Los Diez Mandamientos
y su sentido espiritual

Contenido


Introducción


Los Diez Mandamientos que Dios entregó a Moisés no son órdenes imperativas, sino más bien importantes consejos para una buena edificación de la propia vida espiritual. En las Biblias alemanas, los mandamientos se expresan generalmente con un “Du sollst...” (“Tú debes...”) y no como una orden estricta como el “Du musst...” (“Tú tienes que...”). Esto implica que cada persona es libre de elegir tomar en cuenta o no estos consejos divinos, pero también responsable de sus decisiones.

Dios, como el Creador de todo, es el mejor consejero. Imponer una orden ineludible a un hombre en su desarrollo espiritual equivaldría a sofocarle. Por ello, el libre albedrío de cada individuo es vital y plenamente respetado por Dios.

Esta explicación espiritual de los Diez Mandamientos se basa en el contexto de una visita a una escuela espiritual para niños tomado de la obra “Die Geistige Sonne” (El Sol Espiritual), versión true blue, tomo 2, capítulos 73 al 97, recibido por Jakob Lorber.


Sipnopsis


1. “Debes creer en un único Dios...”

2. “No debes tomar el nombre de Dios en vano”

3. “Debes santificar el Sabbat”

4. “Honra a padre y madre”

5. “No debes matar”

6. “No debes cometer impudicia ni adulterio”

7. “No debes robar”

8. “No debes dar falso testimonio ni mentir”

9. “No debes desear lo que es de tu prójimo”

10. “No debes codiciar la mujer de tu prójimo”


Primer Mandamiento

“Debes creer en un único Dios y nunca pensar que no existe ningún Dios, o que haya dos, tres o más dioses”.

Significado espiritual:

El primer mandamiento da el consejo de creer firmemente en un solo Dios y buscarlo con determinación y amor para encontrar la libertad del espíritu.

Puntos importantes:

Estos puntos reflejan la esencia del mensaje: una fe activa, amorosa y decidida lleva a la liberación espiritual y al encuentro con Dios.

Segundo Mandamiento

“No debes tomar el nombre de Dios en vano”

Significado espiritual:

El segundo mandamiento enseña a reconocer y expresar el nombre de Dios de manera viva y activa a través de las acciones, no solo con palabras vacías.

Puntos importantes:

Tercer Mandamiento

“Deberías santificar el Sabbat”

Significado espiritual:

El tercer mandamiento enseña a santificar el Sabbat como el día espiritual del amor y la luz divina en el alma, más allá de un día material de descanso.

Puntos importantes:

Cuarto Mandamiento

“Honra a padre y madre, para que vivas largo tiempo y te vaya bien en la tierra”

Significado espiritual:

El cuarto mandamiento enseña a obedecer la orden divina de amor y sabiduría, simbolizada en los padres, para alcanzar una vida plena terrenal y expansión en lo espiritual.

Puntos importantes:

Quinto Mandamiento

“No debes matar”

Significado espiritual:

Sexto Mandamiento

“No debes cometer impudicia ni adulterio”

Significado espiritual:

El sexto mandamiento: "No cometerás impudicia" ("Du sollst nicht Unkeuschheit treiben") aborda el concepto de impureza y lujuria desde una perspectiva espiritual. Se cuestiona si la prohibición se refiere solo al cuerpo, el alma o el espíritu, y se argumenta que la verdadera impureza no radica en el acto físico de la procreación, sino en la actitud interior, es decir, cuando este se guía por el egoísmo y la autosatisfacción en lugar del amor divino. Se menciona que la autocomplacencia, el deseo por placer sin propósito y la explotación de otros con intenciones egoístas son formas de impureza. Finalmente, se asocia la lujuria con la idolatría y el materialismo, resaltando que la verdadera pureza es la unión con Dios a través del amor desinteresado.

Puntos importantes:

Séptimo Mandamiento

“No debes robar”

Significado espiritual:

Más allá del robo material se cuestiona la propiedad privada y se argumenta que, en su origen, Dios no estableció un derecho absoluto sobre los bienes, sino que todo pertenece a Él y los hombres solo son administradores.

La acumulación de riqueza desmedida y la explotación de los demás representa un mal. El verdadero robo no es solo quitar bienes ajenos, sino abusar del poder, apropiarse de lo que pertenece a todos y apartarse del orden divino.

La redistribución de la riqueza puede implicar, en casos de extrema necesidad, que los bienes acumulados injustamente por los ricos puedan ser reclamados por el pueblo, aunque sin violencia ni odio. Se resalta la importancia de la justicia social, pero también la paciencia y la fe en que Dios juzgará con sabiduría.

En general, el texto va más allá de la visión tradicional del mandamiento y lo presenta como un llamado a vivir en armonía con la voluntad divina, evitando no solo el robo físico, sino también la codicia, la injusticia y el abuso del prójimo.

Puntos importantes:

Octavo Mandamiento

“No debes dar falso testimonio”

Significado espiritual:

Puntos importantes:

Noveno Mandamiento

“No debes desear lo que es de tu prójimo, ni su casa, ni su buey, ni su asno, ni su tierra, ni nada de lo que en ella crece” (SolE 2.

Significado espiritual:

Puntos importantes:

Décimo Mandamiento

“No debes codiciar la mujer de tu prójimo”

Significado espiritual:

Puntos importantes:


El primer mandamiento

Capítulo 73 - La Escuela de los Mandamientos Divinos. El primer mandamiento

(El 11 de septiembre de 1843, de 17 a 18,30 horas.)

1. No debemos hacer un viaje largo ni lejano desde aquí, el próximo jardín estará inmediatamente ante nuestros ojos. Mire, a una distancia moderada nos saludan unas hileras de árboles que se extienden sin fin, detrás de las cuales vemos un palacio extremadamente grande e igualmente magnífico. Éste es precisamente el jardín al que debemos entrar; en él encontraréis también a aquellos hijos que el Señor os tomó en la tierra.

2. Pero si los reconoceréis inmediatamente es, por supuesto, otra cuestión; Porque en espíritu los hijos ya no tienen la semejanza con la forma de sus padres terrenales, sino sólo la semejanza en proporción a su capacidad de recibir del Señor con el Señor el bien del amor y la verdad de la fe. Sin embargo, en ciertas ocasiones también pueden asumir la semejanza terrenal que se aferra a sus almas y así hacerse reconocibles en la forma para aquellos que llegan aquí desde la tierra y aún no saben mucho acerca de las condiciones espirituales.

3. Pero no hablemos de ello demasiado por ahora, sino vayamos más bien directamente al jardín, para convencernos allí con nuestros propios ojos espirituales de todo aquello que de otra manera tendríamos que luchar aquí sólo con nuestras bocas.

4. Mira, ya estamos en las hileras de árboles, que están plantados en muchas filas o avenidas, donde se descubren los más bellos senderos floridos y aquí y allá se ven niños paseando alegremente por ellos. Pero vayamos más adentro y pronto nos encontraremos en el palacio que vimos primero.

5. Mira, ahí está, delante de nosotros, extendiéndose hasta una extensión casi incalculable. Mil veces mil ventanas corren seguidas. Cada uno tiene siete brazas de altura. Por encima de la altura de las ventanas descubrimos otra fila de ventanas más pequeñas, que, sin embargo, están situadas exactamente encima de las grandes ventanas inferiores.

6. Decís y preguntáis aquí: Pero, por amor al Señor, ¿acaso todo este edificio, este palacio incalculablemente largo, es sólo una única sala? – Os digo que no es así en absoluto, sino que consta de doce partes. Pero en la parte superior, donde se observa la segunda fila de pequeñas ventanas, hay una magnífica y amplia galería que recorre continuamente todo el salón, y desde la cual se puede, sin molestar a los alumnos de la planta baja, examinar una tras otra las doce secciones y ver por sí mismo lo que contienen. Pero ahora vayamos dentro, para que todo os quede claro.

7. Mira, ya estamos en la entrada. Pero no necesitamos subir a la galería, ya que de todos modos tenemos que permanecer en gran medida invisibles para los fantasmas de estos pequeños niños. Sólo nos hacemos notar para los profesores; Pero ya les hemos informado por qué estamos aquí.

8. Ahora mira, aquí ya estamos en la primera sala. ¿Qué ves escrito en el centro de este gran salón, en una tabla blanca, que está montada en posición vertical sobre un pilar? Dices: Arriba, el conocido número 1, que seguramente será el número de la sala, y abajo: ¡Camino a la libertad del espíritu! – El uno, os digo, no significa el número de la habitación, sino denota la primera ley de Dios por medio de Moisés.

9. Preguntas: ¿Pero qué deben hacer los muchos niños, que aquí vemos ya bastante crecidos, con la ley terrena de Moisés, que es cierta para los mortales, los incrédulos terrenales, pero ciertamente no para los niños que, como espíritus puros, han tenido durante mucho tiempo la más viva convicción de la existencia del único Dios, puesto que esto ya se les muestra de una manera vívida y vivida en cada oportunidad en su primera instrucción elemental, como hemos visto?

10. Mis queridos amigos y hermanos, el asunto es muy diferente de lo que pensáis. Pero algo parecido encontraréis también en la tierra, donde podréis preguntar y observar a los niños donde queráis, y encontraréis en ellos una fe verdaderamente viva en Dios. Porque nadie es más fiel que los hijos, y, sin embargo, casi no hay pareja de padres tan maliciosos que nieguen a sus hijos, al menos al comienzo de su existencia, el reconocimiento de un Dios, ya que toda religión lo prescribe y es un deber de los padres, al menos por razones políticas y morales, dejar que sus hijos aprendan y reconozcan esto.

11. ¿No deberíamos creer también que estos niños, enseñados por Dios, ya no necesitan más instrucción de Dios? Debéis confesar y decir: Sí, todos necesitan esa instrucción hasta el final de su vida; Porque es muy fácil que las primeras impresiones de la infancia se desdibujen, y entonces las personas que han superado sus zapatos de infancia se quedan allí paradas como si nunca hubieran oído nada acerca de Dios. – Os digo: aquí no es fácil lograr semejante difuminación; Pero debéis asumir que estos niños, debido a su origen temprano aquí, no tuvieron oportunidad en la tierra de pasar la prueba de la libertad para su espíritu, que es la verdadera prueba de la vida. Por tanto, esta acción tan importante para la vida del espíritu debe realizarse plenamente aquí. Hasta ahora, los espíritus de estos niños eran sólo, en cierto sentido, máquinas de vida mental. Pero aquí se trata de cobrar vida desde dentro de sí mismos, y por eso también deben aprender todos esos mandamientos, para luego probarlos activamente en sí mismos y experimentar cómo su propio ser espiritual vivo se comporta bajo una ley dada.

12. Y aquí también se da el primer mandamiento, que dice: «Creerás en un solo Dios y nunca pensarás que no hay Dios o que hay dos, tres o más dioses».

13. Aquí, naturalmente, surge de nuevo la pregunta: ¿Cómo se puede ordenar a alguien que crea en un Dios cuando ya cree en un Dios vivo y no tiene ninguna duda al respecto? Ésa es realmente una buena observación; Pero es precisamente por eso que los maestros llevan a los niños, mediante todo tipo de enseñanzas y acciones, a un estado en el que están plagados de todo tipo de dudas sobre la existencia de Dios, un método de enseñanza que se llama la desolación del propio espíritu.

14. Pero para lograr esto en estos niños, los maestros con frecuencia permiten que las cosas más notables aparezcan como por casualidad ante los ojos de sus alumnos, les permiten observarlas y luego les preguntan si Dios fue necesario para esto, ya que no lo han visto actuar en ello. Si los niños dicen que Dios sólo puede realizar tales cosas a través de Su voluntad, sin estar necesariamente presente en el proceso, entonces los maestros dejan que sus alumnos piensen en varias cosas por sí mismos, y lo que los niños piensan ya está ahí. Luego los profesores vuelven a preguntar a los niños quién hizo esto.

15. Esto ya ha desacreditado a varias personas. Algunos dicen que lo hicieron ellos mismos, otros dicen que los profesores lo hicieron después de reconocer los pensamientos de sus estudiantes. Pero algunos dicen que habían pensado bien en esto; Un Dios todopoderoso debe haberlo permitido, para que lo que ellos concibieron les pareciera una obra terminada.

16. Cuando los estudiantes todavía creen firmemente en Dios, preguntan a sus maestros cómo saben que Dios existe. Los estudiantes suelen responderles: Los primeros maestros sabios nos enseñaron esto. – Pero ahora preguntan a estos maestros y dicen: ¿Qué dirían entonces si nosotros, como maestros obviamente más sabios, dijéramos y enseñáramos que no hay Dios, y que todo lo que ven fue hecho y establecido por nosotros? ¿Y qué diréis si os decimos que somos los verdaderos dioses?

17. Mira, los niños están bastante sorprendidos y luego preguntan a los profesores ¿qué deberían hacer en este caso?

18. Pero ellos les dijeron: «Examinad dentro de vosotros mismos lo que debéis hacer. Si hay un Dios, debes encontrarlo dentro de ti mismo, y si no lo hay, nunca lo encontrarás.

19. Cuando los niños preguntan cómo deben buscar dentro de sí mismos, los maestros dicen: Traten de amar al Dios que creen que está en sus corazones como si fuera uno. Aumentad en ese amor, y si hay un Dios, Él os responderá en vuestro amor, pero si no hay ninguno, no recibiréis respuesta en vuestros corazones.

20. Mira, aquí los discípulos comienzan a entrar en su interior y a amar seriamente al Dios en el que antes sólo habían creído cuando eran niños. Pero sucede que Dios el Señor no responde tan rápidamente y nuestros hijos quedan entonces con muchas dudas. Pero cómo saldrán de ahí, lo mostrará el transcurso.

Capítulo 74 - Cómo encontrar a Dios

(El 13 de septiembre de 1843, de 17:15 a 18:34 horas.)

1. He aquí que ya hay algunos que se dirigen a su maestro y le comentan que ahora se ven seriamente obligados a creer que no hay Dios excepto los maestros que hacen milagros ante ellos, ya que Dios no se ha revelado ni siquiera a la más mínima percepción de ninguno de ellos, a pesar de la intensidad del amor con que lo han aferrado en sus corazones.

2. Pero ¿qué hacen los docentes ante esta afirmación de sus alumnos? Simplemente escuchen a aquel a quien se le ha hecho tal informe; Así les habla a sus alumnos:

3. ¡Mis amados hijos! Bien puede ser que Dios aún no te haya hablado; Pero también podría ser que Él se comunicó contigo, pero tú estuviste demasiado distraído y no notaste tal notificación.

4. Decidme, pues: ¿dónde estabais cuando comprendisteis a Dios en vuestros corazones? ¿Estaban ustedes afuera, bajo los árboles del jardín, o en las galerías de la sala, o estaban en el gran balcón del edificio de la sala, o en alguna cámara, o estaban ustedes en sus salas de estar, que están abundantemente construidas afuera de este gran edificio de enseñanza? Y cuéntame qué viste, notaste y sentiste aquí y allá.

5. Los niños dicen: Estábamos afuera bajo los árboles y observábamos los esplendores de las creaciones de Dios, en quien se supone que debemos creer, y lo alabamos por haber creado cosas tan maravillosas, y lo imaginamos como un Padre verdaderamente amoroso que ama venir a sus hijos, y como resultado sentimos un gran anhelo en nuestros corazones de verlo y luego correr hacia él con todo nuestro amor infantil, agarrarlo y acariciarlo con todas nuestras fuerzas.

6. Pero ningún padre vino a nosotros de ninguna parte. También nos preguntamos atentamente si alguno de nosotros no habíamos notado todavía nada acerca del Padre. Pero cada uno de nosotros admitió abiertamente que no había notado lo más mínimo.

7. Luego abandonamos la plaza, nos apresuramos a llegar a los balcones del edificio del aula magna e hicimos allí lo mismo. Pero el éxito fue exactamente el mismo que bajo los árboles. De allí nos dirigimos a nuestras salas, pensando que ese era el lugar más probable para que el Padre nos visitara, pues allí oramos mucho y le pedimos con fervor que se nos mostrara. ¡Pero todo fue en vano! Y puesto que hemos seguido en vano vuestro consejo, ahora nos vemos obligados a estar de acuerdo con vuestra doctrina, es decir, que no hay más que un solo Dios; – y así lo hemos decidido entre nosotros: si hay un Dios, no es un Dios entero, sino dividido en todos los seres vivos y libremente activos, como lo somos vosotros y nosotros. Dios es, pues, sólo la encarnación de la fuerza viva, que, sin embargo, sólo aparece en seres como usted y nosotros, reconociéndose a sí mismo y a los demás libremente y, por ello, actuando también poderosamente.

8. ¡Ved aquí a los pequeños filósofos y reconoced al mismo tiempo la razón o la falsa semilla de la que son fruto todas las escurridizas especulaciones de la razón!

9. Pero ¿qué dice nuestro maestro a estas ideas filosóficas de sus alumnos? Escuchen, estas son sus palabras: ¡Hijitos míos! Ahora he visto muy claramente en vosotros la razón por la cual ningún Dios se os ha mostrado, ni debajo de los árboles, ni en el tejado, ni en las salas; (es decir, tanto como ni en la investigación de la naturaleza a través de las experiencias y el análisis de ella, ni por medio de la razón superior y la especulación intelectual, ni en vuestra mente no mucho mejor que la de todos los días), porque ya habéis salido con dudas.

10. No has determinado a Dios, sino sólo posiblemente lo esperabas. Pero Dios, si es tal, debe ser en Sí mismo la más alta y completa determinación. Pero si buscabas la más alta determinación divina con la indeterminación de tu pensamiento, creencia y voluntad, ¿cómo podría habértela revelado? Así que recuerda lo que voy a decirte:

11. Si quieres buscar a Dios y también encontrarlo visualmente, debes avanzar con la mayor determinación y buscarlo de esta manera. Debéis seguir creyendo sin la menor duda que Él existe, incluso si no lo veis durante mucho tiempo, y entonces debéis aferraros a Él con vuestro amor tan firmemente como creéis en Él. Sólo entonces quedará claro si has alcanzado la mayor certeza posible en tu pensar, creer, querer y amar.

12. Si lo has alcanzado, Dios seguramente se te revelará, si Él es uno. Pero si no has llegado a esta certeza, volverás a mí con las manos tan vacías como esta vez.

13. Mira, los niños están considerando atentamente la enseñanza del maestro, y uno, aparentemente el más débil de ellos, se acerca al maestro y le dice: ¡Escúchame, querido y sabio maestro! ¿No crees que si yo entrara solo en mi pequeña sala de estar, sería capaz de alcanzar con mi solo amor al Señor Dios como al Padre más amoroso, ya que nunca he podido dudar realmente si hay un Dios o no, sino que he permanecido continuamente dentro de mí mismo - a pesar de toda la evidencia de lo contrario - con un solo Dios? ¿No crees entonces que Él se me revelaría si yo quisiera amarlo sólo a Él? Porque todo el pensamiento y creencia que implica esto me parece un poco tedioso de todos modos.

14. El maestro dice al niño: Ve, hijo mío, y haz lo que bien te parezca; ¿Quién sabe por el momento si tienes razón? Ahora no puedo darte ni un sí ni un no, pero te digo: ¡Ve y experimenta todo lo que el amor puede hacer!

15. Ahora bien, el niño corre del pasillo a su sala, y los demás alumnos preguntan al maestro una vez más si prefiere la tarea de uno de los niños, que ya ha entrado en su sala, a lo que ahora pretenden hacer según su consejo, es decir, salir con toda determinación a buscar a Dios.

16. Pero el maestro dijo: Ya oíste lo que le dije a uno de tus compañeros, que no dije ni sí ni no; Te digo lo mismo a ti. Ir allí o salir; Haz lo que mejor te parezca, y la experiencia te mostrará cuál camino es mejor y más corto, o si uno es incorrecto o el otro correcto, o si ambos son incorrectos o ambos correctos.

17. Ahora bien, algunos de los niños captan la certeza, pero otros sólo el amor. Aquellos que captan la certeza salen al jardín llenos de profundo pensamiento, voluntad y fe firme; Pero algunos van a sus salas de estar a buscar a Dios.

18. Pero mira, justo ahora el niño que primero salió corriendo con amor a Dios, guiado por un hombre sencillo, entra al salón y se dirige derecho hacia la maestra. ¿Qué sonido más fuerte producirá?

19. Escucha, dice: Querido y sabio maestro, ¡mira aquí! Cuando estaba empezando a amar verdaderamente al querido y gran Padre Celestial en mi pequeña sala de estar, este hombre sencillo vino a mí y me preguntó si realmente amaba tanto al Padre Celestial. Pero le dije: Oh querido hombre, puedes leerlo en mi cara. – Pero entonces el hombre me preguntó cómo imaginaba al gran Padre Celestial en mi mente. Y le dije: Me lo imagino como un hombre; pero debe ser muy grande y fuerte y también ciertamente tener un gran esplendor a su alrededor, porque este mundo y el sol que brilla en él son ya tan extremadamente gloriosos y brillantes.

20. Entonces el hombre sencillo me levantó, me apretó contra su corazón, me dio un beso y luego me dijo: Llévame al aula con tu maestro; Allí aprenderemos más a fondo y veremos con todo detalle cómo es el Padre Celestial, si es que Él es uno, y cómo crea, dirige y gobierna todo desde Sí mismo. Y ahora mira querido sabio maestro, aquí estoy con el hombre sencillo. ¿Quién crees que es este hombre, porque ha sido tan amable conmigo?

21. Y el maestro habla visiblemente con el mayor amor y respeto: Oh niño lleno de alegría, ya has encontrado a la persona correcta; ¡He aquí que éste es Dios, nuestro Padre amantísimo! – Y ahora el Señor se inclina, toma al niño en sus brazos y le pregunta: ¿Soy yo aquel que tu Maestro te anunció? – Y el niño dice con gran emoción: ¡Ah sí, eres tú! Lo sé por tu infinita bondad, pues ¿quién más es tan bueno como tú para tomarme en sus brazos y querer abrazarme y acariciarme como tú? Pero ahora te amo tan incomprensiblemente que nunca podré separarme de ti; ¡No tienes que dejarme aquí por más tiempo, querido Santo Padre! ¡Porque nunca he sentido tanta bondad y amor como ahora en tus brazos! – Y el Señor dice: ¡No temas, hijo mío! Quien me haya encontrado como tú, nunca me perderá. Pero ahora debéis guardar completo silencio acerca de Mí; Porque también vienen otros niños pequeños que me han buscado y aún no me han encontrado. Queremos ponerlos a prueba un poco, para que también ellos puedan encontrarme; ¡Así que, guarda silencio ahora hasta que te llame!

Capítulo 75 - En el anhelo por el Padre Celestial se encuentra una gran prueba de Su existencia.

(El 19 de septiembre de 1843, de las 16.35 a las 18.30 horas.)

1. Ahora mira, los otros niños que buscan están entrando; y por sus rostros se ve claramente que ni de una manera ni de otra han encontrado a Aquel que vinieron a buscar. Entonces se acercan a su maestra por segunda vez, bastante tímidamente, y la maestra les pregunta: Ahora, mis queridos hijos, ¿qué tal la búsqueda bajo los árboles o en el balcón o en las galerías o la búsqueda de esa parte de ustedes que ha decidido buscar al Señor en la sala de estar? Veo que todos se encogen de hombros; ¿No habéis encontrado y visto aún al Padre bueno y amoroso, el único Dios de todos los cielos y de todos los mundos? ¿Cómo está tu fe ahora? ¿Aún tienes dudas sobre la existencia de Dios?

2. Los niños dicen: Ah, querido y sublime maestro, en lo que se refiere a dudas, ahora tenemos más que antes; Porque he aquí que ni nuestra firme voluntad, ni nuestra fe más viva, ni todos nuestros pensamientos más fundados en Dios Señor, ni nuestra firme voluntad de amor han logrado nada. Ciertamente, si existiera algún Dios y Señor, Él tendría que haberse revelado a nosotros de una manera u otra; Porque he aquí que al final todos nos unimos y creímos firmemente que debe haber un Dios y Padre santo, bueno y amoroso. Lo hemos abrazado con todo nuestro amor y lo hemos llamado por su nombre que nos has revelado, diciendo: ¡Oh querido y santo Padre Jesús, ven, ven a nosotros, escucha nuestra súplica filial y muéstranos que Tú eres uno y que nos amas como nosotros te amamos! – Y he aquí, querido y exaltado maestro, así os hemos llamado por un tiempo considerable; pero no se oía ningún rastro de ningún padre celestial. Todo fue en vano; Por lo tanto, ahora estamos completamente seguros de nuestro caso de que no hay otro maestro superior o Dios aparte de ustedes, exaltados maestros.

3. Sin embargo, no queremos afirmar ni decir que nuestras dudas estén firmemente establecidas. Pero podemos asumir con seguridad que después de una forma de cosas tan ineficaz, es más probable que surjan dudas sobre la existencia de Dios que una creencia firme en ella.

4. Pero también vemos a Aquel que se ha separado de nosotros, buscando al Señor sólo con amor; ¿Éste tampoco encontró nada?

5. El maestro dice: Queridos hijos míos, en este momento no puedo decirles ni sí ni no sobre esto. – Pero los niños siguen preguntando al maestro: ¡Querido sublime maestro! ¿Quién es ese hombre sencillo y extraño que está allí, alrededor del cual uno de nosotros se preocupa y lo mira con tanto amor? ¿Quizás su padre llegó aquí desde la Tierra?

6. El maestro dice: Queridos hijos míos, hay algo más que no puedo decirles. Pero por el momento, puedes dar por sentado que este hombre sencillo es extraordinariamente sabio; por lo tanto, debes controlarte si desea discutir esto o aquello contigo.

7. Los niños dicen: Oh querido maestro sublime, ¿pueden personas tan sencillas también ser sabias? Porque he aquí que hemos aprendido hasta ahora que cuanto más sabios se volvían los maestros, hasta vosotros, más sublimes y brillantes parecían. Pero ese hombre no parece tan sublime ni brillante, sino mucho más sencillo y sencillo que tú. Nos parece un poco extraño que sea tan extraordinariamente sabio.

8. El maestro dice: Sí, queridos hijos míos, en la más profunda sabiduría interior no se trata en absoluto de brillantez externa, sino que más bien se dice: a mayor brillantez desde fuera, menos luz desde dentro, y a mayor luz desde dentro, menos brillantez desde fuera. – Pero ve y pregúntale algo y verás inmediatamente lo sabio que es.

9. Ahora los niños pequeños van al Señor y le preguntan, aún sin que Él lo sepa: ¡Tú, querido, sencillo, hombre llano! ¿No nos permitirías preguntarte algo?

10. El Señor dice: ¡Oh, con todo mi corazón y con alegría, hijitos míos amados! Simplemente pregúnteme y le encontraré la respuesta. – Los niños preguntan al Señor: Ya que nos has permitido preguntarte, te preguntamos por lo que es más querido para todos nosotros. He aquí, hemos estado buscando y probando durante algún tiempo, a favor y en contra, si hay un Dios que sea un Padre sumamente bueno en el cielo para todos los hombres que alguna vez vivan en cualquier lugar. Pero no podemos rastrear a este padre en ninguna parte, y nuestro propio maestro no quiere o no puede decirnos nada sólido sobre este asunto. Pero esto nos ha dicho, que seáis sumamente sabios; Por tanto, nos gustaría saber de usted si existe tal Dios y Padre o no. Si sabes algo sobre esto, por favor dínoslo. Porque te escucharemos con mucha atención, y no saldrá de tu boca ninguna palabra que no queramos atender con la mayor atención.

11. El Señor dice: Sí, hijitos míos, me habéis hecho una pregunta muy difícil, a la que difícilmente podré responder; Porque si os digo que existe tal Dios y Padre, diréis que no nos basta mientras no le veamos. Y si, pues, dices: Veamos al Padre, ¿qué te diré? Podría señalar con mi dedo aquí o allá y no verías nada; Porque dondequiera que yo quisiera mostrarte, nunca encontrarías a tu Dios y Padre. Pero yo quisiera deciros: Hijitos, ¡el Padre está aquí entre vosotros! ¿Lo creerás?

12. ¿No preguntaréis: ¿Dónde está entonces? ¿Es Él uno de los maestros en este gran salón? Y entonces os digo: ¡Oh, no, Mis amados hijos! ¿Qué harás entonces? Me mirarás con gran asombro y dirás: Mira, este hombre se está burlando de nosotros. Si no es uno de los muchos profesores ¿cuál es? No serás tú ¿verdad? ¡Porque el Altísimo Padre Celestial no puede parecer tan simple, sencillo y aburrido como tú!

13. Y si me respondéis así, ¿qué os diré en respuesta? Por eso deberías preguntarme algo más; porque parece que realmente no es posible responder a tu primera pregunta.

14. Los niños dicen: ¡Oh querido hombre sabio! Mira, no funciona así. No estamos interesados ​​en responder ninguna otra pregunta; pero todo nuestro bienestar depende de si hay un Padre celestial o no. Porque si hay un Padre en los cielos, somos todos bienaventurados; pero si no lo hay, existimos como si fuéramos sin causa alguna, y no sabemos para qué, ni cómo, ni para qué. Por lo tanto, si puedes, intenta responder sólo a la primera pregunta; ¡Os pedimos a todos que hagáis esto con toda sinceridad!

15. Porque ya hemos deducido de tu respuesta evasiva que eres un hombre muy sabio. Por eso, llévanos más cerca del único Padre, porque seguramente debe haber uno, y nos damos cuenta de esto por el hecho de que cuanto más anhelamos a este Padre celestial, más trata Él de esconderse detrás de nuestras dudas infantiles.

16. Si Él no existiera en absoluto, ¿de dónde vendría en nosotros ese anhelo que está tan vivo como nosotros mismos? Así, junto con el anhelo, debe crecer también la certeza de la existencia de un Padre celestial.

17. El Señor dice: Ahora, hijitos míos, ¡me estáis quitando las mismas palabras de la boca! En verdad, hay una gran prueba en el anhelo; ¿Pero cuál es el resultado del anhelo? ¿No es cierto, queridos hijos Míos, que el resultado será que uno querrá asegurarse de lo que anhela? – Dices: Oh sí, esa es una buena respuesta. – Pero ahora os pregunto: ¿Cuál es el motivo de este anhelo? –Dime, es el amor de aquello que uno anhela.

18. Pero si se quiere ver algo en su esencia y en la plenitud de la verdad, ¿basta quedarse sólo con el anhelo y sus consecuencias? Me dices: ¡Oh, no, querido hombre de gran sabiduría! Hay que volver a la razón misma. Si la gran verdad no se revela allí, entonces todo está mal; Pero si se anuncia allí, uno ha llegado a la convicción viva de que nunca podrá ser conocido ni visto en ningún otro lugar excepto en su misma esencia.

19. ¡Pero ahora, hijitos, mirad! Un hermano tuyo pasó por este camino; ¡Y he aquí que ha encontrado al Padre! Pregúntale dónde está y él señalará con su dedo al Padre.

20. Ahora los otros atacan a uno y le exigen esto. Y éste dice: ¡Oh mis queridos hermanos! ¡Mira, el que piensas que es claro y simple es Él mismo! Aquel a quien habéis buscado en vano durante tanto tiempo es el Padre bueno y amoroso del Cielo, cuyo nombre es santo y santísimo. Créeme, porque ya he visto su gloria. Pero no creáis porque os lo digo, sino acercaos a Él con todo vuestro corazón, y lo hallaréis verdadero y glorioso, así como yo lo he hallado.

21. He aquí que ahora todos estos hijos claman, pues conocen al Padre: ¡Oh Padre, Padre, Padre! Eres tú, sí, ¡eres tú! ¡Porque teníamos el fuerte presentimiento de que estaba sucediendo cerca de ti! Pero ya que te hemos encontrado, no te vuelvas a ocultar de nosotros, para que tengamos que buscarte otra vez con tanto afán.

22. Y el Señor dice: ¡Amén! Hijitos, desde ahora vuestro rostro nunca se apartará de Mí. Aunque no estaré siempre entre vosotros como ahora, ¡aún estaré presente en ese sol que brilla sobre vosotros! Tu maestro te contará más sobre mí.

Segundo y tercer mandamiento

Capítulo 76 - Instrucción sobre el segundo y tercer mandamiento

(El 25 de septiembre de 1843, de las 16.30 a las 18.30 horas.)

1. Pero no necesitamos ahora insistir más en el asunto de lo que estos niños reciben de sus maestros acerca del Señor; porque ya han pasado la época o estado en que han perdido al Señor como completamente, y así también la primera aula, de las cuales hay doce en este departamento, como ya habéis visto. Sería demasiado exagerado seguir las lecciones progresivas con estos niños en todas las aulas siguientes. Pero para que sepáis qué se enseña en estas salas y de qué manera, os digo que ya habéis podido deducir desde el primer panel en medio del primer aula de qué se trata este gran edificio de enseñanza, nada menos que los Diez Mandamientos de Moisés y finalmente los dos mandamientos del amor.

2. En cada sala subsiguiente se enseña y se practica prácticamente un nuevo mandamiento, y esto de la misma manera como ustedes han tenido amplia oportunidad de observar el primer mandamiento aquí en la primera sala.

3. Así, en la siguiente sala se trata de inmediato el mandamiento: “No tomarás el nombre de Dios en vano”. Ciertamente, no comprendéis bien lo que este mandamiento significa en el fondo, por eso quiero introduciros en el verdadero sentido de estos mandamientos mediante pequeños empujoncitos y toquecitos.

4. Por tanto, aquí en esta segunda sala, este mandamiento no se interpreta en el sentido de que nadie debe pronunciar el nombre del Señor, sea cual sea, en ocasiones sin importancia sin el debido respeto y reverencia, prohibición que en cierto sentido no tendría ningún valor. Porque si alguien opina que solo debe pronunciar el nombre del Señor en caso de extrema necesidad y siempre con el máximo respeto y honor, entonces esto no significa nada más ni nada menos que: uno, en cierto sentido, nunca debe pronunciar el nombre de Dios en absoluto, ya que aquí se suponen dos condiciones bajo las cuales debe pronunciarse el nombre de Dios. Pero estas condiciones se basan en tales tornillos, que seguramente ningún hombre puede llegar en sí mismo a la convicción de en qué ocasión surge una emergencia tan extrema en la que uno podría pronunciar dignamente el santísimo nombre. Y en segundo lugar, si se produjera tal caso, por ejemplo: B. un peligro evidente para la vida que puede sobrevenir a una persona en diversas circunstancias, surge entonces la pregunta de si cualquier persona en un estado tan extremadamente crítico tendrá la presencia de ánimo y el poder de comprensión con los que sería capaz de pronunciar dignamente el nombre del Señor antes mencionado, cualquiera que sea su forma.

5. Si, por lo tanto, consideráis la explicación de este segundo mandamiento tal como suele presentarse comúnmente en la Tierra, debéis llegar necesariamente a la conclusión de que el nombre del Señor en realidad nunca debería pronunciarse, y eso por la sencilla razón de que las dos condiciones requeridas difícilmente podrían coincidir alguna vez. Porque me gustaría conocer al ser humano en la Tierra que, en su mayor angustia, pudiera colocarse en ese estado de calma, sublime reverencia y devoción más elevada, en el cual podría pronunciar dignamente el nombre del Señor.

6. Si esto fuera cierto, a ningún hombre se le permitiría orar, porque en la oración también se menciona el nombre del Señor. Pero el hombre debe orar todos los días y dar gloria a Dios y no debe limitar la oración a emergencias extremas.

7. Pero de todo esto se desprende claramente que este mandamiento está mal entendido. Pero para terminar de una vez con todas las reflexiones al respecto, os diré muy brevemente cómo debe entenderse este mandamiento en su esencia, y así: “No tomarás el nombre de Dios en vano” significa:

8. No debes sólo mencionar el nombre de Dios por su nombre, ni meramente pronunciar el sonido articulado de unas pocas sílabas, sino que siendo Dios el fundamento de tu vida, también debes pronunciarlo siempre en el fundamento de tu vida, es decir, no debes pronunciarlo mecánicamente, sino siempre de manera viva y activa. Porque todo lo que hacéis, lo hacéis con el poder que Dios os ha dado. Si utilizas este poder para hacer el mal, obviamente estás profanando lo divino que hay en ti; ¡Y ésta es vuestra fuerza, el nombre vivo de Dios!

9. He aquí, este mandamiento dice esto: que primero debemos conocer el nombre de Dios, qué es Él y en qué consiste; y no deberíamos entonces pronunciarlo vanamente con palabras externas como cualquier otro nombre, sino siempre activamente, porque el nombre de Dios es el poder activo del hombre. Por lo tanto, todo lo que una persona hace debe hacerlo en este nombre. Y si hace esto, es alguien que habla el nombre de Dios no en vano con palabras externas, sino activa y vívidamente dentro de sí mismo.

10. Y vean, de esta manera, prácticamente, este segundo mandamiento es enseñado a los estudiantes en esta segunda sala, y practicado por cada uno hasta que haya adquirido una competencia adecuada en él. Una vez hecho esto, pasa a la tercera sala y al tercer mandamiento, que, como sabéis, dice:

11. “Santificarás el día de reposo.” Pero ¿qué significa eso, sobre todo aquí, donde la noche ya no se alterna con el día, y por tanto sólo continúa un día eterno? ¿Cuando es el Sabbat? Pero si el mandamiento es de origen divino, debe ser una regla eterna y no meramente temporal y debe tener el mismo significado pleno en el reino de los espíritus que en la tierra.

12. Entre vosotros se dice que en el día de reposo nadie hará ningún trabajo servil, es decir, ningún tipo de actividad lucrativa. Pero se permite hacer espectáculos, jugar y bailar como los paganos. Es necesario ayunar un día antes del Shabat para poder comer mejor y más en el Shabat. Así también a los posaderos se les permite vender su comida y engañar a sus huéspedes más en un día festivo que en cualquier otro. Esto significa santificar legalmente el sábado; Solamente no se puede hacer ningún trabajo bendito en el campo ni en los sembradíos, pero todo lo demás es apropiado para el sábado.

13. Pero el Señor ha demostrado en el mundo que se puede trabajar correctamente y hacer el bien incluso en sábado. Pero si el Señor mismo trabajó en el sábado, entonces creo que cada persona debería tener pruebas suficientes de que santificar el sábado significa algo muy diferente a no trabajar y dedicarse a lo que es útil y provechoso.

14. ¿Qué se entiende entonces por santificación del sábado? ¿Qué es el Sabbat? Quiero contarles muy brevemente:

15. El sábado no es ni sábado, ni domingo, ni domingo de Pascua, ni domingo de Pentecostés, ni ningún otro día de la semana o del año, sino que no es otra cosa que el día del espíritu en el hombre, la luz divina en el espíritu humano, el sol naciente de la vida en el alma humana. Y éste es el día vivo del Señor en el hombre, que éste debe reconocer continuamente y santificar cada vez más a través de todas sus acciones, que debe realizar por amor a Dios y, por tanto, por amor al prójimo.

16. Pero como el hombre nunca puede encontrar este santo día de descanso del Señor en el bullicio del mundo, ciertamente debe retirarse del mundo y buscar este día de vida, el santo descanso de Dios, dentro de sí mismo.

17. Por lo tanto, al pueblo de Israel se le ordenó reservar al menos un día a la semana para retirarse de los asuntos mundanos y buscar dentro de sí mismos únicamente ese día de vida. Pero la ley fue observada sólo externa y materialmente, y de esta manera se llegó a tal punto que la gente ni siquiera reconoció al Señor del sábado, el Santo Padre, cuando vino a la tierra, impulsado por un amor infinito hacia sus hijos.

18. Pienso que de estas palabras debería quedar muy claro para usted qué se entiende por santificación del sábado y cómo debe llevarse a cabo.

19. Y al mismo tiempo, sin embargo, también debéis ser capaces de comprender si vuestra observancia del domingo constituye realmente una observancia del Sabbath, si uno puede alcanzar el descanso interior, eternamente vivo del Señor mediante una hora de servicio devocional en la iglesia y luego a través de solo entretenimientos mundanos.

20. Si yo estuviera con vosotros en la tierra, sin duda valoraría mucho la prueba de si el verdadero Sabbath puede encontrarse y santificarse en el espíritu yendo a la iglesia, luego comiendo bien, finalmente caminando, conduciendo o a caballo, a veces también bailando, jugando y bebiendo, con las frecuentes mentiras y engaños, con las visitas generalmente difamatorias y otras actividades similares. ¿Quién sabe si habrá filósofos capaces de proporcionar semejante prueba? –A nosotros, por supuesto, nos gustaría que pareciese una moneda falsa.

21. Casi no es necesario mencionar que aquí a los niños se les enseña y practica de manera práctica únicamente la observancia viva del sábado. Y de aquí podéis obtener una idea completa de cómo deben entenderse realmente estos mandamientos del Señor.

22. Ahora bien, al igual que con estos dos mandamientos y justo ahora con el primero, repasemos brevemente también los demás, para que podáis tener una idea adecuada del sentido en que aquí se enseñan todos los mandamientos a los niños. Y así, por ahora, consideremos brevemente el cuarto mandamiento en la cuarta habitación.

Cuarto Mandamiento

Capítulo 77 - Instrucción sobre el Cuarto Mandamiento

(El 26 de septiembre de 1843, de 17 a 18 horas.)

1. El cuarto mandamiento, tal como lo tenéis en la tierra, es: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra”. Este mandamiento es de origen tan divino como los tres primeros. Pero ¿qué manda y qué promete? Nada más que la obediencia de los hijos a sus padres y por esta obediencia un privilegio temporal.

2. ¿No puede todo el mundo preguntar y decir: ¿Cómo? ¿Un mandamiento divino está meramente sancionado por promesas temporales y no tiene nada obvio en el fondo que pueda ofrecer beneficios espirituales eternos? ¿A qué se debe este ahorro de tiempo? ¿De qué sirve una buena vida, una vida larga, si detrás de ella no viene nada superior?

3. Es cierto: vivir bien y mucho es mejor que vivir poco y mal. Pero cuando al final de la fase de la vida aparece una muerte inhóspita, ¿qué ventaja tiene una vida buena y larga sobre una mala y corta? Es decir, no hace falta ser un matemático fundamental para poder decir: la diferencia en todas partes termina en un puro cero; pues tanto el primero como el segundo están vencidos por una nada muy buena, y entonces le importa poco la naturaleza del camino hacia esta recepción, ya sea bueno o malo.

4. Por lo tanto, visto desde esta perspectiva, el cuarto mandamiento se basaría en un fundamento muy resbaladizo, y los padres serían muy infelices si sus hijos nacieran con esa filosofía, y los propios hijos encontrarían pocas razones para obedecer a sus padres cuando se los viera de esta manera. Además, se puede hacer la siguiente observación crítica sobre este mandamiento: Tal como suena el mandamiento, sólo tiene una base temporal, por lo que sólo representa el deber de los hijos hacia sus padres.

5. Surge entonces la pregunta: ¿Cuál es el sentido de este mandamiento aquí en el reino espiritual, donde los hijos aquí son separados para siempre de sus padres en la Tierra? Pero si son liberados de sus padres, seguramente también serán liberados de sus deberes terrenales hacia ellos; Y sin embargo, aquí en esta cuarta sala notamos este mandamiento dibujado en la tabla. ¿Debe tenerse relación con el Señor por estos niños? Sin embargo, esto sería audible si no estuviera la promesa debajo: “Que tu vida sea larga y te vaya bien en la tierra”. Si estuviera escrito: “Que vivas para siempre y estés bien en el cielo”, tal transversión de la ley sería muy fácil de entender; Pero una promesa temporal en el reino eterno de los espíritus suena un tanto extraña.

6. ¿Qué cree usted que se puede hacer aquí para darle a esta ley una autoridad divina plenamente fundada? Por supuesto te encoges de hombros y te dices a ti mismo en voz baja: ¡Querido amigo y hermano! En lo que respecta a nuestra discusión aquí, habrá un problema significativo con la esfera divina puramente espiritual de esta ley; Porque, según la consideración anterior, no es posible descubrir demasiada información espiritual con tan poco esfuerzo como uno podría pensar.

7. Pero yo os digo que este mismo mandamiento, como casi ningún otro, es puramente espiritual. Abres bien los ojos; Pero eso no hace que las cosas sean diferentes. Pero para que podáis ver esto inmediatamente, no haré nada más que exponer esta ley con palabras ligeramente modificadas, tal como se presenta también aquí en esta sala de conferencias, y veréis inmediatamente la plenitud de la verdad. Entonces ¿cuál es la respuesta aquí? ¡Escuchar!

8. ¡Niños! Obedeced la orden de Dios que viene de Su amor y sabiduría (es decir, Padre y Madre), para que podáis vivir largamente en la tierra en prosperidad. ¿Qué es la vida larga y qué es la vida eterna? “Larga vida” significa vida en sabiduría; y “largo” se entiende no como la duración, sino como la expansión y el poder cada vez mayor de la vida; porque la palabra o concepto de “vida” ya implica duración eterna. Pero la palabra “larga” no significa en absoluto duración, sino sólo una expansión de la fuerza vital, con la que el ser viviente llega cada vez más profundamente a las profundidades de la vida divina y, de este modo, hace su propia vida cada vez más perfecta, sólida y eficaz.

9. Esto queremos; Pero “bienestar en la tierra”: ¿qué significa eso? Nada más que la apropiación de la vida divina, pues por “tierra” se entiende aquí el ser individual, y el bienestar en este ser no es otra cosa que el ser libre en sí mismo según el orden divino hecho completamente propio.

10. Esta breve explicación es suficiente para mostrar que esta misma ley es enteramente espiritual. Si queréis examinarlo más de cerca y con tranquilidad, comprobaréis en vuestra propia tierra que es así. También aquí se enseña de forma práctica a los niños y con el máximo beneficio. Pero ahora que sabemos esto, vayamos directamente a la quinta sala.

Quinto Mandamiento

Capítulo 78 - Instrucción sobre el quinto mandamiento

(El 28 de septiembre de 1843, de las 16.30 a las 17.30 horas.)

1. En esta quinta habitación se ve otra placa, y en ella está escrito con letras legibles: «No matarás». Si miráis este mandamiento a la luz del día y consideráis también la historia del pueblo israelita, vuestros ojos tendrían que estar afligidos por más de tres cataratas si no viérais a primera vista que hay una extraña trampa en este mandamiento. “¡No matarás!” ¿Cómo, dónde, cuándo y qué?

2. ¿Qué significa realmente “matar”? ¿Matar significa simplemente dejar el cuerpo inactivo o significa privar al espíritu de su fuerza vital celestial? Si el asesinato está legalmente limitado sólo al cuerpo humano, entonces matar el espíritu no puede incluirse en él; Pues se dice que en cierto sentido todo hombre debe dar muerte a su carne para dar vida al espíritu, como dice el mismo Señor: «El que da muerte a su vida, es decir, a su espíritu, dará muerte a su carne para dar vida al espíritu». h. el que ama la vida de la carne, la perderá; pero el que huya de ella por causa de mí, la guardará.

3. Esto también es evidente en la naturaleza de las cosas. Si no se mata la corteza exterior o vaina de una fruta, ésta no producirá un germen vivo. Pero de todo esto se desprende claramente que la mortificación de la carne no puede ser al mismo tiempo una mortificación del espíritu. Pero si esta ley se entiende únicamente como la muerte del espíritu, ¿quién está entonces a salvo con su vida física?

4. Por el contrario, es también conocido por todos que las animaciones de la carne, que son especialmente comunes en el tiempo actual, no son otra cosa que mortificaciones del espíritu. Si observáis la historia del pueblo israelita, al que, como decís, estas leyes les fueron dadas recién hechas, encontraréis el notable contraste de que el mismo Moisés, portador de la ley, fue el primero en hacer matar a un gran número de israelitas; y sus sucesores tuvieron que hacer lo mismo con aquellos que violaron la ley.

5. “No matarás” – esta ley, como todas las demás, estaba contenida en el Arca de la Alianza. Pero ¿qué hizo todo el ejército israelita con los antiguos habitantes de la Tierra Prometida cuando entró en ella? ¿Qué hizo el propio David, el hombre conforme al corazón de Dios? ¿Quién fue el gran profeta Elías? Ya ves, mataron a todo el mundo, y lo hicieron a gran escala y a menudo con bastante crueldad.

6. Quienquiera de vosotros que sea sobrio y sin prejuicios de espíritu, ¿no debe condenar en su propia mente, diciendo: ¿Qué mandamiento es este, contra el cual incluso los primeros profetas, a quienes Dios había dado, se vieron obligados a actuar, como contra ningún otro?

7. Un mandamiento así prácticamente no es ningún mandamiento. ¡Incluso en nuestros tiempos, matar a hermanos en la guerra es una cuestión de honor! Sí, el Señor mismo mata legiones de hombres en el cuerpo día tras día; y sin embargo dice: “¡No matarás!” Y David incluso tuvo que hacer matar a un jefe militar porque se había comportado con moderación con un lugar que iba a ser destruido, aunque ciertamente había cometido perjurio.

8. Pues bien, digo, así es con el mandamiento en la tierra. Pero aquí lo vemos en el reino de los cielos, donde, en primer lugar, ningún ser puede matar a otro, y en segundo lugar, nadie jamás considerará siquiera el más mínimo pensamiento de matar a nadie. Entonces ¿por qué está escrito aquí en la pizarra? ¿Tal vez por pura consideración histórica, para que los estudiantes aquí puedan aprender qué mandamientos hay y ha habido en la tierra? O, en segundo lugar, ¿deberían estos espíritus infantiles tan bondadosos ser puestos en un estado de deseo asesino por un tiempo a causa de este mandamiento y luego luchar dentro de sí mismos contra este deseo contra la ley? Se podría suponer que; ¿Pero qué conclusión o resultado final se obtendrá de esto? No os digo nada más que esto: si a los niños hay que quitarles finalmente el deseo de asesinar, si han demostrado ser completamente suficientes como asesinos ante la ley, entonces también hay que asumir que no habrían ganado ni perdido nada en el proceso si nunca se les hubiera llenado del deseo de asesinar.

9. Pero veo que, después de esta exposición detallada del asunto, vosotros mismos no sabéis qué debéis hacer realmente con este mandamiento. Pero yo os digo: No os preocupéis; Bastarán unas pocas palabras para poner en la luz más clara todo lo que para ti ha sido dudoso, y la ley brillará en el cielo tan dignamente como en la tierra, como un sol en el cielo.

10. Pero para que podáis comprender fácil y completamente la siguiente explicación, simplemente llamo vuestra atención sobre el hecho de que en Dios la conservación eterna de los espíritus creados es la condición fundamental e inmutable de todo orden divino. Ahora bien, si sabéis esto, fijaos en lo opuesto, es decir, la destrucción; y tenéis el mandamiento delante de vosotros con significado espiritual y físico.

11. Por tanto, en lugar de: No matarás, di: No destruirás ni a ti mismo, ni a lo que es de tu hermano; Porque la preservación es la ley fundamental y eterna en Dios mismo, según la cual Él es eterno e infinito en su poder. Pero como en la tierra el cuerpo humano es también necesario para el desarrollo eterno del espíritu hasta el tiempo determinado por Dios, nadie tiene derecho, sin mandato expreso de Dios, a destruir voluntariamente ni su propio cuerpo ni el de su hermano.

12. Si, pues, hablamos aquí de la conservación requerida, es evidente que cada uno tiene aún menos derecho a destruir el espíritu de su hermano, así como el suyo propio, por cualquier medio, y hacerlo incapaz de alcanzar la vida eterna. Dios ciertamente mata cuerpos humanos todos los días; pero en el momento adecuado, cuando la mente haya alcanzado cierta madurez de una manera u otra. Los ángeles del cielo, como servidores constantes de Dios, estrangulan continuamente los cuerpos de los hombres en la tierra; pero no hasta que hayan recibido la comisión del Señor, y sólo en la forma que el Señor quiere.

13. Así, los niños aprenden aquí también, de manera espiritualmente práctica, en qué consiste la conservación de las cosas creadas y cómo debe manejarse siempre con el máximo cuidado conforme a la voluntad del Señor. Y si ahora habéis comprendido esto hasta cierto punto, seguramente quedaréis claros, en primer lugar, en la gran dignidad de esta ley misma, y ​​en segundo lugar, por qué ocurre también aquí en el reino de los espíritus de los niños celestiales. Pero como sabemos esto, podemos ir directamente a la sexta habitación.

Sexto Mandamiento

Capítulo 79 – El Sexto Mandamiento. ¿Qué es la falta de castidad?

(El 29 de septiembre de 1843, de las 16.15 a las 18.00 horas.)

1. Aquí vemos otra placa en el centro del salón, y en ella está escrito con letras claramente legibles: «No cometerás adulterio, no cometerás adulterio». Éste es sin lugar a dudas el sexto mandamiento que el Señor dio al pueblo israelita a través de Moisés. Este mandamiento es ciertamente uno de los más difíciles de comprender en su condición básica y luego de observarlo con precisión en el fundamento de la vida.

2. ¿Qué prohíbe exactamente este mandamiento? ¿Y a quién se refiere este mandamiento: al espíritu, al alma o al cuerpo? ¿Quién no cometería infidelidad por estos tres poderes de la vida? Esa sería una pregunta. Pero ¿qué es exactamente la incastidad y qué es el adulterio? ¿La falta de castidad es el acto de cópula mutua? Si es así, entonces toda procreación está sujeta a este mandamiento; porque en el mandamiento simple no encontramos ninguna excepción condicional; Una vez se dijo: “No cometerás inmoralidad”.

3. Si, pues, el acto de la cópula se considera como la culminación de la impureza, me gustaría saber quién, en el actual estado de cosas en la tierra, querría efectuar la procreación sin este acto prohibido. Ya sea que esté casado o no, el acto es el mismo. Ya sea que se cometa con la intención de tener hijos o no, es lo mismo. Además, el mandamiento mismo no contiene ninguna condición por la cual un matrimonio regulado estaría exento de falta de castidad.

4. Por otra parte, debe quedar claro para todo ser humano que el Señor se preocupa principalmente de la propagación de la raza humana y de su sabia educación. Pero ¿cómo podría reproducirse el género humano si el acto de procreación está prohibido bajo pena de muerte eterna? Quiero decir, cualquiera puede ver con sus propios ojos que obviamente aquí hay una trampa.

5. Pero además, es necesario que todos den testimonio de que en ningún otro mandamiento que debe observarse la naturaleza pone bajo los pies del hombre palos tan poderosos, con los que tiene que tropezar, como en éste mismo. Toda persona, si su educación ha sido en algún grado ordenada, no encuentra decencia alguna, o a lo sumo sólo una muy leve, en la observancia de los demás mandamientos; Pero con este mandamiento la naturaleza siempre pone un freno fuerte incluso a los cálculos del apóstol Pablo.

6. Vemos evidentemente una interdicción de la lujuria carnal, que está inseparablemente conectada con el acto de la procreación. Si la prohibición se basa únicamente en el placer carnal y no también en el acto de procreación, surge la pregunta de si el placer carnal puede separarse del acto propiamente dicho de procreación. ¿Quién de vosotros puede probar esto y decir que los dos esposos legalmente ordenados no experimentan también el placer temporal en el acto de la procreación? ¿O dónde está el matrimonio que no hubiera sido al menos medio invitado al acto de la procreación por el inminente deseo carnal?

