Aquí te doy Yo una buena y pequeña oración, dirigida para aquellos que no pueden defenderse de la atracción del mundo, ya que ésta se presenta de manera inocente e inofensiva, como una refrescante sensualidad mundana para el corazón, que ha sido calentado por Mi Amor. En realidad está atracción es una serpiente venenosa que se arrastra y hace dormir suavemente al corazón, que se vuelve imperceptible para Mí, Mi Amor y Gracia a través de tal manipulación magnética, malvada y verdaderamente infernal, con el fin de que el corazón Me abandone con el tiempo, y caiga en las manos de la muerte eterna!
Por eso Yo te doy aquí está poderosa pequeña oración. Aquel, que la exprese o la manifieste viva, fiel y verdaderamente dentro de sí, expulsará y desterrará de su corazón a esta serpiente malvada. Por eso, escribe, pues, la pequeña oración.
Fuente: Dádivas del Cielo, tomo 2, recibido el 18 de julio de 1843 por Jakob Lorber.
¡Oh Padre, Señor y Dios, Te alabamos, Te agradecemos! —¡A Ti, Dios y Padre, Te honra toda la Creación con sus espacios; todas las estrellas y todos los cielos están llenos de Tu Gloria! ¡En cada momento todos los ángeles y los ejércitos celestiales sirven a Tu Voluntad! Los querubines y serafines cantan con sublime voz: "¡Nuestro Dios es santo y nuestro Padre es sagrado! ¡Todas las naciones, todos los mundos y todos los cielos están llenos de Su Gran Nombre!".
¡Ah, mi Dios y Padre, ayuda, ayuda, ayuda para que Tu Nombre Santísimo, poderoso y fuerte por sobre todas las cosas también quiera ser santificado por todos nosotros y a través de nosotros¡ — ¡No permitas que Tu Nombre sea impurificado a través de pensamientos, palabras u obras! ¡Ten misericordia, ten misericordia de mí y de los míos y de los hombres!
¡Mira, mi Dios y Padre, has dado misericordiosamente a mi corazón una luz muy clara y has dejado que yo sepa y experimente la sabiduría secreta que mora en forma escondida y que fluye desde Tu Amor y Misericordia infinitos hacia mi corazón, que aún está altísimamente impuro! ¡Oh, esconde tu Faz divina de mis fechorías y crea, crea, crea dentro de mí, oh Dios y Padre, un corazón puro y dame un cierto espíritu, — sí, Tu Espíritu Santo dámelo!
¡No me expulses, oh mi Dios y Padre sino consuela, consuela, consuélame siempre con Tu Amor y Gracia! Ah, mi Padre, Dios y Señor, conviértenos Tú, para que seamos verdaderamente convertidos! ¡Ayúdanos Tú para que seamos realmente ayudados! — ¡Y ten misericordia de todos los hombres, almas y espíritus! — Amén. — Oh mi Jesús, en Tu Nombre santísimo, poderoso y fuerte por encima de todas las cosas. — ¡Amén!
Fuente: Dádivas del Cielo, tomo 1, recibido el 4 de mayo de 1840
“Señor y Maestro, cómo debemos pedir de tal manera que te sea agradable y así evitar pedirte en vano por algo que es bueno y necesario? Porque puede pasar que un hombre en este mundo se encuentre en diversas y fuertes emergencias y pueda dirigirse únicamente a Ti con una buena petición de ayuda. Pero, ¿cómo debe pedir y orar?”
Jesús: “¡En cada emergencia y tribulación pedid a Mí con un lenguaje natural en el corazón, y así no pediréis en vano!
Pero si Me pedís algo, no digáis muchas palabras y para nada hagáis ceremonia alguna, sino pedid muy en silencio, dentro de la secreta recamarita de Amor de vuestros corazones, de esta manera:
Mira tú, Mi amigo, ¡así debe pedir cada hombre, en su corazón, y su pedido será escuchado, si es que lo pide con completa firmeza y seriedad, — pero no solo con la boca, sino de verdad y vivamente en el corazón! Porque Dios es, en Sí, un Espíritu purísismo y tiene que ser adorado también en el espíritu y en su máxima Verdad y máxima firmeza y seriedad.
Si ahora entiendes y comprendes esto, entonces también actúa de esta manera y vivirás como también cualquiera que haga igual!”
De esta respuesta de Jesús, todos los presentes Le agradecieron, y Él los bendijo otra vez.
Fuente: Gran Evangelio de Juan, tomo 10, capítulo 32