sirva de momento!

6. Pero que quieras ocultarte con tus hermanos detrás del forastero para evitar el semblante del Señor, me parece una idea bastante insensata. ¿Acaso piensas que el semblante del Señor no te alcanzará dondequiera que estés? ¡Menudo despiste!

Pero si, pese a lo que te digo, aún crees que puedes esconderte tras la espalda de ese Hombre sencillo, ¡entonces sigue al prior, junto con tus hermanos! Pronto veremos si allí estáis a salvo o no del rostro del Señor.

7. No pensarás que el Señor se va a dirigir a un sitio vacío; siempre va directamente al grano. Tal vez ya os esté esperando tras la espesura».

8. «¡Menudas perspectivas!», exclama el monje. «¡Prefiero quedarme entonces en el rincón más sucio a donde el Señor no acudirá debido a la suciedad!».

9. «Hermano, no te servirá de gran cosa, porque el Señor te encontrará donde estés. Pienso que más valdría que te quedaras aquí junto con tus hermanos, abandonándote a su Voluntad; en tu obediencia te mirará mejor que a uno que quiere ocultarse delante de Aquel de cuyo semblante nadie puede esconderse durante toda la eternidad».

10. «Entonces, como con tus palabras ya estamos advertidos de todo, ¡que se haga su santa Voluntad!».

«Muy bien», dice el guía. «Sigamos al prior hasta donde ha ido con el forastero sencillo. Allí -el lugar más adecuado de este jardín- esperaremos al Señor».

11. Dirigiéndose a los visitantes, el guía continúa: «Mirad, tanto los monjes como los legos nos siguen, muy humildes pero con sus corazones llenos de temor.

Ya estamos delante de la espesura. Dejaremos la asamblea aquí por el momento e iremos al otro lado del follaje para ver cómo le van las cosas al prior».

12. Con voz temblorosa, el prior pregunta a su protector: «Por el Amor de Dios, ¿qué puede significar que todos mis muy queridos hermanos nos hayan seguido hasta aquí? Lo mismo, como sospeché, tal vez el Señor venga primero a mí escondite. Hermano, ¿no sería mejor cambiar de sitio?».

13. «¿De qué te serviría? Acuérdate que Pablo dijo: “¡Todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo para manifestarnos59!”. ¿No recuerdas estas palabras y lo que el apóstol quiso decir con ellas?».

«Hermano, ¡conozco de sobra esas palabras apocalípticas! Pero ¿qué hacer, si no puedo contener mi enorme miedo ante el Señor?».

14. «Puedo darte un buen consejo al respecto. Antes dijiste que podrías amar al Señor sobre todas las cosas si tan sólo pudieras verle alguna vez de pasada, de lejos. Tú sabes que el Señor es un gran amigo de aquellos que le aman. Y yo te digo que el Señor viene al encuentro de ellos -sin que lo sepan- hasta más de la mitad del camino.

En vez de tener tanto miedo, ¿por qué no refuerzas tu amor hacia Él, para que Él también venga a tu encuentro? Esto me parece bastante más indicado que temer tanto a Aquel a quien se debería amar sobre todo».

15. «Pues sí», responde el prior. «Tienes toda la razón, igual que antes. ¡Oh, si me estuviera permitido amar al Señor con un amor tan impuro, le amaría con todas mis fuerzas sobre todas las cosas! ¡Siento vivamente en mi interior más recóndito que no podré amar sino al Señor, indescriptiblemente!».

16. «Hermano mío, este lenguaje me gusta incomparablemente más que el anterior», dice el Hombre sencillo, «por ello voy a revelarte un secreto.

Aquel a quien tanto temías -y al que todavía temes- está más cerca de ti de lo que piensas. Por eso dime: Si el Señor se presentara ante ti como Yo, es decir, con toda sencillez y lleno de Amor, ¿acaso seguirías temiéndole tanto?».

17. «Queridísimo hermano, si se presentara como tú, ¡seguro que no le temería!», confiesa el prior. «Aunque ignoro si mi amor por Él no me mataría, ¡sobre todo si el Señor tiene una apariencia tan sencilla como la tuya!».

18. «¡Escúchame!, tu miedo no es sino un producto de tus ideas mundanas sobre el Señor, totalmente erróneas porque Él no es en absoluto como te lo imaginas. Estas ideas equivocadas han sido a su vez la razón por la que nunca pudiste amarle verdaderamente. Pero como todo lo erróneo tiene que acabarse alguna vez, ¡mira aquí!

¡Mira mis pies y luego mis manos! Y como un Tomás incrédulo, mete tu mano en los estigmas, y enseguida te darás cuenta que nadie puede ocultarse ante el Señor ni detrás de la espesura más tupida».

19. En este momento el prior reconoce al Señor en el Hombre sencillo y, llevado por un arrebato de amor, cae a sus pies llorando y sollozando sin poder pronunciar una sola palabra.

El Señor se agacha, le levanta y le dice: «Hermano mío, ¿acaso todavía crees como antes que soy tan terrible como imaginabas?».

20. «Oh, mi Señor Jesús profundamente amado, ¡quién de nosotros se habría atrevido a pensar jamás que también en el reino de los espíritus serías tan increíblemente bueno!

Oh Señor, ¡permíteme que salga y lo grite con todas mis fuerzas, para que en todos los rincones más remotos de tu infinita Creación sepan que Tú eres el Padre infinitamente bueno, cariñoso y santo!

21. ¡Qué suma bienaventuranza haberte conocido!

Sí. ¡Tú eres el Cielo de todos los Cielos y la suprema de todas las bienaventuranzas! Si te tengo a ti y si me está permitido amarte eternamente cada vez más, ¡entonces no necesito Cielos ni ninguna bienaventuranza más!

Si pudiera levantar aquí mismo una choza suficientemente grande para mis hermanos y para ti y para mí, por nada cambiaría esta bienaventuranza. ¡ Querido Jesús, nunca deberías abandonarnos, porque sin ti sería eternamente el ser más desgraciado que existe!».