7. Pero ahora vemos que no podemos en absoluto aceptar este mandamiento con respecto a la impureza aplicada al acto corporal de la procreación. Porque o bien es necesario que haya un acto puro de procreación, que no tenga nada que ver con la concupiscencia de la carne, o bien, si tal acto no puede probarse, el acto carnal de procreación no está sujeto a esta ley y debe ser considerado como un acto voluntario e impune del hombre. Porque ya se ha observado que la ley es bastante implacable y está exenta de toda condición excepcional.

8. Pero la existencia necesaria del hombre se opone abiertamente a la prohibición de este acto, como lo hace también la naturaleza, siempre despiadadamente deseosa. Sea cual sea la posición que ocupe un hombre, no queda absuelto de ella cuando ha alcanzado la madurez. Tendría que dejarse mutilar y dejar matar su naturaleza, de lo contrario no podría hacerlo, al menos no en su deseo, incluso si las circunstancias externas se lo impidieran.

9. Así que la carne definitivamente no va a funcionar. ¿Tal vez esta ley concierne sólo al alma? Pienso que dado que el alma es el principio vivo del cuerpo y su acción libre depende enteramente del alma, sin la cual la carne está completamente muerta, difícilmente puede haber en algún lugar un supererudito que pudiera sostener seriamente que el alma no tiene nada que ver con las acciones libres del cuerpo.

10. El cuerpo es ciertamente sólo el instrumento del alma, dispuesto artificialmente para su uso; ¿Qué sentido tiene un mandamiento sólo para el cuerpo, que en sí mismo es una máquina muerta? Si alguien daba un golpe torpe con una azada, ¿era culpa de la azada o de su mano? Es decir, nadie querría afirmar que el golpe torpe fue debido a la azada.

11. Tampoco el acto de la procreación, como acto pecaminoso, puede atribuirse al cuerpo, sino únicamente al principio activo, que aquí es el alma viviente. Por tanto, nuestro examen crítico previo de este mandamiento debe aplicarse únicamente al alma que piensa, quiere y actúa en la carne; y así, según el criterio precedente, el alma está necesariamente libre de este mandamiento. Así que tampoco funciona con el alma; Así será con el espíritu. Queremos ver qué se le ocurre al espíritu.

12. ¿Qué es el espíritu? El espíritu es el verdadero principio vital del alma, y ​​el alma sin el espíritu no es más que un órgano etérico sustancial, que tiene, efectivamente, toda capacidad para absorber la vida, pero sin el espíritu no es más que un pólipo etérico-espiritual-sustancial, que extiende continuamente sus brazos hacia la vida y absorbe todo lo que corresponde a su naturaleza.

13. El alma, por lo tanto, sin el espíritu, es meramente una fuerza polar muda, que lleva en sí el sordo sentido de la saciedad, pero no posee poder de juicio que permita ver con qué se sacia y para qué sirve esa saciedad. Se la puede comparar con un cretino que no siente otro deseo que el de satisfacer su hambre. ¿Con qué y por qué? Él no tiene idea de eso. Cuando tiene mucha hambre come cualquier cosa que encuentra, ya sea basura o pan o el alimento más básico para los cerdos, todo le da igual.

14. He aquí que el alma es la misma sin el espíritu. Y estos cretinos sólo tienen una vida espiritual, mientras que en el alma hay un espíritu demasiado débil o, a menudo, no hay ningún espíritu en absoluto. Pero para ver que esto es así, sólo hace falta echar una mirada al mundo de los espíritus oscuros; ¿Qué son éstos? Son almas que viven después de la muerte, que durante su vida física han debilitado y reprimido su espíritu de la manera más descuidada y a menudo maliciosa, hasta tal punto que en tal estado apenas es capaz de proporcionarles la vitalidad más escasa y medida, en la que todas las ventajas de la vida a menudo deben quedar en un segundo plano eterno.

15. Pero ¿cómo se comportan esos seres del más allá hacia los benditos espíritus vivientes? Nada más que puros idiotas, es decir, cretinos intelectuales, deformados en todo sentido además, tanto que no pocas veces no se descubre en ellos el más mínimo rastro de forma humana. Estos seres no son más responsables de sus acciones en el mundo espiritual que un cretino o un idiota, [de donde se sigue, sin embargo, que no es responsable el alma en sí misma, sino sólo en posesión del espíritu, que es el único que posee libre albedrío], así que, básicamente, sólo el espíritu.

16. Pero si esto queda ahora evidentemente probado, surge la pregunta: ¿Cómo y de qué manera puede el espíritu absoluto cometer inmoralidad? ¿Puede el espíritu tener deseos carnales? Pienso que difícilmente podría haber una contradicción mayor que ésta: si alguien imaginara seriamente un espíritu carnal que necesariamente tendría que ser material para tener deseos materiales groseros dentro de sí.

17. Pero si el detenido no encuentra ciertamente el mayor consuelo en su detención, el espíritu absoluto tendrá aún menos pasión por unirse con su ser más libre para siempre con la materia bruta y encontrar en ella su placer. En este sentido, un espíritu que practica la incastidad es seguramente la mayor tontería que una persona puede pronunciar jamás. Ahora surge la pregunta: ¿Qué es la incastidad y quién no debe practicarla, ya que hemos visto que el cuerpo, el alma y el espíritu no pueden practicar la incastidad por sí solos, tal como lo conocemos hasta ahora?

Capítulo 80 - Continuación de la explicación de la naturaleza de la impureza.

(El 30 de septiembre de 1843, de las 16.30 a las 18.00 horas.)

1. Algunos podrían decir que Moisés más tarde habló más específicamente sobre esto, al permitir legalmente el acto de procreación solo entre esposos bendecidos, pero prohibir cualquier otro tipo, y decretó que cualquier otro tipo de procreación, especialmente si un hombre casado desea cometer tal acto con la esposa de otro hombre, debe ser considerado adulterio, y que los adúlteros serían culpables de muerte por ambas partes. Esto es cierto, pero las normas posteriores no dan otra forma a la ley que simplemente fue dada en el principio. Quien quiera quedar obligado por ella, deberá hacer valer su proceso en la primera ley; Porque ni la infidelidad ni el adulterio están prohibidos de ninguna manera en particular.

2. Hasta ahora hemos explicado con claridad lo que se podría entender por falta de castidad. Pero como todo esto apunta al acto de la procreación, es imposible considerar prohibida por esta ley la clase de impureza que hasta ahora hemos asumido que se conoce.

3. Pero ahora alguien que es muy versado en la materia habla y dice: Por impureza, que está prohibida, se entiende simplemente la gratificación vacía de los deseos sensuales. —Está bien —digo—. Pero si un hombre engendra seriamente un hijo con la mujer de otro hombre, que no puede ser embarazada por su marido, ¿puede esto considerarse adulterio pecaminoso? Pregunto además: Si un joven, impulsado por su naturaleza, ha engendrado un hijo con una muchacha, ¿puede esto considerarse un pecado de fornicación?

4. Pregunto además: si un hombre sabe por experiencia que su esposa es infértil, pero aun así se acuesta con ella porque tiene abundante carne que lo excita, entonces este hombre obviamente todavía está gratificando sus impulsos sensuales; ¿Puede este acto considerarse un pecado de incastidad?

5. Pregunto además: Hay especialmente en este tiempo, como ha habido en todos los tiempos, una multitud de personas de ambos sexos que son perfectamente capaces de procrear y que poseen una naturaleza que los impulsa poderosamente; pero no pueden casarse debido a circunstancias políticas y pobres. Ahora bien, cuando estas personas doblemente oprimidas cometen el acto de la procreación, ¿pecan contra este sexto mandamiento?

6. Se dirá: Ofrecerán sus deseos a Dios y no tendrán relaciones sexuales, y no pecarán. Pero yo digo: ¿Qué juez puede declarar que tal falta es un verdadero pecado? ¿Qué mérito tiene el rico en poder tomar una mujer decente, comparado con el pobre, quien naturalmente debe prescindir siempre de esta felicidad? ¿Deberían entonces los ricos tener mayor derecho a procrear que los pobres? ¿Acaso el dinero santifica la procreación porque los ricos pueden adquirir la posesión adecuada de una mujer, lo que por supuesto es imposible para miles de personas pobres?

7. También cabría preguntarse: ¿Quién es realmente el culpable del empobrecimiento generalizado de la población? Seguramente nadie menos que el afortunado rico que mediante su especulación egoísta adquiere tantos tesoros, gracias a los cuales no pocas veces mil personas podrían calificarse suficientemente para el estado propio del matrimonio. ¿Y sin embargo, sólo el marido rico debería estar libre del pecado de fornicación si engendra hijos con su esposa decente, y sólo el hombre pobre debería ser el chivo expiatorio porque no puede tomar una esposa? ¿No sería eso tan juicioso como si uno quisiera designar un lugar de peregrinación en la tierra y diera un mandamiento según el cual nadie puede visitar ese lugar a pie para recibir alguna gracia que se supone que está allí, sino que todo el que visita ese lugar y quiere recibir una gracia debe llegar allí en un carruaje muy elegante?

8. Quien considerase justo semejante mandamiento, tendría que ser seguramente de un mundo así, del cual el mismo Creador del cielo y de la tierra nada sabe, es decir, de un mundo que no existe en parte alguna; ¡O tendría que ser un representante de Satanás!

9. Pero ahora vemos por estas consideraciones que la explicación de nuestro sexto mandamiento no es de ninguna manera suficiente. ¿Qué debemos hacer para dar pleno sentido a este mandamiento? Pero os lo adelanto: no es tan fácil como os podéis imaginar. Sí, digo:

10. Para comprender el verdadero significado de este mandamiento, es necesario profundizar y comprender la cuestión en su misma raíz; De lo contrario, uno se encontrará siempre en esa dudosa posición en la que fácilmente considerará como pecado lo que no es en el más remoto sentido un pecado, y difícilmente considerará que lo que es realmente un pecado valga la pena considerarlo como pecado.

11. Pero ¿dónde está esta raíz? Los tendremos de inmediato. Sabéis que el amor es la causa primera y la condición fundamental de todas las cosas. Sin amor, nada habría sido creado, y sin amor, cualquier existencia sería tan impensable como lo sería un mundo que se hubiera formado según la voluntad del Creador sin atracción mutua. Quien no pueda comprender esto, simplemente debe imaginar la atracción mutua de un mundo alejado, y verá inmediatamente cómo todos los átomos de un mundo se separarán de repente unos de otros y se evaporarán en la nada.

12. Por lo tanto el amor es la base de todo y es al mismo tiempo la clave de todos los misterios.

13. Pero ¿cómo se puede explicar el amor en términos de su conexión con nuestro sexto mandamiento? Os digo que no hay nada más fácil que eso, pues en ningún acto del mundo está el amor tan íntimamente entretejido como en aquel que consideramos impuro.

14. Pero sabemos que el hombre es capaz de un doble amor, a saber, el amor divino, que es contrario a todo amor propio, y el amor propio, que es contrario a todo amor divino.

15. Ahora surge la pregunta: si alguien comete el acto de procreación, ¿qué clase de amor fue el motivo para ello, el amor propio, bajo cuyo control cae también todo deseo de placer, o el amor divino, que sólo quiere comunicar lo que tiene, olvidándose por completo de sí mismo? Ya ves, ya estamos prácticamente en el camino hacia el núcleo principal real.

16. Ahora pongamos dos personas; uno comete el acto por placer egoísta, pero el otro por devoción agradecida por la capacidad de procrear, de comunicar su semilla a una mujer para despertar un fruto en ella. ¿Cuál de los dos pecó? Creo que no será tan difícil juzgar esto y tomar una decisión justa.

17. Pero para que el asunto quede completamente claro para nosotros, debemos también familiarizarnos más de cerca con el término “impureza”. ¿Qué es la castidad y qué es la falta de castidad? La castidad es aquel estado mental en el que una persona está libre de todo egoísmo, o en el que está pura de todas las manchas del amor propio. La incastidad, a diferencia de la castidad, es aquel estado mental en el que la persona sólo se considera a sí misma, actúa para sí misma y se olvida por completo de sus semejantes, especialmente de las mujeres.

18. Pero en ninguna parte el egoísmo es más vergonzoso que en el acto mismo de la procreación de un ser humano. ¿Por qué entonces? La causa está en el día. Como la tierra, como la semilla, así será el fruto. Si el amor divino, es decir, la castidad, es la semilla, entonces aparecerá también un fruto divino; Pero si el amor propio, la autocomplacencia y la adicción al placer, es decir, el estado mental impuro, es la semilla, ¿qué fruto saldrá de ella?

19. He aquí que en esto reside lo que prohíbe el sexto mandamiento, y si este mandamiento se hubiera observado, la tierra todavía sería un cielo, pues no habría en ella ningún hombre egoísta y dominante. Pero este mandamiento ya fue transgredido en el principio de la humanidad, y el fruto de esta transgresión fue el egoísta y egoísta Caín.

20. De esto se desprende claramente que no solo la llamada falsamente fornicación, que sería mejor llamarse autocomplacencia, pertenece a la serie de pecados que vamos a tratar, sino que toda autocomplacencia, sea cual sea la forma que adopte, y especialmente cuando un hombre utiliza egoístamente a una mujer débil para su propio beneficio, debe considerarse un pecado de impureza. Un breve seguimiento nos dejará el asunto aún más claro.

Capítulo 81 - ¿Qué es la fornicación? El egoísmo y el placer son falta de castidad.

(El 2 de octubre de 1843, de 16.30 a 18.00 horas.)

1. Se podría decir aquí que, dado que el sexto mandamiento solo dice: «No cometerás fornicación», la fornicación no puede considerarse prohibida, ya que el sexto mandamiento no dice en ninguna parte: «No cometerás fornicación». Pero yo digo: ¿Qué es la fornicación, sea espiritual o carnal? Se trata de una segura acomodación al vicio, y lo hace de la siguiente manera: uno filosofa más allá de la posibilidad del pecado, colocando todos los fenómenos en el reino de las necesidades naturales. Ahora bien, si la naturaleza propia de alguien exige que sea satisfecha, entonces, según su intelecto y su inventiva, el hombre sólo hace algo loable y beneficioso si crea medios para todas las necesidades de su naturaleza mediante los cuales puedan ser satisfechas. El animal debe satisfacer sus necesidades de la forma más instintiva y cruda porque no tiene entendimiento, ni razón, ni inventiva. Pero es precisamente de esta manera como el hombre se eleva por encima del animal común y natural, como puede satisfacer de manera sofisticada todas las demandas de su especie.

2. ¿Quién puede considerar pecado que un hombre se construya una casa señorial con la ayuda de su intelecto, y así cambie un antiguo agujero en el suelo o un árbol hueco por lo mismo? ¿Quién puede considerar pecado que un hombre construya un carro, dome un caballo y luego haga un viaje mucho más cómodo que con sus propios pies débiles y cansados? ¿Quién, además, puede culpar al hombre por cocinar y condimentar frutas naturales para su comida y hacerlas más apetecibles para él? ¿O fueron creadas las cosas del mundo para quién, sino para el hombre, para que éste las usara para su propósito?

3. ¿Cuántas cosas bellas y útiles ha descubierto el hombre para su comodidad y diversión? ¿Debe considerarse esto como una falta suya, si da honor a su Creador mediante su intelecto, sin el cual el cuerpo celeste sería tan inculto como un desierto árido, donde todo crecería en un orden confuso y caótico, como la col, los nabos y las ortigas?

4. Pero si los diversos cultivos de la tierra no pueden en modo alguno considerarse una falta del hombre, aunque no contengan en sí mismos otro fin útil que el disfrute más agradable y conveniente de las cosas del mundo; Por otra parte, un goce refinado de la procreación no puede considerarse una falta del hombre, puesto que incluso el hombre educado es el que menos se ha diferenciado del animal en este acto. Por lo tanto, este impulso humano también debe ser satisfecho de una manera más refinada y sofisticada, y por la misma razón que construimos casas cómodas, hacemos ropa suave, preparamos comida sabrosa y otras comodidades similares.

5. Tomemos el caso en que una persona de estatus educado tiene que elegir entre dos mujeres para su satisfacción: una es una campesina común, sucia y completamente descuidada, pero la otra es una muchacha bien educada, muy bien vestida, perfectamente formada y, por lo demás, voluptuosa y encantadora, hija de una familia respetable. Pregunta: ¿Qué alcanzará el hombre educado? La respuesta aquí no requiere ningún rascarse la cabeza; Seguramente sólo después del número 2, porque le disgustará el número 1. Así también aquí la refinería es ciertamente el lugar más apropiado, porque a través de ella el hombre certifica que es un ser superior que tiene todo el poder y la fuerza para purificar todo lo desagradable y sucio y presentarlo de forma más agradable.

6. Pero puesto que tanto el hombre como la mujer perciben fuertemente en sí mismos, a este respecto, una frecuente necesidad de satisfacerse, aunque no siempre se pueda exigir la producción de un hijo en forma óptima, ¿será contrario al correcto ejercicio de las propias facultades de razonamiento el exponer los medios por los cuales se puede lograr la satisfacción de este impulso, ya sea mediante el coito a ciegas con mujeres o mediante la masturbación o, en caso de urgencia, mediante la llamada violación de niños? Porque esto es precisamente lo que distingue al hombre del animal: que puede satisfacer este impulso más natural de maneras distintas a las que le dirigió la naturaleza prima loco. Por eso, los burdeles y establecimientos similares, especialmente los bien acondicionados, deben ser aprobados y de ninguna manera pueden ser una desgracia para la mente humana, sino solo un honor.

7. Mira, ¿qué objeción se puede hacer contra todo esto, desde un punto de vista natural? Porque es cierto que el animal nunca puede producir tales cultivos y toda clase de matices en la satisfacción de su impulso sexual; Y en esto se puede descubrir, sin lugar a dudas, un cierto dominio de la mente humana. Todo esto es cierto, el animal tiene su tiempo en todo, excepto aquel tiempo en que permanece completamente inerte a la satisfacción de ese impulso.

8. Pero ¿qué es todo este refinamiento? Es una pregunta corta, pero la respuesta es grande y de peso. Seguramente este refinamiento no tiene como motivo básico otro que la horriblemente fastidiosa adicción al placer. Pero sabemos que el hedonismo es un hijo inconfundible del amor propio, que, sin embargo, va de la mano con el amor al poder exactamente del mismo modo.

9. Es cierto que es más agradable vivir en una casa señorial que en una choza de tierra baja. ¡Pero veamos a los habitantes! ¡Cuán orgulloso y pomposo vemos caminar al habitante de un palacio, y cuán completamente contrito se inclina el simple habitante de una choza ante tan brillante señor del palacio!

10. Consideremos a los habitantes de una gran ciudad y, en contraste, a los de un pueblo agrícola de baja altitud. Los habitantes de la gran ciudad no saben cómo salir del puro hedonismo: todos quieren vivir cómodamente, todos quieren divertirse, todos quieren brillar y tal vez incluso gobernar un poco. Si un pobre campesino llega a la gran ciudad, debe al menos dirigirse a cada limpiabotas, etc., como “Su Gracia”, si no quiere exponerse a ningún tipo de grosería.

11. Pero si vamos al pueblo, todavía encontraremos jefes de familia, a menudo vecinos pacíficos, que no se llaman a sí mismos “Su Gracia” y “Sr. von”. ¿Qué podría ser mejor que un agricultor le diga a otro: “¡Hermano!”? ¿O cuando en la ciudad una persona de escasos recursos se dirige a alguien de recursos un poco mayores, llamándolo “Su Gracia”, “Señor de” y cosas por el estilo?

12. Creo que no será necesario continuar con estos refinamientos insensatos de la mente humana, pero podemos hacer de inmediato la declaración principal: todos estos refinamientos en busca del placer no son más que idolatrías según la consideración anterior; porque son sacrificios del espíritu humano a la naturalidad externa y muerta.

13. Pero si son idolatrías, también son la fornicación más flagrante, y el hecho de que no puedan ser admitidas en la esfera de la castidad prueba su tendencia.

14. ¿Por qué se llamó a Babilonia ramera? Porque allí estaban ubicadas todas las refinerías imaginables. Así pues, “cometer fornicación” en el sentido más perfecto significa: servir a la impureza con todas las propias fuerzas vitales. Así pues, un marido rico que ha tomado una esposa voluptuosa y lasciva para su único placer no es nada más ni nada menos que una pura puta, y su mujer una pura puta. Y aquí también se les muestra a estos niños el fundamento de la impureza, que es el egoísmo más flagrante y la adicción al placer.

15. Era necesario explicaros este mandamiento con más detalle, porque no hay otro mandamiento que el hombre descuide tan fácilmente como éste. Por tanto, creo que ahora entendéis esta conferencia; y así iremos directamente a la séptima sala.

Séptimo Mandamiento

Capítulo 82 - Consideración del Séptimo Mandamiento

(El 4 de octubre de 1843, de las 16.30 a las 17.35 horas.)

1. Estamos en la séptima sala; Y mira, en el centro, en una placa fijada a un pilar blanco brillante, está escrito con letras claramente legibles: “¡No robarás!” A primera vista de esta tabla de la ley, la pregunta que surge inmediatamente en la mente de todos es:

2. ¿Qué se podría robar aquí, ya que nadie es dueño de nada, sino que cada uno sólo es beneficiario de lo que el Señor da? Esta pregunta es natural y tiene su sentido, pero también puede plantearse con la misma justificación en relación al cuerpo celeste; Porque incluso en la tierra el Señor da todo lo que existe, y sin embargo los hombres pueden robarse unos a otros de todas las maneras posibles.

3. ¿No podría también preguntarse y decir: ¿No creó el Señor el mundo igual para todos los hombres, y no tiene cada hombre el mismo derecho a todo lo que el mundo creado ofrece para su diverso disfrute? Pero si ciertamente el Señor creó el mundo no sólo para los individuos, sino para todos, y cada uno tiene derecho a disfrutar de los productos del mundo según sus necesidades, entonces ¿de qué sirvió este mandamiento, por el cual a los hombres se les concedió obviamente algún tipo de derecho de propiedad, y por el cual el robo sólo posteriormente se hizo posible? Porque donde no hay mío ni tuyo, sino sólo un nuestro general de todos, quisiera ver a alguien que, con las mejores intenciones, fuera capaz de robar algo a su prójimo.

4. ¿No habría sido más sabio, pues, que en lugar de este mandamiento, que peligrosamente concede un derecho de propiedad separado, abolir todos los derechos de propiedad para siempre, con lo cual este mandamiento sería completamente innecesario, nunca habrían surgido todos los tribunales de propiedad del mundo y los hombres podrían vivir entre sí como verdaderos hermanos de la manera más fácil posible?

5. Además, debemos considerar también que el Señor dio este mandamiento por medio de Moisés en un tiempo en que ni uno solo de todos los extremadamente numerosos hijos de Israel tenía propiedad propia; Porque el oro y la plata traídos de Egipto eran propiedad de todo el pueblo bajo la supervisión de su líder.

6. Pero en cuanto al vestido, era extremadamente sencillo y tan pobre que una sola prenda en vuestro tiempo actual ciertamente no valdría más que unos pocos centavos. Y ninguno de los hijos de Israel tenía ropa, sino lo que llevaba puesto era todo lo que tenía.

7. Y después vino este mandamiento. Y seguramente el pueblo israelita debió preguntarse con los ojos muy abiertos: ¿Qué no debemos robarnos unos a otros? ¿Quizás nuestros hijos, ya que todos estarían más contentos en esta difícil situación actual, si tuvieran el menor número de hijos posible? ¿Deberíamos robarnos las ollas unos a otros? ¿Pero qué podemos ganar con esto? El que no tiene olla, tiene derecho a cocinar en la olla del vecino, si éste tiene algo que cocinar. Pero si tiene una olla, no necesitará conseguir una segunda para tener aún más que cargar. Es verdaderamente imposible ver qué podríamos robarnos unos a otros aquí. ¿Quizás el honor? Todos somos siervos y esclavos de un mismo Señor, que conoce muy bien el valor de cada ser humano. Aun si nos disminuyéramos unos a otros, ¿qué lograríamos con eso ante Aquel que siempre nos ve de principio a fin? Así que no sabemos en absoluto qué hacer con este mandamiento. ¿Debe aplicarse este mandamiento a tiempos futuros, si un día el Señor nos conceda una propiedad especial? Si es así, entonces que nos deje como estamos, y el mandamiento será abolido.

8. Mira, así es como el pueblo israelita razonaba seriamente aquí y allá, y no se les podía culpar de esto por su situación en el desierto; Porque allí todos eran igualmente ricos e igualmente grandes, es decir, h. en su reputación.

9. Pero ¿no podría el actual pueblo creyente, en el Nuevo Testamento, rebelarse contra el Señor de esta manera y decir: ¡Oh Señor! ¿Por qué, entonces, diste una vez semejante mandamiento, por el cual con el tiempo se concedió a los hombres un derecho especial de propiedad sobre la tierra, y por el cual, además, precisamente a causa de este derecho de propiedad concedido, se formó un número incontable de ladrones, salteadores de caminos y asesinos? Por tanto, abolid este mandamiento, para que deje de actuar el ejército de ladrones, asesinos, salteadores y toda clase de engañadores, y un segundo ejército de jueces mundiales, cada uno a su manera, ¡falto de toda caridad!

10. Digo aquí: el llamamiento es audible y, bajo esta luz crítica, parece completamente barato. ¿Cómo y por qué? En primer lugar, seguramente no podemos esperar nada más que lo mejor de Dios, el Padre más amoroso. ¿Cómo podría alguien pensar que Dios, como el mejor Padre de la humanidad, quería darles una constitución que obviamente los haría infelices, tanto temporal como eternamente?

11. Pero si ciertamente hay que atribuir a Dios la suma bondad, la suma sabiduría y, por tanto, la cierta omnisciencia, según la cual Él debe saber qué frutos debe infaliblemente dar semejante mandamiento, entonces no se puede dejar de preguntar: ¡Señor! ¿Por qué nos diste tal mandamiento? ¿Por qué a menudo la misma cosa nos hace increíblemente infelices? ¿Fue entonces realmente tu voluntad o no diste este mandamiento, sino que los hombres lo introdujeron después para su propio beneficio, quizá con la intención de separarse del número general de sus hermanos y, en tal estado, acumular justificadamente para sí mismos tesoros propios, y con su ayuda elevarse luego con mayor facilidad como gobernantes sobre sus pobres hermanos que se habían reunido? Mira, todo esto se puede oír y nadie lo puede negar. Y además de eso, hay que espolvorear algunos granos de incienso genuino sobre una mente humana, si al menos ha encontrado que vale la pena el esfuerzo de examinar críticamente las leyes de Moisés de esta manera. ¿Pero quién ha ganado algo con esta crítica? La gente no lo hace, y el Señor ciertamente tampoco, porque esta crítica obviamente no expresa el amor y la sabiduría divinos.

12. Pero ¿cómo debe entonces tomarse y considerarse esta ley, de modo que aparezca como perfectamente santificada ante Dios y todos los hombres, de modo que exprese el amor y la sabiduría más divinos, y contenga la providencia más sabia del Señor para la felicidad temporal y eterna? Como se ha explicado hasta ahora, especialmente en el tiempo actual, ciertamente sólo ha causado problemas. Por eso, según la misericordia del Señor, queremos revelar el verdadero significado de este mandamiento, para que los hombres encuentren en adelante en él su salvación, pero no su desgracia. Pero para ello consideraremos primero qué se entiende por robar.

Capítulo 83 - ¿Qué se entiende por robar?

(El 5 de octubre de 1843, de las 16.35 a las 18.00 horas.)

1. Que el término "robo" no podía entenderse inicialmente como la apropiación arbitraria de los bienes materiales de otra persona es evidente por el hecho de que, especialmente en la época de la legislación, nadie en el pueblo israelita poseía propiedad alguna. E incluso cuando el pueblo entró en la Tierra Prometida, la constitución estatal de la tierra era tal que nadie en esta tierra podía poseer propiedades con plenos derechos legales, sino que el objetivo era crear en la medida de lo posible una comunidad de bienes, y cada israelita necesitado, si vivía en el orden divino, tenía que encontrar la recepción y el alojamiento más hospitalarios en todas partes.

2. Pero si en este mandamiento se hubiera entendido por robo la apropiación arbitraria e indebida de la propiedad ajena, entonces, como se ha demostrado con suficiente claridad en el curso de esta exposición, la censura indefectible recaería necesariamente sobre el legislador, pues con ello se habría pronunciado tácitamente contra la adquisición, la industria y, por ende, también contra la usura. Porque debe ser evidente a primera vista para cualquier persona, si es capaz incluso del más mínimo grado de pensamiento claro, que el derecho de propiedad queda inmediatamente establecido como plenamente sancionado y confirmado tan pronto como se aprueba una ley por la cual la propiedad de cada persona debe aparecer completamente asegurada.

3. Pero, por otra parte, ¿cómo se podía esperar una ley así del Legislador que habló con su propia boca a sus discípulos: «No os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni por lo que habéis de vestir, porque todo esto pertenece a los gentiles. Buscad sobre todo el reino de Dios; Todo lo demás encajará por sí solo”.

4. El mismo Legislador dice además: «Las aves tienen sus nidos y las zorras su guarida, pero el Hijo del Hombre no tiene una piedra donde ponerse debajo de la cabeza». En otra página vemos a sus discípulos incluso arrancando espigas en el día de reposo, aparentemente robando. Pero cuando los dueños del campo se quejaron de ello, dime: ¿quién recibió una reprensión y una muy buena reprensión del gran legislador? Sólo tienes que mirar el libro y todo te quedará claro.

5. Además, vemos al mismo legislador en posición de tener que pagar un peaje. ¿Metió la mano en su propio bolsillo? Oh, no, pero Él sabía que un pez en el lago cercano se había tragado un estáter perdido. Pedro tuvo que ir y tomar la moneda de la boca del pez sostenida por el poder del Señor y usarla para pagar el peaje.

6. Pero yo pregunto: De acuerdo a sus leyes de propiedad, ¿el descubridor tiene un derecho discrecional de propiedad sobre cualquier propiedad encontrada de cualquier manera? ¿No debía saber –o no quería saber– el gran legislador que sólo tenía derecho a disponer de un tercio de ese bien encontrado en el pescado, y eso únicamente después del previo anuncio público u oficial de su descubrimiento? Pero no hizo tal cosa. Así que obviamente cometió dos tercios de robo, o malversación de fondos, que es la misma cantidad.

7. Además, se podría preguntar, según los principios jurídicos —suponiendo que sólo muy pocos judíos sabían plenamente quién era en realidad Cristo— quién le había concedido el derecho de quitarle a su dueño el famoso burro y usarlo luego como le pareciera conveniente.

8. Se dirá aquí: Él era el Señor de toda la naturaleza y, de todos modos, todo le pertenecía. – Es verdad, pero ¿cómo entonces habla en términos mundanos que el Hijo del Hombre no tiene piedra, y por otro lado Él mismo dice que no vino a abolir la ley, sino solamente a darle cumplimiento hasta el último detalle?

9. Si siguiéramos su historia, encontraríamos muchos más casos en los que el gran Legislador, según los principios actuales del derecho de propiedad y la explicación jurídica exhaustiva del séptimo mandamiento, actuó claramente en contra de estos mismos principios del derecho. ¿Qué le sucedería a alguien aquí si destruyera un árbol perteneciente a un propietario, o si destruyera una gran piara de cerdos, etc.? Creo que tenemos suficientes ejemplos de los cuales queda más que claro que el gran Legislador le dio a este séptimo mandamiento un significado muy diferente del que desde entonces ha sido inventado por la humanidad codiciosa y egoísta.

10. Se dirá: Esto ahora es completamente claro y evidente; ¡Pero el significado que Él le ha dado todavía se encuentra detrás de un fuerte velo! – Pero yo digo: ¡Ten paciencia! Si hasta ahora hemos esclarecido adecuadamente la falsa interpretación de este mandamiento, seguramente también será fácil encontrar su significado correcto; Porque si alguien puede comprender la naturaleza de la noche, no debería temer tener muy poca luz durante el día.

11. ¿Qué significa entonces, en sentido verdadero y propio, “No robarás”? En el verdadero sentido, esto significa algo así:

12. Nunca abandonarás el orden divino, ni te colocarás fuera de él, ni intentarás usurpar los derechos de Dios.

13. Pero ¿qué son estos derechos y en qué consisten? ¡Sólo Dios es santo y sólo a Él pertenece todo el poder! A quien Dios mismo santifica y le concede poder, lo posee por derecho; Pero quien se santifica y se apodera del poder divino para gobernar egoísta y codiciosamente en su esplendor es, en el verdadero sentido de la palabra, un ladrón, un salteador y un asesino.

14. Por lo tanto, quien con arrogancia y amor propio se exalta por encima de sus hermanos mediante apariencias externas y engaños, ya sean terrenales o espirituales, es quien transgrede completamente este mandamiento. En este sentido, también se enseña aquí a estos niños, y se les muestra de manera práctica, que ningún espíritu debe jamás usar su fuerza y ​​poder inherentes por sí solo, sino siempre sólo en el orden divino.

15. Pero ahora alguien dirá: Sí, entonces el conocido hurto y robo está permitido. – Pero yo digo: tened paciencia, el próximo episodio arrojará luz sobre todo. Pero por ahora contentémonos con saber qué significa robar, y que el Señor nunca introdujo un derecho de propiedad a través de este mandamiento.

Capítulo 84 – Cuándo y cómo los imperios mundiales deben ser privados de sus riquezas robadas y distribuidas entre los pobres. Cómo regular los préstamos y los intereses

(El 6 de octubre de 1843, de las 16.35 a las 18.00 horas.)

1. Ahora bien, puesto que el Señor nunca estableció un derecho de propiedad, y por lo tanto es imposible que haya dado un mandamiento por el cual se deba respetar, especialmente, la riqueza acumulada por tantos usureros avariciosos, y esto ante la infinidad de personas de los más pobres, cabe preguntarse si es posible robar lo que tales usureros han acumulado para sí mismos, contraviniendo la ley divina. Porque según las leyes terrenales, tan pronto como un ladrón es atrapado, le quitan sus bienes robados. ¿No debería tenerse con mayor razón, según la ley divina, el derecho de tomar las riquezas que los más despreciables ladrones y salteadores han acumulado y distribuirlas entre los necesitados?

2. Según la conclusión racional, no hay nada que objetar a esta exigencia desde el principio; Pero el hombre verdadero tiene dentro de sí poderes aún superiores a su intelecto. ¿Pero qué dirán a esta aprobación intelectual?

3. Cuestionemos nuestro amor al prójimo y nuestro amor a Dios. ¿Qué habla de parte de Dios en su espíritu más íntimo y eternamente vivo? Ella no dice nada distinto de lo que dijo el Señor mismo, es decir: «¡Mi reino no es de este mundo!» Y el que ama su vida exterior, perderá su vida interior; Pero el que huye y menosprecia su vida exterior guardará su vida interior. Esto es lo que dice el espíritu interior.

4. No vemos en ninguna parte la exigencia de que confisquemos los bienes de los ricos del mundo. El mismo Señor dice: «Dad al César lo que es del César». Así que no le ordena al joven rico que venda sus posesiones, sino que sólo le da consejos amistosos junto con la promesa de vida eterna.

5. Por tanto, puesto que no encontramos en ninguna parte un mandato del Señor por el cual nos mande expresamente apoderarnos de las riquezas de los usureros, es ciertamente claro que un verdadero cristiano no tiene derecho a apoderarse de los bienes de los ricos. Incluso el que está en mayor necesidad no tiene ningún derecho demostrable ante el Señor para apoderarse de los bienes incluso del ladrón más despiadado en la mayor emergencia; Sin embargo, en caso de una gran emergencia, un pueblo entero tiene derecho a hacerlo.

6. ¿Por qué? Porque entonces el Señor mismo aparecerá entre el pueblo y con ello traerá un juicio justo para los usureros insaciables. Pero nadie debe atreverse a asesinar a los usureros, a los ricos y a los de corazón duro, excepto en las emergencias más extremas, sino que debe tomar de ellos solo la cantidad de sus tesoros más superfluos que el pueblo absolutamente necesita para mantenerse y poder volver a ponerse de pie en el trabajo pacífico.

7. Pero al rico usurero aún debe dejarle lo suficiente para que no padezca necesidad en el mundo; porque esa es su única recompensa por su trabajo. Pero el Señor no quiere castigar a nadie, sino sólo recompensar a cada uno según la naturaleza de su obra.

8. Pero como el rico y el usurero no tienen nada que esperar después de esta vida terrena, es justo y apropiado que ese rico y usurero encuentre la recompensa por su talento allí donde ha trabajado.

9. Además, el Señor no quiere juzgar a nadie por completo en este mundo, para que todos todavía tengan la oportunidad de alejarse voluntariamente del mundo y regresar al Señor. Si a un usurero tan rico le fuesen quitados todas las posesiones, ya parecería estar completamente juzgado; porque se apoderará de él la desesperación y un furor de ira sin fin, en el cual nunca podrá entrar en el camino de la salvación. Pero si le han dejado suficiente riqueza, no está expuesto a ninguna dificultad terrenal por el momento y no parece estar completamente desprevenido por su talento para ahorrar; En segundo lugar, en este estado, como no está completamente juzgado, todavía puede seguir el consejo que el Señor dio al joven rico y así alcanzar la vida eterna.

10. Pero menos aún deberían practicarse crueldades sangrientas en empresas tan extremas por parte de un pueblo profundamente empobrecido; Porque tan pronto como esto suceda, el Señor no trabajará más con el pueblo, y el pueblo no verá bendecidas sus obras. Porque si hoy vence, mañana será derrotado otra vez, y correrá sangre contra sangre. El hombre nunca debe olvidar que todos los hombres son sus hermanos. Todo lo que emprenda, debe hacerlo siempre con un corazón lleno de amor; Nunca debe querer hacer nada malo a nadie, sino siempre sólo algo bueno, especialmente algo que contribuya a la vida eterna en la parte espiritual.

11. Si así piensa, el Señor bendecirá su acción; pero si así lo hace, la maldecirá. Porque si el Señor mismo no quiere ser juez eterno de muerte para nadie, teniendo todo poder en el cielo y en la tierra, y no tiene derecho a preguntar a nadie lo que debe o no debe hacer, mucho menos debe el hombre en la tierra hacer algo según su mala voluntad.

12. ¡Pero ay del pueblo que se levanta contra los ricos y poderosos sin la máxima necesidad! Será castigado severamente por su acto; porque la pobreza es del Señor. El que ama al Señor, ama también la pobreza; ¡Pero la riqueza y el lujo pertenecen al mundo y a Satanás! ¡Quien busca y ama estas cosas del mundo también se ha incorporado a Satanás de la cabeza a los pies!

13. Por lo tanto, mientras un pueblo pueda saciarse sólo a medias una vez al día y aún así mantenerse con vida, tampoco podrá levantarse. Pero cuando los ricos y los usureros se han apoderado de casi todo, de modo que miles de pobres están amenazados con la muerte más obvia por hambre, entonces es el momento de levantarse y dividir entre ellos los bienes extremadamente superfluos de los ricos; Porque entonces quiere el Señor que los ricos sean castigados en gran medida por su vergonzoso amor propio y su codicia.

14. Al final de la discusión sobre este mandamiento, alguien podría quizá preguntarse si el cobro de intereses sobre capitales prestados no es de algún modo también contrario al séptimo mandamiento. Yo digo a esto: si el tipo de interés está fijado por ley en un estado, entonces también es permisible tomar los intereses de los ricos de acuerdo con ese tipo de interés; Pero si alguien presta a un necesitado un capital necesario, no cobrará intereses por ello.

15. Si esta persona necesitada se ha ayudado a sí misma de tal manera con este capital que ahora se encuentra en una posición civilmente cómoda en su negocio, debe tener cuidado de devolver el capital prestado a su amigo. Si por gratitud quiere pagar el interés legal, el prestamista no debe aceptarlo, sino recordarle al deudor que lo distribuya entre sus hermanos más pobres según su capacidad.

16. Pero nadie prestará capital a los muy pobres, sino que todo lo que les dé, se lo dará a todos. Ésta es la voluntad del Señor en este sentido. El que le sigue tendrá el amor del Señor. Puesto que hemos tocado todo lo que concierne a este mandamiento, podemos ahora pasar a la octava sala, donde aprenderemos acerca de un mandamiento que en muchos aspectos se parece a este séptimo.

Octavo Mandamiento

Capítulo 85 – Consideración del Octavo Mandamiento. Cómo pueden mentir los fantasmas

(El 11 de octubre de 1843, de las 16.35 a las 18.00 horas.)

1. Nos encontramos en la octava sala y allí vemos de nuevo, en la placa redonda, familiar de todas las salas anteriores, claramente escrito: «No darás falso testimonio», o lo que significa lo mismo: ¡No mentirás!

2. Este mandamiento puede sonar extraño en el reino de los espíritus puros, ya que un espíritu en su estado puro es incapaz de cualquier mentira. Porque un espíritu no puede hablar de otro modo que como piensa, puesto que el pensamiento es ya su palabra. Y el espíritu en su estado puro no puede, por tanto, decir ninguna mentira, porque es un ser simple y no puede tener ninguna emboscada dentro de sí.

3. Por lo tanto, sólo un espíritu impuro es capaz de mentir cuando se envuelve en la materia. Pero si un espíritu, incluso de naturaleza impura, está libre de su envoltura más grosera, no puede pronunciar ninguna falsedad.

4. Por eso, los espíritus malignos se cubren con todo tipo de formas burdas y engañosas, para poder mentir bajo este disfraz.

5. Así también el conocido Satanás en el Paraíso tuvo que cubrirse con la forma material de una serpiente ante la primera pareja humana, para tener una emboscada dentro de sí mismo y poder pensar y hablar de manera diferente después.

6. Por esta única razón, las personas en la tierra también pueden mentir tantas veces como quieran, porque tienen una emboscada en su cuerpo y desde allí pueden mover la máquina del cuerpo en la dirección opuesta a lo que piensan.

7. Pero esto, como se ha observado, no es posible para los espíritus puros. Cuando hablan con gente terrenal, pueden efectivamente expresarse en correspondencia y entonces no pocas veces decir algo completamente diferente de lo que representa el significado interno de su discurso. Pero eso no significa mentir, sólo significa poner la verdad espiritual en imágenes terrenales que corresponden exactamente a esta verdad.

8. Pero vemos por esto que este mandamiento no es de utilidad para los espíritus, ya que ciertamente carecen de la capacidad de mentir.

9. Pero ¿a quién se aplica este mandamiento? Sé que pronto se llegará a la respuesta y se dirá: Se aplica a los espíritus envueltos en materia y les ordena no utilizar su envoltura de ningún otro modo que en el estado puramente espiritual de su pensamiento y de la voluntad que surge de él.

10. Pero sabemos que este mandamiento, así como todos los anteriores, proviene de Dios, como fuente original de todas las cosas espirituales. Sin embargo, como tal no puede tener sólo una validez material y al mismo tiempo no una validez espiritual.

11. Pero para llegar realmente al fondo del asunto, debemos analizar qué significa realmente “mentir” o “dar falso testimonio”. ¿Qué es entonces una mentira o un falso testimonio? Diréis: Esto es toda una mentira. – Pero yo pregunto: ¿Qué es una mentira? –Quizás alguien pronto dará con la respuesta y dirá: Toda frase que una persona pronuncia para engañar a otro es una falsedad, una mentira, un falso testimonio. – Todo es bueno por fuera, pero no por dentro. Queremos realizar una pequeña prueba para esto.

12. Pregunta: ¿Puede la voluntad pensar? Todo ser humano debe negar esto diciendo claramente: La voluntad es al hombre lo que el animal de tiro es al carro. Probablemente esto tenga la misma fuerza; ¿Pero a dónde llevará el carro sin el conductor pensante?

13. Pregunto además: ¿Puede el pensamiento querer? Volvamos al carro. ¿Puede el conductor, con el mejor sentido común, mover el pesado carro sin la fuerza de tracción de los animales de carga? Todos aquí deben decir: Mil de los conductores más inteligentes pueden presentar todo tipo de principios filosóficos junto a un carro cargado, y, sin embargo, con todas estas espléndidas ideas, no serán capaces de mover el carro de su lugar hasta que estén de acuerdo en sus mentes en que se debe aplicar una fuerza de tracción proporcional al carro.

14. Pero con este ejemplo hemos visto que la voluntad no puede pensar y que el pensamiento no puede querer. Pero si el pensamiento y la voluntad están unidos, la voluntad sólo puede hacer lo que el pensamiento la lleva a hacer.

15. Pero ahora pregunto además: Si el asunto es así, ¿quién de los hombres puede mentir? Ciertamente no la voluntad, porque ésta es algo que siempre está guiado por la luz del pensamiento. ¿Puede el pensamiento mentir? Ciertamente no, es simple y no se puede dividir. Pero ¿es posible que el cuerpo resida en el hombre? Pero cómo el cuerpo podría permanecer como una máquina muerta en sí misma y que solo es estimulada a la actividad por el pensamiento y la voluntad del espíritu a través del alma, eso sería realmente extremadamente notable de descubrir.

16. Pero acabo de descubrir a un psicólogo, concretamente uno de la clase de los dualistas espirituales, que dice: El alma humana es también un ser consciente de sí mismo, pensante, y piensa en parte a partir de imágenes naturales y en parte a partir de imágenes espirituales. Y así pueden formarse en él dos tipos de pensamientos: naturales y espirituales. Puede, pues, pensar los pensamientos espirituales dentro de sí, pero como la voluntad también está a su disposición, puede expresar el pensamiento natural, que es completamente opuesto a la verdad espiritual, en lugar de la verdad que debería expresarse o el pensamiento espiritual. Y si lo hace, está mintiendo o dando falso testimonio. ¿Qué opinas? ¿Es correcta esta conclusión?

17. Tiene, en verdad, apariencia de rectitud, tomada del hombre exterior, pero en la esencia del asunto, sin embargo, es falso; ¿Qué clase de actividad surgiría si, para mover un carro hacia delante y hacia atrás, se quisieran enganchar y emplear el mismo número de caballos de tiro igualmente fuertes, y también conductores para guiar a los caballos?

18. Así como el carruaje aquí nunca se movería de su lugar, seguramente sucedería lo mismo con la vida de un hombre, si se fundase en dos principios vivos opuestos. Eso sería tanto como más 1 y menos 1, que cuando se suman no dan nada.

19. Por lo tanto, debe ser sólo un principio vivo; Pero ¿cómo puede éste mentir y dar falso testimonio?

20. O bien este principio, como se ha demostrado, no puede mentir ni dar falso testimonio, o bien los conceptos de «mentir» y «dar falso testimonio» deben entenderse con un significado completamente distinto al que se ha entendido hasta ahora.

21. Alguien seguramente dirá: Si el asunto se toma de esta manera, entonces toda mentira conocida por nosotros, todo juramento falso, así como toda palabra engañosa, deben considerarse inocentes y practicadas libremente. Bueno, digo yo, no es una objeción tan mala, pero según tu dicho: «El que ríe último, ríe mejor», reservaremos un placer similar para el final.

Capítulo 86 - Explicación del Octavo Mandamiento en su contenido más íntimo

(El 12 de octubre de 1843, de las 16.30 a las 17.35 horas.)

1. Pero para que podamos desentrañar de un solo golpe este nudo gordiano, procederemos inmediatamente a la discusión del concepto principal de este octavo mandamiento.

2. Sabemos que el Señor ha dado a cada espíritu un libre albedrío, y por tanto también un pensamiento libre para iluminar ese libre albedrío. Y este pensamiento en el espíritu es en realidad la visión y la luz del espíritu, a través de la cual puede ver las cosas en su esfera natural.

3. Además de esta luz, que todo espíritu ha recibido en su propia esencia de Dios, tiene también una segunda capacidad: recibir de Dios una luz íntima y santísima; pero no a través del ojo, sino a través de su oído, que en realidad también es un ojo. Pero no es un ojo para recibir las apariencias externas, que son producidas por la voluntad todopoderosa del Señor, sino es un ojo para recibir la luz puramente espiritual de Dios, es decir, la Palabra de Dios.

4. Esto lo podrás deducir ya de tu constitución todavía natural, si tan sólo prestas atención a la diferencia entre lo que ves con tus ojos y lo que oyes con tus oídos. Con los ojos sólo puedes ver imágenes naturales, pero con los oídos puedes recibir rayos de las profundidades divinas más íntimas.

5. Puedes escuchar el lenguaje de los espíritus en la armonía de los tonos, o mejor dicho: puedes escuchar las formas secretas de la creación espiritual más íntima externa y materialmente a través de tus oídos físicos. ¿A qué distancia está el ojo delante de la oreja?

6. Mirad, así también sucede con el espíritu. En virtud de tal dispositivo, es capaz de recibir dos cosas, a saber, las imágenes externas y la verdad interna, esencial.

7. El misterio del libre albedrío reside en esta doble visión.

8. Todo ser humano, ya sea puramente espiritual o aún envuelto en la materia, se sitúa de forma bastante natural entre un ser interior y un ser exterior gracias a esta capacidad. Por eso, puede ver siempre un número innumerable de formas externas, pero al mismo tiempo puede absorber también la misma cantidad de la verdad interior, puramente divina.

9. Con la luz del exterior no capta nada de todo lo que ve excepto la forma externa, y puede por tanto ser el creador de sus pensamientos dentro de sí mismo, precisamente a través de la absorción de estas formas.

10. Con estos pensamientos también puede poner en movimiento su voluntad libremente disponible, como y cuando quiera.

11. Si no usa el otro ojo de la luz divina interior, sino que se contenta y se ocupa sólo de las formas, entonces es un hombre que evidentemente se engaña a sí mismo; porque las formas son apariencias vacías para él mientras no pueda captarlas en su profundidad.

12. Pero si un hombre también tiene la luz interior del Señor y ve, si tan solo quiere, las partes internas de las formas, pero al hacerlo se disfraza y testifica sobre las formas externas de una manera diferente a como ve su alto significado con el ojo espiritual interior, que es el oído, todavía da claramente falso testimonio sobre las formas vistas externamente.

13. Aquí ya hemos discutido desde la raíz lo que significa, en esencia, “dar falso testimonio”. Pero lo principal es que el hombre no debe hablar de la verdad divina dentro de sí mismo de ninguna otra manera que como la percibe dentro de sí mismo.

14. Pero en lo más íntimo la cuestión es ésta: el amor es como la luz de la verdad percibida interiormente directamente desde Dios, y la sabiduría es como la luz irradiada desde Dios a través de todos los espacios infinitos y eternos.

15. Pero si alguien tiene amor, pero no lo aplica, sino que simplemente capta los rayos externos con su luz externa y su voluntad, guiada por esta luz, se extiende cada vez más hacia el infinito, se debilita cada vez más, pero debido a su incursión en todas direcciones, espiritualmente hablando, se hincha cada vez más y también es menos receptivo al amor-verdad-luz interior de Dios.

16. Si así fuera, el hombre se distanciaría cada vez más de Dios y, con cada átomo de su ser, daría un testimonio fundamentalmente falso de la esencia divina, de la que debería ser la imagen perfecta.

17. Por lo tanto, quien oye la palabra divina pero no la sigue, sino que sólo sigue lo que cautiva sus ojos exteriores y con ello excita su voluntad sensual, da falso testimonio con cada paso que da, con cada palabra que pronuncia, con cada movimiento de la mano que hace. Quien quiera hablar la más pura verdad divina, la pura palabra del evangelio, todavía está mintiendo y dando falso testimonio del Señor, porque no actúa conforme a la palabra y a la verdad.

18. Si alguno ora y afirma su devoción a Dios, pero no vive conforme a la palabra del Señor, es un mentiroso en cuanto está caliente y vivo. porque su oración no es más que una fórmula externa, cuyo valor interior se pierde por completo, porque la luz divina interior no se utiliza para iluminar y vivificar el interior de esta forma externa.

19. Es como si alguien contemplase una estrella con el mayor deleite. Pero ¿de qué le sirve todo este deleite y contemplación si no puede ver la estrella en su vecindad inmediata como un mundo maravilloso? Es como un hombre hambriento delante de un armario de pan cerrado con llave. Por más que mire con anhelo y adoración este armario de pan, ¿logrará satisfacerse? Por supuesto que no. Mientras no pueda morder el interior del pan y llevárselo a su estómago, toda la contemplación, veneración y éxtasis delante del armario del pan no le servirán de nada.

20. Pero ¿cómo puede uno abrir el armario del pan de la verdadera piedad dentro de sí mismo y estar satisfecho con él? Ciertamente no es diferente a cuando uno usa los medios más íntimos dentro de sí mismo y así se dirige de acuerdo a la verdad escuchada de Dios. De las formas percibidas externamente, sólo se utiliza activamente aquella que se ha encontrado en completo acuerdo con la luz más interna y, por tanto, divinamente verdadera. En el momento en que esto no sucede, todo lo que el hombre hace y emprende es un falso testimonio acerca de la verdad divina interior y, por tanto, una mentira flagrante para todo prójimo.

21. Por eso dice el Señor: «Quien ore, que ore en espíritu y en verdad». Y: «Cuando ores, ve a tu aposento». Y también: «No pienses en lo que vas a decir, pero en el momento oportuno te será dado».

22. Aquí se indican claramente los pensamientos externos, que no son verdad en sí mismos porque son pensamientos; porque la verdad es interior, es el motivo para actuar conforme a la Palabra de Dios, y siempre se revela antes que un diluvio posterior de pensamientos vacíos.

23. Por consiguiente, cada uno debe orientarse también según esta verdad interior y actuar en consecuencia. De esta manera conectará cada vez más sus pensamientos con esta luz interior y alcanzará así la unidad dentro de sí mismo y, por tanto, la semejanza divina, en la que entonces será eternamente imposible para él cometer una mentira.

24. Pero es evidente que quien habla diferente de lo que piensa y actúa diferente de lo que habla y piensa es un mentiroso; Porque tal persona ya está completamente enterrada en la materia más externa y grosera y ha privado a su espíritu de toda forma divina. Así que este mandamiento también se explica aquí a estos estudiantes en su significado más íntimo. Y como sabemos esto, podemos pasar inmediatamente a la novena sala.

Noveno Mandamiento

Capítulo 87 - El noveno mandamiento. Derecho de propiedad y derecho de uso

(El 17 de octubre de 1843, de las 16.35 a las 19.00 horas.)

1. Ya estamos en la novena sala y allí vemos nuevamente nuestra placa redonda en la que está escrito:

2. "No codiciarás la propiedad de tu prójimo: su casa, su buey, su asno, su campo, ni nada que en él crezca."

3. Cuando consideramos este mandamiento aquí, obviamente debemos perdernos en los mismos juicios y sufrir la misma crítica que ya hemos encontrado en el séptimo mandamiento. Porque aquí también se trata de propiedad, donde no se debe desear nada de lo que, por supuesto, uno u otro se ha apropiado legalmente para sí.

4. ¿Quién no volvería inmediatamente a la pregunta y diría: ¿Cómo pudo darse este mandamiento al pueblo de Israel en el desierto, cuando allí nadie tenía ni casa, ni buey, ni asno, ni terreno, ni cosecha alguna en él? Bastaría con imaginar que el pueblo israelita tenía esta propiedad entre sí. Y en el mejor de los casos podría significar esto: si tu vecino imagina que posee algo similar, no debes imaginar también que posees algo similar, o incluso que la imaginación de tu vecino es la tuya, como si fuera seriamente de tu propiedad o como si al menos quisieras poseerla como tuya.

