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El Suicidio

El siguiente texto muestra la vida de Judas Iscariote que cuya educación lo llevó a una vida desordenada hasta el punto de llegar a la blasfemia con el consecuente suicidio. Además se mostrará cómo una mala educación trae consecuencias nefastas.

(El Señor:) «En este discípulo (Judas Iscariote) tenéis un ejemplo típico. Era hijo único de un padre muy rico y de una madre locamente enamorada de él. La consecuencia era que ambos, el padre y la madre, mimaban a su hijo excesivamente, y le permitían y le daban todo lo que le apetecía.

Como resultado, cuando el joven se volvió grande y fuerte, despachó a los ancianos de la casa y empezó a divertirse con prostitutas a más no poder.

No tardó mucho y el joven había despilfarrado toda la fortuna de los padres, de modo que estos se vieron obligados a mendigar y dentro de poco murieron de aflicción y de dolor.

Como el joven también se hubo empobrecido, finalmente se ensimismó preguntándose: “¿Pero por qué soy así y no me he desarrollado de otra manera? No soy yo el que me ha dado a luz... y aún menos me he engendrado yo mismo... tampoco he podido educarme a mí mismo... y, aun así, ¡todo el mundo me echa en cara que soy un miserable y malvado que por sus travesuras libertinas e irreflexivas ha llevado a sus padres a la miseria, despilfarrando toda la fortuna que habían ganado con el sudor de su frente! Además, dicen que por eso he causado la muerte prematura de mis padres...

Pero, ¿qué culpa tengo yo? Todo esto puede haber sido muy malo por mi parte, ¿pero acaso puede ser culpa mía que los viejos no me han educado mejor?

¿Qué hago ahora, pobre que soy, sin dinero, sin trabajo, sin casa y sin pan? Lo más fácil sería hurtar porque esto daría lo más rápidamente un buen resultado; pero tampoco tiene gracia si te atrapan por ser un ladrón inexperto y luego te azotan hasta la sangre... Y asaltar es todavía peor.

Pero ya sé lo que voy a hacer: voy a aprender cualquier arte, aunque fuera la antigua alfarería tan estúpida con la que mi padre se había enriquecido”.

Dicho y hecho. Se fue a Cafarnaúm y entró de aprendiz en el taller de un alfarero benigno donde con mucha diligencia aprendió este arte en poco tiempo.

Daba la casualidad que el viejo alfarero tenía una hija, y después de poco el joven artesano se casó con ella.

Pero tan despreocupado que Judas era antes, tan duro y avaro se volvió como alfarero artesano, y su mujer tenía que sufrir con frecuencia por su dureza.

Producía una mercancía de calidad y empezó a venderla en todos los mercados. Pero los suyos a los que dejó en casa los llevó por el camino de la amargura. Cuando volvió a casa con mucho dinero, se reconoce que a los trabajadores más diligentes les dio algo; pero cuando volvió con pocas ganancias, toda la casa tenía que sufrir por ello.

Para que aparte de las entradas por la alfarería consiguiera una ganancia adicional, arrendó una pescadería y, hace pocos años, empezó a dedicarse a la “magia” porque había visto en varias ocasiones que algunos magos egipcios y persas ganaron mucho dinero. Aunque se gastó mucho dinero para este fin, no logró nada especial. También tomó clases con algunos esenios que le hacían creer que, si fuera necesario, podrían crear incluso un mundo con todo lo que debía contener.

Pero pronto Iscariote se convenció que todo fue un engaño y volvió las espaldas a sus maestros. - En este año se enteró de todo lo que Yo (Jesús) hacía, y que todo esto excedía lo que se llamaba “actividad prodigiosa”.

Eso era el motivo verdadero por el que se adhirió a Mí, abandonando a todos los suyos, para aprender de Mí cómo realizar milagros, para que más tarde pudiera ganar mucho oro y plata con estos conocimientos.

Mi Doctrina le importa muy poco. Si presta atención a mis Palabras, es sólo porque quiere enterarse de qué modo y con qué recursos he realizado una u otra obra prodigiosa. Y como de esta manera nunca podía ni podrá percibir algo que podría aprovechar, por eso siempre está de mal humor.

Además referente a Mí, aún en este mundo, la cuenta le saldrá horriblemente mal.

Una acción traidora y a causa de ella el desespero más atormentador le convertirán en un suicida, de modo que una cuerda y un sauce determinarán su triste fin en este mundo. Pues él es un hombre que quiere tentar a Dios, lo que lógicamente es un sacrilegio severo. Además, el que se atreve a cometer un sacrilegio contra Dios, tampoco faltará en cometerlo contra sí mismo.

¡Os digo que en el Más Allá los suicidas difícilmente verán el semblante de Dios! Os podría presentar el motivo -con una exactitud matemática- pero en verdad no vale la pena. Basta con que creáis aquello que os he indicado como consecuencia del suicidio, porque su motivo siempre es una insensatez que origina en el desespero, y este siempre es la consecuencia de algún crimen contra Dios o sus Mandamientos».

Las consecuencias de una educación incorrecta

(El Señor:) «Bien es verdad que se reconoce que los Mandamientos de Dios son sumamente buenos y justos; pero también se encuentra gente que no quiere saber nada de ellos - gente que se pasa su vida dedicándola al mundo. Con hombres como estos, por supuesto, no se puede hacer negocios exitosos o por lo menos casi nada provechosos. El que con ellos entre en relaciones comerciales será el engañado, y eso ya desde el principio.