22. «Hermano, conozco tu corazón. Por eso basta de ilusiones; preséntate ante tus hermanos y anúnciame como Yo me anuncié a ti. Después saldré Yo para redimirlos a todos igual que a ti, y os llevaré a vuestro nuevo destino verdadero y eterno.

¡Ve y haz lo que te digo! Amén».

Capítulo 97. Confesión de un predicador

1. A eso, el guía comenta a los visitantes: «Mirad, el prior sumamente bienaventurado sale a hablar con sus hermanos como el Señor le ha indicado. Sigámosle para ver cómo lo hace. Se le acerca nuestro monje locuaz con cara de estar profundamente asustado. A ver qué pasa».

2. El monje pregunta al prior: «¿Pero cómo es posible que salgas de tu excelente escondite con cara de júbilo pese a la horrorosa situación en la que estamos todos, esperando al juez inexorable? ¿Lo debes a tu humilde guía o acaso has superado la situación tu mismo? De todos modos, alabado sea el Señor que ha permitido que, tú al menos, estés tan alegre.

Pero nosotros, pobres pecadores, sufrimos una gran agonía. ¡Si hubiera también una manera de ayudarnos!

3. ¡Cuántas veces prediqué en la Tierra desde el púlpito sobre el horror de tener que presentarse ante la faz del juez inexorable y de caer en las manos del Dios vivo todopoderoso!

Mis sermones debieron conmocionar hasta su interior más recóndito a muchos de los que me oyeron. Pero yo mismo hacía de estas predicas menos caso que nadie y, como sabéis, el bocado regalado y el vaso de vino me entraban muy bien inmediatamente después.

Es evidente que aquí se confirma el proverbio: “Quien fosa cava, en ella cae”. Así que también yo estoy ahora con el agua al cuello y experimento vivamente lo que quería hacer sentir entonces con mis sermones a los demás.

Por eso todos te rogamos que nos expliques lo que te ha permitido estar de tan buenos ánimos en la situación en la que nos encontramos».

4. Tras esta declaración, el prior dice al monje: «Escúchame entonces. El miedo al Señor que yo tenía, y que tú todavía tienes, se debe a que nunca quisimos aceptar al Señor tal como es y le convertimos en el más horrible de todos los seres.

Así perdimos al verdadero Cristo, es decir, a ese Cristo que, incluso mientras moría ensangrentado en la cruz, bendijo a sus mayores enemigos y torturadores, perdonándolos por su ignorancia. Perdimos al Cristo que, incluso en la cruz, aceptó de todo Corazón al malhechor que se dirigió a Él y que no juzgó a quién le ultrajó.

Sustituimos este verdadero Cristo por uno tiránico y perpetuamente revanchista hasta un cierto día de venganza, día de venganza más que absurdo inventado por nosotros mismos. Y eso pese al hecho de que el Señor no habría necesitado plazo tan largo e indeterminado si realmente hubiera intentado vengarse de sus pobres criaturas, sino que habría podido proceder como en los tiempos de Sodoma y Gomorra.

5. Siempre nos imaginamos a Cristo en una sublimidad inaccesible, en cuyo ámbito y en espera del día del juicio venidero apenas se preocupaba ya por sus criaturas a las que, como tienen su ley, dejaba en toda libertad.

Poco caso hicimos de la promesa del buen Pastor que dijo: “Yo estaré siempre con vosotros, hasta el fin de los tiempos60”, porque en vez de la presencia real de Cristo nos conformábamos con falsas ceremonias.

6. Todo lo transformábamos en materia, hasta tal extremo que nos sentíamos como auténticos creadores de ese Cristo, usurpación del Amor y de la Misericordia divinos que clama al Cielo. Como un Cristo lleno de Amor no nos habría proporcionado en nuestra vida temporal tantas ganancias como uno inexorable, todo lo presentamos a la luz de su justicia más severa en vez de a la de su Amor y Misericordia.

Y tal como lo pintamos en aquellos tiempos, así ha quedado grabado en nuestra mente, hasta hoy.

7. ¿Pensáis acaso que, entretanto, el verdadero Cristo se ha transformado en el que nosotros construimos? ¡Ni soñándolo, hermanos!

Él sigue siendo el mismo que siempre fue: el Padre sumamente santo y bueno. Y seguirá siéndolo siempre.

8. Sigue siendo el mismo Amigo ilimitadamente cariñoso que dice: “Venid a Mí todos los que estáis fatigados y cargados, y os aliviaré61”. Y sigue siendo el mismo Cristo que, en la plenitud de su Amor divino, perdonó a todos sus enemigos y torturadores en su más profundo Interior.

9. Os digo, hermanos, que de los pecados que los seres humanos hemos cometido en la Tierra, no ha habido ninguno tan condenable como el de haber tergiversado la Bondad y el Amor del Señor como hicimos nosotros por interés personal.

10. Acordaos de la historia del hijo perdido. ¿Qué cosa extraordinaria hizo para poder reconciliarse con el Padre que estaba muy irritado?

Empujado sólo por su gran miseria, se vio obligado a volver a la casa del Padre para ser allí, a lo sumo, el último siervo. ¿Y qué hizo el Padre? Vino a su encuentro a la mitad del camino y cuando el hijo se echo al suelo ante su Padre, confesándole el porqué de su vuelta, el Padre le levantó y le estrechó contra su pecho. Luego le dio ropa espléndida y preparó una gran fiesta de agasajo.

11. Decidme, queridos hermanos, ¿acaso hemos mirado nunca a Cristo bajo este aspecto? También predicamos sobre el hijo perdido pero, ¿de qué manera?

El hijo perdido se convertía gracias a nuestra confesión y a unos cuantos actos de penitencia, frecuentemente más despreciables que la comida para cerdos que el mismo comía en el extranjero.

Cuando un hijo perdido quiso realmente volver, en vez de al verdadero Padre sumamente bueno sólo nos encontró a nosotros, los mismos que habían despertado su deseo de volver al Padre sin saber Quién era, Padre a quién el hijo perdido habría debido dirigirse para encontrarle.