5. Pienso que no serán necesarios demasiados juicios críticos para reconocer a primera vista la extrema ligereza de semejante mandamiento. Un mandamiento debe existir siempre sólo para asegurar una cierta realidad real, cuya pérdida debe interesar a todos. Pero lo que un arquitecto de castillos en el aire pierde contra otro arquitecto de castillos en el aire, si este último tuviera seriamente la ilegal audacia de construir castillos en el aire similares a su compañero, creo que para sopesar un daño tan enorme sería necesaria una escala de cabello horriblemente tangible, extremadamente etérea, fina y fantasmal. Si bien según la opinión de cierta secta en la Tierra, el Arcángel Miguel está seriamente equipado con tales instrumentos en abundancia, estoy sin embargo firmemente convencido de que ciertamente carece de un instrumento de medición de peso tan extremadamente sensible.

6. Pero lo he señalado aquí únicamente para dejar lo más claro posible que una posesión puramente imaginaria carece completamente de sentido. Pero si es así, ¿de qué sirve semejante mandamiento, que de ningún modo puede pretender asegurar la propiedad de otro, cuando nadie posee una propiedad semejante, que, según este mandamiento, no se debe desear?

7. Pero aquí se objetará y se dirá: El Señor previó que con el tiempo los hombres crearían un derecho de propiedad entre sí, y a este respecto en esta ocasión ya había emitido un mandamiento de antemano por el cual se aseguraría la propiedad futura de los hombres y nadie tendría un derecho recíproco a apropiarse de la propiedad de su prójimo en forma alguna. – ¡Ese sería un lindo final! Pienso que no se podría infligir fácilmente mayor deshonra al amor y a la sabiduría divinos que con un juicio así.

8. El Señor, quien seguramente advertiría sobre todo a todo hombre contra la adquisición de nada en la tierra, el Señor ante quien toda riqueza terrenal es una abominación, ¿debería haber emitido un mandamiento para beneficio y estímulo de la codicia, el amor propio, la usura y la avaricia, un mandamiento que seguramente despertaría envidia mutua?

9. Creo que no será necesario desperdiciar más palabras aquí; porque lo absurdo de tal exégesis es demasiado obvio a los ojos de todos para requerir una explicación larga.

10. Pero para que el asunto quede claro incluso para los más ciegos, pregunto a todo jurista erudito: ¿Cuál es la base originaria del derecho de propiedad? ¿Quién le dio al primer ser humano el derecho a poseer algo? Supongamos una docena de emigrantes en una región todavía deshabitada. Lo encuentran y se establecen allí. ¿Con base en qué título y documento de propiedad pueden tomar posesión de dichas tierras como su dueño y establecerse allí como sus dueños legales?

11. Ya sé lo que se dirá aquí; nada más que “Primo occupanti jus”. [“Quien llegue primero tiene el derecho fundamental.”] – Bien, digo, pero ¿cuál de los doce emigrantes tiene más o menos derecho a la tierra recién descubierta? Se dirá: En rigor, tiene más derecho quien inició la emigración o quien vio por primera vez este país desde la cubierta de un barco. Ahora bien ¿qué tiene el instigador sobre los demás? Si no se hubieran mudado con él, seguramente se habría quedado en casa. ¿Qué tiene el primer espectador sobre los demás? ¿Para tener una vista más aguda que los demás? ¿Deberían otros verse perjudicados por esta ventaja que sólo le beneficia a él? ¡Ojalá que esto sea juzgado un poco injustamente! Seguramente los doce deben tener iguales derechos de propiedad sobre esta tierra.

12. ¿Qué tendrán que hacer para hacer realidad su derecho igualitario de propiedad sobre estas tierras? Tendrás que dividirlo en doce partes iguales. ¿Pero quién no reconoce inmediatamente la discordia en esta división? Porque seguramente A le dirá a B: ¿Por qué he de tomar posesión de esta parte de la tierra, que a mi juicio es manifiestamente peor que la tuya? – Y B le responderá por la misma razón: Pero no veo por qué debería cambiar mi parte de tierra por la tuya. – De esta manera, podremos dejar que nuestros doce colonos dividan la tierra durante diez años, y no viviremos para ver que la división sea totalmente aceptable para todos.

13 Pero quizá los doce se pondrán de acuerdo entre sí y tomarán la tierra como posesión común; Si es así, ¿puede emitirse un mandamiento que asegure la propiedad entre los Doce? ¿Puede alguien quitarle algo a otro cuando toda la tierra pertenece a todos por igual, incluidos sus productos, de los cuales cada uno puede tomar según sus necesidades sin tener que cobrar a nadie por ello?

14. En el primer caso, es evidente que la creación de derechos de propiedad no es fácilmente concebible. Para comprobar si esto es así, basta con observar a los primeros pobladores de ciertas regiones de nuestro propio país, como por ejemplo: B. sobre el llamado clero monástico, que eran en cierto sentido los primeros colonos de una zona. Si hubieran podido hacer frente a la división y la hubieran considerado buena, ciertamente no habrían creado a partir de ella una propiedad común.

15. En resumen, hagamos lo que hagamos, no podemos encontrar ningún derecho de propiedad original en ninguna parte. Y cuando alguien viene con su “primer ocupante”, pregunto si el post-ocupante (el propietario posterior) debería ser asesinado inmediatamente después de su aparición en el mundo, o se le debería permitir morir de hambre lentamente, o se le debería expulsar de este país, o se le debería dejar en manos de los primeros ocupantes (los propietarios originales), y al mismo tiempo imponerle el último mandamiento contra los primeros ocupantes.

16. Creo que bien podría preguntarse por qué tal ocupante posterior debería ser convertido en chivo expiatorio de los ocupantes primarios en su primera aparición, de la cual no es responsable, mientras que los primeros nunca pueden pecar unos contra otros de esta manera. ¿Qué abogado puede demostrar que tal comportamiento es legalmente vinculante? Pienso que sólo haría falta crear un abogado de Satanás que fuese capaz de demostrar esto; Porque para cualquier persona que piense incluso moderadamente correcta y justamente, tal prueba legal sería virtualmente imposible.

17. Pero ya veo que se dirá: En las primeras colonizaciones de un país, no puede haber ciertamente un derecho recíproco de propiedad entre los colonos, especialmente si han convenido en repartir entre ellos la propiedad común. Pero entre las colonizaciones, que son las primeras formaciones de Estados, el derecho de propiedad surge ciertamente tan pronto como se han establecido mutuamente como existentes.

18. Bueno, digo yo; Si este es el caso, entonces por el momento cada colonia debe demostrar que tiene un derecho de propiedad original. ¿Pero cómo puede hacer eso cuando sólo tiene derecho de uso del Señor, pero ningún derecho de propiedad?

19. El derecho de uso tiene su documento en el estómago y en la piel. Pero ¿dónde entra en juego el derecho de propiedad, sobre todo si tenemos en cuenta que todo ser humano, sea indígena o extranjero, lleva en su estómago y en su piel el mismo certificado divino, plenamente válido, de uso que el indígena? Si se dice: El derecho de posesión tiene su base originaria en el derecho de uso, entonces esta afirmación suprime ciertamente toda propiedad especial, porque todos tienen el mismo derecho de uso. Pero si le das la vuelta a la cuestión y dices: El derecho de posesión te da el derecho a usar, entonces solo puedes decir el viejo dicho legal: “Potiori jus” [el derecho del más fuerte], que en otras palabras significa: mata a tantas personas que tengan el derecho a usar como para que solo tú puedas apropiarte completamente de un pedazo de tierra con la fuerza de tu puño.

20. Si algún propietario extranjero del derecho de uso de la tierra aún deseara disputar su propiedad, ganada con tanto esfuerzo, según su derecho divino a usarla, entonces elimínelos diligentemente, o al menos, en el mejor de los casos, conviértalos en sujetos pasivos, para que trabajen para usted con el sudor de su frente en su propiedad ganada con tanto esfuerzo y usted pueda entonces evaluar su derecho a usarla a su antojo. Quien quiera que se presente y me muestre otro derecho de posesión; ¡En verdad, le daré toda mi salvación y me permitiré ser el ciudadano más necesitado de la tierra!

21. ¿Quién puede, desde una perspectiva divina, justificar la guerra? ¿Que es él? Nada más que un cruel acto de violencia, quitar a las personas el derecho de uso e introducir por la fuerza un derecho de propiedad en su lugar, es decir, destruir la ley divina e introducir en su lugar una ley infernal.

22. ¿Quién, pues, podría esperar de Dios una ley que aboliera la ley divina original del uso, que es claramente evidente en el ser de cada uno, y que en su lugar estableciera con poder y autoridad divina una ley infernal de propiedad? Creo que lo absurdo de esta afirmación es tan claro y obvio como la luz del día, incluso para una persona terminalmente ciega, y puede comprenderse con manos enguantadas.

23. Pero de aquí se desprende claramente que esta ley debe tener ciertamente un significado diferente del que se representa a sí misma, puesto que sólo asegura la propiedad. Como ley divina, debe ser válida para siempre en todos los cielos desde lo más profundo del orden divino. Pero ¿dónde en el cielo alguien posee casas, bueyes, burros y campos? En el cielo sólo hay quienes tienen derecho a usarlo, y sólo el Señor tiene el derecho de posesión. Por tanto, pasaremos inmediatamente al verdadero significado de esta ley.

Capítulo 88 - El derecho de posesión derivado del derecho colectivo conduce a un gobernante único

(El 14 de octubre de 1843, de las 16.30 a las 18.30 horas.)

1. Antes de pronunciar la sentencia completa, sin embargo, será necesario hacer algunas observaciones preliminares, que pretenden silenciar a muchos glotones legales y predicadores excesivamente eruditos del derecho internacional. Porque podrían, por ejemplo, derivar el derecho de propiedad del derecho de cobro, lo que al menos parecería darles ventaja sobre nosotros. Por eso queremos afianzarnos también en este punto.

2. Sin embargo, no se puede negar que toda persona debe tener el derecho a cobrar antes que el derecho a usar. Porque si alguien no obtiene una cosa y la prepara con sus manos y con su fuerza, no puede hacer valer su derecho de uso. Porque así es, antes de que alguien quiera llevarse una manzana a la boca, tiene que cogerla del árbol o de la tierra.

3. También deberá presentar varios documentos divinos para tener derecho a cobrar. El certificado No. 1 son los ojos. Tiene que usarlos para ver dónde está algo. El documento No. 2 son los pies. Con estos tiene que moverse hacia donde hay algo. Y el documento número 3 son las manos. Con ellos tiene que extender la mano y tomar lo que hay. Así pues, según este documento, el hombre tiene derecho a cobrar del Señor como su propiedad indiscutible.

4. Pero ¿no podría decirse aquí: ¿No es esto enteramente propiedad de aquel que, según su derecho divino de recolección, lo ha reunido para su propio uso? Ahora bien, ¿tiene alguien más derecho a dirigir sus manos o sus deseos conforme a lo que ha recogido su prójimo? –Porque evidentemente un derecho condiciona al otro. Si tengo el derecho natural de uso del Creador, que está escrito en mi estómago y en mi piel, entonces debo tener también el derecho de cobro, porque sin el derecho de cobro no puedo satisfacer el derecho de uso.

5. Pero ¿de qué sirve el derecho a cobrar si no me asegura el bocado que llevo a la boca? Porque, como cada uno tiene derecho a tomar de mi mano la manzana que he cogido con mi mano de acuerdo con mi derecho a recogerla, porque quizá sea demasiado perezoso para cogerla él mismo, entonces yo renuncio evidentemente a mi derecho a usarla y debo, me guste o no, morir de hambre.

6. Es necesario, pues, que el derecho de cobro pueda al menos reivindicar la propiedad de lo recogido, pues de lo contrario no puede considerarse honestamente ningún derecho de uso.

7. El derecho de cobro está vinculado al derecho de preparación y producción. Pero si no se me permite ejercer un derecho de propiedad completo sobre lo que he preparado y fabricado, entonces toda mi energía es en vano y me veo obligado, en primer lugar, a comer todas las cosas comestibles crudas de alguna manera secreta y, en segundo lugar, a andar siempre desnudo. Porque si yo hago un vestido para mí y otro, que es demasiado perezoso para realizar esa tarea, me lo quita según su derecho de uso, la pregunta es: ¿qué tipo de expresión debe hacer mi propio derecho de uso acerca de esto?

8. Si construyo una casa en una región más fría y no tengo derechos de propiedad sobre ella según el derecho de recolección y fabricación, la siguiente empresa puede expulsarme de la casa y ejercer su derecho de uso en mi lugar.

9. De aquí se desprende claramente que, junto con el derecho natural de adquisición, debe concederse a la persona económicamente activa un cierto derecho de propiedad prerrogativa, ya que sin ese derecho de propiedad, puramente tomado y considerado, no puede siquiera concebirse la posible existencia de ninguna sociedad humana.

10. Pero si ahora se concede como completamente válido el derecho de recolección y preparación, entonces un pedazo de tierra en el que he cultivado una semilla, como un árbol que he plantado y cultivado, debe asignárseme prerrogativamente como propiedad.

11. Pero preguntemos además: ¿Quién puede responderme a esta pregunta sobre el origen de una colonia? El asunto es fácil de explicar. Los colonos eligen entre ellos un jefe que esté libre de toda codicia y al mismo tiempo sea el más sabio. Le conceden el derecho a distribuir y, por tanto, también a aceptar la responsabilidad, bajo juramento de protección mutua de defender y cumplir su decisión, según la cual uno u otro disidente será repelido por el pueblo amante del orden dentro de los límites de la decisión del jefe. Los medios, cómo o mediante qué medios no son importantes, porque éstos pueden y deben ser determinados sólo en función del grado de rebeldía y luego manejados.

12. ¿Quién no ve aquí, a primera vista, la subordinación y el primer fundamento monárquico de un Estado? Pero, ¿quién no ve también que, desde el momento en que el derecho a recolectar, adquirir y preparar está sistemáticamente vinculado a un derecho prerrogativo de propiedad, entonces nadie puede restringir el derecho a recolectar, adquirir y preparar sobre la base de la propiedad que se le ha concedido? Por el contrario, el jefe a cargo debe preocuparse principalmente de alentar a sus seguidores tanto como sea posible para que trabajen diligentemente en la recolección y preparación de sus propiedades especialmente asignadas. Y cuanto más adquiere alguien sobre su propiedad mediante la diligencia, más cómodo se siente al poder garantizar su derecho de uso sin restricciones.

13. Pero una vez establecido este derecho de propiedad necesario para asegurar el derecho de recolección, adquisición y uso, este derecho implica necesariamente el derecho de custodia; porque sin este derecho nadie es propietario prerrogativo de la propiedad que le asigna el patrón.

14. Sin embargo, este derecho de pastoreo requiere primero un estudio preciso de la propiedad. Sólo una vez establecidos los límites puede cada propietario comenzar a ejercer su derecho de protección o el derecho a defender su propiedad.

15. Sin embargo, este derecho de tutela no puede ejercerse sin tutores autorizados. Por lo tanto, es necesario crear militares que tengan el derecho ilimitado de asegurar completamente las fronteras de cada país. Por tanto, deben tener derecho a una ejecución, lo que equivale a un derecho de castigo o de pena. Pero ¿quién debería dirigir a estos soldados? Ciertamente nadie menos que el jefe que dirige toda la colonia.

16. Aquí, pues, tenemos el surgimiento necesario de la clase militar, pero al mismo tiempo también el establecimiento de un poder ilimitado del jefe, que ahora puede mandar a través de los soldados y sancionar sus órdenes.

17. Llegados a este punto, ¿quién puede todavía levantarse y decir: Las constituciones actuales no se basan en esta ley divina? Sí, a un crítico todo le parece bien, pero aún así no puede comprender el derecho de soberanía del monarca. Pero yo digo: Si lo primero se ha probado de esta manera, que es mucho más difícil, entonces el derecho de soberanía de un monarca puede probarse con un dormilón. –Queremos ver.

18. Ahora bien, si, en virtud de la sabiduría del jefe, todo es de su propiedad, y si este dispone de soldados siempre dispuestos a proteger la propiedad de los colonos, ¿no tiene el jefe un doble derecho a pedir a los colonos que han sido bendecidos por su sabiduría y a decir: «Estoy entre vosotros, os he provisto con mi sabiduría, y me habéis hecho jefe precisamente porque habéis sabido que soy el menos codicioso de vosotros»?

19. Por eso he repartido la tierra equitativamente entre vosotros, y ahora protejo vuestra propiedad con mi sabiduría y con los soldados sabiamente guiados. Pero cuando se trató de distribución, me olvidé de mí mismo por mi falta de codicia. Pero seguramente comprenderás, si te preocupa mi constante y sabia guía, que no puedo vivir del aire. ¿Con qué tendré que mantenerme después para poder vivir? Por ahora no tengo tiempo para recopilar, ya que debo utilizar mi tiempo para pensar constantemente en cómo desea asegurar continuamente su propiedad.

20. Por tanto, comprenderéis que el obrero fiel es digno de su salario. Decreto, pues, que acordáis juntos proporcionarme un sustento con cargo a vuestras propias disposiciones de propiedad, y puedo exigiros esto con mayor derecho, porque la preservación de vuestro mutuo derecho de prerrogativa de propiedad depende únicamente de mi preservación. Pero además de mi conservación, también es necesario el otro mantenimiento de la fuerza militar, que salvaguarda vuestras propiedades, pues ellos tampoco tienen tiempo para trabajar mientras tienen que custodiar en buen orden vuestras fronteras.

21. Por lo tanto, su propia seguridad y bienestar deben dejarles claro que yo y las fuerzas armadas estamos indefensos en relación con ustedes, y que cada uno de ustedes, para la base sólida de su propio bienestar, tendrá que someterse a cierto control por mi parte.

22. Esta exigencia declarada parece a todos los colonos como perfectamente legal y justa, y están contentos de cumplirla. Y de esta manera el jefe ha afirmado ya su primer derecho natural, si no supremo, al menos el de copropiedad, sobre todos los colonos.

23. Pero entre el derecho de propiedad conjunta y el derecho de propiedad superior hay una distancia tan pequeña que hasta el niño más pequeño puede meter la mano en el bolso del otro. Porque al jefe sólo le falta decir: ¡Mis queridos colonos! No puede ser que usted desconozca que en algún lugar frente a nosotros se ha establecido otra colonia del mismo modo. Pero para protegernos de ello, debéis reconocerme incondicional y universalmente el derecho a que, como vuestro jefe, debo, en cierto sentido, ser el dueño supremo de vuestra propiedad en caso de emergencia, y en tal caso, debo ser capaz de fortificar las fronteras exteriores según mi sabio juicio, y debo tener el derecho, en vuestro nombre y para vuestro beneficio, de negociar apropiadamente con una nación extranjera, si fuera más poderosa que nosotros.

24. Además, ustedes, como colonos que necesitan mi guía, también deben comprender, por la razón más sensata, que yo, como su cabeza, debo primero haber construido un lugar permanente en medio de ustedes, en el cual yo, como su cabeza, pueda protegerme y mantenerme, especialmente para su preservación. Y en segundo lugar, para mi seguridad, calculada para vuestro beneficio, no sólo es suficiente que me construyáis una casa, sino también un número razonable de otras casas alrededor de mi casa para alojar al personal militar y de guardia que depende únicamente de mi dirección, es decir, h. En otras palabras, debéis construirme una morada permanente en medio de vosotros, en la que estaré completamente seguro, tanto de posibles ataques extranjeros como, en ciertos casos, de los propios.

25. Vemos aquí con toda claridad cómo el monarca se erige necesariamente en el dueño supremo de un país. Pero esto todavía no es suficiente. Queremos escuchar otras razones, y esto de boca del propio fundador, pues dice además:

26. Mis queridos colonos, he presentado a vuestro entendimiento la razón más convincente para establecer un hogar permanente para mí en medio de vosotros. Así que tendrías la primera razón. Pero escúchame el segundo punto: el terreno es extenso; Me es imposible estar en todas partes, por eso os examinaré y nombraré a los más sabios entre vosotros como mis funcionarios y representantes en todo el país. Todos deben, pues, a estos representantes la misma obediencia hacia su propio bien, como la que me deben a mí.

27. Sin embargo, si estos funcionarios elegidos cometen alguna supuesta injusticia contra alguno de los súbditos de mi sabio gobierno, cada uno tiene derecho a presentar su queja ante mí, donde puede estar seguro de que recibirá justicia plena según las circunstancias del caso. A cambio, sin embargo, debe darme, por su propio bien y para evitar cualquier disputa, la más fiel y concienzuda garantía de que se someterá voluntariamente a mi juicio final sin la menor objeción. En el caso contrario, para el bien de todos, debo también tener la seguridad del derecho indiscutible de todos a obligar a tal rebelde, contra mi juicio final, a obedecer mi voluntad mediante el castigo. ¡Sólo cuando todo esto esté establecido y gestionado en orden seréis un pueblo verdaderamente feliz!

28. Vemos aquí un segundo paso derivado de todos los anteriores: el nº 1 al gobierno único y el nº 2 a la posesión soberana de todo el país. Y así habríamos exhibido la primera razón perfecta, establecida en la naturaleza de la cosa, como irrefutable de esta manera. Esta razón puede llamarse la natural, la necesaria, derivada de la sociedad humana. Pero alguien dirá: Todo esto es en sí mismo tan naturalmente correcto como es cierto que el hombre necesita ojos para ver y oídos para oír. Pero miramos a estos colonos, que todavía son bastante rudimentarios en sí mismos, y los vemos serios, muy activos y completamente obedientes a su líder.

29. Pero es precisamente debido a esta obediencia que los colonos comienzan a temer cada vez más a su líder a medida que pasa el tiempo. Y en este temor, ahora uno, ahora otro se pregunta a otro: Pero ¿por qué es que este hombre entre nosotros es tan extraordinariamente inteligente, y todos nosotros somos considerados como verdaderos tontos frente a él? Esta pregunta, por pequeña y discreta que pueda parecer a primera vista, es de extraordinaria importancia, y su respuesta da el sello inviolable del cargo a la circunstancia del gobierno único y de la soberanía de un monarca. Algunos dirán de antemano que esto suena extraño, pero con un poco de paciencia veremos inmediatamente el asunto desde otra perspectiva.

Capítulo 89 – Observar sólo la letra del noveno mandamiento conduce a un gran sufrimiento. La atención al sentido espiritual, sin embargo, conduce a una gran salvación.

(El 16 de octubre de 1843, de las 16.15 a las 18.15 horas.)

1. Mira, hasta ahora hemos visto todo lo que se desarrolla a partir del fundamento de la naturaleza; Pero hasta ahora no ha habido motivo para una sanción divina superior, por la cual únicamente el hombre en la tierra, especialmente en su simple estado de naturaleza, es guiado a la observancia inquebrantable de todo lo que le ha sido impuesto como deber por su superior.

2. Cuanto más sabiamente dirige a su pueblo un monarca primitivo al principio, y cuanto más convencido esté el pueblo por sus éxitos de que el líder es realmente sabio, más comenzarán a preguntarse unos a otros: ¿De dónde saca este hombre su sabiduría y de dónde sacamos nosotros nuestra estupidez? El pueblo aún sabe muy poco o nada sobre Dios, pero el líder ya tiene ideas más o menos buenas al respecto.

3. ¿Qué debe hacer ahora, cuando el pueblo se encuentra en el mayor orden posible en los aspectos naturales, especialmente cuando ha aprendido estas cuestiones de muchos lados? Convoca a los más comprensivos, les proclama un ser supremo que todo lo creó y todo lo gobierna, y luego, en respuesta a muchas preguntas, les dice que tiene la sabiduría orientadora para su beneficio directamente de tal ser supremo, y les muestra, como pueblo extremadamente devoto, con la mayor facilidad del mundo, en primer lugar, la existencia innegable de una deidad suprema que crea, sostiene y gobierna todo, y que es precisamente de esta deidad que se otorga una sabiduría profunda solo a aquellos a quienes había creado para la bendita guía de los pueblos.

4. Esto significa algo así como: “Por la gracia de Dios”, o como dicen los romanos: “Favente Jove”. Una vez dado este paso, el único gobernante y dueño supremo está completamente preparado y se sienta completamente seguro en su centro gobernante, apoyado por una necesidad naturalmente poderosa y espiritualmente aún más poderosa.

5. Todo aquel que haya pasado por todo esto tan a fondo debe decir finalmente: En verdad, no hay un solo átomo de objeción a todo esto, pues todo está tan estrechamente conectado con los primeros documentos del derecho natural de cada ser humano, que no se debe cortar el más mínimo hilo en ello, para no destruir una sociedad humana feliz hasta sus mismos cimientos. Porque por mucho que se quite de esto, el defecto pronto empezará a manifestarse en los primeros principios naturales de cada ser humano.

6. Pero si la cosa es así, se sigue claramente que el Señor del cielo y de la tierra no ha establecido con este noveno mandamiento nada más que la completa seguridad de una propiedad definida para sostener los primeros principios de la ley natural. Así que no puede haber otro significado detrás del mandamiento que el que sus palabras indican.

7. Pues si se quiere o se puede dar a este mandamiento otro sentido, se suprime con ello el fundamento principal de la primera unión civil de derecho natural, sancionada por un ser supremo. El derecho de propiedad, al ser abolido, abolió necesariamente los documentos originales anteriores de todo ser humano, y nadie puede recolectar o producir nada a partir de ellos. Si no puede hacer esto, su estómago y su piel perecerán, y el hombre estará en peor situación que cualquier animal. Quitando el sentido literal de este mandamiento, se elimina de antemano todo líder dirigente y la humanidad se encuentra en su primer estado de naturaleza más salvaje y caótico, hundida por debajo del reino animal.

8. Así es, mis queridos amigos y hermanos. Hemos visto hasta ahora que al presentar el sentido espiritual interno, en ninguna parte se ha violado el sentido natural externo en su justo efecto externo. Hemos visto también que por ignorancia del sentido interior un mandamiento determinado se observa o se ha observado con gran dificultad o, con frecuencia, sólo en una tercera parte de su extensión y, a veces, no se observa en absoluto.

9. Pero si se reconoce un mandamiento según su significado interno, entonces la observación natural se produce por sí sola, como si alguien sembrara una buena semilla en la tierra, y de ella surgiría por sí sola la planta fructífera, sin que el hombre tuviera que recurrir a ninguna otra manipulación que, de todos modos, no conduciría a nada.

10. Y lo mismo ocurre con este mandamiento. Si se reconoce y se observa interiormente, todo lo externo que toca el sentido de la letra cae fuera de sí según el buen orden divino. Pero si esto no es así, si uno se aferra sólo al significado externo, entonces con ello se eliminan todos los documentos legales originales del hombre. Los gobernantes se convierten en tiranos y los súbditos en avaros y usureros, y la piel de los mansos se estira sobre el tambor militar o los burros bondadosos de los súbditos se convierten en los juguetes engañosos de los poderosos y usureros.

11. Las consecuencias de esto son levantamientos populares, revoluciones, trastornos totales y destrucción de estados, enemistad mutua entre los pueblos, seguida de guerras sangrientas prolongadas, hambre, peste y muerte.

12. Pero ¿cuál es, entonces, el significado mediante cuya observancia todos los pueblos deben encontrar su indestructible felicidad temporal y eterna? Así que es muy corto:

13. Respetad a los demás por verdadero amor fraternal, y que nadie envidie a otro si ha sido más favorecido por Mí, el Creador, a causa de su mayor amor. Pero que el más misericordioso permita que las ventajas resultantes beneficien a todos sus hermanos como hermanos tanto como sea posible, y así estableceréis entre vosotros una unión eterna de vida, que ningún poder podrá jamás destruir.

14. ¿Quién no ve a primera vista, en esta presentación de este mandamiento, que al observarlo no se desvía ni un ápice del sentido de la letra? Y qué fácil es observar este mandamiento naturalmente, si uno lo observa espiritualmente. Porque el que respeta a su hermano en su corazón, respetará también sus colecciones e instituciones. Por la observancia espiritual de este mandamiento se previene toda usura y toda avaricia excesiva, las cuales, sin embargo, sólo encuentran su representante o defensor sancionado en el solo sentido de la letra. Un poco de reflexión arrojará todo esto más luz.

Capítulo 90 - La justa medida de alimento, vestido, casa y propiedad por persona

(El 19 de octubre de 1843, de las 16.30 a las 18.00 horas.)

1. En todo esto, como en el mandamiento, no se designa en absoluto espiritual ni naturalmente como pecaminoso o defectuoso que alguien se apropie de lo que ha reunido y hecho con sus manos para sus necesidades, y esto hasta tal punto que su prójimo no tenga derecho a disputar tal derecho de propiedad de ninguna manera. Por el contrario, cada uno encuentra en ella sólo una seguridad completa de su propiedad adquirida legalmente.

2. Pero en todo lo dicho, como en el mismo mandamiento, se manda a cada uno una sabia limitación del derecho a cobrar. Pero que el mandamiento pretende tener esta finalidad en un sentido natural, incluso de orden divino, lo puede demostrar más claramente desde los primeros documentos del derecho originario de propiedad que son innatos a todo ser humano. ¿Pero cómo? Queremos ver eso de inmediato.

3. ¿Cuánto exige en justa medida la primera autoridad jurídica del hombre, es decir, el estómago? Cualquier persona que come con moderación seguramente podrá distinguir esto hasta el último detalle. Supongamos que una persona que come moderadamente necesita tres libras de comida al día; Se puede calcular fácilmente que son trescientos sesenta y cinco días. Se trata pues de una necesidad humana natural. Esta cantidad la podrá cobrar él mismo cada año. Si tiene esposa e hijos, puede reunir la misma cantidad para cada persona y ha actuado completamente de acuerdo con su ley natural. A una persona que come mucho y tiene que realizar un trabajo especialmente pesado se le permite comer el doble sin ninguna restricción.

4. Si esto se observa universalmente, la tierra nunca tendrá que quejarse de miseria. Porque el Señor ha dispuesto su tierra fértil de tal manera que, con un cultivo y una distribución adecuados de la tierra, doce mil millones de personas pueden encontrar un sustento perfectamente suficiente. En la actualidad, sin embargo, apenas hay más de mil millones de personas viviendo en la Tierra, y entre ellas hay setecientos millones de personas necesitadas.

5. ¿Cuál es la razón de esto? Porque las condiciones de esta ley divina, que está fundada en la naturaleza de cada ser humano, no se llevan a la práctica viva.

6. Pero vayamos más allá. También se puede medir muy fácilmente la altura de una persona y cuánto necesita cubrir su piel. Sin embargo, a cada persona se le permite cubrirse cuatro veces, dependiendo de la época del año. Este es el estándar natural para la recolección y preparación de materiales de confección. Pero añadiré otra cantidad más para la ropa exterior y cuatro veces más para la ropa interior, por cuestiones de limpieza.

7. Si se observa esta norma, no habrá una persona desnuda en toda la superficie de la tierra. Pero cuando se construyen en la tierra enormes fábricas de ropa que compran todos los materiales de vestir en su estado original a los precios más exorbitantes, y luego fabrican con ellos una cantidad innumerable de ropa que es mucho más lujosa que útil, y solo después venden estas, en su mayoría a precios exorbitantes, a la pobre raza humana, y además tanta gente rica, especialmente mujeres, compra más de cien cambios de ropa en el transcurso de diez años, entonces este equilibrio natural se altera de la manera más extrema, y ​​de mil millones de personas, ¡al menos seiscientos millones tienen que andar desnudos! Pero sigamos adelante.

8. ¿Qué tamaño debe tener una casa para albergar honesta y cómodamente a una pareja de personas con sus familias y los sirvientes necesarios? Vaya al campo y compruébelo usted mismo y seguramente se dará cuenta de que para un alojamiento tan justo y cómodo no es necesario encontrarse en castillos y palacios con cien habitaciones.

9. Todo lo que está más allá de tal relación es contrario al orden de Dios y, por tanto, contrario a su mandamiento.

10. ¿Qué tamaño debe tener una propiedad? Tomemos un país moderadamente tolerable. Con un cultivo moderado, y de hecho en un área de mil brazas cuadradas, una persona puede obtener un año de vida completamente suficiente, incluso en la mediana edad. Si el suelo es bueno, permitimos el doble de la cantidad de tierra intermedia para una persona. Tantas personas como sea la casa familiar, tantas veces está permitido por ley natural tomar posesión de tan determinada superficie de terreno. Pero queremos ser bastante generosos en nuestra medida y dar el doble ad personam [para la persona] y también determinar esto como completamente aprobado por Dios en la ley natural. Si las tierras se distribuyeran de esta manera, más de siete mil millones de familias en la superficie de la tierra también podrían encontrar su propiedad de la tierra completamente segura.

11. Pero tal como está actualmente la distribución de la tierra, ésta pertenece en su totalidad a apenas setenta millones de terratenientes. Todas las demás personas son de propiedad conjunta, subpropiedad o están arrendadas, y la gran mayoría de la gente del mundo no tiene una piedra que poner debajo de su cabeza.

12. Quienquiera, pues, que posea en cualquier aspecto más allá de esta medida ahora dada, lo posee ilegalmente contra la ley divina y natural, y como tal poseedor lleva el pecado perpetuo contra este mandamiento; – pecado que sólo puede expiar exhibiendo el mayor grado posible de generosidad y considerándose, en cierto sentido, como un mero administrador, que trabaja sus posesiones excesivamente grandes para un número justo de los que no tienen. Pero cómo esto es el fundamento de este mandamiento, lo veremos en el segundo punto de esta reseña.

Capítulo 91 - Cualquiera que peque contra el noveno mandamiento

(El 20 de octubre de 1843, de las 16.30 a las 17.35 horas.)

1. En segundo lugar, el propio mandamiento expresa clara y palpablemente la sabia limitación del derecho de recolección y fabricación. Si colocamos al lado de la contemplación la propiedad relativa, primordial, de la que se habla en el primer punto, entonces el mandamiento indica precisamente esto, pues prohíbe expresamente desear lo que pertenece a otro.

2. Entonces ¿qué es del otro? Por otra parte, hay en la tierra creada por el Señor lo suficiente para la subsistencia general de la humanidad como para darle su derecho natural, derivado de sus necesidades. Quienquiera, pues, que recoge y produce más allá de esta medida, en realidad peca contra este mandamiento en primer grado, puesto que en este mandamiento incluso el deseo del deseo ya se presenta como criminal.

3. En segundo grado peca contra este mandamiento el perezoso, que es demasiado perezoso para ejercer su derecho originalmente justo de recoger, sino que está siempre preñado del deseo de tomar posesión de lo que otro ha recogido y fabricado según la ley natural original.

4. De aquí vemos que uno puede, pues, infringir este mandamiento de dos maneras, es decir: i. En primer lugar, por un deseo excesivo de coleccionar y fabricar, y en segundo lugar, por una omisión total de lo mismo. Sin embargo, en ambos casos el mandamiento es idéntico a la sabia restricción. En el primer caso, limita el deseo excesivo de coleccionar y fabricar; en el segundo, limita la pereza y, con ello, busca un medio justo. porque no expresa nada más que respeto combinado con amor por las necesidades naturales del prójimo.

5. Pero aquí se objetará y se dirá: hay en la actualidad personas extremadamente ricas y prósperas que, con toda su riqueza y prosperidad, no poseen un solo metro cuadrado de tierra. Se han vuelto muy ricos mediante especulaciones comerciales afortunadas o herencias y ahora viven de sus intereses legales. ¿Cuál es el sentido de esto? ¿Su propiedad, según la ley divina original, es una ley natural o no? Porque no restringen la propiedad de nadie con su posesión de dinero, ya que no quieren comprar nada en ninguna parte, sino que prestan su dinero en buenas posiciones al interés legal; o bien realizan otras transacciones de cambio permitidas y aumentan así su capital anualmente en muchos miles de florines, cuando, según la ley de la necesidad natural, no requieren ni una centésima parte de sus ingresos anuales para su buen sustento. Sin embargo, suelen ser personas muy legalistas y a veces incluso caritativas. ¿Éstos también violan nuestro noveno mandamiento?

6. Digo aquí: es lo mismo que una persona, de cualquier manera, posea demasiado dinero o demasiada tierra más allá de sus necesidades. Todo esto es equivalente. Porque si tengo tanto dinero que puedo comprar varios kilómetros cuadrados de tierra como míos según la ley estatal, eso es tanto como si realmente hubiera adquirido esa misma cantidad de tierra por ese dinero. Al contrario, es aún peor y mucho más contrario al orden divino. Porque quien fuese dueño de tantas tierras tendría necesariamente que ayudar a varios miles de personas a ganarse la vida, ya que le sería imposible cultivar él solo una propiedad tan grande.

7. Pero consideremos a un hombre que, aunque no tiene tierras, tiene tanto dinero que casi podría comprar con él un reino; En el caso más estricto, sólo puede administrar este dinero de forma rentable, o como máximo necesita algunos asistentes contables que reciben de él un salario muy moderado en relación con sus ingresos, que a menudo apenas es suficiente para satisfacer sus necesidades, sobre todo si tienen familia.

8. Pero ningún poseedor de dinero puede excusarse por la forma en que obtuvo el dinero, ya sea mediante especulación, ganando la lotería o mediante una herencia. Porque en todo caso, él se encuentra ante Dios lo mismo que un cerco se encuentra ante un ladrón. ¿Por qué?, alguien podría preguntarse.

9. ¿Qué significa hacerse rico mediante la especulación afortunada? Esto no es ni significa nada más que apoderarse usuramente de las ganancias legítimas de muchos, privándolos así de sus ganancias legítimas y apropiándoselas para sí solo. En este caso, quien se ha enriquecido mediante especulaciones afortunadas es un completo ladrón. Si gana la lotería, es igual, porque el esfuerzo de muchos solo lo beneficia a él. Pero en el caso de una herencia, es un perito quien toma posesión de la propiedad ilícita de sus antepasados, quienes sólo pudieron haberla adquirido de las dos maneras mencionadas anteriormente.

Capítulo 92 - El gran peligro de la riqueza mundana y el deseo de ella

(El 21 de octubre de 1843, de las 16:34 a las 18:30 horas.)

1. Pero se dirá: Esta disposición suena extraña; ¿Qué puede hacer el heredero si ha heredado legalmente los bienes de sus padres o de otros parientes ricos según la ley estatal? ¿Debe calcular por sí mismo la parte natural de tal transferencia y tomar sólo la parte de la herencia correspondiente y luego dar la parte restante a quien desee? ¿O debería apoderarse de toda la fortuna, pero aceptar sólo como suya la parte natural que le corresponde, y administrar él mismo el gran excedente para ayudar a los ociosos que se han vuelto indigentes, o entregar inmediatamente ese excedente a los directores de esas mismas instituciones para el beneficio de instituciones de caridad?

2. Esta es en la práctica una pregunta a la que uno normalmente no está obligado a responder en absoluto o, como mucho, a responder sólo de forma muy monosilábica. ¿Son la ley divina y la ley estatal, o la sabiduría y el cuidado divinos y la política estatal mundana y la llamada diplomacia, una y la misma cosa? ¿Qué dice el Señor? Él dice: “¡Todo lo que es grande a los ojos del mundo es una abominación a los ojos de Dios!”

3. Pero ¿qué cosa mayor hay en el mundo que, desde la perspectiva divina hacia abajo, un poder estatal usurpado que subyuga a los pueblos, nunca según el consejo divino, sino sólo según su estatismo mundano, que consiste en la política y la diplomacia, y utiliza sus poderes para su propio bienestar pródigo, fructífero y consumista?

4. Pero si ya es abominable y vergonzoso que un hombre engañe a uno, dos o tres de sus hermanos, ¡cuánto más abominable debe ser ante Dios cuando los hombres saben cómo coronarse y ungirse con todas sus fuerzas, y luego, bajo tal coronación y unción, engañan a naciones enteras de todas las formas concebibles para su propio beneficio licencioso, ya sea por la llamada prudencia política o, en su defecto, por cruel violencia abierta!

5. Creo que con esta pequeña frase casi se puede captar hasta qué punto las leyes de la mayoría de los estados actuales contradicen directamente lo divino. También pienso que cuando el Señor le dice al joven rico: «Vende todas tus posesiones y distribúyelas entre los pobres, pero sígueme, y acumularás un tesoro en el cielo», espero que esta afirmación sea suficiente para mostrar cómo el rico terrenal debe distribuir sus riquezas si quiere cosechar el reino de Dios. Si no lo hace, deberá culparse a sí mismo si cae sobre él el mismo juicio que el Señor pronunció sobre el triste joven en esa misma ocasión, es decir, que un camello podría pasar más fácilmente por el ojo de una aguja de lo que un hombre tan rico podría entrar en el reino de los cielos. Sin embargo, es muy sospechoso que se deba tener en cuenta el hecho de que el Señor haya pronunciado un juicio tan lamentable sobre un joven y, por tanto, con toda seguridad, sobre un heredero.

6. Cabría preguntarse aquí: ¿Por qué tuvo que aparecer aquí un joven rico y no un especulador de edad avanzada, a través del cual el Señor habría dado a conocer su eterno desagrado por todas las riquezas terrenas? La respuesta es bastante obvia: porque el joven no era aún un administrador confirmado de sus riquezas, sino que estaba todavía en el punto en el que tales jóvenes por lo general aún no entienden cómo apreciar adecuadamente las riquezas terrenales, y por esta misma razón pudo acercarse al Señor al menos por un corto tiempo para escuchar de Él la guía correcta y el uso correcto de su riqueza. Sólo cuando reconoce la voluntad divina se aleja del Señor y regresa a sus riquezas.

7. Así pues, el joven tuvo este privilegio, precisamente como joven que aún no estaba en su sano juicio, de acercarse al Señor. Pero el rico terrateniente, el especulador y el usurero, ya empedernidos y de mayor edad, se mantienen como camellos detrás del ojo de la aguja de coser, por donde primero tienen que deslizarse para llegar hasta el amo, como el joven. Por tanto, ya no es posible que un hombre tan rico venga al Señor como un joven. Desgraciadamente, el Señor ha dado otro ejemplo muy notable para estos en la historia del rico glotón. No necesito decirte nada más.

8. Pero quienquiera de vosotros que pueda pensar un poco, descubrirá con suma facilidad que ningún vicio humano fue tan abominablemente despreciable para el Señor del cielo y de todos los mundos como la riqueza y sus consecuencias comunes. Porque en ningún otro vicio vemos al Señor sobre la vida y sobre la muerte abrir más claramente el abismo del infierno que precisamente en éste.

9. Sea homicidio, adulterio, fornicación o algo similar, nadie en la tierra ha experimentado que el Señor lo condene al infierno por todas estas cosas. Pero Él ha castigado este vicio de la usura en todas partes, tanto en el sacerdocio como en todas las demás clases privadas, ¡con la mayor urgencia, con palabras y obras!

10. ¿Quién puede probar que el Señor, frente a todas las demás transgresiones humanas, ha levantado Su mano todopoderosa de castigo sobre cualquier pecador como él? Pero los cambistas de dinero, los vendedores de palomas y otros especuladores similares tuvieron que someterse a ser golpeados y castigados miserablemente fuera del templo por la mano todopoderosa del mismo Señor con una cuerda retorcida.

11. ¿Pero sabes qué significa esto? Este verdísimo incidente evangélico no significa nada más y nada menos que el Señor del cielo y de todos los mundos es el enemigo más absoluto de este vicio. Con todos los demás, Su amor divino habla de paciencia, tolerancia y misericordia, pero con este vicio, ¡Su ira y su cólera hablan!

12. Porque aquí bloquea el acceso a Él a través del conocido ojo de la aguja, abre claramente el abismo del infierno y muestra en él a una persona verdaderamente condenada, y habla tan horriblemente a los fariseos ávidos de poder y avariciosos que les deja claro cómo los fornicadores, adúlteros, ladrones y otros pecadores entrarán en el reino de Dios antes que ellos.

13. Finalmente, toma un arma de castigo en el templo y expulsa sin piedad a todos los especuladores de cualquier tipo, llamándolos asesinos del reino divino, puesto que ya han convertido el templo, que representa el reino divino, en una cueva de asesinos.

14. Podríamos citar muchos más ejemplos de este género, de los cuales se vería cuán enemigo es el Señor de este vicio. Pero para cualquiera que sea capaz de pensar, esto seguramente será suficiente. Y en esta misma ocasión podemos también dar una mirada muy breve a nuestro noveno mandamiento, y desde esta mirada veremos que en ninguna otra relación humana, en ninguna otra ocasión y actividad siquiera prohibida, el Señor ha restringido el deseo tanto como en esta ocasión usuraria, que le desagrada tanto.

15. En todas partes prohíbe expresamente solo la actividad, pero aquí incluso el deseo, porque el peligro que esto supone para el espíritu es demasiado grande, pues lo aleja completamente de Dios y lo lleva al infierno. Esto también se ve en el hecho de que cualquier otro pecador siente remordimiento tras un acto pecaminoso, mientras que el rico especulador se regocija y triunfa tras una especulación exitosa.

16. Y este es el verdadero triunfo del infierno, y por eso su príncipe busca llenar a la gente de todas las maneras posibles de amor por las riquezas del mundo, porque sabe bien que llenos de este amor son los más abominables ante el Señor y, por eso, Él tiene menos misericordia de ellos. No necesito contarte nada más sobre esto.

17. ¡Bienaventurado todo aquel que tome en serio estas palabras, porque son la verdad divina eterna e irrefutable! Y podéis considerarlo verdad y creerlo por encima de todo, porque ni una sola sílaba es demasiada, sino que podéis suponer que se ha dicho demasiado poco. Pero que todos recuerden esto: en cualquier otra ocasión el Señor hará todo lo que esté a su alcance antes de dejar perecer a alguien, pero en el caso de este vicio no hará nada más que mantener abierto el pozo del infierno, como lo ha mostrado en el Evangelio. Todo esto está fuera de toda duda y es verdad, y por ello hemos llegado a conocer el verdadero significado de este mandamiento. Y lo digo de nuevo: ¡Que todos tomen esto en serio! Y ahora nada más. ¡Aquí está la décima sala, y así entramos en ella!

Décimo Mandamiento

Capítulo 93 - El Décimo Mandamiento. Lo ridículo de la interpretación literal del mismo

(El 23 de octubre de 1843, de 17 a 18,4 horas.)

1. Estamos dentro y vemos escrito en la tabla con letra clara: "¡No codiciarás la mujer de tu prójimo!"

2. Casi no es necesario mencionar que este mandamiento, aquí en el reino puro del espíritu, y especialmente en el reino de los niños, ciertamente suena un tanto extraño para cualquier pensador. En primer lugar, estos niños aún no tienen la menor idea de lo que es una mujer casada y, en segundo lugar, el matrimonio entre dos sexos no es una práctica común aquí, especialmente en el ámbito infantil. Entonces, según este punto de vista, este mandamiento obviamente no se aplica en el reino espiritual.

3. Pero se dirá: ¿Por qué el Señor no habría dado uno de los diez mandamientos, el único que debe corresponder a las condiciones terrenas? Porque en la tierra la unión entre el hombre y la mujer es una práctica común y es, por tanto, una relación de larga data basada en el orden divino, pero que no puede permanecer en el orden divino sin un mandamiento. Así pues, podemos asumir que el Señor dio uno de los Diez Mandamientos únicamente con el propósito de mantener el orden de una relación externa, terrenal, para que el mantenimiento de este orden no perturbara un orden espiritual, interno, superior.

4. Bueno, digo yo; Pero si así es, entonces digo: desde este punto de vista, este mandamiento no es otra cosa que un pleonasmo altamente superfluo del sexto mandamiento, que en cualquier caso manda exactamente lo mismo. Porque también en esto, en su conjunto, se presenta como prohibido todo lo que tenga alguna conexión con la fornicación, la prostitución y el adulterio, tanto en el plano físico como, sobre todo, en el espiritual.

5. Si ahora los comparamos un poco entre sí, resulta, en primer lugar, que este mandamiento no sirve en absoluto para el cielo, y en segundo lugar, que es completamente superfluo al lado del sexto mandamiento.

6. Pero veo que alguien viene y me dice: Oye, querido amigo, estás equivocado. Este mandamiento, aunque en sí mismo prohíbe casi lo mismo que el sexto mandamiento, es sin embargo bastante único en sí mismo y más alto y más profundo que el sexto mandamiento. Porque en el sexto mandamiento sólo está claramente prohibida la acción grosera y efectiva, pero en el décimo se prohíben el deseo y la lujuria como causas constantes y fundamentales de la acción. Es fácil ver que aquí y allá los maridos especialmente jóvenes también suelen tener esposas jóvenes y hermosas. Qué fácil es para otro hombre olvidar a su quizás no bella esposa, enamorarse de la bella esposa de su vecino, y luego despertar en sí mismo un impulso y un deseo cada vez mayores de desear a la esposa de su vecino y de continuar su lasciva relación con ella.

7. Pues bien, digo, si se considera este mandamiento desde este punto de vista primo loco [en primer lugar], no surge nada más que media legión de ridiculeces y locuras, por las cuales la divinidad de un mandamiento tan sublime debe ser arrastrada al polvo más inmundo y al pozo más fétido del ingenio mundano y del entendimiento de los hombres. Citaremos deliberadamente algunos ejemplos ridículos con el fin de ilustrar y explicar, para que todos comprendan cuán terriblemente superficial y rutinario ha sido entendido, explicado y ordenado observar este mandamiento durante ocho siglos.

8. El hombre no codiciará la mujer de su prójimo. Aquí podemos preguntarnos: ¿Qué tipo de deseo o anhelo? Porque hay muchos deseos y anhelos honestos y legítimos que un vecino puede tener hacia la mujer de su vecino. Pero el mandamiento dice absolutamente: “no desees nada”. Esto significa que sólo los dos vecinos pueden hablar entre sí, pero las mujeres siempre deben mirarse con desprecio. Y esto no es nada más ni nada menos que la interpretación turca de este mandamiento mosaico.

9. Además, si se considera el asunto literal y materialmente, hay que, espero, tomar todo literalmente, y no unas pocas palabras literalmente y unas pocas palabras espiritualmente además; que parece como si alguien llevara pantalones negros en un pie y pantalones blancos sutilmente transparentes en el otro. O como si alguien quisiera afirmar que un árbol debe crecer de tal manera que la mitad de su tronco aparezca con corteza y la otra mitad sin corteza. Según este punto de vista, el décimo mandamiento sólo prohíbe el deseo por la mujer del prójimo. ¿Quién puede ser eso en el sentido literal? Nadie más que los vecinos más cercanos o parientes consanguíneos. Literalmente hablando, no se debe desear nada por las esposas de estos dos tipos de vecinos; por lo tanto, se puede desear sin más a las esposas de habitantes distantes de un distrito, y especialmente a las esposas de extranjeros, que ciertamente no son vecinos. Porque todo el mundo comprenderá, sin matemáticas ni geometría, que en comparación con el vecino más próximo no se puede reconocer como vecino o ser más próximo a otro que esté a pocas horas de distancia, o incluso a un extranjero. Mira, esto también es turco, pues ellos guardan este mandamiento sólo como turcos entre sí; No tienen ley contra las naciones extranjeras. Pero sigamos adelante.

10. Pregunto: ¿Está la mujer de mi prójimo exenta del cumplimiento de la ley divina? Porque la ley solamente dice que el hombre no codiciará la mujer de su prójimo. Pero no hay una sola palabra en el mandamiento acerca de que una mujer lujuriosa no quiera tener relaciones sexuales con su vecino de al lado. De esta manera, a las mujeres se les otorga obviamente el privilegio necesario de seducir a los hombres que ven sin ninguna vacilación. ¿Y quién les prohibirá hacer tal cosa, pues no hay mandamiento del Señor sobre este asunto? Esto también proviene de la filosofía turca; Porque los turcos saben por la carta que las mujeres están exentas de tal ley. Por eso los encierran para que no salgan a la luz y provoquen el deseo de otros hombres por ellos. Y si un turco permite salir a una de sus esposas, ella debe disfrazarse de tal manera que no sea favorecedor mostrar sus encantos internos y que seguramente inspire un respeto muy serio incluso en un oso que pudiera encontrarse con ella, y solo puede exhibir sus encantos delante de su marido. ¿Quién puede levantarse y argumentar que esto no se puede ver en la letra del mandamiento? Aparentemente, esta ridiculez tiene su razón innegable en el propio mandamiento. Pero vayamos más allá.

11. ¿No podrían los vecinos de al lado tener hijas adultas u otras empleadas domésticas bastante limpias? ¿Es lícito o no según el Décimo Mandamiento desear las hijas o las muchachas del prójimo, incluso como marido? Al parecer esto está permitido, porque el sexto mandamiento no habla del deseo, sino sólo de la acción. Pero el décimo mandamiento sólo prohíbe el deseo hacia las mujeres, por lo que el deseo hacia las hijas del prójimo o hacia cualquier otra muchacha bonita está permitido sin objeción. Mire, ahí tenemos otra interpretación turca de la ley. Pero para dejar el asunto más claro, nos gustaría citar algunas cosas más ridículas.

Capítulo 94 - Las aberraciones causadas por el vago “tú” en el décimo mandamiento

(El 25 de octubre de 1843, de las 16.35 a las 17.30 horas.)

1. La ley dice: “No codiciarás la mujer de tu prójimo”. ¿No podemos preguntarnos: ¿Quién es exactamente ese “tú”? ¿Se trata de un hombre casado, de un viudo, de un joven soltero, de un muchacho o quizá incluso de una mujer a la que también se le puede decir: No harás esto o aquello? – Se dirá aquí: Esto está destinado principalmente al sexo masculino, sin distinción de si son solteros o casados; Y que las mujeres pueden estar de acuerdo en seguir adelante con esto y no deberían tener derecho a seducir y desear a otros hombres, todo esto se sobreentiende.

2. Pero yo digo en contra: si los hombres son capaces de definir sus estatutos con mucha precisión y hacer distinciones muy sutiles e inteligentes en ellos para cada caso posible, entonces no se puede reprochar al Señor, en primer lugar, haber dado leyes expresadas de forma completamente vaga por ignorancia, o, en segundo lugar, como un hábil abogado, haber fijado sus leyes de tal manera que los hombres inevitablemente tengan que pecar a causa de ellas de una manera u otra.

3. Pienso que sería demasiado extremo extraer tal conclusión de un examen más atento de la ley, que ciertamente parece dada de una manera completamente indeterminada. Es mucho más fácil, pues, concluir que esta ley, como todas las demás, es ciertamente muy concreta. Pero con el tiempo, y especialmente durante la época del surgimiento de las jerarquías, ha sido tan distorsionada y malinterpretada que ya nadie sabe el verdadero significado de esta ley. Y esto sucedió por pura codicia. Porque en el sentido más puro, esta ley nunca hubiera aportado ni un céntimo al sacerdocio, pero en su sentido oculto, dio lugar a toda clase de mediaciones tributarias, dispensas y divorcios, y esto, por supuesto, en épocas anteriores mucho más que ahora. Porque la situación era tal que dos o más vecinos no podían en absoluto protegerse contra la transgresión de esta ley. ¿Cómo?