De modo que aquel que traba relaciones con tales hombres mundanos debe ser verdaderamente necio, porque de lo contrario habría examinado mejor a sus socios comerciales antes de entrar en negocios con ellos.

Tal hombre que por lo menos es medio necio todavía puede tener un buen corazón, aunque siempre tenga ganas de hacer ganancias pero, debido a su necedad, tiene poca fe y poca confianza en Dios.

Siempre se dirá: “¡Que me sea consentido que me vuelva muy rico! Entonces seré el mejor hombre del mundo y me proporcionaré todo lo que me facilitará llegar a conocer mejor y más claramente al Ser místico de Dios. Y realizaré todas las buenas obras imaginables para la pobre humanidad, de modo que mi nombre será citado aún durante miles de años.

Para eso, ¡haced que los hombres ricos del mundo estén a mi servicio y pronto todo lo demás se arreglará por sí mismo!”.

Llevado por semejantes esperanzas absurdas tal hombre necio hace proyectos y los presenta a los grandes y ricos. Estos, con su astucia mundana, pronto descubren una manera para aprovecharse de los proyectos del especulador que les hace caso y se deja engañar a más no poder.

A eso se encuentra sin recursos, con sus proyectos y esperanzas desbaratados y completamente arruinado, y sin saber qué hacer para salir de esta situación. Pues para él prácticamente nunca existían una fe en Dios y una confianza ya algo más concisa en el Poder, en la Bondad y en la ayuda de Dios.

Tras el engaño que le quitó todo, ha perdido toda la relación con el mundo. Y como su talento es demasiado limitado, aun con toda cavilación no es capaz de encontrar salida alguna.

¿Qué puede ser la consecuencia de todo esto? - ¡La desesperanza total y con esta la hartura más ardiente de esta existencia que no presenta ni los menores rastros de perspectivas algo más llevaderas! En general, en tal arrebato febril, el insensato se mata a sí mismo, con lo que se vuelve suicida.

Que el suicidio en muchos casos ocasiona al alma un daño inconmensurable, esto ya lo podéis deducir claramente del hecho que el hombre en estas circunstancias alimenta cada vez más su intención de destruirse; pues, alimenta un odio mortal contra su propia existencia sin el que nunca se habría vuelto un suicida.

Pero semejante estupidez nunca es innata a nadie, sino que es únicamente la consecuencia de una educación mala e incorrecta.

La buena educación evita que los hijos cometan suicidio.

El que ama a sus hijos verdaderamente, ante todo debe cuidar de educar sus almas de tal manera que no puedan ser absortas por la materia. Si están educadas en el orden correcto, pronto serán capaces de recibir en ellas su espíritu, con lo que nunca ya se volverán insensatos, y ni hablar de cometer un suicidio.

Pero con una educación de los niños a la manera de los monos -sobre todo en las ciudades- no puede esperarse otra cosa. Por eso acostumbrad a vuestros niños ya en edad temprana que busquen el verdadero Reino de Dios en el corazón, y con eso los habéis adornado de manera real; pues, les habéis proporcionado la mayor y la mejor herencia, temporal y eterna.

Pero los niños mimados nunca se vuelven personajes dignos de la Vida. Aunque en general no pase nada de malo con ellos, con el tiempo se forma en ellos cierto punto flaco al que nadie debe provocar y menos aún rozar; porque al tocarlo se acabó la paz, pues, el hombre se vuelve furioso y trata de vengarse.

Por lo menos advertirá al ofensor con amenazas severas que en adelante evite semejantes bromas, porque de lo contrario iba a sufrir unas consecuencias terribles...

En el fondo, el mal de tal punto flaco no tiene su origen en la voluntad ni en el reconocimiento absolutamente libres; pero aun así no deja de ser un defecto en el alma en que esta siempre será vulnerable - y eso no sólo aquí en la Tierra, sino todavía durante mucho tiempo en el Más Allá.

Por esta razón debéis cuidar de que en vuestros hijos no se formen esos puntos flacos, porque producen en el alma las así llamadas enfermedades crónicas medio cicatrizadas.

Mientras el tiempo sea claro y agradable, y aunque haya una ligera brisa, estas cicatrices se callan y el hombre que las lleva se siente bien sano. Pero cuando se prepara un temporal, estas cicatrices empiezan a excitarse y frecuentemente producen dolores que llevan al hombre a la desesperación.

Pero tan difícil como para cada médico resulta remediar estos viejos daños físicos, tan difícil es curar las cicatrices del alma.

Si un navegante quiere evitar que su buque se hunda, no debe llevarlo por donde haya arrecifes de toda clase, sino solamente por donde el mar tenga la profundidad necesaria.

De modo que el educador de los niños -como timonel verdaderamente familiarizado con las exigencias de la vida- no debe guiar sus pequeños buques animados por allí donde la trivialidad mundana está tan llena de arrecifes, sino que desde el principio debe atreverse a navegar más bien en las profundidades íntimas de la Vida. De esta manera protegerá a las pequeñas embarcaciones de cualquier herida peligrosa y se ganará la corona de un verdadero timonel de la Vida.

¡Dichoso será cada uno que toma estas palabras a pecho, porque él y los suyos no quedarán sin Bendición!

Y ahora, como hemos aprovechado de tratar con este asunto secundario que se ha producido por la intervención del discípulo Judas Iscariote, volvamos a nuestra contemplación del proceso de la formación del ser y de la aparente extinción - y en particular sobre esta última».

Fuente: Evangelio de Juan, tomo 4, capítulos 125 y 126 recibido por Jakob Lorber (gej04.125-126)