12. Esto fue lo que hicimos. Y pese a todo ello, el Padre tan sumamente santo no cambió a causa de nuestra actitud. Vosotros y yo somos hijos perdidos que desde hace mucho tiempo hemos estado desperdiciando los bienes que el Padre nos otorgó; y hace bastante tiempo que estamos sufriendo amargamente nuestra miseria fuera de su Casa.

¡Volvamos y arrojémonos a sus pies! No para que nos prepare una fiesta y nos reciba con honores, sino para poder ser los últimos en su Casa paternal y amarle en ella con todas nuestras fuerzas».

13. «Oh hermano, ¡qué palabras más sublimes acabas de decir!», exclama el monje lleno de admiración «¡son un bálsamo que reconforta el ánimo! ¡Has dicho la eterna Verdad!

Ahora me pregunto cómo es posible que hayamos podido tener tanto miedo del Padre tan sumamente santo y bueno, a quien habríamos debido esperar con el mayor amor del corazón. Te digo, hermano mío, que me has quitado el miedo hasta un punto tal que ya no temo el juicio más severo. Como Él es tan sumamente bueno y lleno de Amor, siento interiormente que le amaría de todo corazón en cualquier parte donde me estuviera permitido amarle.

14. También te agradezco en nombre de mis hermanos que nos hayas traído esta buena nueva, seguramente inspirada por ese hombre sencillo y cariñoso. En la misma medida que antes temí el semblante de Cristo ahora me consume el deseo de verle alguna vez realmente como es pese a mi indignidad.

15. Oh Cristo, ¡cuánto te amo ahora que te conozco mejor! Nada te pido porque nada merezco, ¡pero permíteme que te ame y que me consuma mi amor por ti!».

16. «Hermano, como tanto ha cambiado tu mente, ¿te gusta ahora mi Hombre sencillo? Acaba de salir de la espesura».

17. «Ya me gustó desde el primer momento que se presentó ante nosotros», reconoce el monje. «Le seguiría adonde me llevase. Y, aunque pasara media eternidad, me quedaría plantado como una roca en cualquier sitio al que me llevara para que esperase en él al Señor.

Además, es un hombre a quien podría abrazar y sobre quién podría derramar todo mi amor».

A esta afirmación del monje el prior le pregunta: «¿Qué dirías si el Señor de todos los Cielos y mundos se te acercara con la misma sencillez de este Hombre?».

18. «Hasta a un sublime espíritu celestial se le atragantarían las palabras para expresar lo que yo sentiría: semejante bienaventuranza, aunque fuera sólo un momento, sería casi insoportable».

19. «Eso acláralo con el propio Hombre sencillo, que se nos está acercando. Él te dará una explicación perfecta donde a mí me abandona la lengua. Así que dirígete a Él».

20. En este momento el Hombre sencillo abre los brazos y dice: «¡Venid, hijos!, ¡venid a los brazos de vuestro Padre, porque Yo soy Aquel a quien tanto temíais!».

21. Toda la asamblea lanza un grito, y todos se echan al suelo ante el Padre, llorando de sumo amor hacia Él. Profundamente emocionados, todos dicen finalmente: «Oh Padre, ¿es posible que seas tan bueno? ¡Si por lo menos pudiéramos amarte de una manera digna de ti!».

22. El Señor se inclina sobre ellos, los levanta y les dice: «Hijos míos, ahora oíd mi tan temida sentencia: ¡Seguidme, porque Yo mismo, vuestro buen Padre, os llevaré al lugar de vuestro destino en mi Reino!

No lo vamos a arreglar aquí porque en este lugar todavía quedan muchos restos de vuestras antiguas ideas erróneas, pero, en un lugar puro, os indicaré lo que debéis hacer en adelante y cómo me podéis amar perfectamente en Espíritu y Verdad, adorando al eternamente verdadero Dios en tal amor. ¡Vámonos pues! ¡Seguidme!».

23. A eso el guía se dirige a los visitantes y les dice: «Mirad, otra vez el Padre lleva a su Casa a un gran grupo de hijos perdidos. Y ellos le siguen alabando su santo nombre.

¡Sigámosles también, para asistir a su salvación definitiva!

Capítulo 98. El secreto del progreso verdadero

1. Mirad, ya estamos a orillas del gran mar que conocéis».

«¿Cómo lo atravesaremos esta vez?», preguntan los visitantes al guía.

«Os digo que con este Guía todas las preocupaciones son vanas. Él sabe cambiar el agua en la tierra más firme como nunca lo visteis antes. Fijaos como también el prior está preocupado por lo mismo».

El prior, que camina al lado del Señor, le pregunta: «Mi Jesucristo eternamente amado, ¿qué haremos ante este mar inmenso?».

«Andaremos sobre él».

2. «¿Y el agua nos aguantará?».

«¿Cómo me preguntes algo así estando a mi lado? ¿No sabes que para Mí todo es posible y que soy también Señor de todas las aguas?

Mira, Yo quiero que todo este gran mar se convierta instantáneamente en una tierra firme que nos soporte hasta que hayamos llegado al otro lado de la orilla y que, acto seguido, dicha tierra vuelva a convertirse en el mar de antes. ¡Así sea!

Bueno, ¿ves agua por parte alguna?».

3. «¡Dios mío, cómo ha cambiado el panorama! ¡La agitada superficie del mar se ha convertido en una llanura de tierra bien seca que nos soporta de maravilla! ¿Cómo podemos agradecértelo?».

4. «Hermano, la única gratitud que me gusta es un corazón que me ame siempre sobre todo. No me agradan los sacrificios de acción de gracias, los votos y las procesiones de gratitud, los “Te Deum laudamus”, las fiestas y ceremonias en acción de gracias; me asquean como la carroña que apesta o como un cadáver hediondo en su tumba.

Pero, por el contrario, un corazón que me ame siempre es para Mí una joya de un valor incalculable en la corona de mi eterno Poder y mi eterna Magnificencia divinos, y una gota de bálsamo que reconforta mi Corazón de Padre lleno de Amor.