4. Naturalmente, tenían que confesarse en conciencia varias veces al año por temor excesivo al infierno. Y eran examinados muy diligentemente sobre este punto, y si algún vecino tenía una esposa joven y hermosa, incluso un pensamiento, una mirada, o tal vez una conversación por parte de los otros vecinos, por supuesto del lado masculino, era declarado un pecado adúltero contra este mandamiento, que generalmente era castigado con una penitencia sacrificial. Si hubiera habido una aproximación más cercana, entonces la condenación completa ya estaba completa, y el que se había hundido en el infierno en un lado de la balanza de San Miguel tuvo que arrojar sacrificios muy significativos en el otro lado, la balanza completamente vacía, para que estos tuvieran el peso sobrante y, por otro lado, sacaran al pobre pecador condenado sano y salvo del infierno. ¡Y los sacerdotes que tenían el poder de Dios no estaban entre aquellos que sólo exigían mucho, sino que seriamente querían todo!

5. De esta manera, muchos llamados caballeros y condes muy ricos se vieron obligados en un tiempo a morder el polvo y, además, a legar sus bienes a la Iglesia como penitencia para salvarse del infierno, ocasión en la que sus esposas, si las había, que quedaban, eran llevadas a algún convento para expiar el castigo de su marido infiel. Y los niños que quedaban, tanto varones como mujeres, generalmente eran asignados a monasterios donde no se permitía ninguna riqueza terrenal.

6. Pienso que debería bastar con darnos cuenta de las cosas verdaderamente vergonzosas que han salido a la luz a partir de la perversión de esta ley. Y el “tú” definido de la ley era la fuente primaria de las dispensaciones, que generalmente eran las que más beneficios traían. Si alguien hubiera hecho un gran sacrificio, el “tú” podría modificarse para que el pecador al menos no fuera al infierno. Por el contrario, sin embargo, este “tú” también podría ser determinado como tan condenable, y esto a causa del supuesto poder de atar y desatar, que solamente sacrificios muy significativos del infierno podrían ayudar al pecador en su redención.

7. Hemos visto ya a qué errores ha dado lugar el indefinido “tú”. Pero no nos contentaremos con esto, sino que consideraremos algunas más de estas interpretaciones ridículas, para que quede más claro para todos cuán necesario es que cada uno conozca el significado puro de la ley, sin el cual nunca podrá ser libre, sino que siempre deberá permanecer esclavizado bajo la maldición de la ley. Y así continuamos.

Capítulo 95 - Más ejemplos de malentendidos sobre el Décimo Mandamiento

(El 26 de octubre de 1843, de las 15.35 a las 17.34 horas.)

1. Sabemos lo que dice la ley; Prohíbe un deseo o una petición. Pero ahora surge la pregunta: Un hombre es empobrecido, mientras que su vecino es rico. La mujer del vecino, como la más cercana a nuestro pobre hombre, tiene un corazón compasivo y caritativo, como él sabe. Nuestro pobre hombre ahora evidentemente siente un anhelo por la caritativa esposa de su vecino y le pide que satisfaga su hambre. – Pregunta, ¿pecó o no? Evidentemente tenía deseo y lujuria por la esposa de su vecino. Pero puesto que dice: No codiciarás la mujer de tu prójimo, ¿quién puede razonablemente declarar que este deseo razonable del pobre es sin pecado? Porque al “no tener deseo ni anhelo”, seguramente todo deseo y todo anhelo deben ser prohibidos, ya que la palabra “no” no demuestra en absoluto exención alguna. Por tanto, cualquier tipo de petición debe estar prohibida.

2. ¿No parece evidente, a partir de esta explicación, que el Señor claramente quiso apartar al sexo femenino de la caridad, de modo que todo acto de bondad que una ama de casa otorga a una persona pobre debe seguramente ser considerado como un completo pecado contrario al mandamiento divino?

3. Pero ¿puede un mandamiento tan insensato ser concebido del amor supremo del Señor? Por supuesto, se podría decir aquí: El mandamiento se limita sólo a los deseos carnales y lujuriosos. – Pero yo digo: es bueno, dejémoslo así, pero permítanme hacer algunas observaciones. Si estas observaciones revierten este enfoque de dejar las cosas como están, entonces cada objetor debe aceptar la opción de adoptar un enfoque diferente para definir este mandamiento. Y así se escuchan los comentarios.

4. Por tanto, el mandamiento sólo pretende prohibir los deseos sensuales y carnales. Bien, digo, pero pregunto: ¿Se menciona específicamente a la mujer en el mandamiento, o el mandamiento incluye a todas las mujeres, o hay ciertas excepciones naturales?

5. Supongamos que varios vecinos, uno frente al otro, tienen esposas mayores que ya no son atractivas. También podemos estar seguros de que estos vecinos ya no tendrán ningún deseo carnal hacia las esposas de los demás. Por lo tanto, esto debería incluir únicamente a mujeres jóvenes, y sólo a mujeres jóvenes si son hermosas y encantadoras. Así que incluso los hombres viejos y cansados ​​ya no serán atormentados por los deseos sensuales carnales hacia cualquier mujer que tenga su prójimo.

6. Esto nos muestra, sin embargo, que esta ley sólo es válida bajo condiciones muy estrictas. Por tanto la ley presenta lagunas y por tanto no tiene validez general. Porque si la naturaleza ya hace excepciones y una ley ni siquiera tiene plena validez natural, ¿cómo puede extenderse al ámbito espiritual? Si alguien no puede entender esto, simplemente derribe un árbol y vea si todavía crece y da fruto.

7. Pero una ley divina debe ciertamente estar constituida de tal manera que su bendita validez quede establecida por toda la eternidad. Pero si, en determinadas circunstancias, es naturalmente empujado más allá de los límites existentes en el curso de una corta existencia terrena, y así deja de ser efectivo en el estado natural del hombre, ¿qué será entonces para la eternidad? ¿No está fundada toda ley de Dios en su amor infinito? ¿Pero qué ocurre después si dicha ley deja de tener validez? ¿Es esto diferente de afirmar que el amor divino también se vuelve irrelevante para los humanos en determinadas circunstancias?

8. Pero ésta es también la base de la triste creencia de vuestro lado pagano-cristiano, según la cual el amor de Dios dura sólo mientras el hombre vive en este mundo. Una vez que ha muerto físicamente y sólo queda espiritual y mentalmente, inmediatamente comienza la ira inmutable, más terrible, severa y castigadora de Dios, en la que ya no se habla de amor ni de misericordia.

9. Si una persona se ha ganado el cielo por su forma de vida, no irá al cielo por amor divino, sino sólo por justicia divina, y esto, por supuesto, por su propio mérito, que es útil y agradable a Dios. Pero si una persona no ha vivido de esta manera, entonces hay una condenación eterna instantánea, de la que nunca se puede esperar redención, lo que, en otras palabras, no significa otra cosa que si hubiera algún padre insensato que estableciera tal ley en su casa, y eso en contra de sus hijos, que se leería como sigue:

10. Doy a todos mis hijos completa libertad desde su nacimiento hasta su séptimo año. Durante este tiempo, todos disfrutarán de mi amor sin distinción. Pero después del séptimo año, retiro mi amor de todos los niños y desde entonces quiero juzgarlos o hacerlos bendecidos. Aquellos que, siendo menores, hayan observado mis duras leyes, gozarán, después del séptimo año, de mi mayor favor. Pero quien durante el séptimo año no se haya enmendado completamente conforme a mi severa ley, será de ahora en adelante maldito y desterrado de la casa de mi padre para siempre. – Dime ¿qué le dirías a un padre tan cruel y burro? ¿No sería eso muchísimo más que la más vergonzosa tiranía de todas las tiranías?

11. Pero si con seguridad encontrarías en un ser humano tales cosas como incalculablemente necias, malvadas y perversas, ¡cuán terriblemente necias deben ser las personas si siquiera pueden imaginar y atribuir tales abominaciones casi indecibles a Dios, quien es el amor y la sabiduría mismos!

12. ¿Qué hizo el Señor en la cruz como única sabiduría divina, ya que estaba, en cierto sentido, separada del amor eterno? Él, como Sabiduría, y como tal fundamento de toda justicia, se volvió hacia el Padre o hacia el Amor eterno, no exigiendo venganza en un cierto modo justo, sino que pidió al Amor que perdonara a todos estos malhechores, incluidos todos los sumos sacerdotes y fariseos, por todas sus obras, ¡porque no saben lo que hacen!

13. La justicia divina ya hace esto por sí misma. ¿Debe entonces el infinito amor divino comenzar a condenar allí donde la justicia divina implora misericordia al amor aún más infinitamente misericordioso?

14. O si uno no acepta que el Señor hablaba realmente en serio sobre su petición, y dice que solo lo hizo como ejemplo, ¿no hace entonces al Señor un hipócrita al hacerle pedir perdón en la cruz solo de manera aparente? ¡Pero, en secreto, dejan en Él la venganza indestructible, según la cual hacía tiempo que había condenado a todos estos malhechores al más severo fuego infernal!

15. ¡Oh mundo! ¡Oh gente! ¡Oh, el más horrible disparate que jamás pudo concebirse en toda la infinitud y la eternidad! ¿Puede alguien imaginarse algo más vergonzoso que convertir al Señor en la cruz en un mentiroso, un falso predicador, un traidor y, por tanto, en un engañador general del mundo, para establecer la autoridad más falsa, aunque temporal, del infierno? ¿De qué boca, sino de la boca del Archi-Satanás, puede salir tal enseñanza y tales palabras?

16. Creo que esto es suficiente para hacerte darte cuenta de los horrores que pueden resultar de una interpretación y explicación altamente perversa de una ley divina. Probablemente ya puedas ver por ti mismo que este es el caso en tu mundo. Pero por qué es así, por qué razón, no lo sabías ni podías saberlo; porque el nudo de la ley se había enredado tanto que nadie jamás habría podido resolverlo completamente.

17. Por eso el Señor se ha apiadado de vosotros y ha permitido que el sol, puesto que ciertamente es bastante luminoso, os anuncie la verdadera solución a este nudo, para que podáis ver la razón general de todo mal y de toda oscuridad.

18. Seguramente se dirá: Sí, ¿cómo puede depender tanto mal de la mala interpretación de los Diez Mandamientos de Moisés?

19. Quiero decir esto: Porque estos Diez Mandamientos son dados por Dios y contienen en ellos todo el orden infinito de Dios mismo.

20. Por lo tanto, quien de cualquier manera se aparta del orden divino en un punto u otro, ya no permanece en el orden divino en ningún punto, ya que éste es como un camino recto. Si alguien se desvía de este camino, ¿puede decir: Me he desviado sólo un cuarto, un quinto, un séptimo o un décimo del camino? Por supuesto que no. Porque tan pronto como se desvía del camino en lo más mínimo, ya se ha salido del camino entero, y si no quiere volver al camino, entonces se puede afirmar con seguridad y certeza que ese único punto del camino del cual se desvió el viajero ciertamente lo ha sacado del camino entero.

21. Y lo mismo ocurre con cada punto de la ley divina. Difícilmente puede haber alguien que haya pecado tan groseramente contra toda la ley, ya que tal cosa sería casi imposible. Pero basta con que alguien peque en un punto y luego persista en ello; De esta manera todavía se aleja de toda la ley, y si él no quiere y el Señor no quiere ayudarlo, nunca volverá al camino de la ley ni al orden divino. Así pues, podéis estar seguros de que la mayor parte de los males del mundo tienen su origen, por desgracia, en una ignorancia inicialmente tenaz y maliciosa, o mejor aún, en la distorsión maliciosa del significado de estos dos últimos mandamientos divinos.

22. Ahora hemos declarado suficientemente los absurdos y las falsas interpretaciones de este mandamiento; Por lo tanto, procederemos al verdadero significado de esta ley, a la luz de la cual veréis todos los absurdos iluminados aún más brillantemente.

Capítulo 96 - Razón de la ocultación del verdadero significado del décimo mandamiento

(El 23 de octubre de 1843, de las 15.30 a las 18.00 horas.)

1. Muchos de los que han leído lo anterior dirán: Tenemos mucha curiosidad por saber cuál es el significado real y permanente de este mandamiento, ya que todo significado que le hemos atribuido anteriormente ha sido irrefutablemente reducido y presentado de la manera más absurda y ridícula. ¿Realmente nos gustaría saber quién es usted, el vecino y su esposa? Porque nada puede establecerse con certeza a partir del mandamiento. El “tú” ciertamente puede referirse a cualquiera, pero si también puede referirse a una mujer es todavía tema de debate. Tal vez se podría definir al prójimo con más precisión, sobre todo si tomamos esta palabra en un sentido más amplio, según el cual todo aquel que necesita nuestra ayuda es nuestro prójimo. Pero con la mujer ciertamente hay mayor decencia; porque no se sabe si esto se refiere sólo a la mujer casada o también al sexo femenino soltero. Aquí, por supuesto, hay más en el número simple que en el múltiple; Pero eso no hace que el asunto sea más seguro. Porque si la poligamia se acepta en cualquier parte del mundo, obviamente habría otro problema con el simple número. Por todo esto, sentimos aún más curiosidad por el significado real de este mandamiento, ya que el sentido literal carece en todas partes de fundamento.

2. Y añado: Por tanto es cierto y claro que aceptando el puro sentido externo de la letra sólo se puede presentar el mayor disparate, pero nunca ninguna verdad fundada.

3. Seguramente se dirá aquí: ¿Por qué, entonces, el Señor no dio la ley de una vez, de tal manera que a todos les pareciera, no de manera oculta, sino del todo abierta, en qué sentido fue realmente dada y cómo debe ser observada en ese mismo sentido?

4. Esta objeción es claramente audible y suena como una antífrasis formulada bastante sabiamente; Pero cuando lo miras a la luz, es tan hermosamente estúpido que es difícil imaginar algo más estúpido. Pero para que el extraordinario absurdo de esta objeción pueda impresionar inmediatamente a todos, como si estuvieran a sólo unas millas del sol y seguramente lo percibieran de repente con sus propios ojos, o para que puedan sentirse como aquellos que no pueden ver el bosque por los árboles en un bosque, aprovecharé esta oportunidad para presentar algunas observaciones naturales, muy breves.

5. Supongamos que un supuesto naturalista y botánico, para facilitar su investigación, pensara en plantear la siguiente pregunta: ¿Por qué el poder creador del Ser Supremo no creó árboles y plantas de tal manera que el núcleo fuera externo y la corteza interna, de modo que se pudiera, con poco esfuerzo y a través de un microscopio, observar con precisión el ascenso de la savia hacia las ramas y ramitas, y sus reacciones (es decir, las de la savia) y otros efectos? Porque no puede haber sido la intención del Creador colocar al hombre pensante en la tierra en una forma tal que nunca pudiera penetrar en el secreto de los milagrosos trabajos de la naturaleza. –¿Qué le dices a este deseo? ¿No es eso una estupidez en grado sumo?

6. Pero supongamos que el Señor se dejara sobornar por semejante invitación y entregara los árboles junto con las plantas, ¿no vendrían inmediatamente otros naturalistas y dirían: «¿De qué nos sirve mirar el núcleo exterior, si no podemos descubrir la maravillosa formación de la corteza interior?» – ¿Qué se sigue de esto? El Señor tendría que someterse nuevamente ahora y, de una manera que realmente no puedo entender, fijar la corteza y el núcleo a la parte exterior del árbol. Pero supongamos que el Señor hubiera realizado esto seriamente y que el interior del árbol ahora consiste solamente de madera. ¿No expresará pronto otro naturalista una nueva necesidad y dirá: Toda la maravillosa formación de la madera está ahora oculta por la corteza y, por un lado, por el duramen? ¿No podría diseñarse un árbol de tal manera que todo, núcleo, madera y corteza, fuera externo o al menos tan transparente como el aire?

7. Si un árbol compuesto de un número necesariamente innumerable de órganos puede hacerse tan transparente como el aire, o al menos como el agua pura, es una cuestión que deben decidir los ópticos y los matemáticos. Qué tipo de fruta crecerá en árboles completamente aireados es algo que uno puede experimentar en las regiones del Polo Norte o del Polo Sur. Porque a veces allí ocurren fenómenos que, debido al gran frío, hacen que broten en el aire árboles de hielo cristalino, igual que en invierno aparecen en las ventanas. Todavía no se ha determinado si en estos árboles también aparecen higos y dátiles.

8. Pero, por otra parte, en lo que respecta a aquellos árboles en los que todo, núcleo, madera y corteza, debe ser externo, puedes estar completamente seguro de que sería tan fácil hacer una bola cuadrada como dicho árbol. Pienso que al considerar esto, la estupidez de la objeción anterior debería ser bastante obvia. Pero para dejar el asunto, como siempre, verdaderamente superfluamente claro, añadiremos algunas consideraciones más.

9. Supongamos que un médico tiene que estudiar mucho y, cuando ya ha absorbido una pesada carretada de conocimientos como un pólipo, y es llamado a atender a un paciente gravemente enfermo, no es raro que se quede junto al lecho del enfermo como un par de bueyes recién enjaezados en una montaña escarpada. Los que están a su alrededor le preguntan al médico: ¿Cómo encuentra al paciente?, ¿qué le pasa? ¿Será posible ayudarlo?

10. Ante estas preguntas el médico pone cara de erudito, pero sin embargo muy preocupado, y dice: ¡Queridos míos! Aún no se puede determinar nada, primero tengo que probar la enfermedad con medicamentos. Si hay alguna reacción en un sentido u otro, sabré cuál es mi postura. Pero si aquí no se producen reacciones, entonces debemos darnos cuenta de que no podemos mirar dentro del cuerpo para encontrar la fuente de la enfermedad y su naturaleza.

11. Pero entonces alguien dice un tanto lacónicamente: Doctor, Nuestro Señor habría hecho mejor si hubiera creado a la humanidad como un carpintero crea un armario, que se puede abrir y ver lo que hay dentro. O bien el Creador debería haber colocado las partes más delicadas del hombre, que son tan difíciles de alcanzar de esta manera, afuera, como los dedos, las orejas, los ojos y la nariz, para que estas partes pudieran ser fácilmente ayudadas con un emplasto, un ungüento o alguna otra cataplasma. Pero obviamente lo mejor hubiera sido que Él hubiera creado al hombre transparente como el agua, o que no lo hubiera compuesto de partes tan peligrosas para la vida y lo hubiera hecho más parecido a una piedra.

12. El médico arruga un poco la nariz, pero sigue diciendo: Sí, querido amigo, eso sería ciertamente bueno y mejor, pero no es como usted acaba de expresar su deseo. Así que debemos contentarnos con que sólo a través de la experiencia seamos capaces de sacar conclusiones más precisas sobre el estado interno de salud o enfermedad de una persona. Porque si el hombre se abriera como una caja, sería mucho más peligroso para todo ser humano de lo que ya es; Un simple agarre torpe del interior [sería potencialmente mortal], e incluso si uno pudiera inspeccionar las entrañas abriéndolas de esta manera, todavía sería de muy poca utilidad. Los intestinos y sus delicados órganos deben permanecer cerrados, porque si se abrieran, inmediatamente fluirían todos los jugos vitales y toda la actividad vital. Pero en cuanto a la posición externa de las partes internas del cuerpo, en verdad, mi querido amigo, eso daría a la forma humana una apariencia muy poco estética. Y si el hombre se volviera completamente transparente, todos se asustarían mutuamente, pues verían primero al hombre-piel, luego al hombre-músculo, al hombre-vascular, al hombre-nervio y finalmente al hombre-hueso, todo al mismo tiempo. Probablemente puedas imaginarte que semejante espectáculo no sería nada atractivo.

13. Pienso que, al considerar esto, se hace aún más claro lo absurdo de la objeción anterior.

14. Pero hay otro que dice: Es ciertamente absurdo pensar que las cosas naturales y materiales son tanto lo que está dentro como lo que está fuera. Pero la palabra en sí no es ni un árbol, ni un animal, ni un ser humano, sino que es espiritual en sí misma, en el sentido de que no tiene nada de material. ¿Por qué entonces debería tener un significado interno incomprensible, como un árbol o un ser humano? ¿O cómo podría esto ser posible, considerando la ya extraordinaria simplicidad y superficialidad de la palabra?

15. Bueno, yo digo, tomemos la palabra “padre”. ¿Qué significa? ¿Es la Palabra ya el Padre mismo o designa realmente a un Padre esencial del cual esta misma Palabra es meramente un tipo característico externo? Se dirá: Obviamente la palabra aquí no es el Padre mismo, sino sólo una designación externa de él. —Bien —digo yo, y pregunto—: ¿qué hay que entender entonces por esta palabra para poder reconocer en ella un tipo externo, correctamente descriptivo? – Respuesta: La palabra debe representar a una persona que tiene una edad adecuada, está casado, ha tenido hijos reales y vivos con su esposa y luego provee para ellos de una manera verdaderamente paternal, tanto física como espiritualmente.

16. ¿Quién puede negar siquiera que este significado tan amplio y esencial debe estar contenido en la simple palabra «Padre», sin la cual esta palabra no sería palabra en absoluto?

17. Pero si en las relaciones externas cada palabra simple debe admitir una explicación y un análisis más internos, cuánto más debe tener también cada palabra externa un significado espiritual interno, ya que todo lo que se designa con palabras externas debe tener en sí mismo una espiritualidad interna, es decir, algo poderoso y eficaz. Un padre ciertamente también tiene alma y espíritu. ¿La palabra describirá correctamente el concepto de “Padre” si excluye su alma y su espíritu? Ciertamente no, porque el Padre esencial se compone de cuerpo, alma y espíritu, es decir, de externo, interno y entrañable. Si, pues, el Padre esencial está así constituido de modo vivo, ¿no debe ser esto también la base, como en un espejo, de la Palabra por la que el Padre esencial es designado como Padre, significando igualmente perfectamente?

18. Pienso que no se puede presentar de manera más clara y distinta el necesario significado interno de la palabra. Y de aquí se desprende también que cuando el Señor revela su voluntad en el mundo, no puede, según su eterno orden divino, revelarla a los hombres externos de otro modo que a través de representaciones pictóricas externas, en las que hay entonces obviamente un significado interno y muy íntimo subyacente; De esta manera, todo el ser humano es provisto por el amor divino, desde lo más íntimo hasta lo más exterior.

19. Pero como ahora hemos demostrado de manera más que palpable la necesidad y certeza de tal institución, será muy fácil ahora encontrar casi automáticamente el significado interno y verdadero de nuestra ley y, tal como lo he presentado, reconocerlo al menos como el único incontrovertiblemente verdadero y universalmente válido. ¡Y así pasamos inmediatamente a dicha presentación!

Capítulo 97 - El significado espiritual del décimo mandamiento

(El 28 de octubre de 1843, de las 15.35 a las 18.00 horas.)

1. La ley, pues, dice, como ya sabemos de memoria: «No codiciarás la mujer de tu prójimo» – o: No desearás la mujer de tu prójimo, que es una y la misma cosa. – ¿Quién es la mujer y quién es el prójimo?

2. La mujer es el amor de todo hombre, y mi prójimo es todo hombre con quien entro en contacto o que, allí donde sea posible y necesario, necesite de mi ayuda. Si sabemos eso, básicamente ya lo sabemos todo.

3. ¿Qué dice entonces el mandamiento? Nada más que esto: nadie debe exigir egoístamente el amor de su prójimo para su propio bien; Porque el amor propio en sí no es nada más que atraer el amor de los demás para el propio disfrute, pero no devolver ni una chispa de amor propio.

4. Ésta es, pues, la ley en su sentido espiritual original. Pero dicen:

5. Aquí se expresa evidentemente en un sentido de la letra, que podría haber sido expresado tanto en el principio como ahora; Y se habrían evitado muchas desviaciones. —Pero yo digo: Eso es correcto. Si partes un árbol por la mitad, seguramente saldrá el corazón y podrás examinarlo tan fácilmente como examinarías la corteza de un árbol específico.

6. Pero el Señor ha ocultado deliberada y sabiamente el sentido interior en una imagen externa y natural, para que este sentido santo, interior y vivo no fuera atacado ni destruido por ninguna persona maliciosa, lo que podría entonces causar el mayor daño a todos los cielos y mundos. Por esta razón el Señor también dijo: “Será ocultado a los grandes y poderosos sabios del mundo, y revelada sólo a los pequeños, los débiles y los inmaduros”.

7. Pero así es exactamente como son las cosas con la naturaleza. Supongamos que el Señor hubiera creado los árboles de tal manera que su núcleo y sus principales órganos vitales estuvieran en el punto más externo del tronco: dime, ¿a cuántos peligros de muerte estaría expuesto un árbol cada segundo?

8. Sabes que si alguien perfora deliberadamente o voluntariamente el núcleo interior de un árbol, el árbol está condenado. Si algún gusano maligno roe la raíz principal del tallo, que está estrechamente unida al núcleo del árbol, el árbol muere. ¿Quién no conoce el llamado malicioso escarabajo de la corteza? ¿Qué le hace esto a los árboles? Primero roe la madera y come los órganos principales del árbol aquí y allá, y el árbol muere. Si el árbol ya está expuesto a tantos peligros de esta forma tan bien protegida, ¿a cuántos peligros más estaría expuesto si sus principales órganos vitales estuvieran ubicados en la parte más externa del tronco?

9. He aquí que lo mismo es cierto, y aún más inexpresablemente delicado, acerca de la Palabra del Señor. Si desde el principio el sentido interior se orientase hacia el exterior, ya no habría religión entre los hombres; porque habrían roído y arañado este significado santo interior en su parte vital, tan bien como lo hicieron con la corteza exterior del árbol de la vida, y habrían destruido hace mucho tiempo también la santa ciudad interior de Dios, de modo que no habría quedado piedra sobre piedra, tal como lo hicieron por el momento con la antigua Jerusalén y con la palabra exterior, que es la única que posee el significado literal.

10. Porque la Palabra de Dios en su sentido literal externo, tal como la tenéis ante vosotros en las Sagradas Escrituras, es tan diferente del texto original como lo es la más miserable y pequeña ciudad de Jerusalén hoy en día de la antigua ciudad mundial de Jerusalén.

11. Todo este desplazamiento, fragmentación y también abreviación, solo en el sentido literal externo, sin embargo, no es perjudicial para el sentido interno, porque el Señor, mediante su sabia providencia, ha establecido desde la eternidad el orden para que una y la misma verdad espiritual pueda ser preservada y dada intacta bajo las más diversas imágenes externas.

12. Pero sería muy diferente si el Señor hubiera dado de una vez la verdad espiritual interior desnuda, sin ninguna cubierta protectora exterior. Éste [el mundo] habría roído y destruido esta verdad santa y viviente a su antojo, y como resultado de ello se habría perdido toda vida.

13. Pero como el significado interior está tan oculto que el mundo jamás podrá descubrirlo, la vida permanece segura, incluso si su vestidura exterior se rasga en mil pedazos. Y así, por supuesto, el sentido interno de la Palabra, cuando se revela, también suena como si fuera el mismo que el sentido externo de la Palabra, y también puede expresarse mediante sonidos articulados o palabras; Por ello, sigue siendo, no obstante, un significado interior, vivo y espiritual, y es reconocible como tal porque engloba todo el orden divino, mientras que la imagen que lo contiene sólo expresa una relación especial que, como hemos visto, nunca puede tener validez general.

14. Pero cómo el mandamiento que acabamos de mencionar es solo una envoltura externa en la imagen, y cómo el significado interno que ahora se te revela es verdaderamente interior, espiritual y vivo, lo aclararemos inmediatamente mediante una breve reflexión.

15. El mandamiento externo, figurado, es bien conocido; internamente dice: ¡No codiciarás el amor de tu hermano!

16. ¿Por qué este mandamiento, tan importante y que afecta tanto la vida, está envuelto en la imagen de la mujer indeseable?

17. Quisiera llamar su atención en esta ocasión sobre una frase del Señor mismo, en la que habla del amor del hombre por la mujer: «Así dejará el hijo a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer».

18. ¿Qué quiere indicar el Señor con esto? Nada más que: el amor más poderoso que un hombre tiene en este mundo es el de su esposa. Pero ¿qué ama más el hombre en el mundo que su querida, valiente y buena esposa? La mujer contiene pues todo el amor del hombre, así como la mujer, en su orden, ciertamente no ama nada más poderosamente que a un hombre que corresponde a su corazón.

19. Así, en este mandamiento, bajo la imagen de la mujer, se coloca el hombre —o del hombre en general— el amor pleno, porque en realidad la mujer no es otra cosa que una cobertura externa y tierna del amor del hombre.

20. ¿Quién puede ignorar en esta explicación que la imagen «No codiciarás la mujer de tu prójimo» significa lo mismo que «No codiciarás el amor de tu prójimo para tu propio beneficio», y eso, por supuesto, es el amor más completo, porque la mujer en el mundo también contiene el amor completo del hombre.

21. Pero si ahora consideras esto sólo con cierta precisión, comprenderás fácilmente, incluso con tus propias manos, que todas las indeterminaciones externas de la ley figurativa externa que conocemos no son otra cosa que puras determinaciones generales internas. Pero cómo, lo veremos enseguida.

22. Mira, el “tú” es indefinido. ¿Por qué entonces? Porque de esta manera cada uno es comprendido en el sentido interior; Sea hombre o mujer, es lo mismo. Así también la mujer es indeterminada, y no se dice si es vieja o joven, si hay uno o más, si es muchacha o viuda. ¿Por qué esto es indeterminado? Porque no hay más que un solo amor para el hombre, y no es ni una anciana, ni una joven, ni una viuda, ni una joven soltera, sino que, como amor, no hay más que un amor en cada hombre, por el cual ningún otro hombre debería tener deseo alguno, porque, en primer lugar, este amor es la vida misma de cada hombre, y, en segundo lugar, porque todo aquel que tiene un deseo codicioso, envidioso o avaricioso de tal amor, parece en cierto sentido un asesino junto a su prójimo, ya que querría apoderarse de su amor o de su vida para su propio beneficio. Así que el siguiente también es incierto. ¿Por qué entonces? Porque de esta manera, en el sentido espiritual, se entiende a todo ser humano sin distinción de género.

23. Creo que ya debería estar bastante claro para ti que el significado interno que te he revelado es el único correcto, porque lo abarca todo.

24. Quizá muchos objetarán aquí, jactándose de la luz de su cuarto de luna, y dirán: Sí, si el asunto es así, entonces no es pecado en absoluto si alguien se acuesta con la esposa o las hijas de su prójimo, o les pide que lo hagan. – Entonces digo: ¡Oho, mi querido amigo! Con ese comentario estuviste increíblemente sorprendido. ¿Acaso la afirmación de que no debes desear el amor del prójimo, ni siquiera su amor completo, no significa todo lo que lleva en su corazón como un impuesto de vida? He aquí que en este mandamiento se niegan a tu deseo no sólo la mujer y las hijas de tu prójimo, sino también todo lo que abarca el amor de tu hermano.

25. Por esta razón, los dos últimos mandamientos fueron dados originalmente juntos como un solo mandamiento, y solo se distinguen en esto: en el noveno mandamiento, el amor al prójimo fue presentado como algo que debe ser respetado de una manera más particular, mientras que en nuestro décimo mandamiento la misma cosa es presentada como resumida en su sentido más íntimo y debe ser respetada de una manera muy general.

26. Que, por lo tanto, el deseo de la mujer y las hijas del prójimo también esté prohibido, es algo que cada hombre puede seguramente comprender con sus propias manos, y el asunto es como si uno le da a alguien un buey entero, y también le regala sus extremidades, su cola, cuernos, orejas y patas, etc. O si el Señor le diera a alguien un mundo, le daría todo lo que hay en él y no le diría: Sólo el interior del mundo te pertenece, pero la superficie me pertenece a Mí.

27. Pienso que no se puede explicar el asunto con mayor claridad al entendimiento humano. Ahora hemos comprendido plenamente el significado interno y verdadero de este mandamiento, ya que es eternamente válido en todos los cielos y determina la felicidad de todos los ángeles, y hemos respondido a todas las objeciones posibles. Así que hemos terminado con eso y ahora queremos ir directamente al undécimo salón brillante que está frente a nosotros. Sólo allí encontraremos todo lo dicho hasta ahora resumido y confirmado con la luz más clara, como si estuviera en un solo punto. ¡Así que entremos en acción!


Das erste Gebot

Kapitel 73 - Das Schulhaus der göttlichen Gebote. Das erste Gebot

(Am 11. September 1843 von 5 – 6 1/2 Uhr nachmittags.)

1. Wir dürfen von hier keine gar große und weite Reise machen, der nächste Garten wird sogleich vor unseren Augen stehen. Seht hin, in einer mäßigen Entfernung begrüßen uns schon unabsehbar weit gedehnte Baumreihen, hinter denen wir einen überaus großen und ebenmäßig prachtvollen Palast erblicken. Das ist schon der nämliche Garten, in welchen wir zu kommen haben, in diesem werdet ihr auch sogar diejenigen Kinder antreffen, die euch der Herr auf der Erde genommen hat.

2. Ob ihr sie aber sogleich erkennen werdet, das ist freilich wohl eine andere Frage; denn im Geist haben die Kinder nicht mehr das Anähnelnde der Gestalt ihrer irdischen Eltern, sondern nur das Anähnelnde in entsprechendem Maße nach der Aufnahmefähigkeit für das Liebegute und Glaubenswahre aus dem Herrn mit dem Herrn. Dessen ungeachtet aber können sie auch bei gewissen Gelegenheiten das irdisch Anähnelnde, welches in ihrer Seele haftet, annehmen und sich dadurch der Form nach denjenigen kennbar machen, welche von der Erde hier anlangen und von den geistigen Verhältnissen noch eben nicht gar zu viel wissen.

3. Wir wollen aber vorderhand nicht zu lange davon sprechen, sondern uns lieber sogleich in den Garten begeben, um uns allda von allem dem mit den eigenen geistigen Augen zu überzeugen, was wir sonst nur mit dem Mund hier ausfechten müssten.

4. Seht, an den Baumreihen sind wir schon, welche in vielen Reihen oder Alleen allda gesetzt sind, in denen ihr die schönsten blumigsten Wege entdeckt und auch hier und da Kinder munter auf denselben wandeln seht. Gehen wir aber nur tiefer hinein, und wir werden uns sobald bei dem erst geschauten Palast befinden.

5. Seht, da steht er schon vor uns, und das in einer nahe unabsehbar weit gedehnten Länge. Tausendmal tausend Fenster laufen in einer Reihe fort. Ein jedes ist bei sieben Klafter hoch. Über der Höhe der Fenster entdecken wir noch eine kleinere Fensterreihe, welche jedoch überall genau über den unteren großen Fenstern zu stehen kommen.

6. Ihr sagt und fragt hier: Aber um des Herrn willen, ist dieses ganze Gebäude, dieser unabsehbar lange Palast, nur der einzige Saal? – Ich sage euch: Solches ist er mitnichten, sondern er besteht aus zwölf Abteilungen. In der Höhe aber, da ihr die zweite Reihe der kleinen Fenster bemerkt, läuft ununterbrochen eine herrliche und breite Galerie um den ganzen Saal, von welcher Galerie aus man, ohne die Schüler gewisserart zu ebener Erde zu stören, alle die zwölf Abteilungen nacheinander übersehen und sich da überzeugen kann, was alles in ihnen vorkommt. Gehen wir aber nun hinein, damit euch alles klar werde.

7. Seht, da sind wir schon am Eingang. Wir brauchen aber nicht auf die Galerie hinaufzugehen, da wir diesen kleinen Kindergeistern ohnehin zum größten Teil unsichtbar bleiben müssen. Bemerkbar werden wir nur den Lehrern; diese aber sind schon unterrichtet, warum wir hier sind.

8. Nun seht, hier sind wir schon im ersten Saal. Was seht ihr in der Mitte dieses großen Saales auf einer weißen Tafel, welche auf einer Säule aufrecht stehend angebracht ist, geschrieben? Ihr sagt: Zuoberst die uns wohlbekannte Zahl 1, die sicher die Nummer des Saales sein wird, und unterhalb: Weg zur Freiheit des Geistes! – Das Eins bedeutet, sage ich euch, nicht die Nummer des Saales, sondern es bezeichnet das erste Gesetz Gottes durch Moses.

9. Ihr fragt: Was sollen aber die vielen Kinder, die wir hier schon ziemlich erwachsen erschauen, mit dem irdischen Gesetz Moses, welches wohl für Sterbliche, irdisch ungläubige Menschen gilt, aber doch sicher nicht für Kinder, welche als reine Geister hier schon lange die lebendigste Überzeugung von dem Dasein des einen Gottes haben, indem ihnen solches doch schon bei dem ersten Elementarunterricht, wie wir solches gesehen haben, zur Übergenüge lebendigst anschaulich bei jeder Gelegenheit gezeigt wird?

10. Meine lieben Freunde und Brüder, die Sache verhält sich ganz anders, als ihr meint. Ähnliches findet ihr aber auch auf der Erde, allda ihr auch die Kinder fragen und betrachten könnt, wo ihr wollt, und ihr werdet bei ihnen überall einen wirklich lebendigen Glauben an einen Gott antreffen. Denn niemand ist gläubiger als die Kinder, und es gibt doch nicht leichtlich irgendein so böswilliges Elternpaar, das da seinen Kindern, wenigstens zu Anfang ihres Seins, verweigern möchte, einen Gott zu erkennen, indem solches jede Religion vorschreibt und den Eltern wenigstens aus politisch-moralischen Gründen solches ihre Kinder erlernen und erkennen zu lassen, zur Pflicht gemacht wird.

11. Sollte man da nicht eben auch glauben, dass solchen von Gott unterrichteten Kindern nach der Zeit kein fernerer Unterricht von Gott nottut? Ihr müsst da selbst bekennen und sagen: Ja, ein solcher Unterricht tut jedermann bis an sein letztes Lebensende not; denn nur gar zu leicht werden die ersten Eindrücke in den Kinderjahren verwischt, und dann stehen die den Kinderschuhen entwachsenen Menschen da, als hätten sie nie etwas von Gott gehört. – Ich sage euch: ein solches Verwischen ist hier freilich wohl nicht leichtlich möglich; aber das müsst ihr doch annehmen, dass diese Kinder, zufolge ihrer frühen Hierherkunft, auf der Erde keine Gelegenheit hatten, die Freiheitsprobe für ihren Geist, welche ist die eigentliche Lebensprobe, zu bestehen. Daher muss diese überaus wichtige Aktion für das Leben des Geistes allhier ins vollste Werk gesetzt werden. Denn bisher waren diese Kindergeister nur gewisserart geistig lebendige Maschinen. Hier aber handelt es sich ums Lebendigwerden aus ihnen selbst, und darum müssen sie auch alle diejenigen Gebote kennenlernen, dieselben dann werktätig an sich selbst erproben und erfahren, wie sich ihr selbst lebendiges geistiges Wesen unter einem gegebenen Gesetz verhält.

12. Und so denn ist auch hier das erste Gebot gegeben, welches da lautet: „Du sollst an einen Gott glauben und dir nie denken, als gäbe es entweder keinen Gott, oder es gäbe zwei, drei oder mehrere Götter.“

13. Hier fragt es sich dann freilich wieder weiter: Wie kann man denn demjenigen an einen Gott zu glauben gebieten, der ohnehin an einen Gott lebendig glaubt und keinen Zweifel darüber hat? Das ist fürwahr eine gute Bemerkung; darum aber werden eben hier die Kinder von ihren Lehrern durch allerlei Lehre und Taten in einen solchen Zustand versetzt, in welchem sie von allerlei Zweifeln über das Dasein Gottes behaftet werden, welche Unterrichtsweise man hier die Abödung des eigenen Geistes nennt.

14. Um aber solches bei diesen Kindern zu bewirken, lassen die Lehrer nicht selten die merkwürdigsten Dinge wie zufällig vor den Augen ihrer Schüler entstehen, lassen sie dieselben betrachten und fragen sie dann, ob dazu Gott vonnöten war, den sie doch dabei nicht als handelnd gesehen haben. Sagen da die Kinder, Gott kann solches bloß durch Seinen Willen bewirken, ohne dabei wesenhaft notwendig gegenwärtig zu sein, da lassen die Lehrer ihre Schüler selbst verschiedene Dinge denken, und was da gedacht wird von den Kindern, das steht schon fertig da. Dabei fragen dann die Lehrer die Kinder wieder, wer nun solches getan habe.

15. Dadurch werden schon mehrere ins Zwielicht gebracht. Einige sagen, solches hätten sie selbst getan, andere wieder meinen, es haben solches die Lehrer nach der Erkenntnis der Gedanken in den Schülern getan. Einige aber sagen, sie hätten sich solches wohl gedacht; es müsste doch ein allmächtiger Gott es zugelassen haben, darum das von ihnen Gedachte als ein vollendetes Werk vor ihnen erschien.

16. Wenn die Schüler so ziemlich noch immer beim festen Glauben an einen Gott verbleiben, da fragen sie dann die Lehrer, woher sie denn das wüssten, dass es einen Gott gebe. Die Schüler antworten ihnen da gewöhnlich: Solches haben uns die ersten weisen Lehrer gelehrt. – Nun fragen sie aber diese Lehrer und sagen: Was würdet ihr denn dann sagen, so wir als die offenbar weiseren Lehrer sagen und lehren, dass es keinen Gott gibt, und dass das alles, was ihr seht, von uns gemacht und errichtet ist? Und was werdet ihr sagen, wenn wir von uns aussagen, dass wir die eigentlichen Götter sind?

17. Seht, hier stutzen die Kinder ganz gewaltig und fragen dann die Lehrer, was sie denn nun in diesem Falle tun sollten?

18. Diese aber sagen zu ihnen: Sucht in euch, was ihr da tun müsst; gibt es einen Gott, so müsst ihr Ihn in euch finden, und gibt es keinen, so werdet ihr auch ewig keinen finden.

19. Wenn dann die Kinder fragen, wie sie in sich ein solches Suchen anstellen sollten, da sagen die Lehrer: Versucht, den Gott, den ihr meint, dass Er ist, in euren Herzen also zu lieben, als wäre Er einer. Nehmt in solcher Liebe zu, und wenn es einen Gott gibt, so wird Er euch in eurer Liebe antworten, gibt es aber keinen, da werdet ihr in euren Herzen keine Antwort bekommen.

20. Seht, hier fangen die Schüler an, in ihr Inneres zu gehen und fangen an, den früher bloß nur kindlich geglaubten Gott im Ernst zu lieben. Aber da geschieht es, dass Sich Gott der Herr nicht sobald meldet, und unsere Kinder dadurch in nicht geringe Zweifel kommen. Wie sie aber aus diesen gebracht werden, wird der Verfolg zeigen.

Kapitel 74 - Wie Gott zu finden ist

(Am 13. September 1843 von 5 1/4 – 6 3/4 Uhr nachmittags.)

1. Seht, da sind schon einige, die sich soeben an ihren Lehrer wenden und ihm die Bemerkung machen, dass sie nun im Ernst zu glauben genötigt seien, es gebe keinen Gott außer den Lehrern, die vor ihnen Wunderdinge leisten, indem sich Gott trotz der Heftigkeit ihrer Liebe, mit der sie Ihn in ihren Herzen erfasst haben, auch nicht einem unter ihnen zu einer allergeringsten Wahrnehmung gezeigt habe.

2. Was tun aber die Lehrer auf diese Äußerung ihrer Schüler? Hört nur den an, an den solcher Bericht ergangen ist; er spricht also zu seinen Schülern:

3. Meine geliebten Kinder! Es mag wohl sein, dass sich bei euch Gott noch nicht gemeldet habe; es kann aber auch sein, dass Er sich gemeldet hat, ihr aber wart zu unaufmerksam und habt eine solche Anmeldung nicht wahrgenommen.

4. Sagt mir daher: Wo wart ihr, als ihr Gott in euren Herzen erfasst habt? Wart ihr draußen unter den Bäumen des Gartens oder auf den Galerien des Saales, oder wart ihr auf dem großen Söller des Saalgebäudes oder in irgendeiner Kammer, oder wart ihr in euren Wohnstuben, welche da außerhalb dieses großen Lehrgebäudes reichlich erbaut sind? Und sagt mir auch, was alles ihr hier und da mit gesehen, bemerkt und empfunden habt.

5. Die Kinder sprechen: Wir waren draußen unter den Bäumen und betrachteten da die Herrlichkeiten der Schöpfungen Gottes, an den wir glauben sollen, und lobten Ihn darob, dass Er so herrliche Dinge gemacht hat, und stellten Ihn uns vor als einen recht lieben Vater, der gern zu Seinen Kindern kommt, und haben dadurch auch in unseren Herzen eine große Sehnsucht gefasst, Ihn zu erschauen und Ihm dann mit all unserer kindlichen Liebe entgegenzueilen, Ihn zu erfassen und nach all unserer möglichen Kraft zu liebkosen.

6. Allein es kam von keiner Seite irgendein Vater zu uns. Wir fragten uns auch sorgfältig untereinander, ob einer oder der andere aus uns noch nichts merke vom Vater. Allein ein jeder aus uns bekannte offenherzig, dass er davon nicht von fernher auch nur etwas Allerleisestes merke.

7. Wir verließen dann den Platz, eilten auf die Söller des Lehrsaalgebäudes und taten allda dasselbe. Allein der Erfolg war ganz derselbe wie unter den Bäumen. Wir gingen von da in unsere Wohnstuben, in der Meinung, da wird uns der Vater am ehesten besuchen, denn wir beteten da viel, und baten Ihn inbrünstigst, dass Er Sich uns zeigen möchte. Allein es war alles umsonst! Und da wir sonach deinen Rat vergeblich befolgt haben, so sehen wir uns nun genötigt, deiner Lehre beizupflichten, dass es nämlich eher keinen als einen Gott gebe; – und haben so unter uns beschlossen: Wenn es schon irgendeinen Gott gibt, so gibt es aber dennoch keinen ganzen, sondern einen geteilten in all den lebenden und freitätigen Wesen, wie ihr und wir da sind. Gott ist demnach nur ein Inbegriff der lebendigen Kraft, welche aber erst in den Wesen, wie ihr und wir es sind, freitätig sich und andere erkennend und dadurch auch mächtig wirkend auftritt.

8. Seht hier die kleinen Philosophen, und erkennt aber auch zugleich den Grund oder das falsche Samenkorn, von dem alle die schlüpfrigen Vernunftsspekulationen die Frucht sind!

9. Was spricht aber unser Lehrer zu diesen Philosophemen seiner Schüler? Hört, also lauten seine Worte: Meine lieben Kinderchen! Nun habe ich den Grund in euch recht klar erschaut, warum sich euch kein Gott gezeigt habe, weder unter den Bäumen, noch auf dem Söller, noch in den Wohnstuben; (d. h. so viel, als weder im Forschen in der Natur durch Erfahrungen und Zergliederungen derselben, noch auf dem Wege höherer Vernunft- und Verstandesspekulation, noch in eurem nicht viel besseren als einem Alltagsgemüt), weil ihr schon mit den Zweifeln hinausgegangen seid.

10. Ihr habt Gott nicht bestimmt, sondern nur allenfalls möglicherweise erwartet. Gott aber, so einer ist, muss ja doch in Sich Selbst die höchste abgeschlossene Bestimmtheit sein. Wenn ihr aber mit der Unbestimmtheit eures Denkens, Glaubens und Wollens die höchste göttliche Bestimmtheit suchtet, wie möglich hätte sich da euch solche wohl offenbaren können? Merkt euch demnach wohl, was ich euch nun sagen werde:

11. Wenn ihr Gott suchen wollt, wollt Ihn auch erschaulich finden, da müsst ihr ja mit der größten Bestimmtheit hinaustreten und Ihn auch so suchen. Ihr müsst ohne den allergeringsten Zweifel fort glauben, dass Er ist, und wenn ihr Ihn auch noch so lange nicht irgend zu Gesicht bekommen solltet, und müsst dann auch mit eurer Liebe Ihn ebenso bestimmt ergreifen, als wie bestimmt ihr an Ihn glaubt. Sodann wird es sich erst zeigen, ob ihr in eurem Denken, Glauben, Wollen und Lieben die größtmöglichste Bestimmtheit erlangt habt.

12. Habt ihr dieselbe erlangt, so wird Sich auch Gott euch sicher zeigen, so Er einer ist. Habt ihr aber diese Bestimmtheit nicht erlangt, so werdet ihr ebenso unverrichteter Dinge wieder zu mir zurückkehren, wie es diesmal der Fall war.

13. Seht, die Kinder überdenken die Lehre des Lehrers wohl, und eines, scheinbar das schwächste aus ihnen, tritt hin zum Lehrer und spricht: Höre mich an, du lieber weiser Lehrer! Meinst du denn nicht, wenn ich so ganz allein in mein Wohnstübchen ginge und möchte da Gott den Herrn als den allerliebevollsten Vater allein mit meiner Liebe recht bestimmt ergreifen, indem ich ohnehin noch nie so recht zweifeln habe können darüber, ob es einen oder keinen Gott gebe, sondern in mir – aller Gegenbeweise ungeachtet – fortwährend bei einem Gott stehengeblieben bin. Meinst du demnach nicht, Er würde Sich mir zeigen, wenn ich Ihn allein lieben möchte? Denn das viele Denken und Glauben danach kommt mir ohnehin etwas mühselig vor.

14. Der Lehrer spricht zum Kind: Gehe hin, mein liebes Kindlein, und tue, was dir gut dünkt; wer weiß vorderhand, ob du nicht recht habest? Ich kann dir nun weder ein Ja noch ein Nein geben, sondern sage zu dir: Gehe hin und erfahre, was alles die Liebe vermag!

15. Nun seht, das Kindlein läuft aus dem Saal in seine Wohnstube, und die anderen Schüler befragen den Lehrer noch einmal, ob er die Unternehmung des einen Kindes, das sich jetzt in seine Wohnstube entfernte, dem vorziehe, was sie nun nach seinem Rat zu tun gedenken, nämlich mit aller Bestimmtheit hinauszugehen und zu forschen nach Gott.

16. Der Lehrer aber spricht: Ihr habt gehört, was ich zu dem einen eurer Mitschüler gesagt habe, nämlich weder ein Ja noch ein Nein; eben dasselbe sage ich auch zu euch. Geht hin oder hinaus; tut, was euch am besten dünkt, und die Erfahrung wird es zeigen, welcher Weg der bessere und der kürzere ist, oder ob der eine falsch oder der andere richtig, oder ob beide falsch oder beide richtig seien.

17. Nun seht, ein Teil der Kinder erfasst die Bestimmtheit, ein anderer aber die Liebe allein. Die die Bestimmtheit Erfassenden gehen voll tiefen Denkens, Wollens und festen Glaubens hinaus in den Garten; ein Teil aber begibt sich in ihre Wohnstuben, um Gott zu suchen.

18. Aber da seht hin, soeben kommt das zuerst mit der Liebe zu Gott hinausgeeilte Kind, geleitet von einem schlichten Mann, in den Saal herein und geht schnurgerade auf den Lehrer los. Was lauter wird es wohl hervorbringen?

19. Hört, es spricht: Lieber, weiser Lehrer, da sieh einmal her! Als ich in meinem Wohnstübchen den lieben großen Himmelsvater so recht zu lieben anfing, da kam dieser einfache Mann zu mir und fragte mich, ob ich den Vater im Himmel wohl im Ernst so lieb hätte. Ich aber sprach zu ihm: O lieber Mann, das kannst du mir ja aus meinem Angesicht lesen. – Dann aber fragte mich der Mann, wie ich mir den großen Himmelsvater in meinem Gemüt vorstellte. Und ich sagte zu ihm: Ich stelle mir Ihn so wie einen Menschen vor; aber nur muss Er sehr groß und stark sein und auch sicher einen großen Glanz um sich haben, weil schon diese Welt und die Sonne, die ihr scheint, so überaus herrlich und glänzend ist.

20. Hier hob mich der schlichte Mann auf, drückte mich an sein Herz und gab mir einen Kuss und sprach dann zu mir: Führe mich hinüber in den Lehrsaal zu deinem Lehrer; dort wollen wir das Weitere ausmachen und recht gründlich ersehen, wie der Himmelsvater aussieht, wenn Er einer ist, und wie Er alles aus Sich erschafft, leitet und regiert. Und nun siehe, lieber weiser Lehrer, da bin ich nun mit dem schlichten Mann. Was dünkt dir wohl, wer dieser Mann sein möchte, weil er gar so lieb mit mir umgegangen ist?

21. Und der Lehrer spricht in sichtbar allerhöchster Liebe und Achtung: O überglückliches Kind, du hast schon den Rechten gefunden; siehe das ist Gott, unser allerliebevollster Vater! – Und der Herr beugt Sich nun nieder, nimmt das Kind auf Seinen Arm und fragt es: Bin Ich wohl Der, als den mich dein Lehrer dir angekündigt hat? – Und das Kind spricht in großer Aufregung: O ja, Du bist es, das erkenne ich ja an Deiner unendlichen Güte, denn wer sonst ist so gut wie Du, dass er mich auf seine Arme nähme und möchte mich also herzen und kosen wie Du?! Ich liebe Dich aber nun auch so unbegreiflich, dass ich mich ewig nimmer von Dir trennen kann; musst mich darum nicht mehr hier lassen, lieber heiliger Vater! Denn solche Güte und Liebe habe ich noch nie empfunden wie jetzt auf Deinen Armen! – Und der Herr spricht: Fürchte dich nicht, Mein Kindlein! Wer Mich einmal wie du gefunden hat, der verliert Mich ewig nimmer. Aber nun musst du ganz still sein von Mir; denn es kommen auch die anderen Kindlein, die Mich suchten, aber noch nicht gefunden haben. Diese wollen wir auf eine kleine Probe setzen, auf dass sie Mich auch finden sollen; daher sei nun ruhig, bis Ich dir winken werde!

Kapitel 75 - In der Sehnsucht nach dem himmlischen Vater liegt ein großer Beweis für Sein Dasein

(Am 19. September 1843 von 4 3/4 – 6 1/2 Uhr nachmittags.)

1. Nun seht, soeben kommen auch die anderen suchenden Kinder herein; und aus ihren Gesichtern lässt sich gar klar entnehmen, dass sie weder auf die eine noch die andere Art Den gefunden haben, den zu suchen sie ausgegangen sind. Sie nähern sich darum zum zweiten Mal, ganz schüchtern, ihrem Lehrer, und der Lehrer fragt sie: Nun, meine lieben Kinder, wie sieht es denn aus mit dem Suchen unter den Bäumen oder auf dem Söller oder auf den Galerien oder mit dem Suchen desjenigen Teiles aus euch, die sich vorgenommen haben, den Herrn im Wohnstübchen zu suchen? Wie ich sehe, so zuckt ihr alle mit den Achseln; habt ihr denn noch nicht gefunden und gesehen den guten lieben Vater, den einigen Gott aller Himmel und aller Welten? Wie ist nun euer Glaube bestellt? Habt ihr noch Zweifel über das Dasein Gottes?

2. Die Kinder sprechen: Ach lieber, erhabener Lehrer, was die Zweifel betrifft, so haben wir jetzt derselben mehr als ehedem; denn siehe, weder unser festes Wollen, noch unser allerlebendigster Glaube, noch alle unsere gegründetsten Gedanken auf Gott den Herrn, noch unser fester Liebewille haben etwas vermocht. Für bestimmt, wenn es irgendeinen Gott und Herrn gäbe, so müsste Er Sich uns doch auf eine oder die andere Art geoffenbart haben; denn siehe, am Ende haben wir uns alle vereint und den festen Glauben gefasst, dass es einen heiligen, guten, lieben Gott und Vater geben müsse. Wir haben Ihn mit all unserer Liebe erfasst und bei Seinem von dir uns kundgegebenen Namen gerufen, indem wir sagten: Ach liebster, heiliger Vater Jesus, komme, komme doch zu uns, erhöre unser kindlich Flehen und zeige uns, dass Du einer bist und uns auch lieb hast, wie wir Dich lieb haben! – Und siehe, lieber erhabener Lehrer, also riefen wir eine geraume Zeit hindurch; aber keine Spur ließ sich von irgendeinem himmlischen Vater vernehmen. Es war alles umsonst; daher sind wir nun darob unserer Sache völlig gewiss, dass es außer euch erhabenen Lehrern keinen anderen höheren Lehrer oder Gott gibt.

3. Wir wollen zwar dadurch noch nicht behaupten und sagen: Unsere Zweifel sind geradewegs auf festen Grund gestellt. Aber das können wir sicher annehmen, dass nach solcher unwirksamer Gestalt der Dinge sich über das Dasein Gottes eher Zweifel als ein fester Glaube daran erheben können.

4. Aber wir sehen auch den einen, der sich von uns abgesondert hat, mit der alleinigen Liebe den Herrn suchend; hat auch dieser nichts gefunden?

5. Der Lehrer spricht: Meine lieben Kinderchen, darüber kann ich euch vorderhand weder ja noch nein sagen. – Die Kinder aber fragen den Lehrer weiter: Lieber erhabener Lehrer! Wer ist denn jener fremde einfache Mann dort, um den sich der eine aus uns so herumtut und sieht ihn gar so verliebt an? Ist vielleicht dessen Vater von der Erde hier angekommen?

6. Der Lehrer spricht: Meine lieben Kinderchen, da ist schon wieder etwas, was ich euch nicht sagen kann. So viel aber mögt ihr vorderhand zur Wissenschaft nehmen, dass da jener schlichte Mann gar außerordentlich weise ist, daher müsst ihr euch wohl recht zusammennehmen, so er etwa mit euch über dies oder jenes sich besprechen möchte.

7. Die Kinder sagen: Ach lieber erhabener Lehrer, können denn so ganz einfache Menschen auch weise sein? Denn siehe, wir haben bis jetzt erfahren, dass die Lehrer, je weiser sie wurden, bis auf dich, auch stets erhabener und glänzender ausgesehen haben. Jener Mann aber sieht gar nicht so erhaben und glänzend aus, sondern ist um gar vieles einfacher und schlichter als du. Da kommt es uns dann etwas sonderbar vor, dass er gar so außerordentlich weise sein soll.

8. Der Lehrer spricht: Ja, meine lieben Kinderchen, bei der inneren allertiefsten Weisheit kommt es durchaus nicht auf das äußere Glänzen an, sondern da heißt es: Je mehr Glanz von außen, desto weniger Licht von innen, je mehr Licht aber von innen, desto weniger Glanz dem außen nach. – Geht aber nur hin und fragt ihn einmal um etwas, und ihr werdet euch gleich überzeugen, wie weise er ist.

9. Nun gehen die Kinderchen hin zum Herrn und fragen Ihn noch unbekannterweise: Du lieber schlichter, einfacher Mann! Möchtest du uns denn nicht gestatten, dass wir dich um etwas fragen dürften?

10. Der Herr spricht: O von ganzem Herzen gern, Meine geliebten Kinderchen! Fragt nur zu, und Ich werde Mich mit der Antwort schon zurechtfinden. – Die Kinder fragen den Herrn: Da du uns dich zu fragen erlaubt hast, so fragen wir dich gerade um das, was uns allen am meisten am Herzen liegt. Siehe, wir suchen und beweisen schon eine geraume Zeit hin und her, für und dagegen, ob es einen Gott gibt, der da wäre ein überaus guter Vater im Himmel aller Menschen, die nur je irgendwo leben. Wir können aber diesem Vater nirgends auf die Spur kommen, und unser Lehrer selbst will oder kann uns in dieser Sache auch nichts Gegründetes sagen. Das aber hat er uns gesagt, dass du gar überaus weise sein sollst; daher möchten wir wohl von dir erfahren, ob es einen solchen Gott und Vater gibt oder nicht? Wenn du davon irgendetwas weißt, so sage es uns doch. Denn wir werden dich gar aufmerksam anhören, und es soll deinem Munde kein Wort entschlüpfen, das wir nicht mit der größten Aufmerksamkeit gar sehr beachten möchten.

11. Der Herr spricht: Ja, Meine lieben Kinderchen, da habt ihr Mir freilich eine sehr schwere Frage gegeben, die Ich euch kaum werde beantworten können; denn sage Ich euch, es gibt einen solchen Gott und Vater, da werdet ihr sagen, das genügt uns nicht, solange wir Ihn nicht sehen. Und wenn ihr dann sagt, lass uns sehen den Vater, was werde Ich dann zu euch sagen? Ich könnte euch mit dem Finger zeigen dahin oder dorthin, und ihr würdet nichts erblicken; denn wohin Ich euch auch immer zeigen möchte, würdet ihr dennoch nie euren Gott und Vater finden. Möchte Ich aber zu euch sagen: Kinder, der Vater ist hier unter euch! Werdet ihr es wohl glauben?

12. Würdet ihr nicht fragen: Wo ist Er denn? Ist Er einer aus den Lehrern dieses großen Saales? Und Ich dann zu euch sage: O nein, Meine geliebten Kinder! Was werdet ihr dann tun? Ihr werdet Mich ganz groß ansehen und sagen: Siehe, der Mann hat uns zum Besten. Wenn es nicht einer aus den vielen Lehrern ist, welcher ist es denn? Du wirst es doch nicht sein? Denn so einfach, schlicht und glanzlos wie du da bist, kann doch der allererhabenste Himmelsvater nicht aussehen!

13. Und wenn ihr Mir dann eine solche Antwort gegeben habt, was wohl soll Ich euch darauf erwidern? Daher sollt ihr Mich gerade um etwas anderes fragen; denn mit der Beantwortung dieser eurer ersten Frage scheint es sich nicht so recht tun zu wollen.

14. Die Kinder sprechen: O lieber, weiser Mann! Siehe, das geht nicht so. An der Beantwortung einer anderen Frage ist uns nichts gelegen; aber daran, ob es einen oder keinen himmlischen Vater gibt, liegt unser ganzes Wohl. Denn gibt es einen Vater im Himmel, so sind wir alle überselig, gibt es aber keinen, so sind wir da, als wären wir ohne allen Grund und wissen nicht, wofür, wodurch und für was. Daher, wenn es dir möglich ist, mache dich nur an die Beantwortung der ersten Frage; darum bitten wir dich alle recht inständigst!

15. Denn dass du ein sehr weiser Mann bist, das haben wir schon aus deiner ausweichenden Antwort entnommen. Daher führe uns dem einen Vater näher, denn es muss sicher einen geben, und das merken wir daraus, dass wir nach eben diesem himmlischen Vater eine stets größere Sehnsucht bekommen, je mehr Er Sich hinter unseren kindlichen Zweifeln verbergen will.

16. Wenn Er schon durchaus nicht wäre, woher käme denn da diese Sehnsucht in uns, die doch auch ebenso lebendig ist wie wir selbst? Mit der Sehnsucht also muss ja auch die Gewissheit über das Dasein eines himmlischen Vaters wachsen!

17. Der Herr spricht: Nun, Meine lieben Kinderchen, ihr nehmt Mir ja gerade das Wort aus dem Munde! Fürwahr, in der Sehnsucht liegt ein gar großer Beweis; was aber ist wohl die Folge der Sehnsucht? Nicht wahr, Meine lieben Kinderchen, die Folge wird das sein, dass man sich dessen vergewissern möchte, danach man sich sehnt. – Ihr sagt: O ja, das sei eine gute Antwort. – Ich aber frage euch nun: Was ist denn der Grund der Sehnsucht? – Ihr sagt es Mir, es ist die Liebe zu dem, nach dem man sich sehnt.

18. Wenn man aber etwas im Grunde und in der Fülle der Wahrheit erschauen will, genügt es dazu wohl, um nur bei der Sehnsucht und ihrer Folge zu verbleiben? Ihr sagt Mir: O nein, lieber Mann von gar großer Weisheit! Da muss man auf den Grund selbst zurückgehen. Kündet sich da die große Wahrheit nicht an, dann ist alles falsch; kündet sie sich aber da an, so ist man zu der lebendigen Überzeugung gekommen, dass sie ewig nirgends anders als nur in ihrem Grunde selbst zu erkennen und zu erschauen ist.

19. Seht aber nun her, ihr Kinderchen! Dieser eine Bruder aus euch ging diesen Weg; und seht, er hat den Vater gefunden! Fragt ihn, wo Er ist, und er wird euch mit dem Finger auf den Vater zeigen!

20. Nun fallen die anderen über den einen her und verlangen das von ihm. Und dieser eine spricht: O meine lieben Brüder! Da seht her, den ihr für schlicht und einfach haltet, der ist es Selbst! Den ihr so lange vergeblich gesucht habt, der ist der gute, liebe himmlische Vater – heilig, überheilig ist Sein Name! Glaubt es mir, denn ich habe Seine Herrlichkeit schon gesehen. Glaubt aber nicht darum, weil ich es euch sage, sondern nähert euch alle mit euren Herzen zu Ihm, und ihr werdet Ihn also wahr und herrlich finden, wie ich Ihn gefunden habe!

21. Seht, diese Kinder tun nun alle einen Ruf, da sie den Vater erkennen: O Vater, Vater, Vater!!! Du bist es, ja, Du bist es! Denn wir ahnten es mächtig in Deiner Nähe! Da wir Dich aber gefunden haben, so wolle Dich ja nimmer vor uns verbergen, auf dass wir Dich wieder so schwer suchen müssten!

22. Und der Herr spricht: Amen! Kindlein, von nun an sollen eure Gesichter nimmer von Mir abgewendet werden! Werde Ich Mich auch nicht stets also, wie jetzt, unter euch aufhalten, so werde Ich aber doch in jener Sonne dort, die euch leuchtet, zugegen sein! Das Weitere wird euch euer Lehrer von Mir kundtun.

Zweite und dritte Gebot

Kapitel 76 - Belehrung über das zweite und dritte Gebot

(Am 25. September 1843 von 4 1/2 – 6 1/4 Uhr nachmittags.)

1. Wir brauchen aber nun die Sache nicht weiter zu verfolgen, was diese Kinder hier weiter von ihren Lehrern über den Herrn empfangen; denn die Epoche oder den Zustand, in dem sie den Herrn wie völlig verloren haben, haben sie überstanden, und somit auch den ersten Lehrsaal, deren es in dieser Abteilung, wie ihr schon früher gesehen habt, zwölf gibt. Es wäre zu gedehnt, in all den folgenden Lehrsälen den fortschreitenden Unterricht mit diesen Kindern mitzumachen. Damit ihr aber doch wisst, was in diesen Sälen gelehrt wird und auf welche Weise, so sage ich euch, dass ihr solches schon aus der ersten Tafel in der Mitte des ersten Lehrsaales habt entnehmen können, um was es sich in diesem großen Lehrgebäude handelt – um nichts anderes als um die zehn Gebote Moses und endlich um die zwei Gebote der Liebe.

2. In einem jeden darauffolgenden Saal wird ein neues Gebot praktisch gelehrt und geübt, und das durchgehends auf dieselbe Weise, wie ihr es mit dem ersten Gebot hier in dem ersten Saal zu beobachten hinreichend Gelegenheit gehabt habt.

3. So wird sogleich in dem nächsten Saal das Gebot: „Du sollst den Namen Gottes nicht eitel nennen“ – verhandelt. Solches versteht ihr auch freilich wohl nicht, was dieses Gebot im Grunde besagt, darum will ich euch auch in die rechte Bedeutung dieser Gebote durch kleine Stupfer und Stößchen versetzen.

4. Demnach wird hier in diesem zweiten Saal dieses Gebot nicht etwa also ausgelegt, als solle da niemand bei unwichtigen Gelegenheiten ohne gebührende Hochachtung und Ehrfurcht den wie immer lautenden Namen des Herrn aussprechen, welches Interdikt gewisserart so viel als gar nichts heißen würde. Denn so da jemand der Meinung ist, er müsse den Namen des Herrn nur im äußersten Notfall und da allzeit mit der allerhöchsten Ehrfurcht und Ehrerbietung aussprechen, so will das nicht mehr und nicht weniger gesagt haben als: man soll den Namen Gottes gewisserart gar nie aussprechen, indem hier zwei Bedingungen vorausgesetzt sind, unter denen der Name Gottes ausgesprochen werden soll. Diese Bedingungen aber sind fürs Erste selbst auf solche Schrauben basiert, von welchen aus sicher kein Mensch in sich zu jener Überzeugung gelangen kann, bei welcher Gelegenheit solch ein äußerster Notfall zum Vorschein kommt, bei dem man würdigermaßen den allerheiligsten Namen aussprechen dürfte. Und fürs Zweite, wenn auch ein solcher Fall sich ereignen möchte, wie z. B. eine alleraugenscheinlichste Lebensgefahr, welche unter verschiedenen Zuständen den Menschen heimsuchen kann, so fragt sich aber dann dabei, ob wohl irgendein Mensch in solch einem äußerst bedenklichen Zustand diejenige Geistesgegenwart und diejenige Fassungskraft besitzen wird, in der er oberwähnter würdigstermaßen den wie immer gestalteten Namen des Herrn auszusprechen vermöchte?

5. Wenn ihr also die Erklärung dieses zweiten Gebotes betrachtet, wie sie gewöhnlich auf der Erde vorkommt, so müsst ihr notwendig zu diesem Endurteil gelangen, dass der Name des Herrn eigentlich gar nie ausgesprochen werden solle, und das aus dem einfachen Grunde, weil die zwei gegebenen Bedingungen wohl kaum denkbar je miteinander übereinstimmen können. Denn ich möchte wohl denjenigen Menschen auf der Erde kennen, der in seiner höchsten Bedrängnis sich in jenen ruhig erhabenst ehrerbietigsten und andächtigsten Zustand versetzen möchte, in welchem er würdigermaßen den Namen des Herrn aussprechen dürfte.

6. Wenn solches richtig wäre, so dürfte auch kein Mensch beten, denn im Gebet nennt er ja auch den Namen des Herrn. Der Mensch aber soll doch tagtäglich beten und Gott die Ehre geben und soll nicht auf den äußersten Notfall das Gebet beschränken.

7. Es geht aber aus allem hervor, dass dieses Gebot unrichtig aufgefasst ist. Um aber aller Grübelei darüber mit einem Hieb ein Ende zu machen, sage ich euch in aller Kürze, wie dieses Gebot im Grunde des Grundes solle aufgefasst werden, – und sonach heißt: „Du sollst den Namen Gottes nicht eitel nennen“ so viel als:

8. Du sollst den Namen Gottes nicht bloß mit dem Namen nennen, nicht bloß nur den artikulierten Laut von ein paar Silben aussprechen, sondern, da Gott der Grund deines Lebens ist, so sollst du Ihn auch allzeit im Grunde deines Lebens aussprechen, das heißt, du sollst Ihn nicht mechanisch, sondern allzeit lebendig werktätig aussprechen; denn was immer du tust, das tust du mit der von Gott dir verliehenen Kraft. Verwendest du diese Kraft zu argem Handeln, so entheiligst du offenbar das Göttliche in dir; und dieses ist deine Kraft, der lebendige Name Gottes!

9. Seht, so viel also sagt dieses Gebot, dass man den Namen Gottes fürs Erste erkennen soll, was Er ist, und worin Er besteht; und soll dann denselben nicht eitel mit äußeren Worten nur aussprechen wie einen anderen Namen, sondern allzeit tatkräftig, weil der Name Gottes die Tatkraft des Menschen ist. Daher soll der Mensch auch alles, was er tut, in diesem Namen tun. Und tut er das, so ist er einer, der den Namen Gottes nicht eitel mit äußeren Worten, sondern tatkräftig und lebendig in sich ausspricht.

10. Und seht, auf diese Weise, also praktisch, wird dieses zweite Gebot in diesem zweiten Saal den Schülern gelehrt, und so lange bei jedem durchgeübt, bis er darin eine gerechte Fertigkeit überkommen hat. Hat er das, so geht es dann in den dritten Saal zum dritten Gebot über, welches, wie ihr wisst, da lautet:

11. „Du sollst den Sabbat heiligen.“ Was will aber das sagen, besonders hier, wo keine Nacht mehr mit dem Tag wechselt, und somit nur ein ewiger Tag fortwährt? Wann ist da wohl Sabbat? Ist das Gebot aber göttlicher Abkunft, so muss es eine ewige und nicht nur zeitliche Regel sein und muss im Reich der Geister diejenige vollgültige Bedeutung haben wie auf der Erde.

12. Bei euch heißt es, man soll an dem als Sabbat gebotenen Feiertag durchaus keine knechtliche Arbeit verrichten, worunter nämlich alle Erwerbstätigkeit verstanden werden soll. Wohl aber ist es erlaubt, Spektakel aufzuführen, zu spielen, gleich den Heiden zu tanzen. Einen Tag vor dem Sabbat zu fasten ist geboten, um an dem Sabbat desto besser und mehr fressen zu können. Also ist auch den Wirten erlaubt, ihre Speisen zu verkaufen und ihre Gäste an einem Feiertag mehr als an einem sonstigen zu betrügen. Das heißt demnach rechtlichermaßen den Sabbat heiligen; nur keine mehr gesegnete Arbeit auf dem Feld und auf dem Acker darf verrichtet werden, alles andere aber ist für den Sabbat tauglich.

13. Der Herr aber hat auf der Welt gezeigt, dass man auch am Sabbat gar füglich arbeiten und Gutes wirken kann. Wenn aber der Herr Selbst am Sabbat gearbeitet hat, da meine ich, solle jeder Mensch des Beweises genug haben, dass da unter Heiligung des Sabbats etwas ganz anderes verstanden werden soll als nicht zu arbeiten und in die Hände nehmen, was nützlich und ersprießlich ist.

14. Was aber wird demnach unter der Heiligung des Sabbats verstanden? Was ist der Sabbat? Ich will euch ganz kurz sagen:

15. Der Sabbat ist weder der Samstag, noch der Sonntag, noch der Oster- oder der Pfingstsonntag, noch irgendein anderer Tag in der Woche oder im Jahr, sondern er ist nichts anderes als der Tag des Geistes im Menschen, das göttliche Licht im menschlichen Geist, die aufgehende Sonne des Lebens in der menschlichen Seele. Und das ist der lebendige Tag des Herrn im Menschen, den er fortwährend mehr und mehr erkennen und heiligen soll durch alle seine Handlungen, die er verrichten soll aus Liebe zu Gott und daraus aus Liebe zu seinem Nächsten.

16. Da aber der Mensch diesen heiligen Ruhetag des Herrn im Gewühl der Welt nimmer finden kann und mag, daher soll er freilich wohl sich von der Welt zurückziehen und diesen Tag des Lebens der heiligen Ruhe Gottes in sich suchen.

17. Darum war auch dem Volk der Israeliten geboten, wenigstens einen Tag in der Woche dazu zu bestimmen, an welchem es sich von weltlichen Geschäften zurückziehen und allein diesen Tag des Lebens in sich suchen sollte. Aber man beobachtete das Gesetz bloß äußerlich materiell und brachte es auf diesem Wege am Ende so weit, dass man nicht einmal den Herrn des Sabbats erkannte, den heiligen Vater nicht, als Er von unendlichster Liebe getrieben zu Seinen Kindern kam auf die Erde!

18. Ich meine, aus diesen Worten dürfte es euch völlig begreiflich sein, was da unter der Heiligung des Sabbats verstanden und wie diese gehandhabt werden soll.

19. Und zugleich aber dürfte euch auch begreiflich sein, ob sich eure Sonntagsheiligung wohl als eine Sabbatsheiligung in der Wahrheit ausnimmt, ob man durch eine Stunde kirchlichen Andachtsdienstes, dann aber durch lauter Weltunterhaltungen wohl zum innern, ewig lebendigen Ruhetag des Herrn gelangen kann.

20. Wenn ich auf der Erde mit euch wäre, da möchte ich wohl einen sehr großen Preis auf den Beweis stellen, ob sich durch das Kirchenlaufen, dann durchs tüchtige Fressen, endlich durchs Spazierengehen, Fahren oder Reiten, mitunter auch durchs Tanzen, Spielen und Saufen, durchs nicht seltene Lügen und Betrügen, durchs gewöhnlich ehrabschneiderische Visitemachen und dergleichen Unternehmungen mehr der wahre Sabbat im Geiste finden und heiligen lässt. Wer weiß, ob es nicht Philosophen gibt, die solchen Beweis zu liefern imstande wären; – bei uns möchte er sich freilich ausnehmen wie eine falsche Münze.

21. Dass allhier den Kindern auf praktische Weise nur die lebendige Sabbatsheiligung gelehrt und eingeübt wird, braucht kaum näher erwähnt zu werden. Und ihr könnt euch daraus einen gründlichen Begriff machen, wie im Grunde des Grundes diese Gebote des Herrn tatsächlich sollen verstanden werden.

22. Also aber, wie mit diesen zwei Geboten und vorhin mit dem ersten, wollen wir in aller Kürze auch noch die anderen durchgehen, damit ihr den gehörigen Begriff überkommt, in welchem Sinne alle die Gebote hier den Kindern beigebracht werden. Und so wollen wir fürs Nächste sogleich das vierte Gebot im vierten Saal in aller Kürze betrachten.

Vierte Gebot

Kapitel 77 - Belehrung über das vierte Gebot

(Am 26. September 1843 von 5 – 6 Uhr nachmittags.)

1. Das vierte Gebot, wie ihr es auf der Erde habt, lautet: „Ehre Vater und Mutter, auf dass du lange lebst und es dir wohlgehe auf Erden“. Dieses Gebot ist so gut göttlichen Ursprunges wie die ersten drei. Was gebietet es aber und was verheißt es? Nichts anderes als den Gehorsam der Kinder gegen ihre Eltern und für diesen Gehorsam eine zeitliche Vergünstigung.

2. Kann da nicht jedermann fragen und sagen: Wie? Ein göttliches Gebot sanktioniert sich bloß nur durch zeitliche Verheißungen und hat nichts Ersichtliches im Hintergrund, darin ewige geistige Vorteile geboten würden? Was liegt wohl an solch einer zeitlichen Vergünstigung? Was liegt am Wohlleben, was am langen Leben, wenn hinter demselben nichts Höheres folgt?

3. Es ist wahr: Gut und lange leben ist besser als kurz und schlecht. Wenn aber am Ende des Lebensabschnitts der unwirtliche Tod erscheint, welchen Vorzug hat das gute und lange Leben vor dem schlechten und kurzen? Ich meine, dazu braucht man eben kein Fundamental-Mathematiker zu sein, um sagen zu können: Der Unterschied läuft überall in eine reine Null aus; denn der Erste überkommt so gut wie der Zweite ein allerbestes Nichts, und er fragt sich dann wenig darum, wie der Weg zu diesem Empfang beschaffen war, ob gut oder schlecht.

4. Also wäre denn, nach diesem Maßstab betrachtet, das vierte Gebot auf einem sehr schlüpfrigen Grund basiert, und die Eltern wären fürwahr übel daran, so ihre Kinder mit solcher Philosophie schon auf die Welt geboren würden, und die Kinder selbst würden bei solcher Betrachtung wenig Grund finden, ihren Eltern zu gehorchen. Ferner lässt sich noch über dieses Gebot folgende kritische Betrachtung anstellen. Wie das Gebot klingt, so hat es nur eine zeitliche Basis, also bloß nur die Pflicht der Kinder gegen ihre Eltern darstellend.

5. Es fragt sich demnach: Was soll es denn mit diesem Gebot hier im Geisterreich, wo die Kinder hier ihren Eltern auf Erden auf ewig enthoben sind? Sind sie aber ihrer Eltern enthoben, da werden sie doch sicher auch der irdischen Pflicht gegen sie enthoben sein; und dennoch bemerken wir hier in diesem vierten Saal dieses Gebot auf der Tafel gezeichnet. Soll es etwa für diese Kinder auf den Herrn bezogen werden? Das ließe sich allerdings hören, wenn nur darunter nicht der Verheißungssatz stände: „Auf dass du lange lebst und es dir wohlgehe auf Erden“. Stünde es: „Auf dass du ewig lebst und es dir wohlgehe im Himmel“, da wäre eine solche Transversion des Gesetzes gar überleicht zu verstehen; aber eine zeitliche Verheißung im ewigen Reich der Geister klingt denn doch etwas sonderbar.

6. Was meint ihr wohl, was sich hier wird tun lassen, um diesem Gesetz ein vollgegründetes göttliches Ansehen zu verschaffen? Ihr zuckt da freilich mit den Achseln und sagt so ganz leise in euch: Lieber Freund und Bruder! Wenn es hier auf unsere Erörterung ankommt, da wird es mit der reingeistig göttlichen Sphäre dieses Gesetzes einen bedeutenden Haken haben; denn nach obiger Betrachtung lässt sich da mit so leichter Mühe als man glaubt, eben nicht gar zu viel Geistiges herausfinden.

7. Ich sage euch aber, dass ebendieses Gebot, wie beinahe kein anderes, am meisten rein geistig ist. Ihr macht da große Augen; aber darum ist die Sache doch nicht anders. Damit ihr aber solches auf einen Hieb erschaut, so will ich nichts anderes tun, als dieses Gesetz nur mit etwas umgeänderten Worten sagen, wie es auch hier in diesem Lehrsaal vorgetragen wird, und ihr werdet die Fülle der Wahrheit sogleich erschauen. Wie also lautet es aber hier? Hört!

8. Kinder! Gehorcht der Ordnung Gottes, welche ausgeht aus Seiner Liebe und Weisheit (d. i. Vater und Mutter), auf dass ihr lange lebt auf Erden unter Wohlergehen. Was ist langes Leben, und was ist dagegen ewiges Leben? Das „lange Leben“ bezeichnet das Leben in der Weisheit; und es wird „lang“ nicht die Dauer, sondern die Ausbreitung und die stets größere Mächtigwerdung des Lebens verstanden; denn das Wort oder der Begriff „Leben“ schließt ja schon für sich die ewige Dauer ein. Aber das Wort „lang“ bedeutet ja durchaus keine Dauer, sondern nur eine Ausbreitung der Lebenskraft, mit welcher das lebende Wesen stets mehr und mehr in die Tiefen des göttlichen Lebens langt, und eben dadurch sein eigenes Leben stets vollkommener, fester und wirksamer macht.

9. Dieses hätten wir; aber das „Wohlergehen auf Erden“ – was besagt denn das? Nichts anderes als das Sich-zu-eigen-machen des göttlichen Lebens, denn unter der „Erde“ wird hier das Eigenwesen verstanden, und das Wohlergehen in diesem Wesen ist nichts anderes als das freie Sein in sich selbst nach der sich völlig eigengemachten göttlichen Ordnung.

10. Diese kurze Erklärung genügt, um einzusehen, dass ebendieses Gesetz völlig rein geistiger Art ist. Wenn ihr es bei Muße genauer durchprüfen wollt, so werdet ihr es auf eigener Erde finden, dass es so ist. Also aber wird es auch hier praktisch den Kindern beigebracht, und das mit dem größten Nutzen. Da wir aber nun solches wissen, so begeben wir uns sogleich in den fünften Saal.

Fünfte Gebot

Kapitel 78 - Belehrung über das fünfte Gebot

(Am 28. September 1843 von 4 1/2 – 5 1/2 Uhr nachmittags.)

1. Ihr seht in diesem fünften Saal abermals eine Tafel angebracht, und auf dieser steht es mit wohlleserlicher Schrift geschrieben: „Du sollst nicht töten“. Wenn ihr dieses Gebot nur einigermaßen beim Licht betrachtet und dazu die Geschichte des israelitischen Volkes mit in den Augenschein nehmt, so müssten eure Augen mit mehr als dreifachem Star behaftet sein, wenn ihr es nicht auf den ersten Augenblick ersehen würdet, dass es mit diesem Gebot einen sonderbaren Haken hat. „Du sollst nicht töten!“ Wie, wo, wann und was denn?

2. Was heißt „töten“ überhaupt? Heißt töten bloß den Leib lebensuntätig machen oder heißt es den Geist seiner himmlischen Lebenskraft berauben? Ist das Töten bloß auf den Leib des Menschen gesetzlich beschränkt, da kann die Tötung des Geistes doch unmöglich darunter gemeint sein; denn es heißt ja eben, dass gewisserart ein jeder Mensch sein Fleisch töten solle, um gegenüber den Geist zu beleben, wie da auch der Herr Selbst spricht: „Wer sein Leben, d. h. das Leben des Fleisches, liebt, der wird es verlieren; wer es aber flieht um Meinetwillen, der wird es erhalten“.

3. Ingleichen zeigt sich dieses auch in der Natur der Dinge. Wird bei einer Frucht die äußere Rinde oder Hülse nicht zum Sterben gebracht, so wird die Frucht zu keinem lebendigen Keim kommen. Also geht aber aus allem dem hervor, dass eine Tötung des Fleisches nicht zugleich auch eine Tötung des Geistes sein kann. Wird aber unter diesem Gesetz bloß nur die Tötung des Geistes verstanden, wer ist dann wohl sicher mit seinem Leibesleben?

4. Im Gegenteil aber ist es auch zugleich jedermann bekannt, dass die besonders in gegenwärtiger Zeit überaus vielfach vorkommenden Belebungen des Fleisches nichts als Tötungen des Geistes sind. Betrachtet ihr gleich daneben die Geschichte des israelitischen Volkes, dem da gewisserart, wie ihr zu sagen pflegt, diese Gesetze frisch gebacken gegeben wurden, so findet ihr den merkwürdigen Kontrast, dass der Gesetzbringer Moses selbst zuerst eine Menge Israeliten hat töten lassen; und seine Nachfolger mussten mit den am Gesetz sich Verschuldenden das Gleiche tun.

5. „Du sollst nicht töten“ – dieses Gesetz lag so gut wie alle anderen in der Bundeslade. Was tat aber das ganze israelitische Heer, als es ins Gelobte Land einzog, mit den früheren Bewohnern dieses Landes? Was tat selbst David, der Mann nach dem Herzen Gottes? Was der größte Prophet Elias? Seht, sie töteten alle, und das sehr vielfach und oft so ziemlich grausam noch obendrauf.

6. Wer da aus euch nüchternen und unbefangenen Geistes ist, muss der nicht in sich selbst das Urteil aussprechen und sagen: Was ist das für ein Gebot, wider das, wie sonst über gar keines, selbst die ersten von Gott gestellten Propheten zu handeln genötigt waren?

7. Ein solches Gebot ist ja doch so gut wie gar keines. Auch in unseren Zeiten ist das Töten der Brüder im Krieg sogar eine Ehrensache! Ja, der Herr Selbst tötet Tag für Tag Legionen von Menschen dem Leib nach; und doch heißt es: „Du sollst nicht töten!“ Und David musste sogar einen Heerführer umbringen lassen, da er gegen einen zu vernichtenden Ort, freilich wohl meineidig, schonend sich benommen hatte.

8. Gut, sage ich, so steht es mit dem Gebot auf der Erde. Hier aber sehen wir es im Reich der Himmel, wo fürs Erste kein Wesen mehr das andere töten kann, und fürs Zweite auch sicher nie jemand auch nur den allerleisesten Gedanken, jemanden zu töten, in sich fassen wird. Wozu steht es also hier auf der Tafel geschrieben? Etwa aus bloß rein historischer Rücksicht, damit die Schüler hier erlernen sollen, was es auf der Erde für Gebote gibt und gegeben hat? Oder sollen fürs Zweite etwa diese allergutmütigsten Kindergeister dieses Gebotes wegen auf eine Zeit lang in eine Mordlust versetzt werden und diese dann gegenüber dem Gesetz in sich selbst bekämpfen? Das könnte man zwar annehmen; aber welchen Schluss oder welches Endresultat wird man daraus bekommen? Ich sage euch nichts anderes als: Wenn die Mordlust den Kindern am Ende doch wieder benommen werden muss, so sie sich als Mordlustige dem Gesetz gegenüber als vollkommen genügend bewährt haben, so muss man ja eben auch annehmen, dass sie dabei weder was gewonnen noch verloren haben würden, so sie nie wären mit der Mordlust erfüllt gewesen.

9. Ich sehe aber, dass bei dieser gründlichen Darstellung der Sache ihr nun selbst nicht wisst, was ihr so ganz eigentlich aus diesem Gebot machen sollt. Ich aber sage euch: Sorgt euch nicht; wenige Worte werden genügen, um euch alles bisher Zweifelbare ins klarste Licht zu stellen, und das Gesetz wird gleich würdig wie auf der Erde also auch im Himmel wie eine Sonne am Himmel strahlen!

10. Damit ihr aber die nachfolgende Erklärung leicht und gründlich fasst, so mache ich euch bloß nur darauf aufmerksam, dass nämlich in Gott die ewige Erhaltung der geschaffenen Geister die unwandelbare Grundbedingung aller göttlichen Ordnung ist. Wisst ihr nun das, so blickt auf das Gegenteil, nämlich auf die Zerstörung; und ihr habt das Gebot geistig und körperlich bedeutungsvoll vor euch.

11. Sagt demnach anstatt: Du sollst nicht töten – du sollst nicht zerstören, weder dich selbst, noch alles das, was deines Bruders ist; denn die Erhaltung ist das ewige Grundgesetz in Gott Selbst, demzufolge Er ewig ist und unendlich in Seiner Macht. Da aber auf der Erde auch des Menschen Leib bis zur von Gott bestimmten Zeit für die ewig dauernde Ausbildung des Geistes notwendig ist, so hat ohne ein ausdrückliches Gebot Gottes niemand das Recht, eigenwillig weder seinen eigenen Leib noch den seines Bruders zu zerstören.

12. Wenn hier also von der gebotenen Erhaltung die Rede ist, da versteht es sich aber dann auch schon von selbst, dass jedermann noch weniger berechtigt ist, den Geist seines Bruders wie auch seinen eigenen durch was immer für Mittel zu zerstören und für die Erlangung des ewigen Lebens untüchtig zu machen. Gott tötet freilich wohl tagtäglich der Menschen Leiber; aber zur rechten Zeit, wenn der Geist entweder auf die eine oder die andere Weise irgendeine Reife überkommen hat. Auch die Engel des Himmels, als fortwährende Diener Gottes, erwürgen in einem fort der Menschen Leiber auf Erden; aber nicht eher, als bis sie vom Herrn den Auftrag haben, und dann nur auf diejenige Art und Weise, wie es der Herr haben will.

13. Sonach aber erlernen auch die Kinder hier auf geistig praktischem Weg, worin die Erhaltung der geschaffenen Dinge besteht und wie sie vereint mit dem Willen des Herrn stets auf das Allersorglichste muss gehandhabt werden. Und wenn ihr dieses nun nur einigermaßen begriffen habt, so wird es sicher einleuchtend sein, fürs Erste die große Würde dieses Gesetzes selbst zu erschauen, und fürs Zweite, warum es hier auch im Reich der himmlischen Kindergeister vorkommt. Da wir aber solches wissen, so können wir uns auch sogleich in den sechsten Saal begeben.

Sechstes Gebot

Kapitel 79 - Das sechste Gebot. Was ist Unkeuschheit?

(Am 29. September 1843 von 4 1/4 – 6 Uhr nachmittags.)

1. Hier erblicken wir wieder eine Tafel in der Mitte des Saales, und auf der Tafel steht mit deutlich leserlicher Schrift geschrieben: „Du sollst nicht Unkeuschheit treiben, nicht ehebrechen“. Unverkennbar ist dies das sechste Gebot, welches der Herr durch Moses dem israelitischen Volk gegeben hatte. Dieses Gebot ist sicher in seiner Grundbedingung eines der schwierigsten zu erfassen und es dann auch genau im Lebensgrund zu beobachten.

2. Was wird denn eigentlich durch dieses Gebot verboten? Und wen geht dieses Gebot überhaupt an, den Geist, die Seele oder den Leib? Wer soll da aus diesen drei Lebenspotenzen nicht Unkeuschheit treiben? Das wäre eine Frage. Was aber ist so ganz eigentlich die Unkeuschheit und was der Ehebruch? Ist die Unkeuschheit der gegenseitige Begattungsakt? Wenn das der Fall ist, so ist auf jede Zeugung durch dieses Gebot Beschlag gelegt; denn wir finden in dem einfachen Gebot durchaus keine bedingnisweise Ausnahme gestellt; es heißt einmal: „Du sollst nicht Unkeuschheit treiben“.

3. Wenn also der Akt der Begattung gewisserart als der Kulminationspunkt der Unkeuschheit angesehen wird, so möchte ich selbst denjenigen kennen, der unter der gegenwärtigen Gestalt der Dinge auf der Erde eine Zeugung ohne diesen verbotenen Akt bewerkstelligen möchte. Ob jetzt in der Ehe oder nicht in der Ehe, der Akt ist derselbe. Ob er wirklich in kinderzeuglicher Absicht begangen wird oder nicht, er ist derselbe. Zudem hat das Gebot selbst keine Bedingung in sich, durch welche eine geregelte Ehe von der Unkeuschheit ausgenommen wäre.

4. Andererseits betrachtet aber muss doch jedem Menschen einleuchtend sein, dass es dem Herrn an der Fortpflanzung des menschlichen Geschlechts vorzugsweise gelegen ist und an einer weisen Erziehung desselben. Auf welchem Wege aber sollte sich das Menschengeschlecht fortpflanzen, wenn ihm der Zeugungsakt bei Strafe des ewigen Todes verboten ist? Ich meine, das kann ein jeder Mensch mit den Händen greifen, dass es hier offenbar einen Haken hat.

5. Dazu aber muss noch ein jeder sich notgedrungen selbst das Zeugnis geben, dass sicher bei keinem zu haltenden Gebot die Natur dem Menschen allgemein so mächtige Prügel unter die Füße wirft, über die er stolpern muss, als eben bei diesem. Ein jeder Mensch, wenn seine Erziehung einigermaßen geordnet war, findet gar keinen Anstand, oder höchstens einen sehr geringen nur, in der Haltung der übrigen Gebote; aber bei diesem Gebot macht die Natur allzeit einen kräftigen Strich selbst durch die Rechnung eines Apostels Paulus!

6. Offenbar sehen wir eine Interdiktion der fleischlichen Lust, welche mit dem Zeugungsakt unzertrennlich verbunden ist. Liegt also das Verbot nur an der fleischlichen Lust und nicht zugleich auch an dem Zeugungsakt, so fragt es sich, ob von dem ordnungsmäßigen Zeugungsakt die fleischliche Lust zu trennen ist? Wer aus euch kann solches erweisen und behaupten, die beiden gesetzlich geordneten Ehegatten empfänden beim Zeugungsakt nicht auch die zeitliche Lust? Oder wo ist dasjenige Gattenpaar, das da nicht wenigstens zur Hälfte wäre durch die bevorstehende fleischliche Lust zum Zeugungsakt aufgefordert worden?

7. Wir sehen aber nun daraus, dass wir mit diesem Gebot hinsichtlich der Unkeuschheit in Anwendung auf den leiblichen Zeugungsakt durchaus nicht aufkommen können. Denn entweder muss es einen reinen Zeugungsakt geben, der mit der Fleischeslust nichts zu tun hat, oder, wenn sich ein solcher Akt nicht erweisen lässt, der fleischliche Zeugungsakt nicht unter diesem Gesetz stehen und als eine freiwillkürliche, straflose Handlung des Menschen angesehen werden muss. Denn solches ist schon bemerkt, dass sich das Gesetz ganz schonungslos und aller ausnahmsweisen Bedingung ledig ausspricht.

8. Das notwendige Bestehen der Menschen aber spricht sich laut gegen das Verbot dieses Aktes aus, sowie die allzeit schonungslos begehrende Natur. Denn da mag jemand sein, wes Standes er will, so wird er davon nicht freigesprochen, wenn er zu seiner Reife gelangt ist. Er müsste sich denn verstümmeln lassen und seine Natur töten, sonst tut es sich wenigstens in seiner Begierlichkeit dazu auf keinen Fall, wenn er auch durch äußere Umstände von der Aktivität abgehalten wird.

9. Also mit dem Fleisch tut es sich auf keinen Fall. Vielleicht geht dieses Gesetz allein die Seele an? Ich meine, da die Seele durchaus das lebende Prinzip des Leibes ist und die freie Aktion desselben rein nur von der Seele abhängt, ohne welche das Fleisch völlig tot ist, so dürfte es denn doch wohl schwerlich einen so Supergelehrten irgendwo geben, der da im Ernst behaupten könnte, die Seele habe mit den freien Handlungen des Leibes nichts zu tun.

10. Der Leib ist ja doch sicher nur das Werkzeug der Seele, künstlich eingerichtet zu ihrem Gebrauch; was soll es demnach mit einem Gebot allein für den Leib, der an und für sich eine tote Maschine ist? Wenn jemand mit einer Hacke einen ungeschickten Hieb gemacht hat, war da wohl die Hacke schuld oder seine Hand? Ich meine, solches wird doch niemand behaupten wollen, dass hier der Hacke der ungeschickte Hieb zuzuschreiben sei.

11. Ebenso wenig kann man auch den Zeugungsakt als eine sündige Handlung dem Leib zuschreiben, sondern allein nur dem handelnden Prinzip, das hier die lebendige Seele ist. Also muss aber auch unsere bisherige kritische Beleuchtung dieses Gebotes bloß nur der Seele gelten, welche im Fleisch denkt, will und handelt; und so ist eben die Seele nach dem vorlaufenden Kriterium notwendig frei von diesem Gebot. Also mit der Seele geht es auch nicht; so wird es doch mit dem Geist gehen. Wir wollen sehen, was sich der Geist wird abgewinnen lassen.

12. Was ist denn der Geist? Der Geist ist das eigentliche Lebensprinzip der Seele, und die Seele ist ohne den Geist nichts als ein substantiell ätherisches Organ, welches wohl zur Aufnahme des Lebens alle Fähigkeit besitzt, ist aber ohne den Geist nichts als ein substantiell-geistig-ätherischer Polyp, der seine Arme fortwährend nach dem Leben ausbreitet und alles einsaugt, was seiner Natur zuspricht.

13. Die Seele also ohne den Geist ist bloß eine stumme polarische Kraft, welche den stumpfen Sinn nach der Sättigung in sich trägt, aber selbst keine Urteilskraft besitzt, daraus ihr klar würde, womit sie sich sättigt und wozu ihr die Sättigung dient. Sie ist zu vergleichen mit einem Erzkretin, der keine andere Begierde in sich verspürt als diejenige, sich zu sättigen. Womit und warum? Davon hat er keinen Begriff. Wenn er einen großen Hunger verspürt, so frisst er, was ihm unterkommt, ob Unrat oder ob Brot oder eine barste Kost für Schweine, das ist ihm gleich.

14. Seht, dasselbe ist die Seele ohne den Geist. Und diese angeführten Kretins haben eben auch bloß nur ein seelisches Leben, wo in der Seele entweder ein zu schwacher Geist oder oft auch wohl gar kein Geist vorhanden ist. Dass aber solches sicher der Fall ist, [dazu] braucht ihr nichts als einen Blick nur in die Welt der finsteren Geister zu werfen; was sind diese? Sie sind nach dem Tode fortlebende Seelen, die bei Leibesleben auf die leichtsinnigste und oft böswilligste Weise ihren Geist in sich so sehr geschwächt und niedergedrückt haben, dass er ihnen in solchem Zustand kaum die allerkargst gemessene Lebensregung zu verschaffen imstande ist, bei der aber alle Lebensvorteile nicht selten im ewigen Hintergrund bleiben müssen!

15. Wie aber gebärden sich solche Wesen jenseits gegenüber den seligen lebendigen Geistern? Nicht anders als pure Trottel, also geistige Kretins, in aller Weise noch missgestaltet obendrauf, so zwar, dass nicht selten von einer menschlichen Gestalt nicht die allerleiseste Spur mehr zu entdecken ist. Diese Wesen sind in der Geisterwelt in ihrer Handlungsweise so wenig mehr zurechnungsfähig, als es ein Kretin oder Trottel ist, [woraus aber nun hervorgeht, dass nicht die Seele an und für sich, sondern nur im Besitz des Geistes, dem allein das freie Wollen innewohnt, zurechnungsfähig ist,] im Grunde also nur der Geist.

16. Wenn aber das nun evident erwiesen ist, so fragt sich: Wie und auf welche Weise kann denn der absolute Geist Unkeuschheit treiben? Kann der Geist fleischliche Begierden haben? Ich meine, einen größeren Widerspruch dürfte es doch kaum geben als den, so sich jemand wollte im Ernst einen fleischlichen Geist denken, der notgedrungenermaßen materiell sein müsste, um selbst grobmaterielle Begierden in sich zu haben.

17. Wenn aber schon ein Arrestat an seinem Arrest sicher nicht das größte Wohlbehagen findet, so wird umso mehr der absolute Geist noch eine desto geringere Passion haben, sich mit seinem freiesten Wesen mit der groben Materie auf immer zu verbinden und an derselben seine Lust zu finden. In diesem Sinne ist also ein Unkeuschheit treibender Geist doch sicher der größte Unsinn, den je ein Mensch aussprechen kann. Nun fragt sich demnach: Was ist die Unkeuschheit, und wer soll dieselbe nicht treiben, indem wir gesehen haben, dass sowohl der Leib, die Seele und der Geist für sich nicht Unkeuschheit treiben können, so wie wir sie bisher kennen?

Kapitel 80 - Fortsetzung der Erläuterung zum Wesen der Unkeuschheit

(Am 30. September 1843 von 4 1/2 – 6 Uhr nachmittags.)

1. Es dürften zwar einige sagen: Moses hat sich späterhin darüber näher ausgesprochen, indem er den Zeugungsakt ordnungsmäßig nur zwischen den gesegneten Ehegatten erlaubt, anderartig aber verboten hat, und hat auf die anderartige Zeugung, besonders wenn ein verheirateter Mann mit dem Weib eines anderen Mannes solchen Akt begehen möchte, verordnet, dass solch eine Tat als Ehebruch zu betrachten sei und die Ehebrecher sich beiderseits des Todes schuldig machen. Solches ist richtig, aber nachträgliche Verordnungen geben dem einfach im Anfang gegebenen Gesetz dennoch keine andere Gestalt. Wer sich daran binden will, muss im ersten Gesetz seinen Prozess behaupten; denn weder die Unkeuschheit noch der Ehebruch sind darin auf eine bestimmte Art verboten.

2. Wir haben bisher klärlich erläutert, was man allenfalls unter der Unkeuschheit verstehen könnte. Indem aber alles das auf den Zeugungsakt hinweist, so kann man auch die von uns bisher als bekannt angenommene Art der Unkeuschheit unmöglich durch dieses Gesetz als verboten ansehen.

3. Nun aber meldet sich ein in der Sache Wohlerfahrener, dieser spricht: Unter Unkeuschheit, die da verboten ist, wird bloß die leere Befriedigung des sinnlichen Triebes verstanden. – Gut, sage ich; wenn aber ein Mann mit eines anderen Mannes Weib, die von ihrem Mann nicht befruchtet werden kann, im Ernst ein Kind zeugt, frage, kann ihm das als sündiger Ehebruch angerechnet werden? Ich frage weiter: Wenn ein Jüngling, von seiner Natur getrieben, mit einem Mädchen ein Kind gezeugt hat, kann ihm das zur Sünde der Unkeuschheit angerechnet werden?

4. Ich frage weiter: Wenn ein Mann aus der Erfahrung weiß, dass sein Weib nicht befruchtungsfähig ist, er beschläft sie aber dennoch, weil sie ein üppiges Fleisch hat, das ihn reizt, also dieser Mann doch offenbar seinen sinnlichen Trieb leer befriedigt; kann ihm dieser Akt zur Sünde der Unkeuschheit angerechnet werden?

5. Ich frage weiter: Es gibt besonders in dieser Zeit, wie es auch zu allen Zeiten gegeben hat, eine Unzahl Menschen beiderlei Geschlechts, welche gar wohl zeugungsfähig sind und besitzen eine sie mächtig drängende Natur; sind aber vermöge politischer und dürftiger Verhältnisse nicht imstande, sich zu verehelichen. Wenn nun solche doppelt bedrängte Menschen den Akt der Zeugung begehen, sündigen sie wider dieses sechste Gebot?

6. Man wird sagen: Sie sollen ihren Trieb Gott aufopfern und sich nicht begatten, so werden sie nicht sündigen. Ich aber sage: Welch ein Richter kann solch einen Fehler als eine wirkliche Sünde erklären? Was hat denn der Reiche darum für ein Verdienst, dass er sich ein ordentliches Weib nehmen kann, vor dem Armen, der natürlichermaßen dieser Glückseligkeit allzeit entbehren muss? Soll somit der Bemittelte ein größeres Recht auf die Zeugung seinesgleichen haben als der Arme? Heiligt also das Geld die Zeugung darum, weil sich der Reiche in den ordentlichen Besitz eines Weibes setzen kann, was natürlich tausend Unbemittelten unmöglich ist?

7. Dazu lässt sich noch fragen: Wer ist denn so ganz eigentlich schuld an der vielfachen Verarmung der Menschen? Sicher niemand anderer als der glückliche Reiche, der durch seine eigennützige Spekulation so viele Schätze an sich zieht, durch welche nicht selten tausend Menschen sich für den ordentlichen Ehestand hinreichend befähigen könnten. Und dennoch sollte da der reiche Ehemann allein von der Sünde der Unkeuschheit frei sein, so er mit seinem ordentlichen Weib Kinder zeugt, und der Arme allein sollte der Sündenbock sein, weil er sich eben kein Weib nehmen kann? Wäre das nicht geradeso geurteilt, als so man auf der Erde irgendeinen Wallfahrtsort bestimmen möchte und dazu ein Gebot gäbe, demzufolge niemand zu Fuß diesen Ort besuchen darf, um dort irgendeine sein sollende Gnade zu empfangen, sondern ein jeder, der diesen Ort besucht und eine Gnade empfangen will, muss in einer höchst eleganten Equipage dahin gefahren kommen?

8. Wer ein solches Gebot für gerecht finden sollte, der müsste doch sicher im Ernst von einer solchen Welt sein, von welcher der Schöpfer Himmels und der Erde selbst nichts weiß, das heißt von einer Welt, die nirgends existiert; oder er müsste ein Abgeordneter des Satans sein!

9. Wir sehen aber nun aus diesen Betrachtungen, dass sich’s mit der Erklärung unseres sechsten Gebotes durchaus nicht tut. Was werden wir denn anfangen, um diesem Gebot einen vollgültigen Sinn abzugewinnen? Ich sage euch aber im Voraus: Es ist die Sache nicht so leicht, als es sich jemand vorstellen möchte. Ja, ich sage:

10. Um den richtigen Sinn dieses Gebotes zu gewinnen, muss man ganz tief greifen und die Sache in der Grundwurzel fassen; sonst wird man sich dabei immer in derjenigen zweifelhaften Lage befinden, in der man leichtlich das, was nicht im entferntesten Sinne eine Sünde ist, als Sünde betrachten wird, und was wirklich eine Sünde ist, kaum der Mühe wert halten, es als eine Sünde zu betrachten.

11. Wo aber ist diese Wurzel? Wir werden sie sogleich haben. Ihr wisst, dass die Liebe der Urgrund und die Grundbedingung aller Dinge ist. Ohne Liebe wäre nie ein Ding erschaffen worden, und ohne die Liebe wäre so wenig irgendein Dasein denkbar, als wie wenig sich je ohne die wechselseitige Anziehungskraft eine Welt nach dem Willen des Schöpfers gebildet hätte. Wer das etwa nicht fassen sollte, der denke sich nur von einer Welt die wechselseitige Anziehungskraft hinweg, und sobald wird er sehen, wie sich alle Atome einer Welt plötzlich voneinander trennen und sich verflüchtigen werden wie ins Nichts.

12. Also ist die Liebe der Grund von allem und ist zugleich der Schlüssel zu allen Geheimnissen.

13. Wie aber lässt sich eben die Liebe mit unserem sechsten Gebot in eine erklärende Verbindung bringen? Ich sage euch, nichts leichter als das, indem bei gar keinem Akt in der Welt die Liebe so innig verwebt ist wie gerade bei dem, den wir zu dem unkeuschsündigen rechnen.

14. Wir wissen aber, dass der Mensch einer zweifachen Liebe fähig ist, nämlich der göttlichen, welche aller Selbstliebe entgegen, dann der Selbstliebe, welche aller göttlichen Liebe entgegen ist.

15. Nun fragt es sich: So jemand den Akt der Zeugung begeht, was für Liebe war da der Beweggrund dazu, die Eigenliebe, unter deren Botmäßigkeit auch jegliche Genusssucht steht, oder die göttliche Liebe, welche nur mitteilen will, was sie hat, ihrer selbst gänzlich vergessend? Seht, wir sind jetzt schon so ziemlich dem eigentlichen Hauptkern auf der Spur.

16. Setzen wir nun zwei Menschen; der eine begeht den Akt aus selbstsüchtiger Genusssucht, der andere aber in dankbarer Andacht für die Zeugungsfähigkeit, seinen Samen einem Weib mitzuteilen, um in ihr eine Frucht zu erwecken. Welcher von den beiden hat denn gesündigt? Ich glaube, um hier einen Richter zu machen und ein rechtes Urteil zu fällen, wird eben so schwer nicht sein.

17. Damit uns aber die Sache völlig klar wird, müssen wir uns auch mit dem Begriff „Unkeuschheit“ näher vertraut machen. Was ist Keuschheit und was ist Unkeuschheit? Keuschheit ist derjenige Gemütszustand des Menschen, in welchem er aller Selbstsucht ledig ist, oder indem er rein ist von allen Makeln der Eigenliebe. Unkeuschheit, entgegen der Keuschheit, ist derjenige Gemütszustand, in welchem der Mensch nur sich selbst berücksichtigt, für sich selbst handelt und seines Nebenmenschen, besonders in Berücksichtigung des Weibes, gänzlich vergisst.

18. Die Selbstsucht aber ist nirgends schmählicher, als gerade bei dem Akt, da es sich um eine Fortzeugung eines Menschen handelt. Warum denn? Die Ursache liegt am Tage. Wie der Grund, wie der Same, so auch wird die Frucht. Ist göttliche Liebe, also die Keuschheit der Same, so wird auch eine göttliche Frucht zum Vorschein kommen; ist aber Eigenliebe, Selbst- und Genusssucht, also der unkeusche Zustand des Gemütes der Same, welch eine Frucht wird da hervorgehen?

19. Seht, in dem liegt es, was durch das sechste Gebot verboten ist, und wäre dieses Gebot beobachtet worden, so wäre die Erde noch ein Himmel, denn es gäbe auf ihr keinen selbstsüchtigen und herrschsüchtigen Menschen! Aber dieses Gebot ist schon im Anbeginn der Menschen übertreten worden, und die Frucht dieser Übertretung war der eigennützige und selbstsüchtige Kain.