5. Por eso permanece en tu amor por Mí, no busques más, y serás para Mí lo que debes ser, y también Yo seré para ti todo lo que, como tu Dios, Creador y Padre amoroso, puedo ser.

El amor es el único vínculo entre tú y Yo. Es el único puente maravillosamente todopoderoso entre tú y Yo. Es el único puente entre el eterno Creador todopoderoso y tú, mi criatura limitada. Sobre este puente Yo puedo venir a ti y tú a Mí, como un Padre cariñoso a sus hijos y los hijos a su Padre querido.

6. El amor es también tu verdadero ojo, al igual que en Mí el Amor es el eternamente verdadero ojo. Sólo con este ojo es posible que puedas verme a Mí, tu Dios y Creador, como un hermano ve a otro.

Para otra clase de ojos resulto eternamente invisible. El amor es también el brazo adecuado de tu ser con el que me puedes abrazar como abrazas a un hermano. Y el amor es también el oído adecuado que percibe mi voz de Padre, eternamente inaudible para cualquier otra clase de oído.

7. Para la mente y para el saber el amor es un objetivo infinitamente distante y eternamente inalcanzable. El amor es el instrumento interno más agudo del espíritu, y sólo con él puedes mirar en mis más íntimas y maravillosas profundidades divinas, mientras que el intelecto y el saber no alcanzan ni a rozar el dobladillo de mi vestimenta más exterior.

Tú y tus hermanos sois bienaventurados por tener el amor en vuestro interior; ese amor me ha atraído hacia vosotros. Ese amor ha transformado este mar en un puente sólido, sobre el cual Yo os llevaré. Porque Yo soy el único verdadero Guía y Padre vuestro, y en vuestro amor hacia Mí soy Hermano vuestro, tanto como Yo en mi Amor lo soy para vosotros.

Así que no pienses nunca más en otra clase de gratitud, porque tu amor es tu todo, igual que Yo soy todo en mi Amor a ti y a todos vosotros.

¡Y ahora vamos a cruzar este puente! ¡Seguidme!».

8. El guía aprovecha para dar algunas explicaciones a los visitantes: «Ved como toda la asamblea avanza rápidamente. Aunque vosotros tengáis la impresión de andar paso a paso, os aseguro que avanzamos con una rapidez que os resulta inconcebible. Al lado del Señor con un solo paso se cubre, según vuestras ideas terrenales, la distancia de un Sol a otro, tanto espiritual como físicamente.

9. Aún tenéis que comprender la diferencia entre progresos mundanos y progresos puramente espirituales. Porque nuestro movimiento actual no sólo nos señala lo que avanzamos en un camino sino, sobre todo, que quién se deja llevar por el Amor de Dios, reúne en la esfera interna de sus conocimientos en un instante -o sea, con un solo paso- indeciblemente más experiencias en el ámbito de la Verdad que un intelectual sabihondo en miles de años terrestres.

10. Resumiendo: Un paso bajo la guía del Señor vale más que miles de millones de pasos bajo la guía de un intelectual, por muy sabio que sea. Una Palabra de la boca del Señor vale más que todas las palabras pronunciadas desde los tiempos primitivos por todos los seres humanos de todos los mundos de la Creación.

Bueno, no hará falta deciros más al respecto.

11. Entretanto hemos cruzado el mar y, si miráis atrás, otra vez veis el mar de antes en vez de suelo firme. También el Señor llama la atención sobre este detalle a quienes le siguen».

Acto seguido el Señor dice al prior: «Bueno, ya hemos llegado. ¿Te gusta el lugar?».

12. «Oh mi eterno amor, si Tú estás, me gustan todos los lugares. Pero sin ti me desesperaría eternamente aquí o donde fuere».

«Has hablado muy bien, porque así es. Conmigo lo podéis todo, pero sin Mí nada. Igualmente siempre estaréis bien cuando estéis conmigo. Pero fuera de Mí no hay existencia alguna que sea eterna; porque únicamente Yo soy el camino, la Verdad y la Vida.

Quien mediante el amor permanece en Mí y Yo en él, tiene la Luz, la Verdad y la Vida. Así que seguidme y os mostraré otro lugar; si os gusta, podréis elegir allí un hogar. Si no os gusta, podemos buscar otro. ¡Seguidme!».

14. De nuevo el guía se dirige a los visitantes: «Mirad, todo el séquito se encamina hacia la mañana y el mediodía. Detrás de aquella montaña reluciente haremos otra parada en medio de un paisaje precioso.

En este lugar nuestros invitados tendrán que pasar todavía una prueba muy conflictiva, porque aún arrastran con ellos un estorbo: el amor al sexo femenino, debido al cuál el celibato les hacía poca gracia, aunque todos los respetaron y ninguno tuvo relaciones sexuales con mujer.

15. Dicha abstinencia no tenía mucho mérito pues pocas jóvenes hermosas acudían a confesarse donde vivían su vida monástica en la Tierra porque la orden tenía fama de ser extremadamente severa, sólo iban las viejas. De modo que con semejante ambiente femenino les resultaba fácil mantener el celibato.

Así que todavía tendrán que pasar ante el rostro del Señor una prueba sobre ello.

16. De modo que en la próxima escala veremos algunos espíritus femeninos bienaventurados cuya belleza quizás os quite el aliento. Además, el lugar será tan celestialmente hermoso como -salvo la Ciudad santa- aún no lo habéis visto en ninguna otra parte.

En esta ocasión se pondrá de manifiesto hasta qué punto los salvados aman al Señor.

Capítulo 99. Aún una prueba muy severa

1. Ya estamos en aquella montaña luminosa que contemplamos desde lejos. Como veis se trata realmente de un paisaje indescriptiblemente hermoso. Hay valles que alternan con montañas que se cruzan en todas direcciones. Se ven arroyos cuyas aguas parecen oro líquido transparente. Todo está bien ordenado y en todas partes donde un arroyo desemboca en otro se forma un lago perfectamente redondo cuya superficie produce un precioso juego de reflejos luminosos.