20. Aus dem aber geht hervor, dass nicht nur die sogenannte fälschlich bezeichnete Unzucht, welche man besser Genusssucht nennen sollte, in die Reihe unserer zu behandelnden Sünde gehört, sondern jegliche Genusssucht, wie gestaltet sie auch immer sein mag, besonders aber, wenn ein Mann das ohnehin schwache Weib sich eigennützig zum genusssüchtigen Nutzen macht, ist als Sünde der Unkeuschheit zu betrachten. Ein kurzer Verfolg wird uns die Sache noch klarer vor die Augen bringen.

Kapitel 81 - Was ist Hurerei? Selbst- und Genusssucht sind Unkeuschheit

(Am 2. Oktober 1843 von 4 1/2 – 6 Uhr abends.)

1. Man könnte hier sagen, indem es im sechsten Gebot nur heißt: „Du sollst nicht Unkeuschheit treiben“, dass da die Hurerei nicht als verboten angesehen werden kann, indem es im sechsten Gebot nirgends heißt: Du sollst nicht Hurerei treiben. – Ich aber sage: Was ist die Hurerei, welcher Art sie auch sein mag, geistig oder fleischlich? Sie ist eine sichere Anbequemung des Lasters, und zwar auf folgende Weise: Man philosophiert sich über sündigende Möglichkeit hinaus, setzt alle Erscheinungen in das Gebiet natürlicher Bedürfnisse. Wenn nun jemandem seine eigene Wesenheit die Forderung kundgibt, sie zu befriedigen, so tut der Mensch zufolge seines Verstandes und seiner Erfindungskraft ja nur etwas Lobenswertes und Ersprießliches, so er für alle zu fordernden Bedürfnisse seiner Natur Mittel zustande bringt, durch welche denselben Genüge geleistet werden kann. Das Tier muss zwar seine Bedürfnisse in der rohesten instinktmäßigen Art befriedigen, weil es keinen Verstand, keine Vernunft und keinen Erfindungsgeist hat. Dadurch aber erhebt sich ja eben der Mensch über das gemein naturmäßig Tierische, dass er allen den Anforderungen seiner Art auf eine raffinierte Weise Genüge leisten kann.

2. Wer kann einem Menschen zur Sünde rechnen, so er sich mit Hilfe seines Verstandes ein stattliches Haus zur Bewohnung erbaut, und somit ein ehemaliges Erdloch oder einen hohlen Baum mit demselben vertauscht? Wer kann einem Menschen zur Sünde anrechnen, wenn er sich einen Wagen erbaut, das Pferd zähmt, und dann viel bequemer eine Reise macht als mit seinen eigenen schwachen, leidigen Füßen? Wer ferner kann noch dem Menschen zum Fehler anrechnen, so er sich die Naturfrüchte zu seiner Nahrung kocht und würzt und sie ihm wohlschmeckender macht? Oder sind die Dinge in der Welt für wen anderen als für den Menschen erschaffen worden, damit er sie zweckdienlich benützen sollte?

3. Wie viel Schönes und Nützliches hat der Mensch entdeckt zu seiner Bequemlichkeit und zu seiner Erheiterung? Sollte ihm das zum Fehler angerechnet werden, so er durch seinen Verstand seinem Schöpfer Ehre macht, ohne den der Weltkörper so unkultiviert dastände wie eine barste Wüste, auf der alles durcheinanderwüchse in der schönsten chaotischen Ordnung wie Kraut, Rüben und Brennnesseln?

4. Wenn aber dem Menschen die verschiedenartige Kultivierung des Erdbodens doch unmöglich zu einem Fehler angerechnet werden kann, obschon sie in sich durchaus nichts anderes Zweckdienliches enthält als die angenehmere und bequemere Genießung der Dinge in der Welt; so wird doch andererseits auch ein raffinierter Zeugungsgenuss dem Menschen auch mitnichten können zum Fehler angerechnet werden, indem sich sonst selbst der gebildete Mensch in diesem Akt am wenigsten von dem Tier unterschieden hat. Also auch dieser Trieb des Menschen muss auf eine veredeltere und raffiniertere Weise befriedigt werden können, und das aus demselben Grunde, aus welchem man sich bequeme Wohnhäuser erbaut, weiche Kleider verfertigt, geschmackvolle Speisen bereitet, u. dgl. Annehmlichkeiten mehr.

5. Man nehme nur den Fall, ein Mensch gebildeten Standes hat zu seiner Befriedigung die Wahl zwischen zwei Weibspersonen, die eine ist ein schmutziges ganz verwahrlostes, gemeines Bauernmensch, die andere aber ist ein wohlerzogenes, sehr nett gekleidetes, am ganzen Leibe makelloses und sonst üppiges und reizendes Mädchen, als die Tochter eines ansehnlichen Hauses. Frage: Wonach wird der gebildete Mann greifen? Die Antwort wird hier kein Kopfbrechen brauchen; sicher nur nach Nr. 2, denn vor Nr. 1 wird es ihm ekeln. Also ist auch hier eine Raffinerie sicher am zweckdienlichsten Platze, weil der Mensch durch sie beurkundet, dass er ein höheres Wesen ist, welches alles Unangenehme und Schmutzige zu reinigen und angenehmer darzustellen die volle Macht und Kraft in sich hat.

6. Da aber der Mann wie das Weib in dieser Hinsicht ein öfteres Bedürfnis sich zu befriedigen in sich mächtig wahrnehmen, wobei man doch nicht allzeit die Anforderung machen kann, in optima forma ein Kind zu erzeugen, wird es da wider die Gebühr der Ausübung seiner Verstandeskräfte sein, wenn er da die Mittel aufstellt, durch welche die Befriedigung dieses Triebes zuwege gebracht werden kann, sei es nur durch den blinden Beischlaf mit den Weibern oder durch Selbstbefriedigung oder im Notfall durch die sogenannte Knabenschändung? Denn dadurch unterscheidet sich ja eben auch der Mensch von dem Tier, dass er eben auch diesen am meisten naturmäßigen Trieb auf anderen Wegen befriedigen kann als gerade auf jenen nur, auf die er von der rohen Natur primo loco [an erster Stelle] angewiesen wurde. Und sonach sind ja ganz besonders wohlkonditionierte Bordellhäuser und dergleichen Anstalten mehr zu billigen, und können dem Verstand des Menschen keineswegs zur Unehre, sondern nur zur Ehre gereichen.

7. Seht, was lässt sich, naturmäßig betrachtet, allem dem entgegen einwenden? Denn das ist richtig, dass das Tier dergleichen Kultivierungen und allerlei Nuancierungen in der Befriedigung seines Geschlechtstriebes nimmer zuwege bringen kann; und so ist darin gewisserart eine Meisterschaft des menschlichen Verstandes unleugbar zu entdecken. Das ist alles richtig, das Tier hat in allem dem seine Zeit, außer welcher es ganz stumpf für die Befriedigung dieses Triebes bleibt.

8. Aber was ist alle diese Raffinierung? Das ist eine kurze Frage, aber ihre Beantwortung ist groß und gewichtig. Diese Raffinierung hat doch sicher nichts anderes zum Grundmotiv als die entsetzlich leidige Genusssucht. Die Genusssucht aber, wissen wir, ist ein unverkennbares Kind der Eigenliebe, welche aber mit der Herrschliebe ganz identisch einhergeht.

9. Es ist wahr, in einem stattlichen Haus lässt sich angenehmer wohnen denn in einer niedrigen Erdhütte. Betrachten wir aber die Einwohner! Wie stolz und hochtrabend sehen wir den Bewohner eines Palastes einhergehen, und wie völlig zerknirscht beugt sich der schlichte Hüttenbewohner vor einem solchen glänzenden Palastherrn!

10. Betrachten wir die Bewohner einer großen Stadt und dagegen die eines niedrigen Bauerndorfes. Die Bewohner der großen Stadt wissen sich aus lauter Genusssucht nicht zu helfen, alles will angenehm leben, alles sich unterhalten, alles glänzen und womöglich ein bisschen herrschen. Kommt ein solcher armer Landbewohner in die große Stadt, so muss er wenigstens einen jeden Stiefelputzer etc. „Euer Gnaden“ anreden, will er sich nicht irgendeiner Grobheit aussetzen.

11. Gehen wir aber ins Dorf, da werden wir noch Hausväter antreffen, nicht selten friedliche Nachbarn, welche sich nicht „Euer Gnaden“ und „Herr von“ titulieren. Was ist da wohl vorzuziehen, wenn ein Bauer zum anderen spricht: „Bruder!“ oder wenn in der Stadt ein nur ein wenig Bemittelter zu einem etwas mehr Bemittelten „Euer Gnaden“ und „Herr von“ und dgl. mehr spricht?

12. Ich meine, es wird kaum nötig sein, dergleichen unsinnige Raffinierungsgeburten des menschlichen Verstandes noch weiter zu verfolgen, sondern wir können sogleich den Hauptspruch machen: Alle solche genusssüchtigen Verfeinerungen sind nach der vorangehenden Betrachtung nichts als Abgöttereien; denn sie sind Opfer des menschlichen Geistes an die äußere tote Naturmäßigkeit.

13. Sind sie aber Abgöttereien, so sind sie auch die barste Hurerei, und dass sie nicht in die Sphäre der Keuschheit aufgenommen werden können, beweist ihre Tendenz.

14. Warum ward Babel eine Hure genannt? Weil dort alle erdenkliche Raffinerie zu Hause war. Also heißt auch „die Hurerei treiben“ im vollkommensten Sinne: der Unkeuschheit dienen nach aller Lebenskraft. Und so ist ein reicher Ehemann, der sich ein üppiges und geiles Weib genommen hat des alleinigen Genusses wegen, nichts mehr und nichts weniger als ein barster Hurer und dessen Weib eine barste Hure. Und ebenso wird auch hier diesen Kindern die Unkeuschheit in ihrem Fundament gezeigt, wie sie nämlich ist eine allerbarste Selbst- und Genusssucht.

15. Es war notwendig, dieses Gebot für euch um desto gründlicher zu beleuchten, weil sich der Mensch eben über keines so leicht hinwegsetzt wie über dieses. Ich meine daher, dass ihr nun auch diesen Vortrag versteht; und so wollen wir uns denn auch sogleich in den siebten Saal begeben.

Siebtes Gebot

Kapitel 82 - Betrachtung des siebten Gebotes

(Am 4. Oktober 1843 von 4 1/2 – 5 3/4 Uhr abends.)

1. Wir sind im siebten Saal; und seht, in der Mitte desselben auf einer an einer lichten weißen Säule befindlichen Tafel steht mit deutlich leserlicher Schrift geschrieben: „Du sollst nicht stehlen!“ Hier drängt sich beim ersten Anblick dieser Gesetzestafel doch sicher einem jeden sogleich die Frage auf:

2. Was sollte hier gestohlen werden können, da niemand ein Eigentum besitzt, sondern ein jeder nur ein Fruchtnießer ist von dem, was der Herr gibt? Diese Frage ist natürlich und hat ihren guten Sinn, kann aber auch eben mit dem[selben] Recht auf dem Weltkörper aufgestellt werden; denn auch auf dem Weltkörper gibt alles, was da ist, der Herr, und doch können die Menschen einander bestehlen auf alle mögliche Art.

3. Könnte man da nicht auch fragen und sagen: Hat der Herr die Welt nicht für alle Menschen gleich geschaffen, und hat nicht jeder Mensch das gleiche Recht auf alles, was die geschaffene Welt zum verschiedenartigen Genuss bietet? So aber der Herr sicher die Welt nicht nur für einzelne, sondern für alle geschaffen, und ein jeder das Recht hat, die Produkte der Welt nach seinem Bedürfnis zu genießen, – wozu war denn hernach dieses Gebot gut, durch welches den Menschen offenbar irgendein Eigentumsrecht eingeräumt ward, durch welches erst hernach ein Diebstahl möglich geworden ist? Denn wo kein Mein und kein Dein ist, sondern bloß ein allgemeines Unser aller, da möchte ich den doch sehen, der da bei dem besten Willen seinem Nächsten etwas zu stehlen vermöchte.

4. Wäre es demnach nicht klüger gewesen, statt dieses Gebotes, durch welches ein abgesondertes Eigentumsrecht gefährlichermaßen eingeräumt wird, alles Eigentumsrecht für alle Zeiten aufzuheben, wodurch dieses Gebot dann vollkommen entbehrlich würde, alle Eigentumsgerichte der Welt nie entstanden wären, und die Menschen auf die leichteste Weise untereinander als wahrhafte Brüder leben könnten?

5. Dazu muss man noch bedenken, dass der Herr dieses Gebot durch Moses gerade zu einer solchen Zeit gegeben hat, wo aber auch nicht ein Mensch aus allen den überaus zahlreichen Israelskindern irgendein eigenes Vermögen hatte; denn was da das mitgenommene Gold und Silber aus Ägypten betrifft, so war es ein Eigentum des ganzen Volkes unter der Aufsicht ihres Anführers.

6. Was aber die Kleidung betrifft, so war sie höchst einfach und dabei so armselig, dass da ein einziges Kleidungsstück in eurer gegenwärtigen Zeit sicher nicht den Wert von einigen schlechten Groschen übersteigen würde. Und dazu hatte nicht einer aus den Israeliten einen Kleidungsvorrat, sondern was er am Leib trug, das war alles, was er besaß.

7. Dazu kam hernach dieses Gebot. Und sicher musste das israelitische Volk einander mit großen Augen fragen: Was sollen wir einander nicht stehlen? Etwa unsere Kinder, da doch ein jeder froh ist in dieser gegenwärtigen bedrängten Lage, wenn er so kinderarm als möglich ist? Sollten wir uns gegenseitig etwa unsere Töpfe stehlen? Was sollten wir aber dabei gewinnen? Denn wer da keinen Topf hat, der hat ohnedies das Recht, sich im Topf seines Nachbarn, so er etwas Kochbares hat, mitzukochen. Hat er aber einen Topf, da wird er es nicht notwendig haben, sich noch eines zweiten zu bemächtigen, um dadurch noch mehr zum Hin- und Herschleppen zu haben. Es ist fürwahr nicht einzusehen, was wir hier einander stehlen könnten. Etwa die Ehre? Wir sind alle Diener und Knechte eines und desselben Herrn, der den Wert eines jeden Menschen gar wohl kennt. So wir einander auch gegenseitig verkleinern wollten, was würden wir dadurch erzwecken im Angesicht dessen, der uns allzeit durch und durch schaut? Also wissen wir durchaus nicht, was wir aus diesem Gebot machen sollen. Soll dieses Gebot für künftige Zeiten gelten, falls uns der Herr einmal ein Eigentum absonderlich einräumen wollte? Wenn das, da lasse Er uns lieber so, wie wir sind, und das Gebot hebt sich von selbst auf.

8. Seht, also räsonierte im Ernst auch hier und da das israelitische Volk, und solches war ihm auch für seine Lage in der Wüste nicht zu verdenken; denn allda war jeder gleich reich und gleich groß, d. h. in seinem Ansehen.

9. Könnte aber nun nicht das gegenwärtige gläubige Volk neutestamentlich mit dem Herrn also räsonierend aufbegehren und sagen: O Herr! warum hast Du denn dereinst ein solches Gebot gegeben, durch welches mit der Zeit den Menschen auf der Erde ein absonderliches Eigentumsrecht eingeräumt ward und durch welches ferner eben zufolge dieses eingeräumten Eigentumsrechtes sich eine zahllose Menge von Dieben, Straßenräubern und Mördern gebildet hat? Hebe daher dieses Gebot auf, damit das Heer der Diebe, Mörder und Räuber und allerlei Betrüger und ein zweites Heer der Weltrichter aufhören möchte, jegliches in seiner Art aller Nächstenliebe ledig, tätig zu sein!

10. Ich sage hier: Der Aufruf lässt sich hören und erscheint unter dieser kritischen Beleuchtung als vollkommen billig. Wie und warum denn? Fürs Erste kann man von Gott als dem allerhöchst liebevollsten Vater doch sicher nichts anderes als nur das allerhöchst Beste erwarten. Wie sollte man da wohl denken können, Gott, als der allerbeste Vater der Menschen, habe ihnen da wollen eine Verfassung geben, welche sie offenbar unglücklich machen muss, und das zwar zeitlich und ewig?

11. Wenn man aber Gott doch sicher die allerhöchste Güte, die allerhöchste Weisheit und somit die sichere Allwissenheit notwendig zuschreiben muss, derzufolge Er doch wissen müsste, welche Früchte ein solches Gebot unfehlbar wird tragen müssen, da kann man ja doch nicht umhin zu fragen: Herr! warum hast Du uns solch ein Gebot gegeben? Warum uns durch dasselbe nicht selten namenlos unglücklich gemacht? War es im Ernst Dein Wille also, oder hast Du dieses Gebot nicht gegeben, sondern die Menschen haben es erst nachträglich eingeschoben ihres Eigennutzes wegen, indem sie sich etwa vorgenommen haben, sich von der allgemeinen Zahl ihrer Brüder abzusondern und sich in solchem Zustand dann berechtigtermaßen eigentümliche Schätze zu sammeln, und durch ihre Hilfe sich dann desto leichter als Herrscher über ihre gesammelten armen Brüder zu erheben? Seht, alles das lässt sich hören, und kann solches niemand in Abrede stellen. Und man muss noch obendrauf einem menschlichen Verstand einige Körner echten Weihrauchs streuen, so er es in dieser Zeit wenigstens der Mühe wert gefunden, die Gesetze Moses auf diese Weise kritisch zu beleuchten. Aber wer hat bei dieser Kritik etwas gewonnen? Die Menschen nichts und der Herr sicher auch nicht, denn es spricht sich in dieser Kritik offenbar nicht die göttliche Liebe und Weisheit aus.

12. Wie aber soll denn dieses Gesetz genommen und betrachtet werden, damit es als vollkommen geheiligt vor Gott und allen Menschen erscheint, dass es ausspreche die höchst göttliche Liebe und Weisheit und in sich trage die weiseste Fürsorge des Herrn zum zeitlichen und ewigen Glückseligkeitsgewinn? So, wie es bis jetzt erklärt ward, besonders in der gegenwärtigen Zeit, hat es freilich nur Unheil verbreiten müssen. Daher wollen wir nach der Erbarmung des Herrn die wahre Bedeutung dieses Gebotes enthüllen, auf dass die Menschen in selbem fürder ihr Heil, aber nicht ihr Unheil finden sollen. Um aber das zu bewerkstelligen, werden wir vorerst betrachten, was da unter dem Stehlen verstanden werden muss.

Kapitel 83 - Was unter Stehlen zu verstehen ist

(Am 5. Oktober 1843 von 4 3/4 – 6 Uhr abends.)

1. Dass vorderhand unter dem Begriff „Stehlen“ unmöglich die eigenmächtige Wegnahme der materiellen Güter eines anderen verstanden werden konnte, erhellt klar daraus, weil besonders zur Zeit der Gesetzgebung niemand aus dem israelitischen Volk ein Eigentum besaß. Und selbst als das Volk ins Gelobte Land eingezogen ist, die staatliche Verfassung desselben also bestellt war, der zufolge niemand in diesem Land ein ganz vollrechtiges Eigentum besitzen konnte, sondern es war dabei so viel als möglich auf eine Gütergemeinschaft abgesehen, und ein jeder dürftige Israelit, wenn er übrigens in der göttlichen Ordnung lebte, musste überall die gastfreundlichste Aufnahme und Unterkunft finden.

2. Wäre aber in diesem Gebot unter dem Stehlen die willkürliche und eigenmächtige Wegnahme des Gutes eines anderen verstanden gewesen, so fiele, wie es im Verlaufe dieser Darstellung hinreichend klar gezeigt wurde, notwendig der unfehlbare Tadel auf den Gesetzgeber, indem Er dadurch gewisserart stillschweigend dem Erwerb, der Industrie und somit auch dem Wucher das Wort gesprochen hätte. Denn das muss doch jedem Menschen auf den ersten Blick in die Augen fallen, so er nur im geringsten Maße eines etwas helleren Denkens fähig ist, dass alsbald das Eigentumsrecht als vollkommen sanktioniert und bestätigt eingeführt ist, sobald man ein Gesetz gibt, durch welches das Eigentum eines jeden als vollkommen gesichert erscheinen muss.

3. Wie könnte man aber doch auf der anderen Seite ein solches Gesetz von demjenigen Gesetzgeber erwarten, der mit Seinem eigenen Munde zu Seinen Schülern gesprochen hat: „Sorgt euch nicht, was ihr essen und trinken werdet und womit euren Leib bekleiden, denn das alles ist Sache der Heiden. Sucht vor allem das Reich Gottes; alles andere wird euch schon von selbst hinzufallen.“

4. Weiter spricht derselbe Gesetzgeber: „Die Vögel haben ihre Nester und die Füchse ihr Geschleif, aber des Menschen Sohn hat nicht einen Stein, den Er unter Sein Haupt lege!“ Wieder auf einer anderen Seite sehen wir Seine Schüler sogar an einem Sabbat Ähren abraufen, also offenbar stehlen. Als sich aber die Eigentümer des Ackers darüber beschwerten, sagt: wer bekam da von dem großen Gesetzgeber den Verweis und eine ganz tüchtige Zurechtweisung? Ihr braucht nur im Buch nachzusehen und es wird euch alles klar sein.

5. Weiter sehen wir denselben Gesetzgeber einmal in der Lage, einen Mautzins entrichten zu müssen. Hat Er in Seine eigene Tasche gegriffen? O nein, sondern Er wusste, dass im nahen See ein Fisch einen verlorenen Stater verschluckt hatte. Der Petrus musste hingehen und dem durch die Kraft des Herrn gehaltenen Fisch die Münze aus dem Rachen nehmen und mit derselben den Mautzins bezahlen.

6. Ich frage aber: Hat nach euren Eigentumsrechten der Finder auf ein auf was immer für Weise gefundenes Gut das disponible Eigentumsrecht? Musste der große Gesetzgeber nicht wissen – oder wollte Er es nicht wissen –, dass Er von diesem im Fisch gefundenen Gut nur auf ein Drittteil das disponible Eigentumsrecht hatte, und das nur nach der vorausgegangenen öffentlichen oder amtlichen Bekanntgebung seines Fundes? Er hat aber solches nicht getan. Sonach hat Er ja offenbar einen zweidrittelteiligen Diebstahl gemacht, oder eine Veruntreuung, was ebenso viel ist.

7. Ferner ließe sich nach den Rechtsprinzipien fragen – wenn man voraussetzt, dass nur gar wenige Juden es in der Fülle wussten, wer eigentlich Christus war –, wer Ihm das Recht eingeräumt hatte, die bekannte Eselin ihrem Eigentümer abnehmen zu lassen und sie dann Selbst nach Seinem Gutdünken zu gebrauchen.

8. Man wird hier sagen: Er war ja der Herr der ganzen Natur und Ihm gehörte ja ohnehin alles. – Das ist richtig, aber wie spricht Er denn in weltlicher Hinsicht, dass des Menschen Sohn keinen Stein habe, und auf der anderen Seite spricht Er Selbst, dass Er nicht gekommen ist, um das Gesetz aufzuheben, sondern dasselbe nur zu erfüllen bis auf ein Häkchen.

9. Wenn wir Seine Geschichte verfolgen wollten, so würden wir noch so manches finden, wo der große Gesetzgeber nach den gegenwärtigen Eigentumsrechtsprinzipien und nach der umfassenden juridischen Erklärung des siebten Gebotes gegen eben diese Rechtsprinzipien sich offenbar vergriffen hat. Was würde hier jemandem geschehen, so er einem Eigentümer einen Baum zerstörte oder so er eine ganze große Herde von Schweinen vernichtete und dergleichen mehr? Ich meine, wir haben der Beispiele genug, aus denen sich mehr als klar ersehen lässt, dass der große Gesetzgeber mit diesem siebten Gebot einen ganz anderen Sinn verbunden hat, als er nach der Zeit von der habsüchtigen und eigennützigen Menschheit ausgeheckt worden ist.

10. Man wird sagen: Das ist nun ganz klar und ersichtlich; aber welchen Sinn Er damit verbunden hat, das liegt noch hinter einem starken Schleier! – Ich aber sage: Nur Geduld! Haben wir bis jetzt die falsche Auffassung dieses Gebotes gehörig beleuchtet, so wird sich die rechte Bedeutung in diesem Gebot sicher auch leicht finden lassen; denn vermag jemand die Beschaffenheit der Nacht zu durchblicken, dem wird es doch wohl nicht bange sein dürfen, dass er am Tag zu wenig Licht haben wird.

11. Was heißt denn hernach im wahren eigentlichen Sinne: „Du sollst nicht stehlen?“ Im eigentlichen wahren Sinne heißt das so viel:

12. Du sollst nimmer die göttliche Ordnung verlassen, dich nicht außer dieselbe hinausstellen und der Rechte Gottes bemächtigen wollen.

13. Was sind aber diese Rechte und worin bestehen sie? Gott allein ist heilig und Ihm allein kommt alle Macht zu! Wen Gott Selbst heiligt und ihm die Macht erteilt, der besitzt sie rechtmäßig; wer sich aber selbst heiligt und die göttliche Macht an sich reißt, um im Glanz derselben eigennützig und habsüchtig zu herrschen, der ist im wahrhaftigen Sinne ein Dieb, ein Räuber und ein Mörder!

14. Wer sonach sich eigenmächtig und selbstliebig durch was immer für äußere Schein- und Trugmittel, mögen sie irdischer oder geistiger Art sein, über seine Brüder erhebt, der ist’s, der solches Gebot vollkommen übertritt. In diesem Sinne wird es auch diesen Kindern hier gelehrt, und ihnen auf praktischem Wege gezeigt, dass da kein Geist je die ihm innewohnende Kraft und Macht eigenmächtig gebrauchen soll, sondern allzeit nur in der göttlichen Ordnung.

15. Man wird aber jetzt sagen: Ja, wenn so, da ist das bekannte Stehlen und Rauben ja erlaubt. – Ich aber sage: Nur Geduld, die nächste Folge soll alles ins klare Licht bringen. Für jetzt aber wollen wir uns mit dem zufriedenstellen, indem wir einmal wissen, was da unter dem Stehlen zu verstehen ist, und dass der Herr durch dieses Gebot nie ein Eigentumsrecht eingeführt hat.

Kapitel 84 - Wann und wie den Weltreichen ihr zusammengeraubter Reichtum genommen und derselbe unter den Armen verteilt werden soll. Wie Geldverleih und Zinsen geregelt sein sollen

(Am 6. Oktober 1843 von 4 3/4 – 6 Uhr abends.)

1. Es lässt sich nun fragen, da der Herr nie ein Eigentumsrecht eingeführt und daher auch unmöglich je ein Gebot gegeben hatte, durch welches man ganz besonders ein zusammengewuchertes Vermögen so vieler geiziger Wucherer respektieren soll, und das gegenüber einer Unzahl von den allerärmsten Menschen, – ob man denn wohl stehlen dürfte, dasjenige nämlich, was sich solche Wucherer, dem göttlichen Gesetz zuwider, zusammengescharrt haben? Denn man nimmt doch einem Dieb nach den irdischen Gesetzen, sobald man ihn nur ertappt, seine gestohlenen Sachen weg. Sollte man denn nicht umso mehr das Recht haben, den allerbarsten Dieben und Räubern dem göttlichen Gesetz gegenüber ihre zusammengeraubten Reichtümer wegzunehmen und sie unter die Dürftigen zu verteilen?

2. Nach dem Verstandesschluss könnte man dieser Anforderung von vornherein gerade nichts einwenden; aber der rechte Mensch hat noch höhere Kräfte als seinen Verstand in sich. Was werden aber diese zu dieser Verstandesbilligung sagen?

3. Fragen wir unsere Nächstenliebe und unsere Gottesliebe. Was spricht sie in ihrem inwendigsten, ewig lebendigsten Geist aus Gott? Sie spricht nichts anderes, als was der Herr Selbst gesprochen hat, nämlich: „Mein Reich ist nicht von dieser Welt!“ Und wer sein äußeres Leben liebt, der wird das innere verlieren; wer aber sein äußeres Leben flieht und geringachtet, der wird das innere behalten. Das spricht alsdann der innere Geist.

4. Wir sehen nirgends eine Anforderung, dass wir uns über die Güter der Reichen der Welt hermachen sollten. Der Herr Selbst spricht: „Gebt dem Kaiser, was des Kaisers ist.“ So befiehlt Er auch nicht dem reichen Jüngling, seine Güter zu verkaufen, sondern erteilt ihm nur den freundschaftlichen Rat nebst der Verheißung des ewigen Lebens.

5. Da wir sonach aber nirgends auf ein Gebot vom Herrn aus stoßen, durch welches Er ausdrücklich befohlen hätte, sich irgend des Reichtums der Wucherer zu bemächtigen, so liegt es auch sicher klar am Tage, dass ein wahrhaftiger Christmensch nicht das Recht hat, sich über die Güter der Reichen herzumachen. Selbst derjenige, der in der größten Not ist, hat nicht vom Herrn aus ein irgend nachzuweisendes Recht, sich im größten Notfall der Güter selbst eines barsten Diebes zu bemächtigen; wohl aber hat bei einem großen Notzustand ein ganzes Volk das Recht dazu.

6. Warum denn? Weil dann der Herr Selbst im Volk waltend auftritt und bewirkt dadurch für die nimmersatten Wucherer ein gerechtes Gericht. Nur soll sich da niemand erlauben, außer im höchsten Notfall, die Wucherer und die reichen Hartherzigen zu ermorden, sondern ihnen nur so viel von ihren höchst überflüssigen Schätzen wegzunehmen, als das Volk zu seiner Unterstützung nötigst bedarf, um sich wieder auf die Füße des friedlichen Erwerbes stellen zu können.

7. Dem reichen Wucherer aber solle noch immer so viel gelassen werden, damit er auf der Welt keine Not leide; denn das ist ja sein einziger Lohn für seine Arbeit. Der Herr aber will niemanden strafen, sondern jedermann nur belohnen nach der Art seiner Tätigkeit.

8. Da der Reiche aber und der Wucherer nach diesem Erdleben nichts mehr zu erwarten hat, da ist es ja recht und billig, dass eben ein solcher Reicher und Wucherer für sein Talent dort seinen Lohn findet, wo er gearbeitet hat.

9. Zudem will der Herr auch keinen Menschen auf dieser Welt völlig richten, damit da für einen jeden die Möglichkeit noch vorhanden bleibe, sich freiwillig von der Welt abzuwenden und zum Herrn zurückzukehren. Würde nun solch einem reichen Wucherer alles weggenommen werden, so erscheint er schon als völlig gerichtet; denn Verzweiflung wird sich seiner bemächtigen und eine endlose Zornwut, in der er unmöglich je den Weg des Heils betreten kann. Ist ihm aber noch ein genügendes Vermögen gelassen worden, so ist er fürs Erste keiner irdischen Not ausgesetzt und erscheint nicht als völlig unbelohnt für sein Ersparungstalent; fürs Zweite aber kann er in diesem Zustand als nicht völlig gerichtet ja auch noch den Rat befolgen, den der Herr dem reichen Jüngling gegeben hat, und kann dadurch zum ewigen Leben gelangen.

10. Am wenigsten aber sollen bei solchen äußersten Unternehmungen von Seiten eines tiefverarmten Volkes blutige Grausamkeiten ausgeübt werden; denn sobald solches geschieht, da wirkt nicht mehr der Herr mit dem Volk und das Volk wird seine Tat nicht gesegnet sehen. Denn wenn es heute siegen wird, so wird es morgen wieder geschlagen, und wird da ein Blut wider das andere fließen! Nie soll der Mensch vergessen, dass alle Menschen seine Brüder sind. Was er unternimmt, das soll er stets mit einem liebeerfüllten Herzen unternehmen; niemandem soll er je etwas Böses tun wollen, sondern allzeit nur etwas Gutes, besonders im geistigen Teil zum ewigen Leben Wirkendes.

11. Ist so sein Sinn beschaffen, dann wird der Herr seine Handlung segnen, im Gegenteil aber verfluchen! Denn so der Herr Selbst niemandem ein ewig tödlicher Richter sein will, dem doch alle Gewalt im Himmel und auf Erden eigen ist, und niemanden zu fragen hat, was Er tun oder nicht tun soll, umso weniger soll ein Mensch auf der Erde etwas nach seinem argen Willen tun.

12. Wehe aber dem Volk, welches ohne die äußerste Notwendigkeit sich gegen die Reichen und Mächtigen erhebt! Das wird für seine Tat allerbitterst gezüchtigt werden; denn die Armut ist des Herrn. Wer den Herrn liebt, der liebt auch die Armut; der Reichtum und das Wohlleben aber ist der Welt und des Satans! Wer nach diesem, was der Welt ist, trachtet und es liebt, der hat sich auch vom Scheitel bis zur Zehe dem Satan einverleibt!

13. Solange also irgendein Volk sich des Tages nur einmal halbwegs sättigen und noch das Leben erhalten kann, so lange auch soll es sich nicht erheben. Wenn aber die Reichen und Wucherer beinahe alles an sich gerissen haben, so dass Tausenden von armen Menschen der augenscheinlichste Hungertod droht, dann ist es Zeit, sich zu erheben und die überaus überflüssigen Güter der Reichen untereinander zu teilen; denn dann will es der Herr, dass die Reichen bis zu einem großen Teil für ihre schändliche Eigenliebe und Habsucht sollen gezüchtigt werden.

14. Zum Schluss der Abhandlung dieses Gebotes dürfte vielleicht noch jemand fragen, ob die Zinsnahme für geliehene Kapitalien nicht gewisserart auch wider das siebte Gebot ist. Da sage ich: Wenn in einem Staat der Zinsfuß gesetzlich bestimmt ist, so ist es auch erlaubt, nach diesem Zinsfuß von den Reichen die Interessen zu nehmen; hat aber jemand einem Bedürftigen ein erforderliches Kapital geliehen, so soll er dafür keine Zinsen verlangen.

15. Hat sich dieser Notdürftige mit diesem Kapital insoweit beholfen, dass er sich nun in seiner Gewerbshantierung bürgerlich wohl befindet, so soll er darauf bedacht sein, das ausgeliehene Kapital seinem Freund wieder zurückzuerstatten. Will er aus Dankbarkeit die gesetzlichen Zinsen zahlen, so soll sie der Ausleiher nicht annehmen, wohl aber den Rückzahler erinnern, solche an seine ärmeren Brüder zu verabfolgen nach seiner Kraft.

16. Ganz Armen aber soll niemand ein Kapital leihen, sondern was er ihnen gibt, das soll er ihnen ganz geben. Das ist in dieser Hinsicht der Wille des Herrn. Wer ihn befolgt, der wird des Herrn Liebe haben. Da wir somit alles, was dieses Gebot betrifft, berührt haben, so können wir uns sogleich in den achten Saal begeben, allda wir ein Gebot werden kennen lernen, das diesem siebten in vieler Hinsicht gleichen wird.

Achtes Gebot

Kapitel 85 - Betrachtung des achten Gebots. Wie Geister lügen können

(Am 11. Oktober 1843 von 4 3/4 – 6 Uhr abends.)

1. Wir sind im achten Saal und sehen allda wieder auf der uns aus allen früheren Sälen wohlbekannten Rundtafel mit deutlicher Schrift gezeichnet: „Du sollst kein falsches Zeugnis geben“ – oder was ebenso viel sagt: Du sollst nicht lügen!

2. Es klingt dieses Gebot im Reich der reinen Geister wohl sonderbar, indem ein Geist in seinem reinen Zustand aller Lüge unfähig ist. Denn ein Geist kann unmöglich anders sprechen, als wie er denkt, indem der Gedanke schon sein Wort ist. Und der Geist im reinen Zustand kann darum auch keine Unwahrheit über seine Lippen bringen, weil er ein einfaches Wesen ist und in sich keinen Hinterhalt haben kann.

3. Der Lüge ist sonach nur ein unreiner Geist fähig, wenn er sich mit einer Materie umhüllt. Ist aber ein Geist, auch von unreiner Beschaffenheit, seiner gröberen Umhüllung ledig, so kann er eben auch keine Unwahrheit von sich bringen.

4. Aus diesem Grunde umhüllen sich denn auch die argen Geister mit allerlei groben Truggestalten, um in dieser Umhüllung lügen zu können.

5. Also musste sich auch der bekannte Satan im Paradies vor dem ersten Menschenpaar mit der materiellen Gestalt einer Schlange umhüllen, auf dass er dadurch in sich einen Hinterhalt bekam und hernach anders denken und anders sprechen konnte.

6. Aus diesem alleinigen Grunde sind auch die Menschen auf Erden imstande zu lügen so oft sie wollen, weil sie in ihrem Leib einen Hinterhalt haben und können von diesem aus die Maschine des Leibes gerade in entgegengesetzter Richtung gegen dem bewegen, wie sie denken.

7. Solches jedoch, wie bemerkt, ist den reinen Geistern nicht möglich. Sie können zwar wohl, so sie gegen irdische Menschen sich äußern, in Entsprechungen sich kundgeben und sagen dann auch nicht selten ganz etwas anderes, als was der innere Sinn ihrer Rede darstellt. Aber das heißt nicht lügen, sondern das heißt nur die geistige Wahrheit in irdische Bilder legen, welche dieser Wahrheit genau entsprechen.

8. Wir sehen aber aus dem, dass dieses Gebot für die Geister gar nicht taugt, indem sie ganz bestimmt der Fähigkeit zu lügen gänzlich ermangeln.

9. Für wen aber gilt hernach dieses Gebot? Ich weiß, man wird mit der Antwort bald fertig werden und sagen: Es gilt für die mit Materie umhüllten Geister und gebietet ihnen, ihre Umhüllung nicht anders zu gebrauchen, als wie in ihnen ihr Denken und aus demselben hervorgehendes Wollen im reingeistigen Zustand beschaffen ist.

10. Wir wissen aber, dass dieses Gebot, so gut wie alle früheren, von Gott, als dem Urgrund alles Geistigen, ausgeht. Als solches aber kann es unmöglich nur eine materielle und nicht auch zugleich eine geistige Geltung haben.

11. Um der Sache aber so ganz recht auf den Grund zu kommen, müssen wir erörtern, was eigentlich unter „Lügen“ oder „falsches Zeugnis geben“ zu verstehen ist. Was ist denn hernach die Lüge oder ein falsches Zeugnis in sich selbst? Ihr werdet sagen: Eine jegliche Unwahrheit ist das. – Ich aber frage: Was ist denn eine Unwahrheit? – Da dürfte wohl auch jemand mit der Antwort bald fertig werden und sagen: Jeder Satz, welchen der Mensch ausspricht, um dadurch jemanden zu täuschen, ist eine Unwahrheit, eine Lüge, ein falsches Zeugnis. – Es ist dem außen nach alles gut, aber nicht also dem innen nach. Wir wollen dafür eine kleine Probe aufstellen.

12. Frage: Kann der Wille denken? Ein jeder Mensch muss solches verneinen, indem er offenbar sagen muss: Der Wille verhält sich zum Menschen wie das Zugvieh zum Wagen. Dieses zieht wohl kräftig denselben; aber wo wird es den Wagen hinbringen ohne den denkenden Fuhrmann?

13. Weiter frage ich: Kann der Gedanke wollen? Kehren wir zum Fuhrwerk zurück. Kann der Fuhrmann bei dem besten Verstand ohne Zugkraft der Lasttiere den schweren Wagen von der Stelle bringen? Ein jeder muss hier sagen: Da können tausend der gescheitesten Fuhrleute neben dem schwer belasteten Wagen alle möglichen philosophischen Grundsätze aufstellen, und dennoch werden sie mit all diesen Prachtgedanken den Wagen so lange nicht von der Stelle bringen, bis sie in ihren Gedanken nicht darin übereinkommen, dass vor dem Wagen eine verhältnismäßige Zugkraft angebracht werden muss.

14. Aus diesem Beispiel aber haben wir nun gesehen, dass der Wille nicht denken, und dass der Gedanke nicht wollen kann. Sind aber Gedanke und Wille vereint, so kann der Wille doch nur das tun, wozu ihn der Gedanke leitet.

15. Nun aber frage ich weiter: Wenn es sich mit der Sache so verhält, wer kann denn dann lügen aus dem Menschen? Der Wille sicher nicht, denn dieser ist ein Etwas, welches sich allzeit nach dem Licht des Gedankens richtet. Kann der Gedanke lügen? Sicher nicht, er ist einfach und kann sich nicht teilen. Aber der Leib wird etwa lügen können im Menschen? Wie aber etwa der Leib lügen könnte als eine für sich tote Maschine, welche nur durch den Gedanken und Willen des Geistes durch die Seele zur Tätigkeit angeregt wird, das wäre wirklich überaus merkwürdig irgend in Erfahrung zu bringen.

16. Ich entdecke aber soeben einen Psychologen, und zwar aus der Klasse der geistigen Dualisten, dieser spricht: Die Seele des Menschen ist auch ein sich selbst bewusstes denkendes Wesen und denkt zum Teil aus den naturmäßigen und zum Teil aus den geistigen Bildern. Und so können sich in ihr gar wohl zweierlei Arten von Gedanken bilden, nämlich naturmäßige und geistige. Sie kann daher wohl die geistigen in sich denken, da ihr aber auch der Wille zur Disposition dasteht, so kann sie anstatt der auszusprechenden sein sollenden Wahrheit oder des geistigen Gedankens den naturmäßigen, der geistigen Wahrheit ganz entgegengesetzten Gedanken aussprechen. Und tut sie das, so lügt sie oder gibt ein falsches Zeugnis. Was meint ihr wohl, ist dieser Schluss richtig?

17. Den Anschein von Richtigkeit hat er wohl, für den äußeren Menschen genommen betrachtet, aber im Grunde des Grundes ist er dennoch falsch; denn was würde da wohl für eine Tätigkeit zum Vorschein kommen, wenn man zur Fortschaffung etwa eines Wagens vorne sowie rückwärts gleich viele und gleich starke Zugpferde und daneben auch Fuhrleute zur Leitung der Pferde anspannen und anstellen möchte?

18. Wie hier der Wagen nie von der Stelle gebracht würde, also möchte es doch wohl auch mit dem Leben eines Menschen aussehen, wenn dasselbe auf zwei sich entgegengesetzte lebendige Prinzipien sich gründen möchte. Das wäre gerade so viel wie plus 1 und minus 1, welches addiert gleich nichts gibt.

19. Es muss also nur ein lebendes Prinzip sein; wie aber kann dieses lügen und falsches Zeugnis geben?

20. Entweder kann dieses eine Prinzip, wie erwiesen, gar nicht lügen und falsches Zeugnis geben, oder unter dem Begriff „lügen“ und „falsches Zeugnis geben“ muss gründlichermaßen etwas ganz anderes verstanden werden, als was bisher verstanden wurde.

21. Da sagt freilich jemand: Wenn die Sache so zu nehmen ist, so ist eine jede uns bekannte Lüge, jeder falsche Eid, wie auch jeder Wortbetrug als unsündhaft und frei gang und gäbe zu betrachten. Gut, sage ich, die Einwendung wäre so übel nicht, aber nach eurem Sprichwort: „Wer zuletzt lacht, der lacht am besten“ werden wir uns auch ein ähnliches Vergnügen auf den Schluss vorbehalten.

Kapitel 86 - Erläuterung des achten Gebots seinem inwendigsten Gehalt nach

(Am 12. Oktober 1843 von 4 1/2 – 5 3/4 Uhr abends.)

1. Damit wir aber diesen gordischen Knoten auch so gewisserart mit einem Hieb entwirren mögen, so wollen wir uns gleich über die Erörterung des Hauptbegriffes in diesem achten Gebot machen.

2. Wir wissen, dass vom Herrn aus einem jeden Geist ein freier Wille und also auch ein freier Gedanke zur Beleuchtung des freien Willens gegeben ward. Und dieser Gedanke im Geist ist eigentlich die Sehe und das Licht des Geistes, durch welches er die Dinge in ihrer naturmäßigen Sphäre erschauen kann.

3. Neben diesem Licht, das jeder Geist eigentümlich von Gott wesenhaft erhalten hat, hat er aber auch noch eine zweite Fähigkeit, ein innerstes, allerheiligstes Licht von Gott aufzunehmen; aber nicht durch sein Auge, sondern durch das Ohr, welches eigentlich auch ein Auge ist. Aber nicht ein Auge zur Aufnahme äußerer Erscheinlichkeiten, welche hervorgebracht werden durch den allmächtigen Willen des Herrn, sondern es ist ein Auge zur Aufnahme des reingeistigen Lichtes aus Gott, nämlich des Wortes Gottes.

4. Solches mögt ihr schon aus eurer noch naturmäßigen Beschaffenheit abnehmen, wenn ihr nur einigermaßen darauf achtet, wie sehr das unterschieden ist, was ihr durch eure Augen erschaut und daneben durch eure Ohren erhorcht. Durch eure Augen könnt ihr nur naturmäßige Bilder erschauen, mit euren Ohren aber könnt ihr Strahlen aus der innersten göttlichen Tiefe aufnehmen.

5. Ihr könnt die Sprache der Geister in der Harmonie der Töne vernehmen oder besser gesagt: ihr könnt die geheimen Formen der innersten geistigen Schöpfung schon äußerlich materiell durch eure fleischlichen Ohren vernehmen. Wie tief zurück steht da das Auge vor dem Ohr?!

6. Seht, so ist es auch bei dem Geist. Er ist vermöge solcher Einrichtung befähigt, Zweifaches aufzunehmen, nämlich das äußere Bildliche und das innere wesenhaft Wahre.

7. In diesem Doppelschauen liegt das Geheimnis des freien Willens zugrunde.

8. Ein jeder Mensch, sei er jetzt rein geistig oder noch mit der Materie umhüllt, hängt durch diese Fähigkeit ganz natürlichermaßen zwischen einem Inneren und Außen. Er kann sonach allzeit eine zahllose Menge von Außenformen erschauen, kann aber auch zu gleicher Zeit ebenso viel der inneren, rein göttlichen Wahrheit in sich aufnehmen.

9. Mit dem Licht von außen fasst er nichts von all dem Geschauten als bloß nur die äußere Form und kann dadurch in sich selbst eben durch die Aufnahme dieser Formen der Schöpfer seiner Gedanken sein.

10. Mit diesen Gedanken kann er auch seinen frei disponiblen Willen in Bewegung setzen, wie und wann er will.

11. Gebraucht er das andere Auge des inneren göttlichen Lichtes nicht, sondern begnügt und beschäftigt er sich bloß mit den Formen, so ist er ein Mensch, der sich offenbar selbst betrügt; denn die Formen sind für ihn so lange leere Erscheinungen, als bis er sie nicht in ihrer Tiefe erfassen kann.

12. Wenn aber ein Mensch auch zugleich vom Herrn aus das innere Licht hat und erschaut, so er nur will, das Innere der Formen, verstellt sich aber selbst dabei und zeugt von den Außenformen anders, als er ihre hohe Bedeutung mit dem inneren geistigen Auge, welches das Ohr ist, erschaut, so gibt er den äußerlich erschauten Formen doch offenbar ein falsches Zeugnis.

13. Hier haben wir nun schon aus der Wurzel erörtert, was im Grunde des Grundes „ein falsches Zeugnis geben“ heißt. In der Hauptsache aber kommt es wieder darauf an, dass der Mensch von der göttlichen Wahrheit in sich nicht anders reden soll, als er sie in sich gewahrt.

14. Im Allerinwendigen aber verhält sich die Sache so: Die Liebe ist gleich dem inwendigst erschauten Wahrheitslicht unmittelbar aus Gott, und die Weisheit ist gleich dem ausstrahlenden Licht aus Gott durch alle unendlichen ewigen Räume.

15. So aber jemand die Liebe hat, wendet sie aber nicht an, sondern ergreift bloß nur mit seinem äußeren Licht und seinem von diesem Licht geleiteten Willen die nach außen gehenden Strahlen fortwährend mehr und mehr ins Unendliche, wird daher immer schwächer, aber zufolge seines Ausfluges nach allen Seiten geistig genommen stets aufgeblähter und auch stets weniger empfänglich für das inwendige Liebewahrheitslicht aus Gott –

16. wenn also das der Fall ist, so wird ein solcher Mensch Gott stets unähnlicher und gibt dadurch mit jedem Atom seines Seins der göttlichen Wesenheit, deren vollkommenes Ebenmaß er sein sollte, ein vom Grunde aus falsches Zeugnis.

17. Wer demnach das göttliche Wort vernimmt, folgt aber demselben nicht, sondern folgt bloß nur dem, was da seine äußeren Augen besticht und dadurch seinen sinnlichen Willen reizt, der gibt mit einem jeden Tritt, den er macht, mit einem jeden Wort, das er spricht, mit einer jeden Bewegung der Hand, die er macht, ein falsches Zeugnis. Wer da auch reden möchte die reinste göttliche Wahrheit, das reine Wort des Evangeliums, so lügt er aber doch und gibt dem Herrn ein falsches Zeugnis, weil er nicht nach dem Wort und nach der Wahrheit handelt.

18. So da jemand betet und versichert seine Andacht zu Gott, lebt aber nicht nach dem Wort des Herrn, der ist ein Lügner, soweit er warm und lebendig ist; denn sein Gebet ist da bloß nur eine äußere Formel, deren innerer Wert gänzlich verlorengeht, weil das innere göttliche Licht nicht dazu verwendet wird, um das Inwendige dieser äußeren Form zu beleuchten und zu beleben.

19. Es ist gerade so viel, als wenn jemand auch mit der größten Entzückung einen Stern betrachtet. Was nützt ihm aber all diese Entzückung und Betrachtung, wenn er den Stern nicht in seiner völligen Nähe als eine wundervolle Welt betrachten kann? Er gleicht da einem Hungernden vor einem versperrten Brotschrank. Er mag diesen Brotschrank noch so sehnsüchtig und noch so verehrend betrachten, wird er aber davon gesättigt? Sicher nicht. Denn solange er nicht in das Innere des Brotes beißen und dasselbe nicht aufnehmen kann in seinen Magen, wird ihm alle Betrachtung, Verehrung und Entzückung vor dem Brotschrank nichts nützen.

20. Wie aber kann man den Brotschrank der wahren Gottähnlichkeit in sich eröffnen und sich daran sättigen? Sicher nicht anders, als wenn man dasjenige inwendigste Mittel in sich gebraucht und sich sogestalt nach der von Gott vernommenen Wahrheit richtet. Dass man von den nach außen hin geschauten Formen nur das zum tätigen Gebrauch aufnimmt, was und inwieweit man dasselbe mit dem innersten Licht als völlig in der Entsprechung übereinstimmend und sonach göttlich wahr gefunden hat. Sobald das nicht der Fall ist, so ist alles, was der Mensch tut und unternimmt, ein falsches Zeugnis über die innere göttliche Wahrheit und somit eine barste Lüge gegenüber einem jeden Nebenmenschen.

21. Darum spricht der Herr: „Wer da betet, der bete im Geist und in der Wahrheit“, und: „So ihr betet, da geht in euer Kämmerlein“, und weiter: „Denkt nicht, was ihr reden werdet, sondern zur Stunde wird es euch in den Mund gelegt werden.“

22. Hier sind offenbar die äußeren Gedanken angezeigt, welche schon darum an und für sich keine Wahrheit sind, weil sie Gedanken sind; denn die Wahrheit ist inwendigst, ist das Motiv zur Handlung nach dem Wort Gottes und gibt sich allzeit eher kund als eine darauffolgende leere Gedankenflut.

23. Demnach soll sich auch ein jeder nach dieser inneren Wahrheit richten und danach tätig sein. So wird er stets mehr und mehr seine Gedanken mit diesem inneren Licht werktätig verbinden und dadurch in sich zur Einheit und somit zur göttlichen Ähnlichkeit gelangen, in welcher es ihm dann für ewig unmöglich wird, einen Lügner zu machen.

24. Dass aber dann auch ein jeder, der anders spricht, als er denkt, und anders handelt, als er spricht und denkt, ein Lügner ist, versteht sich von selbst; denn ein solcher ist schon ganz in der alleräußersten, gröbsten Materie begraben und hat seinem Geist die ganze göttliche Form benommen. Also wird auch diesen Schülern hier dieses Gebot seinem inwendigsten Gehalt nach erläutert. Und da wir solches wissen, so können wir uns sogleich weiter in den neunten Saal begeben.

Neuntes Gebot

Kapitel 87 - Das neunte Gebot. Besitzrecht und Nutzungsrecht

(Am 17. Oktober 1843 von 4 3/4 – 7 Uhr abends.)

1. Wir sind bereits im neunten Saal und erschauen allda wieder unsere Rundtafel, auf welcher es geschrieben steht:

2. „Du sollst nicht nach dem verlangen, was deines Nächsten ist, weder nach seinem Haus, nach seinem Ochsen, nach seinem Esel und nach seinem Grund, noch nach allem dem, was auf demselben wächst.“

3. Wenn wir dieses Gebot hier betrachten, so müssen wir offenbar uns in die nämlichen Urteile verlieren und die nämliche Kritik durchmachen, die wir schon bereits im siebten Gebot haben kennengelernt. Denn auch hier ist abermals vom Eigentum die Rede, wo man nach dem kein Verlangen haben soll, was da, versteht sich von selbst, sich einer oder der andere nach außen hin rechtlich zueignet.

4. Wer sollte da nicht sogleich wieder auf die Frage kommen und sagen: Wie konnte wohl dieses Gebot dem israelitischen Volk in der Wüste gegeben werden, indem daselbst doch niemand weder ein Haus, noch einen Ochsen, noch einen Esel, noch einen Grund und eine Saat auf demselben hatte? Man müsste sich nur dieses Eigentum bei dem israelitischen Volk gegenseitig eingebildet haben. Und da könnte es allenfalls so viel heißen: Wenn sich dein Nächster irgendetwas Ähnliches zu besitzen einbildet, so sollst du dir nicht auch einbilden, etwas Ähnliches oder gar die Einbildung deines Nächsten selbst dir also eigentümlich einzubilden, als wäre sie im Ernst dein Eigentum oder als möchtest du sie wenigstens als eigentümlich besitzen.

5. Ich meine, es werden hier nicht eben zu viel kritischer Urteile vonnöten sein, um das überaus Luftige solch eines Gebotes auf den ersten Blick einzusehen. Ein Gebot muss ja nur allzeit zu irgendeiner Sicherung einer festen wirklichen Realität da sein, an deren Verlust einem jeden etwas gelegen sein muss. Was aber ein Luftschlösserarchitekt gegen einen anderen Luftschlösserarchitekten verliert, so dieser sich im Ernst die gesetzwidrige Dreistigkeit nehmen sollte, seinem Gefährten ähnliche Luftschlösser zu bauen, ich meine, solch einen enormen Schaden abzuwägen, [dazu] würde wohl eine ganz entsetzlich fühlbare, überaus ätherisch fein geisterhafte Haarwaage vonnöten sein. Sollte nach der Meinung einer gewissen Sekte auf der Erde der Erzengel Michael mit dergleichen Instrumenten im Ernst zum Überfluss versehen sein, so bin ich aber doch fest überzeugt, ein so überaus zartfühlendes Gewicht-Maßinstrument fehlt ihm sicher.

6. Ich zeigte aber hier solches nur an, um dadurch das völlig Nichtige eines rein eingebildeten Besitztums so klar als möglich vor die Augen zu stellen. Wenn sich die Sache aber so verhält, wozu dann ein solches Gebot, welches durchaus keine Sicherung des Eigentums eines anderen im Schilde führen kann, wo niemand ein ähnliches Eigentum besitzt, nach dem man zufolge dieses Gebotes kein Verlangen tragen soll?