2. A orilla del lago se ven preciosísimos palacios con tejados rojos brillantes que no sirven para protegerse de la lluvia sino que son transparentes para que la luz interior pueda tener diversas tonalidades. Fijaos también en los propios palacios y en su arquitectura fabulosa. De cada una de las muchas ventanas sale una luz de distinto color. Alrededor de ellos hay jardines espectaculares con pequeños árboles de frutos deliciosos. ¡Mirad qué flores tan preciosas!

También llaman la atención los pabellones que aparecen entre jardines colgantes y torres con cúpulas preciosas. Estos jardines pueden ser recorridos por unos caminos sobre arcos que invitan a pasear por ellos.

3. ¿Habéis visto las pequeñas embarcaciones que hay en los lagos? En ellas se ven algunos espíritus bienaventurados que los cruzan de un lado a otro.

También se escuchan preciosos cánticos que llegan a nuestros oídos desde lejos. En todas las colinas veis una especie de iglesia con una torre muy alta y, en cada torre, un juego de campanas. En seguida podréis haceros una idea de lo bien que suenan, porque precisamente las van a tocar para celebrar nuestra llegada.

4. Ya oís que no suenan como las de la Tierra, más bien recuerdan el sonido suave de vuestras liras, aunque mucho más puro.

5. Pero ahora mirad directamente al camino que hay delante de nosotros que, por supuesto, ni mucho menos se parece a una de vuestras carreteras, sino más bien a una cinta de terciopelo de una anchura de varias brazas62, entretejida con hilos de oro y adornada de piedras preciosas. A sus dos lados hay árboles florecidos que, a la vez, tienen frutos maduros de un sabor excelente.

Veréis una procesión de espíritus angélicos femeninos -por supuesto, sin bandera ni crucifijo- que llevan en sus manos palmas radiantes y cestas repletas de frutos celestiales para dar la bienvenida a los recién llegados.

6. La procesión ya se está acercando y hay algunos espíritus angélicos femeninos que toman la delantera para llegar las primeras; acaban de presentarse dos de ellas.

¡Fijaos en sus figuras milagrosamente hermosas y en su ternura! De sus semblantes irradia una amabilidad verdaderamente celestial. La finísima ropa que llevan es señal de su pureza. Con las muchas que llegan, cada vez se pone más de manifiesto la sublimidad de su aspecto.

7. ¡Escuchad también el sonido celestialmente suave y armónico de su lenguaje! Oigamos lo que dicen».

Los espíritus angélicos femeninos saludan a la asamblea recién llegada con las siguientes palabras: «¡Venid, venid, amigos sublimes de nuestro Padre tan sumamente santo y cariñoso, y servíos de estos frutos que os ofrecemos con el corazón palpitante de amor!

¡Somos muy afortunadas porque, una vez más, nos es concedida la gran felicidad de poder ver a nuestro Señor, Dios y Padre a la cabeza de una asamblea!».

8. Toda la asamblea empieza a arquear las cejas, y el prior se dirige al Señor: «Por el amor de Dios, ¿acaso son espíritus angélicos que a su tiempo vinieron a la Tierra, o ángeles puros del Cielo supremo? Porque algo tan hermoso y exquisito ni siquiera lo podíamos imaginar.

En la Tierra siempre fui célibe. Pero si se me hubiera presentado algo parecido, te digo que incluso habría dado la bienvenida el Islam, que permite cuatro esposas.

Ante esto tengo que decir: Señor y Padre, ¡protégenos!, porque de lo contrario estaremos perdidos, si aquí todavía existe la perdición».

9. «Bueno, hermano, ¿así que hemos llegado al lugar de vuestros sueños? Me parece que no tendrías inconveniente en buscarte aquí un hogar y una novia celestial; y, como ves, ¡ya nada de perdición! Tú y todos tus hermanos podéis elegir a gusto en mi presencia.

De modo que si te parece bien, ahora mismo puedes escoger una novia celestial y uno de esos pequeños palacios, y te bendeciré a ti y a los demás, y a cada uno le encomendaré una tarea celestial. Esto es lo que os ofrezco; podéis elegir libremente».

10. El prior y sus hermanos miran ya al Señor, ya a las preciosas novias celestiales.

Como al prior le cuesta un poco tomar una decisión, dice para sus adentros: «Aquí, por supuesto, lo pasaría bien junto a una de semejantes novias celestiales y con tamañas propiedades con las cuales está uno evidentemente en el país de Jauja. Realmente es absolutamente imposible pensar en un Cielo más celestial que este ¡Qué situación más delicada! Me mareo tan sólo con pensar en la sensación de abrazar a esta novia celestial y de estrecharla contra mi pecho inmortal que arde de amor. Si estuviera seguro que todas estas maravillas tienen una base sólida, me gustaría pronunciar ante el Señor un sí homérico.

11. ¿Y si todo no fuera nada más que una prueba? Si después de dar un mordisco a esta manzana de Adán y Eva, este lugar milagroso se transforma de repente en algo distinto -que Dios nos salve eternamente de una cosa así-, entonces el mordisco saldría caro. Casi ni me atrevo a pensar que todo esto podría ser para mí -si supiera si tiene consistencia o no- simplemente respondiendo con un sí al Padre tan amoroso».

12. En este momento el monje ya conocido le interrumpe en sus reflexiones: «Escucha, hermano, ¿cuanto tiempo piensas aún dejar al querido Padre sin respuesta? Yo ya le habría respondido hace un buen rato. Te diré mis sentimientos más íntimos; la respuesta que yo daría es esta:

¡Oh, Señor y Padre, lleno de Amor y de Misericordia infinitos! Contigo, donde Tú estés -así que también en esta excelsitud celestial maravillosa- siempre estaremos bien. De modo que si Tú te quedas aquí, entonces aquí seré bienaventurado.

Pero si Tú, fuente primaria santísima de todas estas maravillas, no te quedas aquí porque tu Hogar se encuentra en otra parte, entonces tampoco yo me quedaré, sino que -si es conforme a tu santa Voluntad- te seguiré hasta que digas: “¡Aquí vivo Yo!”.

¿Qué te parece, hermano, ¿es o no es correcta la respuesta?».

13. «Sí, hermano, tienes razón», le responde el prior. «Menos mal que me has despertado de un sueño, porque lo mismo me dice mi interior más recóndito. De modo que también hablaré así ante el Señor, ¡porque Él es más que todas estas maravillas celestiales!».

Capítulo 100. El destino celestial

1. Acto seguido el prior se dirige al Señor: «Querido Padre, a pesar de que Tú sabes exactamente lo que pasa en mi interior, lo que siento y lo que pienso, hablaré ante ti como deseas:

No dudo que si aceptásemos tu santa oferta, nos concederías realmente lo que nos ofreces porque Tú eres el Amor, la Fidelidad, la Verdad y la Sabiduría eternos. Cuando miro estos seres angélicos puramente celestiales -los unos más hermosos que los otros y cada uno insuperable a su manera- y si consulto mi corazón, tengo que golpearme el pecho y decir: Señor, no merezco en absoluto semejante Gracia infinita pues no soy sino un miserable y rancio zángano célibe. Vivir aquí en compañía de un cónyuge tan puramente celestial debe ser, por supuesto, algo inimaginable.

2. Pero, Señor y Padre, estoy en un gran dilema porque resulta muy difícil manifestarse ante ti, sobre todo cuando uno se encuentra en un doble aprieto por lo que a ti respecta.

Si ante una posible bienaventuranza superior rechazamos una Gracia como la que Tú nos ofreces -mostrándonos así ingratos ante ti-, entonces me parece que pecamos vilmente contra tu infinita Bondad. Pero si la aceptamos apasionadamente, significaría que nos sentimos dignos de ella, lo que en el caso de gente de nuestra condición nunca será posible.

3. Por eso -al menos en mi caso- en mi interior más recóndito se me plantea una dilema muy delicado: una voz me dice: “Mira, hay dos bienes ante ti: uno espléndido, celestial, es decir, este Cielo de aquí, y otro infinito, es decir, el Señor mismo. Si tú, pobre pecador, eres libre de elegir entre ambos, es evidente que, por egoísmo o por lo que sea, tendrás que tomar una decisión”.

Por eso te digo: Señor, me quedo contigo y por amor a ti dejo este Cielo tan sumamente maravilloso. Y si hubiera otros Cielos mucho más maravillosos aún, los dejaría todos, por supuesto, Señor, con la condición de que la decisión de un pecador pueda ser de tu agrado.

Pero de ninguna manera quiero darte la impresión, Señor y Padre, que estoy descontento de semejante Cielo. Al contrario: siempre te amaría y alabaría por esta Gracia infinita, aun siendo el más indigno de ella.

4. Y otra vez te vengo con un pero. Porque si Tú, querido Padre, no estuvieras siempre aquí como ahora mismo, es decir, palpablemente, si aquí sólo te pudiera ver excepcionalmente, entonces preferiría infinitamente más aguantar durante toda la eternidad en el rincón más remoto del Cielo infinito que pasar aquí una sola hora sin ti».

5. A esta confesión el Señor le responde: «Veo en el fondo de tu vida que tu amor está orientado hacia Mí, y que tanto tú como tus hermanos sacrificáis por Mí esta magnificencia celestial.

Os digo que precisamente por este sacrificio os habéis vuelto dignos de este Cielo maravilloso. De modo que éste es el lugar de destino que he previsto para vosotros: podéis elegir libremente según lo que os diga vuestro corazón.

Cada uno de vosotros se hará cargo de uno de estos preciosos palacios y elegirá una esposa celestial enteramente a su gusto. La única tarea que como dueños de tales bienes tendréis que cumplir es, primero, reconocerme eternamente como Señor y Padre y amarme de todo corazón, y, segundo, dar cobijo, alimentar y vestir a otros pobres que llegan aquí frecuentemente y, mediante una enseñanza cariñosa, acercarlos a Mí, al Padre.

6. No preguntes si me quedo aquí siempre visiblemente como ahora porque, visible o no, de todos modos siempre estaré perfectamente presente.

Y cuando contemples el Sol de aquí, se consciente de que en él mora tu Padre. Este Sol que calienta todo el lugar tan agradablemente y que da una Luz tan preciosa, nunca se pone.

7. Cuando me abraces vivamente con tus actividades movidas por tu sumo amor hacia Mí, al punto estaré visiblemente entre vosotros, en persona como ahora.

8. En tu nuevo hogar de este Cielo encontrarás un tablero blanco; míralo frecuentemente porque te comunicará mi Voluntad.

9. A la esposa que te dé, ámala como a ti mismo. Sé uno con ella para que juntos forméis un ser humano perfecto en el ámbito de la Verdad y en el Amor activo. En esta esposa sentirás el poder de tu amor hacia Mí, y ella sentirá el Poder de mi Sabiduría en ti. De esta manera seréis uno en mi Amor y Sabiduría eternos. El mayor grado de deleite siempre se producirá cuando os volváis totalmente uno en el amor a Mí.

10. Aquí no tienes que preocuparte del alimento ni de otras necesidades, porque para todo esto hace ya eternidades que tomé las medidas necesarias. Este Reino lo dispuse desde el principio para todos aquellos que me aman: es la gran herencia santa que les he preparado en la cruz.

¡Tomad posesión de ello! Yo, el único Dador de todas las dádivas buenas, os lo doy. ¡Disfrutad eternamente de sus grandes maravillas!

11. En este Reino no envejeceréis, sino que os volveréis cada vez más bienaventurados, fuertes, jóvenes y majestuosos. Ese es el destino bienaventurado a vuestra medida. Así que id y elegid vuestras esposas eternas, y Yo os bendeciré para vuestra eterna bienaventuranza».

12. El prior casi se marea de gozo. Pero, por su mucha timidez, ni él ni sus hermanos se atreven a dar ni un paso hacia las vírgenes celestiales que los están esperando.