7. Man wird aber hier einwenden und sagen: Der Herr hat das vorausgesehen, dass sich die Menschen mit der Zeit untereinander ein Eigentumsrecht kreieren werden, und in dieser Hinsicht bei dieser Gelegenheit schon im Voraus ein Gebot erlassen, durch welches ein künftiges Eigentum der Menschen gesichert sein und niemand ein gegenseitiges Recht haben sollte, sich das Eigentum seines Nächsten auf was immer für eine Art zueignen zu dürfen. – Das wäre ein schöner Schluss! Ich meine, man könnte der göttlichen Liebe und Weisheit nicht leichtlich eine größere Entehrung zufügen als durch ein solches Judicium [Urteil].

8. Der Herr, der es doch sicher vor allem einem jeden Menschen abraten wird, sich auf der Erde etwas anzueignen, der Herr, vor dem jeder irdische Reichtum ein Gräuel ist, sollte ein Gebot erlassen haben zum Behuf und zur Begünstigung der Habsucht, der Eigenliebe, des Wuchers und des Geizes, ein Gebot zur sicheren Erweckung des gegenseitigen Neides?

9. Ich glaube, es wird hier nicht vonnöten sein, noch mehrere Worte zu verlieren; denn das Widersinnige solch einer Exegese liegt zu offen vor jedermanns Augen, als dass es nötig wäre, ihn durch ein Langes und Breites daraufzuführen.

10. Um aber die Sache doch auch für den Blindesten handgreiflich zu machen, frage ich einen jeden grundgelehrten Juristen: Worauf gründet sich denn das Eigentumsrecht ursprünglich? Wer hat denn dem ersten Menschen das Eigentumsrecht einer Sache eingeräumt? Nehmen wir an ein Dutzend Auswanderer in einem noch unbewohnten Erdstrich. Sie finden ihn und siedeln sich dort an. Laut welcher Eigentums- und Besitzrechts-Urkunde können sie sich denn eines solchen Landes als Eigentümer bemächtigen und sich als rechtmäßige Besitzer im selben sesshaft machen?

11. Ich weiß schon, was man hier sagen wird; nichts anderes als „Primo occupanti jus.“ [„Wer zuerst kommt, hat das Grundrecht.“] – Gut, sage ich, wer aber hat demnach von den zwölf Auswanderern mehr oder weniger Recht auf das neuaufgefundene Land? Man wird sagen: Streng genommen hat der erste Veranlassgeber zu der Auswanderung, oder der, der allenfalls vom Verdeck eines Schiffes dieses Land zuerst erschaut hatte, mehr Recht. Gut, was hat aber der Veranlassgeber vor den anderen? Wären sie nicht mit ihm gezogen, so wäre er sicher auch daheim geblieben. Was hat denn der erste Erschauer vor den übrigen? Dass er vielleicht schärfere Augen als die anderen hat? Sollen dann dieses nur ihm zugutekommenden Vorzuges wegen die anderen benachteiligt sein? Das wäre hoffentlich doch etwas zu unbillig judiziert! Also müssen doch sicher alle zwölf ein gleiches Eigentumsrecht auf dieses vorgefundene Land haben.

12. Was werden sie denn aber tun müssen, um ihr gleiches Besitztumsrecht auf dieses Land zu realisieren? Sie werden es teilen müssen in zwölf gleiche Teile. Wer aber sieht bei dieser Teilung nicht auf den ersten Wurf die Zwistigkeit ein? Denn sicher wird der A zum B sagen: Warum muss denn gerade ich diesen Teil des Landes in Besitz nehmen, der nach meiner Beurteilung offenbar schlechter als der deinige ist? – Und der B wird aus demselben Grunde erwidern: Ich sehe aber nicht ein, warum ich meinen Landteil gegen den deinigen vertauschen soll. – Und so können wir unsere zwölf Kolonisten zehn Jahre lang das Land teilen lassen, und wir werden es nicht erleben, dass da die Teilung allen vollkommen recht sein wird.

13. Aber die Zwölf werden etwa untereinander übereinkommen und das Land zu einem Gemeingut machen; ist das der Fall, kann da unter den Zwölfen ein das Eigentum sicherndes Gebot erlassen werden? Kann jemand dem anderen etwas wegnehmen, wenn das ganze Land allen gleich gehört und somit auch dessen Produkte, von denen ein jeder nach seinem Bedarf nehmen kann, ohne dem anderen dafür eine Rechnung zu legen?

14. Man ersieht hier im ersten Fall, dass ursprünglich eine Eigentumsrechtskreierung nicht leichtlich denkbar ist. Dass solches sicher der Fall ist, dürft ihr nur auf die ersten Ansiedler von gewissen Gegenden eures eigenen Landes hinblicken, als z. B. auf die sogenannten Herren Klostergeistlichen, die gewisserart die ersten Kolonisten einer Gegend waren. Wären sie mit der Teilung zurechtgekommen und hätten sie selbe für gut befunden, so hätten sie sicher kein Gemeingut daraus gebildet.

15. Kurz und gut, wir können tun, was wir wollen, so können wir nirgends ein ursprüngliches Eigentumsrecht herausfinden. Und wenn da jemand mit seinem „primo occupanti“ kommt, da frage ich, ob man den Postokkupanten [Nachbesitzer] bei seinem Auftreten in der Welt entweder gleich töten oder ihn langsam verhungern lassen sollte, oder sollte man ihn aus diesem Land treiben, oder ihn auf die Barmherzigkeit der Primookkupanten [Erstbesitzer] anweisen, und ihn aber daneben sogleich gegen die Primookkupanten mit dem neuesten Gebot belegen?

16. Ich meine, da ließe sich denn doch wohl fragen, aus welchem Grunde denn solch ein Postokkupant gegen die Primookkupanten sogleich bei seinem ersten Auftreten, für das er nicht kann, gleich zu einem Sündenbock gemacht werden sollte, während die ersten sich gegenseitig in dieser Art nie versündigen können? Welcher Jurist kann mir wohl solch ein Benehmen als rechtskräftig erweisen? Ich meine, man müsste hier nur einen Satan zum Advokaten machen, der solches zu erweisen imstande wäre; denn einem jeden nur einigermaßen richtig und billig denkenden Menschen dürfte ein solcher Rechtsbeweis wohl so gut als unmöglich sein.

17. Ich sehe aber schon, man wird sagen: Bei den ersten Kolonisierungen eines Landes kann zwischen den Kolonisten freilich wohl kein wechselseitiges Eigentumsrecht statthaben, besonders wenn sie sich untereinander fürs Gemeingut einverständlich ausgeglichen haben. Aber zwischen Kolonisationen, welche die ersten Staatenbildungen sind, tritt doch sicher sobald das Eigentumsrecht ein, sobald sie sich gegenseitig als bestehend festgestellt haben.

18. Gut, sage ich; wenn das der Fall ist, so muss sich fürs Erste eine jede Kolonie mit einem ursprünglichen Eigentumsrecht ausweisen. Wie aber kann sie das, nachdem sie nur ein Nutzungsrecht vom Herrn aus hat, aber kein Besitzrecht?

19. Das Nutzungsrecht hat seine Urkunde in dem Magen und auf der Haut. Wo aber spricht sich das Besitzrecht aus, besonders wenn man erwägt, dass ein jeder Mensch, sei er einheimisch oder ein Fremdling, in seinem Magen und auf seiner Haut dieselbe göttliche vollgültige Nutzungsrechtsurkunde mit sich bringt, wie sie der Einheimische hat? Wenn man sagt: Das Besitzrecht hat seinen Grund im Nutzungsrecht ursprünglich, so hebt dieser Satz sicher jedes spezielle Besitztum auf, weil jeder das gleiche Nutzungsrecht hat. Kehrt man aber die Sache um und sagt: Das Besitzrecht verschafft einem erst das Nutzungsrecht, da kann man dagegen nichts anderes sagen als das alte Rechtswort: „Potiori jus“ [das Recht des Stärkeren], was mit anderen Worten so viel sagen will als: Schlage so viel Nutzungsrechtsbesitzende tot, damit du dir allein einen Strich Landes durch die Gewalt deiner Faust völlig zueignen kannst.

20. Sollte etwa noch einigen fremden Nutzungsrechtsbesitzern der Appetit kommen, dir dein erkämpftes Besitztum laut ihres göttlichen Nutzungsrechtes streitig zu machen, so schlage sie alle schön fleißig tot, oder setze sie wenigstens im besseren Falle als steuerpflichtige Untertanen ein, damit sie in deinem erkämpften Besitztum im Schweiße ihres Angesichtes für dich arbeiten und du ihnen dann ihr Nutzungsrecht nach deinem Wohlgefallen bemessen kannst. Trete auf, wer da will, und erweise mir ein anderes Besitzrecht; fürwahr ich will ihm dafür meine ganze Seligkeit abtreten und mich dafür zu einem notdürftigsten Bürger der Erde machen lassen!

21. Wer kann, von göttlicher Seite betrachtet, den Krieg rechtfertigen? Was ist er? Nichts als ein grausamster Gewaltstreich, das Nutzungsrecht den Menschen zu nehmen und dafür ein Besitzrecht gewaltsam einzuführen, das heißt, das göttliche Recht vertilgen und an dessen Stelle ein höllisches einführen.

22. Wer könnte demnach von Gott aus wohl ein Gesetz erwarten, welches das ursprüngliche, in jedermanns Wesen sich deutlich beurkundende göttliche Nutzungsrechtsgesetz aufheben sollte, und an dessen Stelle mit göttlicher Macht und Autorität ein höllisches Besitztumsgesetz rechtskräftigen? Ich meine, das Widersinnige dieser Behauptung ist für einen Erzblinden sogar sonnenhell und klar ersichtlich und mit behandschuhten Händen zu greifen.

23. Daraus geht aber hervor, dass dieses Gesetz sicher eine andere Bedeutung haben muss, als es die Menschen darstellen, wie es nur das Besitztum sichert. Als göttliches Gesetz muss es ja auch ewig in allen Himmeln aus der Tiefe der göttlichen Ordnung geltend sein. Wo aber besitzt jemand im Himmel Häuser, Ochsen, Esel und Äcker? Im Himmel sind lauter Nutzungsrechtige, und der Herr allein besitzungsrechtig. Wir wollen daher sogleich zu der rechten Bedeutung dieses Gesetzes übergehen.

Kapitel 88 - Das aus dem Sammelrecht abgeleitete Besitzrecht führt zu einem Alleinherrscher

(Am 14. Oktober 1843 von 4 1/2 – 6 1/2 Uhr abends.)

1. Bevor wir jedoch die volle Löse aussprechen wollen, wird es notwendig sein, noch einige Bemerkungen voranzuschicken, durch welche so manchen juridischen Vielfraßen und übergelehrten Völkerrechts-Verkündigern der Mund soll gestopft werden. Denn diese könnten etwa das Besitzrecht vom Sammelrecht ableiten, wodurch sie uns wenigstens scheinbar schlagen könnten. Daher wollen wir uns auch in diesem Punkt verschanzen.

2. Es ist allerdings nicht in Abrede zu stellen, dass da jedermann vor dem Nutzungsrecht das Sammelrecht haben muss. Denn so jemand sich nicht mit seinen Händen und mit seiner Kraft eher etwas holt und zubereitet, so kann er sein Nutzungsrecht nicht geltend machen. Denn das ist einmal richtig, bevor jemand einen Apfel in den Mund stecken will, muss er ihn vom Baum oder vom Boden lesen.

3. Für das Sammelrecht hat er ebenfalls mehrere göttliche Urkunden aufzuweisen. Urkunde Nr. 1 sind die Augen. Mit diesen muss er schauen, wo etwas ist. Urkunde Nr. 2 sind die Füße. Mit diesen muss er sich dahin bewegen, wo etwas ist. Und Urkunde Nr. 3 sind die Hände. Mit denen muss er dahin greifen und nehmen, da etwas ist. Also laut dieser Urkunde hat der Mensch vom Herrn aus das Sammelrecht als urrechtlich zu seinem unbestreitbaren Eigentum.

4. Könnte man aber hier nicht sagen: Ist dasjenige nicht vollkommen ein Eigentum dessen, der es laut seines göttlichen Sammelrechtes sich zusammengesammelt hat zu seiner Nutzung? Hat nun jemand anderer das Recht, seine Hände oder sein Verlangen danach zu richten, was sich sein Nächster zusammengesammelt hatte? – Denn offenbar bedingt ein Recht das andere. Habe ich vom Schöpfer aus das natürliche Nutzungsrecht, das im Magen und auf der Haut geschrieben ist, so muss ich auch das Sammelrecht haben, weil ich ohne das Sammelrecht das Nutzungsrecht nicht befriedigen kann.

5. Was nützt mir aber das Sammelrecht, wenn es mir den Bissen nicht sichert, den ich zum Mund führe? Denn so da jedermann das Recht hat, mir den Apfel, den ich mit meiner Hand laut meines Sammelrechtes aufgeklaubt habe, aus der Hand zu nehmen, weil er etwa zu bequem ist, sich selbst einen aufzuklauben, so gehe ich offenbar mit meinem Nutzungsrecht ein und muss nolens volens verhungern.

6. Es ist somit notwendig, dass das Sammelrecht wenigstens auf das ein Eigentumsrecht anfordern kann, was es sich gesammelt hat, weil sonst an kein Nutzungsrecht ehrlichermaßen zu denken ist.

7. Mit dem Sammelrecht verbindet sich das Bereitungs- und Verfertigungsrecht. Ist es mir aber nicht gestattet, auf das von mir Bereitete und Verfertigte ein vollkommenes Eigentumsrecht geltend zu machen, so ist mir alle Tätigkeitskraft umsonst, und ich bin genötigt, erstens alle essbaren Dinge irgend heimlich roh zu verzehren und zweitens stets nackt herumzugehen. Denn so ich mir ein Kleid verfertige und ein anderer, der zu diesem Geschäft zu faul ist, nimmt es mir laut seines Nutzungsrechtes weg, Frage, was sollte denn da mein eigenes Nutzungsrecht dazu für eine Miene machen?

8. Wenn ich mir in einer kälteren Gegend ein Haus erbaue und habe laut des Sammel- und Verfertigungsrechtes gar kein Eigentumsrecht dabei, da kann mich die nächstbeste Gesellschaft aus dem Haus treiben und selbst davon an meiner statt ihr Nutzrecht ausüben.

9. Daraus aber ist ja ersichtlich, dass mit dem natürlichen Erwerbsrechte ein gewisses prärogatives Eigentumsrecht für den gewerbstätigen Menschen eingeräumt sein muss, indem ohne ein solches Eigentumsrecht, rein genommen und betrachtet, keine menschliche Gesellschaft als bestehend möglich auch nur gedacht werden kann.

10. Ist aber nun das Sammel- und das Bereitungsrecht als vollkommen gültig eingeräumt, so muss auch ein Fleck Grundes, auf dem ich eine Saat angebaut, wie ein Baum, den ich gepflanzt und veredelt habe, mir prärogativ als Eigentum eingeantwortet sein.

11. Frage aber weiter: Wer antwortet mir solches ein beim Urbeginn einer Kolonie? Die Sache lässt sich leicht erklären. Die Kolonisten wählen aus ihrer Mitte einen von jeder Habsucht ledigen und zugleich weisesten Chef. Diesem räumen sie die Austeilungs- und somit auch die Einantwortungsrechte ein, unter der eidlichen gegenseitigen Schutzversicherung zur Aufrechthaltung und Befolgung seines Ausspruches, welcher Versicherung zufolge ein oder der andere Widersetzling von den Ordnungsliebenden in die Schranken des Ausspruches von Seiten des Oberhauptes zurückgewiesen wird. Auf die Mittel, wie oder wodurch, kommt es nicht an, denn diese können und müssen erst nach dem Grad der Widerspenstigkeit bestimmt und dann gehandhabt werden.

12. Wer sieht hier nicht auf den ersten Augenblick die Unterwürfigkeit und die erste monarchialische Gründung eines Staates? Wer aber sieht auch nicht zugleich ein, dass, sobald das Sammel- und Erwerbs- und Bereitungsrecht mit einem prärogativen Eigentumsrecht systematisch verbunden ist, dann daneben niemandem aus seinem ihm zuerkannten Eigentum jemand das Sammel-, Erwerbs- und Bereitungsrecht beschränken kann. Im Gegenteil muss es dem leitenden Chef ja nur vorzugsweise daran gelegen sein, seine Leitlinge so viel als möglich zum Sammel- und Bereitungsfleiß auf ihren eigentümlich eingeräumten Besitzungen anzuspornen. Und je mehr jemand auf seinem Besitztum durch Fleiß sich erwirbt, in eine desto angenehmere Lage versetzt er sich, seinem Nutzungsrecht die unbeschränkte Gewähr zu leisten.

13. Ist aber einmal dieses notwendige Eigentumsrecht zur Sicherung des Sammel-, Erwerbs- und Nutzrechtes notwendig festgestellt, so zieht dieses Recht ja notwendig das Hutrecht nach sich; denn ohne dieses Recht ist ja keiner ein prärogativer Besitzer des ihm vom Chef eingeantworteten Eigentums.

14. Dieses Hutrecht aber setzt zuerst eine genaue Vermessung des Besitztums voraus. Sind die Grenzen einmal festgezogen, dann erst kann ein jeder Besitzer von dem Hutrecht oder dem Recht der Verteidigung seines Eigentums den Gebrauch zu machen anfangen.

15. Dieses Hutrecht ist aber ohne bevollmächtigte Hüter nicht ausführbar. Es müssen also Wehrmänner aufgestellt werden, welche das unbeschränkte Recht haben, die Grenzen eines jeden vollkommen zu sichern. Sie müssen also das Exekutionsrecht haben, welches so viel als ein Straf- oder Züchtigungsrecht ist. Wer aber sollte diese Wehrmänner leiten? Sicher niemand anderer als der die ganze Kolonie leitende Chef.

16. Hier haben wir also ganz notwendig die Entstehung des Militärstandes, zugleich aber auch die Feststellung einer unbeschränkten Macht des Chefs, der nun schon durch die Wehrmänner gebieten und seine Gebote sanktionieren kann.

17. Haben wir es so weit gebracht, wer kann da noch auftreten und sagen: Die gegenwärtigen Staatsverfassungen sind nicht auf diesem göttlichen Recht basiert? Ja, es ist einem Kritiker alles recht, nur kann er noch das Obereigentumsrecht des Monarchen nicht begreifen. Ich aber sage: Hat man das Frühere so erwiesen, was bei weitem schwieriger ist, so lässt sich das Obereigentumsrecht eines Monarchen daneben mit einer Schlafmütze beweisen. – Wir wollen sehen.

18. Wenn nun von Seiten der Weisheit des leitenden Chefs alles beeigentumsrechtigt ist, und sind dem Chef zur Bewachung des Besitztums der Kolonisten allzeit disponible Wehrmänner an die Seite gestellt, hat da der Chef nicht ein zweifaches Recht, die durch seine Weisheit beglückten Kolonisten zu fragen und zu sagen: Ich bin in eurer Mitte, habe durch meine Weisheit für euch gesorgt, und ihr habt mich eben darum zum leitenden Chef gemacht, weil ihr mich als den am wenigsten habsüchtigen Mann unter euch wohl gekannt habt.

19. Ich habe sonach das Land unter euch gerecht verteilt und schütze nun mit meiner Weisheit und mit den weise geleiteten Wehrmännern euer Eigentum. Aber bei der Verteilung habe ich zufolge meiner Habsuchtslosigkeit auf mich vergessen. Ihr werdet aber doch sicher einsehen, so euch an meiner ferneren weisen Leitung notwendig etwas gelegen sein muss, dass ich von der Luft nicht leben kann. Was soll ich denn hernach zu meinem Unterhalt haben, um leben zu können? Fürs Erste habe ich keine Zeit zum Sammeln, denn ich muss meine Zeit zum steten Nachdenken verwenden, wie sich euer Besitztum fortwährend sichern lassen möchte.

20. Ihr werdet also einsehen, dass ein getreuer Arbeiter auch seines Lohnes wert ist. Daher verordne ich, dass ihr miteinander darüber übereinkommt, mir aus eurem eigentümlich gesicherten Vorrat einen Unterhalt zu verschaffen, und ich kann das von euch mit umso größerem Recht ansprechen, weil die Erhaltung eures gegenseitigen prärogativen Eigentumsrechtes lediglich von meiner Erhaltung abhängt. Neben meiner Erhaltung aber ist noch die andere euer Eigentum sichernde Erhaltung der Wehrmannschaft vonnöten, denn auch sie hat nicht Zeit zum Arbeiten, indem sie eure Grenzen in guter Ordnung bewachen muss.

21. Euer eigenes Heil und Wohl müssen es euch sonach vor die Augen stellen, dass ich und die Wehrmannschaft euch gegenüber erwerbslos dastehen, und dass darum ein jeder aus euch zur festen Gründung seines eigenen Wohles sich zu einer bestimmten Steuerung an mich wird bequemen müssen.

22. Diese ausgesprochene Forderung erscheint allen Kolonisten als vollkommen rechtlich und billig, und sie bequemen sich zur Steuerung. Und auf diese Weise hat der leitende Chef schon sein erstes natürliches, wenn schon nicht Ober-, so doch Miteigentumsrecht bei allen Kolonisten geltend gemacht.

23. Zwischen dem Miteigentumsrecht und dem Obereigentumsrecht aber ist eine so kleine Kluft, über welche sogar das kleinste Kind dem anderen in den Sack greifen kann. Denn der Chef braucht hier bloß zu sagen: Meine lieben Kolonisten! Es kann euch nicht unbekannt sein, dass uns irgend gegenüber noch eine andere Kolonie sich uns gleichermaßen sesshaft gemacht hat. Um aber uns vor ihr zu schützen, müsst ihr mir ganz unumschränkt das Recht allseitig einantworten, dass ich als euer Chef gewisserart im Notfall als Obereigentümer eueres Eigentums dastehen und in einem solchen Falle die Außengrenzen befestigen können muss nach meiner weisen Einsicht, und muss das Recht haben, in euer aller Namen zu eurem Wohl mit einer fremden Nation, falls sie mächtiger sein sollte als wir, zweckmäßig zu unterhandeln.

24. Ferner müsst ihr als die meiner Leitung bedürftigen Kolonisten auch aus dem allerverständigsten Grunde einsehen, dass ich als euer Haupt fürs Erste in euerer Mitte einen festen Ort erbaut haben muss, in dem ich mich als euer Haupt vor allem zu eurer Erhaltung notwendig schützen und erhalten kann. Und fürs Zweite ist es zu meiner für euer Wohl berechneten Sicherheit nicht nur genug, dass ihr mir ein Wohnhaus errichtet, sondern um mein Wohnhaus herum in gerechter Anzahl noch andere Wohnhäuser zur Aufnahme der lediglich von meiner Leitung abhängigen Wehr- und Hutmannschaft, d. h. mit anderen Worten gesagt: Ihr müsst mir in eurer Mitte eine feste Wohnstätte erbauen, in welcher ich vollkommen gesichert bin, sowohl vor fremden als auch unter gewissen Fällen vor euren eigenen möglichen Angriffen.

25. Wir sehen hier mit sicher klarem Augenlicht, wie hier der Monarch sich notwendigerweise zum Obereigentümer eines Landes stempelt. Aber das sei noch nicht hinreichend. Wir wollen noch andere Gründe vernehmen, und das zwar aus dem Munde des Gründers selbst, denn er spricht ferner:

26. Meine lieben Kolonisten, den unumstößlichsten Grund für die Errichtung eines festen Wohnplatzes für mich in eurer Mitte habe ich zu eurer Einsicht dargetan. Also hättet ihr den ersten Grund. Hört mich aber an fürs Zweite: Das Land ist ausgedehnt; es ist unmöglich, dass ich überall selbst sein sollte, daher will ich mit euch eine Prüfung halten und werde aus euch die Weiseren als meine Amtsführer und Stellvertreter im Land verteilen. Diesen Stellvertretern ist dann jedermann denselben Gehorsam zu seinem eigenen Wohl schuldig wie mir selbst.

27. Sollte aber jedoch einem oder dem anderen Untertan meiner weisen Leitung von diesen meinen erwählten Amtleuten ein vermeintliches Unrecht zugefügt worden sein, so hat in diesem Falle ein jeder das Recht, seine Beschwerde vor mir anzubringen, wo er dann versichert sein kann, dass ihm nach Umstand der Sache das vollkommene Recht zuteilwird, wogegen ihr mir aber eben zu eurem eigenen Wohle, damit da allen Streitigkeiten vorgebeugt werde, die treueste und gewissenhafteste Versicherung geben müsst, sich ohne die geringste fernere Widerrede meinem Endurteil willigst zu fügen. Im entgegengesetzten Falle mir zum Wohle aller ebenfalls das unbestreitbare Recht von allen zugesichert werden muss, einen solchen Widerspenstling gegen mein Endurteil mit züchtigender Gewalt zur Befolgung meines Willens zu nötigen. Wenn dieses alles in der Ordnung errichtet und gehandhabt wird, dann erst werdet ihr ein wahrhaft glückliches Volk sein!

28. Wir sehen hier einen zweiten von allem Früheren abgeleiteten Schritt: Nr. 1 zur Alleinherrschaft und Nr. 2 zum obereigentümlichen Besitz des ganzen Landes. Und also hätten wir den vollkommenen ersten in der Natur der Sache begründeten Grund als auf diese Weise unwiderlegbar zur Schau gestellt. Dieser Grund kann der natürliche, von der menschlichen Gesellschaft abgeleitete notwendige genannt werden. Aber es wird da jemand sagen: Solches ist alles an und für sich also naturgerecht richtig, als wie sicher und gewiss der Mensch der Augen zum Sehen und der Ohren zum Hören bedarf. Aber wir sehen diese an und für sich noch ganz rohen Kolonisten an und erblicken sie im Ernst allertätigst und voll Gehorsam gegen ihren Leiter.

29. Aber aus eben diesem Gehorsam fangen sich die Kolonisten an mit der Zeit vor ihrem Leiter stets mehr und mehr zu fürchten. Und in dieser Furcht fragen bald der eine, bald der andere sich gegenseitig: Aber worin liegt es denn doch, dass unter uns dieser alleinige Mensch so außerordentlich gescheit ist und wir alle gegen ihn sind als wahrhaftige Tölpel zu betrachten? – Diese Frage, so gering und unscheinbar sie in ihrem Anfang erscheint, ist von außerordentlicher Wichtigkeit und drückt in ihrer Beantwortung erst dem Umstand der Alleinherrschaft und des Obereigentums eines Monarchen das unverletzbare Amtssigill auf. Das klingt sonderbar, dürfte so mancher im Voraus sagen, allein nur eine kleine Geduld, und wir werden die Sache sogleich in einem anderen Licht erschauen!

Kapitel 89 - Die Beachtung des alleinigen Buchstabensinnes des neunten Gebotes führt zu großem Leid. Die Beachtung des geistigen Sinnes hingegen zu großem Heil

(Am 16. Oktober 1843 von 4 1/4 – 6 1/4 Uhr abends.)

1. Seht, bis jetzt haben wir alles das aus dem Naturgrund sich entwickeln gesehen; aber es fehlte bisher auch noch jedem Grund eine höhere göttliche Sanktion, durch die allein der Mensch auf der Erde, besonders in seinem einfachen Naturzustand, zur unverbrüchlichen Beobachtung alles dessen geleitet wird, was ihm von seinem Oberhaupt als Pflicht auferlegt wurde.

2. Je mehr im Anfang ein solcher Primitivmonarch sein Volk weise leitet, und je mehr das Volk durch die Erfolge davon überzeugt wird, dass der Leiter wirklich weise ist, desto mehr wird es sich auch gegenseitig zu fragen anfangen: Woher hat dieser seine Weisheit und woher wir unsere Dummheit? Das Volk weiß noch außerordentlich wenig oder nichts von Gott, der Leiter aber hat davon schon mehr oder weniger tüchtige Begriffe.

3. Was braucht er nun, wenn das Volk in naturmäßiger Hinsicht so viel als möglich geordnet dasteht, zu tun, besonders wenn er solche Fragen von vielen Seiten her in Erfahrung bringt? Er beruft die Fassungsfähigeren zusammen, verkündigt ihnen ein höchstes Wesen, welches alles erschaffen hat und alles leitet, und sagt ihnen dann zur Beantwortung ihrer vielseitigen Frage, dass er zu ihrem Wohle die leitende Weisheit unmittelbar von solch einem höchsten Wesen habe, und zeigt ihnen als einem überaus gläubigen Volk mit der größten Leichtigkeit von der Welt erstens die unleugbare Existenz einer allerhöchsten, alles erschaffenden, erhaltenden und leitenden Gottheit, und dass eben von dieser Gottheit nur derjenige mit tiefer Weisheit begabt wird, den sie zur beseligenden Leitung der Völker geschaffen hatte.

4. Das will dann so viel sagen als: „Von Gottes Gnaden“, oder wie bei den Römern: „Favente Jove“. Ist dieser Schritt gemacht, so ist der Alleinherrscher und Obereigentümer ganz fix und fertig und sitzt nun vollkommen sicher in seiner Herrsch-Mitte, unterstützt von naturmäßig mächtiger und von geistig noch mächtigerer Notwendigkeit.

5. Ein jeder, der nun alles dieses also gründlichermaßen durchgegangen ist, muss endlich sagen: Fürwahr, allem dem lässt sich nicht ein Atom groß einwenden, denn es hängt ja alles mit den ersten naturrechtlichen Urkunden eines jeden Menschen so eng zusammen, dass man daran nicht den allerkleinsten Faden entzweischneiden darf, um nicht eine glückliche menschliche Gesellschaft bis in ihre innersten Fundamente zu zerstören. Denn man nehme da hinweg, was man wolle, so wird sich der Defekt sobald in den ersten Naturprinzipien eines jeden Menschen wahrzunehmen anfangen.

6. Wenn aber demnach die Sache sich so verhält, so folgt ja doch ganz sonnenklar heraus, dass der Herr Himmels und der Erde durch dieses neunte Gebot nichts als die vollkommene Sicherung des bestimmten Eigentums zur Aufrechthaltung der ersten Naturrechtsprinzipien aufgestellt hat. Und so kann da kein anderer Sinn hinter dem Gebot stecken, als den seine Worte bezeichnen.

7. Denn so man diesem Gebot irgendeinen anderen Sinn unterlegen will oder kann, so hebt man dadurch den von einem höchsten Wesen sanktionierten Hauptgrund des ersten naturrechtlichen bürgerlichen Verbandes auf. Das Eigentumsrecht, wenn es aufgehoben ist, hebt notwendigerweise die früheren Urdokumente eines jeden Menschen auf, und niemand kann da mehr etwas sammeln und verfertigen. Kann er das nicht, so gehen sein Magen und seine Haut unter, und der Mensch wird mit seiner Existenz schlimmer daran sein als jedes Tier. Mit der Wegnahme des Wortsinnes von diesem Gebot nimmt man ja schon im Voraus jedes leitende Oberhaupt hinweg, und die Menschheit steht in ihrem ersten unter das Tierreich gesunkenen allerwildesten chaotischen Naturzustand da.

8. Das ist richtig, meine lieben Freunde und Brüder. Wir haben bis jetzt gesehen, dass durch die Darstellung des inneren geistigen Sinnes der äußere naturmäßige Sinn in seiner gerechten Außenwirkung nirgends verletzt worden ist. Wir haben auch gesehen, dass durch die Unkenntnis des inneren Sinnes ein gegebenes Gebot entweder nur sehr schwer oder nicht selten kaum zum dritten Teil desselben, manchmal aber auch gar nicht beobachtet wird und beobachtet ward.

9. Wird aber ein Gebot dem inneren Sinne nach erkannt, so gibt sich die naturmäßige Beobachtung von selbst, gerade also, als so da jemand einen guten Samen in das Erdreich legt, sich dann aus ihm die fruchttragende Pflanze von selbst entwickeln wird, ohne dass der Mensch dabei weiter eine ohnehin zu nichts führende Manipulation anwenden solle.

10. Und so ist es auch bei diesem Gebot der Fall. Wird es innerlich erkannt und beobachtet, so fällt alles Äußere, was da der Buchstabensinn berührt, von selbst der guten göttlichen Ordnung zufolge aus. Ist aber das nicht der Fall, klebt man bloß am äußeren Sinn, so hebt man eben dadurch alle die urrechtlichen Dokumente des Menschen auf. Die Herrscher werden zu Tyrannen und die Untertanen zu Geizhälsen und Wucherern, und die Haut der Sanften wird über die Militärtrommel gespannt oder die gutmütigen Esel von Untertanen werden zum arglistigen Spielwerkzeug der Mächtigen und Wucherer.

11. Die Folgen davon sind Volksaufstände, Revolutionen, gänzliche Staatenumwälzungen und Zerstörungen, gegenseitige Volkserbitterungen, dann darauffolgende langwierige blutige Kriege, Hungersnot, Pestilenz und Tod.

12. Wie lautet aber demnach derjenige Sinn, durch dessen Beobachtung alle Völker ihr unzerstörbares zeitliches und ewiges Glück finden müssen? Er lautet also ganz kurz:

13. Achtet euch untereinander aus gegenseitiger wahrhafter Bruderliebe, und keiner beneide den anderen, so er von Mir, dem Schöpfer aus, seiner größeren Liebe wegen mehr begnadigt wurde. Der Begnadigtere aber lasse seine daraus hervorgehenden Vorteile allen seinen Brüdern als Bruder so viel als möglich zugunsten kommen, so werdet ihr dadurch unter euch einen ewigen Lebensverband gründen, den keine Macht ewig je zu zerstören wird imstande sein!

14. Wer sieht aus dieser Darstellung dieses Gebotes nicht auf den ersten Augenblick ein, dass durch seine Beobachtung nicht ein Häkchen des Buchstabensinnes gekrümmt wird. Und wie leicht ist dann dieses Gebot naturmäßig zu beobachten, wenn man es also geistig beobachtet. Denn wer seinen Bruder achtet in seinem Herzen, der wird auch seine Sammlungen und Einrichtungen achten. Durch die geistige Beobachtung dieses Gebotes wird allem Wucher und aller übertriebenen Erwerbssucht vorgebeugt, welche aber im alleinigen Buchstabensinn nur ihren sanktionierten Vertreter oder Advokaten finden. Eine kleine Nachbetrachtung wird uns dieses alles noch ins klarste Licht setzen.

Kapitel 90 - Das gerechte Maß von Nahrung, Kleidung, Haus und Grundbesitz pro Person

(Am 19. Oktober 1843 von 4 1/2 – 6 Uhr abends.)

1. Es ist in diesem allem, wie in dem Gebot, geistig und naturmäßig durchaus nicht als sünd- oder fehlerhaft bezeichnet, dass jemand das mit seinen Händen für seine Notdurft Gesammelte und Verfertige sich aneigne, und zwar in einem solchen Grad, dass sein Nachbar durchaus nicht das Recht haben soll, ihm ein solches Eigentumsrecht auf was immer für eine Weise streitig zu machen. Im Gegenteil findet ein jeder nur eine vollkommene Sicherstellung seines rechtlich erworbenen Eigentumes darinnen.

2. Wohl aber ist in allem dem Gesagten, wie im Gebot selbst, eine weise Beschränkung in dem Recht, zu sammeln, einem jeden geboten. Dass das Gebot aber solches im naturmäßigen Sinne sogar aus der göttlichen Ordnung heraus bezweckt haben will, lässt sich fürs Erste aus den ersten jedem Menschen angeborenen Ureigentumsrechts-Dokumenten auf das Sonnenklarste erweisen. Wie aber? Das wollen wir sogleich sehen.

3. Wie viel bedarf der erste Rechtskompetent nach gerechtem Maße im Menschen, der Magen nämlich? Solches kann ein jeder mäßige Esser sicher auf ein Haar bestimmen. Nehmen wir an, ein mäßiger Esser braucht für den Tag drei Pfund an Speise; das lässt sich auf dreihundertfünfundsechzig Tage überaus leicht berechnen. Das ist sonach auch ein naturgerechtes Bedürfnis eines Menschen. Dieses Quantum darf er für sich alljährig sich ersammeln. Hat er Weib und Kinder, so kann er für jede Person dasselbe Quantum zusammenbringen, und er hat da vollkommen seinem Naturrecht zur gerechten Folge gehandelt. Einem starken Esser, der besonders schwere Arbeiten verrichten muss, sei das Doppelte sich zu ersammeln vollkommen frei gestattet.

4. Wenn dieses allgemein beobachtet wird, da wird die Erde nimmer von einer Not zu klagen haben. Denn vom Herrn aus ist ihr fruchtbarer Flächenraum so gestellt, dass bei gehöriger Bearbeitung und Verteilung des Bodens zwölftausend Millionen Menschen vollkommen genügend ihren Lebensunterhalt finden können. Gegenwärtig aber leben kaum etwas über eintausend Millionen Menschen auf der Erde, und darunter gibt es bei siebenhundert Millionen Notleidende.

5. Worin liegt der Grund davon? Weil eben die Bedingungen dieses göttlichen Gesetzes, welches in der Natur eines jeden Menschen gegründet ist, nicht in die lebendige Ausübung gebracht werden.

6. Gehen wir aber weiter. Wie groß da ein Mensch ist, und wie viel er zur Bedeckung seiner Haut bedarf, lässt sich ebenfalls überaus leicht bemessen. Es sei aber einem jeden Menschen gestattet, sich nach Beschaffenheit der Jahreszeit eine vierfache Hautbedeckung zu verschaffen. Das ist der naturgerechte Maßstab für die Ansammlung der Kleiderstoffe und der Bereitung derselben. Ich will aber noch einmal so viel hinzufügen, was die Oberkleidung betrifft, und viermal so viel für die Unterkleidung, und das des reinlichen Wechsels wegen.

7. Wenn dieser Maßstab beobachtet wird, da wird es auf der ganzen Erdoberfläche keinen nackten Menschen geben. Aber wenn auf der Erde ungeheure Kleiderstoff-Fabriken errichtet sind, die alle Kleiderstoffe in ihrem Urzustand um die barsten erzwungenen Schandpreise an sich kaufen, daraus dann eine zahllose Menge, und das bei weitem mehr luxuriöser als nützlicher Kleidungszeuge fabrizieren, und dieselben erst dann zumeist um himmelschreiende Preise an die dürftige Menschheit verkaufen, zudem aber auch so viele wohlhabende Menschen sich im Verlaufe von zehn Jahren, besonders weiblicherseits, mit mehr als hundertfachem Kleiderwechsel versehen – da wird dieses naturgerechte Ebenmaß auf das Allergewaltigste gestört, und von tausend Millionen Menschen müssen wenigstens sechshundert Millionen nackt herumgehen! Gehen wir aber weiter.

8. Wie groß braucht denn ein Haus zu sein, um ein Paar Menschen mit Familie und der nötigen Dienerschaft ehrlich und bequem zu beherbergen? Geht aufs Land und überzeugt euch, und ihr werdet darüber sicher ins Klare kommen, dass zu einer solchen gerechten und bequemen Beherbergung keine hundert Zimmer fassende Schlösser und Paläste erforderlich sind.

9. Was über ein solches Verhältnis ist, ist wider die Ordnung Gottes und somit wider Sein Gebot.

10. Wie groß muss denn ein Grundstück sein? Nehmen wir ein mittelerträgliches Land. Auf diesem kann bei mäßiger Bearbeitung, und zwar auf einem Flächenraum von tausend eurer Quadratklaftern, für einen Menschen selbst in Mitteljahren ein vollkommen hinreichender, ein Jahr dauernder Lebensbedarf erbeutet werden. Bei einem guten Boden lassen wir das Doppelte vom Mittelboden für eine Person gelten. So viel Personen sonach ein Familienhaus zählt, so oftmal darf es naturrechtlich solchen bestimmten Grundboden-Flächenraum in den Besitz nehmen. Wir wollen aber in unserem Ausmaß recht freigebig sein und geben ad personam [für die Person] das Doppelte und bestimmen solches auch vollkommen als naturrechtlich von Gott aus gebilligt. Wenn die Gründe so verteilt würden, so könnten ebenfalls über siebentausend Millionen Familien auf der Erdoberfläche ihr vollkommen gesichertes Grundbesitztum finden.

11. Wie es aber jetzt auf der Erde mit der Grundverteilung aussieht, so gehört der Grund und Boden kaum siebzig Millionen Grundbesitzern vollkommen zu eigen. Alles andere Volk ist entweder nur im Mit-, Unter- oder Pachtbesitz, und der noch bei weitem allergrößte Teil des Volkes auf der Erde hat nicht einen Stein, den er seinem Haupt unterlegen könnte.

12. Wer sonach in was immer für einer Hinsicht über dieses jetzt gegebene Maß besitzt, der besitzt es gegen das göttliche und gegen das Naturgesetz widerrechtlich und trägt als solcher Besitzer die fortwährende Versündigung an diesem Gebot an sich; – welche Versündigung er nur dadurch zu tilgen imstande ist, wenn er den möglichst größten Grad der Freigebigkeit besitzt und sich gewisserart nur als einen Sachwalter ansieht, seinen zu großen Besitz für eine gerechte Anzahl Nichtshabender zu bearbeiten. Wie aber solches in diesem Gebot zugrunde liegt, wollen wir im zweiten Punkt dieser Nachbetrachtung ersehen.

Kapitel 91 - Wer sich gegen das neunte Gebot versündigt

(Am 20. Oktober 1843 von 4 1/2 – 5 3/4 Uhr abends.)

1. Fürs Zweite drückt das Gebot selbst die weise Beschränkung des Sammel- und Verfertigungsrechtes offenkundig und handgreiflich aus. Wenn wir das im ersten Punkt bezeichnete verhältnismäßige Urgrundeigentümliche daneben zur Beschauung aufstellen, so deutet das Gebot ja genau darauf hin, indem es doch ausdrücklich untersagt, ein Verlangen nach dem zu haben, was des anderen ist.

2. Was ist also des anderen? Des anderen ist auf dem vom Herrn zum allgemeinen Unterhalt der Menschen geschaffenen Erdboden gerade so viel, was ihm sein naturrechtliches, von seinem Bedürfnis abgeleitetes Ausmaß gibt. Wer demnach über dieses Ausmaß sammelt und verfertigt, der versündigt sich schon im ersten Grad tatsächlich wider dieses Gebot, indem in diesem Gebot sogar die verlangende Begierde schon als sträflich dargestellt ist.

3. Im zweiten Grad versündigt sich der Träge gegen dieses Gebot, der zu faul ist, sein ursprünglich gerechtes Sammelrecht auszuüben, dafür nur stets mit der Begierde schwanger herumgeht, sich dessen zu bemächtigen, was ein anderer urnaturrechtlich gesammelt und verfertigt hat.

4. Wir sehen daraus, dass man sich sonach gegen dieses Gebot auf eine zweifache Weise verfänglich machen kann, d. i. erstens durch eine übertriebene Sammel- und Verfertigungsgier, und zweitens durch gänzliche Unterlassung derselben. Für beide Fälle aber steht das Gebot gleichlautend mit der weisen Beschränkung da. Im ersten Falle beschränkt es die übertriebene Sammel- und Verfertigungsgier, im zweiten Falle die Faulheit und beabsichtigt dadurch die gerechte Mitte; denn es drückt nichts anderes aus als die Achtung mit Liebe vereint für das naturgerechte Bedürfnis des Nebenmenschen.

5. Man wird aber hier entgegentreten und sagen: Es gibt in der gegenwärtigen Zeit überaus reiche und wohlhabende Menschen, welche bei all ihrem Reichtum und ihrer Wohlhabenheit nicht eine Quadratspanne Grundeigentum besitzen. Sie haben sich durch glückliche Handelsspekulationen oder Erbschaft in einen großen Geldreichtum versetzt und leben nun von ihren rechtlichen Zinsen. Was soll es mit diesen? Ist ihr Vermögen nach dem göttlichen Urrecht naturgesetzrechtlich oder nicht? Denn sie beschränken durch ihren Geldbesitz keines Menschen Grundbesitztum, indem sie sich nirgends etwas ankaufen wollen, sondern sie leihen ihr Geld auf gute Posten zu den gesetzlichen Zinsen aus; oder sie machen anderweitige erlaubte Wechselgeschäfte und vermehren dadurch ihr Stammkapital jährlich um viele tausend Gulden, wo sie nach dem Recht des Naturbedürfnisses nicht den hundertsten Teil ihres jährlichen Einkommens zu ihrer guten Verpflegung bedürfen. Sie sind aber dabei nicht selten im Übrigen sehr rechtliche, mitunter auch wohltätige Menschen. Verfehlen sich auch diese gegen unser neuntes Gebot?

6. Ich sage hier: Es ist das einerlei, ob jemand auf was immer für eine Art über sein Bedürfnis hinaus zu viel Geldschätze oder zu viel Grund besitzt. Das alles ist äquivalent. Denn wenn ich so viel Geld habe, dass ich mir damit mehrere Quadratmeilen Grund und Boden als staatsgesetzlich eigentümlich ankaufen kann, so ist das ebenso viel, als wenn ich mir für dieses Geld schon wirklich so viel Grund und Boden zu eigen gemacht hätte. Im Gegenteil ist es sogar schlechter und der göttlichen Ordnung viel mehr zuwiderlaufend. Denn wer da so viel Grundeigentum besäße, der müsste dabei doch notwendigerweise einige tausend Menschen einen Lebensunterhalt sich mit verschaffen lassen, indem er für sich einpersönlich doch unmöglich einen so großen Grundbesitz zu bearbeiten imstande wäre.

7. Betrachten wir aber dagegen einen Menschen, der zwar keinen Grundbesitz hat, aber so viel Geld, dass er sich mit demselben nahe ein Königreich ankaufen könnte; so kann er dieses Geld im strengsten Falle allein nutzbringend verwalten, oder er braucht dazu höchstens einige wenige Berechnungsgehilfen, die allein von ihm einen im Verhältnis zu seinem Einkommen sehr gemäßigten Gehalt haben, welcher auch oft kaum hinreicht, ihre Bedürfnisse, besonders wenn sie Familie haben, zu befriedigen.

8. Kein solcher Geldbesitzer aber kann sich mit der Art und Weise, wie er zu dem Geld gekommen ist, entschuldigen, ob durch Spekulation, ob durch eine gewonnene Lotterie oder ob durch eine Erbschaft. Denn in jedem Fall steht er vor Gott geradeso da wie ein Hehler neben dem Dieb. Wieso denn, dürfte jemand fragen?

9. Was heißt reich werden durch glückliche Spekulation? Das ist und heißt nichts anderes als einen rechtmäßigen Verdienst vieler wucherisch an sich reißen, dadurch vielen den rechtmäßigen Verdienst entziehen und ihn sich allein zueignen. In diesem Fall ist ein durch glückliche Spekulation reich gewordener Mensch ein barster Dieb selbst. Bei einem Lotteriegewinn ist er es auf gleiche Weise, weil ihm der Einsatz von vielen allein zugutekommt. Bei einer Erbschaft aber ist er ein Hehler, der das widerrechtliche Gut seiner Vorfahren [in Besitz nimmt], die nur auf die zwei vorerwähnten Arten es sich haben eigen machen können.

Kapitel 92 - Die große Gefahr von weltlichem Reichtum und dem Verlangen danach

(Am 21. Oktober 1843 von 4 3/4 – 6 1/2 Uhr abends.)

1. Aber man wird sagen: Diese Bestimmung klingt sonderbar; denn was kann der Erbe dafür, wenn er das Vermögen entweder seiner Eltern oder sonstiger reicher Anverwandten staatsgesetzlich rechtlich überkommen hat? Sollte er für sich bei solcher Überkommung den naturgerechten Anteil berechnen und von dem Erbe nur so viel nehmen, als dieser Anteil ausmacht, und sollte dann den anderen Teil an wen immer verschenken? Oder sollte er wohl zwar das ganze Vermögen übernehmen, davon aber nur den ihm gebührenden Naturteil als Eigentum annehmen, den großen Überschuss aber entweder zur Unterstützung dürftig gewordener Faulenzer selbst verwalten oder solchen Überschuss sogleich zum Behuf wohltätiger Anstalten an die Vorsteher eben dieser Anstalten abtreten?

2. Diese Frage ist hier so gut wie eine, der man gewöhnlich entweder gar keine oder im höchsten Falle eine nur höchst einsilbige Antwort schuldig ist. Sind denn das göttliche Gesetz und das Staatsgesetz oder die göttliche Weisheit und Fürsorge und die weltlich staatliche Politik und sogenannte Diplomatik eines und dasselbe? Was spricht denn der Herr? Er spricht: „Alles, was vor der Welt groß ist, ist vor Gott ein Gräuel!“

3. Was Größeres aber gibt es wohl auf der Welt, als, von göttlicher Seite abwärts betrachtet, eine usurpierte Staatsgewalt, welche nimmer nach dem göttlichen Rat, sondern nur nach ihrer weltlichen Staatsklugheit, welche in der Politik und Diplomatie besteht, die Völker unterjocht, und ihre Kräfte zur eigenen prasserisch fructitiven und konsumtiven Wohlfahrt benutzt?

4. Wenn es aber schon gräuelhaft und schändlich ist, so irgendein Mensch nur einen, zwei oder drei seiner Brüder hintergeht, um wie viel gräuelhafter vor Gott muss es sein, wenn sich Menschen mit aller Gewalt zu krönen und zu salben wissen, um sodann unter solcher Krönung und Salbung ganze Völker zu ihrem eigenen schwelgerischen Vorteil auf alle erdenkliche Art und Weise zu hintergehen, entweder durch die sogenannte Staatsklugheit, oder, so sich’s mit dieser nicht tun sollte, mit grausamer offener Gewalt!

5. Ich meine, aus diesem Sätzlein lässt sich ungefähr mit Händen greifen, wie sehr der meisten gegenwärtigen Staaten Rechte dem göttlichen schnurgerade entgegenlaufen. Ich meine auch ferner, wenn der Herr zum reichen Jüngling spricht: „Verkauf alle deine Güter und verteile sie unter die Armen, du aber folge Mir nach, so wirst du dir einen Schatz im Himmel bereiten“, so wird dieser Ausspruch doch hoffentlich hinreichend sein, um daraus zu ersehen, welche Verteilung der irdische reiche Mensch, wenn er das Reich Gottes ernten will, mit seinem Reichtum machen sollte. Tut er das nicht, so muss er sich selbst zuschreiben, wenn ihn das nämliche Urteil treffen wird, welches der Herr bei eben dieser Gelegenheit über den traurig gewordenen Jüngling ausgesprochen hat, dass nämlich ein Kamel leichter durch ein Nadelöhr durchkäme denn ein solcher Reicher in das Himmelreich! Wobei freilich wohl sehr verdächtigermaßen der Umstand sehr zu berücksichtigen ist, dass der Herr hier ein so höchst bedauernswürdigstes Urteil über einen Jüngling, also sicher über einen Erben ausgesprochen hat.

6. Man könnte hier füglich fragen: Warum musste denn hier gerade ein reicher Jüngling und warum nicht irgendein schon bejahrter Spekulant auftreten, an dem der Herr Sein ewiges Missfallen an allem irdischen Reichtum kundgegeben hätte? Die Antwort liegt ganz nahe; weil der Jüngling noch kein eingefleischter Reichtumsverwalter war, sondern er war noch auf dem Punkt, von welchem aus solche Jugend gewöhnlich noch den irdischen Reichtum nicht gehörig zu würdigen versteht, und konnte sich aus eben dem Grunde dem Herrn wenigstens auf eine kurze Zeit nähern, um von Ihm die rechte Weisung und den rechten Gebrauch seines Reichtums zu vernehmen. Erst bei der Erkennung des göttlichen Willens fällt er dann vom Herrn ab und kehrt zu seinen Reichtümern heim.

7. Also hatte der Jüngling doch dieses Vorrecht, eben als Jüngling, der noch nicht zurechnungsfähig war, sich dem Herrn zu nahen. Aber der schon eingefleischte, mehr betagte reiche Wirt, Spekulant und Wucherer stehen als Kamele hinter dem Nähnadelöhr, durch das sie erst schlüpfen müssten, um gleich dem Jüngling zum Herrn zu gelangen. Also ist es einem solchen Reichen gar nicht mehr gegönnt und gegeben, gleich dem Jüngling sich beim Herrn einzufinden. Für diese aber hat der Herr leider ein anderes sehr zu beachtendes Beispiel aufgeführt in der Erzählung vom reichen Prasser. Mehr brauche ich euch nicht zu sagen.

8. Wer von euch aber nur ein wenig denken kann, der wird aus allem dem mit der größten Leichtigkeit finden, dass dem Herrn Himmels und aller Welten kein menschliches Laster so gräuelhaft verächtlich war als eben der Reichtum und dessen gewöhnliche Folgen; denn für kein anderes Laster sehen wir den Herrn über Leben und Tod allerklarstermaßen den Abgrund der Hölle erschaulich auftun als gerade bei diesem.

9. Sei es Totschlag, Ehebruch, Hurerei und dergleichen mehrerer, bei allem dem hat niemand vom Herrn auf der Erde erlebt, dass Er ihn darum zur Hölle verdammt hätte. Aber dieses Wucherlaster hat Er allenthalben sowohl beim Priesterstand als wie auch bei jedem anderen Privatstand auf das Allerdringlichste mit Wort und Tat gezüchtigt!

10. Wer kann gegenüber allen anderen menschlichen Vergehungen dem Herrn nachweisen, dass Er über irgendeinen solchen Sünder Seine allmächtige Hand züchtigend aufgehoben hätte? Aber die Wechsler, Taubenkrämer und dergleichen noch mehreres Spekuliergesindel musste sich gefallen lassen, von der allmächtigen Hand des Herrn Selbst mit einem zusammengewundenen Strick allererbärmlichst aus dem Tempel hinausgeprügelt und gezüchtigt zu werden!

11. Wisst ihr aber, was das sagen will? Dieses höchst wahre evangelische Begebnis will nicht mehr und nicht weniger sagen, als dass der Herr Himmels und aller Welten eben von diesem Laster der abgesagteste Feind ist. Bei jedem anderen spricht Seine göttliche Liebe von Geduld, Nachsicht und Erbarmen, aber über dieses Laster spricht Sein Zorn und Grimm!

12. Denn hier verrammt Er den Zutritt zu Ihm durch das bekannte Nadelöhr, eröffnet ersichtlich den Abgrund der Hölle und zeigt in demselben einen wirklich Verdammten, spricht sich gegenüber den herrsch- und habsüchtigen Pharisäern also entsetzlich aus, dass Er ihnen deutlich zu erkennen gibt, wie da Hurer, Ehebrecher, Diebe und noch andere Sünder eher in das Reich Gottes eingehen werden denn sie.

13. Endlich ergreift Er im Tempel sogar eine züchtigende Waffe und treibt schonungslos alle die wie immer gearteten Spekulanten hinaus und bezeichnet sie als Mörder des göttlichen Reiches, indem sie den Tempel, der eben das göttliche Reich vorstellt, schon sogar selbst zu einer Mördergrube gemacht haben.

14. Wir könnten dergleichen Beispiele noch mehrere anführen, aus denen sich überall entnehmen ließe, wie ein überaus abgesagter Feind der Herr gegen dieses Laster ist. Aber wer nur einigermaßen zu denken vermag, dem wird dieses sicher genügen. Und bei eben dieser Gelegenheit können wir auch noch einen ganz kurzen Blick auf unser neuntes Gebot machen, und wir werden aus diesem Blick ersehen, dass der Herr eben bei keinem anderen menschlichen Verhältnis, bei keiner anderen selbst verbotenen Gelegenheit und Tätigkeit sogar das Verlangen beschränkt hat wie eben in dieser Ihm allermissfälligsten wucherischen Gelegenheit.

15. Überall verbietet Er ausdrücklich nur die Tätigkeit, hier aber schon das Verlangen, weil die Gefahr, welche daraus für den Geist erwächst, zu groß ist, indem es den Geist völlig von Gott abzieht und gänzlich zur Hölle kehrt, was ihr auch daraus ersehen könnt, dass sicher ein jeder andere Sünder nach einer sündigen Tat eine Reue empfindet, während der reiche Spekulant über eine glücklich gelungene Spekulation hoch aufjubelt und triumphiert!

16. Und das ist der rechte Triumph der Hölle, und der Fürst derselben sucht daher die Menschen auch vorzugsweise auf jede mögliche Art mit Liebe für den Weltreichtum zu erfüllen, weil er wohl weiß, dass sie mit dieser Liebe erfüllt vor dem Herrn am abscheulichsten sind und Er Sich ihrer darum am wenigsten erbarmt! Mehr brauche ich euch darüber nicht zu sagen.

17. Wohl jedem, der diese Worte tief beherzigen wird, denn sie sind die ewige unumstößliche göttliche Wahrheit! Und ihr könnt es über alles für wahr halten und glauben, denn nicht eine Silbe darin ist zu viel, eher könnt ihr annehmen, dass hier noch bei weitem zu wenig gesagt ist. Solches aber merke sich ein jeder: Der Herr wird bei jeder anderen Gelegenheit eher alles Erdenkliche aufbieten, bevor er jemanden wird zugrunde gehen lassen, aber gegenüber diesem Laster wird Er nichts tun, außer den Abgrund der Hölle offen halten, wie Er es im Evangelium gezeigt hat. Dieses alles ist übergewiss und wahr, und wir haben dadurch den wahren Sinn dieses Gebotes kennengelernt. Und ich sage noch einmal: Beherzige ein jeder dies Gesagte wohl! Und nun nichts mehr weiter. Hier ist der zehnte Saal, und so treten wir in denselben ein!

Zehntes Gebot

Kapitel 93 - Das zehnte Gebot. Die Lächerlichkeit der buchstäblichen Auffassung desselben

(Am 23. Oktober 1843 von 5 – 6 1/4 Uhr abends.)

1. Wir sind darinnen und erblicken auf der Tafel mit deutlicher Schrift geschrieben: „Du sollst nicht begehren deines Nächsten Weib!“

2. Dass dieses Gebot hier im reinen Reich des Geistes und ganz besonders im Reich der Kinder sicher einem jeden Denker etwas sonderbar klingt, braucht kaum erwähnt zu werden. Denn fürs Erste wissen diese Kinder noch nicht im Geringsten, was da etwa ist ein ehelich Weib, und fürs Zweite ist hier auch das Verehelichen etwa beider Geschlechter untereinander durchaus nicht gang und gäbe, besonders im Reich der Kinder. Also im Geisterreich findet dieses Gebot, dieser Betrachtung zufolge, offenbar keine Anwendung.

3. Man wird aber sagen: Warum sollte denn der Herr unter zehn Geboten nicht eines gegeben haben, welches allein den irdischen Verhältnissen entsprechen muss? Denn auf der Erde ist die Verbindung zwischen Mann und Weib gang und gäbe und ist daher ein altbegründetes, auf der göttlichen Ordnung beruhendes Verhältnis, welches aber ohne ein Gebot nicht in der göttlichen Ordnung verbleiben kann. Also kann man hier ja annehmen, dass der Herr unter den zehn Geboten eines bloß für die Aufrechthaltung der Ordnung eines äußeren, irdischen Verhältnisses wegen gegeben hat, damit durch die Aufrechthaltung dieser Ordnung eine geistige, innere, höher stehende nicht gestört wird.

4. Gut, sage ich; wenn dem aber so ist, da sage ich: Dieses Gebot ist dann von diesem Standpunkt aus betrachtet nichts anderes als ein höchst überflüssiger Pleonasmus des ohnehin ganz dasselbe gebietenden sechsten Gebotes. Denn auch in diesem wird in seinem völligen Verlaufe alles als verboten dargestellt, was immer nur auf die Unzucht, Hurerei und den Ehebruch irgendeine Beziehung hat, sowohl in leiblicher, wie ganz besonders in geistiger Hinsicht.

5. Wenn wir nun dieses ein wenig gegeneinander abwägen, so ergibt sich fürs Erste daraus, dass dieses Gebot für den Himmel gar nicht taugt, und dass es fürs Zweite neben dem sechsten Gebot rein überflüssig ist.

6. Ich sehe aber jemanden, der da kommt und spricht: He, lieber Freund, du irrst dich. Dieses Gebot, wenn schon an und für sich nahe dasselbe verbietend, was da verbietet das sechste Gebot, ist dennoch für sich ganz eigen und höher stehend und tiefer greifend, als da ist das sechste Gebot. Denn beim sechsten Gebot wird offenbar nur die effektive grobe Handlung, in diesem zehnten aber das Verlangen und die Begierde als die allzeitigen Grundursachen zur Tat verboten. Denn man sieht es ja gar leicht ein, dass hier und da besonders junge Ehemänner auch gewöhnlich junge schöne Weiber haben. Wie leicht ist es einem anderen Mann, dass er seines vielleicht nicht schönen Weibes vergisst, sich in das schöne Weib seines Nächsten vergafft, in sich dann einen stets größeren Trieb und ein stets größeres Verlangen erweckt, seines Nächsten Weib zu begehren und mit ihr seine geile Sache zu pflegen.

7. Gut, sage ich, wenn man dieses Gebot von diesem Standpunkt primo loco [an erster Stelle] betrachtet, so ergeben sich daraus nicht mehr als eine halbe Legion Lächerlichkeiten und Narrheiten über Hals und Kopf, durch welche das Göttliche eines solchen erhabenen Gebotes in den schmutzigsten Staub und in die stinkendste Kloake des weltlichen Witzes und Verstandes der Menschen herabgezogen werden muss. Wir wollen beispiels- und erläuterungshalber geflissentlich einige Lächerlichkeiten anführen, damit dadurch jedermann klar werde, wie entsetzlich seicht und auswendig dieses Gebot über acht Jahrhunderte hindurch aufgefasst, erklärt und zu beobachten befohlen ward.

8. Ein Mann soll alsdann kein Verlangen nach dem Weib seines Nächsten haben. Hier lässt sich fragen: Was für ein Verlangen oder Begehren? Denn es gibt ja eine Menge redlicher und wohlerlaubter Verlangen und Begehrungen, die ein Nachbar an das Weib seines Nächsten richten kann. Aber im Gebot heißt es unbedingt, „kein Verlangen haben“. Dadurch dürfen nur die beiden Nachbarn miteinander in der Konversation stehen, die Weiber aber müssen sie gegenseitig stets mit Verachtung ansehen. Und das ist nichts mehr und nichts weniger als gerade [die] türkische Auffassung dieses mosaischen Gebotes.

9. Ferner, wenn man die Sache buchstäblich und materiell betrachtet, so muss man doch hoffentlich alles buchstäblich nehmen und nicht ein paar Worte buchstäblich und ein paar Worte geistig daneben; was sich geradeso ausnimmt, als so jemand an einem Fuß ein schwarzes und an dem anderen ein ganz subtil durchsichtiges weißes Beinkleid trüge. Oder als wollte jemand behaupten, ein Baum müsse so wachsen, dass sein halber Stamm mit Rinde und der andere halbe Stamm ohne Rinde sonach zum Vorschein käme. Dieser Betrachtung zufolge verbietet das zehnte Gebot nur das Verlangen nach dem Weib des Nächsten. Wer kann das im buchstäblichen Sinne sein? Niemand anderer als entweder die nächsten Nachbarn oder auch nahe Blutsverwandte. Buchstäblich dürfte man also nur nach den Weibern dieser beiderlei Nächsten kein Verlangen haben, die Weiber entfernter Bewohner eines Bezirks, besonders aber die Weiber der Ausländer, die sicher keine Nächsten sind, können daher ohne weiteres verlangt werden. Denn solches wird doch ein jeder ohne Mathematik und Geometrie begreifen, dass man im Vergleich zum nächsten Nachbarn einen anderen, einige Stunden entfernten oder gar einen Ausländer für einen Nächsten oder Nächstseienden nicht anerkennen kann. Seht, auch das ist türkisch, denn diese halten dieses Gebot nur als Türken gegeneinander; gegen fremde Nationen haben sie da gar kein Gesetz. Gehen wir aber weiter.

10. Ich frage: Ist das Weib meines Nächsten denn von der Haltung des göttlichen Gesetzes ausgenommen? Denn im Gesetz steht nur, dass ein Mann nach dem Weib seines Nächsten kein Verlangen haben soll. Aber von dem, dass etwa ein geiles Weib nach ihrem nächsten Nachbarn kein Verlangen haben soll, davon steht im Gebot keine Silbe. Man gibt auf diese Weise den Weibern offenbar notwendig ein Privilegium, die ihnen zu Gesicht stehenden Männer ohne alles Bedenken zu verführen. Und wer wird es ihnen verbieten, solches zu tun, da für diesen Fall vom Herrn aus kein Gebot vorhanden ist? Auch das ist aus der türkischen Philosophie; denn die Türken wissen aus dem Buchstabensinn, dass die Weiber von solchem Gesetz frei sind. Daher sperren sie dieselben ein, damit sie ja nicht irgend ins Freie kommen und andere Männer nach ihnen lüstern machen möchten. Und gestattet schon ein Türke irgendeinem seiner Weiber einen Ausgang, so muss sie sich aber so unvorteilhaft für ihre inwendigen Reize vermummen, dass sie sicher sogar einem ihr begegnenden Bären einen sehr bedenklichen Respekt einflößen würde, und darf ihre Reize nur allein vor ihrem Mann entfalten. Wer kann da auftreten und dagegen behaupten, als wäre solches nicht aus dem Buchstabensinn des Gebotes zu erkennen? Offenbar hat diese Lächerlichkeit seinen unleugbaren Grund eben im Gebot selbst. Gehen wir aber weiter.

11. Können nicht die nächsten Nachbarn etwa schon erwachsene Töchter haben oder andere recht saubere Dienstmädchen? Ist es nach dem zehnten Gebot erlaubt oder nicht, nach den Töchtern oder anderen Mädchen des Nächsten ein Verlangen zu haben, selbst als Ehemann? Offenbar ist solches gestattet, denn im sechsten Gebot ist vom Verlangen keine Rede, sondern nur von der Tat. Das zehnte Gebot verbietet aber nur das Verlangen nach dem Weib, also ist das Verlangen nach den Töchtern und allfälligen anderen hübschen Mädchen des Nächsten ohne Widerrede erlaubt. Seht, da haben wir wieder eine türkische Auslegung des Gesetzes mehr. Um die Sache aber recht sonnenklar anschaulich zu machen, wollen wir noch einige solcher Lächerlichkeiten anführen.

Kapitel 94 - Zu welchen Abirrungen das unbestimmte Du im zehnten Gebot geführt hat

(Am 25. Oktober 1843 von 4 3/4 – 5 1/2 abends.)

1. Im Gesetz heißt es: „Du sollst nicht verlangen deines Nächsten Weib“. Lässt sich denn da nicht fragen: Wer ist denn so ganz eigentlich der Du? Ist er ein Verheirateter, ein Witwer, ein unverheirateter junger Mann, ein Jüngling, oder ist es etwa gar auch ein Weib, zu dem man doch auch sagen kann: Du sollst dies oder jenes nicht tun? – Man wird hier sagen: Das ist vorzugsweise fürs männliche Geschlecht bestimmt, ohne Unterschied, ob dasselbe ledig oder verheiratet ist; und dass die Weiber so mitlaufend auch miteinverstanden werden können und nicht das Recht haben sollen, andere Männer zu verlocken und zu begehren, das alles versteht sich von selbst.

2. Ich aber sage dagegen: Wenn aber schon die Menschen ihre Satzungen gar fein zu bestimmen imstande sind und in eben ihren Satzungen für jeden möglichen Fall gar feine und kluge Sonderungen machen, so wird man gegenüber dem Herrn doch nicht den Vorwurf machen können, als hätte Er fürs Erste gar aus Unkunde ganz unbestimmt ausgedrückte Gesetze gegeben, oder Er hätte fürs Zweite gleich einem pfiffigen Advokaten Seine Gesetze also auf Schrauben gestellt, dass die Menschen darüber unvermeidlich sich so oder so versündigen müssen.

3. Ich meine, eine solche Folgerung aus der näheren Betrachtung des freilich wohl ganz unbestimmt gegeben scheinenden Gesetzes zu machen, wäre denn doch etwas zu arg. Man kann daher viel leichter schließen, dass dieses Gesetz, wie alle übrigen, ein sicher höchst bestimmtes ist. Nur ist es mit der Zeit und ganz besonders in der Zeit des entstandenen Hierarchentums also verdreht und fälschlich ausgelegt worden, dass nun kein Mensch mehr den eigentlichen wahren Sinn dieses Gesetzes kennt. Und das ist geschehen aus purer Habsucht. Denn im eigentlichen reinen Sinne hätte dieses Gesetz dem Priesterstand nie einen Pfennig getragen, in seinem verdeckten Sinn aber gab es Anlass zu allerlei taxierten Vermittlungen, Dispensen und Ehescheidungen, und das natürlich in der früheren Zeit bei weitem ums Unvergleichliche mehr als jetzt. Denn da war die Sache also gestellt, dass zwei oder mehrere Nachbarn sich gegen die Versündigung an diesem Gesetz durchaus nicht verwahren konnten. Wie denn?

4. Sie mussten natürlicherweise mehrere Male im Jahr aus übergroßer Furcht vor der Hölle gewissenhaft beichten. Und da wurden sie in diesem Punkt gar emsig examiniert, und es war, im Falle irgendein Nachbar ein schönes junges Weib hatte, schon sogar ein Gedanke, ein Blick, etwa gar eine Unterredung von Seiten der anderen Nachbarn, natürlich männlicherseits, als eine ehebrecherische Sünde gegen dieses Gebot erklärt, welche meistens mit einer Opferbuße belegt ward. Geschah irgend gar eine etwas stärkere Annäherung, so war auch schon die volle Verdammnis fertig, und der einmal auf der einen Waagschale St. Michaels in die Hölle Hinabgesunkene musste in die gegenüber ganz leere Waagschale sehr bedeutende Opfer werfen, damit diese die Überschwere bekamen und den armen verdammten Sünder andererseits wieder glücklich aus der Hölle herauszogen. Und die Gottes Macht innehabenden Priester gehörten da durchaus nicht unter diejenigen Partien, welche nur sehr vieles verlangen, sondern sie wollten im Ernst lieber alles!

5. Denn auf diese Weise mussten einst viele sehr wohlhabende sogenannte Ritter und Grafen ins Gras beißen und noch obendrauf zur aus der Hölle erlösenden Buße ihre Güter der Kirche vermachen, bei welcher Gelegenheit dann ihre allenfalls zurückgebliebenen Weiber zur Sühnung der Strafe für ihren ungetreuen Mann in irgendein Kloster aufgenommen wurden. Und die allenfalls zurückgebliebenen Kinder sowohl männlicher als weiblicherseits sind dann auch gewöhnlich in solche Klöster eingeteilt worden, in denen man keine irdischen Reichtümer besitzen darf.

6. Ich meine, es dürfte genug sein, um das wirklich Schmähliche einzusehen, was alles aus der Verdrehung dieses Gesetzes zum Vorschein kam. Und das bestimmte „Du“ des Gesetzes war die Urquelle zu Dispensen, welche gewöhnlich am meisten eingetragen haben. Hatte jemand ein großes Opfer gebracht, so konnte man das Du so modifizieren, dass der Sünder wenigstens nicht in die Hölle kam. Im Gegenteil aber konnte dieses Du auch so verdammlich bestimmt werden, und das zufolge der angemaßten Löse- und Bindegewalt, dass dem Sünder nur sehr bedeutende Opfer aus der Hölle behilflich in der Erlösung sein konnten.

7. Wir haben jetzt gesehen, zu welchen Abirrungen das unbestimmte Du Gelegenheit gegeben hat. Wir wollen uns aber damit noch nicht begnügen, sondern noch einige solche lächerliche Auslegungen mehr betrachten, damit es daraus jedem umso klarer wird, wie notwendig für jedermann die Bekanntschaft mit dem reinen Sinn des Gesetzes ist, ohne den er nie frei werden kann, sondern stets sklavisch verbleiben muss unter dem Fluch des Gesetzes! Und so gehen wir weiter.

Kapitel 95 - Weitere Beispiele verkehrter Auffassung des zehnten Gebotes

(Am 26. Oktober 1843 von 3 3/4 – 5 3/4 Uhr abends.)

1. Wie das Gesetz lautet, wissen wir; es untersagt ein Verlangen oder ein Begehren. Nun aber fragt es sich: Irgendein Mann ist verarmt, während sein Nachbar ein reicher Mann ist. Das Weib des Nachbarn als des Nächsten an unserem armen Menschen, hat ein ihm bekanntes mitleidiges und mildtätiges Herz. Unser Armer bekommt nun offenbar ein Verlangen nach dem mildtätigen Weib seines Nachbarn und begehrt sie, dass sie ihm möchte den Hunger stillen. – Frage, hat dieser gesündigt oder nicht? Er hat offenbar ein Verlangen und Begehren nach dem Weib seines Nachbarn gestellt. Nachdem es aber heißt: Du sollst kein Verlangen nach dem Weib deines Nächsten haben – wer kann hier begründetermaßen dieses billige Verlangen des Armen als unsündhaft erklären? Denn unter „kein Verlangen, kein Begehren haben“ muss doch sicher jedes Verlangen und jedes Begehren untersagt sein, da in dem Wort „kein“ durchaus keine Exemtion erweislich ist. So muss denn auch dadurch ein wie immer geartetes Verlangen untersagt sein.

2. Leuchtet aus dieser Erklärung nicht augenscheinlich hervor, dass der Herr dadurch das weibliche Geschlecht offenbar habe von der Liebtätigkeit abwendig machen wollen, wonach dann sicher eine jede Wohltat, die irgendeine Hausfrau einem armen Menschen erteilt, als vollkommene, dem göttlichen Gebot zuwiderlaufende Sünde anzusehen ist?

3. Lässt sich aber so ein unsinniges Gebot von Seiten der allerhöchsten Liebe des Herrn wohl denken? Man wird hier freilich sagen: Das Gebot beschränkt sich nur auf das fleischliche wollüstige Verlangen. – Ich aber sage: Es ist gut, lassen wir es also bei dem bewendet sein, nur muss man mir dabei erlauben, einige Bemerkungen zu machen. Stoßen diese Bemerkungen dieses Bewendet-sein-lassen um, dann muss sich’s ein jeder Einwender gefallen lassen, bei der Bestimmung dieses Gebotes einen anderen Weg zu ergreifen. Und so vernehme man die Bemerkungen.

4. Das Gebot soll also lediglich ein sinnlich fleischliches Verlangen untersagen. Gut, sage ich, frage aber dabei: Ist im Gebot ein Weib bestimmt angegeben oder sind im Gebot alle Weiber darunter verstanden oder finden gewisse natürliche Exzeptionen statt?

5. Nehmen wir an, mehrere sich gegenüberstehende Nachbarn haben alte, durchaus nicht mehr reizende Weiber. Da können wir auch versichert sein, dass diese Nachbarn hinsichtlich ihrer gegenseitigen Weiber durchaus kein fleischliches Verlangen mehr haben werden. Also müssten darunter nur die jungen Weiber verstanden sein und die jungen nur dann, wenn sie schön und reizend sind. Also werden auch alte und abgelebte Männer sicher nicht mehr viel von fleischlich sinnlichen Begierden gequält sein gegenüber was immer für Weibern ihrer Nachbarn.

6. Dadurch sehen wir aber, dass dieses Gesetz nur unter großen Bedingungen geltend ist. Also hat das Gesetz Lücken und hat somit keine allgemeine Geltung. Denn wo schon die Natur Ausnahmen macht und ein Gesetz nicht einmal die volle naturmäßige Geltung hat, wie soll es sich da ins Geistige erstrecken? Wer solches nicht begreifen kann, der breche nur einen Baum ab und sehe, ob er dann noch wachsen wird und Früchte tragen.

7. Ein göttliches Gesetz aber muss doch sicher so gestellt sein, dass dessen beseligende Geltung für alle Ewigkeiten gesetzt ist. Wenn es demnach aber schon im Verlaufe des kurzen irdischen Daseins unter gewissen Umständen natürlicherweise über die geltenden Schranken hinausgedrängt wird, also schon im Naturzustand des Menschen als wirkend zu sein aufhört, was soll es dann für die Ewigkeit sein? Ist nicht jedes Gesetz Gottes in Seiner unendlichen Liebe gegründet? Was ist es denn aber hernach, wenn ein solches Gesetz außer Geltung tritt? Ist das etwas anderes, als so man behaupten möchte, die göttliche Liebe tritt ebenfalls unter gewissen Umständen außer Geltung für den Menschen?

8. Darauf aber beruht auch der traurige Glaube eurer heidnisch-christlichen Seite, demzufolge die Liebe Gottes nur so lange dauert, solange der Mensch auf dieser Welt lebt. Ist er einmal gestorben dem Leibe nach und steht lediglich seelisch und geistig da, so fängt sogleich die unwandelbare allerschrecklichst gestrenge, strafende Zorngerechtigkeit Gottes an, bei der von einer Liebe und Erbarmung ewig keine Rede mehr ist.

9. Hat der Mensch durch seine Lebensweise den Himmel verdient, so kommt er nicht etwa zufolge der göttlichen Liebe, sondern nur zufolge der göttlichen Gerechtigkeit in den Himmel, und das natürlich durch das eigene, Gott dienliche und wohlgefällige Verdienst. Hat aber der Mensch nicht also gelebt, so ist die augenblickliche ewige Verdammnis vorhanden, aus der nimmer eine Erlösung zu erwarten ist – was mit anderen Worten nichts anderes sagen will, als so es irgendeinen törichten Vater gäbe, der da ein solches Gesetz in seinem Haushalt aufstellte, und das gegen seine Kinder, welches also lauten möchte:

10. Ich gebe allen meinen Kindern von der Geburt an bis in ihr siebtes Jahr vollkommen Freiheit. In dieser Zeit sollen sie alle meine Liebe ohne Unterschied genießen. Nach Verlauf des siebten Jahres aber ziehe ich bei allen Kindern meine Liebe zurück und will sie von da an entweder richten oder beseligen. Die als unmündige Kinder meine schweren Gesetze gehalten haben, die sollen nach dem siebten Jahr sich fortan meines höchsten Wohlgefallens zu erfreuen haben. Welche sich aber im Verlaufe des siebten Jahres nicht völlig bis auf ein Atom nach meinem schweren Gesetz gebessert haben, diese sollen fortan für alle Zeiten aus meinem väterlichen Haus verflucht und verworfen werden. – Sagt, was würdet ihr zu einem so grausamen Esel von einem Vater sagen? Wäre das nicht ungeheuer mehr als die allerschändlichste Tyrannei aller Tyranneien?

11. Wenn ihr aber solches doch sicher schon bei einem Menschen für unberechenbar töricht, arg und böse finden würdet, wie entsetzlich unsinnig müssen da wohl die Menschen sein, wenn sie noch viel Ärgeres Gott, der die allerhöchste Liebe und Weisheit Selbst ist, solche kaum aussprechliche Schändlichkeiten ansinnen und zuschreiben können!

12. Was tat der Herr am Kreuz als die alleinige göttliche Weisheit, da Sie gewisserart dem außen nach wie geschieden war von der ewigen Liebe? Er, als die Weisheit, und als solche der Grund aller Gerechtigkeit, wandte Sich Selbst an den Vater oder an die ewige Liebe, forderte diese nicht gewisserart gerechtermaßen um die Rache auf, sondern Er bat die Liebe, dass Sie allen diesen Missetätern, also auch allen den Hohenpriestern und Pharisäern all ihre Tat vergeben möchte, indem sie nicht wissen, was sie tun!

13. Solches tut also hier schon die göttliche Gerechtigkeit für Sich. Soll dann die unendliche göttliche Liebe da zu verdammen anfangen, wo die göttliche Gerechtigkeit die noch endlos barmherzigere Liebe um Erbarmung anfleht?

14. Oder wenn man das nicht gelten lässt, dass es dem Herrn wirklich Ernst war mit Seiner Bitte, und sagt, solches habe Er nur beispielsweise getan, macht man da den Herrn nicht zu einem Heuchler, indem man Ihn nur scheinhalber am Kreuz um Vergebung bitten lässt? Heimlich aber lässt man in Ihm doch die unvertilgbare Rache übrig, derzufolge Er in Sich dennoch alle diese Übeltäter schon lange in das allerschärfste höllische Feuer verdammt hatte!

15. O Welt! O Menschen! O allerschrecklichster Unsinn, der je irgend in der ganzen Unendlichkeit und Ewigkeit erdacht werden könnte! Kann man sich wohl etwas Schändlicheres denken, als so man zur allerfalschesten, freilich wohl zeitlichen Autoritätsbegründung der Hölle den Herrn am Kreuz zu einem Lügner, Scheinprediger, Verräter und somit zum allgemeinen Weltenbetrüger macht? Aus wessen anderem Munde als nur allein aus dem Munde des Erzsatans kann solche Lehre und können solche Worte kommen?

16. Ich meine, es genügt auch hier wieder, um euch zu der Einsicht zu bringen, welche Gräuel aus einer höchst verkehrten Deutung und Auslegung eines göttlichen Gesetzes hervorgehen können. Dass es so ist bei euch auf der Welt, das könnt ihr bereits wohl schon selbst mit den Händen greifen. Aber warum es so ist, aus was für einem Grunde, das wusstet ihr nicht und konntet es auch nicht wissen; denn zu mächtig verwirrt ward der Gesetzesknoten, und nimmer hätte jemand diesem Knoten die volle Lösung geben können.

17. Daher hat Sich der Herr eurer erbarmt und lässt euch in der Sonne, da es doch sicher licht genug ist, die wahre Lösung dieses Knotens verkünden, auf dass ihr den allgemeinen Grund aller Bosheit und Finsternis erschauen möchtet.

18. Man wird freilich sagen: Ja, wie kann denn doch so viel Übel von dem Missverstand der zehn Gebote Moses abhängen?

19. Da meine ich: Weil diese zehn Gebote von Gott gegeben sind und tragen in sich die ganze unendliche Ordnung Gottes selbst.

20. Wer sonach in einem oder dem anderen Punkt auf was immer für eine Art aus der göttlichen Ordnung tritt, der bleibt in gar keinem Punkt mehr in der göttlichen Ordnung, indem diese gleich ist einem geraden Weg. So jemand wo immer von diesem Weg abweicht, kann er da sagen: Ich bin nur ein Viertel, Fünftel, Siebtel oder Zehntel des Weges abgewichen? Sicher nicht. Denn wie er nur im Geringsten den Weg verlässt, so ist er schon vom ganzen Weg hinweg, und will er nicht auf den Weg zurückkehren, da wird man doch sicher und gewiss behaupten können, dass derjenige einzelne Punkt am Weg, da der Wanderer von selbem abgewichen ist, den Wanderer sicher vom ganzen Weg entfernt hatte.

21. Und ebenso verhält es sich auch mit jedem einzelnen Punkt des göttlichen Gesetzes. Es kann nicht leichtlich jemanden geben, der sich am ganzen Gesetz gewaltigst versündigt hätte, indem solches auch nahe unmöglich wäre. Aber es ist genug, wenn sich jemand in einem Punkt versündigt und beharrt dann dabei; so kommt er auf diese Weise doch vom ganzen Gesetz hinweg, und wenn er es nicht will und der Herr ihm nicht behilflich sein möchte, so käme er nimmer auf den Weg des Gesetzes oder der göttlichen Ordnung zurück. Und so könnt ihr auch versichert sein, dass die meisten Übel der Welt vom freilich wohl leider anfänglich eigen- und böswilligen Unverstand oder vielmehr von der böswilligen Verdrehung des Sinnes dieser beiden letzten göttlichen Gebote herrühren.

22. Wir haben nun aber auch der Lächerlichkeiten und falschen Auslegungen dieses Gebotes zur Genüge kundgegeben; daher wollen wir denn auch zur rechten Bedeutung dieses Gesetzes schreiten, in deren Licht ihr alle die Albernheiten noch ums Unvergleichliche heller erleuchtet erschauen werdet.

Kapitel 96 - Grund des Verdecktseins des eigentlichen Sinnes des zehnten Gebotes

(Am 23. Oktober 1843 von 3 1/2 – 6 Uhr abends.)

1. Es werden hier so manche, die das Vorhergehende durchgelesen haben, sagen: Da sind wir im Ernst sehr neugierig darauf, was dieses Gebot für einen eigentlichen beständigen Sinn hat, nachdem jeder Sinn, den wir ehedem diesem Gebot beigelegt haben, unwiderlegbar ins Allerunsinnigst-Lächerlichste gezogen und dargestellt ward. Wir möchten im Ernst schon sehr gern erfahren, wer demnach der Du, der Nächste und dessen Weib ist? Denn aus dem Gebot lässt sich mit Bestimmtheit nichts aufstellen. Der Du kann wohl sicher jedermann sein, ob aber darunter auch ein Weib verstanden sein kann, das steht noch in weitem Felde. Der Nächste ließe sich wohl allenfalls etwas näher bestimmen, besonders wenn man dieses Wort in einem umfassenderen Sinne nimmt, wodurch dann jedermann unser Nächster ist, der irgend unserer Hilfe bedarf. Mit dem Weib aber hat es sicherlich den größten Anstand; denn man weiß nicht, wird darunter nur ein verheiratetes Weib oder auch das ledige weibliche Geschlecht mitverstanden. Es ist hier freilich mehr in der einfachen als in der vielfachen Zahl; aber das macht eben auch die Sache um kein Haar bestimmter. Denn wenn man in irgendeinem Erdteil die Polygamie annimmt, so hätte es da mit der einfachen Zahl offenbar wieder einen neuen Haken. Aus allem diesem sind wir umso neugieriger auf den eigentlichen Sinn dieses Gebotes, indem der Buchstabensinn allenthalben ganz gewaltig unstichhaltig ist.

2. Und ich sage hinzu: Also ist es bestimmt und klar, dass sich mit der Annahme des puren äußeren Buchstabensinnes nur der größte Unsinn, nie aber irgendeine gegründete Wahrheit darstellen lässt.

3. Man wird hier freilich wohl sagen: Ja warum hat denn der Herr das Gesetz nicht sogleich so gegeben, dass es für jedermann nicht verdeckt, sondern ganz offen so erschiene, in was für einem Sinne es eigentlich gegeben und wie es nach eben diesem Sinne zu beobachten ist?

4. Diese Einwendung lässt sich dem außen nach wohl hören und klingt als eine ziemlich weise gestaltete Antiphrase; aber beim Licht betrachtet ist sie so schön dumm, dass man sich nicht leichtlich etwas Dümmeres vorstellen kann. Damit aber die außerordentliche Albernheit dieser Einwendung einem jeden sogleich in die Augen fällt, als stünde er nur wenige Meilen von der Sonne entfernt und diese doch sicher plötzlich mit seinen Augen wahrnehmen würde – oder damit es einem dabei wird, wie dem, der in einem Wald den Wald vor lauter Bäumen nicht sieht, so will ich für diese Gelegenheit einige natürliche, ganz kurz gefasste Betrachtungen aufstellen.

5. Nehmen wir an, einem sogenannten Naturforscher und Botaniker möchte es der Bequemlichkeit seiner Untersuchung wegen einfallen [folgendermaßen zu fragen], und [diese Frage würde] also lauten: Warum hat denn die schöpfende Kraft des schaffenden allerhöchsten Wesens die Bäume und Pflanzen nicht so erschaffen, dass der Kern auswendig und die Rinde inwendig wäre, auf dass man mit leichter Mühe durch Mikroskope das Aufsteigen des Saftes in die Äste und Zweige und dessen (nämlich des Saftes) Reaktionen und andere Wirkungen genau beobachten könnte? Denn es kann doch nicht des Schöpfers Absicht gewesen sein, den denkenden Menschen sogestaltet auf die Erde zu setzen, dass er nie in das Geheimnis der Wunderwirkungen in der Natur eindringen sollte. – Was sagt ihr zu diesem Verlangen? Ist es nicht im höchsten Grad dumm?

6. Nehmen wir aber an, der Herr möchte Sich von einer solchen Aufforderung bestechen lassen und die Bäume also umkehren samt den Pflanzen – werden da nicht gleich wieder andere Naturforscher hinzukommen und sagen: Was nützt uns die Betrachtung des auswendigen Kerns, da wir dabei nicht die wunderbare Bildung der inneren Rinde entdecken können? – Was folgt nun hieraus? Der Herr müsste Sich auch jetzt wieder fügen und auf eine mir fürwahr nicht begreifliche Art Rinde und Kern auswendig am Baum anbringen. Nehmen wir aber an, der Herr hätte solches im Ernst zuwege gebracht und das Inwendige des Baumes besteht nun bloß im Holz. Wird da nicht ein anderer Naturforscher sobald ein neues Bedürfnis kundgeben und sagen: Durch die Rinde und auf einer Seite durch den Kern ist nun die ganze wunderbare Bildung des Holzes verdeckt. Könnte denn ein Baum nicht so gestaltet sein, dass alles, Kern, Holz und Rinde auswendig wäre oder wenigstens so durchsichtig wie die Luft?

7. Ob man einen aus notwendig zahllos vielen Organen zusammengefügten Baum so durchsichtig wie die Luft oder wenigstens wie ein reines Wasser gestalten kann, das sollen Optiker und Mathematiker entscheiden. Was aber übrigens auf vollkommen luftigen Bäumen für Früchte wachsen werden, das dürfte einer ungefähr in den Gegenden des Nordpols oder Südpols in gute Erfahrung bringen. Denn dort geschehen manchmal solche Phänomene, dass zufolge der großen Kälte, auf die Weise wie bei euch im Winter auf den Glasfenstern, dort aber in der Luft kristallinische Eisbäume aufschießen. Ob auf diesen Bäumen auch Feigen und Datteln zum Vorschein kommen, ist bis jetzt noch nicht ermittelt worden.

8. Was aber andererseits diejenigen Bäume betrifft, wo alles, Kern, Holz und Rinde, auswendig sein sollte, so könnt ihr dessen vollkommen versichert sein, dass es ebensoleicht wäre, eine viereckige Kugel zu machen als einen solchen Baum. Ich meine, durch diese Betrachtung sollte die Dummheit obiger Einwendung schon so ziemlich sonnenhaft vor den Augen liegen. Aber um die Sache, wie gewöhnlich, wahrhaft überflüssig klar zu machen, wollen wir noch ein paar Betrachtungen hinzufügen.

9. Nehmen wir an, ein Arzt muss sehr viel studieren, und wenn er schon einen ganzen schweren Wagen voll Gelehrsamkeit gleich einem Polypen in sich eingeschlürft hat, und dann zu einem bedenklich kranken Patienten verlangt wird, so steht er nicht selten also am Krankenlager, wie ein paar neueingespannte Ochsen an einem steilen Berg. Der Arzt wird von den Umstehenden gefragt: Wie finden Sie den Kranken, was fehlt ihm denn? Wird es ihm wohl zu helfen sein?

10. Ob dieser Fragen macht der Arzt ein zwar gelehrtes, aber dabei dennoch stark bedenklich verlegenes Gesicht und spricht: Meine Lieben! Jetzt lässt sich noch nichts bestimmen, ich muss erst durch eine Medizin die Krankheit prüfen. Werden sich da Reaktionen so oder so ergeben, so werde ich schon wissen, wie ich daran bin. Treten aber hier keine Reaktionen auf, da müsst ihr selbst einsehen, dass unsereiner in den Leib nicht hineinschauen kann, um den Sitz der Krankheit nebst ihrer Beschaffenheit ausfindig zu machen.

11. Da spricht aber jemand etwas lakonisch: Herr Arzt, da hätte unser Herrgott wohl besser getan, wenn Er den Menschen entweder so erschaffen hätte wie der Schreiner einen Schrank, den man aufsperren und hineinsehen kann, was darinnen ist. Oder der Schöpfer hätte sollen bei dem Menschen die heikleren Teile, zu denen man auf diese Weise so schwer gelangen kann, gleich den Fingern, Ohren, Augen und Nasen außerhalb gestellt haben, damit man diesem Teil sogleich leicht entweder mit einem Pflaster, mit einer Salbe oder mit einem anderen Umschlag zu Hilfe kommen könnte. Am besten aber wäre es offenbar, Er hätte entweder den Menschen sollen durchsichtig wie das Wasser erschaffen oder Er hätte ihn überhaupt nicht sollen aus gar so lebensgefährlichen Teilen zusammensetzen und ihn überhaupt mehr wie einen Stein gestalten sollen.

12. Der Arzt rümpft hier etwas die Nase, spricht aber dennoch: Ja, mein lieber Freund, das wäre freilich gut und besser, aber es ist einmal nicht so, wie du soeben den Wunsch geäußert hast. Und so müssen wir uns schon damit zufriedenstellen, wenn wir nur auf dem Weg der Erfahrungen etwas genauer über den inneren Gesundheits- oder Krankheitszustand eines Menschen zu schließen imstande sind. Denn wäre der Mensch auch wie ein Kasten aufzumachen, so wäre das fürs Erste für jeden Menschen noch um vieles lebensgefährlicher, als es so ist; nur ein ein wenig ungeschickter Griff in das Innere [wäre lebensgefährlich], und könnte man auch durch ein solches Aufmachen die Eingeweide beschauen, so würde aber einem das noch sehr wenig nützen. Die Eingeweide und ihre feinen Organe müssen doch verschlossen bleiben, indem bei Eröffnung derselben auch auf der Stelle alle Lebenssäfte und alle Lebenstätigkeit flott würden. Was aber die auswendige Stellung der inwendigen Leibesteile betrifft, fürwahr, mein Lieber, das gäbe der menschlichen Gestalt durchaus einen höchst unästhetischen Anblick. Und wenn der Mensch erst völlig durchsichtig wäre, so würde sich ein jeder gegenseitig vor dem anderen erschrecken, denn er würde da einmal den Hautmenschen, dann den Muskelmenschen, den Gefäßmenschen, den Nervenmenschen und endlich den Knochenmenschen auch zu gleicher Zeit erschauen. Dass ein solcher Anblick nicht einladend wäre, das kannst du wohl dir von selbst einbilden.

13. Ich meine, bei dieser Betrachtung wird einem das Alberne der obigen Einwendung noch klarer in die Augen springen.

14. Aber es ist noch jemand, der da spricht: Solches ist bei natürlichen, materiellen Dingen freilich wohl widersinnigst zu denken, dass da ihr Inwendiges auch zugleich ihr Äußeres ausmachen sollte. Aber das Wort für sich ist ja doch weder ein Baum, noch ein Tier, noch ein Mensch, sondern es ist schon an und für sich geistig, indem es nichts Materielles an sich trägt. Warum sollte das hernach noch gleich einem Baum oder Menschen irgendeinen unbegreiflichen inneren Sinn haben? Oder wie sollte dieser möglich sein, wenn man die ohnehin außerordentliche Einfachheit und Flachheit des Wortes betrachtet?

15. Gut, sage ich, nehmen wir das Wort „Vater“. Was bezeichnet es? Ist das Wort schon der Vater selbst oder bezeichnet das Wort wirklich einen wesenhaften Vater, von dem ebendieses Wort bloß nur ein äußerer Merkmalstypus ist? Man wird sagen: Offenbar ist hier das Wort nicht der Vater selbst, sondern nur eine äußere Bezeichnung desselben. – Gut, sage ich, und frage aber dabei: Was muss man denn dann alles unter diesem Wort verstehen, auf dass man ebendieses Wort als einen äußeren richtig bezeichnenden Typus anerkennt? – Antwort: Das Wort muss einen Menschen darstellen, der ein gehöriges Alter hat, verheiratet ist, mit seinem Weib wirklich lebende Kinder erzeugt hat und dieselben dann wahrhaft väterlich leiblich und geistig versorgt.

16. Wer kann hier nur im Geringsten in Abrede stellen, dass diese ziemlich gedehnte und überaus wesentliche Bedeutung im einfachen Wort „Vater“ stecken muss, ohne welche dieses Wort gar kein Wort wäre?

17. Wenn aber schon in äußeren Beziehungen ein jedes einfache Wort eine mehr inwendige Erklärung und Zergliederung zulassen muss, um wie viel mehr muss demnach ein jedes äußere Wort auch einen inwendigen geistigen Sinn haben, indem doch sicher alles, was durch äußere Worte bezeichnet wird, selbst ein inwendiges Geistiges, also Kraftvolles und Wirkendes haben muss. Ein Vater hat sicher auch Seele und Geist. Wird das Wort den Begriff „Vater“ wohl richtig bezeichnen, wenn es sein Seelisches und Geistiges ausschließt? Sicher nicht, denn der wesenhafte Vater besteht aus Leib, Seele und Geist, also aus Auswendigem, Innerem und Inwendigstem. Wenn sonach der wesenhafte Vater lebendig also beschaffen ist, muss solches dann nicht auch wie in einem Spiegel im Wort, durch das der wesenhafte Vater als Vater bezeichnet wird, ebenso gut vollkommen bezeichnend zugrunde liegen?

18. Ich meine, deutlicher und klarer lässt sich ein notwendiger innerer Sinn des Wortes nicht darstellen. Und daraus aber kann auch ersichtlich sein, dass der Herr, so Er auf der Welt Seinen Willen kundgibt, Er ihn für äußere Menschen nach Seiner ewigen göttlichen Ordnung nicht anders kundgeben kann, als eben nur durch äußere, bildliche Darstellungen, in denen dann offenbar ein innerer und ein innerster Sinn zugrunde liegt; wodurch dann der ganze Mensch von seinem Inwendigsten bis zu seinem Äußersten nach der göttlichen Liebe versorgt ist.

19. Da wir aber nun die Notwendigkeit und die Gewissheit solcher Einrichtung mehr als handgreiflich dargetan haben, so wird es nun auch ein gar Leichtes sein, den inneren, wahren Sinn unseres Gesetzes beinahe von selbst zu finden, und so er von mir dargestellt wird, wenigstens als den unumstößlich einzig wahren und allgemein geltenden zu erkennen. Und so gehen wir sogleich zu solcher Darstellung über!

Kapitel 97 - Der geistige Sinn des zehnten Gebotes

(Am 28. Oktober 1843 von 3 3/4 – 6 Uhr abends.)

1. Das Gesetz lautet sonach, wie wir es bereits nur schon zu überaus stark auswendig wissen: „Du sollst nicht begehren deines Nächsten Weib“ – oder: Du sollst kein Verlangen haben nach deines Nächsten Weib, was eines und dasselbe ist. – Wer ist denn das Weib und wer ist der Nächste?

2. Das Weib ist eines jeden Menschen Liebe und der Nächste ist jeder Mensch, mit dem ich irgend in Berührung komme oder der irgend, wo es sein kann, möglich und notwendig ist, meiner Hilfe bedarf. Wenn wir das wissen, so wissen wir im Grunde schon alles.

3. Was besagt demnach das Gebot? Nichts anderes als: Ein jeder Mann soll nicht eigenliebig die Liebe seines Nächsten auffordernd zu seinem Besten verlangen; denn Eigenliebe ist an und für sich nichts anderes, als sich die Liebe anderer zuziehen zum eigenen Genuss, aber von ihm selbst keinen Funken Liebe mehr wiederzuspenden.

4. So lautet demnach das Gesetz in seinem geistigen Ursinn. Man sagt aber:

5. Hier ist es doch offenbar in einem Sinn des Buchstabens wiedergegeben, den man im Anfang ebenso gut wie jetzt hätte aussprechen können; und es wäre dadurch so vielen Abirrungen vorgebeugt gewesen. – Ich aber sage: Das ist allerdings richtig. Wenn man einen Baum bei der Mitte auseinanderspaltet, so kommt dann sicher der Kern auch nach außen, und man kann ihn ebenso bequem beschauen wie ehedem beim konkreten Baum die alleinige Rinde.

6. Der Herr aber hat den inneren Sinn darum geflissentlich weise in ein äußeres naturmäßiges Bild verhüllt, damit dieser heilige, inwendige, lebendige Sinn nicht sollte von irgend böswilligen Menschen angegriffen und zerstört werden, wodurch dann alle Himmel und Welten in den größten Schaden gebracht werden könnten. Aus diesem Grunde hat auch der Herr gesagt: „Vor den großen und mächtigen Weisen der Welt soll es verborgen bleiben und nur den Kleinen, Schwachen und Unmündigen geoffenbart werden“.

7. Es verhält sich aber ja schon mit den Dingen der Natur gerade also. Nehmen wir an, der Herr hätte die Bäume so erschaffen, dass ihr Kern und ihre Hauptlebensorgane zu äußerst des Stammes lägen – sagt selbst, wie vielen Todesgefahren wäre da ein Baum zu jeder Sekunde ausgesetzt?

8. Ihr wisst, wenn man an einem Baum seinen inneren Kern etwa geflissentlich oder mutwillig durchbohrt, so ist es um den Baum geschehen. Wenn irgendein böser Wurm die Hauptstammwurzel, welche mit dem Kern des Baumes in engster Verbindung ist, durchnagt, so stirbt der Baum ab. Wem ist nicht der sogenannte bösartige Sportenkäfer [Borkenkäfer] bekannt? Was tut dieser den Bäumen? Er nagt zuerst am Holz und frisst sich hier und da in die Hauptorgane des Baumes ein und der Baum stirbt ab. Wenn der Baum auf diese wohlverwahrte Weise schon so manchen Lebensgefahren ausgesetzt ist, wie vielen Lebensgefahren wäre er erst dann ausgesetzt, so seine Hauptlebensorgane zu äußerst des Stammes lägen?

9. Seht, gerade so und noch ums Unaussprechliche heikliger verhält es sich mit dem Wort des Herrn. Würde da gleich anfänglich der innere Sinn nach außen hinausgekehrt gegeben, so bestände schon gar lange keine Religion mehr unter den Menschen; denn sie hätten diesen inneren heiligen Sinn in seinem Lebensteil ebenso gut zernagt und zerkratzt, wie sie es mit der äußeren Rinde am Baum des Lebens getan haben – und hätten schon lange die innere heilige Stadt Gottes ebenso gut zerstört, dass da kein Stein auf dem anderen geblieben wäre, wie sie es fürs Erste mit dem alten Jerusalem getan haben und wie mit dem äußeren, allein Buchstabensinn innehabenden Wort.

10. Denn das Wort Gottes in seinem äußeren Buchstabensinn, wie ihr es in der Heiligen Schrift vor euch habt, ist von dem Urtext so sehr verschieden, als wie verschieden das heutige höchst elende Städtchen Jerusalem von der alten Weltstadt Jerusalem ist.

11. Alle diese Versetzung und Zerstückung und auch Abkürzung im alleinigen äußeren Buchstabensinn ist aber dennoch dem inneren Sinn nicht nachteilig, weil der Herr durch Seine weise Vorsehung schon von Ewigkeit her also die Ordnung getroffen hat, dass eine und dieselbe geistige Wahrheit unter den verschiedenartigsten äußeren Bildern unbeschadet erhalten und gegeben werden kann.

12. Aber ganz anders wäre es dann der Fall, wenn der Herr sogleich die nackte innere geistige Wahrheit ohne äußere schützende Umhüllung gegeben hätte. Sie [die Welt] hätte diese heilige, lebendige Wahrheit zernagt und zerstört nach ihrem Gutdünken, und es wäre eben dadurch um alles Leben geschehen gewesen.

13. Weil aber der innere Sinn so verdeckt ist, dass ihn die Welt unmöglich je ausfindig machen kann, so bleibt das Leben gesichert, wenn auch dessen äußeres Gewand in tausend Stücke zerrissen wird. Und so klingt dann freilich der innere Sinn des Wortes, wenn er geoffenbart wird, ebenfalls so als wäre er gleich dem Außensinn des Wortes, und kann ebenfalls durch artikulierte Laute oder Worte ausgedrückt werden; deswegen bleibt er dennoch ein innerer, lebendiger, geistiger Sinn und ist als solcher dadurch erkennbar, weil er die gesamte göttliche Ordnung umfasst, während das ihn enthaltende Bild nur ein spezielles Verhältnis ausdrückt, welches, wie wir gesehen haben, nie von einer allgemeinen Geltung sein kann.

14. Wie aber das soeben abgehandelte Gebot im Bild ein äußeres Hüllwerk nur ist, und wie der euch nun bekanntgegebene innere Sinn ein wahrhaft innerer, geistiger und lebendiger ist, wollen wir sogleich durch eine kleine Nachbetrachtung in ein klares Licht setzen.

15. Das äußere bildliche Gebot ist bekannt, innerlich heißt es: Habe kein Verlangen nach der Liebe deines Bruders oder deiner Schwester!

16. Warum wird denn hier dieses inhalts- und lebensschwere Gebot in das Bild des nicht zu begehrenden Weibes gehüllt?

17. Ich mache euch bei dieser Gelegenheit nur auf einen Ausspruch des Herrn Selbst aufmerksam, in dem Er Sich über die Liebe des Mannes zum Weib also äußert, da Er spricht: „Also wird ein Sohn seinen Vater und seine Mutter verlassen und seinem Weib anhangen“.

18. Was will der Herr dadurch anzeigen? Nichts anderes als: des Menschen mächtigste Liebe auf dieser Welt ist die zu seinem Weib. Was aber liebt der Mensch in seiner Ordnung mehr auf der Welt als sein liebes braves, gutes Weib? Im Weib steckt somit des Mannes ganze Liebe, wie auch umgekehrt das Weib in seiner Ordnung sicher nichts mächtiger liebt als einen ihrem Herzen entsprechenden Mann.

19. So wird denn auch in diesem Gebot unter dem Bild des Weibes, des Mannes – oder des Menschen überhaupt – komplette Liebe gesetzt, weil das Weib im Ernst nichts anderes als eine äußere, zarte Umhüllung der Liebe des Mannes ist.

20. Wem kann nun bei dieser Erklärung entgehen, dass unter dem Bild: „Du sollst nicht begehren deines Nächsten Weib“ ebenso viel gesagt ist als: Du sollst nicht dir zu deinem Vorteil die Liebe deines Nächsten verlangen, und das natürlich die ganz komplette Liebe, weil das Weib auf der Welt ebenfalls die komplette Liebe des Mannes in sich begreift.

21. Wenn ihr aber nun dieses nur einigermaßen genau betrachtet, so werdet ihr es gar leicht sogar mit den Händen greifen, dass alle die äußeren, uns bekannten Unbestimmtheiten des äußeren bildlichen Gesetzes nichts als lauter innere allgemeine Bestimmtheiten sind. Wie aber, wollen wir sogleich sehen.

22. Seht, das „Du“ ist unbestimmt. Warum denn? Weil dadurch im inneren Sinne jedermann verstanden wird; ob des männlichen oder des weiblichen Geschlechts, das ist gleich. Also ist das Weib ebenfalls unbestimmt, und es ist nicht gesagt, ob ein altes oder ein junges, ob eins oder mehrere, ob ein Mädchen oder eine Witwe. Warum ist solches unbestimmt? Weil die Liebe des Menschen nur eine ist, und ist weder ein altes noch ein junges Weib, noch eine Witwe, noch ein lediges Mädchen, sondern sie als die Liebe ist in jedem Menschen nur gleich eine, nach welcher der andere Nebenmensch kein Verlangen haben soll, weil fürs Erste diese Liebe eines jeden Menschen eigenstes Leben selbst ist, und weil fürs Zweite dann ein jeder, der nach solcher Liebe ein habsüchtiges, neidisches oder geiziges Verlangen hat, gewisserart als ein Mordlustiger neben seinem Nächsten erscheint, indem er sich der Liebe oder des Lebens desselben zu seinem Vorteil bemächtigen möchte. Also ist auch der Nächste unbestimmt. Warum denn? Weil dadurch im geistigen Sinne jeder Mensch ohne Unterschied des Geschlechts verstanden wird.

23. Ich meine, daraus sollte euch schon so ziemlich klar sein, dass der von mir euch kundgegebene innere Sinn der alleinig rechte ist, weil er alles umfasst.

24. Es wird freilich hier vielleicht mancher, aus seinem Mondviertellicht heraus sich hochbrüstend, einwendend sagen: Ja, wenn die Sache sich so verhält, da ist es ja hernach gar keine Sünde, wenn jemand seines Nächsten Weib oder Töchter beschläft oder sie dazu verlangt. – Da sage ich: Oho, mein lieber Freund! Mit diesem Einwurf hast du ungeheuer stark ins Blaue gedroschen. Wird unter dem, dass du nicht die Liebe deines Nächsten begehren solltest, und zwar seine komplette Liebe, nicht alles das verstanden, was er als lebensteuer in seinem Herzen trägt? Siehe, also sind auch im Ernst nicht nur das Weib und die Töchter deines Nächsten in diesem Gebot deinem Verlangen vorenthalten, sondern alles, was die Liebe deines Bruders umfasst.

25. Aus diesem Grunde wurden auch uranfänglich die zwei letzten Gebote als ein Gebot zusammengezogen gegeben, und sind nur dadurch unterschieden, dass im neunten Gebot des Nächsten Liebe mehr sonderheitlich zu respektieren dargestellt ward, in unserem zehnten Gebot aber eben dasselbe als im inwendigsten Sinne ganz allgemein zusammengefasst zur respektierenden Beobachtung dargestellt wird.

26. Dass sonach dadurch auch das Begehren des Weibes und der Töchter des Nächsten verboten ist, kann doch sicher ein jeder Mensch mit seinen Händen greifen, und es verhält sich mit der Sache geradeso, als so man jemandem einen ganzen Ochsen gibt, man damit auch seine Extremitäten, seinen Schweif, Hörner, Ohren und Füße etc. mitgibt. Oder so der Herr jemandem eine Welt schenken würde, da wird Er ihm doch alles, was auf derselben ist, mitgeben und nicht sagen: Nur das Innere der Welt gehört dir, die Oberfläche aber gehört Mir.

27. Ich meine nun, klarer kann die Sache zum Verständnis des Menschen nicht gegeben werden. Wir haben nun den inneren, wahren Sinn dieses Gebotes, wie er in allen Himmeln ewig geltend ist und die Glückseligkeit aller Engel bedingt, vollkommen kennengelernt und sind jedem möglichen Einwurf begegnet. Also sind wir damit auch zu Ende und wollen uns daher sogleich in den elften glänzenden Saal vor uns begeben. Allda werden wir erst alles bisher Gesagte im klarsten Licht wie auf einem Punkt zusammengefasst und bestätigt finden. Also treten wir hinein!