Por eso el Señor hace una señal a las vírgenes angélicas. Ellas vienen corriendo y cada una entrega una palma radiante al marido que le está destinado. Al aceptar la palma, los vestidos de los monjes, todavía ordinarios, se convierten en celestiales.

El Señor los bendice y todos se echan al suelo, alabándole por esta Gracia inconmensurable.

13. Pero en el fondo, detrás de los monjes y legos -allí no hay diferencia entre ellos-, uno de los legos se ha quedado sin palma y sin esposa, y está un poco triste viendo que todos los demás han sido atendidos y él no. También se ha quedado con su bata de algodón ordinaria. Después veremos que el Señor no le ha olvidado.

14. Mientras tanto, el Señor se dirige a los recién casados: «Ahora, queridos hermanos, seguid a vuestras esposas celestiales y que cada uno tome posesión sobre el terreno de los bienes eternos que le he entregado».

15. Los matrimonios celestiales se levantan y el prior, muy a pesar suyo, se da cuenta del pobre lego que ha quedado con las manos vacías.

Enseguida se dirige al Señor y le dice: «Oh Padre lleno de Amor, no tengo palabras para alabarte suficientemente por la enorme Gracia que nos has concedido. Pero allí en el fondo hay un hermano que se ha quedado sin esposa y sin vestido, y me da pena.

Si no te importa, prefiero cederle mi esposa y mi vestido, en vez de tener que verle tan desamparado. Sé que en tu gran Bondad de Padre ya habrás cuidado de él de la mejor forma; pero como Tú mismo me has provisto de un corazón amoroso y compasivo, he de reconocer que mientras yo no tenga la certidumbre de que este pobre hermano es tan bienaventurado como yo, prefiero -en tu santo nombre- renunciar durante miles de años a toda esta bienaventuranza, y no verle a él menos feliz que yo aunque sólo sea durante unos días».

16. «¿Hablas realmente en serio al decir que quieres ceder tu esposa, tu vestido y tus bienes celestiales a este hermano?», le pregunta el Señor.

17. «Sí, Señor, ¡ahora mismo! Incluso aunque tuviera que volver a mi falso monasterio anterior».

18. El Señor llama al pobre lego y le dice: «Escucha, este hermano tuyo se ha dado cuenta que no te ha tocado ninguno de estos bienes celestiales. Como te ve tan desamparado, se compadece tanto de ti que, por amor a Mí y a ti, quiere cederte la parte que le tocó a él. ¿Estás conforme?».

19. «Oh Señor, estoy más que contento con sólo poder quedarme eternamente en este sitio alabándote y contemplando todas las maravillas celestiales que se ven desde aquí.

Y si Tú me lo permites, me gustaría ser el servidor más ínfimo del último de mis hermanos, a los que has bendecido convirtiéndolos para siempre en ciudadanos celestiales Tuyos. También en la Tierra fui el último en el monasterio, desempeñando una tarea que tus siervos más sublimes de esta orden me encomendaron, más bien por piedad para que no pareciera que la orden alimentaba y vestía a un zángano en su convento.

De modo que nunca pude hacer nada útil. ¿Cómo, entonces, iba a esperar una “recompensa” como la de mis hermanos, mucho mejores que yo?».

20. El Señor se dirige al prior y le dice: «Hermano, ya ves que tu hermano de ninguna manera acepta tu oferta. ¿Qué piensas hacer?».

21. «Entonces, Señor y Padre, permíteme que cumpla mi primer deber en el Cielo: le acogeré en la casa que me regalaste, le mantendré como si fuera yo mismo y le haré dueño de todos los bienes que tu Amor, tu Gracia y tu Misericordia me han regalado».

22. El Señor hace una contrapropuesta: «Tengo otro plan, totalmente distinto: Como tú y este hermano estáis penetrados de amor mutuo hacia Mí, Yo os penetraré a vosotros con mi Amor.

Bendigo a todos los hermanos que con sus esposas celestiales ya se dirigen a sus hogares; pero tú con tu esposa y este hermano, me seguiréis al supremo Cielo donde Yo moro con mis hijos».

En un arrebato, el prior, su esposa y el hermano se echan al suelo ante el Señor. Pero Él los levanta y los reconforta.

23. El guía comenta ante los visitantes: «Ved, el Señor se los lleva a su Casa. Sin que los demás hermanos se den cuenta se dirigen hacia la eterna mañana sumamente santa. Pasan por filas infinitamente anchas de hermanos bienaventurados que, por todos lados, saludan al pequeño grupo alabando al Señor. Sigámosles también, para echar una ojeada a la morada de estos tres nuevos ciudadanos del Cielo».

Capítulo 101. Guiar, tirar y llevar, en sentido espiritual

1. «Tenemos aún una pregunta que hacerte», dicen los visitantes al guía. «Porque ante el favorable giro -sorprendentemente mejor- que ha dado la situación para el prior, necesitamos una explicación complementaria que nos permita comprenderlo.

El Señor le había ofrecido antes la novia y los bienes celestiales y se los bendijo como a los demás hermanos. Le indicó su destino y su trabajo celestial, igual que a los otros. En todas sus determinaciones celestiales, el Señor no dio la menor señal de que tuviera prevista para él una alternativa inmediata mucho más sublime.

2. ¿Cómo es posible que queden cancelados de repente los preceptos explícitos que afectan al prior? ¿Cómo hemos de entender el hecho de que, tras recibir los bienes del Señor, ni el prior ni su esposa lleguen a verlos y que, acto seguido, el Señor los lleve al Cielo supremo?

3. Nos resulta difícil entenderlo porque el Señor los bendijo a todos antes, incluido al prior, con cuya bendición manifestó su firme Voluntad divina, por supuesto de acuerdo con la libre voluntad de los bienaventurados que habían aceptado con mucho gusto la “recompensa” ofrecida.

4. Que los hombres cambien repentinamente de idea, siempre se puede atribuir a lo deficiente de sus conocimientos. Pero se comprende más difícilmente cuando se trata de la parte divina, sumamente sabia, porque seguro que el Señor es eternamente consciente de lo que dice de forma explícita».

5. «Queridos amigos, vuestra pregunta está justificada desde vuestro punto de vista, pero encontraremos una explicación definitiva a lo que a primera vista parece contradictorio», responde el guía. «Pues el desarrollo del asunto ha sido llevado precisamente de manera que tuvierais que tropezar con estos detalles para que pudierais sacar provecho de ellos.

6. Seguro que recordáis que después de la liberación de los hermanos de alma aletargada que estaban detrás del foso, nuestro prior -y sólo él-, debido a su enorme gratitud y a su gran amor por el Hombre desconocido, quería llevarle en brazos a la mesa. Seguro que también recordáis que el Hombre sencillo rechazó la propuesta y que en su respuesta pronunció un cierto “tal vez”, como para decir al prior que quizás ya le había llevado una vez en brazos. Si os fijáis en aquella escena os resultará más fácil comprender los acontecimientos actuales.

7. Es posible que a primera vista os admiréis por ello, pero aquí en el Reino celestial de los espíritus, no siempre es “un, dos, tres” lo que en la Tierra lo es. Y también puede muy bien suceder que lo que en la Tierra es “setenta, trescientos, quince”, aquí pueda resultar “un, dos, tres”.

8. Para poneros un ejemplo. En la Tierra un hombre puede vivir en América del Sur y otro en algún rincón de Siberia. Ambos están muy lejos uno de otro en sentido natural. Pero en sentido espiritual pueden suceder que estén tan juntos como el uno y el dos.

9. Examinemos de nuevo lo que el Señor pudo haber querido decir en el fondo con el dichoso “tal vez” cuando el prior quiso llevarle a la mesa, y el asunto os quedará claro enseguida.

10. El Señor quiso que el prior entendiera lo siguiente: “Tú piensas que en la Tierra me has llevado en las manos en forma de hostia, pero Yo no estaba allí. Sin embargo, me llevaste secretamente unas cuantas veces en tu corazón, aunque no estabas realmente convencido de me llevabas en él. Te digo que precisa y únicamente allí fue donde me llevaste verdaderamente”.

El Señor dijo lo del “tal vez”, sin dar más explicaciones, porque el prior aún no tenía una idea cabal sobre el Amor, la Misericordia y la Mansedumbre infinitas del Señor.

Por eso el Señor también le indicó que, si se trataba de llevar, más fácilmente podría Él llevar al prior que el prior al Él.

11. Ahora prestad atención, porque en el reino espiritual hay una gran diferencia entre las expresiones “guiar”, “tirar” y “llevar”. Cuando el Señor guía a los hombres, entonces reciben la Luz de la fe, mediante la cual entran en el Cielo inferior.

12. Cuando el Señor tira de ellos, eso quiere decir que el Amor del Padre se ha derramado sobre esos hombres y que son acogidos en el Amor del Padre; así entran en el segundo Cielo que consiste en la realización de la fe, basada en la Luz del amor activo al Señor y al prójimo.

13. Cuando el Señor lleva a los hombres, se trata ya de que esos hombres se encuentran en un estado perfectamente “infantil”, es decir, son hombres que se han integrado completamente en el Amor del Señor y le han ofrendado con suma humildad hasta la última gota de su amor propio, ya humillado hasta el extremo.

Por ello estos hombres son verdaderos hijos de Dios y Él, como único verdadero Padre eterno, los acoge en el supremo Cielo del Amor.

14. Si tenéis en cuenta lo dicho, el cambio de destino del prior no os parecerá tan brusco e imprevisto como a primera vista. Es evidente que, por ello, el Señor, con toda prudencia, ya se sirvió de la significativa expresión “tal vez”.

15. Con la misma, le decía de manera encubierta: “Teniendo en cuenta que me has llevado en tu corazón, quiero darte un destino perfectamente acorde con la opción que elijas libremente.

Como según tu punto de vista te encuentras de manera imprevista en la encrucijada de tu destino eterno, te ofreceré una oportunidad que pondrá de manifiesto hasta qué punto me llevaste y me llevas todavía en tu corazón, y hasta qué punto, a cambio, también te llevaré Yo.

Para que puedas actuar de manera completamente libre y según tu propia intuición, no miraré en tu interior en ese momento; sólo volveré a mirarte y a bendecirte para tu futuro destino celestial después. O sea, Yo mismo -tu Padre espiritual- voy a tomarte en mi mano y, como hijo perfecto, te llevaré a mi Ciudad”.

16. Bueno, me parece que todo esto os habrá quedado claro.

17. Así nuestro prior -al igual que todos sus hermanos- ha llegado al destino previsto, tal como el Señor lo había anunciado. Un destino en que el prior tendrá, dentro de su esfera, un margen mucho más amplio para su actividad en el amor, lo que el mismo prior todavía ignoraba en ese momento.

18. Para ello, como por casualidad, tenía que aparecer en el fondo del escenario un pobre lego, elegido por el Señor desde mucho antes para este fin, tratado desairadamente. Cierto es que ese lego estaba predestinado al Cielo supremo, sólo que en esta ocasión, y sin saberlo, tenía que servir al prior como piedra de toque que pusiera su amor al Señor y al prójimo ante una dura prueba.

En esta escena el Señor cerró su ojo omnividente para que el prior pudiera actuar dentro del amor según su propio criterio perfectamente libre.

Tras esta escena el prior quedó plenamente fortalecido por llevar al Señor en el corazón; su amor al Señor se consolidó por su abnegación total.

19. Entonces el Señor le mira y, de acuerdo con la actividad totalmente libre del espíritu humano, cambia su plan secreto eternamente sabio: este es el éxito palpable.

Veremos más en el lugar más sagrado, en la Ciudad santa».

— Fin del primer tomo —

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EL Sol Espiritual
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Traducción: Meinhart Fussel
© de la traducción Miguel Angel Muñoz Moya
© de la presente edición: Muñoz Moya editores
ISBN: 84- 8010-129-6

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